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Carta a las Iglesias, AÑO XVII, Nº 376, 16-30 de abril de1997
En el camino de la deshumanización
Nuestra procuradora de derechos humanos lo formuló muy bien. "No se puede aprobar la toma de la embajada en Lima, pero no se puede aplaudir cómo fueron liberados los rehenes". Y eso ¿por qué? En último término porque hechos como éste impiden que los avances políticos humanicen a los pueblos, mientras que aceleran la deshumanización, aun con nuevas democracias. No estamos ya en regímenes militaristas, ciertamente, pero sus males -que tienen sus raíces en la condición humana- no desaparecen por arte de magia, sino que siempre hay que estar en guardia contra ellos. Digámolos con palabras sencillas.
En el desalojo de la embajada el gobierno de Fujimori violó el octavo mandamiento: "no mentir". Solemnemente se había comprometido a resolver el problema pacíficamente y no por la fuerza. Esta mentira es siempre principio de deshumanizacón, hace que la palabra -vehículo fundamental para comunicarnos los seres humanos unos con otros- no tenga valor. Y si la mentira, burda o sutil, proviene del presidente de una república, entonces el daño es mucho mayor. Si otros presidentes y personalidades mundiales apluden y se congratulan, entonces los pequeños, los de abajo, quedan desprovistos de ese gran bien que llamamos la verdad. Lo primero que murió en la embajada es la verdad.
Se violó también el quinto mandamiento: "no matar". Puede discutirse si, en sí mismo, el operativo militar estaba justificado. Pero es absolutamnte condenable que se asesinase a sangre fría a guerrilleros, al menos dos o tres de ellos, que quisieron rendirse. Cuentan que uno de ellos, con metralleta en mano, pudo haber disparado a los rehenes cuando comenzó el ataque, pero no lo hizo. Al mirarles a la cara no pudo. El sí cayó abatido por el comando militar. Contra esto han protestado ya varias instituciones de derechos humanos, pero esto no se publica y se comunica con la misma fuerza que la borrachera y euforia de triunfo. En la embajada murió la vida.
Y se ha violado también un mandamiento que, a falta de mejor nombre, llamamos "no despreciar la dignidad de un ser humano". Las primeras noticias oficiales hablaban de "un rehén muerto y dos bajas militares". Ni una palabra de los otros catorce seres humanos. Sus cadáveres no fueron mostrados ni mucho menos fueron entregados a sus familias, crueldad que no tenían los llamados pueblos primitivos que siempre entregaban el cadáver. Algunas familias celebraron eucaristías en su recuerdo. Sólo después fueron enterrados como seres humanos en diferentes cementerios. En la embajada murió la dignidad.
Entiéndasenos bien. El secuestro, como forma de aterrorizar para conseguir un fin, es condenable. Además, incluso desde un punto de vista político es obsoleto. No aprobamos, pues, la toma de la embajada. Pero hay que protestar contra su desenlace porque viola los mandamientos que prohiben mentir, matar y despreciar. Todo ello deshumaniza, introduce barbarie en el aire que respira nuestro espíritu. Celebrar el triunfo de Fujimori es deshumanizante. Es olvidar que, por vocación y trayectoria, el presidente peruano es un dictador más que un demócrata. Ha logrado acabar con la inflación, pero no con la miseria. Y, sobre todo, no ha dudado en violar sistemáticmente los derechos humanos, como lo acaba de recordar Amnistía internacional.
Pero lo peor no es el personaje, sino el esquema. En otro artículo de esta Carta se habla de la criminalidad en el mundo -El Salvador ocupa el primer lugar mundial- que acompaña al sistema económico imperante. El caso de la embajada en Lima muestra el militarismo que acompaña (o puede acompañar) a la democracia. Y eso es lo deshumanizante: quitar esperanza a la gente de que las cosas buenas pueden convergir, y que para hacer un bien no hay que estar dispuesto a hacer el mal. La liberación de los rehenes es un bien. El operaivo para conseguirlo es una aberración.
El presidente peruano Alberto Fujimori ordenó el violento y espectacular operativo de las fuerzas armadas peruanas con el que se puso fin a la crisis de los rehenes en la embajada japonesa en ese país suramericano. Con ello, Fujimori le dio una demostración al mundo de la manera en que su democracia resuelve los conflictos de este tipo; el mismo día, los mandatarios de la mayoría de los países americanos aplaudieron emocionados hasta las lágrimas y se apresuraron a felicitar a su homólogo peruano por el heroico rescate y por el oportuno exterminio de los 14 guerrilleros del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).
Y es que la liberación de los 72 rehenes por la vía armada no fue un simple rescate, fue un acto simbólico con el que se afirmó un tajante "no más" a las acciones subversivas de los pocos movimientos guerrilleros que persisten aún en el mundo. Tal como lo interpretó Fujimori, y con él un gran número de gobernantes, el operativo de las fuerzas armadas peruanas era, más que la solución a un problema meramente nacional, una advertencia a cualquier grupo con actividades al margen de la legalidad estatal de que el modo con que reaccionarán de ahora en adelante nuestras incipientes democracias ante cualquier agresión izquierdista será fiero y mortífero. No importará la sangre derramada ni el riesgo que puedan correr personas inocentes; tampoco importará que la legalidad sea violentada y que el mecanismo de la negociación sea descartado de antemano. Este es el mensaje de Fujimori. Eso es lo que ha sido aplaudido por muchos en El Salvador.
Al observar el hecho de una manera más fría, es inevitable que surja una pregunta: ¿eran conscientes los miembros del grupo del MRTA que se tomó la embajada que su acción conduciría únicamente a su propio exterminio? ¿Fue la toma de los rehenes un mero preámbulo para su propia inmolación? Para contestar a esta pregunta hay que recordar que las exigencias que pusieron los guerrilleros para liberar a los rehenes se fueron reduciendo paulatinamente hasta llegar a una sola: la excarcelación inmediata de los miembros del MRTA que guardaban prisión; exigencia que desde el principio fue rechazada por Fujimori. ¿Por qué, entonces, no buscaron negociar una forma de abandonar pacíficamente la embajada y obtener asilo en algún país en que pudieran ponerse a salvo, Cuba por ejemplo? ¿O es que acaso el fin de su arriesgado plan era, tal como sucedió, ser aplastados sin pena ni gloria?
No hay que perder de vista que si el objetivo del grupo del MRTA que se tomó la embajada era el de obligar a la opinión mundial a que tomara conciencia del estado y la clase de democracia que había implantado Fujimori en el Perú, entonces es necesario afirmar que la misión fue un absoluto fracaso. Y ello porque, pese a las denuncias del MRTA, internacionalmente no sólo no se criticó la gestión del gobierno peruano, sino que incluso se avaló su falta de flexibilidad y disposición al diálogo. En lugar de alcanzar una victoria política, los emerretistas se prestaron a un juego en el que a ellos se les asignó el papel de simples delincuentes y en el que las huestes de Fujimori asumieron el papel de víctimas de una agresión brutal. Llámese falta de habilidad política o, en su defecto, de estrategia militar, el comando del MRTA solamente pudo hacer presencia como un grupo de temerarios terroristas destinado a la derrota. Esa es la imagen que los medios de comunicación les fabricaron y que los militantes emerretistas no pudieron desmentir ni siquiera con su muerte.
Seguramente no faltarán sectores en la izquierda latinoamericana que tratarán de hallar en el trágico fin de la crisis peruana un objeto de culto, una renovada manifestación del romanticismo revolucionario de los años setenta, una victoria en la derrota de los ideales de la lucha por la igualdad contra gobiernos opresivos e injustos. Sin embargo, realizar esta idealización es hacer gala de un maniqueísmo y de una simpleza imperdonables. A estas alturas de los tiempos, tanto los que suspiran con nostalgia por aquellos momentos de la historia latinoamericana, en que el hombre comprometido con la realidad era el que vagaba por las montañas de su país defendiendo a los pobres con un fusil al hombro, como aquellos que pretenden encarnar todavía este pasado, deberían de haber comprendido ya que los actos suicidas y los discursos inconsistentes y retóricos ni sacan a los marginados de su situación ni logran cambios en la manera de hacer política de lo gobiernos, por muchas buenas intenciones que en ello se ponga. En este sentido, la acción del MRTA fue más un suicidio que un acto político de protesta por condiciones intolerables; más un palo de ciego, emanado de una izquierda confundida en su forma de hacer política, que un acto de heroísmo y arrojo.
Ahora bien, ¿qué decir de la respuesta del gobierno peruano ante la crisis de los rehenes? Ante todo, una cosa es clara: la solución por la vía armada buscó ser más una expresión de la polémica e intransigente personalidad del presidente Fujimori, de su forma de hacer política, que adaptarse o ser consecuente con las condiciones de los rehenes y las exigencias de un sistema democrático. Ciertamente, en una situación en la que la vida de sujetos retenidos en contra de su voluntad corre peligro, la eliminación física de sus captores se vuelve casi la única salida. Pero en el caso peruano la integridad física de los rehenes estaba de algún modo asegurada; muestra de ello es que los captores habían permitido el ingreso de médicos para que velaran por la salud de los rehenes y habían afirmado en reiteradas ocasiones que no se procedería al asesinato de alguno de ellos como forma de presión para el cumplimiento de sus exigencias.
Así pues, el único momento en que la vida de los rehenes colgó de un hilo fue cuando las tropas élites peruanas atacaron la embajada. Por ello, la acción ordenada por Fujimori estaba orientada a servir de castigo ejemplarizante; por ello, no hay lugar para afirmar que la democracia en Perú salió triunfante. ¿O acaso la democracia debe hacerse respetar a sangre y fuego? Si ello es así, ¿qué distingue a Fujimori de un comando que veía en la violencia la única manera de hacerse escuchar?
La "solución" de la crisis peruana tuvo su eco en nuestro país. Sin duda, hubo voces que se mostraron en desacuerdo con el modo modo de proceder del gobierno peruano, pero los principales medios de prensa -en una práctica que se va haciendo normal- dieron amplia cobertura a las posturas -especialmente las provenientes del gobierno salvadoreño- que avalaron la irracionalidad del estado peruano.
Así, el diputado del PCN Dagoberto Marroquín afirmó, que la liberación de los diplomáticos en el Perú debe interpretarse como la señal de que en el mundo "la violencia no tiene cabida". Si esta afirmación no hubiera sido hecha como reflejo de buena parte de la opinión mundial al respecto, sólo podría interpretarse como una más de las incoherencias en las que caen nuestro políticos faltos de toda educación e inteligencia, pero por serlo, es digna de las mayores preocupaciones, puesto que entonces se está admitiendo que el ejercicio de la violencia irracional es legítima en tanto la realiza el Estado y aberrante cuando la utilizan grupos a los que éste les niega reconocimiento legal. ¿Cómo hablar de que la violencia de unos no tiene cabida cuando una violencia posterior ejercida por otros la detiene?
En el mismo sentido se deben analizar las afirmaciones contenidas en un comunicado de prensa emanado del partido ARENA. En él, este instituto político "se une al júbilo de todo el mundo civilizado por la liberación de los rehenes". De nuevo es obligatorio preguntar ¿qué tipo de civilización es aquella que se alegra de resolver conflictos recurriendo a la muerte y la violencia? ¿No es éste el mismo tipo de civilización que se utilizó para "civilizar" hace un siglo a los bárbaros nativos de Africa, Irlanda y las estepas norteamericanas? ¿Podría entonces considerarse como incivilizado a un individuo, grupo o nación que decidiera mantenerse al margen de la lógica de la violencia como respuesta a la violencia?
Los sucesos acaecidos en Perú y la respuesta que a ellos han dado buena parte de las naciones del mundo no son sólo muestra del malestar de la democracia y la sociedad peruanas; son muestras palpables del malestar de la modalidad de civilización por la que se rige la comunidad internacional. En la liberación de los rehenes en Perú no sólo murieron los emerretistas, también murieron el respeto incondicional a la vida humana, los valores mínimos de la democracia y la fe en el progreso hacia niveles más humanos de convivencia.
Quienes internacionalmente criticaron la decisión de Fujimori en nombre de los valores mencionados no tuvieron el espacio merecido en nuestros medios de comunicación, muchos de ellos cada vez más inclinados a favorecer un clima de opinión que tiene que alinearse del lado de una única visión de la realidad: una visión neoconservadora que proviene de -y favorece a- los círculos de derecha.
Reacciones sobre la liberación de los rehenes del MRTA
Armando Calderón Sol sobre Alberto Fujimori:
"Pacientemente trató de evitar ese desenlace, pero obligado por las circunstancias tuvo que tomar esa decisión firme y valiente, en defensa de los derechos humanos y de las instituciones democráticas peruanas". (La Prensa Gráfica, 23 abril 1997. 8-A).
El gobierno salvadoreño, en un comunicado de prensa difundido por la Secretaría de Información de la República, lamentó lo que consideró
"Como una actitud intransigente de los terroristas del MRTA que con sus posiciones radicales cerraron todas las vías posibles para una solución pacífica e incruenta, como propuso e insistió el gobierno y pueblo peruano, así como los presidentes y pueblos de las naciones directamente afectadas". (La Prensa Gráfica, 23 abril 1997. 8-A).
René Figueroa, del partido ARENA y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea Legislativa:
"Se tiene que ser claro, que no se puede dejar chantajear por este tipo de acciones, donde se toman rehenes ". (La Prensa Gráfica, 23 abril 1997. 8-A).
El Partido ARENA en comunicado de prensa:
"Se une al júbilo de todo el mundo civilizado por la liberación de rehenes, que permanecieron prisioneros de un grupo terrorista". (La Prensa Gráfica, 23 abril 1997. 8-A).
María Marta Valladares, presidenta de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa.
"Es condenable, que aspectos que se puedan resolver mediante otras vías políticas, sean resueltos por una vía violenta". (La Prensa Gráfica, 23 abril 1997. 8-A).
De acuerdo a La Prensa Gráfica agregó que además de poner en riesgo la vida de los rehenes, el gobierno peruano demostró que no tiene la capacidad para entenderse y solucionar los problemas pacíficamente, sino que dio una lección de que la respuesta debe ser violenta. (La Prensa Gráfica, 23 abril 1997. 8-A).
Antonio Gruter Vásquez, embajador de Perú en El Salvador:
"No era posible que el Perú, que había conocido los efectos de la violencia, cediera ante los chantajes de este grupo de criminales". (La Prensa Gráfica, 23 abril 1997. 9-A).
Rodolfo, casi quijotesco de apariencia, siempre me parecía como "hombre de semblante triste". Las botas de hule que solía llevar puestas se sumaban a esta configuración. De alguna manera, se puede considerar a Rodolfo como prototipo del campesino que fue forzado a huír al destierro en pos de la persecución militar que se desató con crueldad por los albores de la década de los ochenta. Vulnerables, recorrieron los cerros hasta que lograron ampararse en campamentos de refugiados en el contiguo país de Honduras.
En agosto de 1988, bajo la protección de las Naciones Unidas y de otras organizaciones de ayuda humanitaria, cientos de estos refugiados repoblaron en comunidad tierras ajenas y casas destruídas. Tenían la esperanza de rehacer sus vidas, rotas por la violencia de una guerra civil cruenta. La comunidad resucitada, en la cual vivía Rodolfo, se llamaba Teosinte, un cantón rodeado de montañas de pinales verdes, al norte de Chalatenango, en la jurisdicción de San Francisco Morazán.
Una noche oscura, en la iglesia de Teosinte, bajo la luz tenue del quinqué de Coleman, recuerdo que, durante la homilía de una celebración eucarística, empezamos a hablar sobre la persona de monseñor Romero. Me sorprendió ver a Rodolfo, normalmente penoso para hablar en público, alzar la mano y pedir la palabra. En aquella noche memorable Rodolfo nos regaló una homilía preciosa en diez palabras llenas de sentimiento, verdad y significado. Simplemente nos dijo: "A monseñor Romero le dí la mano en dos ocasiones". A mi parecer, la vida enseñaba cómo un campesino humillado se sentía dignificado por haber estrechado la mano de monseñor Romero dos veces.
Un día en 1992, al terminar la guerra civil, Rodolfo y su hijo se marcharon a reparar su propia casa, destruída y abandonada durante diez años. Tenían la intención de volver a su lugar de origen para "encontrar su ombligo" y vivir allá. Tristemente, su destino fue otro. Rodolfo subió al techo de su casa casi hundida y, sin saberlo, desalojó un artefacto explosivo escondido entre las tejas. La bomba estalló, matándole casi instantáneamente.
Siempre me acordaré de Rodolfo, no tanto como el hombre del semblante triste, sino como un campesino pobre y anónimo que apretó la mano de monseñor Romero dos veces. Es decir, monseñor Romero fue una persona que dio dignidad a Rodolfo y a los pobres de todo el país. En esto descansa su grandeza.
La siguiente obra sobre el pensamiento teológico-pastoral de monseñor Romero pretende ser una señal de agradecimiento y cariño al pueblo salvadoreño y a su arzobispo, Oscar Romero, quien dio la mano a Rodolfo en dos ocasiones.
ANHELO
Ave vulnerada,
llagada
en lo hondo del alma.
Que no te torture
ni te mate
la bestia de la represión.
Vuela sana,
pájaro herido,
hacia la utopía lejana
de la liberación.
Thomas Greenan
Del 21 al 29 de abril diversas organizaciones se han concentrado frente a la Embajada de los Estados Unidos en El Salvador para exigir el cierre de la Escuela de las Américas. ¿La razón? Los crímenes de los que es responsable, y que no vuelvan a ocurrir.
El primer día, con pancartas, oraciones y murales de asesinados y desaparecidos, organizaciones de derechos humanos recordaron los "horrores cometidos por personas que se entrenaron en ese centro", entre ellos Roberto D'Aubuisson, acusado por la Comisión de la Verdad, como fundador de los "escuadrones de la muerte" y del asesinato de Monseñor Romero, y el batallón Atalcatl, responsable de los asesinatos de cuatro religiosas norteamericanas, de los jesuitas de la UCA y de la masacre de El Mozote.
Hace ya algún tiempo, el congresista norteamericano Joseph Kennedy introdujo una pieza al Congreso pidiendo el cierre de la escuela, y desde entonces varios grupos luchan por conseguir que la demanda sea aceptada. "Nuestro apoyo a la petición, dijo Medardo Gómez, obispo luterano, tiene un fundamento real, trágico y doloroso: la mayoría de individuos procedentes de El Salvador, que fueron entrenados en dicha escuela fueron los encargados de mantener una dictadura militar, ejercieron diversas formas de represión en contra del pueblo y copatrocinaron un sistema antidemocratico sin justicia social y de irrespeto a los Derechos Humanos".
Los organismos que participaron el lunes eran grupos de derechos humanos. En días sucesivos apoyaron la vigilia Fraterpaz, ciudadanos y ciudadanas estadounidenses, grupos humanitarios, UCA, CONFRES y la familia franciscana Unida. Aquí en la UCA el 16 de noviembre del año pasado, millares de participantes en la vigilia del séptimo aniversario del martirio de los jesuitas reunieron firmas para exigir la clausura de la escuela al Presidente Clinton. Hasta el momento no se ha tenido respuesta concreta a las peticiones.
Tres verdades sobre la Escuela de las Américas
1. La Escuela de las Américas es una vergüenza nacional para el gobierno de Estados Unidos. Cerrarla es, ante todo, cuestión de dignidad. ¿Cómo explicarán a las nuevas generaciones que en esa escuela se entrenaron -como si fuese un gran honor- militares que asesinaron a sangre fría a obispos, religiosas y sacerdotes? ¿Con qué cara hablarán de democracia -y nada digamos si tienen la desfachatez de decir que estaban defendiendo la democracia- cuando soldados entrenados en la Escuela asesinaron, a sangre y fuego, a miles de mujeres, ancianos y niños inocentes?
2. Mucho se habla de reconciliación y de perdón en El Salvador. Y con razón. ¿Y qué perdón ha pedido el gobierno de Estados Unidos al pueblo y a la Iglesia salvadoreña? ¿Cómo explica la embajada -antes tan locuaz- ese silencio? ¿O piensan que, por ser una superpotencia, están más allá del bien y del mal?
3. Las vidas que segaron no tienen precio. ¿Y los daños a los supervivientes? Puesto en dólares, como les encanta hacerlo en los Estados Unidos, suman miles de millones de dólares. ¿Cuánto han reparado?
Recobrar dignidad, pedir perdón, dar reparación no son tareas típicas de embajadas, pero eso es lo que ha estado en juego estos días ante la Embajada de Estados Undios.
San Salvador, 25 de abril de 1997
Sr. Presidente:
Somos estudiantes de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA) y de otros centros educativos, así como miembros de comunidades cristianas, congregaciones religiosas, asociaciones humanistas y de derechos humanos, procedentes de varios países de Centroamérica.
Ante la embajada norteamericana en San Salvador, del 21 al 29 de abril, nos encontramos en vigilia solidaria con los participantes en el Ayuno frente a la capital de Washington, D.C y otros estados, para apoyar al P. Roy Bourgeois, al congresista Joseph Kennedy y grupos, tanto humanistas como cristianos, de ese gran país que usted preside, en su justa petición de la supresión de la Escuela de Las Américas.
Queremos hacer llegar a usted, nuestros sentimientos de agradecimiento a todos los norteamericanos que son capaces de luchar noblemente por la vida de los humildes de esta región Sur del continente de América. Nosotros somos hermanos, familiares, amigos, compatriotas de los torturados, desaparecidos, encarcelados, perseguidos por causa de las antihumanas enseñanzas impartidas en esa Escuela de triste memoria.
Como creyentes en el Dios de los pobres, deseamos manifestarle, Sr. Presidente, que tiene usted la oportunidad de pasar a la historia como un benefactor de la humanidad. Otros norteamericanos fueron capaces de crear una "Escuela de la muerte" en donde se adiestraron cerca de 60.000 miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad de diferentes países latinoamericanos, como lo reconoció el Pentágono en 1996, usándolos así, como instrumentos de represión contra trabajadores y campesinos de este subcontinente, en defensa de los intereses del Norte.
Es justo que usted se una con toda su enorme influencia a esta esperanzadora petición para acabar con la pesadilla de la Escuela de las Américas. El poder, ya sea político o social, sólo se justifica si se pone al servicio de la vida de los pueblos, especialmente de los más necesitados. Ni siquiera la "guerra fría" entre los dos grandes, ni tampoco las "guerras calientes" que las potencias político-militares estimularon en nuestro pueblos latinos puede justificar esa página negra de la historia, la que fue para nosotros una "Escuela antiamericana".
Sr. Presidente, elevamos a su consideración, como ya otros grupos humanistas y creyentes han observado con anterioridad, que fueron formados en la citada Escuela, Roberto D'Aubuisson, responsable del asesinato en 1980, de nuestro profeta y mártir Mons. Romero; así como, entre otros, unos 48 oficiales de las Fuerzas Armadas de este país, represores de la gente sencilla del pueblo salvadoreño. Entre ellos se encuentran 26 soldados que participaron en el asesinato de seis padres jesuitas y dos mujeres, en 1989.
En realidad tras el conflicto ideológico Este-Oeste con el que algunos analistas políticos justificaban acciones antihumanas como la Escuela de las Américas, está el conflicto Norte-Sur, por el que los poderosos imponen a los débiles su ley de empobrecimiento y subdesarrollo permanente. Si el enfrentamiento de los dos sistemas antagónicos ha desaparecido con el derrumbe del muro de Berlín, permanece, como una amenaza constante para el Tercer mundo, la ambición de las grandes potencias.
Sr. Presidente, esta es la ocasión, en el Nuevo Orden Mundial que se quiere levantar, de que optemos por crear nuevas "Escuelas de la Vida" a favor de los oprimidos del mundo, que son los preferidos de Dios. Si a lo largo de la historia las agresiones militares de los Estados Unidos -de las que forma parte la Escuela de las Américas-, contra diferentes pueblos hermanos, han regado de sangre inocente esta bendita tierra nuestra, se busque ahora, la ayuda solidaria, no en "armas" que matan, sino en "arados" que desarrollan la vida.
Como su Santidad el Papa Juan Pablo II nos invita, construyamos juntos, el Norte y el Sur de nuestra gran América, la "Civilización del Amor" y la Solidaridad en favor de la justicia.
Atentamente,
Siguen firmas de participantes en la vigilia.
El Salvador, el país más violento en el mundo
Ofrecemos los siguientes extractos del discurso del Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, pronunciado en Río de Janeiro, Brasil, el 26 de febrero de 1997.
Gravedad del problema. Los pocos números que tenemos dan cuenta de la gravedad del crimen en la región. En Colombia se calcula que cada 15 minutos hay un asesinato. En ciudad de México, cálculos muy conservadores indican que cada cuatro horas una persona es asesinada, y cada seis horas una mujer es violada. Es probable que en Brasil una persona sea asesinada cada tres minutos, y estimaciones recientes para Venezuela colocan esa cifra en un asesinato cada dos horas.
En muchos países los homicidios constituyen una de las principales causas de muerte, en los centros de análisis epidemiológicos de América Latina, los médicos estudian este fenómeno como si constituyera una epidemia. Hay varios países en que el asesinato es la segunda causa principal de muerte.
También los delitos contra la propiedad han alcanzado niveles alarmantes. Estimaciones para ciudad de México sugieren un promedio de un robo o hurto cada seis minutos; en Brasil uno por minuto y en Venezuela uno cada tres minutos.
Las tasas que están detrás de estas cifras son preocupantes. En Caracas, los homicidios han estado entre 60 y 80 por cien mil en los últimos años; en ciudad de México entre 25 y 28; en las ciudades colombianas entre 200 y 600 y en Sao Paulo se calcula entre 40 y 45.
El caso especial de El Salvador. Informaciones recientes indican que El Salvador tiene la tasa más elevada de criminalidad del mundo. Con 140 homicidios por 100 mil habitantes, cada salvadoreño experimenta riesgos 60 veces superiores a los que experimenta un inglés promedio en su país.
Las estimaciones indican que los homicidios son un flagelo mucho más destructivo de vidas humanas que la sangrienta guerra civil que asoló al país. Es un flagelo menos dramático, pero, a diferencia de ese enfrentamiento armado, es sordo y continuo y por su naturaleza no es susceptible de un acuerdo pacificador. Dos aspectos del drama salvadoreño que hay que destacar son: el aumento de la delincuencia juvenil con sus bandas armadas, asociadas internacionalmente a bandas similares en los Estados Unidos, y el alto nivel que han alcanzado los crímenes contra la propiedad.
Rejuvenecimiento de la población criminal. La edad promedio de los delincuentes ha descendido significativamente. Antes, el período activo estaba entre 20 y 35 años, ahora está entre 15 y 25 ó 30 años a lo más. En el interesante estudio del crimen en Caracas que se presenta en esta reunión se señala que el 70% de las víctimas y de los victimarios están en este tramo de edades. Hay informaciones menos sistemáticas para otras ciudades que confirman que ha habido un rejuvenecimiento de la población criminal.
Estos antecedentes indican que la transición de los jóvenes hacia la vida adulta constituye un desafío que América Latina no logra resolver, a pesar de los significativos esfuerzos que se hacen en algunos países. Los problemas comienzan, sin embargo, a edades más tempranas. Los cálculos sugieren que hay millones de niños abandonados que viven en las calles de las ciudades latinoamericanas, que son víctimas y luego se convierten en victimarios. Sugieren también que la violencia familiar y el abuso de niños es un problema muy extendido.
El sacerdote jesuita peruano, Juan Julio Witch, hizo un llamado para evitar glorificar la cruenta solución a la crisis de los rehenes, que dejó un rehén y dos oficiales muertos, y todos los miembros del comando del MRTA aniquilados.
El P. Witch permaneció desde el principio, en forma voluntaria, dentro del grupo de rehenes. Manifestó que las secuelas de la acción armada no deben ser glorificadas, sino que son un drámatico ejemplo para que los peruanos reflexionen que en su país existen muchos problemas graves por resolver. "Hay que luchar por la paz y la justicia", dijo el jesuita tras acudir a una parroquia del sur de Lima donde son velados los restos del único rehén fallecido, el vocal supremo de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Giusti Acuña.
El P. Witch es profesor de la Universidad del Pacífico. Cuando comprendió que la salida pacífica no tenía futuro por las posiciones inflexibles de ambos bandos, decidió quedarse en la embajada hasta el final para acompañar a sus amigos.
Durante los 126 días de cautiverio se dedicó a oficiar misas y a dirigir sesiones de reflexión. Compartía lecturas y partidas de ajedrez con los secuestrados. Uno de éstos reconoció después que la actuación del P. Witch le devolvió la fe.
El Padre calificó de muy dura y prolongada su experiencia en la embajada japonesa, sobre todo los últimos 40 minutos de su cautiverio, cuando se desató un cruento enfrentamiento con los rebeldes.
Su última actividad el día de la sorpresiva y violenta intervención militar fue disputar una partida de ajedrez con el congresista Luis Chang Ching y lo iniciarion a las tres de la madrugada para concluir cuatro horas después. Cuando se inició el enfrentamiento pasadas las 15:00 horas locales, se encontraba en la segunda planta de la residencia, desde donde pudo ser rescatado y trasladado a un hospital militar.
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Declaraciones del P. Kolvenbach un mes antes
El P. Peter Hans Kolvenbach, prepósito general de los jesuitas, en unas declaraciones del mes de marzo, confió en que la crisis de los rehenes en Perú hará recapacitar a lo Gobiernos de América Latina para una mejor distribución de la riqueza.
Condenó a la guerrilla del MRTA por emplear la violencia, "ya que debe ser rechazada como medio para obtener cambios sociales", pero expresó su esperanza de que la crisis sirva para espolear a los mandatarios latinoamericanos en pro de una aceleración de las reformas necesarias para una más justa redistribución de los recursos y para dedicar más atención a los sectores más débiles de la población, en especial a las poblaciones marginadas.
"Un cuarto de la población mundial -las naciones ricas-, produce y consume tres cuartas partes de los recursos del mundo, y así comprendemos el grito de Juan Pablo II a fin de que la economía esté al servicio de la Humanidad", concluyó.
El obispo emérito de Viedma, Argentina, Miguel Esteban Hesayne, ha enviado recientemente al presidente, Carlos Menem, una carta denunciando las situaciones de injusticia y solidarizándose con quien es su principal víctima: "el pueblo sufriente". He aquí el texto:
De mi cristiana estima: Escribo a Ud., y en Ud. a los pudientes argentinos, buscando el bien suyo, de los ricos y de los pobres. Escribo esta carta motivado por mi solicitud pastoral para unirme al clamor de millones de argentinos que no sólo "no llegan a fin de mes" con el dinero indispensable para vivir, sino que no les alcanza para terminar el día con el alimento indispensable, con la atención médica y para gozar de una convivencia hogareña medianamente digna. En pocas palabras para vivir como seres humanos.
La gravedad de la situación social es tan aguda que millones de argentinos prácticamente están sentenciados a "muerte lenta" por desnutrición y la imposibilidad de atender la salud con los medios elementales. Las publicaciones de encuestas, aún las más benévolas, van revelando aproximaciones a la trágica realidad de las consecuencias de la injusticia social reinante.
Sr. Presidente, el pueblo argentino sufriente ¡es admirablemente paciente! Pero no hay que olvidar que la "injusticia social" ¡es la raíz de la espiral de todas las violencias! Y que para Dios es un pecado abominable, como lo revela la Biblia, en muchos pasajes, cuando se expresa: "Mata a su prójimo el que lo priva del sustento, derrama sangre el que le retiene el salario del jornalero" (Eclo 34,22).
Sr. Presidente y pudientes que quieran llamarse cristianos, recuerden que "ser cristiano" significa "seguir a Jesucristo" en cumplimiento de su Evangelio y no sólo practicar algunos actos piadosos. Si en un tema el Señor Jesús, ha sido insistente, claro, terminante, es en la sentencia condenatoria de los que no se organizan en una real convivencia fraterna, en un efectivo compartir, con equidad, los bienes temporales. Para el proyecto cristiano no basta la "ayuda social" por cuantiosa que fuere. Por eso Juan Pablo II está insistiendo en que debemos "compartir" no sólo los bienes superfluos sino también los necesarios, en casos como la situación económica social argentina.
Cuando escucho que somos un país que progresa económicamente, lo cual es verdad a cierto nivel y para beneficio de una minoría, me viene a la memoria el principio inmoral de que el fin justifica los medios , y principio inhumano cuando se mediatiza aunque sólo fuera a una sola persona; principio que, de hecho, sirvió para torturar, para que todavía padezcamos llagas de dolor con miles de desaparecidos. Cuando escucho que esta política económica, que ha llevado a profundizar la brecha entre ricos y pobres, es la solución ideal para la Argentina y al mismo tiempo se pretende ser cristiano, recuerdo la Parábola del Rico Epulón que, en boca del mismo Jesucristo, fue condenado no por tener dinero sino porque, en su afán de acumular dinero y vivir con todo confort, no tuvo en cuenta al pobre Lázaro que mendigaba a sus puertas (Lc 16,19-31).
Cuando veo en misas a responsables de esta política económica injusta que genera desocupación, hambre y enfermedades en una alarmante mayoría, pienso en la reprimenda de San Pablo a los cristianos de Corinto porque no eran equitativos en el compartir los alimentos materiales y no obstante se atrevían a compartir la misma Eucaristía, hecho que en lugar de beneficiarlos, los perjudicaban, ante Dios (1Cor 11,17).
Sr. Presidente, le escribo a Ud., y en Ud. a los pudientes, para que, dejando promesas que se vienen repitiendo desde hace muchos años, encaren, con la mayor celeridad, una economía humanizada, generando trabajo con una programación de menores ganancias empresariales y mayor austeridad, para que los pobres puedan simplemente vivir con un mínimo de dignidad.
Con esta carta no pretendo ofender a nadie. Es nada más que transmitir el mensaje evangélico en el hoy de la historia de nuestro querido país. Mi única intención, acompañada de mucha oración, es que nos salvemos. Saluda a Ud. cordialmente.
Miguel Esteban Hesayne, Obispo emérito de Viedma
La Intervención del Estado
Texto 1. "Mientras el estado, durante el s. XIX, por exagerada exaltación de libertad, consideraba como fin exclusivo suyo tutelar la libertad con el derecho, León XIII le advirtió ser igualmente suyo el aplicarse a la atención social, procurando el bienestar de todo el pueblo y de todos sus miembros, particularmente de los débiles y de los desheredados" (Pío XII, La solemnità, 1941, n. 9).
Comentario. En estas palabras (que provienen de un mensaje con motivo del 50 aniversario de Rerum novarum) reaparecen las dos posturas que hoy vemos debatirse entre derechas e izquierdas: el estado no debe intervenir más que para garantizar la libertad del capital, porque siempre que interviene la economía va peor. A la que Pío XII contrapone esta otra concepción: el estado casi no tiene más razón de ser que garantizar la defensa de los más débiles y, a partir de ahí, el bienestar de todos los ciudadanos. La razón, profundamente bíblica, la había dado ya, cincuenta años antes, León XIII:
Texto 2. "La raza de los ricos, como se puede amurallar con sus propios recursos, necesita menos del amparo de la pública autoridad; el pueblo pobre, como carece de medios propios con que defenderse, tiene que apoyarse grademente en el patrocinio del estado¼ Queda al alcance de los gobernantes beneficiar a los demás órdenes sociales y aliviar grandemente la situación de los proletarios; y esto en virtud del mejor derecho y sin la más leve sospecha de injerencia, ya que el Estado debe velar por el bien común como propia misión suya" (Leon XIII, Rerum novarum, 1891, nn. 22 y 23).
Texto 3. "Y de ninguna manera se ha de caer en el error de que la autoridad civil sirva al interés de uno o de pocos, habiendo sido establecida para procurar el bien de todos. Sin embargo, razones de justicia y de equidad pueden tal vez exigir que los poderes públicos tengan especial consideraciones hacia los miembros más débiles del cuerpo social, econtrándose éstos en condiciones de inferioridad para hacer valer sus propios derechos y para conseguir sus legítimos intereses" (Juan XXIII, Pacem in terris, 1963, n. 51).
Comentario. La parcialidad hacia los más débiles es la única manera de que la autoridad sea verdaderamente "de todos los ciudadanos". Una de las razones primarias de la autoridad es, por tanto, la defensa de los indefensos y de los que carecen de recursos. Cómo debe entenderse este apoyo lo sugiere el siguiente texto:
Texto 4. "La falta de seguridad, junto con la corrupción de los poderes públicos y la proliferación de fuentes ilícitas de aumento del patrimonio familiar, y de beneficios fáciles basados en actividades ilegales o puramente especulativas, es uno de los obstáculos principales para el desarrollo y para el orden económico" (Juan Pablo II, Centesiums annus, 1991, n. 48).
Comentario. Debería darse una interacción entre unos poderes que controlen la corrupción económica de los pudientes, y una ciudadanía que controle la corrupción de los poderes públicos. Eso sería una verdadera democracia. Alguna concreción de esas "especiales consideraciones" la sugiere el texto siguiente:
Texto 5. "No menor empeño habrán de poner los que tienen el poder civil en lograr que a los obreros aptos para el trabajo se les ofrezca la oportunidad de conseguir empleos adecuados a sus fuerzas; que la remuneración del trabajo se determine según criterios de justicia y equidad; que en los complejos productivos se dé a los obreros la posibilidad de sentirse responsables de la empresa en que trabajan; que se puedan constituir unidades intermedias que hagan más fácil y fecunda la convivencia de los ciudadanos; que finalmente todos, por procedimientos aptos y graduales, puedan tener participación en los bienes de la cultura" (Juan XXIII, Pacem in terris, 1963, n. 59).
Comentario. Derecho al trabajo, derecho al salario justo, derecho a la corresponsabilidad y a niveles atutónomos de gestión, derecho a la cultura. Un sistema que no facilite esos objetivos, aunque consiga otros, no es un sistema racional ni humano ni justo, como sugiere el párrafo siguiente:
Texto 6. "La experiencia atestigua que, dondequiera que falte una apropiada acción de los poderes públicos, los desequilibrios económicos, sociales y culturales de los seres humanos tienden, sobre todo en nuestra época, a acentuarse más bien que a reducirse, y se llega por lo mismo a hacer que "derechos y deberes del hombre" no sean más que vocablos desprovistos de toda eficacia" (Juan XXIII, Pacem in terris, 1963, n. 58).
Comentario. Pero toda esta intervención estatal debe hacerse siempre respetando el importante "principio de subsidiariedad" (que, desgraciadamente, parece no tener valor para la misma Iglesia que lo proclama): lo que pueden hacer las instancias más cercanas, no deben hacerlo las más lejanas.
Texto 7. "Esta intervención estatal que fomenta, estimula, organiza, protege y completa, descansa sobre el principio de subsidiariedad, establecido por Pío XI: "sigue en pie y firme¼ aquel grave principio inamovible: como no puede quitarse a los individuos lo que ellos pueden realizar con su propio ingenio o esfuerzo, y darlo a la comunidad, así tampoco es justo, sino que constituye una grave perturbación, que se quite a las comunidades menores o inferiores lo que ellas pueden realizar y conseguir, para dárselo a una instancia más elevada. Pues toda acción de la sociedad, por su misma fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruir ni absorberlos" (Juan XXIII, Mater et magistra, 1961, n. 53).
Comentario. "Potenciar sin destruir". Una de las grandes dificultades para todo esto, en el momento actual, es la tremenda interdependencia de todas las economías y la conversión de un mundo tan espantosamente desigual en "aldea global".
Texto 8. "Es el Estado el que debe realizar una política laboral justa. No obstante¼ dentro del sistema actual de relaciones económicas en el mundo, se dan entre los Estados múltiples conexiones¼ por ejemplo, en los procesos de importación y exportación¼ Estas relaciones crean a su vez dependecias recíprocas y, consiguientemente, sería difícil hablar de plena autosuficiencia¼ por lo que se refiere a cualquier Estado, aunque sea el más poderoso en sentido económico. Tal sistema de dependencias recíprocas, es normal en sí mismo; sin embargo, puede convertirse fácilmente en ocasión para diversas formas de explotación o de injusticia, y de este modo influir en la política laboral de los Estados y en última instancia sobre el trabajador que es el sujeto propio del trabajo" (Juan Pablo II, Laborem Exercens, n. 17).
Comentario. Esto nos lleva a la necesidad de considerar las relaciones internacionales también en el campo de la economía. La Sollicitudo rei socialis, 1967, escrita a raíz del aniversario de la Populorum Progressio, 1987, comenzaba señalando que lo que más ha cambiado desde aquella encíclica hasta hoy es precisamente la mundialización de la economía que pone de relieve, a la vez, nuevas irracionalidades e injusticias, junto con innegables dificultades para solventarlas a niveles particulares. Ello nos lleva a un nuevo capítulo en esta antología. (Continuará).
P/ Padre quisiéramos que nos contara un poco sobre la experiencia que ha tenido durante este tiempo como rector de la universidad.
R/ Bueno, para mí ha sido una experiencia muy agradable. Yo ya llevaba 29 años en la UCA al momento de nombrarme rector, y creía que conocía la UCA. Pues bien, este año y medio me ha servido para conocerla mejor.
He podido apreciar el gran potencial de las unidades académicas, 14 en total, y de todas las unidades de proyección social. Cuando a rectoría llegan los proyectos, los planteamientos de los planes de estudios, le hace caer a uno en la cuenta del potencial realmente grande de la UCA. Yo antes estaba metido más en un decanato y conocía más un tipo de carreras y los departamentos que lo sirven. Por eso para mí ha sido enriquecedor estar en contacto con la radio, con el Centro de Producción Videográfica, con el Instituto de Opinión Pública, con el Instituto de Derechos Humanos, con la oficina de Servicio Social, las oficinas que ayudan también como apoyo psicológico y como apoyo legal.
Un puesto como éste supone mayor responsabilidad, pero supone también una mayor cercanía. Yo he procurado, en la medida de lo posible, que la puerta de rectoría haya estado abierta a todo el personal, no simplemente a los colaboradores más directos. Esto me ha dado oportunidad de conocer mejor también al personal de mantenimiento, de secretaría... Entonces uno se da cuenta de que la universidad es un universo integrado.
El tiempo que yo he estado en la rectoría también me ha enriquecido muchísimo para ver toda esa potencialidad y ese entusiasmo que se nota dentro de la universidad. Ver cómo hemos estado llevando a cabo desde los años 94, 95 y 96 la revisión de todos los planes de estudio de Ciencias Económicas, los ingenieros, la psicología, en fin todas y cada una de las carreras. Esto también nos hace ver los desafíos y las responsabilidades que tenemos como universidad. Como resultado de las elecciones, ha aparecido que hay hambre de esperanza, hay hambre de algo nuevo, hay hambre o deseo, yo no sé si de cambiar para mejorar o de mejorar para cambiar.
Al mismo tiempo vemos que los problemas nacionales son realmente problemas mundiales: el problema del medio ambiente, el problema de la población, el mundo se está haciendo pequeño para los más de seis mil millones de habitantes. Está el problema de la mujer y del género. En resumen, vemos tres grandes problemas mundiales: se generaliza la pobreza, crece la nueva enfermedad del desempleo y existe la insolidaridad social.
La UCA debe enlazar con estos grandes desafíos mundiales, porque el destino y la problemática de El Salvador están influenciados desde fuera. La globalización abstrae de fronteras nacionales, abate hasta las conciencias nacionales, configura un nuevo mundo, con una inspiración neoliberal, con criterios muy individualistas, egoístas. Es el grave problema de insolidaridad social con el que nos enfrentamos al final de siglo. El papa Juan Pablo II dice, incluso, que hay una crisis de civilización. El occidente opulento está en crisis porque el hombre nuevo de la globalización neoliberal es el hombre que produce, el hombre que consume, el hombre que gana. Es una especie de robot económico. Realmente esta nueva civilización neoliberal sí asusta porque puede llevar, quizás, a mejorar pequeñas zonas del mundo, pero, a nivel mundial, se agravan los problemas económicos y sociales.
Ante esto, la UCA, como el conjunto de universidades, de colegios, de iglesias, tenemos unos grandes desafíos, porque esto no lo va a resolver ni siquiera un gobierno. Lo que nos asusta a muchos es el cambio de cultura, que se está dando, la pérdida de valores culturales. Esto es lo que llamamos "el huracán de la globalización", que no sólo significa saltar por encima de las fronteras con mercancías y flujos de capitales, sino generar un auténtico lavado de cerebro a través de los medios de comunicación: ganar para consumir, pero perdiendo la visión del bien común.
P/ Padre, ante estos problemas, ¿qué trabajo ha realizado la UCA durante este período?
R/ Este período para nosotros ha sido un período fecundo, en parte hacia afuera y en parte hacia adentro porque nos venimos dedicando desde el año 94 a revisar todos nuestros planes de estudio. Para asegurar las tres funciones de investigación, docencia y proyección social, necesitábamos un tiempo de reflexión para actualizar lo que estamos haciendo de cara a los grandes problemas mundiales. En ingeniería, ahí está el problema ecológico, de la basura, la gasificadora, las contaminaciones de agua de tierra; el problema de la crisis energética; de los transportes; del habitat humano. Ahí está el problema agrícola de la seguridad alimentaria. Y si la riqueza principal de una nación es el ser humano, ahí está el problema de la salud, de la educación, de la familia que, por desgracia, puede estarse desintegrando. En administración de empresas hay que hacer una revolución empresarial. El estado de derecho requiere toda una reformulación. En el área de la psicología tenemos una sociedad traumatizada, desde los jóvenes hasta las personas adultas, por la guerra y por el fenómeno de la inseguridad.
En proyección social, la radio va generando en el país, gota a gota y día a día, conciencia colectiva. Como radio de micrófono abierto llegan preguntas, cuestionamientos, sugerencias. Recientemente, con esto de las elecciones el Instituto Universitario de Opinión Pública sondea cuál es el sentimiento de la población, y gracias a Dios, ya desde los tiempos del P. Ignacio Martín-Baró, Nacho, el IUDOP ha cumplido con esa misión y tiene una gran autoridad. Cuando se pasan encuestas puede ser que molesten los resultados a ciertos grupos, pero si se le ha ido atinando, entonces la universidad sirve. Y habría que hablar del Instituto de Derechos Humanos y de otras unidades. Nuestras revistas influyen hacia afuera, crean conciencia: ECA, Realidad, Proceso, la Revista de Teología, de Psicología, lo que vayan sacando los ingenieros, la administración de empresas, Carta a las Iglesias también llegando a tantas parroquias. O sea, que con todo esto creo que estamos pegando un salto hacia afuera. Yo tengo la confianza de que el esfuerzo interno de actualización va a potenciar todavía más el servicio hacia afuera.
P/ Padre, para finalizar, ¿cuál es el mejor recuerdo que usted se lleva?
R/ Es lo que decía al principio. Para mí ha sido una alegría ver la potencialidad y el entusiasmo de la UCA. Acá tenemos cantidad de personas que pudieran ganar mucho más fuera y que, en este sentido, sacrifican buena parte de sus ingresos. Es gente que pudiera estar ganando casi el doble de lo que puedan ganar acá y eso lo entusiasma a uno.
Y no sólo es a nivel de las unidades típicamente académicas. La rectoría, como hay que firmar contratos, me ha permitido dialogar un ratito con toda clase de personas, las nuevas secretarias, las telefonistas, los de mantenimiento, de imprenta, de todas las unidades. Para mí ha sido bonito cuando se firma el contrato, y uno siente que somos una comunidad, que, aunque somos más de 500 o algo así de personal, siento yo, gracias a Dios, que se sienten también comunidad. La prueba es que son relativamente escasos los que se retiran, lo cual es un signo dentro de la situación actual económica. Se siente como seguros, la universidad trata de complementar lo que son los salarios con toda esta serie de prestaciones sociales. En ese sentido quiero decir que no sólo hay una gran potencialidad, sino también ese entusiasmo, una sensación de que hay de comunidad. No se trata de entusiasmo estéril ni teórico. Yo lo que percibo es que las unidades quieren hacer algo al servicio del país. Y por eso a veces yo no sé si la palabra rector está bien puesta, porque rector parece que es el que rige, el que dirige el que impone, y quizás la experiencia bonita yo diría que rector es el que aprende. Porque al tener la puerta abierta llega aquí mucha gente y lo que uno hace más bien es animar. Yo por lo menos doy gracias a Dios porque he aprendido mucho de todos mis compañeros, y con cada grupo o visitas que tenemos por acá o en la sala de reuniones uno sale sabiendo más.
Ahora no es que me voy, pero dejo este puestecito a una persona que espero que va a ser todavía más animador, más integrador de la universidad. El Padre José María Tojeira, Chema como le decimos nosotros, fue nuestro superior provincial, y le tocó el caso del asesinato de nuestros compañeros, llevar adelante todo el juicio de los compañeros. Es una persona que conoce muy bien la problemática centroamericana y mundial. Para nosotros es un beneficio que él se haga cargo de esta carga de la rectoría, y por eso, aunque yo estaba nombrado para tres años, dije que ante la posibilidad de que venga el Padre Chema con gusto renuncio y sigo trabajando aquí con él y con todos los demás compañeros, para que él nos pueda animar, dirigir, integrar. Creo que es algo muy bueno para la universidad, positivamente bueno.
(En el próximo número publicaremos el discurso del nuevo rector, P. José Maria Tojeira, en la toma de posesión).
El nuncio apostólico Jerónimo Prigione se despide de México al cumplir 75 años. Según la agencia IPS, después de 20 años se va orgulloso de haber impuesto a la Iglesia local una línea "ajena a los extremismos". Eso lo consiguió, sobre todo, influyendo decisivamente en el nombramiento de obispos. En unos veinte años de gestión logró que el Vaticano cambiara a 86 de los cerca de 100 obispos del país.
Lo que en realidad esto ha significado es ignorar el "extremismo" evangélico, marginar y hostigar a obispos como Don Sergio Méndez Arceo, pionero en poner en práctica con creatividad al Vaticano II y Medellín, a don Pepe Llaguno, gran obispo de los indios, a don Samuel Ruiz, mediador, hombre de paz y de justicia. Y por supuesto, perseguir a los seguidores de la teología de la liberación, pecado -aunque no se acabe de conocer en qué consiste- que todavía no se perdona.
En una entrevista publicada el 21 de abril por el diario Reforma, Prigione dijo que "en México hay tendencias de polarización: fanáticos de derecha o de izquierda". Por eso, "mi esfuerzo fue buscar obispos equilibrados, ajenos a los extremismos". Pero para otros, la salida de Prigione representa el fin de una etapa en la que la Iglesia local se vio sometida, como nunca antes, a un proyecto de restauración involutiva. Según Luis Guzmán, Prigione llegó a ejercer "presiones incontrolables, sobre todo cuando se trató de cambiar obispos identificados con la teología de la liberación". Por recomendación suya fueron cambiados de los máximos puestos de la Iglesia mexicana la mayoría de prelados acusados de seguir líneas "izquierdistas" y la jerarquía eclesial aceptó, aunque bajo protesta, que el gobierno expulsase a varios sacerdotes extranjeros que trabajaban con indígenas. El nuncio además organizó investigaciones sobre las "desviaciones doctrinales" de sacerdotes jesuitas y del obispo del estado de Chiapas, don Samuel Ruiz, acusado de apoyar a la guerrilla zapatista. Polémico desde su llegada a México, luego de que en Ghana se le declaró huésped "non grato" por su presunta participación en el tráfico de marfil y por las agrias disputas que mantuvo con obispos "progresistas", según la misma agencia Prigione logró gran influencia en los círculos de poder mexicano. Con frecuentes contactos con estos poderes y frecuentas visitas a casa presidencial, Prigione consiguió negociar con políticos el establecimiento de relaciones diplómaticas entre México y el Vaticano en septiembre de 1991. Desde hace muchos años, los roces eran constantes entre la Iglesia y el Estado hasta que llegó Prigione y negoció una relación, normada hoy por la diplomacia y por la Ley de Asociaciones religiosas.
El sacerdote jesuita Jesús Vergara afirma que Prigione logró "concebir una iglesia más conservadora en México", aunque asegura que aún existe un sector de la Iglesia "con autonomía y capaz de tomar su propio rumbo". A Jéronimo Prigione lo sustituye el español Justo Mullor, considerado también como miembro del sector más conservador de la Iglesia.