Carta a las iglesias, AÑO XIX, Nº 435, 1-15 de octubre de 1999
Las inundaciones de estos días han vuelto a poner de manifiesto la escandalosa pobreza en El Salvador. Las palabras están bien pensadas. Decimos pobreza, porque, se mire por donde se mire, sobrevivir con un mínimo de desahogo y dignidad es tarea sumamente difícil, cuando no imposible. Decimos escandalosa, porque, se mire por donde se mire, no hay derecho a la insultante diferencia entre los muy muchos y los muy pocos.
Mencionemos sólo algunos datos. Las Encuestas de Hogares y Propósitos Múltiples de 1997 mostraban que el 49% de todos los hogares salvadoreños viven en pobreza, de los cuales el 20% en pobreza extrema y el 29% en pobreza relativa. En el sector rural la situación es peor: en el campo se concentra el 62% de los hogares pobres. La pobreza se expresa en ingresos bajos o, a veces, prácticamente inexistentes, menor nivel de vida, vida más corta y menos acceso a los servicios educativos, de salud y saneamiento. Como es comprensible —y doloroso— la mayor parte del ingreso de estos hogares se emplea en conseguir comida.
¿Van las cosas a peor o a mejor para los pobres? La macroeconomía fluctúa en el país, y hemos tenido que oír a presidentes de la república decir que El Salvador va muy bien, que es la locomotora de Centroamérica y la envidia de América Latina. Pero según fuentes del Ministerio de Trabajo el salario mínimo real ha ido descendiendo todos los años desde 1988. Y lo mismo ocurrió en los meses de enero a mayo de 1998, última fecha de la que se tienen datos. Los salarios van, en realidad, cuesta abajo. Dirán que el Producto Interno Bruto por persona creció en un 28% de 1989 a 1999, pero eso sólo añade sal a las heridas de los pobres, pues quiere decir que los empleadores han aumentado sus ganancias mientras que los trabajadores han perdido. Y nada digamos de la pobreza de aquellos y aquellas que ni siquiera tienen empleo.
Un último dato reciente, que aparece en el análisis de coyuntura del Departamento de Economía de la UCA, es el siguiente: el crecimiento promedio del Producto Interno Bruto per cápita en los tres últimos años, de 1996 a1999, es apenas del 0.93%. Para quien no entienda el lenguaje de la economía, digamos que a ese ritmo de crecimiento llevaría casi tres cuartos de siglo duplicar la producción per cápita. Todavía más dramático es el siguiente dato: el crecimiento del consumo privado per cápita alcanza un promedio del 0.1% anual. Duplicar el consumo privado llevaría, entonces, siete siglos. Increíble pero cierto.
Digamos tres cosas para concluir. La primera es que en el país existe una pobreza mayoritaria y escandalosa. La segunda es que crecimiento económico no significa, necesariamente, retroceso de la pobreza. Los pobres rurales y, sobre todo, los hogares rurales sostenidos por mujeres, están al margen de los beneficios del crecimiento. La tercera es que así no puede ser. Ni como ciudadanos, ni como seres humanos, ni como cristianos podemos tolerar esta realidad.
En 1968 los obispos dijeron en Medellín que "la miseria margina a grandes grupos humanos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo". Once años después Puebla dijo en 1979 que "el clamor pudo haber parecido sordo en ese entonces. Ahora es claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante".
Hoy, veinte años después, los pobres siguen clamando. Y quizás clamen al cielo, porque en esta tierra casi nadie les escucha. ¿Hasta cuándo seguiremos con el egoísmo inhumano y con corazón de piedra?
El arzobispo de San Salvador, Monseñor Fernando Sáenz Lacalle, anunció el domingo 3 que la Iglesia católica ayudará a los damnificados que han perdido sus viviendas o que estén en peligro. "Ya hay fondos, y algunas parroquias están haciendo lo suyo, recolectando dinero, víveres, medicinas, ropa...".
Monseñor Sáenz precisó que la Iglesia entregará hasta 25 mil colones en materiales a las familias que presenten la escritura del terreno donde estuvo situada su vivienda, y 9 mil colones a los afectados que no muestren el documento de su propiedad. "Queremos proporcionar a los residentes en las zonas de altos riesgo una alternativa más segura, a fin de evitar las desgracias que año con año afectan a algunas de nuestras comunidades". La ayuda que entregará la Iglesia forma parte de un monto de 2.5 millones de colones, que fueron enviados tardíamente por organismos internacionales para los damnificados del Mitch en 1998. Añadió que en enero llegarán al país 150 contenedores con alimentos.
Refiriéndose a la negativa del gobierno salvadoreño a aceptar ayudas de países como Cuba, por no tener relaciones diplomáticas, Monseñor Sáenz afirmó que "la obra es titánica, y se necesitan muchos esfuerzos, por lo que el gobierno debe estar abierto a recibir cualquier tipo de ayuda". Volvió a insistir en abrir espacios para la ayuda que ofrece Cuba: "las necesidades de los salvadoreños deben suplirse ya que es un derecho. En el caso de la vivienda queda mucho por hacer, debido a la injusticia social que afecta a miles de salvadoreños".
No es el momento para deportar compatriotas
Obispo Medardo Gómez, Iglesia Luterana
El obispo Medardo Gómez se pronunció en contra de las deportaciones recientes que ha realizado el gobierno de Belice. Aseguró que no es el mejor momento para que El Salvador reciba a los deportados. Las condiciones económicas del país son precarias y no ofrecen mayores oportunidades de trabajo ni de superación. La situación económica del país empeora cada día más, a tal punto que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo afirma que el desempleo en El Salvador alcanza el 63% lo cual es altamente preocupante.
Dijo, además, que parte del empobrecimiento del país se debe a la firma de tratados comerciales con otros países sin ninguna protección para los productores nacionales y por eso muchas empresas han cerrado. Y añadió que el gobierno debe investigar la situación de los salvadoreños en otros países e interceder para que se les facilite el trabajar fuera de El Salvador, ya que las remesas son las que, en los últimos años, sostienen la economía nacional.
Por lo que toca a las familias afectadas por las inundaciones, aseguró que son las mismas que sufrieron con el Mitch. Esto significa que el gobierno no ha tomado las medidas adecuadas para que esos problemas no vuelvan a ocurrir. La falta de asistencia permanente a las familias de las zonas más vulnerables del país convierten a El Salvador de un país en desarrollo en un país en emergencia.
El viernes 8 de octubre un tribunal británico decidió que el ex dictador chileno Augusto Pinochet puede ser extraditado a España para enfrentar un juicio por tortura. Así lo afirmó el magistrado Ronald Bartle en su dictamen. El juez decidió que las acusaciones constituían delitos extraditables y que, aunque no hubo víctimas españolas involucradas, España tiene jurisdicción para juzgar al general. A Pinochet se le acusa de crímenes de lesa humanidad. Dijo Bartle:
"En base a mis informes, estoy por tanto convencido de que se han dado todas las condiciones que me obligan, de acuerdo con las disposiciones de la Ley de Extradición de 1989, a consignar al senador Pinochet a que espere la decisión del secretario de Estado". Manifestó su convencimiento de que la Convención de la Tortura "es de aplicación universal" y que fue firmada tanto por Chile, como por España como por el Reino Unido.
Al conocer el dictamen hubo expresiones de júbilo dentro de la corte y fuera de ella, donde se habían reunido los opositores al general. Por su parte, los abogados de Pinochet pueden pedir al secretario del interior Jack Straw -quien debe aprobar la extradición- que la bloquee invocando la mala salud del senador. También pueden apelar el dictamen y tienen 15 días para ello.
Pinochet, de 83 años, fue arrestado en Londres hace casi un año a pedido de España, que quiere juzgarlo por 34 cargos de tortura y uno de conspiración que se remontan a la última parte de su gobierno en Chile, entre 1973 y 1990. Pinochet ha insistido en que no es culpable de esas acusaciones hechas por el juez español Baltasar Garzón, quien requirió originalmente su extradición. "Declaro que no soy culpable de los crímenes de que se me acusa", dijo en una declaración leída por su abogado Clive Nicholls. Si los abogados pierden esa apelación el caso de Pinochet volverá al secretario del interior Straw. La batalla legal podría seguir adelante durante meses, en los que Pinochet deberá permanecer bajo arresto domiciliario. El médico de Pinochet, por su parte, dijo que el general había sufrido dos pequeños ataques cardíacos el mes pasado, y sus seguidores dicen que su salud se deteriora sostenidamente y que está muy deprimido.
Pinochet abandonó el poder, después de 17 años de dictadura, en 1990, y se convirtió en senador vitalicio. Por ello, está en buena medida amparado de cualquier juicio en Chile por una amplia ley de amnistía que él mismo contribuyó a aprobar antes de dejar el gobierno. En cualquier caso, en los juzgados de Chile hay más de 40 querellas en su contra. En ese contexto, el gobierno chileno ha afirmado desde hace meses que a Chile le toca juzgar a Pinochet, y que está dispuesto a ello. Pero no lo dijo hace un año cuando arrestaron a Pinochet.
El mismo gobierno chileno, sin embargo, reconoció en un informe que 3,197 personas murieron o desaparecieron desde que Pinochet derrocara al presidente electo marxista Salvador Allende en un cruento golpe en 1973. Y eso es lo que en verdad está en juego.
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Este es un breve resumen de lo que ha recogido la prensa internacional a propósito de este histórico 8 de octubre. Ahora sólo queremos añadir unas breves reflexiones.
A Pinochet, como a otros responsables de aberraciones, Dios sigue interpelando con la pregunta "qué has hecho de tu hermano". Y no sólo Dios, sino millones de seres humanos en este continente que han sufrido en su carne o en la de sus familiares, exilios, torturas, asesinatos y desaparecimientos. Más allá de cuestiones legales, diplomáticas y políticas, eso es lo que está en el fondo del asunto. Y nada de eso puede ahogar la interpelación de Dios y de las víctimas. Eso es lo más importante que se ha expresado en los tribunales británicos de justicia.
Pinochet , sin embargo, no es sólo Pinochet. En el caso de las aberraciones que se han cometido en América Latina en este siglo hay que recordar a otros. El gobierno de Estados Unidos calla ahora sobre Pinochet, o incluso está dispuesto a liberar material clasificado de aquella época. Ojalá ayude. Pero es bueno recordar -para que no se repita- la responsabilidad de Henry Kissinger, secretario de Estado entonces, en los desmanes de Pinochet. Durante años negó cualquier injerencia de su gobierno y suya personal en el apoyo al régimen dictatorial, pero ahora se han hecho públicos informes secretos sobre sus conversaciones privadas con el general Pinochet. En resumen, venía a decir: "no se preocupe general, no vamos a interferir con su política en contra de la oposición". En otras palabras, podía seguir la represión para evitar que el país cayese en manos del comunismo. Hasta ahí llegó la democracia: Salvador Allende, un presidente elegido democráticamente podía ser derrocado de forma aberrante. Y sus seguidores y simpatizantes podrían correr la misma suerte.
Y hay que recordar también -y sobre todo- a las víctimas. En el mundo político y diplomático puede considerárselas desde sus opciones políticas e ideológicas. Y no es que no las tuvieran. En aquel tiempo en Chile y en otros países latinoamericanos había muchos partidarios del socialismo. Creían en su utopía, por ella trabajaban, se sacrificaban y luchaban. Pero más allá de ideologías, está la realidad inhumana de los pueblos crucificados. Ni Pinochet, ni Kissinger ni nadie tienen derecho a crucificar a esos pueblos. Esas víctimas, sus familiares y amigos cercanos, se alegran hoy del dictamen de Londres. No es crueldad, ni siquiera revancha, al menos en lo fundamental. Se alegran de que en este planeta haya ocurrido lo que rara vez ocurre: que se diga la verdad y que a las víctimas se les devuelva su dignidad.
Y digamos también una palabra sobre la Iglesia y los cristianos. Es triste pero hay que reconocer que, en Chile como en Argentina, la actuación eclesiástica ha sido ambigua. Algunos jerarcas y nuncios aparecían cercanos a los generales chilenos, y también el viaje de Juan Pablo II a Chile fue organizado de tal manera que aparecía la cercanía entre Iglesia y gobierno. En su día se hizo pública la noticia de que el Papa había escrito una carta a Augusto Pinochet y su esposa en sus 50 años de matrimonio, y hace un año el Vaticano envió al gobierno británico otra carta en favor de Pinochet. Las intenciones serían buenas, pero no dejan de sorprender.
El recién fallecido cardenal Silva se enfrentó a Pinochet y defendió a las víctimas. Entre éstas se encuentran muchos cristianos, laicos, laicas y sacerdotes. Otros cristianos han estado claramente en favor de las víctimas, entre ellos varios sacerdotes asesinados y otros que tuvieron que abandonar el país.
Dejemos a Dios el juicio sobre la persona. Pidamos que nunca se repita la barbarie y que las víctimas encuentren consuelo y dignidad.
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Algunas víctimas
Juan Alcina Hortos, sacerdote diocesano. Se dedicó a los obreros. Celebraba para ellos los domingos. Trabajaba en un hospital de Santiago. Fue denunciado por alguien dentro del hospital. Los militares se lo llevaron. Su cuerpo fue encontrado en el Río Mapocho. Tenía más de diez impactos de bala, todos por los costados.
Miguel Woodward, sacerdote. Sus opciones evangélicas estuvieron encaminadas al servicio del pueblo explotado. Fue secuestrado en su casa en la madrugada, por el ejército. Su cadáver fue reconocido por un sacerdote. Nunca lo entregaron a sus familiares y posiblemente haya sido tirado al mar.
Gerardo Poblete, sacerdote diocesano. Tenía dos años de ordenado. Amigo de los jóvenes, no toleraba la injusticia. Fue acusado de "marxista", "envenenador de las mentes de los jóvenes", de "posesión de armas". Algunos soldados llegaron al colegio salesiano preguntando por él y se lo llevaron. Fue torturado. Murió a consecuencia de esas torturas. Uno de sus torturadores confesó más tarde: "golpeábamos al sacerdote y él decía: 'Padre, perdónalos; no saben lo que hacen".
La dirección de la Policía Nacional Civil ha entronizado a San Miguel como su patrón. Es normal que los grupos, las instituciones y las personas tengan sus santos o santas patronas. Pero discutible que una institución estatal tenga uno cuando un Estado de corte liberal como el salvadoreño es laico y, por lo tanto, aconfesional. De todas maneras, si la dirección de la Policía Nacional Civil deseaba un patrón, escogió a uno inadecuado.
La representación que ha escogido de San Miguel es la tradicional, la lucha del arcángel contra el demonio hasta conseguir su exterminio. Ni la Policía Nacional Civil ni sus miembros son ángeles, y tan no lo son que dentro de ella se encuentran muchos delincuentes y criminales. De la identificación de la institución y sus miembros con el arcángel con facilidad se pasa a creer que aquéllos no tienen imperfecciones y que están en posesión de la verdad. Tampoco los delincuentes son demonios. Ni son negros, ni tienen cuernos en la frente. Son responsables de actos dañinos, pero no encarnan el mal. Sin duda, entre los delincuentes hay gente buena que, por razones diversas, ha tomado el camino equivocado.
Tanto el ángel como el demonio son seres sobrenaturales, el primero representa la perfección, la verdad y el derecho, mientras que el otro representa su contrario. Pero policías y delincuentes son personas con cualidades y defectos, con virtudes y limitaciones, capaces de hacer el bien y también de hacer el mal. En cuanto personas, todos tienen derechos, los cuales no pierden aun cuando hayan cometido actos malos. Identificar a la policía con el arcángel y al delincuente con el demonio equivale a exaltar a una y a excluir al otro, es decir, atribuir a aquélla todo el derecho, mientras que el otro es despojado de todo derecho.
La lucha que libran el arcángel y el demonio es escatológica, es decir, es un combate ubicado al final de la historia. La imagen apunta al triunfo del bien sobre el mal al final de los tiempos. Es el triunfo de la vida y del amor sobre la muerte y el egoísmo de la humanidad. Es el triunfo de la víctima sobre el verdugo. De la salvación sobre la condenación. Es evidente que el combate de la Policía Nacional Civil no es escatológico, sino histórico, y sobre todo no garantiza lo que sólo Dios puede garantizar.
El arcángel está representado de forma tradicional, es decir, como soldado con coraza, casco y espada desenvainada. Recuerda la imagen de otro santo militar sacado del ejército ibérico, que luchó contra los moros hasta expulsarlos de España. Los cruzados ibéricos vieron a Santiago de su lado, matando moros y arrojándolos al mar sin piedad. Los conquistadores trajeron consigo a este Santiago, quien también peleó a su lado en América. Reconocer como patrono de una institución eminentemente civil a un santo militar es totalmente inapropiado y muestra la nostalgia de su dirección por las formas militares.
La lucha que el arcángel libra contra el demonio y sus seguidores es hasta el exterminio. "Y ya no hubo lugar para ellos en el cielo", se lee en el texto apocalíptico, recogido por la Policía Nacional Civil. Se trataría, pues, de expulsar de la sociedad y de la civilización a aquellos contra quienes los policías combaten, es decir, los delincuentes. Una sociedad y una civilización que, por otro lado, son identificadas con el cielo. De lo que sí no cabe duda es que las cárceles son un infierno en la tierra. No debemos olvidar que la policía es una institución de servicio cuya tarea primordial es proteger a los ciudadanos para que éstos puedan ejercitar sus libertades y sus derechos y sólo derivadamente combatir la delincuencia y el crimen.
La entronización de este santo tan singular como patrono de la Policía Nacional Civil cuenta con la aprobación del Vaticano al que, sin duda, se le escapan los detalles del significado de san Miguel en el contexto de la policía salvadoreña. Puede que sea conveniente que la Policía Nacional Civil cuente con un patrón que la proteja, que contribuya a la creación del espíritu de cuerpo y que refuerce su identidad, pero no es San Miguel la figura más apropiada. Esta escogencia refleja más la concepción que de la Policía Nacional Civil tiene su director que la misión asignada a ésta en su carta fundacional.
El pasado domingo estuve en lo que el pueblo ha bautizado como "la misa de Monseñor". Es la misa que se celebra y se vive en la "catedral de abajo". Quedé muy impresionado y sintiendo que "el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas de mi ser". En el mejor sentido evangélico, en esa eucaristía se me conmovieron las entrañas; por ello deseo compartir parte de esas experiencia.
1. La sobriedad del lugar. La misa tiene lugar en los cimientos de catedral, en el "sótano" (lugar donde usualmente se va almacenando de manera desordenada todo lo que no sirve) Las paredes y los pilares sin pintar, el techo con cables colgando como cuando la gente pobre se pega al alumbrado público, las bancas viejas todas y patojas la mayoría… Al pie de un pilar una virgencita, que, lo mismo que María, discreta y desde atrás, entre el pueblo observa al Hijo. En fin, esa sobriedad del sótano de catedral me pareció una sobriedad sagrada: toda ella remitía al Dios de Jesús.
2. "Por la puerta de servicio". Las casas residenciales de la gente de pisto tienen por lo general dos entradas: la principal y la de servicio. Por la segunda la empleada doméstica sale y entra, le abre la puerta al jardinero, saca la basura, etc.… Por la primera se recibe a los grandes invitados. Pues bien, yo me equivoqué, entré por la puerta principal de catedral e inmediatamente caí en la cuenta que ahí no era. Seguí caminando (cada vez más temeroso de un regaño pues estaban celebrando misa) con la esperanza de encontrar un rótulo o una flecha que me indicara "sótano". Gracias a Dios una mano amiga me jaló y me condujo hacia la "puerta de servicio", donde estaba por comenzar la Eucaristía en memoria de Monseñor.
3. "La gente". Allí había de todo Desde las casi extintas viejecitas con su rebozo negro a la cabeza hasta jovencitas muy bien arregladas; parejas de abuelitos contemporáneos a Monseñor y jóvenes parejas con sus niños/as pequeños/as; señoras de delantal y señoras de oficina. Otro grupo de gente que llamó mi atención fue el de las monjas, los seminaristas, los religiosos y algún que otro cura. ¡Ah! Se me estaban olvidando los infaltables y solidarios cheles/as…
La gente era cada vez más, no dejaron de entrar hasta el momento de la consagración. Ya no había lugar y muchas personas estábamos sentados en el piso. Yo me experimenté en una verdadera comunidad de fe reunida en recuerdo agradecido a Monseñor. Y, a juzgar por los saludos efusivos, los besos y los abrazos, estaba en una auténtica comunidad de vida. Durante toda la misa se escuchó un murmullo santo…
4. El altar. No desentonaba con la realidad del lugar. Estaba pendiendo de un madero el Crucificado y, a su lado, en una cruz más pequeña estilo "La Palma" estaba el rostro de Monseñor lleno de vida. Hermoso fue ver en el altar, además del cura, a diáconos, laicos/as, monaguillos/as, ministros de la comunión. Con un solo cura era una Eucaristía verdaderamente concelebrada.
5. Monseñor Romero está vivo. Más que como una consigna cristiana yo viví esta afirmación como una verdad de fe. Monseñor Romero puesto de una vez y para siempre en el seno del Padre estaba omnipresente en su catedral de abajo. Todos/as entramos ahí con algo de él y salimos con más. Luego de la comunión mucha gente fue donde está enterrado. Era estar viendo una auténtica peregrinación a un lugar santo.
Una viejecita, ayudada de su bastón, le dijo a su nieto con voz muy decidida luego de comulgar: "voy a pasar viéndolo". Yo la escuché por casualidad y me dijo: "No hay duda, Monseñor Oscar Arnulfo Romero vive".
Conferencia de Religiosas
y Religiosas de El Salvador
Las grises paredes de la cripta conservan como un recuerdo de la que fue la catedral de Monseñor, catedral pobre de un pueblo pobre. Un domingo más, mucha gente se ha reunido en ella con la sensación, quizás, de estar en la bodega del que ahora es un suntuoso templo de la iglesia católica. Pero esta gente no se fija en las apariencias y tiene una única preocupación: mantener viva la memoria y el ideal del profeta, pastor y mártir Oscar Arnulfo Romero.
Este domingo 3 de octubre le ha tocado a los religiosos y las religiosas de El Salvador animar la celebración de la fiesta de la Iglesia. Cerca de la tumba del que el pueblo reconoce como "un santo completo" (como reza el cuadro apoyado sobre ella), vuelve a realizarse el milagro del encuentro y de la comunión. Para la vida consagrada es esto lo bonito: antes que nada, encontrarse, reunirse desde diferentes rincones del país, perteneciendo a distintas congregaciones, y formar una única familia alrededor del que sigue siendo su pastor y padre. Las diferentes comisiones de la Conferencia de religiosos y religiosas de El Salvador trabajaron juntas para preparar este momento de compartir: y es esto lo que necesitamos, signos de unidad. El sueño de Monseñor de una Iglesia abierta y plural, pero en camino hacia la única utopía del Reino, sigue animando y motivando. No sólo a quienes lo conocieron, sino también a los jóvenes: eran muchos los que estaban presentes, muchachos y muchachas consagrados o todavía en búsqueda de su vocación, que se dejan entusiasmar por la Iglesia del pueblo humilde. A ellos la tarea de recoger la alegría de este pueblo, expresada en los cantos que entonaban, desafiando el eco poco favorable de la cripta.
Resulta además significativo que la vida religiosa de El Salvador no quiere quedarse como un grupo aparte dentro de la realidad eclesial y social del país, sino que se hace solidaria con el pueblo y se hace presente allí donde vibran las cuerdas de los más sencillos. Es sacramento de una Iglesia sierva (concreción de la revolución del Concilio Vaticano II y de Medellín), manifestada litúrgicamente por la figura del diácono permanente Giancarlo Munaretto, a la par del padre Omar Ulate. Es signo de una realidad silenciosa, pero eficaz: la presencia fiel y cercana de tantas comunidades religiosas comprometidas en los lugares de frontera, entre nuestros campesinos y obreros, en las zonas marginales y en el campo. Mientras se celebraba, muchos hermanos y sobre todo muchas hermanas compartían con su gente la tregua dejada por las lluvias en el bajo Lempa y en la costa o acompañaban las actividades ordinarias de las comunidades más pobres de la capital y del interior.
De esta manera la vida religiosa trata de poner en práctica la invitación del padre Omar, que en su homilía nos urgía recibir al Hijo enviado a la viña del Padre. Este Hijo hoy sigue estando vivo en los rostros de los excluidos de nuestro pueblo, (intencionalmente) olvidados por nuestros gobernantes. Aunque hoy no sea evidente una situación de conflicto, como existía cuando Monseñor comentaba la parábola de los viñadores asesinos hace más de 20 años, las condiciones socio -económicas y el deterioro del medio ambiente de El Salvador continúan siendo apremiantes para una respuesta radicalmente evangélica-. Tanto sufrimiento, tanta angustia, se recordó en el ofertorio de la misa con la presentación de una gran cruz repleta de cortes de periódicos.
La vida religiosa necesita de continua renovación para ser fiel a su misión, y esto nunca tenemos que olvidarlo. La presencia en la Eucaristía celebrada en la cripta de catedral manifiesta esta conciencia, porque significa tomar opción por una Iglesia que no se acomoda, que se deja cuestionar para crecer, que se deja impulsar hacia nuevos horizontes. Esto significa creer en la palabra profética de Monseñor Romero y en todo el movimiento espiritual que ella desató. Para nosotros y nosotras, religiosos y religiosas, la palabra de Monseñor sigue viva y en ella alimentamos la terquedad de nuestra esperanza aprendida del pueblo. Este domingo, en la cripta, quisimos declararnos hijos e hijas de Monseñor, nacidos de su sangre martirial y de su espíritu rebelde, no para quedarnos en el pasado, sino para seguir soñando en un El Salvador sin injusticias ni violencias, un pueblo que sea comunión de hermanos y hermanas y una Iglesia cercana y solidaria.
En el número anterior de Carta a las Iglesias comentamos la barbarie ocurrida en Timor Oriental después del referéndum. El 19 de septiembre llegaban a Dili los primeros soldados de la fuerza internacional encargada de garantizar la seguridad. Poco antes, se conocían las primeras cifras de la violencia: según la FAO han sido asesinadas unas 7.000 personas (el obispo Belo eleva la cifra a 10.000); ACNUR estima que decenas de miles han sido deportadas a la parte occidental de la isla, bajo soberanía indonesia; y la ONU cifra en 600.000 los timoreses que necesitan ayuda humanitaria urgente. A continuación reproducimos la entrevista que el obispo Belo concedió a la agencia Fides.
-Pregunta: Monseñor Belo, ¿es posible, en su opinión, una colaboración entre las fuerzas de la ONU y las indonesias?
-Respuesta: He perdido la confianza en las fuerzas armadas indonesias. Estas se encuentran allí para continuar la opresión. Es mejor que permanezcan fuera y que quienes dirijan la misión de paz sean fuerzas multinacionales de la ONU. El ejército indonesio está completamente desacreditado, ha demostrado no ser capaz, o, mejor, no querer mantener la paz y el orden.
-P: Y, sin embargo, usted ha sido rescatado por las tropas indonesias...
-R: "Rescatado" por así decir; mejor "sacado". Y luego hay una contradicción evidente: ¿Por qué salvan a un Pastor y luego matan a su rebaño?
-P: ¿Por qué la pequeña Timor Oriental da miedo a Indonesia? ¿Qué valor tiene para Yakarta?
-R: Las razones son diversas, la situación es compleja. Además de fines económicos y políticos, detrás de la campaña de violencia se esconden feroces sentimientos de venganza contra los líderes de la resistencia y contra la Iglesia. La cuestión es que hay demasiada diferencia de valores entre quien proclama la verdad y quien difunde la mentira. Los militares y el gobierno quieren que la población sea un rebaño de ovejas obedientes, sin voluntad ni pensamiento. Pero la gente tiene su dignidad, quiere ser timorense. El referéndum ha sido una bofetada para ellos, y ésta es la reacción.
-P: En su opinión, ¿es esta maniobra, un plan para reforzar un liderazgo interno?
-R: Es posible: hay gente sin escrúpulos que, para reforzar su poder, sacrifica miles de vidas humanas.
-P: La Iglesia es atacada porque se identificó con los independentistas. ¿No se ha expuesto demasiado, quizá, en cuestiones políticas?
-R: La Iglesia se ha expuesto en defensa de valores, de los derechos humanos. También la autodeterminación es un valor. Y después, aun admitiendo una "sobreexposición", no hay motivos para masacrar a los religiosos y destruir las estructuras de la Iglesia. ¿Dónde está la civilización, dónde los derechos humanos? Hay que pretender del gobierno al menos un mínimo de respeto a estos valores.
-P: ¿Se puede hablar de conflicto interreligioso?
-R: No, no creo, no tengo datos para afirmarlo. Hay, sin embargo, abusos de los derechos humanos. En un país en que se apela a la "Pancasila" (doctrina del Estado indonesio para mantener la armonía religiosa en la nación), que profesa la fe en Dios, existen en la práctica métodos y actos feroces y represivos. ¿Cómo es posible?
-P: ¿Qué espera de la Iglesia universal?
-R: La Iglesia y el Papa han alzado la voz para detener las masacres. Ahora es necesario que se muevan las Conferencias episcopales continentales, las Cáritas, las organizaciones humanitarias, las Comisiones "Justicia y Paz" para promover una campaña de solidaridad y ayuda a la población timorense, turbada por esta violencia.
-P: ¿Cuándo regresará a Dili?
-R: Regresaría mañana mismo, apenas las fuerzas multinacionales desembarquen en la isla. No espero sino volver a estar entre mi gente.
CIDAI, UCA
Una vez más, Centroamérica vuelve a ser noticia. Hace poco menos de un año la región se convirtió en centro de los debates para la comunidad internacional, que vio con preocupación las secuelas dejadas por la tormenta tropical "Mitch". Por primera vez en muchos años vio la urgencia de elaborar un plan integral de desarrollo que no sólo se dedicara a resolver necesidades de tipo económico y material, sino que posibilitara mejoras cualitativas para los sectores más necesitados. Se contaba entonces con el apoyo de las potencias mundiales y el de la prensa internacional, y con la presión de grupos sociales en las naciones más afectadas.
Ahora, a escasos once meses, nuevamente somos noticia. Sin embargo, hay diferencias. En primer lugar, las causas de la tragedia no son tan espectaculares como hace un año; son sólo los efectos de una temporada de lluvias retrasada por el efecto de El Niño. No debe extrañar, pues, que el apoyo internacional no se haya manifestado con la misma intensidad que el año pasado. Además la respuesta de los gobiernos regionales ha sido, en cierta medida, más organizada y menos publicitaria, en un intento por ensanchar las arcas estatales con la ayuda internacional.
Sin embargo, al examinar con atención los efectos de esta crisis en los países de la región aparecen los mismos males que cuando el "Mitch". Pareciera que las lluvias que trajo el huracán nunca dejaron de caer sobre estas tierras y que la ruina que sustituyó paisajes enteros y cultivos de vital importancia para las economías regionales, la ciega fuerza con la que fueron arrebatadas miles de vidas junto con las esperanzas de millares de habitantes, no desapareció con el final de ese prolongado invierno de 1998. En este momento, los datos combinados de los cinco países de la región arrojan las siguientes cifras: 69 muertes, que podrían aumentar en los próximos días; 39,994 evacuaciones a causa de inundaciones; un rebrote acelerado de enfermedades como el cólera, el dengue hemorrágico y clásico, la malaria y otras enfermedades respiratorias o gastrointestinales; y la posibilidad de que sobre la zona atlántica de Nicaragua y el norte de Honduras se produzcan más precipitaciones.
En las siguientes líneas analizaremos lo que afecta a cada uno de los países: El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Guatemala, pero con una mirada de conjunto a toda la región.
El Salvador: ausencia de una política nacional de desastres
Durante la década de los noventa el problema de las inundaciones en las zonas costeras se ha agudizado a tal grado que prácticamente ocurren todos los años. En 1998, a causa de la depresión tropical "Mitch", fueron catalogadas como las de mayor envergadura del siglo XX. 1999 no ha sido la excepción, y desde mediados de septiembre los desastres provocados por inundaciones han sido graves.
Desde el día 9 de septiembre comenzaron pérdidas agropecuarias, daños en los hogares y degradación de los ecosistemas, especialmente en la parte baja de los ríos Lempa y Grande de San Miguel, en la desembocadura del río Paz, en algunas secciones del río Goascorán y en al menos siete comunidades de San Salvador ubicadas en riberas de ríos y quebradas. Según datos del Comité de Emergencia Nacional (COEN) y del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) se habían contabilizado, hasta el 5 de octubre, tres muertos y 2,604 refugiados, además de pérdidas agropecuarias por un monto cercano a los 25 millones de colones, siendo los cultivos de granos básicos los más afectados, cerca de 20 millones de colones.
El área afectada se estima en 50,498 manzanas. Y, aunque de acuerdo al MAG estos daños representan solamente un 2% de la producción agropecuaria total, para los productores afectados implican pérdidas que van desde al 70% al 100%, con el agravante de que, en la mayoría de casos, las familias afectadas ya se encontraban en situación de pobreza. Así, desastres que algunos catalogan de "pequeños", son de gran envergadura para los afectados.
Esto obliga a pensar en las formas de enfrentar el problema del creciente impacto de las inundaciones. Y hay que tener en cuenta que los desastres no son solamente "naturales", sino que son también el producto de la vulnerabilidad, que, en la mayoría de casos, también se genera socialmente. Lamentablemente, hasta ahora los problemas generados por los desastres no están siendo abordados desde una óptica de mediano y largo plazo, dirigida a la prevención y mitigación, sino a hacer frente a desastres ya consumados.
Las acciones del COEN se dan principalmente durante e inmediatamente después del desastre. Para ello basta revisar las memorias de labores del Ministerio del Interior en la parte correspondiente al COEN. Esta forma de enfocar el problema en nada contribuye a evitar o reducir el impacto de futuros desastres.
De acuerdo al presidente Flores, "en cuanto termine el invierno, iniciaremos la reconstrucción de las bordas, el dragado de los lechos de los ríos y la reparación de caminos y carreteras dañadas". En esta línea, el ofrecimiento más polémico del Presidente Flores ha sido el de "despoblar" la zona del bajo Lempa, trasladando a las familias hacia zonas de menor riesgo. Para representantes de gremiales comunales de la zona la solución estaría más bien en el desarrollo de obras de infraestructura.
La problemática de los desastres trasciende con mucho las capacidades del COEN o las meras acciones de emergencia del actual gobierno. Se requiere la integración de un sistema nacional de prevención de desastres que valore el problema en su verdadera dimensión e incorpore la prevención y mitigación en la planificación del desarrollo. Lamentablemente, el gobierno continúa cerrándose a la realidad y pretende que sus políticas son las más razonables. En realidad, muchos actos de "desarrollo" han generado condiciones socio-ambientales que favorecen la vulnerabilidad ante los desastres. Como ejemplos, la construcción de represas y los reasentamientos de posguerra.
A nadie se le escapa que las descargas de las represas hidroeléctricas —especialmente de la 15 de septiembre— están directamente relacionadas con las inundaciones en la parte baja del río Lempa, la zona más afectada por las inundaciones. Paradójicamente, las represas fueron construidas no sólo con el objetivo de generar electricidad, sino también con el de prevenir las inundaciones, de las que se tiene noticia desde la década de 1930.
Adicionalmente, muchos de los asentamientos en ambas márgenes de la parte baja del río Lempa fueron deliberadamente ubicados allí, por un pacto, incluido en los acuerdos de paz, entre el gobierno y el FMLN. Ello implicó poblar una planicie de inundación, que se encontraba aun en mayor riesgo, debido a la deforestación masiva realizada en la década de 1950 para la intensificación del cultivo del algodón en El Salvador.
Así, pues, para enfrentar el problema de los desastres naturales hay que revisar la planificación del desarrollo. En el corto plazo hay que redefinir la forma en que se enfrentan los desastres y adoptar las necesarias medidas de prevención y mitigación.
Mayor previsión: Guatemala y Costa Rica
Guatemala y Costa Rica han sido los países menos golpeados por las lluvias. Los esfuerzos de identificación de zonas afectadas y la evacuación de las víctimas se dificultó más en Guatemala debido a que las zonas de riesgo se ubicaban en el interior del país, en asentamientos indígenas, aislados de los centros departamentales. Se estima que más 13 mil personas fueron evacuadas de estos lugares, incluyendo las de las zonas marginales en la capital. A inicios de la semana, el saldo de muertos ascendía a 12, y aún no había datos oficiales sobre desaparecidos y damnificados. Quienes sí se dedicaron a evaluar las pérdidas han sido los representantes de la gran empresa guatemalteca, y, en general, así ha ocurrido en los demás países de la región. De hecho, los datos sobre pérdidas en el sector agrícola que se manejan a nivel internacional, provienen de balances hechos por terratenientes y asociaciones de productores del ramo. Según sus estimaciones, cerca de 1,9 millones de dólares se han perdido a causa del deslave de cultivos de variada naturaleza. No se sabe a ciencia cierta qué tan graves son los daños en la infraestructura del transporte, pero ya se habla de la necesidad de destinar cuantiosos recursos a su rehabilitación.
Por su parte, las autoridades de Costa Rica prepararon bien los operativos de desalojo y la reubicación de las familias en peligro por las lluvias. En total, 60 albergues en todo el país recibieron a unas 5,600 personas. El número de muertos llegó a 10. Las autoridades del Ministerio de Obras Públicas y Transporte calcularon que los daños en la infraestructura podrían ascender a los 3 millones 460 mil dólares. Hasta la fecha, el gobierno ha ofrecido 1 millón 556 mil dólares para empezar la reconstrucción de los tramos inhabilitados por las lluvias.
Nicaragua y Honduras: una nueva tragedia
Estos dos países han sido los más afectados con las lluvias. Sin haber logrado materializar un plan de acción inmediata para prevenir eventuales situaciones de crisis en las zonas de alto riesgo, nicaragüenses y hondureños han tenido que sufrir nuevamente la pérdida de propiedades, negocios, tierras cultivables y, en el peor de los casos, de seres queridos. Los habitantes de aquellas regiones, que el año pasado quedaron a merced de la naturaleza, hoy se mantienen en vilo por el temor a que la historia se repita. Hasta el pasado 4 de octubre, en Nicaragua se contabilizaban 13 muertos a causa de deslaves, inundaciones u otros accidentes provocados por las lluvias. Asimismo, se hablaba de 7,105 personas movilizadas por las operaciones de evacuación.
Las autoridades no habían podido establecer ningún monto fiel de pérdidas en sectores estratégicos como el agro, lo cual sumergía a este país en una incertidumbre casi tan peligrosa como las condiciones climatológicas que se avecinan. Se ha adelantado un balance preliminar del Ministerio de Transporte e Infraestructura que establece daños hasta por 2 millones 135 mil dólares. Frente a esto, el presidente Arnoldo Alemán ha puesto a disposición de esta cartera 7 millones 118 mil dólares para iniciar los trabajos de reparación. Con respecto a las cosechas, únicamente se manejan datos difundidos por la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG), que revelaban que 38,850 manzanas de terreno plantado se habían perdido completamente; lo cual representa un 34% de la cosecha total para el presente año. En ambos casos, como ocurrió el año pasado, los departamentos más golpeados por el temporal han sido León, Rivas, Chinandega, Masaya, Jinotega, Matagalpa y Boaco.
En Honduras 23 personas han perecido y se desconoce el paradero de otras 6. Hasta inicios de la semana, se contabilizaban 12,194 personas evacuadas, y varias comunidades volvieron rápidamente a quedar incomunicadas, al ser rodeadas por caminos intransitables, ríos desbordados y puentes destruidos. 26 vías de transporte están parcialmente dañadas y 2 son intransitables; 12 puentes están en mal estado y 12 están totalmente destruidos. 5000 hectáreas de plantaciones de palma africana, caña de azúcar, maíz, sorgo, banano y plátano se han perdido.
El gobierno de Honduras ha sido el que ha dado la respuesta más organizada y ágil de la región. El presidente Carlos Flores no tardó en reorientar los remanentes de la ayuda recogida el año pasado para impulsar labores de reconstrucción. Aparte de lo que cada rama del gobierno deberá invertir para rehabilitar las áreas a su cargo, las municipalidades podrán disponer de unos 6 millones 968 dólares para iniciar proyectos de reconstrucción urgentes. Los propietarios de pequeños negocios establecidos en los mercados afectados por las lluvias contarán con un fondo de 1 millón 393 dólares para refinanciamiento. Como medida a corto plazo, los presupuestos de los cuerpos de seguridad y del Comité Permanente de Contingencias (COPECO) han sido reforzados para que no detengan sus programas de emergencia.
Consideraciones finales
Aunque de normalizarse la situación climatológica en los próximos días, no es probable que ocurra un desastre de grandes dimensiones —al menos no de las dimensiones del "Mitch"—, no cabe duda que este invierno presenta nuevamente un serio llamado de atención a los gobiernos de la región. Ya no se trata únicamente de darse cuenta de la fragilidad de las economías, de la ausencia de recursos y de la incapacidad de manejar con diligencia situaciones de esta índole. Eso quedó más que resaltado el año pasado. Ahora se trata de apuntar con claridad el abandonado proceso de recomposición de las naciones del istmo.
Esto significa entrar de lleno al análisis de las condiciones previas para impulsar un verdadero proyecto que no potencie únicamente el progreso económico, sino también el perfeccionamiento de los débiles sistemas productivos. Y este proceso debe pasar por una redefinición concertada del papel que los sectores sociales estratégicos (sociedad civil, empresa privada, comunidad internacional, gobierno, franjas de trabajadores, etc.) deberán jugar en el mantenimiento de un nuevo modelo; por el establecimiento de mejores controles sobre el destino y la utilización de la ayuda internacional; por la potenciación del desarrollo local con participación social. Y, como varios analistas han venido insistiendo, por la necesaria adopción de compromisos que no se funden en razones humanitarias, inspiradas por emergencias (que después de todo son pasajeras), sino que estén basadas en proyectos a largo plazo y con una profunda vocación social
Los desastres naturales no deben sólo enfrentarse desde la óptica con que ha venido haciéndose tradicionalmente, es decir, ejecutando acciones para atender emergencias. Requiere más bien la intervención de diversos actores: no solamente aquellos que ejecutan tareas de rescate y búsqueda, sino también de los que planifican el uso del territorio, el uso de los recursos naturales y la construcción de obras de infraestructura.
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Entrevistas con pobladores del Bajo Lempa
En 1982, el PNUD y el gobierno de El Salvador establecieron que la zona del bajo Lempa es el área de inundaciones más vulnerable del territorio nacional, y según funcionarios del Ministerio de Agricultura, durante la ocurrencia de fenómenos metereológicos extraordinarios, se inundan alrededor de 23,700 hectáreas, de las cuales la mayoría son de gran potencial agropecuario, dejando grandes pérdidas económicas y humanas para los pobladores de la zona.
En la zona del bajo Lempa, vive una población de más de 26 mil habitantes en comunidades pertenecientes a tres departamentos: San Vicente, La Paz y Usulután. Presentamos el sentir de algunos pobladores sobre el problema de las inundaciones y las posibles soluciones que ellos plantean.
Santos Cortéz, 68 años, campesino de la comunidad La Canoa. Esta vez mi casa se inundó toda, todo aquello se inundó. Las paredes se aguadearon y las tejas se quebraron. Yo con un par de latas viejas he estado remendando para protegerme un poco. El año pasado fue peor, este año fue menos, sólo se metió el agua y ya no pasó más.
Yo lo que pido es que me ayuden a reconstruir mi casita, yo no alcanzo ni para comprar ni cien tejas. También quisiera que me ayuden a recuperar mi milpita, toda se me perdió.
Dalila Chicas de González, 40 años, campesina de la comunidad El Coco. Nosotros hemos estado en la Iglesia El Calvario de Zacatecoluca durante ocho días; a ese lugar nos evacuaron. En los lugares de refugio uno no se siente bien, porque a uno le hace falta estar en su casa. Yo estaba desesperada por lo que habíamos dejado, porque si no se pierde por el agua se pierde por la gente que se lleva las cosas. Pero además, en los refugios se duerme mal, a veces nos llevaban alimentos arruinados o mal cocinados. Pero eso es preferible a estar con la aflicción de que pudiéramos ahogarnos. En mi casa se derrumbaron las paredes, se ahogaron algunos animales y las milpas se pudrieron.
Yo pido que el gobierno nos ayude para ver si recuperamos las viviendas y las milpas. Que nos haga los puentes y las bordas, pero no quieren. La borda que hicieron ya se vino abajo con una media llena que hubo. Quizás las hicieron de mala gana y de mala voluntad. Queremos que las hagan pero que las hagan bien, pensando en nuestras vidas y no para salir del compromiso.
Yo no quiero irme del lugar porque en el campo aunque sea con un poquito de milpa uno sobrevive, en otro lugar es más difícil.
Maximiliano Asencio, 17 años, campesino de la comunidad San Nicolás. En San Nicolás todos los años pasa casi lo mismo, las inundaciones siempre son un peligro constante con el que vivimos. Por eso nosotros pedimos al gobierno que nos haga las bordas y nos mejore los caminos, eso es lo que pedimos los jóvenes del bajo Lempa, aunque todavía no vemos claro.
Sebastián Vásquez, 58 años, campesino de la comunidad Las Anonas. Mire nosotros de salir no salimos, pero hemos andado en el agua, porque no llenó demasiado como en la tormenta del Mitch. Eso pasó en las Anonas, pero en la comunidades de Santa Marta, San Bartolo, Rancho y Taura, sí llenó bastante. Allí se tuvo que evacuar a la gente. Ahorita estamos sufriendo una plaga de zancudos que no se soporta, ni dormir puede uno. Yo no sé por qué que el Ministerio de Salud no se ha hecho presente. Yo logré salvar la milpa porque el agua no logró alcanzar a la mazorca, pero el maicillo y el ajonjolí sí se perdieron porque estaban recién sembrados.
Lo que ahorita me preocupa es que están diciendo que nos van a trasladar a otro lugar. Nosotros no vemos bien eso, lo que sí deseamos es que nos construyan las bordas y nos mejoren las calles, eso sí, salirnos no.
José Américo Pineda, 14 años, campesino de la comunidad San José de la Montaña. De mi comunidad evacuaron bastante gente. Mi familia no se quería salir por cuidar sus cosas. Las casas de adobe son las que se derrumbaron, las otras sí resistieron semejante tormenta. Ojalá que el gobierno cumpla lo que ha prometido y que no esté pensando en sacarnos del lugar, porque allí hemos nacido y allí queremos vivir.
Marta Silvia Peña, 60 años, habitante de San Macelino, Costa del Sol. En San Marcelino nos inundamos y no hemos podido trabajar, nuestro único patrimonio es el mar pero en estas condiciones no se puede hacer nada. Lo que pedimos es que nos ayuden porque hemos quedado sin nada.
Según los pobladores del bajo Lempa, cuando se habla del problema de las inundaciones se deben distinguir 2 zonas:
Los problemas integrales de la planicie aluvial localizada entre la carretera litoral y los manglares de la zona costera. En este caso las inundaciones y el mal drenaje son causados por los desbordes del río Lempa y más de 20 ríos que descienden del volcán de San Vicente en dirección al mar, afectando un territorio de más de 61 mil hectáreas, de las cuales 41 mil son potencialmente aptas para la actividad agropecuaria.
Por otra parte, están los problemas de la planicie directamente afectada por los desbordes del río Lempa aguas abajo del puente de San Marcos Lempa. En esta zona resultan dañadas más de 11 mil hectáreas, de las cuales 8000 son aptas para la agricultura.
De ahí que los habitantes del bajo Lempa sostienen que la solución del problema requiere un proceso integral de reconstrucción, que aborde los temas de infraestructura, realidad socio-económica y medio ambiental de la zona.
Solución integral y estructural, y no medidas paliativas, es la principal demanda de los pobladores del bajo Lempa.
José M. Castillo
Mucha gente se imagina que los fariseos fueron individuos extraños, inquietantes, incluso de mala condición, que existieron en el siglo primero, cuando, según cuentan los evangelios, Jesús andaba por el mundo. De ser esto así, los fariseos serían, para nosotros hoy, un recuerdo del pasado, un grupo de fanáticos que se enfrentaron con el fundador del cristianismo, pasaron a la historia y pare usted de contar. La cosa, sin embargo, es más complicada. Y, sobre todo, se trata de algo que nos concierne, a los que vivimos en estos tiempos, seguramente más de lo que imaginamos.
No es mi intención aquí precisar la mayor o menor exactitud de los datos históricos que hoy se conocen sobre los fariseos del tiempo de Jesús. Hay una cosa que nadie discute: los fariseos eran los "hombres de la ley", los observantes minuciosos de lo que estaba mandado. Lo cual, a poco que se piense, plantea una pregunta que, a primera vista, resulta no sé si molesta o inquietante: si, efectivamente, los fariseos eran los "fieles cumplidores", los "observantes" por excelencia, ¿cómo se explica que Jesús se enfrentase con ellos y ellos con Jesús, hasta llegar, no sólo a la mutua descalificación, sino incluso al complot (por parte de los fariseos) para matar al que se presentaba como el profeta y el defensor de lo que Dios quiere (Jn 11, 47-48)? ¿es que cabe en cabeza humana que los "observantes" quisieran matar al maestro de la "observancia"?
Lo que estoy preguntando no es una mera curiosidad histórica. Según la acertada formulación del filósofo Paul Ricoeur, los fariseos fueron (y siguen siendo) "los representantes más puros de un tipo irreductible de experiencia moral, en el que cualquier hombre puede reconocer una de las posibilidades fundamentales de su propia humanidad". ¿En qué sentido? Según el evangelio de Lucas, Jesús contó la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14), por algunos (los fariseos) que se distinguían por tres cosas: 1) se sentían seguros de sí mismos, literalmente "confiaban en sí mismos"; 2) "porque eran justos" o sea se veían como personas cabales, intachables, como hay que ser; 3) "y despreciaban a los demás" (Lc 18, 9). La parábola termina diciendo que los que viven de manera que en ellos se cumplen esas tres cosas, no sólo viven engañados, sino que además están perdidos.
Naturalmente, el peligro de caer en este engaño y en esta perdición aumenta en la misma medida en que es mayor la convicción de que uno es "como hay que ser", por más que piense y diga que eso se lo debe a Dios (o a quien corresponda) como le pasaba al fariseo (Lc 18, 11). Porque desde el momento en que alguien está convencido de eso, inevitablemente se siente seguro de sí mismo. Y entonces también es inevitable lo que viene después: el que se ve como intachable y se ve así con toda seguridad, lo quiera o no lo quiera, lo piense o no lo piense, va por la vida despreciando a todos los que no piensan o viven como él. En definitiva, se trata de caer en la cuenta de que el fariseo es (por más que nunca se dé cuenta de eso ni jamás lo sospeche) el despreciador profesional. Es la persona que se pasa la vida enjuiciando a los demás, condenando a los demás, despreciando a todo el que se le pone por delante.
La cosa es seria. Porque la tentación de sentirnos "seguros" la llevamos todos dentro. Y, es claro, desde el momento en que no estamos dispuestos ni a dudar de nuestra manera de pensar y de comportarnos, ya estamos metidos hasta las cejas en la macabra "profesión" de despreciadores. Con las dosis incalculables de sufrimiento que eso acarrea a todo el que tiene la desgracia de vivir junto a cualquier "fariseo". Eso abunda más de lo que sospechamos.
Porque hay fariseos de derechas y de izquierdas. Como los hay conservadores y progresistas. Y también ateos y religiosos. Lo que pasa es que, como ya he dicho otras veces, cuanto el motivo de la seguridad es más noble, el peligro de caer en el fariseísmo es mayor. Por eso se comprende que los fariseos, de los que nos hablan los evangelios, tenían su seguridad puesta en lo más noble que se puede poner: nada menos que en Dios, en la fiel y exacta voluntad de Dios. Y entonces, claro está: un buen fariseo, ¿cómo no va a despreciar (aunque lo haga con mucha "misericordia") a todos los que se desvían de la "voluntad divina"?
Pero aún queda algo importante por decir. Los entendidos discuten si los fariseos se organizaron, como tal grupo (en Israel), en el siglo V o más bien, en el siglo II antes de Cristo. Sea lo que sea de este asunto, hay algo que parece suficientemente claro y en lo que, al menos en líneas generales, también Ricoeur se ha expresado con acierto: "Al plantearse el problema de cómo hacer la voluntad de Dios, los fariseos hubieron de enfrentarse con el fracaso de los grandes profetas, con su impotencia para convertir a su pueblo y con el hecho de la deportación a Babilonia, que según la creencia general, fue el castigo de Dios por los pecados de Israel. A vista de esto, se propusieron realizar la ética de los profetas reduciéndola a una ética del pormenor, detallista".
¿Por qué digo esto? No estoy seguro si lo que voy a decir es una cosa traída por los pelos. Pero me hace la impresión de que, en todo esto, hay algo que está pasando ahora mismo. Todos sabemos que los años 60 y 70 de este siglo fueron años de inquietud y de impaciencia por cambiar las cosas. Fueron años en los que proliferaron los profetas. Pero aquellas impaciencias, con sus profetas, fracasaron. Hace poco J. P. Le Goff ha calificado al mayo del 68 como "la herencia imposible". Y se ha vuelto a reproducir el fenómeno del fariseismo. Con otros motivos y en otras circunstancias. Pero, a fin de cuentas, lo mismo de lo mismo: al fracaso de los profetas del cambio, le sigue la "seguridad" que dan los "observantes", aunque eso sea a costa de "despreciar" a mucha gente, a todos los descarriados que tanto abundan en estos tiempos. Por eso, yo no había visto en toda mi vida tantos fariseos juntos como ahora se ven por todas partes. Los "observantes", los "fundamentalistas", los que "dan gracias a Dios por no ser como los demás: ladrones, injustos, adúlteros" (Lc 18, 11). Y, de rechazo, los que se irritan por todo lo anterior y quisieran liquidar de un plumazo a los "intachables" (en política, en religión, en lo que sea). Se mire por donde se mire, "fariseos" en abundancia.
Me temo que en esto andamos todos. También los que se van a reír o se van a sentir mal al leer este artículo. De verdad: ¡Qué difícil es matar al fariseo que todos llevamos dentro!