UCA

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas



Carta a las Iglesias

© 1997 UCA Editores


Carta a las Iglesias, AÑO XVII, Nº 371, 1-15 de febrero, 1997

La buena noticia de Rutilio Grande

A los veinte años de su martirio

Despúes de la muerte y resurrección de Jesús nació la comunidad cristiana, la liturgia, la teología, y la Iglesia fue creciendo, aunque siempre con problemas y pecados, como árbol frondoso. Y pasó el tiempo hasta que, treinta años después, un teólogo a quien llamaban Marcos, tuvo la ocurrencia de contar la historia de Jesús y de poner por escrito sus hechos y dichos. Volver atrás, 30 ó 40 años, fue una necesidad para que Jesús no quedara olvidado, pero fue también una gracia, y por eso Marcos comienza su relato con estas palabras: "Comienzo de la Buena Noticia de Jesucristo". Entre nosotros, hace veinte años, comenzó también una tradición de martirio y de resurrección. Rutilio Grande, en marzo, Alfonso Navarro en mayo, y tantos y tantos otros después.

La denuncia del pecado. Tenemos necesidad de recordarlos, contar sus hechos y dichos, para enderezar el rumbo eclesial, porque en muchas cosas nos hemos desviado de su camino. "Dios no está en las nubes acostado en una hamaca... No trepen el evangelio a las nubes", decía Rutilio. Y, en efecto, hoy tenemos que bajar a Dios y al evangelio a la tierra, hacerlos salvadoreños, reales. "Ay de ustedes que se dicen católicos del diente al labio, y por dentro son inmundicia de maldad. Son Caínes que crucifican al Señor, cuando camina con el nombre de Toño, de Licha del humilde trabajador del campo". Y la profecía sigue siendo necesaria hasta el día de hoy, porque sigue campante entre nosotros la injusticia, la corrupción, la impunidad, que producen pobreza, desempleo, miedo, desesperanza.

El anuncio de la buena noticia. Rutilio mantuvo siempre la esperanza y la fe, y por eso decía cosas como éstas. "Un Padre común tenemos, luego todos somos hijos del mismo Padre, aunque hayamos nacido del vientre de distintas madres. Luegos todos somos hermanos". Es el Abba, el Padre de Jesús. "El mundo material es para todos sin fronteras. Luego una mesa común con manteles largos para todos, como esta Eucaristía. Cada uno con su taburete, y que para todos llegue la mesa, el mantel y el 'conqué'". Es el reino de Dios que predicaba Jesús.

El amor y el respeto a un pueblo sufriente. Rutilio se indignó contra los "hermanos caínes", pero más hondamente sintió compasión ante el sufrimiento del pueblo, de los campesinos. "Las chiltotas tienen un conacaste donde colgar sus nidos... Al pobre campesino no le dejan ni un conacaste, ni un puño de tierra para vivir o para que lo entierren". Y el respeto, la admiración, el cariño. "¡Les felicito, hermanos! Nos han dado una gran lección. Nos cuentan que en vez de ponerse a pelear con el hermano Pedro si la Virgen tuvo o no muchos hijos, si se puede comer gallina estrangulada o no, ustedes le ofrecieron su ayuda cuando le desalojaron. En su pobreza le han levantado el rancho y le ayudaron a trasladar sus tiliches".

La buena noticia de Rutilio Grande. Quien así habla no sólo anuncia una buena noticia, sino que él mismo es buena noticia para todos nosotros hoy. La Iglesia salvadoreña tiene y puede recobrar el gozo de estar enraizada en Jesús de Nazaret, y de estar enraizada en Rutilio y el Chino Navarro, en Ticha y Polín, en Monseñor Romero y en Silvia.

No queremos decir más, sino animar a leer la entrevista de Chamba Carranza, colaborador muy cercano de Rutilio y a leer y meditar la homilía de Rutilio en Apopa, a sufrir y a gozar con ella. Y juzgue el lector si no haría bien La Real Academia de la Lengua Española, con sede en El Salvador, en nombrar a Rutilio Grande miembro honorífico suyo.

Ojalá, en los tiempos que ahora corren en la Iglesia, además de las pequeñas escaramuzas de la vida cotidiana, recordemos a nuestros mayores que nos engendraron en la fe. Y comencemos por los que ahora cumplen veinte años de crucificados y resucitados: Tilo junto con el joven Nelson y el señor Manuel Solorzano, el chino Navarro junto con el joven Luis Alfredo...


Los vicios de la clase política salvadoreña.

Las contemplaciones del Tribunal Supremo Electoral hacia ARENA

Resistencia de los partidos políticos al cambio

Los partidos son instituciones que buscan fortalecerse para ser más competitivos; una modalidad que deberían seguir para ello consiste en la búsqueda e incorporación a sus estructuras organizativas de aquellos cuadros que harán confiable ante la ciudadanía la oferta política que en cada caso se hace y que, al mismo tiempo, posibilitarán al partido ejecutarla. De aquí que los cambios y las reestructuraciones a nivel de cuadros de dirección sean una necesidad permanente de los partidos, especialmente en coyunturas electorales que es justamente cuando estos últimos tienen que designar a aquellos de sus miembros que desde el parlamento, los municipios o el ejecutivo van a implementar el programa o las políticas emanados del partido.

Pues bien, esta exigencia es cumplida por los partidos políticos salvadoreños de una forma bastante particular. Para comenzar, el cambio y las reestructuraciones a nivel de dirección son más bien la excepción y no la regla, pues quienes acceden a una cuota de poder partidario llegan a conformar verdaderas oligarquías que no sólo concentran las decisiones, sino que establecen nexos afectivos muy sólidos entre sí -entre padres e hijos, suegros y yernos, cuñados y concuñados, tíos y sobrinos, padrinos y ahijados- que les permiten tanto protegerse mutuamente como heredarse entre sí los cargos y los privilegios. Una de las manifestaciones más notorias de este proceder la constituye el nombramiento de los hijos de viejos y, o importantes dirigentes para cargos de elección popular, lo cual ya de suyo supone que cuentan con -o están en camino de hacerse de- una cuota importante de poder al interior de sus partidos. Fue célebre, en este punto, la elección del hijo de José Napoleón Duarte, Alejandro Duarte (el -"hijín"), como candidato a la alcaldía de San Salvador en 1989. Ahora, siguiendo el mismo ejemplo, ARENA ha lanzado a Roberto D'Abuisson (hijo) como candidato a diputado, recibiendo la herencia de poder que le dejó su padre; mientras tanto el PCN ha procedido de la misma manera, eligiendo también como candidato a diputado al hijo de su Secretario General, lo cual ya lo pone en la ruta de los beneficios y el poder de los que goza actualmente su progenitor.

Quien pensara que esta lógica "tribal" del sistema político salvadoreño es nueva, se equivocaría totalmente, pues la misma hunde sus raíces en los albores de la vida republicana. Sin esforzar mucho la memoria, es fácil recordar el modo cómo era regentada la política hasta poco antes de la llegada de Maximiliano Martínez al poder, en 1931: la dinastía de los Meléndez Quiñonez expresaba los intereses de la "familia reinante" durante la época, por encima de los intereses de las otras familias de notables que integraban la clase política.

Con el ascenso e instauración del militarismo, las redes familiares en la política no desaparecieron de la vida nacional, sino que las mismas o bien sirvieron para expresar los intereses de la oposición a los gobiernos militares o bien gozaron de una cuota de poder otorgada por su complicidad con los mismos. Es decir, entre 1931 y 1979, sin ser la depositaria exclusiva del poder, la clase política siguió estando regida por la misma lógica tribal que la caracterizó a principios de siglo. Ciertamente, nuevos apellidos se añadieron a los antiguos: a los apellidos políticos de antaño como Calderón, Meléndez, Quiñónez y Araujo, se añadieron después los Rodríguez Porth, los Duarte, los Cáceres Prendes, los Ungo , los Zamora y los Oquelí Colíndres. En los últimos años, y una vez vuelto el poder nuevamente a manos de la clase política, nuevos apellidos han aparecido en el espacio político con toda la pretensión de perdurar por un buen tiempo: D'Abuisson, Zepeda y Figueroa.

A estas alturas muchos de los apellidos fundacionales de la clase política ya no suenan o sólo son un recuerdo de influencias y poder tenidos en épocas pasadas. Otros, sin embargo, se han mantenido hasta el presente, poniendo de manifiesto la fecundidad de los progenitores y la fuerza de las ambiciones política heredadas. Esos apellidos de antaño que han sobrevivido conviven en la actualidad con otros que iniciaron estirpe, vía matrimonios y compadrazgos, en los años 60 y con los que han emergido en los 80 y los 90.

Como quiera que sea, lo cierto es que la clase política en El Salvador a lo largo del siglo XX ha estado constituida por clanes familiares que han buscado denodamente la forma de perpetuarse hereditariamente en el ejercicio de la política. Ello ha dado a pie a un sistema político osificado con apariencias de estabilidad. Es decir, la perpetuación de los intereses de los clanes familiares ha bloqueado la renovación de los partidos y del sistema político, dando paso a inercias que, convertidas en tradición, se han transmitido de los cabeza de familia a los hijos mayores, a los sobrinos, nietos y a los nuevos miembros del clan que, cobrando los beneficios de matrimonios o apadrinamientos, se han incorporado al mismo. A lo largo del siglo, nuevos líderes y nuevos partidos han surgido, pero la regla de la perpetuación en el poder y el temor al recambio partidario se han impuesto.

Tribunal Supremo Electoral: ¿contemplaciones con ARENA?

El proceso electoral es un momento culmen en la vida política de una nación; a través de él, la población conoce y, o reconoce a sus posibles representantes y tiene la oportunidad de elegir el que más convenga a sus intereses; de esta manera el electorado ejerce la cuota de participación que la democracia exige para avanzar en su consolidación. Pero más allá de la posibilidad que el proceso electoral otorga a los diversos partidos políticos de darse a conocer y al electorado de elegirlos o no, dicho proceso tiene valor en sí mismo, allende los resultados de las elecciones, ya que a través suyo el país pone en juego los alcances de su democracia.

En pocas palabras, el proceso electoral constituye la coyuntura por excelencia para ventilar ante la luz pública el estado en el cual se encuentra la democratización de un país. Y es al interior de este escenario en donde actualmente se desenvuelve la realidad de El Salvador. Por lo demás, la campaña electoral -primera fase del proceso- ha pasado a ser blanco de toda clase de críticas y preocupaciones en los distintos sectores de la sociedad. Ahora bien, teniendo en cuenta las reflexiones anteriores, no cabe duda de que el proceso electoral -que permitirá al electorado salvadoreño elegir los próximos diputados y alcaldes responsables de sus departamentos y municipios- es digno de la mayor de las atenciones por parte de la opinión pública y, en especial, de la entidad a la que oficialmente le corresponde regular el proceso en cuestión: el Tribunal Supremo Electoral (TSE).

Como era de esperarse, mucho se ha hablado últimamente del TSE y aunque en los sondeos de opinión pública cuenta con altos índices de confiabilidad entre la población, algunos analistas y políticos han cuestionado seriamente ciertas decisiones del mismo, por considerar que favorecen prioritariamente al partido en el poder. Lamentablemente, la reciente decisión del TSE de cancelar dos spots publicitarios del FMLN hace pensar que estos señalamientos tienen fundamento real. La verdad es que las razones que pueda tener el organismo electoral para proceder de ese modo resultan incomprensibles dada la situación actual de la campaña electoral, puesto que la propaganda de ARENA ha sido hasta el momento la más criticada debido a su tendencia abiertamente confrontativa y excluyente. Y es que en su propaganda es clara obstinación y necesidad de desacreditar al opositor, siendo inexistente algún interés por plantear propuestas serias ante los graves problemas que tiene el país.

Según el TSE, los spots fueron cancelados debido a que difundían mensajes que afectaban a ARENA, al dar a conocer colores, emblemas e imágenes de diputados, violando así los artículos 228 y 232 del Código Electoral, según los cuales la propaganda debe ser sancionada en caso de que "injurie, difame o calumnie y promueva o participe en desórdenes públicos". Pero si el TSE está realmente interesado en apegarse al Código Electoral, ¿por qué no ha censurado la propaganda de ARENA con el mismo rigor, aun cuando ésta viola la legislación vigente de una forma mucho más grave que la del FMLN?

El partido en el poder ha optado por adaptar conocidas melodías para cumplir con el objetivo de denigrar a su principal opositor. Las sugestivas canciones llaman sin ninguna contemplación "mentiroso" a "ese Frente" -¿cabrá duda alguna de que se refiere al FMLN?- y lo vincula a la delincuencia señalando que "el amor al delicuente es un gran error del Frente", lo cual no sólo es sucio sino equivocado, pues lo que el FMLN ha hecho, al igual que otras instituciones del país -como la Procuraduría para los Derechos Humanos- es señalar lo inoportuno e ineficaz que resultan las medidas exclusivamente coercitivas para combatir un problema tan complejo como el de la violencia, sobre todo cuando las mismas no se aplican a todos los delincuentes -poderosos o no- por igual. Dicho lo anterior, cabría preguntar al TSE si tal afirmación no se convierte en una calumnia de la más baja categoría.

Pero dejando de lado el caso de la propaganda musicalizada -que en una de las versiones televisadas muestra imágenes con banderas rojas-, hay que mencionar otro de los aspectos de la propaganda política difundida por ARENA: la puesta en escena de su viejo himno de batalla en el cual se hace patente el gusto de los areneros por la muerte (en especial de las víctimas del anticomunismo) a través de la reiteración de que en El Salvador "los rojos perecerán". Todos sabemos quienes, según la concepción de ARENA, son "los rojos": el FMLN, los jesuitas de la UCA, los intelectuales progresistas, los sindicalistas no sometidos al gobierno, y todos aquellos que trabajan por un mundo más humano y solidario. ¿Será la campaña electoral de ARENA, con su intención excluyente, un aporte democrático al proceso electoral? Y, lo que resulta aún más grave, ¿será que el TSE no se siente aún lo suficientemente comprometido con la democratización del país?

Como se mencionaba anteriormente, el proceder del TSE confunde, no sólo porque los expedientes que el FMLN abrió hace varias semanas contra ARENA -entre los cuales figura el uso de carros oficales durante la última Asamblea General de dicho partido-, continuan sin respuesta por parte del organismo electoral, sino también porque la suspensión de los dos spots televisivos del FMLN parece injusta teniendo en cuenta que, ante la propaganda de ARENA, el TSE no ha tomado ninguna postura coherente con sus funciones.

El TSE es el organismo encargado de regular todo lo concerniente a los procesos electorales; asimismo, le corresponde garantizar la transparencia de las elecciones y de todo cuanto gira a su alrededor. Por consiguiente, debe velar por mantener una autonomía que le permita ser imparcial y hacer respetar las leyes estipuladas en el Código Electoral y en la Constitución de la República. Las reformas de las que fue objeto, a raíz de los Acuerdos de Paz; la necesidad de su presencia en los procesos electorales del país -que en el pasado habían sido siempre fraudulentas-, y las expectativas que podían crearse en torno a él, iniciando un nuevo período histórico en El Salvador, contribuyeron a generar credibilidad y confianza entre la población, premisa favorable para el buen desenvolvimiento de las funciones del TSE.

Ahora, cuando el proceso electoral puede analizarse en frío, cuando la celebración de la firma de los Acuerdos de Paz quedó atrás y el país sigue un difícil camino hacia la democracia, es cuando el organismo electoral está siendo sometido a la prueba de demostrar a la población su capacidad real de contribuir a alcanzar esa sociedad mejor que todos dicen querer, pero que no será posible concretar si uno de los organismos más importantes y necesarios para garantizar la transparencia del proceso electoral, no se comporta de manera coherente, manteniendo y mejorando su confianza frente a la ciudadanía.


Homilía del Padre Rutilio Grande,

Apopa, 13 de febrero de 1977

Queridos hermanos y amigos: La invitación se ha repartido por los valles, cantones y caseríos, por donde se escucha la voz, a través de las ondas, de nuestro querido Padre Bernal, con su clásico "¿de acuerdo?" cuando manejaba la Biblia. Quiero decirles, pues, que es una invitación que estaba dirigida a las comunidades cristianas parroquiales de Guazapa, Nejapa, Quezaltepeque, Opico, Ciudad Arce, Aguilares y Tacachico. Nuestro Vicario ha dicho que son las parroquias al Norte de la Libertad y de San Salvador.

Nos reunimos aquí, de emergencia, los sacerdotes, y tuvimos el acuerdo preciso de, junto con los fieles cristianos conscientes de nuestra parroquia, tener esta manifestación de fe. Bien claro les presentamos que nos reuníamos en la gasolinera y de allá íbamos a partir, ordenada, organizadamente, todos juntos, solidarios, confesado nuestra fe, para así concluir con la Eucaristía que es el compromiso más grande, y es el símbolo de lo que el Padre Mario Bernal predicó y defendió. El Símbolo de una mesa compartida, con el taburete para cada uno y con manteles largos para todos. El símbolo de la Creación, y para eso hace falta la Redención. ¡Ya está sellándose con el martirio!

Introducción: la Iglesia, institución de servicio¼

Ahora, mis queridos amigos y hermanos, permítanme, después de haber escuchado la Buena Noticia de la Palabra de Dios en el evangelio, decirles estas cosas. Formamos parte de una Iglesia formada por seglares -la mayoría del Pueblo de Dios son ustedes. Y si estamos encaramados aquí nosotros en este graderío, no tiene razón de ser nuestro ministerio si no en función de ustedes. Ministro viene de "ministrar", que quiere decir servir al pueblo de Dios. Desde el Papa, pasando por los Obispos, hasta el último cura de aldea, somos servidores en medio de la comunidad, que es el Pueblo de Dios. La Iglesia es ciertamente una institución, lo exige un mínimo de motivos razonables, siempre y cuando esta institución sea la portadadora fiel de los valores del evangelio, en orden a dinamizar el mundo, fermentándolo, como se fermenta la masa del pan con levadura, reactivándola.

La Iglesia no debe ser un museo de tradiciones muertas, de enterradores. Se extiende por todas las naciones, las lenguas, las razas y las culturas diversificadas del mundo, en historias concretas que viven los pueblos. No estamos hablando en Japón, sino aquí, en nuestro país, y la Palabra de Dios debe encarnarse en el país.

Somos conscientes de nuestra fragilidad, de nuestros pecados y traiciones en el camino largo de la historia. Somos una corporación humana, el elemento humano de la Iglesia a nivel de seglares, a nivel de dirigentes, sacerdotes y obispos y papas. Hemos confesado nuestras culpas y es la exigencia cotidiana de la conversión personal y grupal de la Iglesia. El Papa ha dado ejemplo, en varias ocasiones, de esto. Al llegar a Jerusalén se echó por los suelos y reconoció que es su culpa y la culpa de la Iglesia en muchos pecados que el mundo padece. El Papa es un hombre débil y pecador. Nosotros somos débiles y pecadores. Lo han dicho en una Lectura en la primera parada: ¿A dónde iremos a anunciar lo que el Señor nos da, si somos pobres?

No estamos aquí, en Apopa, esta mañana, cantidad de comunidades parroquiales, como una secta desintegrada de la Iglesia ni de la Iglesia Universal. Nos sentimos parte de esa Iglesia a la que amamos, y queremos siempre ver renovada por la fuerza del Espíritu Santo, en medio de sus debilidades, que las tiene; en medio del mal, en medio de la problemática del mundo. La queremos, no solamente con las exigencias de lo que debe ser la Iglesia, sino tal como es, necesitada de continua conversión.

Primera Parte: la igualdad de los hijos de Dios

Mis queridos amigos, antes de llegar al caso central que nos ocupa en esta Eucarístia, permítanme un segundo paso en la reflexión. El Evangelio que acabamos de escuchar es transparente y limpio como el agua que baja de la montaña. ¡Sólo los ciegos no pueden entenderlo! Jesús era un caminante peregrino entre el pueblo. Recorría pueblos y aldeas. Enseñaba en cada caserío, en cada lugar, en cada cruce de camino, la Buena Nueva del Reino de Dios. Y ¿cuáles son las líneas maestras de ese Reino de Dios, de su mensaje primero? Son bien definidas, son bien claras, son bien precisas. ¡Hace falta maldad, hace falta ceguera para no entenderlas!

Un Padre común tenemos todos los hombres. Luego todos somos hijos de tal Padre, aunque hayamos nacido del vientre de distintas madres aquí en la tierra. Luego todos los hombres, evidentemente, somos hermanos. ¡Todos por igual unos de otros! Pero Caín es un aborto en el Plan de Dios, y existen grupos de caínes. También es una negación del Reino de Dios. Aquí en el país existen grupos de caínes, y que invocan a Dios, que es lo peor.

Dios, el Señor, en su plan para nosotros, nos dio un mundo material. Como esta misa material, con el pan material y con la copa material que elevaremos en el brindis de Cristo el Señor. Un mundo material para todos sin fronteras. Así lo dice el Génesis. No es cuestión que diga yo: "Yo compré la mitad de El Salvador con mi dinero, luego tengo derecho". No hay derecho para discutir! "Es un derecho comprado, porque tengo derecho a comprar la mitad de El Salvador". ¡Es una negación de Dios! ¡No hay ningún derecho que valga ante las mayorías!

Luego el mundo material es para todos sin fronteras. Luego una mesa común con manteles largos para todos, como esta Eucaristía. Cada uno con su taburete. Y que para todos llegue la mesa, el mantel y el "conqué". Por algo Cristo quiso significar el Reino en una cena. Hablaba mucho de un banquete, de una cena. Y la celebró la víspera de su compromiso total. El, de 33 años, celebró una cena de despedida con los más íntimos. Y dijo que ése era el memorial grande de la Redención. Una mesa compartida en la hermandad, en la que todos tengan su puesto y su lugar.

El amor, ¡el Código de Reino! Es una sola palabra clave, que resume todos los códigos éticos de la humanidad, los sublima y los depara en Jesús. Es el amor de fraternidad compartida que rompe y echa abajo toda clase de barreras, perjuicios, y ha de superar el odio mismo. ¡Nosotros no estamos aquí por odio! Incluso a esos caínes, los amamos. Ellos son nuestros enemigos, -¡evidentemente no han entendido! El cristiano no tiene enemigos. Son nuestros hermanos caínes. No odiamos a nadie. El amor, que es conflicto y que exige en los creyentes y en la Iglesia como cuerpo, la violencia moral. No he dicho violencia física. ¡La violencia moral! -lo digo para la grabadora, porque vi a lo largo del camino grabadoras que no son de fieles que oían al Padre Mario; son de los traidores de la Palabra de Dios- (interrumpen aplausos). ¡Mejor, no aplaudamos, así no vamos a terminar!

Amor que es conflicto y que exige en los creyentes y en la Iglesia como cuerpo, la violencia moral. Ya dije yo que no veníamos aquí con machetes. No es ésta nuestra violencia. La violencia está en la Palabra de Dios, que nos violenta a nosotros y que violenta a la sociedad, y que nos une y nos congrega, aunque nos apaleen. Por lo tanto, el código se resume en una palabra, AMOR contra el antiamor, contra el pecado, contra la injusticia, contra la dominación de los hombres, contra la destrucción de la fraternidad.

El mensaje de Jesús no sólo es anuncio y denuncia del Reino y del antirreino. Dice el Evangelio que hemos escuchado palabra por palabra, que "al ver a la gente sintió compasión de ellos porque estaban afligidos y desalentados, como ovejas sin pastor". Pone a dispoción de la gente, además de su palabra profética -"nadie ha hablado como este hombre"-, toda la capacidad de su persona, sus caminatas, sus cualidades y talentos, su poder de taumaturgo: "Sanaba toda clase de enfermedades y dolencias", dijo el lector de la Palabra de Dios.

Quiere decir que el Señor no pasaba indiferente ante el dolor humano. ¡De ninguna manera! El Señor daba el pan, multiplicaba el pan. Es decir, su palabra era acción, como en la Biblia se entiende: La palabra es acción. El mismo es la Palabra del Padre, es acción. No se detuvo en el camino nunca.

Amigos míos: Como Cuerpo Eclesial, la Iglesia y cada uno de los que la componemos -como han dicho los hermanos que han predicado con verdad en el trayecto de la procesión que hemos tenido- somos profetas. Como cuerpo eclesial somos continuadores de la misión de Jesucristo. Este cuerpo que es la Iglesia, y que abarca comunidades enteras, tiene como tarea anunciar y hacer posible un ambiente favorable al Reino de Dios aquí, en este mundo. Hay que encarnar los valores del Reino en las realidades de nuestro país para transformarlo eficazmente, como la levadura transforma la masa.

Ya nos lo dijo muy bien un hermano nuestro al comienzo, al arranque de la procesión. Es exigente: "YO te envío". Y lo dice a la Iglesia y nos lo dice a cada uno de nosotros: "¡Andá y dile al pueblo!" Y el pueblo está compuesto de diversos grupos. ¡Y el profeta tiene que enfrentarse con la Palabra de Dios en la mano! El mensaje de Dios es como el termómetro y el péndulo para medir las realidades humanas, como una exigencia de estas realidades en las que estamos involucrados los distintos grupos que componen el país: los caínes y aquellos que están siendo Abeles, es decir, martirizados; aquéllos que están siendo esclavizados. Tenemos, pues, todos, la misión profética.

Segunda parte: el riesgo de vivir el Evangelio

Pero, ¿qué hecho nos congrega este día? ¿Por qué estamos en Apopa asoleándonos? ¡Ustedes, hermanos. Nosotros estamos muy cómodos aquí en la sombra! El hecho que hoy nos congrega en Apopa, de todos los rincones de la Vicaría, e incluso de otras comunidades de fuera de las fronteras de nuestra Vicaría, es el caso del padre Mario. Es un acontecimiento eclesial. La Iglesia no se puede quedar callada. No puede quedar al margen de este hecho. Nos sentimos afectados.

Los oímos en el pueblo: ¿qué van a hacer ustedes? Las gentes humildes nos decían allá por los cantones, los que oían al padre Mario a través de los aires. ¡Pues aquí estamos! Por lo menos para dar este símbolo de protesta oficial de la Iglesia, de nuestras comunidades, de esta parte de la Iglesia de la Arquidiócesis. Era sacerdote de la Iglesia local de San Salvador y concretamente aquí, párroco de Apopa, como una misión de parte de la Iglesia dentro de esta comunidad. Sorpresivamente ha sido expulsado con violencia moral de hechos precipitados en cadena, sin acusación probada en juicio, y sin oportunidad de defenderse. Contra todos los derechos humanos de todas las naciones civilizadas de la tierra. Y lamento que en mi tierra esto ocurra.

Si ha cometido el padre Mario un hecho delictivo, pues que se le juzgue y que se nos diga públicamente el veredicto. Incluso a Jesús de Nazaret se le hizo un juicio amañado y público en la noche del jueves y viernes santo. Esto ni siquiera se le ha permitido al pobre padre Mario.

¡Me dicen que era un extranjero! ¿Que el padre Mario era extranjero? Ciertamente, y de América Latina. Yo me pregunto si en la América Latina descubierta por Colón, y en la que estamos todos amasados de café con leche y sangre de la misma forma, somos extranjeros! ¿Es que somos extranjeros en alguna parte? De Colombia¼ ¡Mucho hablar de la hispanidad el 12 de octubre, levantar banderitas muchos niños aplaudiendo con sus maestras! El día de la hispanidad, el día de América Latina. ¿Qué es eso? ¿Extranjero él? ¡Pero no es éste el problema!

Está en juego la cuestión fundamental de ser cristiano hoy día, y ser sacerdote hoy día en nuestro país y en el continente que está sufriendo la hora del martirio. Ser o no ser fiel a la misión de Jesús en medio de este mundo concreto que nos ha tocado vivir en este país. Si se es en el país un pobre sacerdote o un pobre catequista de nuestra comunidad, se le calumniará, se le amenazará, se le sacará de noche en secreto y es posible, que le pongan una bomba. Ya ha pasado. Y si es extranjero lo sacarán. Ya han sacado a muchos extranjeros. Pero la cuestión fundamental permanece en pie.

¡Es peligroso ser cristiano en nuestro medio! ¡Es peligroso ser verdaderamente católico! Prácticamente es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro país. Porque necesariamente el mundo que nos rodea está fundado radicalmente en un desorden establecido, ante el cual la mera proclamación del Evangelio es subversiva. ¡Y así tiene que ser, no puede ser de otra manera! ¡Nos encadena un desorden, no un orden!

Prácticamente el sacerdote y el simple cristiano que ponen en prática su fe, según las sencillas y simples líneas maestras del mensaje de Jesús, por fidelidad ha de vivir entre dos polos exigentes: la Palabra de Dios revelada y el Pueblo, el de siempre, el de las grandes mayorías, el del margen del camino, el enfermo que clama, el esclavizado, el que está al margen de la cultura -60 por ciento de analfabetos-, el que tiene mil alienaciones, el que vive en un sistema feudal de hace siglos. En ciertos lugares de nuestro país no son sueños de la tierra ni de la vida. Tienen que treparse a los conacastes -ni ésos son de ellos, ¡ni los conocastes! Las chiltotas pueden volar y poner trepadas allá en las ramas los nidos. El pobre salvadoreño es esclavo de esta tierra, que es del Señor, según la Biblia.

¡Este hombre es pobre! Las estadísticas de nuestro pequeño país son pavorosas. Ya dijimos que también existe en el país una falsa democracia nominalista. Mucho se habla, la boca se llena de "democracia". El poder del pueblo es el poder de una minoría, no del pueblo! ¡No nos engañemos! Las estadísticas de nuestro pequeño país son pavorosas a nivel de salud, a nivel de cultura, a nivel de criminalidad, a nivel de subsistencia de las mayorías, a nivel de tenencia de la tierra. Todo lo arropamos con una falsa hipocresía y con obras suntuosas.

¡Ay de ustedes hipócritas que del diente al labio se hacen llamar católicos y por dentro son inmundicia de maldad! ¡Son Caínes y crucifican al Señor cuando camina con el nombre de Manuel, con el nombre de Luis, con el nombre de Chabela, con el nombre del humilde trabajador del campo!

"Nuestro pueblo tiene hambre del Dios verdadero, y hambre de pan", se dijo acertadamente en nuestra Semana Arquidiocesana de Pastoral. Y ninguna minoría privilegiada en nuestro país tiene, cristianamente, razón de ser en sí misma, sino en función de las grandes mayorías que conforman el pueblo salvadoreño. Ni las minorías religiosas tenemos razón de ser, ni las élites conscientes de nuestro cristianismo, incluidos sus dirigentes seglares o ministros constituidos, ni las minorías que ostentan el poder político económico o social. ¡No tienen razón de ser sino en función del pueblo!

Tercera parte: el Padre Mario perseguido, como Jesús de Nazaret

Volviendo al caso del padre Mario, quienes lo conocimos aquí en Apopa y en otros lugares, podemos decir que era un hombre bueno y sencillo. En nuestras reuniones sacerdotales de la Vicaría lo oíamos. Era claro y limpio como el mensaje de Jesús. Cumplió a cabalidad el ministerio de sacerdote con las limitaciones que el sacerdocio ministerial entraña en la Iglesia. No sobrepasó esas funciones. No fue guerrillero, no se puso al frente de ningún grupo político organizado. Eso sí, dejó caer la Palabra del Señor, limpia y llanamente, con su acostumbrada cordialidad, sin altanería. Y trató de dinamizar en su parroquia los diversos grupos, con los valores del Evangelio.

Quiso que sus gentes de la parroquia no fueran simples seguidores de tradiciones muertas, meros enterradores de un año para otro de imágenes esculpidas en madera, sino verdaderos adoradores del Dios vivo y seguidores del Señor presente en cada uno de los hermanos que pasan por la calle de Apopa, del mercado, del trabajo, del bus, de la fábrica, de los cantones¼

No quiso en plenas fiestas patronales -como profeta, pero con dulzura y firmeza-, no quiso -digo- que este templo parroquial, en plenas fiestas patronales, lo rodearan de puestos de pobres mujeres, traídas de allá con lazos, esclavizadas, y que ya lo tenían rodeado hasta por aquí. El dijo: "a Santa Catalina de Apopa no se le puede honrar de esta manera tan hipócrita y tan estúpida". Si Jesús de Nazaret, hermanos, viera esas cosas diría: "esto es lo que hice yo". El padre Mario también lo ha hecho.

Mucho me temo, mis queridos hermanos y amigos, que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarán las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas. ¡Subversivas contra el pecado, naturalmente! Me llama la atención la avalancha de sectas importadas y de slogans de libertad de culto, en este contexto, que se andan pregronando por allí. ¡Libertad de culto, libertad de culto! ¡Libertad de culto para que nos traigan un dios falso! Libertad de culto para que nos traigan un dios que está en las nubes, sentado en una hamaca. Libertad de culto para que nos presenten a un Cristo que no es el verdadero Cristo. ¡Es falso y es grave!

Mucho me temo, hermanos, que si Jesús de Nazaret volviera, como en aquel tiempo, bajando de Galilea a Judea, es decir desde Chalatenango a San Salvador, yo me atrevo a decir que no llegaría con sus prédicas y acciones, en este momento, hasta Apopa. Yo creo que lo detendrían allí, a la altura de Guazapa. Allí lo pondrían preso y a la cárcel con él (sabotean la luz y se queda sin micrófono). ¡No se aflijan¼! Hay otra cosita por aquí para que la voz resuene hasta las montañas. (Gran aplauso al proseguir con un megáfono).

Entonces, hermanos queridos, yo me temo que si Jesús entrara por la frontera, allá por Chalatenango, no lo dejarían pasar. Allí por Apopa lo detendrían. Quién sabe si llegara a Apopa, ¿verdad? Mejor dicho, por Guazapa, ¡duro con él! Se lo llevarían a muchas Juntas Supremas por incostitucional y subversivo. Al hombre-Dios, al prototipo de hombre, lo acusarían de revoltoso, de judío extranjero, de enredador con ideas exóticas y extrañas, contrarias a la "democracia", es decir, contrarias a la minoría. Ideas contrarias a Dios, porque lo son del clan de caínes.

Sin duda, hermanos, lo volverían a crucificar. ¡Y ojalá, que me libre Dios a mí, que también estaría, quizá, en la colada de los crucificadores! Sin duda, hermanos, que lo volveríamos a crucificar, porque preferimos un Cristo de los meros enterradores o sepultureros. ¡Muchos prefieren el Cristo de los meros enterradores o sepultureros! Un Cristo mudo y sin boca para pasearlo en andas por las calles. Un Cristo con bozal en la boca. Un Cristo fabricado a nuestro propio antojo y según nuestros mezquinos intereses. ¡Este no es el Cristo del evangelio! ¡Este no es el Cristo joven, de 33 años, que dio su vida por la causa más noble de la humanidad!

Hermanos míos, algunos quieren un dios de las nubes. No quieren a ese Jesús de Nazaret, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. Quieren un dios que no les interrogue, que les deje tranquilos en su establecimiento y que no les diga estas tremendas palabras: "Caín, ¿qué has hecho de tu hermano Abel?" No hay que quitar la vida a nadie. No hay que poner el pie en el pescuezo de ningún hombre, dominándolo, humillándolo. En el cristianismo hay que estar dispuesto a dar la propia vida en servicio por un orden justo, por salvar a los demás, por los valores del Evangelio.

Queridos hermanos: Si leyeron en la prensa, nuestro humilde Arzobispo -que deja ya dentro de poco de ser Arzobispo- nuestro humilde Arzobispo, que como nosotros sacerdotes tiene sus debilidades y faltas, ayer mismo fue atacado duramente por un grupo de caínes que se llaman católicos, y ha sido llamado "comunista" públicamente por una minoría recalcitrante, a causa de sus sencillas Cartas Pastorales basadas en el Evangelio.

Han sido atacados públicamente en nuestros periódico, con un descaro increíble¼ en los periódicos del país, los documentos de la Iglesia, tales como el Vaticano II, y el mismo Pablo VI, internacionalmente, en los círculos de las altas finanzas del Imperio: Wall Street¼ Se le condenó diciendo que defendía un "marxismo recalentado" en su encíclica famosa sobre el "Progreso de los Pueblos". Es el escándalo de siempre, que acompaña el anuncio del Evangelio y, de un modo especial, a su práctica.

Mario Bernal, ¡ya estás lejos de nosotros! Nos hemos enterado de que te regresaron a Colombia desde Guatemala, ya que están en cadena los perseguidores en cada nación. Tu poder, padre Mario, fue el evangelio y, al mismo tiempo, tu debilidad. Al igual que nosotros, nuestro poder no reside en las armas, ni en los ejércitos, ni en el G3, ni siquiera en legiones de ángeles, como dijo Jesús a Pilatos.

Mario, ¡has triunfado en tu debilidad! Y tus enemigos, que son los del Evangelio, han sido vencidos. Porque son irracionales, y por su irracionalidad quieren tapar el sol de la verdad, que no se puede tapar con un dedo ni con la fuerza bruta. Tu voz, Mario, resonará en las quebradas, en los montes de nuestros cantones y caseríos. Tu destierro se viene a unir al martirio de la Iglesia en diversas naciones de la América Latina

El año pasado un joven sacerdote, colombiano como tú, el padre Iván, murió brutalmente asesinado con otro padre norteamericano y un grupo de campesinos por un grupo de terratenientes en Olancho, Honduras. Y los sepultaron a 15 metros de profundidad en un pozo con un tractor. No hace todavía muchos años, hace como 6 años, otro colombiano, el padre Héctor Gallego fue capturado en la noche en su chocita, allá en Santa Fe de Veraguas, Panamá. Y ya nunca más se volvió a saber nada de él. Lo arrojaron al mar de noche. Ayudaba a los campesinos en una red de cooperativas. Y les ayudaba a poner en práctica el Evangelio en esa comunidad. De esa forma, los mismos de siempre, acaban de matar en Brasil a un padre salesiano y a un jesuita por defender a los indios. Y en Paraguay han sido desterrados por un dictador irracional varios sacerdotes. Y aquí, entre nosotros, la lista se engrandece con los que van siendo expulsados en nuestro país. Hace unos días un hermano nuestro, Juan José Ramírez acaba de ser atropellado. Porque ni lo expulsan, ¡porque están curándole las heridas! Por defender a los humildes y a los pobres.

Mario querido: El Papa Pablo VI al llegar a tu tierra, Colombia, que es también nuestra tierra, al descender del avión cayó de rodillas y la besó. Era el año 1968 y habló desde aquella tu tierra de Colombia a todos los campesinos de América Latina, en el día del Desarrollo, 23 de agosto de 1968. En la víspera en que se juntaron todos los obispos del continente para proclamar "la libertad de los hijos de Dios, de un modo especial de los oprimidos del continente".

Estas son las palabras del Papa, Mario, que si las dijeran por aquí¼ Tú mismo las dijiste en una u otra forma, y te echaron del país. El Papa se dirige a los campesinos con un lenguaje especial: "Os amamos con un afecto de predilección, y con nosotros, recordadlo bien, tenedlo siempre presente, os ama la santa madre Iglesia Católica, a pesar de sus pecados y debilidades. Por que conocemos las condiciones de vuestra existencia, condiciones de miseria para muchos de vosotros, a veces inferiores a la exigencia normal de la vida de un hombre... No podemos desinteresarnos de vosotros. Queremos ser solidarios de vuestra causa, que es la del pueblo humilde, la de la gente sencilla... Hoy, queridos campesinos, el problema se ha agravado porque habéis tomado conciencia de vuestras necesidades y de vuestros sufrimientos y, como otros muchos en el mundo, no podéis tolerar, aguantar, que estas condiciones deban perdurar siempre sin ponerle solícito remedio".

¡Eso dice el Papa, pobre Mario! Esto fue lo que dijiste por la radio. Esto dicen los documentos de la Iglesia y esto está diciendo la Iglesia de El Salvador. Por desgracia esto no es lícito. Esto no es legal.

Padre Mario: Estas comunidades, las de Apopa y el cinturón de comunidades cristianas de la Vicaría que nos rodean, y los hermanos que han venido, que han querido venir de otras partes de nuestro país, de la Iglesia local, vamos a celebrar esta Eucaristía, que es el ideal que sustentamos¼

Manteles largos, mesa común para todos, taburetes para todos. ¡Y cristo en Medio! El, que no quitó la vida a nadie, sino que la ofreció por la más noble causa. Esto es lo que El dijo: ¡Levanten la copa en el brindis del amor por mí! Recordando mi memoria, comprometiéndose en la construcción del Reino, que es la fraternidad de una mesa compartida, la Eucaristía.


Entrevista con el P. Salvador Carranza

El P. Salvador Carranza, Párroco en El Carmen de Santa Tecla, conoció de cerca a Rutilio Grande, ya que era miembro del equipo que trabajaba en la Parroquia de Aguilares. Iniciamos la entrevista remontándonos a los años 70.

P. Padre, usted estuvo en el inicio del equipo misionero de Aguilares, ¿no es cierto?

R. Bueno, sí, tratemos de evocar. La cosa comenzó en Galilea, hay que volver a Aguilares dirán algunos. Llegamos como equipo, y comienzan a tiempo completo el P. Chus Bengochea y el P. Rutilio. Enseguida se suma el P.Benigno Fernández. Yo no pude comenzar a tiempo completo; tenía que dormir en el Seminario de San José de la Montaña. Desde el 24 de septiembre, que nos entregó Mons. Rivera la parroquia, hasta terminar el curso con los seminaristas tenía que cumplir con el Seminario cuya dirección dejábamos los jesuitas. El relevo de los jesuitas al frente de San José de la Montaña, nos liberó a algunos para iniciar la experiencia parroquial.

Vamos a Aguilares y el lugar no es elegido por nosotros, sino que somos enviados por Mons. Chávez, el Arzobispo, que necesitaba párroco allí y se lo encomienda a Rutilio. Era una novedad entre los jesuitas hacernos cargo de una parroquia en el campo. Sólo en tierras de misiones teníamos parroquias.

Tomar la parroquia, pues, es también una decisión de la Compañía. Una nueva experiencia, elijamos un lugar apropiado. Aguilares, ¿por qué?

En la situación del campesinado -crítica en El Salvador-, Aguilares, tierra de cañales, de zafra y con los ingenios de La Cabaña, San Chico y Colima condensaba muchas de las calamidades de la vida del campesino. El trabajo de la caña, creo yo, es más ingrato y amargo que el del café. En la explotación de la caña se resiente más el campesino como mano de obra más temporal; es más agotador durante la zafra, pero durante el resto del año no ocupa tanta mano de obra y entonces tenían que sobrevivir de lo logrado en la zafra y tratar de ayudarse cultivando alguna tierra, aunque fueran pedreros alquilados, para sostener la familia.

Aguilares, por más que sea una ciudad de movimiento y mercado, era centro de campesinos sin tierra y de pequeños y medianos campesinos muy sometidos al imperio de la caña y de los ingenios. Esos campesinos de la parroquia de Aguilares fue el destino y misión del equipo de jesuitas, aunque se formó y nació con la idea de que el equipo se ampliara y diversificara con otros sacerdotes, religiosas y laicos como ocurrió. Terminaría luego -cuatro años y medio- siendo una experiencia clave para muchos cristianos y un buen número de jesuitas.

P. Tenemos, más o menos, la idea de lo que sucedió en esos años, ya habló un poco de cómo llegan, pero ¿cómo impacta en ustedes esa realidad?, ¿qué es lo que usted percibe? Su reacción.

R. Poco más de dos años en el Seminario como profesor me separaban de mi vuelta de teología. El libro que más use en Roma fue, sin duda, el de los Documentos del Concilio; logré una primicia de las Conclusiones de Medellín y me empapé de ellas con urgencia antes de presentar mi tesis de eclesiología. Confieso que al leerlas me inquietaron, me deslumbraron, me llenaron de esperanzas. La Iglesia del Concilio se hacía carne sufrida en las iglesias de América Latina. Nos tocaba a nosotros hacer realidad aquellas Conclusiones de nuestros episcopados. Eran tiempos de efervescencia y ardores de renovación. Los jesuitas estábamos muy dedicados al púlpito, a la docencia, a la educación, a la cátedra, a colegios, al seminario en San Salvador, los inicios de la UCA, pero nunca nos alejábamos mucho de la capital. Aguilares significa salir de ese papel e iniciar una experiencia con muchos retos y novedades, un verdadero éxodo. El acercarnos al mundo rural y de los pobres creo yo que fue la primera y la gran evangelización para nosotros. El caer en Aguilares a "hacer camino al andar" y el llegar con gran ilusión y entrega va a ser para nosotros y para la gente de gran impacto y, por qué no decirlo, ir fermentando en nosotros una clara conciencia de indignación que no podía aceptar la dura realidad con resignación como "voluntad de Dios", fórmula muy socorrida de la conciencia ingenua campesina. ¿Cómo era posible que nuestra gente, usara la fe tan fatalmente, como conformismo -opio quizás- en sus miserias, hasta convertir la religión en una opresión más? Era gente tan sencilla como alienada, pero por otra parte de gran corazón para vivir con sencillez, hondura y entrega hasta el sacrificio su fe. La cercanía, la amistad, el cariño creo que fue el impacto mayor para muchos de nosotros, más que para el propio Rutilio quizá, que llevaba todo eso en la sangre y lo respiraba más al natural con su pueblo. Para mí recorrer valles y caseríos fue el bautismo de pueblo; y qué bien me sentía cuando los campesinos se olvidaron del 'padre y del usted' y me empezaron a decir Chamba a secas, aunque fue Tilo el que públicamente me dio ese nombre.

P. Hoy vemos la importancia que pudo tener Rutilio en Aguilares para los jesuitas, para la Iglesia, para el ministerio arzobispal de Monseñor Romero, para los campesinos y la misma historia del país. Cuando ustedes van a Aguilares ¿son conscientes de la importancia que va a tener esa opción que tomaron como equipo?

R. Por supuesto, no podíamos ni soñar lo que resultaría, pero sí nos lanzamos con una gran ilusión y entusiasmo a esa experiencia. Tenía su parte de aventura, pero la asumimos con gran entrega y responsabilidad. De ningún modo queríamos servirnos de la gente, sino al contrario, ser una buena nueva para ellos y liberarnos con ellos. Era, sí, nuevo para nosotros y el que se permitiera la experiencia era dar mucha seriedad al asunto, ya que nos llegaba como misión de la jerarquía de la Iglesia y de nuestros superiores. Se trataba un poco de cambiar cauces, maneras, modos y hasta de clientelas que se habían hecho habituales para nosotros como jesuitas y, lo que era sin duda más pretencioso, hacernos cargo de la pastoral directa de una parroquia que no había sido lo propio nuestro. Llevábamos, pues, un buen puñado de retos: salíamos de lo urbano a lo rural, íbamos a ser centro de curiosidad y atención, pues teníamos experiencia y hasta fama como educadores, el Externado, la UCA, el mismo Seminario San José de la Montaña, pero no así de pastoralistas y allá, directamente en una pastoral con gente pobre y sencilla. Debíamos comenzar a vivir la vida de los sacerdotes que formábamos en el Seminario. Ibamos con esa ilusión, pero también llevábamos alguna intención más. Queríamos cuidar y remediar las deficiencias que, al menos en teoría, saltaban a la vista en la pastoral. Pretendíamos algo que pudiera ser experiencia multiplicadora, un poco piloto en algún aspecto, pero sin la repercusión que logró luego, sobre todo con la muerte de Rutilio y la transcendencia que tuvo al asumirla Monseñor Romero. Pienso que experiencias paralelas y semejantes, hasta en el hecho de trabajar en equipo, se dieron a lo largo del país. Rutilio, con su vida y su muerte, le dio una transcendencia que nadie podía haber soñado.

El fue un jesuita que se adelantó en la promoción de la fe y la justicia como redefinición del carisma de la Compañía; fue gran sacerdote, formador, conocedor y amigo de muchos sacerdotes del país; muy eclesial y apegado al Arzobispo y, siempre, un hombre muy de su pueblo, muy salvadoreño, que buscó, siguiendo el ministerio de Jesús, ser buena noticia para las mayorías desamparadas y para los pobres sin protección.

P. Esta experiencia, este intento les va a traer problemas. Incluso después de la muerte de Rutilio viene la ocupación de Aguilares, la expulsión de ustedes, el apresamiento, el asesinato, la desaparición de los mejores cristianos, etc. Antes y después del asesinato de Rutilio, cómo vivían ustedes los problemas.

R. El hecho de querer sin más concretar la opción primaria y fundamental por las mayorías pobres, como diría Tilo, creaba tensiones y se hicieron presentes desde que nos decidimos ir a Aguilares. Una vez allí, nos acompañaron siempre y en varios momentos se convirtieron en crisis más o menos profundas. El planear y concebir la nueva exeriencia dividía la gente en quienes estaban a favor y en contra; comenzarla era desplazar fuerzas que parecían imprescindibles en las obras tradicionales de los jesuitas. Hacia dentro y hacia fuera de la Compañía no todos miraban con buenos ojos, por decirlo suavemente, que cuatro sacerdotes en lo mejor de sus fuerzas, se lanzaran a aquella aventura, es decir, dejar clases, meterse en el campo, perderse entre los campesinos. Los jesuitas ya tenían bastante tarea con enseñar, por qué buscar "novelerías", pensaban bastantes entre propios y extraños. Fuimos, arrancamos y seguimos como blanco de miradas y expectativas. Durante buen tiempo, absorbidos por la tarea y misión, convertimos las tensiones en "entretenciones", que dirían los campesinos, pero nos ocuparon largas sesiones y supusieron desgaste y preocupaciones, principalmente para Rutilio que era el que más las resentía.

Visto a la distancia creo que lo que nos potenció y salvó en sucesivas crisis fue el haber ido en equipo, que permanecería siempre como mínimo de cuatro y daría origen a varios equipos con religiosas, estudiantes, universitarios, sacerdotes... Parecía un lujo plantear ir en equipo de cuatro, cuando al máximo una parejita de amigos o cheros llevaban grandes parroquias.

Todo esto traía problemas de entendimiento y coordinación con jerarquías, superiores y nosotros mismos. Pusimos como meta animarnos y potenciarnos en equipo; como decía Rutilio, juntar la formación diversa de los jesuitas y ponerlo al servicio. Un párroco por el mero nombramiento tiene tantas cositas que se siente ahogado o muy solo, si quiere implantar alguna línea pastoral un poco novedosa.

A Rutilio, formador de generaciones de sacerdotes, le parecía básico trabajar en equipo. No "la parroquia soy yo, sacerdote íngrimo y solo", sino cuatro sacerdotes en equipo con otros tantos equipos de religiosas y laicos agarrar una región; el departamento de Chalatenango por ejemplo, con una docena de sacerdotes, llegó a soñar en voz alta y despierto Tilo.

Pero las tensiones más serias que nos hacen entrar en verdaderas crisis se van a dar entre los que llamamos colaboradores y el equipo, cuando la evangelización se halla ya avanzada. Tuvimos constelaciones de grupos que colaboraron con las comunidades en las tareas lo más interdisciplinares que puede pensarse. Los mejores delegados de las comunidades vieron en la organización campesina la mejor realización de su compromiso como cristianos y de la noche a la mañana se convirtieron en los líderes natos cuyo liderazgo trascendió los límites de sus comunidades y de la parroquia. Esta y el equipo misionero no podía ni debía mediatizar el liderazgo y las bases de la organización, que por otra parte eran las comunidades y los delegados cristianos. Distinguir dimensiones y respetar autonomías prácticamente era difícil sino imposible, para los que habían nacido y crecido de la misma matriz, la evangelización. Pero la tensión se convertía fácilmente en conflicto para los colaboradores puntuales o de última hora que se fijaban en la dimensión organizativa y sin querer ignoraban o manipulaban el proceso, los ritmos y el método pastorales.

P. Bueno Padre. Es hablar de imposibles, pero la pregunta que surge es ¿qué hubiera ocurrido sin el martirio de Rutilio? Usted conocía a Rutilio antes de trabajar con él en la parroquia de Aguilares.

R. Bueno, a Rutilio le conozco casi solo de nombre antes de convivir con él en la parroquia. Digo casi porque empizo a ponerme en contacto con Rutilio precisamente al terminar mi teología. Tenía que volver con un destino a El Salvador, pero no lo tenía. No veía si debía ser más pastoral que educativo, por así decirlo. Las estructuras prácticas como que no daban margen para innovaciones. Escribí a algunos jesuitas que ya estaban en la brega para que me dieran sus recomendaciones. Rutilio me contestaba: "Venite enseguida, sin dudar...", después de reencontarte con la realidad podrás hacer lo creas mejor. Al volver me pongo en contacto con él. Y ahí veo que tanto él como otros jóvenes tenían la inquietud de algo nuevo que se venía incubando. Se necesitaba abrir nuevos cauces. Resulta que él por una homilía en catedral el día del Divino Salvador tuvo que retirarse del Seminario sumido en una gran crisis existencial. Después de vagar por diversas experiencias pastorales y un año muy provechoso, superada la crisis, en el IPLA (Istituto de Pastoral de LA) de Quito, empezó a comunicar sus sueños y proyectos a varios compañeros que sintonizaban con sus inquietudes pastorales.

Así se fue gestando aquella experiencia en torno a Rutilio y la parroquia de Aguilares (continuará).


Textos olvidados de la doctrina

social de la Iglesia (III)

1. El consumismo como antiecología personal y ambiental

Texto 1. "A través de las opciones de producción y de consumo se pone de manifiesto una determinada cultura como concepción global de la vida. De ahí nace el fenómeno del consumismo. Al descubrir nuevas necesidades y nuevas modalidades para su satisfacción, es necesario dejarse guiar por una imagen integral del hombre que respete todas las dimensiones de su ser y que subordine las materiales e instintos, prescindiendo en uno u otro modo de su realidad personal, consciente y libre, se pueden crear hábitos de consumo y estilo de vida objetivamente ilícitos y con frecuencia incluso perjudiciales para su salud física y espiritualidad.

El sistema económico no posee en sí mismo criterios que permitan distinguir correctamente las nuevas y más elevadas formas de satisfacción de las nuevas necesidades humanas, que son un obstáculo para la formación de una personalidad madura" (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 1987, n 36).

Texto 2. "Por eso es necesario esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones sean la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien común, así como la comunión con los demás hombres¼ A este respecto, no puede limitarse a recordar el deber de la caridad, eso es, el deber de ayudar con lo propio "superfluo" y, a veces, incluso con lo propio "necesario" para dar al pobre lo indispensable para vivir. Me refiero al hecho de que también la opción de invertir en un lugar y no en otro, en un sector productivo en vez de en otro, es siempre una opción moral y cultural" (Juan Pablo II, Centesimus annus, 1991, n. 36).

Texto 3. "Es asimismo preocupante, junto con el problema del consumismo y estrictamente vinculado con él, la cuestión ecológica. El hombre, impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo (Ibid. n. 37).

Comentario. El sistema económico no tiene criterios para decidir qué es lo que hace más hombres a los hombres ni más hogareña a la tierra. Sólo tiene criterios para saber quiénes pueden pagar, y cómo inducir a pagar, aun a aquellos que pueden menos" (por ejemplo, produciendo armas).

2. La deuda externa como expolio perpetuo

Texto 1. "Habiendo cambiado las circunstancias, tanto en los países endeudados como en el mercado internacional financiador, el instrumento elegido para dar una ayuda al desarrollo se ha transformado en un mecanismo contraproducente¼ Los países endeudados, para satisfacer los compromisos de la deuda, se ven obligados a exportar los capitales que serían necesarios para aumentar o, incluso, para mantener su nivel de vida¼ por la misma razón, no pueden obtener nuevas fuentes de financiación indispensables (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 1987, n. 19).

Texto 2. "Es ciertamente justo el principio de que las deudas deben ser pagadas. No es lícito, en cambio, exigir o pretender su pago cuando éste vendría a imponer de hecho opciones políticas tales que llevarían al hambre y a la desesperación a poblaciones enteras. No se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insorportables. En estos casos es necesario encontrar modalidades de reducción, demora o extinción de la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso" (ibid. n. 35).

Comentario. No parece que estas palabras necesiten mucho comentario, sino que lo requieren es voluntad para aceptarlas. Quizá sí conviene añadir que la Sollicitudo rei socialis es de 1987, y que, desde entonces se han encontrado algunas modalidades (el "plan Brady" de 1988) que, si no han hecho la deuda del todo compatible "con el derecho fundamental de los pueblos" si que han servido para suavizarla en muchos casos.

3. La amenaza armamentista

Texto 1. "La justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la carrera de armamentos: que de un lado y de otro las naciones reduzcan simultáneamente los armamentos que poseen; que las armas nucleares queden proscristas, que, por fin, todos convengan en un pacto de desarme gradual, con mutuas y eficaces garantías. No se puede permitir que la calamidad de una guerra mundial, con sus estragos económicos y sociales y sus crímenes y perturbaciones morales, se ensañe por tercera vez sobre la humanidad" (Juan XXIII, Pacem in terris, 1963, n. 106).

Texto 2. "Si las producción de armas es un grave desorden que reina en el mundo actual respecto a las verdaderas necesidades de los hombres y al uso de los medios adecuados para satisfacerlas, no lo es menos el comercio de las mismas. Más aún: a propósito de esto es preciso añadir que el juicio moral es todavía más severo (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 1991, n. 24).

Texto 3. "A pesar de que las guerras recientes han traído a nuestro mundo daños gravísimos materiales y morales, todavía a diario en algunas zonas del mundo, la guerra continúa sus devastaciones. Es más, al emplear en la guerra armas científicas de todo género, su crueldad intrínseca amenaza llevar a los que luchan a tal barbarie, que supera enormemente la de los tiempos pasados. La complejidad de la situación actual y el laberinto de las relaciones internacionales permiten prolongar guerras disfrazadas con nuevos métodos insidiosos y subversivos. En muchos casos se admite como nuevo sistema de guerra el uso de los métodos del terrorismo (Vaticano II, Gaudium et Spes, 1965, n.79).

Texto 4. "Las consecuencias de este estado de cosas se manifiesta en el acentuarse de una plaga típica y reveladora de los desequilibrios y conflictos del mundo contemporáneo: los millones de refugiados, a quienes las guerras, calamidades naturales, persecuciones y discriminaciones de todo tipo han hecho perder casa, trabajo, familia y patria. La tragedia de estas multitudes se refleja en el rostro descompuesto de hombres, mujeres y niños que, en un mundo dividido e inhóspito, no consiguen encontrar ya un hogar (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, n. 24).

Comentario. ¡Qué proféticas resultan las palabras de los dos últimos párrafos leídas en 1996! Ojalá no lo resulten las palabras finales del primero de estos cuatro textos. En cualquier caso, ahí queda el juicio del Vaticano II de que la barbarie de nuestro mundo "civilizado" puede competir con la de épocas anteriores. Pero ocurre que las minas, por ejemplo, ¡son tan lucrativas! Si el sistema conlleva esas amenazas intrínsecas es lógico que se busquen los mecanismos para su superación. Hemos visto la prioridad del trabajo sobre el capital y la desabsolutización de la propiedad privada de los medios de riqueza. Esto nos lleva a los capítulos siguientes: las relaciones laborales y la intervención del estado en la economía.


"25 años de Preladura"

Don Pedro Casaldáliga

¿Qué pienso de esta "caminhada" de 25 años? Mi evaluación es la que se pueda hacer de una especie de infancia colectiva. 25 años son poco tiempo para una Iglesia local que, prácticamente, empezó de la nada, en una región de frontera y en medio de un pueblo principalmente migrante. "Menina do Araguaia" se titula el video que verbo Filmes ha dedicado a nuestras bodas de plata y de sangre. Somos aún una Iglesia niña.

Por un lado, me da la impresión de que sólo hemos empezado a roturar. Por otro lado, veo las comunidades que se están multiplicando en las pequeñas ciudades y en el "sertao". Y hay que reconocer que, a lo largo de estos 25 años, ha corrido mucha tinta, a favor y en contra, acerca de esta nuestra pequeña Iglesia. Sintetizando, podríamos dividir nuestro proceso eclesial en tres períodos que se implican, evidentemente:

Primero, un primer momento, radical, militante, de protagonismo total y con suplencia casi omnímoda, bajo la dictadura militar, y en medio de un pueblo sin estructuras administrativas ni sociales.

Segundo, un período de transición, con un intento de estimular la autonomía de la administración política y las organizaciones populares. En esa época se conquistaron algunas alcaldías, que se pusieron efectivamente al servicio de la población. Varios de nuestros agentes de pastoral pasaron a servir al pueblo en la política.

Tercero, de una dedicación privilegiada a los indígenas, a los "posseiros", a los peones, nos abrimos pastoralmente para alcanzar también al gran pueblo (el "povao"), la masa diversificada, en la cual entran, para la pastoral, otros sectores sociales que iban apareciendo en la región.

Durante cuatro años hicimos una evaluación, asesorada por ISER (Instituto de Estudios de la Religión, de Rio de Janeiro); reformulamos toda la estructura de la Prelatura a base de consejos (local, regional, general); diversificamos los equipos pastorales de laicos, laicas, religiosas, sacerdotes (mixtos o no) según las circunstancias; y ahora acabamos de celebrar una asamblea pastoral en la cual redefinimos el objetivo de nuestra Iglesia, sus prioridades, acciones y pasos.

Siempre, es evidente, hemos sido hijos de la hora, como Iglesia y como sociedad. Con evaluaciones constantes, eso sí, y, gracias a Dios, con buenas asesorías y mucha solidaridad. Bien o mal, siempre hemos mantenido el objetivo fundamental que asumimos ya en aquellas primeras horas martiriales: la opción por los pobres, la liberación integral, la solidaridad que va y viene.

Debo reconocer la ventaja de haber partido de la nada, porque podíamos crear más libremente. Así como la ventaja de la homogeneidad de opción de los agentes de pastoral. Y también el inconveniente de esas infinitas distancias y el subsiguiente activismo y, a veces, agotamiento de nuestro trabajo.

Dom Zumbi, el muy querido patriarca, hermano y obispo, José María Pires, con ocasión de un retiro espiritual que nos animó, nos definía con cierto benevolente humor como "la Iglesia menos estructurada del mundo".

Personalmente pienso que hemos mantenido un nivel aceptable de Iglesia "popular": dedicada al pueblo, comunitaria, participativa. Nunca hemos huído del conflicto, en la causa indígena, en la lucha por la tierra, en la defensa de los derechos humanos, en la solidaridad latinoamericana. Hemos dado también bastante importancia siempre a la información, al intercambio y a la memoria histórica. Nuestros textos pastorales se han multiplicado en decenas de ediciones por todo el Continente y el gallo de nuestro boletín "alvorada" sigue cantando a sus 25 años de edad.

Providencialmente, nos ha bautizado la gracia del martirio. Y en julio del 96 -a los 20 años del martirio del P. Joao Bosco- hemos celebrado, en Riberao-Cascalhereira, la gran Romería de los Mártires de la Caminhada, en el Santuario iluminado y restaurado por el arte de Cerezo Barredo, que ahora exhibe una galería permanente de testigos del Reino de toda Nuestra América. (En Internet [http://www.uca.ni/koinonia/martirologio/martir. htm] consta ahora ya la galería completa de los mártires latinoamericanos).

La pastoral indígena en nuestra región acaba de ser reconocida en la persona de la hermanita de Jesús, Genoveva, nuestra veterana e inquebrantable Veva, y en la resistencia colectiva del pueblo Tapirapé. Este pueblo y Veva han recibido el premio Bartolomé de Las Casas, otorgado en España por la Casa de América y la Secretaría de Estado para la cooperación internacional.

Los dos grandes desafíos que, a mi parecer, nos reclaman más fundamentalmente continúan siendo el automantenimiento pastoral, tanto en recursos humanos como en recursos enconómicos. Suscitar y formar animadores y animadoras de las comunidades según las varias vocaciones, laicales, religiosas, sacerdotales. Y educar la fe de nuestro pueblo y su vivencia evangélica para un compromiso adulto y corresponsable en la Iglesia y en la sociedad. En esta hora precisamente, cuando parece que la tentación invita a bajar la guardia y rendir las banderas de la utopía y la radicalidad.

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