Carta a las iglesias, AÑO XVIII, Nº399, 1-15 de abril de 1998

 

Semana Santa. Cruz y resurrección

El mundo actual ha sacralizado el tiempo y ha proclamado el "día" de la madre, del trabajo, de la secretaria... Las Naciones Unidas han proclamado el "año" del niño, de los derechos humanos, de la paz... Sin embargo, no se atreven a simbolizar un tiempo de cruz y de resurrección, a mirar a ambas cara a cara, dejarlas que nos cuestionen... Todo eso parece demasiado, y no hay coraje para declarar a la cruz y a la resurrección algo fundamental en nuestras vidas personales y en la de nuestros pueblos.

Algo hay que nos retrae de mirar a la cruz, muy probablemente su carácter cuestionante, la pregunta por nuestra responsabilidad. Pero también nos retrae preguntar por la esperanza, si la ponemos donde debemos o donde nos la quieren poner otros. Hagamos la prueba y veamos qué nos dicen estos relatos de los que había muchos hace unos años en el país:

"Allí estábamos cuando fuimos atacados. Nosotros teníamos a los soldados a 300 metros, y al decir 'nosotros' me refiero a una cantidad de casi 5,000 gentes. Atravesamos el río Sumpul. ¡Qué escena tan dolorosa! Todo el mundo se aventaba. Los niños corrían abajo, los ancianos tampoco resistieron, se ahogaban".

Así hablaba Toñita, una campesina sobreviviente de la masacre del río Sumpul en 1981. Hoy las cosas han cambiado en El Salvador, pero en el mundo siguen muriendo al año de 35 a 40 millones de personas por hambre o por enfermedades relacionadas con el hambre, y en este mismo número de Carta a las Iglesias publicamos un doloroso relato de lo que sigue ocurriendo en Rwanda. En nuestro país, ya no ocurren esas barbaries, pero sobrevivir a la pobreza y a la delincuencia sigue siendo la tarea más ardua. Hablar, pues, de cruz es necesario, si no queremos hacer como el avestruz y esconde la cabeza bajo tierra.

¿Se puede hablar, con la misma honradez, de resurrección? Hoy abunda el desencanto, pero la esperanza no ha muerto del todo en este país que la ha tenido en abundancia.

"Primero Dios que cuando haiga liberación ya no tendrá que pasar nadie otra cosa más. Ya quedará todo sano, siempre trabajando, pero sin que a uno le traten mal porque no es señor y no sabe leer... Entonces, eso pienso yo. Volveremos a doblar la milpa y nos dará gusto. Y tendremos los primeros elotillos del lugar, allá no más, en la casa donde antes sembrábamos. Y en la milpa todos contentos, ¿verdad que sí? Primero Dios".

Así hablaba en 1985 la niña Santos, campesina de 80 años, que vivía en un refugió a donde había huido para salvar su vida.

"Cruz y esperanza de hace ya años", podrá objetarse. Pero recordemos que más antiguos son los relatos que cuentan la pasión de Jesús y la esperanza que tuvieron sus discípulos, hombres y mujeres, cuando se les apareció el resucitado. Y de esos relatos seguimos viviendo los cristianos.

Recordamos la cruz de Jesús porque es verdad que Jesús la cargó sobre sus hombros, cargando con ella el pecado de este mundo que denunció y combatió. Pero la recordamos también para tener los ojos abiertos a las cruces de nuestro mundo, el hambre de Somalia, los 14 millones de niños que mueren de hambre al año, las matanzas en Argelia, la desesperación de la pobreza en tantos países latinoamericanos. Ellos y ellas son los que siguen llevando en su carne, como decía Pablo, la pasión de Cristo.

Recordamos la resurrección de Jesús porque es verdad que Dios devolvió a la vida a quien había sido ajusticiado injustamente, dando con ello esperanza a las víctimas de este mundo. Pero la recordamos también para tener los ojos abiertos a las resurrecciones de nuestro mundo, las pequeñas o grandes esperanzas de los pobres, de los solidarios, de las gentes que son libres para decir la verdad, de quienes tienen entrañas de compasión, de todos aquellos y aquellos que han dado su vida, y la siguen dando hoy de otra forma, para que los pobres tengan vida.

La liturgia de Semana Santa puede caer en la rutina, como todas las cosas que hacemos los seres humanos. Pero a la Iglesia tenemos que agradecer que, una vez al año, nos recuerda la verdad de nuestra condición humana, como la de Jesús: somos seres de cruz y sufrimiento, pero también de resurrección y esperanza.

 


 

"Peligros" y "bienes" de la canonización de Monseñor Romero

En el numero anterior hablábamos de la canonización popular de Monseñor Romero y de las razones por las que ya está en marcha su canonización oficial. Ahora queremos reflexionar sobre los "peligros" y sobre los "bienes" de esta canonización oficial. Y no hay que sorprenderse de que hablemos así, pues todo lo humano es ambivalente.

1. La canonización oficial, como todo lo humano, tiene también peligros. En este caso, el peligro consistiría en canonizar a un Monseñor Romero desdibujado y en que la Iglesia lo acapare indebidamente.

a) Es difícil detener el proceso de canonización de Monseñor Romero, pero se lo puede desdibujar y cooptar. Desde este punto de vista el peligro consistiría en canonizar a un Monseñor bueno, piadoso, sacerdotal, pero en definitiva a un Monseñor aguado. Consistiría en quitarle las aristas que tuvo como profeta, y las entrañas de misericordia que tuvo como buen samaritano. Siempre existe el peligro de entender la santidad, como si, en definitiva, ésta se expresase mejor en la cercanía a Dios, y de entender a Dios como lo que estuviese más allá de lo humano o en competencia con lo humano, como si Dios fuese celoso de los hombres y mujeres de su creación. Es el peligro que expresan estas palabras ya clásicas: "Como no son de la tierra creen que son del cielo. Como no son de los hombres creen que son de Dios. Como no aman a los hombres creen que aman a Dios". Desde este presupuesto se podría canonizar a un Monseñor Romero aguado, no al verdadero Monseñor.

Es evidente que Monseñor fue hombre de Dios, creyente, devoto; que fue sacerdote, dispensador de los misterios de Dios; que fue arzobispo, cuidador de la fe y de las cosas santas de su pueblo. Pero a eso hay que añadir –y hacer de ello cosa central– que Monseñor fue un insigne salvadoreño que por eso se encarnó en una realidad de conflicto y de muerte. Que fue defensor de los pobres, y que por eso fue amado y venerado por ellos. Que fue profeta, denunciador y desenmascarador de militares, oligarcas, gobernantes y políticos, y que por eso fue odiado por ellos. Que fue voz de los sin voz, y que por eso fue voz contra los que tienen demasiada voz. Que fue creyente y hombre de Dios, y que por eso fue enemigo acérrimo de los ídolos. En suma, es evidente que el verdadero Monseñor vivió todo para Dios y todo para la justicia. Ese fue el Monseñor Romero total, el "verdadero" Monseñor. Y ese Monseñor es el que el pueblo espera que sea canonizado, el que sea presentado como protector y modelo de este pueblo. Un Monseñor distinto, desdibujado, aguado, sería irreconocible. Y de él –la verdad– no habría mucha necesidad.

b) Relacionado con esto, es también peligroso que con ocasión del proceso de canonización la Iglesia repitiera, con cierto exclusivismo, que "Monseñor Romero es nuestro", que "no nos dejemos arrebatar a Monseñor". Esto se decía antes –con algo de razón hasta cierto punto– para evitar que Monseñor fuese manipulado espuriamente. Pero no debiera prevalecer este enfoque exclusivista, y menos hoy. Monseñor Romero, como salvadoreño, como ser humano y como cristiano, es de todos. Si lo hacen con honradez, todos tienen derecho a invocarle y a todos puede hacer un gran bien. Y lo empobrecedor de insistir en el "es nuestro" es que así se privaría a los oprimidos de una esperanza y se ofrecería a los opresores una excusa para no tener que imitarle.

En este contexto es bueno recordar que cuando, pocos años después de su asesinato, comunidades de base y organizaciones populares salieron a la calle –superando el miedo a la represión de aquellos días– se oyeron voces que querían encerrar a Monseñor en el templo. Entonces Ignacio Ellacuría escribió: "Bien está Monseñor en el templo, y bien está Monseñor en la calle. Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre".

Esto que hemos llamado "peligro" podría, quizás, aparecer alrededor de la canonización. Pero lo decisivo está ocurriendo ahora, cuando se está fraguando la imagen de Monseñor. Ya hay muchos análisis de su vida y de su obra, y hay sobre todo la convicción de su realidad total como salvadoreño y cristiano. Así, en esa totalidad, todo de Dios y todo de los pobres, Monseñor sigue siendo una buena noticia.

2. La canonización oficial de Monseñor Romero puede traer bienes muy grandes: confrontarnos con nuestra realidad, llamar a conversión, devolver dignidad a las víctimas, proclamar a América Latina continente mártir.

a) La canonización oficial de Monseñor puede ser una ocasión para repensar la realidad del país. Recordar las víctimas y los verdugos de entonces, puede llevar a analizar los de ahora, la pobreza, la violencia, la injusticia, y a buscar la dirección en que se construye una sociedad justa. Puede llevar a repensar los errores de la impunidad y de amnistías inconsultas y precipitadas, y a una buena administración de justicia. Puede llevar –ojalá– a la conversión, exigida y facilitada por la presencia de Monseñor Romero y de muchos otros mártires entre nosotros. (En la canonización de María Goretti, asesinada al principio de siglo por no ceder ante quien la quería forzar, estuvo presente su asesino). Y puede llevar a comprender la necesidad de "revertir la historia". Todo esto es utópico, evidentemente, pero la canonización de un mártir típicamente salvadoreño, como Monseñor Romero, es la ocasión de recordarlo.

Esta canonización puede llevar consuelo a mucha gente, y sobre todo el sentimiento de que una persona importante, el Papa, "les dan la razón". No estaban ellos equivocados, Monseñor es santo. Y no es éste pequeño gozo para un pueblo que nada cuenta a la hora de decidir las cosas importantes y a quien no se suele preguntar su opinión sobre ellas.

La canonización de Monseñor Romero devolverá dignidad a muchas otras víctimas, y con ello traerá hondo consuelo a sus seres queridos –tanto mayor cuanto que, al ser personas religiosas muchísimas de ellas– esa dignidad viene ahora envuelta en lo sagrado de Dios. Recordémoslo. Monseñor Romero, y tantos otros, en vida fueron difamados, calumniados. Se les negó honradez y fe cristiana. Se les acusó, con mentira, de toda clase de aberraciones: "Monseñor Romero vende su alma al diablo", decía el titulo de un periódico de la época. La Comisión de la Verdad fue sensible a esta aberración y exigió reparación a la dignidad de las víctimas. Puede ser que algún día se construya un monumento en su honor, pero una canonización es cosa distinta. Es Dios quien devuelve la dignidad. Y de esa dignidad que otorga la canonización de Monseñor participan todos los mártires.

En nuestra historia actual y concreta la canonización de Monseñor Romero –y, en él, la de muchos más– no tiene la estructura de "revancha", ni menos de "venganza". Pero sí tiene la estructura del Magnificat, el trastrueque que opera Dios: "A los pobres los llenó de bienes, y a los soberbios despidió vacíos". Y por ello muchos salvadoreños –madres, sobre todo– dirán: "Engrandece mi alma al Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada".

b) Ya ha quedado insinuado, pero hay que explicitarlo. Monseñor Romero es un mártir conocido, quizás el más conocido, pero no es el único. Esto quiere decir que el martirio en América Latina –o en amplias regiones de ella– ha supuesto una verdadera globalización.

Las instituciones mundiales no tienen interés en reconocer esta "globalización del martirio". Pero bien lo puede hacer la Iglesia católica. Y –soñando– quizás se puedan encontrar modos para que, de alguna manera, aunque sea simbólicamente, en esa canonización participasen todas las Iglesias; y para que en la canonización de Monseñor se reconociese también, de alguna manera, a los innumerables mártires de América Latina.

Que se llegue a realizar esta utopía es muy difícil, por supuesto. Pero hay que recordar que durante su vida Monseñor dijo" "Yo no quiero ninguna seguridad mientras no se la den a mi pueblo". Permítasenos la audacia, pero ¿no pudiera pensarse que Monseñor esté ahora diciendo "yo no quiero una canonización que no incluya la de mi pueblo?", aunque sea "de alguna manera", añadimos nosotros.

Esta canonización no debiera prescindir del contexto histórico real: la abundancia de cristianos y de seres humanos a quienes se ha dado muerte por su amor y defensa de los pobres, por su compromiso con la verdad y la justicia, y todo ello en muchos explícitamente, en otros anónimamente, por la fe en un Dios Padre, y por el seguimiento humilde de Jesús. Y no se debiera olvidar las masacres de "santos inocentes", ancianos, niños y mujeres. Esta realidad, cuantitativamente masiva, y cualitativamente esperanzadora no debiera estar ausente al canonizar a Monseñor.

Ahora que se globaliza la trivialización de la fe y de la existencia, el consumismo y el egoísmo, el desprecio y la exclusión de centenares, si no de miles de millones de seres humanos, es muy importante apuntar a otro tipo de globalización: la de la verdad, del compromiso, del amor, de la ternura.

Al canonizar a Monseñor Romero, y, simbolizados en él, a todos los mártires, la Iglesia puede ofrecer ese servicio a nuestro mundo. Ojalá que en la canonización de Monseñor Romero estén presentes Ellacuría y Julia Elba, Monseñor Angelelli y los indígenas del Quiché, los niños de Somalia y de Ruanda las madres de Timor del Este y de Bosnia. Ojalá en esta canonización esté presente un continente mártir, los pueblos crucificados.


 

El Salvador que estamos dejando atrás.

Salarios mínimos, canasta básica e inflación

 

Liberales y conservadores

Desde el fracaso de la Federación hasta la llegada de Rafael Zaldívar al poder, en 1873, la vida socio-política de El Salvador estuvo marcada por fuertes conflictos entre conservadores y liberales. Uno de los ejes de la confrontación era la posición que asumían unos y otros ante la Iglesia y sus privilegios: mientras que los conservadores proclamaban la unidad indisoluble de los intereses de la nación con los intereses clericales, los liberales clamaban por la separación de ambos órdenes e, incluso, por la subordinación del orden religioso al orden civil. Si en materia religiosa o en materia política las diferencias entre conservadores y liberales eran tajantes, en el plano económico las tensiones, sin dejar de ser más sutiles, no eran menos graves. El eje de disputa era la tierra, pero la concepción económica con respecto a la misma era distinta en unos y otros.

Para los conservadores, lo importante era la gran propiedad señorial, en cuyos dominios ejercían su poder los grandes terratenientes. Para los liberales, la tierra importaba en cuanto es espacio de producción, en cuanto es espacio para generar productos que pudieran ser comercializados y que dejaran ingresos a la hacienda pública. Con la muerte de Gerardo Barrios, el liberalismo más radical cedió su paso a un liberalismo más moderado, al cual le fue fácil convivir con el conservadurismo. Ese acercamiento entre liberales y conservadores tenía dos ejes básicos: primero, la aceptación de que la tierra era la fuente privilegiada para enriquecerse; y, segundo, que la población indígena–campesina era la fuente de la mano de obra necesaria para las tareas agrícolas.

El poder de los grupos oligárquicos

Sobre estas coincidencias básicas pudieron los liberales convivir con los conservadores, dando lugar a la conformación de los grupos oligárquicos que dominaron la vida económica y política de El Salvador, desde las últimas tres décadas del siglo XIX, hasta más allá de la segunda mitad del siglo XX. El ejercicio político caracterizado por la elección de candidatos a la presidencia de entre las familias cafetaleras tuvo vigencia hasta 1931, pues con el golpe de estado del General Hernández Martínez los militares asumieron la gestión del poder político. Sin embargo, la dinámica de la economía fue regida por los intereses de los cafetaleros hasta bien entrados los años 70, cuando, en el marco de una conflictividad socio-política sin precedentes en el agro, los sectores industriales y financieros comenzaron a asumir protagonismo en la conducción de la economía nacional.

A la par de un orden económico centrado en la producción–exportación de café, se incubó un orden social excluyente y marginalizador de los sectores mayoritarios de la población. La pobreza y el deterioro creciente de las condiciones de vida en el campo fueron los resultados más palpables de la implantación de la lógica cafetalera iniciada por Zaldívar y continuada por sus sucesores. A la violencia estructural, cuya fuente estaba en la exclusión socio–económica de la mayor parte de la población, se sumó la violencia institucional, componente necesario de un control social siempre huérfano de legitimidad. Este fue El Salvador que nació a finales del siglo XIX y se consolidó durante las primeras tres décadas del siglo XX.

Este es El Salvador que comenzó a dejarse atrás a partir de 1979, con el golpe de estado de octubre de ese año. En 1992, con la firma de los Acuerdos de Paz, se establecieron los cimientos de un nuevo orden político, desde el cual va a ser posible transitar hacia un nuevo orden económico. El primero todavía está en los comienzos; el segundo es un desafío ineludible para el próximo siglo.

El problema del salario mínimo

La legislación salvadoreña en torno al salario mínimo es quizás una de las mejor formuladas del mundo, por su elevada dosis de bondad con los intereses de los trabajadores. Por ejemplo, en su artículo 144, el Código de Trabajo establece que el trabajador tendrá derecho a "devengar un salario mínimo que cubra suficientemente las necesidades normales de su hogar en el orden material, moral y cultural".

En la práctica, los salarios mínimos han funcionado como un piso que evita que la interacción de las fuerzas del mercado resulte en salarios aún más bajos; no como un garante de la satisfacción de las necesidades materiales, morales y culturales. La política salarial ha seguido pautas que nada tienen que ver con la legislación o el mercado laboral. El salario mínimo siempre ha estado por debajo del costo de la canasta básica y, en las últimas décadas, ha reducido su poder adquisitivo por efecto de la inflación; lo cual implica que el salario mínimo real ha venido reduciéndose. Paradójicamente, el sector laboral no ha presentado plataformas reivindicativas de consideración en torno al tema salarial, al grado que la última iniciativa para incrementar el salario mínimo ha surgido del sector gubernamental.

Así, el 16 de marzo pasado, el Presidente de la República, Armando Calderón Sol, anunció que pediría, a la representación del poder ejecutivo ante el Consejo Nacional del Salario Mínimo, un incremento de 105 colones (9%) al salario mínimo vigente para el comercio, industria y servicios. Según Calderón Sol, la propuesta se hace "para que el trabajador salvadoreño pueda absorber el pago al nuevo régimen de pensiones del tres por ciento".

Aunque la iniciativa gubernamental responde a la necesidad de implementar sin mayores traumatismos el nuevo sistema privado de pensiones, es oportuno revisar a este punto cuál es la relación actual entre los salarios mínimos, el costo de la canasta básica y la inflación, pues ello contribuye a aclarar la precariedad económica en la que se desenvuelven los sectores trabajadores.

La realidad de los trabajadores

Desde mediados de 1995, el salario mínimo alcanzó los siguientes niveles mensuales: tarifa agropecuaria general, 594 colones; jornal de café, 709.5 colones; jornal de caña de azúcar, 600.6 colones; industria, comercio y servicios, 1,155 colones. La propuesta gubernamental afectaría únicamente al último de los sector señalados, elevando el nivel salarial desde 1,155 colones a 1,260 colones. Cabe señalar que, por lo general, los salarios mínimos son percibidos por la gran mayoría de jornaleros y obreros, tanto de las áreas rurales como urbanas, incluyendo a las empleadas de las numerosas empresas de maquila fundadas con inversión extranjera. Pero si se toma en cuenta a todos los ocupados –de los cuales jornaleros y obreros son una minoría, entonces, según datos oficiales, cerca de un 70% percibe menos del salario mínimo vigente.

Por otro lado, el costo de la canasta de mercado proviene de sumar los costos de bienes y servicios clasificados en los siguientes rubros: alimentos, vivienda, vestuario y misceláneos. Para diciembre de 1992, se estimaba que el costo de la canasta de alimentos era de 1,313.38 colones, la de vivienda 728.30 colones, la de vestuario 223.05 colones y la de misceláneos 895.66 colones; en total, la canasta de mercado tenía un costo de 3,160.4 colones. Para 1997, el valor de la canasta de alimentos habría elevado su valor hasta 2,148.8 colones y la canasta de mercado habría alcanzado los 4,738.7 colones.

Tomando en cuenta estos datos, el salario mínimo de la industria, comercio y servicios sería insuficiente para cubrir el costo de la canasta de alimentos; mucho menos el costo de la canasta de mercado. Se necesitarían 1.85 salarios mínimos para adquirir la primera y 4.1 salarios mínimos para adquirir la segunda.

La situación de los hogares rurales también es crítica, pues, aunque el costo de la canasta básica ampliada rural es menor a la de la urbana, los salarios de la agricultura son mucho menores que los urbanos. La tarifa agropecuaria general representa sólo un 51% de los salarios de industria, comercio y servicios. Un jornalero que reciba el salario de la tarifa agropecuaria general necesita de 3.2 salarios mínimos para adquirir la canasta ampliada rural, que es de menor costo que la urbana, pero también mucho más modesta.

La deficiencia de los salarios mínimos se acentúa cada vez más debido a que éstos no guardan relación con los niveles inflacionarios nacionales. Por ejemplo, desde agosto de 1995, cuando se fijó el actual salario mínimo, se ha experimentado una inflación acumulada de cerca de 8%, sin que desde entonces se haya realizado ningún ajuste salarial. Una retrospectiva del comportamiento de los salarios mínimos reales revela que, durante la década de 1990, han acusado un franco deterioro, que, sin embargo, pudo haber sido más pronunciado de no haberse incrementado el salario mínimo nominal en los años comprendidos entre 1990 y 1995.

La información presentada arriba revela con claridad meridiana que la mayoría de los trabajadores ocupados reciben un salario que riñe con la ley, atenta contra la satisfacción de las necesidades básicas y estimula la proliferación de la pobreza. De hecho, al considerar cómo se ha ampliado la diferencia entre el costo de la canasta básica y el salario mínimo puede inferirse que existen cada vez mayores presiones hacia la profundización de la pobreza, contrariamente a lo que los datos oficiales sobre incidencia de la pobreza podrían reflejar.

Con todo, no debe perderse de vista la urgente necesidad de proceder a crear un mecanismo de fijación de los salarios mínimos que, cuando menos, considere su ajuste anual por encima del ritmo inflacionario.

 


 

Entrevista con Zaida Romero, hermana de Monseñor

Doña Zaida, ¿podría contarnos un poco sus recuerdos de su hermano Oscar cuando vivían juntos? Nosotros somos de Ciudad Barrios. Mi papá era telegrafista y mi mamá fue administradora de correos. Mi hermano Oscar era el mensajero y andaba repartiendo las cartas cuando llegaba correo. Primero iba a visitar el Santísimo, y de la Iglesia salía a dejar las cartas.

¿Se acuerda como nació la vocación de su hermano de ser sacerdote? Mi hermano le dijo al alcalde don Alfonso Leiva que tenía ganas de hacerse padre, y cuando llegó el padre Montoya a celebrar su primer misa en la recepción le mandaron a llamar. Entonces llegó el padre Benito Calvo, que era el director del seminario de San Miguel. Cuando llegó mi hermano le preguntaron si sería cierto que quería hacerse padre. El les dijo que sí, pero que éramos muy pobres y que él estaba muy pequeño. Entonces le dijeron que si él tenía vocación que ellos le iban a ayudar. Después de eso le hablaron a mi papá y a mi mamá, y así fue como ya se fue al seminario en San Miguel. Mi mamá le dijo: "Hijito te vas a ir y nos vas a dejar." El le dijo: "Mamá, tal vez Dios me llama."

¿Cómo siguió el contacto con la familia? Mi mamá le hizo la primera sotana. Estuvo allí el padre Benito Calvo, dirigiéndole cómo la cortaba y todo. En las vacaciones volvió a Ciudad Barrios. Estudiaba y trabajó con mi papá en una finca que teníamos. Antes de ir al seminario aprendió de carpintero. Hizo unas puertas bien hechas, las que pusieron en la casa que teníamos en la finca. Hizo mesas y así otras cositas allá en la casa.

¿Se acuerda de la primera misa de su hermano? Sí, fue una gran feria en Ciudad Barrios esta celebración. El alcalde de entonces le preguntaba qué quería, y mi hermano le dijo que no quería fiesta de nada. Lo único, que si le querían hacer fiesta, que hicieran una buena comida para todos los pobres. Así es que fue una fiesta muy completa. Fue una gran barbaridad de gente que llegó. A todos se les iba a dar de comer. Mataron pavos. Mi tío le regaló un buey. Todititos los pobres llegaron de los cantones y se les dio buena comida. Eso era la felicitación que él quería.

Después ¿a dónde se fue? Su primera parroquia fue Anamorós donde celebró la semana santa. Poquitos días después lo quitaron de ahí. Ya se lo trajo el obispo para secretario.

¿Siempre mantuvo el contacto con la familia? Sí, estábamos en comunicación con él porque allá le arreglábamos la ropa. Se la veníamos a dejar todas las semanas, cada semana traerla limpia y llevarla sucia. La traía un señor que era comerciante. Pero no había transporte de buses sino en caballo venía. Después fue nombrado párroco de la iglesia San Francisco en San Miguel. Y vivía en la iglesia El Rosario, Santo Domingo también le dicen. De allí le mandaron a Roma donde se ordenó en tiempo de una guerra. Después venía de regreso con Monseñor Valladares. Monseñor Valladares se enfermó. Mi hermano era más fuertecito y no le pasó nada. Dicen que aguantaban hambre porque fue una guerra. Cuando por casualidad comían, les daban ayotes. Mi hermano venía pechito, pechito, sin ropa, arruinadísimo.

¿Qué comida le gustaba a Monseñor? Le gustaban las pupusas, carne asada, plátanos fritos, sopa de res y sopa de patas. ¡Mira qué rico!

Dicen que a Monseñor también le gustaba la música. Es cierto, tocaba flauta. La marimba era la música preferida de él. Para un cumpleaños que le celebraron allá en Santiago de María pidió que le tocaron la canción "El amigo" y "El Rey".

¿Todavía tiene recuerdos de su ordenación de obispo? Eso fue en San Miguel. Guardo una de aquellas tarjetitas. En el acto que hicieron en el Teatro Gavidia le regalaron una ovejita. Allá en la foto está él con la ovejita. Vivimos bien feliz en Santiago de María cuando fue obispo durante tres años. Por todo anduve con él como 26 años para atenderle las visitas, arreglarle el cuarto con su cama. Llegaba bien de noche.

¿Cómo reaccionó cuando le llegó el nombramiento de arzobispo? Cuando le felicitaron él dijo que no le feliciten: "No merezco la felicitación." Dejó entender que era un sacrificio, que era una carga más pesada. Porque para mi hermano, el tiempo más feliz de su vida, me imagino que fue Santiago de María.

¿Y dónde vivía cuando estuvo en San Salvador? Primero vivía en el Seminario. Después se pasó, por el peligro, al Hospitalito. Pero había cosas que él no me contaba. Los lunes y los martes él iba a ver a las enfermas en el Hospitalito. "Mira, me dice, poco a poco vayan pasándome las cosas". Nos preguntábamos con Angelita que por qué sería. Después ya nos dimos cuenta que era porque corría peligro. Vivía en la casita que le hicieron allá en la entrada. Después las religiosas le pasaron a dormir allá detrás de la sacristía porque dicen que una noche sintió pasos y ya le habían amenazado. Entonces yo ya no viví tranquila.

¿Usted lo vio cambiado como arzobispo en comparación con el tiempo en Santiago de María? Sí, se le notaba nervioso, un poquito nervioso cuando le amenazaban, aunque él siempre era fuerte. Yo doy gracias a Dios, pero me duele y me hace más falta que el primer día, porque yo sólo con él y él conmigo, el único conmigo. Le dije: "yo me preocupo que te vaya a pasar algo". "¿Y qué me va a pasar?" dijo él. "Mucha amenaza, ya demasiado", le dije. "Si me llega a pasar algo, un favor te voy a pedir. No quiero tus lágrimas, me dice. Lo que quiero son tus plegarias. ¿Me lo prometes?". "No sé, le dije yo. "Nada de ganas de llorar", me dijo, Y así fue, pero cuando lo mataron a mí me agarraron los nervios con cólera.

¿Cómo le llegó la noticia de su asesinato? Pues mire, yo presentía algo y pasaba siempre oyendo la emisora. No sé quién llegó a tocar la puerta. "Niña Zaida, niña Zaida", me dicen. "¿Qué es?", dije yo. "Niña Zaida, dicen que vaya a la policlínica, que la llaman de la policlínica porque han asesinado a Monseñor." "¿Qué?, les digo yo, mentira. Vamos, pero no es porque le hayan asesinado". Entonces yo me fui de la casa. En bus me fui hasta el centro. Del centro a buscar taxi, pero los taxis ya no querían llevar gente. Pero al fin hallamos un taxi. En la puerta de la policlínica nos encontramos con mi nuera. Me dice: "Niña Zaida, niña Zaida", y ya me abrazaron los que andaban con ella. "Calmadita, calmadita, acuérdese lo que le decía". No me querían dejar entrar allá en la habitación donde lo tenían. "Yo me entro, le dije, porque anduve con él durante 26 años". Le besé la frente y después yo no se por qué le apreté los piesitos. Los piesitos ya helados, helados. Mire que tremendo... Pero Dios lo ha permitido. Y en parte digo yo que mejor que así haya sucedido. No es que me guste, porque ni una gotita de agua se le dio ni nada. Pero en vez de que lo hubieran secuestrado -¡con lo que le amenazaban!–, a saber qué tortura le hubieran hecho. Y a esta fecha yo no supiera donde está. Y ahora yo sé que lo tengo en catedral a la hora que quiero ver la tumba.

 


 

Peregrinando con Monseñor Romero en Bélgica

Carta del P. Luis Alonso Coto, antiguo rector del seminario

Ayer, sábado 21 de marzo, las comunidades cristianas y grupos de solidaridad de Bruges, en la Flandria Occidental aquí en Bélgica, organizaron una actividad para celebrar el XVIII aniversario del martirio de Mons. Romero y hacer memoria de muchos otros mártires del mundo entero. Es parte de la tradición de los amigos de la solidaridad de Brugges. Para no quedarme sólo con los libros o bibliotecas o encerrado en el Campus de Louvain–la–Neuve tomé el tren para ir a Brugges, que está a unas dos horas de viaje. No conociendo exactamente el lugar del encuentro, al salir de la estación comencé a preguntar sobre una manifestación y una misa por Mons. Romero. Sin problemas y con la orientación recibida llegué al lugar.

La actividad comenzó a las 2:00 p.m. con una procesión. Habían unas 400 personas, y más tarde en la plaza un poco más. María Julia Hernández, de Tutela legal del Arzobispado, era la invitada para dar la motivación al inicio de la procesión y junto a ella habían invitado a otras mujeres, una haitiana y la otra argelina. La procesión se dirigió hacia el centro de la ciudad con mucha gente por las calles, ya que Brugges es una ciudad muy turística con sus casas del Medio Evo y con sus canales. Mons. Romero y Mons. Rivera la visitaron siempre en sus visitas aquí.

La procesión era impresionante: en silencio, con una larga fila de dos en dos, llevando cruces, con la foto bastante grande de Mons. Romero, con mensajes, con fotos de mujeres y otras en siluetas pero sin rostros. Todo un gran silencio en medio del gran ruido de la ciudad. Impresionante cómo los mártires nos siguen hablando en nuestros tiempos. Ya en la plaza, inmensa por cierto, se tuvo un acto, con cantos, oraciones, etc. Todo un testimonio de solidaridad en medio de un frío calando hondo. Muy típico de este país.

Se continuó la celebración con una Eucaristía en la Catedral, muy de pueblo por cierto, con gran participación de los laicos y laicas, una animación bien combinada entre lo propio de estos países del norte, pendientes de todos los detalles, como también cantos en español. Y a un lado del altar la gran foto de nuestro pastor, profeta y mártir Mons. Romero. Al pie del altar habían colocado las fotos que habían sido portadas durante la procesión.

De la homilía no entendí prácticamete nada porque todo fue en flamenco, pero bastaba estar ahí para entender por los gestos, por el corazón y la pasión con que se expresa la mujer, sí, la mujer, delegada para ello. Había un coro de unas 50 personas, todos jóvenes. Al final cantaron "No matarás" y como todos teníamos los folletitos con los cantos, ya pueden imaginarse, como se oía en la Catedral. Yo pensé para mi mismo: "Este canto de seguro ya no lo permiten en la que fue la Cátedra de Mons. Romero. Nos toca a nosotros seguir su ejemplo, asumiendo nuestra propia responsabilidad en la historia que nos toca vivir y construir. El, en nombre de Dios y de nuestro sufrido pueblo, ordenó que no se matara. ¿Por qué entonces nos hemos callado "ante la muerte lenta, pero no menos violenta, de nuestros hermanos" tal como lo decía él? ¿Por qué nos dejamos seducir tan fácilmente por el poder y los privilegios? Si él mismo nos decía: "O servimos a la vida de los salvadoreños o somos cómplices de su muerte".

Después de la misa hubo talleres sobre tópicos muy diversos. Yo participé donde María Julia iba a hablar. Me interesaba saber un poco más sobre la situación del país. Hace unos días estuve con Roberto Rubio, ex–alumno de Louvain y con quien nos conocimos hace 12 años aquí mismo en la Universidad, quien me puso al día sobre lo que acontece en el país. Pero esta vez me interesaba saber lo que hace y sobre cómo va la Iglesia. Y era el interés de mucha gente que estaba ahí.

La actividad se prolongó hasta muy entrada la noche pero yo tuve que dejar el lugar porque tenía un largo camino de regreso. Llegué a medianoche algo cansado pero muy feliz de haber vivido una jornada tan especial y renovándome en mis propósitos de servir siempre a mi pueblo. El 24 de marzo celebramos aquí en la casa donde vivo, en Lovaina–la–Nueva, la Misa de Aniversario. ¡Monseñor Romero vive!

Abrazos muy fraternos a mi gran amigo Chema Tojeira y a los padres de la Compañía de Jesús a quienes siempre agradezco todo su apoyo y solidaridad.

Luis Alonso Coto

 


 

Prosigue la pasión de Rwanda

En plena semana santa nos llega una circular con esta petición. "La acelerada degradación de la situación en Rwanda nos lleva a comunicar algunos hechos para que puedan darse a conocer, aunque los medios de comunicación no la acepten". Este es el texto.

Ya se ha aceptado y declarado oficialmente que sí hay guerra en el norte. Los testimonios directos que tenemos son de masacres continuas en la población civil, especialmente hombres, aunque también han matado a familias enteras. En Giseny y Ruhengueri los militares obligan a la población a cortar todos los árboles y banderas, quedando las colinas peladas para que nadie pueda esconderse cuando van a hacer una "limpieza" o cuando los infiltrados llegan. Desde hace algún tiempo la población de estos lugares que se desplaza a otras regiones, especialmente a Kigali, es perseguida; toda persona con carta de identidad del norte es detenida.

Pero no sólo es el norte el que está afectado por esta violencia. En todo el país la represión impera y de una manera selectiva. Se busca a los hutus, tanto a los repatriados como a los que nunca salieron del país. Los grupos de acusadores de "genocidas" funcionan muy bien, y aunque haya inocencia probada se les encarcela. Ya es conocida la inhumana situación de los presos en las cárceles. Muchos hutus expresan que esperan su turno: "No podemos hacer nada. Si huimos nos matan, y si no huimos, con la política de exterminio nos llegará la hora, sobre todo si tenemos estudios". Cada día sabemos de estas muertes en cualquier región del país.

Hace pocas semanas los periódicos de España informaron del asesinato de cinco religiosas cometidos por extremistas hutus. Hoy sabemos por el testimonio de la que logró sobrevivir de entre los cadáveres y que actualmente está recuperándose en Bélgica que fueron los militares del ejército regular para confundir a la opinión pública y poder decir que los infiltrados siguen matando a los tutsis. Poco antes también salía la información –enviada por un periodista que no vive aquí sino en Nairobi y que siempre escribe con la misma ideología– de la masacre en Mundende, un campo de refugiados congoleses que no tienen derecho a vivir ni en el Congo ni en Rwanda. Ahora sabemos –de la boca de un militar del ejército– que fueron sus propios compañeros extremistas los que los mataron para de nuevo poder decir en qué zona están actuando los infiltrados hutus y tienen así razones para seguir "limpiando" entre la población civil. ¿Qué periódico aceptará ahora publicar la verdad de los hechos? A la gente que sobrevivió la han desplazado a Byumba, y así siguen pudiendo aparecer como protectores de la población y conseguir ayuda que irá a parar a donde tantas otras.

Repetimos que en muchos lugares, dado el terror y dada la corrupción a todos los niveles, no hay cauces de denuncia. Este país se hunde en el mal: la mentira, la violencia, el odio, el robo, el crimen y todo el cortejo de muerte que acompaña al mal. Si nadie pone remedio, TODOS, hutus y tutsis, van a la destrucción. Cuesta aceptar que nuestro mundo sea tan miope o tan inhumano. Se mata por defender intereses económicos y se destruyen los valores humanos, la vida.

Para colmo la situación de hambre es generalizada y se ha unido con una epidemia de malaria que se está cobrando muchas víctimas. El norte, granero del país, está desierto, nadie cultiva ya, ni se ve casi población, sólo militares. También la mayoría de los repatriados, que ya han hecho el mes de "formación" obligatorio –en donde se les explica la "verdadera historia de Rwanda" desde los intereses de quienes mandan–, siguen sin poder trabajar.

Un hecho concreto que hemos vivido esta semana y que es representativo de miles de rwandeses –unos ya muertos y otros encarcelados–, les dará la medida del drama que vivimos. Un hombre hutu que no ha salido del país fue acusado hace unos meses de genocida por falsos testigos. Se le detuvo, se le interrogó y le metieron en la cárcel comunal donde estuvo dos meses mientras se hacían las encuestas. Como el tema del genocidio del 94 sigue estando a flor de piel y arrastra a muchas venganzas, las encuestas falsas triunfan. Como este hombre durante el genocidio salvó la vida a muchas personas, un grupo de ellas dio testimonio en su favor. Esto, y toda la movilización que se llevó a cabo para que se hiciera la verdad, hizo posible el que pudiera salir. El mismo día que salió, sin embargo, se vio forzado a "agradecer" a los corruptos, y desde entonces, durante tres meses, no han cesado de asediarlo para que siga dándoles dinero. Si no lo hace tienen poder para volverlo a encarcelar definitivamente.

Tal vez es difícil comprender desde fuera esta tela de araña que vivimos. Es mortal y nos lleva a optar o por la verdad y dignidad con riesgo de la vida o por "salvarse" perdiendo la dignidad y quedando endeudados toda la vida por los que amenazan con prepotencia y muchas veces con el arma en la mano. Esta semana este hombre se ha negado rotundamente a seguir este juego y les ha hablado claramente: "si lo planificado es matar a todos los hutus mátenme, yo no doy dinero". Ya está en la cárcel central de donde es casi imposible salir. Todos saben, y sabemos, que es inocente, los compañeros de trabajo, en el barrio, el procurador, el juez… pero aquí manda e impera el terror, la venganza, la corrupción, los militares. El poder judicial no funciona, los defensores de derechos humanos no hacen gran cosa, la Iglesia no denuncia. Las comunidades que intentan ayudar a la gente, aunque no hablen, son tachadas también de colaborar con el enemigo de este gobierno. Hay personas de estas comunidades que están amenazadas.

¿Qué hacer? ¿Seguir acompañando calladamente a estos testigos que son los únicos capaces de ir haciendo un proceso en este pueblo? ¿Denunciar y ser obligados a salir en pocas horas? Sabemos que nuestra presencia molesta pues somos testigos de estas atrocidades. Pero si este hombre ha sido capaz de elegir entre la esclavitud en la calle o la libertad en la cárcel, eso es expresión de la resistencia activa.

Muchos rwandeses viven esperando que la solidaridad internacional actúe como lo ha hecho en muchas otros países y presione para que no se siga sosteniendo económica y políticamente un gobierno que tiene planificado y está llevando a cabo un exterminio.

 


 

Sudán: esclavos negros

Las noticias que llegan de Sudán son preocupantes. Aunque el régimen fundamentalista lo desmiente, la verdad es que en este país sigue existiendo la esclavitud pura y dura. Niñas y niños son raptados, como en la época de las razzias de siglos pasados, y después vendidos. Así lo ha revelado John Eiber, miembro de Solidaridad Cristiana Internacional, una ONG que tiene su sede en Suiza. Sólo en 1995 rescataron a 800 esclavos, previo pago de 15.000 pesetas por cada uno de ellos.

En el año en que se conmemora el 50 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, este rebrote de la esclavitud es uno de los mayores escándalos internacionales.

 


 

Comentario al Mensaje de Paz de Juan Pablo II (y V)

El compartir, camino hacia la paz

El mensaje del Papa tiene como horizonte el gran jubileo del año 2,000, "dedicado de manera especial a Dios". Si Dios se encarnó y puso su tienda de campaña entre nosotros, también lo hace el Papa, quien desea sea un año de júbilo y nos recuerda que "en la tradición bíblica era también el tiempo de la liberación de los esclavos, de la restitución de la tierra al legítimo dueño, del perdón de las deudas y de la consecuente instauración de formas de igualdad entre todos los miembros del pueblo. Es, por tanto, un tiempo privilegiado para continuar buscando la justicia que conduce a la paz" (n. 8).

El mensaje del Papa aplica el libro del Levítico al tercer milenio, recordando las formas modernas de esclavitud. El aumento de la violencia contra las mujeres, las niñas y los niños; mujeres tomadas como rehenes y menores asesinados brutalmente; la violencia de la prostitución forzada y de la pornografía infantil, así como la explotación laboral de los menores, en condiciones de verdadera esclavitud (n. 6). En su encíclica Centesimus Annus Juan Pablo II afirma que "permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente en los países más avanzados. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral, contra las cuales se alza con firmeza la voz de la Iglesia" (n. 42). Esta voz se alza de nuevo en el presente mensaje: "Si el objetivo es una globalización sin dejar a nadie al margen, ya no se puede tolerar un mundo en el que viven al lado el acaudalado y el miserable, menesterosos carentes incluso de lo esencial y gente que despilfarra sin recato aquello que otros necesitan desesperadamente" (n. 4).

Haciendo una aplicación a El Salvador, el informe de las Naciones Unidas (PNUD 1997) sobre índices de desarrollo humano señala que se mantienen los altos niveles de la pobreza rural y una enorme diferencia de ingresos entre el área rural y la urbana. En 1996 el 64,8% de los hogares rurales estaban en situación de pobreza; y ésta, en el área urbana, alcanzaba al 42,3% de los hogares. La pobreza se asienta sobre todo en las áreas rurales. Los ingresos en el área urbana son, en promedio, tres veces mayores que los de las áreas rurales. También hay diferencias marcadas de desarrollo humano entre los departamentos: Morazán, Cabañas y La Unión presentan índices similares a países africanos, como Guinea Ecuatorial y Camerún. San Salvador y La Libertad están por encima del promedio nacional, y por encima de un país como Perú. A nivel nacional, los hombres tienen el doble del ingreso que perciben las mujeres, y esta diferencia se hace mayor en los departamentos de mayor índice de desarrollo humano. Los problemas de género y de pobreza rural están muy presentes entre nosotros.

El jubileo bíblico predicaba "la consecuente instauración de formas de igualdad entre todos los miembros del pueblo". Por ello, Juan Pablo II, al hacer mención de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, recuerda que estos derechos tienen dos características: "su universalidad y su individualidad", que deben aplicarse sin discriminaciones culturales. "El respeto de los derechos humanos no comporta únicamente su protección en el campo jurídico, sino que debe tener en cuenta todos los aspectos que emergen de la noción de dignidad humana, que es la base de todo derecho. En tal perspectiva, la atención adecuada a la dimensión educativa adquiere un gran relieve". El Papa agrega que "la promoción y la protección de los derechos humanos es materia de primera importancia para la comunidad internacional" (n. 2).

Nuestro "Plan de Nación", 1998, presenta una "caracterización del nudo crucial de nuestra problemática". "Ese nudo gordiano es la "pobreza estructural" que se asienta en una realidad aún más profunda: "la marginación sociocultural". Tal marginación, que prácticamente está presente en todos los aspectos de la vida y de la relación entre nosotros, deriva a su vez de la configuración y del funcionamiento tradicional del poder político… El Acuerdo de Paz desató los primeros hilos de este nudo, al hacer una importante cirugía en las estructuras del poder político…, pero falta desactivar a fondo los mecanismos de la marginación… La lógica de esta etapa histórica de la transición hacia la plena democracia demanda al país entero erradicar la pobreza sustituyendo el esquema de marginación por otro de participación" (pág. 5).

El jubileo bíblico era el tiempo de "la restitución de la tierra a su legítimo dueño y del perdón de las deudas". Hemos visto cómo el papa, tanto en este mensaje como en la carta pastoral "Cercano el Tercer Milenio", se refiere "al pesado lastre de la deuda externa, que compromete las economías de Pueblos enteros, frenando su progreso social y político". Por ello, solicita a las Instituciones Internacionales y países ricos que flexibilicen las condiciones y hagan mayores esfuerzos en este sentido.

Uniendo el problema de la propiedad de la tierra y el de la deuda agraria, un desafío salvadoreño para 1998 será la puesta en marcha de programas que hagan posible la "consolidación del sector agrario" y la revisión de la deuda agraria, no por motivos electoreros, sino porque en dicho sector se asienta la mayor pobreza estructural del país. "Un signo distintivo del cristiano debe ser, hoy más que nunca, el amor por los pobres, los débiles y los que sufren" (n. 8).

Este breve mosaico de temas y desafíos mundiales, integrados en el mensaje papal, nos recuerda que la Iglesia debe estar presente y poner su tienda de "campaña" entre las políticas mundiales y nacionales, a imagen y semejanza de nuestro Papa, viajero internacional. Una tarea mundial requiere una colaboración compartida:

Dirijo mi llamada, sobre todo, a vosotros, Jefes de Estado y Responsables de las naciones… Construir la paz en justicia exige, además, la participación de todas las categorías sociales… En particular, os animo a vosotros, profesores… En el itinerario educativo es insustituible la familia. De vuestro ejemplo, queridos padres, depende en gran medida la fisonomía moral de vuestros hijos… Finalmente os digo a vosotros, jóvenes del mundo entero, que aspiréis espontáneamente a la justicia y a la paz. De la justicia de cada uno nace la paz para todos (n. 7).

Francisco Javier Ibisate, S.J.

 


 

La conversión de los ricos según Monseñor Romero

Para la oligarquía también hay salvación, "vengan y se salvarán" (2 de septiembre de 1979). Pero con una condición bien precisa. "Sólo se salvarán si vienen a hacer lo que Cristo quiere: no a vivir derrochando en ofensa de la pobreza de la mayoría…" (ibid.). "No sigan callando con la violencia a los que les estamos haciendo esta invitación, ni mucho menos continúen matando a los que estamos tratando de lograr que haya una más justa distribución del poder y de las riquezas de nuestro país (24 de febrero de 1980).

Si la oligarquía abandona la injusticia y la violencia, hay salvación para ella. Mons. Romero lo repitió constantemente porque su mensaje era constructivo. Pero aunaba su positiva preocupación pastoral con la claridad de las exigencias. Para la oligarquía sólo hay salvación cuando deje de serlo y ponga sus recursos al servicio del pueblo.

Llamo a la oligarquía a colaborar con el proceso del pueblo. Son principales protagonistas en esta hora de cambios, y de ustedes depende en gran parte el cese de la violencia. Reconcíliense con Dios y con los hombres (16 de marzo de 1979). Yo quiero hacer un llamado fraternal, pastoral, a la oligarquía para que se convierta y viva. Compartan lo que son y tienen (24 de febrero de 1980).

No me consideren ni juez ni enemigo. Soy simplemente el pastor, el hermano, el amigo de este pueblo que sabe de sus sufrimientos, de sus hambres, de sus angustias. Y en nombre de esas voces, yo levanto mi voz para decir: no idolatren sus riquezas, no las salven de manera que dejen morir de hambre a los demás" (6 de enero, 1980).

 


 

Se reabre el caso de las cuatro religiosas norteamericanas

y de los jesuitas y trabajadoras de la UCA

Durante los años de represión y de guerra más de treinta sacerdotes y religiosas fueron asesinados en El Salvador por "escuadrones de la muerte". Los autores intelectuales fueron protegidos por los gobiernos y algunos han sido beneficiados por la amnistía. Pero algunas cosas están cambiando.

Después de años de silencio, cuatro ex–militares salvadoreños convictos por el asesinato de cuatro misioneras norteamericanas reconocieron que actuaron bajo órdenes del ejército. "No se preocupen, ésta es una orden que vino de los altos mandos y nada nos va a pasar a nosotros", habrían dicho a los guardias uno de sus superiores.

Hasta ahora los gobiernos de El Salvador y de Estados Unidos han mantenido que los asesinos habían actuado por iniciativa propia, pese a que la Comisión de la Verdad señaló que tanto el coronel Eugenio Vides Casanova, jefe de la Guardia Nacional, como el general José Guillermo García, ministro de defensa orquestaron el encubrimiento de los asesinatos. Ambos viven ahora en la Florida con el beneplácito del gobierno estadounidense. Por su parte, el portavoz del Departamento de Estado, James Rubin, ha dicho que la veracidad de los testimonios de los encarcelados es poco clara dado que los hechos ocurrieron hace 17 años.

El 16 de noviembre de 1989 fueron asesinados seis jesuitas de la UCA y dos colaboradoras. Dos oficiales de menor rango fueron condenados a 30 años de cárcel, pero fueron liberados 24 horas después de ser decretada la amnistía. Ahora la Compañía de Jesús insiste en que la política del "perdón y olvido" no debe aplicarse a los casos de asesinatos, a pesar de la amnistía.

"Es cierto que la amnistía impide una acción judicial en El Salvador, pero no elimina la impunidad porque se ha saltado la investigación y la justicia y sólo después de satisfechos esos dos pasos podría venir el perdón" dice el vicerrector de la UCA, el P. Rodolfo Cardenal.

En una entrevista a ACAN–EFE dijo también que la Compañía de Jesús prepara, con un equipo de abogados, un informe que será presentado a la Organización de Estados Americanos (OEA) ya que "la amnistía general cerró toda posibilidad de conocer la verdad y hacer justicia. La OEA ha mostrado interés en el caso de los jesuitas y nosotros estamos interesados en que se revise, ya que su fallo sería vinculante tanto para las instituciones como para el Estado salvadoreño, que también tendría oportunidad de presentar su alegato".

Por su parte, el Obispo Auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez, manifestó su satisfacción porque el caso de las monjas de Maryknoll vuelva a la actualidad, ya que "hay gente en la impunidad y hay que enfrentar el pasado para que realmente haya reconciliación en el país. La política del 'borrón y cuenta nueva' afecta a la gente más humilde, a quienes nunca vieron la justicia a su lado, la que siempre ha sentido que no tiene derechos y ha sido acusada de terrorista".

 


 

Arrestos ante la Escuela de las Américas

El 23 de marzo de este año comenzaron a cumplir sentencias de cárcel unas 18 personas, acusados de haber participado en actos de desobediencia civil en Fort Benning el día 16 de noviembre de 1997, cuando se cumplía el VIII aniversario de los mártires de la UCA. Entre los ahora encarcelados están cuatro religiosas, dos ministros protestantes y dos sacerdotes católicos, entre ellos el Padre Roy Burgeois, de la comunidad de Maryknoll, que durante años ha encabezado la campaña para conseguir el cierre de la Escuela.

El juez encontró culpables a estas 18 personas el 22 de enero de este año e impuso a dos de ellos la sentencia máxima de seis meses de cárcel. También impuso una multa de 3,000 dólares a cada uno de los acusados, aunque a la mayoría les ofreció la oportunidad de cancelar la multa si firmaban un acuerdo de no entrar a Fort Benning sin previa autorización.

El Padre Pirium Dixel (???) contestó al juez. "De ningún modo firmaré, señoría. Gracias, pero no firmaré". El Padre Dixel, jesuita de 69 años, ya ha sido arrestado tres veces por protestar contra la Escuela de las Américas y pedir su cierre. "No nos van a callar. No nos silenciarán", dijo el Padre Bourgeois. "Al cumplir nuestra sentencia volveremos y en mayor número, hasta que se cierre para siempre esta escuela de muerte".

El 16 de noviembre pasado oficiales del ejército norteamericano arrestaron a 601 manifestantes que se introdujeron a Fort Bennng sin autorización. Ese mismo día 2,000 personas participaron en actos de protesta contra la Escuela de las Américas.

En esa escuela unos 60,000 soldados de América Latina han sido entrenados, y muchos de ellos han sido acusados de masacres y terribles violaciones de derechos humanos.

 

La CONFRES convoca a una vigilia el 27 de abril ante la embajada de Estados Unidos en San Salvador, para unirse a las vigilias que se organizan en todos los países latinoamericanos, exigiendo el cierre de la Escuela de las Américas. En Washington habrá una gran manifestación frente a la Casa Blanca el domingo 26 de abril, y otra frente al Capitolio los días 27 y 28 de abril.

 


 

Sonetos neobíblicos precisamente

Don Pedro Casaldáliga

"¿Por qué me has abandonado?"

LOS MUERTOS piden paz inútilmente:

somos hijos y padres de la guerra.

Piden en vano credencial de gente

los muchos condenados de la tierra.

Moloc yergue su altar y su pantalla

sojuzgando señor el mundo entero.

Calla, de miedo, la verdad. Y calla

degollado el amor, como un cordero.

Y Tú, ¿no dices nada?, ¿no te enteras?,

¿pides más cruz aún?, ¿más sangre esperas?,

¿no sabes imponerte, Amor frustrado?

¿Qué más le exigen a la pobre fe?

¡Dios mío y nuestro y de Jesús: ¿por qué

una vez más nos has abandonado?!

 

 

"¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?"

¿DONDE está tu victoria, muerte extraña?

¿Dónde está tu derrota, muerte amiga?

Nos llevas, te llevamos, en la entraña,

grano en tu surco, de tu surco espiga.

Juntos crecemos. Tú hacia el ocaso,

cumplida la misión que nos fecunda.

Nosotros hacia el día, por el "¨paso"

de tu garganta abierta. La profunda

soledad de tu abismo se ha llenado

con el grito de Dios crucificado,

con tu muerte en Su muerte redentora.

¡Victoria derrotada en Su agonía,

oh hermana temporal, vientre del Día,

umbral de los "levantes de la aurora"!