Carta a las Iglesias, AÑO XIX, No.419, 1-15 de febrero de 1999
La venida de Juan Pablo II a las Américas, México y San Luis, Missouri, ha traído el mensaje de la vida, la buena noticia del amor de Dios a todos, gentes del sur y del norte, indígenas y afroamericanos, hombres y mujeres. Pero ha sido también un mensaje de denuncia, duro y claro, contra la pobreza y la injusticia, el aborto y la pena de muerte, el neoliberalismo y la corrupción, la deuda externa y la destrucción ecológica. Y la consecuencia obligada es la conversión. Sin conversión no es posible la vida en nuestro mundo.
Por coincidencia, en pocos días, a partir del miércoles de ceniza, 17 de febrero, la Iglesia comienza a celebrar la cuaresma, como tiempo de conversión. Por ello, en este y en los siguientes números de Carta a las Iglesias ofreceremos meditaciones cuaresmales basadas en los textos bíblicos que se leen esos días en la liturgia y que tienen en cuenta la realidad cotidiana de pecado de nuestro mundo. Comenzamos con una llamada a la conversión que sirva de pórtico a esta cuaresma que comenzamos.
"Conviértanse de todo corazón, dice el Señor"
(Joel 2, 12–38)
En nuestro mundo se celebra el día de la independencia, el día de la madre, el día del trabajo, y muchos otras cosas más. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido celebrar "el día de la conversión". ¿Será por qué los seres humanos no necesitamos ya cambiar, transformarnos, no sólo para ser cristianos, sino simplemente para ser humanos? ¿Será que las masacres de Kosovo y la pobreza de tres mil millones de seres humanos no nos exigen ningún cambio a cada uno de nosotros, personas, países e Iglesias?
Dios piensa de otra manera y nos dice: "rasguen los corazones". Nuestras viejas Iglesias cristianas pocas veces han escuchado con gusto esta palabra de Dios, pues también para ellas es exigente. Pero al menos, estas Iglesias no se han atrevido a silenciarla, y, cada año, durante la cuaresma, nos ofrecen un tiempo largo para pensar en la conversión. Y eso hay que agradecer.
En un mundo de injusticia y crueldad, donde los siete hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que la necesaria para eliminar la pobreza en pocos años, donde un futbolista o un boxeador o un cantante, gana más que pueblos y aldeas enteras en Asia, Africa y América Latina, y en el que, por supuesto, son más conocidos y admirados que los innumerables mártires que han dado su vida por amor, en un mundo así hay que "rasgar los corazones".
Y en un mundo de trivialización de la existencia y de globalización, donde las tragedias que acabamos de mencionar son ignoradas y encubiertas, como si nada serio pasase en nuestras vidas, como si ser humano no tuviese ya mucho que ver con la honradez de ver las cosas como son y con la responsabilidad de transformarlas, en un mundo así hay que "rasgar los corazones".
Razón tienen Joel, Jesús, Monseñor Romero, aunque ni Wall Street ni tampoco el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas les hagan mucho caso: tenemos que empezar por reconocer que tenemos un corazón de piedra y pedir, como la gracia mayor, que ese corazón se transforme en corazón de carne.
Razón tenía Ignacio Ellacuría en su último discurso pronunciado en Barcelona, una semana antes de ser asesinado: "hay que revertir la historia". En palabras cristianas, que pocos se atreverán ni siquiera a pronunciarlas, decía que "hay que cambiar la actual civilización del capital por una civilización del trabajo; la actual civilización de la abundancia por una civilización de la pobreza".
Comencemos, pues, esta cuaresma, diciendo: "Oh, Dios, reconozco mi culpa. Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme".
"Hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal"
(Deuteronomio 30, 15–20)
Con estas palabras Dios nos recuerda la seriedad de nuestra vida y nos conmina a que elijamos entre la vida y la muerte –solemnes palabras que no se pronuncian en un mundo donde la televisión sólo nos da a elegir entre diversas formas de diversión o de ganar dinero.
Que tenemos que tomar las cosas en serio, que existe el bien y el mal, que damos vida o damos muerte a otros, esas alternativas y su radicalidad, no interesan. A Dios, sin embargo, sí le interesan porque le interesamos nosotros y le interesa que tengamos vida. Pero tampoco nos engaña –como nos engaña la publicidad– y nos recuerda que hay que elegir. Se podrá decir que todos queremos la vida y no la muerte, pero el problema no está en los deseos, y ni siquiera en la mera buena voluntad, sino en escoger un camino que, en la realidad y no sólo en la intención, lleva a la vida o a la muerte.
San Ignacio de Loyola, admirado todavía hoy por haber superado –en el siglo XVI– la visión de la Edad Media, y alabado por su perspicacia en intuir la realidad del "hombre moderno", dijo algo muy importante sobre estos dos caminos, aunque esto hoy ya no sea tan admirado y alabado, y suene increíble a ese mismo "hombre moderno".
Puesto en palabras nuestras, dice que hay dos caminos. Uno es el camino del maligno, el que lleva, por sus pasos, a la muerte. Y estos pasos son: primero, las riquezas, segundo, los honores que otorga el mundo opresor y engañador, y tercero, la soberbia, la prepotencia. De ahí, se cae en todas las aberraciones. El otro es el camino del bien, el de Jesús, el que lleva, por sus pasos, a la vida. El primero es la austeridad y la pobreza solidaria, el segundo es el rechazo que se recibe del mundo opresor y engañador, y el tercero es la humildad, la profunda honradez y la libertad que ésta produce. De ahí, se llega a la vida.
San Ignacio, pues, ante todo supone e insiste en una buena noticia y nos la ofrece: la vida es posible, se puede vivir en este mundo como ser humano y como creyente. En este mundo de mentira se puede vivir con verdad, en este mundo de opresión se puede vivir con justicia, en este mundo de egoísmo se puede vivir en solidaridad. Y para un creyente, digamos que en este mundo de desencanto y hybris se puede vivir con esperanza y con fe.
Pero insiste también en que hay que elegir, y que esa elección es "duélica": uno de los términos hace contra el otro. Hay que ser pobre y luchar contra la riqueza, hay que ser sencillo y luchar contra los honores engañosos del poder. Hay que ser humildes y luchar contra la soberbia y prepotencia. La "conversión" humaniza, pero es muy importante no equivocarse en el camino que lleva a la vida.
Jesús habló de la verdadera vida en forma sencilla: "¡Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios! Pero ¡ay de ustedes los ricos porque ya han tenido su consuelo!". Un cristiano debe dar ánimos al pobre, pero no puede felicitar a un millonario. Incomprensibles palabras, se dirá. Pero para eso estamos en cuaresma.
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Oigan una palabra de Yahvé:
Harto estoy de holocaustos de carneros cuando vienen a presentarse ante mí. El humo del incienso me resulta detestable, no tolero ayunos. Cuando extienden sus manos, me tapo los ojos para no verlos. Aunque menudeen la plegaria no los oigo.
Sus manos están llenas de sangre. Lávense, límpiense. Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien. Busquen lo justo, den sus derechos al oprimido. Hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda (Isaías 1, 10-17).
Etica y política en la consulta ciudadana de las Bases para el Plan de Nación
Este mes, como conclusión del proceso de Consulta Ciudadana de Bases para el Plan de Nación, fue presentado el documento Temas claves para el Plan de Nación, Consulta especializada, el cual "es producto del trabajo voluntario de 211 especialistas salvadoreños que...respondieron al llamado del país cuando se buscaban los nuevos caminos hacia el siglo XXI". Para sus redactores, el documento "encierra un valor cívico particularmente edificante y un significado histórico que con el tiempo irá revelando toda su amplitud".
En el capítulo X de Temas claves, "Etica en El Salvador", se reconoce a la Etica como factor posibilitador de los cambios políticos, sociales y económicos necesarios para alcanzar el nuevo modelo de sociedad y desarrollo. A partir de esa idea y reconociendo que en la actualidad existe una crisis de valores que pone en peligro la etapa de transición a la democracia, se propone como reto para el futuro "establecer un compromiso nacional en torno a la Etica".
Este compromiso cristalizaría en un "Sistema Nacional de Integridad y Transparencia", el cual consistiría en que lo actores nacionales actuarán de manera "ética, interdependiente, eficaz, eficiente y transparente para alcanzar el desarrollo sostenible". Se enfatiza que los actores políticos que deben integrar el Sistema son: las instituciones gubernamentales, la Asamblea Legislativa, el Organo Judicial, los organismo de control (Corte de Cuentas, Fiscalía General de la República, Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y Superintendencias), las municipalidades y el sistema político.
Crisis de credibilidad: PDDH, Corte de Cuentas y Fiscalía General de la República
Paradójicamente, en el mismo mes en que son presentados los resultados del proceso que arrancó con las Bases para el plan de nación, han salido a la luz pública una serie de hechos que han agravado la crisis de credibilidad en la que se encuentran algunas de las instituciones gubernamentales claves para la instauración de la democracia: la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), la Fiscalía General de la República (FGR) y la Corte de Cuentas, entre otras.
En un proceso de acumulación que ya está rayando con lo absurdo, en enero fue presentada, por un variado grupo de organizaciones sociales (universidades, grupos para el estudio del derecho y ciudadanos particulares, entre otros), una serie de recursos contra Eduardo Peñate Polanco, Procurador de la PDDH. Peñate enfrenta ahora cuatro demandas en su contra, todas con el objetivo de deshacer un entuerto que nadie al interior del Estado parece estar interesado en enmendar.
En lo que respecta a la Corte de Cuentas, un reportaje sacó a luz pública que Francisco Merino, su actual presidente, participó, en 1994, a través de un "prestanombre", en la compra-venta ilícita de cuatro manzanas de terreno que habían sido donadas como zona verde para la Alcaldía de San Luis Talpa. En el proceso, calificado por Merino como una simple "actividad empresarial", el Presidente de la Corte de Cuentas habría adquirido los terrenos por un precio inferior a su valor real, por lo que los beneficios económicos que pudo haber sacado de la transacción serían cuantiosos.
Los hechos al interior de la FGR no son menos alarmantes: hasta la fecha no existen indicios de que el Fiscal General de la República, Manuel Córdova Castellanos, no module la eficacia de su gestión con relación al color partidario de los involucrados en los casos que llegan a sus manos. En los últimos días se han presentando dos ejemplos de esta conducta: por un lado, cuestionado sobre el caso de Merino, Córdova respondió que esperaría una conclusión de la Corte de Cuentas para iniciar el seguimiento de la defraudación (cuando en realidad está obligado a ello por oficio) y que sólo había tenido conocimiento del caso hasta el 8 de enero, cuando existe documentación que evidencia que supo de la denuncia un mes antes.
Por otro, el 20 de enero, Córdova Castellanos reprendió y amenazó con el despido al Fiscal Electoral, Arturo Cruz, cuando éste convocó a Francisco Flores, en su calidad de jefe de campaña de ARENA, a declarar sobre la participación de funcionarios del Centro Nacional de Registros en un mitin del partido oficial. Si la conducta de Córdova en el caso de Merino podría ser benévolamente interpretada como ingenua —el Fiscal quizá piense que la Corte de Cuentas es tan robusta como para aclarar los manejos ilegales de su propio Presidente— y producto de un momentáneo olvido de las obligaciones de su oficio, en este último caso es imposible no observar una obvia intención de alterar las investigaciones.
Son varios los factores comunes en los tres casos que hemos reseñado: en primer lugar, un sistema político viciado que otorga los mandos superiores de las instituciones gubernamentales según un esquema perverso de distribución de cuotas de poder y pago por servicios recibidos. En segundo lugar, y en virtud de lo anterior, la elevación a cargos públicos relevantes de individuos que difícilmente cumplen con los requisitos mínimos para desempeñar las labores que se les asignan, no sólo en el ámbito de profesionalismo y capacidad administrativa, sino también a nivel de probada honestidad .
Finalmente, estos tres casos dan fe de lo separada que se encuentra la esfera estatal del ámbito ciudadano: luego de su nombramiento, no sólo es virtualmente imposible que la presión social se traduzca en la renuncia —la entereza y el honor no existen en la política salvadoreña— de un funcionario público gravemente cuestionado en su labor, sino que los órganos del Estado que deberían colaborar en su destitución no tienen ninguna disposición para canalizar las exigencias ciudadanas e iniciar los debidos procesos en su contra. Frente a un funcionario corrupto o incapaz lo único que por ahora le queda a la ciudadanía es esperar —cristianamente resignada— la finalización de su período.
Francisco Flores ante el debate
Distintos grupos sociales han planteado la necesidad de realizar un debate entre los candidatos con mayores posibilidades de hacerse del ejecutivo en las próximas elecciones. Empero, de todos los candidatos, Francisco Flores es el único que ha evitado abiertamente participar en eventos públicos acompañado de los demás. Pareciera que la seguridad que tiene de ganar las elecciones lo lleva a ponderar, en términos de costo y beneficio, como mucho más favorable para sus aspiraciones no participar en debate alguno. "Si voy a ganar —ha de pensar Flores—, para qué correr el riesgo de desgastarme en un debate público, el cual seguramente va a servir para que mis rivales se promuevan y obtengan un perfil político que hasta el momento no tienen". Quizás movido por este razonamiento, Flores se ha atrevido a burlar a los organizadores de una serie de foros —la ASI figura entre ellos—, quienes o no recibieron respuesta del candidato de ARENA o fueron dejados plantados por éste
No cabe duda de que las figuras políticas que más presionan por un debate con Flores lo hacen motivados por los beneficios que creen posible obtener de un evento de esa naturaleza. No es descabellado pensar que vean en el debate político la oportunidad de lanzar acusaciones al rival e incomodarlo con comentarios fuera de lugar. Flores, por su parte, rehuye el debate a partir de lo que considera más beneficioso para sus intereses: más allá de que pueda hacer frente con iguales diatribas a sus pares, el verse envuelto en pleitos y discusiones interminables perjudicaría su imagen de hombre moderado, de buen trato, voz queda y actitud ecuánime que tan meticulosamente han diseñado los expertos en publicidad del partido. Se trata de conservar esta imagen hasta el último momento, evitando correr el riesgo de que ésta se desmorone.
Debate presidencial y democracia
Como quiera que sea, el debate presidencial no debe ser visto como un espacio para batallas encarnizadas entre los candidatos, sino como un lugar para exponer lo que se piensa hacer desde el gobierno y los mecanismos que se planean emplear para conseguirlo. Visto así, no tienen razón de ser los temores de quien, como Flores, ve en peligro su imagen. Tampoco tienen razón de ser las alegrías de quienes crean que en el debate podrán dar rienda suelta a sus inquinas personales. No es esto lo que la sociedad quiere ni reclama. Un debate serio, que contribuya al avance de la democracia en nuestro país, tiene que tener un estilo distinto al debate político tradicional. Tiene que apuntar a generar, en su desarrollo, la mayor cantidad de información —debidamente cualificada— sobre la naturaleza del nuevo gobierno. Esta es una condición sine qua non para que la ciudadanía pueda emitir un voto maduro y razonado el día de las elecciones. En otras palabras, un debate presidencial debe verse como un esfuerzo de educación cívica, es decir, como un esfuerzo que ayude a vivir en democracia.
Los pecados mortales del continente, P. Fco. Javier Ibisate S.J.
El aterrizaje no se refiere a los aeropuertos, sino a los problemas de toda América. En su exhortación apostólica "La Iglesia en América" (México, 22 enero 1999) el Papa nos da la misión de evangelizar el tercer milenio, nos explica cómo preparar esta evangelización y cuáles son los desafíos que vamos a encontrar. Esta exhortación se extiende en seis capítulos, sobre 140 páginas. Aquí sólo queda espacio para hablar de los aterrizajes.
Cuando Jesús de Nazaret evangelizaba solía exponer en parábolas los pecados estructurales, los más graves: el rico Epulón insensible ante el pobre Lázaro; el buen samaritano que atiende al prójimo malherido, mientras que los piadosos "templarios" se despreocupan del desvalido; el buen sembrador y el que siembra la cizaña, los abrojos y las malas hierbas; el buen pastor que da su vida por sus ovejas y el pastor que se desentiende cuando corre un peligro. Y para acabar, el juicio final. Jesús de Nazaret evangelizó denunciando los pecados estructurales.
Juan Pablo II trata de evangelizar y de enseñarnos a evangelizar, denunciando nuestros pecados estructurales, pecados mortales porque son los que matan a más seres humanos. Lo ha hecho en el Mensaje de enero de 1999 y lo repite en la más reciente exhortación. En los capítulos II y V hace un listado de estos pecados estructurales y mortales: estructurales porque son parte integrante del orden, o mejor dicho desorden mundial; mortales porque generan la muerte lenta de millones de personas: "No menos perniciosos, aunque no siempre tan vistosos son sus efectos", dice el Papa.
La lista de Juan Pablo II viene encabezada por el fenómeno de la globalización neoliberal. Quiero avalar esta condena del Papa a la globalización neoliberal, recordando que del 28 de enero al 2 de febrero se realizó en Davos (Suiza) un foro económico de expertos y dirigentes políticos, para evaluar los frutos de esta globalización "sin rostro humano y que ha generado la miseria y la exclusión de millones de seres en el planeta". El famoso financiero y filántropo George Soros afirma que "El FMI no es parte de la solución; es parte del problema". Tal vez el FMI participará sentado en el banquillo de los acusados.
El Papa habla del fenómeno de la globalización en el capítulo II:
Desde el punto de vista ético, puede tener una valoración positiva o negativa. En realidad hay una globalización económica que trae consigo ciertas consecuencias positivas, como el fomento de la eficiencia y el incremento de la producción, y que, con el desarrollo de las relaciones entre los diversos países en lo económico, puede fortalecer el proceso de unidad de los pueblos y realizar mejor el servicio a la familia humana. Sin embargo, si la globalización se rige por las meras leyes del mercado, aplicadas según las conveniencias de los poderosos, lleva a consecuencias negativas. Tales son, por ejemplo, la atribución de un valor absoluto a la economía, el desempleo, la disminución y el deterioro de ciertos servicios públicos, la destrucción del ambiente y de la naturaleza, el aumento de las diferencias entre ricos y pobres y la competencia injusta que coloca a las naciones pobres en una situación de inferioridad cada vez más acentuada.
En el capítulo V agrega:
Cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema conocido como "neoliberalismo"; un sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del hombre considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y económico, que causa la marginación de los más débiles. De hecho los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas.
Es cristianamente lógico que el Papa integre la evangelización con la opción preferencial por los pobres. Y es aleccionador que Juan Pablo II, quien en su encíclica de 1991, "Centésimo año", se alegraba de que la descomposición de los regímenes comunistas del Este europeo se hubiera realizado sin derramamiento de sangre (Cap. III), ahora, al cerrar el siglo, se preocupe por la extinción del neoliberalismo y lamente la exclusión lenta de millones de seres humanos. La lección es importante: los dos grandes sistemas del siglo, aparentemente opuestos, convergen en su mutuo fracaso de no haber dado respuestas humanas al mundo de hoy. Por lo tanto no son "modelos" para el tercer milenio.
No es posible comentar la lista de los otros pecados mortales, pero son tan desagradables que basta con enumerarlos: el tráfico criminal de la droga y el lavado de divisas; el comercio de las armas que fomenta el terror y la violencia en tantos países; el particularismo étnico, la supremacía racial y la xenofobia que alimentan guerras civiles; la pesada losa de la deuda internacional que presiona más a los más pobres; la corrupción de las prebendas políticas y de la administración de la justicia; la destrucción del medio ambiente y de la naturaleza, con una referencia explícita a la amazonía sudamericana...
El Papa ha aterrizado, pues, sobre nuestros pecados más mortales y nos da permiso para hablar y preocuparnos por estos problemas. Y nos da permiso para algo que es difícil. Al capítulo III lo titula: "Camino de conversión", y dice que conversión es cambiar de mentalidad para cambiar los valores y el orden de la sociedad. También dice que convertirse exige "pedir perdón", porque hemos mantenido una coexistencia pacífica con estos pecados estructurales. Y éste también puede ser otro pecado mortal. Todo esto es una actualización de la parábola del buen samaritano, para que no seamos de los "templarios" piadosos que silencian los problemas de un continente donde "cuesta caro el ser pobre".
La reevangelización en las Américas
Con su llamamiento a la solidaridad, la defensa de la vida, la condena de la corrupción, la pena de muerte y la guerra durante la visita a Estados Unidos, Juan Pablo II ha puesto las bases para la reevangelización del nuevo mundo. En México y San Luis, ha recalcado la dimensión fundamental de esa reevangelización: la solidaridad de todos los hombres y mujeres, desde Alaska a Tierra de Fuego.
La fragilidad progresiva del Papa no ha podido ocultar su energía espiritual, que en Estados Unidos no se ha arredrado a la hora de decir la verdad a la potencia más poderosa de la tierra. En San Luis, refiriéndose claramente a los bombardeos contra Irak, dijo sin rodeos que la guerra es un medio inútil para resolver los problemas, y que la pena de muerte es "cruel e innecesaria". En Estados Unidos se hicieron oídos sordos, y procedieron a un nuevo ataque contra Irak –en el que murieron civiles– y a la ejecución de la pena capital en el Estado de Texas, uno de los 39 en los que está en vigor.
Refiriéndose a la Iglesia, quizás la frase que mejor sintetiza el pensamiento del Papa sobre la nueva evangelización es la que pronunció en México: "la Iglesia debe ser mejor servidora del hombre desde una perspectiva evangélica, y libre de condicionamientos mundanos. Al mismo tiempo debe ser una Iglesia solidaria que acoja a todas las Iglesias americanas, único modo de pedir solidaridad a un continente cuyas regiones se miran desde las dicotomías rico–pobre, anglosajón–latino".
En México ya había precisado algunas de las consecuencias que debe traer la difusión del cristianismo en América: la defensa de la vida, el "no" al aborto, a la eutanasia y a la pena de muerte, el "no" decidido a la violencia, a la corrupción, a la tortura, a la discriminación racial, a las diferencias sociales y económicas, al comercio y consumo de drogas, a la carrera armamentista y a la marginación de los pueblos indígenas.
Hablando a los diplomáticos Juan Pablo II planteó la necesidad de establecer para todo el continente americano, el de mayor número de católicos en el próximo milenio, una "base ética común" para hacer del nuevo mundo "el continente de la esperanza". Esta base deberá hundir sus raíces en principios morales fundamentales y comunes, no sólo al cristianismo, sino también al judaísmo, al islamismo e incluso a otras grandes religiones del mundo: "no matar, no mentir", "no robar ni codiciar los bienes ajenos" y "respetar la dignidad fundamental de la persona humana".
Para el Papa es importante el papel que quiera ejercer Estados Unidos, la influyente Iglesia estadounidense y también la sociedad del país más poderoso de la tierra. Este es el sentido de sus palabras en el acto litúrgico celebrado en San Luis, que puso fin a su visita.
Estados Unidos, que basó la declaración de su independencia sobre la base de "claras verdades morales", permanecerá como "un faro de libertad para el mundo" mientras "se mantenga fiel a estas verdades morales que están en el centro de su experiencia histórica".
El Papa terminó lanzando al país más poderoso del mundo todo un reto moral, con esta frase encadenada:
Si quieres la paz trabaja por la justicia. Si quieres la justicia defiende la vida. Si quieres la vida abraza la verdad, la verdad revelada por Dios en sus mandamientos.
Visita del Papa impulsa la lucha indígena, don Samuel Ruiz
Don Samuel Ruiz considera que la lucha por la dignidad de los pobres e indígenas ha cobrado un nuevo impulso tras la visita del papa Juan Pablo II a México.
Don Samuel celebró el 27 de enero el XXXIX aniversario de su consagración como obispo de la diócesis de San Cristóbal. Afirmó que los indígenas fueron el único sector social al que el Papa no "llamó la atención ni reclamó" durante la visita que realizó al país entre los pasados días 22 al 26. Por el contrario dijo que Juan Pablo II "reanimó a los indígenas para que caminen decididamente en su camino liberador en la recuperación de su dignidad".
Durante una ceremonia a la que acudieron decenas de miembros del Secretariado Internacional de Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, insistió en que la "opción por los pobres es universal y esencial para la Iglesia católica" y aseguró que el mensaje del Papa "nos lanza a una unidad continental". Samuel Ruiz advirtió que su labor pastoral en favor de los pobres no sólo no ha terminado, sino que ha cobrado un nuevo impulso con los mensajes de Juan Pablo II.
El obispo siempre se ha caracterizado por su defensa de los indígenas y por sus intentos de intermediación en el conflicto armado de Chiapas. Sin embargo, en junio de 1998 decidió disolver la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) que presidía, ante las críticas del Gobierno y de distintos sectores de la Iglesia católica, que le acusaron de simpatizar con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Dignidad de la mujer. Merece una especial atención la vocación de la mujer. Ya en otras ocasiones he querido expresar mi aprecio por la aportación específica de la mujer al progreso de la humanidad y reconocer sus legítimas aspiraciones a participar plenamente en la vida eclesial, cultural, social y económica. Sin esta aportación se perderían algunas riquezas que sólo el "genio de la mujer" puede aportar a la vida de la Iglesia y de la sociedad misma. No reconocerlo sería una injusticia histórica especialmente en América, si se tiene en cuenta la contribución de las mujeres al desarrollo material y cultural del Continente, como también a la transmisión y conservación de la fe. En efecto, "su papel fue decisivo sobre todo en la vida consagrada, en la educación, en el cuidado de la salud".
En varias regiones del Continente americano, lamentablemente, la mujer es todavía objeto de discriminaciones. Por eso se puede decir que el rostro de los pobres en América es también el rostro de muchas mujeres. En este sentido, los Padres sinodales han hablado de un "aspecto femenino de la pobreza". La Iglesia se siente obligada a insistir sobre la dignidad humana, común a todas las personas. Ella "denuncia la discriminación, el abuso sexual y la prepotencia masculina como acciones contrarias al plan de Dios". En particular, deplora como abominable la esterilización, a veces programada, de las mujeres, sobre todo de las más pobres y marginadas, que es practicada a menudo de manera engañosa, sin saberlo las interesadas; esto es mucho más grave cuando se hace para conseguir ayudas económicas a nivel internacional.
La Iglesia en el Continente se siente comprometida a intensificar su preocupación por las mujeres y a defenderlas "de modo que la sociedad en América ayude más a la vida familiar fundada en el matrimonio, proteja más la maternidad y respete más la dignidad de todas las mujeres". Se debe ayudar a las mujeres americanas a tomar parte activa y responsable en la vida y misión de la Iglesia, como también se ha reconocer la necesidad de la sabiduría y cooperación de las mujeres en las tareas directivas de la sociedad americana.
Los pueblos indígenas y los americanos de origen africano. Si la Iglesia en América, fiel al Evangelio de Cristo, desea recorrer el camino de la solidaridad, debe dedicar una especial atención a aquellas etnias que todavía hoy son objeto de discriminaciones injustas. En efecto, hay que erradicar todo intento de marginación contra las poblaciones indígenas. Ello implica, en primer lugar, que se deben respetar sus tierras y los pactos contraídos con ellos; igualmente, hay que atender a sus legítimas necesidades sociales, sanitarias y culturales. Habrá que recordar la necesidad de reconciliación entre los pueblos indígenas y las sociedades en las que viven.
Quiero recordar ahora que los americanos de origen africano siguen sufriendo también, en algunas partes, prejuicios étnicos, que son un obstáculo importante para su encuentro con Cristo. Ya que todas las personas, de cualquier raza y condición, han sido creadas por Dios a su imagen, conviene promover programas concretos, en los que no debe faltar la oración en común, los cuales favorezcan la comprensión y reconciliación entre pueblos diversos, tendiendo puentes de amor cristiano, de paz y de justicia entre todos los hombres".
Para lograr estos objetivos es indispensable formar agentes pastorales competentes, capaces de usar métodos ya "inculturados" legítimamente en la catequesis y en la liturgia. Así también, se conseguirá mejor un número adecuado de pastores que desarrollen sus actividades entre los indígenas, si se promueven las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada entre dichos pueblos".
Problemas de los inmigrados. El continente americano ha conocido en su historia muchos movimientos de inmigración, que llevaron multitud de hombres y mujeres a las diversas regiones con la esperanza de un futuro mejor. El fenómeno continúa también hoy y afecta concretamente a numerosas personas y familias procedentes de Naciones latinoamericanas del Continente, que se han instalado en las regiones del Norte, constituyendo en algunos casos una parte considerable de la población. A menudo llevan consigo un patrimonio cultural y religioso, rico de significativos elementos cristianos. La Iglesia es consciente de los problemas provocados por esta situación y se esfuerza en desarrollar una verdadera atención pastoral entre dichos inmigrados, para favorecer su asentamiento en el territorio y para suscitar, al mismo tiempo, una actitud de acogida por parte de las poblaciones locales, convencida de que la mutua apertura será un enriquecimiento para todos.
Las comunidades eclesiales procurarán ver en este fenómeno un llamado específico a vivir el valor evangélico de la fraternidad y a la vez una invitación a dar un renovado impulso a la propia religiosidad para una acción evangelizadora más incisiva. En este sentido, los Padres sinodales consideran que "la Iglesia en América debe ser abogada vigilante que proteja, contra todas las restricciones injustas, el desarrollo natural de cada persona a moverse libremente dentro de su propia nación y de una nación a otra. Hay que estar atentos a los derechos de los emigrantes y de sus familias, y al respeto de su dignidad humana, también en los casos de inmigraciones no legales".
Con respecto a los inmigrantes, es necesaria una actitud hospitalaria y acogedora, que los aliente a integrarse en la vida eclesial, salvaguardando siempre su libertad y su peculiar identidad cultural. A este fin es muy importante la colaboración entre las diócesis de las que proceden y aquellas en las que son acogidos, también mediante las específicas estructuras pastorales previstas en la legislación y en la praxis de la Iglesia. Se puede asegurar así la atención pastoral más adecuada posible e integral. La Iglesia en América debe estar impulsada por la constante solicitud de que no falte una eficaz evangelización a los que han llegado recientemente y no conocen todavía a Cristo.
Adolfo Pérez Esquivel
Adolfo Pérez Esquivel no necesita de muchas presentaciones. Hispano–argentino y Premio Nobel de la Paz en 1982 por su labor en la defensa de los derechos humanos es, además de un luchador incansable, una persona muy afable y sensible. Además de su dedicación absoluta a la defensa de los más débiles es un pintor y escultor de calidad. Como todo en su vida, muchas de sus obras las pondrá al servicio de la noble causa a favor de los derechos civiles. Durante su corta estancia en Madrid —para entregar al juez Baltazar Garzón, el juez que ha pedido la extradición de pinochet, información sensible sobre la violación de los derechos humanos en América Latina— ofreció la siguiente entrevista a Noticias Obreras.
¿A qué se debe su visita inesperada en estos momentos de incertidumbre ante la extradición de Pinochet?
El viaje a Madrid es para entregar al juez Baltazar Garzón una investigación que se ha realizado sobre los archivos del terror de la Operación Cóndor. Mucho de este material –que se ha encontrado en Paraguay– afecta a las dictaduras militares de Pinochet, Videla y Massera en Argentina, Banzer en Bolivia y Strosnner en Paraguay. Pero la base operativa estaba en Estados Unidos, en la sede de la CIA. Nixon y Kissinger buscaron derrocar al gobierno de Salvador Allende. Estados Unidos tiene una grave responsabilidad porque formó a más de 80.000 militares en la Escuela de las Américas. La represión en aquellos años no se hizo por casualidad, sino que se programó y estructuró. También hemos presentado al juez Garzón un expediente en el que se implica al Tercer Cuerpo del Ejército en Córdoba, Argentina, en el secuestro y desaparición de niños y niñas.
Dentro de la Operación Cóndor hay un caso de especial relevancia. En 1980 Ester Gianotti de Molfino fue secuestrada en Perú, enviada a Brasil y su cadáver apareció en un apartamento de la calle Tutor en Madrid. ¿Considera que hay implicación española?
La represión no sólo se hizo en América Latina. La diplomática Elena Galmor fue asesinada en París. Están los asesinatos en Estados Unidos y Argentina de Letelier y el general Pratts. Todo esto confirma que hubo una red internacional del terror con bases de seguimiento en Europa. La Operación Cóndor fue un trabajo de interfuerzas. Estados Unidos practicó el terrorismo de Estado, minó los puertos de Nicaragua y fue condenado por la Corte Internacional de la Haya, pero los responsables estadounidenses se lavaron las manos y ni hicieron caso del derecho internacional. Lo mismo pasó con el bombardeo de Panamá y el secuestro de Noriega. En definitiva, la red internacional del terror de esas dictaduras militares, incluida la de Pinochet, fue respaldada desde las delegaciones diplomáticas de esos países asentadas en los países europeos.
¿Cuál es su opinión sobre el caso Pinochet?
En primer lugar, es una acción judicial muy importante que está llevando el juez Garzón. Por un lado, y desde el punto de vista estrictamente jurídico, Pinochet nunca fue Jefe de Estado. Pinochet derroca a un Jefe de Estado constitucional. Pinochet usurpa el poder como dictador. Por lo tanto, Pinochet no puede, no debe, tener inmunidad. Porque si la tuviera estaríamos premiando a los usurpadores del poder legalmente establecido. Otro aspecto del caso Pinochet, que no se toca muy a menudo, es el reconocimiento al papel de las organizaciones de derechos humanos. Gracias al esfuerzo de las ONG en estos 50 años podemos decir que se avanza en materia de derechos humanos. Gracias a la presión constante de estos colectivos, que de forma soterrada han estado preparando el camino, se ha realizado presión para que los Estados ratifiquen Acuerdos, Tratados y Convenios. Hay que tener muy claro que sobre la impunidad es imposible construir la democracia. Si a Pinochet lo mandan a Chile nunca será juzgado. Las ONG hemos recurrido a la justicia española, hemos recurrido al derecho internacional porque en aquellos países la justicia no existe para estos dictadores. Pinochet se blindó jurídicamente, es senador de por vida, es intocable. Además, todo Estado es responsable de sus ciudadanos, incluso en ultramar. Gracias a la acción permanente y constante de las ONG podemos decir que hemos sentado frente a la justicia a Pinochet.
¿Usted considera que a Fidel Castro se le puede aplicar la misma vara que se le está aplicando a Pinochet?
El caso cubano es distinto. En toda la investigación del caso Pinochet se comprueba su complicidad en las acciones de terror y represión. Sobre Fidel Castro no hay denuncias ni hay juicios. La situación histórica es diferente. Se ha de tener en cuenta la actuación de Estados Unidos en América Latina. ¿Quién juzgaría a Fidel Castro?, ¿Estados Unidos? Cada caso tiene su contexto y hay que analizar los aspectos jurídicos y sociales.
En cualquier proceso político siempre hay víctimas y muchas de ellas inocentes. ¿Cuál es el camino para alcanzar la paz?
En cualquier acuerdo de paz y diálogo no podemos descuidar a las víctimas del terrorismo desde cualquier óptica. Hay que buscar caminos alternativos y cicatrizar las heridas. Por ejemplo, antes de la muerte del concejal Blanco yo fui a visitar a la familia. Pero también he estado con los familiares de los presos vascos. En todo proceso de paz cada uno debe ceder algo en bien de todos. Los primeros pasos de distensión tienen que abrir otras instancias. Tenemos el ejemplo de los procesos de paz en Guatemala, El Salvador, ahora en Colombia, donde Tiro Fijo se sienta con Pastrana, el Presidente de Colombia, para allanar esos caminos de paz. Todos tenemos una responsabilidad. La sociedad civil también tiene que participar y facilitar esas vías de diálogo y reconciliación. Los mediadores tenemos muy poco que hacer. Los que tienen mucho que hacer son los propios protagonistas.
Después de 50 años de Derechos Humanos. ¿No considera que hemos avanzado muy poco en estos derechos?
Los derechos humanos son algo más que desaparecidos, torturados o perseguidos. Derechos humanos también es tener salud, educación y trabajo. El mundo está sentado en una bomba de relojería. Los principales problemas de la humanidad son el hambre y el desempleo. En este sentido, la deuda externa que arrastran los países más pobres es inmoral e injusta. A la noria de la muerte que dice "a más pagamos, menos tenemos" se ha contrapuesto la campaña de las iglesias del Jubileo 2000 y del Diálogo 2000. Mantener la deuda externa de estos países es usura y sometimiento. Se gastan miles de millones en armas y se restringe la salud, la educación y el trabajo. Cada vez hay más excluidos y ahora está floreciendo algo más siniestro, "los descartables", que no tienen ninguna posibilidad de integración en la sociedad porque este sistema los arroja a la penumbra. Miles de millones siguen aumentando las listas del paro y el grito de los excluidos es un clamor de los pueblos que demanda una acción internacional para el próximo milenio. La deuda externa eterna es impagable y tenemos que exigir a nuestros gobiernos del Norte que la condonen.
Pedro Casaldáliga
En un libro-encuesta escrito en Italia acerca de lo que piensan los niños sobre Dios, uno de los pequeños encuestados responde muy convencidamente que "Dios vive en el paraíso, donde hace reuniones con los obispos y los papas. El está en alto, y los otros un poco más abajo".
El 11 de noviembre de 1979, un año antes de su martirio (20 años serán en el año 2000), nuestro san Romero de América proclamaba esperanzado: "Y verán queridos pobres, queridos oprimidos, queridos marginados, queridos hambrientos, queridos enfermos, que ya está fulgurando la aurora de su resurrección".
El gorila Ismael, "profesor que procuraba alumnos con deseo sincero de salvar al mundo" según la novela fabulosa de Daniel Quinn, tenía en su sala de aula un cartel que decía, por un lado: "Con el fin de la Humanidad, ¿habrá esperanza para el gorila?"; y decía, por el otro lado: "Con el fin del gorila, ¿habrá esperanza para la Humanidad?".
En esta carta circular no voy a hacer un recuento de cifras dolorosas o eventos esperanzados. Afortunadamente, ya el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha pasado a ser casi un manual de concienciación. Está en los periódicos, en las revistas, en las agendas, ese profeta laico que nos ayuda a abrir los ojos y a sentirnos una sola Humanidad. Como decía en su tiempo, de la Biblia y el periódico el teólogo Karl Barth, el PNUD y la Biblia deberían estar siempre en nuestras manos y en nuestra acción.
En este año de 1999, víspera del famoso 2000, estamos viviendo un final de siglo, un final de milenio, que han revolucionado espectacularmente a la Humanidad, para mal y para bien; con sus descubrimientos científicos y geográficos; con sus luchas étnicas, religiosas e imperialistas; con sus fundamentalismos, holocaustos, gulags y masacres; con sus "sospechas" y la "muerte de Dios" y "el desencanto del Hombre"; con su capitalismo y su comunismo; también con sus avances en la libertad, en la ciencia, en la comunicación, en la solidaridad…
Se cierra en este año un milenio de cristiandad, con sus cruzadas y su inquisición y sus colonialismos y su poder centralizador; pero también con su legión de mártires y santos y santas de las más variadas condiciones; con su Concilio Vaticano II, con las nuevas teologías contextuales, con una irreversible presencia cada vez mayor del laicado en la Iglesia, y más concretamente de la mujer. Se cierra pidiendo perdón, aunque muy tímidamente, y sin acabar de reconocer que muchos de los grandes pecados eclesiásticos de este milenio fueron de la Iglesia, como institución, y no solamente de "algunos cristianos infieles a su bautismo".
Este final de milenio –para la Humanidad, para la Iglesia– bien podría ser un asomarse con lucidez y humildad y esperanza a la respectiva historia y atreverse al cambio estructural, a la reforma eclesiástica que nunca se acabó de hacer, a optar verdaderamente por las mayorías empobrecidas y a dialogar con sinceridad incuestionable, sacrificando privilegios, posibilitando la dignidad y la participación de todas las personas y de todos los pueblos. Tarea de la Humanidad si quiere ser verdaderamente humana, tarea de la Iglesia si quiere ser verdaderamente evangélica.
Nuestro profeta laico, el benéfico PNUD, en su informe último recuerda que todavía -y la cifra crece espantosamente- hay 1200 millones de personas al margen de cualquier tipo de consumo, aquellas que tienen que vivir con menos de un dólar al día. De "grosera desigualdad" califica el PNUD el resultado de su informe. De homicida y hasta suicida desigualdad se trata. Recuerda dicho informe que para cubrir los servicios básicos de toda la Humanidad (educación, salud, agua potable, nutrición…) harían falta sólo 30.000 millones de dólares anuales. Digo "sólo" porque los japoneses gastan en juegos recreativos 35.000 millones al año; los europeos 50.000 millones en cigarros y 105.000 millones en bebidas alcohólicas; y en drogas se gastan 400.000 millones; en armas 780.000 millones; y en publicidad 435.000 millones…
Haciendo, pues, un buen examen de conciencia con propósito de la enmienda, uno entiende fácilmente que el mundo no puede seguir así. Hablando de su pueblo decía un indígena yanomami del norte de Brasil: "Si seguimos así, vamos a morir todos". Entre esos "todos" no estarían solamente los yanomami, si seguimos así.
Venimos hablando mucho de proyectos alternativos, y se constata –gracias a Dios y gracias a la mucha Humanidad que todavía queda– que los proyectos alternativos proliferan en todas las escalas de la vida y de la organización humanas. Pero cada vez se percibe con mayor claridad y más urgencia no sólo la necesidad de proyectos alternativos, sino la ineludible necesidad de una civilización alternativa, de una sociedad "otra", matriz, ensayo y fruto de muchos proyectos alternativos, de muchas buenas voluntades sumadas.
Frente a la tentación del fatalismo y contra la insensible irresponsabilidad del consumismo y el privilegio y la prepotencia se imponen la lucha y la esperanza por esa utopía de un mundo fraterno donde quepamos todos y todas con la propia dignidad y la propia alteridad.
No es posible que tantos comunes sueños que cada vez afloran más en organizaciones, manifiestos y realizaciones concretas, sean apenas sueño. Hay ya mucha Humanidad que sueña despierta, dispuesta a forzar el día de la justicia y la paz.
Vamos a entrar pronto en el siglo XXI, en el tercer milenio (cristiano). Ustedes recuerdan aquello de "…o será místico o no será". Pensando en los cuatro grandes desafíos que nos cuestionan la razón, la fe y la esperanza, yo reformularía el dicho así:
-El siglo XXI o será místico o no será humano. Porque la mística es ese sentido profundo de la vida, esa abertura al horizonte de Dios, esa búsqueda de la respuesta última.
-El siglo XXI cristiano optará por los excluidos o no será cristiano. A medida que crece la criminal desigualdad en el mundo, excluidas de la vida y de la dignidad las mayorías humanas, la opción por los pobres aparece cada vez más como constitutivo esencial de la Iglesia de Jesús.
-El siglo XXI cristiano, o será ecuménico o no será eclesial. Podrá ser una abigarrada eclosión de minicristianismos sin consistencia evangélica y sin comunión testimoniante, pero no la Iglesia de Jesús, testigo de la Pascua, enviada "para que el mundo crea".
-El siglo XXI, o será ecológico o simplemente "no será". No es que yo crea que esté llegando el fin del mundo en ese cacareado año 2000; pero según las ciencias y las experiencias sí que parece que estamos empeñados entre todos en acabar con el aire, con el agua, con la floresta, con la vida. La ecología es la gran política pendiente, y ha de ir siendo, cada vez más, ética, teología, espiritualidad.
Este nuestro nuevo siglo, el nuevo milenio que nos viene a las manos, ha de abocarse sinceramente al diálogo con Dios, con el Dios de todos los nombres, con el Dios de todas las religiones, con el Dios de todos los rostros y preguntas y esperanzas. Ha de abocarse sinceramente a un diálogo fraternal con la naturaleza, vida de nuestra vida, casa de nuestro lar. Ha de abocarse a un diálogo abierto, alegre, enriquecedor, entre los hombres y las mujeres, entre los pueblos y las culturas, entre los dos o tres o cuatro mundos que trágicamente hay, para construir la otra mundialidad, la globalización de la solidaridad, la humanidad hermosamente plural y una.
Mis amigos agustinos y agustinas, en un reciente encuentro de América Latina y el Caribe, soñando también con un nuevo milenio "nuevo", proponían estas justas alternativas al neoliberalismo inhumano:
1. Supremacía de lo social en lugar de la supremacía del mercado.
2. Solidaridad eficaz en lugar del individualismo corrosivo.
3. Afirmación cultural en lugar de la idolatría de la globalización.
4. Inclusión económica y social en lugar del desempleo en masa.
5. Derechos humanos en lugar de violencia e impunidad.
6. Estado social y participativo en lugar del estado mínimo y policial.
7. Ecumenismo respetuoso en lugar del sectarismo fundamentalista.
Acabamos de celebrar las bodas de oro (y de sangre) de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y con esta ocasión se han reclamado en muchas partes con nueva fuerza y ampliándolos incluso a áreas más preteridas. Sigue bochornoso el problema de los derechos de los pueblos. Todavía asiste el mundo pasivamente a genocidios, embargos, guerras prepotentemente relámpagos; y la ONU continúa manipulada por siete "grandes", y el mercado total viene sustituyendo al derecho, a la justicia y a la ética totales.
De los más dispares sectores de la Humanidad, desde políticos marxistas hasta el Papa Juan Pablo II, se levantan voces unánimes contra la iniquidad de la Deuda Externa y por su revisión o reducción o cancelamiento. No siempre situando correctamente el problema: porque esa Deuda no es deuda; porque los supuestos acreedores son de hecho los deudores; y porque las víctimas de esa deuda la vienen pagando desde hace siglos con hambre, miseria y muerte. Además, porque se olvida a veces –como ha observado insistentemente la Semana Social Brasileña- que hay una conexión dialéctica entre la Deuda Externa y las deudas sociales (de salud, educación, vivienda, trabajo, igualdad… vida), que ésas sí han de ser pagadas como deudas de lesa Humanidad.
En todo caso, el año 2000, que para los cristianos es además jubileo, se ha transformado en una gran convocatoria mundial contra la Deuda Externa y sus males. Nuestra Agenda Latinoamericana del Año 2000 estará dedicada también a ese tema: "Una Patria Grande sin Deudas"; sin la Deuda Externa y sin las deudas sociales, se entiende.
En todo el mundo, también en el primero, el desempleo ha pasado a ser una verdadera agonía, personal, familiar, social. Se calcula que en este cambio de siglo como un billón de personas malvivirá zarandeada por esa marea. El trabajo, en la actual economía de mercado total y por la supravaloración de la técnica al servicio del lucro, ha dejado de ser un derecho y ni siquiera se puede invocar como un deber. ¡Simplemente "no hay trabajo"! El capital liberal, a contrapelo, es verdad, tenía que discutir con el trabajo; el capital neoliberal puede "prescindir" del trabajo. En Brasil, la Campaña de la Fraternidad de este año, dedicada precisamente a este tema del desempleo, pregunta muy oportunamente: "Sin trabajo, ¿por qué?". A las causas hay que ir. Y esas causas son totalitariamente estructurales. Los excluidos empiezan siendo primero excluidos del trabajo.
Brasil se está preparando también, con muy contradictoria preparación, para los 500 años del mal llamado descubrimiento y de la ambigua evangelización de esta Tierra de Santa Cruz. Será una nueva oportunidad —y no sólo brasileña— de revisar esa historia de los 500 años y de valorar la historia de los millares de años anteriores y una y otra herencia, como Sociedad y como Iglesia. Aquí también, ante todo, hay que repetir con el cantor: "Bienaventurados los que han hecho realidad esta resistencia de 500 años". (Continuará).
Como funcionario de una institución de cooperación holandesa, llamada Solidaridad, estoy agradecido por poder valerme de este espacio para contarles algo sobre un experimento que tuvimos entre grupos eclesiales de América Latina y de Holanda. Se trata de un proyecto de lectura de la biblia compartida, cuya meta era conocerse. Lo bautizamos "Lectura Intercultural de la Biblia" (LIB), pues en el proceso los grupos participantes cruzan fronteras y barreras culturales, aunque sea por medio de cartas.
Historia. El experimento surgió como iniciativa de algunas instituciones eclesiales holandesas vinculadas con América Latina, entre ellas la mía. Compartimos el deseo de profundizar los contactos existentes, incorporando en ellas mejor las propias bases eclesiales. En vez de llevar la comunicación a nivel de instituciones que representan grupos eclesiales, la idea era de crear una comunicación directa y personal entre la misma gente.
Había un argumento más estratégico detrás del deseo de tener comunicación más directa con la gente. En un mundo que se hace cada vez más pequeño por los efectos de la globalización (en la que, según sabemos todos, grandes empresas nacionales e internacionales se van uniendo entre sí, acaparando poder), es importante que la gente de las mismas comunidades podamos intercambiar sobre los efectos, las consecuencias de ese fenómeno.
Método. ¿Cómo fue ese experimento? ¿Qué se hizo? Organizar a gente alrededor de un proyecto mientras que los mismos participantes viven en mundos distintos, geográficamente muy lejos los unos de los otros, puede parecer complicado. Pero, en el fondo no fue tan así. Decidimos pedir a los grupos que partieran de sus experiencias de vida. Para delimitar un poco el terreno propusimos que se hablara de experiencias de exclusión y reconciliación. A todo el mundo, viva donde viva, sea quien sea, le pasa eso de no estar tomado en cuenta, de sentirse fuera. Sobre esta base común invitamos a la gente a que seleccionara un texto bíblico y que lo interpretara a la luz de sus vivencias de exclusión y, donde las hubo, de reconciliación.
El resultado de este proceso de intercambiar experiencias y seleccionar e interpretar un texto bíblico a la luz de esas experiencias, se plasmaba en un informe, y este informe era enviado a un grupo del otro lado del océano. Ahora bien, el grupo que recibe el informe (y que dicho sea de paso ha hecho exactamente lo mismo), lo primero que hace es tomar el texto bíblico seleccionado por el misterioso grupo del otro lado del mundo, leerlo e interpretarlo, por supuesto en torno a sus propias experiencias. Pero después compara la propia interpretación con la interpretación del otro grupo, tal como había quedado plasmada en el informe Ahí está el detalle, allí es donde se da lectura intercultural de la biblia propiamente tal. Es ante todo allí donde salen cosas lindas, encuentros inesperados y visiones nuevas sobre la misión de la iglesia. En fin, es en este momento donde se da algo como verdadera comunicación entre comunidades que en su vida hubieron pensado tener contacto la una con la otra.
El espacio no me permite entrar en detalle, pero si le suena la idea, si tiene interés en participar de este proceso de globalización desde abajo, le quiero invitar a ponerse en contacto con nosotros: Solidaridad. De ahí en adelante nos proponemos servir de enlace entre comunidades de allá y de aquí, manejando un banco de datos metodológico, donde está descrito paso por paso lo que se tiene que hacer. Escriban por carta normal, por correo electrónico o fax, lo que sea. Nadie está excluido. En este proyecto participan las más diversas denominaciones, entre iglesia católica, luterana, reformada, pentescostal, bautista. ¡Sólo falta usted!
Jan Hartmann
Para inscripción y/o información
sobre LIB, diríjase a :
SOLIDARIDAD
Goedestraat 2
3572 RT Utrecht
HOLANDA
tel: 0031 -30-2720313
fax: 0031 -302720194
correo electrónico: solidaridad@antenna.nl
La aldea global ha sido sustituida por el mercado global, dando lugar al fenómeno de la globalización, que, en su actual modalidad neoliberal, tiene carácter excluyente tanto de continentes enteros, los más sudesarrollados, como de sectores cada vez más amplios de los países desarrollados, los que no se adaptan a la renovación tecnológica.
¿Que papel puede jugar el cristianismo en el actual proceso de globalización económica de corte neoliberal? Dos son las respuestas a esta pregunta dentro del propio cristianismo.
La primera es la de los teólogos del capitalismo, que, insensibles al carácter excluyente de la comercialización global, la legitiman religiosamente y la consideran el "fin de la historia". En El espíritu del capitalismo democrático, ¿M. Novak llega a hablar de las "raíces evangélicas del capitalismo" y enfatiza la afinidad entre la tradición judeocristiana, la economía de mercado y la democracia.
Muy otra es la respuesta de quienes consideramos que el cristianismo puede y debe animar un proceso de mundialización igualitaria, alternativo al de la globalización neoliberal actual. El cristianismo es una religión universal. Pero su universalidad nada tiene que ver con la uniformidad del pensamiento y de las conciencias, ni con la imposición de las creencias al mundo entero. Tiene que ver, más bien, con la idea de propiciar un proceso de globalización por la vía de la universalización de los derechos humanos, de la justicia y de la igualdad sin discriminaciones, a partir de la opción por los pobres. En otras palabras, la universalidad del cristianismo debe traducirse hoy en una globalización de la solidaridad desde abajo, que incluya a quienes la globalización neoliberal excluye.
¿Cómo? Participando en los diferentes foros de solidaridad con iniciativas tendentes al logro de una auténtica fraternidad–sororidad e intentando hacerlas realidad en sus ámbitos de influencia.
He aquí algunas de ellas:
• derribar el muro de separación entre el Sur y el Norte;
• denunciar el carácter idolátrico del capital, que exige sacrificios de vidas humanas;
• defender la democratización de los Estados en torno a los valores comunitarios;
• mundializar las luchas sociales haciendo converger sus ideales emancipatorios e integrando las microutopías en un proyecto ético global.
Juan José Tamayo