UCA

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas



Carta a las Iglesias

© 1997 UCA Editores


Carta a las Iglesias AÑO XVII, Nº 374, 1-15 de abril de 1997

Cruz, resurrección y víctimas de la injusticia.

Meditación sobre Semana Santa

Cruz y resurrección de Jesús se han convertido a lo largo de la historia en símbolos universales de muerte y de vida. Y bien está. Sin embargo, no es eso lo más importante que dice la Escritura sobre la cruz y la resurrección, pues Jesús de Nazaret no simplemente murió, sino que fue asesinado, y la resurrección no fue devolver a la vida simplemente a un cadáver, sino a una víctima. En síntesis, la cruz es ante todo una acción de los injustos que producen muerte injusta, y la resurrección es la re-acción de Dios que produce esperanza de vida para los asesinados injustamente.

Cruz y resurrección: injusticia y justicia

En la primera predicación cristiana, el destino de Jesús fue proclamado como un drama en dos actos. En el primer acto actúan los seres humanos y en el segundo acto actúa Dios. Así aparece en los seis discursos de los Hechos de los Apóstoles. Por citar el primero de ellos, Pedro dice a los israelitas: "Ustedes lo mataron, clavando a Jesús en una cruz¼ Pero a éste, Dios le resucitó liberándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio" (2, 23s).

Estas palabras de Pedro nos introducen en lo que le ocurrió a Jesús, palabras que, por increible que parezca, han sido ignoradas muchísimas veces. Queda muy claro lo que los seres humanos humanos hacen con Jesús: "matar, hacer morir, colgar de un madero..." No es, pues, sólo que Cristo murió por nuestros pecados, sino que fue asesinado por pecados y pecadores bien concretos: los sumos sacerdotes, Pilatos...

¿Y por qué ese inicuo e injusto asesinato? En el juicio religioso a Jesús le acusan de "querer destruir el templo", cosa que efectivamente quería, pero entendiéndolo bien. Jesús no tuvo ningún interés en destruir el edificio del templo, pero sí quería que cambiase radicalmente la sociedad injusta y opresora que configuraba el templo de Jerusalén. Y es que, aunque hoy pueda sonar extraño, en aquel tiempo el templo no era sólo el centro religioso del país, que de hecho propiciaba una religiosidad opresora, con sus innumerables normas y tradiciones incumplibles, dejando a la gente sencilla sometida a los sacerdotes, sino que era también el centro de las grandes decisiones políticas (con qué países iba a aliarse o no el pueblo judío, cómo iban a ser las relaciones con los romanos, cuyas consecuencias las pagaba, como siempre, el pueblo), era el centro de la economía (la imposición de impuestos, la construcción de obras físicas, control del empleo y el desempleo), era el centro de las finanzas (allí se acuñaba la moneda). A los ojos de Jesús el templo era responsable del lastimoso estado de las mayorías oprimidas y propiciaba el poder y la opulencia de unos pocos. Eso es lo que Jesús quería "destruir", una estructura que generaba múltiples injusticias, y por ello los sumos sacerdotes vieron en Jesús una amenaza. Y lo mismo pasó con Pilatos cuando Jesús defiende, en nombre de Dios, un reino de verdad y de fraternidad, y no un imperio como el de Roma entonces.

"Se mata a quien estorba", decía lapidariamente Monseñor Romero. Jesús estorbó a los que mantenían la crueldad y la injusticia, y estorbó con la radicalidad del profeta. Y por eso lo mataron los injustos, cometiendo con ello otra injusticia -la más macabra en la historia de la humanidad. Lo dicen muy claramente los discursos de los Hechos: el Jesús que ha sido asesinado es "el santo", "el justo", "el autor de la vida" (Hech 3, 14s). Y Pedro resume la vida de ese Jesús con estas palabras: "pasó haciendo el bien y liberando a todos los poseídos por el diablo" (Hech 10, 38).

Nada de esto es difícil de entender entre nosotros: Jesús crucificado no es sólo un cadáver sino una víctima inocente. Pues bien, ahora viene el segundo acto del drama: Dios re-acciona y devuelve a la vida al crucificado, en la resurrección Dios hace justicia a la víctima Jesús. Por una vez, y en plenitud, la justicia triunfa sobre la injusticia y se hace realidad el anhelo de siglos: "que el verdugo no triunfe sobre la víctima". Desde entonces, las víctimas, los oprimidos, los excluidos pueden tener una esperanza: Dios les puede dar vida, devolverles a la vida, hacerles justicia en contra de la injusticia. Dios resucitó a un crucificado y desde entonces hay esperanza para los crucificados. Estos pueden ver en Jesús resucitado al primogénito de entre los muertos, porque en verdad lo reconocen como el hermano mayor. Por ello podrán tener el coraje de la esperanza en su propia resurrección, y podrán tener ánimo de "poder vivir" ya en la historia, lo cual supone un "milagro" parecido a lo acaecido en la resurrección de Jesús.

Cruz y resurrección en nuestros días

La cruz y resurrección de Jesús son acontecimientos que ocurrieron hace dos mil años, pero son también como una gran parábola de la historia de la humanidad, la más oscura, y también la más esperanzadora. Y es que no hay que olvidar -cosa que los hombres religiosos hacemos con frecuencia- que la cruz de Jesús, antes de ser la cruz -lenguaje al que nos hemos acostumbrado- es una cruz, antes y después de la cual ha habido muchas otras. Tampoco hay que olvidar que son hoy centenares y aun miles de millones en el mundo los que no simplemente mueren, sino que son dados muerte. Mueren, como Jesús, "a mano de los modernos paganos", de los idólatras de las armas -y del negocio armamentista- que producen crucificados, asesinados, torturados, desaparecidos por causa de la justicia; y otros muchos millones que mueren la lenta crucifixión de la injusticia estructural, el neoliberalismo, la globalización, el mercado. Existen hoy pueblos enteros convertidos en piltrafas y deshechos humanos por las apetencias de otros, pueblos sin rostro ni figura como el crucificado. Esto no es metáfora, sino realidad cotidiana, y para ellos es en directo la resurrección de Jesús: contra toda esperanza es posible la esperanza de la vida.

¿Y los que no somos víctimas? Para nosotros la resurrección de Jesús es, ante todo, pregunta de si producimos muertes en la historia, si por acción o por omisión somos responsables de El Mozote o de Ruanda, realidades intolerables en tiempos en que nos piden tolerancia, tragedias en tiempos en que nos piden olvido, exigencia a la opción y la parcialidad en tiempos en que nos ofrecen globalización. Es la exigencia a bajarlos de la cruz -traducción muy actual del "tuve hambre y me disteis de comer" por la que seremos juzgados. Como en el conocido canto de los negros esclavos en Estados Unidos, la pregunta que nos harán en el día del juicio es: "¿estaban ustedes allí cuando crucificaron al Señor?"

¿Cuál es, entonces, nuestra esperanza, la de quienes no somos víctimas? En la medida en que nuestra vida ha participado en la vida de las víctimas, y en la medida en que la muerte propia no ha sido sólo consecuencia de las limitaciones biológicas ni del desgaste que produce mantener la propia vida, sino cuando es consecuencia de la entrega por amor a los otros y a lo que en los otros hay de desvalido, pobre, indefenso, producto de la injusticia, entonces existe un parecido entre nuestra vida y nuestra muerte, y la vida y la muerte de las víctimas, y la vida y la muerte de Jesús. Entonces la resurrección de Jesús es también nuestra esperanza.

Bien está que en semana santa cada uno piense en sus propias cruces y sufrimientos, bien está que se pregunte por el final de su vida y la ponga, con esperanza, en las manos de Dios. Pero no se debe olvidar que, en su origen, la cruz y la resurrección de Jesús están emparentadas muy directamente con la injusticia y la justicia. Por eso, la semana santa cristiana, nos debe llevar, más allá de nosotros mismos, a contemplar a los pueblos crucificados, a trabajar por bajarlos de la cruz, y a dar a luz, junto con ellos, la gran esperanza de vida y de vida en plenitud.


Los resultados de las elecciones del 16 de marzo

Avances del FMLN y retroceso de ARENA

Uno de los resultados más claros de las elecciones del 16 de marzo ha sido la ruptura de la tradicional hegemonía en el ejercicio del poder que el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) ha ejercido durante los últimos años. Tal y como lo sugerían las encuestas pre-electorales, los resultados de las pasadas elecciones para diputados y alcaldes muestran un claro incremento en la cuota de poder político del partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Adicionalmente, ha quedado claro que el escenario político salvadoreño se encuentra polarizado entre el partido de gobierno ARENA y el FMLN. A estas alturas, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) ya ha dado a conocer los resultados definitivos de las elecciones, en los cuales se dibuja con claridad una importante recomposición del poder legislativo y municipal. Lo más notorio de esta recomposición es lo siguiente: un incremento en el número de diputados del FMLN (21 en 1994, 27 en 1997), una caída en el número de diputados de ARENA (39 en 1994, 28 en 1997) y un aumento en el número de alcaldías en control del partido de izquierda, especialmente en las cabeceras departamentales y municipios del Gran San Salvador.

Además de estos resultados, una revisión de los datos oficiales muestra que a la base de este comportamiento no subyace un simple cambio de preferencias en el electorado. Los resultados de la votación no pueden interpretarse al margen de hechos como el incremento en el nivel de abstencionismo, un aumento del caudal de votos del FMLN y la disminución de los votos de ARENA. En las siguientes líneas se busca interpretar el resultado de las pasadas elecciones teniendo en cuenta la evidencia histórica de 1994, para hacer notar las principales tendencias en la clientela política de cada partido.

Un primer hecho que destaca es el número de diputados obtenidos del FMLN. Aunque los datos iniciales apuntaban a 28 bancadas en el parlamento, los resultados definitivos lo han dejado con 27, número que de algún modo refleja el incremento en algo más de 80 mil votantes para el partido de izquierda en relación a las elecciones de 1994. En efecto, para las elecciones de diputados, en 1994 este partido obtuvo un total de 287,811 votos, mientras que en 1997, y una vez escrutadas la totalidad de las actas, su caudal electoral fue de 369,709 votos. Paralelamente a este hecho, no se puede dejar de señalar el descenso en el caudal electoral del partido ARENA, el cual alcanzó en 1994 la cifra de 605.775 votos, mientras que en 1997 fue de 396,301, es decir, 209,474 votos menos.

Se interprete esta situación en ARENA como resultado de un "voto de castigo" o no, lo cierto es que un buen porcentaje del electorado -que en ocasiones anteriores avaló el desempeño de ARENA- esta vez no lo hizo. Esta es la factura que el partido de derecha tiene que pagar por la prepotencia e ineptitud con las que la llevado los destinos del país en los últimos años. La desconfianza hacia la política y los políticos parece haber permeado a muchos de los simpatizantes tradicionales de ARENA, y una buena parte de la responsabilidad de que ello sea así recae sobre la actual dirigencia arenera.

En términos prácticos, ARENA experimentará una sensible reducción en su número de diputados, lo cual prácticamente equilibrará la cuota legislativa de ARENA y el FMLN. De este modo, el partido de izquierda ha dejado de ser la "segunda fuerza" política del país, para convertirse en una fuerza que disputa la primacía al partido de derecha. Este es el resultado más notable de las elecciones del 16 de marzo y el que provocará los cambios más llamativos -a partir del 1 de mayo- en la composición de la Asamblea Legislativa.

En lo tocante a los resultados para los gobiernos municipales, al FMLN le fueron adjudicadas 48 alcaldías -mientras que en 1994 obtuvo 16-, además de otras 5 que fueron conquistadas en forma coaligada (2 con la Convergencia Democrática y 3 con el Movimiento Unidad). Por su parte, ARENA de 206 municipalidades ganadas en 1994 pasó a obtener solamente 161 en 1997, poniendo de manifiesto el malestar de muchas comunidades con alcaldes y concejos municipales que se vieron involucrados en casos de corrupción o administraciones fraudulentas. Así, el partido de izquierda se ha hecho de una cuota importante de poder municipal que le puede servir de plataforma -si son bien llevadas sus administraciones municipales- para las elecciones presidenciales de 1999. En este punto es de principal importancia el control de la alcaldía de San Salvador, pues en la misma se pondrá a prueba no sólo la eficacia administrativa de la izquierda salvadoreña, sino también su capacidad para concertar y hacer pactos con los diferentes sectores de la sociedad.

Gran ausentismo

En otro orden, el ausentismo ha sido sin lugar a dudas la categoría que mayor número de votantes carnetizados ha absorbido. Inmediatamente después de las elecciones se hizo público que el abstencionismo era de un 65% del total de votantes. Pese a que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no ha divulgado datos definitivos al respecto, todo parece indicar que más de la mitad del electorado decidió no asistir a las urnas. Este hecho, más que la pérdida o ganancia de cuotas de poder, es el que debería llamar la atención de los partidos políticos, pues indica un desconfianza creciente en el sistema político y en los partidos.

El ausentismo, sumado a la polarización del espectro político, levanta serias dudas sobre la potencialidad democratizadora del sistema de partidos políticos en la medida en que este no parece motivar a la sociedad civil al ejercicio del sufragio. A diferencia de las pasadas elecciones, no puede hablarse de una primera fuerza política. Por una parte, ARENA parece haber perdido la hegemonía necesaria para imponer su proyecto político, principalmente porque no tiene una respuesta para la problemática de la justicia social; por otra, el FMLN -sin gozar de una hegemonía suficiente para poner en marcha su proyecto político- se enfrenta con la tarea de hacerse creíble ante la sociedad a partir de la cuota de poder legislativo y municipal obtenido.

Los resultados de las elecciones sugieren que hasta ahora el rumbo de la política económica y social aún no satisface las expectativas de la mayoría de la población y que el sistema de partidos políticos continúa perdiendo credibilidad frente a la clientela electoral. Con todo, una nueva correlación de fuerzas socio-políticas se ha establecido en el parlamento. Aquí será decisivo el papel del Partido de Conciliación Nacional (PCN), el cual con sus 11 diputados estará en capacidad de inclinar la balanza hacia cualquiera de los partidos mayoritarios. Si ARENA logra atraer fácilmente hacia su feudo el apoyo de los 7 diputados del Partido Demócrata Cristiano (PDC) tendrá ante sí el reto de negociar con el PCN los votos necesarios para obtener una mayoría simple [ARENA (28)+PDC (7)+PCN (11)=46]. El FMLN, suponiendo que no tenga que sortear mayores dificultades para sumar a su favor los votos de los diputados de los partidos de centro izquierda (MU, PRSC y CD), así como los votos de los diputados del PLD, tendrá que dar muestras de su capacidad negociadora para hacer apoyar sus iniciativas con los votos del PCN [FMLN (27)+PRSC(3)+CD(2)+MU(1)+PLD(2)+PCN (11)=46].

En definitiva, el simple cálculo de las posibles alianzas en el parlamento indica que la negociación permanente será la regla que habrá de regir a nuestra próxima legislatura. En principio, el poder desmedido de las principales fuerzas políticas va a encontrar resistencias para imponerse y para imponer a la sociedad sus decisiones. Ya tuvimos bastante de la prepotencia de ARENA; ya vimos hasta donde se puede llegar cuando se posee el poder si mayor control. Quizás una excesiva concentración del poder en manos del FMLN hubiera generado una reacción violenta en sectores de la derecha resistentes a las reglas democráticas; también quizás se hubiera traducido en envalentonamiento en las filas del partido de izquierda. Ni una ni otra son buenas para el país; es mejor la moderación, la negociación y el diálogo. En los partidos pequeños recae la responsabilidad de hacer que la práctica política se haga merecedora del respeto y la confianza ciudadana. Para ello es necesario que los intereses de la nación sean antepuestos a los intereses personales y grupales; que la honestidad y la transparencia se conviertan en la regla esencial del comportamiento de los políticos y sus partidos.


El cariño del pueblo a Monseñor Romero

Quedarnos sin memoria es quedarnos sin identidad. La memoria de Monseñor Romero nos remite a la negrura del asesinato, pero nos remite también a la luminosidad del martirio, al compromiso y al amor. Esa memoria, que no vive de venganza y resentimiento, sino de agradecimiento y de esperanza, es la que hay que cultivar y defender. Y hay que guardarse del olvido que nos quieren imponer, como si el dolor de las víctimas no fuese sagrado y como si el amor de los mártires no fuese inspirador.

Por una parte sobre Monseñor Romero se ha cernido el silencio. Las instancias poderosas, el capital, la oligarquía, la fuerza armada, el gobierno, prácticamente todos los partidos políticos -con alguna excepción de personas- y la corte suprema de justicia, nada han dicho ni dicen de Monseñor Romero. Y no es que Monseñor sea un estorbo para la paz, como dicen -sin palabras- algunos, pero sí sigue siendo profeta. Los valores que el propició señeramente -verdad, compasión, justicia, profecía, utopía y, especialmente, volcarse a los pobres y desde ellos ver la realidad- no encajan nada bien con lo que ahora impone al país el neoliberalismo. Monseñor Romero no fue un profeta de calamidades, y hoy apoyaría lo bueno que se ha conseguido, pero -animando con el ejemplo- seguiría insistiendo en lo mucho que queda por hacer y en lo mucho que queda por des-hacer.

Y a esto hay que añadir que después de diecisiete años -y con su proceso de canonización en marcha- todavía no hay voluntad decidida en ninguno de los tres órganos del Estado de esclarecer el crimen más horrendo de nuestra historia. Son ya diecisiete años de vergüenza nacional.

Por otra parte, existe y crece un gran cariño hacia Monseñor Romero. Lo muestra, año con año, la celebración de su aniversario en muchos lugares, populares sobre todo, de muchas maneras, en eucaristías, vigilias, posters, camisetas... La misa de la UCA en su recuerdo fue la más atendida en los últimos años. Y al final, los asistentes prorrumpieron en aplausos cuando una señora se acercó al altar y declamó el poema de don Pedro Casaldáliga "San Romero de América". Lo hizo maravillosamente bien.

Esta tradición de Monseñor Romero persiste en lo escondido del corazón. Muchos encuentran en él la inspiración y el ánimo para seguir, la esperanza para animar a los demás, y eso ahora cuando no hay viento a favor. Y por eso está ocurriendo con Monseñor Romero algo que, quizás, no está previsto en las normas canónicas a seguir en los procesos de beatificación. Se habla en éstas de evitar el culto público y propiciar el culto privado. Pero lo que ocurre con Monseñor es que, por haberlo conocido mucha gente, lo que produce no es sólo ni principalmente deseo de darle culto, sino necesidad de agradecer y de mostrarle cariño. Esto va más allá del culto, y por eso no hay que interpretar el modo de hablar de él ("San Romero de América"), los corridos que se cantan en su honor y los posters que le recuerdan como una violación del culto público. Es simplemente cariño, lo que Dios pone en el corazón de hombres y mujeres agradecidas.

En conclusión, para unos Monseñor sigue siendo "signo de contradicción", y sería inútil, por cierto, que intentasen dulcificarlo -aunque estamos ahora en tiempos de buenos modos y de nada de conflictos- para cooptarlo. Sería hipocresía levantar ahora monumentos al profeta mártir sin un mínimo de conversión. Pero para las mayorías, los pobres, sigue siendo "una buena noticia de Dios". No se puede negar la evidencia. Gustará o no gustará, pero la verdad es que ni oligarquías ni gobiernos, ni embajadas, ni fuerzas armadas ni partidos políticos, han podido silenciar a Monseñor. Ya lo dijo Jesús: "Si éstos callan, las piedras hablarán". ¿Y qué es lo que hoy tiene que ofrecer al país ese Monseñor bueno, profeta, pastor y mártir?

"Transición" y "conversión". Estamos en tiempo de cambio y transición, pero Monseñor Romero diría que estos términos no expresan toda la verdad y que incluso puede encubrir lo fundamental de la verdad. Tal como ha sido la realidad de nuestro país, sería pura ingenuidad interesada pensar en pasar sólo a una realidad distinta, y no, en lo fundamental, a una realidad contraria a la anterior. Hay que transitar del mal al bien, de la mentira a la verdad, de la injusticia a la justicia... Y eso es conversión.

No es lo mismo conversión personal que transformación social, ni los mecanismos para conseguir ambas cosas son los mismos. Pero, sea lo que fuere, nuestro país necesita conversión, y la conversión -no sólo retoques- es lo que debe guiar los pasos del país. Y mientras no se vean así las cosas no habrán soluciones verdaderas ni duraderas. "Mientras no se conviertan, tendremos en esos idólatras al mayor peligro para nuestra patria" (4 de noviembre, 1979). No hay que ser ingenuos ni esperar milagros en la conversión de las estructuras. Pero tampoco hay que ser cínicos o mecanicistas y pensar que los cambios son posibles sin algo de conversión.

"Concertación" y "reconciliación". En muchos lugares están hoy juntos los que antes combatían a muerte. Firmaron la paz y, al parecer, han olvidado el pasado. Pero a eso Monseñor añadiría dos cosas. La primera es recordar a los protagonistas más reales de la reconciliación: madres de desaparecidos y asesinados, trabajadores sociales, sencillos combatientes, religiosas y sacerdotes, que han perdonado, admirablemente en muchos casos. Y la segunda es no olvidar que el conflicto fundamental no se dio al nivel político, ni siquiera al nivel de la guerra, ni es por lo tanto ahí donde se necesita con mayor urgencia la reconciliación. Este conflicto fue y sigue siendo la injusticia que genera pobreza. Así escribía en su tercera carta pastoral del 6 de agosto de 1978: "A nuestra gente del campo la está desuniendo precisamente aquello que la une más profundamente: la misma pobreza, la misma necesidad de sobrevivir, de poder dar algo a sus hijos, de poder llevar pan, educación, salud a sus hogares". ¿Hay un verdadero interés de los que tienen en abajarse a los que no tienen, pagando -ojalá gustosamente- algún precio por ello para que todos puedan vivir? Este es el meollo de la reconciliación: si en este país se está superando o no la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro.

"Economía" y "compasión". Y esta parábola nos lleva de la mano al problema fundamental: la vida de los pobres. Oficialmente se habla de que el sistema está funcionando porque produce crecimiento económico. Las nuevas medidas lo harán todavía más eficaz, y la clave de todo ello es "el mercado", palabra que ahora se pronuncia como si del nombre de Dios se tratase, a lo que se añade que "trae la salvación", como si fuese el nuevo y definitivo mediador.

Muy otra fue la visión de Monseñor Romero. Hay que denunciar la frialdad y crueldad del mercado, y a ello hay que oponer la "compasión", la re-acción del buen samaritano. "De qué sirven hermosas carreteras y aeropuertos, hermosos edificios de grande pisos, si no están más que amasados con sangre de pobres, que no los van a disfrutar" (15 de julio, 1979). "Es preciso defender lo mínimo que es el máximo don de Dios: la vida" (febrero, 1979). "Que no se olvide que somos hombres" (marzo, 1980). Esta compasión de Monseñor Romero es la que debe estar presente como principio configurador de nuestro país para humanizarnos y no animalizarnos -y para dirigir con creatividad y humanidad los caminos de la economía.

"Globalización" y "solidaridad". Nos ofrecen globalización, igualdad de oportunidades, aldea planetaria, como si el rumbo que lleva la historia nos igualase a todos. Esto ha sido pura falsedad en el pasado inmediato, y la globalización no tiene visos de igualar a los muchos pobres y a los pocos ricos. Si en 1960 un rico valía lo que treinta pobres ahora vale lo que sesenta. Pero incluso si la globalizacón material fuese posible, no es el modelo más humano de comprendernos los seres humanos en relación unos con otros. Ese modo más humano es la solidaridad: el llevarnos mutuamente unos a otros, la disponibilidad de participar en el mismo destino, y establecer relaciones de mutuo dar y recibir -aunque esto no es fácil para los poderosos, pues significa abajarse, superar paternalismos y prepotencias en la ayuda y -lo más difícil- aceptar la posibilidad siquiera de poder recibir de los pobres, que no sólo son explotados, sino también ignorados y despreciados. Y esto es precisamente lo que ante la impersonal y deshumanizada globalización nos ofrece Monseñor Romero.

Monseñor lo dio todo. Su tiempo, sus conocimientos, el peso moral de su cargo arzobispal. A los pobres les dio verdad, dignidad, confianza y esperanza, y les dio su amor hasta el final. Todo esto es bien conocido y no hay por qué detenerse en ello. Pero será bueno recordar su disponibilidad a compartir el destino de los pobres -ahí sí se dio verdadera globalización- en estas escalofriantes palabras: "Me alegro hermanos, de que nuestra Iglesia sea perseguida, precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres (15 de julio, 1979). Sería triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente, no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes" (24 de junio, 1979).

¿Y qué recibió Monseñor Romero de los pobres de su pueblo? "El pueblo es mi profeta", llegó a decir. "Yo creo que el obispo siempre tiene mucho que aprender del pueblo" (9 de septiembre, 1979). El pueblo crucificado, como el siervo de Jahvé, se le convirtió en "luz", y esa luz fue la que, en medio de muchas oscuridades, guió sus pasos hasta el final. Y del pueblo recibió también esperanza, gozo y alegría de vivir. "Con este pueblo no cuesta ser buen pastor. Es un pueblo que empuja a su servicio a quienes hemos sido llamados para defender sus derechos y para ser su voz" (18 de noviembre, 1979). Y esto, como él decía, le llenaba de "profunda satisfacción".

"Pragmatismo" y "martirio": "la utopía". El pragmatismo quiere obtener resultados con eficacia y a corto plazo, pero no repara en los medios y se mofa de la utopía -con lo cual con frecuencia los medios que utiliza son inmorales y el resultado final es deshumanizador. Como este pragmatismo se ha extendido por todo el mundo, como no es objeto de seria crítica y denuncia, sino que parece imponerse por sí mismo, y como nos está deshumanizando, se impone un correctivo, en lenguaje benevolente, o una alternativa crítica radical. Pensando en Monseñor Romero vamos a recordar, provocativamente, la importancia del martirio. No queremos que en este país haya un sólo asesinato más, pero sí queremos que siga presente aquello de lo que dieron testimonio los mártires. Queremos mantener con total seriedad lo que ellos y ellas vivieron y cómo esa vida puede humanizarnos en medio del pragmatismo -en lo cual nos va nuestro futuro.

Cuando los pobres son preguntados sobre Monseñor Romero suelen decir: "Monseñor dijo la verdad, nos defendió a nosotros de pobres y por eso lo mataron". Están claros, pues, en que lo mataron, pero tiene la gran clarividencia de saber por qué lo mataron, es decir, cuál fue su vida: decir la verdad y amar -defendiéndolos- a los pobres. Ante el pragmatismo, Monseñor Romero sigue hoy reclamando y exigiendo la verdad y el amor, sigue proclamando que ambas cosas humanizan -y que son posibles, porque lo muestran los mártires. Y los mártires logran así lo que no logra el pragmatismo: dar sentido a la vida, mantener la esperanza.

Nos quieren quitar la esperanza por inútil. Nos quieren quitar la utopía por imposible. Nos quieren quitar el derecho a soñar por irreal. Con ello quieren quitar la vida de los pueblos. Pero Monseñor y los mártires son los garantes de esas esperanzas, de esas utopías y de esos sueños.

Reflexiones como éstas las hemos ido ofreciendo en los últimos años. Ojalá que ahora cuando Juan Pablo II nos pide recordar a nuestros mártires para celebrar el tercer milenio y ahora que su proceso de canonización está en marcha, trabajemos por hacer realidad la utopía de Monseñor Romero.

Jon Sobrino


San Romero de América, Pastor y Mártir

El ángel del Señor anunció en la víspera¼

El corazón de El Salvador marcaba

24 de marzo y de agonía.

Tú ofrecías el Pan,

el Cuerpo Vivo

- el triturado Cuerpo de tu Pueblo;

Su derramada Sangre victoriosa

- la sangre campesina de tu Pueblo en masacre

que ha de teñir en vinos de alegría la Aurora conjurada!

El ángel del Señor anuncio en la víspera

y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte.

Como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.

Y se hizo vida nueva

en nuestra vieja iglesia!

Estamos otra vez en pie de Testimonio,

San Romero de América, pastor y mártir nuestro!

Romero de la Paz casi imposible en esta Tierra en guerra.

Romero, flor morada de la Esperanza incólume de todo el Continente.

Romero de la Pascua latinoamericana.

Pobre pastor glorioso,

asesinado a sueldo,

a dolar,

a divisa.

Como Jesús, por orden del Imperio.

Pobre pastor glorioso,

abandonado

por tus propios hermanos de Báculo y de Mesa.

(Las curias no podían entenderte:

Ninguna Sinagoga bien montada puede entender a Cristo.)

Tu ¨pobrería¨ sí te acompañaba,

en desespero fiel

pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.

El Pueblo te hizo santo.

La hora de tu Pueblo te consagró en el ¨kairós".

Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.

Como un hermano

herido

por tanta muerte hermana,

tú sabías llorar, solo, en el Huerto.

Sabías tener miedo, como un hombre en combate.

Pero sabías dar a tu palabra,

libre,

su timbre de campana.

Y supiste beber

el doble cáliz

del Altar y del Pueblo

con una sola mano consagrada al Servicio.

América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini

-en la espuma- aureola de sus mares,

en el retablo antiguo de los Andes alertos,

en el dosel airado de todas sus florestas,

en la canción de todos sus caminos,

en el calvario nuevo de todas sus prisiones,

de todas sus trincheras

de todos sus altares¼

¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!

¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro:

nadie

hará callar

tu última Homilía!

Pedro Casaldáliga


Carta a Monseñor Romero

Monseñor Oscar Arnulfo Romero

Presente

Recordado Monseñor:

Hace 17 años sellaron tus labios para que no siguieras denunciando la violación de los derechos humanos, sin embargo han pasado los años y tu recuerdo está latente.

¡Qué raíces más profundas dejaste en cada uno de los que comprendimos tu voz de Profeta!

Los surcos que abriste y las semillas que sembraste florecieron y los frutos están aquí, allá y donde quiera que tu presencia dejó la huella indeleble del Pastor que amó a su pueblo crucificado por la injusticia.

En el Evangelio del domingo 16, Jesús nos dice: "Si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto¼", por eso no hay duda, Monseñor, que se cumplieron en ti también estas santas y sabias palabras, porque tu sangre fertilizó el suelo de esta tierra sufrida y los frutos son abundantes.

La historia se repite Monseñor, tu amado pueblo es el escenario de la elección de los que dicen que harán de tu querida patria un modelo de país: libre, democrático, limpio, ordenado y donde las leyes erradicarán la delincuencia y la pobreza. ¡Cuántas veces hemos visto el mismo teatro y al final sólo nos queda el sabor amargo de una mascarada de pasiones donde el más hábil envuelve en su telaraña de mentiras y falsas promesas al que no está consciente de su rol fundamental dentro de la sociedad de ser honesto y justo! Si tuviéramos el valor que tuviste para anunciar y denunciar públicamente las injusticias y de exhortar a ser cristianos auténticos, creo que no estaríamos en este calvario que cada día se vuelve más doloroso, pero te confieso Monseñor, que a veces hemos llegado a conformarnos con esta agobiante realidad y no somos capaces de luchar por ser verdaderos artífices de la paz.

Sé que a lo mejor estoy causándote intranquilidad, pero conociéndote Monseñor, sin que te lo diga, tú estás sintiendo cómo tu querido rebaño está siendo crucificado y sé que sufres, pero también recuerdo que nos enseñaste a tener esperanzas y tu palabra crece como la semilla de mostaza, por ello sueño con un mañana feliz, con un horizonte lleno de luz donde las sombras que nos envuelven desaparecerán para dejarnos un arcoiris que sea el inicio de una sociedad humanizada donde no haya lobos ni caperucitas reales, sino sólo en los cuentos que deleitan a los niños.

Cómo quisiera que tus sentidas palabras: "La tierra ensangrentada nunca podrá ser fecunda¼", se hicieran vida, para que no recogiéramos los frutos amargos de la miseria, el hambre, el crimen y de la corrupción, sino que fraternalmente nos amáramos como tú nos enseñaste y para que en este año de la reconciliación todos viviéramos en paz como nos lo pidió el santo Papa.

Sueño con encontrar tu nombre en el santoral del día, porque tu vida, pasión y martirio es más que suficiente para merecer tu santificación. Estoy segura que tu himldad y sencillez se oponen a lo que todos anhelamos, pero quieras o no tenemos un altar en nuestro corazón donde estás tú como el Santo Pastor que manifestó su máxima expresión de amor al dar su vida por su amdo pueblo.

¡Gracias Monseñor Romero!

Estoy segura que estás disfrutando de la presencia de nuestro Padre Celestial en compañía de todos los mártires de la Iglesia y principalmente los de la UCA, salúdalos por favor y diles que también los recordamos con cariño y agradecimiento.

¡Hasta pronto Santo Pastor!

Con muchísimo cariño,

Una oveja de tu rebaño


Pensamientos sobre Monseñor Romero

¡Hola Monseñor Oscar!

Hermano, Compañero del alma¼ desde México celebramos siempre tu martirio.

No puedo olvidar los momentos que compartí con Ud. en los primeros días -y años de mi sacerdocio. Me ordenaron el 15 de agosto, cuando Ud. nació¼ y acabo de cumplir 25 años y en cada 15 de agosto vivo su persona y obra de santo.

Alguien me acaba de decir o plantear que por cuál cosa se es mártir: ¿por la vida o sólo por la clase de muerte padecida? Yo le dije que por las 2 cosas (él no cree en eso) bueno¼

Ayúdenos desde la gloria en esta nueva etapa del pueblo salvadoreño.

Cómo estaría de contento hoy 17 por este triunfo del FMLN. S. Oscar, ¡ruega por nosotros¡ (Mario Bernal).

"Con Monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador" (Alumna de 2º año del Colegio La Asunción).

¡Cuán hermoso es el sencillo nombre de cristiano!

Monseñor, se empiezan a abrir los caminos a la verdadera democracia. Esperemos, Dios mediante, que bajo la luz del Evangelio y observando tu ejemplo, llevemos cristianamente la patria hacia el camino correcto (Gerardo).

Monseñor Romero, durante estos 17 años tú has resucitado en nuestro pueblo. Sigue guiándonos para seguir a Cristo de forma auténtica como tú lo hiciste. "No hay amigo mayor que aquel que da la vida por sus amigos" (Del colegio de La Asunción).

Ya ves Monseñor, se van dando los pasos para que se "salve el proceso" que tú decías es lo más importante.

¡Estamos alegres! por el "gane" y porque tú sigues presente (Alma devota).

Testigos en el camino: ayuda y gratitud desde Jesús (Anónimo).

Cada niño rescatado es un Jesús resucitado (Bárbara).

Nosotros creemos que Monseñor Romero es un buen ejemplo y modelo para los Cristianos hoy, porque él, como Jesús, fue un defensor para los pobres. Oremos para que Dios nos dé sinceridad y valor de ser Cristianos en el mundo como fue Monseñor Romero (Hans, de la Iglesia Luterana de Noruega).


Rutilio y Romero en la Resurrección de Jesús

La conmemoración de nuestros mártires P. Rutilio y Mons. Romero, en los días 16 y 24 de marzo respectivamente, ha alcanzado mucha más participación que otros años; sobre todo de jóvenes. La identidad del pueblo salvadoreño ya esta sellada para siempre con la sangre derramada por estas dos figuras proféticas de la liberación integral.

Las fechas martiriales de estos santos populares han coincidido con la celebración de la Semana Santa, domingo 23 al sábado 29 de marzo. Es como si Jesús, después de haber sido ajusticiado por los poderes opresores tanto religiosos como políticos, quisiera demostrar al pueblo salvadoreño que Rutilio y Romero también han triunfado frente al odio de sus enemigos, por la fuerza que emana del Mesías resucitado. El amor que es energía de vida solidaria, perdura siempre frente al egoísmo de muerte generado por poderos represivos.

Dos celebraciones que infunden esperanza

En cuanto a la memoria del P. Rutilio Grande, si estupenda fue la celebración en la capilla de la UCA, apoteósica fue la que se realizó en Aguilares, su parroquia hasta la muerte. En la Universidad presidió el P. Adán Cuadra, provincial de los jesuitas para Centroamérica y concelebrada por unos 15 sacerdotes. En la segunda, la presidencia de la Eucaristía estuvo a cargo de Mons. Rosa, acompañado por más de 60 presbíteros, estando el templo abarrotado de gente.

La hermana Mayra Scott comenta las palabras de Mons. Rosa en su homilía de Aguilares: "Recordar es vivir"... "Hay que vivir nuestro compromiso al estilo de Rutilio para seguir cambiando la historia"... "Celebramos al Dios de la vida que siembra alegría, destruyendo así la tiniebla de la muerte"... "Rutilio encarnó el evangelio en la cultura salvadoreña".

El P. Adán, dice María Teresa, tuvo una buena homilía: "Esta es la celebración de un pueblo que sigue en lucha, como Rutilio, para construir la paz".

A Mons. Romero este año se le ha conmemorado en muchísimos lugares esparcidos por toda la geografía de El Salvador. Prácticamente en todas las diócesis. En nuestra arquidiócesis, entre las muchísimas celebraciones y actos culturales en parroquias, colegios, hospitales, comunidades, cantones y otros centros, están los alegres cultos en la UCA, El Rosario, Ciudad Romero, Santa Lucía, Soyapango, San Antonio Abad, Ciudad Barrios, Ciudad Delgado, Catedral y Plaza Cívica; San José del Pino y Parroquia del Carmen de Santa Tecla. Además, en los colegios de Oscar Arnulfo Romero, Sagrado Corazón, Hogar Divina Providencia, Fátima, etc.

Al resucitar Jesús, la alegría y valor que produjo en los discípulos hizo que se extendiese la fe por todo el mundo conocido de aquella época. Así también, por la gracia que se desprende del Crucificado-Resucitado, la memoria liberadora de nuestros mártires es fuerza incontenible que se va extendiendo entre el pueblo salvadoreño y las nuevas generaciones.

Podemos afirmar que, si con la muerte por la causa de Jesús de estos dos grandes mártires, el pueblo salvadoreño se llenó de tristeza. Al celebrarlos este año, se experimentó la alegría de la resurrección de Cristo en Rutilio y Romero.

Quiénes fueron

Carmen López, franciscana de María Inmaculada, considera a Rutilio un hombre creyente que supo identificarse con su pueblo conforme a los signos de los tiempos. Llegó con sencillez al corazón de los hombres y mujeres humildes; teniendo el valor de denunciar a los que golpeaban a los trabajadores y campesinos.

Mons. Romero, participa la dominica de la anunciata María Teresa Enríquez, supo leer desde el pueblo lo que Dios quería de él. Supo ser un buen pastor; "la voz de los sin voz" para los pobres y marginados indefensos ante la bestial represión desatada en nuestro país.

Rutilio y Mons. Romero, añade Mayra Scott, también hermana franciscana, supieron descubrir a Dios en la historia presente, en los excluidos. Ambos fueron muy humanos y religiosos; desde la fe, dieron esperanza y dignidad a las clases populares humilladas. Fieles hasta el final, Rutilio y Romero hicieron de sus propias vidas una buena noticia que libera, al entregarse al martirio con la esperanza en el Resucitado. Con ambos profetas, el pueblo salvadoreño ve ahora más claro cuál es el verdadero Dios de los pobres encarnado en Jesús.

Actualidad del mensaje de nuestros mártires

La hermana Carmen López dice que la voz de nuestros mártires, en su época, resonó e incomodó por sus respectivos mensajes de justicia a favor de los pobres. Ahora, aunque hay democracia, es pura apariencia. Se necesita asumir el mensaje de Mons. Romero y el P. Rutilio para que, imitando su compromiso de anuncio y denuncia, sigamos construyendo el Reino de Dios.

Para la religiosa María Teresa, sus respectivos mensajes siguen siendo actuales. Israel vivió un éxodo, pero a lo largo de su historia, el recuerdo de ese gran acontecimiento fue conduciendo al pueblo de Dios, aun a pesar de sus desviaciones, hacia la salvación. Hoy, en nuestra realidad salvadoreña, sigue habiendo violencia, opresión y represión. Por tanto las palabras de Rutilio y Romero son presencia concientizadora. Mientras permanezca la violación de los derechos humanos, el pensamiento de estos santos siempre es cuestionante.

Mayra Scott afirma que mientras en la sociedad haya injusticias su mensaje no sólo será actual, sino urgentemente necesario. Por tanto, si la Iglesia calla, habrá que denunciarla.

Frases para el compromiso

Para que nos sirvan a la tarea de transformar esta sociedad del capitalismo neoliberal, en donde los poderosos son como lobos para los humildes, bueno es tratar de hacer compromiso el evangelio de Mons. Romero. Destacamos:

* "Los ricos que están de rodillas ante el dinero, aunque vayan a Misa son idólatras, no son cristianos" (11 nov 1979/VII 426).

* "Una Iglesia que no se une a los pobres no es verdadera Iglesia de Jesucristo" (17 feb 1980 / VIII 233).

* "Una persona cristiana que se solidariza con la parte opresora no es verdadera cristiana" (16 sep 1979/VII 262).

Pedro Serrano


Letanías de resurrección, cambiar de Dios y el jubileo del 2000

Don Pedro Casaldáliga

Hace poco don Pedro Casaldáliga dio una larga entrevista sobre cómo ve él las cosas de los hombres y las cosas de Dios. Publicamos lo que llamamos su "letanía de resurrección", lo que dice sobre "cambiar de Dios" y sobre el jubileo 2000.

Letanía de resurrección

Motivos de esperanza no faltan. Subiendo desde la tierra, desde los pobres. El Frente Zapatista de Liberación Nacional nos ha convocado a "la Internacional de la Esperanza", a la esperanza rebelde que "rechaza el conformismo y la derrota", a resistir contra ese "crimen mundial llamado neoliberalismo". Y a esta idea de los zapatistas, que es también nuestra idea, "algunos -dicen ellos, con su gallardía habitual- la llaman necedad; nosotros la nombramos esperanza".

El movimiento de los "Sin Tierra " en Brasil ha realizado este año 167 ocupaciones victoriosas. Y los pueblos indígenas del mundo siguen celebrando su decenio. Se han multiplicado la movilización, los manifiestos, las acciones de las mujeres en el Continente y en el mundo. La manifestación, con sus diversas facetas, de lo que llamamos ciudadanía es hoy una realidad mundialista reconocida; no sólo en las ONGs y entidades semejantes, sino también en las acciones más espontáneas y cotidianas, de salud, de educación y cultura, de comunicación, de solidaridad.

Políticamente hablando, los partidos más populares en realidad no pueden arrogarse victorias mayores. Sin embargo, en las últimas elecciones de Brasil, el partido de los trabajadores, aun sin conquistar las alcaldías que esperaba, ha crecido en conjunto en el país. Y en Nicaragua -siempre un poco original la querida Nicaragua- casi ganan las elecciones los maltratados sandinistas. (En paréntesis puedo decir que hay quien cree que las perdieron por las actitudes del cardenal Obando -dignas de una novela anticlerical- dándole la lectura de la misa y el palio de la procesión al candidato contrincante, conocido somocista. Aconsejo leer el número de "Envío" del mes de noviembre del 96).

La teología de la liberación ha celebrado simbólicamente sus 25 años de vida militante y de salud evangelizadora. No voy a defenderla de nuevo, porque se defiende sola mientras haya Dios de los pobres y Evangelio de Jesús e Iglesia samaritana.

Argentina, como reponiéndose más de un cierto letargo y con la participación significativa de varias personalidades del continente, celebró en agosto los 20 años del martirio del obispo Angelelli, "con un oído al Evangelio y el otro al pueblo". Un grupo perseverante de comunidades y sacerdotes argentinos consolidaron su seminario de formación teológica anual, realizado siempre a la luz de la opción por los pobres.

En Cachipay, Cundinamarca, de esa Colombia tan "martirizada, militante y hospitalaria", del 10 al 14 de octubre pasado, nos reunimos 360 hermanas y hermanos de 24 países del Continente, de Europa, Asia y Africa, para celebrar la II Asamblea del Pueblo de Dios (APD). Y en esa hora, tan colombiana y mundial, de "duelo entre la vida y la muerte", nuestra consigna y el compromiso de la Asamblea fue "¡Creemos en el Dios de la Vida y defendemos la Vida de nuestros Pueblos!". Por cierto que, inmediatamente después de la APD, en Juiz de Fora, Brasil, celebramos también un encuentro macroecuménico, conmemorativo de los diez años de la Jornada mundial de oración por la paz realizada en Asís.

Las comunidades eclesiales de base, que han tenido encuentros importantes -Colombia, Paraguay, México, Argentina¼-, se preparan aquí en Brasil para el IX Intereclesial de las CEBs, que se va a celebrar en Sao Luis do Maranhao, del 15 al 19 de julio del 97, con el tema "CEBs, vida e esperança nas massas".

El secretariado de Pastoral Indígena (SEPAI), del Celam, reunido en octubre del 96 en Bogotá, con el intento de articular mejor la pastoral indígena a nivel latinoamericano en el umbral del tercer milenio, destacaba como señales de esperanza la creciente autoafirmación de los pueblos indígenas con sus organizaciones propias y una siempre mayor participación de la mujer india; la nueva visión de la Iglesia con respecto a las culturas indígenas, e incluso "respeto y aprecio por la teología indígena".

Brasil, y todo el mundo en cierta medida, esperan celebrar, como un verdadero Kairós de la pastoral familiar, el II encuentro mundial del Papa con las familias, los días 4 y 5 de octubre en Río de Janeiro.

Finalmente, Timor del Este, masacrado por la imperialista Indonesia bajo el conveniente silencio del mundo occidental, acaba de recibir el premio Nobel de la paz en las personas del obispo Carlos Felipe Ximenez Belo y del abogado José Ramos Porta. Todos cuantos nos solidarizamos con la causa de Timor del Este hacemos extensivo el premio de la resistencia y de la paz al líder Xanana Gusmao, que sigue luchando desde la cárcel por la liberación de su pueblo.

Cambiar de Dios

En la Asamblea de Colombia, "frente a la mundialización del ídolo de la muerte que el sistema neoliberal preconiza, proclamamos la mundialización del Dios de la Vida y su presencia creadora en el universo". "Confesado por mil nombres, revelándose en mil rostros, a través sobre todo de la fe cristiana y de las religiones indígenas y afroamericanas, El es siempre mayor que todas nuestras confesiones, más bello que todas nuestras imágenes, único en los más diversos encuentros". "Por El y con El nos negamos al fatalismo de un supuesto final de la historia y rechazamos toda exclusión, prepotencia, miedo y muerte".

Desde los diferentes sectores sociales y de las diversas prácticas de liberación (indígenas, mundo africano, juventud y niñez, mujeres, campesino-rural, urbano y telógico-pastoral), celebramos el Dios de la Vida y la Vida de nuestros pueblos. Definíamos, con mayor precisión, el macroecumenismo como una espiritualidad: una actitud nueva, una nueva visión, una lógica alternativa y enriquecedora. Reconocíamos que no siempre sería comprendida esa espiritualidad, porque exige superar las barreras de las propias confesiones con la audacia y la creatividad de una fe macroecuménica y conjugar dialécticamente la identidad, el pluralismo y la complementariedad. Bien concretamente definíamos así "los rasgos mayores de la espiritualidad macroecuménica":

1. La madurez y la libertad en la afirmación de la identidad propia desde el género, la cultura, la fe religiosa y la condición social.

2. La escucha contemplativa del Dios de la Vida que sigue revelándose y la pasión por su proyecto de liberación plena.

3. La apertura fraterno-sororal a todas las personas y a sus culturas y religiones, y el diálogo sincero, autocrítico y crítico, en pie de igualdad.

4. La sensibilidad misericordiosa y la solidaridad eficaz frente a toda situación de marginación y muerte.

5. La celebración, gratuita y esperanzada, del Dios de la Vida de la Humanidad y de la hermosura de la tierra y el cosmos, hoy dramáticamente amenazada.

Creo sinceramente que, en esta hora de la historia y del cosmos, Dios nos llama al ecumenismo, al macroecumenismo, al diálogo total entre todas las personas e instancias de todos los continentes y culturas y religiones que quieran seguir siendo vivas, humanas y fraternas. Esa otra mundialización de la Vida que la mundialización de la muerte nos obliga a asumir por necesidad de sobrevivencia cuando tal vez no la viviríamos por conciencia y en gratuidad. Las grandes Causas de la Vida en sus varias manifestaciones, de la preservación del cosmos, de los derechos humanos y los derechos de los pueblos, de la paz con justicia, dignidad y libertad, nos convocan a la unidad. Si la guerra de religiones o de razas ha sido siempre absurda y suicida, hoy lo es definitivamente más, en esta encrucijada de la aldea global sin fronteras .

Me preguntan mucho: "Cambiar de Dios, ¿a qué te refieres?" Y mi respuesta es: "A eso. A ensanchar la propia teología, la propia fe, a dejarle a Dios "ser Dios", a ir creyendo siempre más en el "Dios mayor", a reconocerlo a tráves de todas las múltiples presencias de su Presencia, única, universal y salvadora. Yo me pregunto en un poemilla: 'Mi Dios, ¿me deja ver a Dios?'"

El teólogo cingalés Tissa Balasuriya habla, desde Asia, de la necesidad de una "teología planetaria". No se trata de minimizar la revelación bíblica, ni de negar la universalidad de la mediación de Jesucristo, ni de ignorar la especificidad cristiana. Se trata de rever nuestra teología, nuestra cristología y nuestra eclesiología, aculturadamente miopes, secularmente colonizadoras. Se trata de creer, efectivamente, en la voluntad salvífica universal de Dios, que envió a su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo. Se nos abre por ahí un largo camino de escucha, de acogida y de encuentros.

El jubileo del 2000

Qué menos que celebremos los 2000 años del nacimiento de Jesucristo. Lo decisivo es que lo celebremos bien. Yo pienso que la celebración jubilar del año 2000 tanto puede ser un acontecimiento de conversión eclesial histórico como un festival autoidolátrico del cristianismo. Espero que la Iglesia de Jesús -las Iglesias, la Iglesia- celebre, agradecidamente y penitencialmente a la vez, esos veinte siglos de Evangelio bien vivido y mal vivido; la buena nueva y la mala nueva que simultáneamente ha sido el cristianismo entre santidad y pecado, entre caridad y guerras religiosas, entre iluminación y fanatismo, entre universalidad y colonización.

La apertura del "Proyecto de evangelización rumbo al próximo milenio" se celebró en Brasil, significativamente, en la Candelaria, de Río de Janeiro, como lugar dramáticamente simbólico porque en él aconteció aquella triste masacre de niños de la calle. ¡Desde la vida de los pobres hay que celebrar el Jubileo de la Redención!

La Iglesia católica prepara varios sínodos continentales para este final de siglo, después del Sínodo de Africa. (Con respecto al Sínodo para América caben algunas restricciones serias, porque los lineamentos ignoran los grandes testimonios y conquistas de nuestra Iglesia latinoamericana y porque ese Sínodo podría intentar ser el fin de nuestros providenciales "concilios" -no sólo consultivos sino también decisorios- de Medellín, Puebla, Santo Domingo).

Acabamos de celebrar los 450 años de la muerte del reformador Martín Lutero, cada vez más rehabilitado en la Iglesia católica también. Y el pastor Konrad Raiser, Secretario del Consejo Ecuménico de Iglesias, propone un Concilio Cristiano Universal de las Iglesias ortodoxas, católica, protestantes y pentecostales. Ciertamente, esta iniciativa sería una auténtica teofanía del Dios de Jesús, pero me temo que no seremos capaces de gestos mayores. Hay que estar alerta para que la celebración del jubileo no se quede en documentos solemnes, celebraciones transitorias y artificios de luces e incienso.

¿Consejos que dar? Más que consejos, tengo dos constataciones: una que se refiere al diablo y otra que se refiere a Dios.

Glosando al sabio sufí Jalaluddin Rumi, en su "Masnavi", uno puede preguntarse estupefacto: "El becerro de oro [del mercado total] ha mugido. Pero ¿qué es lo que habrá dicho ese becerro de oro para que [tantos] tontos sientan toda esa devoción por él?".

Y el teólogo humorista José Luis Cortés presenta una entrevista, con el consiguiente reportero, cámara en ristre, sobre la cara misma de Dios, y preguntándole: -"Como Dios que eres, nunca dormirás, claro¼" -"Nunca". -¿Y a qué dedicas todo ese tiempo libre?¼" -"¡Perdono!".

Con esa advertencia del sabio sufi y bajo esa infinita ternura de Dios, les abrazo a todas y a todos, en la paz, en el compromiso y en la esperanza.


UCAPágina principal UCA