UCA

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas



Carta a las Iglesias

© 1997 UCA Editores


Carta a las iglesias, AÑO XVI, Nº 390, 16-30 de noviembre, 1997

 

Construir sobre roca

 

En este número encontrará el lector reflexiones, testimonios, homilías y una larga crónica sobre la celebración de los mártires en la UCA. Y encontrará también noticias de actualidad: el atentado a don Samuel, la denuncia ante la Escuela de las Américas, las reflexiones de don Pedro Casaldáliga sobre el sínodo y una carta del clero salvadoreño sobre el modo de elegir obispos. Lo que queremos poner de manifiesto en este editorial es que ambas cosas, mártires y situación eclesial, pasado y presente, convergen. Y eso nos parece muy importante.

Para empezar, don Samuel y sus acompañantes muy bien pudieran ser mártires en estos momentos, como Mons. Romero, Angelelli... Algo, más bien mucho, de pecado y de antirreino persiste en la historia y da muerte a quien defiende a los pobres. Pero algo hay también de compasión, de voluntad de verdad y de opción por la justicia, que configura a hombres y mujeres hasta convertirlos en testigos de Jesús y mártires del reino.

La vigilia ante la Escuela de las Américas es otra muestra de memoria histórica conflictiva –50 años de entrenar a militares para hacer el mal–, y es una reparación y homenaje póstumo a las víctimas de esos militares. La carta de los sacerdotes es un ejercicio de libertad cristiana, que supera el miedo introyectado en nuestra Iglesia. Es la parresía paulina, pequeño recuerdo hoy de quienes ayer arriesgaron todo por decir la verdad –y expresa nostalgia de la Iglesia de hace unos años. La reflexión de don Pedro –testigo vivo, que bien pudiera haber sido testigo mártir– denuncia el miedo eclesial impuesto, y es esperanza y apuesta por la justicia, la liberación, la inculturación... Termina con un ruego patético: que no nos quiten Medellín, esos benditos años del pasado de la Iglesia latinoamericana.

 

* * *

 

Los mártires y la constelación de realidades que los rodean siguen siendo, pues, una referencia y una bendición en el presente. Es cierto que la historia sigue, que no hay que quedarse anclado en el pasado, que no hay mantenerlo voluntaristamente ni manipularlo. Y de evitar esos peligros se cuida muy bien don Pedro cuando pide que nos encarnemos en las novedades que están apareciendo en nuestra historia: afroamericanos, indígenas, laicos –mujeres sobre todo. Y se encarga don Samuel cuando rehace en Chiapas –sin repetir– y a su manera lo que Monseñor Romero hizo entre nosotros.

Recordar y celebrar a los mártires no es simplemente volver atrás ni ofrecer modelos anacrónicos de imitación. Eso sería enterrarse en el pasado en lo que tiene de limitado y caduco –y sería una pobre manera de enfrentar el presente. Pero el pasado puede ser también –lo es desde Jesús de Nazaret– roca sobre la que edificar. Edificar sobre los mártires no es anacronismo, ni dar rienda suelta a instintos masoquistas y suicidas, ni una forma sutil de rehuir responsabilidades. Es encontrar hoy una base firme sobre la que apoyarse sin tambalear, para que una Iglesia timorata y con poca creatividad no sea movida por cualquier viento. Nuestros mártires salvadoreños vivieron en el pasado, pero siguen siendo roca para el presente.

 

* * *

El domingo 23 se celebró en el estadio de la Flor Blanca una misa única multitudinaria. Veinte años antes, el 20 de febrero de 1977, también Monseñor Romero convocó a otra misa única en la plaza de catedral. En la misa de ahora, cantos, homilías –con alguna excepción–, entrevistas, atuendos litúrgicos pertenecen a un cristianismo suave, leight, dicen en Europa, de palmas y sanaciones, de mucha palabra altisonante, pero poco contenido histórico. Esta eucaristía pudiera haberse celebrado en El Salvador o en cualquier otro lugar.

La misa de 1977 fue otra cosa. Se celebró ante el cadáver de Rutilio Grande, un mártir –y todo fue muy distinto. Fue una misa salvadoreña donde salió a relucir el pecado del país, y la gracia de testigos, el compromiso a trabajar por implantar la verdad y la justicia. Allí comenzó su ministerio San Romero de América. Y, por cierto, treinta sacerdotes, pasaron horas confesando antes de dar inicio a la eucaristía.

No se puede volver a 1977, por supuesto. Pero ¿no hay que imbuir nuestras misas del 97 del espíritu salvadoreño, creativo, cristiano y martirial de las del 77? En el 77 el país estaba en estado de sitio, nadie regaló nada, la Iglesia salvadoreña se arriesgó y, sin pedir permiso a nadie, celebró con un pueblo sufriente la cena del Señor. Este año, la televisión cedió tres hora para retransmitir la misa. Han cambiado las cosas ciertamente, pero eso no significa que hay que revertir muchas de ellas.

Es imposible volver al pasado, pero no hay que olvidar que en nuestro pasado está la roca sobre la que se puede edificar. Edificar lo nuevo, ciertamente, pero sobre roca, no sobre arena. Entre nosotros, esa roca, por prividencia de Dios, son los mártires, la nube de testigos en los que tenemos que tener fijos los ojos. Y eso es lo que celebramos cada 16 de noviembre.

 


 

¿Qué le pediría yo al Sínodo de América?

 

Pedro Casaldáliga

Le pediría en primer lugar, que no fuera solamente sínodo…, porque el sínodo -tal como es hoy- sólo es consultivo, y los sínodos que hemos presenciado después del Vaticano II no han respondido a los sueños de colegialidad y corresponsabilidad que la Iglesia del Concilio esperaba. Un sínodo acaba siendo siempre una decepción eclesial.

Le pediría, en segundo lugar, que fuera de toda América, para toda América, pero sobre todo para la América pobre y excluida. Y que condenara proféticamente, sin concesiones, la dominación de una América -del Norte o de la ofligarquía- sobre la otra América -del Sur o de los empobrecidos.

Le pediría que hiciera una renovada y actualizada Opción por los pobres en el Espíritu del Jesús del Evangelio y frente al sistema de muerte que es el neoliberalismo, idólatra del mercado total y excluidor de las mayorías.

Le pediría también que privilegiara el florecimiento de las culturas más marginalizadas que son al mismo tiempo las que pueden dar una mayor contribución alternativa: los Pueblos Indígenas, el Mundo Afroamericano, la inmensa población Mestiza, los "hispanos" de Estados Unidos: Nuestra América, en fin, esa América profunda que viene soportando durante cinco siglos la colonización centralizadora, tanto política y económica, como eclesial y cultural.

Le pediría que bendijera nuestras comunidades Eclesiales de Base (también, por lo menos también), las pastorales sociales, la vida Religiosa inserta, la biblia en manos del pueblo, el protagonismo de los seglares y sobre todo de la mujer, y el heroico trabajo golpeado de nuestros bienhechores teólogos y biblistas y pastoralistas…

Le pediría que no se dedicara al miedo, que ya tenemos bastante; que no dudase de la humanidad, hija de Dios; que creyera confiadamente en el Dios de la vida y de la historia; que alentara nuestra Esperanza pascual; que nos abriera de par en par las ventanas y las puertas del Reino.

Le pediría que fuera realmente, sinceramente, valientemente, ecuménico, porque América es el mayor continente cristiano y las varias Iglesias de la única Iglesia de Jesús pueden y deben dar al mundo, desde esta América, un testimonio definitivo de ecumenismo, por palabras y obras, de comunión y de práctica.

Y le pediría también que fuera generosamente macroecuménico, porque el Dios de Jesús, en quien creemos, es el único Dios de la Vida y del Amor, Padre-Madre de toda la familia humana, cuyo Espíritu habla todas las lenguas y palpita en todos los corazones.

Le pediría que hiciera de la justicia, primero, y de la solidaridad también, una vivencia real, un proceso eficaz, una macropolítica omnipresente, como un gran sacramento del Reino, en esta hora, ya jubilar. Frente al hambre y la exclusión; contra la acumulación y la corrupción; ante la violencia y sus causas, tantas veces estructurales; para la condonación de la deuda externa y el pago inaplazable de la deuda social.

Le pediría que fuera un Pentecostés de Oración y de Misericordia, de Profecía y de Esperanza, de Inculturación y de Liberación… (¡Oh Espíritu de la brisa y del viento, fuego y caricia, óleo y pasión!).

Le pediría, muy latinoamericanmente, al son de todas nuestras quejas y de todos nuestros gritos, por el amor del Dios de Jesús y por la Madre morena de Guadalupe y por todos los mártires de nuestra "caminhada", que no acabase, por nada, ni por nadie, con los providenciales "concilios¨" de nuestra América Latina, en la línea bendita de Medellín y de Puebla y de Santo Domingo. Porque si eso llegara a acontecer, este Sínodo, además de ser una decepción eclesial, sería para la Iglesia de América Latina, un desastre histórico, un golpe de muerte…

 


 

Amigos y enemigos de la UCA en el VIII Aniversario

 

En sus más de tres décadas de compromiso universitario con las mayorías populares la UCA ha propiciado los ataques más variados en los círculos de poder económico, político y militar en El Salvador. En décadas pasadas no han faltado los ataques más brutales, como los del Frente de Agricultores para la Región Oriental (FARO) o la "tandona" de los militares. El asesinato del P. Ellacuría y sus compañeros no fue sino el resultado de ese odio a muerte que se incubó en la mente y los corazones de quienes consideraban comunista y subversivo a todo aquel que defendiera la justicia y promoviera el respeto a los derechos humanos en El Salvador. Tampoco han faltado adversarios que han procedido de forma más sutil, como el ex presidente Alfredo Cristiani que incluso cuando toleró –y quién sabe si hasta aprobó– el asesinato de los jesuitas no dejó de fingir una actitud de amistad.

Pero no todas las personalidades de este mundo han sido enemigos de la UCA y de sus mártires. Muy por el contrario, en muchos lugares de todo el mundo proliferan hoy centros, escuelas, instituciones, grupos de solidaridad que llevan sus nombres. Muchas personas han acompañado a la UCA durante décadas y muchas otras lo han comenzado a hacer desde hace poco. Como verdaderos amigos, han estado con ella en los momentos de gozo y en los momentos de tristeza, especialmente desde aquella madrugada del 16 de noviembre de 1989.

Los que pueden visitan la UCA cada aniversario para honrar la memoria de los jesuitas asesinados. Los que no pueden hacerlo, acompañan desde sus lugares de trabajo o desde su casa en lejanos países a los que se reúnen en la universidad. Presentes físicamente en las celebraciones o presentes espiritualmente, los amigos de la UCA se preocupan por ella, la reconocen como una universidad distinta, saben de su compromiso universitario con las mayorías populares y la apoyan.

Mencionar a todos los amigos de la UCA dentro y fuera del país sería interminable. A riesgo de ser injustos con todos los que merecen ser nombrados, mencionemos sólo a dos varones y a dos mujeres, de dentro y de fuera del país.

Ante todo, hay que mencionar al congresista estadounidense Joseph Moakley, quien presidió una comisión del Congreso de Estados Unidos para investigar el caso de los jesuitas asesinados. Esa investigación no sólo reveló los puntos más oscuros de la política de Estados Unidos hacia El Salvador, sino que vinculó a Moakley –entrañablemente y para siempre– con la UCA y el pueblo salvadoreño. La causa por la que lucha ahora es la de los inmigrantes salvadoreños ilegales en territorio norteamericano, dando muestras de un gran empeño por defender sus derechos.

Al respecto no sólo ha manifestado que los inmigrantes salvadoreños tienen un lugar importante es su corazón, sino que ha sido tajante en sostener que "cualquier esfuerzo por deportar masivamente a salvadoreños pondrá un peso tremendo a su economía en vías de desarrollo. ¿Dónde trabajaría esta gente? ¿Cómo compensarían por las remesas perdidas que tantos salvadoreños envían desde Estados Unidos? Esa tensión sólo resultaría en una desestabilización política y económica. Se lo digo ahora: eso no va a suceder. No lo permitiré".

Joseph Moakley es, como otros estadounidenses, un abanderado de la justicia y la solidaridad. Su cercanía a la UCA y a El Salvador no está motivada por intereses políticos de ninguna especie, sino por amistad hacia una institución que dio muestra palpable de su compromiso con la democracia y hacia un pueblo que, pese a la exclusión y a la marginación, no ha cejado en su esfuerzo por vivir más dignamente. Como dijo Moakley, "lo que más recuerdo son los niños. Nunca olvidaré los preciosos rostros de estos salvadoreños pequeñitos que me miraban atentamente y alargaban sus manos hacia mí. La compasión y perseverancia del pueblo salvadoreño ha dejado una marca indeleble en mí".

Para las celebraciones de este 16 de noviembre, Joseph Moakley se hizo presente en la UCA, con James McGovern, su asistente durante años y ahora también congresista por el estado de Massachussets, quien trabajó en el esclarecimiento del caso de la UCA y quien trabaja ahora en la defensa de los refugiados salvadoreños en Estados Unidos. Los dos congresistas pronunciaron importantes discursos en el auditorio y participaron en la eucaristía de la vigilia.

Tampoco en El Salvador le faltan amigos a la UCA. En la eucaristía se hicieron presentes, entre otros, María Julia Hernández, directora de Tutela Legal del Arzobispado, quien realizó la primera investigación del caso jesuitas, y la Procuradora para la Defensa de los Derechos Humanos, Victoria Marina de Avilés. Si existe en El Salvador una institución que ha dado muestras de estar comprometida con el fortalecimiento de la democracia esa institución es hoy la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos. De la mano de la Dra. Victoria Marina de Avilés, la Procuradoría ha trabajado incansablemente para que el respeto a los derechos humanos sea una realidad en el país. Este compromiso ha sido reconocido nacional e internacionalmente por diversas personas e instituciones preocupadas por el proceso salvadoreño. Asimismo, la altura humanitaria y moral de la Dra. de Avilés ha sido probada en incontables situaciones, haciéndola merecedora de la confianza de la sociedad civil en el desempeño de sus funciones.

Entre los que detentan puestos de poder y autoridad, pocos son los que merecen credibilidad; pocos son los que sinceramente están comprometidos con la democracia. Menos son los verdaderamente honorables y honestos. María Julia Hernández y Victoria Marina de Avilés están entre esos pocos, demostrando que la autoridad y el poder pueden usarse para servir a los que más lo necesitan y no para obtener beneficios individuales o grupales.

Su compromiso en la lucha por el respeto a los derechos humanos les ha generado incontables confrontaciones con quienes privilegian el uso de la fuerza para resolver los problemas sociales. Durante años, María Julia Hernández ha sido perseguida y amenazada de muerte. Recientemente la Dra. de Avilés ha sido presionada por quienes se mueven en la sombra de la impunidad para que renuncie a su cargo. Incluso ha sido amenazada de muerte. No entienden los enemigos de la democracia que esas amenazas lo único que hacen es aumentar el prestigio de la Procuradora y afianzar la convicción que está haciendo un buen trabajo al frente de la institución que le ha sido confiada. "La Procuraduría –ha dicho– representa para la población de El Salvador una esperanza cuando es escuchada, cuando es oída y cuando a través de denuncias que se interponen ante la institución se les satisfagan sus derechos humanos".

Amigos como Joseph Moakley y James McGovern, Victoria Marina de Avilés y María Julia Hernández, son los que alientan el trabajo de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas". Cada uno de ellos y de ellas ha respaldado el trabajo de la UCA, mostrando que el compromiso solidario con la democracia y la justicia en el país es posible siempre que haya buena voluntad. Y todos ellos estuvieron presentes en la vigilia.

En sus más de tres décadas de quehacer universitario, la UCA ha hecho cuanto ha estado a su alcance para que El Salvador sea un país donde la justicia y la solidaridad sean una realidad; en sus aulas se ha fomentado la tolerancia y el respeto a las ideas ajenas. Pese a ello –o quizás debido a ello– tuvo que padecer atentados dinamiteros en sus instalaciones y el asesinato de sus miembros de dirección. Esta trayectoria merece ser reconocida. Hombres como Moackley y McGovern en el extranjero, y mujeres como Victoria Marina de Avilés y María Julia Hernéndez al interior del país, lo saben y lo reconocen.

La UCA continuará generando resquemores en aquellos individuos y grupos que piensan que la razón debe someterse al poder; pero también seguirá haciéndose de más y mejores amigos. Puesto en balance, estos últimos –por su calidad humana y sus méritos intelectuales– siempre pesarán más que aquéllos.


 

Antentado contra don Samuel Ruiz y don Raúl Vera

 

A las 18:40 horas del 4 de noviembre los obispos Don Samuel Ruiz y Don Raúl Vera López, dominico, regresaban, junto con unas 60 personas, a la cabecera municipal de Tila, después de haber celebrado la eucaristía y de haber impartido el sacramento de la confirmación en la comunidad de Guadalupe Jolnopá, lugar reconocido como centro de operaciones del grupo paramilitar "Paz y Justicia" (macabra ironía). Allí fue emboscada la comitiva, recibiendo varias ráfagas de disparos que venían de un cerro como a unos 100 metros de distancia. Resultaron heridos José Pedro Pérez de 25 años de edad, José Vásquez Pérez de 30 años, ambos catequistas y Manuel Pérez, mayordomo del Sagrario de Nuestro Señor de Tila.

En los vehículos emboscados se encontraba el padre párroco de Tila, dos religiosas, varios catequistas y feligreses de la parroquia y el médico del dispensario parroquial, quien prestó de inmediato atención a los heridos e hizo el informe correspondiente.

El atentado no fue una total sorpresa, pues desde que se anunció la visita pastoral y se señaló la comunidad de Guadalupe Jolnopá como uno de los lugares donde se visitaría, el grupo "Paz y Justicia" empezó a amenazar que taparía el paso para impedir la visita.

"Paz y Justicia" hizo una amenaza semejante cuando se anunció que Mons. Vera visitaría la comunidad de El Limar, en el municipio de Tila, en mayo de 1996. Las consecuencias fueron una serie de ataques a las comunidades visitadas, dispensarios destruidos, cooperativas saqueadas, casas desoladas y destruidas, templos profanados, 4,120 personas desplazadas y varias personas asesinadas y despararecidas. El grupo paramilitar "Paz y Justicia" está vinculado al partido oficial (PRI), aunque su directiva se ha desvinculado de los hechos.

Para los analistas eclesiales de México, este acto, lejos de ser aislado, aparece como un plan de agresión contra la Iglesia Católica ya que, en contra del parecer de las comunidades cuya voz alegan asumir, algunas autoridades están prohibiendo la visita y el paso de los sacerdotes católicos y demás agentes de pastoral a varias comunidades, cuyos templos permanecen arbitrariamente cerrados.

La diócesis de San Cristóbal, organizaciones sociales y no gubernamentales han denunciado con insistencia la actuación impune de estos grupos paramilitares con protección de autoridades, y la existencia de una guerra de baja intensidad, lo cual es negado sistemáticamente en esferas oficiales. "Este ataque sufrido por nuestros obispos y las personas que les acompañaban", dice un comunicado, "es un hecho más que confirma la situación dramática que sufre nuestro estado y la ineficacia de las medidas tan espectacularmente anunciadas.

Por su parte, cinco premios Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel (Argentina, 1980), Desmond Tutu (Sudáfrica, 1984), Oscar Arias (Costa Rica, 1987), Dalai Lama (líder espiritual tibetano, 1988) y Rigoberta menchú (Guatemala, 1992) y más de 300 organizaciones internacionales condenaron el atentado y exigieron al gobierno mexicano cumplir los acuerdos firmados con los zapatistas. "La complicidad del gobierno federal se ubica en sus tácticas que retrasan las soluciones de fondo a los problemas causantes de la guerra que hay en Chiapas y el hecho de que grupos paramilitares operan con abierta impunidad desde hace años".

En América Latina se siguen intentando asesinar a obispos. Lo cual quiere decir que sigue habiendo obispos fieles a Medellín y a Jesús.


 

Crónica de una vigilia

"Me he sentido lleno de la misericordia de este pueblo"

 

Contar y hablar sobre la conmemoración de los mártires de la UCA es algo muy sencillo, si para hacerlo simplemente se deja que hable el corazón. Y es que los sucesos no son otra cosa que un manantial que parió el sol de la madrugada del 16 de noviembre de 1989, y que, como cualquier alumbramiento, fue tremendamente impactante. De el primero brotó sangre, lágrimas, dolor, tristeza, pena, indignación y hasta impotencia. Esa madrugada, en opinión de muchos, nació una de las páginas más importantes de historia salvadoreña, que se ha ido transformando en esperanza, en solidaridad y en comunidad universal. No importa de donde se viene, ni el color de la piel o el idioma que se hable. No es cuestión de razas, porque, aun en el silencio profundo y congelado del jardín de las rosas, podemos sentir una vertiente que nos une en el amor y que cada mes de noviembre fluye con más fuerza convirtiéndose en un caudal volcánico y abrasador.

En noviembre en la UCA CELEBRAMOS LA VIDA, las puertas se abren de par en par con el solo interés de ser un espacio donde todos los salvadoreños y amigos puedan recordar a sus mártires, reconocidos y anónimos. Como lo dijera el P. Francisco Javier Vitoria, "es bueno recordar, sobre todo cuando recordar es volver a pasar las cosas por el corazón".

¿Qué se hace? ¿Qué pasa en la UCA? ¿Por qué tanto alboroto? Déjenme contarles. En todos los pasillos, en los jardines, en la capilla, en el Centro Monseñor Romero, así como en muchos otros lugares de esta universidad, no hay día que no se encuentren caravanas completas de hermanos que llegan del interior del país, de colegios, de zonas marginales, y no digamos extranjeros. Los "chelitos y negritos" se ven por todos lados.

En este octavo aniversario se han hecho muchos esfuerzos y sería imposible describirlos todos. Lo más notable y concurrido ha sido el día 15. Ya el viernes por la tarde profesores, estudiantes, encargados y amigos corrían apuntalando detalles. El sábado a las seis de la mañana ya había gente trabajando y poco a poco la algarabía fue tomando voces más fuertes. Primero los equipos de fútbol, emocionados, se lanzaban retos y se presumían campeones, los jugadores reían y gozaban el momento.Al final del torneo el equipo de Ciudad Romero ganó el trofeo. En la otra punta, la entrada peatonal empezaba a engalanarse con las tradicionales alfombras realizadas por los estudiantes de comunicaciones. Se integraron como nunca profesores y estudiantes. Ahí estaban Ferrán, Lito, María Esther y Dessiré, para mencionar algunos, embadurnados de pintura hasta las narices. En Arquitectura sus diseños engalanaban los jardines de sus alrededores.

En el Edificio de Comunicaciones había una excelente exposición fotográfica con ocurrentes y muy bien pensados pie de foto, como el que mostraba a un niño tapado con papeles en medio de un promontorio de plásticos que decía: "No me pregunten mi nombre, ni mi edad, ni mi credo... Pregúntenme por qué soy invisible para ustedes... ¿qué hice para que me borraran?... ¿Qué hago para que me recuerden?". Otra foto mostraba a una anciana pidiendo, con su mano extendida y sus ojos mojados por las lágrimas cristalizadas, a la que le habían anotado el párrafo: "no te sientas vencida, ni aun vencida...no te sientas esclava, aun esclava. Trémula de emociones, siéntete brava. Y arremete feroz, ya cual herida. Es el tesón del clavo enmohecido, que aun viejo y ruin vuelve a ser clavo".

Una de las cosas más bonitas y emotivas fue la procesión organizada por el equipo de trabajo del Departamento de Educación y su Programa de educación infantil, el viernes 14 por la mañana, donde participaron aproximadamente unos 75 niños de 3 a 5 años, que llegaron de muchas zonas marginales con cantos, pancartas y poesías. Vestidos de inditos con sombreros forrados con papel periódico llevaban un original poster alusivo a los mártires de la UCA que rezaba: "También fueron niños y niñas y de grandes... ¡No nos olvidaron!".

Estuvo con nosotros un grupo de teatro de hermanos que vinieron de Guatemala a mostrarnos las masacres realizadas con su gente. Hubo una clínica de medicina natural donde se dió consulta gratuita y degustación de productos de soya.

A partir de las dos de la tarde, en el Centro Monseñor Romero se podía apreciar una exposición fotográfica de los mártires, muy bien montada bajo la coordinación del Departamento de Matemáticas. Estaban a la vista todos los afiches que concursaron para el VIII Aniversario. La Sala de los Mártires y el Jardín de las Rosas fueron lugares que recibieron la admiración y la devoción de muchos que los han llegado a considerar un santuario.

No podemos pasar por alto el esfuerzo realizado por el IDHUCA y el IUDOP en la realización de cátedras y exposiciones que mostraban con todo sentido de propiedad la calidad investigativa sobre la violencia y las violaciones a los derechos humanos que día a día realizan y que también fueron parte de las estampas que el público asistente pudo disfrutar.

Una vez más estuvieron presentes los Homies Unidos (ex-pandilleros) que también este año han traído sus mantas y artesanías, y se han unido a esta conmemoración con mucho interés y respeto. No teníamos más que caminar unos pasos para encontrarnos con la bomba de agua manual instalada por los de Ingienería, las cocinas "Lorena" y desde luego los dulcitos preparados con el azúcar de la participación.

Siguiendo las actividades, paso a paso durante toda la semana estuvo YSUCA, que transmitió una programación especial, celebró su VI Aniversario con mucho sentido comunitario en una convivencia que culminó con una misa en la que la Comunidad de Radio Hablantes hizo sentir el cariño que les ha despertado la Radio. Llegaron desde muchos rincones del país con esfuerzo y sacrificio, y entregaron como ofrenda un cuadro en el que destaca un sonriente P. Ignacio Ellacuría como símbolo del espíritu que se transmite en cada programa. Durante el día 15 se entrevistó y transmitió para todos los que se quedaron en casa muchos de los detalles y sentimientos de las personas que nos acompañaron en este día.

La peregrinación de farolitos iluminó con miles de velas encendidas las calles de la UCA y sus alrededores, como luciérnagas bulliciosas. Algunos cantaban, otros hablaban o simplemente en silencio se unieron con su luz a las interminables filas. Después, la misa solemne y tierna, sin olvidar la humildad y la dedicación que pone el P. Sivatte para que la misa tenga ese espíritu, y la certeza de que Dios está presente en la liturgia hoy como en los primeros tiempos de la historia del hombre. A pesar que la llovizna aumentaba por momentos, podía una sentir ese gusanito que se mueve dentro y nos hace sonreír sin malicia, sin aspavientos, aunque por momentos era inevitable, gracias a las pinceladas de humor fraterno que son parte del P. Chema, que siempre dejan una sensación de mucha satisfacción.

Las lecturas, el coro que cantó como nunca, las peticiones en muchos idiomas que le dan ese sentido tan universal a nuestras misas. Las ofrendas con el pan cariñosamente moldeado por las empleadas de la cafetería, la canasta cargada de frutas traídas amorosamente por los campesinos de Arcatao, la comprometida carta de María Julia, la presencia de la Procuradora de Derechos Humanos las emotivas palabras del Senador Moackley, y la ardiente promesa del Senador McGover cuando dijo "no cesaré en mi esfuerzo hasta que se cierre la Escuela de las Américas", dicho con tantas ganas que recibió un fuerte aplauso de toda la concurrencia. De fondo, ese bonito mural que trabajaron tres estudiantes de arquitectura bajo sol y lluvia con mucha dedicación y que impactó mucho más que otros años.

Por la parte baja del escenario mucho niños se asomaban curiosos a observar al Senador Moackley, que según ellos y él mismo lo dijo un día antes en la cátedra, se parecía mucho a Santa Claus. Le veían y sonreían llamándose unos a otros.

Como el cielo se abrió, y esa noche llovió como nunca, la participación popular de grupos musicales y de danza se desparramó por toda la UCA. Igual se cantó y bailó en el Auditorium que en la Capilla. La gente se emociono hasta las lágrimas escuchando el coro de los niños de San Antonio Los Ranchos que, nerviosos y tiritando de frío, dejaron oir sus vocecitas. Aplaudieron la danza del la parroquia de Mejicanos, disfrutaron la nueva producción con cantos de Monseñor Romero hecha por los Paulinos. Alzaron sus manos con el sombrero azul, zapatearon el torito pinto en una noche de vigilia en la que, como dije antes, celebramos la vida.

Sería imposible agradecer o dar las gracias a todos los que participaron en este Aniversario, porque no hay forma de darlas a aquellas miles de personas que se rieron, lloraron y se mojaron esa noche del 15 de noviembre para esperar el alba del 16. El gozo, la esperanza y ese sentimiento de misericordia y alegría que transmite Dios a través de su pueblo es imposible de expresar con palabras. Es por eso que es mejor no hacerlo y sencillamente guardar este recuerdo... pensar en frases sueltas dichas por los asistentes como estas:

 

"Mi visita a la UCA ha sido para mí un retiro espiritual".

"Me he sentido lleno de la misericordia de este pueblo".

"Estoy emocionado y feliz de estar aquí".

Es bueno recordar todo como algo tan bonito, resumido en tres palabras NO LOS OLVIDAMOS.


 

"No murieron en vano".

Congresista Joseph Moackley

 

Estoy orgulloso de haber dirigido la comisión del Congreso de Estados Unidos para investigar el brutal asesinato de sus queridos hermanos: los seis sacerdotes jesuitas, su cocinera y su hija. A pesar de las difíciles circunstancias de entonces me enamoré de El Salvador y de su pueblo. Nunca olvidaré a la gente que he conocido y los tiempos tan difíciles que han padecido. Siempre recordaré los cantones y aldeas que visité a lo largo del país, y su gente fue siempre buena y generosa conmigo. Recuerdo la visita que hice a Santa Marta en plena guerra. Nunca olvidaré el caluroso recibimiento que allí me dieron. Este lunes espero regresar a Santa Marta. Lo que más recuerdo son los niños. Los preciosos rostros de estos pequeñitos que me miraban atentamente y alargaban sus manos hacia mí.

Quizás algunos de ustedes saben que he pasado tiempos difíciles en los últimos tres años. En los años ochenta contraje hepatitis, y los médicos me decían que tenía poco tiempo de vida. Eventualmente la hepatitis degeneró en una enfermedad del hígado que casi me mata, pero lograron salvarme la vida. Y cuando me estaba recuperando falleció mi querida esposa Evelyn, que había tenido cáncer durante muchos años, era para mí mi mejor amiga y le echo mucho de menos. Estuve casado con Evelyn treinta y nueve años. En las largas semanas que estuve enfermo tuve mucho tiempo para pensar, y pensé qué era lo más importante para mí, no ya como congresista sino como persona. Les puedo decir que uno de los períodos de mi vida más significativo para mí es el tiempo que he pasado en este país.

Ahora me siento profundamente honrado de que me hayan invitado en este octavo aniversario de su asesinato para recordar a los jesuitas, su trabajadora y su hija. En el tiempo que pasé en El Salvador investigando estos asesinatos una cosa me quedó clara: estas personas valientes no murieron en vano. Esta noche les prometo que trabajaré con ustedes para que la luz de los jesuitas martirizados brille eternamente.

 


 

"Les prometo que haré todo lo posible para que se cierre la Escuela de las Américas".

Congresista Jim McGovern

 

Soy católico, y el haber conocido a estos hombres, el haber hablado y reído con ellos, el haber aprendido de ellos, lo que hicieron con sus vidas y lo que querían hacer, el saber cómo concebían la religión y cómo vivieron su fe, todo ello fortaleció mi propia fe. Así, pues, con respeto grande y humildad profunda les quiero expresar mi agradecimiento a todos ustedes.

Esta noche me siento verdaderamente privilegiado de estar en esta eucaristía tan llena de recuerdos. Honramos la vida de nuestros seis hermanos jesuitas y de sus dos colaboradoras. En las próximas dos semanas recordaremos también a los líderes democráticos que fueron asesinados en el día de acción de gracias de 1980, y el dos de diciembre, en todas las comunidades de Estados Unidos, recordaremos el trabajo y la memoria de las cuatro monjas y su colaboradora que también fueron asesinadas en 1980. Y esta próxima primavera honraremos la memoria del arzobispo Oscar Romero. En medio de estos sacrificios de todas estas vidas yo creo que El Salvador es una tierra de esperanza, de misericordia y de generosidad, y eso es lo que yo he aprendido de su pueblo. Esta noche les ofrezco mi compromiso para trabajar siempre por la justicia y la paz en El Salvador. Les prometo que trataré de asegurar que los inmigrantes salvadoreños sean tratados con respeto y compasión. Y les prometo que haré todo lo posible para que se cierre la Escuela de las Américas.

 


 

"Que se investigue a fondo la muerte de los jesuitas",

Pbro. Jesús Delgado, vicario de cultura del Arzobispado

 

Esperamos que las autoridades indicadas para este asunto procedan a hacer una investigación tal y como lo proponía la Comisión de la Verdad para que se investigara a fondo la muerte de los jesuitas.

Las investigaciones se han estancado, por lo que la Iglesia continuará apelando ante el gobierno para que se lleve a cabo una exhaustiva investigación y se determine la responsabilidad de los autores intelectuales del asesinato de los jesuitas y de las dos empleadas.

 


 

"Expresidente Cristiani debiera pedir perdón",

Padre José María Tojeira, rector de la UCA

 

El ejército salvadoreño, tarde o temprano, tiene que pedir perdón a la sociedad salvadoreña por los asesinatos, masacres y violaciones a los derechos humanos cometidos a lo largo de la guerra.

El expresidente Cristiani debería haber pedido perdón, pues era el comandante general de la fuerza armada. Hasta la fecha no ha pedido perdón a la sociedad salvadoreña.

Fueron juzgados nueve militares como autores materiales, condenados dos y absueltos los demás. En el marco de los acuerdos de paz fueron beneficiados por una amnistía. Pero una amnistía no borra el recuerdo y además no debe borrar el recuerdo, porque un país sin memoria histórica es un país abocado a repetir barbaridades continuamente.

 


 

"Los mártires han sido don y gracia".

De una carta de Pilar, prima de Nacho

 

Ustedes saben que esa fecha está grabada a fuego en el corazón de mucha gente, que no podemos olvidar a aquellos que dieron la vida para que aquellos que no la tienen -víctimas de la injusticia- la recuperen. También recordamos, y mucho, a los que habéis sobrevivido a tanto horror, y con el peso del dolor de tan inmensa tragedia seguís trabajando día a día sin perder la esperanza de construir un mundo más justo en el que todos los hombres y mujeres tengan la vida que les entregaron nuestros hermanos mártires.

Estos días próximos al 16 de noviembre todo se me hace presente en forma especial y me entra muchísima nostalgia en forma de recuerdos: las misas de la UCA, Jayaque, los rostros curtidos de salvadoreños a través de los que he recibido tanto cariño y esperanza, el jardín de las rosas con su misterio de luz y oscuridad... Todo ha sido don y gracia que me ha infundido vida.

 


 

Solidaridad desde las víctimas de Honduras

 

El testimonio de vida y muerte de los mártires de la UCA, y la lucha larga por identificar a los responsables y esclarecer la verdad, nos ha animado a intensificar la búsqueda de la verdad en el caso del P. James (Guadalupe) Carney, que desapareció en Honduras en 1983. Algunos exsoldados han dicho que fue capturado, torturado, y asesinado por los militares hondureños. Ellos habían recibido entrenamiento por el ejército norteamericano en la Escuela de las Américas y otros lugares. Es bien posible también que algunos agentes norteamericanos estuvieron involucrados en el asesinato del P. Lupe.

El día 16 de noviembre entramos en el día número 19 de un ayuno y vigilia frente a la embajada norteamericana aquí en Tegucigalpa, que empezamos después de haber sido echados de la embajada por los marines (soldados norteamericanos). Demandamos al gobierno norteamericano una respuesta seria a la solicitud del gobierno hondureño para documentos sobre el P. Lupe y otros desaparecidos.

Nos sentimos en profunda solidaridad con ustedes, sabiendo que el P. Lupe está representado también en el museo de los mártires en la UCA.

Hermana Juana Brenner (prima de Lupe) de Nicaragua

Mateo Eisen de San Salvador

P. José Mulligan, S.J. de Nicaragua

También en nombre de:

Obispo Tomás Gumbleton (obispo auxiliar de Detroit) y

Patricio Carney (hermano de Lupe) quienes tuvieron que volver a Estados Unidos pero que siguen en el ayuno.

 

P.S. Este fin de semana estamos en la catedral de Santa Rosa de Copán, a invitación del obispo Luis Santos.

 


 

Comunicado del Concejo Municipal de San Salvador

 

Este hecho sangriento, a pesar de producirse en medio de la agudización del conflicto armado que vivíamos, conmovió al país y a todo el mundo. Con el sacrificio de su propia vida, contribuyeron enormemente al ideal por el que tanto habían luchado: que El Salvador viviera en paz.

Los sacerdotes jesuitas habían dedicado su vida al desarrollo cultural de nuestro país, eran eminentes científicos y estaban haciendo una importante contribución a superar el estado de guerra interna: por eso los asesinaron; pero sus victimarios no entendieron que al hacerlo produjeron el efecto contrario.

Por ello, a 8 años de su sacrificio, el Concejo Municipal de la ciudad capital quiere honrar su memoria para mantener vivo el mensaje que sus obras, enseñanzas y sacrificios nos legaron y que es hoy más válido que nunca. Su ejemplo debe guiar nuestra acción en la búsqueda de soluciones a los graves problemas de pobreza, injusticia y marginación social que aún nos aquejan.


 

Testimonios de visitantes

 

Después de haber visto las fotografías creo que todos debemos agradecerles el hecho de haber dado su vida por este país que mal los recibió. Todo se paga en esta vida, ellos (los asesinos) merecen morir de peor forma, fueron personas sin corazón. Los extrañamos.

Gabriela Morán

 

El Salvador está muy orgulloso de poseer hombres que fueron en la historia personas nobles que lo dieron todo. Qué decir más que ustedes viven en nuestra mente y nuestro corazón.

F.M.P.

 

Los salvadoreños tienen suerte, pues ha habido muchos mártires que han luchado por el pueblo. No los olvidamos.

Cecy Kim y José Kim, Corea

 

Las personas que luchan por la paz mueren para cambiar la historia. La lista es larga... y contínua. Para que el sacrificio no sea en vano tenemos que recordar, y en esta manera también tratar de cambiar la historia. No los olvidamos.

Kathine Hayer. Dinamarca

 

El martirio no es una flor sangrienta de un único día. Es la florecita diaria y permanente, es testimonio constante de la verdad y del amor. ¡Nos hacen falta! Hasta pronto....

Carolina Alicia Molina

 

Porque son parte de nuestra historia y ejemplo a seguir.

Carolina Paz

 

Porque caminaron junto al pueblo con la búsqueda y construcción de una sociedad en la que resplandeciera la justicia para todos por igual.

Rolando Salvador

 


 

Carta de Alicia Martín–Baró a los campesinos de Jayaque

 

Muy queridos hermanos y hermanas de Jayaque:

 

Es una pena que tenga que esperar al aniversario para ponerme en comunicación con ustedes. No es que quiera dejarlo para estas fechas, pero las cosas se van enredando y nunca encuentro un momento de tranquilidad para escribir. Me acuerdo de ustedes a todas horas y estoy al corriente de casi todo por "Carta a las Iglesias", y aunque sea con un poco de retraso sigo paso a paso sus alegrías y penas, sus logros y su esperanza. Me hago eco de todo ello en muchos momentos de mi vida. A mi comunidad y a mis amigos los tengo al día de lo que pasa en El Salvador. No quisiera en modo alguno perder el contacto con ese queridísimo pueblo que tanto le dió a mi hermano Nacho.

Me gustaría saber cosas concretas de todos ustedes, ya que desde que se fue el P. Dean a Estados Unidos casi no he sabido nada. ¿Cómo sigue la cooperativa?, ¿la gente?, ¿las cosechas, el maíz, el café, en una palabra el trabajo? Ya sé que ustedes son un pueblo de esperanza y ésa no la pueden perder. El otro día leímos en Carta a las Iglesias el testimonio de Don Mónico, y la alegría y la acción de gracias nos surgía espontáneamente. ¡Cómo me gustaría volver a ese bendito pueblo! Ya sé que siempre les digo lo mismo, pero es lo que me sale del alma. ¿Siguen haciendo esas plegarias tan bonitas y tan espontáneas? ¿Siguen cantando y tirando cohetes y petardos, aunque a mí me asustaban mucho? ¡Qué bien lo pasé la noche que estuve con ustedes en Los Sitios! Claro, ya los más jóvenes ni se acordarán de mí, pero me gustaría que los que nos conocimos me recordaran y recordaran a la familia del P. Nacho. Ya hace 8 años.

Me figuro que seguirán celebrando el aniversario con más fuerza que nunca. La procesión de los farolitos, las oraciones, los cantos y las poesías. De todo me acuerdo y de todo guardo un recuerdo imborrable.

Nosotros aquí, el día 16, Dios mediante, como es domingo, a las 12 del mediodía tendremos la ofrenda de flores en el monolito dedicado a Segundo Montes y a Nacho, con cánticos y oraciones. Y a continuación tendremos la Eucaristía en la Iglesia que llamamos del barrio de La Pilarica. Yo pensaré en todos ustedes un poco más que cada día.

Mis padres siguen viviendo, muy viejitos y achuchadines, pero saben perfectamente que el día 7 fue el cumpleaños de Nacho y que el día 16 es el aniversario. Quizá nos reunamos algunos de los hermanos. Yo miro las fotos de ustedes muchas veces. No dejen de contarme todo lo que hagan para el aniversario y de mandarme las cosas que se puedan mandar o traer por alguien que siempre viene. Me interesa TODO.

Ya sé que la Iglesia tiene dificultades, pero ustedes son capaces de seguir haciendo una Iglesia viva que lucha por la justicia y la hermandad a pesar de todo. No se cansen de trabajar y de luchar, que nosotros en España tenemos puestos los ojos en las comunidades y en los pueblos de América Latina. Nos dan fuerza y ejemplo. Desde luego yo constato que aquí la gente más comprometida es porque tiene relación con ustedes. ¡Animo y no dejen de luchar!

Si alguien de Jayaque pudiera escribirme, aunque no fuera más que unas letras, me alegraría muchísimo y se lo agradecería infinitamente.

Para todos y también de mi comunidad un abrazo fuerte. Cuenten conmigo para todo y con el cariño inmenso de

 

Alicia Martin Baró

 


 

Invitación a la Eucaristía

Jon Sobrino

 

Hemos comenzado esta eucaristía cantando la utopía de los pobres que es la utopía de Dios: "Vamos todos al banquete, a la mesa de la creación, cada cual con su taburete tiene un puesto y una misión". Estas son palabras de un mártir salvadoreño, Rutilio Grande. Y estas palabras mantienen vivos a todos los mártires: en El Salvador, en Guatemala, Honduras, Nicaragua y en el mundo entero.

Esta noche celebramos aquí en la UCA el sueño de la mesa compartida, de la justicia y la fraternidad, pero lo podemos celebrar en el hospitalito, en las Aradas del Sumpul, en el Quiché, en la lejana Ruanda y en muchos otros lugares santos de nuestro mundo. En uno de ellos, El Mozote, han quedado escritas estas palabras: "Ellos no han muerto. Están con nosotros, con ustedes y con la humanidad entera".

Es verdad. Los mártires están vivos y ellos son también quienes nos mantienen vivos. Mantienen viva la exigencia a salirnos de nosotros mismos y a comprometernos con las víctimas de este mundo. Un compromiso serio y radical con la vida de los pobres. Un compromiso con la verdad que desenmascara la mentira. Un compromiso con la justicia que vence la opresión y la muerte. Un compromiso que debemos mantener siempre, a lo largo de la historia, y que nos lo exige el mismo Dios.

Y los mártires también mantienen vivo nuestro gozo y nuestra esperanza. En ellos hemos visto una gran entrega y un gran amor. La romería, la procesión de farolitos, la vigilia, muestran que nadie nos puede quitar el gozo y la alegría. Su entrega mantiene nuestra esperanza, y nadie nos la puede quitar.

Las palabras de Jesús, que son locura para muchos, se hacen muy sensatas desde nuestros mártires: "más feliz es el que da que el que recibe". Y ésa es la buena noticia que celebramos. Esta noche queremos recordarlos a todos, enflorar todas sus tumbas, las conocidas y las desconocidas. Agradecerles a todos.

Al comenzar ahora la eucaristía pedimos a Dios por la intercesión de todos los mártires, que fortalezca nuestro compromiso, que mantenga nuestro gozo y que aumente nuestra esperanza.

 


 

En el aniversario de los padres jesuitas

Mons. Ricardo Urioste

 

Mi primera consideración, al traer a la mente el execrable asesinato de los padres, es desde la fe. El seguimiento del Señor produce martirio y alimenta así la esperanza del pueblo en situaciones críticas y difíciles. Ellos, los padres, vivieron en situaciones críticas y para situaciones críticas. Vivieron el dolor del pueblo, lo acompañaron en sus masacres y terminaron por morir como vivieron, en el dolor y el sacrificio y en la entrega de sus vidas. Muchos otros les habían precedido. Nuestro Arzobispo Mons. Romero, sacerdotes diocesanos, religiosas, laicos y laicas.

A todos ellos son aplicables las palabras del Apocalipsis, el libro de la persecución de la Iglesia, "Vi debajo del altar las almas de los degollados por la Palabra de Dios y a causa del testimonio dado" (6, 9). Ellos murieron por su palabra y su testimonio. No fueron "perros mudos" de los que habla la Biblia: "Los guardianes están ciegos, ninguno sabe nada. Son todos perros mudos" (Isaías, 56, 10). Ellos fueron guardianes vigilantes del rebaño. Desde la fe sabemos que habitan en el cielo.

Otra consideración es desde el pueblo pobre. A ellos, y a los demás sacerdotes asesinados, ese pueblo no los olvidará. Les cantará, les rezará, les pedirá y los tendrá como estímulo y acicate para su vida. Pasarán los años y las décadas, y los hombres y mujeres de este pueblo sabrán a quiénes recordar, a quiénes orar e implorar. Ellos son los corderos degollados, seguidores del único Cordero, Cristo Jesús.

Una reflexión más es desde la Iglesia. Si la Iglesia no produce pastores que vivan con el pueblo y para el pueblo, para velar por sus necesidades y oir sus lamentos, para ser escudo y coraza de ese pueblo que sufre, habrá desertado de su misión y dejará de lado su compromiso. Sea Dios quien nos libre de una Iglesia así.

Finalmente, una consideración desde la nación. Un país, como el nuestro, que ha asesinado a sus mejores servidores, como a Mons. Romero, y a estos y otros sacerdotes y laicos, sin pedir perdón y sin penitencia por sus pecados, será una nación que se rvolcará a vicisitudes sin cuento. Producirá corrupción, narcotráfico, fraudes financieros, secuestros, hasta que se lave y purifique. Y esta nación y esta Iglesia deberán hacer nacer hombres y mujeres nuevos que creen un nuevo país y una nueva Iglesia, según el corazón de Dios.

 


 

Vigilia de protesta ante la Escuela de las Américas

 

De los 26 militares, que según el informe de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas fueron responsables de los asesinatos del 16 de noviembre de 1989, 19 se habían entrenado en la Escuela de las Américas en Ft. Benning, Georgia. Esa matanza es sólo un ejemplo entre muchos –masacres como la de El Mozote aquí en el país y en todo el continente latinoamericano-, del "trabajo" de los graduados de la Escuela de las Américas.

En septiembre de 1996, el Departamento de Defensa estadounidense tuvo que dar a conocer públicamente los manuales de las técnicas que se habían utilizado en la Escuela de las Américas, que enseñan a llevar a cabo ejecuciones, encarcelamientos, chantajes, torturas.

"¿Cuántos asesinatos, violaciones, torturas y "desapariciones" habrá que aguantar? ¿Cuántas personas tendrán que unir sus voces en Ft. Benning y en las aulas del Congreso para que nuestros oficiales electos cierren las puertas de esra Escuela de Asesinos?". Estas son las preguntas de muchos ciudadanos de Estados Unidos que llevan años en una campaña nacional para que el Congreso vote el cierre de la Escuela. Las votaciones son cada vez más reñidas. En la última sólo faltaron cuatro votos.

 

* * *

 

A la misma hora en que celebrábamos la vigilia en la UCA, dos mil personas se reunían en Georgia y nos escribieron esta carta:

 

En solidaridad con ustedes esta tarde del 15 de noviembre, estamos reunidos frente al portón principal de Ft. Benning, hogar de la Escuela de las Américas del ejército de Estados Unidos. Con oraciones y cantos, recordamos especialmente a los mártires de la UCA que fueron masacrados por graduados de la Escuela de las Américas hace ocho años, y reconocemos con alegría a todos ustedes que están reunidos allí y que continúan con sus trabajos de compasión. Especialmente estamos honrados esta noche por nuestros hermanos de Gutemala de la liga internacional Maya que ofrecerán una bendición sagrada durante nuestro servicio.

A las diez de la mañana del 16 de noviembre, alrededor de 2,000 personas de Estados Unidos y América Latina estarán en este lugar, el portón de Ft. Beenning. Durante el servicio religioso del domingo, cientos de nosotros caminaremos en una solemne marcha fúnebre desde el sitio de la vigilia a las oficinas de la Escuela de las Américas. Entregaremos dos ataúdes llenos con un millón de firmas demandando el cierre de la Escuela de las Américas. Gente de todo Estados Unidos, de toda Latinoamérica y de alrededor del mundo han escrito sus nombres pidiendo el fin de esta escuela que ha causado tanto sufrimiento y muerte. Aquellos que caminen en la marcha fúnebre esperan ser arrestados y enfrentar la posibilidad de ir a la cárcel por entrar a la base militar. Sabemos que nuestra acción es hecha en solidaridad con todos los reunidos en la UCA, y sentimos el poder de sus oraciones. Juntos con ustedes encenderemos una llama de esperanza en la oscuridad.

Que nuestro Dios continúe bendiciendo y fortaleciéndoles en su entrega y que traiga esperanza y alegría a sus esfuerzos. Les enviamos estas palabras en el nombre de todos los reunidos en Ft. Benning.

Unidos en solidaridad, Roy Bourgeois,Carol Richardson, SOA Watch

 

* * *

 

Esta carta fue leída antes de comenzar la eucaristía en la UCA. El P. Tojeira y el P. Sobrino enviaron una carta de solidaridad y agradecimento a los hermanos y hermanas estadounidenses. Durante la misa, aquí en la UCA, el congresista Jim McGovern terminó su ofrenda con estas palabras. "Les prometo solemnemente que haré todo lo posible para que se cierre la Escuela de las Américas".

 


 

Homilía del P. Adan Cuadra, Provincial de la Compañía de Jesús

En el octavo aniversario de los mártires de la UCA

 

Hoy, como en años anteriores, nos hemos reunido aquí en la UCA para recordar y celebrar el martirio de nuestros hermanos jesuitas, de Elba y Celina y de todos los mártires de El Salvador, en la fiesta de los mártires jesuitas del Paraguay. Celebramos en esta noche el misterio del triunfo de la vida sobre la muerte. Nos reunimos personas de diversos orígenes, hemos llegado de diversos lugares, tanto de la ciudad como del campo, de El Salvador como de otros países; hemos llegado en romería para juntarnos en este mismo sitio en donde se enciende el fuego nuevo, de donde brota la alegría compartida en un futuro mejor y de donde se alimentan las pequeñas esperanzas de los pobres para proseguir la lucha por un El Salvador más fraterno, justo e igualitario. Cantamos los mismos cantos, participamos de una misma fe y nos estrechamos en el mismo abrazo del compromiso que brotó de unos cuerpos destrozados. Después de tantas muertes juntas, celebramos hoy la fiesta del fuego de una Vida Nueva. Celebramos juntos la nueva oferta del Señor que ha resucitado para esperanza de los pobres.

En este mismo lugar en donde hace ocho años brotó la sangre a borbotones, aquí mismo es donde hoy celebramos la fiesta de las bienaventuranzas y donde confesamos que la matanza de hace ocho años, lejos de infundir temor y desaliento, alimentó y fortaleció la fe y el compromiso de muchos creyentes y de gente de buena voluntad, de querer hacer realidad, en el mundo de hoy, la tierra nueva y los cielos nuevos que nos proclama el Profeta Isaías y que escuchamos en la primera lectura. Sin duda, las bienaventuranzas son el test que evalúa la autenticidad y radicalidad de nuestra vida y compromiso cristiano y dejan en evidencia si nuestros valores y criterios son los de este mundo o son los del Reino de Dios. Vivir o no en sintonía con ellas, nos coloca o no del lado de Jesús y de su causa. Debemos tener siempre presente que ante los ojos de Dios y ciertamente no ante los del mundo, son bienaventurados los pobres, los que pasan hambre, los que sufren, los que son perseguidos por la justicia y la causa de Jesús y que de ellos es el Reino de Dios. Esta noche también podemos llamar bienaventurados a los que nos han dado testimonio, con su vida, con su entrega, pero sobre todo con su muerte martirial, de lo que significa hoy ser fiel a Jesús y a su Evangelio, habiendo asumido con generosidad y radicalidad todo lo que ello implica.

En este octavo aniversario del asesinato de nuestros compañeros jesuitas y de nuestras muy recordadas Elba y Celina, es bueno detenernos para recoger la cosecha de su martirio y para mirar la realidad del presente desde los desafíos transformadores que brotan de su sangre derramada.

No hay duda de que el primer aporte de su asesinato fue el contribuir de manera eficaz a abrir los ojos del mundo ante los extremos injustos de la guerra en El Salvador, y despertar de golpe a la urgencia de buscar caminos para detener sus crueldades. El ejército salvadoreño asesinó con saña a los padres jesuitas de la UCA, junto con Elba y Celina, pero su sangre inocente estalló en la conciencia nacional e internacional, hasta llevar a las partes directamente involucradas en la guerra, a negociar de una vez por todas el final de un conflicto irracional. Su martirio comenzó así a dar sus frutos de inmediato.

Pero los frutos de su martirio no se quedaron sólo en su aporte a poner fin al conflicto armado. Su vida, su compromiso a favor de los pobres hasta dar la vida, junto a la de tantos miles de mártires más, ha sido y sigue siendo para nosotros testimonio relevante de lo que hoy significa ser cristiano y estímulo para renovar y fortalecer nuestra Fe en el Dios de la vida y nuestro compromiso por la justicia. Mantener viva su presencia entre nosotros es hoy más necesario que nunca en la medida que descubrimos que el fin del conflicto no ha supuesto para El Salvador la apertura de un claro camino hacia la paz con justicia compartida, como ellos, los mártires, lo soñaron y lo lucharon.

Terminó el conflicto armado, pero al contrario de lo que todos esperamos, se continúa profundizando el abismo de las desigualdades y oportunidades entre los salvadoreños. Se firmó el fin de un conflicto violento, pero la violencia institucionalizada expresada, entre otras formas, en la búsqueda de un crecimiento económico que excluye sin remedio a las mayorías, sigue produciendo muertes violentas, y muertes dramáticamente lentas e injustas como durante el conflicto militar. Los mártires apostaron por una paz con justicia y democracia para todos los salvadoreños, pero sus realizaciones las vemos con frecuencia muy distantes de nuestras vidas. Se firmaron unos acuerdos de paz firme y duradera, pero las decisiones y actuaciones de muchos de los dirigentes de gran parte de las instituciones públicas y privadas, siguen motivadas, quizás con más fuerza que en el pasado, más por cálculos políticos e intereses personales o de grupos que por el bien del país y de todos los salvadoreños.

Mientras se adulteren los caminos de la paz y de la justicia con propuestas que se esfuerzan en hacer aparecer a los mentirosos y a los corruptos como sinceros y honrados, a los responsables y encubridores del asesinato de los jesuitas y de Elba y Celina como artífices de la paz, la palabra, la audacia profética y las propuestas de sociedad alternativa de los mártires siguen siendo hoy con mayor razón, una exigencia y una necesidad. Frente a lo que vivimos en El Salvador y en sintonía con la herencia de los mártires, sigue siendo una urgencia y una necesidad defender la vida y los derechos humanos de todos los salvadoreños, especialmente de los más débiles y olvidados de nuestra sociedad. Sigue siendo también una necesidad luchar contra la impunidad y velar por una correcta aplicación de la justicia. Por ello, a ocho años del asesinato de nuestros hermanos jesuitas y de Elba y Celina, la Compañía de Jesús sigue exigiendo el esclarecimiento total de la verdad de lo que ocurrió esa madrugada del 16 de noviembre de 1989 y que las personas e instituciones involucradas en esta matanza, reconozcan su participación y pidan perdón al pueblo salvadoreño por éste y otros crímenes que hayan cometido en el pasado. Sólo así se podrán curar las heridas del pasado e impulsar un auténtico proceso de paz y reconciliación, con verdad y con justicia, y sólo así se podrán poner las bases para construir un país mejor para todos.

De igual manera, los mártires siguen siendo presencia esperanzada en las pequeñas luchas de los pobres. Año con año, este campus de la UCA reúne a hombres y mujeres que siguen firmes en la terquedad cristiana de que el amor y no el odio, la fraternidad y no el egoísmo, la solidaridad y no el individualismo, serán los frutos triunfantes de tanta sangre derramada. Es en estos gestos solidarios y en esas pequeñas luchas populares donde se manifiesta el misterio de las bienaventuranzas de Mateo. Las pequeñas luchas de los pobres, sus esfuerzos por resistir a las globalizaciones deshumanizantes son en la actualidad la garantía de que las víctimas de la injusticia serán todas bienaventuradas, y para todas ellas se les asegura una tierra nueva y unos cielos nuevos. Y los bienaventurados que están luchando por hacer realidad las promesas del Señor, como lo hicieron los mártires, se constituyen en aquella semilla de mostaza de la que nos habló Jesús, fuente de los seguros torrentes de liberación para nuestra sociedad.

En esta fiesta de los mártires debemos renovar en nosotros y en nuestras instituciones el compromiso por seguir buscando en El Salvador y en Centroamérica los frutos verdaderos y auténticos del martirio y así evitar al menos tres grandes peligros: uno, el olvido que nos insensibiliza y nos vuelve irresponsables ante la historia de los pueblos; dos, quedarnos en el pasado que nos inflexibiliza ante los retos presentes y futuros; tres, la amenaza de convertir en piedra y cemento el compromiso martirial que nos incapacita para una verdadera conversión cristiana.

Ante la tendencia fuerte que existe en nuestro tiempo de buscar salidas fáciles y rápidas a los problemas y a olvidar la vida y sangre de los mártires y todo lo que supuso su lucha y entrega, con alguna frecuencia alimentada por ciertas estructuras sociales e incluso religiosas, nosotros debemos reafirmar nuestro compromiso de pronunciar sus nombres, introducir su sangre en las causas justas de nuestro pueblo y poner signos claros, personales e institucionales de que seguimos su ejemplo y su causa.

Ante cierta tendencia a vivir sólo en el pasado, y a remitir a él todo lo que sucede en el presente, desprendiendo la vida de los mártires de sus condicionamientos humanos e históricos y a caer en cierto fundamentalismo exclusivo y excluyente, debemos reafirmar nuestro compromiso por proseguir y actualizar su causa, retomando lo mejor de ellos y manteniéndonos siempre abiertos a los signos de los tiempos y a dar respuestas novedosas y creativas a los retos del presente y del futuro. Situándonos en los retos del presente y afirmando nuestro compromiso con un futuro más compartido, sin quedarnos anclados en un pasado paralizante, que a veces promueve excusas para no abrirnos a los nuevos desafíos, es en donde seguramente encontraremos una espléndida manera de actualizar los compromisos de la sangre martirial de nuestros hermanos jesuitas de la UCA y de Elba y Celina.

Ante la tendencia de convertir en piedra y cemento la memoria de los mártires, como excusa hipócrita ante las mediocridades cotidianas, personales e institucionales, nosotros debemos reafirmar el seguimiento de los mártires con gestos testimoniales de denuncia de un orden injusto que se afana en meternos a todos en la lógica del consumismo, de los compromisos superficiales y en la dinámica del sálvese quien pueda. Y en la reafirmación del seguimiento debemos privilegiar gestos concretos de cercanía y de entrega cotidiana a los pobres y a su causa por la que los mártires dieron su vida.

Hacer presente la memoria martirial de nuestros hermanos jesuitas y de Elba y Celina, es, en estos tiempos, una urgente necesidad cristiana porque nos remite a nuestro pozo fundamental, aquel que nos alimenta y nos da vida, Jesucristo y su buena noticia del Reino de Dios. Es ahí donde los creyentes encontramos el pozo de la sangre que libera, que abre nuestros ojos, que nos pone el corazón en sintonía con la causa de los pobres y que da sentido pleno a toda nuestra existencia.


 

Carta de 186 sacerdotes salvadoreños al Cardenal Gantin

 

Emmo. y Revdmo.

CARDENAL BERNARDIN GANTIN

Prefecto Sagrada Congregación para los Obispos

00120 Ciudad del Vaticano

Roma, Italia

 

 

La Paz del Señor Jesús sea con Usted.

 

Somos Presbíteros por gracia de Dios y queremos expresarle por este medio nuestras preocupaciones.

Nos anima a hacerlo la actitud de Nuestro Señor que provocaba la conversación y el diálogo con sus discípulos: "¿Quién dicen ustedes que soy yo?" (Mt 16, 15), "¿Qué venían discutiendo por el camino?" (Mc 9, 33).

Nos anima también, la invitación de la Iglesia que en su Magisterio Universal nos dice: "debe reconocer a los fieles, clérigos o laicos, la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer humilde y valerosamente su manera de ver en los campos que son de su competencia" (Gaudium Spes, 62).

Queremos contarle, Eminencia, lo que andamos discutiendo nosotros, sacerdotes de este país: discutimos cómo a partir de 1842 en que se crea nuestra primera diócesis, la Iglesia puso sabiamente al frente de ella, a lo largo de más de 150 años, santos y buenos pastores que han dejado en la Arquidiócesis de San Salvador una rica herencia de fe, de amor y de servicio abnegado. Todos ellos, sin excepción, a través de estos años, fueron elegidos por la Santa Sede entre sacerdotes nativos de este país en épocas en que había menos sacerdotes que ahora. Similar situación se ha dado, con sólo dos excepciones, en las otras Diócesis que se han venido erigiendo.

Como en el futuro habrá siempre nombramientos de Obispos, queremos hacer saber a Su Eminencia que en nuestro Presbiterio hay sacerdotes nativos muy pastores, capaces y abnegados que pueden ser candidatos al Episcopado.

Sin embargo, el Señor Nuncio ha expresado en diversas ocasiones, que considera muy importante en un candidato el título académico, para que no se acompleje ante la gente que va a tratar, que sea aceptable a las Autoridades, y que en el Clero salvadoreño no hay suficientes sacerdotes idóneos.

Aparte del menosprecio que esto último encierra para los sacerdotes del país, nos consta que no es cierto y consideramos que esos criterios no son evangélicos ni pastorales, ni responden a lo expresado por el C. I. C., ni al perfil de Pastor para la Nueva Evangelización que el Papa está impulsando.

Sabemos que los títulos académicos son buenos, pero no pueden ser requisitos imprescindibles para el Episcopado. Nuestro sano y legítimo orgullo es ser Presbíteros, y los sacerdotes que no tenemos título universitario nos sentimos sin complejos y realizados como Pastores. Además, en nuestro pobre pueblo al que servimos, la inmensa mayoría no posee ni siquiera la escuela primaria. Al oir al Señor Nuncio, se podría suponer que él piensa en Obispos para grupos minoritarios ilustrados y no para todo el pueblo.

Se pregunta a los militares qué Obispos serían de su agrado para el Ordinariato Militar, lo que nos parece bien, pero con el Clero no se toma en cuenta a quienes consideran como candidatos a Obispos, a no ser que se piense que sólo pueden ser Obispos los que son del agrado total de las minorías del país. Un Señor Nuncio anterior, Mons. De Nittis, consultó seriamente al Clero sobre los candidatos a Obispos para las diócesis de Chalatenango y Sonsonate, y los elegidos por la Sede Apostólica son excelentes Pastores, nativos del país, muy cercanos a sus ovejas y a sus sacerdotes. Sin grados académicos, pero muy sensibles a los graves problemas de sus fieles más pobres que los ven con mucho agradecimiento y cariño.

Esto es también lo que, entre otras cosas, encarece el Magisterio a los Señores Obispos: "… muestren la materna solicitud de la Iglesia para con todos los hombres, fieles o no fieles, y consagren cuidado peculiar a los pobres, a quienes los envió el Señor para darles la buena nueva" (Vaticano II, Oficio Pastoral de los Obispos n.13).

No nos molesta sinceramente que se nombre a Obispos no nativos porque sabemos que en Cristo Jesús " ... no hay diferencia entre quién es judío y quién griego…" (Gal 3, 28). Ya los hemos tenido y algunos de ellos han sido excelentes (como Mons. Di Pietro, de Sonsonate). Pero que habiendo sacerdotes salvadoreños, con iguales o superiores cualidades, se prefiera a los no nativos, es lo que no entendemos.

Pareciera preferirse a sacerdotes u obispos que han permanecido fuera del ambiente y del quehacer normal del Clero; sin sintonía ni empatía con nuestra idiosincrasia, historia y trabajo pastoral.

El perfil de nuestras Iglesias locales se ha ido formando en los últimos 50 años con enormes esfuerzos de actualización según el Concilio Vaticano II, el Magisterio Pontificio y Latinoamericano, con el discernimiento de los signos de los tiempos a la luz de la Palabra de Dios, con opciones espirituales y pastorales según el modelo de Jesús. A pesar de nuestras enormes fallas y pecados hemos perseverado en medio de la persecución y el martirio.

Para seguir caminando en este sentido necesitamos Obispos que sean verdaderos Pastores (cfr. Jn 10, DP 682-684), encarnados en nuestra historia y nuestra realidad; con el dinamismo de la Pascua de Cristo para renovarlo todo; amantes de Jesús, de su Presbiterio, del pueblo que se les confía (cfr. Jn 21).

El no tener Pastores que asuman de corazón todo esto, paraliza y disgrega las energías eclesiales, distancia peligrosamente al Pastor de su Presbiterio y de su fieles y da una impresión pública de desinterés del Obispo (y de la Iglesia) ante las situaciones que vive el pueblo a él confiado.

Señor Cardenal, nos hemos atrevido a expresarle estas inquietudes porque todo esto nos duele mucho. Amamos entrañablemente a la Iglesia; ella nos ha gestado y somos su fruto; a ella le hemos consagrado la vida con nuestro esfuerzo, desvelos y sufrimientos; a ella también pedimos perdón por nuestras infidelidades… pero sobre todo, a ella, a la Iglesia de Jesucristo queremos verla sin mancha ni arruga: Semejante a su Señor, humilde y orante, comunitaria y alegre, libre ante los poderosos y cerca de los pobres, llena del Espíritu de Jesús y de su Palabra, ilusionada y sufriendo por el Reino y no acomodada al mundo. Sabemos que todo esto es un ideal que hay que ir consiguiendo.

Por eso nos dirigimos a Usted, Eminencia, para solicitar su comprensión en los próximos nombramientos de Obispos para la iglesia que peregrina en El Salvador.

¿Es mucho pedir que para esos nombramientos las consultas sean más amplias; que el diálogo sea más franco y los criterios de selección más evangélicos y más acordes al "alma" de nuestra Iglesia?

¿Es mucho pedir que se consideren idóneos a los sacerdotes, a veces muy humildes y capaces, aunque sin título universitario, que en su labor parroquial se han mostrado buenos pastores, que aman y evangelizan a su gente, que han permanecido con su rebaño a pesar de los lobos, dispuestos a dar su vida por sus ovejas, y que se han desgastado día a día por ellos?

Sabemos que no es fácil lo que pedimos, en medio de la atención que usted presta a todas las Iglesias en su colaboración fiel al Santo Padre. Pero sabemos también de su amor a Jesucristo, a la Iglesia, al Reino; por eso nos hemos animado a expresarle nuestras preocupaciones confiando en su comprensión y ayuda.

Le agradecemos el tiempo y la atención que nos ha prestado y oramos al Señor Jesús, Salvador del Mundo, titular de nuestra Iglesia y país, y a la Virgen María, en su advocación de Reina de la Paz, nuestra Patrona, para que nos concedan los Pastores que necesitamos.

 

Le saludan en Cristo Jesús.

 

Siguen 186 firmas de sacerdotes

 

c.c. Card. Angelo Sodano, Sría, de Estado de Su Santidad

Mons. Manuel Monteiro de Castro, Nuncio Apostólico en El Salvador

 


 

Los mártires de la UCA ya son propiedad del mundo entero

 

Martin Maier

 

Al viajar estos días desde Alemania a El Salvador en el peregrinaje más largo de mi vida me pregunté: ¿Cómo van a celebrar a los mártires de la UCA ocho años después? ¿Qué queda de aquella primera vigilia en que viví de cerca la noche oscura de los asesinatos? Caminando después con las comunidades de Jayaque, me fue dada la gracia de ser testigo de la resurrección del Padre Nacho en los suyos que tanto quería.

Durante todo el día de este sábado 15 de septiembre sentí que la UCA estaba poniéndose de fiesta. Vi a los estudiantes que hicieron las alfombras. Vi el partido de fútbol del equipo de la Maestría en Teología contra el de la Chacra. Perdieron los teólogos dos a cero, y me acordé de otro torneo de septiembre del 89 y de los comentarios del Padre Ellacuría cuando perdió el equipo de los escolares jesuitas.

Con impaciencia esperé que llegaran los dos buses de Jayaque. Finalmente llegaron: los campesinos, fieles de siempre, se han mantenido firmes en su compromiso con la Iglesia aún en los momentos difíciles de amenazas y persecución. Me llamó la atención que llegaron también muchos jóvenes que apenas habían conocido al Padre Nacho. Nos abrazamos y nos preparamos para comenzar la procesión de farolitos. Sentí una gran alegría en esta procesión, porque caminar con el pueblo salvadoreño que recuerda a sus mártires es un privilegio y una gracia.

Desde España Alicia, la hermana del Padre Nacho, ha escrito también este año una carta muy linda y cariñosa a las comunidades de Jayaque. Alicia estuvo con nosotros en el primer aniversario, y ahora escribe: "Me figuro que seguirán celebrando... Yo pensaré en todos ustedes un poco más que cada día". De hecho tuvimos muy presente a Alicia y a toda la familia del Padre Nacho en la capilla durante la vigilia.

Me impactó cómo la celebración de los mártires de la UCA, que representan a todos los mártires de El Salvador, ya se ha convertido en una tradición. Sentí la vigilia en primer lugar como una fiesta de los pobres. La vi también como una fiesta del encuentro con tantos amigos y amigas. Sé que también en varios lugares en Europa se celebran los mártires de la UCA. Ha pasado lo mismo que con Monseñor Romero: ya no son solamente de El Salvador sino del mundo entero.