Carta a las Iglesias, AÑO XIX, Nº418, 16-31 de enero, 1999

 

JUAN PABLO II EN MEXICO

 

Los clamores del pueblo latinoamericano

 

Medellín, Colombia, 1968. "Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte" (Pobreza de la Iglesia 2).

 

Puebla, México, 1979. "Desde el seno de los diversos países del continente está subiendo hasta el cielo un clamor cada vez más tumultuoso e impresionante. Es el grito de un pueblo que sufre y que demanda justicia, libertad, respeto a los derechos fundamentales del hombre y de los pueblos. El clamor pudo haber parecido sordo en ese entonces (en Medellín). Ahora es claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante (nn. 87ss).

 

México, 1999. Veinte años después, Juan Pablo II vuelve a México. En esos años han entrado en escena la época Reagan, la globalización, "el final de la historia", el neoliberalismo, el tratado de libre comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional..., todos ellos con discursos y promesas de salvación. ¿Y cuál es la realidad? Teniendo en cuenta la totalidad del continente, en 1997, con la excepción de Chile, en todos los países creció la ya intolerable pobreza. Y por lo que toca a México, éstos son los datos.

Juan Pablo II se ha encontrado con una población de 95 millones, de los cuales, según datos oficiales, 40 millones son pobres, mientras que según otros organismos sociales el número se eleva a 60 millones. De ellos 26 millones sobreviven en situación de extrema pobreza y requieren ayuda urgente –casi la mitad son indigentes–. Parece increíble, pero entre la primera y la cuarta visita del Papa se ha cuadruplicado el número de pobres.

En 1979, México vivía los efectos del auge petrolero, y una economía dirigida por el estado garantizaba a una gran parte de la población un acceso a los bienes básicos. Sin embargo, la ilusión se acabó con la caída de los precios del petróleo, y una enorme carga de la deuda que se elevó de 25 mil a 80 mil millones de dólares. En la década de los ochenta la crisis convirtió a la economía mexicana en una fábrica de pobres, y todo se aceleró con los procesos de transformación que generó la apertura comercial con el ingreso de México al GATT en 1986.

A este desastre social, como lo han reconocido muchas asociaciones, entre ellas la Iglesia, hay que añadir la corrupción escandalosa, que ha llegado a asesinatos de candidatos presidenciales, el narcotráfico, muy probable responsable del asesinato del cardenal de Guadalajara, y otros muchos males, cuyo símbolo bien puede ser Chiapas. La última barbarie tuvo lugar en Acteal el 22 de diciembre de 1997. Grupos oficialistas asesinaron a 45 indígenas.

 

Palabras de denuncia y esperanza

 

A este México y a esta América Latina llegó Juan Pablo II el 22 de enero. En sus cuatro días de estancia ha dicho muchas cosas. Ha hablado sobre Dios y sobre su creación. Ha hablado sobre la fe cristiana y sobre el mundo en que vivimos. Pero si hay que elegir alguna palabra suya, habrá que recoger aquellas que expresan el clamor del pueblo. Así habló en la homilía del 23 de enero:

 

"La Iglesia debe proclamar el Evangelio de la vida y hablar con fuerza profética contra la cultura de la muerte. Que el continente de la esperanza también sea el continente de la vida. Este es nuestro ruego: ¡Vida digna para todos! Para todos los que han sido concebidos en el vientre de su madre, para los niños de la calle, para los pueblos indígenas y los afroamericanos, para los inmigrantes y refugiados, para el joven privado de oportunidad, para el anciano, para aquellos que sufren cualquier clase de pobreza o marginación.

 

El tiempo ha llegado para erradicar de una vez por todas del continente todo ataque contra la vida. No más violencia, terrorismo ni narcotráfico, ¡No más tortura ni abuso de poder! Hay males intolerables que claman al cielo y llaman a los cristianos a una forma diferente de vida, a un compromiso social más acorde con su fe. Hay que poner fin al innecesario recurso de la pena de muerte y erradicar la explotación de los más débiles, la discriminación racial y los getos de pobreza".

 

Estas palabras son los clamores de los pueblos que recoge Juan Pablo II. Otras cosas se podrán decir y analizar –sobre ello volveremos–, pero lo que es indudable es que la claridad de sus palabras no tiene comparación, ni siquiera remota, con las palabras de ninguna otra institución o personaje de nuestro mundo (quizás sólo Fidel Castro hable en forma parecida). Naciones Unidas, con su Consejo de Seguridad, gobiernos, ahora prácticamente todos democráticos, Grupo de los Siete (los países más ricos del mundo), banca mundial, ninguna de estas instituciones hablan así. No recogen clamores, aunque den datos sobre pobreza y violencia. No ponen en palabra el increíble sufrimiento de la gente, aunque reconozcan algunos errores. No se les ve llorar cuando anuncian que sus políticas han aumentado en centenares de millones el número de pobres, y, por supuesto, no piden perdón. No se les ve con intención de conversión, aunque prometan cambios. En definitiva, no se les ve con voluntad de verdad, sino de seguir hablando, aunque las cosas sigan parecidas.

Esta actitud de los poderes mundiales explica algo importante de las palabras de Juan Pablo II. ¿Cómo es posible que en la ciudad de México una inmensa multitud (de uno a dos millones, el 24 de enero) se reúna a escuchar al Papa? Sociólogos y psicólogos habrá que lo analicen, pero en nuestra opinión quizás se pueda decir lo siguiente. Por un lado, está la conocida religiosidad del pueblo mexicano y el interés que genera la visita de un papa. Pero por otro, el pueblo mexicano y los pueblos latinoamericanos viven "como ovejas sin pastor". Se podrá añadir que muchas de las personas que escuchan a Juan Pablo II no cumplen siempre sus exigencias en materia de doctrina familiar y sexual. Se podrá decir que el impacto de su mensaje puede ser pasajero: una vez ido el Papa, todo sigue a su cauce de siempre. Y pensamos que hay mucha verdad en esto. Pero sigue en pie que le van a escuchar millones de gentes, y algo les tiene que decir.

 

"Todos los miembros de la sociedad mexicana son iguales en dignidad, pues son hijos de Dios y, por tanto, merecen todo respeto y tienen derecho a realizarse plenamente en la justicia y en la paz".

 

Más allá de la fundamentación religiosa de esa igualdad –que no tiene por que ser usada en discursos civiles, por supuesto– el Papa no dice nada nuevo, que no esté escrito en la constitución de muchos país y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y sin embargo para escuchar palabras como éstas, centenares de miles de personas soportaron el frío de la madrugada, cosa que no hacen para esperar a ningún otro líder. La razón sólo puede ser o que otros personajes no mencionan esa igualdad fundamental de todos los seres humanos, o que, lo cual es lo más frecuente, cuando lo hacen, no tienen ninguna credibilidad, porque su trayectoria y sus hechos no corresponden a sus palabras –y ni parece que ellos realmente creen y desean que todos seamos iguales.

Cuando un periodista preguntó por que iban a oír al Papa, un hombre dijo: "para que ya no haya una América con extrema pobreza". Y una mujer contestó: "Venimos por un mensaje a fin de que los mexicanos nos calmemos y que no haya tanta violencia y que los gobernantes se porten bien". No hay mucho análisis ni ideología en las respuestas, pero le atinan. Juan Pablo II parece generar un espacio social, en el que, al menos, pueda resonar la verdadera realidad de las cosas, no el encubrimiento, el engaño, la propaganda, la tergiversación. Y eso, de una u otra forma, genera esperanza.

 

Chiapas, don Samuel y los claroscuros de la Iglesia

 

También en estos veinte años ha habido cambios en la Iglesia de América Latina. La audacia de los obispos en sus cartas pastorales, la generosidad y el compromiso de las comunidades eclesiales de base, el primado de la Biblia –palabra de Dios y palabra del pueblo–, la teología de la liberación, la pléyade de mártires, han sido objeto de ataques abiertos de parte de los poderosos y también han sido objeto de sospechas de parte de la institución eclesial. Aquella Iglesia de los pobres, la de Juan XXIII, la del cardenal Lercaro y don Helder Cámara en el Concilio Vaticano II, la de Medellín y Puebla, no cuenta ahora con viento a favor, de parte de la institución, aunque siempre cuenta con el viento del Espíritu. Pero no significa esto que todo ha cambiado, pues por todas partes sigue presente la planta que germinó en Medellín. En la Iglesia mexicana un ejemplo de todo esto es Chiapas y don Samuel.

La explosión de Chiapas es uno de los símbolos más agudos del problema social del país, pero además se ha convertido en problema eclesial. Don Samuel Ruiz es obispo querido por los indígenas, cuya cultura y tierras ha defendido durante décadas. Por su credibilidad, ha sido el principal negociador en el conflicto. También se ha destacado en esa línea el obispo auxiliar don Raúl Vera López. Pues bien, ambos han recibido ataques y persecuciones.

Desde el punto de vista eclesiástico se quiso retirar a don Samuel, pero la irrupción de Chiapas lo detuvo. Muy recientemente, a comienzos de enero de este año, algunos obispos afirmaron que don Samuel había incurrido "en gravísimos errores doctrinales" al firmar –a nombre de la Iglesia católica– el documento llamado "El grito de Riobamba" (puede verse el texto en Carta a las Iglesias, números 415-416 pp. 18-20). La acusación es de tipo canónico, pues don Samuel no tendría capacidad para representar a la Iglesia católica, pero el problema de fondo es otro: la visión cristiana y eclesial que refleja el documento, y que está acorde con la actuación pastoral de don Samuel.

También este mes de enero han arreciado las críticas de los poderosos en Chiapas. Un grupo de empresarios, muy cercanos al PRI, ha pedido a Juan Pablo II que destituya a don Samuel, a quien acusan de promover la violencia entre los indígenas, de propagar la doctrina marxista y de incitar a la lucha de clases y de razas por todo el continente. Los propietarios de fincas, hoteles, restaurantes, y dueños de varios negocios han hecho ya varios viajes al Vaticano para intentar presionar a las autoridades religiosas para que lo destituyan. Y no hay que olvidar que su papel protagónico al frente de la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) le valió que el presidente de México, Ernesto Zedillo, le hiciera críticas como "teólogo de la violencia". Don Samuel Ruiz y don Raúl Vera han sido blancos de muchas agresiones físicas. La más importante fue el atentado fallido contra su vida el 4 de noviembre de 1997, perpetrado por el grupo paramilitar priísta Paz y Justicia.

Don Samuel es, pues, un símbolo de la Iglesia de los pobres, nacida en Medellín. Esa Iglesia hizo una opción por los pobres –y por cierto los pobres hicieron antes una opción por ella para ver si "en la Iglesia encontraban una liberación que no viene de ninguna parte"- y por eso siguen yendo a escuchar al Papa. Pero esa Iglesia de los pobres, al ir realmente al mundo a anunciar la gracia y a denunciar el pecado, introduce por necesidad el conflicto del mundo al interior de la Iglesia. Ese conflicto, comprensiblemente, no es deseado, pero de alguna forma es inevitable. Eso es lo que divide hoy a las iglesias, y sobre eso hay que tomar postura. Lo importante es caer en la cuenta de que ahí se juega la credibilidad de la Iglesia y su eficacia.

Preguntan algunos: "¿Cómo es posible que la Iglesia, con Juan Pablo II a la cabeza, tenga una doctrina social, un mensaje social tan vigoroso, y sin embargo tenga tan poco influjo para cambiar la sociedad, tenga tan poco influjo en las decisiones reales –no en la palabrería– de Naciones Unidas, la superpotencia que es Estados Unidos, y sus acompañantes, la banca mundial? ¿Cómo es posible que esto ocurra cuando Juan Pablo II es siempre extremadamente bienvenido y alabado por los gobernantes, y cuando es visitado por los dirigentes de la banca mundial?

Muchas razones se pueden dar para explicar esta situación. Parte de la respuesta es que el pecado del mundo, la injusticia estructural, la violencia institucionalizada –que denunciaba Medellín– y la mentira institucionalizada campean por todas partes. "La raíz de todos los males es la ambición del dinero", dice el Nuevo Testamento, y no han cambiado mucho las cosas en veinte siglos. Pero también la Iglesia tiene que pensar en su aporte a que la cosas no cambien como debieran.

Puesto en lenguaje esperanzado, quizás podamos decir lo siguiente. Si junto al vigoroso mensaje de Juan Pablo II se unifican, creativamente, no miméticamente, cartas pastorales serias, bien documentadas, de los episcopados locales, si se respaldan –en formas nuevas– lo central de las comunidades de base, de las antiguas asociaciones del clero, de la antigua CLAR y conferencias de religiosos y religiosas, de la teología de la liberación, si se reorientan los movimientos que hoy proliferan en la línea del compromiso, entonces la palabra del Papa no será sólo su palabra, por importante que ésta sea, sino una palabra que tiene tras sí el respaldo de comunidades y pueblos. Entonces la Iglesia estará en mejor disposición de recoger los clamores de los pobres y de ayudar, con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a darles una respuesta.

 

Una palabra final a los jóvenes

 

Terminemos por donde comenzamos. En la misa de los jóvenes, televisada a unos 600 millones de católicos americanos, Juan Pablo II instó a construir un mundo nuevo. El mismo papa se emocionó y se le escaparon las lágrimas. Y dijo estas palabras:

 

"Joven, debes comprometerte para que la verdad prevalezca sobre tantas formas de mentira; para que el bien se sobreponga al mal, la justicia a la injusticia, la honestidad a la corrupción. Padres y abuelos aquí presentes: a ustedes les corresponde transmitir a las nuevas generaciones arraigadas convicciones de fe, prácticas cristianas y sanas costumbres morales".

 

Juan Pablo II es llamado "peregrino de la paz". Ojalá le llamemos "peregrino de la justicia", y pongamos a producir sus palabras.

 

 


  

Exhortación Apostólica de Juan Pablo II

 

En México Juan Pablo II firmó la exhortación apostólica escrita después del Sínodo de las Américas. Es un texto largo, del que ahora citamos sólo unos breves párrafos en los que se describen realidades importantes de nuestro continente.

 

El fenómeno de la globalización. Una característica del mundo actual es la tendencia a la globalización. Desde el punto de vista ético, puede tener una valoración positiva o negativa. En realidad, hay una globalización económica que trae consigo ciertas consecuencias positivas, como el fomento de la eficiencia y el incremento de la producción... Sin embargo, si la globalización se rige por las meras leyes del mercado aplicadas según las conveniencias de los poderosos, lleva a consecuencias negativas. Tales son por ejemplo la atribución de un valor absoluto a la economía, el desempleo, la disminución y el deterioro de ciertos servicios públicos, la destrucción del ambiente y de la naturaleza, el aumento de las diferencias entre ricos y pobres, y la competencia injusta que coloca a las naciones pobres en una situación de inferioridad cada vez más acentuadas... ¿Y qué decir de la globalización cultural producida por la fuerza de los medios de comunicación social? Estos imponen nuevas escalas de valores por doquier, a menudo arbitrarios y en el fondo materialistas.

El peso de la deuda externa. Los padres sinodales han manifestado su preocupación por la deuda externa que afecta a muchas naciones americanas. Entre las múltiples causas que han llevado a una deuda externa abrumadora deben señalarse no sólo los elevados intereses, fruto de políticas financieras especulativas, sino también la irresponsabilidad de algunos gobernantes... Con el agravante de que sumas ingentes obtenidas mediante préstamos internacionales se han destinado a veces al enriquecimiento de personas concretas en vez de ser dedicadas a sostener los cambios necesarios para el desarrollo del país. Por otra parte sería injusto que las consecuencias de estas decisiones irresponsables pesaran sobre quienes no las tomaron.

La corrupción. La corrupción "sin guardar límites, afecta a las personas, a las estructuras públicas y privadas de poder y a las clases dirigentes". Se trata de una situación que "favorece la impunidad y el enriquecimiento ilícito, la falta de confianza con respecto a las instituciones políticas, sobre todo en la administración de la justicia y en la inversión pública, no siempre clara, igual y eficaz para todos". Son los pobres los primeros en sufrir los retrasos, la ineficiencia, la ausencia de una defensa adecuada y las carencias estructurales, cuando la administración de la justicia es corrupta.

Comercio y consumo de drogas. El comercio y el consumo de drogas son una seria amenaza para las estructuras sociales de las naciones en América. Esto "contribuye a los crímenes y a la violencia, a la destrucción de la vida familiar, a la destrucción física y emocional de muchos individuos y comunidades, sobre todo entre los jóvenes. Corroe la dimensión ética del trabajo y contribuye a aumentar el número de personas en las cárceles, en una palabra, a la degradación de la persona en cuanto creada a imagen de Dios".

Preocupación por la ecología. "Y vio Dios que estaba bien" (Gen 1, 25). Estas palabras que leemos en el primer capítulo del Génesis muestran el sentido de la obra realizada por él. El creador confía al hombre, coronación de toda la obra de creación, el cuidado de la tierra (Gen 2, 15). De aquí surgen obligaciones muy concretas para cada persona relativas a la ecología. Su cumplimiento supone la apertura de una perspectiva espiritual y ética, que supere las actitudes y "los estilos de vida conducidos por el egoísmo que llevan al agotamiento de los recursos naturales". ¡Cuántos abusos y daños ecológicos se dan en muchas regiones americanas! Baste pensar en la emisión incontrolada de gases nocivos o en el dramático fenómeno de los incendios forestales, provocados a veces intencionadamente por personas movidas por intereses egoístas. Estas devastaciones pueden conducir a una verdadera desertización de no pocas zonas de América, con las inevitables secuelas de hambre y miseria.

 

 


 

Exhortación Apostólica de Juan Pablo II

 

En México Juan Pablo II firmó la exhortación apostólica escrita después del Sínodo de las Américas. Es un texto largo, del que ahora citamos sólo unos breves párrafos en los que se describen realidades importantes de nuestro continente.

 

El fenómeno de la globalización. Una característica del mundo actual es la tendencia a la globalización. Desde el punto de vista ético, puede tener una valoración positiva o negativa. En realidad, hay una globalización económica que trae consigo ciertas consecuencias positivas, como el fomento de la eficiencia y el incremento de la producción... Sin embargo, si la globalización se rige por las meras leyes del mercado aplicadas según las conveniencias de los poderosos, lleva a consecuencias negativas. Tales son por ejemplo la atribución de un valor absoluto a la economía, el desempleo, la disminución y el deterioro de ciertos servicios públicos, la destrucción del ambiente y de la naturaleza, el aumento de las diferencias entre ricos y pobres, y la competencia injusta que coloca a las naciones pobres en una situación de inferioridad cada vez más acentuadas... ¿Y qué decir de la globalización cultural producida por la fuerza de los medios de comunicación social? Estos imponen nuevas escalas de valores por doquier, a menudo arbitrarios y en el fondo materialistas.

El peso de la deuda externa. Los padres sinodales han manifestado su preocupación por la deuda externa que afecta a muchas naciones americanas. Entre las múltiples causas que han llevado a una deuda externa abrumadora deben señalarse no sólo los elevados intereses, fruto de políticas financieras especulativas, sino también la irresponsabilidad de algunos gobernantes... Con el agravante de que sumas ingentes obtenidas mediante préstamos internacionales se han destinado a veces al enriquecimiento de personas concretas en vez de ser dedicadas a sostener los cambios necesarios para el desarrollo del país. Por otra parte sería injusto que las consecuencias de estas decisiones irresponsables pesaran sobre quienes no las tomaron.

La corrupción. La corrupción "sin guardar límites, afecta a las personas, a las estructuras públicas y privadas de poder y a las clases dirigentes". Se trata de una situación que "favorece la impunidad y el enriquecimiento ilícito, la falta de confianza con respecto a las instituciones políticas, sobre todo en la administración de la justicia y en la inversión pública, no siempre clara, igual y eficaz para todos". Son los pobres los primeros en sufrir los retrasos, la ineficiencia, la ausencia de una defensa adecuada y las carencias estructurales, cuando la administración de la justicia es corrupta.

Comercio y consumo de drogas. El comercio y el consumo de drogas son una seria amenaza para las estructuras sociales de las naciones en América. Esto "contribuye a los crímenes y a la violencia, a la destrucción de la vida familiar, a la destrucción física y emocional de muchos individuos y comunidades, sobre todo entre los jóvenes. Corroe la dimensión ética del trabajo y contribuye a aumentar el número de personas en las cárceles, en una palabra, a la degradación de la persona en cuanto creada a imagen de Dios".

Preocupación por la ecología. "Y vio Dios que estaba bien" (Gen 1, 25). Estas palabras que leemos en el primer capítulo del Génesis muestran el sentido de la obra realizada por él. El creador confía al hombre, coronación de toda la obra de creación, el cuidado de la tierra (Gen 2, 15). De aquí surgen obligaciones muy concretas para cada persona relativas a la ecología. Su cumplimiento supone la apertura de una perspectiva espiritual y ética, que supere las actitudes y "los estilos de vida conducidos por el egoísmo que llevan al agotamiento de los recursos naturales". ¡Cuántos abusos y daños ecológicos se dan en muchas regiones americanas! Baste pensar en la emisión incontrolada de gases nocivos o en el dramático fenómeno de los incendios forestales, provocados a veces intencionadamente por personas movidas por intereses egoístas. Estas devastaciones pueden conducir a una verdadera desertización de no pocas zonas de América, con las inevitables secuelas de hambre y miseria.

 

 


 

Crisis en la Fuerza Armada

La campaña de ARENA

 

 El problema en la Fuerza Armada

En los últimos días de diciembre de 1998 se suscitaron una serie de problemas en el seno de la Fuerza Armada, los cuales giraron en torno a las promociones y cambios de mando que tradicionalmente son anunciados cada fin de año. Los medios de comunicación no tardaron en caer en la cuenta de la situación por la que había pasado la institución armada y, tras haber efectuado las pesquisas correspondientes, revelaron datos que, en el contexto del proceso de democratización del país, no dejan de ser preocupantes. En síntesis, el problema se habría suscitado cuando el Presidente Armando Calderón Sol, tras rechazar los ascensos de dos coroneles a generales –ascensos propuestos por la Comisión Evaluadora de la Fuerza Armada– impuso, apelando a su condición de Comandante General de la Fuerza Armada, a otros dos candidatos, con los cuales, presuntamente, lo unen lazos de afecto y amistad.

Según las fuentes de prensa, la decisión del Presidente Calderón Sol generó un inmediato malestar en la oficialidad de la Fuerza Armada, la cual incluso habría discutido la posibilidad de un golpe de Estado. Si esto es cierto, las cosas son en verdad preocupantes, y no deben ser tomadas a la ligera. Ello pone de manifiesto que los militares no están cómodos con muchas de las decisiones que se toman desde la esfera política, sobre todo cuando esas decisiones afectan su estructura interna.

Ninguno de los involucrados en el problema ha señalado factores de otra naturaleza que no sean personales. Todo parece reducirse al empecinamiento del Presidente Calderón Sol en hacer prevalecer su decisión por encima de los mecanismos internos seguidos hasta ahora por la Fuerza Armada para regular las promociones de sus miembros. Pero a despecho de parecer alarmistas, no pueden dejarse de lado otros elementos, más de tipo político, en la crisis de la Fuerza Armada. No puede dejar de señalarse que los Acuerdos de Paz significaron una drástica reducción del poder militar en El Salvador. El estamento militar pasó de ser un actor político fundamental a ocupar un rol marginal en la vida política nacional. Ese cambio, aunque aceptado por los mandos castrenses, no ha dejado de estar acompañado de tensiones, resentimientos y añoranzas del pasado. Para la institución armada no ha sido fácil encontrar acomodo en un escenario en el cual las críticas a su desempeño en el pasado reciente han estado a la orden del día. A muchos militares les ha resultado difícil asumir y vivir con la idea de que, tras la firma de la paz, ellos fueron los grandes perdedores. Este aspecto no puede ser obviado a la hora de analizar la situación de la Fuerza Armada en la actualidad.

Que el Presidente Calderón Sol sea Comandante General de la Fuerza Armada no le otorga un poder absoluto para decidir a su antojo acerca de los destinos de ésta; al igual que su condición de Presidente de la República no le otorga un poder absoluto para decidir a su antojo sobre lo más conveniente para los salvadoreños. Las atribuciones que le competen en uno y otro cargo están reguladas por la ley, a la cual tiene forzosamente que sujetarse. La pregunta que queda en pie, entonces, apunta a si el Presidente Calderón Sol violó –yendo más allá de sus atribuciones constitucionales– las leyes que regulan las promociones en la Fuerza Armada o si su conducta se apegó a la legalidad. Si sucedió lo segundo, el Presidente Calderón Sol debe explicar claramente cómo y en qué sentido su comportamiento se apegó a las leyes. Si sucedió lo contrario, los militares afectados deben recurrir a las instancias judiciales correspondientes para enseñarle al Presidente Calderón Sol que es él el primero en estar obligado a cumplir las leyes. Como quiera que sea, el que ha salido peor parado es el primer mandatario. Los calificativos de soberbio, altivo y arrogante que le ha espetado el coronel Mariano Castro Morán se han visto confirmados en las declaraciones que aquél ha dado a los medios de comunicación en las que, sin tapujos, ha dicho que mientras sea presidente hará lo que se le antoje.

 

ARENA: el partido de siempre

Si algo ha caracterizado a ARENA durante los diez años consecutivos en que se ha mantenido en el poder, además de su falta de voluntad para dar respuesta a los problemas más acuciantes del país, es la prepotencia con la que líderes y correligionarios conciben al partido. No parece haber arenero que no considere a su instituto político como el mejor, el más indicado para todo y el único capaz de conducir los destinos de El Salvador. En consecuencia, la gestación al interior del partido oficial de una mínima dosis de capacidad autocrítica ha sido imposible.

Sólo la derrota de la que fue objeto en las elecciones de 1997 hizo posible que ARENA cayera en la cuenta de la necesidad de reformular sus posturas y replantear su actitud frente a la opinión pública. Sin embargo, la lección de aquellos comicios no caló lo suficientemente hondo en las mentes de los líderes areneros. Si bien en aquel entonces reconocieron que ARENA necesitaba cambiar internamente, los únicos cambios que estuvieron dispuestos a llevar a cabo fueron la recomposición del Comité Ejecutivo Nacional (COENA) y la designación de Alfredo Cristiani en la presidencia del partido.

Muy equivocada se encontraba la dirigencia arenera si creía que modificar la institución partidaria significaba únicamente llenar de caras nuevas la cúpula, poner al cada vez más debilitado Cristiani al mando y designar a un candidato presidencial con apariencia de moderado. Nada de eso ha hecho que ARENA deje de ser lo que siempre ha sido: un partido interesado en gobernar para satisfacer los intereses económicos de quienes lo integran y dispuesto a todo con tal de cumplir con sus objetivos –por lo demás, en nada coincidentes con las necesidades de la nación.

Muestras palmarias de lo anterior se han encontrado a la orden del día en la actual campaña electoral. En primer lugar, puede citarse el caso del trunco proyecto de alambrado eléctrico de la carretera a Comalapa. Al respecto, una investigación periodística realizada por El Diario de Hoy dejó claro que la suma que planeaba destinar el gobierno de Calderón Sol para iluminar la autopista hacia el aeropuerto era estrafalaria; de hecho, no correspondía con el costo real de la obra. No es difícil deducir hacia dónde se hubieran desviado los fondos restantes del proyecto, especialmente si se tiene en cuenta la habilidad que ha demostrado la administración arenera para usufructuar los recursos del Estado en beneficio de su partido.

En ese sentido, conviene recordar primero, la millonaria campaña contra el FMLN financiada, debido a una orden directa del ejecutivo, por el Ministerio de Educación y llevada a cabo justo en el preelectoral año pasado; segundo, la incesante propaganda que, ante la mínima oportunidad, el actual Presidente de la República ha venido realizando de sí mismo –la instalación de un acueducto o la inauguración de un parque ameritan, de acuerdo al criterio de este gobierno, innumerables campos pagados en los diferentes medios de comunicación–; y, tercero, la burda manipulación política que hicieron Calderón Sol y su esposa de la entrega de los donativos internacionales para los damnificados a causa del "Mitch".

En segundo lugar, cabe mencionar la participación de los empleados del Centro Nacional de Registros (CNR), durante horas laborales, en el primer mitin de ARENA en San Salvador. El hecho no hubiera revestido mayor gravedad de no haber sido funcionarios públicos quienes, con el completo aval de sus superiores en el Ministerio de Justicia, se tomaron la tarde libre para participar en el evento proselitista. En recientes declaraciones al respecto, el magistrado del Tribunal Supremo Electoral (TSE) Félix Ulloa expresó que las leyes electorales contemplan incluso la cancelación de un partido si se comprueba que éste ha utilizado para su propaganda cualquier medio de difusión que esté bajo la administración del Estado.

Sin embargo, lo más probable es que la vergüenza que Francisco Flores, candidato presidencial de ARENA, manifestó sentir por lo ocurrido baste para que los magistrados del TSE decidan olvidar el asunto. Así lo hicieron con la demanda interpuesta por el FMLN en contra del partido oficial por estar utilizando en sus folletines la bandera del principal instituto político izquierdista. Como era de esperarse, el TSE falló a favor de ARENA en ese caso, declarando que el folleto no constituía propaganda y que, por tanto, no violaba la ley electoral. Como ya se vio claro en el proceso electoral del 97 –y en el respaldo incondicional que en los últimos años se le ha dado al PDC–, en el TSE todo tiende a inclinar la balanza a favor de ARENA.

En tercer y último lugar, no se puede dejar de señalar la renuencia que sistemáticamente ha mostrado "Paco" Flores a participar en debates con sus contendientes políticos. Lo más cuestionable de su negativa son los motivos con los cuales dicho candidato pretende justificarla: que todavía no ve claro cual es la segunda fuerza política del país, que ninguno de los demás partidos ha presentado aún su plataforma gubernamental, que él tiene que terminar de presentar la suya antes de aceptar debatirla.

 

 


 

Mensaje para la Paz de Juan Pablo II

El siglo XX y los Derechos Humanos (II)

 

P. Fco. Javier Ibisate, S.J.

 

El derecho a la paz

  Juan Pablo II dice: "La guerra destruye, no edifica, debilita las bases morales de la sociedad y crea ulteriores divisiones y tensiones persistentes" (p. 17). Esto lo sabemos y lo sufrimos por propia experiencia. El Papa repitió esta frase con ocasión de la operación "zorro del desierto" en Irak. Pese a los esfuerzos de paz en varios países, "las noticias continúan hablando de guerras y conflictos armados con un sinfín de víctimas... Pero, a la vez, ¿cómo no denunciar las masacres que continúan en otras partes, con la deportación de pueblos enteros de sus tierras y la destrucción de casas y cultivos?" (p. 17). Se siguen repitiendo los mismos crímenes contra la humanidad. El párrafo que viene a continuación es una condena muy fuerte a ciertos Estados o gigantescas empresas, que mueven los hilos de estas guerras por razones económicas; así lo dice el Papa:

 

"Ante las víctimas ya incontables, me dirijo a los responsables de las naciones y a los hombres de buena voluntad para que acudan en auxilio de los que están implicados en atroces conflictos especialmente en Africa, por intereses económicos externos, y les ayuden a poner fin a los mismos. Un paso concreto en este sentido es seguramente la abolición del tráfico de armas hacia los países en guerra y el apoyo a los responsables de esos pueblos en la búsqueda de la vía del diálogo... Gérmenes de guerra se difunden también por la proliferación masiva de armas ligeras que, al parecer, circulan libremente de un área de conflicto a otra, sembrando violencia a lo largo de su recorrido" (pp. 18-19).

 

A la insensibilidad ante la pobreza se suma la insensibilidad ante las masacres y las muertes masivas, y en el fondo por razones económicas. Ojalá que estos párrafos no sean una carta al Niño-Dios cuando los presupuestos militares de los grandes Estados son "top-secret" (Khennet Galbraith) y cuando en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se asientan los cinco mayores exportadores de armas. Por esta razón Juan Pablo II alaba

 

"la reciente iniciativa de una Conferencia Diplomática de las Naciones Unidas que, con una deliberación específica, ha aprobado los Estatutos de una Corte Penal Internacional, destinada a determinar las culpas y castigar a los responsables de los crímenes de genocidio, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y de agresión. Esta nueva institución, si se constituye sobre buenas bases jurídicas, podría contribuir progresivamente a asegurar a escala mundial una tutela eficaz de los derechos humanos" (p. 12).

 

El internacionalmente sonado caso del general Pinochet nos recuerda que también, desde la ideología de la "seguridad nacional" occidental y en nombre de otros "dioses menores", los propios intereses económicos, se han cometido similares crímenes contra la humanidad en nuestro continente. Tanto en El Salvador como en Guatemala se han querido revelar estos crímenes, en informes sobre la verdad, y el esfuerzo se ha traducido sea en el rechazo del informe (estupidez e intromisión extranjera), sea en el asesinato impune del obispo que lo leyó, Mons. Juan Gerardi. Se persigue la verdad...

 

Progreso global en solidaridad

  Juan Pablo II toca aquí el tema de la globalización, de mercado y de la crisis financiera mundial. Al Papa le preocupa cómo va a comenzar el siglo XXI.

 

"La rápida carrera hacia la globalización de los sistemas económicos y financieros, a su vez, hace más clara la urgencia de establecer quién debe garantizar el bien común y global, y la realización de los derechos económicos y sociales. El libre mercado, de por sí no puede hacerlo, ya que en realidad existen muchas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Por encima de la lógica de los intercambios a base de parámetros y de sus formas justas, existe algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad" (p. 14).

 

Juan Pablo II, que en la encíclica Centessimus annus, 1991, había celebrado la caída del régimen comunista, sin derramamiento de sangre, y que se preguntaba (no. 41) si la economía de empresa o ¿economía de mercado? pudiera dar una respuesta a los problemas del mundo, reconoce al terminar el siglo que tampoco ahí está la solución. Recordemos las palabras citadas anteriormente:

 

"No menos perniciosos, aunque no siempre tan vistosos, son los efectos del consumismo materialista, en el cual la exaltación del individuo y la satisfacción egocéntrica de las aspiraciones personales se convierten en el objetivo último de la vida. En esta perspectiva, las repercusiones negativas sobre los demás son consideradas del todo irrelevantes" (p. 5).

 

El Papa se une a la presente inquietud mundial, incluso a la crítica generalizada de tantas instituciones y autores que, en forma más documentada, hemos descrito en el artículo: "Neoliberalismo y globalización" (ECA, 1998, pp. 893-907).

 

"Los efectos de las recientes crisis económicas y financieras han repercutido gravemente sobre muchas personas, reducidas a condiciones de extrema pobreza. En este contexto dirijo una llamada apremiante a los que tienen la responsabilidad a escala mundial de las relaciones económicas, para que se interesen por la solución del problema acuciante de la deuda internacional de las naciones más pobres... Es preciso un esfuerzo rápido y vigoroso que consienta al mayor número posible de países, de cara al año 2000, salir de una situación ya insostenible" (p. 15).

 

Con toda razón, Juan Pablo II cierra su mensaje con la parábola del Epulón y del pobre Lázaro: "Como indica claramente la parábola del rico, que quedará sin nombre, y del pobre llamado Lázaro, es el fuerte contraste entre ricos insensibles y pobres necesitados de todo. Dios está de parte de estos últimos. También nosotros debemos ponernos de esta parte" (p. 21).

La frase final no es un plural maiestático, referido sólo a Su Santidad el Papa Juan Pablo II; es un plural real, una exhortación dirigida a todas las jerarquías y jerarcas y a todos los miembros de la Iglesia. Estas palabras recuerdan lo que Juan Pablo II decía desde Africa a todas las conferencias episcopales: "La Iglesia debe ser la voz de los que no tienen voz; debe ser como un perro guardián de los derechos sociales". Y exhortaba a que se crearan estas instituciones sociales allá donde no existieran. Se trata de una misión y de una opción preferencial por los pobres; el mayor bien común es el bienestar de las mayorías. Se trata de buscar y optar por un nuevo orden político y económico.

 

 


 

XX Aniversario de los mártires de El Despertar

Preparan listas de mártires salvadoreños

 

1979. A mediados del mes de enero el Padre Octavio Ortiz dirigía un retiro de formación cristiana para jóvenes. En la madrugada del 20 de enero entró la Guardia Nacional en el recinto de El Despertar y mató al Padre Octavio y a cuatro jóvenes que recibían formación cristiana en ese lugar. Después subieron los cuerpos de los jóvenes al techo de la casa, colocando armas en sus manos para justificar el asesinato como si hubiese sido un operativo contra subversivos.

El día 21, en catedral, celebraba la misa Monseñor Romero ante el cadáver del Padre Ortiz y de los cuatro jovencitos Angel Morales, Jorge Alberto Gómez, Roberto Orellana y David Alberto Caballero. El mismo Monseñor tituló su homilía "Un asesinato que nos habla de resurrección". En la homilía denunció que "el comunicado oficial que publicaron los medios de comunicación es mentiroso de principio a fin". También atacó al presidente de la república, quien "a pesar de todo esto, ha dicho en México que no hay persecución en la Iglesia". Al día siguiente, Monseñor Romero iba a Puebla. Y dijo a su pueblo en Catedral: "mi corazón se divide ante esta expectativa: el anhelo sincero de ir al encuentro con el Papa... y un deseo de aportar la riqueza insondable de nuestra arquidiócesis que es grande: son ustedes, son sus comunidades, es su fe, es su sufrimiento, es su persecución... Quisiera quedarme con ustedes en una hora tan dolorosa y tan peligrosa de nuestra Iglesia; pero por otra parte, siento la necesidad de llevar esta voz para hacerla sentir en Puebla a las amplitudes del continente y del mundo".

  

1999. El pasado miércoles 20 de enero recordamos en la parroquia San Antonio Abad, el XX aniversario de los mártires de El Despertar, y para celebrarlo hubo un triduo. Los dos primeros días fueron dedicados especialmente a los cuatro jóvenes, y se trataron dos temas que solía presentar el Padre Octavio durante los cursillos de formación cristiana: "la conversión", y "el ideal de Cristo". Estos temas fueron presentados por dos miembros de la parroquia a quienes el mismo Padre Octavio los había recibido hace más de veinte años. El tercer día la celebración comenzó a las siete de la tarde con una concurrida procesión de farolitos. Se sentía la emoción de quienes íbamos cantando en el camino desde el templo parroquial hasta el lugar del martirio.

Una vez en el Despertar, celebramos una misa al aire libre con el local repleto de cientos de personas que habíamos llegado de muchas partes de El Salvador. Mons. Gregorio Rosa Chávez presidió la misa junto con el párroco de San Antonio Abad, el padre Miguel Campbell-Johnston, y otros concelebrantes. Al comienzo de la misa saludamos a las comunidades presentes, entre ellas mucha gente del Bajo Lempa, damnificados del huracán Mitch. Vinieron también de La Canoíta, de la comunidad Padre Octavio Ortiz, de la comunidad Amando López, Montemar, Ciudad Monseñor Romero, el Zamoral, Nueva Esperanza, también de muchas colonias de la capital y sus alrededores y hasta de Chalatenango. A la misa asistieron muchas religiosas entre ellas las hermanas de la Pequeña Comunidad que, en aquel entonces en 1979, dirigían El Despertar como casa de formación.

Mons. Rosa saludó a los familiares del padre Octavio y de los cuatro jóvenes. Los papás de Octavio perdieron cuatro hijos más durante el conflicto. Monseñor Rosa recordó después cómo antes la gente tenía miedo de venir al lugar donde cayeron estos jóvenes. "Tenían miedo durante años, pero esta noche venimos como quienes llegan a un lugar sagrado". Recordó cómo los primeros cristianos celebraban sus Eucaristías sobre las tumbas de sus mártires. "Así nosotros," dijo, "acompañamos a este ejército blanco de nuestros mártires". Y expresó su deseo de que aniversarios como éste sirvan para lograr la reconciliación en el país. Repitió la oración de Jesús: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen".

 

En su homilía Monseñor Rosa nos dijo cosas bien importantes. Ese mismo día los obispos del país se habían reunido para revisar el primer informe sobre los mártires de El Salvador cuyos nombres enviarán al Papa Juan Pablo II para el Jubileo del año 2000. En el Despertar repetíamos el antiguo "martirologio" que terminaba con la siguiente frase: "y en otros lugares muchos otros mártires, santos, confesores y vírgenes". Eso es lo que hacíamos en El Despertar, por ello nos dijo Monseñor Rosa que era "una noche histórica no sólo para la Parroquia de San Antonio Abad, sino también para toda la Iglesia de El Salvador".

Recordamos después lo que ha dicho Juan Pablo II al convocar al Año Santo del Jubileo 2000. "Este siglo que llega a su ocaso ha tenido un gran número de mártires. El martirio es la demostración más elocuente de la verdad de la fe que sabe dar un rostro humano incluso a la muerte más violenta y que manifiesta su belleza incluso en medio de las persecuciones más atroces".

Y después, Mons. Rosa nos contó, como primicia, cosas que nos alegraron mucho. En el primer informe que los obispos habían examinado ese mismo día la lista de mártires supera las cien páginas. Y nos dijo que los miles de nombres en la lista de ese primer informe representan en gran parte gente sencilla de nuestros cantones y de los barrios populares. En su mayoría fueron asesinados por acusaciones falsas. Por eso, porque ha habido mucha calumnia y mucha difamación, ha sido difícil recuperar la memoria de nuestros mártires y defender su testimonio. Monseñor Rosa animó a todos los presentes a enviar a la Comisión de los Mártires de los obispos los datos de los mártires de sus comunidades, ya que muchos quedan todavía anónimos.

"Es necesario guardar celosamente su memoria", dijo. Y usando un nuevo y bello lenguaje sobre el martirio añadió: "Porque ellos murieron por defender la dignidad humana, por defender los derechos humanos, por defender a los pobres. Son mártires de los valores del Evangelio. Así quedará claro que la Iglesia de El Salvador es una Iglesia martirial. Es una Iglesia que tomó en serio el Concilio Vaticano II y que sufrió hasta la muerte por esta fidelidad. Este es el testimonio que queremos entregar al papa y a la Iglesia universal".

Después, Monseñor Rosa preguntó en voz alta: "¿Quiénes de los que están presentes esta noche asistirían un día a una misa en memoria de san Oscar Romero (aplausos) y los mártires de El Salvador?".

Para terminar nos dijo que los obispos habían decidido realizar una colecta especial en las parroquias durante la cuaresma para los más necesitados y especialmente para los damnificados del huracán Mitch. "Y no sólo por ellos, sino por los damnificados de siempre: los más pobres y necesitados". Invitó a todos a elaborar en su parroquia un censo de familias más necesitadas para que la ayuda llegue a ellos.

Como un signo vivo de lo que estaba ocurriendo esa noche, en el ofertorio presentamos la Biblia que usaba el Padre Ortiz. Esa Biblia fue su única arma en el trabajo de formar a los jóvenes.

 

Dean Brackley

 

 


 

Entrevista con Pedro Casaldáliga, obispo en San Félix de Araguaia

 

"Cultivar la justicia y las rosas"

  

¿Cómo definiría a la teología de la liberación?

  La teología de la liberación ha estado muy vinculada a un lugar y a un tiempo: a la década de los 60 y de los 70 y a América Latina. Una época de transformación y de revolución. En ese entonces se buscaba un horizonte diferente. El hecho de que hubiera dos sistemas imperantes en el mundo: el capitalista y el comunista, permitía un respaldo a la teología de la liberación, no sólo intraeclesial, sino también socialmente. De ahí el gancho que tenía, por ejemplo, para los periodistas. Por tanto, la teología de la liberación surgió en un lugar y en un tiempo de sacudida social, de revolución. Vino cargada de poesía, de música… La teología de la liberación ha sido también pastoral de liberación y pedagogía de liberación. Todo el clima latinoamericano era de liberación y el pensamiento cristiano se contagió, se mezcló con esta efervescencia. Más tarde, se fue sistematizando y se fue diversificando. Si bien yo no estuve muy conforme con esa diversificación.

La teología de la liberación se sistematizó a la luz de la fe, del evangelio, de la teología cristiana, pero ubicada en el marco latinoamericano, en un contexto de miseria, de dependencia y hasta de muerte, pero también de utopía, de lucha y de acciones liberadoras. La teología de la liberación ha sido siempre la teología de la praxis (de la práctica). Esta ha arrancado más de los pies caminantes de las gentes que de la cabeza de los teólogos.

 

Pero, no sólo ha habido vivencias, también ideas, ¿no?

  Ha habido mucha y legítima reflexión sobre o por parte de la teología de la liberación. El hecho de intentar que la "teoría" se aplique a la práctica, que los dogmas tengan un mensaje para la realidad latinoamericana, ha potenciado una reflexión. Por ejemplo que la Trinidad es la mejor comunidad, que no hay verdadera eucaristía si no se comparte, etc. La teología de la liberación ha posibilitado superar la dicotomía y la esquizofrenia de la Iglesia: lo material y lo espiritual lo vertical y lo horizontal, la Biblia y la vida, la oración y la lucha, la espiritualidad y la política.

Ahora nos encontramos con los nuevos movimientos, que los llaman apostólicos (¿los demás no son apostólicos?). Son movimientos que vuelven a caer en la dicotomía: no sólo son espirituales, sino espiritualistas.

 

Justicia y rosas

  Tras este brochazo histórico, ¿cómo se encuentra actualmente la teología de la liberación?

  La teología de la liberación no es sólo para América Latina, también para Africa y Asia. Y, ¿por qué no para Europa? La teología de la liberación es una vivencia de la fe encarnada e incluso inculturizada. El autor francés Bernanós escribió que a la teología le venían todos los males por la desencarnación del Verbo.

Evidentemente que la teología de la liberación, la pastoral de la liberación ha perdido garra hoy en día. A esto ha ayudado, entre otros factores, el neoliberalismo universal y también la postmodernidad, que valora tanto lo íntimo, lo personal. Un poeta peruano decía: a mí me ha tocado "cultivar la justicia y las rosas". Ahora el peligro sería: vamos a cultivar sólo las rosas y el cultivo de la justicia ya lo haremos más tarde.

Ahora nos anuncian que ya no es el tiempo del éxodo, sino del exilio. Y eso me da miedo. Pues los profetas siempre recordaban (como paradigma permanente) a su pueblo al Dios del éxodo, el que les sacó de la esclavitud. Con esta afirmación caeríamos en el peligro de que no hay alternativa. Y, por tanto, sólo nos queda esperar en silencio a que pase el exilio. Así estamos matando la esperanza.

 

Postmodernidad

  Todo lo hemos "lightcizado" (de light): la sangre de nuestros mártires, la lucha, la pobreza. Tenemos que recuperar nuestra historia para seguir siendo testigos, profetas, libertadores. Ahora la solidaridad con el primer mundo tendría que tener una cierta agresividad respecto a lo que pasa en el primer mundo, porque la clave de lo que pasa en la humanidad está en el primer mundo.

 

No sólo en América Latina, también en otros continentes como Africa y Asia tiene sus expertos y seguidores la teología de la liberación…

  La teología de la liberación, además de ubicada y conflictiva es procesual (proceso). Si antes subrayaba lo económico y lo político, en la última década ha entrado lo cultural y lo étnico. El líder peruano Mariategui hablaba mucho del "alma latinoamericana". El que yo sea catalán me ha ayudado a entender, incluso situaciones muy diferentes, como las de los africanos y el indigenismo.

Otro aspecto del proceso es que, en un primer momento, fuimos bastante agresivos. Ahora hemos pasado de una protesta a la propuesta. Ultimamente se están elaborando proyectos e iniciativas alternativas, por ejemplo, respecto a la deuda externa.

Ha habido una buena contribución de teólogos "liberacionistas" de Africa y de Asia. Los africanos nos han impulsado a valorar lo cultural. Incluso tienen el peligro de quedarse en lo cultural y olvidar lo económico–político. Los asiáticos han destacado la "relativización". Allí, en Asia, la religión cristiana es muy minoritaria. Si para nosotros Cristo es el mediador universal, único, para ellos, mucho más antiguos que el cristianismo y que después siguen –la mayoría– sin conocer a Cristo…

En Roma preocupa más la teología asiática que la teología de la liberación latinoamericana. No en vano, aquella nace en un ambiente budista, etc. Aunque esto mismo nos facilita el gran diálogo ecuménico, inter–religioso. La teología de la liberación, desde un principio, ha tenido una cierta sensibilidad por lo ecuménico y ha ido creciendo en él de forma importante. Nos hemos abierto a las culturas indígena, negra, a la mujer, al ecumenismo… El teólogo Hans Kung ha dado a conocer todas estas corrientes en Europa. Indudablemente que la influencia de la Iglesia en la sociedad es notable: si la Iglesia hubiese protestado como los primeros Padres respecto a la propiedad privada y si no hubiese insistido tanto en que "fuera de la Iglesia no hay salvación", hoy la realidad social sería un tanto distinta.

 

Al repasar los últimos 25 años, parece detectarse que teólogos, líderes, cabezas como Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino, Leonardo Boff, Mons. Proaño, usted mismo… no tienen continuadores, sustitutos jóvenes.

  Tanto a nivel de teólogos como a nivel de jerarquía vamos a tener menos individualidades, pero más colectividad. Ha pasado, en parte, la época de esas individualidades, de obispos que se enfrentaban a autoridades civiles o militares. Se ha escrito y hablado muchísimo sobre la liberación de los pobres. Ahora hay que practicarlo. Actualmente se han incorporado muchas mujeres y un grupo significativo de ellas con una mentalidad teológica bastante clara.

Esto no significa que el obispo profeta y comprometido o el teólogo "profesional" no tengan sitio. Simplemente que vamos hacia una cierta "democratización" de la Iglesia en el ministerio, en las decisiones… Hoy, si no eres capaz de dialogar, te tienes que ir.

 

 


 

El poder es un señor muy distraído

 

Eduardo Galeano

 

Por privilegio de su impunidad, el poder se da el lujo de vivir en estado de perpetua distracción: se olvida de todo, se equivoca, no sabe lo que dice, ni se da cuenta de lo que hace. Las costumbres del poder se llaman errores o descuidos; pero el sur del mundo paga, con sus muertos por hambre o bala, el precio de las distracciones del norte.

 

Un zorro suelto en el desierto

  Vísperas de navidad: cohetes y fuegos artificiales en los cielos de occidente. Vísperas del Ramadán: el oriente, en el cielo de Bagdad, bombas y fuegos de guerra. Estados Unidos y Gran Bretaña, fiel servidora que antes fuera ama y señora, han celebrado el fin del 98 mediante la estrepitosa fiesta de la operación Zorro del Desierto. Así, Bill Clinton pudo demostrar que la guerra es la continuación del Kamasutra por otros medios, y Tony Blair pudo revelar, por fin, el enigma de su tercera vía: la tercera vía consiste en matar iraquíes durante tres noches. ¿Hospitales bombardeados, muertos civiles? En las guerras, hay errores inevitables, y por eso los muertos civiles han pasado a llamarse "daños colaterales'', collateral damages, desde 1991, cuando el anterior arrasamiento de Irak dejó una montaña de cadáveres que la televisión no mostró. Cuando Estados Unidos y Gran Bretaña, los dos mayores fabricantes de armas del mundo, hicieron, al fin del 98, esta nueva exhibición de sus músculos, se olvidaron de avisar a las Naciones Unidas. El descuido no tenía importancia, habida cuenta de que ambas potencias pueden imponer su veto a cualquier resolución que pretenda condenarlas. La paradoja es la normalidad del mundo al revés: la falta de respeto a las Naciones Unidas fue el principal pretexto invocado para justificar los bombardeos de castigo contra Irak, mientras los propios bombardeos se burlaban de las Naciones Unidas y de todas las leyes internacionales vigentes. La incoherencia es la normalidad del lenguaje al revés: otro discurso del disparate, un balbuceo que condenaba al condenador, había acompañado la cruzada del 91: Estados Unidos, que venía de invadir a Panamá, castigaba a Irak porque había invadido a Kuwait.

Ahora, hubo también otra coartada: el peligroso Saddam Hussein había almacenado armas nucleares, químicas y biológicas, que amenazaban a los países vecinos. Pero a nadie se le movía un pelo cuando Hussein usaba armas químicas y biológicas contra los iraníes y los kurdos. Y si por eso fuera, Estados Unidos tendría que autobombardearse: concentra la mitad del arsenal mundial de armas nucleares, químicas y biológicas, fabrica la mitad de todas las armas que el mundo compra, tiene el mayor presupuesto militar del planeta y constituyen un comprobado peligro para sus vecinos, a quienes vienen invadiendo, a un ritmo de una invasión por año, desde los inicios de su vida independiente. Y también constituyen un comprobado peligro para sus no vecinos, que ya lo dirían, si hablar pudieran, las víctimas de sus excursiones militares más recientes, contra Sudán, Afganistán y, como ya es habitual, Irak. No hay presidente estadounidense que lo ignore: para subir los índices de popularidad, no hay nada mejor que invadir o bombardear a otros países.

  

Los papás de la criatura

  Poco antes de fin de año, hablando en nombre del gobierno estadounidense, Madeleine Albright reconoció que había sido un error el apoyo de Estados Unidos a las dictaduras latinoamericanas. La detención de Pinochet ocupaba, en esos días, la primera plana de la prensa mundial. ¿Un error? Curiosa manera de nombrar la marca de fábrica. Las guerras se hacen en nombre de la paz, las dictaduras se implantan en nombre de la libertad. Cuando la libertad que de veras importa, que es la libertad del dinero, ya no necesita a los impresentables matarifes de uniforme, el poder se lava las manos y con dos palabras despacha el asunto y cambia de tema. Al fin y al cabo, ¿acaso Henry Kissinger, que inventó a Pinochet, no recibió el premio Nobel de la Paz? Antes de que el juez Garzón cometiera su acto de justicia, que tan escandaloso ha resultado en este mundo acostumbrado a la injusticia, los miles de muertos y torturados por la dictadura de Pinochet eran llamados excesos, y se llamaba milagro chileno a una de las sociedades más desiguales del planeta. El Papa de Roma bendecía al general, a principios del 93, prometiendo para él y su familia "abundante gracia divina", y a principios del 98, hace un rato nomás, el diario liberal The New York Times celebraba el cuarto de siglo del golpe de estado, gracias al cual Chile "ha dejado de ser una república bananera" para convertirse en "la estrella económica de América Latina". A pesar de sus excesos, el modelo Pinochet se difundía como panacea universal.

 

Los banqueros en Babia

  Excesos, errores, descuidos: nadie es perfecto. El 4 de diciembre del 98, mientras doña Madeleine se refería al error del apoyo a las dictaduras latinoamericanas, pavada de error que lleva más de un siglo de sistemáticas carnicerías, otras dos equivocaciones se difundieron desde Washington. Ese día, una comisión de la Cámara de Representantes emitió un informe donde se refería a un descuido: por un descuido, el Citibank había lavado 100 millones de narcodólares, que los traficantes de drogas habían puesto en manos del político mexicano Raúl Salinas. Y ese mismo día, otro informe, otro error: el Banco Mundial criticó públicamente un error de su hermano gemelo, el Fondo Monetario Internacional, cuyas recetas habían agravado la crisis en Tailandia, Indonesia y Corea del Sur. Las recetas del fondo estaban equivocadas, según los técnicos del Banco, a juzgar por sus deprimentes resultados; pero el informe ni siquiera sugería la posibilidad de que pudiera haber algo de equivocado en el hecho de imponer recetas. Ese hecho es un derecho de la dictadura financiera, que ambos organismos ejercen en escala planetaria, y eso está fuera de discusión. Sus tecnócratas recetadores no han aprendido medicina con Hipócrates, ni con Galeno: ellos multiplican las plagas del mundo, aplicando las pócimas enseñadas por las mismas eminencias que habían dictado la política económica del general Pinochet. Y es, por cierto, la dictadura financiera internacional, que gobierna a los gobiernos, la que con sus errores facilita los descuidos de la alta banquería y garantiza impunidad a sus enjuagues. El poder llama errores a la rutina de sus horrores. ¿Una profunda crisis de valores, que el lenguaje revela? Quizá. En todo caso, en el diccionario de este fin de siglo, crisis de valores es el nombre que tiene la caída de las cotizaciones de las acciones en la Bolsa.

 

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"Jesús les dijo: Los reyes de las naciones se portan como dueños de ellas, y los que gobiernan se hacen llamar bienhechores. Ustedes no deben ser así" (Lc 22, 25).

 

"Dijo Jesús: Nadie puede obedecer a dos patrones, porque aborrecerá a uno y amará al otro. Es imposible servir a Dios y al dinero" (Mt 6, 24).

 

"Dice el apóstol Santiago: El salario que han defraudado a los campesinos clama y sus clamores hay llegado hasta el Señor "(Sant 5, 4).