Carta a las iglesias, AÑO XVIII, Nº404, 16-30 de junio de 1998

 

La Virgen María merece más seriedad

 

Este editorial está escrito con respeto hacia las personas e, igualmente, con sinceridad y honradez. Su finalidad es que María de Nazaret, la mujer campesina que fue madre de Jesús, que, en la fe, confesamos como madre de Dios, y que con cariño honramos como madre nuestra, ofrezca luz, inspiración y ánimo a los salvadoreños y salvadoreñas para quienes el cotidiano vivir es duro, y quienes son los privilegiados y las privilegiadas de Dios.

Decimos esto para que se entienda nuestra reflexión sobre la estancia de una imagen de la Virgen de Fátima en nuestro país, con lo cual está ocurriendo algo raro y chocante. Se solía decir antiguamente –y en latín– "de María nunquam satis", es decir, "nunca hablaremos lo suficiente de María", con lo cual, evidentemente, se quería defender todo tipo de alabanzas a la Virgen. Pero una cosa es alabarla como ella se merece y por las razones por las que hay que alabarla, y otra cosa es dar rienda suelta a la imaginación o al fanatismo, sin preguntarnos si, en verdad, estamos alabando a María de Nazaret o construyendo una imagen que poco tiene que ver con ella y que, a veces, va en contra de lo que ella fue durante su vida, en Nazaret, al pie de la cruz de su hijo en el calvario y acompañando a los discípulos en el cenáculo de Jerusalén.

 

La Virgen de la Paz y la Virgen de Fátima

  La Virgen de la Paz es patrona de El Salvador y desde hace meses una imagen suya está recorriendo los pueblos y ciudades de nuestro país. Se pretende con ello muchas cosas buenas: ante todo, agradecer, reflexionar y rezar por una verdadera paz, una vez concluida la guerra; expresar nuestro compromiso con la paz, en nosotros, en nuestras familias en el país; reunir a la gente en sencillas procesiones, con cantos y flores, todo lo cual es una forma de fomentar comunidad. Y si se toma en serio, en esas procesiones se puede recordar con provecho que la Virgen de la Paz (no un edificio de la banca, o un hotel de lujo, o un cuartel) es el símbolo, o al menos la esperanza del país, aquello que expresa nuestros mejores anhelos... Indudablemente, las cosas saldrán mejor o peor en este peregrinar de la Virgen de la Paz por tierras salvadoreñas, pero tiene sentido que su imagen se detenga por estos pueblos nuestros, donde abunda la pobreza y la violencia, la injusticia y la mentira. Y donde los pobres desean que haya "paz".

  Desde hace unos días, sin embargo, resulta que hay otra imagen de la Virgen en nuestro país que también va de ciudad en ciudad: se trata de una imagen de la Virgen de Fátima. No se sabe muy bien cómo ni por qué ni para qué está en nuestro país –y es muy importante señalar que el arzobispado nada ha dicho sobre ello, sino que se ha mostrado más bien distante. Dicho con respeto, lo que está ocurriendo ahora con esa imagen parece más feria que celebración, folklore más que devoción. "Es una Virgen muy milagrera", dijo en televisión una señora de la clase alta. Pero está por ver si María de Nazaret se reconocería en todo lo que están diciendo y haciendo con una imagen suya. Aunque no solemos hacerlo en el editorial, vamos reproducir algunos párrafos aparecidos en la prensa matutina sobre el acontecimiento.

 

"En el aeropuerto de El Salvador, la Virgen descendía de un vuelo privado, procedente de Guatemala, custodiada por cinco guardias de honor que la trasladaron hasta el salón Vip (el salón de very important persons, "personas muy importantes"), donde el presidente Armando Calderón Sol, su esposa Elizabeth de Calderón Sol, monseñor Francisco Mayorino y una comitiva del gobierno y la Iglesia esperaban para recibirla.

 

Una gran emotividad rodeaba el ambiente, un coro de niños le dedicaba cánticos a María, mientras su imagen era coronada como Reina de los salvadoreños, por el representante de la Nunciatura, monseñor Mayorino.

 

Luego de este pequeño acto, que duró aproximadamente 20 minutos, la pareja presidencial cargó la figura hacia el papamóvil, que estaba esperando por ella –junto a cientos de feligreses– para comenzar la peregrinación por tierras salvadoreñas.

 

Los peregrinos, que a cada paso aumentaban, finalmente llegaron al Cristo de la Paz y aplaudieron incansablemente al ver descender la imagen de María del papamóvil; los custodios y el padre Hilario Contrán la llevaron al centro del monumento donde pudo ser admirada y venerada por los más de tres mil devotos que llegaron al lugar.

 

"En ningún otro país la Virgen ha sido recibida con honores diplomáticos, como aquí en El Salvador... La devoción de la gente me ha impactado", dijo el padre Hilario Contrán, mientras recordaba a los fieles católicos que la Virgen trae un mensaje de paz, oración y sacrificio, "al cual todos estamos invitados".

 

Respetemos, de nuevo, sentimientos e intenciones. Pero mucha gente se ha preguntado a qué viene ahora todo esto. Parece como si en el país no hubiera conocimiento y devoción a la Virgen o, lo que es peor, como si pusiéramos en competencia a dos imágenes de la Virgen, como si una fuera más importante o más milagrosa que otra. O como si en este país no hubieran rezado muchas madres y esposas a la Virgen de verdad, a la madre de Jesús, para que protegiera a hijos y esposos en momentos de represión y guerra, como si no hubiesen llorado ante ella al escuchar noticias de sus torturas, muerte o desaparecimiento, o como si no le hubieran agradecido al verlos regresar al hogar.

Que la gente exprese todos estos sentimientos humanos y cristianos ante una imagen de la Virgen que tienen en su casa o veneren en su iglesia es perfectamente normal. Pero lo de ahora es distinto. Parece que la devoción va unida a la extravagancia: viajes en avión, tratamiento especial en el aeropuerto, portadores vestidos de manera nunca vista en el país, recorrido por la ciudad en el papamóvil, ya que, al parecer, a última hora el gobierno pensó que ese vehículo era más noble que el carro de bomberos en que se la iba a transportar. Y el presidente y la primera dama, cargando a la Virgen, cuando tantas otras cosas hay en el país con las que hay que cargar: pobreza, mentira, corrupción, violencia... Y si de religión se trata, todavía estamos esperando la investigación de los asesinatos de cuatro religiosas, de Mons. Joaquín Ramos, de Mons. Romero...

 

María de Nazaret

  Desde antiguo existe en la Iglesia la tradición de llamar a la Virgen María según el lugar donde se encuentra alguna imagen que la recuerda. Y parece una tradición sabia, pues en Guadalupe la Virgen María toma el rostro de la mujer latinoamericana, pobre por cierto –aunque no se sabe por qué después a las vírgenes se cubre de joyas... Y así con otras imágenes. Pero dicho esto, hay que recordar ante todo lo fundamental: sólo hay una virgen María, la de Nazaret.

Lo segundo que hay que recordar es que, sea cuales fueren las tradiciones alrededor de esos lugares, no es eso lo más fundamental, sino lo que María de Nazaret dijo e hizo. Si las diversas invocaciones a la Virgen a lo largo de la historia ayudan a llevar a María de Nazaret, bienvenidas sean todas ellas. De otra forma, pueden ser peligrosas y, a veces, incluso nocivas.

Lo tercero es que las apariciones de la Virgen y la devoción alrededor de ellas a veces son presentadas de forma esotérica, recalcando acontecimientos raros (fenómenos de la naturaleza) o mensajes de edificar templos o peticiones para que se convierta el mundo (aunque con humor se ha dicho que ojalá haya una aparición de la Virgen pidiendo la conversión del capitalismo que ha empobrecido y deshumanizado a nuestro mundo en los dos últimos siglos). ¿Por qué no volver a lo fundamental, a lo evidente, a las palabras de María de Nazaret?

Esto es lo que ofrecemos a continuación del editorial en un bello artículo de Dolores Alexandre, precedido por otros dos en números anteriores. Y también reproducimos el Magnificat, la oración de María, que sí se parece a la oración de muchas mujeres latinoamericanas, que se alegran de que Dios esté con los pobres y les haga justicia, y que se alegran también de que Dios humille a los poderosos –para ver si aprenden y se humanizan. Si la Virgen de la Paz, la Virgen de Fátima y otras innumerables vírgenes nos ponen hoy en la línea del Magnificat, es que sí son un símbolo de María de Nazaret. Si así no ocurriera, mucho nos tememos que es nuestra imaginación –"la loca de la casa", como decía Santa Teresa– la que está poniendo alguna zancadilla a nuestra fe.

  En 1976 Albert Nolan, dominico inglés, que ha dedicado su vida a la liberación de Sudáfrica de la opresión de los blancos, escribió un famoso libro sobre Jesús que comienza con estas palabras:

 

"A lo largo de los siglos, muchos millones de personas han venerado el nombre de Jesús; pero muy pocas le han comprendido, y menor aún ha sido el número de las que han intentado poner en práctica lo que él quiso que se hiciera. Sus palabras han sido tergiversadas hasta el punto de significar todo, algo o nada. Se ha hecho uso y abuso de su nombre para justificar crímenes, para asustar a los niños y para inspirar heroicas locuras a hombres y mujeres. A Jesús se le ha honrado y se la ha dado culto más frecuentemente por lo que no significaba que por lo que realmente significaba. La suprema ironía consiste en que algunas de las cosas a las que más enérgicamente se impuso en su tiempo han sido las más predicadas y difundidas a lo largo y ancho del mundo ...¡en su nombre!".

 

¿No ha ocurrido algo de esto en el culto a la Virgen María? Ojalá honremos, imitemos y sigamos a María de Nazaret.

   


 

Tierra del Magnificat

 

Hablaba antes de esa tendencia (¿inconsciente?) a rodear a María de un determinado séquito de virtudes: la pureza, la humildad, la mansedumbre, la piedad, la dulzura, la obediencia… Es una compañía cuidadosamente seleccionada, quizá porque se considera que son virtudes libres de toda sospecha y se reservan para ella, con la misma lógica con que la normativa litúrgica decide que sólo los metales nobles pueden estar en contacto con el cuerpo de Cristo. Quizá por eso en las letanías lauretanas, junto a las invocaciones "Sancta Virgo virginum", "Mater purissima", "Mater castissima", "Mater inviolata", "Regina Virginum"…, hay una sola en la que se la llama "Speculum iustitiae", espejo de justicia.

  Y es que con otras componentes del séquito, sin saber bien por qué, se tiene un poco más de prevención y suelen requerir puntualizaciones: justicia, sí, pero que no provoque amargura; solidaridad también, pero que no sea excluyente; libertad, por supuesto, pero sin caer en el libertinaje; fraternidad, no faltaba más, pero sin olvidar que la Iglesia es jerárquica. Debe de ser por eso por lo que hay más dificultades para considerar santos a los que mueren luchando por la justicia que a los (las, más bien…) que llegan hasta la muerte por defender su castidad. Las marías goretti llegarán siempre más pronto a los altares que los óscares romero.

  Decimos siempre con toda naturalidad: "Ave María purísima". Pero, si la piedad mariana hubiera alternado esta invocación con la de "Ave María justísima", con todo lo que significa, quizá se nos hubiera transmitido a través de los siglos una visión más verdadera de María. Porque ella es piadosísima, sí, y clemente y misericordiosa y madre purísima del Verbo encarnado. Pero, precisamente por eso, portadora también en sus entrañas del fuego que él había venido a traer a la tierra (cfr. Lc 12, 49) y que las muchas aguas no consiguen apagar (Cant 8, 6). A fuerza de coincidir con los profetas y con el sentir del hijo, María fue engendrando también una canción clara como el cristal y como la luz, capaz de despertar al mundo aletargado. El evangelio de Lucas pone letra a esa canción, y brota el Magnificat. A través de la sensibilidad de María, la canción de Dios sobre su mundo irrumpe en la sordera culpable de la historia.

  La llevaba también dentro aquel que se había hecho uno de tantos y que iba a vivir como un hombre cualquiera, pero de los que tienen condición de esclavos (cfr. Flp 2, 7) y que poseen ya en primicia la tierra, el reino y el futuro. Un futuro en que los pequeños y los hambrientos, sentados ya en el trono y saciados, harán sitio en su mesa y partirán el pan con los que han sido despedidos vacíos, porque habrán aprendido las costumbres magnánimas de Dios.

  Tenemos la tentación permanente de sofocar el Magnificat, porque es como un fuego que amenaza nuestra tranquila frialdad. "Magnificat (versión oficial)", leo en la portada de un disco; y me suena a esos intentos tan clericales (tan de casi todos nosotros) de controlar, ordenar y codificar la vida.

  Con el Magnificat no podemos, como no podría nadie eliminar un color del arco iris ni dirigir el vuelo de las aves cuando emigran al sur. Como está fuera de nuestro alcance señalar en la playa hasta dónde puede llegar la marea o determinar que un día pueden reventar las yemas de las higueras. Como lo está el pretender enseñarle a Dios las notas de su música.

  Porque Dios es un paciente tañedor de flauta, acostumbrado a tocar en solitario. "Tocamos la flauta y no danzaron" (Mt 11, 16), se quejaría Jesús. Pero, un día, la invitación de la flauta llegó hasta "una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una joven desposada con un hombre llamado José, de la familia de David. El nombre de la joven era María" (Lc 1, 27). Tenía el oído despierto de los discípulos, y los pies ligeros, acostumbrados a las montañas de su tierra; y cuando oyó la melodía de Dios, se llenó de su ritmo y se puso a danzar, para asombro de los ángeles, de los patriarcas y de los profetas.

 

Señora del buen ánimo

  Ese ritmo es el que necesitamos todos, porque los tiempos son malos. O quizá no lo son, como tampoco es malo el invierno para la siembra, ni la poda para los árboles. Sea como sea, es nuestro tiempo; y es en él y no en otro en el que tenemos que esperar al Señor que viene. Hoy quizá necesitaríamos escuchar la alerta de Isaías en otra clave:

 

"Que los valles de añoranza del pasado se levanten y los montes y colinas del pesimismo se rebajen. Que en el desierto del cansancio se abra una senda y que los desfiladeros sin horizonte desemboquen en el mar…

 

Pero eso no podemos hacerlo solos, porque el ánimo y el aliento son cosa del Espíritu. Oí una vez decir a alguien que el Espíritu es como el entrenador de un equipo que alienta a sus jugadores desde las gradas del campo. A lo largo de muchas generaciones, los cristianos hemos intuido que María es también "cómplice" del Espíritu en esa tarea de paráclesis, de animación y defensa de su gente, y que nadie está más apasionadamente implicado en el éxito de nuestro juego.

Saber que jugamos en su presencia, contar con su apoyo y su fortaleza silenciosa, como debió de contar Jesús cuando tenía que enfrentarse con el cerco de resistencia y rechazo de muchos. Acudir a ella y recordarle –"Memorare, o piisima Virgo María"– que lo suyo es seguir siendo matriz cálida donde se forma la Iglesia, tierra fértil que abriga y cuida sin prisa el florecer de la pequeña semilla llamada a convertirse en un gran árbol.

  Y que ella, María, paciencia de Dios para nosotros, primera cristiana en vivir eso que Pablo llama la hypomone, el aguante activo, nos contagie su capacidad de soportar la dureza de la vida sin perder la ternura.

  Ahora y en la hora de nuestra muerte.

 

Dolores Alexandre

 


 

El Magnificat

 

"Mi alma alaba al Señor,

y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador

porque se ha dignado mirar a su humilde esclava

y desde hoy todas las generaciones me proclamarán bienaventurada,

pues el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.

 

Su nombre es Santo

y su compasión con los que le temen pasa de padres a hijos.

Manifestó su fuerza vencedora,

y dispersó a los hombres de soberbio corazón.

 

Derribó a los poderosos de sus tronos

y elevó a los humildes.

Llenó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

 

Siempre compasivo, socorrió a Israel su servidor,

como lo había prometido a nuestros antepasados,

a Abraham y a sus descendientes para siempre".

(Lc 1, 46-55)

 


 

Lucha contra el crimen y democracia.

Problemas en el PDC

 

Responsabilidades del Estado

  En los últimos días, el tema de la salida del ejército a las calles con el objeto de combatir la delincuencia se ha convertido en uno de los ejes privilegiados del debate público. El asunto es delicado; las soluciones o las posturas fáciles deben ser evitadas, para lo cual es necesario evaluar con la mayor objetividad posible los pros y contras de una medida de esa naturaleza. Una cosa es cierta: en la postguerra, a la par de otras formas de violencia, la violencia delincuencial ha alcanzado niveles alarmantes, mismos que urgen de una respuesta pronta y eficaz por parte de las autoridades. Y esta respuesta involucra, entre otros aspectos, un componente coercitivo que no puede ser soslayado. Si existen grupos e individuos —adiestrados en el manejo de armas de grueso calibre— que están dispuestos a asesinar a sus víctimas para quedarse con sus bienes (sea mediante el robo directo o el secuestro) la respuesta del Estado debe ser contundente en su componente de fuerza.

En un orden democrático el Estado tiene como una de sus finalidades primordiales garantizar la vida, la seguridad y las libertades esenciales de quienes se cobijan bajo su jurisdicción. Ahora bien, ese compromiso del Estado supone y exige, si es necesario, el uso de la fuerza contra aquellos que ponen en peligro la vida, la seguridad y las libertades fundamentales de sus ciudadanos.

Sin embargo, esa protección —la obligación que tiene el Estado de brindarla— no debe convertirse en un pretexto para dotarlo de atribuciones que lo pongan por encima y aun en contra de la sociedad; es decir, para convertir al Estado en una entidad antidemocrática. Sabemos, por nuestro pasado reciente, lo nefasto que puede ser el que el Estado se convierta en juez último (y absoluto) de lo que conviene o no conviene a la sociedad. Necesitamos un Estado democrático, no un Estado policial. Necesitamos un Estado que, en el marco del respeto a las reglas y valores esenciales de la democracia, garantice a todos los que respetamos y aceptamos vivir en el marco de esos valores o no los socavamos violentamente (quien roba, asesina y secuestra como profesión se ha situado fuera de la democracia, aunque ésta le reconozca ciertos derechos), poder vivir en paz y tranquilidad.

Todavía no cala en la conciencia de muchos sectores sociales, económicos y políticos la idea de que es necesario un cuerpo policial dotado de los recursos humanos, financieros y tecnológicos que le permitan garantizar la seguridad ciudadana con eficacia. Hay quienes creen que basta con aumentar el número de efectivos policiales o que basta con dotarlos de mayor poder de fuego para que el crimen disminuya. Esto, sin dejar de ser relevante, no es suficiente; se requiere, además, de policías con adecuados niveles de educación en el respeto a los derechos humanos y con las competencias suficientes en el manejo de las tecnologías más sofisticadas para el combate de la criminalidad. Sin duda alguna, este último punto reviste especial importancia, pues en la medida que las capacidades y recursos tecnológicos de la policía están por debajo de las que tienen a su disposición los criminales —por ejemplo, en materia de comunicaciones, transporte y armamentos— éstos tendrán a todas luces las mayores ventajas.

Con una policía competente, bien entrenada, respetuosa de los derechos humanos y decidida, con la firmeza y determinación del caso, a combatir el crimen se hace innecesaria la utilización de ese otro recurso de coerción estatal, como lo es el ejército. Los que claman por la salida del ejército a las calles no deben obviar los peligros que para la instauración democrática puede traer una militarización de la sociedad. En la década pasada tuvimos bastante de patrullajes y puestos militares en barrios y colonias; como efecto colateral de ello tuvimos abusos de autoridad, maltratos e intimidación. No es sano abrir la posibilidad, por muy remota que pueda parecer, de que los militares puedan controlar nuevamente a la sociedad.

 

¿Se unificará el PDC?

  En febrero del presente año, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) volvió a ser noticia a causa de una nueva reyerta al interior de sus filas: un "movimiento golpista" intentó darle fin al mandato de Ronal Umaña. Para lograrlo, convocó a una Convención Nacional respaldada por el 82% de los pedecistas con capacidad y derecho de voto. En la Convención, una nueva directiva fue electa, el ex diplomático Horacio Trujillo fue ratificado como Secretario General y Jorge Barrera —diputado y acérrimo detractor de Umaña— lo fue como jefe de fracción en la Asamblea Legislativa.

El hecho de que el fiscal electoral, enviado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para constatar la legitimidad del evento, avalara la elección hizo pensar que, en efecto, Umaña sería reemplazado por Trujillo y, con ello, nuevas posibilidades podrían abrírsele al partido de la crisis interminable. Sin embargo, contradiciendo los pronósticos de entonces, el TSE optó por ratificar a Umaña en el cargo, echando por tierra las intenciones de los golpistas.

Pues bien, el procedimiento del TSE hubiese extrañado de ser aquélla la primera vez que en su seno se daba cabida a intereses partidarios. Empero, el caso del magistrado electoral Eduardo Colindres es una muestra palmaria de que el órgano encargado de garantizar el correcto funcionamiento de los partidos políticos y el buen desenvolvimiento de los proceso electorales no ha alcanzado aún la imparcialidad que de él se esperaría. Los problemas para el magistrado electoral pedecista comenzaron cuando, en 1996, Ronal Umaña arrebató a Carlos Claramount la secretaría general del partido. Poco después, Colindres —afín a la línea de Claramount— fue por primera vez destituido de su cargo en el TSE, por mandato del PDC, el PCN y ARENA. Desde entonces hasta ahora, una sucesión de destituciones, amparos y desamparos de la Corte Suprema de Justicia han pesado sobre los hombros de Colindres.

El último argumento esgrimido por Umaña para justificar su interés en la destitución del magistrado electoral de su partido es que éste, al favorecer a Trujillo, ha sido "juez y parte" en el asunto del movimiento golpista. De más está decir que tal argumento es insostenible, pues, si ésta es la razón por la que Colindres merece abandonar el TSE, ¿por qué la lucha por su destitución dio inicio en 1996 cuando el intento de derrocar a Umaña data apenas de febrero del año en curso?

No puede pasar desapercibido el hecho de que, mientras por un lado Umaña hace hasta lo imposible por remover a Eduardo Colindres del TSE y mantiene a los diputados Julio Samayoa y Jorge Barrera inexplicablemente al margen de los lineamientos del instituto político que dirige —ya que éstos fueron aliados suyos en la pugna contra Claramount—, por el otro declare que Horacio Trujillo y demás disidentes pueden volver a formar parte de la Democracia Cristiana. "Yo sí creo que es posible unificar al PDC. Es cuestión de trabajo y mucha disciplina", ha asegurado el secretario pedecista. Lo que no especificó es qué entiende exactamente por disciplina; probablemente sea, ante todo, guardar silencio frente a sus desatinos y aceptar que sea él quien tome las decisiones.

Así pues, el secretario general del PDC contradice en los hechos su supuesta pretensión de unificar al partido. Es por eso que, aún sin tomar en cuenta que la Democracia Cristiana en El Salvador se ha caracterizado más por sus crisis y rupturas que por sus aportes a la instauración democrática, pensar que los distintos grupos que conforman ese instituto político pueden llegar a unificarse realmente es casi un disparate. Para empezar, difícilmente puede Ronal Umaña liderar con autoridad la unificación cuando él no sólo promovió en 1996 la más escandalosa ruptura, sino que, además, fue objeto de un nuevo pleito hace pocos meses.

En ese sentido, pensar que el trabajo y la disciplina van a lograr la unidad de ese instituto político es absurdo. Las fracturas entre los democristianos están relacionadas con las distintas concepciones de política que hay entre ellos, con desacuerdos de carácter ideológico, con pugnas de poder, en fin, con cosas que nada tienen que ver con trabajar mucho o disciplinarse. Por otra parte, el llamado a los disidentes a reincorporarse raya en la ceguera, en el cinismo o en ambos. ¿Cómo es que Umaña se siente facultado para proponer a los inconformes que vuelvan, cuando él mismo es la causa de la inconformidad? ¿Cómo es que propone la unificación cuando él mismo es la causa de la disidencia?

 


 

Sonetos romanos

Roma, invierno de 1997

 

Francisco Andrés Escobar

 

 

SONETO DEL MOISES

 

¿Es cierto que te dijo que le hablaras,

cuando te vio perfecto y terminado?

Mas, desde entonces, el silencio ha estado

prisionero en el mármol de Carrara.

 

Miras al hombre, cual si señalaras

su arrastre más furtivo y angustiado;

mas congestionas, en tu rostro helado,

todo verbo que amando prodigaras.

 

Yo he venido, Moisés, para admirarte.

No me obligues, entonces, a temerte,

Y no quieras con fríos zaherirme.

 

Queda mejor si intentas tú decirme

Tu secular congoja, y yo entenderte

pueda, en el corazón , para ayudarte.

 

 

SONETO PARA EL CRISTO DEL JUICIO FINAL

 

No entiendo la razón por que taparon

el glorioso erotismo en tu figura.

Aretino, en moral doble, murmura:

"Sacrílego es el cuerpo que pintaron.

 

Digno más de un burdel". Y enmascararon

el centro de tu carne blanca y pura;

y un velo de inauténtica hermosura

en afectado horror te prodigaron.

 

¡Se teme al cuerpo y a su gloria alzada!

¡Un pecado ha de ser todo desnudo,

y es el negro crespón el que se impone!

 

¿Qué es inmoral: el cuerpo que propone

la belleza más alta como escudo…

o la mentira en dogma consagrada?

 

 

SONETO DESOLADO ANTE LA MOMIA

 

¿Somos un accidente de la vida…,

variación sin control de la materia?

¿De dónde el corazón, de dónde la arteria…?

¿De dónde la pasión con su estampida?

 

¿Existe Dios? ¿Es suya esta miseria:

ayer uva de jugos, hoy… vencida?

¿Dónde está el alma con su voz transida

de fe en una razón tan alta y seria?

 

De eternidad sedientos siempre vamos.

Obcecados vivimos y creemos.

Muere la fe al instante en que morimos…

 

Que de ese sueño… nunca despertamos…

¡Es inútil creer lo que creímos:

la nada es lo seguro que tenemos¡

 

 

SONETO DEL SAN JUAN BAUTISTA

 

Violentas la pasión que, enarbolada,

se hace polvo, "mas polvo iluminado".

Con tu cuerpo turgente y nacarado

das un reto al delirio y su alborada.

 

¡Qué altivez en la faz desaliñada!

¡Qué lascivia en el tronco desgarbado!

¡Qué temblor en la luz que ha derramado,

sobre muslos y pies, su agua dorada!

 

Caravaggio volcó su ser más hondo,

quizás, y te pintó en la adolescencia

como un macho cabrío en bajo fondo.

 

Y es que todo el altar de la sapiencia,

en el mundo, tan grande y tan redondo,

es oscuro temblor de alta conciencia.

 


 

Mons. Sáenz en desacuerdo con dos medidas gubernamentales

 

En conferencia de prensa del domingo 21 Mons. Fernando Sáenz Lacalle hizo un llamado para que se busque solución a los problemas sociales que aquejan a los salvadoreños, sobre todo el incremento de la delincuencia. Dijo que la violencia se podía catalogar como "espantosa", y añadió que tiene sus raíces en la falta de valores morales y principios religiosos. Mostró también su inquietud de que se revisen los códigos penales, para que el accionar de la PNC se reajuste a las necesidades de la población. También urgió a la Asamblea a nombrar Procurador de Derechos Humanos. "Es lamentable que los diputados no se pongan de acuerdo sobre el procurador de Derechos Humanos. Es necesario que dejen de un lado los intereses partidaristas y que se preocupen de los intereses de la población". Lo más novedoso ha sido, quizás, su público desacuerdo con algunas medidas gubernamentales.

 

Que el gobierno no prohiba el hermanamiento con Cuba

  Estos días se ha hablado mucho del hermanamiento entre La Habana y San Salvador, pero el gobierno se opone. El alcalde capitalino no cree factible que se firme el convenio en nuestra capital, y no descartó que se firme en La Habana o en un tercer país. La razón es que el presidente Calderón Sol y, sobre todo, el ministro del interior, Mario Acosta, no permiten el ingreso al país del alcalde de la Habana, Conrado Martínez. Ante esta negativa, Mons. Saénz apoyó públicamente el hermanamiento. Recordó que la visita del Santo Padre a la isla caribeña dio la pauta para que "Cuba se abriera al mundo y el mundo a Cuba". "Creo que es interesante que haya lazos de amistad y comerciales, como el Santo Padre dijo en su visita a Cuba".

 

Que se investigue el caso de las religiosas asesinadas

  Desde hace unas semanas se ha reabierto el debate sobre las cuatro religiosas norteamericanas asesinadas. Los asesinatos fueron cometidos bajo las órdenes de mandos superiores del ejército de acuerdo a la denuncia de cuatro de los reos.

El fiscal de la república, Miguel Córdoba Castellanos, dijo recientemente que el caso ha prescrito, por lo cual no podrá ser reabierto para enjuiciar a los hechores intelectuales del crimen. Tal resolución ha recibido el aval del procurador general de la república Miguel Angel Cardoza, quien aseguró que ese crimen no es "de lesa humanidad". Sin embargo los familiares de las fallecidas esperan recurrir a leyes de vigencia mundial para obtener una excepción del caso. El comité de abogados de Nueva York, que lleva la causa de los familiares de las asesinadas, lamenta la mala comunicación que ha sostenido con el fiscal general Manuel Córdoba. Le reprochan que no han recibido el informe sobre los asesinatos que les prometió el mes de marzo.

Además, tres de los reos concuerdan en la inocencia de uno de ellos, Daniel Canales, que participó en la detención, pero no en el asesinato. Este ha dicho que "es muy triste que otros vivan en La Florida (se refiere a los generales Guillermo García y Vides Casanova, a quienes se responsabiliza de los asesinatos) y yo esté pagando por un crimen que no cometí".

En conclusión, el gobierno salvadoreño no facilita la investigación de los autores intelectuales de estos asesinatos, y ante esa situación Mons. Sáenz insiste en que es necesario establecer dos aspectos fundamentales para llegar a la conclusión real: primero tomar en cuenta la verdad histórica y segundo los procesos judiciales. Mons. Sáenz reconoce los problemas que tienen los procesos judiciales para el establecimiento de la verdad histórica. "Todo eso depende de las leyes de amnistía o de concesiones de la Asamblea". Pero lo importante es su exigencia a que se investigue la verdad de los hechos y que se establezca quiénes fueron los responsables.

El gobierno de Estados Unidos anunció el martes 23 la liberación de 300 páginas de documentos secretos, entre ellos la llamada "evidencia especial de la embajada", la transcripción de una conversación grabada con el guardia nacional que encabezó el grupo responsable del crimen. Y el día 24 se hizo público que tres de los detenidos serán puestos en libertad. Pero lo fundamental sigue en pie: saber quiénes son los responsables de tan horrendo asesinato. Y en esto insiste Mons. Sáenz.

  


 

Gustavo Gutiérrez cumple setenta años

 

El día 12 de junio tuve la oportunidad de estar en Mainz con Gustavo Gutiérrez. Juntos participamos en el foro latinoamericano dentro de la celebración del Katholikentag, "Día de los católicos" en Alemania. Gustavo acababa de cumplir 70 años –y con la salud ya algo resentida. Sin embargo allí estaba, vivaz, agudo y compasivo, hablando de su tema de siempre "Dios y los pobres", ayudando a la Iglesia alemana y poniendo una chispa de sacudida y de esperanza en la vieja Europa.

En el foro nos pidieron que nos presentáramos, y nos dieron –con meticulosidad alemana– un minuto para hacerlo. Gustavo comenzó diciendo que era un sacerdote que vive y trabaja para la gente pobre, y añadió con humor que en los tiempos libres hace teología. En efecto, desde hace muchos años trabaja, entregadamente, en Cristo Redentor, su parroquia en el viejo y empobrecido distrito limeño del Rimac. Y cuando habla de esa gente pobre con quien convive, lo primero que comunica, antes que intereses teológicos, es un gran amor.

En la presentación del foro y después de su ponencia salieron a relucir muchas cosas de Gustavo. Fue presentado como el padre de la teología de la liberación, lo cual habrá oído muchas veces, pero no parece preocuparle mucho, aunque a veces le gusta usar ese "privilegio" para precisar algunas cosas. "No es verdad" me dijo, "que Medellín y la teología de la liberación nacieran de la euforia latinoamericana de los sesenta, como suele repetirse. 1968, Medellín, fue más bien un año trágico para América Latina. Y recordó, por ejemplo, la masacre de Tlatelolco. En lo que Gustavo quiere insistir es que en el origen hay algo más profundo: la experiencia espiritual de Dios en el pobre. Y precisamente por eso, porque no fue fruto de una intuición de coyuntura, su primer y gran libro, Teología de la Liberación, publicado en 1971, ha sido traducido a doce idiomas y se sigue leyendo hasta el día de hoy. Algo importante hay en él que se mantiene por sí mismo, a pesar de las reticencias y de los ataques directos de algunos poderes eclesiásticos y de otros poderes civiles. Desde entonces ha escrito una docena de libros, y en la UCA acabamos de publicar su libro Compartir la palabra, un guión de ideas para la preparación de las homilías dominicales.

Volviendo al foro de Mainz, Gustavo repitió sus ideas fundamentales sobre pobres y pobreza, y recalcó lo que está en juego en ellas. "El mayor problema para la teología es cómo decir a los pobres que Dios les ama". Estas palabras introducen muy bien en la teología de Gustavo Gutiérrez, y debieran bastar para dejar de cuestionar su teología. Realmente sólo la ceguera puede dejar de ver en él a un hombre de Dios y a un teólogo hondamente creyente. Gustavo, como otros compañeros suyos de la teología de la liberación, ha asumido esas críticas, que siempre acaban en la acusación de marxismo. Pero a veces, no creo que con ánimo de convencer a impenitentes, pero sí para introducir humor en la manida discusión sobre teología de liberación y marxismo, suele recordar sus orígenes intelectuales.

Antes de ordenarse sacerdote diocesano en Lima el 6 de enero de 1959, Gustavo Gutiérrez estudió medicina (1947–1950) en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y estudió Letras, en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Después entró al Seminario de Santiago de Chile y más tarde completó sus estudios de filosofía, psicología y teología en las universidades de Lovaina y Lyon. Y aquí viene la ironía de Gustavo sobre su marxismo. Recuerda que su primer escrito científico, de 1955, fue sobre "La noción del conflicto psíquico en Freud". Freud es ateo y ataca a la religión, pero nadie le ha protestado nunca a Gustavo por interesarse en Freud. Interesarse por Marx, sin embargo, parece ser un pecado que no tiene perdón hasta el día de hoy. Las acusaciones de "marxismo" a su teología y a la de la liberación en general se deben, entonces, más a un antimarxismo visceral que a su contenido arreligioso o antirreligioso. Y Gustavo añade que la esencia de la teología de la liberación es lo más opuesto al marxismo. Este dice que la religión es opresora por su esencia. La teología de la liberación dice exactamente lo contrario: la fe cristiana es liberadora, también en la historia.

En el foro recordó también palabras importantes de las mejores tradiciones cristianas del siglo XVI que tantas veces ha citado: "los pobres son los que mueren antes de tiempo", "en las Indias está Cristo crucificado"... Y en la misma línea añadió otras actuales. Ante la necesidad de denunciar la miseria de nuestro mundo y desenmascarar su encubrimiento, y ante la impotencia de comunicar lo obvio en ambientes que lo conocen todo, menos lo evidente, Gustavo Gutiérrez hace simplemente esta pregunta: "¿dónde dormirán los pobres en el próximo milenio?".

Y para terminar mis recuerdos del foro, quizás lo que más llama la atención de Gustavo es que, cuando es preguntado por la Iglesia y se espera que sus palabras sean críticas, responde con calma y con esperanza: "en esta Iglesia se ha operado un gran cambio, hay hoy cosas muy buenas". Conoce bien sus limitaciones y fallos –y los ha sufrido en propia carne–, pero no ha perdido una esperanza más primigenia, que yo interpreto de esta forma. En esta Iglesia nuestra está el evangelio de Jesús. En los últimos años, simbolizado en el milagro de Medellín, ese evangelio se ha puesto a producir en favor de los pobres y, así, como oferta a todos. Por ello Gustavo insiste y parece decir: "más que ser plañideras, pongamos manos a la obra, mucho se puede hacer en esta iglesia".

 

Gustavo Gutiérrez es hoy un personaje mundial, pero sigue siendo ante todo un sacerdote que da cuenta del amor de Dios y es testigo del Evangelio. Se ha convertido en uno de los principales pensadores de América Latina y un importante referente para los teólogos de aquí y de todo el mundo. A continuación transcribo simplemente unos testimonios que acabo de leer en Vida Nueva del 6 de junio en un artículo de Manuel Herrera Loayza.

El maestro Luis Jaime Cisneros, presidente de la Academia Peruana de la Lengua, dijo lo siguiente cuando Gustavo se incorporó a dicha institución en 1995: "Se trata de un pensador original, de un innovador en el campo teórico y, sobre todo, de un hombre que no ha claudicado en sus principios".

El cardenal Paulo Evaristo Arns, desde hace pocas fechas ex arzobispo de Sao Paulo, escribe en Teología y Liberación. Perspectivas y desafíos, refiriéndose a la obra de Gustavo Gutiérrez, que "la semilla de la Teología de la Liberación creció, se hizo árbol y bajo este árbol se cobijaron todos los esfuerzos de una reflexión que tenía en cuenta la novedad de los pobres como sujeto histórico básico de la historia de nuestro continente".

José Dammert Bellido, obispo emérito de Cajamarca, testimonia que "Gustavo ha demostrado siempre su fidelidad a la Iglesia y a su sacerdocio y que, tras siglos de presencia de la Iglesia en el continente latinoamericano, gracias a él una reflexión teológica oriunda del Perú ha adquirido dimensión mundial".

El legado de Gustavo, sin embargo, va más allá de sus libros, pues a lo largo de estos años de intensa labor pastoral acompaña y asesora a movimientos laicos de estudiantes y profesionales como la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC) y el Movimiento de Profesionales Católicos (MPC). Su reconocida obra intelectual y pastoral ha tenido eco y acogida en muchos lugares de América, Africa, Asia y Europa, donde centenares de cristianos asumieron la opción preferencial por el pobre como un compromiso vital que vincula creativamente la fe con la lucha por la justicia y la dignidad de las personas.

Gustavo Gutiérrez es un hombre de esperanza, consciente de que somos un continente pobre, pero rico en humanidad, religión y cultura. A sus 70 años, este sacerdote con alma de pastor desea que todos seamos importantes en tanto personas, creadas a imagen y semejanza de un Dios de la vida que ama a todos, pero que prefiere a los insignificantes, a los desposeídos.

  

Gustavo Gutiérrez ha estado tres veces en El Salvador: en 1980 para el entierro de Mons. Romero, en 1990 para la celebración del X Aniversario y en 1995 para el XV Aniversario. Al entierro y al X Aniversario vino por propia iniciativa. En enero de 1995 me encontré con él en Costa Rica. Estaba saturado de trabajo y no podía aceptar invitaciones. Le dije que en dos meses, en marzo de ese año, íbamos a celebrar el XV Aniversario de Mons. Romero en la UCA, que allí se iban a juntar los comités de solidaridad Oscar Romero de todo el mundo, junto con don Samuel Ruiz y don Pedro Casaldáliga. Dejándole en total libertad, le invité a venir. Sin darme explicaciones, comentó: "se trata de Monseñor Romero". Y vino a El Salvador.

 

Jon Sobrino

 


 

Misión del cristianismo en el proceso

de globalización (I)

 

En 1933 escribía Pierre Teilhard de Chardin: "La edad de las naciones ya pasó. Si no queremos morir, es hora de sacudir los viejos preconceptos y de construir la tierra… La tierra no se tornará consciente de sí misma a través de cualquier otro medio sino a través de una crisis de conversión y de transformación".

Estas palabras son proféticas. La tierra ha entrado en una nueva fase de conciencia y de realización de su unidad. Es el momento de la planetización y de la globalización del fenómeno humano y de su realización junto con la totalidad de la creación.

¿En qué medida el cristianismo ayuda en este inmenso proceso global? ¿Puede ser una fuente de sentido, junto a tantas otras tradiciones espirituales? Para responder a estas preguntas es preciso considerar antes algunos datos de la realidad social de nuestro mundo. De esta realidad provienen los desafíos para el cristianismo, que lo entendemos como el conjunto de las Iglesias cristianas.

 

El creciente conflicto entre norte y sur

  Digamos ante todo que la globalización significa un salto hacia adelante en el sentido de la conciencia universal y de las condiciones de posibilidad de una democracia planetaria. Significa, pues, una oportunidad única para el cristianismo de realizar su carácter universalista y católico. Pero al mismo tiempo, la amenaza de la mecanización, de la exclusión social, política y cultural de los seres humanos nunca fue tan poderosa como hoy. ¿Cómo garantizar una globalización que construya y no destruya la tierra? Para el cristianismo existe también el riesgo de que, por miedo a perder su identidad, se cierre en su expresión occidental y pierda una oportunidad histórica única.

El sistema de libre mercado que emergió con todo su vigor en la Europa del siglo XVI siguió un curso caracterizado por su creciente expansión y al mismo tiempo por una creciente concentración. Contra la misma teoría de libre mercado fueron surgiendo monopolios, oligopolios y carteles. Los mercados regionales desembocaron en los mercados nacionales, continentales, transnacionales y hoy en el mercado global.

La posguerra vio surgir las transnacionales, pero en los años 80 presenciaron un profundo cambio. Las empresas transnacionales fueron dando origen a nuevas y más gigantescas formas de organización empresarial. La intensidad de la competencia internacional exige cada vez más inversiones astronómicas en investigación, desarrollo y uso de tecnología, y la rapidez siempre mayor y en grado cada vez más agudo de la explotación de la fuerza de trabajo y del consumidor para poder enfrentarse a los costos de esta competencia. Las empresas, para ser fuertes en el mercado, tienen que ganar magnitudes dinosáuricas. La Baimler–Benz, de origen alemán, en el sector de los vehículos automotores y de los armamentos, es la responsable del 30% de la exportación alemana; la Ciba–Geiby, de origen suizo, en el sector agroquímico, farmacéutico y agro–industrial; el grupo ASEA–Brown Bovery, de origen sueco suizo, en el sector de las máquinas pesadas; o la japonesa Mitsubishi, que opera en 90 sectores diferentes de la actividad económica en todo el mundo, son ejemplos de estos megaconglomerados.

El poder económico, y por ende el político y cultural de estas fuerzas, determinan el rumbo de nuestro mundo. A través de la diversificación de sus actividades, especialmente en el ámbito de la información y de la cultura (música, cine, programas televisivos, videos, etc.) se convierten en poderosos agentes de producción y difusión de valores, actitudes, comportamientos, expectativas y modos de relación característicos del capital mundial. Por medio de la concentración y del control de la riqueza, la renta, la propiedad, el conocimiento, la información y el poder político excluyen cada vez más a los gobiernos de participar de aquel control, reduciendo las posibilidades de una real democracia.

  Los megaconglomeradores hacen alianzas entre sí, con independencia de sus países de origen, estableciendo una red global de complejas relaciones, alejadas de toda lealtad a naciones o pueblos, así como de todo control y regulación de su actividad a nivel global. Un ejemplo es la asociación entre el grupo Ford (USA) con el grupo Mazda (Japón), que compiten con las alianzas transculturales de la Chrysler–Mitsubischi, Chrysler–Maserati, General Motor–Isuzul y Fiat–Nissan; o la Globo de Brasil con el grupo Time–Life. El gran capital global ha conseguido una simbiosis con los estados nacionales, haciendo alianzas de intereses y transformando la población, en gran parte, en simples consumidores, sin participación real en el rumbo de las sociedades donde viven.

Crece también el conflicto entre capital y trabajo. La automatización e informatización de la producción y de los servicios han tenido, sin duda, un efecto favorable sobre el trabajo humano, liberándolo de una exagerada carga. Sin embargo, las ganancias generadas por el aumento de la productividad no son repartidas democráticamente con los trabajadores. El capital necesita apropiarse íntegramente de las ganancias de la productividad para seguir siendo competitivo. De esa manera profundiza, la contradicción con quienes viven de su propio trabajo, en lugar de superarla. En consecuencia, el desempleo asume una forma crónica y provoca problemas psico–sociales graves, migraciones, xenofobia y desapego de la raíz cultural.

Crece también el conflicto entre el Norte y el Sur. Las agencias multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la OMC (Organización Mundial del Comercio), y los bancos regionales de desarrollo y las propia Naciones Unidas se han convertido en referentes corporativos globales.

Si la democracia significa repartir equitativamente los recursos, la riqueza, los medios de producirla y los medios de poder, entonces nuestro mundo hoy es menos democrático que antes. El sistema global de mercado está creando una polarización más extrema y dañosa que la de los tiempos de la colonia. Los últimos 500 años han sido testigos de la expansión del dominio de la civilización occidental, eurocéntrica, para la cual los "otros" han sido concebidos como el salvaje, el subhumano, subdesarrollado, pagano, objeto de asimilación, esclavitud o destrucción, como es el caso de las grandes culturas precolombinas de América Latina.

El fin de la era colonial no ha significado la superación de la dominación y de la opresión, sino que se han creado formas más sofisticadas de sub–ordinación y explotación. Los números hablan por sí mismos: el 75% de la población del planeta tiene acceso a apenas al 19% del producto bruto mundial. Su participación en la inversión internacional descendió del 25% en 1980 al 16% en 1989. América Latina y el Caribe sufrieron el colapso más agudo. Durante la década del 80 el servicio de la deuda externa fue un 80% mayor que el flujo de inversión extranjera directa. Su participación en el mercado mundial cayó del 7% al 4%. En consecuencia, según datos de la Comisión Económica para América Latina de la ONU, a los 112 millones de personas que viven en pobreza se añadieron otros 84 millones en 1989.

 

Radical crisis de civilización

  En esta era de globalización, las élites del hemisferio norte están mostrando una incapacidad creciente para que el aumento de la riqueza y la acumulación del capital vayan acompañados de un mejoramiento de la calidad de vida de todos los ciudadanos de la tierra como un ecosistema. Y las élites del sur, menos numerosas, tratan de adaptarse –a través de las políticas de ajustes estructurales– al mercado mundial, aumentando sus privilegios a costas de una inmensa exclusión social de grandes masas de la población. Se ha creado un norte global (constituido por las élites del norte y el sur) y un sur global (de mayorías pobres, junto a un número creciente de trabajadores y trabajadoras empobrecidos y excluidos del norte), aumentándose la brecha entre uno y otro.

Por causa de este tipo de globalización, comandada por el capital, por la tecnología, la cultura occidental, y no por valores éticos o humanísticos, somos testigos de una radical crisis de civilización. No sólo está en juego la creciente marginación de millones de seres humanos y la capacidad cada vez mayor de autodestrucción, sino también la autoconciencia y el autorrespeto del ser humano y su capacidad de vivir en dinámica armonía con la madre tierra.

El tipo de desarrollo material en los últimos 500 años ha producido insatisfacción, ruptura de los lazos de fraternidad y de solidaridad, vacío en el sentido de la vida. La naturaleza y los seres humanos han sido tratados como recursos y mercancías. Por eso enfrentamos una grave crisis ecológica, con desequilibrios naturales que pueden amenazar de forma irrecuperable a regiones importantes de la tierra. La ética dominante, utilitarista, materialista y militarista no ha garantizado un desarrollo humano y social sustentable, sino que ha generado obstáculos fundamentales para una democracia, real, participativa y planetaria.

Las religiones y las iglesias han sido, en gran parte, cooptadas por ese sistema avasallador. En los países del centro perdieron su capacidad profético–crítica. En los países periféricos, como una bendición, sectores importantes del cristianismo comprendieron el pecado social y estructural de este tipo de orden mundial. Tomaron partido por las víctimas, hicieron la opción preferencial por los pobres y recuperaron la memoria liberadora de la práctica de Jesús y de su evangelio. La Iglesia de la liberación, cuya base social está constituida por los pobres y marginados por el orden vigente, con su correspondiente teología de la liberación, expresan el hecho histórico de este tipo de cristianismo comprometido con los cambios sociales a nivel global. (Continuará).

 

Leonardo Boff

prof. de Etica y Teología

Universidad de Río de Janeiro, Brasil

 


 

Difícil visita de Juan Pablo II a Austria

 

Los días 19 a 21 de junio Juan Pablo II visitó Austria por tercera vez, y éste ha sido uno de los viajes más difíciles de su pontificado. Tres eran las razones principales para ello. Uno, el estallido, en 1995, del escándalo de la homosexualidad y abuso de menores del cardenal Groer, quien ha sido arzobispo de Viena hasta su reciente dimisión. Después de años de ignorar el tema, el Vaticano y el mismo Juan Pablo II lo ha reconocido públicamente y ha tomado medidas. El segundo, un documento vaticano sobre los laicos, de noviembre de 1997, documento que ha sido reconocido internacionalmente como claro retroceso sobre el papel de los laicos en la Iglesia. Por último, el declinar de la Iglesia en la "católica" Austria. Desde este transfondo se puede entender la fría recepción que se le ha ofrecido al Papa y la dureza de algunas de sus palabras. A continuación ofrecemos una breve crónica de la periodista Dolores Galán.

 

19 de junio, Salzburgo: "No se salgan de la Iglesia"

  El Papa mencionó nada más poner pie en tierra austríaca en Salzburgo la necesidad de que la nueva Europa se construya sobre la base "de muchos corazones que no vibren por las carreras profesionales y el dinero, sino por el amor a Dios y a los hombres". Austria asume en julio la presidencia de los Quince, la ampliación de la Unión Europea, y Juan Pablo II aprovechó la ocasión para recordar la necesidad de humanización –otras veces ha hablado de cristianización– de Europa.

Un discreto grupo de fieles entusiastas lo acogió en el aeropuerto. Se trata de una visita incómoda para el Pontífice, pues su línea conservadora no cuenta con demasiados adeptos en este país. La ciudad de Salzburgo aparecía ayer repleta de turistas y, por otra parte, indiferente a la presencia del Papa. En la catedral de San Ruperto y ante unas 15.000 personas, que siguieron la misa gracias a una gran pantalla de televisión colocada en la plaza del Duomo, el Papa recomendó a los laicos que asuman su papel, recalcando que es distinto al del clero. "La igualdad de dignidades no significa en el rebaño del Buen Pastor igualdad de oficio o de actividad". E hizo un patético llamamiento: "No se salgan de la Iglesia".

En Austria existe un fuerte movimiento progresista, dirigido por laicos, denominado "Somos Iglesia", que mantiene una actitud crítica hacia la jerarquía vaticana. La esperanza de que se supere esta disensión abierta entre progresistas y conservadores en la Iglesia de Austria, especialmente aguda tras el estallido del escándalo Groer, están puestas en el nuevo cardenal austríaco, Christoph Schönborn, de 53 años. Aludiendo al caso del anterior cardenal, ha dicho que "nuestra fe no debe depender de las debilidades humanas".

 

20 de junio, Sankt Polten: la cuestión europea

La visita a Sankt Polten, capital de la Baja Austria, situada a unos 60 kilómetros al oeste de Viena, diócesis del obispo conservador Kurt Krenn, quedó convertida en un paseo modestamente triunfal para el Papa, que ayer dedicó el grueso de sus discursos a la Unión Europea. En el marco imponente del palacio de Hofburg el Pontífice lanzó un nuevo alegato en favor de una Europa unida y global en la que estén presentes las culturas de Occidente y de Oriente, "los dos pulmones de Europa". Esta nueva Europa debe afrontar el desafío de configurarse como un "espacio global de libertad, de justicia y de paz, que sustituya a la isla de bienestar occidental del Continente". En su discurso hizo referencia también al sufrimiento infligido a los judíos en Europa, y recordó la necesidad de reconciliación con el pueblo del "que nació Jesús".

En la Nunciatura de Viena, el Papa recibió el homenaje de 3,000 polacos. Ya en Sankt Polten el Papa se encontró con una multitud considerable, aunque no comparable a las que le han recibido en otros países de Latinoamérica, Africa e incluso Europa. Y eso a pesar de que la presencia de fieles austríacos quedó reforzada por la de numerosísimos ciudadanos checos que cruzaron la frontera para escuchar al Papa. Por otra parte hubo allí una pequeña protesta, de medio centenar de personas, contrarias al obispo de Sankt Polten, Kurt Krenn.

Los católicos austríacos esperaban ayer escuchar de labios del Papa alguna referencia al escándalo provocado por el cardenal Groer, pero no hubo ninguna mención de ello. El obispo Krenn sí dijo: "Les pido que recen por el enfermo cardenal Groer".

 

21 de junio, Viena: dura advertencia a los laicos

El papa Juan Pablo II cerró su visita a Austria con una dura amonestación, pronunciada ante los miembros de la Conferencia Episcopal austríaca, pero claramente dirigida al movimiento de laicos progresistas. En un duro párrafo de su largo discurso pronunciado en la sede del arzobispado de Viena, advirtió a los que piden discutir públicamente y con honradez los escándalos de la Iglesia austríaca, sobre los riesgos de fracaso que comporta un diálogo "que se desarrolla delante de un público no siempre es lo bastante cualificado y con la implicación no siempre imparcial de los medios de comunicación".

Por la mañana, el Papa había presidido la misa de beatificación de tres religiosos austríacos en la impresionante Heldenplatz (Plaza de los Héroes) de Viena, en la que el 12 de marzo de 1938 Hitler proclamó la anexión de Austria a Alemania. En esta ocasión la cifra de asistentes fue considerablemente más modesta que la de hace 60 años, ya que, según el propio Vaticano, no llegó a las 50.000 personas. Los beatificados fueron los religiosos Restituta Kafka, guillotinada por los nazis en 1943, Jakob Kern, monje y soldado nacido en Viena en 1897 y Anton María Schwartz, un precursor del sacerdote-obrero nacido en 1852.

La intervención más contundente de Juan Pablo II se produjo en la residencia del arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, obviamente a puerta cerrada. Allí el Papa abordó por primera vez el tema de la crisis que afecta a la comunidad católica austríaca, crisis provocada por el caso Groer y por la fuerte corriente progresista que pide una Iglesia democrática. El Papa les dijo a los disidentes que enarbolan la palabra "diálogo" como un talismán de verdad que el diálogo puede fracasar cuando participan en él interlocutores "a los que no guía la intención de comprender, sino que exigen para ellos mismos todo el espacio del diálogo". Y recordó que la Iglesia, "como cualquier casa posee estancias particulares, que no se les abren a los huéspedes desde el principio".

 

El lector de Carta a las Iglesias, acostumbrado a los viajes triunfales del Papa en América Latina, puede sorprenderse de lo que acaba de ocurrir en Austria, y quizás se pregunte incluso por qué publicar esas cosas. Ante todo, hay que decir que éstas son noticia de dominio público y nada se gana –y menos en la Iglesia– ocultando verdades. Lo positivo está en que algo importante podemos aprender de la Iglesia austríaca que ha salido a relucir a propósito de este viaje. Lo primero es que en la Iglesia católica hay debilidades y pecados, y nada se arregla con ocultarlos, sino que pueden enconarse y hacer estallar el escándalo. Lo segundo es que los laicos y laicas en Austria están pidiendo simplemente ser miembros del pueblo de Dios, como lo pide el Vaticano II: por el bautismo tienen exactamente la misma dignidad que cualquier otro miembro de la Iglesia. Esto no se puede ocultar, y, si se hace, tarde o temprano trae consecuencias negativas para la Iglesia.