Carta a las iglesias, AÑO XVIII, Nº415-416, 1-31 de diciembre, 1998

 

Meditación sobre Navidad, 1998

 

Qué significa hoy "Navidad" y celebrarla es quizás la cosa más sencilla del mundo, pero también la más difícil. Es fácil porque recordamos el nacimiento de un niño y celebramos la vida, y no hay nada que desencadene mejor el gozo y nobles sentimientos como el nacimiento de la vida. Los cristianos vieron desde el principio en ese nacimiento la aparición de Dios en nuestro mundo: "ha aparecido la benignidad de Dios". Pero es también difícil porque el "consumismo" ha hecho irreconocible el valor primordial y el gozo de la vida, y pretende sustituirlo por cosas –muchas veces artificiales y comercializadas–, que sólo tocan la superficie y no llegan al fondo de las cosas. "Navidad: vacaciones y regalos". Para celebrar así la navidad no se necesita en absoluto de un "niño" llamado Jesús.

Junto a esta conocida dificultad existe otra más profunda. Ese niño, llamado "Jesús", llegó a ser un ser humano concreto, el que expresa el anhelo de lo que queremos ser. A veces suelen pensar los creyentes -y aquellos cuya fe está rodeada de oscuridad- que lo más difícil de aceptar en Navidad es que Jesús fuera "Hijo de Dios" –dificultad totalmente comprensible. Pero la dificultad más aguda en nuestros días bien pudiera ser aceptar que en él ha aparecido el ser humano verdadero. Y eso es precisamente lo que comienzan a contar los relatos de Navidad.

Para empezar, el nacimiento de Jesús acaece en medio de la pobreza: en un establo, entre pastores... Estos relatos, que suelen leerse con cierta ingenuidad, no debieran ser tan fáciles de aceptar porque hasta el día de hoy siguen describiendo la realidad de nuestro mundo. Al recordar hoy la pobreza de Belén, no se trata principalmente de fomentar una espiritualidad o una ascesis, sino que se trata de mencionar la realidad más real de nuestro mundo actual. Estamos acostumbrados a pensar que el nacimiento de Jesús en la pobre Belén expresa la condescendencia inigualable de Dios, como si Dios hubiese hecho una formidable excepción al nacer en un pesebre para mostrar su gran amor hacia nosotros. Pero no es así. Belén no es la excepción, sino que es lo normal en nuestro planeta llamado Tierra.

Todos los años publicamos el Informe de las Naciones Unidas de cómo está la riqueza y la pobreza, qué es lo normal y qué es la excepción, es decir, cuál es la realidad de nuestro mundo. Pues bien, según ese informe Belén no es la excepción. Cuatro mil millones de seres humanos viven en pobreza y muchos de ellos en extrema pobreza. 1,300 millones de seres humanos tienen que vivir al día con menos de un dólar. Es lo que don Pedro Casaldáliga llama "una macroblasfemia".

El Belén de entonces y el actual Belén planetario, globalizado, divide a nuestro mundo. Nos hace la pregunta de si vivimos en la realidad o en la excepción, y el huracán Mitch lo ha vuelto a poner en claro: han muerto, han desaparecido, han perdido lo poco que tenían, los de siempre, los pobres. Por ello, lo primero que hace "Navidad" es preguntarnos si somos seres humanos "reales", o islas "artificiales"; si queremos vivir dentro de la familia humana o si la queremos dividir en varias especies: la especie de los que dan la vida por supuesto –minorías en la humanidad– y la especie de los que lo que no dan por supuesto la vida. Cuando el 24 de diciembre visitemos al niño Dios preguntémonos si "somos reales" en este mundo o si al menos "queremos ser reales", vivir y compartir en la familia de los privilegiados de Dios, los pobres.

El niño creció y en él se mostró lo realmente humano. Dicho en pocas palabras, lo humano apareció como honradez y verdad, anunciando a unos la buena nueva y denunciando a los que acaparan la vida para sí. Apareció como compasión, misericordia y justicia, como el buen samaritano, cuyas entrañas se remueven y le llevan a actuar para sanar a las víctimas del camino. Apareció lo humano como fidelidad hasta el final, caminando entre el gozo de que "los pequeños han entendido a Dios" y "el llanto y los gemidos ante Dios" en el huerto de los Olivos. Apareció lo humano como entrega de la vida, dando de sí y dándose a sí mismo. Por último lo humano apareció como solidaridad y fraternidad: "Jesús no se avergüenza de llamar hermanos" a los demás hombres y mujeres, como dice bellamente la Carta a los Hebreos.

Ver junto todo esto en un ser humano: justicia y compasión, verdad y entrega, es muy difícil. También es difícil encontrarse con quienes ven hermanos y no adversarios en los demás, con quienes aprenden de los pequeños y no los desprecian, en una palabra, con quienes sienten cariño a los pobres y débiles. Por ello Navidad no es sólo un gran milagro: "ha aparecido lo humano que todos anhelamos", sino que es una buena noticia: "es posible ser humanos, fraternos, solidarios".

Esto es lo que dice Navidad, aquí en El Salvador, entre tragedias como el Mitch y la solidaridad que ha generado, entre anhelos de justicia en el caso del señor Pinochet o del asesino de Monseñor Juan Gerardi y las triquiñuelas y trampas para encubrir la verdad y mantener la impunidad. En este mundo, apareció lo verdaderamente humano, verdadero eu–aggelion para todo hombre y mujer de buena voluntad. Para los creyentes, y para los que a tientas buscan el misterio de Dios es también una buena noticia que en ese Jesús "ha aparecido Dios".

Y una palabra final. Esos relatos de hace dos mil años pueden iluminar nuestra mirada también en nuestros días. Según el designio de Dios "la navidad no ha terminado". Hoy también hay hombres y mujeres que siguen revelando lo mejor de lo que somos y podemos ser. En El Salvador recordamos en este mes de diciembre a cuatro magníficas mujeres norteamericanas, tres de ellas religiosas y una laica. Trabajaban en Chalatenango y en La Libertad. Pasaron haciendo el bien y al final mostraron el mayor amor. Es la "Navidad", el nacimiento de lo humano en nuestros días. Y también es la aparición de lo divino. De ellas puede decirse lo que tantas veces hemos dicho de Monseñor Romero: "con ellas Dios pasó por El Salvador". Es el nacimiento en la historia de ese misterio de amor que es Dios.

Sin embargo, para aceptar todo esto tan bello hay una última dificultad. "Navidad" y el Jesús que nace, las cuatro mujeres norteamericanas, Monseñor Romero y tantos otros y otras son, en definitiva, referentes de un pasado al que quedamos remitidos. Son gracia, y no conquista nuestra, son lo que se nos da como regalo, sin que puedan comprarse en ningún supermercado ni conseguirse tras ninguna negociación. Y resulta que hoy se nos predica otro evangelio: el evangelio de un presente sin raíces, sin personas del pasado a quienes invocar, y el evangelio del pragmatismo, sin gratuidad ni esperanza. Quizás esté aquí la mayor dificultad para celebrar Navidad como Dios manda.

 

* * *

 

En este número no vamos a hablar ya de Belén ni del niño Dios, pero vamos a recordar buenas noticias que nos humanizan y nos acercan a Dios. José Ignacio González Faus escribe un poema a María Inmaculada, es decir, a una María que no cayó en la mentira, en el egoísmo ni en el desprecio, sino que vivió en la verdad, la justicia y el cariño a los oprimidos. Monseñor Urioste nos recuerda, dieciocho años después, a las cuatro mujeres norteamericanas, cuyos rostros sonrientes han dado la vuelta al mundo. Dos jóvenes estudiantes de la UCA recuerdan el impacto de la vigilia de los mártires. Eduardo Galeano nos lleva más allá de Pinochet a la inmunidad de los imperios -como Jesús, desenmascara a quienes ponen cargas intolerables sin mover ellos un dedo. El obispo Javier Osés nos recuerda que "lo nuestro no es tan nuestro como pensamos", y el canciller cubano ofrece solidaridad a las víctimas del Mitch. Después -lo llamamos "las esperanzas de Navidad"- Leonardo Boff nos habla de lo incondicional del amor, don Pedro Casaldáliga pide compasión para este mundo y el perdón de la deuda, y Rigoberta Menchú canta a la vida. Por último, nos llega, con algo de retraso, el grito de Riobamba: laicos y laicas, teólogos y religiosas, sacerdotes y obispos recuerdan los treinta años de Medellín y los diez años del fallecimiento de Monseñor Proaño. Es un grito y un clamor por volver a la Iglesia de los pobres, la de los campesinos, la de indígenas y afroamericanos, la de los mártires. Y también es un canto a esa misma Iglesia de los pobres que sigue haciendo presente a Dios y a Jesús entre nosotros. Es la celebración de Navidad a lo largo de la historia.

 

 


 

Augusto Pinochet

 

'El "caso Pinochet" en El Salvador

  La detención de Augusto Pinochet por las autoridades británicas, a pedido de la justicia española, causó revuelo en diversos ámbitos de la opinión pública nacional e internacional. Como corolario, la Cámara de los lores consideró sin validez la inmunidad diplomática de la que presuntamente gozaría Pinochet, en su calidad de senador vitalicio, y que le hubiese permitido evadir cualquier posibilidad de juicio por los crímenes cometidos desde que encabezó el golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende, en 1972. La lección dada por la justicia internacional es clara: nadie que haya cometido crímenes de lesa humanidad amparado en los poderes del Estado puede darse por seguro, no importa el status civil o político que haya adquirido después de haber cometido, amparado o propiciado la ejecución de asesinatos, torturas o desapariciones.

En El Salvador, el "caso Pinochet" ha dado pie a las más diversas lecturas. No cabe duda de que quienes en nuestro país han estado involucrados, desde el aparato estatal, en asesinatos, torturas y desapariciones saben que todo lo que hagan para borrar las huellas de su pasado será siempre insuficiente para librarse de la amenaza de verse enjuiciados por los crímenes cometidos.

Ciertamente, hasta ahora han salido bien librados, pues, por las traiciones propias de la memoria histórica salvadoreña y por los espacios que no sin cierta dosis de complicidad se les han abierto, los criminales de guerra salvadoreños se han "reconvertido" a la democracia sin mayores complicaciones. Eso les ha permitido no sólo encubrir cínicamente su pasado, sino también presentarse como adalides de los valores y virtudes democráticas. Pareciera como si ellos y los asesinos de las dos décadas pasadas fueran personas distintas, no sólo por el cambio en los gustos en el vestir –antes usaban uniforme; ahora no dejan el saco y la corbata–, sino también por lo multifacético de su actividad –antes eran profesionales de las armas y, a lo sumo, diplomados del estado mayor; ahora son analistas políticos, periodistas, ensayistas y licenciados.

Sin embargo, pese a esa reconversión, sus crímenes no han sido debidamente castigados. En El Salvador, en las dos décadas pasadas, hubo miles de asesinatos, torturas y desapariciones, para cuya ejecución sus autores materiales e intelectuales se valieron de los instrumentos del Estado. Los responsables de esos crímenes deben ser enjuiciados fuera o dentro del país; ellos lo saben, al igual que saben –o deberían de saberlo por el "caso Pinochet"– que cuando llegue ese día de nada valdrán honores, títulos o reputaciones obtenidos para hacerlos que respondan por sus actos de terror y muerte.

¿Venganza? ¿Necedad? ¿Renuencia a la reconciliación? No; imperio del derecho y la justicia. Que quienes cometieron crímenes de lesa humanidad en nuestro país paguen por ello es una exigencia absolutamente legítima, que debe ser planteada no sólo por las víctimas o sus familiares, sino por todos los que, aunque no hayamos padecido el terrorismo de Estado, queremos una sociedad fundada en el respeto de la dignidad humana y el imperio de la legalidad. Ya es tiempo de que los salvadoreños encaremos con realismo el pasado; que nos atrevamos a examinar críticamente las épocas oscuras, sin temor y con el deseo sincero de conocer la verdad. Como fruto de ese examen, saldrán nombres de personas e instituciones que estuvieron relacionadas con crímenes horrendos, por los cuales no han rendido cuentas ante la justicia. Es responsabilidad de todos los ciudadanos salvadoreños –de todos y no sólo de las víctimas o sus familiares– exigir que se haga justicia.

Por todo lo dicho ya es tiempo de meditar con seriedad acerca de la validez de la tesis del "perdón y el olvido". A propósito del "caso Pinochet" no ha faltado quien la ha sacado a relucir, siempre con la intención de hacernos ver que estamos en una nueva fase de la historia salvadoreña en la cual conviene, si queremos vivir en paz y reconciliación, perdonar y olvidar. Sobre el "perdón" es necesario recordar a los que lo proclaman que sólo pueden perdonar las víctimas de los atropellos (muchas de ellas asesinadas) o sus familiares, y ello ha de obedecer a una convicción profunda; no a un eslogan publicitario. Pero, pese al perdón que puedan otorgar los que padecieron las acciones criminales, está el derecho y sus exigencias. Es al derecho y a sus exigencias que nos remitimos los que no tenemos que perdonar a los criminales de guerra salvadoreños. En otras palabras, el perdón tiene un valor moral, que no suple ni puede suplir el ejercicio del derecho: la víctima puede perdonar a su verdugo, pero ello no quiere decir que pueda eximirlo de ser juzgado según las leyes vigentes y de evitarle el castigo que pueda desprenderse de ellas.

Sobre el "olvido" cabe decir que no es una recomendación ni muy sabia ni muy práctica. En el ámbito social, olvidar es lo más absurdo que puede recomendarse por cuanto que es del conocimiento de su pasado –en sus luces y oscuridades– que un grupo humano saca fuerzas y enseñanzas para hacerle frente al presente y construir su futuro. Pero, por otra parte, por más que un grupo humano se empeñe en olvidar difícilmente lo puede lograr totalmente, por cuanto que rompería su hilo de continuidad con el pasado, desde el cual, lo quiera o no, ha configurado su presente. El pasado se puede manipular, se puede interpretar acríticamente, se puede empañar en aspectos relevantes, etc., pero nunca se puede olvidar, porque, aunque mal y tergiversado, se le recuerda. Más bien, de lo que trata es de recuperar críticamente ese pasado; de construir una "memoria histórica" coherente, sin triunfalismos, maniqueísmos o condenas infundadas, sino anclada en el realismo.

Un artista salvadoreño compuso una canción en la cual dice que El Salvador ha cubierto sus huellas de dolor con el perdón y el olvido. La composición se volvió un éxito popular y en los círculos oficiales fue bien recibida, pues expresaba, indudablemente sin que el autor lo quisiera, una visión de país muy conveniente para los intereses de quienes se resisten al examen crítico del pasado. En El Salvador ni se ha perdonado a los criminales de guerra ni se han olvidado sus actividades; tampoco se les ha juzgado y condenado.

 

Los problemas en Chile

  Once querellas judiciales y unos 200 juicios por abusos esperan a Pinochet en Chile luego de que su abogada en Londres admitió que daba las órdenes a su policía secreta. La última demanda, aún no aceptada, responsabiliza a Pinochet por crímenes contra 27 profesionales, incluyendo 5 muertos y otros 5 desaparecidos.

Pinochet podría ser citado a declarar en unos 200 procesos abiertos por violaciones de los derechos humanos durante su régimen de 16 años y medio.

La agilización o reapertura de esos juicios puede ser resultado de la declaración de una de las defensoras de Pinochet quien reconoció que él daba órdenes directas a una organización responsable de centenares de torturas, muertes y desapariciones.

Por su parte el gobierno (y la derecha de Chile) ha hecho todo lo posible para que Pinochet no sea extraditado a España. Y no está de más recordar este proceso que ha ido de mayores a menores exigencias. Se comenzó invocando la extraterritorialidad y la inmunidad de la que gozan jefes de gobierno. Se han invocado después consideraciones personales (edad y salud) –incluso la incapacidad psíquica del antiguo dictador para aguntar un juicio– y la compasión hacia un anciano. Se ha invocado la dificultad de que el juicio en España sea justo, dado el ambiente. Finalmente se ha concedido que Pinochet sea juzgado, pero en Chile.

Pero no han convencido las razones. Las leyes de extradición y la falta de inmunidad ante crímenes horrendos están vigentes en el derecho internacional desde hace 50 años, aunque no se haya hecho uso de ello. A las consideraciones personales se ha respondido con lo obvio: ¿qué compasión mostró Pinochet? Y, más a fondo, ¿qué compasión muestra ahora con sus víctimas? ¿Qué perdón pide? ¿Qué facilidades da para encontrar a los desaparecidos y reparar a los familiares de las víctimas?

En todo este largo y variopinto proceso, una cosa queda en pie. Ningún funcionario del gobierno de Chile ha negado lo que está a la base de todo: los crímenes, terrorismo y torturas de que se acusa a Pinochet. Las demás consideraciones pueden tener su peso, según los casos. Pero lo que no puede ni debe ocurrir es tratar las cosas como si "genocidios, torturas y terrorismo no hubiesen ocurrido". Eso es el fin de la humanidad.

Al escribir estas líneas (8 de diciembre) no se conoce todavía la decisión política del ministro británico del interior. Pero sea ésta cual fuere, algo ya ha quedado claro en la conciencia de la humanidad. La inmunidad total no es posible éticamente ni debe ser posible históricamente. Pinochet ha recibido ya una sanción moral internacional. Además de España, Francia, Suiza, Alemania, Bélgica, Suecia... han pedido, de una u otra forma, la extradición. El gobierno de Estados Unidos reconoce ahora que no manejó bien el tema de Pinochet y ha desclasificado –no sin hipocresía– documentos que lo inculpan. Además, ha comenzado un movimiento de pedir otras extradiciones de funcionarios (de Guatemala y El Salvador) responsables de crímenes semejantes. Por lo que toca a El Salvador, familiares de una médico francesa y de los jesuitas de la UCA pueden estar ya comenzando el proceso.

Lo hemos dicho muchas veces. Estas aberraciones humanas pueden terminar con un perdón, pero antes tienen que pasar por la verdad y la justicia –con su sanción–. De otra forma no habrá vida social verdadera en este mundo.

 

Pinochet y el gobierno de Estados Unidos

  La secretaria de Estado Madeleine Albright ha reconocido que Estados Unidos cometió serios errores en su política hacia América Latina en años pasados. Ahora el gobierno se está esforzando por corregir los errores y está publicando documentos secretos, incluyendo aquellos que tienen que ver con Pinochet.

"La administración del presidente Clinton está llevando a cabo una revisión de los documentos que pueden echar luz sobre las violaciones de los derechos humanos durante la era de Pinochet en Chile... Muchos de nosotros miramos atrás y nos damos cuenta que se cometieron serios errores en la política hacia América Latina".

La señora Albright pronunció estas palabras respondiendo a la pregunta de una estudiante de la Universidad de Emory, Atlanta, sobre la Escuela de las Américas, que funciona en el estado de Atlanta y en la que se entrenaron militares latinoamericanos que han sido acusados de torturas, desapariciones y asesinatos.

 

 


 

No macular la Inmaculada

 

J. I. González Faus

 

Perdónanos, María, por tanto como te hemos

desfigurado.

No fue mala voluntad sino fruto del cariño.

Pero así somos los hombres: que parece

que no podemos querer si no es configurando al otro

a imagen de nuestros pequeños deseos.

 

* * *

 

Así te hicimos Reina

a Ti, que cantabas a Dios porque derriba

los poderosos de sus tronos.

Te atiborramos de alhajas

a Ti que nunca llevaste más brillo

que el de tu propia limpieza,

–sólo para bendecir esas joyas que nunca deberían

llevar nuestras mujeres–.

Te hicimos aparecer a unos y a otros

para condenar revoluciones y afanes de progreso,

a Ti que callabas siempre y sólo hablaste una vez

para pronunciar las palabras más subversivas de la historia.

Te dedicamos congresos y homenajes

cuyo único objeto parecía ser que no se hablase

de los temas vidriosos, incómodos, difíciles y vivos.

 

* * *

 

Compréndenos María: ¿puede un hijo

resignarse a saber tan poco de su madre?

De ti sólo sabemos que callabas,

que guardabas en tu corazón lo que no entendías1;

pero "estabas", allí, al pie de aquel patíbulo2

que recapituló todas las cruces de la historia.

Nosotros no entendimos tu silencio,

no supimos que él es quien te enseñó a decir "hágase"3,

y a alabar al Señor porque mira a los humillados,

y es el Dios de los pobres, y despide

vacíos a los ricos, los poderosos y los fatuos4.

Enséñanos al menos a creer en ese Dios, y en ningún otro,

ni aunque nos lo prediquen los ministros y la Iglesia;

y aunque esa fe nos obligue a decir "hágase" muchas veces.

 

* * *

 

Y perdónanos, Madre, si también te pedimos

que con todos tus nombres:

de Tepeyac, de Macarena o del Rocío,

de Guadalupe, el Pilar, o Tchestochowa,

vengas un día a devolver todas tus joyas,

para que no deformen tu pureza,

y sirvan a los pobres de la tierra.

Hazlo Tú, madre, porque quienes deberíamos hacerlo

no tendremos valor para ello, aunque lo pidan

los papas o la tradición de nuestra Iglesia.

 

* * *

 

Y a tantas mujeres, benditas contigo,

hermanas tuyas en tanta discreción no aparente,

en servicio callado, y en el dolor secreto,

libéralas por fin sin alharacas

y sin que introyecten modelos masculinos

como sus ideales de persona.

Y déjame cantar contigo que mi alma

glorifica al Señor porque te hizo.

(15.IX.98)

____________

1. Lc 2, 50–52

2. Jn 19, 25.

3. Lc 1, 38.

4. Lc 1, 51-53.

 

 


 

Cuatro Norteamericanas Asesinadas

 

A dos de ellas las había visto la última vez el 21 de noviembre. Trabajaban en la parroquia de la Inmaculada Concepción en el Puerto de La Libertad. Era el año en que 800 personas civiles por mes, eran asesinadas. Muertes, era lo que más producíamos. Había llegado al Puerto en mi vehículo. Era el día de nuestra Señora de La Paz. La Hermana Dorothy Kazel y Jean Donovan habían preparado una misa en Tamanique. El jeep de ellas me condujo hacia allá. Jean manejaba. En broma y en serio, en esa época de matanza deliberada y despiadada, el rostro totalmente gringo de Jean me infundía una mayor seguridad. Se lo dije y con una gran sonrisa dijo que me podía sentir muy seguro con ella. Diez días después ella y la Hermana Dorothy eran asesinadas. Con ellas las Hermanas Ita y Maura.

Alguien –semanas después– en el Departamento de Estado de Estados Unidos, su Secretario, Alexander Haig, llegó a decir que las Hermanas habían muerto en un fuego cruzado, siempre en el afán de la administración norteamericana de defender a toda costa al gobierno. Para acallar el clamor de los familiares y del pueblo norteamericano y por presión, no hubo más remedio que hacer una investigación que condujo a la condena de cuatro guardias nacionales. La cadena de responsables se tuvo que cortar ahí, porque más arriba no se podía continuar.

Son los únicos casos casi, que en el país se han medio descubierto judicialmente. Del resto de 60,000 salvadoreños asesinados jamás se sabrá nada, aunque se sabe, pero no legalmente. Sobre ese montón de cadáveres está construida nuestra "democracia".

Hay un libro, al menos, escrito sobre estas cuatro misioneras; lo prologa nada menos que Grahan Greene, el conocido novelista inglés. "Siento una profunda admiración por la sensibilidad con la cual este libro ha sido escrito, –dice Grahan Greene– ojalá Reagan lo leyera". Su autora es Ana Carrigan y lamentablemente no está traducido al español.

Ella ha ido a investigar cartas y escritos de las hermanas. "Todo el evangelio de Juan es sobre el amor y la razón para vivir es el amor y si nosotros podemos inspirar un poquito de amor, un poquito de calor y un poquito de preocupación y extenderlo al pueblo aquí, creo que es todo lo que podemos hacer… y de esta manera llevar a Jesucristo al pueblo". Así escribieron dos de ellas a sus padres.

Este próximo 2 de diciembre, celebraremos el 18 aniversario de su muerte. Desde el cielo, ellas seguirán pidiendo por este país que tanto amaron y que necesita tanto de gente como ellas.

 

Ricardo Urioste

 

(Tomado de Orientación,

29 de noviembre, 1998)

 

 


 

Ecos de la vigilia de los mártires: dos testimonios

 

Nos han enviado dos relatos sobre la vigilia de los mártires que publicamos a continuación. Lo central en ambos es recalcar el cariño que la gente –el pueblo– tiene a los mártires. Una vez más, desde abajo se aprecia la verdad de las cosas.

 

Siete años

 

Quince días han transcurrido desde el 14 de noviembre en que de un modo especial me tocó vivir una experiencia, para mi muy valiosa, y que dio paso a una transformación en mi manera de ver, sentir y recordar a mis hermanos jesuitas, mártires de la UCA, y sus dos empleadas.

Esta es una historia que tiene su inicio el mismo día en que llegué al noviciado. Aún recuerdo aquel encuentro con un cuadro que colgaba en una de las paredes del llamado "Pasillo de los Mártires" y que de alguna manera llamó mucho mi atención. De ellos nada sabía, y tampoco tenía del todo claro lo que significaba esta palabra "mártir". Fue a través de algunos hermanos connovicios salvadoreños que, conocedores de este hecho, me fueron informando de los detalles del suceso. Este fue mi primer contacto con lo sucedido a mis hermanos mártires Amando López, Ignacio Ellacuría, Juan R. Moreno, Joaquín López, Ignacio Martín–Baró, Segundo Montes y a sus dos empleadas, Elba y Celina aquel 16 de noviembre de 1989.

Desde entonces, muchas han sido las cosas que se han dicho y escrito sobre este tema. Muchos han sido los comentarios que me ha tocado escuchar; algunos cargados de simpatía, admiración, respeto, y otros no tanto. Cada uno habla de la fiesta según le fue en ella, y casos como éste no son la excepción.

Debido a la gran variedad de comentarios que sobre estos personajes se hacían, y como para mí eran desconocidos, acabé detestando todo lo que trataba sobre ese tema. El tema dejó de tener importancia y tampoco me interesó siquiera leer nada sobre ello.

Con esa actitud había vivido durante los siguientes siete años que llevo como jesuita, hasta que me tocó venir a vivir a El Salvador. Después de dos meses de estar asistiendo a clases de profesorado en teología en el Centro Monseñor Romero me tocó un segundo encuentro con aquellos personajes que siete años atrás había conocido por medio de un cuadro de pared y por los comentarios de mis compañeros.

Sin saber cómo ni por qué, quise saber algo sobre mis hermanos los mártires. Antes de iniciar las clases me di un paseo por el Museo y esta visita aumentó mi curiosidad. Al pasar por la recepción, vi los albumes de "fotos especiales" y les eché una ojeada. ¡Cuántas ideas pasaron por mi mente! Desde ese momento caí en la cuenta de tantas cosas, pero no voy a entrar en detalle. Sólo voy a decir con toda honestidad que fueron dos sensaciones simultáneas las que me invadieron.

Por un lado, sentí vergüenza de mí mismo por comentarios que en algunos momentos me atreví a hacer respecto de ellos, una inmensa pena al recordar lo que en muchas bocas había escuchado y sobre todo el poco agredecimiento a estos hermanos por la herencia que le han dejado a la Compañía centroamericana. Por otro lado se desataba una sensación de alegría, de orgullo, al saber que esos hombres que fueron capaces de llegar al extremo del amor: "dar la vida por los demás", dar sus vidas y su sangre para que el pueblo tenga vida, son mis hermanos. Pero dejemos este tema de lado y sigamos adelante.

Desde este momento me vino el deseo de que el día 16 de noviembre llegara pronto. Quería vivir por vez primera la celebración del aniversario de los mártires, en esa ocasión el noveno aniversario a celebrarse en la UCA. Quería saber en qué consistía esa celebración, cómo lo vivía la gente que a ella acudía. Trataba de hacerme una idea de lo que sería viendo lo que sucedía durante el Novenario, previo a la celebración final.

Sábado 14 de noviembre a las 2:00 p. m. Estoy listo, paseándome por las veredas de la UCA, no quería perder detalle. Me sentía como niño en feria. Antes de la procesión de Farolitos tuve tiempo para disfrutar de la belleza de las alfombras que, con gran dedicación y amor, elaboraban los estudiantes, en las que se hacía alusión a los mártires.

A las seis de la tarde se dio inicio a la procesión de los farolitos. Por una de esas casualidades de la vida me tocó llevar una cruz durante la procesión. ¡Dios mío, cuánta gente! A cada momento volvía la mirada hacia atrás tratando de hacerme una idea de cuántos eran. Imposible, la fila era tan inmensa que no se le veía el fin. Todos a coro cantando "Todavía Cantamos", fue realmente maravilloso.

De dónde salía tanta gente y por qué asistía con tanta alegría, fue la pregunta que me acompañó durante la procesión y lo que duró la Misa. Impresionante la cantidad de gente que se fue acumulando en aquel parqueo, que poco a poco se fue quedando pequeño. Los alrededores estaban abarrotados. ¿Cuántos eran en total? Unos dicen que ocho mil, yo creo que eran más. Pero lo hermoso de todo era aquella alegría con la que a coro daban gracias a Dios por sus mártires.

Para mí, esto era una confirmación de la presencia de Dios allí, en ese pueblo humilde y sencillo que se congrega para conmemorar el recuerdo de los que dieron su vida por su pueblo, fieles al Evangelio y que hoy son un signo de esperanza. No les importa la incomodidad, la posibilidad de la presencia de la lluvia, el sacrificio que significa venir de tan lejos. Esta es la fe del pueblo que no ve con los ojos de la razón sino que se deja llevar por lo que su corazón les indica: la capacidad de ver en nuestros mártires ese signo de esperanza y de los que se sienten orgullosos, pese a que muchos de ellos ni siquiera llegaron a conocerles.

Una vez terminada la Misa, y buscando satisfacer mi curiosidad, me fui a ubicar frente al Centro Monseñor Romero. Quería ver lo que sucedía allí, qué tipo de gente acudía a visitar el museo, el jardín y el cuarto de Elba y Celina. Este fue otro acontecimiento impresionante. No podía entender cómo podía entrar tanta gente en esa sala y con tanto orden. Conforme iban entrando, aumentaba el número de los que afuera estaban queriendo entrar. Y es que muchos se iban a colocar en torno al jardín, a orar, a dar gracias a Dios y a sus mártires, por la generosidad con la que derramaron su sangre y que allí reposa.

Qué encontraban allí no lo sé. Pero lo que sí puedo decir es que el nombre de cada uno de estos mártires ha quedado grabado en sus corazones, a los que, año tras año vienen a agradecer ese acto generoso por ellos realizado y que les hace volver la mirada hacia Dios, que les acerca a Dios, y a los que recordarán por el resto de sus vidas. Saben que la sangre por ellos derramada no ha sido en vano, ha dado y seguirá dando abundantes frutos en la construcción de esa nueva sociedad, más humana y justa.

Ha sido esta gente la que me ha hecho ver y entender lo que durante siete años no había podido, y ojalá, este encuentro que con esta realidad he tenido y que con mucha humildad agradezco a Dios, me ayude a valorar lo que mis hermanos Mártires le han regalado a la Compañía de Jesús, al pueblo salvadoreño y al mundo, y que el próximo año, cuando nuevamente volvamos a reunirnos para conmemorar su aniversario, podamos decirles "NO LOS OLVIDAMOS".

 

Hno. Melvin A. Otero, s.j.

 

Una vigilia ¿para qué?

 

Cuando en uno de esos pueblos rurales se da algún evento privado como la primera comunión de un niño, el casamiento o la muerte de un miembro de cualquier familia, la comunidad entera se siente partícipe y se suma a la celebración –la muerte se cuenta como celebración de vida–, haya sido formalmente invitada o no. La manera de participar es distinta: algunos cumplen con su sola presencia, otros aportando trabajo o "de su cosecha", en la mayoría de casos sin que se les haya pedido expresamente.

Haber crecido en un pueblo me ha dado la oportunidad de ser testigo de esta solidaridad primaria –primitiva tal vez, inocente, espontánea. Mi abuela y mi padre murieron, y el pueblo entero los veló, los rezó y acompañó sus cuerpos al cementerio. Ciertamente, su pésame no fue sólo patente en su compañía incondicional, sino que también decían "lo siento" con una olla de tamales, un cántaro de café, un canasto de pan dulce, sus propias manos y caras quemándose al menear incansables la masa de maíz y lo que hiciera falta.

En un pueblo, la falta de funerarias de lujo y servicios mortuorios especializados permiten personalizar estos acontecimientos y vivirlos con plena humanidad. En una ciudad este contacto se diluye entre protocolos, ramos y coronas, se oculta tras lentes oscuros de marca, trajes solemnemente negros y delicadas tarjetas de condolencias. No quiero con esta observación menospreciar la intensidad del momento, aun en situaciones distintas. Quiero, más bien, traer a escena las diferencias que revelan no el dolor –que perfectamente puede ser el mismo–, sino el sentido que la participación tiene para unos y otros. Son estos rituales los que develan la vida de los que se han ido y a quiénes afecta esta partida.

Hace nueve años, el día 16 de noviembre, con el amanecer llegó a mi teléfono una terrible noticia: seis padres jesuitas y dos de sus colaboradoras habían sido brutalmente asesinados por el ejército salvadoreño en la UCA. ¿Qué más se podía esperar?

Estos hechos han sido descritos ampliamente durante estos años. Lo que quiero describir aquí es lo que pasa en cada aniversario de esta atrocidad. La UCA convoca a toda la comunidad universitaria y al pueblo que consideró tan suya, como la UCA misma y la Compañía de Jesús, la pérdida de estas personas. El resultado es una celebración popular que recrea en el campus universitario el espíritu de cada uno de los pueblitos que acogen esa solidaridad primaria del pobre y sus ganas de estar presentes cuando se recuerda a los amigos y amigas que ya no están físicamente entre nosotros.

Este evento –que ya se ha convertido en parte fija del calendario de muchos– se conoce popularmente como "la vigilia de los jesuitas", una vigilia que gran parte del pueblo hace suya. Se inicia con la llegada de decenas de buses con gente de comunidades remotas y pueblos del interior del país, se hace una procesión de farolitos a manera de vía crucis, se pasa por todas las alfombras que entre estudiantes y comunidades realizan en homenaje a los mártires y se da espacio a las manifestaciones de solidaridad nacional e internacional.

Después de los rituales de la religión popular, se inicia una jornada de participaciones artísticas de todo tipo que duran hasta el amanecer. Así se describe la "vigilia" en su programa. Hay, sin embargo, un plano más importante y es el que hace de esta ceremonia lo que es: la convivencia y la entrega popular, las manifestaciones de la gente sencilla –más práctica que protocolaria–, la disposición de aguantar el desvelo y dormir si se puede y donde se pueda, con tal de estar en medio del clamor de justicia que se escucha en todo el conjunto.

En esta vigilia se puede sentir un pueblo que ha sido recreado en el centro de la urbe del gran San Salvador: olladas de tamales llegan de parte de decenas de comunidades cuya pobreza no merma su voluntad, galones y galones de café caliente, hombros y manos trayendo y llevando lo que haga falta, y ojos pendientes de que los mártires tengan un homenaje a la altura del pueblo que les ofrece su saludo esperando.

La vigilia es eso, una conjunción de causa y pueblo, de memoria y clamor, de espontaneidad y planificación. Es una fiesta a la manera del pueblo y para el pueblo, por lo menos para el pueblo que se siente parte de las acciones que trajeron la muerte a los jardines de la UCA hace nueve años.

Con todo esto no digo nada nuevo a los que han participado en alguna de las vigilias. La intención es rendir tributo a los que la hacen posible, y también responder a los detractores del sentir popular que, de la manera más despectiva, preguntan con resentimiento "una vigilia ¿para qué?". Pues para eso, señoras y señores. Para que les quede constancia, años tras año, de que hay un pueblo que se resiste a olvidar su propio modo de vivir las alegrías y tristezas, cuando las considera suyas de la manera más íntima y colectiva a la vez. Muy bien lo entenderían si algún 16 de noviembre se acercan a ver con sus propios ojos quién está y quién no, por qué ríen y cantan toda la noche y por qué no lloran y no se lamentan como deudos desesperados.

Una vigilia es para eso, para compartir lo más humano que nos queda, el dolor que nos une y la esperanza que nos mantiene constantes, para reafirmarnos amantes de la justicia y demandantes de verdad, para responder con una sonrisa de paz a sus vacíos cuestionamientos, producto de la ceguera y el resentimiento que puede suscitarles el darse cuenta de que no los olvidamos, que siguen vivos.

 

Elmer Menjívar

Estudiante de la UCA

 

 


 

La impunidad del imperialismo es mayor que la de Pinochet

 

Eduardo Galeano

 

Eduardo Galeano, el autor de "Las venas abiertas de América Latina" siempre tiene una palabra penetrante y lúcida. El 27 de noviembre, tras participar en el XIV Salón del Libro Infantil de la Juventud en Montreuil, París, afirmó, en forma de tesis, que "la impunidad del poder llega mucho más allá que la impunidad de los generales Pinochet o Videla o Massera, y se ejerce en la escala internacional por parte de las grandes potencias, que son las que manejan el negocio de la guerra". Hay que recordar que Galeano debió salir de Uruguay, hace más de dos décadas, perseguido por los militares, debido a su labor en la revista Brecha. He aquí, en forma editada, lo que dijo en París.

 

Persiste la inmunidad para el militarismo mundial

  "La impunidad del poder se ejerce en la escala internacional por parte de las grandes potencias, que son las que manejan el negocio de la guerra y son las que usan su estructura militar para garantizar la buena salud de un sistema enfermo. Es decir, a nadie se le ocurre cambiar el gobierno del dinero por el gobierno de las personas".

"Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China son los grandes proveedores de armas del mundo, y son los que tienen derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Ese es el caso más escandaloso de impunidad del poder que conozco en este fin de siglo".

"Desconfío cuando escucho hablar de paz a los señores de la guerra pues siempre hay alguien que gana dinero con estas tragedias y hace brillantes negocios con el dolor humano. Es muy revelador que el presidente Bill Clinton nos diga que el gran desafío que el mundo enfrenta en el fin de siglo es la conquista de la paz, mientras Estados Unidos vende hoy día el 45 por ciento de las armas que hay en el mundo. Además, Clinton lo pregona mientras gasta 75 millones de dólares en bombardear población civil en Sudán y Afganistán. Vivimos una especie de globalización del pánico que hace que la gente viva muy prisionera en todos los sentidos".

 

Democracias, Pinochet y el miedo al veto imperial

  "Las democracias latinoamericanas actuales se preguntan: ¿Qué podemos hacer o qué no podemos hacer? ¿Qué nos dejan hacer Estados Unidos? El miedo se ha impuesto en un sentido mucho más profundo, pues nuestra historia reciente es una larga historia de matanzas ocurridas a partir del veto imperial a las experiencias de cambio".

"Pinochet no surgió por generación espontánea. Fue la figura emblemática de mayor repercusión internacional, pero fue sólo uno de los muchos dictadores que América Latina padeció, en un momento en que el poder imperial necesitó afirmarse. No sólo fue en Chile, sino también en Uruguay, Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia, y, muy especialmente, en Guatemala, el país latinoamericano que más ha sufrido y que vivió bajo un larguísimo terror, donde, en los años 70, a los gobiernos democráticos Estados Unidos les impuso el "veto imperial".

"Todas esas experiencias de mugre y miedo, de horror institucional, de terror de Estado, tuvieron una sospechosa similitud, a partir de la necesidad de exterminar las fuerzas del cambio".

"Hay que entender que el proceso chileno, la dictadura sanguinaria de Pinochet, no fue la obra maléfica de un señor de colmillos largos que tenía sed de sangre ajena, sino el resultado de una operación de restablecimiento del poder que se desarrolló en escala regional".

"Las democracias han actuado gobernadas por el miedo; no sólo por el miedo al terror militar, sino por otro miedo mucho más profundo y más importante, que es el miedo al veto imperial".

 

Quitar inmunidad a Pinochet es bueno y humaniza

  "Lo ocurrido al ex dictador Augusto Pinochet con el desconocimiento de su inmunidad por los lores británicos es bueno para remover, para estimular, para sacudirnos un poco esta tendencia a aceptar la realidad como una fatalidad. La realidad puede ser cambiada, el mundo puede ser cambiado, la condición humana puede ser cambiada".

"Recibí el rechazo de la inmunidad del ex dictador con una alegría inmensa e inesperada. Es una buena noticia para quienes creemos en los derechos humanos y en la necesidad imperiosa de acabar con la impunidad del poder. Y es una mala noticia para los que aplauden la globalización del dinero, pero no les gusta que se hable de la globalización de los derechos humanos".

"Quiero recordar la anécdota de un amigo que me decía: '¡Ja! Qué va a ser cambiada la condición humana, si la condición humana es una mierda'. Yo le contestaba: 'bueno, estaremos mal hechos, pero aún no estamos terminados'. Como dice Rubén Blades, 'Sorpresas te da la vida… y a veces sorpresas buenas'. Siempre es bueno comprobar que la justicia existe, porque estamos acostumbrados a la injusticia y podemos caer en la tentación de confundirla con el destino".

"La actual bonanza económica que viven muchos países en América Latina, fruto de la estricta administración de los militares, dejó a las democracias que renacieron después de los ciclos de las dictaduras con una doble hipoteca. Las dictaduras condenaron a las democracias al pago de sus deudas y al olvido de sus crímenes".

"Por un lado, la deuda externa se multiplicó en los años del terror, y tuvo que ser pagada por las sociedades. Es el caso del apaleado que paga al palo que lo golpea. La otra hipoteca es como una amnesia obligatoria, la identificación de la justicia con la venganza y de la memoria con el desorden. Entonces, como nos lo han dicho y nos lo siguen diciendo las voces del poder, para que la democracia pueda marchar, tiene que olvidar. Lo que es una trampa, pues no se puede esconder la basura de la memoria bajo la alfombra".

"Esta impunidad, estimula al delincuente, pues cuando no hay castigo para el delito, el delincuente no sólo se siente estimulado en su tarea, sino que además contagia su ejemplo. Cuando el delincuente es el Estado, esto irradia sobre el conjunto de la población como el peor de los ejemplos".

"En este sentido, el caso de Pinochet es particularmente escandaloso. Primero, porque llegó a convertirse en un símbolo, y, segundo, por lo que sucede en Chile, donde una de las más importantes avenidas se llama "11 de septiembre" en homenaje al día del golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende en 1973. Hasta hace poco –porque afortunadamente ya no es así– se celebraba el 11 de septiembre como una fiesta nacional. Es decir, la democracia seguía celebrando como fiesta el día de su propio exterminio, además que Pinochet fue escandalosamente perpetuado por una Constitución que él mismo diseñó a su propia medida".

"Pero existe la esperanza porque, como sucedió en Argentina, donde ahora se encuentran presos Videla y Massera, algunos aspectos de sus crímenes no los borraron con las leyes del olvido, como es el caso de los niños secuestrados o adoptados luego del asesinato y torturas de sus padres".

"Otra razón para la esperanza es la siguiente. Hemos estado gobernados por el miedo en gran medida: por el miedo a la justicia, que se identificó con la anarquía, el caos, el desorden, en sociedades dónde el poder no tuvo ningún pudor en proclamar que la injusticia era el precio de la paz. Por eso, la noticia de la negación de inmunidad a Pinochet es un primer paso, aunque importante por ser en escala internacional, contra la costumbre de la impunidad y contra el miedo como fuente de poder".

"La democracia sólo puede caminar sobre el suelo firme de la justicia. Cuando una democracia es verdadera, con uniforme o sin él, estamos todos obligados a actuar en el Marco de la justicia y de las normas sociales que impiden que la democracia se traicione a ella, convirtiéndose en una trampa para la mayoría de la gente".

 

 


 

Impacto económico del "Mitch"

 

Una vez pasada la etapa de la emergencia resultante de la depresión tropical "Mitch", la atención se ha centrado ahora en sus implicaciones sobre el crecimiento económico y sobre la cuantificación de sus pérdidas. Tanto el gobierno como las gremiales empresariales pertenecientes al sector agropecuario han presentado ya sus cifras preliminares y el Presidente de la República, Armando Calderón Sol, ha presentado ya su propuesta para la reconstrucción de las zonas afectadas. Una evaluación preliminar postdesastre muestra con claridad que las dimensiones de las pérdidas bien pueden afectar seriamente el comportamiento de la producción y de otras equilibrios macroeconómicos. De hecho, así lo ha reconocido el Presidente Calderón Sol al anunciar su propuesta de reconstrucción. En este marco interesa revisar las estimaciones de pérdidas económicas para luego revisar las líneas generales del plan de reconstrucción anunciado por el Presidente Calderón Sol.

De acuerdo a datos recolectados por el Comité de Emergencia Nacional (COEN), los daños totales del desastre estarían cercanos a los 1,159 millones de colones, y las mayores pérdidas se han concentrado en los cultivos, en vías terrestres y en infraestructura escolar, respectivamente. Este estimado contrasta fuertemente con estimaciones de gremiales agropecuarias, quienes fijan las pérdidas en 1,400 millones de colones solamente en los cultivos de exportación, mientras que el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) fija las pérdidas en cerca de 800 millones de colones en el sector agropecuario. Esto implicaría que las pérdidas directas totales, fácilmente superarían los 2,000 millones de colones, cerca de un 2% del Producto Interno Bruto de 1998.

Según voceros del Banco Central de Reserva (BCR), para el próximo año se espera que el crecimiento económico alcance tasas de un 3.5% y no de 4% como se proyectaba a principios del año. De cara a las pérdidas de producción esta estimación podría incluso estar sobreestimada; sin embargo, aceptando esta cifra, se tendría que las pérdidas indirectas por reducción de la producción estarían cercanas a los 500 millones de colones. La situación será más drástica en el caso del sector agropecuario, el cual se esperaba que creciera 3.9% y solamente lo hará en un 0.2% en el mejor de los casos.

Frente a este panorama, el Director General del Presupuesto del Ministerio de Hacienda anunció que será necesaria una inversión cercana a los 11,800 millones de colones. Muy por encima de los 1,159 millones que se afirma alcanzaron las pérdidas. Por su parte, el Presidente Calderón Sol anunció la implementación de medidas concretas para proceder a la rehabilitación de las zonas afectadas, para lo cual se propone cuatro medidas generales: primero, la dotación de un "paquete solidario" para diez mil familias, los cuales comprenden materiales básicos para reconstrucción de viviendas, dotación de alimentos y enseres del hogar; segundo, se contempla la entrega de semillas, fertilizantes, aperos y asistencia técnica para cultivar tierras que "quedaron impregnadas de humedad"; tercero, estructuración de un fondo económico para el desarrollo agrícola; y, cuarto, la rehabilitación de la infraestructura vial.

El programa de atención del desastre pasaría, una vez cumplida la fase de rehabilitación, a la ejecución de un plan de reconstrucción con tres líneas principales: programa de viviendas populares incluyendo reubicación de asentamientos humanos hacia zonas de menor riesgo; reparación de escuelas, puestos de salud y red vial; y, finalmente, reconstrucción de la infraestructura productiva.

Lo primero que llama la atención de la propuesta presidencial es que incluye algunas medidas estructurales tendientes a la reducción de los desastres, tales como el fomento de la producción agropecuaria, reconstrucción de la infraestructura de salud y educación, y mejoramiento de las condiciones habitacionales. Estas políticas en realidad habían sido ya anunciadas en anteriores planes gubernamentales que nunca fueron ejecutados: el plan de desarrollo agropecuario y el plan de desarrollo social.

Cuando menos el discurso presidencial muestra que existe mayor comprensión sobre las verdaderas causas de los desastres y las formas de prevenirlos, pero es de lamentar que el retraso en la implementación de los programas de desarrollo anunciados hayan impedido iniciar desde antes la reducción de la vulnerabilidad. Los costos de la depresión tropical "Mitch" aún son objeto de debate, pero en cualquier caso justifican ampliamente la adopción de políticas de prevención que partan de la necesidad de ordenar el uso agrícola y promover la satisfacción de las necesidades básicas de la población más vulnerable.

 

CIDAI/UCA

 

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Palabras de Roberto Robaina, Canciller de Cuba

 

• Nuestro aporte es muy modesto, pero no ignoramos que el hecho de que lo realice un país pobre y con grandes dificultades económicas como Cuba, se convierte en un estímulo para todos.

 

• No puede haber reconstrucción y desarrollo económico sin un programa integral de salud.

 

• Con el programa que Cuba propone podrían salvarse cada año tantas vidas como las que se perdieron en el huracán Mitch.

 

• Cuba está dispuesta al envío inmediato y gratuito de 2,000 médicos a Honduras, Guatemala y cualquier otro país que lo requiera, de los afectados por el huracán.

 

• Cuba ofrece, además, 500 becas cada año para jóvenes centroamericanos que deseen estudiar Medicina en nuestro país.

 

• Si España decide participar en este programa, podríamos calificarlo como Programa Iberoamericano para el desarrollo integral de la salud en los países centroamericanos afectados por el huracán Mitch.

 

• Apreciamos con satisfacción cómo numerosos gobiernos, organizaciones y pueblos brindan de diversas maneras su solidaridad y apoyo a las naciones centroamericanas

 

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Lo superfluo no es tan nuestro como creemos

 

Hace unos tres meses leímos este magnífico texto de Mons. Javier Osés, obispo de una pequeña diócesis española, de espíritu y obra medellinescos. Lo publicamos ahora porque viene como anillo al dedo tras la tragedia del Mitch. "Y es que –son sus palabras finales–, por mucho que gritemos y hasta por mucho que las leyes nos defiendan, lo nuestro no es tan nuestro como creemos".

 

Intentar poner en cuestión lo que llamamos normalmente la propiedad privada es tan peligroso como tocar un cable de alta tensión. Casi nadie se atreve a decir que nuestros gastos superfluos son éticamente reprobables y cristianamente pecaminosos y que no podemos decir impunemente que tenemos derecho a ellos y que son una forma de injusta lesión contra quienes padecen grave necesidad. Y, sin embargo, hasta el sentido común más elemental y el razonamiento ético más sencillo nos confirman en la verdad de que lo superfluo no nos pertenece cuando hay personas en extrema o grave necesidad. Pero el individualismo exacerbado –que defiende con uñas y dientes "lo que es nuestro"–, parece que hasta ha hecho desaparecer lo que es voz clara de la recta conciencia.

Más aún, la idea de superfluo ha dejado de existir, porque lo superfluo, hoy, en nuestra sociedad de consumo se ha convertido en lo incuestionablemente necesario. Hemos encontrado razones para justificar cualquier gasto superfluo y para autoconvencernos de que no sólo no es superfluo, sino que es necesario. Lo caro está en la base de todo buen mercado y lo barato lo vamos dejando para los pobres de solemnidad o para algunas personas que todavía se sienten libres ante la invasión consumista. Y por este camino llegamos a la conclusión de que no podemos compartir nuestros bienes con los necesitados porque tenemos el convencimiento de que todo es poco para vivir hoy.

Es una gran verdad la de que quien no obra como piensa, termina pensando como obra. Vamos obrando arrastrados por el consumismo y terminamos por pensar, con absoluta naturalidad, que hasta vivimos en necesidad. Desde esta lógica, las injusticias de nuestro mundo, las terribles desigualdades sociales y las necesidades perentorias de muchas personas, no van con nosotros. Son otros los que deben preocuparse de ellas.

Ya no sabemos distinguir entre derechos mayores y de menor grado, entre nuestros derechos y los de quienes carecen de casi todo, porque lo nuestro, lo que tenemos y lo que echamos en falta para satisfacer nuestros deseos es el derecho primero y principal. Al menos, así obramos. Hemos olvidado la dignidad de todas y cada una de las personas, la igualdad esencial de todos y el que quienes padecen tan graves necesidades deben encontrar respuesta en quienes tenemos y, sobre todo, en quienes abusamos derrochando lo que ciertamente es superfluo.

Y es que, por mucho que gritemos y hasta por mucho que las leyes nos defiendan, lo nuestro no es tan nuestro como creemos.

 

Javier Osés,

Obispo de Huesca

 

 


 

Nuestra esperanza en Navidad

 

Terminamos este número navideño expresando algunas de las mejores esperanzas de los latinoamericanos: que desaparezca la muerte de la deuda y que triunfe la vida y el amor. De esto nos hablan en los siguientes comentarios don Pedro Casaldáliga, Leonardo Boff, Rigoberta Menchú, don Samuel Ruiz, Adolfo Pérez Esquivel y otros amigos y amigas entrañables.

 

 

La fuerza regeneradora del amor incondicional

 

Leonardo Boff

Gracias a Dios, la joven águila fue socorrida por un anónimo criador de cabras. Como buen samaritano, se detuvo en su camino. Se olvidó de sus quehaceres. Y se dejó conmover por el nido destrozado. Se apiadó del águila que parecía muerta, llevándola cuidadosamente a casa... En esos gestos tropezamos con la energía más fundamental que mueve todo el universo: el amor incondicional.

El amor incondicional es aquel que, como la palabra expresa, no pone ninguna condición para ser vivido. Ni condición de parentesco, ni de raza, ni de religión, ni de ideología ni de trabajo. Ama por amar. Entrégase a la energía universal que crea relaciones, genera lazos, funda comunión. Va al otro y reposa en el otro así como él es. Sin intención de retorno ni de recompensa.

El amor incondicional posee características maternas, siente compasión por el que fracasa. Recoge lo que se perdió. Y tiene misericordia con el que pecó. Ni el enemigo es dejado fuera. Todo es incorporado, abrazado y amado desinteresadamente.

Ese amor incondicional es profundamente terapéutico: fortalece al que es así amado, pues lo acompaña y envuelve en su caída, impidiendo que ésta sea completa e irremisible. No hay quien resista a la fuerza del amor incondicional. A causa de él todo es rescatable. Rompe sepulturas y transforma la muerte en resurrección.

El amor incondicional pone en movimiento un inmenso proceso de liberación (de carencias, de opresiones y de limitaciones de todo orden). Rescata el sistema de la vida en sus inter–retro–relaciones. Por eso, el águila, en la fuerza del amor incondicional del criador de cabras, recuperó los sentidos, los oídos, la voz, las alas, los movimientos, los ojos y, por fin, la capacidad de volar.

Ese amor liberador fundamenta el dinamismo que invade todo el universo y a cada ser. En el universo todos los seres existen y viven unos por los otros, con los otros, en los otros y para los otros. Nadie está fuera de esta relación incluyente. Más fundamental que el principio de supervivencia del más fuerte (Darwin) es el de la solidaridad–amor de todos para con todos (Bohr). Es ese amor–solidaridad lo que constituye la gran comunidad cósmica, terrenal y humana. Es él, el que da origen también al principio de la reciprocidad–complementariedad. Uno ayuda recíprocamente a otro a existir y a desarrollarse. Todos se complementan y crecen juntos: las especies, los ecosistemas y el universo entero.

El amor incondicional cree en las virtualidades latentes en cada ser. Nunca desespera en la confianza de que la propia naturaleza revele su energía regeneradora, de liberación de. Sabe por intuición que siempre sobra una llama que puede ser alimentada, una palabra que puede ser oída y una señal de esperanza que puede ser interpretada. Todos los sonidos, por más disonantes que sean, entran en la inmensa sinfonía universal.

Por otra parte, el entrelazamiento de todos con todos revela nuestra profunda indigencia y, al mismo tiempo, nuestra insospechable riqueza. Necesitamos de los demás para ser y para liberarnos. Paulo Freire nos dejó este legado: "Nadie se libera solo; nos liberamos siempre juntos". Tenemos una indigencia fundamental que nos hace mendigos de los otros. Por otra parte, somos portadores de una riqueza inagotable que nos hace donantes unos de los otros. Tenemos algo que dar y algo para contribuir, que solamente nosotros podemos ofrecer al crecimiento del todo.

Si negamos esta contribución, quedará un vacío que nadie llenará, frustrando el universo entero. Don Helder Cámara, el profeta de los pobres, no se cansaba de repetir en sus peregrinaciones por el mundo: "Nadie es tan rico que no pueda pedir, como nadie es tan pobre que no pueda dar".

 

(Tomado de su libro El águila y la gallina)

  

 

La deuda de la muerte

 

Pedro Casaldáliga

 

Nacer endeudado, vivir endeudado, morir endeudado, es el destino de todos los pobres del Tercer Mundo, el destino fatal de nuestra América. Y estar así endeudado, equivale a estar prohibido de la vida. La deuda externa es la muerte interna. En nuestra América la deuda se duplica cada diez años: y hoy, en 1998, alcanza los 700.000 millones de dólares.

Acabamos habituándonos a esa guerra total, la más mortífera de cuantas guerras registra la historia humana, la expresión máxima de la dominación internacional, el holocausto no sólo de un pueblo, sino de muchos pueblos, continentes enteros, de todo el Tercer Mundo. Guerra, dominación, crimen, por otra parte, cínicamente justificados por el derecho internacional; porque se trata de una deuda, y la deuda –dicen– es un deber y un derecho: "las deudas se pagan". Contestar la deuda externa –quieren enseñarnos– es ingenuidad política, fuga histórica, irresponsabilidad económica. Y seguimos pagando no la deuda, sino apenas sus intereses, el lucro de la mayor usura. Los pobres, somos los exportadores de capital para el primer mundo rico.

Nuestros políticos, las convenciones internacionales, la rutina sometida de nuestra sociedad, acaban haciendo de la deuda externa la verdadera constitución real de nuestros pueblos humillados. Por causa de la deuda no podemos hacer reforma agraria, no podemos atender la salud, la educación, el trabajo, la comunicación, la seguridad social, la vida… Somos el patio trasero del FMI, del BM…

Sin embargo, ya en el continente y en todo el Tercer Mundo, y en el primer mundo solidario también, el movimiento popular y los sectores consecuentes de las Iglesias, sin irresponsabilidad ninguna, y por principios de ética, y por la más elemental exigencia evangélica, vienen declarando conjuntamente que la deuda externa es inmoral: no se puede pagar, no se debe pagar. Más aún, el propio sentido común y una estadística honesta saben muy bien que ya hemos pagado esa deuda. Saben, además, que no la hicieron nuestros pueblos, sino nuestras dictaduras, nuestras oligarquías, nuestros políticos corruptos.

Si alguna intersolidaridad puede salvar nuestra América (y todo el Tercer Mundo) del colapso económico y social al que los mecanismos del sistema nos condena, ésa será la voluntad integrada, altamente latinoamericana, dignamente humana en última instancia, de no pagar la deuda externa.

Siempre será más ingenuo, más cínico, más suicida, pagar para ser muertos, para ver nuestros pueblos aniquilados por el hambre, por la enfermedad, por la violencia desesperada, por la marginación global.

La memoria del patriarca Proaño y su pasión por los pobres de la Tierra y esa vigilia del jubileo cristiano que estamos celebrando ya, nos convocan a una creciente, indeclinable actitud solidaria contra el pago de la deuda externa y por el pago de las deudas sociales de las que nuestros pueblos son acreedores.

Contra la deuda externa, la dignidad continental interna.

Contra el culto al dios de la muerte, la fidelidad al Dios de la Vida, y a sus hijos e hijas, todos nosotros, hermanos y hermanas.

 

 

Vida: Una cuestión de dignidad

 

Rigoberta Menchú

 

Nadie ha rechazado una vida digna. Sin embargo, depende mucho de las políticas económicas, de proponer y buscar el desarrollo social. Por ejemplo, en Guatemala, dentro de la firma del Tratado de Desarrollo y Paz, hay un acuerdo que se llama Apoyo Económico Agrario en donde se plantea la necesidad de crear un nuevo modelo de desarrollo donde la gente participe en la selección de programas que respondan a las necesidades más básicas y que debe estrechar una relación con las autoridades locales, con la agenda del Estado y con la política global.

  Es necesario que todos los entes de desarrollo y los entes políticos de educación generen nuevas experiencias, nuevas políticas basadas en los derechos ciudadanos, si queremos realmente afianzar un futuro. Si no hacemos esto, crecerá la delincuencia, crecerá como ya está ocurriendo la confrontación; realidades generadas por las políticas anteriores; crecerán muchas cosas más que serán inevitables. Lo más terrible es que cada vez que hay crisis nacional los afectados no son los empresarios –aunque les afecte de alguna manera– los afectados siempre son los más pobres, la población más indefensa, la juventud; son quienes sufren la carga de cualquier conflicto. Yo creo que si no reaccionamos frente a todo esto estamos también cometiendo errores con todo, con la naturaleza, con la vida, con el bienestar de la gente.

  Nuestro compromiso es con los más afectados, los más pobres. Impacta ver los rostros de gente desplazada a las calles urbanas, cada vez más es una peregrinación masiva, el desplazamiento de la juventud; ya no está creciendo normalmente en una zona porque no existen las comunidades reales; a ello se le suma la pérdida de valores.

  La pobreza genera muchos conflictos, por ejemplo, en el caso de Guatemala, no sabemos porque, hoy por hoy existe, por primera vez en la historia de este país, una inmensa cantidad de gente que muere de leucemia, incluso gente que muere instantáneamente, aún en el campo. Antes teníamos la idea de que estas enfermedades se vivían en las áreas urbanas o, por lo menos, los que nacimos en el campo entendíamos que teníamos una vida más sana.

  ¿Acaso es por la contaminación del aire?, ¿acaso es contaminación de las tierras?, ¿acaso se están usando productos químicos que consumimos todos los días?, ¿qué es lo que está ocurriendo que no hay una verdadera respuesta acerca de tantas enfermedades?

  La historia vamos a tener que reconstruirla, tener una mente más fuerte, reconstruir la esperanza, creo que los humanos nacimos con la esperanza, creamos esperanza y somos quienes debemos tener fe, la vida entera, no sólo en la vida humana y por lo tanto lo peor que podríamos hacer es no cultivar la esperanza, que por herencia humana la tenemos.

  En muchos años, por mi parte, soñé construir un país ideal, idealizar nuestros pueblos, nuestras comunidades, quería encontrar la justicia plena y en relación a esto trabajar incansablemente, pero muchas veces estas utopías se convierten como una larga lucha, se convierten en un anhelo inalcanzable, por eso es importante ver cómo encontramos propuestas que sean viables, que den resultados que sean compartidos por todos y por todas.

  

Premio Nobel de la Paz 1992

 

 

El grito de Riobamba

 

Desde estas alturas luminosas del Chimborazo, donde nos hemos reunido en el 10 aniversario de la muerte y resurrección de Leonidas Proaño, buen pastor que fue de Riobamba, queremos asociarnos al "grito de los Excluidos", y a las esperanzas de los pueblos de nuestro continente.

  Nos convoca ecuménicamente el Dios del Exodo y de la Pascua, que siempre escucha el clamor de su pueblo en los procesos de Liberación y de Vida. Y nos acoge, con fraterna generosidad, la iglesia local de Riobamaba, con su pastor a la cabeza, Mons. Víctor Corral.

  Con la memoria del patriarca de Riobamba celebramos también el 30 aniversario de Medellín, el 25 aniversario del Consejo Latinoamericano de Iglesias–CLAI y el 50 aniversario del Consejo Mundial de Iglesias–CMI. Y con todas las Iglesias del mundo nos preparamos para celebrar el Jubileo de la venida de Jesucristo.

  Durante estos días de aniversario hemos visitado las comunidades y hemos participado de los varios encuentros de indígenas, afroamericanos, agentes de pastoral y CEB, constatando en todos estos contactos la vitalidad de esta Iglesia tan proféticamente cultivada por sus pastores y tan protagonizada por el pueblo de los pobres.

  En esta hora jubilar, pues, queremos hacer nuestras las Grandes Causas que forjaron el alma y la acción de Mons. Proaño:

  – La opción por los pobres, nunca como hoy de comprometedora actualidad, porque ellos configuran –excluidos por el sistema neoliberal– más del 70% de Nuestra América;

  – Las luchas y la aportación alternativa de los pueblos indígenas (y también de los Pueblos afroamericanos), sobre todo en la defensa de la tierra y en la vivencia de la propia identidad cultural y autonomía social;

  – La comunidad, como expresión de la "comunicación y participación" fraternas en la Iglesia y en la solidaridad.

  – Y la solidaridad ente los pueblos y las iglesias de nuestra Patria Grande y con las Iglesias y pueblos de otros continentes… sobre todo del Tercer Mundo.

 

1. A partir de la opción por los pobres:

  – Denunciaremos incansablemente la iniquidad del neoliberalismo como mercado total, sistema de exclusión, idolatría del lucro y ecocidio incontrolado, así como el creciente armamentismo y el militarismo y paramilitarismo represores.

  – Conjuntamente con las voces que ya surgen en varias partes del mundo, denunciaremos esa nueva embestida perversa del anunciado Acuerdo Multilateral de Inversiones, AMI.

  – Lucharemos permanentemente por la abolición de la Deuda Externa, por el pago de las Deudas Sociales. Acumuladas contra la vida la dignidad de nuestros pueblos.

  – Reivindicaremos la reforma de las instituciones internacionales (ONU, FMI, BM, G–8) que privilegian a los países acumuladores y explotadores, y reivindicaremos también la reforma de las instituciones políticas, judiciales y sociales de nuestros Estados.

  – Apoyaremos con solidaridad efectiva los procesos de liberación y de paz y contra la impunidad y la violencia institucionalizada que se gestan en nuestro continente, particularmente en Guatemala, México, Colombia, Haití.

  – Estimularemos la participación corresponsable del pueblo en la política y en las varias manifestaciones del movimiento popular y de la ciudadanía.

  2. Pasaremos del ecumenismo de intenciones, discursos y gestos aislados al reconocimiento mutuo de las Iglesias depositarias, complementariamente de la verdad y santidad del único misterio de Cristo:

  – intentando superar ambiciones históricas y hasta disquisiciones doctrinales que no siempre tienen que ver con el Evangelio;

  – sirviendo proféticamente en la diaconía de "la justicia, la paz y la integridad de la creación";

  – dialogando también macroecuménicamente, con todas las religiones, mas específicamente con las religiones indígenas y afroamericanas, a partir de la fe en un solo Dios, en una sola familia humana, dentro de un espíritu de acogida y de conversión, autocrítico y crítico;

  – ayudando a superar las actitudes de centralización y autoritarismo de la Iglesia católica y de atomización de las Iglesias evangélicas;

  – reconociéndonos todos y todas en igualdad

  – por el bautismo y para el servicio del reino–, potenciaremos la participación adulta del laicado, y particularmente de la mujer, en las Iglesias, ejercida esa participación en los varios ministerios y en los puestos de decisión;

  – inculturando, a la luz del Evangelio y en la libertad del Espíritu, la liturgia, la teología y toda la pastoral;

  – construyendo día a día la Iglesia que soñamos como Pueblo de Dios, con la Biblia hecha vida, en las comunidades eclesiales de base, por las pastorales sociales, en la creatividad fiel al Evangelio y a nuestro tiempo y a Nuestra América…

  Queremos que éste sea el modo de vivir y ayudar a vivir, en nuestras respectivas Iglesias y países, el verdadero Jubileo permanentemente que instaura Jesús de Nazareth. Concretando así, más allá de cualquier conmemoración triunfalista y ocasional, lo que debe significar el Jubileo Bíblico en nuestros contextos sociales y religiosos: por una conversión personal y estructural de nuestras Iglesias y Sociedades, en la vivencia de la fe con coherencia e inculturadamente, en la convivencia fraterna de una paz con justicia y dignidad, en la satisfacción de las reinvindicaciones mayores de tierra, salud, vivienda, educación, comunicación y trabajo…

  Queremos salvaguardar la memoria histórica de nuestras iglesias y nuestros pueblos y nos sentimos responsables por una coherencia de siglos de luchas y de martirios que no podemos malversar.

Caminamos con muchos hermanos y hermanas que, en Nuestra América, en todo el Tercer Mundo y en el Primer Mundo solidario, contestan esperanzadamente el fatalismo del sistema único que nos quieren imponer. Y confiamos en la amorosa presencia del Dios de Jesús, libertador de los pobres, Padre–Madre de la familia humana.

 

Por la Iglesia católica: Samuel Ruiz

Por las Iglesias protestantes y evangélicas:

Federico Pagura

Por los teólogos: José Comblin

Por los pastoralistas: José Oscar Bcozzo

Por la vida religiosa: Magdalena Vandenheen

Por el laico: Adolfo Pérez Esquivel

 

Riobamba, Ecuador, 30 de agosto de 1998