Carta a las iglesias AÑO XVIII, Nº 402, 16-31 de mayo de 1998
Un aporte a la esperanza diocesana
Hace medio siglo se escuchó en la Iglesia europea el clamor por cambios profundos en la dimensión teológico-pastoral de la Iglesia; una consecuencia ha sido profundizar una práctica más consciente y adulta de laicos y laicas en las Iglesias locales.
Todo lo humano encontró eco en el mensaje del Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II actualizó la vocación eclesial en el corazón del mundo y expresó el deseo de la Iglesia de ser "íntimamente solidaria del género humano y de su historia...porque no hay nada genuinamente humano que no tenga eco en su corazón" (Gaudium et Spes, proemio y 1).
Estos cambios, como sabemos, no se dieron sin tensiones e incomprensiones; no obstante han logrado revitalizar el rostro, el servicio y la presencia eclesial en proyectos pastorales específicos en favor de la vida. La misión ha sido confirmada también en América latina y El Salvador, por la coherencia de mucha gente cristiana que realizó una opción por la vida hasta el martirio, frente a una permanente cultura de muerte. Y aunque hay personas de toda edad es significativo el sector de los jóvenes que en las últimas décadas apostó lo mejor de sí para construir una sociedad más justa, digna, plural y fraterna.
En fidelidad a ese espíritu de conversión necesario en la Iglesia y a esta herencia profética y martirial que trasciende toda moda, también al final del milenio ha sonado y se ha recibido mundialmente la hora de los jóvenes, la cual ha tenido eco en el sentir de miles de jóvenes que han canalizado su voz y presencia desde la pastoral juvenil.
La XIII Jornada mundial de la Juventud "El Espíritu Santo les revelará todas las cosas"
La convocatoria a la participación de la juventud desde su identidad eclesial en la transformación de la sociedad, entendiéndola como fruto de asumir el proyecto de Jesús, ha sido promovida por el papado de Juan Pablo II, entre otros esfuerzos, por medio de trece Jornadas Mundiales de Juventud realizadas en diferentes países a partir de 1985 (cuyo primer lema fue "Estén siempre disponibles a dar razón de su esperanza" (1Pe 3,15). Cada una de las Jornadas se ha preparado previamente por cada coordinación juvenil local reflexionando un mensaje papal y un verso bíblico a modo de consigna, difundidos con tal objetivo.
El Departamento de pastoral juvenil del Arzobispado, tras un proceso de consulta con coordinadores y coordinadoras juveniles, optó este año por organizar una manifestación conjunta de su compromiso, a través de una concentración juvenil alrededor de la mesa Eucarística y una peregrinación hacia la embajada de Estados Unidos.
El evento inició con una Eucaristía presidida por el señor Arzobispo en el Instituto Emiliani y, luego, la mencionada peregrinación hacia la embajada estadounidense, después a la calle de la finca El Espino y finalmente al redondel Merliot para, en un marco de oración, plantar una cruz del árbol de jiote, como signo de su apuesta y compromiso por el tenaz reverdecer de la vida en nuestro pueblo. La mayoría de muchachas y muchachos provinieron de parroquias, movimientos apostólicos y colegios.
Presencia de casi ocho mil jóvenes, canciones y pronunciamiento
Con canciones, y tras un emblema grande con la imagen de nuestro obispo mártir Oscar Romero, la marcha se dirigió hacia los edificios de la embajada de Estados Unidos para presentar a través de altoparlantes los puntos de un comunicado valiente y solidario que aborda la defensa de tres causas:
Una posición a favor de la cancelación de la deuda externa, la solidaridad con los jóvenes emigrantes deportados y su adhesión a la exigencia del cierre urgente y definitivo de la Escuela de Las Américas, la cual ha entrenado a muchos dictadores militares y responsables de masacres en América Latina. La protesta se une a las que ya se han hecho sentir, especialmente como reivindicación "de parte ofendida", por sectores cristianos dentro y fuera de Estados Unidos, "convencidos de que ni ayer ni ahora tiene sentido su existencia".
Sobra decir que las puertas de la embajada se mantuvieron cerradas la mañana del domingo 17 de mayo ante la presencia de los casi ocho mil jóvenes pertenecientes a grupos parroquiales, movimientos y esfuerzos de pastoral estudiantil.
Esta ha sido la expresión eclesial masiva más importante con estos objetivos, en la cual fue significativa la presencia de Mons. Gregorio Rosa Chávez, Obispo Auxiliar de San Salvador.
Comprobamos con alegría y esperanza que la Iglesia sigue siendo un espacio abierto de participación que ha venido coordinando esfuerzos de atención pastoral, elaboración de diagnósticos, iniciativas de formación, promoción humana y animación a procesos grupales, más que actividades aisladas. Esto contrasta con la ausencia de una respuesta social que incluya a la juventud, afectiva y efectivamente, para ofrecerles salidas justas a sus necesidades y derechos por la educación, el empleo, la expresión, el calor humano, la formación y apertura para el ejercicio de derechos civiles, un apoyo organizado estatal y familiar.
El FMLN: pugnas viejas en escenarios nuevos
Las pugnas al interior del Partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) han vuelto a ser noticia.
Firmada la paz y convertido el FMLN en un partido legalmente inscrito, afloraron nuevamente las pretensiones hegemonizantes de cada una de las facciones que lo constituyen. La ruptura se hizo inevitable, y Joaquín Villalobos (ERP) y Fermán Cienfuegos (RN), con sus respectivos séquitos de incondicionales, rompieron con el partido de izquierda; éste, pasó de contar con cinco facciones —"tendencias" les llaman los más optimistas— a estar integrado por tres: FPL, PCS y PRTC.
La disputa entre éstos y aquéllos no era asunto de meras opiniones o visiones distintas de las cosas; era una disputa por el control de un aparato político con una imagen y un prestigio cimentados en el imaginario colectivo. Antes de la constitución del FMLN las facciones de la izquierda armada no tenían problema en actuar aisladas las unas de las otras; finalizada la guerra, por sí mismas era poco lo que podían significar políticamente, puesto que era el FMLN —no las FPL, el ERP, la RN, las FAL-PCS o el PRTC— el que había llevado adelante la lucha revolucionaria y el que podía capitalizar electoralmente los créditos por ese compromiso en la década pasada.
Pues bien, en esta primera disputa por el control del FMLN, la RN y el ERP salieron perdiendo. El partido quedó en manos de las FPL, el PCS y el PRTC, fraguándose un pacto mediante el cual, aceptando la existencia de tendencias distintas, el primer grupo (FPL) controlaría la coordinación del partido, dejando a los otras dos, especialmente al tercero (PRTC), en una posición subordinada. Las Fuerzas Populares de Liberación, pues, se salieron con la suya, dando continuidad a su afán de décadas por hegemonizar el FMLN.
¿Renovadores versus ortodoxos?
Sin embargo, los problemas no terminaron, pues no sólo entre las tendencias se ha hecho presente una y otra vez la pugna por controlar el aparato partidario —el cargo de coordinador ha sido siempre la manzana de la discordia—, sino que al interior de ellas se ha generado un intenso debate acerca de la identidad ideológica del FMLN. Al calor de esta segunda dinámica han surgido dos posiciones que, a estas alturas, parecen irreconciliables: a) la abanderada por los ortodoxos, defenestradores del mercado, el capitalismo, los empresarios y el neoliberalismo, y propugnadores del socialismo, la estatización de la economía y el compromiso revolucionario; y b) la abanderada por los renovadores, abiertos al mercado, la libre empresa, a las reformas neoliberales y a un Estado de bienestar redefinido, y reacios a aceptar dogmáticamente las tesis socialistas clásicas, la estatización de la economía (según el modelo de la ex URSS) y la lucha revolucionaria.
Curiosamente, cada vez que se abre un período preelectoral, cuando los esfuerzos partidarios deberían encaminarse a trabajar en serio por las figuras y los proyectos, en el seno de la izquierda estallan conflictos que le impiden abocarse de lleno a la formulación de una propuesta aceptable para el electorado. En el fondo, hay en el FMLN un problema de ajuste de cuentas con los valores y compromisos que se abanderaron en el pasado.
No cabe duda que es urgente para el partido de izquierda dar inicio a un proceso de renovación de sus cuadros dirigentes, lo cual supone, en muchos casos, su reemplazo por cuadros más jóvenes y menos aferrados a inmovilismos ideológicos y políticos. El partido tiene que modernizarse; tiene que dotarse de una estructura de mando que lo haga eficiente y competitivo. Sus miembros, aunque gocen de la total libertad para ventilar sus opiniones y desacuerdos, deben aceptar los acuerdos y compromisos tomados por sus máximos organismos de dirección, ya sea en el plano de las estrategias electorales o ya sea en la plano doctrinario y programático.
Nunca, bajo ninguna circunstancia, debe tolerarse que se queden dentro del partido miembros que no acepten esos acuerdos, conspirando para socavar la autoridad de las jefaturas establecidas o para cambiar las directrices partidarias. ¿Continuará el FMLN tolerando a grupos e individuos que no están dispuestos a aceptar las reglas y valores de la democracia? Y estos últimos, ¿por qué, si creen o sienten que el partido ya no da cobijo a sus aspiraciones, no lo abandonan, se integran a otro o fundan uno nuevo?
Sería bueno que los líderes históricos del FMLN dejaran de pensar que la institución es propiedad de ellos y, en consecuencia, que deben de controlarla absolutamente. Desde que se convirtió en partido político democrático, ellos, los otrora comandantes y máximos dirigentes, son nada más que miembros de la institución, con los derechos y responsabilidades que la misma les otorga.
La nueva Asamblea Legislativa un año después
Cuando a mediados del año pasado se dio la polémica derogación de la Ley de Privatización de ANTEL, todo pareció indicar que las expectativas generadas por la nueva composición de los partidos políticos al interior de la Asamblea Legislativa iban a ser satisfechas. Roto el monopolio político de ARENA, el FMLN podía empezar a intervenir decisivamente en los asuntos del pleno; y correspondería al centro, tras una inteligente evaluación, inclinar la balanza hacia las propuestas más favorables para el país. De hecho, la reelaboración de la Ley de Privatización de la telefónica, además de probar el peso adquirido por el principal instituto político de izquierda, demostró que la concertación era, para los intereses nacionales, mucho más favorable que las prácticas amañadas y arbitrarias de antaño.
Lamentablemente, la fuerza y determinación con que la oposición pareció asumir su nueva cuota de poder en el Organo Legislativo disminuyeron notablemente tras el esperanzador fenómeno de la derogación. Sin duda, la interpelación al ex Presidente del Banco Central de Reserva (BCR), Roberto Orellana Milla, fue el intento de la oposición —y, en especial, del FMLN— de dar continuidad a su proyecto de convertirse en un poder político capaz de incidir significativamente en la realidad nacional. La interpelación se presentaba ante los ojos de los partidos opositores como una gran oportunidad para demostrar que su nueva cuota de poder iría encaminada hacia la defensa del bienestar de la ciudadanía.
Ningún provecho pudo extraerse, sin embargo, de tan controversial interpelación. Así pues, si la derogación de la Ley de privatización de ANTEL permitió, en su momento, pensar que la nueva Asamblea Legislativa era sustancialmente distinta de la anterior, la interpelación del ex Presidente del BCR mostró un hecho irrefutable: el cambio cuantitativo en la distribución de los curules no se traduciría en un cambio cualitativo en el desempeño del pleno.
Fue ingenuo el optimismo puesto en el resquebrajamiento de la hegemonía política arenera y en los buenos resultados de la ley de privatización de la telefónica. Si una primera experiencia en la que dar cabida a la concertación había sido fructífera, no podía deducirse que el consenso iba a ser norma para cualquier caso de divergencia entre los partidos. Con la interpelación, quedó demostrado que, si bien era cierto que la voz de la oposición tenía más peso que antes, eso no significaba que sus decisiones serían siempre las más acertadas.
En este punto, es necesario hacer una distinción importante: una cosa es lo beneficioso que pueda ser para el país el hecho de que el equilibrio de fuerzas políticas en la Asamblea impida los abusos y las arbitrariedades, y otra muy distinta que ese equilibrio, por sí solo, se convierta en garantía de calidad del desempeño del pleno en su conjunto. Al parecer, el optimismo con el que fueron recibidos los resultados electorales de 1997 llevó a la idea de que, rota la hegemonía arenera, el Organo Legislativo empezaría a dar pasos agigantados hacia la democratización. Ciertamente, romper monopolios políticos es un paso fundamental en la instauración de la democracia. En ese sentido, lo que aconteció en las pasadas elecciones es positivo e importante, pero ni los resultados electorales de 1997 pueden considerarse un logro de los partidos de oposición —como se señaló en aquel entonces— ni esos resultados podían asegurar que las nuevas cuotas de poder iban a ser utilizadas acertadamente por los institutos políticos.
Y es que el salto desde el entusiasmo, producido por el equilibrio de las fuerzas políticas, hasta la convicción en una Asamblea Legislativa verdaderamente distinta y renovada obedeció, en definitiva, a un exceso de confianza en el FMLN.
Pues bien, ha quedado demostrado, a lo largo de este primer año de gestión legislativa, que ni era la hegemonía arenera la única causa de las taras en el pleno ni, mucho menos, el FMLN tenía en sus manos el remedio a los males del mismo. El debate en torno a la condonación de la deuda agraria —extremamente prolongado a lo largo del año pasado—, la no elección del Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos y el entrampamiento de la aprobación del préstamo del Banco Mundial para impulsar proyectos educativos son algunos de los casos que reflejan que el consenso, lejos de normar el desempeño legislativo, continúa siendo una meta lejana.
ARENA estará poco o nada dispuesta a discutir sus posturas y, por el contrario, lo que intentará hacer, cada vez que pueda, es buscar aliados que le permitan llevar a cabo sus iniciativas. Por su parte, al FMLN parece haberle quedado grande el rol de salvador que los más entusiastas le asignaron. Son muy pocas las aportaciones originales y creativas del principal partido de izquierda al debate político.
Luego de un año, resulta que, además de no haber podido pasar de ser el fiscal persecutorio de ARENA, el FMLN ha desaprovechado significativas coyunturas en las que una más protagónica y bien pensada participación le hubiera permitido incidir provechosamente en la dinámica de la Asamblea. Tales son los casos de la elección del Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos y la decisión del monto que cobrarán las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFPs). Contrario a esto, el principal partido de oposición se ha enfrascado en la discusión alrededor del préstamo del Banco Mundial, con una actitud que más parece querer establecer un forcejeo con ARENA que buscar la mejor salida a la necesidad de impulsar la reforma educativa.
Por otra parte, se suponía que los partidos de centro eran los llamados a contrarrestar la tensión que la polarización iba a traer —y de hecho trajo— al actual Organo Legislativo. En este sentido, el número de escaños que alcanzó en los últimos comicios (11), convertía al Partido de Conciliación Nacional en el más determinante de ellos. Hubo también con respecto a él cierto optimismo apresurado. El hecho de que la cúpula pecenista le abriera paso a un grupo de disidentes de ARENA llevó a pensar que el PCN se mantendría firme en sus aspiraciones de convertirse en una alternativa de poder y que guardaría distancia respecto del partido oficial. Sin embargo, si bien es cierto que inicialmente la fracción de este instituto político respaldó ciertas iniciativas del FMLN y dio muestras de querer convertirse en un partido de oposición real, hoy en día todo parece indicar que el proyecto del PCN ni se cristalizó ni va a cristalizarse en el futuro.
El fracaso de la unificación de los partidos pequeños y el oscuro laberinto de alianzas y conveniencias en las que subsiste el PDC, ofrecen pocas esperanzas con respecto a la posibilidad de encontrar en el centro rutas viables para la superación de la polarización. En definitiva, si alguna conclusión hay que extraer de este primer año de labores de la Asamblea Legislativa es que las raíces de las taras que enfrenta el pleno no obedecen únicamente a la conducción que de él ha hecho ARENA. Ellas también tienen que ver con la incapacidad de los demás partidos de adoptar y fortalecer una identidad propia, y a la imposibilidad del Frente de caracterizarse y asumir el papel que le corresponde como interlocutor de ARENA.
Más pequeña que cualquier semilla
Una de las características de nuestra humana condición, y para la que poseemos una particular destreza, es la de hacer complicado lo sencillo. Todo el misterio de Dios cabía para Jesús en una pequeña palabra aramea, "Abba"; pero nosotros necesitamos para explicar, kilómetros de estanterías llenas de tratados teológicos. Y son frutos hermosos de nuestra fe y de nuestra cultura; pero, sobre todo, es que no sabemos hacer otra cosa. Carecemos de esa sencillez milagrosa con la que Dios viste a las flores del campo con una belleza infinitamente mayor que todo el esplendor de la corte de Salomón.
Con María nos ocurre algo parecido. Dios pronunció su nombre en nuestra historia, y los evangelistas lo dejaron resonar casi intacto. La sobriedad de sus datos es como la caja sonora que ha permitido que María siga vibrando limpiamente a través de los siglos.
Quizá la mejor alabanza que podemos aplicarle sea decir de ella que fue la tierra buena que, en la parábola de Jesús, da el ciento por uno, o la semilla mínima que luego se convierte en árbol frondoso.
Isabel la llamó "bendita" y "dichosa" (Lc 1, 42.45); "llena de gracia", había dicho el ángel en la anunciación, y el participio perfecto que emplea el evangelista expresa con tranquila plenitud la belleza absoluta de una obra que ha podido ser llevada hasta el final.
Pero la devoción de los creyentes no podía contentarse con eso y, a lo largo de los tiempos, mariólogos y poetas, pintores y escultores, orfebres, músicos y plateros han derrochado para ella lo mejor de su imaginación creadora y de la habilidad de sus manos. La Iglesia la ha coronado con dogmas y encíclicas y ha puesto a sus pies consagraciones, oraciones y celebraciones litúrgicas.
Muchos cristianos de hoy, desde una sensibilidad diferente, se sienten con frecuencia lejos de esa magnificencia que nos la ha arrebatado, en un carro de fuego, hacia una región etérea y distante, poblada de mayúsculas, de superlativos y de cabezas de angelitos incorpóreos, como esos que rondan las peanas de las estatuas.
María, tierra nuestra, convertida en Celestial Princesa, María disfrazada de gran señora en tantas imágenes que nos hacen olvidar que ella sería hoy de las que van a lavar la ropa de una de esas señoras. El calificativo mariano tomado en vano en tiendas de souvernirs, en agencias de viajes y en realidades de cofradías. Los santuarios marianos teniendo que proteger con puertas blindadas y alarmas los tesoros de la que tuvo que acogerse, en la presentación de su niño en el templo, a la excepción que preveía la ley en favor de los pobres y ofreció dos tórtolas, en vez de un cordero.
María educando a Jesús en Nazaret desde abajo y enseñándole a hacer la experiencia de la libertad y de la gracia precisamente en la sujeción a las leyes lentas y trabajosas del crecimiento humano (cfr. Lc 2, 51–52), y nosotros empeñados en exaltarla con grandes títulos con mayúscula y tan desmemoriados, en cambio, para recordarla en sus minúsculas: vecina de un pueblo de fama dudosa (cfr. Jn 1 ,46), sierva del Señor y sirvienta de su prima embarazada (cfr. Lc 1, 39), humillada por las sospechas sobre el origen de su maternidad (cfr. Mt 1, 19), desconcertada por la conducta y las respuestas inesperadas de Jesús (cfr. Lc 2, 50), despojada de todo privilegio de posesión sobre él (cfr. Lc 8, 21), vencida junto a su hijo, fracasado y ajusticiado fuera de la ciudad (cfr. Jn 19, 25)…
Y, sin embargo, son precisamente esas minúsculas las que la convirtieron en Madre de Cristo y Madre de las Iglesia, Virgen Fiel, Trono de la Sabiduría, Causa de nuestra Alegría, Reina de los Mártires, de los Profetas y de los Apóstoles.
Es sobre el polvo de esas minúsculas sobre el que sopló el aliento de Dios; es con ese barro con el que sus manos modelaron la vasija más bella; es la arcilla de aquella vida tan dócil, tan en la sombra, la que el Padre transfiguró para que guardase su mejor tesoro.
Es de esta pequeña semilla de la que quiso que naciera un árbol al que acudieran a refugiarse los pájaros. Por eso hoy podemos llamarla con alegría.
María del Evangelio
Un Evangelio que nacía entre sus manos cuando mezclaba la levadura con la masa para hacerla fermentar, o cuando, al repasar un manto, explicaba por qué no le ponía un remiendo de tela nueva. Un Evangelio que nacía cada noche en el candil que ella encendía y colocaba bien alto para que alumbrase la casa entera. O cada vez que abría el viejo arcón, que olía a espliego y a limpio, para buscar en él algo antiguo o algo nuevo. Y Jesús aprendía, casi sin darse cuenta, a qué se parece el Reino.
Un Evangelio que empezó a correr como una chispa por los cañaverales del lago de Galilea y encontró en ella los oídos más atentos, las manos más resueltas a la tarea, el corazón más acogedor para guardarlo.
Santa María del Evangelio, que nos sabe ya escépticos ante tantas teorías, ideologías y programas, y sedientos de un agua que se nos ha escapado por tantas cisternas agrietadas, sabe también que es ahora el momento de llevarnos al manantial silencioso donde nace el agua fresca del Evangelio.
Acudir a ella con nuestro personaje y aceptar que borre de nuestra frente los ingenuos saberes y erudiciones ("esto pertenece a la fuente Q", "si tenemos en cuenta la triple tradición…") con que a veces nos defendemos del evangelio; recuperar junto a ella la capacidad de asombro, la actitud vulnerable, la sorpresa deslumbrada con que miran los niños.
Y recobrar también el talante evangelizador junto a ella, que caminaba de prisa por los montes de Judea con la buena noticia dentro, para llevar compañía y servicio, para llenar de alegría y de brincos de gozo a los dos primeros evangelizados del Nuevo Testamento. María, que no entendía de desencantos ni de crepúsculos, porque todo en ella estaba recién amanecido, como acabado de salir de las manos del Creador, puede ayudarnos a sacudir el polvo cansado de nuestras sandalias, la fatiga de nuestra agenda y de nuestro reloj.
Ella, que tuvo la vida entera atravesada por el "pathos "del Reino, puede curar nuestras apatías, nuestros cálculos y prudencias, e impulsarnos de nuevo a emprender el camino con la audacia apresurada de los de Emaús, que necesitaban contar a todos cómo habían reconocido a Jesús en el partir el pan.
Madre que nos da el Pan
Nuestra Señora de Belén, la hemos llamado muchas veces; y Belén nos evoca dulzura, fragilidad, niñez, quizá el nacimiento que poníamos en nuestra casa, con su río de papel de plata y el rey Herodes en su castillo.
Pero Belén es también otra cosa: "bet–léhem", "casa del pan", el primer lugar donde María empezó a darse cuenta de que el pan que sostenían sus manos no era sólo suyo, sino de muchos; de aquellos, sobre todo, que llegaron los primeros a tomar posesión y hacer suyo el pan "que el Señor les había dado a conocer" (Lc 1, 15). Y es que empezaba a cumplirse la escritura: "La Sabiduría anuncia en lo alto de las colinas: Si alguno es simple, que venga… Venid y comed mi pan, bebed el vino que he mezclado" (Prov 9, 1–5).
Por eso, cuando Jesús enseñaba a orar a sus discípulos, llamando "Abba" a Dios y "nuestro" el pan de cada día, María aprendía también a decirlo. Y aprendía a vivirlo cada vez que oía: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan el mensaje de Dios y lo ponen por obra" (Lc 8, 21), porque se daba cuenta entonces de que no podía llamar "mío" a ningún pan, ni siquiera al que había salido de sus entrañas. Por eso permaneció de pie cuando llegó la hora del pan roto y repartido, comido por todos como anticipo del banquete del Reino.
Y siguió diciendo "nuestro" cuando se reunía con la primera comunidad para la "koinonía" y la fracción del pan, y su presencia era el testimonio más vivo y más fiel de lo que El había dicho que hiciéramos al recordarle.
María, memoria de Jesús entre nosotros, puede enseñarnos hoy a cambiar nuestro "proyecto: tener" por el "proyecto: compartir"; puede inclinar decididamente nuestro corazón hacia los verdaderos dueños del pan: los que no saben, no tienen, no pueden.
Santa María, espejo de justicia, a quien podemos pedir que no nos deje acostumbrarnos ni conformarnos con "el orden éste" en que algunos hemos puesto una alambrada y el cartel de "propiedad privada" alrededor del pan que es de todos. Que ella nos enseñe a sentir más "nuestro" que "mío" el tiempo, la cultura, el techo, la alegría, y soportar después que otros consideren todo eso como suyo.
María de las preguntas atrevidas ("¿Cómo sucederá esto?"; "¿por qué te has portado así con nosotros?"…) no se extrañará de que sus hijos pregunten: ¿Por qué los pobres tienen que disfrazarse de ricos si quieren tener acceso a nosotros? ¿Por qué la Iglesia en su conjunto se limita a ser defensora de los pobres, pero no es Iglesia de los pobres? ¿Cuándo serán ellos en nuestra Iglesia verdaderamente ciudadanos y no objeto de beneficencia?
Porque es ella, Nuestra Señora de la Luz, la que nos enciende en la conciencia el piloto rojo de la alarma cuando nos molesta más la agresiva amargura de las madres de Mayo que el dolor por los desaparecidos; cuando empezamos a considerar excesiva tanta insistencia en los problemas de Centroamérica o cuando nos encontramos calificando habitualmente de vagos y maleantes a los mendigos de nuestras calles.
Es ella, Santa María del Magnificat, la que no consiente una lectura espiritualista de las bienaventuranzas y la que nos hace seguir creyendo, contra todas las evidencias, que el brazo poderoso del Señor va a derribar del trono a los soberbios y va a colmar de bienes a los hambrientos.
Dolores Alexandre
Roma, invierno de 1997
Francisco Andrés Escobar
SONETO VATICANO
El alto…, el largo…, el ancho… ¡Subyugante!
¡Poderosa la enorme arquitectura!
¡Cómo esplende, gloriosa, la escultura!
¡Galería de cuadros…! ¡Fascinante!
Con su "cátedra en gloria", allí, adelante,
y su altar en la tumba… ¡Qué hermosura!
Vibra el órgano, en aires, con bravura.
¡La liturgia es bordado fulgurante!
Más… ¿Es Cristo el señor de esta largueza…,
del poder sobre cuerpo, mente y alma,
con el dogma que todo paraliza…?
Allá, afuera, Jesús, con su pobreza
y el amor que comprende y da la calma,
nace, crece, predica… y agoniza.
SONETO DE "LA PIETA"
El espasmo de muerte ha terminado,
y el cuerpo está en tu cuerpo, malherido.
Del alma, va creciéndote un gemido
que tu sereno estar tiene amarrado.
¡Qué duro este dolor ensimismado!
¡Qué voces tras el grito reprimido!
No hay rictus. No hay temblor. No hay alarido,
mas duele: que es puñal que va embozado.
No te veo en la estática figura
de un artista buscando la hermosura
sobre el mármol con su frialdad de armiño.
Sé, más bien, que el dolor, con su congoja,
te quebró, como el viento a débil hoja,
y gritaste, con lágrimas de niño.
SONETO IGNACIANO
Me mueve ver tu gracia atemperada:
en amor convertida la jactancia,
en prosterno de ayuda, la arrogancia.
Me mueve ver en cruz vuelta la espada.
Me mueve en solitario tu jornada,
tu acierto en discernir con paz, sin ansia
más que saber si el bien, o el mal, escancia
su aliento en cada opción determinada.
Yo vengo caminando, muy despacio,
de tierras do la sangre el suelo riega,
y do el pesar en lágrimas se incona.
Y me encuentro la calza que corona
la pobreza mayor que el oro niega
con que calzó este ignacio…, y otro Ignacio.
SONETO EN LA TUMBA DE SAN PEDRO
Estás allí, señor de tanta gente,
sucesor de su cruz y de su nombre
Con aliento de Dios y carne de hombre,
de tu piedra hizo piedra diferente.
De tu hirsuta, rebelde, antigua frente,
se alza ahora, en el tiempo, sin que escombre
su poder ante siglos. Para el hombre
eres vado, ribera, río y fuente.
Yo me inclino, tocando con la frente
las baldosas que el tiempo ha consagrado
con su lento pasar inevitable.
Y recibo, en mi numen no sapiente,
sobre un rayo de amor con luz filtrado,
la bondad de su gracia perdurable.
La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos ha publicado recientemente una resolución sobre el caso de niños salvadoreños desaparecidos durante la guerra recién pasada. Al hablar de las responsabilidades permanentes y por tanto actuales, la Procuraduría menciona a la Fuerza Armada y a los en su momento jueces Gladys Elba Gómez y Oscar Wilfredo Chávez Carranza.
El estudio de la Procuraduría es excelente y recuerda toda una serie de legislación vigente en El Salvador que nos hemos saltado alegremente en el pasado y que nos seguimos saltando con la misma irresponsabilidad en el presente. Y sobre todo, el recuerdo de estos niños desaparecidos y su injusticia todavía hoy presente, nos da oportunidades para hacer algunas reflexiones éticas.
En primer lugar una ético–jurídica. Mientras no haya una real voluntad de cumplir con las leyes respondiendo a los derechos de los débiles en nuestro país, la palabrería en torno a la lucha contra la pobreza y la marginación se puede convertir fácilmente en simple excusa para la sobrevivencia política y para repetir siempre lo mismo. Sin un Estado de Derecho en el que el ciudadano, por débil que sea, pueda ver respetados sus derechos fundamentales, no hay camino seguro para el desarrollo. Los tigres asiáticos, que con tanto regusto nos pintan nuestros políticos al uso como camino de futuro, pueden desembocar, sin libertad, en crisis como la de Indonesia.
En segundo lugar, un modelo de desarrollo que se desinterese por los débiles, no solo no será ético, sino que no será ni siquiera humano. Con frecuencia se insiste en la importancia de luchar contra la corrupción de los poderosos para poder construir un desarrollo equitativo. Pues bien, la corrupción de los poderosos comienza en el desinterés por los débiles. Si el delito de desaparición de unos niños chalatecos y de San Vicente, que sigue todavía hoy vigente, no nos crea ninguna angustia ni preocupación, ni mucho menos afán de hacer justicia, no hay muchas perspectivas de construir una democracia adulta. La débil democracia de la que hablamos con frecuencia no es, básicamente, la democracia en la que algunos grupos de poder están por encima de la ley y hacen y deshacen a su antojo (llámense éstos banqueros, gobernantes, militares, etc.). Esto pasa incluso en las democracias más fuertes, con la diferencia de que allá juzgan a alguno de esos con mayor frecuencia que en las nuestras. La verdadera débil democracia es la que no respeta los derechos de los pobres. Y de ese irrespeto nace la impunidad y la prepotencia que lleva a políticos a hacer tráfico de influencias, cuando no de dólares, a inversionistas a meterse en negocios sucios, a gente con fuerza y poder físico a meterse en el narcotráfico. Olvidarse de los derechos de los pobres lleva, en la práctica a crear una sociedad de castas, en la que sólo un sector de la sociedad tiene eco sistemático en las noticias, mientras se excluye a la mayoría paria del país. O se le saca de adorno y de vez en cuando, para que nos vea con trasparencia la realidad.
Por todo ello, los niños desaparecidos nos siguen hablando hoy. Porque como muy bien dice la Procuradora "la desaparición forzada de personas es un delito permanente en tanto sus autores continúen ocultando la suerte y el paradero de las personas desaparecidas y mientras no se hayan esclarecido los hechos". Y sobre todo, porque de la suerte de los débiles depende el futuro de todo el país. Como del trabajo de los pobres depende también en buena parte el que todos podamos comer y vivir, así también del respeto y defensa de los derechos de los débiles depende el que una sociedad sea justa, sea democrática y tenga futuro. Lo contrario se llama imperio de la arbitrariedad y ley del más fuerte. O con palabras más gráficas, dolor, violencia, injusticia y confrontación. Los niños desaparecidos, e instituciones generosas como Pro–búsqueda, que se dedica a favorecer el reencuentro de los mismos, nos dicen mucho más que una historia bonita, cuando al fin se llega al reencuentro con los parientes. Nos hablan y nos cuestionan sobre la viabilidad y el futuro de nuestro país: O democracia real, con igualdad real ante la ley, o farsa en la que se mezcla lo ridículo con lo sangriento, y en la que la arbitrariedad, la corrupción y el abuso son los protagonistas.
José María Tojeira
Hasta hace algunos años cualquiera hubiese refutado con indignación el título de este comentario. Y habría alegado, con razón, que si bien el capital dominaba a algunos estados nacionales pequeños e incluso a algunos medianos, no los dominaba a todos. ¿Pero se podrá decir lo mismo ahora?
Decimos esto porque en el "Acuerdo Multilateral sobre Inversiones" (AMI) se establece que los inversionistas y las empresas transnacionales pueden perseguir judicialmente a los gobiernos si disminuyen sus beneficios por causa de políticas o de acciones públicas de éstos. Si esto es así, ya no cabe ninguna duda de la dominación absoluta del capital. Parece increíble, pero es verdad. Parece injusto, pero la justicia y el dinero no caminan de la mano. La tesis actual es que "los derechos son de los inversores y de sus empresas, y las obligaciones se dejan a los gobiernos". Veámoslo.
El "Acuerdo Multilateral sobre Inversiones" (AMI) es un documento elaborado secretamente en el seno de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) que agrupa a los principales países industrializados y que se viene negociando discretamente desde 1995. Los 29 integrantes de la OCDE esperan ponerse de acuerdo entre sí sobre los términos del documento –y ellos representan el 85% de las inversiones extranjeras directas hacia fuera de la OCDE y el 65% hacia adentro de la misma–, antes de hacerlo de cumplimiento obligatorio para los restantes países del mundo, incluyéndonos, por supuesto, a nosotros los países subdesarrollados.
Una vez que se firme este nuevo tratado internacional, los gobiernos del mundo quedarán desprovistos de cualquier poder para regular las actividades de las empresas transnacionales o para proteger los recursos nacionales, humanos o materiales, frente a los desmanes del capital. Los gobiernos serán tan solo gerentes del gran capital, independientemente del signo político del partido que arribe al poder. Si un gobierno realiza cualquier acción o política que tenga como resultado una disminución en las ganancias previstas por una empresa extranjera, ésta podrá quejarse ante su propio gobierno, el cual podrá llevar al otro país ante un arbitraje internacional. O bien, las empresas transnacionales pueden demandar directamente al gobierno del país huésped ante un tribunal internacional. En cualquier caso será un grupo de especialistas en comercio, quienes en condiciones de secretividad darán su fallo, el cual obviamente será condenatorio para el país infractor, que estará obligado a compensar al capital demandante por el "daño" infringido.
Dado el carácter mandante que sobre las naciones poseen los convenios y tratados internacionales, de nada servirán los códigos laborales, las leyes de protección del medio ambiente, etc. Ninguna legislación nacional o política pública servirá frente a las garantías y derechos que se aseguran las empresas transnacionales con este nuevo tratado internacional "Acuerdo Multilateral de Inversiones". Por esa razón, refiriéndose a este acuerdo, el director general de la Organización Mundial del Comercio (OCM) manifestó recientemente, con la cínica objetividad que caracteriza a los funcionarios de los organismos internacionales: "Nosotros escribimos la Constitución de una economía mundial unificada".
Las políticas de desarrollo o de fomento a la microempresa, a la pequeña producción campesina, a los inversionistas nacionales, etc. serán consideradas como una actividad discriminatoria y atentatoria contra el principio de que "a ninguna empresa extranjera se le puede dar un trato menos favorable que el que se le concede a sus propios inversionistas". Y para tales efectos, tan inversionista es el minutero con su carretón como Bill Gates y su imperio electrónico. Aunque claro, las diferencias cuantitativas tienen repercusiones cualitativas, ya que el señor Gates tiene posibilidades de convertirse en amo del planeta, mientras que don Tiburcio se conforma con seguir vivo pese a que se le han deshecho muchos sueños de juventud como se le deshace el hielo en las tardes de mucho calor.
Por otra parte las inversiones no sólo se refieren a la construcción de gigantescas plantas automotrices, sino que cubren desde el derecho de marca, bonos, acciones, concesiones, hasta derechos de propiedad intelectual, con lo cual la posibilidad de las demandas se vuelve bastante amplia y los riesgos aumentan. ¿Qué gobierno del tercer mundo se atreverá a delinear políticas de desarrollo luego que cualquier transnacional haya ganado su primera demanda?
Según el Acuerdo Multilateral de Inversiones los países no pueden exigir a los inversionistas extranjeros que alcancen un determinado nivel de inversión en su territorio. Entre las condiciones que se prohiben aplicar figuran las prescripciones relativas al uso de abastecedores nacionales, a entrar en sociedad con empresas nacionales o contratar una cantidad mínima de empleados locales. Cualquiera de estas medidas que pudieran acarrear algún beneficio nacional, quedan vedadas y en consecuencia su implementación daría lugar a un reclamo judicial.
Para colmo de males, cualquier gobierno que hubiera firmado el Acuerdo tendrá que esperar al menos cinco años para denunciarlo, y las inversiones ya efectuadas seguirán protegidas por las disposiciones del tratado al menos durante 15 años más, con lo cual se le garantiza una vida útil arriba de los 20 años. Ciertamente con la aprobación del Acuerdo saldrán afectados no sólo los trabajadores, a quienes difícilmente se les permitirá realizar huelgas, no sólo los micro–empresarios, que ya no podrán aspirar a ningún trato preferente, no sólo los campesinos que tendrán que competir en plano de igualdad con los agricultores del primer mundo, no sólo los pequeños y medianos empresarios, no sólo los gobernantes que verán reducido su poder, sino que también los grandes empresarios nacionales para quienes ya no habrá políticas discriminatorias y no podrán hacer nada ante la voracidad, ya evidenciada en las privatizaciones por parte de las empresas tansnacionales. Sin embargo, no es remoto pensar que, como ha ocurrido con otras medidas neoliberales muy acordes con la "onda" globalizadora, los diferentes sectores potencialmente a ser afectados no acepten nuestros planteamientos y prefieran creerles a los "técnicos" de FUSADES, de la AID, del BID, del BM… Su problema será, que no el nuestro.
No obstante, ante estas realidades del capitalismo mundial, resulta hasta ofensiva la preocupación que algunos muestran por acceder al poder y las promesas que, cínica, ingenua o inconscientemente, hacen a los electores, las apologías de la democracia que efectúan otros, sin tener clara conciencia del manejo opiáceo de sus palabras. Y para colmo de males, tanto los unos como los otros, se atreven a descalificar a los radicales de izquierda –a quienes consideran desfasados, dogmáticos y poco autocríticos–, cuando en realidad son los únicos que se mantienen consecuentes, negando la viabilidad del sistema capitalista y buscando alternativas que ofrecer para mantener vivas las esperanzas, mostrando que la utopía no ha muerto, aunque tan sólo sea porque se dibuja en las pupilas de los niños.
Es tal el despiste en que se vive ahora, que a quien "huele" a marxista o a comunista –para los efectos las diferencias son irrelevantes– se le busca acallar, de manera que no haga olas, ni levante polvo, ni genere dudas sobre el sistema, aunque los ataques se escudan tras una aparente defensa de la democracia. De manera que si han encasillado a una persona entre los retrógrados enemigos del sistema, ya ni siquiera se publica lo que escribe.
El sistema ha creado sus defensores voluntarios, además de los pagados de siempre, quienes se encargan de cuidar de que nadie venga a perturbar la deliciosa paz ganada con tanto esfuerzo y sacrificio por los luchadores de la libertad, los cuales, en este momento resulta casi imposible saber de qué lado combatían y quiénes son: si el general o el filósofo, si los mártires o sus asesinos.
Lo triste y lamentable de todo esto es que a medida que el capital no encuentra resistencias, lejos de humanizarse como algunos tontamente creían que iba a suceder, ocurre todo lo contrario: el capital muestra con más saña toda su bestialidad y sus insaciables ansias de ganancia. Que ya dos tercios de la humanidad se encuentren hundidos en la pobreza, y otros en la más abyecta miseria, no parece preocupar a los empresarios capitalistas. Sus inquietudes están más en encontrar la forma de defenderse de los ataques previsibles de sus competidores: Travelers Corp. con Citicorp, MCI Comunications con Worldcom, BankAmerica con NationsBank, Chrysler Corp con Daimler–Benz, etc, transacciones que suman varios miles de millones de dólares y que afectan el trabajo y la vida de cientos de miles de personas.
Ante esta realidad terrible y que escapa al control de cualquier gobierno, ya no digamos de cualquier organización de la sociedad civil, es bueno que tomemos conciencia del momento histórico en que vivimos, de nuestra responsabilidad en cuanto a la bestia que crearon nuestros ancestros y que nuestras generaciones han alimentado tan abundantemente, al punto de que acabará con la especie humana, si antes nosotros no acabamos con ella.
Aquiles Montoya
En el número anterior de Carta a las Iglesias publicamos algunas intervenciones de obispos asiáticos en el sínodo de Asia celebrado en Roma y sus críticas honradas a la falta de inculturación en la Iglesia. Ofrecemos ahora las intervenciones de tres cardenales de la curia, Monseñores Angelo Sodano, Joseph Ratzinger y Roger Etchegaray, y breves reacciones de obispos asiáticos.
Era de esperarlo o, si se prefiere, de temer y así ha sucedido: la Curia Romana se ha sentido incomprendida, "poco amada" y ofendida ante algunas intervenciones de los padres de esta Asamblea Especial para Asia del Sínodo de los obispos, y ha respondido en bloque a las repetidas acusaciones de centralismo, excesiva romanización, insensibilidad al deber evangélico de inculturación y excesiva burocracia.
Portavoz de la desabrida respuesta curial fue el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado. Dos aspectos merecieron su atención: la unidad de la Iglesia y el "profundo espíritu filial" con el que deben ser acogidos el magisterio papal y las normas que imparte con su gobierno pastoral.
Sobre el primer punto dijo: "Sería curioso que hoy, justamente mientras se va hacia una cada vez mayor globalización de la humanidad, la Iglesia tuviese un solo movimiento centrífugo sin volver inmediatamente con un movimiento centrípeto hacia la Roca de la unidad eclesial, que es precisamente Pedro viviente en sus sucesores". En el segundo capítulo de su intervención, el cardenal Sodano recordó que "no siempre el sucesor de Pedro puede intervenir directamente, sino que a veces lo hará a través de sus colaboradores en la Curia Romana o sus representantes en los diversos países del mundo".
La importancia de su cargo –el secretario de Estado es el "número dos" en la lista de gobierno de la Iglesia– exige no dejar pasar sus palabras sin alguna acotación. Al leerlas venían al recuerdo otras afirmaciones similares hechas hace ya muchos años, en la primera sesión del Vaticano II, cuando la intervención de algunos padres conciliares echaron por tierra el esquema sobre las fuentes de la revelación preparado bajo el dictado de la Curia y dieron un giro decisivo a los trabajos conciliares. También entonces se invocaba la "unidad" de la Iglesia para imponer la uniformidad, y la obediencia filial al Papa para justificar el centralismo romano.
¿Demuestran poco espíritu filial los cardenales u obispos asiáticos que consideran excesivo el control que algunos dicasterios de la Curia ejercen sobre las Conferencias Episcopales e individualmente sobre los obispos? ¿Es concebible que Roma se empeñe en legislar universalmente sobre nimias cuestiones litúrgicas, catequísticas o pastorales que deben ser dejadas al buen sentido de los que son auténticos sucesores de los Apóstoles y han recibido los carismas necesarios para llevar a cabo su misión? ¿Qué sentido tendría convocar un Sínodo especial para cada continente si no se está dispuesto a reconocer lo genuinamente específico de cada uno de ellos y a respetarlo siempre que sea compatible con el depósito de la fe?
Justamente el mismo día en que intervino el cardenal Sodano lo hizo también el cardenal Joseph Ratzinger. El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (uno de los pocos dignatarios de la Curia Romana que se ha impuesto la obligación de conocer de cerca el mundo asiático) hizo dos observaciones muy pertinentes sobre la fe–experiencia y la vida–institución. "La fe es común y universal –dijo–, pero la experiencia es de por sí personal e individual. Sólo la fe une y sintetiza nuestras experiencias siempre fragamentarias. Fe auténtica y humildad van juntas. Una fe arrogante sería un contradicción, aparecería como un absolutismo de la propia doctrina". Estaba dando una respuesta teológica profunda al delicado problema del diálogo interreligioso, prioridad pastoral de cristianismo en Asia.
"Hay motivos reales para temer que la Iglesia pueda llevar sobre sí demasiadas instituciones de derecho humano que se convierten como en la coraza de Saúl que impedían caminar al joven David. Es siempre necesario examinar si instituciones que una vez fueron útiles siguen siéndolo hoy. El único elemento institucional necesario para la Iglesia es el que le dio el Señor: la estructura sacramental del pueblo de Dios centrada en la Eucaristía. El elemento estructurante más visible de la Iglesia –el sacramento del orden– está todo él dirigido al servicio de la Eucaristía, de la presencia del amor de Dios sobre la tierra". Al oír estas palabras, algunos obispos asiáticos comprendieron que no habían abusado de su legítimo derecho a plantear una revisión de algunas estructuras eclesiales que no por haberse perpetuado a lo largo de siglos deben ser consideradas como imprescindibles.
Con su reconocido sentido de la originalidad, el cardenal Roger Etchegaray destacó la importancia de este Sínodo analizando un fenómeno sobre el que a veces no se ha reflexionado suficientemente. "Numerosas Iglesias de Asia –dijo– son marginales y minoritarias; en algunos países las conversiones se limitan a personas marginales a la hegemonía de las culturas nacionales. La adhesión a una Iglesia minoritaria compuesta por minorías étnicas es una de las características más sobresalientes de la evangelización en Asia. Cuanto más minoritaria es una Iglesia más debe esforzarse en hacer brillar su imagen original. Cuando más entra el pluralismo religioso en el misterio del diseño salvífico universal de Dios, más debe la Iglesia sacar sus propias energías en la fe en Jesucristo, único Salvador. En el fondo, esta espiritualidad de la sal de la tierra y de la levadura en la masa que la Iglesia en Asia vive intensamente ¿no es hoy tal vez, a causa de la secularización, la espiritualidad de toda la Iglesia en el mundo?".
A través de los resúmenes entregados a los informadores se puede comprobar que es un material de desigualdad, riqueza e interés. La impresión general es que se ha mantenido un respiro general de libertad de expresión. Valgan estos botones de muestra: "Conveniente dar al Santo Padre comunicaciones precisas y objetivas sobre cuanto sucede en Asia. En la Curia Romana existe todavía mucha burocracia que impide un servicio fluido y eficiente a las Conferencias Episcopales nacionales". "La inculturación de la liturgia exige un mayor uso de las lenguas dialectales y de los símbolos indígenas". "No es verdad que la unidad de Cristo como Salvador represente un fastidio para las otras religiones. Es el estilo arrogante de nuestra predicación lo que les aleja. En el diálogo con los otros debemos desvestirnos de nosotros mismos para poderles aceptar". "La Iglesia en Asia no tiene todavía un rostro asiático. Es necesario realizar la inculturación de la fe aunque se están delineando algunas iniciativas prometedoras".
Antonio Pelayo, Vida Nueva
El 28 de mayo del corriente año el testimonial sacerdote belga Rogelio Poncele recibió oficialmente la Parroquia de Torola, en el departamento de Morazán, que abarca el municipio de mismo nombre, además de Perquín y San Fernando.
Fuimos muchas delegaciones a acompañarlo y solidarizarnos con él en esta nueva ocasión. Había que salir muy temprano, pues era un viaje largo el que nos esperaba. Tomamos la carretera Panamericana. Como había llovido días antes, el clima estaba agradable y era un descanso contemplar los campos reverdecidos; el viaje resultó muy bueno.
Al entrar al departamento de Morazán teníamos ante nosotros todos los pueblos que estuvieron involucrados durante los doce años del conflicto: San Francisco Gotera, Yoloaiquín, Delicias de Concepción. Osicala, Meanguera, Jocoaitique, Arambala, Perquín, San Fernando y Torola, hasta llegar a nuestro destino. Se notan todavía los estragos de la guerra, sobre todo en la tierra. No se ven siembras y por lo tanto no hay cosechas. Sí, notamos, varias escuelas y muchos, muchos niños en ellas.
Algo que nos emocionó fue ver también nombres conocidos de nuestros mártires recordados en comunidades, escuelas, mercados, colonias. La Comunidad Segundo Montes fue una de las que pasamos a la orilla, así como la Colonia Monseñor Romero. Es bueno que el pueblo siempre los recuerde, es una buena noticia para ellos.
La celebración inició con la llegada a la Parroquia, (una hora adelante de Perquín) donde ya los lugareños esperaban con tamales y café. Acto seguido se concelebró una Eucaristía y después un acto cultural donde la gente asistente expresó su sentido de fiesta y solidaridad con el P. Rogelio. El evento acogió entre muchas visitas la presencia del Obispo de la Diócesis de San Miguel, Mons. Romeo Tobar Astorga. Monseñor manifestó su deseo de reconciliación y unidad para esta población tan sufrida, y exhortó a una comunión eclesial que dé testimonio de la misión de la Iglesia en la postguerra.
Participaron en la Eucaristía con especial alegría los miembros de la comunidad de Torola y de las comunidades eclesiales de base del Norte de Morazán quienes por años han recibido atención pastoral y sacramental del. P. Poncele. También hicieron presencia solidaria algunos sacerdotes del clero de la diócesis, y las religiosas que por años han hecho equipo de trabajo y comunidad con el P. Poncele.
La importancia de este acto estuvo en que el obispo oficializó canónicamente, a nombre de la Iglesia, el reconocimiento a la presencia y ministerio sacerdotal del P. Rogelio y sus equipos pastorales desde inicios de la década. Experiencia que ha venido siendo testimonio para la Iglesia Salvadoreña profética y martirial por caminar "entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios".