Carta a las Iglesias, AÑO XIX, Nº 424, 16–30 de abril, 1999
En nuestro mundo hay muchos males y en ocasiones salen a relucir de manera inocultable. En estas semanas estamos viendo la barbarie de Kosovo, con centenares de miles de expulsados y refugiados, y la barbarie de los bombardeos de la OTAN, que, poco a poco, están destruyendo a un país. El caso de Pinochet y de Mons. Gerardi nos recuerdan aberraciones del pasado y la impunidad de los asesinos –aunque en Londres se ha abierto una lucecita de esperanza. Y como siempre, la pobreza rampante y recurrente, el aumento del desempleo, la desvergüenza del informe de FUSADES que no define como "pobre" a quien tiene que vivir con 580 colones al mes...
Gobiernos y economías no liberan de estos males, sino que a veces nos hunden más en ellos. ¿Y la Iglesia? No es que falten buenas intenciones y buenas palabras. A veces hay también acciones. Pero no son muchas, ni proporcionadas a los males de nuestro mundo. Por eso la Iglesia necesita "recuperar aliento", y no contentarse con hacer algunos bienes. Necesita encarnarse, como Jesús, en este mundo de males, denunciarlos, combatirlos, entrar en conflicto con sus responsables. Bien está el diálogo educado y la búsqueda de armonía, pero sobran las denuncias sólo de palabra, sin que nadie se sienta afectado, de modo que todo sigue igual.
Estamos ahora en una Iglesia que, en buena parte, es una Iglesia light, y lo que queremos es una Iglesia con aliento. Más en concreto, una Iglesia que recupere aliento, porque "aliento" ha tenido con creces y de manera admirable la Iglesia latinoamericana –véase en este mismo número lo que decimos del cardenal Silva, y ciertamente la Iglesia salvadoreña.
Pero las cosas han cambiado. Con excepciones como la de don Pedro Casaldáliga, el confrontamiento de los obispos brasileños con el presidente Cardoso a propósito de la economía, las batallas de don Samuel para defender a un pueblo indígena, la impresionante celebración el día 25 de abril ante la plaza de catedral de Guatemala, con más de 30 mil personas, para recordar a Mons. Gerardi y para protestar por la farsa de la investigación gubernamental, abunda más la moderación que la profecía y se evitan batallas mayores con los responsables de las desdichas del continente. Por eso, aunque se nos tilde de anacrónicos –"la situación ha cambiado"–, aunque suene repetido y machacón –"siempre dicen lo mismo"–, insistimos en recuperar lo mejor del pasado: el aliento con que la Iglesia se enfrentaba antes al mundo real, el aliento con que le decía la verdad y le exigía conversión, el aliento con que vivía y se desvivía por los pobres y oprimidos, y el aliento con que predicaba las bienaventuranzas de Jesús –no las del Banco Mundial y del mercado.
Para la Iglesia es urgente recuperar ese aliento y no convertirse en una religión que, aunque habla acerca del mundo, a la hora de la verdad parece vivir más dentro de sí misma y para sí misma, que, aunque se presenta como pluralista, fomenta y facilita todo tipo de espiritualismos sin compromiso, mientras frena y dificulta lo que antes se llamaban comunidades eclesiales de base, teología de la liberación, grupos de "obispos rojos"...
Por ello hay que volver a Medellín, a Monseñor Romero, a Ignacio Ellacuría –y así lo hemos hecho muchas veces en estas páginas. Para no repetirlo, hoy vamos a citar unas palabras de Aloysius Pieris, teólogo cristiano de la India –experto también en budismo y otras religiones– que ponen el dedo en la llaga y presentan lo esencial de un cristianismo universal y de un fe con fuerza, esa fe que puede hacer crecer. Presenta no una Iglesia light, sino una Iglesia con aliento. He aquí sus palabras.
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Un cristianismo que haya renunciado a la predicación y la práctica de las bienaventuranzas como ideal utópico no será un cristianismo profético y estará fuera de lugar. Esta es la crisis de significado o la falta de orientación de las que hoy nos lamentamos la mayoría de nosotros. En realidad, Francisco de Asís, Thomas Merton y Bede Griffiths son extraños para los cristianos. Y, sin embargo, todos ellos fueron auténticos cristianos universales. Ellos ofrecen el Agua de la Vida. Pero no tienen seguidores en un cristianismo que se ha concretado en una ideología uniformadora (y light).
Soluciones provisionales, como la del trabajo heroico de la Madre Teresa de Calcuta, no son suficientes. Además, anunciar la caridad cristiana a expensas de los pobres también es una forma de la "cocacolonización" del mensaje de Cristo.
Los auténticos cristianos que se han esforzado por producir la libertad frente a la carencia siempre se han enfrentado a los modernizadores y a los tecnócratas. El religioso oblato Miguel Rodrigo, de Sri Lanka, no recibió el premio Nobel como la Madre Teresa, sino un balazo, fue asesinado por un "gobierno democrático liberal" por haberse resistido a la expropiación de tierras a los pobres en nombre del desarrollo. Algunos religiosos consideran que el P. Rodrigo se apartó de su vocación cristiana por interferir en el modelo de desarrollo existente. Esta historia se repite.
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La verdad es sencilla y, por lo tanto, profunda. No se la hace más verdad complicándola. La Revelación entera de las Escrituras ofrece un mensaje sencillo y profundo a la vez: a) Jesús es la contradicción entre "Mammon" (el Dinero) y Yahvé. b) Jesús encarna la alianza defensora entre los oprimidos y Yahvé.
La universalidad (y la seriedad) del cristianismo se basa en estos dos principios. Pero volver a estos elementos básicos equivale a cargar de nuevo con la cruz, la cruz que hemos abandonado durante siglos. Significa experimentar en nuestras vidas el conflicto amargo entre Yahvé y Mammon y soportar las severas consecuencias de firmar la alianza defensora entre Yahvé y las no–personas de esta tierra.
El primer principio es la formulación cristológica del Sermón de la Montaña. Jesús encarna la espiritualidad común a todas las religiones. Toda religión entiende la vida santa como libertad frente a las necesidades. En esto, un discípulo de Cristo es también discípulo de Buda, y viceversa. Como ésta es una espiritualidad universal, se sigue que cualquier rama del cristianismo que no se la apropie deja de ser una vía de salvación o religión universal y, a fortiori, la religión de Cristo.
El segundo principio es exclusivo del cristianismo, como los no–cristianos nos recuerdan constantemente en los diálogos inter–religiosos de las Comunidades Humanas de Base. Si fallamos en proclamarlo de palabra y de obra, no contribuiremos a apagar la sed de libertad frente a la carencia. Por eso Jesús es la encarnación del compromiso público de Dios con los pobres para asegurar estas liberaciones.
A menos de dos meses para la toma de posesión del tercer gobierno de ARENA, se ha hecho pública una nueva propuesta de políticas económicas elaborada por FUSADES, la cual propone cuatro grandes objetivos macroeconómicos: 1) mantener una inflación baja, 2) implementar una política fiscal sana, 3) establecer un tipo de cambio que no penalice las exportaciones y 4) mantener estables las tasas de interés. Para ello propone medidas relacionadas con el sector bancario, el mercado financiero no bancario, el tipo de cambio y la política fiscal.
En las siguientes líneas se examinan los principales planteamientos de la propuesta de FUSADES en lo que respecta a la política fiscal, teniendo en cuenta las posibles implicaciones de estas medidas sobre la población más desfavorecida del país. En concreto, interesa examinar los efectos de medidas tales como el congelamiento de las pensiones mínimas, las reformas al impuesto sobre la renta, la eliminación del subsidio al diesel (así como la aplicación de impuestos a este combustible) y el gas licuado y la eliminación de las exenciones de IVA para los granos básicos, frutas, verduras y leche.
Aunque se aceptara que varias de las medidas propuestas por FUSADES podrían contribuir a reducir el déficit fiscal, no puede dejar de señalarse que la mayoría de estas medidas tendrá fuertes implicaciones sobre el crecimiento de los precios, el deterioro de los salarios e ingresos reales de los trabajadores y el incremento de los impuestos para sectores de bajos ingresos. Así, la propuesta de congelar las pensiones mínimas implicaría condenar a todos los pensionados a subsistir permanentemente con niveles de pensiones que de antemano ya resultan insuficientes para adquirir la canasta básica, con el agravante de que la medida estaría acompañada de la imposición de mayores obstáculos para la jubilación, tales como incremento de la edad mínima y exigencia de un mínimo de años de aporte para jubilarse.
Las reformas más importantes al impuesto sobre la renta consisten en reducción del mínimo no imponible, eliminación del límite de exenciones de impuestos a las personas jurídicas, eliminación de las deducciones por gastos de educación y salud, introducción de impuestos a los intereses pagados por las empresas por nuevos créditos, eliminación de la amortización acelerada de las inversiones e imposición de un tope a las deducciones por donaciones. Estas medidas afectan tanto a los sectores asalariados como a los empresarios, pues mientras las dos primeras provocarían que se incrementen los impuestos en base a contribuyentes de bajos ingresos y la micro y pequeña empresa, las siguientes afectarían también a las grandes empresas y a los contribuyentes de ingresos elevados.
La propuesta de eliminar los subsidios al diesel y al gas licuado también tendrán implicaciones negativas sobre la población, ya que aumentarían el costo de la canasta básica. La eliminación del subsidio al diesel supone colocar mayores presiones para el incremento de las tarifas del transporte público. Este tema, por cierto, en diversas ocasiones ha sido objeto de polémica entre las gremiales de transporte de pasajeros y las autoridades correspondientes por sus efectos sobre el consumidor. Adicionalmente, también incrementaría los costos de los transportistas de mercaderías, quienes seguramente aumentarán las tarifas de sus servicios y con ello provocarán un incremento generalizado en los precios de los productos. En esta misma línea, la imposición de impuestos a la venta del diesel supondría –entre otras implicaciones– presiones hacia el incremento de los pasajes para el transporte público, de las tarifas de carga y del índice general de precios. Por su parte, la eliminación del subsidio al gas licuado también implicaría un incremento en el precio de éste, lo cual también impactaría sobre la economía familiar, en la medida en que se incrementarían los costos de cocción de los alimentos.
La eliminación del IVA a los granos básicos, leche y medicamentos también es una medida inflacionaria, porque implicaría que el precio al consumidor de estos productos se incrementaría en un 13%, correspondiente a la tasa de IVA vigente a este momento. Esto, evidentemente, provocaría más presiones hacia el incremento de los precios.
El trasfondo de las políticas propuestas por FUSADES es, en lo fundamental, el equilibrio de las finanzas públicas. La importancia asignada a las medidas dirigidas al sector financiero, bolsa de valores y mercado de divisas es mayor que la que se le da a las medidas de política fiscal. El crecimiento de la producción, empleo, ingresos y satisfacción de las necesidades básicas de la población parece que dependería, entonces, de la eliminación de algunos subsidios y exenciones que, aunque están dirigidos a favorecer a los sectores de menores ingresos, se supone estarían obstaculizando el camino hacia el crecimiento, la estabilidad, la creación de empleo y la reducción de la pobreza.
En resumen, la propuesta de FUSADES no representa una opción económica viable, pues, aun cuando lograra elevar las tasas de crecimiento, lo estaría haciendo a costa de mayores impuestos para los sectores de menores ingresos y de un incremento en el costo de la canasta básica. La realidad de la pobreza en el país requiere de propuestas que no hagan recaer la mayor parte de sus costos sobre los sectores más desfavorecidos y que, por el contrario, contemplen la necesidad de captar la mayor parte de los recursos de los sectores de mayores ingresos.
Una cifra indignante
En el informe de FUSADES se daba una cifra que parece haber pasado inadvertida para la mayoría de quienes han comentado este informe. Simplemente decía que están en la pobreza aquellas familias y personas que reciben menos de 580 colones por persona–mes. La afirmación es impresionante y en muchos aspectos aterradora.
En primer lugar porque quienes la dicen ganan diez y veinte y cien (no exagero, aunque sean pocos los de este acápite) veces más que esa cantidad por persona mes. Que se nos diga que prácticamente el 50% de la población está por debajo de esa cifra, mientras otros están muy, demasiado por encima, es ya un golpe fuerte. Pero además, imaginando una familia de cinco miembros, ¿piensa alguien que ya no son pobres si solo tienen ingresos de 3,000 colones? Y si esa familia ganara 5,000, ¿sería ya rica y carecería de problemas? Si como decía la UCA ya hace algún tiempo la canasta básica para una familia de cinco personas andaba por los 4.000 Colones al mes, ¿se puede no ser pobre al tiempo que no se cubre la canasta básica? Para el señor Edwards parece que sí. Y para FUSADES, que lo contrata, parece que también
En segundo lugar esta cifra es impactante porque nos recuerda una vez más la cantidad de personas empobrecidas que hay en nuestro país. Y sobre todo lo desprotegidas que están. FUSADES pone su esperanza en el mercado y en un mejor funcionamiento del Estado en una serie de aspectos. ¿Pero será cierto que esa cifra no dice nada sobre la misma empresa privada? Un país puede ser pobre porque lo han explotado mucho, porque los términos de intercambio son injustos, porque es atrasado, y por otras razones más. Pero si se afirma que el pueblo salvadoreño es trabajador, y al mismo tiempo se cuenta con un buen número de millonarios en el país, el problema de la pobreza tiene también algo que ver con el modo de actuar de la empresa privada. No se puede echar la culpa a los de fuera, a los gobiernos y a la organización obsoleta del Estado, sin entonar al menos un pequeño mea culpa. ¿Cuántos millonarios de este país no se han convertido en tales si no es a la sombra y protección corrupta del Estado? ¿Van a ser esos millonarios ahora los que van a dirigir tan magistralmente el mercado que nos van a sacar de la pobreza? o ¿van a ser los millonarios cobardes, que han ganado legítimamente su dinero, pero que callan ante los millonarios ladrones, los que van a arreglar la situación?
Paco Flores ha dicho que no cambia su Alianza por el Trabajo por el plan Edwards. Más allá de los planes, llámense como se llamen, lo que hace falta es ver el problema y enfocarlo desde todos los ámbitos. Y exigirnos responsabilidad a todos. Y exigir que las normas que rigen la convivencia en el campo económico, incluidos los impuestos, se cumplan. Y planificar racionalmente los pasos que sean necesarios para eliminar esa cifra tan aberrante, que nos hace ahora protestar.
Ricardo Quinónez
Yo la tengo presente a la par del cuerpo de Monseñor Romero con su rostro triste, también la recuerdo en las primeras horas del día en la escena del crimen de los padres jesuitas. Su figura a la par de estos dos hechos emblemáticos, conocidos nacional e internacionalmente, son una síntesis del trabajo sin pausa que ha realizado en los años de mayor crueldad y represión contra amplios sectores populares. Con esta mujer, que ha acompañado el sufrimiento del pueblo desde hace muchos años tenemos una gran deuda; y qué bueno que los organismos de mujeres hayan reconocido su enorme aporte y le hayan conferido el título de Mujer del año. Aplausos para el movimiento de mujeres por este acto de agradecimiento, aunque es paradójico que primero se le haya premiado y reconocido en el exterior, pero es mejor tarde que nunca.
María Julia fue nuestra primera Procuradora de Derechos Humanos, en plena guerra civil y sin el nombramiento oficial de nadie, sólo con la legitimación de la cadena de humildes que pasaban por su despacho clamando por sus desaparecidos, denunciando los asesinatos de los suyos, rogando por sus buenos oficios para la libertad de sus parientes. Con la fuerza de su palabra se enfrentó al poder apoyada por nuestros pastores de entonces. La paciencia y rigurosidad con que documentó cada caso, y el ser depositaria y digna de confianza de las mayorías sufridas de este pueblo, hicieron que se convirtiera en referencia obligada y voz autorizada de los organismos y personalidades especializadas en Derechos Humanos. No había delegación internacional de supervisión que pasara por estos lares que no buscaran la valiosa opinión de María Julia. María Julia la del Arzobispado, María Julia la de la Tutela Legal, eran los apellidos que le puso el pueblo para que algún despistado no la fuera a confundir con aquellas otras, pero además en ese sincretismo popular se expresaba el compromiso que asumió como modo de vida. Se comprometió cuando por menos de lo que ella hacía uno se ganaba la muerte; quizá en alguno de esos momentos sintió miedo, pero pudo más su amor por los humildes, y yo creo que en eso reside la valentía, cuando el miedo no lo inmoviliza a uno para hacer lo que dicta la conciencia.
Yo me imagino que esta mujer sí ha recibido muchas muestras de agradecimiento de parte de los humildes por quienes tanto ha trabajado, y por quienes se hermanó con nuestros dos Monseñores. Puedo ver su despacho alborotado con la algarabía de las gallinas maneadas entregadas como pago a su solidaridad, o tucos de queso envueltos en tuzas por haber encontrado una tumba clandestina; o quizá huevos de amor por haber liberado a aquel joven campesino. María Julia puede dormir tranquila porque le apostó a la vida en contra de los hacedores de la muerte, porque por dondequiera que transite va a encontrar sonrisas de agradecimiento y de admiración por su valentía inquebrantable en defensa de los humildes. Porque además le dio una dimensión distinta al campo del derecho cuando lo exigió también para los marginados.
María Julia descifró caminos e interpretó dolores para recuperar un poco de la memoria histórica que debemos conservar como vacuna contra la impunidad. Mucho de lo que sabemos de aquellos tiempos se debe a su labor tesonera recogida en parte por la Comisión de la Verdad y entregada a todos y todas para que nunca más tengan cabida esas prácticas por estos lados. Para muchos de los que trabajamos por la vida y por la vigencia de los derechos humanos esta mujer es un paradigma y un orgullo. Que Dios nos la conserve por muchos años para que nos siga dando esas lecciones de dignidad y compromiso. Porque, si bien es cierto, ahora los salvadoreños y salvadoreñas no mueren por balas disparadas desde sectores en guerra política siguen muriendo por las disparidades e injusticia social prevalecientes.
(Tomado de Co–Latino, 19 de abril)
Pedro Casaldáliga
Yo, obispo a la izquierda, poeta de camino, venido de otros mundos pero injertado en la Patria Grande como un brote mestizo de culturas y anhelos, misionero con una cierta vocación para evangelizar "macedonios", y claretiano de aquel que fue arzobispo de Santiago de Cuba, hago esta declaración, a veintitantos de febrero de 1999, esperando que termine menos mal este milenio, "deslumbrante y cruel", mientras la posmodernidad anda sin rumbo y quieren declararnos "cansada" la utopía.
Yo vengo de Brasil, que también es latinoamericano; del río Araguaia, frontera de luna y pájaros y luchas de la gran Amazonia. Vengo del Santuario de los Mártires de la Caminhada, donde se conserva viva la "memoria peligrosa" de toda la sangre derramada por la causa grande de la Liberación; y donde, por cierto, están presentes, ecuménicamente, los jóvenes cubanos Frank Pais y Antonio Echeberría.
"Declaración de amor" digo, no de odio ni de desprecio ni de indiferencia; porque —entre otras cosas para amar y para discutir y para corregir- se trata de una revolución nuestra, de esta Patria Grande que es Nuestra América.
Es una declaración, en voz alta y a corazón abierto, para que se enteren las olas que van y vienen por el mar Caribe y los silencios expectantes de los Andes y los helados vidrios de Wall Street. Pero en parábola, para que no se entienda más de la cuenta, y para que los hermanos y hermanas que quieran lo entiendan desde el corazón y en la esperanza.
Acosada y acusada, la revolución debe seguir haciéndose, pero total. Y debe saber que un fracaso puede ser un fracaso procesual, un fragmento del gran fracaso pascual que termina en el triunfo de la Vida.
Los adjetivos a veces son sustantivamente calificativos, y por eso he dicho revolución "total". Las revoluciones, ya se sabe, pueden ser parciales, partidistas, inmediatistas quizá. En cristiano decimos -y creemos- que el Reino de Dios, que es la Revolución de Dios mismo, es "ya sí, pero todavía no". Total, además, ha de ser, porque la buena revolución que soñamos y que uno quiere para esta Cuba amada y para Nuestra América y para el mundo, es la revolución de las almas, la revolución de las relaciones, la revolución de las estructuras. Pero revolución, porque de reformas al estilo de las democracias formales, ya estamos más que cansados. Lo que queremos es "la dignidad plena del hombre (y de la mujer)", que diría "el apóstol" Martí; aquel "ejercicio íntegro" que él deseaba para su patria —y "que no corra peligro la libertad en el triunfo", advertía— y que él desea ahora —vivo en la piedra de la historia y en la gloria merecida— para toda la "patria que es Humanidad" y para toda esta "América de la que somos hijos e hijas".
Cuanta sociología pueda proclamar y vivir esta humana tierra de la familia de Dios se reduce —¡casi nada!— a conjugar dialécticamente esas dos aspiraciones mayores de nuestras vidas y nuestros pueblos: la Libertad y la Justicia. Conjugar simultáneamente, como cantaba el poeta peruano, "la justicia y las rosas", y, añadamos, el viento, el Viento...
Para la fe de los seguidores y seguidoras de Jesús, toda la realización personal y toda la construcción de la Historia consiste en saber conjugar, en la dialéctica del Evangelio, el Mundo, el Reino, la Iglesia. (Esa Iglesia que es un misterio y una misión, pero que es también una historia de santidades y de infidelidades y poderes y cegueras). El Reino —ya se sabe, y ¡cuánto mejor se debería saber!— es el sueño de Dios, la pasión de Jesús (según el Evangelio), "el destino de la raza humana" (según el teólogo de Africa del Sur), y "sólo el Reino es absoluto, todo lo demás es relativo" (según el papa Pablo VI). Y la Vida, cada vida, y la Historia, con todos sus procesos, son materia prima del Reino, bajo la acción amorosa del Espíritu de Dios.
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El capitalismo es un pecado capital. El socialismo puede ser una virtud cardinal: somos iguales, somos hermanos y hermanas, la tierra es para todos y, como repetía Jesús de Nazaret, no se puede servir a dos señores, y el otro señor es precisamente el capital. Cuando el capital es neoliberal, de lucro omnímodo, de mercado total, de exclusión de las inmensas mayorías, ya el pecado capital es mortal abiertamente.
Socializar, distribuir como en familia, en la única sufrida, hermosa, humana familia de Dios. No habrá paz en la tierra, no habrá democracia que merezca recobrar este profanado nombre, si no hay una cierta socialización de la tierra del campo y del suelo de la ciudad, de la salud y de la educación, de la comunicación y la ciencia. Tú puedes tener si el otro puede tener también; pero tú no puedes tener acumulando, dejando al hermano desnudo. La propiedad privada es esencialmente inicua cuando es privatista y privadora. ¿Recuerdan ustedes el gesto aquel de la multiplicación de los panes y los peces? No fue un juego de magia, sino un acto de compartir. Pan hay para el mundo, para la humanidad entera, e incalculable pescado tiene el mar... El compartir será, evidentemente, en contra del programa del FMI y del BM y de las transnacionales y de los multimillonarios y muchas veces —quién sabe— quizás en contra de nuestro propio corazón posmodernamente egoísta.
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Cuba viene pasando angustiadamente por un "período especial". Por un período muy especial pasa el mundo entero. A neoliberalismo tocan todos los bancos, todos los gobiernos, y muchas computadoras. Cuba es una isla, cercada de mar por todas partes; cercada del mar del neoliberalismo también. ¡Ay Nicaragua Nicaragüita! ¡Pero sigamos, Zapata! ¡Hermanas y hermanos de la Patria Grande: no se cansen de soplar viento de utopía por las quenas maternas, no se cansen de darle a los tambores de la negra rebeldía! ¡Padres y Madres de la Patria Grande: los Juan Diego, Lempira, Las Casas, Tupac Amaru, Zumbí, Martí, Camilo Torres, Che Guevara, Doña Tingó, Romero, Margarida Maria Alves... y todos cuantos y cuantas a lo largo de los siglos de antes y después de la conquista, en la siempre Abya Yala fecunda, vienen dando su sabiduría y su canto, su lucha y su sangre, su resistencia y su esperanza!
Cuba es una isla, y una isla igualmente es un lugar desconectado del resto del mundo, pero conectable con el mundo entero. "Que el mundo se abra a Cuba", pedía el papa; "y Cuba se abra al mundo"; que Cuba se abra a Cuba, que la Iglesia se abra al Pueblo, que el Estado se abra al Pueblo, que el Pueblo se abra al Pueblo; que todo se abra al Reino, que es la liberadora política de Dios...
No vamos a dar a nadie que se crea grande "la perla del Caribe", ni tampoco vamos a encerrarla en una concha. Cubanos, cubanas, hermanos del mundo, tan generosamente entregados a la salud, a la educación y a la liberación, más allá de las fronteras de la patria cubana: ¡vamos a seguir "internacionalizando el amor" —como quería el compa nica de Santa Clara—, globalizando la solidaridad, mundializando la utopía!
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¿Qué hacemos, Señor, en este mundo neoliberal? ¿Qué haces Tú? ¡Que se te vea que eres siempre el Dios de los pobres! Que hagamos verte tal. Que la Iglesia, las Iglesias, la Iglesia de Jesús, ecuménicamente testigo del Crucificado Resucitado, sea libre, sí, pero para el servicio, coherente siempre con la opción de Jesús y con la fuerza de su Pascua. Ni plañideras ni cruzados. Nada de crispación militante, ni de un lado ni del otro, que de un solo pueblo se trata, y habría de tratarse de una misma tarea y una misma esperanza. Que la laicidad del Estado no tenga por qué ser irreligiosidad del Pueblo; ni el espacio de la Iglesia tenga que ser poder. Sea la Iglesia de Jesús luz, sal, fermento, como El soñaba, humilde diakonía del Reino, una profecía que consuela al Pueblo y lo acompaña, que anuncia la Buena Noticia, que denuncia la mala noticia de toda Muerte, que no apaga la mecha de los logros y los ensueños, quizá casi apenas humeantes, y que nunca le hace el juego al enemigo mayor.
Dios no "ha entrado en La Habana", periodista Manolo, porque no ha salido nunca de La Habana, como no ha salido nunca de tu corazón que se declara ateo ni de otros corazones ateos más o menos. Dios antes, durante y después. Dentro. El, siempre mayor, Otro. Que nadie use sólo el manual ni nadie use sólo el catecismo. Que todos los lázaros de todos los rincones, sientan, igual que en El Rincón, cómo se hacen uno el san Lázaro obispo y el san Lázaro pueblo. Que la Iglesia y la Sociedad acojan la santería negra con el respeto que merece una presencia autóctona de Dios, del Dios de todos los nombres, más allá de toda prevención o de cualquier manipulación folclorista. Que todos los mandos sean siempre compañeros. (El Reino y la Revolución, "somos todos").
Que no se haga "sin", lo que se pueda hacer "con", porque la Iglesia no debe ser la suplencia de la Sociedad, una pretendida sociedad perfecta paralela. Y la suplencia, además, cuando necesaria, debe ser oportuna, provisional, autocrítica. Y que la sociedad civil no le haga el juego al apátrida mercado total desdeñando la misión del Estado, ya que donde no hay un Estado soberano y participativo acaba por no haber Sociedad. "Del fundamentalismo del Estado hemos pasado al fundamentalismo del Mercado", ha reconocido el propio boy-mayor del FMI, después de venir ayudando a descuartizar el Estado por ese nuevo fundamentalismo, y proclama ahora que "hay que reinventar el Estado".
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La Caridad de El Cobre es la Virgen Mambisa, aliada de cimarrones excluidos, la pequeña gran liberadora, en la Sierra Maestra de las muchas liberaciones que Cuba ha peleado y que a todos nos toca pelear. Programa de liberación total es nuestro programa, compañeros y compañeras de camino. Que el hombre, y la mujer, sean totalmente nuevos, siempre añorado Che, en la medida que le cabe a nuestro barro todavía frágil, y "sin perder la ternura jamás", hermano. Que todos los derechos humanos sean armoniosamente vividos, sin ninguna pena de vida ni ninguna pena de muerte. Que toda Cuba sea un malecón abierto al mar y al cielo, sin castillos de miedo alguno ni hotelazos de lujo insultante (con miradores populares, eso sí, con restaurantes populares también, y las gaviotas del sueño y los niños del pueblo). Que el dólar no sea divino ni imprescindible: que sea simplemente la moneda de un país igual a los demás países del mundo humano. Que Miami sea sólo Miami, ni portaaviones ni paraíso iluso. Que los balseros lo sean sólo de aguas adentro de la libertad, de la patria, de la solidaridad. Que dialoguen —pero cubanamente siempre— Gramma y Vitral. Que Cuba siga siendo este culto histórico país, "nudo de haz de islas", lleno de cubanos y cubanas (con turistas también, ¿por qué no?, pero no turistas del sexo, ni turistas del privilegio). Que la juventud no se ajinetee profanando la flor de su hermosura y el vigor de nuestro futuro. Que Cuba no sea nunca más un casino "made in". Que Cuba salve maduramente su identidad guajira latinoamericanacaribeñamente.
Antiimperialistas somos por la voluntad de Dios, que ha hecho a cada pueblo digno, libre e irrepetible —imagen colectiva suya, como cada persona es una imagen suya individual— y por eso exigimos, ante Dios y ante la Historia, que se acabe el bloqueo, crimen de lesa Cuba y de lesa Humanidad. Antiimperialistas somos, y por eso nos negamos, con Cuba, a pagar la Deuda Externa, que no es nuestra, sino de "ellos", y que ya hemos pagado con creces y que no permite a nuestros Pueblos cubrir las deudas sociales de la Vida y la Dignidad.
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Viniendo a Cuba, en un vuelo de Cubana, nos dieron, Fidel, la revista de abordo "Sol y son". En ella leía un artículo sobre Hemingway con la inevitable referencia a "El viejo y el mar". Y, no sé por qué simpatía o inspiración, te sentía, y te siento, Fidel, un poco así: como "El viejo y el mar", viejo de luchas y de años tú, y siendo el mar ese mar de nuestra vida, del proceso de Cuba, del futuro del Mundo. Y evocaba, viniendo a Cuba y sintiendo de antemano su sol y su son, algo de lo que te decía en aquella carta aniversario, del 10 de diciembre de 1996:
Fidel, a estas alturas de tu vida y la mía, y de la marcha de nuestros Pueblos y de las Iglesias más comprometidas con el Evangelio hecho vida e historia, tú y yo podemos muy bien ser al mismo tiempo creyentes y ateos. Ateos del dios del colonialismo y del imperialismo, del capital ególatra y de la exclusión y el hambre y la muerte para las mayorías, con un mundo dividido mortalmente en dos (¿dónde están el Este y el Oeste ante este Norte y Sur...?). Y creyentes, por otra parte, del Dios de la Vida y la Fraternidad universal, con un mundo humano único, en la dignidad respetada por igual de todas las personas y de todos los pueblos... Con esta fe —te decía y te digo— abrazo a todo el pueblo de Martí, en la esperanza de su victoria sobre el bloqueo inicuo, en la defensa de sus conquistas sociales, y en la consolidación de una democracia sin privilegiados ni excluidos, con Pan y con Espíritu, con Justicia y con Libertad; en la hermosa patria de la Isla y en toda la Patria Grande de Nuestra América".
Y decía, y tengo que decirlo de nuevo, por esta singular Declaración, que esperaba, con el suficiente buen humor necesario, "no escandalizar demasiado ni a la derecha ni a la izquierda".
Una declaración de amor a la Revolución Total ha de acabar necesariamente rezando... A la Caridad de El Cobre le rezo, pues, con todos los cubanos y cubanas:
Virgen de la Caridad,
mina de amor en El Cobre,
madre de toda orfandad
hermana del Pueblo pobre.
Cuba es tuya, eres nuestra,
desde la Sierra Maestra
a los confines del mar...
Y con tu gracia, Señora,
Cuba sabrá ser ahora
Patria, Justicia y Altar.
Amén ¡y aleluya, aun siendo cuaresma en la liturgia y en el Mundo, que hacia la Pascua, en todo caso, vamos!
3. Se acabó el Dios que amenaza
Para enterarse de que Dios es PADRE y, sobre todo, para experimentar lo que eso representa en la vida de cualquier persona, lo primero que hay que hacer es quitarse de la cabeza las "falsas imágenes de Dios" que mucha gente tiene en su conciencia, en su intimidad más secreta. Y eso es necesario porque mientras uno lleve dentro esas falsas imágenes, no podrá relacionarse con Dios "como Padre".
Pues bien, la primera "imagen falsa", que muchos cristianos tienen en su cabeza, es que Dios es una amenaza de la que hay que protegerse. Muchos papás les dicen a los niños pequeños: "¡No hagas, eso, que Dios te castiga¡". Naturalmente, cuando un niño oye semejante cosa, lo primero que piensa es que Dios es una amenaza, o sea un peligro, para todo el que hace lo que no está bien, aunque sea una tontería sin mucha importancia, como les pasa con tanta frecuencia a los chiquillos. Luego, cuando pasa el tiempo, en las catequesis o en los sermones de las iglesias, los cristianos oyen predicaciones en las que les dicen que Dios nos va a pedir cuentas a todos. Y en esas cuentas tendremos que responder de todo lo malo que hemos hecho. Además, yo no sé por qué, muchas, muchísimas personas tienen la idea de que, cuando ocurre una desgracia (una enfermedad, un terremoto, un huracán), eso es un castigo de Dios. Pero, es claro, todos los que (de la manera que sea) piensan así, aunque no lo digan, en realidad están incapacitados para relacionarse con Dios como Padre. Porque, para quien piensa de esa manera, Dios es más un policía (o un juez ) que un padre.
Por eso es absolutamente necesario acabar con la imagen del dios que amenaza. Y para ello, lo más útil es enterarse de lo que enseña la parábola de los talentos (Mt 25, 13–30; Lc 19, 11–27). Muchas veces se ha explicado esta parábola diciendo que Dios le da a cada uno una cantidad determinada de bienes divinos y humanos, de cualidades, de gracias celestiales, en definitiva los "talentos", de los que tendrá que dar cuenta a Dios, hasta el último céntimo, el día que el Señor nos llame a eso, a que le rindamos cuentas. Está claro que, quienes interpretan la parábola de esta manera, entienden que, con esa historia, Jesús nos hace a todos un llamamiento exigente para que seamos "responsables" ante lo mucho que Dios nos quiere y que Dios no da. Ahora bien, desde el momento en que la parábola se interpreta de esa manera, resulta imposible liberarse del Dios que amenaza. O sea, resulta imposible experimentar a Dios como Padre.
Pero afortunadamente la parábola no dice, para nada, que Dios sea una amenaza. Ni siquiera se refiere a que Dios nos va a pedir cuentas de lo mucho o lo poco que cada cual haya recibido en esta vida. Entonces, ¿qué es lo que la parábola enseña?
Todo depende de lo que le pasa al que recibió un solo talento. La parábola cuenta que ése fue el que mereció el castigo (Mt 25, 30). Pero la cuestión está en saber por qué fue castigado tan severamente. Jesús lo explica con toda claridad y de manera admirable. Se trataba de un individuo que tenía el convencimiento de que el "Señor" de los talentos, o sea DIOS, es "duro", de manera que "siega donde no siembra y recoge donde no esparce" (Mt 25, 24). Dicho de otra manera, este individuo tenía una idea terrible de Dios. Y por eso, como es natural, "tenía miedo" y se fue a "esconder el talento debajo de tierra" (Mt 25, 24).
Ahora bien, eso precisamente fue su perdición. Con lo cual Jesús quiere decir, ante todo, que el miedo (incluido el miedo a Dios) paraliza, es decir, hace estériles a las personas. A eso se refiere Jesús cuando dice que el asustado, que recibió un talento, fue y lo escondió debajo de tierra. El Dios que amenaza es un Dios que bloquea y anula a las personas, a los grupos, a las comunidades, a las organizaciones.
Pero, sobre todo, lo que Jesús quiere enseñar, en esa parábola, es que quien lleva en su cabeza y en sus sentimientos a un Dios que mete miedo, éste está perdido. Y está perdido por dos razones: 1) porque no hará en esta vida nada que valga la pena, como acabo de explicar. 2) porque tener en la cabeza un Dios que pide cuentas, hasta el último detalle, es no conocer a Dios. O sea, el que se piensa que Dios es así, en realidad no cree en el Dios de Jesús, sino que cree en un ídolo que él se ha inventado. Porque ese Dios no existe.
Por lo tanto, la parábola de los talentos no es la parábola de la "responsabilidad" ante Dios, sino la parábola de la "confianza" en Dios. Lo cual no significa que le quitemos importancia a nuestras responsabilidades ante el bien o el mal que podemos hacer en la vida. Lo que pasa es que, cuando un padre quiere de verdad a sus hijos, no anda amenazando a todas horas con pedir cuentas y repartir castigos al que se descuida. Un padre, que de verdad es padre, no hace eso. Porque querer a alguien no es estar amenazando cada dos por tres.
Muchos cristianos dicen que Dios es Padre. Y rezan todos los días el Padre Nuestro. Pero todo eso son ideas. La pura verdad es que ni sienten, ni pueden sentir a Dios como Padre. Porque lo primero que hay que hacer para sentir eso es acabar con el Dios que amenaza.
Y todavía una cosa importante. Hay personas que, por la razón que sea, son gente que tienen poder y autoridad. Puede ser un padre con sus hijos, un gobernante con sus súbditos, un sacerdote con sus feligreses, un jefe con los que dependen de él. Y con frecuencia ocurre que a esas personas se les sube el cargo a la cabeza y se convierten en policías disimulados, que, "por amor", "por el bien de los demás" o por lo que a ellos se les ocurra, el hecho es que no paran de amenazar. Y además se sirven del sacrosanto nombre de Dios para imponer sus amenazas, es decir, su poder y su autoridad. Los que se dedican a hacer eso son una de las mayores desgracias para la humanidad. Y son los que consiguen (a lo mejor sin darse cuenta) que cada día haya menos gente que cree en Dios como PADRE.
El Cardenal Raúl Silva Henríquez fue enterrado en la catedral metropolitana el 12 de abril en medio de una multitudinaria demostración de cariño y reconocimiento por su defensa de la justicia social y del respeto a los derechos humanos que defendió durante años en contra de Pinochet. El presidente Frei dijo que fue "la voz de los sin voz" durante la dictadura. El líder espiritual del Tibet, Dalai Lama, colocó un pañuelo blanco sobre su ataúd. Pero fue sobre todo el pueblo el que homenajeó al "cura de los pobres".
En vida fue también llamado el "curo rojo", como recordó el obispo Tomás González, considerado su sucesor espiritual, por iniciar la reforma agraria con los terrenos de la Iglesia a finales de los 60.
Poco antes del golpe de Estado se reunió con el presidente socialista, Salvador Allende, y otros altos dirigentes políticos para intentar salvar la democracia. Cuando finalmente se produjo el golpe militar, el 11 de septiembre de 1973, el cardenal sufrió mucho, pero se serenó después de un profundo momento de oración e impulsó una rápida reacción ecuménica en defensa de los derechos humanos. Reunió al gran rabino, al obispo luterano, a los hermanos metodistas y otras agrupaciones religiosas para que, entre todos, se volcaran en favor de las personas perseguidas. También visitó los campos de detenidos para confortarlos y pidió públicamente respeto para los derrotados.
Fundó entonces el Comité pro Paz, que funcionó hasta 1975, y sentó las bases de la Vicaría de la Solidaridad –mundialmente conocida–, que cobijó a las víctimas de la represión y sus familiares hasta el retorno de la democracia al país en 1990. En los comienzos del régimen militar, el cardenal convirtió las casas de retiro en refugios para salvar personas, e hizo de la Iglesia chilena la voz de los perseguidos.
Por su defensa decidida de los derechos humanos y su clara oposición a Pinochet en varias ocasiones estuvo a punto de ser expulsado de Chile por el Gobierno militar. Ricardo Reyes, párroco del puerto de Cartagena, localidad de la costa central, recuerda lo que ocurrió a comienzos de los ochenta. "Una noche, después de un grave conflicto con el gobierno, el cardenal se despidió y, cuando nos dio la bendición, nos dijo: 'es muy probable que en 24 horas me expulsen del país', lo que nos dejó helados". Al tener conocimiento de que podía ser expulsado, el cardenal pidió a los sacerdotes que no abandonaran al pueblo chileno. Y contó también las visitas del cardenal a Cartagena para tomar contacto con la realidad de los campesinos y pescadores.
Pese a su salida del arzobispado de Santiago, en 1984, el cardenal Silva Henríquez continuó apoyando los esfuerzos de la oposición para lograr el regreso de la democracia y, en 1990, junto al electo presidente Patricio Aylwin, celebró el fin del régimen militar. Entonces le fue reconocida su lucha por los derechos humanos. 80,000 personas, reunidas en el estadio nacional, le recibieron con un tema que ya se había hecho popular: "Raúl, amigo, el pueblo está contigo".
En sus últimos años, "el cardenal del poncho y la boina", siempre estuvo pendiente de la transición por la que avanzaba Chile y de la reconciliación nacional. En la misa de entierro, el actual arzobispo de Santiago, Francisco Errázuriz, leyó parte del testamento espiritual dejado por el cardenal. En él "ruega por los pobres, los campesinos, los jóvenes, los sacerdotes, los obispos y los laicos".
Fue "el cura de los pobres".
Eduardo Galeano
1. La OTAN continúa celebrando, a lo grande, su medio siglo de vida. Como quien dice, está tirando la casa por la ventana. Es la fiesta de cumpleaños más cara de la historia: sin contar el valor de las vidas y los bienes aniquilados en Yugoslavia, porque al fin y al cabo no hay enemigo que no merezca su desgracia, cada noche de bombas está costando 330 millones de dólares. Según el calculo del diario "Frankfurter Allgemeine Zeitung" (edición del 30 de marzo), Estados Unidos gastó, en la primera noche de esta guerra, tanto dinero como el total de la ayuda prometida por Clinton a los países centroamericanos devastados por el huracán "Mitch".
No es para menos. Ya había quienes se preguntaban para que servía la OTAN, si había desaparecido la amenaza comunista al este de Europa. El gerente general de la empresa, Javier Solana, se ha encargado de despejar esas dudas insidiosas. Hace veinte años, Solana gritaba: ¡No a la OTAN! Hace diez años, pronunciaba una frase histórica, en nombre del gobierno español, cuando se desató la guerra estadounidense contra Irak: "Hemos sido avisados, pero avisados a posteriori". Y ahora nos explica que la OTAN está "defendiendo la paz", a millón de dólares por misil.
2. Las grandes potencias practican el delito, y lo recomiendan. Nadie viola la ley con tanta frecuencia. Estos bombardeos están burlándose del derecho internacional, y también de la propia carta de lo permitido, incluyendo lo prohibido. ¿Contra Milosevic? En la tele, al menos, se ve sano y salvo al llamado "Hitler de los Balcanes." La que sufre es la gente.
También las guerras contra Irak, violatorias de todas las leyes habidas y por haber, se han justificado por la urgencia de derribar a Saddam Hussein. Pasan los años y, de bombardeo en bombardeo, el llamado "Hitler del Medio Oriente" sigue tan campante. En cambio, ¿cuántos iraquíes han caído? Según los datos oficiales publicados en Estados Unidos "(US Bureau of the Census," enero de 1992) unos 145 mil iraquíes y 124 estadounidenses han muerto como consecuencia de la guerra de 1991. ¿Y cuántos siguen sufriendo el bloqueo teóricamente destinado a voltear al dictador? ¿A cuántos castiga el hambre impuesta por las sanciones económicas internacionales? Según el ultimo informe de la Cruz Roja, en esta década se ha multiplicado por seis la cantidad de niños iraquíes que nacen pesando menos de lo normal.
3. ¿Y si fuera verdad que a la OTAN le estrujan el corazón las "limpiezas étnicas", por qué no bombardea a Turquía? ¿No practica Turquía la sistemática purga del pueblo kurdo? ¿Por que Yugoslavia merece castigo y Turquía aplausos? Quizá porque Turquía es de la casa, un país miembro de la OTAN; pero más quizá porque Turquía es uno de los principales clientes de la industria occidental de armamentos.
4. Esta guerra, como todas las guerras, sirve de gigantesca vidriera para la exhibición y la venta de armas. El avión estrella sigue siendo el "F-117," que había iniciado su devastadora carrera matando panameños a fines de 1989. Un tropezón cualquiera da en la vida, y no todas las operaciones publicitarias resultan exitosas: uno de estos ejemplares, que se suponía invisible, se hizo visible y fue derribado. El percance costó 45 millones de dólares a los contribuyentes estadounidenses, sin contar el valor de las armas que llevaba adentro.
Esta guerra, como todas las guerras, también sirve para justificar los gastos militares. Las grandes potencias occidentales, armadas hasta los dientes, necesitan clientes y también necesitan enemigos. Hace bien poquito, a principios de este año, cuando terminó la segunda guerra contra Irak, los generales del Pentágono advirtieron: Se está reduciendo el "stock" de misiles.
De inmediato, el presidente Clinton anunció que aumentaría en 12 mil millones de dólares el inmenso presupuesto de guerra, que suma el quince por ciento del presupuesto federal y que se llama presupuesto de Defensa no se sabe por qué. Clinton preside una nación que tiene un millón y medio de soldados, dispuestos a morir no se sabe por qué.
5. Recientemente, estalló un escándalo en Gran Bretaña. Se reveló que las universidades más prestigiosas, los institutos de caridad más piadosos y los principales hospitales invierten los fondos de pensión de sus empleados en la industria armamentista. Los responsables de la educación, la caridad y la salud explicaron que colocan su dinero en las empresas que rinden mayores ganancias y éstas son, precisamente, las empresas de la industria militar. Un vocero de la Universidad de Glasgow lo dijo con todas las letras:
—No hacemos distinciones morales. Nos preocupa que las inversiones sean rentables, no que sean éticas.
Si las bombas que están cayendo sobre Yugoslavia pudieran hablar, además de estallar y matar, ¿confesarían la verdad?
—Señoras bombas, ¿son ustedes los mortales instrumentos del Bien?
—Más respeto, caballero. Nosotras somos un gran negocio.
El suplemento Enfoques de La Prensa Gráfica publicó el domingo 28 de marzo un reportaje de tres páginas donde, entre otras cosas, destaca la opinión que de Monseñor Romero tienen Orlando de Sola y Gerardo Escalón. El primero dice que "desde el momento en que él se identifica con el agresor (la guerrilla), él también se volvió un enemigo de la Fuerza Armada", y el diputado Gerardo Escalón declara que Monseñor Romero "fue un títere dominguero" que confundía "el púlpito y la homilía dominical con la plaza pública y la arenga". El artículo en mención no destaca con el mismo espacio las opiniones del P. Rafael Urrutia y Guillermo Gómez que aparecen en el cuerpo del texto. El P. Urrutia manifiesta que Monseñor Romero "murió por el odio a la fe y las virtudes cristianas, como por ejemplo a la virtud de la justicia". Guillermo Gómez dice que "Monseñor Romero fue modelo de cristiano y mártir que dio la vida por los demás".
El domingo 18 de abril el mismo suplemento, en una sección destinada a las cartas de los lectores, se publica la respuesta de Roberto Cuéllar, íntimo colaborador de Mons. Romero en la defensa de los derechos humanos. Sobre las declaraciones citadas más arriba dice que "constatamos con pena que esas opiniones sólo vierten datos y apreciaciones erróneas". Más adelante se refiere a estas opiniones como "frases denigrantes e irrespetuosas". La redacción del periódico responde a esta carta con esta escueta nota: "En el reportaje sobre Monseñor Romero cumplimos con la norma periodística de publicar opiniones diversas sobre el tema".
Sobre todo este asunto queremos hacer algunos comentarios. Primero, nos alegra que La Prensa Gráfica abra un espacio a Monseñor Romero, tantas veces silenciado, ignorado y atacado por y a través de ese mismo diario. Lástima que el reportaje en mención deje mucho que desear. No dudamos de la capacidad de la nueva generación de periodistas en El Salvador, pero el problema siempre está en los jefes de redacción y, sobre todo, más arriba. No podemos pedir mangos al aguacate.
Por otro lado es motivo de alegría que Monseñor Romero siga dando que hablar. A las puertas del vigésimo aniversario de su muerte, todavía es motivo de alegría para unos y de odio para otros. Monseñor Romero fue un signo de contradicción ya en vida, y lo sigue siendo después de muerto y resucitado. Si Jesús de Nazaret fue signo de contradicción ¿por qué no lo ha de ser su más fiel seguidor, Monseñor Romero?
Y ya para terminar, una aclaración. Orlando de Sola viene a decir que Monseñor Romero se identificó con la guerrilla. Esta opinión demuestra o ignorancia supina o mala intención. Jamás salió de la boca de Monseñor Romero una palabra de apoyo a la guerrilla. Todo lo contrario, en varias de sus homilías les hace fuertes señalamientos. Monseñor Romero defendió sí el derecho del pueblo a organizarse para demandar sus justas reivindicaciones. Monseñor, así mismo, reconoció el derecho del pueblo a la insurrección, y con ello no hacía más que aplicar a la realidad salvadoreña lo que ya Pablo VI había dicho en la Populorum progressio. Lo de "títere dominguero" que dice Gerardo Escalón, eso no merece ningún comentario, salvo decir que mal vamos en El Salvador con legisladores de este porte.
Miguel Cavada Diez
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A estas sabias palabras solo queremos añadir una breve reflexión. De Jesús de Nazaret decían "está loco", "está poseído por el demonio". Otros se mofaban de él: "si éste es de Nazaret nada bueno hay que esperar". Otros lo calumniaban: "es un malhechor, prohibe pagar los tributos al César, se quiere hacer rey". No hay que extrañarse, pues, que de Monseñor Romero dijesen cosas parecidas.
El mismo Monseñor Romero reflexionó sobre ese tipo de comentarios que se hacían sobre él. Por fortuna, el ocho de julio de 1979, lo dijo públicamente, comentando en la homilía la suerte de los profetas:
"Esto es lo terrible de la sociedad. Sociedad que rechaza la palabra del evangelio cuando no está de acuerdo con sus egoísmos, cuando no está de acuerdo con sus injusticias. Entonces surge el montón de preguntas: "¿Y de dónde le viene a éste la sabiduría? ¿Quién lo está manejando? Eso no es de él". Y todas esas acusaciones tontas que, de veras, en vez de entrar adentro -¿tiene o no tiene razón?- se quedan en un rechazo".
Es triste tener que recordar estas cosas. El Ministro de Agricultura ha dicho: "Monseñor Romero: un desastre. Mayor D’Abbuison: mártir". Y moderadamente el presidente electo ha dicho que Monseñor a veces pasó el límite de lo religioso. Más triste ha sido que Monseñor Revelo, ante Juan Pablo II, responsabilizase a Monseñor Romero de la muerte de setenta mil salvadoreños. O aquel panfleto infame lleno de falsedades y calumnias, que publicó hace doce años un sacerdote ya fallecido.
Así es la historia. Sólo esperamos que cuando algunos dicen "que la canonización de Monseñor Romero no es todavía conveniente", no tengan en mente la oposición de retrógrados dentro y fuera de la Iglesia. Para éstos, el perdón y el abrazo de Monseñor. Para todos la alegría de haber conocido a alguien que "como Jesús, pasó haciendo el bien".