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CARTA A LAS IGLESIAS, AñO XVI, No.363, 1-15 de octubre, 1996 Diputados que buscan la muerte y mártires que dan vida El debate sobre la pena de muerte ha terminado, por ahora, y la pena de muerte ha quedado aprobada. Decimos "por ahora" porque le toca a la próxima Asamblea sancionar definitivamente esta aprobación, y sobre todo porque el debate permanece, pues no se trata sólo de estar en contra o a favor de la pena de muerte, sino de propiciar la humanización o deshumanización del país. La deshumanización que generan gobierno y diputados Con la pena de muerte avanza la deshumanización en el país. 1. Con ella se solidifica la cultura de la muerte, y aunque sea triste llamarla así, así es, pues, como en la agricultura, esta cultura actual hace crecer la muerte, la muerte rápida de ajusticiamientos y delincuencia, y la muerte lenta de la pobreza por causa de la injusticia. 2. Se canoniza la hipocresía. "Estamos respondiendo al clamor popular", dicen gobierno y diputados de ARENA. ¿Y el clamor popular, mucho más ruidoso, contra la pobreza, el IVA y el desempleo? Hipocresía, pues. 3. Se ríen y burlan del Papa. Dinero y campos pagados para preparar su visita en febrero. Fotos junto a él, sonrisas y promesas de serle fiel. Pero que el Papa esté contra la pena de muerte no les importa. La diócesis de Chalatentango, con su obispo a la cabeza, y Mons. Rosa se han mostrado también decididamente en contra. Sin embargo, flaco servicio ha prestado el arzobispo, en quien el gobierno y la asamblea no han visto un serio obstáculo a sus propósitos. 4. ARENA, el partido en el gobierno y mayoría en la Asamblea, hace algunos años decidió cambiar los métodos de su fundador, métodos "a sangre y fuego", como decía Mons. Rivera. Parecía que habían desaparecido, pero los instintos permanecen. 5. La votación según línea de partido, increiblemente unánime en asunto tan delicado, significa que el partido -y el dinero- están por encima de la conciencia. Si ponemos todo esto junto: cultura de muerte, hipocresía, burla e irrespeto, instintos de "sangre y fuego", silenciar la propia conciencia, no podemos negar que nos deslizamos por la pendiente de la deshumanización. La humanización de los mártires que dan la vida Por coincidencia, esta misma semana han comenzado en la UCA las misas del VII aniversario de los mártires. Recordamos a Julia Elba y Celina, mujeres salvadoreñas, dadoras de vida, servidoras, fieles hasta el final, que nunca pensaron en solucionar nada derramando sangre, y que permanecieron en un lugar peligroso para estar cerca de los padres, acompañarles y servirles, aunque ello les costó la vida. Ni el gobierno ni la asamblea legislativa, ni la oligarquía ni la fuerza armada, han reconocido a estos mártires, ni han pedido perdón por su co- rresponsabilidad, mayor o menor, en sus muertes. En contra de lo dicho, los mártires ponen la verdad por encima de la mentira, la honestidad por encima de la hipocresía, la conciencia por encima del dinero y la conveniencia, la lealtad por encima de la burla. Así propician la cultura de la vida, nos humanizan y hacen crecer la vida. Y terminemos con una rectificación-aclaración. En el pasado número publicamos la conmovedora carta de Christian de Cherge, monje cisterciense en Argelia, a quien le iba a asesinar, y decíamos que la había escrito "poco antes de ser asesinado". La verdad es -de ahí la rectificación- que la escribió tres años antes, cuando el gobierno francés comunicó a la comunidad de cistercienses la posiblidad de ser asesinados y les pidió que abandonaran el país. Esto significa que Christian previó su muerte y sin embargo se mantuvo fiel en Argelia, dando testimonio de Dios y de la fraternidad entre cristianos y musulmanes. Como en la caso de Jesús, "no le quitaron la vida, sino que la dio libremente". El amor, la fidelidad y la libertad que expresa esa muerte martirial son también humanizadoras. Aprobación de la pena de muerte. El Salvador en el Informe de Desarrollo Humano deNaciones Unidas ARENA se sale con la suya Tras varias semanas de discusión pública y de una intensa campaña publicitaria, ARENA pudo sacar adelante su propuesta de reformar el Artículo 27 de la Constitución Política para que los acusados de secuestro, homicidio agravado y violación puedan ser sentenciados con la pena de muerte. A los 40 votos se sumaron los votos del PCN (4), diputados independientes (3) y uno del PDC, con lo cual se alcanzaron los 48 votos necesarios para aprobar la reforma constitucional, que sin embargo tendrá que ser ratificada por la próxima legislatura. Por su parte, el FMLN, el PRSC, el PD y la Convergencia Democrática -que en conjunto sumaron 23 votos- fueron tajantes en su rechazo a la medida, por considerar que la misma, más que ser una solución a la problemática de la delincuencia del país, es una muestra de la incapacidad del gobierno para elaborar y poner en práctica mecanismos más integrales de prevención y control de la criminalidad. Varias cosas llaman la atención en la decisión de la Asamblea Legislativa. La primera es el servilismo mostrado por los diputados del PCN, los independientes y el del PDC hacia ARENA. Ante una situación que exije un máximo de seriedad y racionalidad, se han impuesto los favores que se han recibido o que esperan recibir, así como los pactos y las negociaciones oscuras entre quienes, se supone, han sido electos para defender los intereses ciudadanos y no los intereses de un grupo particular. Es inaceptable la subordinación de algunos diputados a las decisiones de ARENA; es inaceptable que esa subordinación esté motivada por intereses mezquinos. Así como es necesario rechazar la sumisión incondicional de los diputados a los dictados de su partido, es necesario rechazar aun con mayor fuerza la sumisión de aquéllos a los dictados de un partido que no es el suyo, sobre todo cuando se sospecha que en ello intervienen regalías políticas y económicas. En segundo lugar, ARENA ha demostrado que es capaz de imponer su poder de persuasión -para lo cual los medios han sido decisivos- por sobre los fueros de la argumentación racional. La razón indica que la pena de muerte no resolverá los problemas de criminalidad en el país, pero el Presidente Calderón Sol, el Ministro de Seguridad y los miembros del partido creen que sí. Como en su lógica, lo que ellos piensan debe ser aceptado por todos sin discusión, entonces la pena de muerte tiene que imponerse en el país. Y, de ese modo, todo el aparato propagandístico de ARENA -apoyado por el amarillismo de algunos medios y la voz ambigua del Arzobispo de San Salvador- se pusieron en función de lograr aquel objetivo. No se impuso la decisión más razonable, sino la que se generó en los círculos de poder de la derecha. ARENA hizo de la ampliación de la pena de muerte un asunto en el cual tenía que demostrar a propios y extraños quién tiene el poder en El Salvador. Una vez más, pues, el poder se impuso sobre la razón; el autoritarismo sobre la democracia. La gran perdedora es la sociedad que impotente ve cómo el Estado se atribuye la función de administrar la muerte sin que importen los costos éticos y humanos que ello pueda traer consigo. Informe de Desarrollo Humano de Naciones Unidas Recientemente fue presentado el último Informe sobre el Desarrollo Humano (IDH), elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este informe presenta una visión alternativa a los indicadores económicos para evaluar el nivel de desarrollo de los países, pues el Indice de Desarrollo Humano considera no solamente el ingreso per cápita de un país, sino también la situación del acceso a la educación y la salud, la última de las cuales se refleja en la esperanza de vida. Para el PNUD la situación ideal que sirve de parámetro para evaluar el desarrollo humano es que exista una esperanza de vida de 85 años, acceso a la educación para todos y un ingreso anual cercano a los U$5,120 dólares. El IDH ofrece importantes pistas para evaluar el nivel de desarrollo del país, aunque de acuerdo al Presidente de la República, Armando Calderón Sol, el informe es "injusto", pues no considera todos los avances alcanzados en materia de desarrollo durante los últimos años. Al margen de estas valoraciones no puede negarse que este informe es una alternativa de evaluación económica y social que trasciende las meras valoraciones del ámbito macroeconómico. En oposición a informes de empresas calificadoras de riesgos financieros que catalogan al país como "seguro" para la inversión, el IDH considera la evolución de las condiciones sociales para evaluar el nivel de desarrollo de cada nación. Uno de los principales aspectos del informe es el señalamiento de que muchos países, incluido El Salvador, experimentan un nuevo fenómeno: crecimiento económico sin mejorías de las condiciones de vida. Ello quiere decir, específicamente, que presentan los mismos niveles de ingreso reportados para la década de 1970. Algunas conclusiones generales del informe son las siguientes: "el crecimiento económico no crea empleos en forma automática"; "pueden aumentar los empleos incluso cuando se reduce el ingreso per cápita. En esos países de 'empleos sin crecimiento', se multiplican los empleos con salarios bajos y de escasa productividad, de manera que la gente trabaja más por menos". El Salvador en el lugar 115 En términos generales, entre 1995 y 1996 El Salvador no avanzó ni retrocedió en la clasificación de desarrollo humano, pues se mantuvo en la misma posición: la 115. Sin embargo, si consideramos que para 1994 la posición ocupada por El Salvador era la 112 es evidente que desde entonces se ha suscitado una caída en el nivel de desarrollo humano. El Salvador se encuentra así cada vez más cerca de ser clasificado como una nación con un desarrollo humano bajo, e incluso se considera menos desarrollado que otros países centroamericanos como Costa Rica, Guatemala y Honduras que ocupan los lugares 31, 112 y 114 dentro de la clasificación del IDH. Aparte de lo anterior, llama la atención que el nuevo aporte presentado por el Informe sobre el Desarrollo Humano es la inclusión de una clasificación de los distintos tipos de crecimiento: sin empleo, despiadado, sin voz, sin raíces y sin futuro. Todos los tipos de crecimiento anteriormente mencionados entrañan contradicciones que no permiten que el crecimiento económico se traduzca en mayor desarrollo humano. En El Salvador, desde 1990 se ha experimentado un proceso sostenido de fuerte crecimiento económico, el cual, sin embargo, no se ha traducido en mejorías de las condiciones de vida. Desde 1990 a 1995 el Producto Interno Bruto ha crecido en un total de 34.4%, mientras que, por el otro lado, los IDH reflejan una caída de El Salvador en la clasificación de países según su desarrollo humano. El tipo de crecimiento experimentado en El Salvador ha estado basado en sectores económicos como el comercio, la construcción y el sector financiero; lo cual ha restado protagonismo a los sectores agropecuario e industrial. El empleo generado han sido en realidad "empleos sin crecimiento" en los cuales la "gente trabaja más por menos" (recuérdese por ejemplo el caso de la maquila textil). El salario mínimo nominal, aunque ha experimentado incrementos anuales continúa siendo totalmente insuficiente para cubrir el costo de la canasta básica. El crecimiento económico tampoco ha permitido que el Estado oriente mayores recursos para el área social. Aunque en la práctica se ha logrado incrementar la recaudación tributaria con impuestos que afectan las mayorías de bajos ingresos, como el IVA, no se ha incrementado la proporción del gasto público destinado a la educación y la salud. Así, el acceso a estos dos derechos humanos no ha experimentado ninguna mejoría, pues no ha logrado aumentar su participación dentro del total del Presupuesto General de la Nación. Por ejemplo, en 1990 el gasto total en educación y salud representó un 25.49% del total de presupuesto de la nación, mientras que en 1995 representó sólo un 23.83% del mismo. Otro indicador de la situación de El Salvador revelado por el IDH es que presenta los mismos niveles de ingreso per cápita de la década de 1970; lo cual implica que pese al crecimiento experimentado durante esa década, parte de la de los 80 y lo que va de la de los 90, el ritmo de crecimiento de la producción continua siendo menor que el correspondiente a la población. Cabe señalar a este punto que al considerar el ingreso per cápita también es pertinente considerar la situación de la distribución del ingreso al interior de los países. Aún y cuando un país obtenga un ingreso per cápita anual de U$5,120, la distribución del ingreso podría determinar que la mayoría de la población en realidad percibiera sólo una pequeña fracción de ese ingreso, mientras una minoría percibiría mucho más de U$5,120. Aunque la posición de El Salvador no ha variado sustancialmente entre los IDH de 1995 y 1996, es evidente que se encuentra en una situación más difícil que los demás países centroamericanos, excluyendo Nicaragua. El crecimiento económico observado en El Salvador se ha caracterizado por facilitar que los ricos se vuelvan más ricos sin que los pobres mejoren su situación, por impedir una mayor democratización y potenciación del papel de la mayoría de la población y por despilfarrar los recursos que serán necesarios para las generaciones futuras. Asimismo, además de un estancamiento del ingreso per cápita a los niveles de los 70, existe un retroceso en el gasto público en educación y salud que también han perjudicado el desarrollo humano. Este panorama muestra claramente que la liberalización y crecimiento de la economía no necesariamente son sinónimo de mayor desarrollo humano. El vínculo entre crecimiento y desarrollo no es automático, por lo cual requiere de una fuerte y decidida intervención del Estado. Para impulsar procesos de desarrollo humano en El Salvador es necesario que el Estado tome con mayor seriedad la necesidad de reforzar los presupuestos de educación y salud y que además facilite la desconcentración en la distribución del ingreso. Sin embargo, la realidad muestra que éstas no son parte de las prioridades del plan de desarrollo del actual gobierno ni de ningún otro de corte neoliberal, por lo cual podría esperarse que, al menos en el corto plazo, el crecimiento económico continúe negando la posibilidad del desarrollo humano. "Los diputados de ARENA tienen un gran problema de conciencia" Conferencia de prensa de Monseñor Rosa Chávez, 6 de octubre. Monseñor, ¿cree usted que estamos en un compás de espera para que la propuesta de ARENA sobre la pena de muerte se reconsidere o es un hecho y ya está todo previamente fabricado? Yo no quería entrar en el debate parlamentario, porque estoy convencido de que se trata de una manipulación, de que no es un debate serio. Pero he sentido tal clamor en la gente, tal inquietud por ver claro, sobre todo en gente ligada a la Iglesia y que tienen responsabilidades como agentes de pastoral, que me he visto obligado a tocar el tema en mi homilía y he querido dar un enfoque un poco diferente a los argumentos que uno escucha en el debate cotidiano. Ante todo he de subrayar que el Papa nos da una gran lección cuando aboga por la cultura de la vida en un documento, que por cierto causó problemas en Roma, porque contradecía la doctrina del catecismo recién aprobado por el Vaticano. Tanto que el Cardenal Ratzinguer dijo "corrijamos el Catecismo". Esto quiere decir que hay una evolución en la humanidad, y esto es sumamente importante. Hay una evolución hacia una opción radical por la vida -sólo veamos toda la discusión del tema ecológico. Entonces, un país que no entre en esa dinámica está actuando en favor de una cultura de muerte, está generando una actitud que va destruyendo a la persona. Mi segundo argumento son las acciones del Papa pidiendo que fuera indultada gente condenada a muerte. Y eso muy cerquita de nosotros, en Guatemala: dos peticiones solemnes y públicas del Papa, y dos negativas. Y quise hacer una reflexión al preguntarme cómo fue recibido el Papa entre nosotros con tanta solemnidad, con tanto respeto, con tantas muestras de adhesión por parte del gobierno, y el gobierno ahora está con esta campaña. ¿En qué quedamos? No es serio, en absoluto. No es serio. Por eso no quería entrar en el debate, porque me parece que está viciado de raíz. Si el argumento fuera el clamor popular, preguntemos entonces: ¿y el clamor popular por la extrema pobreza?, ¿y el clamor popular cuando querían implantar el IVA?, ¿y el clamor popular porque la gente no tiene trabajo y porque la vida sube más cada día? Este clamor no se oye. Eso es lo grave. Y en el fondo, ése es el problema. Repito. Tenemos que ser un país que opte por la vida, comenzando por sus gobernantes. Este ha sido un poco el enfoque que he querido dar al tema, porque hay gran inquietud en el país por este asunto de la pena de muerte. Monseñor, buenos días. Los niveles de pobreza vemos que cada día se incrementan en El Salvador y prueba de ello son los pobres que se concentran en las entradas de la Basílica. Y no se ve una pastoral de acompañamiento por parte de la Iglesia. ¿A qué se debe? Bueno, toquemos el tema en dos dimensiones. Primero, éste es un país de contrastes. Por una parte se dice que somos un país muy bueno para invertir y se recomienda que se invierta acá. Y por otro se dice -un organismo de las Naciones Unidas lo afirma- que somos el país ciento quince en cuanto a desarrollo humano. Somos un país de contrastes también al interior: hay mucha riqueza en pocas manos. Y hay dos clases de justicia, una para los que tiene cuello blanco y otra para los descalzos. Y esto no puede seguir así. Dentro de la Iglesia también tenemos que hacer un trabajo y dejarnos cuestionar por los pobres todos los días, porque el Señor Jesucristo nos está clamando también a nosotros, los que tenemos en la Iglesia una responsabilidad. La Iglesia está pasando de una visión asistencialista en la que al pobre se le daban unos cuantos granos de frijol y de arroz, a una visión de promoción humana, donde el pobre sea protagonista de su propio desarrollo. La idea la tenemos clara. Entonces, en todas las parroquias tenemos que convertir los programas de proyectos concretos. Los pobres siempre van a cuestionarnos. Y en ellos Cristo nos dice algo muy importante. Mi primera pregunta es ¿cuál es su opinión con respecto al caso del Padre Cardenal y el Derecho Canónico? Parece una incoherencia decir que él no tiene tiempo y a la vez le ofrecieron otra parroquia. La segunda representa un poco el sentir del pueblo cristiano y religioso sobre las medidas de la Iglesia. Hay un malestar patente en esa comunidad, ante medidas como éstas después del Vaticano II y las Asambleas Episcopales en América Latina. ¿No hay posibilidad de consulta a la comunidad, de tomar en cuenta su sentir? Pasemos a responder conjuntamente las dos preguntas. Esta mañana está en la parroquia de Quezaltepec Monseñor Ricardo Urioste. Lleva una misión y va a ser importante lo que pase hoy en la comunidad. Monseñor Urioste ha sido delegado para que se acerque a este problema directamente, en contacto con la gente concreta de la comunidad. Yo espero que esa gestión, que la hace por encargo del Arzobispo, ayude a que lo que haya de malestar y de sufrimiento, se vaya disipando y de veras vuelva a esta comunidad la paz, vuelva también la alegría y el deseo de seguir trabajando. Ciertamente, y aquí voy a la segunda pregunta, la Iglesia es una comunión, y la comunión se construye todos los días aceptando las diferencias y poniéndolas al servicio de un proyecto común: el proyecto de Jesucristo. Todos estamos guiados por el mismo Espíritu, que es el que nos hace tan diferentes y por eso nos da tantas oportunidades de ser creativos. Yo creo que esta visita de Monseñor Urioste va a significar, espero, un viraje en una situación tensa que va a servirnos de lección a todos, también en la Arquidiócesis, para ver dónde estuvo el error, qué provocó esta tensión. Y para que saquemos la lección y en casos semejantes sepamos en el Arzobispado hacer las cosas dando los pasos correspondientes. Este es mi deseo y confío en que hoy sea un día importante para bien de la comunidad de Quezaltepec. Buenos días, Monseñor, tengo una consulta. Fíjese que usted hace unos instantes habló de "contraste". Estaba hablando acerca de la pena de muerte y al parecer hay un contraste también ahí, porque Monseñor Fernando Sáenz Lacalle ha manifestado en reiterados ocasiones que está de acuerdo con la implementación de la pena de muerte. Yo quise argumentar en la homilía tomando la figura, la doctrina y la actitud del Papa. Tú sabes que esta semana salió un comunicado de la diócesis de Chalatenango, sacándolo en un pequeño espacio porque no tienen mucha plata allá los pobres, pero importante. Una diócesis que se pronuncia en pleno en contra de la pena de muerte y que encuentra los argumentos. Yo creo que es un documento que conviene buscar allí en la Prensa Gráfica porque sólo allí salió publicado por falta de presupuesto. Indudablemente, la doctrina tradicional de la Iglesia admite el derecho de legítima defensa, tanto a nivel personal como a nivel de la sociedad. Si a mí me agreden y van a quitarme la vida, yo puedo defender mi vida. Yo no lo voy a hacer ciertamente, si alguna vez estuviera en esa situación. Cristo tampoco lo haría. El Papa tampoco lo haría. Al Papa, un 13 de mayo, en la Plaza de San Pedro, por poco lo matan, y yo me preguntaba anoche mientras escribía estas palabras: si el Papa viera venir al agresor y tuviera un arma en su mano ¿se hubiera defendido? No, no se hubiera defendido, porque él es el vicario de Jesucristo y Jesucristo le abrió los brazos a los enemigos y murió. Eso es lo que necesitamos, tener una posición radical en la calidad del evangelio que es la única que cambia la historia. Ahora lo que hay es mucha hipocresía, y por eso dije que no quería entrar en el debate parlamentario. Pero sí me parece que los diputados del partido en el gobierno, que son cristianos, que son practicantes, que están en gracia de Dios, que comulgan los domingos, tienen un problema de conciencia, y la disciplina partidaria pasa a segundo plano cuando en conciencia uno no puede decir que sí. Si a la hora de votar todos votan que sí, allí hay un gran problema de conciencia muy mal formada. ¿A qué sacerdote van a consultar estos diputados practicantes? ¿Al que les va a decir que está bien lo que están haciendo o al que les va a cuestionar desde el evangelio? Repito que hay mucha hipocresía y uno puede caer en la trampa de entrar en el debate sabiendo que las intenciones son otras. Las intenciones no son que la delicuencia termine, son otras las intenciones. Perdonen que sea tan claro, pero alguien tenía que decirlo. El Papa escribió una encíclica después del Catecismo, y en ese punto va más allá de la doctrina tradicional, la de Santo Tomás del siglo XIII. Dice el Papa una cosa preciosa: que la civilización actual tiene una repugnancia por la pena de muerte. Imaginemos que condenan al primero. ¿Va a ser un hombre milloniario o va a ser un campesino o un obrero? No hace falta ser muy creativo para saber la respuesta. Imaginemos que van a presenciar el acto quienes han firmado la pena de muerte, con su esposa y con sus niños pequeños, y les preparamos un estrado para que contemplen el espectáculo. ¡Es desastroso, es inhumano, es horrible, es degradante! ¿Esa es la cultura que queremos para el país? No, queremos otra cosa, queremos que los niños, ésos que anoche estábamos viendo en la televisión, en la teletón, que esos niños tengan un futuro, que sus familias tengan un porvenir, que los jóvenes tengan horizonte, que el país apueste a que su mayor riqueza son las gentes. ¿Para qué los van a matar? Tienen que darles vida. Esa es la principal responsabilidad de un estadista, de un gobernante. Así que me parece que la ocasión es muy buena para que hagamos conciencia como comunicadores a la gente que se deja manipular por falta de formación o por falta de información o por angustia. Tenemos que optar por el derecho a la vida, a la vida digna, y por el derecho a una verdadera convivencia democrática, en la que todos podamos participar. Así que me parece que el Papa, si le fueran a preguntar hoy a su cama del hospital Gemelli, daría una respuesta muy interesante, distinta a la que nos da el Catecismo en su última edición Monseñor, perdone que insista. Usted decía que no quería entrar en el debate, sin embargo ya está dentro de él. Me gustaría ir un poco más allá y conocer cuáles son esas intenciones que usted menciona. Desde la óptica de la Iglesia ¿qué se está vislumbrando en la fracción del partido ARENA? Ustedes deben distinguir siempre lo que se escribe en una homilía y lo que se dice ante un micrófono. Y esto, por favor, ténganlo siempre presente, porque allá uno da una opinión mucho más oficial, aquí uno es un ciudadano que también tiene su opinión. Repito que no hace falta ser muy clarividente para saber que las intenciones son otras. Claro que hay un problema de delincuencia, pero las causas de ese problema son las que no se quieren atacar. Ese es el fondo de la cuestión. Porque atacar las causas significa cuestionar el mismo modelo económico, el modelo que se anda ahora proponiendo al mundo como una maravilla, como un milagro, pero que a la gente la deja más pobre. Y entonces, ¿para quién gobernamos?, ¿para una minoría o para las mayorías? ¿A quién queremos favorecer? Entonces el fondo del problema es, para decirlo en pocas palabras, que no se quiere atacar las causas de la delincuencia, que no están en la superficie sino que están en el fondo. Y el fondo significa extrema pobreza, el fondo significa marginación, significa exclusión, significa falta de políticas sociales realmente audaces, significa aumento de la pobreza extrema, aumento del desempleo. Eso es lo que no se quiere atacar. Hay otras causas que son internas a las tensiones del partido, y ésas ustedes las conocen mejor que yo. Pero existen y quizás también tengan que ver con esta cortina de humo que es muy irresponsable. Es muy irresponsable porque se embarca a todo un país en una vorágine para resolver todos los problemas que tendrían que ser secundarios cuando se quiere pensar en el país y no en los propios intereses. Todos los sectores han dado su posición sobre la pena de muerte, sin embargo la conferencia episcopal aún mantiene silencio sobre esto. ¿Por qué no hay una posición oficial de la Iglesia? Realmente es una buena pregunta la que tú haces. Los obispos vamos a reunirmos el 30 de octubre. Nos reuniremos en forma extraordinaria en circunstancias muy, muy, pero muy excepcionales. No se nos ha convocado para esta cuestión, pero el 30 de octubre tenemos reunión. No sé en qué punto estaremos entonces para esta discusión. Quizás nos falta un mecanismo de convocatoria cuando se siente que hay un tema que merece una postura común y pública, pero nuestra próxima reunión va a ser el 30 de octubre. Algunos obispos están ya haciendo su planteamiento a título personal como el caso de la diócesis de Chalatenango. Y creo que si preguntan a otros obispos, también darán su propia posición. Comunicado de la Diocesis de Chalatenango "Sí a la vida, no a la pena de muerte" El obispo, sacerdotes y religiosas de la Diócesis de Chalatenango, preocupados por la confusión causada en el pueblo de Dios por la propuesta de implantar la pena de muerte en nuestro país, orquestada por una campaña de propaganda en los medios de comunicación social, nos pronunciamos en contra de la pena de muerte. Se ve que la pena de muerte no es disuasiva, ya que en países donde existe esta pena capital la violencia y la criminalidad organizada siguen en aumento. Además la implantación de la pena de muerte no toca la raíz de nuestros problemas sociales y no es solución para nuestra problemática. Si bien es cierto que textos aislados del Antiguo Testamento pueden tomarse como respaldo de la pena capital, hay que enmarcarlos dentro de un proceso de revelación continua y progresiva que va a través de los libros Sapienciales y el Levítico, que exigen el perdón de las ofensas y que culmina en Jesús de Nazaret, cuyas palabras en un sinfín de lugares nos piden el respeto a la vida y el amor y perdón de los enemigos: "No arranquen la maleza, déjenla crecer junto con el trigo" (Mateo 13, 24-30). "Ustedes han oído que se dijo ojo por ojo y diente por diente, en cambio yo les digo amen a sus enemigos" (Mateo 5, 43- 48). "El que no tenga pecado, lance la primera piedraÉ Yo tampoco te condeno" (Juan 8, 7-11). Monseñor Romero, en su última homilía en catedral, haciéndose eco de las enseñanzas de la Biblia, nos recordó que, ante una orden de los hombres de matar, prevalece la ley de Dios que dice "no matarás" (Exodo 20, 13; Hechos 5, 29). Como Diócesis, ante las enseñanzas de la Biblia, nos pronunciamos en contra de la pena de muerte y de todo lo que atenta contra el don sagrado de la vida. Y pedimos a Dios que ilumine a los legisladores para que se busquen soluciones a los problemas de nuestro país con métodos más racionales y justos. Oyentes de la YSUCA Mire, yo no estoy de acuerdo con la pena de muerte por la sencilla razón de que la persona que se considera que cree en Dios y es cristiano jamás puede pensar en un acto de esa naturaleza. Porque si bíblicamente se habla de que ojo por ojo y diente por diente, eso nos parece que es cosa pasada. La verdad es que con la venida de Nuestro Señor Jesucristo quedó abolido todo eso, y además El se opuso a la muerte cuando acusaron a la pecadora: "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra". El está en contra de la muerte, por lo tanto creo que no es conveniente que se aplique la pena de muerte (Señor de Santa Tecla). Bueno yo creo de que no, porque se va a fusilar al que tiene menos recursos económicos. Al que es poderoso en economía, a ése no se va a fusilar, o sea que siempre va a haber esa descriminación hacia el pobre. Pero yo creo que también las autoridades deben de tomar más en cuenta lo que el pueblo desea. Y también que se haga más justicia aquí en el El Salvador (Señora de Mejicanos). Yo no estoy de acuerdo porque considero que son varios los aspectos que contribuyen a que tengamos delincuentes en nuestra sociedad, y en alguna medida todos, hombres y mujeres, tenemos algo que mejorar. Porque yo podría comparar todo esto con un árbol que está dando frutos podridos y me preguntaría por qué los está dando podridos. Entonces vienen de las raíces. (Señora de San Salvador). Yo no estoy de acuerdo con la pena de muerte porque aquí la justicia no es pareja. Ahora con la opinión de la Iglesia católica, del señor arzobispo, también no estoy de acuerdo, porque si seguimos así vamos a llegar a la Inquisición que había antes (Señora de San Salvador). Julia Elba y Celina. Mujeres, dadoras de vida El sábado 12 de octubre arrancaron las conmemoraciones de los mártires de la UCA. Comenzamos con Julia Elba y Celina. Hubo una charla sobre "la mujer y la teología" y a continuación la Eucaristía. Estas dos actividades estuvieron unidas, pues en la primera estuvimos reflexionando sobre la marginación de la mujer y sobre el racismo que todavía perdura en la Iglesia, a pesar de que uno de los motivos principales de la venida de Jesús entre nosotros fue precisamente para romper todas estas cadenas, como nos decía San Pablo en Gálatas 3, 28. Para romper estas marginaciones, el celebrante llamó a acercarse al altar a una joven y a una señora para que representaran a Julia Elba y Celina, y a un señor para representar a don Obdulio -quien fue un mártir viviente-, y con ellos presentes en el altar comenzamos la Eucaristía. En la homilía se recordó la servicialidad cristiana de Julia Elba, y cómo su fidelidad y amor hacia su familia y los Padres la llevó a ella también y a su hija a entregar su vida. Ellas representan para nosotros y nosotras a todas estas personas que día a día nos van entregando un poco de sus vida a través de su servicio. Celina, la hija obediente que ayuda a su madre en los quehaceres. Julia Elba y Celina, junto con don Obdulio, son representantes de la Iglesia de los pobres, de los trabajadores y desempleados, de los que viven pobremente en el campo y las colonias marginales, de las trabajadoras de las maquilas, pequeñas vendedoras, empleadas de hogar. Ellas fueron en la tierra predilectas del Señor y ahora lo siguen siendo en el Reino de los cielos junto con los innumerables mártires populares. Esta es la fuerza del compromiso por la liberación que jamás se apagará, pues sus recuerdos nos impulsan hacia la utopía del Reino. Entre las presentes hubo varios testimonios. Uno de ellas fue la asociación de Julia Elba y Celina, como mujeres dadoras de vida, en contraposición de la incongruencia del gobierno. La primera dama de la Nación fue como abanderada a Beijing a luchar por la vida contra el aborto, y por ello fue premiada aquí en la Nunciatura con la condecoración Pro Eclesia et Pontifice, y por otra parte, la semana pasada, con gran despliegue de publicidad le están apostando a la muerte con la aprobación de la pena de muerte. ¿Dónde está la consistencia del Gobierno? ¿Hoy apuesta a la vida y mañana a la muerte según su conveniencia? Con esta ley ¿quiénes serán los más afectados? Las mujeres-madres, las mujeres-esposas, las mujeres- hijas, las mujeres-obreras, las mujeres-campesinas. Otro testimonio fue hacernos tomar conciencia de todas estas abnegadas mujeres que transcurren su vida como empleadas domésticas, que las consideremos como seres humanos, que las integremos como parte de nuestras familias, que no les tiremos las sobras que caen de la mesa y compartamos con ellas el pan. Otra más reforzó el testimonio anterior e hizo ver que las mujeres debemos ir siempre adelante en la lucha y ver que el servicio doméstico llegue a estar cubierto por el seguro social. Con la presentación de las ofrendas una trabajadora de la cafetería de la UCA presentó el pan y nos recordó que estas dos mujeres representan a todas las mártires anónimas, y que si no hubieran muerto en compañía de quienes murieron hubieran sido otras tantas mujeres anónimas que dieron su vida y que también ellas la dieron voluntariamente, pues habían tenido la opción de irse a su pueblo mientras pasaba la ofensiva, pero no, ellas decidieron quedarse allí, en su puesto. Con estas celebraciones siempre salimos un poco mejores que como entramos, con más ánimo para seguir trabajando por el Reino y con más esperanza, y le pedimos a Jesús, a aquel que vino a estar entre nosotros y dio su vida para que la tuviéramos en abundancia, que nos inspire para que trabajemos por una cultura de la vida, de la justicia y del amor. Masacre al amanecer En el verano de 1989, la historia en El Salvador se repite. Un grupo de sacerdotes jesuitas y dos de sus colaboradoras derramaron su sangre inocentemente. No es fácil recordar esa cruda experiencia. Después de las matanzas del Mozote, de Rutilio Grande, de Monseñor Romero, para cerrar "con broche de oro¬, ocurre el inesperado asesinato de los Jesuitas y sus dos colaboradoras. "Debemos sacar a Ellacuría para matarlo", era el mensaje a través del programa "Micrófono abierto¬ de Radio Cadena Cuscatlán, un trece de noviembre de 1989. En él se acusaba a los Jesuitas de la ofensiva perpetrada entre militantes del ejército y el FMLN. La memoria de estos asesinatos me cuestiona por la sencilla razón de que, en este tiempo, difícilmente alguien da la vida por otro. Al observar sesos tirados, caras deshechas, ojos sacados, paredes ensangrentadas, cuadros quemados, máquinas destruidas, todo ello frutos de masacres, lo más sorprendente es ver también sangre derramada de estos hombres inocentes, que no llevaban la misma sangre salvadoreña, pero sí la misma sangre que Cristo derramó en favor de todo el mundo. La masacre de la UCA es algo inaudito que toca los límites de la injusticia, una masacre en la que borraron todos los testigos. Ciertamente, la historia de los mártires de esta época y de otras tierras nos motiva. Su testimonio de vida nos hace reflexionar si la paz realmente se logra por medio de las armas o por una vía justa y razonable. Milady Lorena Cruz estudiante de la UCA HACE SIETE AñOS "El mismo odio que asesinó a Monseñor Romero es el que asesinó a los Padres jesuitas, a Julia Elba y Celina", Monseñor Rivera. "El miércoles 15, Elba se llevó ropa para el teologado por si no podían regresar por la tarde y tenían que quedarse a dormir allí. Los estudiantes teólogos les dijeron que se quedaran, pero ella no quiso porque no quería estar lejos de su esposo. Su fidelidad la levó a la muerte a ella y a su hija ", Estudiante jesuita. "Al otro lado de la línea, en Londres, me hablaba un gran amigo mío. Comenzó con estas palabras: "Ha ocurrido algo terrible". "Ya sé", le contesté. "Ellacuría". Pero no sabía. Me preguntó si estaba sentado y si tenía algo para escribir. Le dije que sí, y entonces me contó lo que había sucedido. "Han asesinado a Ignacio Ellacuría". Me quedé en silencio y no escribí nada. Pero mi amigo continuó: "Han asesinado a Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López y López". Mi amigo leía los nombres despacio y cada uno de ellos iba resonando como un martillazo que recibía en total impotencia. Yo los iba escribiendo esperando que la lista terminase después de cada nombre que iba mencionando. Pero no, a cada nombre seguía otro, y así hasta el final. Toda mi comunidad había sido asesinada. Y lo que vino después me indignó de manera especial. Con los jesuitas fueron asesinadas dos mujeres, Julia Elba, la cocinera que atendía a los padres y estudiantes jesuitas, y su hija Celina. Vivían en una casita que estaba a la entrada de la universidad y, por miedo a la situación, pidieron a los padres pasar la noche en nuestra casa donde se sentían más seguras. También ellas fueron inmisericordemente asesinadas para que no hubiera testigos", Jon Sobrino. La Quezalte. Una Comunidad viva Los hechos de la Quezalte son conocidos y ya los comentamos en la anterior Carta a las Iglesias: destitución del P. Cardenal y reacción de la comunidad. Esto ha causado conmoción: visitas a la curia, cartas de protesta y de apoyo, manifestaciones críticas en la reunión del clero. Como muestra de ello publicamos el comunicado de los jesuitas. Pero sobre todo ha mostrado la madurez y calidad de la comunidad cristiana que sigue decidida a trabajar, con respeto y firmeza. Sobre esto publicamos el siguiente testimonio. Añadimos, por último, una reflexión de Mons. Ricardo Urioste. La Iglesia que Jesús quería A mediados de la semana pasada fuimos con dos compañeros a visitar y solidarizarnos con la comunidad de la parroquia Quezaltepec, a quienes le habían quitado a su párroco de varios años. Ellos habían escrito un comunicado de protesta muy fuerte (ver Carta a las Iglesias No.362) y nos enteramos que estaban muy dolidos. Llegamos y nos encontramos con la hermana Juanita, que es quien ha llevado la organización pastoral, y a una persona miembro del Consejo Pastoral. Después de conversar con ellas y expresarles nuestra solidaridad, les preguntamos qué pensaban hacer. Nos respondieron que el interés de ellas era que el trabajo de la parroquia continuara y que se llevara a término todo el plan pastoral que tenían hasta para el año 1997, que colaborarían con el nuevo párroco, pero que lo que no tolerarían era la presencia del vicario, pues para ellas no era una persona digna de fiar. Nos gustó mucho a nosotros su modo de pensar, nos pareció muy bien que hubieran protestado por la destitución de su párroco sin ningún motivo justificable, solamente por puro criterio del arzobispo, quien les dijo que la Iglesia era jerárquica por lo cual tenían que acatar la decisión. Nos despedimos y, al renovarles nuestra solidaridad y ponernos a sus órdenes, nos invitaron a acompañarlos a la misa del siguiente domingo en la que el nuevo párroco tomaría posesión. Salimos de la Quezalte pensando qué podría pasar ese domingo, pues en el ánimo de los parroquianos había mucho descontento. El Consejo de Pastoral se mantenía muy sereno y dispuesto a continuar su trabajo, aunque sabíamos lo molestos que estaban. El sábado entregarían la parroquia oficialmente al Vicario y al nuevo párroco en presencia de Monseñor Urioste. El domingo me preparé para ir a la misa de la Quezalte a las 9 de la mañana. La iglesia estaba llena, como de costumbre. Saludé a Monseñor Urioste que ya estaba listo para revestirse y me alegré de ver otras caras conocidas. La parroquia, como siempre, muy organizada con sus encargados recibiendo a los parroquianos y buscándoles ubicación en las bancas. Toda la celebración muy ordenada, bien preparada, con su monitora, el coro, los lectores, las peticiones. Las lecturas cayeron como anillo al dedo para el cambio de párroco, y Monseñor Urioste supo utilizarlas muy bien para limar aristas que hubiera dentro de la comunidad. Dentro de las palabras que dijo, nos comentó que las parroquias no son de nadie, no le pertenecen a ningún párroco, ni al papa, ni al obispo tampoco, que ellos son nombrados para administrarlas y hacerlas producir buenos frutos. Que los dos párrocos anteriores, el P. Montes y el P. Cardenal habían sembrado buena semilla, buenas cepas (de viña) y que ahora estábamos viendo los frutos cosechados en esa comunidad que estaba tan bien organizada, y que al nuevo párroco le tocaba cuidar estos árboles para que los frutos no se malograran. Al final el nuevo párroco dirigió una palabras a los fieles. Les dijo que él deseaba trabajar a la par de ellos, que le tuvieran paciencia porque le iba a tomar su tiempo el irlos conociendo, aprender sus nombres, que él iba a aprender bastante con ellos. Después, la bendición impartida por Monseñor Urioste, el canto final y la procesión de salida. Esa fue una mañana muy especial para mí. Salí muy confortada y sumamente contenta de ver la madurez de esa comunidad. Indudablemente que el P. Montes sembró una buena cepa y el P. Cardenal ha sabido abonarla, podarla, cuidarla, y este es el buen fruto que estamos viendo. Esperamos que el Espíritu Santo derrame también su espíritu sobre el nuevo párroco y esa comunidad siga creciendo en madurez, sabiduría y compromiso. Comunicado de los Jesuitas El consejo de la Compañía de Jesús en El Salvador, ante los sucesos ocurridos en la parroquia de Cristo Resucitado en la Colonia Quezaltepec, suscitados en torno a la sustitución del P. Rodolfo Cardenal, hace del conocimiento público lo siguiente. 1.- Nos sentimos solidarios con la labor realizada en dicha parroquia por el P. Rodolfo Cardenal. Aunque con poco tiempo disponible, ha sabido acompañar y contribuir al dinamismo apostólico existente entre los laicos y religiosas de la parroquia y ha dado ejemplo, durante su ministerio, de espíritu de servicio y cercanía a la gente. 2.- Nos sentimos también solidarios con el grupo de laicos y laicas, religiosas y agentes de pastoral, que durante largos años han ido construyendo una comunidad viva y fecunda. Son personas que durante largos años han seguido las recomendaciones del Papa Juan Pablo II, en el sentido de que los laicos "tomen parte activa, consciente y responsable en la misión de la Iglesia en este decisivo momento de la historia" (Christi fideles laici, 3). Lamentamos, en este sentido, que personas responsables y comprometidas en la construcción de una comunidad eclesial no hayan sido consultadas en lo que respecta a la sustitución del P. Rodolfo Cardenal. Muchos de ellos han entregado un considerable número de años a la construcción de una comunidad eclesial viva y merecían ser oídos tanto a la hora de esbozar el perfil del párroco que se puede adaptar a sus necesidades, como en el momento de realizar cambios de importancia en la comunidad. 3.- En la última visita episcopal que tuvo la Parroquia Cristo Resucitado, en 1994, el entonces Arzobispo, Mons. Arturo Rivera Damas, dejó constacia de la excelente labor realizada por religiosas y laicos, y por el apoyo que a los mismos brindaba el P. Cardenal. Dado que posteriormente no se ha vuelto a realizar una visita pastoral a esta parroquia de parte del nuevo arzobispo, recomendamos que, de parte de la autoridad eclesiástica, se lleve a cabo un diálogo fraterno con el Consejo Parroquial de la Parroquia de Cristo Resucitado, sobre el problema que en este momento les afecta. Si la Iglesia recomienda que con las comunidades religiosas no católicas se mantenga un diálogo que abarque la vida, la acción, la experiencia religiosa y el intercambio teológico, con cuánta más razón debemos buscar un diálogo hondo y sincero ante problemas que afectan la vida y esperanzas de una comunidad parroquial de nuestra propia Iglesia. San Salvador, 1 de octubre, 1996. Mons. Belo, obispo de Timor Oriental, Premio Nobel de la Paz Monseñor Carlos Felipe Ximenes Belo, obispo católico, y José Ramos Horta, representante del movimiento independentista de Timor Oriental, han sido galardonados con el Premio Nobel de la Paz por su defensa de los derechos humanos y su larga labor para alcanzar una solución pacífica al grave conflicto del país. Timor Oriental, isla del pacífico, antigua colonia portuguesa, fue invadida por Indonesia en 1975 y anexionada al año siguiente. Las Naciones Unidas siguen considerando a Portugal como el administrador legal. En esta situación hay un movimiento independentista y contrario al invasor. Por otra parte, las violaciones a los derechos humanos son pavorosas. En este contexto hay que comprender el trabajo del obispo Belo, nacido en 1948 en Wailacalma. De joven entró en los salesianos de Ossu, Timor. A comienzo de los ochenta fue maestro de novicios, y en 1988 Juan Pablo II le nombró administrador apostólico de Dili en un momento muy difícil. El obispo Belo define así la situación actual. "Timor Oriental es una pequeña isla, alejada de todos. Nuestros derechos no están salvaguardados, no tenemos libertad de palabra ni podemos tener ideas distintas a las del gobierno, estamos como en una prisión. El mundo debe tener en consideración que también una pequeña nación tiene derecho a existir, el derecho a la autodeterminación". Desde que fue nombrado obispo, Mons. Belo se ha distinguido por su lucha contra la represión, y ha condenado las brutales agresiones y la guerra psicológica que los invasores aplicaron para destruir la identidad cultural de sus habitantes. En febrero de 1989, cuando Timor Oriental parecía olvidado del mundo, escribió al secretario de las Naciones Unidas para solicitar un referendum que devolviera la independencia a la antigua colonia y pidió a la comunidad internacional que proteja a la población que está a punto de desaparecer. La ONU, sin embargo, se limitó a condenar la invasión, que costó la vida a unas 200.000 personas. Por su parte, José Ramón Horta, lider independentista, dice que "la gente de Timor Oriental ha sufrido mucho y debe haber un diálogo serio bajo los auspicios de las Naciones Unidas". Las consecuencias de este modo de ser obispo son conocidas. Mons. Belo ha puesto en juego su propia vida y ha sufrido varios atentados. Dice que en el Vaticano encuentra apoyo en la pastoral y en lo doctrinal, pero no en el campo diplomático. Es acusado de hacer política, y él rechaza la acusación: "Como obispo estoy trabajando para servir al ser humano. Tal vez en la labor por defender los derechos humanos, la justicia y la paz algunos vean un gesto político, pero mi trabajo es únicamente pastoral". En el gobierno invasor la concesión del premio nobel ha causado sorpresa y decepción. En Roma, el superior general de los salesianos ha comparado a Mons. Belo con Mons. Rivera por su trabajo, convencido de la importancia de la mediación en los conflictos. Muchas de estas cosas nos suenan muy conocidas. También en 1979 Mons. Romero fue propuesto para el premio Nobel de la Paz, aunque no se lo concedieron, quizás porque el mundo occidental no estaba preparado para ello. De todas formas, es la misma historia: defensa del pueblo y de los derechos humanos, y ataques del gobierno y los poderosos. En el caso de Mons. Romero, hasta la muerte. La Parroquia de la Quezaltepec en Santa Tecla Era 1984 y el terreno se veía como el más "apetecible" por su ubicación en el centro de la Colonia Quezaltepec, para construir ahí el templo. El dueño era el IVU y quería desarrollar ahí un complejo habitacional. Un amigo hizo de intermedario para que el IVU accediera a venderlo al Arzobispado. La hermana Juanita y los Padres Segundo Montes y Rodolfo Cardenal, antecedidos por el Padre Xavier Aguilar, habían empezado a trabajar pastoralmente en toda la zona. La Eucaristía la celebraron mucho tiempo en la "Casa comunal" que conseguían prestada. Desde 1982 empezaron a llegar: Años de los inicios de la labor, lentos, difíciles, pero la labor pastoral de todos los días iba produciendo sus frutos. Comprado el terreno se trasladaron bajo una champa -la gente en el suelo- a celebrar la misa, a la intemperie. Ellos comenzaron las gestiones en España y otros países para obtener los fondos para la construcción del templo. Lo lograron y el templo se inauguró en 1990. El Padre Montes no lo vio terminado. Lo habían asesinado en noviembre del 89, junto con sus compañeros jesuitas. Desde España, la familia de él continuó ayudando para la guardería, casa parroquial y salón de reuniones. El templo, arquitectónicamente bello, tiene cabida para 400 personas. Todo esto sólo es lo de afuera. Lo más vialioso está dentro. El fin de semana pasado, hubo una reunión para exponer todo el trabajo de fe y evangelización que en esa parroquia realizaron los padres y la hermana a lo largo de todos estos años. El Padre Cardenal, la hermana Juanita y, sobre todo, los aproximadamente 25 miembros del Consejo Pastoral ahí presentes, hicieron el relato de la labor, organización y planificación pastoral actual. Fue admirable. Era un relato que refleja la realidad, empiezan con las Asambleas de donde salen los misioneros que son formados para ir a integrar los círculos Bíblicos y luego las distintas comisiones: Pastoral Familiar, juvenil, Catequesis, Evangelización, nueve sectores en la parroquia. No lo dije, pero lo pensé: Si todas las parroquias en la Arquidiócesis tuvieran un trabajo así, tendríamos una diócesis modelo. Quien lo expresó de algún modo fue el Padre Rogelio Esquivel, quien dijo, después de escuchar el relato de la experiencia, que esa organización y trabajo pastoral de la parroquia Cristo Resucitado de la Quezaltepec se podría presentar como modelo para la diócesis, igual que el trabajo de la Santa Lucía o el del Sistema Integral de Evangelización. Le doy toda la razón. Al día siguiente, domingo, en el templo había unas 500 personas. El Padre Luis Eduardo Ramírez, joven, con gran calidad espiritual y humana concelebró la Eucaristía. Lo recibieron con cariño, regado con lágrimas por la partidad del Padre Cardenal, y él conducirá como Sacerdote a tiempo completo la labor pastoral. Para mí había una mezcla de sentimientos y pensamientos, pero así fui a cumplir con el encargo dado por el Señor Arzobispo, en una parroquia para mí muy querida y admirada por el excelente trabajo que ahí se ha realizado.Mons. Ricardo Urioste Pena de muerte, crímenes del estado, pobreza, pánico y los niños (I) Eduardo Galeano Eduardo Galeano dice verdades y las dice con gran fuerza. Ofrecemos ahora un reciente texto suyo del mes de agosto, ligeramente editado, aparecido en Le monde diplomatique y reproducido en Co-Latino. El texto cae como anillo al dedo en nuestra situación actual y la discusión sobre la pena de muerte. Los crímenes del estado El Estado, que jamás va preso, asesina por acción y por omisión. Crímenes por acción: a fines del año pasado, la policía militar de Río de Janeiro reconoció oficialmente que venía matando civiles a un ritmo ocho veces más acelerado que el año anterior, mientras la policía de los suburbios de Buenos Aires cazaba jóvenes como si fueran pajaritos. Crímenes por omisión: al mismo tiempo, cuarenta enfermos del riñón murieron en el pueblo de Caruarú, en el nordeste de Brasil, porque la salud pública les había hecho diálisis con agua contaminada; y en la provincia de Misiones, en el nordeste de la Argentina, el agua potable, contaminada por los plaguicidas, generaba bebés con labios leporinos y deformaciones en la médula espinal. En la era de las privatizaciones y el mercado libre, el dinero se propone gobernar sin intermediarios. ¿Cuál es la función que se atribuye al Estado? El Estado debe ocuparse de la disciplina de la mano de obra barata, condenada a salarios enanos, y a la prisión de las peligrosas legiones de brazos que no encuentran trabajo: un Estado juez y gendarme, y poco más. De los otros servicios públicos ya se encargará el mercado, y de la pobreza, gente pobre, regiones pobres, ya se ocupará Dios, si la policía no alcanza. La administración pública sólo puede disfrazarse de madre piadosa muy de vez en cuando, atareada como está en consagrar sus menguadas energías a las funciones de vigilancia y castigo. En el proyecto neoliberal, los derechos públicos se reducen a favores del poder, y el poder se ocupa de la salud pública como si fueran formas de la caridad pública. La hipocresía, el encubrimeinto y el arte de borrar huellas Mientras tanto, crece la pobreza y crecen las ciudades y crecen los asaltos y las violaciones y los crímenes. "La criminalidad crece mucho más que los recursos para combatirla", reconocen el Ministerio del Interior del Uruguay. La explosión del delito se ve en las calles, aunque las estadísticas oficiales se hagan las ciegas y los gobiernos latinoamericanos confiesen, de alguna manera, su impotencia. Pero el poder jamás confiesa que está en guerra contra los pobres que genera, en pleno combate contra las consecuencias de sus propios actos. "La delincuencia crece por culpa del narcotráfico", suelen decir los voceros oficiales, para exonerar de responsabilidad a un sistema que arroja cada vez más pobres a las calles y a las cárceles y que condena cada vez más gente a la desesperanza y la desesperación. Las cumbres irradian el mal ejemplo de su impunidad. Se castiga abajo lo que se aplaude arriba. El robo chico es delito contra la propiedad, el robo en gran escala es derecho de los propietarios: uno es asunto del código penal, el otro pertenece a la órbita de la iniciativa privada. El poder, que elogia al trabajo y a los trabajadores en sus discursos pero los maldice en sus actos, sin pudor alguno recompensa la deshonestidad y la falta de escrúpulos. La respetable tarea tiene por cómplices a los grandes medios de comunicación, que mienten callando casi tanto como mienten diciendo. Los medios, la histeria colectiva y la gente que pide la pena de muerte Y mientras el poder enseña impunidad, esos grandes medios, y sobre todo la televisión, difunden mensajes de violencia y de consumismo obligatorio. Una reciente investigación universitaria reveló que los niños de Buenos Aires ven, cada día, cuarenta escenas de violencia en la pantalla chica. ¿Cuántas escenas de consumismo ven? ¿A cuántos ejemplos de despilfarro y ostentación asisten cada día? ¿Cuántas órdenes de comprar reciben los que poco o nada pueden comprar? ¿Cuántas veces por día se les taladra la cabeza para convercerlos de que quien no compra no existe, y quien no tiene no es? Paradójicamente, la televisión suele transmitir discursos que denuncian la plaga de la violencia urbana y exigen mano dura, mientras la misma televisión imparte educación a las nuevas generaciones derramando en cada casa océanos de sangre y de publicidad compulsiva: en este sentido, bien podría decirse que sus propios mensajes están confirmando su eficacia mendiante el auge de la delincuencia. Las fábricas de opinión pública, echan leña a la hoguera de la histeria colectiva, y mucho contribuyen a convertir la seguridad pública en obsesión pública. Cada vez tienen más ecos los gritos de alarma que se pronuncian en nombre de la población indefensa ante el acoso del crimen. Se multiplican los asustados, y los asustados pueden ser más peligrosos que el peligro que los asusta. Para acabar con la falta de garantías de los ciudadanos, se exigen leyes que supriman las garantías que quedan; y para dar más libertad a los policías, se exigen leyes que sacrifican la libertad de todos los demás, incluso en países como Uruguay, donde las estadísticas confiesan que los policías son, en proporción, los ciudadanos que más delitos cometen. No sólo los vividores de la abundancia se sienten amenazados, también la clase media y también numerosos sobrevivientes de la escasez: pobres que sufren el asalto de otros pobres más pobres o más desesperados. En sociedades que prefieren el orden a la justicia, hay cada vez más gentes que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares del orden: hay cada vez más gente convencida de que no hay ley que valga ante la invasión de los que están fuera de la ley. Hay un clamor creciente por la pena de muerte en la opinión pública de varios países latinoamericanos; y las matanzas de niños por los escuadrones parapoliciales de la muerte en Bogotá, Río de Janeiro o la ciudad de Guatemala, son pública o secretamente aplaudidas por un sector considerable de la sociedad. Se considera normal la tortura del delincuente común, o de quien tenga cara de ello; y llama la atención el silencio de algunos organismos de derechos humanos, en países donde la policía tiene la costumbre de arrancar confesiones mediante métodos de tortura idénticos a los que las dictaduras militares aplican contra los presos políticos. (Continuará).