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Carta a las Iglesias, AÑO XVII, Nº 373, 1-16 de marzo, 1997
Después de haber recordado a Rutilio, recordamos ahora a Mons. Romero. Y después recordaremos a Alfonso Navarro, Octavio Ortiz y tantos otros sacerdotes, religiosas, laicos y laicas. Desde nuestra realidad eclesial actual vamos a recordar tres cosas para que nos sacudan y animen.
Una generación de mujeres y hombres recios
Mons. Romero, y los mártires, impulsaron una tradición de cristianas y cristianos recios para estar a la altura de la dureza de la realidad, y eso con independencia de su temperamento. Hoy, el peligro para la Iglesia consiste en no asumir la realidad y su dureza.
Cuando los evangelios narran el comienzo de la misión de Jesús, lo hacen de esta manera: "Cuando metieron a Juan Bautista en la cárcel, marchó Jesús a Galilea y allí comenzó a anunciar el reino de Dios". Juan Bautista fue un recio profeta que denunciaba la vida inmoral de Herodes, y por ello fue encarcelado, y después asesinado. Pues bien, Jesús de Nazaret, conocido por Herodes como perteneciente al grupo de Juan, comienza su misión precisamente en ese momento difícil, aparece como evangelizador compasivo, pero también como profeta recio. Lo mismo ocurrió aquí. Expulsado del país Mario Bernal, Rutilio pronuncia la homilía de Apopa. Asesinado Rutilio, comienza Mons. Romero. Asesinado Monseñor después del "en nombre de Dios, cese la represión" surge en plenitud Ignacio Ellacuría...
Mons. Romero expresa, pues, ante todo, una generación de hombres recios y de valerosas mujeres, como Silvia, Ticha, Ita, Maura... Y lo importante es recordar que esa reciedumbre no proviene del temperamento: Mons. Romero, y más Rutilio, eran de psicología débil. I. Ellacuría, por lo contrario, era de carácter sumamente fuerte. Maura era la expresión femenina de la ternura...
Eran recios para estar a la altura de la realidad y responder a una realidad dura y brutal. Por eso Rutilio hablaba de "caínes" y Mons. Romero bramaba contra los que "convirtieron a Aguilares en una cárcel y en un lugar de tortura". Eran recios también en su utopía, pues exigían nada menos que la vida fuese posible. "Una mesa para todos", soñaba Rutilio. "Sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor", soñaba Monseñor. "Hay que revertir la historia", soñaba Ellacuría. Y eran recios en aguantar un proceso que apuntaba a su propia muerte. "No vaya al Paisnal", le decían a Tilo. "No vaya a celebrar la misa en el hospitalito por la señora Sara", le decían a Monseñor. "No regreses a El Salvador", le decían a Ellacuría. ¿Necedad? Digamos, más bien, amor de hombres recios a sus hermanos y hermanas, los pobres.
Una generación que creía en la fecundidad del Evangelio
Mons. Romero y los mártires creyeron en la fecundidad del evangelio para transformar a las personas y al país. En definitiva ofrecían a Dios y a su Cristo como lo mejor que tenían. El evangelio converge con las mejores esperanzas salvadoreñas, pero además ofrece "lo nuevo" suyo para humanizar en profunidad a los seres humanos. Hoy, muchos en la Iglesia nos quieren ofrecer el Evangelio como doctrina y código moral, no ya como buena noticia.
¡Horizontalistas, marxistas, liberacionistas, medellinistas, ateos...! les dijeron. Cuánta mentira para no aceptar lo evidente. "Manteles largos, mesa común para todos, taburetes para todos. ¡Y Cristo en medio!". "Quien me diera, hermanos, que nos fuéramos a encontrar con Dios". "Se avizora la venida del Dios liberador". Estas son palabras de Rutilio, Romero y Ellacuría.
Estos hombres eran, pues, creyentes recios. Su fe convergía con los anhelos de los pobres y de las víctimas, pues Dios es "su" Dios, no el de poderosos y opulentos. "Algunos quieren un Dios de las nubes. Prefieren un Cristo mudo y sin boca, fabricado a nuestro propio antojo y según nuestros mezquinos intereses", decía Rutilio. "La gloria de Dios es que el pobre viva", decía Monseñor... Y su fe ofrecía el evangelio para humanizar a los pobres -y a todos- en profundidad: "Que el pueblo, también el organizado, esté imbuido del espíritu de las bienaventuranzas, que sean pobres con espíritu", decía Ellacuría.
Creer en el evangelio no es aceptar sin mas un cúmulo de doctrinas ortodoxas y cumplir un cúmulo de mandatos obligatorios. Para esto están los textos del magisterio, los catecismos, los escritos de los teólogos, también, a su nivel. Creer en el evangelio es creer en el don y la gracia, en lo que nos viene de arriba, del Padre Celestial, y de lo que nos viene de abajo, de Jesús de Nazaret. Y es creer en la fecundidad de la palabra de Dios, de la palabra y de la vida de Jesús. Creer que la bondad, grande, honda, humana y divina, de Dios y de Jesús es contagiosa, nos cambia por dentro.
Un ejemplo tomado de Rutilio. "¡Les felicito, hermanos! Nos han dado una gran lección. Nos cuentan que en vez de ponerse a pelear con el hermano Pedro si la Virgen tuvo o no muchos hijos, si se puede comer gallina estrangulada o no, ustedes le ofrecieron su ayuda cuando le desalojaron. En su pobreza le han levantado el rancho y le ayudaron a trasladar sus tiliches". Esta es la fecundidad del Evangelio. No es el evangelio como "doctrina" ni como ley, sino el evangelio como buena noticia, como gracia, como invitación a ser hermanos.
Una generación que construyó una Iglesia de los pobres
Mons. Romero y los mártires se plantearon la cuestión fundamental para la Iglesia: ser pueblo de Dios, cuerpo eclesial, continuadores de la misión de Jesús, levadura en el país. Todo ello desde los pobres, para los pobres y con los pobres en el centro de ella. Hoy, una parte de la Iglesia de los pobres desea configurarse -aunque fuese para hacer el bien- desde los poderosos y con los poderosos.
Los mártires estuvieron muy claros en esto, sin la casuística de si la opción era "preferencial" o no. Los pobres, por serlo, son los privilegiados de Dios y ellos deben configurar el todo de la Iglesia: su doctrina, su esperanza, su misión, su celebración.
Esto tomó cuerpo en las comunidades eclesiales de base, ciertamente con problemas, pero con logros mucho mayores. Esos cristianos y cristianas crecieron porque tenían la Biblia en sus manos y empezaron a hacer uso del primer y más importante derecho humano (religioso): comunicarse con Dios, sin que nadie desde fuera les impusiese esa relación más profunda del ser humano. Crecieron porque se comprometieron en el "mayor amor". Y crecieron porque fueron, ante todo, comunidad, comunión, eucaristía, mesa compartida.
Hoy en día, ni se habla ya de Iglesia de los pobres. Muy eficazmente, algunos miembros de la jerarquía buscan su relación más importante con los poderes de este mundo. Fomentan movimientos de gente pobre, o no muy pudiente, pero que no introducen a los cristianos en los conflictos de la realidad ni ponen en peligro la paz -aun con sus tintes de irrelevancia, tristeza y aun aburrimiento. Y toleran las sectas evangélicas porque, al fin y al cabo, cualquier cosa es mejor que las antiguas comunidades de base.
Una Iglesia de mártires tiene que ser Iglesia de los pobres. La necesitamos. Tenemos muchas cosas en contra, pero no partimos de cero. La tradición pervive en pequeñas o grandes cosas: la diócesis de Chalatenango se pronuncia públicamente ante los problemas del país y de la Iglesia; Mons. Rosa, Mons. Cabrera, Mons. Mojica dicen su palabra. Comunidades y grupos se siguen reuniendo alrededor de la vida y alrededor de la Biblia. Puede parecer poco, pero hay muchas más cosas de éstas. En cualquier caso está la tradición martirial. Y, por ser salvadoreña, no sólo eclesial, ojalá impregne y oriente la esperanza que ha surgido en muchos después de las elecciones.
16 de marzo: "victoria menor 97"
Por fin, el 16 de marzo se realizaron los comicios municipales y legislativos en todo el territorio nacional. Como era de esperarse, ese día se pusieron de manifiesto un cúmulo de errores logísticos que eran desde luego previsibles dado el desempeño del Tribunal Supremo Electoral (TSE) a lo largo de todo el proceso electoral. Lo más notorio fue la violación a las normas que prohibían la realización de propaganda política el día de los comicios: en este punto el partido ARENA les llevó la delantera a los demás partidos, pues sin reparos de ninguna índole desplegó a su antojo banderas e insignias en los distintos centros de votación.
Por supuesto esta proclividad de ARENA a violentar la legislación electoral fue una constante desde el día en que se inició formalmente la carrera hacia las elecciones del 16 de marzo. A lo largo del proceso, la manipulación de imágenes y símbolos, la tergiversación histórica, las acusaciones infundadas y la denigración de los oponentes, especialmente del FMLN, fueron los temas preferidos de la propaganda arenera. Ante ello, el TSE no pudo o no quiso hacer nada, dando muestras de su incompetencia como instancia garante de la seriedad y altura política del juego electoral. En consecuencia, después de las elecciones del 16 de marzo, uno de los grandes retos de la instauración democrática en el país tendrá que ver con la reestructuración del TSE, misma que no podrá soslayar la discusión de las vinculaciones partidistas de algunos de los miembros del actual tribunal electoral, así como la necesidad de crear una institución fiscalizadora y reguladora que no dependa en lo absoluto de presiones o chantajes partidarios.
Así pues, el TSE ha sido puesto en la mira de la crítica pública. Su deficiente desempeño, su falta de independencia y su evidente incapacidad para sancionar a quienes violaron la legalidad electoral hacen urgente su reestructuración. La consolidación democrática no podrá avanzar si persisten los errores garrafales que acompañaron a la campaña electoral de 1997, la cual sólo por una miopía histórica imperdonable puede ser calificada -como hizo Mons. Fernando Saénz Lacalle- de correcta en un 99 por ciento; es decir, como algo casi perfecto. Más apegado a la realidad se mostró Mons. Gregorio Rosa Chávez, para quien la labor del TSE fue "gris y poco firme", así como incapaz de convencer a la población sobre su neutralidad y objetividad en la realización de las elecciones recién pasadas.
Con todo, pese a las enormes deficiencias del TSE, miles de personas se hicieron presentes en los centros de votación de todo el país. Muchas otras no pudieron hacerlo debido a múltiples razones: por no aparecer en el padrón electoral, porque fueron cerradas las urnas debido a anomalías el día del evento o porque simple y llanamente no creyeron en la capacidad de los partidos contendientes y sus líderes para responder a sus demandas y necesidades. Curiosamente, entre estos últimos se encontraron varios miles de simpatizantes de ARENA quienes, sin haberlo hecho en anteriores ocasiones, esta vez se abstuvieron de votar. A ellos se refirieron, en tono de reproche, el actual alcalde Mario Valiente y la diputada Gloria Salguero Gross en las últimas horas del domingo 16 de marzo. Para esta última, muchos areneros se abstuvieron de votar por un exceso de confianza en el partido; para el primero, se trató de un descuido imperdonable, pues hubo quienes en lugar de asistir a las urnas decidieron irse de paseo a la playa.
A ambos dirigentes políticos se les olvidó barajar la posibilidad de que el abstencionismo en sus propias filas se debiera a un "voto de castigo" motivado por el deficiente desempeño municipal y legislativo de los ediles y diputados areneros. Negar esto significaría negar que los simpatizantes tradicionales de ARENA en las elecciones pasadas no sólo han apoyado decididamente a su partido, sino que han pospuesto paseos y fiestas hasta tener garantizado el triunfo electoral. Esta vez, claro está, no lo hicieron, y la explicación más fácil para la dirigencia arenera fue sostener que se trató de un exceso de confianza o un descuido, como si en el pasado sus votantes no hubiesen dado muestras de una constancia ejemplar, así como de una atención desmedida por el desenlace de los comicios. Los simpatizantes tradicionales de ARENA han sido constantes y fieles al partido; el 16 de marzo esa constancia y fidelidad fue rota por muchos de ellos. En lugar de buscar justificaciones simples, los miembros de ARENA deberían hacer un examen a fondo del problema; cuando lo hagan caerán en la cuenta de que el hartazgo político no ha sido ajeno a quienes antes le garantizaron un número seguro de votos.
El "voto duro" de ARENA se quebró; ante este hecho de nada sirvieron sus artimañas para evitar una participación masiva en las elecciones. De nada sirvieron sus alardes de prepotencia y matonería, su propaganda agresiva y su dinero. De nada sirvieron las descalificaciones a los sondeos de opinión y sus resultados. En sus propias filas no encontró la base firme que creyó poseer y que lo hizo sentirse seguro de regentar los destinos del país durante un tiempo indefinido. ARENA tiene que resignarse a aceptar el destino de cualquier partido político común y corriente: saberse dependiente de la decisión soberana de los ciudadanos, quienes con su voto pueden revocar sin mayor consideración su mandato.
Las consecuencias del descalabro político de ARENA están a la vista. Ante todo, el partido ha perdido ese bastión de simbolismo y poder que es la alcaldía de San Salvador. La coalición CD-MU-FMLN la ha hecho suya, con una contundencia que ha obligado a los dirigentes de ARENA a reconocer sin demora la derrota. Aunque no hay cifras definitivas al respecto, los conteos de votación, efectuados hasta el día siguiente a las elecciones, apuntaban a un claro predominio de la oposición y del FMLN en el control de la mayor parte de los municipios del país. En lo que se refiere a los resultados electorales para diputados, los avances informativos oficiales dejan entrever una cerrada disputa entre el FMLN y ARENA en la adquisición de bancadas parlamentarias. Entre ambas fuerzas políticas se sitúan, con porcentajes de votación nada despreciables, el PCN, el PDC y CD, con los cuales los partidos grandes tendrán necesariamente que negociar a la hora de tomar decisiones legislativas relevantes para el país.
Como quiera que sea, el partido ARENA ha sido el gran perdedor. No sólo ha perdido bastiones de poder que consideraba inalienables, sino que abruptamente se ha visto forzado a reconocer la otra cara del juego demócratico: la derrota. A nivel legislativo -y si las tendencias en la votación se mantienen- los grandes ganadores han sido los partidos que se encuentran entre ARENA y el FMLN, cuyos diputados tendrán en sus manos la aprobación o rechazo de determinadas leyes. El FMLN también ha ganado cosas importantes: el reconocimiento como una fuerza política de primera importancia y la oportunidad de hacer sentir, esta vez sin desventajas, su compromiso con los sectores más desprotegidos del país.
Una pregunta que queda en pie es si el país y el proceso democrático han ganado algo -o han salido perdiendo- en las elecciones y sus resultados. La respuesta en uno u otro sentido sólo la podrá dar el comportamiento de la clase política en el futuro inmediato. Lo que no puede obviarse es que el país y el proceso democrático resultarán perdedores si la clase política no rompe con los vicios atávicos que la caracterizan, es decir, con la corrupción, la compra-venta de favores y el servilismo. Aquí los partidos pequeños, pero con poder suficiente para decidir o bloquear decisiones legislativas, se pondrán a prueba. También se pondrán a prueba los partidos grandes en cuanto a su capacidad de negociar limpiamente y con transparencia aquellas iniciativas que se generen en su interior. Si este requisito se cumple, tendremos una Asamblea Legislativa con un carácter deliberativo que será importante a la hora de tomar decisiones trascendentales para el país; a su vez, ello contribuirá para que los partidos y sus dirigentes puedan recobrar la confianza y la credibilidad perdidas ante la sociedad.
Las elecciones del 16 de marzo y sus resultados se convierten en una oportunidad más para que la clase política demuestre su compromiso con las reglas y valores de la democracia. Si hasta este momento la mayor parte de quienes la constituyen han puesto sus intereses particulares por sobre los intereses del país y de la democracia, ha llegado la hora de revertir ese hábito antidemocrático y antipatriótico. Ha llegado la hora de anteponer el compromiso democrático a cualquier interés grupal o individual. El desafío tiene que ser enfrentado ante todo por el Presidente Armando Calderón Sol quien, como representante de todos los salvadoreños, tiene que respaldar decididamente los resultados de las elecciones y a las nuevas autoridades municipales y legislativas. De paso, el Presidente tiene que reconocer de una buena vez que el país no ha marchado como es debido; que los altos niveles de abstencionismo no indican una satisfacción de la ciudadanía con el desempeño gubernamental actual, sino más bien un marcado rechazo hacia el modo como ha sido gestionado el país en los últimos años.
Con esta entrega damos por terminada la entrevista con el P. Salvador Carranza. El comienzo de la entrevista se puede ver en Carta a las Iglesias Nº 371 y 372.
P. Concluimos la entrevista con una pregunta importante. ¿Qué significó el asesinato de Rutilio?
R. Por razones prácticas vamos a desdoblar la pregunta. ¿Qué aconteció entonces y qué nos dice Rutilio al recordarle hoy? La Vicaría de Quezaltepeque, hoy de Rutilio Grande, quiso "terminar el camino y la novena de San José que a Rutilio no dejaron terminar". El 19 de marzo, a la semana de su muerte, celebramos la romería a las tumbas de El Paisnal. "Juntos caminamos con Tilo, Señor" -versión del original "contigo, Señor" de Rutilio- va a ser el canto slogan que fue reuniendo ríos humanos: las comunidades del campo, de la ciudad de Aguilares, de la Vicaria y San Salvador. Al confluir en el punto donde cayeron, golpe a golpe se clavaron tres cruces de jiote y se sembraron en silencio sólo cortado por el quejido de la guitarra del cerro Guazapa, Ovidio:
La gente del pueblo sabe que la cruz de jiote revive y reverdece. Monseñor Romero, que presidía la misa bajo un sol calcinante ante el templo de El Paisnal, auguraba vida. Esto ocurría a una semana exacta de la muerte de los primeros mártires de Aguilares.
En efecto, Rutilio sin buscar liderazgo, o quizá por ello, se convirtió en precursor, protomártir y signo profético para muchos cristianos. Con Tilo comienza una interminable procesión de testigos. La tira de nombres de mártires salvadoreños ha de ser larga; aún así habrá que añadir un "e innumerables mártires" de El Salvador para hacerles justicia. En vida y en muerte Rutilio tuvo una nube de seguidores que no sólo vienen después de él sino que muchos tendrán bastante que ver con él.
En la espiral de represión al pueblo, a sus líderes e instancias, a finales del 76 e inicios del 77 -tiempo de elecciones por cierto- nada ni nadie detenía a los verdugos del pueblo. Días oscuros en los que ser pueblo o estar con él, ser Iglesia o del clero era caer y vivir bajo sospecha. Hasta el horrendo "haga patria, mate un cura" que se propagó en la capital cuando ya habían caído algunos sacerdotes.
Rutilio encabezará la lista de una veintena de sacerdotes -un arzobispo y un obispo entre ellos-, que serán asesinados. Al matar a Rutilio Grande y acompañantes camino de su pueblo, aquel 12 de marzo del 77, golpeaban a la Iglesia más comprometida en la evangelización de los pobres y con los pobres -cristianos, sacerdotes y obispos-, a los jesuitas coherentes con su servicio de la fe y promoción de la justicia, al campesinado más pobre que despertaba y se venía organizando a pasos acelerados, al pueblo en suma, siempre domado y que por fin decía "basta ya".
Eso significa Rutilio cuando descabezan al equipo misionero y matan al párroco de Aguilares. Sucedió hace 20 años y Rutilio fue el primero de los más notables de cientos de asesinados. El decretar olvido de ellos y de ese pasado -el perdón pedido y dado parece que no entra como remedio y sal que sane la herida por más que arda- no es sino artimaña de los que tienen mala conciencia o se sienten cómplices y culpables.
El 60% de nuestra población es joven, la mayoría incluso nació después de la muerte de Rutilio, son hijos de la guerra a quienes no se les quiere decir la verdad de lo que pasó y por qué pasó. Sería insensatez, grosería e ingratitud olvidar la historia y a los que la hicieron a riesgo de volver a repetir los errores que nos llevaron a violencias extremas.
La muerte de Rutilio marca un antes y un después, un renacer en muchos cristianos y religiosos, más allá de El Salvador, pero sobre todo en Monseñor Romero, en el pueblo de Dios y en la Iglesia que se va a convocar en torno a él.
No hubo que esperar al tercer día para la resurrección de Tilo y compañeros. En el templo de Aguilares hubo varias misas antes de que fuera la de "cuerpo presente" de los asesinados. La misa con los tres cuerpos acribillados, presidida por Mons. Romero, fue lenta, tensa, dolorida. La conmoción de la gente, los sollozos y lágrimas ocuparon más lugar que la palabra. Lectores y sacerdotes se entrecortaban. Monseñor, visiblemente tocado por el amigo y pastor herido con dos de sus campesinos, apenas comentó el evangelio. "¡Qué más Palabra de Dios que los asesinados allí presentes!", acertó a decir un sacerdote.
Al filo de media noche terminó la misa Monseñor e inmediatamente convocó en el convento una junta de laicos, religiosos, sacerdotes y familiares. Pidió pareceres, opiniones, consejo; pero sorprendía su determinación de sentar signos claros de que la muerte no terminaba con Rutilio y sus compañeros. En Monseñor Rutilio traspasado resucitaba ya, y gracias a él empezaba a resucitar en sus hermanos jesuitas, en su Iglesia, en su pueblo. Según la crónica nunca hubo tanta gente en el parque de catedral como la convocada en la misa única el domingo a los ocho días del asesinato de Rutilio; y es de recordar que las reuniones públicas estaban prohibidas por un decreto de "estado de sitio".
Las misas de cuerpos presentes en catedral, el entierro en peregrinación hasta el templo de El Paisnal, la romería vicarial para la misa campal de San José ante el mismo templo, la misa única de la arquidiócesis, movió y removió más conciencia, convocó y puso en camino más Iglesia, transcendió tanto que sólo se podrá comparar, tres años después, a otro asesinato, el del propio Mons. Romero.
P. ¿Por último, quizá lo más importante, qué nos dice Rutilio en 1997?
R. La cruces de jiote de Rutilio y compañeros, al filo del cañal a medio camino de Aguilares a El Paisnal, no lograron florecer. Los días que vinieron "¡fue más tiempo de arrancar que de sembrar, más tiempo de guerra que tiempo de paz!" Parecía que el afán de borrarlas del camino iba a ser más terco que el de rehacerlas una y otra vez. Son visibles hoy las reliquias en cemento de cruces anteriores. Mas no, 20 años y allí siguen sembradas, apuntando al cielo, una más grande, al P.Grande, en medio de otras dos a Nelson y don Meme. El grano de trigo cayó en tierra, se sembró hace 20 años. Es tiempo de recoger espigas.
Entre individualismos, desencantos y "sálvese quien pueda" ¿a qué nos apunta hoy Rutilio Grande? Para espigar los granos de trigo que nos deja Rutilio, me atendré a un punteado indicativo que no está ordenado, ni es exhaustivo, ni de igual valor. Al viento va, pues, agarre el que pueda agarrar.
- Ante todo y en cada punto siguiente, Rutilio tomó en serio, como primero y último, el seguimiento, el espíritu de Jesús, el Evangelio: "Vamos a seguir con fe al hombre de Nazaret" .
- Hora de despertar. Rutilio en el ojo de la tormenta, en la crisis entre el clero y el episcopado tras la Semana nacional de Pastoral. Anima y denuncia a unos y otros a superar la crisis con un paso hacia delante de conversión para despertar a una Iglesia soñolienta.
- Vuelve a estar el pueblo excluido, "como ovejas sin pastor" en un mundo de lobos en que se le niega y quita hasta la ilusión de poder soñar.
- Una Iglesia en apatía y desencanto, en el mejor de los casos, cristianos ensimismados, sin luz ni sal para el mundo; Iglesia con poca buena nueva para los pobres e instrumento muy lerdo para que el reino del Padre vaya fermentando. "La mesa de manteles largos para todos y que a nadie le falte el taburete y el conqué", mejor ya ni cantar.
- La misión de Iglesia de ir a hacer Iglesia, no sólo llevar la Iglesia o llamar puertas para que vengan a la Iglesia. Se traduce en pastoreo, en dar vida en equipo, grupos, comunidades de solidaridad, pueblo de Dios que genera y organiza esperanzas en búsqueda de ir haciendo presente la utopía del reino.
- Volvamos al pueblo, volvamos al Evangelio. El Rutilio que vuelve a El Paisnal nos lleva a convertir nuestras vidas -no sólo los ojos o la mente- a las mayorías excluidas de este pueblo y juntos hacer historia de vida. La Iglesia de Puebla dirá "opción preferencial por los pobres". Hoy se dice que esa opción se supone, cuando se niega prácticamente o se olvida sin más.
- No podemos planear si no estamos claros. Qué Iglesia e Iglesia de quién queremos; con quiénes va a estar, desde quiénes tiene que hablar, qué tentaciones tiene que superar. No se puede servir a Dios y al dólar. Este, como ídolo, necesita servidores y víctimas. Estar con el Dios de los pobres y con los pobres de Dios trae problemas. Los mártires son testigos de ello.
-Dar identidad a este pueblo, a la persona, dignidad al pobre... Nos decimos salvadoreños cristianos; que esa doble designación refleje un sueño, una tarea, una meta, un orgullo, una vocación. El salvadoreño -más si es joven- que tenga otra ilusión que el sueño americano. Huír de El Salvador para sobrevivir puede ser solución inmediata, pero a la larga no es salvación, sino sangría abierta de costos humanos y sociales incalculables.
Lo mataron hace 20 años, pero creo que Rutilio como salvadoreño, cristiano, religioso, hombre de Iglesia y de su pueblo cobra una tremenda actualidad.
Santa Tecla, 12 de marzo de 1997
XX aniversario de los mártires de Aguilares-El Paisnal
P. Rutilio Grande
Quiero comenzar recordando unas palabras que el P. Rutilio Grande dirigió a su Orden Religiosa, nuestra Compañía de Jesús, en 1974: "Yo me pregunto una y otra vez -decía el P. Rutilio a sus hermanos jesuitas- cuál es la misión de la Compañía aquí en Centro América. ¿Es igual a una secta que busca su propio provecho, encerrada en sí misma, o, por el contrario, ha de tratar la Compañía al igual que la Iglesia, de encarnarse en las mayorías, tomando partido por los más pequeños a fin de que sean evangelizados íntegra y radicalmente para que ellos mismos sean agentes de su propio destino, se rediman, se transformen en la línea ante todo del ser, y encuentren su identificación como pueblo organizado?".
Tres años después de interpelar a sus compañeros jesuitas y de realizar en Aguilares lo que demandaba de la Compañía de Jesús, Rutilio Grande dejaba zanjada la opción de su vida al caer abatido por balas asesinas, junto con dos humildes campesinos: Manuel Solórzano (72 años) y Nelson Rutilio Lemus (15 años). Una opción de vida jesuítica y de fidelidad al Evangelio a partir de su cercanía e inserción en su pueblo, cuya expresión testimonial quedó patente al promover, junto con los demás miembros del equipo jesuítico de Aguilares, una misión evangelizadora que lo llevó hasta derramar su sangre en la misma tierra y con el mismo pueblo que un día, décadas atrás, lo vio nacer y crecer.
Veinte años han transcurrido del trágico suceso que abrió los ojos de una vez a la Compañía de Jesús y a la Iglesia salvadoreña, frente a la barbarie que se cometía en contra de los pobres, planificada por algunos sectores pudientes de la sociedad salvadoreña. Un sacerdote enamorado de la misión evangelizadora, más bien tímido y reticente a la política, era asesinado de la misma manera como se mataba a tanta gente humilde y cuyos cuerpos aparecían acribillados y torturados en los barrancos de la capital o en las cunetas de las carreteras. Un sacerdote era asesinado precisamente en nombre del mismo dios del capital en nombre del cual también los poderosos de este país enviaban a sus agentes a pintar las paredes de la ciudad con el grito de guerra: "haga patria, mate un cura".
El martirio de Rutilio Grande actualizó la hermosa tradición de la Iglesia de ser fiel a los pobres y al Evangelio uniendo fe y justicia, teoría y práctica transformadora, Evangelio y profetismo a partir no de concepciones ideológicas, sino de la inserción real en la vida de los pobres. Resulta simbólico que a Rutilio lo mataron donde nació: entre los pobres. Salió de su pequeño cantón de El Paisnal para realizar sus estudios, cumplió misiones que le dio la Compañía de Jesús, especialmente en el Seminario Mayor, pero volvió a su tierra, a acompañar a los campesinos en su proceso de evangelización y de compromiso con la transformación social desde el Evangelio y desde su amor a la Iglesia. Por ello, Rutilio es reconocido como mártir de la evangelización, al servicio de una Iglesia que ha de actualizar constantemente su misión para seguir siendo fiel al misterio de la encarnación, en los nuevos desafíos de la historia y de la realidad de los pobres. Al respecto quiero recordar con ustedes sus palabras proféticas pronunciadas poco tiempo antes de su martiro: "La Iglesia no es museo de tradiciones muertas¼ debe ser un puño de comunidades vivas, portadoras de vida y esperanza para nuestra gente más humilde. Somos misioneros, anunciadores del Evangelio del Reino que tiene que ver con toda nuestra vida".
Rutilio fue un hombre de Dios, de Iglesia y un sacerdote que supo acompañar y estar cercano a su pueblo. Su trabajo apostólico estuvo siempre nutrido de su oración, una oración que era la escucha de Dios y de las necesidades de sus feligreses. Esta escucha fue la base e inspiración de su actividad pastoral y de su predicación. Sus homilías eran el tierno y delicado reflejo de los textos bíblicos y de la vida de su parroquia y de su país. Por eso la gente se sentía oída y escuchaba la respuesta evangélica de un hombre fiel al mensaje de Jesús. Como afirmó el P. Jerez, entonces Provincial de los jesuitas, en la misa de cuerpo presente de Rutilio, Manuel y Nelson, "para la Compañía de Jesús, Tilo había abierto una nueva línea de apostolado, la cual había quedado sellada con su sangre para siempre".
Por todo ello, al celebrar los veinte años del martirio del P. Rutilio Grande, la Compañía de Jesús agradece al Señor, a la comunidad de El Paisnal y a su familia por habernos dado a un hombre sencillo y del pueblo como una bendición que ha enriquecido nuestro carisma y nuestra misión, ha sido fuente de muchas vocaciones religiosas y constituye un exigente llamado a comprometer a nuestras personas, recursos e instituciones con la evangelización de los pueblos y con la búsqueda de alternativas sociales justas a partir de la cercanía con los pobres. Es un privilegio para nosotros los jesuitas -y a la vez un aguijón que incita constantemente a nuestra conversión- que se cuente entre la larga lista de mártires salvadoreños con el nombre del P. Rutilio Grande.
No podemos dejar de recordar en esta ocasión que tres años después del asesinato de Rutilio caía abatido por un certero disparo en el corazón su gran amigo, Monseñor Romero, cuya vocación divina de profeta de los pobres, dormida por tantos años, estalló de golpe en su vida tras celebrar la Eucaristía teniendo como ofrenda los cuerpos ensangrentados de Rutilio, Manuel y Nelson en la parroquia de Aguilares. Más de doce años después, y como ofrenda martirial para poner fin a la guerra que ensangrentó este país por más de diez años, fueron asesinados en este lugar, por las mismas balas asesinas, seis compañeros suyos, los jesuitas de la UCA, que entregaron su vida y su quehacer universitario a la causa de los pobres y de la justicia en El Salvador. Al igual que Rutilio, su martirio quedó sellado con la sangre del pueblo sencillo, al ser asesinadas junto a ellos, Elba y Celina.
Como regalo del Señor, todos estos mártires actualizan en nuestra historia reciente las bienaventuranzas que hemos escuchado del Evangelio de Mateo. ¡Bienaventurados Rutilio Grande, Monseñor Romero, los mártires del Ixcán, del Mozote, del Sumpul, de la UCA y tantos más cuyos nombres iluminan nuestra historia por haber trabajado por la paz y por haber sido perseguidos y asesinados por causa de la justicia! Ustedes son ejemplo de lo que significa hoy ser Iglesia y continuadores de la misión de Jesucristo. En su vida y su entrega, "encarnaron los valores del reino en las realidades de nuestros países para transformarlos eficazmente, como la levadura transforma la masa". Ellos son para nosotros una garantía de que las promesas del Señor sean hoy día una Buena Noticia a realizarse en favor de los condenados de la tierra.
Hoy en día se nos quiere hacer creer que la opción profética por el Evangelio y su justicia, a partir de la cercanía con los pobres, es una moda del pasado y que es un anacronismo infecundo seguir con la bandera en alto de "un mundo para todos compartido", en estos tiempos de finales de siglo, en que parece reinar la lógica de un neoliberalismo, que asegura que la única felicidad posible es la que brota de esa "extraña sensación de ternura que produce el dinero" y que pone la grandeza del hombre y la mujer en su capacidad de generar ingresos. Los jesuitas seguimos estando convencidos de que la causa por la que luchó y dio la vida Rutilio Grande sigue siendo tan exigente y actual como hace veinte años. Y en este día, celebramos este aniversario porque queremos seguir comprometidos con la Iglesia que heredamos de Rutilio Grande y de Monseñor Romero, y porque queremos reafirmar humildemente nuestra decisión de continuar, aun en medio de nuestras debilidades y pecados, acompañando la esperanza de una vida nueva para los pobres de El Salvador y de Centroamérica.
Movidos por nuestra misión del servicio de la fe y promoción de la justicia, los jesuitas de Centro América, queremos hacer nuestro lo que los Provinciales jesuitas de América Latina afirmamos en la carta sobre el neoliberalismo: "queremos ayudar a construir una realidad más cercana al Reino de justicia, solidaridad y fraternidad del Evangelio, donde la vida con dignidad sea posible para todos los hombres y mujeres. Una sociedad donde toda persona pueda acceder a los bienes y servicios que se merece por haber sido llamada a compartir este camino común hacia Dios. Queremos una sociedad justa, donde nadie quede excluido del trabajo y del acceso a bienes fundamentales para la realización personal como la educación, la nutrición, la salud, el hogar y la seguridad. Una sociedad sensible a los débiles, a los marginados, a quienes han sufrido los impactos de procesos socioeconómicos que no ponen al ser humano en el primer lugar. Una sociedad democrática, construida participativamente, donde la actividad política sea la opción de los que quieren entregarse al servicio de los intereses generales que importan a todos".
Somos conscientes de que este compromiso que hoy reafirmamos ante ustedes sólo podrá ser realidad si nos alimentamos del ejemplo de la vida de nuestros mártires. Por ello en este día pedimos al Padre que nos siga poniendo con su Hijo, así como puso a Rutilio Grande, a Monseñor Romero, a los compañeros mártires de la UCA y a todos los mártires centroamericanos, para que en un mundo en donde unos pocos se afanan en globalizar la pobreza y la injusticia, continuemos con la misma terquedad cristiana: sembrando a contracorriente la semilla de una nueva sociedad, donde florezca para siempre el Reino por el que soñaron nuestros mártires, cuyos ríos de sangre se juntan todos ellos en este día en que celebramos, agradecidos, el vigésimo aniversario del martirio y resurrección del P. Rutilio Grande, mártir de la evangelización y de la inserción de la fe y la justicia, en la vida de los pobres de este querido pueblo salvadoreño. Que así sea.
P. Adán Cuadra S.J., Provincial
Capilla de Monseñor Romero de la UCA, 10 de marzo de 1997
Zaire y Ruanda
"Son negros y pobres, y por eso no interesan". Estas palabras certeras, brutales y, sobre todo, llenas de cariño, llegan repetidamente desde los Grandes Lagos para desenmascarar el silencio que se cierne sobre la tragedia de los refugiados. Desde El Salvador, en este mes de mártires, queremos dar un poco de voz a los sufrimientos y esperanzas de esos pueblos.
Masacres masivas de refugiados en el Zaire
El día 10 de marzo el diario francés Liberation publicó un reportaje sobre las masacares de refugiados hutus en el Zaire, tal como las cuenta un testigo de un país occidental. Afirma que presenció ejecuciones sumarias y que vio decenas de fosas comunes. "Las masacres son sistemáticas y hay que hablar de un nuevo genocidio. Pero el debate se centra ahora en las palabras que hay que usar. Ya no se habla de 'masacres', ni de los medios para detenerlas, sino de que no es oportuno usar el termino 'genocidio'". Macabro intento, como siempre, de encubrir la realidad con eufemismos del lenguaje. Y prosigue. "La presencia de numerosas fosas comunes da testimonio de la voluntad sistemática de acabar con los refugiados. Las fosas existen por doquier, pero están siempre escondidas y el acceso a ellas es muy difícil". De nuevo, el encubrimiento.
El testigo detalla que vio esqueletos apilados por doquier, cadáveres con una bala en la cabeza y decenas de personas, sobre todo ancianos, mujeres y niños, muertos de hambre y de sed. En la ruta entre Kibumba y Rutshuru el olor a cadáveres es insoportable. Cerca del campo de Katale, en una fosa había alrededor de 200 cadáveres, en otras unos 300, todo asesinados con armas automáticas. Mujeres y niños con una bala en la cabeza, y los hombres, además, amarrados hacia la espalda. En la zona de Walikale "fueron eliminados decenas de miles de refugiados". Conclusión. "Son varios cientos de miles de refugiados los que están ya muertos, sea por masacres o matados por hambre, cansancio, enfermedad y sed. Ello explicaría por qué sólo de 200 mil a 250 mil refugiados ruandeses están en Tingui-Tingui, Amilsa y Shabunda, de los 653 mil que no salieron de la zona".
La tragedia de los refugiados que han regresado a Ruanda
Han ido regresando muchos de los refugiados y vuelven en muy malas condiciones. Algunos se recuperan rápidamente, a pesar de los meses pasados caminando por el bosque, bajo la lluvia y comiendo raíces y mandioca (hojas incluidas). Nos contaban algunos que al estar tan débiles, la más pequeña fiebre o diarrea les hacía morir. Al que no podía seguir tenían que abandonarlo en el camino, y no podían ni siquiera enterrar a los muertos. Al hablar con ellos se capta todo el sufrimiento que llevan encima; todos han perdido familiares. Muchos han llegado muy enfermos y pocos se atreven a acercarse a los centros de salud.
Hay otra dimensión que sólo descubren los que están muy cercanos a ellos: el desamparo, el miedo, la inseguridad por el mañana. Una cosa son las bonitas palabras y la imagen que da el Gobierno, y otra muy distinta la realidad. En medio de todo esto impresiona oírles decir que dentro de todo este sufrimiento saben que Dios no les ha abandonado. Tienen una gran fe y regresan con un gran deseo de poder trabajar y vivir en paz. El problema es que por un decreto del Gobierno a ningún refugiado se le puede hacer un contrato de trabajo.
Cuesta creer que en este pequeño y precioso país del corazón de Africa, Ruanda, la espiral de violencia arrastre a tantas personas a resolver sus dificultades, incluso mínimas, matando. ¡Qué poco vale la vida! Las heridas tan profundas que los acontecimientos de estos años pasados han dejado están siendo tratadas de mala manera de modo que lo único que provoca es más dolor, más muerte, más indignidad, más adentrarse en un callejón sin salida. En todas las regiones del país se oyen estas dos cosas. La primera, "si en el 94 fue terrible lo que pasó -y se ha hecho mucha propaganda de ese genocidio- ahora está siendo mucho peor". Sin embargo, permanece escondido, no hay cauces para denunciar y la gente se siente impotente para defenderse. La segunda, "aquí sólo van quedando mujeres -viudas o solas porque los maridos están en la cárcel o no han podido regresar-, niños y militares".
En ciertas regiones es el terror. A las cinco de la tarde la gente de las colinas ya no vive. Se encierran en sus casas, inseguras y aisladas, a esperar si amanecerán o no al día siguiente, ellos o sus vecinos. Todo el país está militarizado y los militares se creen los dueños de las vidas y de las cosas. De ahí provienen tantas muertes, aunque los medios de información siempre dicen que son los infiltrados del Zaire. Aunque todo no se dice por la radio casi todos los días llegamos a saber de matanzas, y las víctimas son casi siempre los que han vuelto del Zaire o Tanzania, y últimamente los blancos. Es la hora del extermio, la venganza, personal o familiar. Son tantos los casos recogidos y publicados en ciertos medios que, aquí solamente vamos a mencionar algunos.
Dos días después del asesinato de los tres españoles, se encuentran en una casa un grupo de familiares y amigos de un militar del antiguo gobierno que acaba de regresar y quiere celebrar el estar de nuevo en su tierra. Son las 6.30 de la tarde; rodean la casa y sin más los matan. Son 22 personas. Cerca de este lugar, y a los pocos días, en otra comuna matan a 50 personas más. Esta misma semana, los militares le dicen a un refugiado a la entrada de su casa: "como éstos son tus amigos, que entren todos en tu casa". Cierran la puerta, tiran 4 granadas y los rematan con sus fusiles. Son 24 muertos. Los militares culpan de todo a los que llaman infiltrados.
En el lago Muhazi, al este del país, se han encontrado muchos cadáveres. Los que vuelven de Tanzania pasan la noche ahí y al día siguiente -dice la gente de esa zona- ya no los ven. Los de Derechos Humanos han declarado que sólo hay 6 cadáveres, pero la gente dice que son muchos, hasta el punto de que ya no se atreven a ir a buscar agua ahí. En la zona de Ruhengeri en 5 ayuntamientos han hecho una limpieza de 600 personas. Se les mata, entre otros motivos, porque las cárceles están tan llenas que no caben más, ni siquiera estando de pie, y porque quieren eliminar a la etnia hutu.
Los refugiados que regresan cuentan cómo mucha "limpieza" se hace ya en la frontera, en las barreras militares, pero se termina en sus propias casas. Es indescriptible lo que han pasado en estos meses escapando de la muerte. Después de que atacaron los campos y salieron corriendo se han visto acosados y les han tirado encima continuamente. En las emboscadas han caído miles de gentes. Fueron obligados a volver a su país y aquí, si no es la muerte violenta, les espera la lenta, más inhumana si cabe.
Está prohibido dar trabajo a todo el que ha regresado. Se están necesitando maestros, técnicos, profesionales, enfermeras, médicos, de todo, pero no se puede emplear a nadie. Es más, se puede pagar con la propia vida desobedecer este mandato. Primero han de hacer unos cursos de lavado de cerebro y han de pasar por lo menos seis meses para ser aptos o no a tener un trabajo. Todo está muy controlado. Las ONGs también. Toda la ayuda ha de pasar por el gobierno, pero afortunadamente hay algún obispo que anima a que en las parroquias se ejerza la caridad, pues "nadie nos puede impedir hacerla", y las comunidades religiosas que están acogiendo tanta gente en los centros de salud y nutrición, ayudan directamente todo lo que pueden. En una parroquia un sacerdote ruandés pidió hacer el censo de los que habían regresado para organizar la ayuda. Al domingo siguiente tuvo que decir, al terminar la misa, que no siguieran haciéndolo porque el gobierno se lo había prohibido.
Varias Prefecturas están repartiendo muy poca ayuda. En dos prefecturas se convocó a los retornados y se les dijo que entregaran sus papeles -documentos de identidad recibidos al inscribirse a la llegada a su ayunta-miento- para hacer las listas para el reparto, y que regresaran el lunes siguiente. Cuando volvieron ni les dieron comida ni les devolvieron los papeles. Así quedan indefensos, ilegales. Las autoridades van por todo el país haciendo una campaña de "sensibilización". Poco después en esos lugares hay masacres. Además se intimida a los abogados que defienden a los supuestos culpables del genocidio.
Gran problema es la vivienda. Los que entraron voluntariamente, o de fuerza en el 94, ocuparon las casas de los que huían masivamente fuera del país, y al regresar éstos se las encuentran ocupadas o destruidas. Ha habido casos de ayuda mutua, de compartir la vivienda, pero en la mayoría no. El propietario tiene que vivir al lado de su casa sin ningún derecho sobre ella. Es cierto que el gobierno aseguró que podrían recuperar sus casas, pero la realidad es que quien intenta recuperarla arriesga su vida o va a la cárcel. A veces han compartido la casa las dos familias, pero por la noche vienen los militares y en colaboración con los ocupantes los matan o hacen desaparecer. Incluso se ha dado el caso de ir a quejarse a las autoridades una familia que ocupa una de estas viviendas y le han respondido: "eso les pasa a ustedes por tontos, si los hubieran matado, ahora estarían tranquilos". Por todas partes se construyen casitas: el gobierno, ONGs, Cáritas, pero todas son para los sobrevientes del genocidio del 94. Después ya se verá si da para los otros.
Otro capítulo de esta política de exterminio son las cárceles. Están a rebosar, se han ocupado muchas otras casas para seguir metiendo más gente. Un ministro llegó a decir, cuando fue a visitar la de Kigali: "No piensen que van a salir con vida". Varía mucho de unas a otras, pero siempre es el límite de lo inhumano. En una habitación de 4x4 puede llegar a haber 70 personas, siempre de pie. En algunas cárceles no pueden salir para hacer sus necesidades. Cuando enferman no pueden ir a curarse ni dejan que alguien vaya a hacerlo. Les dan grandes palizas. No hay sitio para dormir. Se les pudren los pies y piernas. En otras cárceles les llevan a los centros de salud, con fracturas, malarias graves, tejidos necrosados¼ Cuando sus mujeres les van a ver, antes han de dejar 5 kilos de frijoles y de arroz¼ Nunca pueden hablar a solas con sus maridos; a veces, por no perder el espacio que han conseguido, no salen a ver a su familia pues podrían quedarse a la intemperie. Entre los vigilantes hay mucha corrupción: poder tener un poco de sitio para acostarse puede costar 20 a 30 mil francos. Ciertas autoridades permiten y provocan todos estos abusos. Las familias que han vuelto y que no tienen nada, ni casa, ni comida, ni posibilidades de encontrar un trabajo, han de hacer el esfuerzo de ir a la cárcel a llevar a su familiar la ropa y la comida, lo que empeora su situación; a causa de la distancia, a algunos les lleva todo el día. Es impresionante ver las largas filas de mujeres con su bolsa o cesto esperando su turno. A algunas personas que trabajan en los Derechos Humanos les permiten hablar con los presos, pero si éstos dicen algo, después les dan palizas. En otras cárceles no se les permite entrar, ni siquiera a la Cruz Roja. Sabemos que algunos que trabajan "supuestamente" para la defensa de los derechos Humanos se llevan muy bien con las autoridades. Dicen que las situaciones no son tan graves y que los religiosos y religiosas exageran.
La muerte de los tres españoles ha hecho tomar postura al gobierno español. Pide que se apresen vivos a los culpables, pues a los dos testigos que había -los dos guardianes de la casa- los agarraron y los mataron. Siempre hay unas muertes que valen más que otras, y en el fondo lo que menos importa a los gobiernos es la vida de los pobres, la vida humana en sí. Es escalofriante oír: "nunca creímos que el ser humano fuera capaz de tanta maldad". Y se oye también: "con tal de consolidar un millón de personas no importa exterminar a seis millones". Un militar, al decirle si no se daba cuenta de que estaban vendiendo el país a los norteamericanos constestó: "no nos importa vender el país a quien sea con tal de exterminar a los hutus". Y todo esto ocurre con el beneplácito de tantas organizaciones y gobiernos que hacen llegar las ayudas abundantemente y sin condiciones. La situación es tan grave que hay tutsis que no pueden soportar mas y se enfrentan a los militares. Y no olvidemos que fuera del país, en Zaire, quedan uno 300.000 refugiados en condiciones límite.
En medio de tanta muerte programada, camuflada hay hechos que humanizan y hacen posible seguir creyendo en el ser humano, en su dignidad:
¿Cuántas vidas más harán falta? ¿Hasta cuándo se se va a postergar el diálogo y la negociación en esta drámatica situación del pueblo ruandés? ¿Hacia dónde y cómo dirigir la solidaridad? ¿Cómo obligar a los gobiernos del norte a que en sus políticas cuente algo más que el poder y la economía?
Equipo de misioneras, febrero 1997
El 8 de marzo dos jesuitas fueron arrestados en Chiapas y acusados de homicidio. Enseguida hubo reacciones en contra, entre otras la de Don Samuel Ruiz, mientras el portavoz del gobierno federal afirmaba que las investigaciones se llevarán hasta sus últimas consecuencias, a lo que añadió estas increíbles palabras: "porque en México no hay intocables". El día 13, el juez concedió libertad bajo reservas a los dos jesuitas y los dos campesinos detenidos. Los jesuitas, tras cinco días de encarcelamiento, dicen que demandarán a la procuraduría de Justicia del estado de Chiapas por daños y difamación. Los observadores piensan que la detención de los jesuitas tenía como finalidad entorpecer el proceso de paz en Chiapas, que está interrumpido desde septiembre de 1996. A continuación ofrecemos un comunicado de los jesuitas mexicanos y una carta de la UCA de San Salvador al presidente Cedillo.
Pronunciamiento de la Compañía de Jesús de México
El gobierno del Estado de Chiapas detuvo ilegalmente el día de ayer, 8 de marzo, a dos sacerdotes de la Compañia de Jesús -Gonzalo Rosas Morales y Gerónimo Alberto Hernández López-, así como a Francisco González Gutiérrez y Ramón Parcero Martínez, a quienes se pretende vincular con una supuesta emboscada en la que habrían muerto dos agentes de Seguridad Pública del Estado.
La Compañia de Jesús en México rechaza por completo la versión difundida por el Gobierno del Estado de Chiapas, así como toda responsabilidad de los detenidos a quienes se pretende involucrar en hechos ilícitos. El Gobierno del Estado de Chiapas falsea la realidad y, con ello, monta una grave provocación en contra del estado de derecho, de la paz y los derechos humanos.
Los padres Rosas y Hernández se han distinguido por su trayectoria de acompañamiento pastoral y solidario a los pueblos indios de la parte norte del estado de Chiapas desde hace varios años. Igualmente han participado en los procesos de organización y gestión que las comunidades indígenas han llevado adelante, en la búsqueda de una mayor justicia, bienestar y fraternidad entre los pueblos. Afirmamos categóricamente que no tuvieron ninguna intervención en los hechos de los que dolosamente se les acusa...
Mario López Barrio, S.J., Provincial
Denuncia de irregularidades en el arresto
El director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez menciona, entre otras, las siguientes irregularidades.
Desde el momento de su detención, "fueron sometidos a tortura y maltrato físico y psicológico. Recibieron golpes con las armas que portaban los policías judiciales y de seguridad pública... Los mantuvieron incomunicados durante veinte horas ... Se negó su presencia en dicho lugar a los abogados ... No se les ha notificado el motivo de su arbitraria detención y desconocen su situación jurídica... Existen contradicciones entre las versiones difundidas por las autoridades..."
Pasando de este caso concreto a la tesis general, afirma que "con estos hechos se confirma que la práctica cotidiana de la incomunicación, los tratos humillantes y degradantes, la tortura física y psicológica, la fabricación de culpables y de evidencias, acciones todas ellas cometidas por parte de las autoridades responsables de hacer respetar la ley, constituyen el obstáculo más ominoso para la impartición de justicia y el restablecimiento del estado de derecho en nuestro país".
Carta de la UCA al señor presidente de México
don Ernesto Zedillo
13 de marzo de 1997
Excmo. Señor Don Ernesto Zedillo
Presidencia de México
México, D.F.
Señor Presidente:
Le escribimos para presentar nuestra más enérgica protesta por la detención arbitraria e ilegal de los jesuitas Gonzalo Rosas Morales y Jerónimo Alberto Hernández López, así como de los ciudadanos Francisco González Gutiérrez y Ramón Parcero Martínez, a quienes se pretende vincular confusamente y sin la aclaración debida a los mismos imputados, con diversos hechos delictivos.
Según la información recibida, y que nos merece fe, se han violado en este proceso los artículos 215, fracción VII, 225 fracción X, y 364 del Código Penal para el Distrito Federal en materia de fuero común y para toda la República en materia del fuero federal. Así mismo nos consta por el testimonio fidedigno del P. Provincial de los Jesuitas en México, que los detenidos fueron sometidos a trato degradante y humillante, siendo violados no sólo sus derechos constitucionales sino también sus derechos humanos.
Nuestra Universidad, y los jesuitas que trabajaron en ella en el pasado, fueron víctimas también de una serie de atentados que culminaron con el asesinato de seis de ellos y dos de sus colaboradoras. Nos preocupa, desde nuestra propia experiencia, que estas detenciones marquen el inicio de una persecución como la que culminó en el asesinato de nuestros compañeros en El Salvador. De hecho ya se ha dado en los últimos años una intensa historia de mentiras y calumnias contra los jesuitas mexicanos, amparada desde las autoridades del Estado de Chiapas y desde otras instancias oficiales o cercanas a las mismas. Idéntico tipo de calumnia y mentira que precedió al asesinato de los jesuitas en El Salvador.
Honestamente, no queremos para México ni la brutalidad ni la vergüenza de tanto crimen como aquí se cometió durante la situación de Estado primitivo en la que vivimos y en la que parece ahora verse sumido también el Estado de Chiapas.
Ante todo ello queremos, a través de Ud., hacer un llamado a la cordura a las autoridades de su país para que sea frenado este delirio de persecución contra todos aquellos sectores que tratan de unir pacíficamente fe cristiana con justicia social. Al mismo tiempo solicitamos la inmediata liberación de estas cuatro personas detenidas arbitraria e ilegalmente.
Atentamente,
Francisco Javier Ibisate, S.J., Rector
Rodolfo Cardenal, S.J., Vice-Rector
José María Tojeira, S.J., Asesor