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La independencia y las palabras del arzobispo sobre el derecho laboral La utopía de la Independencia Estamos en pleno mes de septiembre, mes de la Independencia. Está claro que en el espíritu de la mayoría de los que pusieron todo su afán en conseguir ésta se daba la voluntad de salir de una situación de esclavitud para entrar en una nueva de libertad y de creación de un continente realmente nuevo en el que se diesen unas estructuras cada vez más fraternales y solidarias y en el que se abriesen camino la justicia y la paz propias de pueblos autónomos y de grandes valores como son nuestros pueblos latinoamericanos. Es sin embargo patente que independencia no ha significado, al menos en muchos casos, vida según las propias autodeterminaciones en provecho del bien común del propio pueblo ni mucho menos vida según los propios valores culturales, humanos y religiosos. Por otra parte, no es la primera vez que se da esta realidad. Ya en el mundo bíblico podemos constatarla. Una reflexión bíblica sobre la Independencia Los grupos que vivieron la experiencia de liberación del dominio egipcio y sintieron el llamado a ir formando un nuevo pueblo con un estilo de vida alternativo al de otros pueblos, un estilo de vida comunitario y fraternal, cuando alcanzaron cierta autonomía y formaron un único pueblo, continuamente cayeron en la tentación de la injusticia y de la insolidaridad entre los mismos miembros del pueblo; esto llevó a muchos profetas a denunciar dicha situación en tiempo de David y Salomón en Jerusalén. En los momentos más gloriosos de la historia del pueblo de Israel, cuando parecía que se había alcanzado el máximo de independencia y que por tanto se podía organizar la vida del propio pueblo siguiendo la propia fe y los propios valores culturales y humanos, también se dieron situaciones de grave ambición, de agresividad contra los prójimos más débiles y de sacrificio de éstos en el altar del ídolo de la riqueza. Profetas como Amós e Isaías tuvieron que hacer frente a tales situaciones. Lo mismo ocurrió al regreso de la gran crisis del exilio en Babilonia y la consecución de la autonomía en tierra judía; a pesar del gran esfuerzo hecho por los profetas, los expertos en la ley, los levitas y otros, siguió dándose la explotación del obrero, la violencia entre hermanos, la insolidaridad con el pobre, tanto así que un profeta, Isaías 58, tuvo que denunciar con fuerza tales caídas como algo contrario al Dios que es defensor del huérfano, del pobre, del inmigrante, de la viuda, del asalariado. Un último ejemplo es el de la caída en la corrupción y en la violencia asesina de los sucesores (monarquía hasmonea) de quienes habían puesto todo su esfuerzo y habían entregado su vida en la lucha contra los opresores helenistas (los macabeos), para crear un nuevo país independiente y con unas estructuras diferentes a las de los grandes imperios violentos. ¿Independencia en El Salvador? En nuestros días, en El Salvador, es mucho decir que estemos viviendo en una auténtica independencia. En muchos hechos de la vida nacional, social, económica y religiosa tenemos que seguir hablando de dependencia: multinacionales que dominan nuestra economía, empresas coreanas que se rigen por sus leyes feroces en las maquilas, precios del café impuestos por los imperios de turno, ideologías y maneras de actuar religiosas no propias de nuestra cultura y de nuestra manera de vivir la fe. ¿Se da una independencia total y para todos? Monseñor Sáenz habla sobre algunos tipos de dependencia En este contexto se puede leer lo dicho por el arzobispo de San Salvador en la conferencia de prensa que pronunció después de la primera misa dominical del mes. En ella defendió a las obreras de la industria maquiladora y el derecho de todos los trabajadores a tener "acceso a los medios de producción". La semana anterior, el empresario coreano de Industrias Gabo había cerrado la fábrica sin previo aviso, marchándose del país y dejando sin pagar a más de 400 empleadas. Monseñor Sáenz aprovechó la oportunidad que le ofrecía la conferencia de prensa para exigir el cumplimiento estricto del Código Laboral en el país. Agregó, además, que "es posible que a veces las cosas legales no sean tan justas". En tal caso, dijo, les toca a "los laicos (...) trabajar duro para que todas las leyes sean perfectamente acordes con la justicia". Si la mencionada conferencia de prensa fuese en estos días, posiblemente el arzobispo de San Salvador profundizaría más en su defensa de las obreras de la insdustria maquiladora. Efectivamente, otra empresa maquiladora coreana, Imacasa, ha cerrado las puertas sin previo aviso y de nuevo se ha cerrado el trabajo a unas 200 personas más. Tanto en un caso como en otro la razón parece ser que estas dos empresas eran de las pocas en que se había conseguido un nivel de sindicalización, de la que Juan Pablo II, en Laborem exercens, 20, dice que es "un elemento indispensable de la vida social, especialmente en las sociedades modernas industriales". ¿Basta con cumplir el Código de Derecho Laboral? En realidad lo más común en las maquilas es que ni se llega a cumplir con las leyes. El pan amargo de cada día para muchas trabajadoras sabe a despidos sin indemnización, a supresión del derecho a organizarse, a pruebas de embarazo, a tiempo extra sin pagar, a hostigamiento físico y verbal. Pero, además, como advierte el arzobispo, puede abrirse una brecha entre lo que es legal y lo que es justo o moral. Actualmente, es legal pagar el sueldo mínimo de 1150 colones a los trabajadores, aunque éste no llegue a cubrir ni una tercera parte de lo necesario para llenar la canasta básica de una familia pobre. En realidad, lo justo es que, si el empresario puede pagar más, está obligado a hacerlo. Como escribió el papa actual, "una justa remuneración por el trabajo de la persona adulta que tiene responsabilidades familiares será aquélla que sea suficiente para fundar y mantener dignamente una familia y asegurar su futuro" (Juan Pablo II, Laborem exercens, 19c). El acceso necesario y justo a los medios de producción Y no basta con el salario justo. Como afirmó Monseñor Sáenz con referencia a las recientes tomas de tierras en el país, hay necesidad de que "todos los trabajadores tengan acceso a los medios de producción". Según la doctrina social católica, la propiedad es derecho de todos. No es legítimo que algunos ejerzan este derecho de tal forma que excluyan a otros de la propiedad, como ocurre en realidad en nuestro país. El derecho de particulares a la peropiedad privada se subordina al derecho de todos a disfrutar de la creación que Dios ha destinado para todos. En la primera gran encíclica social, Rerum novarum, el papa León XIII insistía en el derecho que tiene todo trabajador a una tierra para cultivar. En la Mater et magistra (1961), Juan XXIII repitió que no se trata sólo de afirmar el derecho a la propiedad sino que "hoy, más que nunca, hay que defender la necesidad de difundir la propiedad privada", ampliando el acceso a bienes de consumo, vivienda y propiedad productiva. El papa recordó, al mismo tiempo, que el Estado mismo debe administrar los bienes de producción "cuando éstos llevan consigo tal poder económico, que no es posible dejarlo en manos de personas privadas sin peligro del bien común " (Mater et magistra, 115-116). Este es un criterio clave para estos tiempos de privatización. El principio de "acceso a los medios de producción" resulta muy relevante para "la ética maquiladora" también. En palabras del concilio Vaticano II se debe decir que "se tiene que promover la activa participación de todos en la gestión de la empresa" (Gaudium et spes, 68; véase Mater et magistra, 91-92). Por su parte, Juan Pablo II especifica la necesidad de que "toda persona, basándose en su propio trabajo, tenga pleno título a considerarse al mismo tiempo copropietario de esa especie de gran taller de trabajo en el que se compromete con todos". La dignidad humana exige que toda persona se sienta trabajando en "algo propio", no en un negocio ajeno. Por eso, el papa elogia propuestas "que se refieren a la copropiedad de los medios de trabajo, a la participación de los trabajadores en la gestión y/o en los beneficios de la empresa, al llamado accionariado del trabajo y otras semejantes" (Laborem exercens, 14-15). Para todo ello como dice Juan Pablo II en Laborem exercens, 20, es necesaria la existencia de las organizaciones sindicales "como elemento indispensable de la vida social, especialmente en las sociedades modernas industriales". La Iglesia debe seguir apoyando la auténtica Independencia De todo esto estamos muy lejos, sin duda. Sin embargo, la Iglesia puede ayudar mucho para iluminar el camino a recorrer y para evitar que algunos, que ya tienen más de su cuota necesaria de propiedad productiva, distorsionen el mensaje evangélico, sirviendo a sus propios intereses. En esta línea, el arzobispo ha brindado un aporte muy oportuno en estos días en que conmemoramos la Independencia y la Utopía de la creación de un país humano, justo, fraternal y solidario. Continúa la crisis en ARENA. Maquilas y condiciones laborales La renuncia de Domenech Desde hace un buen rato ARENA ha venido mostrando que su unidad no es tan sólida como el discurso anticomunista o las campañas publicitarias hicieron creer. Ahora, como en ningún otro momento en la historia de la institución, los intereses encontrados que cohabitan en su interior han salido, con inusitadas crudeza y virulencia, a la luz pública. En el ojo de la tormenta está Juan José Domenech, quien se ha visto forzado a presentar su renuncia a la presidencia del COENA en virtud de su presunta complicidad en hechos criminales de mediana y gran envergadura. De pronto, pareciera como si Domenech se hubiese quedado solo, como si hubiese sido abandonado. Paradójicamente, quien dijo "cobarde jamás seré, los tengo bien puestos", quien tuvo en sus manos las riendas del partido político más fuerte del país, es alguien que clama por lástima, alguien que, por aquello de los estereotipos del macho, anunció su retiro del COENA ante un grupo de mujeres del partido. Vaya ineptitud política. Con ese gesto, Domenech -aclamado por las mujeres areneras como "Conejo", una y otra vez- no sólo puso en práctica un mecanismo de presión política que mostró su debilidad e incompetencia, sino que contribuyó a alimentar la percepción de que ARENA está mal por dentro y que sus dirigentes no tienen capacidad de conducir la institución. Domenech ofreció una prueba más de que el partido está dividido; y lo hizo con una falta de tacto sólo esperable de alguien que se comporta en política como un comerciante. Ha sido la falta de tino en sus diversas actividades lo que llevó a Domenech a ser foco de atención pública. Imposible no seguirle la pista a una figura política de su jerarquía de la que se sospecha no paga IVA, maltrata a los periodistas, aparece implicado en la negociación ilícita de un vehículo o enfrenta una demanda judicial en Guatemala por narcotráfico. Son tan notorias y regulares sus actividades fuera de orden que no se requiere de ninguna estrategia de desprestigio, especialmente diseñada en su contra, para sacarlas a la luz pública. Su falta de tacto y su ambición desmesurada han puesto a Domenech en serios aprietos. Pero también han puesto en serios aprietos al partido, que, si bien ha tolerado a miembros ambiciosos y/o ineptos políticamente, ello ha sido bajo el entendido que éstos atenderían el llamado al orden y a la moderación cuando así fuese requerido. Estamos ante una medida de saneamiento institucional que responde más a los intereses internos del partido y de los grupos que lo controlan que a un compromiso real de la derecha con la justicia y la legalidad. De no ser porque poderosos intereses económicos y políticos así lo exigen, seguramente Domenech no se hubiera visto forzado a presentar su renuncia y continuaría gozando del amparo partidario. Con todo, no deja de ser importante que las actividades ilícitas de una figura tan importante en las filas de la derecha sean objeto de debate público. Es una forma eficaz de combatir la prepotencia, la matonería y la impunidad. ARENA debe poner sus barbas en remojo. El partido se ha debilitado con los escándalos de corrupción y de tráfico de influencias que han perseguido a sus miembros durante los dos últimos años. Los problemas que lo han sacudido durante las semanas recién pasadas debilitan aceleradamente su imagen como partido fuerte y capaz de impulsar un proceso de desarrollo nacional. Sus miembros más lúcidos debieran reflexionar seriamente acerca de si todos estos conflictos y pugnas internas no son síntomas de una necesidad impostergable de renovación y de democratización internas. Maquilas y legislación laboral De las propuestas presentadas a la Asamblea Legislativa para reglamentar y controlar la operación de las maquilas en el país -entre ellas la de obligar a las maquiladoras a presentar una fianza para cubrir las indemnizaciones y salarios de los trabajadores en caso del cierre o quiebra de la empresa- la única que hasta la fecha ha sido aprobada es la que se corresponde al Decreto Ejecutivo número 37: la formación de una Comisión de Tratamiento y Prevención de Conflictos, que integrada por representantes de los ministerios de Trabajo, Economía, sector laboral y empresarios operará en las zonas francas para resolver a corto plazo los conflictos que se presenten en ellas. Aunque alentadora, la formación de tal Comisión aún no da señales que permitan afirmar que su operatividad pase del nivel puramente formal y logre obtener resultados reales y concretos. Las anteriores experiencias de formación de comisiones, donde ha imperado la defensa de los propios intereses sobre la necesidad del diálogo y la concertación, hacen patente que su creación podría obedecer más a un interés de dar largas a los problemas y evitar que las denuncias de las trabajadoras salieran a la luz pública, quedándose éstas al interior de la comisión, que a un afán real de concretar soluciones. En este sentido, el abocarse a este mecanismo tendría una doble utilidad: hacer gala de que en el país se responde desde las pautas de una democracia, pese a que este ejercicio democrático sea totalmente inocuo e ineficaz, y al mismo tiempo preservar el estado actual de cosas. Verificación internacional de las condiciones laborales en las maquilas En este contexto, en el cual la operación de las maquilas se ha mantenido incólume de sanciones y reformulaciones gracias a la protección del sector gubernamental, los esfuerzos más prometedores para cambiar la situación han venido del extranjero, del Departamento de Trabajo de Estados Unidos y de organizaciones internacionales relacionadas con la industria de la confección y los derechos humanos. Esto, como es de esperar si se consideran las líneas ideológicas del partido en el poder y su prurito de conceder mayor importancia a los indicadores económicos que a las condiciones reales, ha sido condenado inmediatamente como intervencionismo internacional y como una conjura extranjera para acabar con las fuentes de empleo que la industria de la maquila proporciona a El Salvador. Para el gobierno y los empresarios, el interés que se oculta en las denuncias a nivel internacional de graves violaciones a los derechos de los trabajadores salvadoreños en las maquilas es el de cerrar compañías con el fin de repatriar a las fábricas a sus lugares de origen, principalmente Estados Unidos. La demonización de las dos comisiones que han visitado el país para verificar las condiciones laborales in situ (la primera en noviembre del año pasado y la segunda en los primeros días de este mes) se basa en dos presupuestos. El primero, en el país las anomalías en las maquilas no dejan de ser más que "violaciones normales" -tal como expresó el Ministro de Trabajo, Eduardo Tomasino-, por lo que lo único que se perseguirían serían "fines políticos" de desprestigiar al país y al gobierno frente a la inversión extranjera; el segundo, los asuntos internos deben de ser manejados internamente, se cuenta con la capacidad necesaria como para solucionar los conflictos sin recurrir a la ayuda o el apoyo foráneo. Con respecto al primer supuesto, hay que admitir que la última visita de los delegados del Departamento de Trabajo de Estados Unidos se enmarca dentro del actual contexto electoral de esta nación. Por ello, el emprender una campaña de verificación del cumplimiento de los derechos laborales en aquellos países donde se elaboran artículos para compañías estadounidenses, es plausible de ser interpretado como una estrategia del equipo de Bill Clinton que tiene por objetivo el atraer votantes para su reelección. En este sentido, sí podría hablarse de algún fin político en las visitas de las comisiones, pero de aquí no puede seguirse que efectivamente se busque cerrar fuentes de empleo o aislar al país de la inversión extranjera. Por otro lado, el calificar de "normales" a las violaciones de los derechos laborales -aparte de ser ofensivo en sí mismo puesto que ningún tipo de irrespeto a los derechos de la persona es "normal", ni mucho menos tolerable- es insostenible cuando la tendencia de los empresarios de las maquilas a abandonar el país sin indemnizar o cancelar los salarios de los trabajadores, lejos de disminuir, aumenta constantemente. En lo que toca al segundo supuesto, por la misma índole del funcionamiento de las maquilas, la solución de los conflictos que se suscitan a su interior sólo puede llevarse a buen término mediante una negociación que supere las fronteras de la nación que las acoge. Cuando ni los dueños de las maquilas ni los propietarios de las empresas que contratan sus servicios son nacionales, es evidente que la única manera de obligarlas a cumplir con los derechos laborales es respaldando la legislación de la nación anfitriona con una legislación internacional que controle sus operaciones, sea cual sea el país a donde lleguen para utilizar su mano de obra. De lo contrario, y tal como ya ha sido verificado en El Salvador, la alternativa de los empresarios maquiladores y las compañías que los contratan frente a los problemas que se deriven de irrespetar tal o cual derecho laboral será la de trasladarse a otro país con legislaciones más permisivas o gobiernos menos preocupados por hacerlas cumplir. Por lo tanto, aun cuando los sindicatos nacionales de las maquilas estuvieran fortalecidos y poseyeran habilidad política, aun cuando el gobierno se mostrara más interesado en el bien de sus ciudadanos que en las exigencias de las empresarios extranjeros, aun cuando existiera una legislación nacional robusta, de no existir un acuerdo internacional que vele por la eticidad y responsabilidad del comportamiento de las empresas internacionales es vano esperar condiciones dignas de trabajo o, mucho menos, impedir la volatilidad que hasta la fecha sigue caracterizando a las maquilas. Entrevista con Monseñor Cabrera, Obispo de Santiago de María ¿Cómo ve el país? ¿Cuáles son los problemas más graves? La situación del país la veo -así lo siento, lo pienso- más grave que en tiempo de la guerra. Según los medios de comunicación, hay más muertos ahora que en el período de la guerra; y eso es preocupante. La violencia, el crimen organizado, las extorsiones, los secuestros, los asaltos son cosas que ya rebalsan y necesitan una pronta solución. Creo que la Iglesia puede jugar un gran papel en esta situación, iluminando y dando esperanzas al pueblo, pero también analizando las causas que producen la violencia. Ha aumentado tanto la pobreza que ya no es necesario denunciarla, porque se denuncia por sí misma, y también el desempleo; hay mucha gente sin trabajo. Mi gran temor es que se produzca una explosión social, que El Salvador se convierta en un país ingobernable. Eso me preocupa muchísimo. Y creo que toda las fuerzas vivas del país, incluyendo la Iglesia, tenemos que hacer algo para solucionar este gravísimo problema. ¿Cuáles son las esperanzas que usted vislumbra? Yo pienso que tenemos que ser optimistas. Como cristianos que creemos en Jesucristo, que es el Señor, que está por encima de todos los poderes del mal, creo que nuestra misión es infundir esperanzas a nuestro pueblo. Yo pienso que, a pesar de que los obstáculos son grandes y los problemas complejos y gravísimos, tienen solución. Creo que la solución sería buscar una concertación nacional, un proyecto de nación, en el que estén involucradas todas las fuerzas vivas del país y en el que jugaría un papel decisivo la misma empresa privada, con sensibilidad social. Deben ser tenidos en cuenta los sindicatos, los obreros, los campesinos, la misma Iglesia. Creo que la solución hay que buscarla en un proyecto de nación. Este podría dar respuesta al problema gravísimo que a todos nos afecta, a ricos y pobres, ya que nadie, ni los ricos ni los pobres, se va a sentir seguro en este país. A su juicio, ¿cuáles son los signos de esperanza que tenemos? Yo veo signos de esperanza en el aspecto eclesiástico. En algunos obispos inquietos, que tienen conciencia de estos problemas, pero también en el clero joven. Hay muchos sacerdotes en el país que están preocupados por los problemas de nuestra nación. Yo por mi parte, por ejemplo, he tenido aquí en Santiago de María contacto con las "maras". Es interesante lo que dicen los jóvenes: que ellos han tomado esa opción porque se sienten en una sociedad que los rechaza, que los margina; las "maras", pues, son como una señal de protesta frente a esta sociedad que los margina. También he notado en estos jóvenes, apertura. Como que están esperando que alguien, sobre todo la Iglesia, les tienda la mano para sentirse alguien en esta sociedad. Veo por tanto signos de esperanza. Aquí en mi diócesis tenemos un plan de pastoral. La ventaja que yo tengo en Santiago de María es que el clero es homogéneo, está compuesto por una mayoría de jóvenes y todos tenemos más o menos criterios comunes en nuestro trabajo pastoral; además los veo muy inquietos por trabajar en una evangelización integral, como lo está pidiendo el mismo Papa Juan Pablo II. ¿Qué cree Usted que puede sugerir la Conferencia Episcopal? En primer lugar me parece que la Conferencia Episcopal debería analizar con calma y con seriedad la situación del país, que no es ya solamente una situación grave, sino dramática y explosiva. Es urgente también que la Conferencia Episcopal asuma la realidad nacional del país, que es gravísima, y que estudie las soluciones que podrían darse para solucionar los graves problemas de El Salvador. ¿Dónde y cómo cree Usted que se está manteniendo la tradición de Monseñor Romero y Monseñor Rivera? Creo que ha habido una ruptura en la tradición de la Arquidiócesis, como si se quisiera olvidar la imagen de Mons. Romero, de Mons. Rivera Damas, de Mons. Luis Chávez y González; y creo que eso no debería ser así. Más bien habría que recoger la rica herencia que esos tres grandes arzobispos dejaron y continuarla. Obviamente el papel del obispo consiste en corregir lo malo que pueda haber, pero sobre todo orientar, mejorar lo que el anterior ha dejado. Porque ninguno de nosotros, obispos o sacerdotes, hemos comenzado a hacer; siempre ha habido otros que han trabajado. Creo que un pastor debe recoger todo lo bueno que han sembrado otros y mejorarlo. Pienso que debemos tener esperanza. Así como se aprende a ser padre de familia, a ser esposo, también se aprende a ser sacerdote y a ser obispo. Uno siempre comienza metiendo las patas, pero si uno no se arriesga, nunca hará nada de valor en la vida. Voy a hacerle una pregunta un poco atrevida. A su juicio ¿hacia dónde va la Iglesia? Hay algo que me preocupa y que me produce temor. Siento que ha disminuido el interés por los pobres. Y no debemos olvidar que la opción por los pobres no es algo propio de un grupo, como se afirma a veces, sino que es una opción que la Iglesia hizo en el Concilio Vaticano II y que aparece clarísimamente en el Catecismo de la iglesia católica. Este afirma, y estoy de acuerdo, que la opción por los pobres no es exclusiva ni excluyente; pero todos, los ricos, los de clase media, los mismos pobres, los sacerdotes, las religiosas, los obispos, todos los bautizados deben convertirse a los pobres si quieren ser auténticamente cristianos. Olvidar a los pobres, por tanto, es, según el evangelio y el mismo magisterio de la Iglesia, traicionar la misión de la misma Iglesia. ¿Qué me puede decir sobre su diócesis? Dicen que Santiago de María es la diócesis más bonita. Tiene un clima agradable, una ciudad tranquila que se presta a la contemplación y al estudio, un clero joven dinámico, que vive en mucha comunión y comunicación entre sí y con el obispo. Yo estoy contentísimo en Santiago de María y ojalá el Señor me conceda morir aquí en Santiago de María y que aquí me entierren. ¿Cómo cree usted que se debe formar un seminarista en El Salvador, al final de siglo en relación a la injusticia, la secularización, las sectas, etc.? Me parece que en primer lugar un seminarista tiene que estar bien formado en la fe. Eso es muy importante, porque nosotros somos anunciadores de la salvación de Jesucristo y tenemos que hacer una opción por los pobres desde la fe, como la hizo Monseñor Romero. No olvidemos que al pobre sólo se le puede amar desde la fe. Porque en todos nosotros existe el egoísmo y el egoísmo nos impide el abrirnos a los demás, abrirnos a los pobres. Y ese egoísmo solamente lo puede arrancar de nosotros Jesucristo. Y a Jesucristo sólo llegamos por la fe. Yo admiro mucho a Monseñor Romero. Monseñor Romero fue un hombre que corrió el destino de los pobres, pero desde el Evangelio, desde la fe. Un hombre de profunda fe. Así pues, el seminarista necesita una formación profunda en la fe, con todo lo que esto implica, pero una fe encarnada en la realidad del país. Como dice Pablo VI tan bellamente en su famoso documento Evangelii Nuntiandi -algunos dicen que es el documento más hermoso que publicó Pablo VI, por el equilibrio que guarda el Pontíficie cuando habla de la evangelización- la evangelización para ser completa tiene que ser inmanente, es decir, histórica, en la historia, pero, al mismo tiempo, transcendente. Creo que por ahí debe caminar, orientarse la formación de los futuros sacerdotes. Parece claro que en el Seminario hay problemas ¿qué me puede decir sobre eso? Los problemas del Seminario me parecen sumamente graves. Creo que ha llegado el momento de tomar decisiones radicales. Como obispo me estoy planteando en este momento si vale la pena seguir apoyando el Seminario San José de la Montaña o mandar a mis seminaristas a otro seminario o fundar mi propio seminario. En realidad son muy pocos los formadores y es imposible que tres sacerdotes puedan tener contacto personal, comunicación personal, con cada seminarista. Yo pienso que lo ideal es que cada obispo tenga su propio seminario, porque los muchachos se pueden formar mejor en pequeños grupos, por el contacto personal que pueden tener con los formadores y con el obispo. Juan Pablo II, cuando habla de evangelización, habla también de evangelización personalizada, fruto del contacto de persona a persona. Y este contacto de pesona a persona es indispensable en la formación de los futuros pastores. ¿Cómo lo ve usted? ¿Qué haría? ¿Estaría de acuerdo en tener una especie de descentralización en la formación de los seminaristas? Lo ideal sí sería que cada obispo tenga su propio seminario o que haya algun seminario más en el país, para que los obispos tengan otra alternativa. Yo creo que esto es cristiano y que enriquecería a la misma Iglesia. Me parece que la formación, para que sea efectiva en los seminaristas, es preferible que sea en pequeños grupos. Yo me estoy cuestionando a fondo este problema y tengo que tomar una decisión uno de estos días. ¿Eso haría? ¿Sacaría a sus muchachos? Sí, depende. Si veo que el Seminario San José de la Montaña no toma medidas radicales para la formación de los muchachos, me veré obligado a sacarlos. Y esto es lo que me estoy planteando en estos momentos. ¿Que pueden ofrecernos hoy los mártires del país y cómo mantenerlos vivos? Me parece una gran ingratitud querer olvidar a aquéllos que dieron su sangre por el evangelio. Como seres humanos podrían haberse equivocado en algunas cosas pero eso no tiene gran importancia. Lo importante es la intención sincera que ellos tuvieron de dar su vida por la fe, por el evangelio. Mártir, como tú sabes, significa ser testigo. En ese sentido todos somos mártires. Todos seremos, dice Jesús, signos de contradicción. Por el hecho mismo de ser cristianos nos convertimos en signos de contradicción. Los mártires nos enseñan que tenemos que estar dispuestos a anunciar el evangelio en su integralidad, corriendo los riesgos que esto conlleva. Yo creo que el olvido de aquellos mártires que dieron su vida por el evangelio sería una pérdida, sería algo que causaría daño a la Iglesia misma. Creo también que debemos tener muy en cuenta a los mártires anónimos, aquellos campesinos, catequistas, obreros, de todos los grupos cristianos, ya que de todos los grupos han salido mártires aquí en nuestro país. A ellos también hay que recordarlos con cariño, con amor y recoger esa herencia rica que nos dejaron. Aunque no se llegue a canonizarlos, nunca debemos olvidarlos y siempre debemos tener en cuenta el testimonio que nos dejaron. ¿Una Iglesia cerca de los pobres? El Arzobispo de Sevilla (España), Carlos Amigo Vallejo, en la actualidad miembro de la Comisión Pontificia para América Latina, estuvo durante los primeros días del presente mes visitando diversas iglesias y universidades de Nueva York, Honduras, Costa Rica, México, Puerto Rico y El Salvador, para poder de esta manera conocer mejor la realidad de la Iglesia en América. A El Salvador llegó el lunes para impartir conferencias a sacerdotes, religiosas y seminaristas sobre el documento de Juan Pablo II "Vida consagrada". Además visitó, acompañado por Monseñor Sáenz Lacalle, en Catedral, la tumba de Monseñor Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980, y, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (U.C.A.), las tumbas de los seis sacerdotes jesuitas asesinados el 16 de noviembre de 1989, así como la llamada Sala de los Mártires del Centro Monseñor Romero, en la que se conservan recuerdos de la muerte y de la vida de algunos de los innumerables testigos martiriales de El Salvador y de otros países de Centroamérica. En el contexto de este viaje Monseñor Amigo habló de muchas realidades importantes como la de las grandes diferencias existentes entre los diversos países de América en lo que se refiere a la realidad social, eclesial, económica, política, aun teniendo presente que se dan algunos problemas comunes a todos ellos. Es interesante recoger aquí algunas de sus declaraciones. En un continente en el que los poderes económicos y políticos de las naciones suelen hacer loas continuas al neoliberalismo como si éste fuera la solución a todos los problemas, el Arzobispo de Sevilla afirmó que "la pobreza económica no suele ir nunca sola ya que junto a ésta se dan otros muchos tipos de pobreza como son el desarraigo familiar y cultural. Insistió en que "la pobreza es el principal problema de América Latina" y que la Iglesia de esta región "nos está dando un buen ejemplo porque es una Iglesia que quiere estar muy cerca de los pobres". Constató finalmente que entre los problemas comunes de las naciones latinoamericanas está el del respeto de los derechos humanos, entre ellos el del trabajo, así como el de la excesiva dependencia del exterior de la Iglesia Católica en lo que se refiere a la colaboración pastoral. Sin ningun triunfalismo por supuesto, esta visita a nuestros países y estas declaraciones del Arzobispo de Sevilla sobre los mismos nos ayudan a reflexionar y a seguir clarificándonos y aceptando el reto como Iglesia latinoamericana, en la linea de los grandes momentos de Medellín y Puebla, de analizar la realidad, de juzgarla desde la palabra de Dios y de buscar la transformación de las estructuras de mal, de pecado y de injusticia que se dan en dicha realidad. EN TORNO A LA PRIMERA MISA DE FLAVIO Y MARGARITO Un día en la vida de la Iglesia de los Pobres La expectación sobre la primera misa de Flavio y Margarito había comenzado muchos días antes. El día 31 de agosto estaba apartado desde meses antes para la ordenación. Esta no se pudo realizar por motivos ajenos a ellos, pero, como no podían dejarnos esperando, celebraron la primera misa aquí en la UCA. Nosotras estábamos al tanto de todos los detalles: a quiénes invitaron, comunidades, padres concelebrantes; qué recuerdo se iba a dar; quiénes tocarían y cantarían en la misa. Hasta conocíamos qué parte de una homilía de Monseñor Romero escucharíamos. Un cuarto de hora antes de las cinco, los buses de Sacacoyo y San Jacinto ya habían llegado y también el bus procedente de Guatemala. Nosotras, con gran previsión, llegamos a tiempo para tomar asiento pues sabíamos que la capilla se iba a llenar muy pronto. Vimos a Flavio y Margarito saludando a toda la gente, a señoras, niños, jóvenes, todos presentes para verlos en su primera misa. Lo que esperábamos era verlos con alba, a ellos que no hace mucho venían a la biblioteca de teología a prestar libros o material catequético o simplemente a saludarnos. Las palabras de introducción estuvieron a cargo del P. Castillo y fueron muy emotivas para todo los que conocen a Flavio y Margarito. Después Fito hizo mención de todos los que estaban presentes, comunidades, personas especiales y finalmente de todos los que colaboraron para que se llevara a cabo la misa y la cena que tuvimos después en la cafetería de la UCA. Comenzaron a entrar todos los padres que concelebraban. Eran bastantes y no alcanzaron los bancos destinados para ellos. Finalmente vimos entrar a Flavio y Margarito, vestidos ya de sacerdotes, y nos vinieron a la mente muchos recuerdos. Nos llamó la atención que sus albas eran iguales, pero lo bonito era que tenían el rostro de Monseñor Romero bordado. Algo especial que expresa lo que ellos sienten por Monseñor. La misa se desarrolló muy ordenada y con mucho significado: las lecturas, el evangelio y las peticiones. Las palabras del P. Sobrino sobre lo que significa ser sacerdote en estos días fueron escuchadas con mucha atención por todos y en especial por Flavio y Margarito, que querían oir sus palabras en este día tan especial. En la misa, el primero en hablar fue Margarito. Recordamos en ese momento que cuando conocimos a Margarito no hablaba mucho: lo mirábamos serio, aunque pronto, contagiado por el clima de amistad del Centro Monseñor Romero, empezó a venir ya sonriente a la biblioteca. Con gran agradecimiento habló de su paso por la UCA, de cuando eran estudiantes, de lo que aprendieron en las comunidades en que estuvieron y de cómo siempre le acompañaría el compromiso de todo lo vivido y lo aprendido en estas tierras. Sentimos la emoción de sus palabras. Después le tocó el turno a Flavio. Siempre lo recordamos cuando venía contento, con una broma a contagiarnos con su alegría. A él no tuvimos que hacerlo hablar pues desde el principio fue muy comunicativo y atento con nosotras. También escuchamos sus palabras durante la misa. Estaba emocionado al recordar su estancia en la UCA y todo lo aprendido, no sólo para el examen del P. Sobrino, como dijo él, sino para practicarlo en el diario vivir de un sacerdote que se debe a su pueblo y a su gente. La eucaristía estuvo presidida por Flavio, ya que Margarito presidiría la del día siguiente en Sacacoyo. No perdimos ni una palabra de lo que dijeron pues era la primera vez que los oíamos como sacerdotes. Y fue una sensación muy bonita que no se puede describir, sino solamente vivir. Pensamos que eso mismo sintió toda la gente que los conoce, y sobre todo sus familias, que saben que sus hijos son muy queridos aquí en El Salvador tanto o más que en su tierra de origen, Nicaragua y Guatemala. Finalmente oímos las palabras de su provincial, el P. Adrián, y el comunicado de la Comunidad Formativa de Teología, de los Padres Paulinos. María Julia Hernández, de Tutela Legal, también expresó su apoyo a los religiosos paulinos que han sufrido persecución por parte del gobierno y aprovechó para mostrar su preocupación por las listas de amenazados por los escuadrones de la muerte, pidiendo al P. Rodolfo Cardenal que siguiera fiel en su misión a pesar de estas amenazas. Además del recuerdo en la cabeza y en el corazón nos llevamos otro recuerdo de la misa: una fotografía de Monseñor Romero. Al P. Castillo se le miraba muy contento cuando, con su simpatía andaluza, dijo: "esto funciona". Luego Fito nos invitó a disfrutar de una comida en la cafetería: refrescos en bolsa muy helados, pan dulce y una sabrosa hamburguesa. Disfrutamos de un ambiente de fiesta con las vejigas, los gallardetes, los arreglos en las mesas. Muchos encendieron las candelas porque hacía un poco de frío y así esperaban calentarse mientras les servían la comida. El conjunto Sierra Madre, que ya había tocado en la misa, nos alegró con las canciones que nos gustan a todos. Al ver repartir la comida pensamos cuánta gente ayudó a prepararla, cuántas personas desinteresadamente colaboraron con las hamburguesas, con el refresco, el pan dulce, el arreglo de la cafetería... Sabíamos que todo esto había sido posible por un interés común: hacer que esta primera misa de Flavio y Margarito fuera inolvidable. Y lo mejor fue que la gente de las comunidades, la gente pobre salvadoreña, disfrutó con la eucaristía y con la comida. Además muchas personas visitaron la Sala de los Mártires y salieron muy emocionadas. Y dijeron: "el 15 de noviembre no faltaremos". Rosa María, Mayra y Edith La experiencia de una primera misa en El Salvador Espontáneamente, en la sacristía, lo comenté a un compañero mientras nos despojábamos del alba tras la celebración: Esto es otra misa, otra Iglesia y, desde luego, otro Dios. Otra misa, porque la revolución de Jesús que sustituye el altar por la mesa, aquí era una realidad. Tras el altar todos se sitúan en fila, unos tras otro, detrás del sacerdote, y éste como mediador de todos, cara solamente al Dios. En la mesa todos se sitúan en círculo, para encontrarse, para comunicarse, para comer juntos, para recordar la propia historia (nosotros, la de Jesús) y, desde ella, para sentirse dinamizados en la lucha por la Vida. Aquí estábamos alrededor de una mesa: la palabra espontánea, el canto alegre, los cohetes recordándonos la fiesta, el pan multiplicándose entre las manos de todos... Otra Iglesia, la del pueblo de Dios, sencillo y pluriforme; la que sitúa la hermandad como categoría fundamental y que, por ello mismo, impide y denuncia los pedestales. La que muestra su perplejidad, con toda sencillez y transparencia, ante las decisiones de la "otra" Iglesia que habla de "extranjeros" y "de evitar conflictos con la autoridad". Y que lo hace, precisamente, porque, en lo más profundo, se siente no como "otra", sino como la única Iglesia que, porque se la quiere, duele. Otro Dios, desde luego. El de la vida. El que resulta inseparable del empeño por vivir plenamente todo lo que somos. No el Dios celoso que hay que aplacar con ritos y plegarias, sino el Dios amigo, historia viva en nuestra historia y que, como ella, es fraternidad, dolor, fiesta y, sobre todo, desde muy aquí, utopía... Carlos Domínguez Comunicado de la Comunidad Formativa de Teología, Congregación de la Misión Hermanas y hermanos, buenas noches: Reunidos en esta capilla, que, sin duda, tiene un gran significado para todos y todas por el testimonio martirial que nos dejaron los que aquí descansan. Movidos por ese espíritu y el de muchos que no conocemos, queremos compartir con ustedes algunos hechos acontecidos en los últimos dos años y que nos han afectado como Comunidad Formativa de Teología. El 29 de julio de 1995, hace ya más de un año, tres hermanos de nuestra comunidad fueron expulsados por las autoridades municipales de Sacacoyo y del Ministerio del Interior debido a su compromiso coherente con los empobrecidos de aquel lugar. Aunque reconocemos que en este trabajo pastoral hubo fallas humanas, también existió un compromiso de crear conciencia de la realidad que vive el pueblo pobre y de llamar a las cosas por su nombre. Luego de este hecho, un nuevo equipo se hizo presente para continuar el trabajo pastoral iniciado; pero, a los pocos días, las autoridades del municipio se mostraron negativas ante la presencia de éstos, hasta el punto que intentaron expulsarlos porque se sentían interpelados. Además, al igual que los religiosos y religiosas extranjeros, hemos tenido problemas en los trámites de Migración para obtener la residencia temporal, específicamente dos hermanos que desde hace cinco meses no obtienen respuesta alguna a su petición. Junto a estos hechos, nos hacemos solidarios con los hermanos del Seminario Mayor San José de la Montaña, los cuales fueron expulados por querer continuar con la tradición de la Iglesia salvadoreña de las últimas décadas. Esto es preocupante, ya que cambia el curso de la formación de los futuros servidores del pueblo. Ante éstos y otros acontecimientos, manifestamos nuestra preocupación, puesto que no hemos tenido el apoyo de nuestro Pastor. Creemos que una prueba de ello, es haber negado la ordenación presbiteral de nuestros hermanos Margarito Hernández y Flavio Pereira, aduciendo que esto podría entorpecer las buenas relaciones Iglesia-Estado. Según la tradición profética, se nos invita a una denuncia de las injusticias y el anuncio de una buena noticia, especialmente a los más pobres. Como cristianos no podemos quedar callados ante la realidad social de nuestro pueblo salvadoreño. Finalmente, nos anima el acontecimiento que en su compañía hoy estamos celebrando, ya que son ustedes quienes nos dicen "cómo debe ser la Iglesia y cuál es la misión que debe dar al mundo", según palabras de Monseñor Romero. Retomamos el lema dejado por San Vicente de Paúl: "He sido enviado a evangelizar a los Pobres" (Lc, 4,18) Atentamente, Comunidad Formativa de Teología, Congregación de la Misión, Padres Paulinos. San Salvador, 31 de agosto de 1996. "Obsidiana": piedra para la esperanza Los Acuerdos de paz propiciaron la reinserción a la vida civil de los excombatientes y señalaron que ya era tiempo de reconstruir. Los mismos actores de la guerra colaborarían directamente con la planificación del desarrollo de los asentamientos humanos y la edificación de las viviendas. El proceso de reinserción de los ex combatientes de la antigua guerrilla, aun con sus complejidades y sus dificultades, ha caminado ayudado por el empuje y el esfuerzo de la solidaridad internacional y por las comunidades mismas. Este es el caso del proyecto de viviendas "Obsidiana", impulsado y ejecutado gracias a la Fundación Salvadoreña de Desarrollo y Vivienda Mínima (FUNDASAL) y a la generosa ayuda del gobierno de Alemania. El proyecto "Obsidiana" concluyó con la entrega de casas del último proyecto llevado a cabo en la Comunidad "Buena Vista", municipio de Nueva Concepción, Chalatenango. Las soluciones habitacionales benefician en su conjunto a unas 30 mil personas de 72 comunidades de zonas ex conflictivas en 9 departamentos. La construcción de los diferentes asentamientos ha sido producto de la participación "activa y decidida" de los beneficiarios, quienes participaron desde el diseño de las casas y el transporte del material, hasta la construcción de sus habitaciones. La participacion: un camino El diseño y la construcción combinados con las necesidades vitales de los habitantes llevó en muchos casos a tener que priorizar entre "la milpita" y "la casita", dos realidades vitales para el habitante del campo. La opción entre cuidar la milpa y asistir a las reuniones para decidir la construcción de las casas llevaba a dos caminos distintos. Muchos se inclinaron por aquello de "barriga llena de frijoles, corazón contento", aunque vivieran en una "champa". La rebusca de una tortilla con frijoles para los cipotes alejaba de pensar en una "casa digna". Muchas veces las reuniones debían esperar, aunque la plata ya estuviera allí y FUNDASAL estuviera dispuesta a colaborar directamente en la construcción de las viviendas. Luego de varios intentos, de explicaciones y motivaciones, poco a poco las reuniones, esos "cabildos", fueron dando frutos. La experiencia pasada debía rememorarse: si para hacer la guerra tuvieron que organizarse, para los asentamientos también debían hacerlo. La organización debía dar paso a la participación y finalmente a la "toma de decisiones". La participación de los mismos beneficiarios, "la gestión directa de la comunidad" y la experiencia organizativa abría la posibilidad de una verdadera "reinserción". Las construcciones comenzaron, los terrenos baldíos, lodosos y pedregosos se fueron transformando en zanjas, paredes, techos..., Casas. Guadalupe: la voz de la comunidad "No ha sido fácil, no es fácil", dijo a la concurrencia Ana Guadalupe Erazo, dirigente comunal, al referirse a la conclusión del proyecto "Obsidiana". Después con voz de mando dijo "vienen otras luchas...nuevas luchas". Las palabras de Guadalupe sonaron a agradecimiento a quienes colaboraron en el proyecto, reflejando en el fondo una voz que hablaba por un colectivo. Una conciencia colectiva fluía de su interior. A pesar de las dificultades para reinsertarse hablaba como si el primer paso se hubiese dado ayer. Como el horizonte lleno de cerros que tenía enfrente y como la tormenta que caía a sus espaldas -en otros cerros- Guadalupe entre lluvia y horizonte significaba la esperanza. Sus palabras eran motivación, empuje y esperanza. En palabras de Silvio Rodríguez dijéramos: "Te convido a creerme cuando digo futuro". La voz de aquella mujer daba frutos de esperanza, incluso hasta el viento calmó su fuerza. Invitó y recordó a todos que era un paso para concluir la reinserción a la vida civil. "Nuevas luchas" significa, como dijo, que los nuevos asentamientos humanos con las soluciones habitacionales deben dar inicio al desarrollo, pero no sólo de las comunidades de los ex combatientes, sino también de las comunidades cercanas. Ya no es el reto de sobrevivencia, sino más bien el reto de que "hombro a hombro" se construye el desarrollo. Después de que Guadalupe terminó de hablar, un viento fresco se coló por todos lados. La piedra "Obsidiana" labrada por las comunidades sigue invitando a un futuro de esperanza. Marco Tulio Ramos