Carta a las iglesias, AÑO XVIII, Nº407-408, 1-31 de agosto de 1998

  

El Divino Salvador. Celebración y conversión

 

Al celebrar la fiesta del Divino Salvador no será malo recordar el texto evangélico que aparece en los tres sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas, en el que se narra la escena. Se dice allí que, poco después de anunciar su pasión, a Jesús le ocurre algo extraordinario. Con ayuda de un lenguaje, más literario que histórico, se dice que el rostro y los vestidos de Jesús se "transfiguraron" (como dicen Marcos y Mateo) o, más modestamente, "cambiaron" como dice Lucas. Después aparecen en la escena dos personajes legendarios del Antiguo Testamento: Elías y Moisés. Tan bello era todo lo que ocurría que el fogoso Pedro dice: "¡Señor, es bueno estarnos aquí! Hagamos tres tiendas y quedémonos".

Hasta aquí, un relato que atrae por lo inusual y milagroso. Pero prosigue el relato, en forma no menos sino más milagrosa –de fondo–, pero que ya no suele atraer tanto. Dice el texto que de una nube salió una voz que decía: "Este es mi Hijo amado en quien me complazco. Escúchenlo". ¿Y qué es lo que hay que escuchar? Aquí viene la sorpresa.

En primer lugar Jesús les dice que no vayan contando los portentos que han visto, que eso no es importante, sino que es peligroso –y en un mundo en que cada día proliferan más visiones, mensajes y secretos celestiales, no será malo cumplir lo que pide Jesús a sus seguidores. Y entonces ¿de qué hay que hablar? Pues de que las cosas de la historia no se arreglan a base de milagros, sino haciendo la voluntad de Dios. En el caso de Jesús, esa voluntad es ir a Jerusalén, donde va a dar testimonio de la verdad, donde va a denunciar y desenmascarar a los sumos sacerdotes por el poder que han acumulado y que han usado para oprimir al pueblo. Y allí es donde le van a crucificar. Como Monseñor Romero, Jesús podía decir: "muchas veces he sido amenazado de muerte", y, sin embargo, va a Jerusalén. Y cuando bajaron del monte Jesús les habla también de Juan Bautista, gran profeta en Israel, decidor de la verdad y denunciador de la hipocresía. Y de él dice Jesús –aludiendo a su muerte– "que han hecho con él cuanto han querido".

¿Dónde y cómo ocurre la transfiguración? ¿En la cima de un monte en medio de maravillas y milagros? ¿O en el valle, en la vida real, en el camino a Jerusalén en medio de la fidelidad a la voluntad del Padre, en la decisión de seguir hasta el final con la verdad, con la justicia, con el amor? Lo primero es la forma literaria de mostrarnos a Jesús como el ser humano cabal. Lo segundo es la forma histórica y real: Jesús tiene que pasar por un cambio y aceptar el camino a Jerusalén. A todos nos gustaría que la transfiguración tuviera que ver con maravillosas nubes, relucientes colores y atipladas voces. Pero no, en lo fundamental, no es así. Tiene que ver con algo más importante y más humano: con convertirnos en hombres y mujeres serviciales, dispuestos a dar la vida si es necesario.

Esto no quita que en el país no celebremos –con alegría– las fiestas de El Divino Salvador, pero no nos debiera llevar a infantilizar esa celebración. Uno de los grandes salvadoreños, y de los que mejor entendieron a su pueblo, explicaba muy bien lo que debían ser y lo que no debían ser estas fiestas.

En su libro Romero–Rutilio, vidas encontradas cuenta Salvador Carranza, durante años compañero de Rutilio en el seminario, lo importante que eran para el Padre Grande las celebraciones agostinas. Como prefecto y profesor de teología organizaba en catedral con los seminaristas las celebraciones del Divino Salvador. Rutilio no era, pues, en ningún modo enemigo de las celebraciones, pero sí estaba claro que éstas debían hacer presentes a Jesús de Nazaret. Y eso apareció muy claro, sobre todo en 1970.

Ya desde la procesión de la víspera, que discurre por las calles céntricas hasta desembocar en la Plaza Libertad con la "bajada" y transfiguración, quiso que no se quedara en una mera asistencia curiosa. Eran aquellos los años después de Medellín, cuando había menos espiritualismo y se tomaba en serio la concientización y evangelización de la religiosidad popular. "No estamos aquí para ver qué galán se mira al Colocho" –nombre popular que se da a Jesús, debido a su cabellera rizada. "Estamos en una manifestación de fe por nuestras calles" (y así explicó después en Aguilares lo que eran las procesiones).

¿Qué significaba entonces "celebrar"? El Padre Carranza sigue contando que, con buena megafonía, los seminaristas iban animando al pueblo, cantando, rezando, proclamando el evangelio... Y comentaban también trozos de Medellín, aquellos que hablan del clamor que sube hasta el cielo desde las mayorías oprimidas, los que condenan la injusticia y la consideran violencia institucionalizada...

Después, en la misa pontifical, ante el cuerpo diplomático y las supremas autoridades militares, civiles y eclesiásticas del país, Rutilio pronunció una homilía muy pensada que llevaba escrita, mezcla de lo tradicional y novedoso, lo celebrativo y cuestionante. Partiendo del lema nacional "Dios–Unión–Libertad", se preguntaba a qué dios se daba culto en El Salvador, qué les unía a los salvadoreños y cuál era su libertad. Y concluía con un cuestionamiento retante: de qué debemos liberarnos los salvadoreños, de qué nos debe liberar y salvar el Divino Salvador del Mundo para que en verdad podamos celebrar la transfiguración del Señor.

Las consecuencias de esta homilía fueron importantes. El presidente de la República, Fidel Sánchez Hernández, felicitó a Rutilio y le envió una nota de protocolo con un ejemplar de lujo de la Constitución de la República. No así el episcopado. Sin protocolos, le puso el veto para el rectorado del seminario, como lo deseaban los superiores de la Compañía de Jesús, a cuyo cargo estaba el seminario.

  Hasta aquí los recuerdos de una celebración del 6 de agosto: la de Rutilio Grande de 1970. La celebró con el pueblo, pero, sobre todo, al servicio del pueblo, a la luz del Evangelio y de Medellín. Eso le costó el rectorado, y –después– esa misma forma de "celebrar" la fe cristiana le costó la vida. Pero ambas cosas iniciaron una tradición.

La tradición martirial es de sobra conocida, pero también generó tradición de cómo celebrar el 6 de agosto. Monseñor Romero aprovechó esa fecha para publicar sus famosas cartas pastorales. La del 6 de agosto de 1978 lleva por título "La Iglesia y las organizaciones políticas populares" y la del 6 de agosto de 1979 "Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país". En ambas salen a relucir y son centrales Jesús y el pueblo salvadoreño. La Iglesia aparece más en el valle de la vida real, entre opresiones, injusticias, mentiras e ídolos, que en una etérea montaña. La encarnación más que la ascensión es lo que narran estas cartas pastorales.

Pero eso no quiere decir que no había celebración: en esa tradición ¡cuánto gozo y orgullo de ser cristiano había en aquellos tiempos, en Rutilio y en Romero, en campesinos y sindicalistas, en estudiantes y obreros! Ni quiere decir que había resignación: ¡Cuánta esperanza tenía y generaba la Iglesia! Esperanza de transfiguración, esperanza de un mundo nuevo, de una verdad y de una justicia nuevas, en contra de la mentira y la injusticia de siempre.

Esas tradiciones están en peligro. Se quiere mantener la religiosidad del pueblo, pero quitándole garra al evangelio. Se quiere mantener esperanza, pero con oración sin compromiso. Se quiere mantener comunidad, pero con templos de piedra más que con comunidades populares concientizadas y evangelizadas.

Pero no todo es así. En este mismo número puede leerse la lúcida y sentida homilía del Padre Jaime Paredes, en la que pone en relación, como hacía Monseñor Romero, al Cristo transfigurado con el pueblo crucificado. Y desde esa verdad habla de cambio, de Pascua y Transfiguración. Escuchemos, pues, al Hijo amado, a Jesús. Pero no al que queremos manipular, ni al que nos presentan a menudo, sino al Jesús de verdad.

 


 

La democracia y sus instituciones

Las investigaciones en torno a los secuestros

 

La clase política ante la democracia. La democracia no es sólo un ideal: es también un conjunto de garantías y procedimientos orientados no sólo a hacer realidad la representatividad política y el respeto a los derechos ciudadanos, sino a limitar los abusos del poder político, sobre todo las pretensiones autoritarias de quienes ejercen cargos de dirección gubernamental. La democracia como ideal y la democracia como conjunto de garantías y procedimientos son una y la misma cosa. A menudo en nuestro país la clase política ha olvidado que la democracia tiene estas dos dimensiones insoslayables, lo cual la ha llevado a insistir en una idea de democracia vacía, reducida a un mero ejercicio periódico de elecciones. Nuestra clase política ha creído que ella sola basta, con sus incontables vicios y escasas virtudes, para que un orden democrático se instaure en El Salvador; no ha querido o no ha podido darse cuenta de que sin los soportes institucionales adecuados son sus vicios los que terminan imponiéndose por sobre sus pocas virtudes.

Incluso a la clase política salvadoreña parece sentarle bien la debilidad institucional porque le da un amplio espacio para moverse a sus anchas, sin tener que rendir cuentas ante ninguna instancia normativa. Una cosa es innegable: las instituciones, cuando están bien asentadas, obligan a los individuos y grupos a cumplir con sus exigencias normativas. De aquí que los principales enemigos de la institucionalidad son los políticos que ven en ella una seria amenaza para lo que consideran su poder ilimitado. De lo que se trata es justamente de enseñar a los políticos que su poder no es ilimitado, sino de poner límites a ese poder.

 

La superación del autoritarismo. Un requisito indispensable para el avance del proceso de instauración democrática en El Salvador consiste, entonces, en evaluar críticamente el conjunto de instituciones con las que cuenta en la actualidad. De entre éstas, la mayoría de ellas son anteriores al proceso de democratización, iniciado a principios de la década de los años 80. Esto quiere decir, al menos, dos cosas: la primera, que son instituciones con estilos y prácticas de trabajo sumamente solidificadas, lo cual hace difícil su transformación; y la segunda, que se crearon en el marco de un proceso de modernización socio-económica a cuya cabeza estaba el estamento militar, es decir, se crearon en un contexto político marcadamente autoritario. Estos dos aspectos dejan entrever las dificultades que conlleva la reconversión hacia la democracia de instituciones creadas para sustentar un modelo político autoritario. La principal dificultad es que el autoritarismo se apoderó de ellas. Siendo así las cosas, los funcionarios de alto rango entendían que de lo que se trataba era de enriquecerse a costa de los bienes públicos lo más pronto posible, con lo cual la corrupción se volvió lo más normal en la gestión estatal.

Se trataba, en verdad, de un panorama sombrío. Lo grave del asunto es que esa concepción de las instituciones no ha desaparecido de la realidad salvadoreña. Instituciones importantes, como la Corte de Cuentas de la República, aún ahora son consideradas como un patrimonio hereditario de determinados partidos políticos, los cuales reclaman que se reconozca ese derecho, lo cual es absolutamente contrario al proceso de democratización. Por otra parte, las instituciones nuevas, creadas expresamente para apuntalar la democratización, aunque no cargan con la osificación de las instituciones más viejas, corren el peligro de volverse irrelevantes, debido a la inexperiencia de sus miembros y a los embates de quienes añoran el autoritarismo. El ejemplo más palpable lo constituye el caso de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, la cual, con su nuevo procurador , parece estar condenada a la irrelevancia más patética.

El Partido Comunista y los secuestros. Las investigaciones de los casos de secuestro no han podido dejar de ser polémicas. La primera controversia se generó cuando las indagaciones de la policía implicaron a algunos miembros del Partido Comunista en los plagios de prominentes empresarios o de familiares de éstos. Fue muy fácil en aquel momento predecir que las revelaciones de aquellos hallazgos se politizarían a favor de los detractores de la izquierda, quienes verían en el hecho una nueva y poderosa oportunidad de denigrar a la ex guerrilla. Esta quedaría, por un lado, vulnerable a nuevos ataques y, por otro, imposibilitada para pronunciarse en contra de la impunidad que ha reinado después de la amnistía.

Actualmente, las investigaciones relativas a los secuestros han tomado un matiz más judicial. No obstante, el diputado Shafick Handal, una de las figuras más sobresalientes del FMLN, continúa en la mira de los jueces y acusadores que llevan el caso. Las investigaciones indican que, presuntamente, Handal participó, a principios de la década de los 90, en reuniones en las que se planeaba el secuestro del empresario Eduardo Salume. Pues bien, el Juzgado Primero de Instrucción de Santa Tecla y Astor Escalante, abogado acusador por parte de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), decidieron enviar a Joaquín Villalobos —ex dirigente del FMLN y antiguo líder del Partido Demócrata (PD)— un interrogatorio escrito.

  El hecho de que Villalobos resida actualmente en Inglaterra hizo necesario el envío de lo que se conoce como un "suplicatorio internacional". En él, el gobierno salvadoreño, vía la Corte Suprema de Justicia, solicita a un tribunal inglés que lleve a cabo el interrogatorio pertinente. Probablemente ningún problema habría generado el cuestionario en mención de no ser porque en varias de sus 43 preguntas se hace alusión al diputado Shafick Handal. Debido a ello, Eduardo Tenorio, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, ordenó al Juzgado excluir del cuestionario el nombre de Handal, argumentando que el fuero del que éste último goza, en su calidad de legislador, impide involucrarlo en hechos delictivos sin la petición previa de un antejuicio a la Asamblea Legislativa.

Dos meses han pasado ya desde que esta petición de Tenorio generó la segunda gran polémica alrededor de las investigaciones sobre los secuestros. Durante todo este tiempo, los medios de comunicación no han dejado de esgrimir fuertes críticas en contra del Presidente del Organo Judicial, llegando a acusarlo incluso de defender al diputado del FMLN. El Juzgado y el abogado acusador de la ANEP rechazaron la orden de Tenorio arguyendo que mencionar a Shafick Handal en el interrogatorio no significa en absoluto acusarlo de un delito; además, acusaron a Tenorio de entorpecer las investigaciones y de violar la Constitución de la República.

Desde los inicios de la polémica entre la Corte Suprema y el Juzgado y la parte acusadora, la Fiscalía General de la República intervino señalando que el presidente del Organo Judicial se equivocó al ordenar la modificación del contenido del cuestionario. Pero lo más insólito de esta disputa es que hasta la Asamblea Legislativa ha intervenido en ella conformando una "comisión" destinada a investigar la constitucionalidad de la decisión de la Corte. Por supuesto, la intervención de la Asamblea en esta controversia, cuyo término no se ve claro aún, sólo ha complicado aún más el problema. Ahora resulta que es ésta la segunda vez –después de la pugna que se gestó entre los dos poderes debido al caso de Eduardo Colindres– que, bajo la presidencia de Eduardo Tenorio, la Corte se ve enfrentada al Organo Legislativo.

Ahora bien ¿qué decir de todos estos obstáculos por los que actualmente atraviesa la investigación de los secuestros? En primer lugar, hay que dejar claro lo siguiente: de acuerdo a juristas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), la independencia de poderes estipulada en la Carta Magna establece que ni la FGR ni la Asamblea Legislativa pueden intervenir en una decisión de la CSJ. Que tales entidades pretendan tomar parte en este asunto no es nada menos que absurdo, sencillamente porque no les corresponde hacerlo.

En segundo lugar, cabe señalar que las críticas a Tenorio no son del todo infundadas. No es posible saber a ciencia cierta si –tal como se ha rumorado– el presidente de la CSJ tiene intereses personales en el Frente y si por ello se ve obligado a "defender" a Shafick Handal. Lo que sí es posible asegurar es que, del mismo modo en el que defiende la independencia entre los tres poderes del Estado, la Constitución de la República defiende la independencia del accionar de los jueces. Por tanto, la petición de la Corte de omitir del cuestionario a Handal es inadecuada.

En tercer lugar, hay que decir que la postura de la izquierda frente a acontecimientos de esta naturaleza no puede dejar de ser cuestionable. Resulta que lejos de mostrarse a favor de esclarecer los hechos más controvertibles ocurridos durante la guerra, el FMLN está dispuesto a olvidarlos por completo, especialmente cuando tales hechos involucran a miembros suyos. La opinión de Facundo Guardado, Coordinador General de ese instituto político, sobre el asunto confirma lo expuesto: "la intención de remover actos enmarcados en el conflicto armado, no tiene más como objetivo que un revanchismo político".

Por último, tampoco a la ciudadanía parece importarle mucho que la verdad se sepa y se aclare de una buena vez. En medio del conformismo y la desidia de la gente la impunidad se abre camino. Los procesos judiciales se enredan entre la politización, la inmadurez y demás vicios de políticos y funcionarios, frente a los ojos de salvadoreños impávidos, poco dispuestos a intervenir. ¿Interesa verdaderamente a alguien conocer la verdad de lo que ocurrió en El Salvador durante la década pasada?

 


 

Mons. Gregorio Rosa sobre la realidad salvadoreña

 

A finales de julio, en San José, y el domingo 8 de agosto en San Salvador, Mons. Rosa Chávez ha vuelto a hacer declaraciones importantes sobre la realidad salvadoreña.

 

La situación actual la ha resumido de esta forma. "La impunidad y la corrupción, la debilidad de las instituciones y la pobreza amenazan la democracia en El Salvador... Pese a la firma de la paz en El Salvador, en enero de 1992, los salvadoreños aún no viven la paz, y se mantienen las principales causas que provocaron el conflicto que dejó más de 75.000 muertes en doce años de guerra... Está en vigencia un sistema económico neoliberal, que profundiza la pobreza y el desempleo... Firmamos la paz, pero no tenemos la vivencia cotidiana de la paz". Después de la firma de la paz, aumentó la extrema pobreza, el desempleo y la inseguridad ciudadana, a tal punto que los muertos por la violencia delictiva supera a los caídos durante el pasado conflicto militar".

 

Dos nombramientos debatidos. Después de muchas discusiones, fue ratificado el procurador de Derechos Humanos, Eduardo Peñate, y Francisco Merino, del PCN, fue nombrado presidente de la Corte de Cuentas, mientras todas las piezas de correspondencia relacionadas a la finca El Espino (la problemática ecológica) fueron archivadas. Sobre todo esto dijo Monseñor Rosa:

"¿Hasta dónde se logró interpretar al pueblo que se representa, a la hora de ratificar a este funcionario (Peñate)?" –y recordó que varias instituciones civiles vinculadas a la defensa de los derechos humanos se opusieron. No juzgó de la idoneidad de Pañate, y añadió: "Lo que queda por hacer es estar atento para que el desempeño de sus labores responda a las necesidades del país, ya que la Procuraduría es un elemento clave del país que queremos construir... Su gestión debe estar comprometida con los más débiles, debe ser muy independiente, muy valiente, profesional y que no se deje vencer por chantaje ni por presiones".

 

Falta de representatividad. "La Asamblea Legislativa denota una grave crisis de representatividad... Algunos elegidos por el pueblo, no están interpretando los deseos y las necesidades de la población", refiriéndose al paquete legislativo aprobado en la última sesión plenaria antes de las vacaciones agostinas... "Ignorar la opinión de la población es peligroso y no es bueno en una democracia que apenas está comenzando a consolidarse".

 

Sobre la pena de muerte. Lamentó que el presidente Armando Calderón y algunos sectores del país promuevan la instauración de la pena de muerte como solución a la violencia. "Cuando uno no quiere atacar las causas de los problemas tiende a ese tipo de solución, que no es solución. En los actuales momentos no hay posibilidades de que se apruebe la pena de muerte, pues la oposición está en contra de esa medida. Pero a nivel popular esas cosas atraen simpatías, y eso es grave, pues no se cree en las instituciones, o se piensa que hay que eliminar a la gente, en vez de analizar por qué hay delincuencia".

 


 

La Alemania que no existió

A propósito de crímenes y amnistías

 

En ocasiones es mejor hablar en parábolas para que, como decía Jesús, el que quiera entender entienda. Y por eso hoy presentaré la "parábola de la Alemania que nunca existió".

Supongamos que estamos en Alemania en 1943. Y que el grupo de conspiradores contra Hitler logra asesinarlo. El tirano ha muerto, el partido nazi continúa en el poder, pero el deseo de guerra da un vuelco. Comienzan presiones rápidas y el nuevo gobierno nazi inicia negociaciones para firmar la paz con los Aliados. Alemania paga fuertes indemnizaciones a los países invadidos y a Inglaterra, devuelve los territorios adquiridos previamente a la guerra, restablece un régimen de libertades y se compromete a tener elecciones democráticas bajo supervisión de una renaciente sociedad de naciones en el plazo de un año.

En ese año surge el tema de los derechos humanos. Las acusaciones de crímenes de guerra comienzan a arreciar. El gobierno está dispuesto a indemnizar, pero no a someterse a una cadena de juicios. Nace la idea de la amnistía.

Y por supuesto, los principales promotores de la amnistía son los miembros del gobierno. Pero como éste, abriendo sus puertas y corrigiendo los errores del pasado, comienza a cortejar y ofrecer posibilidades a la oposición, no faltan los antiguos opositores que ahora le hacen el juego. Contra toda la incipiente sicología de Freud, algunos sicólogos afirman que reprimir el recuerdo ayuda a regenerar las heridas. Se ensalza la sabiduría popular del borrón y cuenta nueva. Se critica a algunos sectores de la Iglesia que no siguen la doctrina de perdón del evangelio. Y sobre todo se ensalza la prudencia de los nuevos líderes del nazismo que han sabido firmar un armisticio con los aliados sin producirle a Alemania una derrota vergonzosa. Ese servicio tan patriótico justifica el perdón y olvido de cualquiera de los errores del pasado. El interés de la nación es más importante que los judíos muertos, que los gitanos muertos, que los extranjeros muertos.

Gracias a Dios esta Alemania nunca existió. Existió, sí, Nüremberg, como inicio de una nueva guerra pacífica contra la barbarie. Un Nüremberg herido por la incapacidad de juzgar los crímenes de los vencedores, pero con la fuerza inicial de una nueva conciencia contra el abuso, la guerra y los crímenes que de ella se desprenden. Y existe también ahora una Alemania que ha aprendido de su pasado y que tiene un claro nunca más a la brutalidad establecida como género de gobierno.

  En El Salvador no hemos llegado a la barbarie de la Alemania nazi. Pero nos hemos acercado con masacres, ejecuciones sumarias, asesinatos masivos de niños, torturas y secuestros, a grados de inhumanidad muy graves. El Salvador que queremos construir tiene ciertamente que distanciarse del pasado. Pero lo que hay que decir con mayor reflexión y debate es si el olvido del pasado es lo más aconsejable. Y no porque no haya que distanciarse en determinado momento, al menos de los sufrimientos y los resentimientos causados por los crímenes de antaño. Sino sobre todo, porque el olvido no puede significar nunca pasar por encima de los derechos y de la dignidad de las personas.

Ninguna conveniencia nacional vale más que una persona en alguno de sus derechos básicos. Ninguna conveniencia política puede justificar el asesinato o el destrozo de la dignidad. Y por ello mismo, ningún grupo de personas puede decidir que no importa que hayan sido masacrados injustamente una serie de inocentes. El perdón cristiano no está reñido con la verdad ni con la justicia; al contrario, las supone. Pero el perdonar no implica nunca el olvidar a las víctimas y su dignidad. De lo contrario hubiéramos tenido que olvidar a Jesucristo como víctima y dejar de representarlo en una cruz. Y hoy, nos guste o no, el recuerdo de las víctimas nos exige lo que tal vez en otras épocas y lugares no se podía hacer: la aplicación de la justicia. Y ello aunque posteriormente, como ya he escrito con anterioridad, se tomen medidas de reducción de las merecidas penas.

 

José M. Tojeira

 


 

Jesucristo Transfigurado: Una respuesta al hombre contemporáneo

Homilía del Padre Jaime Paredes en la "Bajada" del Divino Salvador,

5 de Agosto 1998 (Lc 9, 28–36)

  

Reunidos en Fiesta, movidos por Jesús para venir, atraídos por el Divino Salvador del Mundo, nos preguntamos qué significa nuestra presencia aquí. Significa que de alguna manera hemos sentido que el Señor nos invitaba, como hace siglos invitó a Pedro, Juan y Santiago, a subir con El a la montaña. Hoy nos ha traído a esta plaza central de la Capital y de la Nación. Allí hace siglos Pedro le dijo "Qué hermoso estar aquí" (Lc 9, 33). ¿Y qué podemos decirle nosotros a El, al Señor?

  Nosotros, por una parte, podemos repetirle lo de Pedro: ¡Qué hermoso es estar aquí! Es hermoso cuando nos sentimos atraídos por Cristo, cuando nos sentimos hermanos todos, sin diferencias ni divisiones, cuando hay fiesta y alegría entre los salvadoreños. Por otra parte, no podemos decirle a Jesús que sea hermoso estar aquí en esta vida que llevamos los salvadoreños. ¿Cómo va a ser hermoso vivir en la pobreza extrema y la injusticia social, vivir en medio de la criminalidad y la nulidad del sistema judicial, vivir en una sociedad corrupta y corruptora y en una familia desintegrada?

  Hoy, de cada corazón de los que estamos aquí puede surgir nuestra oración a Cristo el Señor, para hablarle de nuestra situación. Pedro le habló de su propia situación: "¡Qué hermoso estar aquí!". Hermoso era haber aceptado la invitación de Jesús; hermoso era contemplarlo en su gloria; hermoso era estar en aquella primera comunidad de los Apóstoles con Cristo. Pedro habló de su propia situación. Nosotros le hablamos a Cristo de la nuestra: La situación del hombre y la mujer salvadoreños.

  Hoy le hablamos a Cristo de la terrible pobreza de la mayoría de nosotros, de la angustia de no encontrar trabajo ni un día ni otro, de los salarios de hambre que nos hacen perder la esperanza, de la humillación que sentimos al vernos marginados de la sociedad, del dolor del alma cuando no se puede alimentar a los hijos, del llanto cuando se nos muere un familiar por falta de medicina en los hospitales nacionales…

  Le hablamos de la indignación moral que nos da de ver a los poquitos de siempre cada vez más ricos y a todo el pueblo cada vez más pobre, de la indignación que nos da cuando nos quieren engañar con cifras macroeconómicas y alabanzas internacionales mientras tenemos las mesas sin pan, de la indignación que tenemos cuando nos mienten diciendo que los planes neoliberales, la globalización y las privatizaciones son beneficiosas… y nos llega el recibo de la luz multiplicado por cinco; no hay agua potable; la Banca está al servicio de los poderosos y excluye a los pobres.

  Y podemos seguir contándole al Señor de nuestra situación, del miedo de salir de noche en las colonias por las maras y los ladrones, de la inseguridad en los buses, casas y campos, de que la vida de los salvadoreños no vale nada y se mata casi por diversión, de nuestra policía y nuestros jueces aliados, a veces, con el crimen, de nuestro sistema judicial que nos espanta y escandaliza por su apego a las formas legales y no a la justicia real.

  Le hablamos de la situación de nuestros presos, sin condena ni sentencia, en cárceles inhumanas, de los privilegios e impunidad de los poderosos, del miedo del gobierno, de los militares y de algunos partidos políticos a la verdad y a la justicia (como en el caso de las religiosas y otros tantos asesinados).

  Hoy podemos también decirle a Cristo cómo nos sentimos atrapados en una sociedad corrupta y corruptora con unos medios de comunicación social (especialmente algunos canales de televisión), empeñados en promover a través de sus programas y publicidad, la violencia, el sexo sin responsabilidad, la infidelidad conyugal y el consumismo, una sociedad corrompida. Con nuestros diputados de espalda al pueblo, haciendo nombramientos ofensivos a la conciencia nacional en la Procuraduría de Derechos Humanos y en la Corte de Cuentas de la República, donde los gobernantes no cuidan la vida de los salvadoreños, sino que proponen el aborto y la pena de muerte. Con la pérdida de los valores familiares cuando el machismo y la infidelidad se acrecientan y destruye el corazón, la salud, y el futuro de mujeres y niños. Con los vicios como el alcoholismo promovido por el mismo gobierno, con los expendios de aguardiente. Con la drogadicción y el narcotráfico en aumento, sin que nadie haga nada. Con la pérdida de sensibilidad y de solidaridad de todos nosotros ante los niños de la calle, los ancianos abandonados, las injusticias laborales y cualquier mal social que presenciemos.

  Señor: hemos hablado bastante. Así es nuestra situación. Este rosario, esta letanía de males nos rodean y están dentro de nuestro corazón. Señor: aquí estamos, somos tu pueblo, Tú nos has reunido. ¿Qué nos dices, Señor, tú el Salvador del Mundo? Y Cristo Jesús nos responde hablando de su Pascua y transfigurándose. A eso nos invita: a un cambio, una transformación de la vida entera.

  La Pascua de Cristo: muerte al pecado, resurrección a la vida nueva, es la respuesta que se nos da en este Misterio, en esta tarde. La Transfiguración del Señor: el llevar a su máxima expresión nuestra dignidad humana, nuestro ser cristianos, es la respuesta que se nos da en esta tarde para convertir nuestra tragedia en fiesta.

  Esa Pascua, esa Transfiguración, comienza por dentro, con una aceptación de Cristo Jesús como Señor de mi vida. Es adhesión a la persona adorable de Cristo, el Señor, a su programa de vida, a su palabra, a su Reino.

  Esa Pascua, esa Transfiguración, cuando es cierta, va formando en cada uno una nueva mentalidad, nuevos sentimientos, nueva manera de comportarse con Dios, con los demás, con el trabajo y el dinero, con la naturaleza. ¡Es Cristo vivo en mí! ¡Cristo que trae su Reino a mí!

  Esa Pascua, esa Transfiguración, llega a tener repercusiones sociales. Va transformando las familias, el ambiente de trabajo, la economía y la política. ¡Es Cristo que vive en la sociedad! ¡Cristo que trae su Reino a la sociedad!

  Y no es sólo Cristo el que responde a nuestra situación, a nuestra oración, a nuestro clamor. También el Padre Dios nos responde hoy. Conoce nuestra situación y nos ama. El nos dice: "Este es mi Hijo, mi Elegido, escúchenlo" (Lc 9, 35).

  Allí está la raíz de todos nuestros problemas y angustias personales, familiares, sociales. ¡Es que no escuchamos a Cristo, sino a otros! Escuchamos a los partidos políticos, a los técnicos y asesores, escuchamos incluso a las telenovelas y a las vecinas, lo que nos dice la propaganda y la moda, ¡pero no escuchamos a Cristo Jesús!

  Y la verdad es que "no se nos ha dado bajo el cielo otro nombre por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12). ¡Cristo es el único Salvador! No es el neoliberalismo ni el dinero el que nos salva. No son los ricos y poderosos los que nos salvan. No son los políticos ni el gobierno quienes salvan. Ni las cosas que compramos nos salvan. No es la violencia ni los vicios los que salvan.

  Cristo es el único Salvador, a El hay que escucharle, a El seguirle, con El transfigurarnos. Cuando andamos perdidos entre tanta corrupción, Cristo es el Camino, el único Camino. Cuando nos quieren engañar con justicias amañadas, promesas incumplidas, falsos modelos de comportamiento Cristo es la verdad, la única Verdad (que desenmascara toda mentira). Cuando la muerte nos acecha por pobreza, marginación y criminalidad, Cristo es la vida, la única Vida plena e integral de los hombres y mujeres de El Salvador.

  ¡El Padre Dios nos invita hoy a todos a escuchar a su Hijo! Invita a los grandes señores del dinero, a los dueños y profesionales de los medios de comunicación social. ¡Escuchen a mi Hijo! Invita a los maestros y padres de familia. Nos invita a todos nosotros: ¡Escuchen a mi Hijo!

  Para esto nos trajo, para esto nos reunió. "Este es mi Hijo, mi Elegido, escúchenlo!" Sólo así nuestra situación podrá ir cambiando. Al aceptar a Cristo en el corazón. Al poner a Cristo en el quehacer social de nuestro país. Sólo así, transfigurados, podemos hacer fiesta con Cristo el Señor.

 

¡Que viva el Divino Salvador del Mundo!

¡Que viva Cristo, el Señor!

¡Que viva el único Salvador!

  


 

A propósito de las celebraciones de las fiestas agostinas

 

Definitivamente con el paso del tiempo todo cambia, pero es un poco triste para muchos cristianos católicos ver con qué ligereza permitimos que las tradiciones creadas con el sentir del pueblo y –por qué no decirlo– con la fe de ese pueblo son cambiadas según el antojo de una o muy pocas personas. Con respeto y claridad, quizás como pequeño desahogo, queremos hacer algunas reflexiones.

Este año –no sabemos muy bien por qué– se rompió la tradición, y, así, después de muchos años el acto de la transfiguración no se hizo en el Parque Libertad. ¿Es que realmente querían que Jesús entrará a Catedral? ¿O será que quizás no es bueno estar en el Parque Libertad, hablar de libertad, pedir la libertad, cuando no se trabaja por la libertad, que buena falta hace dentro de la Iglesia Católica? ¿No sería bueno que el nuevo nuncio vea que en ese parque se reúnen decenas de niños huelepega, decenas de desempleados con sus fierros en las manos, que alimentan su estómago con un vaso de agua, esperando que alguien les contrate por un rato y sacar dos pesos para las tortillas y sal con que alimentar a sus hijos con los que viven en comunidades marginales muy cercanas al Parque Libertad? ¿O quizás era más importante enviar un mensaje "bajo de agua" a todos los pobres que se acercan a "la bajada" sobre los avances de la mole de catedral? ¿Quizás así se logre concluir el "templo del Divino Salvador" —ya han publicitado un regalo de cuatro millones? Pero ¿y la transfiguración? ¿Dónde está el cambio y el por qué del cambio?

No es importante explicar como surgió la tradición de "la bajada", como comúnmente se conoce a la representación adoptada en El Salvador de la transfiguración de Jesús, pero sí es importante que se preserve con honestidad y con respeto, ya que ha llegado a convertirse en una de las celebraciones que más identidad le dan a este pueblo. Tampoco es importante si la imagen la ponen sobre una carroza especial o no. Lo importante, pienso yo, es que ha sido una tradición que permite a muchos volver los ojos a Jesús, y encontrar en El la compasión que tanto se necesita en nuestros días. Eso es lo que significa ese cambio de ropaje en el que Jesús entra a la tierra como hombre empapado en un traje rojo, color en el que debemos encontrar el simbolismo de la sangre derramada, del amor y del martirio de tantos hermanos que han muerto en este país, y el retorno blanco como cambio profundo y drástico. Ese es el Jesús que necesitamos que se quede entre nosotros, y casi puedo asegurar que son muy pocos los que lo experimentamos. La gente humilde sí, los sencillos de corazón que se acercan a las celebraciones con mucha devoción y con fe. Ellos son los que encuentran sentido en el hecho de la transfiguración.

La fiesta del "colocho" –que es como la gente llama a Jesús– es una forma de sentirlo más cercano. También podrían llamarle el "moreno", como lo hace María López Vigil en su libro Un Tal Jesús. Este año no se le permitió al "colocho" bajar al parque. Se rompió la tradición, y, como ya se ha hecho costumbre, nadie protesta, nadie dice: "pregunten qué es lo que el pueblo quiere". Han de saber que a las mayorías de ese pueblo no le gustó el cambio, sin importar las razones de por qué lo hicieron. Ojalá que no se nos esté volviendo tradición encerrar a Jesús en el templo y, además, vendarle los ojos. El pueblo necesita encontrar la esperanza y la compasión de los ojos de Jesús, el pueblo salvadoreño necesita una transfiguración muy grande en este país en el que, irónicamente, su patrón es la imagen de Jesús Salvador del Mundo. El Jesús transfigurado no debe encerrarse en catedral.

 

Carmen María

 


 

ECOS DE WESTMINSTER

Entrevista con Monseñor Ricardo Urioste

 

Como sacerdote, como humano, como cristiano, pero sobre todo como amigo de Monseñor Romero ¿qué fue lo que sintió al verlo a él entre los mártires allá en Inglaterra?

Bueno yo he expresado en varias oportunidades después de este acontecimiento que la primera sensación fue doble, digamos. Fue, primero, un gozo, una alegría, un júbilo muy grande, porque Dios premiaba de esa manera a su servidor. Yo creo que Dios siempre encuentra los caminos para premiar a aquellos que han sido sus fieles servidores, y Monseñor Romero fue ciertamente un fiel servidor de Dios y de la persona humana. Eso fue, digamos, el primer sentimiento. Y el segundo sentimiento fue un agradecimiento al mismo Señor que hacía eso con él, que lo presentaba de ese modo ante el mundo. Yo he estado diciendo que es el primer salvadoreño que tiene una estatua erigida en el extranjero. Que yo sepa, no hay ningún salvadoreño que hasta este momento tenga erigida en el extranjero una estatua, y no sé si habrá en el futuro otro más. Y él es el salvadoreño que ha sido escogido por el Reino Unido, por la Iglesia Anglicana, en orden a merecer esta estatua que ha quedado allí, en la iglesia principal de Inglaterra. Estos fueron, un poco, mis sentimientos cuando estábamos allí en la ceremonia de la develación de las estatuas.

  Tengo entendido que en el acto hubo gestos y palabras...

Todo el ceremonial, realmente, fue bien pensado, bien escogido, y litúrgicamente muy lleno; muy lleno en el sentido de su contenido. En el primer momento, el Dean de la Iglesia de Westminster, ya presentes todas las personas —había mil quinientos invitados, hombres y mujeres... Había, por supuesto, invitados especiales. Estaba, por ejemplo, el Alcalde de Londres, estaba el Ministro de Cultura, por supuesto la reina y el rey, es decir, el rey consorte, digamos así, el príncipe Felipe y diversas otras personalidades. Estaba el Nuncio del Papa, estaba el Cardenal Hume, el Cardenal católico de Inglaterra, un centenar o más de obispos y sacerdotes. O sea, era un momento bien solemne, bien lleno, como decía.

Dentro de Westminster no permiten a nadie tomar fotografías ni videos ni equipos de sonido, es decir, todo mundo está concentrado en lo que se está haciendo. Todo mundo está dedicado a seguir la ceremonia que está pensada y cada quien tenía el folleto de la ceremonia. Y empieza el que dirige la liturgia, digamos, diciendo unas frases, de las cuales recuerdo algunas que me llamaron la atención. Dijo: "Estas estatuas de estos diez mártires van a recordar a las generaciones futuras lo que cuesta ser discípulo de Cristo". Es decir, que ser discípulo de Cristo, si se quiere ser de verdad discípulo, cuesta. Porque discípulo es aquel que aprende. ¿Qué aprende de quién? Aprende del maestro que es Cristo. Como sabemos, discípulo viene de la palabra latina discere, aprender. Entonces el discípulo de verdad es el que aprende de Cristo. ¿Y qué vimos en Cristo? Su entrega, su sacrificio, la donación de su vida, y esto es lo que Monseñor Romero también hizo. Esto es lo que recalca quien introduce la ceremonia: estas diez estatuas recuerdan a las generaciones futuras lo que cuesta ser discípulo de Cristo. Fue como el primer mensaje que yo encontré.

Me impacto también, naturalmente, que todo esto estuvo acompañado del extraordinario coro de la Abadía de Westminster. El coro de Westminster es un coro extraordinario, coro de la misma Abadía, e interviene en diversos momentos cantado, como por ejemplo, una vez que ha terminado las palabras del que ha introducido la ceremonia. Después viene un momento para mí como muy fuerte, real, emotivo, cuando leen Jeremías en el capítulo 20. Es un contexto extraordinario que dice: "me has seducido Yavé y me dejé seducir por tí, me tomaste a la fuerza y saliste ganando. Todo el día soy el blanco de sus burlas, toda la gente se ríe de mí". Leen esta parte y algo más donde el profeta le dice a Dios, que él lo sedujo, pero que él también se dejó seducir. Yo pensé, por supuesto, inmediatamente, en Monseñor Romero que fue un hombre seducido por Dios, que Dios fue el que lo sedujo, que su verdad, su palabra venían de parte de Dios, y él también se deja seducir por Dios. O sea, que me pareció la lectura muy adecuadamente escogida.

Después de esto viene un canto, de nuevo por el coro de la Abadía, y una segunda lectura, que en este caso está tomada de la segunda carta a los Corintios en el capítulo cuarto, y es también un texto que a mí me pareció tan bien pensado relacionado con Monseñor Romero. Este texto, concretamente en el capítulo cuarto, dice lo siguiente. La Escritura dice "Creí y por eso hablé", y dice Pablo a continuación: "también nosotros hemos creído y por eso hablamos". De nuevo yo pensé cómo esto se acomodaba tanto a Monseñor Romero, que habla por su fe y que habla desde la fe. Es decir, es alguien que habla con los ojos de Dios, desde su fe, y ve la realidad que lo circunda con los ojos de Dios. Otros quizás la veíamos con nuestros ojos humanos, pero él está viendo con los ojos de Dios, y por eso no lo entendemos, por eso se adelanta a su tiempo. Por eso cuando leo los Acuerdos de Paz digo yo: "pero si esto es lo que Monseñor Romero predicaba". Todo lo que está en los Acuerdos de Paz es lo que Monseñor Romero predicaba. El decía: "miren esto es lo que al país le hace falta". Pero naturalmente no lo entendimos, porque los profetas siempre se adelantan a su tiempo.

Después de esta lectura, un ahijado de Bonhoeffer —Bonhoeffer es una de las figuras cuya estatua también se develó en Westminster, un teólogo protestante muy célebre, muy conocido—, un ahijado de él sale a tocar el celo. En el silencio aquel que hay en Westminster, y todo mundo escuchando esa música del celo, tan bella. Y él toca una suite de Bach y algunas otras cosas, mientras toda la concurrencia oye, escucha en profundo silencio, sin ninguna distracción, todo el mundo pendiente de lo que se va haciendo.

Y terminado este celista de tocar, sale un inglés —digamos al púlpito— a leer nada menos que unas palabras de Monseñor Romero, y son unas palabras que él dijo a un periodista, cuando le pregunta que si lo han amenazado. Monseñor contesta, y es lo que lee el señor inglés:

 

"Varias veces he sido amenazado de muerte. Creo que como pastor estoy obligado a dar mi vida por aquellos a quienes amo, que son todos los salvadoreños. El martirio es una gracia de Dios que yo no creo merecer, pero si Dios cree que debo pasarlo, estoy dispuesto a hacerlo y que mi vida sirva, y que mi muerte sirva de esperanza para este pueblo. Quisiera, sin embargo, hacer saber a quienes van a matarme, que los perdono desde ahora. Y quisiera decirles también, que no conseguirán nada, porque un obispo va a morir, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no morirá jamás.

 

El silencio era total escuchando esas palabras en la Abadía. Se palpaba, se tocaba el silencio y sólo fue interrumpido por el coro de la Abadía, que en ese momento canta, y tocan un himno que se llama Himno a Cristo Rey de los Mártires. Es un himno del siglo VI, latino, traducido al inglés, y proviene desde el siglo VI porque los mártires fueron siempre en la Iglesia los primeros en ser canonizados. Al principio la Iglesia no canonizaba más que a mártires, después añadió otros grupos de personas, pero la primitiva Iglesia sólo mártires canonizaba. Es un himno lindo. En una de las partes dice: "te proclamamos a tí como rey de los mártires y pedimos porque nuestra fue no se detenga ante el odio cruel". Es decir, que la fe se mantenga firme en todas las circunstancias. Esto fue, pues, el núcleo principal de la ceremonia. De allí van a la develación de las estatuas y eso termina con la ceremonia.

 

Monseñor, usted habla de un silencio sepulcral, pero usted interiormente ¿qué recordó, qué fue lo primero que se imaginó de Monseñor cuando estaba oyendo específicamente esas palabras?

Bueno, pensé en diversas cosas. Número uno, ¡con qué verdad Monseñor Romero dijo esas palabras y con qué sinceridad! "Estoy dispuesto a dar mi vida por todos los salvadoreños y perdono a aquellos que van a matarme". Eso era en él una vivencia cristiana bien clara. Segundo, desde su fe por supuesto, estaba seguro que lo iban a matar, pero que la Iglesia iba a continuar siempre, porque la Iglesia no depende de un hombre, ni de un grupo, sino que depende del Espíritu de Dios, que es el que la lleva. Y pensé igualmente, cómo y por qué los ingleses sólo escogieron para ser leídas allí unas palabra de Monseñor Romero, porque entre los que también tenían allí su estatua estaba Martin Luther King, que como sabemos tuvo discursos fabulosos y muy buenos, y, sin embargo, no se leyó nada de él —que yo lo echo de menos, honestamente—, pero sólo de Monseñor Romero se escogió. ¿Por qué razón es que los ingleses han descubierto esta figura de Monseñor tan preclara y lo veneran de ese modo y en el exterior Monseñor Romero es tan conocido tan querido, tan admirado, que en diversas partes de Europa: en Holanda, Bélgica, en Londres mismo, hay calles, escuelas con su nombre? Y no sólo en Londres, en Holanda hay escuelas y plazas, en Bélgica también, dedicadas a Monseñor Romero.

 

De manera, Monseñor, que escogieron las palabras de él porque son auténticas, humanas. ¿De qué forma estos mártires han venido a humanizar, en qué forma ayudan a humanizar este mundo tan globalizado, tan materialista?

Yo creo que éstos son los héroes de nuestro tiempo, son los guerreros del Espíritu, son las gentes que nos dan, que nos colocan ideales delante para seguir. Yo estoy cierto de que mucha, mucha gente se inspira en Monseñor Romero, no solamente acá en El Salvador, sino fuera de El Salvador, también. En este momento sus homilías están siendo puestas en Internet, de forma que es un hombre universal. Y lo mismo los otros mártires, de los cuales se dejaron allí las estatuas. Cada uno tiene su mensaje que dar en su propio lugar y también en el mundo entero.

 

¿Qué podemos tomar como ejemplo para ser más cristianos y volvernos más humanos?

Yo creo que viviendo del Espíritu. Monseñor Romero es un hombre que vivía del Espíritu. Y cuando digo "vivir del Espíritu" significa vivir de ideales más altos, no ser rastreros, no volar bajo, pretender subir y escalar y hacer ver, no materialmente, sino en el Espíritu. Y esto es lo que, creo yo, va a empujarnos a crear una nación mejor, un pueblo mejor y un ambiente mejor en nuestra vida. Cuando traemos el Espíritu y cuando el Espíritu sea el que nos mueva en todas nuestras acciones y no lo material y lo bajo.

 

Las mismas palabras de Monseñor Romero, las que fueron leídas allí, hablaban de odio. Usted también ha dicho varias veces que él ha sido unas de las personas más odiadas más amadas. ¿Cree usted que el odio va a reinar por sobre el amor?

Yo estoy cierto que no. Que el amor es más poderoso que el odio, que el rencor, que la venganza, y definitivamente el amor va a ser el vencedor, estoy cierto. Pero es verdad, sí, que Monseñor Romero, a mi juicio, es el hombre más querido de El Salvador y el hombre más odiado. Hay gente que no lo tolera. Yo creo que tenemos que pedir por esa gente para que sean más abiertos, mas racionales, más… No ser de mentalidad tan aldeana, sino ser un poco más cultivados y examinar las cosas más objetivamente.

 

El acto al que usted asistió, Monseñor, cree que puede compararse al proceso de canonización que se está llevando?

No, son dos cosas totalmente diferentes. Totalmente diferentes, no se pueden comparar.

 

¿Por qué?

Porque esto no ha querido ser ninguna canonización, ni ninguna beatificación. No de Westminster es tan sólo colocar en un lugar prestigiado unas estatuas de estos hombres y mujeres tan notables por su martirio en este siglo. Tan sólo ha sido un testimonio de decir al mundo, miren admiramos a esta gente. La beatificación o canonización tiene dimensiones mucho más amplias que eso. Es ya manifestar y decir autorizadamente que Monseñor Romero está en el cielo y es un santo. Es cosa diferente. O sea que no pueden compararse las dos acciones, aunque ésta de Westminster es notable, bella, hermosa, y gracias a Dios que se dio.

 

Ahora ya para finalizar después de casi veinte años que ha transcurrido de la muerte de Monseñor Romero ¿qué es lo más importante de lo que él nos ha dejado y qué es lo que nosotros podemos desde él producir para el bien?

A mi juicio lo más importante que él nos dejó son dos… tres cosas. Una, su vida totalmente enraizada en Dios, por tanto, como decía antes, una vida llena del Espíritu. Esto es lo que a él lo mueve, esto es lo que a él lo hace ser Monseñor Romero: la vida del Espíritu. Y una vez que tiene eso, su honestidad, su valentía, su amor a los pobres, su cercanía a los pobres. Creo que esto es lo que él nos deja bien palpablemente y bien claramente. ¿Qué es en tercer lugar? Seguir simplemente el ejemplo de Jesús y seguir el evangelio, no es otra cosa. Monseñor Romero no hizo más que eso, seguir el ejemplo de Cristo que dice: "tengo compasión de esta multitud", y seguir su ejemplo, esa entrega de uno mismo por la salvación de todos los demás. Esto que hizo Monseñor Romero, esto nos deja como legado. Creo que eso es lo importante, que tenemos que hacer nuestro, el legado, el testamento que él nos dejó en su vida, en su testimonio en su palabra y en todas sus acciones.

 

Ahora finalmente, ¿qué nos quisiera contar usted de lo que vio, le gustó, o motivó a usted en Westminster?.

Bueno, creo que ya te lo dije, me parece que dentro de Westminster éstos eran los pensamientos que yo tenía y lo recalco: creo que tenemos que darle gracias a Dios por este inmenso honor y, al mismo tiempo, sentirnos felices y gozosos de que Monseñor Romero, como se ha dicho tanto, sea el más universal de todos los salvadoreños, y que él sea el primer salvadoreño que tiene una estatua levanda fuera de El Salvador.

 

DOS ANECDOTAS

En Westminster había ese día varios salvadoreños. María Julia Hernández, de Tutela Legal del Arzobispado, cuenta que la Embajada de El Salvador en Londres envió a dos muchachos. Uno de ellos es de apellido Lima, y estaba realmente entusiasmado. Exaltado por la grandiosidad del momento, no podía contener su emoción y exclamaba: "¡Esto es grandioso! Esto nunca se ha visto en Inglaterra. Esto tiene una trascendencia enorme que usted ni se imagina".

  Y estaba allí también don Santos Gaspar Romero, hermano de monseñor Romero. Los familiares de los mártires tuvieron una recepción con la reina, y en un momento, cuenta él, la reina se le acercó muy contenta para darle un gran abrazo. Después de una plática muy afectuosa el esposo de la reina quiso saber a qué se dedicaba don Santos, y el hermano de Monseñor le dijo que es agricultor. "¿Y qué siembra?", preguntó afablemente el príncipe Felipe. "Yo siembro café. El mejor café del mundo", contestó risueño don Santos. El príncipe sonrió, y luego la reina le preguntó: "¿Y qué le parece la estatua de su hermano?". Don Santos, de la manera jovial, como se platica con los buenos amigos, le contestó: "Pues, me parece bien, sólo que mi hermano era más feíto". Su majestad sonreía. Y continuaron la plática.

 

(Las anécdotas las cuenta Iván González en La Prensa Gráfica del 2 de agosto)

 

Palabras de María Julia Hernández

 

Creo que es muy importante para la Iglesia Católica esta confirmación de una de las Iglesias que está más cerca de ella. Es un punto de unión entre nuestras Iglesias y nuestra fe. Son muchos los beneficios espirituales que nos trae a la Iglesia de El Salvador en particular: constatar que uno de sus hijos, nacido en Ciudad Barrios, al dar testimonio de su fe cristiana hasta el martirio es ejemplo y modelo para todos los cristianos del mundo.

El pueblo salvadoreño, que fue tan amado por Monseñor Romero ya lo celebró y sigue celebrándolo como mártir. Su fama es tan grande entre el pueblo salvadoreño que lo desbordó hacia otros pueblos. Y eso es lo que ha ocurrido ahora: el pueblo inglés a su manera ha celebrado el martirio de Mons. Romero como el pueblo salvadoreño lo celebra en sus comunidades o entre hombres y mujeres salvadoreñas de buena voluntad. Estos actos son reconfortantes y fortalecen la fe. Animan a seguir los pasos de Mons. Romero al Pueblo salvadoreño.

La Iglesia anglicana de Inglaterra ha visto en el testimonio martirial de Monseñor Romero el modelo para las generaciones futuras de hombres y mujeres, el costo y las consecuencias de mantenerse firmes en la fe y en el amor al defender la dignidad de la persona humana. Y dar también este mensaje a los hombres y mujeres de hoy que están trabajando por este Reino de Dios.

  


 

Los mártires re–fundan la Compañía de Jesús

  

He pasado un mes exacto (29 de junio a 29 de julio) entre la residencia de jesuitas de El Carmen de Santa Tecla y el Centro Monseñor Romero de la UCA, que he visitado a diario.

Me trajo aquí de Caracas, donde formo parte de la Oficina Provincial S.J., el deseo de informarme personalmente de los casos de nuestros compañeros mártires, uno de mis temas predilectos. Los que me conocen saben que tengo publicado un libro, de título "Comunidad en Sangre", donde se recogen los casos de jesuitas que acabaron de muerte violenta (con mano humana consciente) en el mundo entre 1973–1983. El resto –hasta hoy hay otros veintitantos casos– está por hacer.

Me acerqué a El Salvador con cierto respeto, convencido de hallarme ante el símbolo mayor de ofrenda martirial de la Compañía de Jesús en este siglo. No sólo eso, se trata de la culminación de un ciclo de historia salvadoreña, que se abre con Rutilio Grande y contiene el peso de una guerra y de una persecución a la Iglesia, con muchos mártires de clero y pueblo, destacando la figura señera de Monseñor Romero. Esto ustedes lo saben, y también comparten conmigo las siguientes reflexiones.

El caso de la UCA es clave, en primer lugar, por tratarse de una comunidad arrasada, bañada en sangre.

En segundo lugar por tratarse de una comunidad universitaria. No hay que pasar por alto que la Compañía fraguó en un grupo universitario: Ignacio de Loyola y sus compañeros. Dentro del espíritu universal ignaciano la vocación universitaria de la Compañía fue una característica permanente. En mi provincia venezolana se habla de re–fundación de la Compañía, y pienso yo que el grupo de Ignacio Ellacuría y compañeros mártires de la UCA nos dan la dimensión en profundidad de este novedoso concepto.

Pero además, y esto es un tercer aspecto, no veo en ningún otro caso de martirio reciente tan claro el aspecto de ser eliminados por odio, por incompatibilidad con el proyecto mundano de la sociedad. Es decir que realizan algo tan ignaciano como el hacer contra el enemigo de la naturaleza humana que gobierna este mundo. Y por eso los matan.

Esto es un legado para toda la Compañía latinoamericana en sus universidades. Un legado vigente y actuante. Quiero que ustedes no olviden esta misión histórica.

Estoy de despedida y voy a dar las gracias. Me encantó cuanto vi en el Centro Monseñor Romero y en el campus de la Universidad. Su diseño en armonía con la naturaleza es ya una lección ejemplar hacia un nuevo proyecto de sociedad ecológica: la viable "civilización de la pobreza" de Ignacio Ellacuría. En todo el ámbito universitario aletea el espíritu de los mártires en los posters y retratos que se ven por aulas y oficinas. El Centro está muy bien llevado y servido. Atención encantadora, como responde a un organismo abierto, que ya es lugar de peregrinación.

Los que quedaron providencialmente en vida de aquella comunidad, Padres Jon Sobrino y Rodolfo Cardenal son conscientes del legado que traen entre manos de llevar adelante el eco común de los mártires. Yo los llamo los evangelistas de estos hechos, aunque la autoría es del Espíritu a través de toda la comunidad universitaria junto a su pueblo.

Este eco se expande por sí mismo (como aquel de Jesús: primero en Jerusalén, luego en Judea y Galilea y en todo el mundo). La estatua de la abadía de Westminster es un dato ecuménico de tal magnitud que sólo el espíritu de mezquindad puede intentar disminuir. Me ha sorprendido que sea en El Salvador donde la gloria de un personaje mundial pase un tanto opacada en los medios y en los reconocimientos oficiales. Sin duda los intereses siguen en juego.

Cuando dije esto en una misa (tocaba la espístola de Abrahán, padre de los creyentes, no sólo de los católicos, quien miraba e imploraba por los ojos del pueblo ante la corrupción de Sodoma) fui sorprendido con un cerrado aplauso de la comunidad asistente. Era en el convento de franciscanas de Cuscatlán en misa dominical abierta al pueblo. Me di cuenta del sentir de la gente salvadoreña por su máximo representante cultural, un sentir que inútilmente intentan frustrar las propias autoridades.

¿Acaso no fue ya así desde el primer mártir Esteban?

Un fuerte abrazo.

 

Roberto Martialay, S.J.

 


 

EL CASO GERARDI

 

La investigación del caso Gerardi ha tomado un rumbo sorprendente hasta la alucinación. Desde su asesinato el 26 de abril, hace ya casi cuatro meses, se han mencionado varios sospechosos. Primero, un mendigo que merodeaba por el lugar. Días más tarde, la Oficina de Derechos Humanos de la Arquidiócesis responsabilizó a dos militares. Después, la fiscalía acusó al Padre Mario Orantes, quien vivía con Monseñor, y fue apresado por la policía, junto con la cocinera. En medio de estos vaivenes, un sacerdote católico, capellán de hospitales del ejército, fue baleado. Eduardo Pellecer, quien fuera sacerdote y quien –tras un lavado de cerebro, según la Compañía de Jesús,– acusó a la Iglesia de participar en luchas guerrilleras, vuelve a aparecer en la prensa. Finalmente, otros dos sacerdotes son investigados con relación al asesinato, uno de ellos vicario de la arquidiócesis.

En medio de esta confusión y de la ambigüedad de las pruebas o indicios que se ofrece, es imposible llegar a conclusiones. Sin embargo, queremos ofrecer alguna luz, si no sobre el posible desenlace del caso, sí sobre lo que lo rodea y sobre lo que está en juego. Publicamos, en primer lugar, el Mensaje de la Conferencia Episcopal, en que se destacan dos cosas importantes: la exigencia a que se busque y se diga la verdad y, sobre todo, el recuerdo de lo que originó el asesinato: la memoria de un pueblo masacrado. Ofrecemos también un artículo de León Carpio, ex Procurador de Derechos Humanos y ex Presidente de la República en el que hace atinadas preguntas para navegar en el mar de confusiones. Terminamos con unas breves citas de Monseñor Gerardi que centran todo el asunto: lo que está en juego en Guatemala es la reconciliación, la verdad, la paz y el amor.

 

Comunicado de la Conferencia Episcopal de Guatemala

sobre el estado actual del proceso de investigación

del asesinato de Mons. Gerardi Conedera

 

Los Obispos miembros de la Conferencia Espiscopal de Guatemala, al pueblo en general, a la comunidad internacional y especialmente al pueblo católico hacemos saber:

 

1. La muerte violenta del Obispo Juan Gerardi ha sido un golpe a la labor pastoral del Arzobispado de Guatemala y a la Iglesia Católica en todo el país. El asesinato ha interrumpido el trabajo fecundo de Mons. Gerardi en favor de la paz, en pro de la reconciliación de la comunidad, en beneficio de las víctimas del conflicto armado, del esclarecimiento de las violaciones a la dignidad de la persona, ocultas por la impunidad. Estos fueron los propósitos que él impulsó infatigablemente como Coordinador de la Oficina de Derechos humanos del Arzobispado de Guatemala y Director del Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica –REMHI–, siendo obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Guatemala.

 

2. El curso que ha tomado la investigación de este asesinato y otros acontecimientos relacionados con ella han despertado inquietudes, sospechas, dudas y cuestionamientos entre los fieles de la Iglesia Católica, la población en general y los profesionales de la opinión pública. Las afirmaciones infundidas, sobre todo si proceden de personas responsables de formar la opinión pública, causan desconcierto y perjudican la aceptación de los resultados de la investigación. Mientras más escasa es la evidencia con la que se cuenta más arriesgada es una opinión.

 

3. Expresamente enfatizamos nuestra insatisfacción por la manera como se ha conducido este caso: la inadecuada protección tanto de la escena del crimen como de la custodia de los medios de prueba, la resistencia a tomar en cuenta las connotaciones políticas del caso así como a investigar a fondo a oficiales y ex oficiales del Ejército presuntamente implicados, el señalar como culpables anticipadamente a los sospechosos capturados hasta ahora y el secreto innecesario en que se han querido mantener ciertas fases de la investigación.

 

4. Ratificamos una vez más nuestro compromiso irrenunciable con la verdad y la justicia, no importando a quién o a quiénes afecte, pues el estado de derecho en nuestro país sólo será viable y estará fortalecido, fundamentado en estas premisas. En este sentido reiteramos nuestra primera petición de que el asesinato del obispo Juan Gerardi se esclarezca cuanto antes. Es deseo de la Iglesia Católica en Guatemala que la investigación del asesinato descubra y lleve a juicio a los autores materiales e intelectuales de este horrendo crimen y que la fuerza de los argumentos con los cuales se responsabilice a los culpables se apoye en pruebas reales, convincentes, sólidas e incriminatorias.

 

5. Dejamos constancia una vez más de nuestra enérgica protesta por la aparatosa movilización de las fuerzas de seguridad en la captura del sacerdote Mario Orantes y de la señora Margarita López. Incluso voces autorizadas ponen en tela de juicio la legalidad de este procedimiento. Además, el haber ordenado y manteniendo el secreto judicial sobre las razones por las cuales se llevó dicha captura, fomentó rumores, especulaciones y dudas entre la población, ensombreciendo la credibilidad de la misma investigación.

 

6. El hecho de que un sacerdote aparezca como sospechoso del asesinato no debe llevarnos a buscar el encubrimiento ni a resistir al progreso de la investigación. Más bien debe llevarnos a pedir que las pruebas en que se basa la acusación se hagan públicas y se muestren y comprueben como fehacientes e incriminatorias, que se desvelen las motivaciones y se llegue hasta los autores intelectuales del crimen. Toda persona es inocente mientras no se compruebe su culpa y responsabilidad.

 

7. Estamos convencidos que quienes ultimaron a Monseñor Gerardi no sólo buscaron matar su cuerpo sino también sus obras –las más notables de ellas– la ODHAG y el Proyecto REMHI, provocando así un grave daño al proceso de paz. Los Obispos de Guatemala manifestamos la firme decisión de velar porque esas obras y sus frutos no queden bruscamente interrumpidos.

 

8. La defensa de los derechos humanos y de la vida es parte integrante de la evangelización y cualquier cristiano consciente debe sentirse involucrado en esta tarea. Y como ya lo afirmábamos en la carta pastoral Urge la verdadera paz, es necesario aprender del pasado para que jamás pueda repetirse una situación de violencia y de muerte como la que hemos vivido, y así podamos construir el futuro, sanando las heridas del pasado.

 

9. El momento que vivimos como Iglesia Católica es particularmente difícil. Cuando la sombra de la sospecha de un crimen recae sobre un sacerdote, puede flaquear en muchos la confianza en la Iglesia y la seguridad de la propia fe. Recordamos a todos que nuestra fe y seguridad están puestas en Dios y en su Hijo Jesucristo y no en los seres humanos, ya que somos sólo como vasijas de barro que llevamos el tesoro del Evangelio, cuya fuerza soberana precede de Dios y no de nosotros (cfr. 2Cor 4, 7). Es el momento de dar un testimonio de unidad y de mostrar que nuestra fortaleza y confianza vienen de Jesucristo que ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo.

 

10. Hacemos un llamado a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a defender el legado del Obispo Juan Gerardi a favor de los perseguidos y humillados, en pro de la paz y de la reconciliación. Desde nuestra debilidad reafirmamos nuestro compromiso de servicio para proclamar la Palabra de Dios, celebrar sus misterios y esforzarnos porque su Reino se haga realidad entre nosotros.

 

Guatemala de la Asunción, 7 de agosto de 1998

 

Preguntas sin respuestas sobre el asesinato de Monseñor Gerardi

 

Lo que está en juego ante el execrable crimen contra monseñor Gerardi y ante tanta confusión y manejo turbio de la situación alrededor de este hecho, es Guatemala, con todas sus instituciones, las cuales cada día pierden credibilidad.

Después de 102 días de haberse cometido el incalificable crimen en contra de monseñor Gerardi, la población guatemalteca está indignada por el incomprensible manejo de las investigaciones y por las acciones y declaraciones, que cada día enturbian más y confunden, y los comentarios indignantes son los mismos y las preguntas sin respuesta también, algunas de las cuales traslado a continuación.

¿Por qué no se preservó inmediatamente la escena del crimen? ¿De quién fue la responsabilidad de que se lavara el lugar de los hechos? ¿Del sacerdote Orantes, quien lo hizo a las cinco de la tarde, o del fiscal que había acudido a las tres de la madrugada de ese mismo día? ¿Por qué el informe brindado por el médico forense, a pesar de ser tan detallado y provenir de un médico con experiencia, no dice nada sobre algún hallazgo de mordedura de animal, tan visible como la de un perro? ¿Por qué llegó manipulado el cuerpo de monseñor Gerardi a la Necropsia del Hospital, ya que no tenía ropa ni manchas de sangre y, según consta en el informe forense, "el cadáver fue manipulado previamente"? ¿Por qué la otra persona que tuvo contacto con el cadáver de Monseñor de una manera tan directa, como fue quien lo embalsamó, tampoco encontró rasgos de mordedura de perro? ¿Por qué fue amenazado el médico forense? ¿Por qué a los pocos días de la muerte del obispo Gerardi, una persona de la Parroquia del Padre Nota fue visitada por hombres fuertemente armados, indicándole que debía informar al padre Nota que abandonara el país, si no deseaba que le sucediera lo mismo que a Gerardi? ¿Por qué al padre Nota no se le pudo garantizar su seguridad y tuvo que abandonar el país? ¿Por qué a las pocas horas de sucedido el crimen también fue amenazado Monseñor Penados, indicándole que se callara si no quería que lo pasearan por el parque, igual que a monseñor Gerardi, siendo esto confirmado por MINUGUA y la Procuraduría de Derechos Humanos, a pesar de la negativa pública del Arzobispo?

  ¿De quién o quiénes es portavoz el "abogado" Menchú? ¿Fue por razones humanitarias y ad honorem que defendió a Carlos Enrique Vielman Diani? Si fue por razones humanitarias, ¿por qué ahora se ha enseñado contra el padre Orantes, y es categórico en afirmar irresponsablemente que él es el asesino? ¿Por qué el "abogado" Menchú no se conformó con establecer la inocencia de su defendido Vielman Diani, la cual era obvia para todos, sino que ahora se convierte en juez y acusador del padre Orantes, evidenciando torpemente ansias porque dicho sacerdote sea declarado culpable, tratando desde un principio de deshonrarlo a él y causarle daño a la Iglesia? ¿Quién paga los honorarios del "abogado" Menchú?

  Aún hay más preguntas que la sociedad guatemalteca se hace y que no tienen respuestas.

 

León Carpio

Procurador de Derechos Humanos de Guatemala, 1991-1993

Presidente de la República de Guatemala, 1993-1995

 

Monseñor Gerardi: verdad, paz y reconciliación

 

Reconciliación. "La paz no podrá ser realidad si, ante todo, no buscamos al hermano en una actitud de encuentro y reconciliación. Esta reconciliación va más allá de los tratados y los acuerdos firmados entre las partes en conflicto. Nos lleva a la reconciliación del hombre con Dios en Cristo y que es la fuente de modelo de toda reconciliación", Justicia, Verdad y Fraternidad, componentes de la "Nueva Sociedad".

 

Iglesia Renovadora. "Ahora bien. La Nueva Evangelización nos pide una nueva Iglesia. Es decir, una Iglesia renovada. Más conocedora de los problemas, las inquietudes y las necesidades de los hombres a los que está llamada a servir. Una Iglesia más solidaria, más compasiva, más misericordiosa y más comprometida con la causa de los pobres". Encuentro Arquidiocesano de Pastoral del 21 al 24 de enero de 1997.

 

Paz por hacer. "Nosotros tenemos realmente, como Iglesia, una misión propia que realizar: la promoción de la justicia, el cambio del hombre guatemalteco. No vamos a tener una sociedad nueva si no tenemos hombres nuevos". Revista de Religión y Sociedad Voces del Tiempo. Guatemala 1997, Octubre–diciembre No. 24.

 

Verdad. "La verdad implica la recuperación de la memoria histórica del pueblo y debe ser conocida, meditada y compartida en un diálogo sincero y constructivo". Justicia, Verdad y Fraternidad, componente de la "Nueva Sociedad".