© 1997 UCA Editores
¿De qué estarán hablando estos días la Madre Teresa y Monseñor Romero? No lo sabemos. La paz y el gozo de Dios, la comunión definitiva con una humanidad sufriente y esperanzada, son más cosa de silencio que de palabras. De lo que ciertamente no hablarán es de si son más santos que otros o no; ni compararán sus funerales -con honores de jefe de estado o entre bombas y muertos; ni hablarán de sus procesos de beatificación, de quién será canonizado antes, de si se harán excepciones en los procesos...
Todas éstas son palabras nuestras, de seres humanos. Palabras
comprensibles, hechas a veces con buena intención, y otras
veces por la tentación que sentimos de crear personajes,
reflejándonos idealmente en ellos, o alienándonos
en ellos, o -tristemente- comercializándolos. Es lo que
hacen los medios. Pero hay cosas más importantes que recordar,
las más queridas a los ojos de Dios.
La Madre Teresa nos recuerda a Abraham, padre de la fe. En 1950, después de 22 años con las Hermanas de Loreto, abandona la congregación -con lo que eso significaba entonces de consecuencias negativas- porque siente el llamado de servir más directamente a los pobres y funda la Congregación de las Misioneras de la Caridad. Atrás queda también su Europa natal, su lengua, su cultura, y hasta su manera de vestir, que, en adelante, será el sari de la mujer india. La Madre Teresa, hoy personaje público, mundialmente conocido, vivió en su día como Abraham, como María, como Jesús -como Monseñor Romero y una pléyade de mártires-, en soledad ante Dios. Salió de la casa paterna y se adentró en lo desconocido. Vivio en fe y en esperanza.
La Madre Teresa nos recuerda a la buena samaritana que lo deja todo para "acercarse a las víctimas en el camino, echar aceite sobre sus heridas, vendarlas, llevarlas consigo hasta una posada segura". A los más pobres de los pobres, día a día, durante cincuenta años, dedicó su vida. Siempre impactará su cariño a los niños abandonados; la dignidad y la paz que daba a moribundos paupérrimos. Con total convicción, con gozo, sin reservarse nada para sí.
Fe y compasión es lo que nace del fondo de corazón,
lo que Dios ve y apunta en el libro de la vida. Esto es lo que
nos deja la MadreTeresa. Y esto es lo que se ha introducido en
nuestra historia como gracia. Esto se puede narrar en historias
y anécdotas, pero difícilmente se puede ir más
allá de la fe y la caridad. Lo que hay que hacer es ponerlas
a producir.
Pero esto hay que hacerlo en un mundo de pragmatismo e indiferencia, del que nos desvían los medios de comunicación. Estos días decía una emisora -de un país del primer mundo- que "la Madre Teresa nos ha dejado cuando nos hacía más falta". Gran verdad, pues vivimos en un mundo que ha quedado descrito a cabalidad en la parábola de Jesús sobre el rico Epulón y el pobre Lázaro. En él campea la miseria, el silencio y la injusticia, especialmente con los más desvalidos, los niños de la calle, las mujeres oprimidas, los ancianos abandonados. Pero verdad peligrosa. No se necesitan muchas luces para saber lo que hay que hacer. No se necesitan panegíricos funerarios sobre la Madre Teresa, sino imitar su decisión de servicio. Sólo que aquí ocurre también lo que cuenta Jesús en la parábola. Epulón pide que resucite un muerto -el espectáculo, el show- para que se conviertan sus hermamos. La parábola dice que "no se convencerán, ni aunque un muerto resucite".
Mal servicio le hacemos a la Madre Teresa si hacemos depender la bondad de este mundo de su presencia física entre nosotros, como si no fuese obvio lo que tenemos que hacer, como si no tuviésemos el evangelio de Jesús, como si Medellín no nos exigiese ser Iglesia de los pobres. Peor servicio le hacen quienes ponen flores en su tumba y representan a países que mantienen al tercer mundo en la miseria. ¿Cómo es posible alabar a la abnegada defensora de los pobres y producirlos por decenas de millones a través del armamentismo, la banca, las multinacionales que están en manos de unos pocos? Quienes tanto hicieron por retratarse con ella (princesas, jefes de estado o cantantes como Michel Jackson) habrían hecho mejor en imitarla un poquito. Ello les habría porporcionado menos popullaridad, y quizás algun conflicto más. Pero habría sido más útil al gran amor de la Madre Teresa: los desherados de esta tierra.
Y también le hacen mal servicio quienes la convierten en un ser etéreo, ideal, sin limitaciones -que también las han tenido los santos y santas canonizados. Es sabido que su austeridad personal podía llevar a un exceso de rigidez, que su honda convicción de fe podía llevar a cierta intransigencia católica, que su compasión hacia los pobres le hacía prescindir de análisis estructurales, que su pasión por el servicio eficaz le llevaba a aparecer junto a gobernantes poderosos.
Si esto causa sorpresa, mucho dudamos de que exista un interés real por la Madre Teresa, por su admirable fe y su acendrada caridad. So capa de devoción, algunos están más interesados en aplaudir mitos etéreos, que no interpelan, que en seres humanos reales que animan y mueven con su ejemplo. Están más interesados en crear héroes para competir en el mercado mundial de personajes que en seguir los pasos de una mujer que hizo cosas sencillas. (Perdónesenos si recordamos en este comentario que "la industria de los personajes" es muy lucrativa, y está muy boyante en el mundo del deporte, de la música, del espectáculo. ¿También en el mundo de la religión?).
Decimos esto porque los seres humanos manipulamos todo, hasta
lo más noble y sagrado. De Don Hélder Camara se
defendían sus opositores difamándolo, a lo que él
respondía: "Si doy limosna a los pobres, me llaman
santo. Si pregunto por qué hay pobres, me llaman comunista".
Con la Madre Teresa pasa hoy algo parecido, aunque de otra forma:
se la eleva a una santidad tal, que se convierte en inimitable.
Y los pobres seguirán esperando.
Volvamos al comienzo. ¿De qué hablarán estos días Mons. Romero y la Madre Teresa? No hablarán de Dios, sin con Dios. Y con él hablarán de lo que dio sentido a sus vidas: los pobres.
Y quizás, con humor, recordarán aquel año
de 1979 en que ambos eran los candidatos principales al Premio
Nobel de la Paz. Monseñor Romero era el profeta, la voz
de los sin voz, y la voz contra los que tenían demasiada
voz. La Madre Teresa era el ángel de la caridad. El premio
Nobel fue para la Madre Teresa, y Monseñor Romero comentó
lo siguiente en su homilía del 16 de diciembre:
En estos días nos ha dado ejemplo la Madre Teresa de Calcuta,
quien fue a recibir el Premio Nobel de la Paz. Renunció
al banquete de gala con que debería haberse celebrado aquella
entrega. Y dedicaron los 30.000 dólares que iba a costar
una comida para gastarlo en servicio de los pobres de la India.
Ahora reflexionemos con la mente de la Madre Teresa: ¡Qué
insulto es para el mundo que se gaste en el banquete de una noche
lo que puede servir para 400 personas en un año!
Bueno será, y necesario, que veamos hoy a la Madre Teresa como la vio Monseñor Romero, como ejemplo a seguir. Y bueno será, y necesario, que a las palabras de alabanza -que poco cuestan y a nadie molestan- unamos la profecía de Monseñor.
De qué hablen ahora la Madre Teresa y Monseñor Romero,
es su secreto. Pero a nosotros nos toca hablar de Dios y de los
pobres, de profecía y utopía, de caridad y de justicia.
¿Es incierta la transición democrática en medio de la corrupción?
Cuando se firmaron los Acuerdos de Paz se logró algo que deseaba la mayoría de los salvadoreños: el fin de la guerra, y este fue el gran logro de esos históricos documentos. Transcurridos cinco años, siguen existiendo situaciones difíciles -la más reciente es la corrupción en el sistema financiero- generando incertidumbre acerca de la transición democrática.
No faltan quienes, ante la avalancha de hechos criminales y la impunidad que los rodea, renieguen de la democracia, llegando a afirmar que de nada sirve, pues está hecha de formalismos vacíos que dejan inatacados los problemas reales de El Salvador. Esta es la crítica perenne a la democracia y arrecia cuando la situación social, política y económica de un país parece no tener un rumbo claro. Pero es preocupante que la crítica vaya permeando el tejido social.
Ciertamente, El Salvador no es el paraíso que muchos quisieran, y los Acuerdos de Paz dejaron sin resolver aspectos sustantivos para la instauración de un orden social menos excluyente de las mayorías populares. Pero concluir que su aporte a la democratización política es poco importante es sumamente peligroso, pues al sostener posturas de ese tipo se está aceptando implícitamente que el autoritarismo y las medidas de fuerza son preferibles a la democracia y a la negociación. La incipiente democracia que se abre paso en nuestro país por lo menos ha hecho posible que nadie sea asesinado o desaparecido por sus ideas políticas. Y quienes no vean en esto un logro importante adolecen de ceguera histórica.
Aceptar esto, no supone, por supuesto, negar que quedan por hacer cosas sumamente importantes para que funcione la justicia y la solidaridad, la igualdad social y económica, la defensa del medio ambiente y el rechazo a toda forma de exclusión y violencia. Y para ser realistas, recordemos el ejemplo actual de la corrupción y de la irresponsabilidad ante ella.
Si se le pregunta al presidente del Banco Central de Reserva a quién corresponde vigilar las operaciones de las financieras y los bancos dirá que a la Superintendencia del Sistema Financiero. El ex superintendente no niega esta responsabilidad, pero asegura que advirtió a sus superiores de lo que estaba sucediendo. Y como la Superintendencia es operativamente autónoma del Banco Central, la autoridad superior es el presidente de la república. Si se le pregunta a éste qué sucedió en Finsepro e Insepro, dirá que "estos problemas son de índole moral y actuaciones humanas que están fuera del control de las instituciones y leyes"; es decir, que no es responsabilidad del Estado ni del poder ejecutivo. Y si la raíz del problema se desplaza a los principios morales, le tocaría al arzobispo de San Salvador o a la Conferencia Episcopal dar luces al respecto. Pero el Arzobispo ya respondió que no tiene opinión y que no tiene por qué tenerla. Le interesa que le devuelvan el dinero. Y la Conferencia Episcopal, como es usual, se mantiene al margen de los problemas nacionales. La asamblea sí ha interpelado al presidente del Banco Central y ha recomendado al ejecutivo su retiro. No se sabe qué hará el presidente del país, pero la actuación de la Asamblea es un paso positivo.
Volviendo a nuestra tesis, más allá de los sinsabores
que deja la incompetencia de los políticos, la ineficiencia
de los funcionarios públicos y la impunidad de la que gozan
personas y grupos con poder e influencias, todos deberíamos
empujar, con convicción, el avance del proceso democrático.
Un caso de esclavitud en Estados Unidos
La esclavitud se remonta a tiempos muy antiguos. Durante muchos siglos la compraventa de esclavos fue un negocio rentable, hasta que en 1850 Inglaterra logró la abolición de la esclavitud a través de 24 tratados con diversos países. De ahí en adelante, el comercio de esclavos fue disminuyendo paulatinamente. En nuestros días se pensaba que la práctica de la esclavitud perduraba únicamente entre algunas tribus africanas y en algunas regiones de Asia. Pero las cosas no son así.
El 18 de junio pasado, aproximadamente 60 mexicanos, sordomudos, mujeres, hombres y niños, fueron encontrados por la policía en dos apartamentos del distrito de Queens, en Nueva York. Vivían en condiciones infrahumanas, y eran obligados a trabajar 18 horas o más, vendiendo baratijas en la calle y en los metros de distintas ciudades del país a cambio de un ínfimo salario. Según los vecinos del barrio, durante las noches se escuchaban ruidos y llantos. "Algunos hombres vivían en las escaleras de acceso a la vivienda. Por las mañanas se encontraban vómitos, preservativos usados y botellas vacías", declaró un vecino.
Para el grupo de mexicanos resistir era prácticamente imposible. Los mantenían sometidos mediante abusos sexuales, golpizas y amenazas de deportación, pues, además de ser muy pobres, eran ilegales en Estados Unidos. Sin embargo, la desesperación llevó a una de las víctimas a denunciar la situación a un Cuartel Policial. Así, se inició una investigación sobre el caso, y hasta la fecha han sido arrestados 17 supuestos implicados en distintos lugares de la nación. Los que dirigían la banda, José y Renato Paoletti, esperan que se formalice su pedido de extradición. De no ser así, el juzgado dará fin a la detención preventiva y pondrá en libertad a los acusados. En cuanto a las víctimas, por ahora, se encuentran alojadas en un hotel de la ciudad de Charlotte y en otro de Queens. Por su parte, el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, explicó que los detenidos obligaban a sus víctimas a entregarles el dinero que obtenían en su trabajo.
Curiosa y tristemente, la red de contrabando de ilegales estaba integrada por sordomudos latinoamericanos, quienes reclutaban a los mexicanos en los hogares y escuelas de su país, y luego los llevaban a Estados Unidos bajo la promesa de "buen trabajo" y vivienda. Aquí, los esquemas de clase alta versus clase baja, blanco versus negro y norteamericano versus latino han sido reemplazados por una relación más brutal: la relación amoesclavo, en la que latinoamericanos eran, a la vez, víctimas y victimarios.
El escándalo de abyecciones y maltratos no ha pasado desapercibido para la opinión pública de Estados Unidos. Existe la posibilidad de que se legalice la permanencia de los sordomudos en este país, y la legisladora demócrata de Nueva York, Nidia Velásquez, solicitó al Congreso, el 23 de julio, que otorgara la residencia permanente a todos los sordomudos mexicanos para demostrar que "este país tiene compasión".
Pero, paradójicamente, desde el 1 de abril de este año, fecha en que entró en vigencia la nueva Ley de Inmigración estadounidense, más de medio millón de latinos y sus familias viven en la incertidumbre debido a las amenazas de expulsión, incluso de aquellos que tenían la promesa de legalizar su residencia.
La problemática a la que se enfrentan los hispanos es el resultado de una acumulación de discriminaciones de todo tipo que han tenido que soportar para aspirar a realizar el mitificado "sueño americano". Los inmigrantes, que además de ser ilegales padecen de limitaciones físicas "como los sordomudos esclavizados", no sólo son víctimas de personas inescrupulosas, sino que cotidianamente son marginados en los empleos y las escuelas. Es por ello que buscan alternativas de sobrevivencia que los vuelven socialmente más vulnerables.
Ahora bien, buena parte de la responsabilidad de la situación de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos recae sobre quienes trasladan a grupos de personas sin importarles si éstas están en condiciones físicas y mentales para desempeñarse laboralmente o si tendrán un lugar mínimamente digno para vivir.
En nuestro país, son bastante conocidas las tarifas de
los "coyotes" o "polleros". También
se conocen sus artimañas para convencer de que el viaje
a Estados Unidos y la vida al llegar allá serán
muy fáciles. Cualquier política migratoria que pretenda
salvaguardar los intereses de los latinoamericanos indocumentados
en Estados Unidos debe tener en cuenta los beneficios que el tráfico
de personas deja a quienes lo realizan, así como lo difícil
que será contrarrestar las actividades de quienes, por
llevarse unos dólares a los bolsillos, no les importa el
destino de quienes consideran mercancía humana.
Por decisión del papa Juan Pablo II, y como preparación para el comienzo del tercer milenio, la Iglesia va a dedicar el año 1998 a reflexionar sobre el Espíritu Santo, para comprenderlo mejor y ser más dócil a sus inspiraciones. Por eso, Carta a las iglesias se va a ocupar de este asunto en los meses que faltan para empezar el "año del Espíritu".
Y empezamos hablando de las dificultades que presenta esta tarea. ¿Por qué? Porque hay muchos cristianos que, cuando se habla del Espíritu, piensan y dicen cosas que, en la práctica, les incapacitan para comprender lo que significa y, sobre todo, lo que exige, el Espíritu de Dios a los seres humanos.
Ante todo, para muchos cristianos, hablar del Espíritu Santo es hablar de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Eso y nada más que eso. Naturalmente, los que piensan de esa manera se imaginan que el Espíritu de Dios está en el cielo, no en la tierra. Y aunque es verdad aquello de que Dios está en todas partes, no es menos cierto que mucha gente piensa (más o menos confusamente) que, así como el sitio de los mortales es este mundo, el sitio de Dios es el otro mundo. De donde resulta que, para quienes se imaginan todo lo de Dios de esa forma, el Espíritu Santo está ausente de la historia, es decir, ausente de la vida y de las peripecias propias de nuestra existencia, de nuestra sociedad, del acontecer de los pueblos, de las culturas, de las alegrías y tristezas de los seres humanos.
La segunda dificultad es, seguramente, más peligrosa. Y consiste en que para muchas personas el "espíritu" se contrapone a la "materia" y, por tanto, al cuerpo, a lo sensible, a lo que se nos mete por los ojos, lo que palpamos, lo más inmediatamente nuestro, lo que (con tanta frecuencia) nos hace felices o desgraciados. Esta idea de lo que es el "espíritu" viene de lejos: de antiguas filosofías, que, de una manera o de otra, interpretaban la realidad a partir de la contraposición entre "lo espiritual" y "lo material", el principio de "lo bueno" y el principio de "lo malo". El platonismo, el gnosticismo, el maniqueismo y otras teorías parecidas, que, como es bien sabido, influyeron en los cristianos antiguamente. Y todavía funcionan en la cabeza de mucha gente, sin duda más de lo que algunos se imaginan. De ahí que aún quedan muchos cristianos que están convencidos de que, para ser verdaderamente "espirituales" y dejarse llevar por el "espíritu", tienen que renunciar a lo material, a lo sensible, a lo humano.
La tercera dificultad es de tipo más "eclesiástico". Y el hecho es que abunda más de lo que sospechamos. Hay muchos creyentes que están persuadidos, por supuesto, de que el Espíritu de Dios está, no sólo en el cielo, sino además en la tierra. Y que, por tanto, actúa en el mundo. Pero, ¿dónde? Aquí está el problema. En este punto concreto, se suelen hacer dos "restricciones": 1) los que piensan que el Espíritu Santo está sólo en la Iglesia y actúa sólo a través de ella; 2) los que, además, piensan también que el Espíritu Santo, ya dentro de la Iglesia, donde actúa casi exclusivamente es en la Jerarquía eclesiástica y a través de los dirigentes de la Iglesia, de manera que ellos gozan de una especie de "monopolio" (más o menos indefinido) en virtud del cual los obispos son los que tienen, en exclusiva, el "carisma" de garantizar la auténtica presencia o ausencia del Espíritu en una persona, en un grupo, en una institución o en cualquier situación que se presente.
Finalmente, desde hace algunos años ha surgido una nueva dificultad a la hora de hablar del Espíritu Santo. Se trata de los interrogantes que plantean los movimientos carismáticos, que nacieron en el protestantismo y se han metido en el catolicismo con notable fuerza. Los grupos carismáticos tienen puntos positivos, pero, tal como de hecho actúan, plantean dos problemas: primero, el peligro de "reducir" la acción del Espíritu a lo extático, es decir, a lo contemplativo, lo místico, lo que rompe con la vida diaria, porque se tiene (inconscientemente) la impresión de que al Espíritu se le encuentra en la oración y, en su más pura expresión, en el éxtasis. Segundo, el peligro de "reducir" la acción del Espíritu a lo extraordinario, que se manifiesta en curaciones milagrosas, hablar en lenguas extrañas, profecías más o menos sorprendentes y cosas por el estilo. Por supuesto, tanto lo extático como lo extraordinario han sido cosas que han estado siempre presentes en la historia del cristianismo. El peligro actual está en "reducir" la presencia y la acción del Espíritu a esas dos cosas solamente. Porque, entonces, el compromiso por transformar la realidad y, sobre todo, por aliviar el sufrimiento de las víctimas del sistema establecido, viene a quedar reducido a poca cosa, si es que no queda del todo marginado.
En el próximo número, se intentará explicar
lo que, ante todo, debe quedar claro en cuanto se refiere a los
problemas planteados.
J. M. Castillo
Aunque en gran parte los preceptos del año jubilar no pasaron de ser una expectativa ideal -más una esperanza que una concreta realización, estableciendo por otro lado una prophetia futuri como preanuncio de la verdadera liberación que habría sido realizada por el Mesías venidero- sobre la base de la normativa jurídica contenida en ellos se viene ya delineando una cierta doctrina social, que se desarrolló después más claramente a partir del Nuevo Testamento. El año jubilar debía devolver la igualdad entre todos los hijos de Israel, abriendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal. Por su parte, el año jubilar recordaba a los ricos que había llegado el tiempo en que los esclavos israelitas, de nuevo iguales a ellos, podían reivindicar sus derechos. En el tiempo previsto por la Ley debía proclamarse un año jubilar, que venía en ayuda de todos los necesitados. Esto exigía un gobierno justo. La justicia, según la Ley de Israel, consistía sobre todo en la protección de los débiles, debiendo el rey distinguirse en ello, como afirma el Salmista: "Porque él librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara: se apiadará del débil y del pobre, el alma de los pobres salvará" (Sal 72/73, 12-13).
Por ello las riquezas de la creación se debían
considerar como un bien común a toda la humanidad.
Quien poseía estos bienes como propiedad suya era en realidad
sólo un administrador, es decir, un encargado de actuar
en nombre de Dios, único propietario en sentido pleno,
siendo voluntad de Dios que los bienes creados sirvieran a todos
de un modo justo. El año jubilar debía servir
de ese modo al restablecimiento de esta justicia social. Así
pues, en la tradición del año jubilar encuentra
una de sus raíces la doctrina social de la Iglesia, que
ha tenido siempre un lugar en la enseñanza eclesial y se
ha desarrollado particularmente en el último siglo, sobre
todo a partir de la Encíclica Rerum novarum. (n.13).
Un año más, en la últimas semana de agosto, las Religiosas de Pastoral se reunen en el Centro Monseñor Romero de la UCA, como lugar real y simbólico de la memoria de los mártires y reconocimiento de una herencia que quieren continuar. El objetivo del encuentro es, fundamentalmente, confirmarse mutuamente en su fe en una Iglesia de los pobres y para los pobres y mantener la esperanza a pesar de este momento histórico, donde no se ven salidas para los más pobres, y momento de desencanto de una Iglesia institucional en El Salvador que parece haber perdido su dinamismo profético.
El grupo estaba constituido por 65 mujeres, religiosas y laicas
comprometidas en tareas pastorales, de diversas edades, congregaciones
religiosas, estados de vida y países de origen (El Salvador,
Guatemala, Nicaragua, Honduras, Costa Rica, Panamá, México,
EE.UU., Alemania, España, entre otros).
El tema de la semana de reflexión teológica que las ha convocado este año ha sido: "Identidad y misión de la mujer hoy en la Iglesia" El punto de partida fue, como no podía ser menos, la realidad. Para ello acudimos a nuestra propia experiencia de ser mujeres en la Iglesia, respondiendo a una encuesta que, entre otras cosas, nos preguntaba: ¿con qué palabras calificarías la situación de la mujer hoy en la iglesia? Avala tus afirmaciones con hechos concretos.
La respuesta fue clara y contundente, las experiencias hablaban por sí mismas, las palabras que se repetían con más frecuencia eran de denuncia por sentirnos: silenciadas, marginadas, subordinadas, desigualmente consideradas, injustamente tratadas, manipuladas, infantilizadas, minusvaloradas, siempre detrás y en la sombra, excluídas de todo lugar de decisión... "Las religiosas y la comunidad proponen, pero el párroco dispone".
Junto a estas palabras de denuncia expresábamos también, a pesar de todo, la conciencia de ser: generadoras de vida, soporte de la esperanza del pueblo, acompañantes y animadoras cotidianas de la fe, testigos del amor fiel de Dios especialmente a los más pobres, las que mantienen la vida cotidiana de la comunidad...
El desarrollo sistemático del tema se centró en
una formulación simbólicoprofética:
"¿Cómo ser aquí y ahora cuerpo de Cristo
en cuerpo de mujer?". A lo largo de la semana nos dejamos
acompañar e iluminar por mujeres bíblicas, madres
y hermanas en la fe que supieron ser en su tiempo testigos de
esperanza, salvación para su pueblo, presencia reveladora
de Dios.
Sifra y Pua parteras egipcias (Ex 1, 822) abrieron
nuestra boca y nuestra mente para saber decir de un modo lúcido,
valiente y astuto no a la muerte y sí a la vida.
No a todo lo que "los faraones" de turno en el ámbito
político, económico, social y religioso, manden
o intenten imponer que atente contra la vida en sus multiples
manifestaciones.
Marta y María (Lc 10, 3841) nos revelaron
cómo saber decir no a los roles establecidos y luchar por
una comunidad de iguales.
Rut, la mujer del amor fiel (hesed), nos abrió
los insondables caminos de revelación que supone el amor
concreto, histórico, personal. Un amor que se hace compañía,
lucha por la sobrevivencia, astucia para hacer cumplir las leyes
justas y debidas... Todo ello en medio de la cotidianidad sencilla,
de la siega, el campo, la casa, donde nada extraordinario acontece
más allá del amor de una nuera y una suegra.
La mujer sirofenicia (Mc 7, 24ss) extranjera y "no
creyente" nos desconcierta al descubrirla como lugar de revelación
para Jesús, espacio que se hace ruptura de fronteras, puentes
que se tienden.
Una mujer con menstruación continua (Mc 5, 2534)
nos enseña, movida por su fe, a tener la valentía
de correr el riesgo de tocar lo prohibido que para una mujer ha
sido siempre lo sagrado, los ámbitos de decisión
en la Iglesia, el cuerpo, el sexo, la amistad...
De Tamar aprendimos (Gn 38,130) la astucia para desenmascarar
mentiras, engaños, simulaciones para reclamar justicia.
Estas mujeres fueron releídas desde la experiencia y para
la experiencia y de allí salimos fortalecidas y confirmadas
en la esperanza para continuar:
Releyendo la Biblia, desde la óptica de género, para desenmascar lecturas androcéntricas marginadoras de la mujer y rescatar así todo el potencial liberador encerrado en ella.
Optando por una Iglesia de los pobres, preferencialmente de las mujeres pobres.
Luchando por una sociedad e Iglesia que no discrimine a la mujer.
Sin desesperarnos ante las dificultades sociopolíticaseconómicas y los vientos de involución eclesial.
Para afirmar, hasta la muerte si fuese necesario, los valores
del Reino que entran en conflicto con el sistema patriarcal dominante
que produce muerte.
Terminamos la semana agradeciendo la acogida y acompañamiento,
de tantos años "ya", al Centro Monseñor
Romero de la UCA, celebrando comunitariamente la fe en un proyecto
de Reino que rompe toda frontera de clase, sexo y raza.
Emma Martínez - Suyapa Pérez Escapini
Lo primero, invitamos a todos a escuchar la experiencia de la mujer con atención y valentía. Muchas mujeres creen que los varones simplemente no las escuchan. El escuchar no tiene sustitutivo. Es lo que más que otra cosa cambiará las cosas. Sin escuchar, cualquier iniciativa en este campo, por bien intencionada que sea, corre el peligro de soslayar los intereses reales de la mujer, confirmar la condescendencia del varón, y reforzar su dominio. Escuchar con espíritu de participación e igualdad es la respuesta más práctica que podemos dar y la base para nuestra mutua participación en la reforma de estructuras injustas.
En segundo lugar, invitamos a todos, individualmente y a través de sus instituciones, a alinearse en solidaridad con la mujer, la manera práctica de hacerlo variará de un lugar a otro y de una cultura a otra, pero no faltan ejemplos:
enseñanza explícita sobre la igualdad esencial entre la mujer y el varón, en todos nuestros apostolados, especialmente en colegios y universidades;
apoyar los movimientos de liberación de la mujer que se oponen a su explotación y promueven su participación en la vida pública;
atención especial al fenómeno de la violencia contra la mujer;
la debida presencia de mujeres en las actividades e instituciones de la Compañía, incluso la formación;
que tengan parte real en la consulta y toma de decisiones de nuestros apostolados;
colaboración respetuosa con nuestras colegas en proyectos comunes;
uso del lenguaje inclusivo cuando hablamos o escribimos;
ayuda a la promoción de la educación de la mujer
y, en particular, la eliminación de toda forma de discriminación
injustificada entre muchachos y muchachas en el proceso educativo.
Congregación General XXXIII
de la Compañía de Jesús, 1995
Según la tasa de robos a mano armada, San Salvador sería una de las ciudades más violentas del mundo. El elevado número de asaltos que se dan a diario la ha llevado a situarse en uno de los primeros lugares en hechos delincuenciales en América Latina. De acuerdo a una investigación realizada por el Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA en coordinación con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) uno de cada cinco salvadoreños residentes en el área del Gran San Salvador ha sido asaltado en el lapso de un año.
La investigación, realizada entre los meses de noviembre
y diciembre de 1996 a un total de 1,269 entrevistados, forma parte
del Proyecto ACTIVA (Estudio Multicéntrico de Actitudes
y Normas Culturales frente a la violencia en ciudades seleccionadas
de América y España). Este proyecto tiene como objeto
analizar las normas sociales y las conductas en torno a la violencia
para diseñar programas de prevención a la problemática
de tales ciudades (y no el desprestigiarlas ante los posibles
visitantes o inversionistas extranjeros, como han expresado algunos
funcionarios que han reaccionado ante la publicación de
estos resultados).
La violencia delincuencial. El estudio, además de mostrar el número de víctimas de robo a mano armada, reveló que más de la cuarta parte de la población ha sido amenazada con el fin de sacarle dinero. Otro grupo (más del 6 por ciento) ha recibido amenazas de muerte en el último año, lo cual representa que al menos 32 mil personas del Aréa Metropolitana de San Salvador han sido víctimas de este tipo de amenazas. Por otra parte, un 1.2 por ciento ha sido blanco de secuestros en el mismo período de tiempo.
Las personas heridas por arma de fuego o arma blanca suman un
poco más del uno por ciento, y el cuatro por ciento de
los entrevistados ha sido golpeados por otros en el último
año. Los homicidios constituyen una de las principales
causas de muerte en El Salvador. Así, casi el cuatro por
ciento de los consultados manifestó haber sufrido la perdida
de un pariente cercano como resultado de un asesinato, y más
del uno por ciento lo perdió a causa del suicidio.
La violencia del cuerpo policial. A lo largo de la historia de nuestro país los entes policiales y las autoridades públicas han estado vinculadas a abusos de poder y uso de la violencia en su trato hacia los civiles. De manera que el estudio incluyó también esta forma de violencia. Como resultado, se pudo conocer que, hoy por hoy, cerca del dos por ciento de los consultados fue objeto de extorsión por parte de algún policía o autoridad pública en el lapso de un año; mientras que un poco más del tres por ciento declaró haber sido víctima de maltrato físico, a pesar de que el país cuenta con un nuevo aparato de seguridad, una policía producto de unos Acuerdos de paz con nuevas formas de proceder ante la población civil.
Tal vez esto explique los porcentajes bajos de personas que denuncian
los delitos de los que han sido víctimas, directas o indirectas.
En efecto, uno de los hallazgos de esta investigación revela
que sólo el 28 por ciento de las víctimas de un
asalto a mano armada han hecho la denuncia. Es decir, que más
de las dos terceras partes de los atracos violentos quedan sin
ser denunciados, y en el caso de faltas cometidas por policías
o autoridades públicas las denuncias son todavía
menores. De aquí se puede deducir que sólo una pequeña
parte de los delitos cometidos en el Area Metropolitana de San
Salvador es denunciada y por consiguiente investigada y debidamente
procesada. Los casos más denunciados son los que dejan
como resultado el asesinato o secuestro de un pariente: un poco
más de la mitad de este tipo de delitos es denunciado a
las autoridades.
Portación de armas. Como es de suponer, en una ciudad donde los asaltos, secuestros y homicidios alcanzan estos porcentajes, la tenencia de armas en poder de la población civil alcanza también porcentajes significativos. El estudio ACTIVA reveló que el 7 por ciento de los consultados posee un arma de fuego, y cerca del 15 por ciento de la población del área metropolitana de San Salvador opina que el contar con armas de fuego en las viviendas o portarlas al salir de sus casas les brinda seguridad. Haciendo un estimado, se puede calcular que alrededor de 52,770 personas tendría un arma de fuego en los distintos sectores del Gran San Salvador. Por otra parte, a un poco más de la quinta parte de los capitalinos les gustaría tener un arma de fuego aduciendo razones de protección personal.
Este estudio, además, ha plasmado numéricamente
los casos no sólo de violencia producto de la delincuencia,
sino también la violencia en otros ámbitos de la
sociedad donde la agresión no es tan manifiesta. Como ejemplo,
se puede señalar que más del cuatro por ciento de
los encuestados aceptó haber golpeado a otra persona -no
familiar- en el transcurso de un año. De igual manera,
un siete por ciento dijo haber amenazado a alguien con lastimarlo
y casi la cuarta parte admitió haber insultado a otra persona,
al menos una vez.
Violencia doméstica. Por otra parte se encuentra la violencia intrafamiliar de la cual mujeres y menores de edad son víctimas silenciosas. Cerca de la mitad de los consultados manifestó ser objeto de insultos por parte de su compañero o compañera de vida, al menos en una oportunidad en el lapso del último año. Y lo que es peor, seis de cada cien recibió bofetadas por parte de su pareja en el mismo lapso. Uno de los datos que muestra más la violencia en el hogar es el porcentaje (tres por cada cien) de personas que admitió haber sido golpeada con objetos peligrosos.
Esta situación de desigualdad económica, educativa,
cultural y social que se vive en el país genera violencia.
La violencia no tiene que ver únicamente con la delincuencia,
sino también con otros factores. El hecho de que el país
no cuente con una política gubernamental para combatir
el crimen ni con la conciencia de funcionarios, que, en lugar
de buscar el camino para poner freno a esta situación,
reaccionan con actitudes incrédulas ante un problema real
y palpable en la cotidianidad de los salvadoreños, como
lo es la violencia, imposibilita la solución de este fantasma
que atormenta a las grandes mayorías del país.
IUDOP/UCA
El mercado y la remodelación de lo religioso
En el número anterior analizamos las falacias religiosas
del mercado. Ahora nos preguntamos qué ha sucedido en el
seno del sistema de mercado para que se dé una profunda
remodelación de la religión y especialmente del
cristianismo. Voy a tratar de iluminar, desde los supuestos implícitos
del sistema de mercado, algunos temas a los cuales aludiré
rápidamente.
Un nuevo evangelio acerca del "ser humano". Manojos de pasiones e intereses, los seres humanos no crean instituciones basadas en el amor y la entrega generosa, a no ser en contextos comunitarios muy reducidos. Sólo los intereses mandan en las sociedades complejas, principalmente en el plano de la economía. Es mejor apostar por el interés propio de cada uno que en sujetos ideales dispuestos al amor desprendido. Pues bien, la jubilosa noticia del paradigma económico del mercado es que "se ha descubierto" que un egoísmo estimulado por la competitividad en el mercado es el único altruísmo seguro y viable.
Secuestro y redefinición del "mandamiento nuevo" del amor al prójimo, reformulado como la "buena noticia" de que más vale apostar por los intereses de cada cual, sin exigir -incluso para que no estorbe al proceso- ninguna intención generosa en relación a los eventuales beneficios para el prójimo. Del seno de los mecanismos del mercado brotarán, espontánea e infaliblemente, resultados universalmente beneficiosos para todos.
Alteraciones significativas en "la idea de Dios". Ahora se trata de un deus absconditus, un dios escondido, un misterio dinámico que actúa en el interior de los mecanismos de mercado, asegurando la dirección benéfica de la autorregulación del mercado.
La idolatría y el sacrificialismo. Según
el concepto bíblico (recurso a símbolos religiosos
para atentar contra la vida y para oprimir) existe un ingente
proceso de idolatría en la economía de mercado.
No es que sea la única idolatría existente, pues
el centralismo planificador conduce a otro tipo de idolatría.
Ni tampoco es ésta la única evaluación factible
del mercado. Pero si los ídolos son dioses de la opresión,
y si su exigencia de sacrificios es implacable, hay que pensar
seriamente las implicaciones de la idolatría y el sacrificialismo.
Las falacias religiosas del mercado: la crítica y sus riesgos
El tema es importante al menos por tres razones. Primero, vivimos en una conyuntura de exacerbada mesianización del mercado, de utopización de los mecanismos institucionales de la economía de mercado, considerados por muchos como un todo indivisible, que funcionarían en niveles óptimos cuando no se interfieren desde instancias externas.
Segundo, semejante utopización del mercado introduce utópicamente en el propio mercado la cuestión de la solidaridad humana fundamental, dejando aparte sólo algunas suplencias caritativas emergentes. O sea, el sistema de auto-regulación devora, subtituye y, por tanto, elimina las opciones solidarias conscientes.
Tercero (y para los excluidos de la lógica del mercado
éste es tal vez el aspecto más sacrificial de esa
idolatría), el mercado no preve garantía del
mínimo vital, ya que los excluidos no son considerados
como agentes activos de la economía. Esto quiere decir
que su dignidad y sus derechos humanos básicos no están
contemplados en la lógica del mercado.
Pero también hay riesgos en esta crítica.
Primero, que la crítica se convierta en rechazo puro, cayendo,
tal vez, en el simplismo de utopizar direcciones centralizadas
de la economía. Segundo, que se evite profundizar en los
aspectos positivos de la auto-regulación, fijándose
sólo en su dinámica excluyente. Tercero, permanecer
tan obsesionado en la crítica al carácter religioso
del mercado que se olviden otros enfoques.
Cuestiones antropológico-políticas candentes e inevitables
En términos generales, estas cuestiones son las que se refieren a la posibilidad y a los límites de que los seres humanos (individual o colectivamente) se vuelvan sujetos conscientes y responsables de su historia, teniendo que servirse, al mismo tiempo, de mecanismos institucionales que tienden a funcionar con una relativa autonomía, y a establecer procesos auto-reguladores. Ese tipo de mecanismos tiende a crear oportunidades, pero tienen también serias limitaciones para el obrar humano consciente.
En otras palabras, se trata aquí de la complicada relación entre utopía y proyecto histórico. Toda institucionalización limita el horizonte utópico, ciñéndose a un camino de opciones (conscientes o no), que se relacionan con lo que se considera factible. Siempre que unos mecanismos institucionales sean declarados perfectos, y tenidos como la única solución, se cerrará el horizonte utópico, utopizándose el status quo de los mecanismos institucionales.
Pero en esa relación dialéctica entre utopía
e instituciones o proyectos, se corre también el riesgo
de utopizar ideales totalmente desvinculados de la historia presente,
perdiéndose "el suelo nuestro de cada paso".
Dicho en apretada síntesis, creo que hay tres modelos
antropológicos con los cuales nos confrontamos actualmente,
en lo que se refiere a proyectos históricos o a la manera
de encarar tales proyectos.
Primero, los que apuestan por el ser humano generoso, "amorizable", capaz de entrega a los demás, en resumen, consciente y siempre más concientizable porque se le define a partir del don de sí a los demás.
Segundo, los que, en el extremo opuesto, solamente apuestan por el interés propio como motor del obrar humano.
Tercero, los que creen que el ser humano, cuando está inmerso
en instituciones complejas, no puede dejar de estimular por un
lado, su interés propio (ya que otros fatalmente activarán
el suyo), pero, por otro, permanecen abierto a exigencias de solidaridad,
no sólo en gestos individuales, sino en proyectos solidarios
institucionalizados, fomentados mediante una suma de consensos
colectivos.
¿Cuál es el grado de fiabilidad del ser humano como sujeto activo en proyectos solidarios? ¿Está dotado de disposiciones permanentes para no olvidar a sus semejantes? Esta es la cuestión donde las respuestas divergen esencialmente según los "modelos antropológicos" antes expuestos.
Si se niega esa disposición solidaria, se apostará por mecanismos institucionales que no la requieran como elemento intencional, y se pasará a insistir en que la auto-regulación de estos mecanismos institucionales ya produce automáticamente efectos solidarios.
Si esa disposición solidaria es elevada a esencia del ser humano, incluso en su comportamiento en el interior de instituciones complejas, se legitiman lógicamente instancias de mando encargadas de canalizar esa disponibilidad solidaria, con la cual se supone poder contar en todo momento (planificación central).
Si, en el intermedio, esta disposición solidaria es vista
como limitada, y acompañada también de un interés
propio muy real, los proyectos históricos viables tienen
que tomar en cuenta y calibrar según las circunstancias,
el potencial conjunto de ambos elementos definitorios del ser
humano (planificación con mercado-mercado con planificación).
Todo eso, obviamente, suena abstracto, porque nos estamos moviendo al nivel de criterios muy generales. Diría, en síntesis, que no podemos ignorar que existe un conflicto muy profundo entre las diferentes concepciones antropológicas vigentes en el mundo de hoy. Y ello lleva a esta última pregunta: ¿existen circunstancias en las cuales el ser humano abandona radicalmente la solidaridad con sus semejantes y se convierte en un animal totalmente insensible y cerrado a la solidaridad?
En cuanto al "totalmente", francamente no lo sé. En cuanto al comportamiento predominante, ciertamente se dan situaciones donde esto acontece. De forma transitoria, pero no por eso menos brutal, esta cerrazón radical se verifica también, a niveles inferiores, en condiciones de miedo, hambre y miseria extremas. Vale la pena meditar sobre las rupturas de solidaridad cuando tales condiciones se prolongan.
Pero pienso que también se da este tipo de cerrazón radical y de pérdida total de la sensibilidad solidaria en condiciones donde no hay carencias materiales o presión psicológica extrema. Y creo que la religión del mercado da cobertura ideológica a este tipo de insensibilización. ¿Estaría ahí el motivo más poderoso para discernir las falacias religiosas del mercado?
Pienso que sí. No podemos resignarnos a aceptar que los
seres humanos se cierren a reconocer, activa y efectivamente,
la plena dignidad de todos los demás seres humanos de este
planeta. Un mercado ilimitado podría arrastrar a ese tipo
de erosión fatal de las potencialidades solidarias de los
seres humanos. Da miedo la perspectiva de "sacrificios sin
límite" exigidos por el ídolo del "Capital".
Organizar la esperanza significa no abandonar las opciones solidarias
a ningún sistema auto-regulador.
Texto de Hugo Assmann, editado por Cristinaisme i Justícia,
Barcelona.
Aunque la guerra civil en El Salvador terminó hace cinco años, este minúsculo país de Centroamérica, del tamaño de Gales, todavía puede reclamar para sí que es uno de los lugares más violentos sobre la tierra. Un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo muestra que América Latina es la región más violenta del mundo, con 140 asesinatos anuales por cada cien mil habitantes en El Salvador, 77 en Colombia y 25 en Brasil, en comparación con los 12.3 en Nueva York y un promedio de 6 a 7 en los países europeos.
Gran parte de la violencia en El Salvador la cometen las pandillas o "maras". Los expertos distinguen tres tipos de maras: 1) pandillas rivales de estudiantes que se involucran en violentas peleas callejeras con palos, piedras, machetes y a veces pistolas; 2) pandillas fuertemente armadas de expolicías o excombatientes de ambos bandos que comenten actividades criminales, como robos, secuestros, asesinatos en áreas rurales o zonas marginales de la ciudad; 3) los "importantes", con relaciones internacionales y amigos poderosos que se dedican al contrabando de carros, al tráfico de drogas y al contrabando de divisas.
De este último grupo, las dos pandillas más conocidas,
rivales a muerte, aunque ambas tienen sus orígenes en Los
Angeles, son la M-18 y la Salvatrucha, con un estimado de 1,500
miembros en el país. Ambas pandillas están creciendo
rápidamente debido a la actual política de Estados
Unidos de deportar a inmigrantes salvadoreños ilegales
con records criminales. Cuando regresan al país, vuelven
sin ningún problema a lo que hacían antes. En San
Antonio Abad tenemos nuestra propia mara, la MauMau, que
por el número de sus miembros ocupa el cuarto lugar en
el país, y estaría clasificada entre los grupos
dos y tres.
La parroquia de San Antonio Abad cubre una gran extensión en el noroeste de la ciudad sobre las pendientes del volcán de San Salvador y tiene una población de unos 70,000 habitantes. Hace 25 años allí surgieron las primeras comunidades cristianas de base en el país, y todavía está dividida en 12 sectores, cada uno de los cuales tiene su propia vida y estructura eclesial.
Aunque ahora proliferan las casas de clase media, los habitantes que llevan ya varios años y los miembros más activos de las parroquias provienen de familias pobres semi-rurales con una larga historia de persecución y martirio durante la guerra.
Desde su inicio la parroquia ha adoptado una política de puertas abiertas a la Mau-Mau, muchos de cuyos miembros, incluyendo el jefe, vienen muchas tardes a practicar en un pequeño campo de basketball en nuestra casa.
A veces fuman marihuana y roban cocos o mangos de nuestros enojados vecinos, pero en nuestro predio se comportan razonablemente bien, aunque esto no ha impedido que el pasado año cometieran tres asesinatos en el vecindario. Uno de ellos, con muchas puñaladas de navaja pequeña, mientras los gritos de la víctima se podían oír desde lejos. Todos sabían quién era el responsable, pero nadie se atrevió a informar a la policía, a la que, en cualquier caso, no le interesa involucrarse.
Nuestra esperanza es que el acercamiento, más que una condena total, superará poco a poco los bloqueos psicológicos, de la mayoría de los cuales no tienen ellos la culpa: hogares destruídos, falta de trabajo, rechazo por parte de una sociedad despreocupada, un ambiente generalizado de violencia y exagerado por los medios, corrupción muy extendida y el mal ejemplo del derroche de los poderosos, todo ello unido a la impunidad legal.
A veces hay pequeños logros: el año pasado nos pidieron
un retiro de fin de semana "como los que tienen otros grupos
de la parroquia". En la misa de despedida de Jim McPolin
(el anterior párroco) entraron en la Iglesia en bloque
para regalarle una escultura de madera, aunque algunos dicen que
quizás había sido robada. Les dimos 10 boletos para
un paseo al mar, organizado por la parroquia, y todos ellos los
aceptaron. Por casualidad, o porque así era el destino,
me encontré viajando en el mismo bus, sentado en medio
de ellos. ¡Fue un viaje muy movido, por decirlo suavemente!
Este año la parroquia ha sido una de las tres elegidas por UNICEF para organizar un proyecto piloto de ayuda a "jóvenes en problemas". Hemos organizado dos talleres, uno de computación y otro de serigrafía. UNICEF nos proporcionó las máquinas y materiales, y pagó a los instructores para el primer curso de cinco semanas. Después, la parroquia tendrá que organizar los cursos con sus propios recursos durante otros cuatro años. Hasta ahora ambos talleres han tenido un gran éxito, con 57 jóvenes en computación y 25 jóvenes diseñando e imprimiendo camisetas, incluyendo una preciosa camiseta de Monseñor Romero para el XVII Aniversario de su martirio. La mayoría de los Mau-Mau participan en uno u otro de los talleres, y algunos de ellos en los dos.
Otra actividad consistió en hacer un inmenso mural en la pared de El Despertar que da hacia la calle, en el que pintaron gran variedad de escenas que reflejan la vida del Centro de Formación parroquial. Con la ayuda de un artista local ocho miembros de la Mau-Mau lo terminaron en un día y lo celebraron comiendo juntos. Firmaron debidamente su trabajo: MAO CLXXX. Firman con el número 180 porque la palabra "murciélago" quiere decir lo siguiente: La letra No. 1 = m, número 8 = a, número (1)0 = 0. Esta parte del mural y las letras de estilo gótico que lo encabezan es la obra de un joven llamado Screech, sumamente valioso y violento, que ahora viene a mi cuarto regularmente. Ahí me cuenta, sin prisas, la historia de su vida.
Estos jóvenes, y muchos otros como ellos, son el producto inevitable de un sistema injusto que discrimina a los pobres y marginados. El gobierno cree que la única solución es aumentar el número de policías y reintroducir la pena de muerte. En la parroquia creemos que esto sólo puede empeorar las cosas y aumentar el nivel general de violencia. Pero nuestra "solución", que nos parece ser también la del evangelio, requiere mucho tiempo, infinita paciencia y audacia.
¿Resultará? No lo sabemos. Hace unas dos semanas unos ladrones llegaron de noche al lugar donde tenemos el taller de computación y robaron 5 o 6 computadoras. Hay razones para creer que los ladrones, o por lo menos algunos de ellos, son jóvenes de la mara que tratamos de ayudar. ¿Qué debemos hacer?
En las misas del domingo siguiente discutimos largamente sobre
todo esto. El evangelio del día nos ayudó a la reflexión,
porque en él se enfatiza el contraste entre la ley y la
vida (véase Marcos 2, 23 3, 6). Algunos optaron
por la ley: cierren el centro parroquial, prohiban la entrada
a la mara, aumenten el nivel de vigilancia. La mayoría,
sin embrgo, argumentó que ése no era el camino de
Cristo. Nos recordaron al padre del hijo pródigo que esperó
con paciencia, con esperanza y con un gran amor, y recibió
a su hijo con los brazos abiertos, sin pensar lo que él
había sufrido. Uno de los parroquianos nos hizo caer en
la cuenta de que el hijo pródigo al menos se había
arrepentido y había pedido perdón. La mara todavía
no lo ha hecho, pero quizás lo hará algún
día. Entre tanto estamos buscando nuevas computadoras para
empezar de nuevo y continuar ayudándolos.
Este es el pequeño mundo de San Antonio Abad. ¿Y qué decir de la realidad más amplia del país? ¿Hay solución para la injusticia que perdura a nivel nacional e internacional? ¿Es posible que desaparezca la distancia cada vez mayor entre pobres y ricos dentro de cada uno de los países y entre los países de la tierra?
Hace poco estuve en la ciudad de Bari, Italia, en una reunión de comunidades de jóvenes, y allí alguien habló de "las estadísticas del desastre", que aquí las conocemos muy bien pero que preferimos olvidar. He aquí algunas cifras.
Más de mil millones de seres humanos viven por debajo de la línea de la pobreza. 34,000 niños mueren diariamente de desnutrición en un mundo que, con sus recursos actuales, puede alimentar mucha más gente que la actual población. El 20% de los habitantes del planeta reciben el 82.7% del ingreso total de los recursos, mientras que el 60% sólo reciben el 5.6%. Para final de siglo una tercera parte de latinoamericanos (unos 170 millones) vivirán en pobreza y otra tercera parte vivirán en los que los expertos describen como pobreza crónica o miseria. Terminemos con un hecho escandaloso: la suma de fortunas de las 358 personas más ricas del mundo equivale a los ingresos de unos países que representan el 45% de la población mundial y en los que viven sin poder cubrir las necesidades básicas de la vida 1,300 millones de seres humanos.
Los jóvenes en la ciudad de Bari no se hacen ilusiones sobre el futuro del planeta tierra: desgarrado por todas estas divisiones, se dirige a un desastre, a un naufragio. Y recordaban que, incluso después que el Titanic chocó con el iceberg, la orquesta continuó tocando en el salón de baile y los pasajeros siguieron bailando.
Bajo el disfraz de ser una solución, un nuevo fantasma recorre no sólo Europa, sino el mundo entero, desde la caída del comunismo: el fantasma del crecimiento económico sin restricciones, acompañado de mecanismos neoliberales que son necesarios para generarlos: globalización, privatización, desregulación.
En su nombre los países ricos, representados por el Grupo de los Siete que acaba de terminar su encuentro en Denver junto con las instituciones financieras institucionales bajo su control, imponen duros programas de ajustes estructurales a naciones asfixiadas por la deuda externa y sin defensas, que no tienen más opción que aceptarlos y tratar de ponerlos en práctica, aunque saben muy bien que la mayor parte de sus propios ciudadanos serán los primeros en sufrir las consecuencias.
Los resultados son predecibles: la deshumanización de la gente, de obreros, de marginados; la reducción de servicios sociales esenciales, especialmente en salud y educación; la prioridad que se da a redes de seguridad sobre programas globalizantes, el sometimiento de la moralidad a los dictados del mercado, la promoción del individualismo, consumismo y desempleo estructural. Se dice que a la larga mejorará la suerte de la poblacion. Pero, como dijo una vez Lord Keynes, a la larga todos estaremos muertos.
En el próximo número seguiremos contando nuestra
experiencia.
Michael Campbell-Johnston, S.J.
Párroco de San Antonio Abad