Carta a las Iglesias AÑO XVIII, Nº409. 1-15 de septiembre, 1998
El Espíritu de la verdad
Del 9 al 11 de septiembre se celebra en El Salvador –en el contexto del L Aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos– el Foro Internacional: Comunicación y Ciudadanía. En él se abordan temas importantes como la relación entre comunicación y democracia, el derecho a la comunicación y a la libre expresión, el enfoque de género en la comunicación... Se habla también de Comunicación y espiritualidad, y sobre esto queremos hacer ahora una breves reflexiones.
El espíritu de verdad. En todo lo que hacemos los seres humanos necesitamos un saber que nos guíe y una voluntad que ponga en marcha y mantenga nuestra actividad. Pero necesitamos también "espíritu", es decir, una fuerza que configure lo que hacemos de una manera adecuadamente humana (y cristiana). Lo sepamos o no, todos los seres humanos actuamos con espíritu. Así, podemos actuar con egoísmo o con generosidad, con esperanza, o con resignación, con gozo o con tristeza... (el creyente puede relacionarse con Dios con confianza o con temor...).
Pues bien, la comunicación, como cualquier otra actividad humana necesita también un "espíritu" específico. Y –como su instrumento es la palabra– ese espíritu es el espíritu de verdad. Sin duda, muchas otras cosas tiene que tener en cuenta la comunicación: los derechos y libertades, por supuesto, pero no es eso lo fundamental que hace posible una comunicación humana y que esté en favor de los pobres. Monseñor Romero, por ejemplo, no gozó de ese derecho, sino que, al contrario, la emisora e imprenta del arzobispado fueron dinamitadas. Y sin embargo fue el comunicador que ha tenido más éxito en el país. Recuérdese –cuantitativamente– la audiencia de sus homilías. Y recuérdese –cualitativamente– que era "la voz de los si voz". En él "la realidad salvadoreña tomaba la palabra", aquella palabra "limpia y pura como el agua que baja de los montes", como dijo otro gran comunicador Rutilio Grande. "Monseñor dijo la verdad, nos defendió a nosotros de pobres, y por eso lo mataron", dice la gente hasta el día de hoy.
¿Y todo esto por qué? No por tecnología avanzada (sus medios eran sencillos), ni siquiera por sus dotes oratorias (que las tenía), sino porque decía la verdad, creía en la verdad, su opción de vida fue ponerse al servicio de la verdad y sólo de la verdad, y se sintió poseído por la verdad.
Su pasión por la verdad tenía dos raíces. Una, específicamente, cristiana: Dios es un Dios de la verdad, "Dios no miente", solía decir, en palabras aparentemente rutinarias, pero realmente explosivas, pues con ellas –usando a Dios como criterio inapelable– desenmascaraba la mentira de los humanos. La otra, también cristiana, y confirmada por la experiencia cotidiana, es que la verdad está en favor de los pobres (y a veces es lo único que tienen a su favor): la verdad les saca del anonimato y encubrimiento a los que los condena la sociedad, y por ello la verdad los devuelve a la realidad y, así, al mínimo de dignidad. La verdad les hace posible tomar conciencia de lo que son y de lo que otros han hecho con ellos. La verdad les da esperanza y ánimo para el trabajo y la lucha. La verdad es que Dios les ama. La verdad les hace descubrir, quizás por primera vez en siglos, su verdad.
El problema fundamental para la comunicación es, entonces, si va a comunicar –valga la redundancia– verdad o si va a encubrirla, si va a defender a las mayorías oprimidas o si va a hacer que éstas sean más oprimidas y con mayor facilidad. Los pobres cuentan con la verdad, pero los opresores buscan por todos los medios el encubrimiento de la verdad –y los innumerables mártires salvadoreños dan muestra de ello.
La verdad oprimida que deshumaniza. "¡Ay de los que llaman día a la noche y noche al día!" (Is 5, 20), decía Isaías en el siglo VIII antes de Cristo. El problema de la verdad, pues, viene de lejos. Y san Pablo nos dice –grandiosamente– que ese problema no es coyuntural, sino que es inherente a la naturaleza humana: está presente en comunistas y capitalistas, en civiles y eclesiásticos. "La cólera de Dios se manifiesta contra los que oprimen la verdad con la injusticia", dice Pablo. La afirmación es terrible: es posible (porque es real) oprimir la verdad, y eso es un mal sumamente grave: a) Dios muestra su cólera, b) la realidad ya no revela a Dios, c) se entenebrece la mente y el corazón de los seres humanos, y d) éstos se pervierten en lo más íntimo suyo. Para quien no está acostumbrado al lenguaje teológico, baste decir que para Pablo la opresión de la verdad es un terrible mal, origen de los otros males fundamentales para el ser humano.
¿Y cómo oprimimos la verdad? El hecho es claro. El ciudadano normal y corriente, por ejemplo, puede lamentar, sí, que las cosas no le vayan a él tan bien como desearía, pero no parece tener conocimiento cabal de lo mal que está la totalidad de nuestro mundo, ni parece tener interés por superar ese desconocimiento. Y no es porque no haya datos. Hay ignorancia, pues, pero es una ignorancia pretendida. Con mayor precisión, no se trata de ignorancia, sino de encubrimiento, que es la forma más peligrosa que toma la mentira…
Esto quiere decir que el proceso pecaminoso tiene una dinámica precisa. Comienza con la depredación, el robo, la injusticia. De ahí se avanza, en caso de ser necesario para poder depredar y mantener lo robado, a los asesinatos, torturas, masacres. Y para ocultar todo ello se encubre y se miente. Hay encubrimiento en momentos de crisis ("la democracia lucha contra el comunismo en El Salvador", "el mundo libre lucha contra los bárbaros en Irak"), y en momentos de normalidad ("Francia 98" o "el entierro de una celebridad" es "comunicado" a miles de millones, como si expresase lo mejor y más humano de nuestro mundo).
Lo que realmente ocurre es que escándalo y encubrimiento son correlativos. Y junto al encubrimiento hay otros modos sutiles de encubrir la verdad. Así, se dan noticias que llegan a ocultar la realidad estructural. Se introyecta el olvido: llegó la paz en El Salvador, ¿a qué preocuparnos ya? Se crean eufemismos: países "en vías de desarrollo", "democracias incipientes". Se usa el chantage: decir la verdad puede poner en peligro la estabilidad política, los bienes alcanzados, reales o supuestos, desmoraliza a las mayorías y puede llegar a enfervorizar a revolucionarios potenciales. Y se puede usar hasta la libertad de expresión para minimizar o anular la verdad: aparecen tantas y tan diversas interpretaciones de la realidad, que éstas se balancean y anulan eficazmente una a otra, y la realidad más honda permanece oculta.
La verdad liberada que humaniza. La verdad está oprimida y quienes oprimen la verdad son los mismos que oprimen la realidad. La conclusión es que decir verdad es liberarla, y eso sólo es posible bajo la forma de luchar contra la mentira. La teología de la liberación "ha puesto el dedo en la llaga de la realidad" al exigir la superación de la opresión de la realidad, y por ello ha recalcado también que la verdad está oprimida y hay que liberarla. Este es quizás, su mayor mérito, y, si así es, es porque mira la realidad desde la perspectiva del pobre y el oprimido.
Pero además, la verdad humaniza. Por dolorosa que sea, la verdad sana, mientras que la mentira deshumaniza. Decía Ellacuría, con clara conciencia de proclamar algo inaudito, que Estados Unidos está peor que América Latina, pues tienen una solución, pero una falsa solución, mientras que América Latina sólo tiene problemas. Pero es mejor tener problemas que una falsa solución.
En lenguaje cristiano todo esto es claro. "Dichosos los limpios de corazón", es decir, los que ven la verdad, dice una de las bienaventuranzas. La limpieza de miras para ver las cosas como son es ya bendición. "La verdad les hará libres", dice Pablo, afirmación que no deja de ser irónica en las democracias, fanáticas predicadoras de la libertad y basadas muchas veces en la mentira.
Recordémoslo. Monseñor Romero estuvo poseído por la pasión por la verdad y la buscó y la proclamó hasta el final, aun a costa de su vida. La verdad le hizo libre y lo hizo también eficaz y creíble para los pobres de este mundo. Los pobres vieron en él la dinámica contraria a la de la mentira. Monseñor Romero animaba a todos los que trabajan con "la palabra", medios de comunicación, Iglesias, universidades, a defender su libertad, por supuesto, pero, más primigeniamente, a poner ésta al servicio de la verdad. Monseñor admiraba y agradecía a los periodistas, intelectuales, sacerdotes, que buscaban y decían la verdad. Un domingo en Catedral dijo las siguientes palabras. "Estas homilías quieren ser la voz de este pueblo. Quieren ser la voz de los que no tienen voz. Y por eso, sin duda, caen mal a aquellos que tienen demasiada voz. Esta pobre voz encontrará eco en aquellos que amen la verdad y amen de verdad a nuestro querido pueblo".
La crisis del FMLN
¿Se está democratizando el FMLN? Quizás sí. Pero la Convención realizada el domingo 16 de agosto para elegir a sus candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la República no es la más preclara manifestación de ello: pone de manifiesto una seria incapacidad organizativa y de previsión política en el partido de izquierda. ¿Está el FMLN preparado para gobernar? Desde la opinión de sus dirigentes y seguidores más incondicionales, por supuesto que sí, pero si el FMLN es incapaz de manejar elementales escenarios de un proceso de elecciones internas, ¿será capaz de diseñar y prever los posibles escenarios en los que se pueden mover los actores nacionales? ¿O cada nueva situación los va a tomar por sorpresa?
Si los dirigentes del FMLN dejaran de lado el triunfalismo que los caracteriza, quizás se preocuparían más en serio por sus debilidades. Sería bueno que el partido se descentrara y escuchara las voces que vienen de fuera; y no precisamente aquellas que le dicen lo que le gustaría escuchar, sino las que ponen al descubierto sus debilidades y desaciertos. Ya es tiempo de que el partido aprenda de sus errores, pero no sólo de los errores que sus dirigentes estén dispuestos a reconocer, sino también de los que otros le muestran.
El FMLN tiene que abordar el problema de la división. Cada vez que a uno de sus dirigentes se le menciona el tema, la respuesta no se hace esperar: en el FMLN reina la armonía más envidiable. Algunos de ellos llegan a decir que la división entre "renovadores" y "ortodoxos" es inexistente, puesto que en muchas ocasiones quienes están adscritos a uno y otro bando se mueven a la posición opuesta; es decir, los presuntos ortodoxos se vuelven renovadores y, a la inversa, estos últimos pueden asumir posiciones que caracterizan a los primeros.
Como ha señalado algún diputado del FMLN, la posición que se adopte depende de los temas en discusión y no de una identificación ideológico–política previamente asumida. Nadie ha dicho, empero, si ese cambio de posiciones se produce en temas secundarios o en temas de fondo, como lo son, entre otros, el compromiso con la revolución, la concepción y el rol del partido, la idea de socialismo y democracia, y el papel de los empresarios y el Estado en el desarrollo nacional.
De todos modos, es posible que quienes vean en el Frente una grave división interna estén equivocados, y de ser así las cosas el FMLN sólo tendría un problema menor: convencer a los que perciben una lucha interna en sus filas de que su percepción es errada. Pero si no lo logran, tendrán que asumir que tienen un problema, si no de fraccionamiento interno, sí de credibilidad. Y quienes no crean en el FMLN seguramente no van a estar dispuestos a arriesgar su voto por los candidatos del partido en las elecciones del próximo año. En un proceso electoral, lo importante no es tanto cómo conciben a un partido sus dirigentes –o, incluso, sus militantes de base– , sino cómo lo percibe la población.
Sea como fuere, existen claras señales de que importantes sectores sociales perciben que en el FMLN coexisten dos camarillas que se disputan su control y que no están dispuestas a ceder en su propósito de desplazarse mutuamente. Ante esta realidad, de poco sirve que los dirigentes del Frente repitan que la armonía y la cordialidad prevalecen sobre las diferencias de opinión, que, ¡faltaba más!, son propias de un partido democrático.
Si la percepción de los sectores sociales aludidos se fundamenta en la dinámica interna del FMLN, entonces sus dirigentes se encuentran alejados de la realidad. No hay por qué dudar de que más de algún miembro de la dirección crea sinceramente que las divisiones son inexistentes. El desafío para los sinceros es hacer un esfuerzo de reflexión seria acerca de lo que sucede en su partido. Pero tampoco hay que excluir que algún dirigente del Frente, a sabiendas de que el conflicto existe –y quizás hasta siendo parte de una de las facciones enfrentadas–, lo niegue una y otra vez. En este caso el desafío es aceptar que, en el fondo, los únicos engañados son ellos. De cualquier modo, tanto los sinceros como los otros, tienen serias dificultades para caer en la cuenta de la problemática del partido, con lo cual obstaculizan la solución.
Reconocer la realidad de la división y trabajar por su superación implica concretar una fórmula de candidatos que exprese su división fundamental –ortodoxos y renovadores– y no una fórmula que, como la de género, además de ocultarla, complica más su solución. De aquí que lo mejor sería que los bandos que se disputan el poder en el seno del Frente pusieran sus cartas sobre la mesa y concertaran una fórmula que recogiera su principal división interna –ortodoxos versus renovadores–, dejando de valerse de una división falsa –mujeres versus hombres– para ocultarla.
La sociedad se arma
La armamentización de la ciudadanía es una realidad innegable. Las cifras de la última encuesta sobre delincuencia del Instituto de Opinión Pública de la UCA revelan que al menos una de cada diez personas posee un arma de fuego. La desconfianza en las autoridades ha llevado a la población a tomar medidas que le garanticen la seguridad tanto personal como de sus bienes. Ya no esperan que sea un órgano o una instancia determinada la que aplique justicia, sino que ahora ellos están tentados a aplicarla por su propia mano. Según la encuesta, el 52% de la población está de acuerdo en el derecho a tomar la justicia por su propia mano.
El temor de la sociedad al fenómeno de la delincuencia y la poca capacidad que ha mostrado el gobierno para frenarla ha llevado a pensar que la mejor manera de estar a salvo de cualquier ataque es portando un arma de fuego. Sin embargo, diversos estudios han comprobado que el hecho de portar un arma, lejos de garantizar la seguridad de una persona, la hace más propensa a un acto de violencia. Existen numerosos casos de personas que han sido asesinadas con su propia arma. Y, además, los delincuentes se dedican a robar armas que luego les servirán a ellos para un atraco mayor.
No existen estadísticas o evidencias confiables que indiquen que la delincuencia en el país haya aumentado en comparación con 1996 o 1997, pero la población está tan preocupada por este fenómeno que ha llevado los índices de "pistolización" a niveles muy altos. Según cálculos del Ministerio de Defensa hay cerca de 250 mil armas matriculadas, entre cortas y largas; pero esta cifra puede ser mayor si se toma en cuenta las armas que no están registradas y que se venden en el mercado negro. Sin temor a exagerar, podría decirse que el número de personas que poseen arma de fuego puede ser el doble de la cifra oficial. Y no existen garantías de que la persona autorizada para portar armas, hará uso de ellas responsablemente. Al momento de conceder la autorización no se realizan exámenes para evaluar la capacidad mental y de discernimiento del portador. Ni siquiera se hacen pruebas para saber si consume drogas o alcohol.
Otro aspecto que agrava el problema de la armamentización es que en El Salvador se ignoran las leyes a cada momento. El reglamento que regula la portación de armas claramente prohibe realizar disparos al aire. Sin embargo, es común que esto se haga en épocas festivas, en alguna borrachera o en momento de alegría y alboroto, o sin ningún motivo, lo que ha llevado a que el índice de niños heridos o muertos debido a balas perdidas amenace con igualar al de la época en conflicto. De acuerdo a la prensa nacional entre 1997 y lo que va de 1998, 53 menores han ingresado al Hospital Bloom con heridas producidas por balas perdidas. Las autoridades no tienen la capacidad de frenar dichos actos a pesar de que existe una pequeña base de datos balísticos para investigarlos y dar con el responsable. Hasta el momento a nadie se le ha revocado su licencia y mucho menos se le ha procesado por haber herido o asesinado a un menor. Las razones para estos incidentes pueden ser muchas, pero la realidad que vive el país pide urgentemente que se le busque una solución.
Para agravar el problema, es fácil culpar a las nuevas leyes por el aumento de los hechos de violencia y es más sencillo usar el artículo 48 del nuevo Código Penal como chivo expiatorio de la ola de crímenes, que elaborar un plan integral de combate de las complejas causas de la delincuencia. Por su parte, la población opina que las leyes son muy blandas, que favorecen al delincuente y que los jueces los dejan libres sin considerar el daño que han hecho. Y es que en estas circunstancias la opinión pública pocas veces advierte que el desempleo, la marginación social, la mala educación, la desintegración familiar, entre otros, son factores que contribuyen a que la delincuencia sea lo más común en la vida del salvadoreño.
Desde 1994 a 1997 ingresaron al país mil armas cada mes y la cifra ha aumentado, ya que sólo en los siete meses que van del año se importaron 12 mil, o sea la misma cantidad que ingresó en todo el año anterior; sin tomar en cuenta las que circulan en el mercado negro e ingresan por los puntos ciegos de la frontera o de contrabando. El Movimiento Patriótico contra la Delincuencia, que ha desarrollado 17 campañas encaminadas a canjear todo tipo de armas por bienes de consumo, ha recolectado más de siete mil armas de todo tipo de calibre. Pero el trabajo de esta organización no sirve de mucho si al país sigue ingresando la cantidad de armas antes mencionada. Frente a la tentación autoritaria, la mejor respuesta sigue siendo acudir y presionar para que la institucionalidad de los sistemas de justicia y seguridad funcionen como deben. Pero no es fácil.
Hace ahora treinta años se celebró Medellín, el acontecimiento eclesial más significativo de nuestro tiempo. Allí los obispos latinoamericanos dieron un cambio radical a la misión de la Iglesia, y ellos mismos se comprometieron con la construcción de una Iglesia de los pobres. Ahora, pasado ya el tiempo, se ha entibiado el compromiso eclesial y episcopal. Pero no del todo. Con agradecimiento ofrecemos tres muestras de ello.
El Salvador: Monseñor Rosa apoya a familiares de desaparecidos
En el pasado conflicto armado hubo más de 8 mil desaparecidos. El domingo 30 de agosto familiares de las víctimas civiles y de presos desaparecidos celebraron una misa en su memoria en la Iglesia San Francisco. "Queremos decretar este día –30 de agosto–, Día Nacional del Detenido Desaparecido", dijo la representante de CODEFAM, Guadalupe Mejía. Para ello CODEFAM ya ha presentado piezas de correspondencia a la Asamblea Legislativa desde 1993, pero la respuesta de la Asamblea aún no llega y los diputados no dan razones, siendo así que, además, es una recomendación expresa en el informe de la Comisión de la Verdad.
Los familiares de los desaparecidos aún tienen abierta la herida que sufrieron al perder a sus parientes y ésta sólo se cerrará cuando se conozca la verdad de qué pasó con ellos.
En vida Monseñor Romero abogó por los desaparecidos: "No me cansaré de denunciar el atropello por capturas arbitrarias, por desaparecimientos, por torturas", dijo en su homilía del 24 de junio de 1979. Mons. Gregorio Rosa sigue el mismo camino. En la misa que celebró el domingo 30, al hablar del tema de los desaparecidos, recordó que el gobierno de Chile, ha asumido la responsabilidad por todos los atropellos realizados por agentes del Estado y no sólo ordenó que los casos se estudiaran uno por uno en la Corte Suprema de Justicia sino que se comprometió a indemnizar a las familias. Y lo comparó con lo ocurrido entre nosotros:
"Yo creo que entre nosotros ni se reconoció el fenómeno ni se asumieron responsabilidades de parte del Estado. Hay una tarea pendiente y uno lo ve con mucha más claridad cuando ve los rostros de esta gente, rostros sin odios, con un dolor muy grande porque se les negó la verdad y ahora se les niega también la justicia mínima elemental".
Guatemala: El recuerdo de Monseñor Juan Gerardi
La investigación de su asesinato es confusa, quizás premeditadamente. Pero Mons. Gerardi sigue vivo como los verdaderos mártires. Esto es lo que le escriben desde Guatemala en una carta del 26 de agosto.
Querido y recordado Monseñor Gerardi:
Han pasado cuatro meses desde que los poderes de este mundo, no pudiendo soportar la luz de tu testimonio cristiano, decidieron acabar con tu vida y a través de ella con todo lo que habías logrado sembrar y que bien lograste compactar en el proyecto de la Recuperación de la Memoria Histórica de Guatemala. Aun después de tu martirio, seguimos experimentando el accionar de tus asesinos, ya no con la piedra con la que desfiguraron tu rostro, si no más bien con la peña del poder, de la impunidad y de la desinformación con la que están pretendiendo desfigurar la Iglesia, que bien supiste apacentar y cobijar en contra de los salteadores que desde hace mucho tiempo han querido robar, matar y destruir a tu pueblo.
La forma en que se ha venido conduciendo el proceso de "esclarecimiento" de tu muerte es una prueba contundente de lo que te hemos expuesto anteriormente. Creemos que debes estar al tanto de una serie de hechos que se han venido desencadenado a partir de tu martirio: la sorprendente ausencia de medidas de protección en el lugar donde te asesinaron, la serie de distractores y la manipulación de esta información, la constante intimidación a tus compañeros de trabajo y a todos aquellos y aquellas que se comprometen en la defensa de la Vida, el cobarde asesinato de un niño de la calle, el vil asesinato del doctor Orellana, la continua "limpieza social", los desalojos constantes, las negativas institucionales que obstaculizan el trabajo de la Comisión de Esclarecimiento Histórico, etc. hechos que lejos de desanimarnos, nos están ayudando a discernir mejor eso que tú mismo descubriste desde tu ministerio pastoral ejercido en el Quiché: "¡Debemos caminar del lado de los pobres y excluidos!".
Ellos y ellas son quienes te enseñaron a leer el Evangelio y quienes ahora –en esta tarde– nos han reunido para proclamar nuestra Fe y Compromiso a favor de la construcción de un mundo mejor; en el que todos y todas podamos vivir como hermanos y en el que "los obreros edifiquen casas y las habiten, en el que los campesinos planten su milpa y puedan comer de sus frutos" (cfr. Is. 65,21). Te pedimos que intercedas por tu pueblo, para que podamos despertar y unirnos en la marcha del camino emprendido por Jesús, que tú supiste testificar.
Te manifestamos que, a partir de este momento, hemos decidido mantener viva la memoria de todos ustedes, quienes nos han mostrado el camino: Myrna Mack, Naamán, Fernando Hoyos, Vicente Menchú, Hermógenes López, Menchis, Oliverio, Dinora Pérez y la inmensa "Nube de Testigos", ellos y ellas, que nos siguen animando y fortaleciendo en nuestro diario caminar. Esperamos seguir trabajando en la concretización histórica del Proceso de Paz y demás esfuerzos solidarios que nos acerquen cada día más a una sociedad justa y fraterna.
Con esperanza, Sector religioso
Ecuador: Mons. Proaño, "Taita Bispo", el "obispo de los indígenas"
Hace ahora diez años, a sus 78 años, falleció Monseñor Leonidas Proaño. Fue uno de los grandes obispos de la generación de Medellín, pionero de la nueva pastoral y, sobre todo, defensor y padre de los pueblos indígenas. Lo recordamos con un texto suyo, escrito poco antes de su muerte.
La primera teja
Tenía la salud muy deteriorada. "¿Quién?"… Yo. Yo mismo, el autor de este artículo. Me llamo Leonidas Proaño. Hasta el 19 de abril de 1985 fui obispo de Riobamba. Desde esa misma fecha, por encargo de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, estoy al frente de la Pastoral Indígena en el Ecuador.
Empecé a decir que me encontraba muy enfermo y quería contar que, en la mañana de ese día, cuya fecha no importa cuál haya sido, vino a visitarme la Señora Inesita, habitante de un barrio de mi pueblo natal, amiga desde muchos años atrás.
"He sabido", me dijo, después de informarse de mi estado de salud, "que van a venir de Pucahuaico a visitarle para la colocación de la primera teja de su casita. Aunque no está muy bien de salud, haga un esfuercito y acépteles la invitación. Cuando los indígenas invitan, es porque tienen voluntad a la persona". En horas de la tarde de ese mismo día, se me anunció que unos indígenas querían hablar conmigo. Eran el presidente, el vicepresidente y la Reina de Pacahuaico, una pequeña comunidad indígena.
"Venimos a hacerle una invitación", explicó el presidente de la Comuna. "El sábado de esta semana, vamos a realizar una minga para colocar la primera teja de su casita. Y venimos a invitarle para que esté presente. "Muchas gracias" respondí. "El sábado llevaremos 12 de diciembre. Han escogido ustedes una gran fecha: el 12 de diciembre se celebra la fiesta de la Virgen de Guadalupe, patrona de los indígenas de América Latina".
¿"Y qué es una minga"?, preguntarán. La palabra nos revela una costumbre tradicional indígena, de profundo sentido comunitario. Minga es cualquier trabajo que todos los miembros de una Comunidad Indígena realizan de manera conjunta, ordenada y gratuita. Así se construyen caminos, escuelas, templos. Así se realizan trabajos agrícolas de siembra o de cosecha.
Cuando se fueron mis invitados, yo me quedé con una pregunta en mi corazón: "¿por qué me invitan ellos a mí, al acto de colocar unas tejas en el techo de una casa que hago construir yo?". Y llegó el sábado. Me hice presente a la hora que me indicaron, es decir, a las 3 de la tarde. Unos veinte hombres estaban trabajando afanosamente en la colocación de las tejas. Transcurridos unos minutos veo venir una multitud de hombres, mujeres y niños. Me acerqué a recibirlos. Junto con ellos venía un conjunto musical autóctono. Las manos de la mayoría ostentaban una teja adornada cada una de un modo distinto: pequeños arcos, banderitas de colores, flores de papel las más variadas, cruces, toritos de barro…
Me pidieron que celebrara la misa allí, al aire libre. Durante la homilía dialogamos animadamente. Yo me olvidé de que estaba enfermo. Después de la homilía, a la hora del Ofertorio, hicieron la ofrenda de las tejas. En ese momento, me di cuenta de que, junto con los adornos, cada teja traía atado un billetico de valor diferente de acuerdo a las posibilidades de cada uno. Hicieron también la ofrenda, no todos, de cuyes y gallinas. Terminada la ofrenda, continué la Eucaristía.
La señora que me visitó a comienzos de semana, para anunciarme que me invitarían, me dijo también: "Sé que le van a ofrecer un "camari". La obligación de la persona que recibe el camari es darles de comer alguna cosita y darles de beber. Yo le voy a ayudar con un poco de mote y un poco de chicha de jora. La chicha que voy a preparar es de jora pura y no les ha de hacer daño. La Hermanita y las indígenas que están con ella pueden quizá cocinar una papitas".
¿De quién y para qué es la casa que hago construir en Pucahuaico? ¿Tiene esto algo que ver con la Pastoral Indígena? ¿Quién es la Hermanita y quiénes son las indígenas que le acompañan? ¿Qué tienen que ver ellas con Pucahuaico y con la casita? ¿Por qué fueron las autoridades de la Comuna las que invitaron y las que organizaron todo esto? Paciencia. Ya se presentará el momento oportuno de satisfacer todas las curiosidades. No he terminado todavía de contar todo.
Después de la misa, cada oferente recuperó su teja. Todos formaron un gran círculo en el patio. A mí me invitaron a ponerme en medio. Apegaron al borde del techo una escalera de mano y dos hombres se colocaron uno en los últimos peldaños y otro en los primeros. Los músicos iniciaron una pieza musical popular indígena. Y empezó el baile. El círculo humano empezó a moverse rítmicamente. Yo les alentaba con las manos. Conforme pasaban cerca de la escalera y era oportuno, iban entregando su teja adornada al hombre que estaba abajo y éste la pasaba al que estaba arriba para que la fuera colocando en el borde del techo. La casita se fue vistiendo de una corona de flores y adornos.
Al pasar uno de los bailarines se me acercó y me dijo al oído: "Esta es la fiesta de la primera teja a cargo de la Comunidad. Cuando se acabe toda la construcción, hemos de celebrar la fiesta de la última teja y entonces hemos de invitar a otras comunidades para que nos acompañen". Y es que el proyecto contempla la construcción de un conjunto de seis casas y de una capilla. Ahora se ha puesto la teja en el techo de la primera de las seis casas del proyecto.
¿Y por qué las seis casas y la capilla? Se trata de la construcción de un Centro de Formación de futuras misioneras indígenas del Ecuador. En diversas provincias del país hay jovencitas indígenas –entre quince y veintidós años– que alimentan la aspiración de llegar a ser religiosas misioneras al servicio de sus hermanos indígenas. El Departamento de Pastoral Indígena ha realizado con ellas una serie de cursos y reuniones de orientación y de reflexión sobre el llamamiento de Dios a ponerse al servicio de los demás como personas consagradas. Algunas de ellas han realizado también experiencias de vida en común, durante dos, tres, cuatro semanas.
Fue la Hermanita Nelly, encargada de llevar adelante el proyecto, quien escuchó de labios del Presidente de la Comuna la explicación de los motivos por los cuales la Comunidad se hizo cargo de la invitación a la primera teja: "Entre nosotros, es la familia del dueño de la casa nueva que invita a la primera o a la última teja. Como Usted, aquí, no tiene familia y, aunque Monseñor sí tiene familiares en San Antonio y en Ibarra, pero va a vivir con nosotros, la Comunidad ha resuelto considerar a los dos como miembros de familia. Y, por esto, la comunidad ha tomado a su cargo hacer la invitación a la fiesta de la primera teja".
Lindo, ¿no?… Nadie puede saber cuándo ni dónde saldrá al encuentro la muerte. Yo, tampoco. Pero la explicación del Presidente de la Comuna de Pucahuaico me ha hecho recordar lo que alguien escribió con ocasión de la aceptación de mi renuncia por límite de edad a la Diócesis de Riobamba: "El Obispo de los Indios, de seguro, irá a vivir sus últimos días y a morir en una comunidad indígena".
Comimos juntos. También las mujeres de la Comunidad llevaron comida. Probamos la chicha: estaba muy buena. Se prolongó el baile. Yo me despedí a las seis de la tarde. Los miembros de la Comunidad se habían retirado a sus casas a las ocho de la noche.
Quedó colocada así la primera teja.
Leonidas E. Proaños V.
Antiguo Obispo de Riobamba
El señor Santos Gaspar Romero estuvo en la abadía de Westminster cuando honraron a su hermano y a otros nueve mártires de este siglo. Esto es lo que nos dijo a su regreso.
Señor Gaspar, quisiéramos conocer qué impresión le causó ver a Monseñor colocado en el centro de la fachada de la Abadía de Westminster.
Muchas gracias por permitirme el honor de hacer una breve referencia a ese acto tan grandioso, al cual indignamente asistí, y todavía estoy meditando por qué. Cuando yo supe de esto no me imaginé que iba a tener la magnitud que tuvo, porque la Abadía de Westminster, después de haberla conocido, me he dado cuenta que es algo de lo más grande que tienen ahí en Inglaterra, donde coronan a los reyes y donde también los sepultan, y allí se dan los acontecimientos más grandes oficiales. Así que, cuando yo vi que develaron el monumento de Monseñor Romero, casi no creía el honor que hacían a aquel pastor, a aquel arzobispo mártir, que había llegado hasta ese pedestal tan grandioso. Pues me imagino que si él hubiera estado vivo, tal vez no lo hubiera permitido por su humildad, porque él se caracterizó por ser humilde y esas cosas no le gustaban. Así que, contestando a la pregunta, fue un cúmulo de emociones. En primer lugar que casi no creía. En segundo lugar que me habría gustado que más gente o todos los salvadoreños estuvieran presentes para que se dieran cuenta de la magnitud de ese evento que se dio allá el 9 de julio de este año.
Don Gaspar, ¿se imaginó usted alguna vez que su hermano llegaría a los altares y a tener monumentos?
No. Como le decía en la pregunta anterior, no, no me imaginaba. Yo pensé que era alguna cosa como de rutina, algo así, pero no una cosa tan significativa. Pero cuando me llegó a mis manos el programa, sí empecé a ponerme más interesado, porque anunciaban allí la presencia de la Reina y de su esposo el Príncipe Felipe, además de altas autoridades católicas y de otras religiones, inclusive del Gobierno. No, yo nunca me imaginé que hubiera estado allá él en ese pedestal, no.
¿Qué significa para Usted, como hermano, tener un hermano santo?
Pues ésa es una pregunta que me la he hecho. En primer lugar, yo quiero reconocer aquí, públicamente, que el homenaje que se le rindió, allá en Londres, en la Abadía, fue un reconocimiento a sus méritos, a su memoria. Y luego yo, como hermano, también participo, pero por un regalo de Dios, un don de Dios sin ningún mérito. Y luego también como salvadoreño me siento orgulloso de que un salvadoreño esté allí, en ese lugar de tanta importancia, de tanta relevancia, en Inglaterra, porque yo pude palpar, casi se toca, cómo los ingleses allí lo veneran, lo respetan, lo quieren. Inclusive me enseñaron una calle que lleva el nombre de él, de Monseñor Romero.
Don Gaspar ¿nos puede contar alguna anécdota de ese viaje y ya estando también en la Abadía?
Bueno, todo fue relevante, porque desde que me invitaron empecé a sentir esa importancia que le estaban dando a mi presencia. Hasta recibí una llamada telefónica que me conmovió, porque me decía que ellos estaban interesados en que yo estuviera presente, y que inclusive la Reina ya sabía, y que ella les insistió que hicieran lo imposible porque yo estuviera allá. Eso, pues, me impactó de una manera tal, que no merezco tanta atención. Luego estando allá lo que más me impactó fue la develación del monumento, de la estatua. Fue grandioso. Eso en cuanto al reconocimiento. En cuanto a lo personal, pues tener esa suerte, esa honra de estar cerca de la Reina en la ceremonia y luego, después de la ceremonia, en un acto de confianza, dijéramos. Sí, ella nos recibió, la Reina y el Príncipe, y platicar y dar la mano. Entonces dicen que eso, pues, es casi inusual, porque casi nunca se está muy cerca de la Reina, y yo tuve esa suerte de conocerla personalmente y estar muy cerca de ella. Eso me causó una impresión muy grande, un honor muy grande, que no sé qué mensaje me quieren dar con eso.
Don Gaspar, quisiéramos saber de usted qué es lo que la gente piensa o qué se habla ya en Inglaterra de Monseñor Romero.
Bueno, allá en Londres pude apreciar, en el poco tiempo que estuve, que después de la ceremonia mucha gente se me acercaba para hablarme, preguntarme de Monseñor Romero, que cómo era, montón de preguntas, desde la estatura, y que cuáles eran sus costumbres. Ellos, pues, creen que fue un gran hombre y que merece un reconocimiento mundial. Algotras personas que las veía, como dijéramos unas personas humildes, no de la categoría de las anteriores que he mencionado, me dijeron que para ellos Monseñor Romero era un santo. Que ellos en sus oraciones eran católicos, en sus oraciones habían rezado y orado por él y habían recibido favores, que ellas lo consideraban como un santo. Luego me dijeron que esa estatua de Monseñor Romero que está por allá, que va a estar para la eternidad, porque ése fue un decreto real y nadie puede borrarlo. Entonces me dijeron: "Ustedes los salvadoreños no saben lo que tienen, tienen un hombre que fue muy maravilloso, tienen un santo y tienen, pues, que tener ese reconocimiento en todo el mundo. Poco a poco lo irán reconociendo los que hoy no lo reconocen".
¿Hay constancia de milagros allá?
No. Ellos me preguntaron eso. Que si había milagros. Yo les dije que he oído muchas cosas de mucha gente. También les comenté –como ellos preguntaban de Monseñor que dónde él vivía–, que allí en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia. Allí están unas placas que ha colocado mucha gente que dice que son milagros recibidos. Eso no puedo dar fe si es cierto o no, pero sí he oído cosas muy curiosas, cosas sorprendentes, cosas increíbles.
¿Cómo cuáles, don Gaspar?
Bueno, oí a una señora que dijo que cuando él estaba ahí en la Catedral ella llegó con su hijo enfermo y pusieron la mano sobre la tumba y que en ese momento quedó curado el niño. Otra persona me dijo, en la Catedral de aquí en San Salvador, que había llegado una señora humilde a pedirle porque se le habían perdido los billetes de lotería, que ella andaba vendiendo, y que a la salida de la puerta los encontró. Y cosas así que son increíbles, pero que no puedo dar fe si son ciertas. Para mí es un honor, una cosa increíble que todo eso se dé, porque yo conviví con él y nunca me imaginé pues que iba a tener estas cosas de milagros.
Cuando era pequeño, ¿cómo era Monseñor Romero con usted?
Cuando éramos pequeños, él se distinguió desde el principio. El era muy serio, muy formal, dedicado a la religión. El iba a la iglesia exageradamente, allí en el pueblo, y fue así como el alcalde de allá se dio cuenta y fue el que empezó por la vocación de él, hablando con el Obispo que llegó de visita y le presentaron a aquel cipote, a aquel muchachito, que sólo en la iglesia pasaba. El era muy serio, no jugaba como los demás, él era muy apartado, muy tímido, muy enfermizo. Sí, él era muy bueno, él era muy generoso, hasta el extremo. Hay muchas anécdotas que yo sé de él, ¿verdad?, inclusive también increíbles, pero ya eso cuando él vivía, cuando él estaba en otra época. (Continuará)
Actualmente la mujer sigue siendo víctima de las aberrantes formas de violencia que van desde ataques a la integridad física y psicológica hasta la humillación y el sometimiento económico, todo lo cual puede afectarle en su realización como mujer, madre, esposa, trabajadora y demás roles que desempeña en la sociedad.
Sin embargo, la violencia doméstica es uno de los temas que más sobresalen en los países de América Latina –entre ellos el nuestro–, pues, tanto niñas como mujeres, sufren injustamente la violencia que viven en sus hogares. Y este problema no sólo hay que resolverlo en el hogar, sino que le compete también al Estado, pues una de sus principales responsabilidades es proteger el derecho a la integridad física y mental de sus ciudadanas.
Las víctimas que sufren tortura, abusos físicos, emocionales y sexuales no acuden a las autoridades competentes por miedo a las represalias del agresor o porque simplemente no sirve de nada denunciarlos. No defienden sus derechos, sino que en algunas ocasiones ellas toleran esos maltratos, porque no cuentan con los mecanismos adecuados para que se aplique un castigo a los agresores.
La violencia doméstica es como un caramelo que está en boca de todo el mundo, pero nadie hace nada, ni la misma mujer que está sometida a actos violentos. Son pocas las personas que se preocupan por darles su verdadero valor a las mujeres latinoamericanas que sufren día a día muchas discriminaciones, por ejemplo, de género, de condición social, económica, cultural, religiosa, etc., lo cual no les permite desarrollarse plenamente como personas y como mujeres.
¿Y qué piensan de esto las mujeres? En un sondeo realizado sobre la violencia que vive la mujer actualmente, hicieron énfasis en la violencia intrafamiliar. Lupita Sánchez, quien sufrió maltrato en su hogar desde pequeña, responde: "En parte, la mujer tiene la culpa de estos maltratos físicos, porque muchas mujeres permiten que las golpeen, que las traten mal; porque si se dejaron pegar una vez, así continúan aguantándole al marido. Nosotras tenemos que defender nuestros derechos a costa de todo. El hecho que yo haya sufrido violencia en mi familia, no quiere decir que voy a golpear a mis hijos o que van a hacer de mí lo que quieran".
Raquel Vides, profesora de un centro educativo, dice: "Parece mentira, pero los derechos de la mujer no se cumplen. Comenzando por el hogar, las mujeres sufren violencia física y verbalmente. El hombre la humilla en todo aspecto con palabras y actitudes. Además dentro de las oficinas, primero con el acoso sexual, segundo con un salario no justo, entre otras cosas. Todo esto daña su dignidad y de esta forma es como pierde su valor".
Hay que rescatar los valores de la mujer. Sin duda alguna, la familia es la escuela y base fundamental para brindar una buena educación desde pequeña a la mujer, para que tenga conocimiento de cuáles son sus responsabilidades, sus roles y el papel que debe ocupar en la sociedad. Ahora bien, los medios de comunicación al servicio de una sociedad consumista utilizan la figura de la mujer para promover y vender sus productos (por ejemplo, los cigarrillos, las cervezas y hasta las llantas para carros), convirtiéndola en un objeto de promoción y consumo, en vez de involucrarse y tomar un rol más activo y participativo en favor de su educación y de su desarrollo.
Es imprescindible que la mujer rescate sus valores y desde allí supere el desafío que enfrentamos, construyendo relaciones más justas entre los seres humanos. Ya existen instituciones como "Las Dignas", "La Procuraduría para la defensa de los Derechos Humanos", los juzgados, pero sobre todo la Iglesia, como maestra de humanidad, para orientar y apoyar en cualquier situación difícil de violencia, y promoverla a ella como persona.
A través de todas las experiencias que se viven en la vida cotidiana, es necesario y justo valorar y rescatar a la mujer como agente de cambio, inculcando nuevos valores a sus hijos y a la sociedad, tomando en cuenta sus capacidades intelectuales, físicas y espirituales. Los golpes no son la mejor manera de demostrar el amor, sino un acto violento que de una forma u otra dañan la dignidad de la mujer. Y con ellos se pierde el respeto pleno de los derechos humanos fundamentales que no pueden ser violados.
Milady Lorena Cruz
Estudiante de la UCA
La historia de la deuda que algunos países del Tercer Mundo han ido contrayendo desde los años 70 viene de lejos. Los países subdesarrollados que querían fondos del exterior acudían a organismos internacionales como el Banco Mundial u otros bancos formados por gobiernos de países desarrollados. Estos concedían dinero con cuentagotas y ponían condiciones muy severas, determinando la política económica de los deudores.
Para la ONU los 60 fueron la primera década para el desarrollo, y el objetivo era que la renta per capita de los países del Tercer Mundo aumentara más rápido que la de los del Primero para que la brecha de desigualdad se estrechara. Finalizada la década sin lograr el objetivo, los 70 debía ser la segunda década para el desarrollo, lo cual provocó que los gobiernos del Tercer Mundo transmitieran a sus pueblos esperanzas de enormes mejoras económicas. En esta década de los 70 se fragua el problema.
Estalla el problema. En 1973 el precio del petróleo se multiplicó por tres y ese hecho tuvo una repercusión fundamental. A los países productores llegaron ingentes cantidades de dinero (cerca de 600.000 millones de dólares en menos de seis años) con el que no sabían qué hacer y dio lugar a lo que se ha denominado reciclaje de petrodólares.
Los bancos privados se vieron invadidos por el dinero y no pusieron condiciones. Por primera vez, el 60% de los créditos concedidos en el mercado mundial fue a parar a países subdesarrollados. Los tipos de interés llegaron a ser tan bajos que ni cubrían la inflación. Y a finales de 1979 se producen cuatro fenómenos trágicos para el Tercer Mundo y estalla el problema.
1. Los tipos de interés suben, pasando de 1979 a 1982 del 11,5 al 20%. Como los créditos estaban hechos en dólares y calculados con los tipos de interés internacionales, casi se duplicó el interés a pagar.
2. El precio del dólar se dispara porque la demanda crece mucho, de modo que para pagar el mismo préstamo ahora se necesita mucha más cantidad de dinero en moneda local. Conclusión: hay que pagar más dólares y cada dólar cuesta más.
3. Cae el comercio mundial, que había crecido un promedio del 7% durante 25 años.
4. Los precios de las exportaciones del Tercer Mundo que no eran petróleo cayeron un 30%. Esto significa que para conseguir la misma cantidad de dinero es necesario vender un 30% más en un mercado hundido.
Vías de salida. En el año 1982, los países más endeudados dicen que no pueden pagar. Proponen negociar en conjunto con cada uno de los bancos por separado. Los bancos querían lo contrario, que cada país aisladamente negociase con todos los bancos a la vez.
Al final todos pagaron. Como no tenían dinero, pagaban con nuevos préstamos que nunca llegaban al país de destino. El resultado final es que se debe más, de tal manera que estos países, que atravesaban la misma crisis internacional que el resto del mundo, no sólo dejaron de recibir fondos, sino que se convirtieron en exportadores de capitales: de 1982 a 1990 de América Latina salieron 216.000 millones de dólares netos. Además, los intereses suben, porque a peor cliente, mayor tipo de interés.
Pagar más para deber más y conseguir menos capital fue la primera fórmula verdaderamente suicida y tuvo unas consecuencias enormes: la socialización de los costes. Los países del Tercer Mundo tenían que pasar por el tratamiento del Fondo Monetario Internacional que aplica siempre las mismas recetas: congelar salarios, abrir fronteras a la competencia internacional y reducir gasto público, empezando por los gastos sociales.
Si los 70 fueron designados como la segunda década para el desarrollo, los 80 se conocen como la década perdida. Los gobiernos de los países desarrollados llamaron al orden a sus bancos por prestar irresponsablemente y les obligaron a asumir las pérdidas de lo que habían prestado en cinco años. En el 90 prácticamente ningún banco del mundo contaba con cobrar nada, tenían completamente saneada su situación y no había ningún peligro de crisis financiera internacional.
Mientras tanto, los países que se habían endeudado seguían pagando y debiendo al mismo ritmo: si tenemos en cuenta los 41 países más pobres según el informe de Desarrollo Humano, en el año 80 debían 55.000 millones de dólares, en 1990, 183.000 millones, y en 1996, 215.000 millones de dólares, y han estado pagando todos los años.
La situación actual es que, incluso habiendo mejorado la coyuntura internacional, ya no son las circunstancias internacionales las que causan la deuda. La deuda se reproduce a sí misma por su propia dimensión. Dado que cuestiones como la cobertura de necesidades sociales básicas llevaría entre el 1 y el 2% de toda la producción mundial, no sería problemático realizar una simple condonación. Y hay precedentes muy cercanos: tras la II Guerra Mundial, la reconstrucción europea se hizo con fondos norteamericanos muchos de los cuales jamás se devolvieron.
En todo caso, todos los actores, especialmente los que tienen mayor poder de decisión –las instituciones financieras internacionales y los gobiernos– deben asumir la responsabilidad que han adquirido en la gestación del problema y recordar el dato fundamental: una situación excepcional exige soluciones excepcionales. La deuda externa es hoy un problema político que demanda soluciones no técnicas, sino políticas, para lo cual es imprescindible que haya voluntad política de solucionarlo.
Pedro Jóse Gómez
Manos Unidas
Representantes de la Iglesia católica, evangélica y reformada de Centroamérica, reunidos en Honduras, estudian una estrategia a nivel latinoamericano para conseguir que los organismos financieros internacionales condonen la deuda exterior de América Latina.
El presidente de la comunidad cristiana Mesoamericana, Benjamín Cortés, dijo que la deuda ha deteriorado gravemente las condiciones de vida de la mayoría de los latinoamericanos. Añadió que de los fondos otorgados por las instituciones financieras internacionales y los países industrializados, menos del 1% llega a la población más necesitada, y la mayoría se queda en estructuras gubernamentales e intermedias.
Víctor Araya, profesor de la Universidad Bíblica Metodista de Costa Rica, dijo que los pueblos están pagando una deuda que no han contraído ni disfrutado. Muchas veces ni siquiera sabemos ni quiénes firmaron esa deuda ni qué se hizo del dinero.
Tegucigalpa, 25 de agosto, 1998
Reflexiones desde Estados Unidos
Noam Chmsky es uno de los intelectuales más importantes de Estados Unidos, crítico de las políticas de su país y comprometido con el Tercer Mundo. Hace unas semanas acaba de participar en Madrid en un homenaje al P. Ignacio Martín–Baró en la presentación de una recopilación de escritos de éste, titulada "Psicología de la liberación". Noam Chomsky conoce, pues, nuestra realidad, y por ello es de agradecer que la ilumine desde su propio país.
La tragedia del hambre adquiere una dimensión más dramática en el tercer mundo, pero podemos aprender mucho de sus causas sometiendo a análisis a las sociedades ricas.
Piénsese en el estado de Massachusetts (EEUU), donde resido, una de las regiones más ricas del país más rico del mundo. Uno de cada cinco niños pasa hambre. Hace unos años, el Boston City Hospital tuvo que abrir una clínica especial para atender a los pequeños que padecían los efectos de una malnutrición tan grave como la que se registra en el llamado tercer mundo.
El problema se agudiza en invierno, cuando los padres tienen que decidir entre emplear el dinero en calefacción o en comida. De 1985 a 1990, el hambre aumentó en un 50% en Estados Unidos, hasta llegar a afectar a unos treinta millones de personas. Incluso antes de la recesión de los años noventa, doce millones de niños sufrían de una malnutrición grave.
El hambre también está surgiendo entre las personas de edad avanzada, según publica The Wall Street Journal. Una de cada seis personas de más de 60 años "pasa hambre o está mal alimentada" y muchos otros "están literalmente muriéndose de hambre", a pesar de los programas de asistencia social del Gobierno de Washington, que ahora se empiezan a eliminar.
Según informes emitidos por las principales asociaciones médicas y educativas de Estados Unidos, "nunca antes se había visto a toda una generación de niños menos saludable, atendida y preparada para la vida que sus padres".
Las organizaciones de beneficencia aseguran que se ha registrado un aumento del 30% en la demanda de alimentos y alertan sobre una posible "hambruna sin precedentes" en el futuro, debido al desmantelamiento de los programas de subsidios gubernamentales que proporcionan alimentos al creciente número de pobres.
La situación es similar en el Reino Unido, donde uno de cada tres niños viene al mundo en un entorno necesitado, cifra que se ha triplicado desde el año 1979. Los especialistas sanitarios dan cuenta de "una malnutricion infantil generalizada" y de un retroceso a las condiciones de vida sufridas hace un siglo. El nivel de alimentación de cuatro millones de niños es inferior al de aquellos pequeños recluidos en asilos para desamparados durante la época victoriana.
Esta situación no se debe únicamente a la carencia de alimentos. También constituye el producto de políticas sociales que han sembrado toda una serie de males propios del tercer mundo en las sociedades ricas y privilegiadas.
Estas políticas han producido una constante reducción de ingresos y seguridad en el empleo, así como el deterioro de las condiciones laborales para la mayor parte de la población, al tiempo que la prensa económica no encuentra calificativos suficientemente exuberantes para describir el "deslumbrante" y "estupendo" incremento de los beneficios de las empresas.
Las desigualdades sociales alcanzan ya los niveles de hace setenta años, otro rasgo del modelo del Tercer Mundo que se está imponiendo en las sociedades ricas en este período de "clara subyugación de la fuerza laboral por el capital", según publica la prensa económica.
Esta política se suele definir como la doctrina del libre mercado, pero se trata de un término bastante fraudulento. Los reaganistas predicaron a los pobres de la nación y del mundo entero el duro credo de la disciplina del mercado, mientras se jactaban ante los sectores empresariales de que el presidente "había protegido a la industria nacional de las importaciones en mayor medida que lo hizo cualquiera de sus predecesores de los últimos cincuenta años".
Esta declaración, en realidad, es una afirmación sumamente modesta, ya que Ronald Reagan tomó muchas más medidas de protección que todos sus predecesores juntos, y de hecho estas acciones "supusieron el mayor giro hacia el proteccionismo que se llevaba a cabo desde los años treinta", según la publicación semioficial Foreing Affairs, al tiempo que aumentaban considerablemente las subvenciones del Estado a la industria avanzada.
Sin estas extremas intervenciones en el mercado, la siderurgia y las industrias automotriz, de maquinaria y herramientas, y de semiconductores no habrían podido sobrevivir ante la competencia de las empresas extranjeras, ni habrían sido capaces de avanzar tecnologías emergentes.
De hecho, el líder de la actual revolución conservadora, Newt Gingrich, también se ha destacado por la concesión de subsidios federales a sus ricos electores, mientras se dedica a advertir a niños de siete años sobre el demonio de "la dependencia de los programas de asistencia social". Semejante es la situación en el ámbito internacional. Los principios operativos han cambiado poco a lo largo de los siglos: los sectores pobres e indefensos han de atenerse a las duras reglas de la disciplina del mercado, pero los ricos exigen la protección y las subvenciones de un estado que pretenden controlar.
Si bien los efectos de estas políticas son patentes en las sociedades privilegiadas, es en el Tercer Mundo donde se registran con la mayor de las crueldades, en particular en lo que concierne a los elogiados milagros económicos.
El caso más reciente es México, donde la mitad de la población carece de una alimentación mínima, mientras el empresario que controla el mercado del maíz figura en la lista de los multimillonarios mexicanos, categoría en la que este país ostenta una gran marca. Los inversores extranjeros obtienen cuantiosos beneficios y si surgen dificultades pueden echar mano de las ayudas del Estado.
Los costos y riesgos se colectivizan y los beneficios se privatizan en el aclamado sistema de la libre empresa. Una y otra vez, los intentos de escapar de este sistema provocan reacciones de violencia y asfixia económica, justificadas con pretextos que no aguantan ni el más mínimo de los análisis.
El problema del hambre es sólo una manifestación del funcionamiento de un sistema económico que no permite que extensos recursos lleguen a la población en general, ni que los trabajadores desempleados realicen tareas necesarias. Estos crímenes no son el resultado de leyes sociales misteriosas, sino de decisiones humanas tomadas desde instituciones que aún no se han presentado a la prueba de la dignidad. Si no la aprobasen, podrían ser reemplazadas por otras más libres y justas, como se ha hecho tantas veces en el pasado.