AÑO XX, Nº 441, 1-15 de enero de 2000

 

LA MESA COMPARTIDA

Meditación ante el Jubileo 2000

 

1. De vez en cuando la humanidad se detiene para tomar conciencia del tiempo. A veces lo hace con superficialidad, aunque sea comprensible el deseo de evadirse de las tragedias que invaden el planeta. Así en este cambio de milenio celebraciones, música, luces, fuegos artificiales, han abundado en todo el mundo. También lo hacen las iglesias, a veces con seriedad, recordando la venida de Jesús a este mundo, a veces espectacularmente, como cuando los cientos de miles de turistas–peregrinos hicieron colapsar la ciudad de Roma en los primeros días del año.

Además de celebrar, sin embargo, la humanidad se detiene a veces a repensar un poco su historia y su situación, con la intención de rehacer el mal que la invade y poner a producir los deseos del bien que todos llevamos dentro. En un sentido, es "el derecho al delirio", que dice Eduardo Galeano; es repensar la utopía, aquello que nos parece "la cosa más importante" ante este milenio que empieza. Pues bien, mirando a nuestro mundo actual, éste se parece ante todo a la mesa "del rico Epulón y el pobre Lázaro", y lo que hay que hacer, entonces, es "revertir la historia" para poder sentarnos a "otra mesa", como quería Jesús. La cosa más importante para este milenio es, entonces, "la mesa compartida".

Dicho esto, dos cosas hay que añadir que me parecen esenciales en un mundo que, todo lo global que se quiera, es dual, dialéctico y conflictivo, antagónico y duélico. Por ello hay que decir "dos cosas": una al Norte y otra al Sur, realidades ambas que no son sólo ni primariamente geográficas, sino históricas y teológicas. Y son, sobre todo, realidades que generan pecado (más el Norte que el Sur) y gracia (más el Sur que el Norte).

2. Visto desde El Salvador, el Norte, los países en abundancia, las democracias industriales, o como quiera que se lo llame, ofrece una imagen insultante con respecto al tercer mundo. "Un ciudadano de Estados Unidos vale lo que 50 haitianos", dice, una vez más, Eduardo Galeano. Y se pregunta —para sacudir una conciencia, al parecer, insacudible— "qué pasaría si un haitiano valiera lo que 50 estadounidenses". Y esa abismal y aberrante diferencia no es casual, sino que, en lo fundamental, es producto de la opresión, de un proceso de depredación del tercer mundo que comenzó, en serio, con la venida a América de los europeos. Hace un siglo, en Berlín, también las potencias europeas se repartieron Africa. Y en 1997, en la cumbre del G-7 en Denver, los gobiernos de las grandes potencias, especialmente los de Estados Unidos y Francia, han acordado una política común para continuar con esa depredación del continente africano. Digamos de pasada que el señor Brown, secretario de comercio de Estados Unidos, se quejaba de que su país sólo participaba en el 17% del comercio con Africa —y, naturalmente, quería más—.

Esto queda, prácticamente, encubierto en la conciencia colectiva del Norte, aunque a veces se escuchen palabras fuertes, como estas de Juan Pablo II en Canadá en 1985: "en el día del juicio los pueblos del Sur juzgarán a los del Norte". Pero todo parece seguir igual, y por eso hablamos de la imperiosa necesidad de "despertar". Paradójicamente, en el Norte ha sido muy importante la exigencia kantiana de "despertar del sueño dogmático", para que la ciencia y la democracia fuesen posibles. Pero ese mismo Norte todavía no ha escuchado la exigencia de Antonio Montesinos en La Española, en 1511, de despertar de otro sueño: "el sueño de cruel inhumanidad". En el tercer domingo de adviento, ante los encomenderos españoles, comenzó su homilía con estas palabras: "Todos estáis en pecado mortal, en él vivís y en el morís". La razón para tan grave acusación es el maltrato y la muerte que infligían a los indios. Lo más importante para nuestro propósito, sin embargo, son las palabras finales: "Estos, ¿no son hombres... No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos... Esto no entendéis? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?". Palabras absolutamente necesarias también hoy, pero desoídas y encubiertas.

3. Para un cristiano, el Sur, por su parte, remite a la cruz, de modo que bien puede ser descrito como "el pueblo crucificado". Y si el cristiano se ha enfrentado en serio con Cristo crucificado y con el misterio del siervo que carga con nuestros pecados, entonces el Sur debe ser visto, a la vez, como producto de nuestras manos y víctima, al que —por justicia— tenemos que bajarlo de la cruz, y como luz, salvación y perdón, cosas, todas ellas, que con dificultad se encuentran en el Norte. Dicho con mayor precisión, el primer mundo no está "en la línea del siervo", y sí lo está el tercer mundo; no lo están las clases ricas y opresoras y sí lo están las clases oprimidas... Con devoción debiéramos mirar al pueblo crucificado del tercer mundo.

Todo esto lo produce el Sur por el mero hecho de ser "el pueblo crucificado". Pero, además, ofrece una utopía —que la vida y la dignidad sean posibles—, cuando, a pesar de todo, mantienen su esperanza. Y hablamos de "mantener" la esperanza, porque eso es precisamente —más que sus materias primas— lo que se le quiere arrebatar. Con esa esperanza el sur muestra, ante todo, que "se puede vivir de otra manera". Por ello, su esperanza es la gran amenaza para el Norte, por ello se libra hoy una batalla para que no la mantenga y por ello se quiere imponer una geopolítica de desesperanza y resignación, y una conciencia de inevitabilidad.

Sin esa esperanza de los pobres, sin embargo, no hay salvación para la humanidad. El progreso seguirá siendo, en lo sustancial, deshumanizante. La especie humana sobrevivirá bien, muy bien —aunque el sentido de la vida esté amenazado— en unos pocos, pero morirá la muerte del hambre o de la exclusión en los muchos. Y nada de mesa compartida. Por ello es crucial "mantener la esperanza de los pobres".

4. Según lo que acabamos de decir, no hay que entender el jubileo sólo en una dirección. Es cierto que, con grandísima razón y mayor urgencia, hay que perdonar la deuda externa, los países ricos deben dar la prometida ayuda del 0.07% a los países pobres... El jubileo es, pues, una buena noticia para pobres (no para acreedores y dueños), así como lo es el "Reino de Dios anunciado por Jesús" (no para acaparadores y opresores) y la resurrección de Jesús en la que "Dios hace justicia a una víctima" (no a un verdugo, y ni siquiera simplemente a un cadáver).

Pero lo más novedoso, difícil y cristiano del jubileo —aunque no se suele hablar en estos términos— está en la otra dirección: en que los ricos deshumanizados de este mundo se dejen acoger, perdonar, convertir y salvar por los pobres y las víctimas. Milagro será que se haga realidad la tradición del Levítico: perdonar las deudas a los pobres —y ojalá nos convirtamos y trabajemos por ese milagro—, pero será mayor milagro que se haga realidad la tradición de Isaías del siervo de Yahvé: dejarse perdonar por los pobres.

5. ¿No será lo que acabamos de decir exageración o simplismo? Si así es, límense las exageraciones y complétese lo dicho con otras cosas importantes. Pero no dudamos de que un mundo de "epulones y lázaros" es una creación que no le ha salido muy bien a Dios. Para decírnoslo envió a su Hijo Jesús, quien compartió la mesa con los marginados de su tiempo, pobres, mujeres, pecadores y publicanos. Y para cambiarlo nos dejó fuerza, viento huracanado, que eso es su Espíritu.

Una Iglesia que viva y se desviva por ello será una Iglesia de los pobres. Así llevará a cabo su misión histórica: el anuncio del reino de Dios. Y algo ayudará esta tarea para cumplir también con su misión transcendente: hacer presente a Dios en nuestro mundo. Negativamente, evitará que "por nuestra causa se blasfeme el nombre de Dios entre las naciones". Y, positivamente, será la mejor mystagogía en el misterio de Dios, Padre y Madre, bondad y ternura, hacia el que caminamos humildemente, pues caminamos "en la historia", pero también con gozo, por caminar con los demás "compartiendo la mesa".

El jubileo tiene estas posibilidades para la Iglesia, si las pone a producir. Pero tiene también sus peligros. Con su perspicacia acostumbrada José Comblin escribe a propósito de la Iglesia y este cambio de milenio: "Exteriormente la Iglesia triunfa, está en una fase triunfal y triunfalista, y el jubileo será un triunfo. Pero, claro, ¿un triunfo de qué?" Compartimos estos temores, pues la Iglesia no triunfa a base de crecer en números y en expresarse espectacularmente. Pero mantenemos la esperanza: la Iglesia puede servir humildemente a que este mundo se parezca un poco más a una mesa compartida, "cada uno con su taburete, y en la que a nadie le falte el conqué". Así hablaron nuestros mayores.

 

 


 

 

Comisión Interamericana de Derechos Humanos

El Estado salvadoreño violó los derechos humanos en el caso de los asesinatos de la UCA

 

Conclusiones

236. Con base en los argumentos de hecho y de derecho y las pruebas que ha tenido a su alcance en relación con el caso que se examina, la Comisión concluye en el presente informe que:

237. El Estado salvadoreño, a través de los agentes de la fuerza armada que perpetraron las ejecuciones extra-judiciales aquí descritas, ha violado el derecho a la vida consagrado en el artículo 4 de la Convención Americana sobre Derecho Humanos, en perjuicio de los sacerdotes jesuitas Ignacio Ellacuría, S.J:, Ignacio Martín-Baró, S.J., Segundo Montes, S.J., Amando López, S.J., Joaquín López y López, S.J., Juan Ramón Moreno, S.J. y de la Señora Julia Elba Ramos y su hija menor Celina Mariceth Ramos, conjuntamente con los principios recogidos en el artículo 3 común de los Convenios de Ginebra de 1949.

238. El Estado salvadoreño, en virtud de la actuación indebida de sus órganos de investigación (entre los cuales se encuentra un órgano ad-hoc compuesto por militares), acusación y administración de justicia, ha faltado a su obligación de investigar en forma diligente y eficaz las violaciones ocurridas, así como a su obligación de procesar y sancionar a los responsables a través de un proceso imparcial y objetivo como lo exige la Convención Americana. Todo ello afectó la integridad del proceso e implicó una manipulación de la justicia con un evidente abuso y desviación de poder. El resultado es que estos crímenes permanecen hasta el día de hoy en la impunidad ante una evidente denegación de justicia. El Estado ha violado, además, en perjuicio de las víctimas, el derecho a las garantías judiciales y a la tutela judicial efectiva establecido en los artículos 1(1), 8(1) y 25 de la Convención.

239. Las únicas personas declaradas culpables por los tribunales salvadoreños fueron amnistiadas pocos días después mediante la aplicación de la Ley de Amnistía General. Los autores intelectuales que han sido identificados hasta la fecha, pertenecientes al Alto Mando de la Fuerza Armada salvadoreña, nunca fueron investigados, procesados ni castigados. Como consecuencia de la sanción de la Ley de Amnistía, el Estado salvadoreño ha violado el artículo 2 de la Convención Americana. Además, a raíz de su aplicación al presente caso, el Estado ha violado el derecho a la justicia y su obligación de investigar, procesar y reparar establecidos en los artículos 1(1), 8 y 25 de la Convención Americana, en perjuicio de los familiares de las víctimas y de los miembros de la comunidad religiosa y académica a la que pertenecían.

240. El Estado salvadoreño ha violado el derecho a conocer la verdad en perjuicio de los familiares de las víctimas, de los miembros de la comunidad religiosa y académica a la que las víctimas pertenecían, y de la sociedad salvadoreña en su conjunto.

 

Recomendaciones

241. 1. Realizar una investigación completa, imparcial y efectiva, de manera expedita, conforme a estándares internacionales, a fin de identificar, juzgar y sancionar a todos los autores materiales e intelectuales de las violaciones encontradas, sin perjuicio de la amnistía decretada. 2. Reparar integralmente todas las consecuencias de las violaciones enunciadas, incluido el pago de una justa indemnización. 3. Adecuar su legislación interna a los preceptos de la Convención Americana, a fin de dejar sin efecto la ley conocida como de Amnistía General.

__________

n.220. La aplicación del decreto de amnistía aseguró la impunidad de algunos de los autores materiales e intelectuales y violó el deber indelegable de investigar, procesar y castigar del Estado establecido en los artículos 1(1), 8 y 25 de la Convención.

n.221. El derecho a conocer la verdad con respecto a los hechos que dieron lugar a las graves violaciones de los derechos humanos que ocurrieron en El Salvador, así como el derecho a conocer la identidad de quienes participaron en ello, constituye una obligación que el Estado debe satisfacer respecto a los familiares de las víctimas y la sociedad en general. Tales obligaciones surgen fundamentalmente de lo dispuesto en los artículos 1(1), 8(1), 25 y 13 de la Convención.

n.237, nota 139. De los propios documentos del Estado reseñados en este informe y del Informe de la Comisión de la Verdad, aparecen al menos identificadas las siguientes personas: Coronel René Emilio Ponce, General Juan Rafael Bustillo, Coronel Juan Orlando Zepeda, Coronel Inocente Orlando Montano, Coronel Francisco Elena Fuentes, Coronel Oscar Alberto León Linares, Coronel Guillermo Alfredo Benavides Moreno (Comandante del Batallón Atlacatl), Teniente Coronel Camilo Hernández, Teniente José Ricardo Espinoza Guerra, SubTeniente Gonzalo Guevara Cerritos (ambos del Batallón Atlacatl), Teniente Yusshy Mendoza Vallecillos (de la Escuela Militar), Sargento Antonio Ramiro Avalos Vargas, Cabo Angel Pérez Vásquez, Sargento Tomás Zarpate Castillo, soldado José Alberto Sierra, soldado Oscar Mariano Amaya Grimaldi, y soldado Jorge Alberto Cierra Ascencio.

 

 


 

 

Reacción de la UCA

 

El 6 de enero las autoridades de la UCA se pronunciaron sobre la declaración de la Comisión y comentaron algunas reacciones de miembros del gobierno. El boletín de prensa que repartieron comienza con estas palabras de Juan Pablo II que apuntan al meollo de la cuestión: "Los crímenes contra la humanidad no pueden ser considerados asuntos internos de una nación" (Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero, 2000). En el mismo boletín se resume la visión de la UCA sobre este importante acontecimiento.

1. La decisión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) es un hecho importante. Apoya la búsqueda de la verdad, exige justicia y defiende la dignidad de las víctimas. No es un suceso administrativo común sino una recomendación vinculante para el Estado Salvadoreño y una oportunidad extraordinaria para corregir el mal hacer estatal en el campo de los Derechos Humanos.

2. Malas son las violaciones del Estado en el pasado, pero se perpetúan en la irresponsabilidad con la que se tratan las reclamaciones internacionales y la impunidad con la que se cubren crímenes en la actualidad. De hecho el Estado Salvadoreño rechazó un arreglo amistoso que se le propuso ante la CIDH; dejó de contestar propuestas y mensajes de la CIDH en torno al caso jesuitas; opinó superficialmente y de mala fe sobre esta recomendación vinculante. Efectivamente la Comisión Interamericana de Derechos Humanos es un órgano administrativo supranacional cuyas decisiones no son judiciales, pero sí obligatorias para los Estados que han suscrito y ratificado el pacto de San José, ratificado por El Salvador en 1976.

3. Esperamos que a pesar de las primeras reacciones de algunos funcionarios, el Estado recapacite y cumpla con sus obligaciones. De sentirse mal tratado, el Estado Salvadoreño, en vez de no hacer caso a las recomendaciones de la Comisión, debería llevar el asunto a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero el Gobierno no se atreve a hacerlo porque sabe que no tiene la razón.

4. Si el Gobierno opta por el silencio y la inacción, la UCA y los jesuitas tendrán que estudiar alternativas que no son excluyentes: recurso de amparo en la Corte Suprema, porque se nos niega el derecho a vernos beneficiados y protegidos por la legislación internacional suscrita por El Salvador; recurso contencioso administrativo contra el Gobierno por incumplimiento de obligaciones que se derivan de tratados internacionales; seguimiento del juicio en un tercer país. (Lo más lógico es que lo promovieran en España los familiares de los jesuitas asesinados, mayoritariamente nacidos en España).

5. Ya ha habido otras órdenes desobedecidas por los últimos gobiernos. Ello aumenta su descrédito, tanto al afirmar que quieren construir el Estado de Derecho, como al afirmar que respetan las leyes internacionales (Advertencias a Cristiani sobre la ley de amnistía y Caso Parada Cea).

6. Pensamos que las recomendaciones de la CIDH son una oportunidad de primera magnitud para que el gobierno gane credibilidad internacional; cumplirlas mostraría seriedad y coherencia con el discurso oficial de respeto al Estado de Derecho (además de avanzar en la construcción del mismo); evitaría la vergüenza de tener un buen número de funcionarios del Estado o ex-funcionarios con órdenes internacionales de captura (ya hay varios, pero se arriesga que haya más).

Ante la queja del presidente Flores de que "todos los muertos son iguales" y por ello "no hay que volver sobre el caso de los jesuitas", la UCA afirma que lo que pretende es precisamente que todas las personas ofendidas tengan el derecho a que se investiguen los crímenes del pasado.

* * *

La CIDH resuelve en caso Monseñor Romero. Roberto Mejía Trabanino, funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, reveló el 6 de enero que la CIDH ya emitió su resolución sobre el caso de Monseñor Oscar Arnulfo Romero con recomendaciones similares al caso jesuitas: derogar la ley de amnistía, deducir las responsabilidades, reparar económicamente.

 

 


 

 

Monseñor Rosa Chávez sobre la OEA, el caso jesuitas y el de Monseñor Romero, y sobre la amnistía

 

El domingo 9 de enero varios periodistas se dirigieron a Monseñor Rosa para conocer su opinión sobre el documento de la OEA acerca del caso de los jesuitas. En la grabación a veces las preguntas no se entienden con claridad —y las tratamos de reconstruir un mínimo—, pero sí las respuestas, que publicamos íntegramente.

 

P. Monseñor, ¿qué opina usted de lo que acaba de decir la OEA sobre el caso jesuitas?

M. Rosa. Hay como dos actitudes ante este caso: una actitud de odio y de venganza, y una actitud de que las heridas se curen de verdad. La comisión de la OEA nos invita a curar las heridas en profundidad, a enfrentar la historia tal como fue y a reconciliarnos en la verdad y la justicia. Creo que es una sabia decisión que también vale para el caso Mons. Romero, y espero que miremos el pasado con honestidad, con valentía, para que esas cosas no se vuelvan a repetir. Eso es importantísimo para que seamos un país reconciliado. Si no, nunca nos vamos a reconciliar.

P. El presidente de la república ha dicho que sólo lo va a tomar como una simple recomendación. ¿Qué opina usted?

M. Rosa. Esto tiene su dinámica y la determinación la continuaremos conociendo en los próximos días. Por otra parte, las familias de los padres jesuitas han expresado también lo que van a hacer. Creo que el caso, en cierto modo, se ha vuelto a abrir. Y creo que es saludable que no pasemos las páginas de la historia de esa forma tan irresponsable. Hay una verdad, hay que enfrentarla, hay que sacar las lecciones. Hay que cambiar el futuro, purificándolo de esas cosas que pasaron y sacando las lecciones para que esas cosas no se repitan. Creo que sin mirar la historia de verdad no la podemos cambiar.

P. ¿Qué otra recomendación podría usted dar para el caso Monseñor Romero?

M. Rosa. El caso Monseñor Romero ya fue presentado por el Arzobispado. Hubo una sesión pública el año pasado. Hay ya un documento y una resolución que, por lo que entiendo, está ya en manos del Gobierno. En los próximos días habrá una resolución pública de la OEA sobre el caso, así que pronto tendremos —me parece— una información pública de algo que ya se ha decidido sobre el caso Monseñor Romero. Ya he dicho que la Iglesia presentó una demanda ante la OEA, porque el Gobierno no había querido resolver este crimen tan horrible, que nos puso ante el mundo como un país bárbaro, un país realmente lejos de toda ley, de justicia, de verdad, de convivencia pacífica.

P. ¿Conoce usted la resolución de la OEA sobre el caso?

M. Rosa. Yo conozco la reacción que tuvieron los comisionados cuando presentamos nosotros nuestra postura en la sesión pública, porque yo estuve allí presente junto con la directora de Tutela Legal. El gobierno también estuvo presente. Las dos tesis se presentaron allí, y la postura de los comisionados fue en la misma línea de lo que hemos conocido ahora sobre el caso jesuitas. No sabemos si la resolución escrita recoge ese mismo espíritu. Supongo que sí. Pero ya he dicho que no conozco el texto de la resolución.

P. ¿Qué piensa usted sobre la ley de amnistía?

M. Rosa. De las cosas más interesantes de la actual legislación internacional es que hay un consenso cada día mayor en dos puntos. Un punto es que los derechos humanos no tienen fronteras —tal como el Papa lo dice en el mensaje de este año categóricamente—. Otro punto es que la amnistía no resuelve los problemas de un país que ha pasado por situaciones de violencia. El mundo va en esa línea y así lo dijeron los comisionados en aquella sesión pública a la que yo asistí. La historia muestra que donde se aprobó una amnistía las cosas no se resolvieron, y de hecho nosotros pedimos ante la OEA (para el caso de Monseñor Romero) la derogatoria de la amnistía. Fue una de las peticiones que hizo el Arzobispado en esa ocasión. Por otra parte, la amnistía que se decretó en nuestro país fue ilegal según los expertos. Así que hay aquí varias cosas que los expertos van a ir debatiendo. Lo que me parece importante es que el caso se vuelve a presentar cuando cumplimos el vigésimo aniversario del martirio de Monseñor Romero.

P. ¿La indiferencia del gobierno no ha dado una mala señal para esta resolución?

M. Rosa. Es que siempre ha sido así, de modo que la postura no ha cambiado. Nunca ha habido una postura de hacer luz y de aceptar las responsabilidades. Desgraciadamente ha sido así, pero la OEA piensa que ese camino es equivocado. La Iglesia piensa lo mismo: que ese camino es equivocado. El camino correcto es el de conocer las cosas como son, aceptar responsabilidades y asumir también posturas que hagan que en el futuro esas cosas no vuelvan a repetirse.

P. ¿No estará subestimando el gobierno los convenios y tratados internacionales que ha firmado en materia de derechos humanos, al tomar esta recomendación de la OEA como una simple recomendación, como lo ha dicho el presidente?

M. Rosa. Los expertos conocen bien en qué términos firmó el país ese convenio. Eso ya se irá conociendo en el debate de los que saben de esas cosas más jurídicas. Pero hay una cuestión ética que va más allá de la letra de los tratados. Esta cuestión ética es la que hemos presentado nosotros en esta conversación: hay que asumir las responsabilidades, hay que reconocer errores y hay que comprometerse con un futuro diferente, en el que la dignidad humana sea el criterio fundamental.

Declaraciones de María Julia Hernández

La directora de Tutela Legal, María Julia Hernández, dijo que es lastimoso que el presidente Francisco Flores considere una simple recomendación la resolución de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA sobre el caso jesuitas. Lamentó las palabras del presidente porque dejan en claro la falta de un buen asesoramiento, ya que con esa posición está obviando, por ignorancia o por voluntad política, su responsabilidad. En cualquier caso la posición del presidente Flores es inadmisible.

María Julia Hernández aseguró que la sanción de la comisión no sólo es moral sino que también es jurídica porque el estado de El Salvador ha firmado y ratificado la Convención Interamericana de Derechos Humanos. Además con la ley de amnistía se violó el derecho jurídico internacional y la constitución política de El Salvador, por lo cual debe ser derogada.

 

 


 

 

Letanías jubilares

 

Pedro Casaldáliga

Dios del amor, Padre nuestro, Madre nuestra:

En medio de esta humanidad, toda ella hija tuya, nosotras/nosotros que somos la Iglesia de Jesús, nos sentimos en la necesidad de pedirte perdón y de darte gracias, simultáneamente, al completar estos dos mil años de cristianismo en la historia y con la esperanza de un nuevo milenio, más digno de tu corazón y de la misma humanidad.

Te lo pedimos por todos aquellos y aquellas que a lo largo de estos veinte siglos cristianos han honrado el evangelio con su vida y hasta quizá con su muerte. Y en nombre de todos los pobres de la tierra, para quienes debe ser Buena Nueva de verdad el evangelio de tu reino.

 

Letanía de contrición

Se responde: Aviva nuestra memoria y renueva nuestro corazón

- Por habernos apoderado en exclusiva de tu nombre, y por no haberte reconocido presente en las demás religiones…

- Por la autosuficiencia y prepotencia con que te hemos dado culto y por el fundamentalismo cerrado con que hemos interpretado tu mensaje en la Biblia…

- Porque no hemos sabido descubrir y anunciar tu rostro también materno…

- Por el etnocentrismo, colonialismo y occidentalismo de nuestra fe…

- Porque en tu nombre y apelando a tu Palabra hemos destruido tanta Palabra tuya palpitante en libros, templos, monumentos y celebraciones de las culturas aborígenes…

- Porque a lo largo de estos veinte siglos hemos condenado como paganismo lo que ignorábamos, por causa de nuestra fe fundamentalista y proselitista…

- Por las muchas guerras de religión que hemos emprendido invocando tu nombre y esgrimiendo la cruz…

- Por la timidez injustificable con que vivimos el ecumenismo, reducido a veces a celebraciones esporádicas y a manifiestos verbales sin osar vivir como Tú quieres la comunión en la fe, en la eucaristía y en el servicio…

- Por la evangelización que hemos llevado a cabo del brazo de los imperios y de los ejércitos en América, en Asia y Africa…

- Porque hemos transmitido como mensaje tuyo lo que era tantas veces una cultura dominante…

- Por los títulos mundanos, por el lujo insultante en las estructuras y en la vida de tantos colectivos de la Iglesia…

- Porque hemos bendecido tantas veces ejércitos y conquistas, cruzadas y dictaduras…

- Porque, aun siendo igualmente descendencia de Abraham en la fe, hemos cultivado tanto el antisemitismo, el antiislamismo, y hemos hecho de la patria natal de Jesús una tierra de conquistas y de odios…

- Porque hicimos de la Justificación, pura gratuidad de tu amor, una lacerante división en la Iglesia…

- Porque, entre reformas y contrarreformas, no hemos sabido hacer la verdadera Reforma de la Iglesia semper reformanda

- Porque en nombre de una ortodoxia miope y de un poder omnímodo sin pluralismo ni misericordia, hemos sido capaces de cometer los horrores de la Inquisición y condenar la profecía, la teología y la opinión pública en la Iglesia…

- Porque negando el testimonio innovador de Jesús, la mujer viene siendo tan marginada en la sociedad y en la Iglesia, imponiéndole silencio y sumisión y llevándola incluso a las hogueras fanáticas…

- Por nuestra connivencia y participación o silencio y justificación en la esclavitud del pueblo negro, a veces apelando a la Biblia misma…

- Por nuestra cerrazón en reconocer la autonomía de la historia humana, y frente a la ciencia y la técnica y por el miedo a las "libertades modernas"…

- Porque no hemos sabido acoger la opción por los pobres, como corazón del evangelio, y hemos colaborado secularmente con el capitalismo y guardamos hoy demasiado silencio todavía delante del neoliberalismo excluidor…

- Por el racismo y la limpieza étnica; por el ecocidio y el hambre; por los holocaustos, los gulags, las tierras arrasadas, los desaparecimientos, las minas personales; por el latifundio, el chabolismo, el desempleo; por los atropellos a la dignidad de la persona humana y de las minorías, que tantas veces hemos acompañado ominosamente con indiferencia o hasta con complicidad a lo largo de estos veinte siglos…

 

Letanía de gratitud y esperanza

Se responde: Cantamos tu amor y asumimos tu reino

- Porque creemos que eres amor y comunidad; porque te creemos encarnado en nuestra historia; porque te sentimos el Dios-con-nosotros…

- Porque a lo largo de la historia del cristianismo nunca han faltado auténticos seguidores y seguidoras de Jesús, testigos de tu reino…

- Por la incontable legión de hermanas y hermanos nuestros en la fe que han sellado su fidelidad con la prueba mayor del martirio, ayer y hoy, bajo todos los poderes y contra todas las mentiras…

- Porque finalmente, la Biblia, Palabra tuya, está cada vez más en el corazón y en las manos del Pueblo…

- Porque la opción por los pobres se nos revela de nuevo como el paradigma evangélico de la vida y de la misión eclesiales…

- Por el testimonio de las primeras comunidades y la permanencia a veces heroica de las comunidades evangélicas aun en los días más autoritarios de la Iglesia, y por el nuevo florecimiento de las comunidades eclesiales…

- Porque la teología ha sabido estudiarte a lo largo de los siglos, aun enfrentando la incomprensión, y por las nuevas teologías política, de la liberación, negra, femenina, ecológica… que se empeñan generosamente en dialogar con la realidad plural de las nuevas luchas humanas…

- Por el ecumenismo fiel al testamento de Jesús que se va abriendo camino en las Iglesias, y que ya es un proceso irreversible y creciente, sueño de Jesús "para que el mundo crea"…

- Por el diálogo interreligioso y la viviencia macroecuménica que finalmente van despuntando en la vivencia religiosa en tantas fronteras de tu familia humana…

- Por las mujeres y hombres, conocidos o anónimos, profetas de la paz, testigos de los derechos humanos, heraldos de la utopía, que vienen manteniendo nuestra esperanza y la hermosura de tu presencia…

- Porque finalmente hemos descubierto la inculturación como esencial a la evangelización verdadera…

- Por la emergencia del laicado, y particularmente de la mujer, y su presencia y participación en la vida y servicios de la Iglesia…

- Por el florecimiento del sentido religioso en medio de una humanidad que a veces te declaraba muerto, y por la nueva primavera pentecostal de tu Espíritu.

- Por los gestos de renovación de las estructuras eclesiales que anuncian una Iglesia no lejana, corresponsable y fraterna, orgánica y libre, armoniosamente una y plural…

- Por los muchos testimonios de vida religiosa inserta en las periferias y en las fronteras de la sociedad…

- Por las victorias de la causa indígena y de la causa negra.

- Por el voluntariado de la juventud, por su objeción de conciencia e insumisión al militarismo…

- Porque finalmente vamos llegando a la conciencia y a la vivencia ecológicas, sintiéndonos corresponsables de los misterios del universo…

- Por los derechos humanos, cada vez más reivindicados también como derechos divinos.

- Por el nuevo derecho de gentes que surgen en tribunales, comercios y otras organizaciones alternativas…

- Por la múltiple solidaridad que se va dando entre el primer mundo y el tercer mundo…

- Porque frente a la globalización del lucro y del mercado se levanta la mundialización de la solidaridad y la convivencia…

- Por las nuevas posibilidades de intercomunicación mundial, por los progresos de la medicina, y de la ciencia en general al servicio de la salud y de la alegría humanas…

- Porque a pesar del poder de las tinieblas y de la noche oscura de los pobres, en esta hora neoliberal, todavía soñamos y luchamos y no hemos arriado la bandera de la utopía y la vida vence a la muerte, y tú, Dios vivo, resucitador de Jesús, Padre y Madre de toda la familia humana, sigues siendo nuestro futuro, definitivamente glorioso…

 

 

El jubileo y Juan Pablo II

En su convocación de la celebración del jubileo del año 2000 y en las cartas y discursos que preparan a la Iglesia para ese acontecimiento, el papa Juan Pablo II se ha esforzado mucho en valorar la sombría realidad de los tiempos en que vivimos, y a la vez ha lanzado un enérgico llamamiento a la esperanza en nombre de la memoria y el evangelio de la Palabra encarnada. El llamamiento que ha hecho va dirigido en primer lugar, por supuesto, a la Iglesia católica, y es una invitación a vigorizar su fe en Jesucristo. No obstante, también se hace un llamamiento a los pueblo de todo el mundo a que participen de un sentimiento común de renacida responsabilidad, y a que alimenten una esperanza que pueda ser compartida como fuente de energía vital a la hora de corregir injusticias, construir una ética con sensibilidad nueva y satisfacer las necesidades de los que soportan en nuestro tiempo la carga mayor de mal.

 

 


 

 

La XXIII Jornada Mundial de la Paz en la Arquidiócesis

(9-12 de enero de 2000)

 

Como todo los años la Arquidiócesis ha organizado una jornada de reflexión en base al mensaje anual de Juan Pablo II sobre la paz. Ofrecemos aquí un comentario del P. Tojeira y otro del P. Ibisate, que relacionan dicho mensaje con nuestra actual realidad salvadoreña.

 

Paz y justicia para el nuevo siglo,

P. José María Tojeira

A partir del día 9 el Arzobispado de San Salvador comenzará las celebraciones de la XXIII Jornada Mundial de la Paz. En la base de la celebración-estudio estará el mensaje de Juan Pablo II del 1 de enero. Creo que los principios, sencillos y claros, de este mensaje sirven para expresar lo que son los deseos del pueblo salvadoreño en torno al futuro inmediato de nuestro país y al sentido que podemos o debemos darle al próximo milenio.

Aunque una buena parte del mensaje se dedica al tema de la guerra y a cómo conseguir y asegurar la paz ("Los crímenes contra la humanidad no pueden ser considerados asuntos internos de una nación", he aquí un buen texto para la meditación de nuestras autoridades), el texto señala otros aspectos que en este momento quisiera recalcar. Y es el tema de "la paz en solidaridad". En nuestro país hemos atravesado una guerra cruenta y todavía hay diversas opiniones sobre el camino de la reconciliación. Pero a la hora de construir la paz y el futuro, es sumamente importante no caer en los errores del pasado. El Papa afirma taxativamente que "está condenado al fracaso cualquier proyecto que mantenga separados dos derechos indivisibles e interdependientes: el de la paz y el de un desarrollo integral y solidario". Y en nuestro país estamos viendo cómo se está tratando de construir el futuro sobre un crecimiento económico que favorece especialmente a los sectores más privilegiados de la población y que no termina de enfrentar el reto de la pobreza. Todavía hay demasiada gente entre los ciudadanos y ciudadanas adinerados a quienes no les gusta escuchar que los bienes de la tierra tienen como destino servir a todos los seres humanos antes que a los individuos particulares. Y que ese destino universal de los bienes, aunque no hace ilegítima la propiedad privada, la tiene que orientar "hacia una imprescindible función social, para el bien común y especialmente de los miembros más débiles de la sociedad".

Quienes creen que el libre mercado va a arreglar automáticamente los problemas de los pobres no están lejos de aquella idolatría de la riqueza a la que Mons. Romero culpaba de ser la causa principal de la violencia en El Salvador. Nuestro país creció a ritmos del 5% anual durante 25 años, a partir de mediados de los años 50, y la apropiación egoísta de los bienes del crecimiento económico, así como su uso insolidario, culminaron y causaron la guerra civil más cruenta y dolorosa de nuestra historia. ¿Queremos repetir la historia alentando un nuevo desarrollo económico insolidario?

Pero la solidaridad no es sólo una cuestión de buena voluntad. Implica una transformación de nuestras estructuras mentales. En efecto, con frecuencia consideramos a los pobres como quienes tienen menos o poco que aportar en nuestra sociedad. Juan Pablo II nos exhorta a mirar a los pobres "no como un problema, sino como los que pueden llegar a ser sujetos y protagonistas de un futuro nuevo y más humano para todo el mundo". Los pobres no son la escoria de la sociedad, sino la esperanza de la misma. Pero ¿cómo se les trata en nuestro ordenamiento económico, en las facilidades de crédito, en la promoción de la vivienda, salud y desarrollo? Si queremos que el nuevo siglo sea distinto no sólo debemos cambiar el rumbo de una economía insolidaria, sino cambiar nuestros propios criterios frente a los débiles en la sociedad y empezar a respetar de una vez por todas la igual dignidad de la persona humana. La ley del más fuerte ha sido siempre la ley que ha llevado a la guerra. Mientras que "el honor de la humanidad ha sido salvado por los que han hablado y trabajado en nombre de la paz". De esa paz que sólo se construye sobre el respeto a la igual dignidad de todos y sobre una regulación de la sociedad que sea solidaria con el débil y que evite los desmanes de los poderosos.

Aunque muchas son las tareas concretas, y en algún momento las iremos desgranando, baste hoy, para terminar este artículo, expresar resumidamente dos deseos para el nuevo milenio. Que la dignidad humana, especialmente la de los más pobres, esté detrás de todos nuestros compromisos y aspiraciones. Y que la sociedad que vayamos construyendo en los próximos años ponga a la economía y al derecho al servicio de esa igual dignidad de las personas.

 

Crítica de Juan Pablo II a la economía neoliberal,

P. Javier Ibisate

 

Para Juan Pablo II el actual modelo económico actualiza "a nivel mundial" la parábola del Buen Samaritano: este modelo pasa de largo frente a la pobreza y la exclusión de millones de seres humanos; su dignidad no cuenta. Por esta razón el Papa concluía el mensaje de 1999 describiendo el mundo desde una conocida parábola evangélica: "Como indica claramente la parábola del rico, que quedará siempre sin nombre, y del pobre llamado Lázaro, ‘en el fuerte contraste entre ricos insensibles y pobres necesitados de todo, Dios está de parte de estos últimos’. También nosotros debemos ponernos de esta parte".

En el mensaje de la paz para el nuevo milenio, Juan Pablo II vuelve a hacernos reflexionar sobre este desorden político, económico y humano–social, en los numerales 13–18, que, como buen polaco, lo enfoca desde su recordada "solidarnoc": "La paz en la solidaridad, o la globalización de la solidaridad". Solamente cito unos pocos textos. "El noble y laborioso trabajo por la paz... tiene su punto de apoyo en el principio del destino universal de los bienes de la tierra, principio que no hace ilegítima la propiedad privada, sino que orienta su concepción y gestión desde su imprescindible función social, para el bien común y especialmente de los miembros más débiles de la sociedad... No hay verdadera paz si no viene acompañada de equidad, verdad, justicia y solidaridad... (no. 13).

En el inicio de un nuevo siglo, la pobreza de miles de millones de hombres y mujeres es la cuestión que, más que cualquier otra, interpela nuestra conciencia humana y cristiana. Es aún más dramática al ser conscientes de que los mayores problemas económicos de nuestro tiempo no dependen de la falta de recursos, sino del hecho de que a las actuales estructuras económicas, sociales y culturales les cuesta hacerse cargo de las exigencias de un auténtico desarrollo. Justamente, los pobres, tanto de los países en vías de desarrollo como los de los prósperos y ricos, ‘exigen el derecho de participar y gozar de los bienes materiales y de hacer fructificar su capacidad de trabajo, creando así un mundo más justo y más próspero para todos’... (no. 14).

"En este sentido, resulta obligado preguntarse también por el creciente malestar que sienten en nuestros días muchos estudiosos y agentes económicos ante los problemas que surgen de la vertiente de la pobreza, la paz, la ecología, el futuro de los jóvenes, cuando reflexionan sobre el papel del mercado, sobre la omnipresente dimensión monetario–financiera, la separación entre lo económico y lo social, y otros asuntos similares de la actividad económica. Puede que haya llegado el momento de una nueva y más profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines... Una economía que no considere la dimensión ética, que no procure servir al bien de la persona —de toda persona y de toda la persona— no puede llamarse, de por sí, ‘economía’, entendida en el sentido de una racional y beneficiosa gestión de la riqueza material" (no. 15).

"¿Qué modelos económicos?... A este respecto, se tendrán que armonizar mejor las legítimas exigencias de eficacia económica con las de participación política y justicia social, sin recaer en los errores ideológicos cometidos en el siglo XX... Estos procesos exigen una reorientación de la cooperación internacional, en los términos de una nueva cultura de la solidaridad (no. 17)... Se impone hoy con más urgencia que nunca la necesidad de cultivar la conciencia de valores morales universales, para afrontar los problemas del presente, cuya nota común es la dimensión planetaria que van asumiendo" (no. 18).

 

 


 

 

Tristeza y desconcierto en Chiapas

Dimisión de don Samuel Ruiz y traslado de don Raúl Vera

 

Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, Samuel Ruiz formalizó el 3 de noviembre su renuncia como titular de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, al cumplir 75 años. "Estoy listo para renunciar al cargo de obispo. Mi corazón está lleno de gozo", dijo en una multitudinaria misa concelebrada con obispos de México y de la cercana Guatemala.

Durante casi cuatro décadas, el obispo ha ejercido una intensa labor pastoral a favor de los indígenas de Chiapas, que le valió —como a don Sergio, Proaño, monseñor Romero— el calificativo de "obispo rojo" por sus detractores, que también le acusaban de haber propiciado con sus predicaciones y la actividad de sus más de 8,000 catequistas el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en enero de 1994.

Miles de personas, entre ellos sacerdotes, religiosos y catequistas, se congregaron en la colonial catedral de la Paz para acompañar al tatic (padre en tzeltal), como le llaman los indígenas. El próximo enero, Samuel Ruiz cumplirá 40 años en el cargo. "No los tuve sobre mis espaldas, sino sobre mi corazón", dijo y subrayó que fueron los indígenas quienes lo evangelizaron a él. Muchos fieles rompieron a llorar cuando el obispo afirmó que "si por un imposible volviera a nacer y me preguntaran adónde quiero ir, diría a San Cristóbal, a Chiapas. Aunque haya mucha persecución, están presentes muchas otras cosas buenas y la palabra de Dios".

Don Samuel nació en 1924 en Guanajuato. Fue ordenado sacerdote en 1947. En 1959 el Papa Juan XXIII le nombró obispo de Chiapas: acababa de cumplir 35 años. Unos meses después, el 25 de enero siguiente, tomaba posesión como obispo. Por tanto, el próximo 25 de enero cumplirá 40 años de su llegada. El Concilio Vaticano II, Medellín y el contacto directo con los indígenas lo hicieron encaminarse hacia una pastoral más inculturada: la formación de una iglesia indígena y social: la atención a la población paupérrima de Chiapas, la acogida de miles de emigrados guatemaltecos. Como ocurre siempre, se fue ganando el rechazo y el odio de los grupos de poder, que a lo largo de 40 años han lanzado innumerables campañas en su contra. También ha soportado críticas de sectores de la jerarquía católica mexicana y romana. No pocos le acusan de apoyar el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994. Pese a ello, por su proximidad con el pueblo indígena y su autoridad moral, fue elegido mediador entre el Gobierno mexicano y los zapatistas. Al fracasar los intentos negociadores, renunció a su labor ante un sinfín de ataques. Con todo, mayor es el cariño y admiración que le tiene su pueblo.

El sucesor. En agosto de 1995 se supo que Juan Pablo II había nombrado a Raúl Vera, obispo coadjutor de San Cristóbal. Algunos interpretaron el nombramiento como una manera de controlar la postura de don Samuel. Pero no fue así sino todo lo contrario. El obispo Vera, religioso dominico, 54 años, ha visitado las comunidades —acompañando a Samuel— y eso ha sido un experiencia decisiva. También a él le han atacado los grupos paramilitares, le han tiroteado la camioneta y le han amenazado de muerte. Don Raúl conoce su responsabilidad y su reto.

Ante la dimisión de don Samuel todo parecía indicar que sería el próximo responsable de la diócesis, pues se entendía que fue nombrado obispo coadjutor con derecho a sucesión. Sin embargo el día 30 de diciembre oficialmente se dio la noticia de que Juan Pablo II lo ha nombrado nuevo obispo para la diócesis de Saltillo, teniendo que abandonar Chiapas.

Ante esa noticia, don Samuel y don Raúl emitieron, ese mismo día, un comunicado conjunto. Aceptan obedientemente la decisión del Papa, se alegran de haber trabajado los dos juntos en estos años, recuerdan que la diócesis, y ellos dos personalmente, han sido atacados gravemente y su actuación ha sido desfigurada con frecuencia ante Roma. Pero lo que más les interesa es recalcar que en el comunicado de Roma "hay un respaldo a la actividad pastoral: se alaba la colaboración que el coadjutor desempeñó en la diócesis; aún no se acepta la renuncia puesta por el obispo diocesano, Mons. Samuel Ruiz, no hay duda de que el próximo obispo impulsará el proceso de la diócesis en favor de la cultura indígena y de los pobres". Terminan los obispos con estas palabras: "no cesemos de continuar nuestro proceso eclesial, ya encaminado, y en nuestro trabajo infatigable desde nuestra fe, por la justicia, el derecho y el respeto a la dignidad humana.

Desconcierto y tristeza. Esta ha sido la reacción de don Samuel y don Raúl, cristiana y responsable, aunque no oculte preocupación y tristeza. El problema es que aumenta la vulnerabilidad de la diócesis y de su población. Otros lo han expresado con toda claridad. El mismo día 30 de diciembre el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas lamenta la decisión de sacar a don Raúl de Chiapas. La razón más profunda es la siguiente: "existe el peligro de que la remoción de Monseñor Raúl Vera López pueda ser aprovechada precisamente por quienes los han calumniado y perseguido, para desatar una nueva oleada de represión en Chiapas, alejándonos aún más de la paz verdadera". "La decisión del Vaticano, dicen, nos causa dolor y desconcierto". Pero mantienen la esperanza: "estamos ciertos que Monseñor Vera no se desligará de la realidad chiapaneca, y los vínculos se mantendrán, ya que él continuará siendo parte del consejo directivo de este Centro de Derechos Humanos". Con cristiana madurez y con libertad lo expresa el siguiente

 

Comunicado de los Agentes de Pastoral de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas:

"Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman" (Rm 8, 28)

Con esta fecha hemos recibido en la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas la notificación del nombramiento de nuestro Obispo Coadjutor don Raúl Vera López, OP, como obispo diocesano para la hermana diócesis de Saltillo.

Sin el conforto de nuestros obispos, esta noticia, de suyo desconcertante, desafiaría profundamente nuestra fe y nuestro sentido eclesial, ya que sentimos bruscamente interrumpido el proceso de integración entre esta porción del pueblo de Dios y quien había sido designado por el Sumo Pontífice para suceder a nuestro amado Tatic don Samuel Ruiz García. Han sido cuatro años en que don Raúl ha compartido el difícil caminar cristiano en estas tierras azotadas por el conflicto y la persecución.

Esto nos hace experimentar nuestra fragilidad y nos une más íntimamente a la cruz de Jesús. Incluso, nos asalta la tentación de sentirnos abandonados. Pero el edificante testimonio de confianza que recibimos hoy —como siempre— de nuestros dos obispos, nos lleva a reafirmar nuestra inquebrantable comunión con el sucesor de Pedro y a aceptar en la fe su decisión, por dolorosa que sea. La separación jurídica de don Raúl, lejos de romper los lazos de íntima comunión creados durante los años de su estancia entre nosotros, fortalece una unidad que responde con mayor amplitud a la catolicidad de nuestra Iglesia...

Seguiremos promoviendo una pastoral que responda a la realidad mayoritariamente indígena de nuestra diócesis y que esté abierta a encarnarse en las culturas y valores de los diversos grupos humanos. De igual manera queremos mantener en nuestro trabajo, en nuestra vida y en nuestras estructuras la opción preferencial por aquellos que el Evangelio proclama bienaventurados: los pobres.

Sabemos que estas opciones no son compartidas por aquellos que desprecian o simplemente olvidan al indígena y al pobre, provocando con ello las condiciones que amenazan seriamente la paz. Sólo podremos promover la paz a través de la justicia y el respeto total a todos, en especial a los marginados de nuestra sociedad, aunque esto provoque incomprensión, calumnia y persecución...

 

 


 

 

El SIDA en Europa y en Africa

 

Mientras que en la X edición de la CISA (en Abidjan, Costa de Marfil, 1997) varios jefes de Estado estuvieron presentes, en Lusaka (12/16/IX/99), ninguno hizo acto de presencia. Esta ha sido una Conferencia decepcionante (ninguna novedad política ni médica) en la que las constataciones no dejan de ser alarmantes; en realidad se ha tratado de hacer el resumen de la situación presente de la pandemia del SIDA en el continente y de marcar las futuras orientaciones de la prevención, según lo que se va viviendo ya sobre el terreno.

1. El SIDA va a destruir los logros del desarrollo africano de los últimos 20 años: empresas, servicios, públicos, funcionarios y agricultura ven como su productividad baja en picado.

2. El SIDA es la principal causa de mortalidad en el continente: 2 millones de fallecimientos al año (superando ya a la malaria).

3. La esperanza de vida ha bajado: en los países con más del 10% de la población infectada deberá bajar de -17 años.

4. La tasa de mortalidad (probabilidad de morir) para los 15-60 años se ha duplicado en Zambia, y triplicado en Zimbabue, desde el comienzo de los años 90.

5. La tasa de escolarización está bajando: entre los niños huérfanos que deben "buscarse la vida", los que deben cuidar a sus padres enfermos y los propios menores infectados (actualmente un millón y medio, es decir, el 10% del total de nuevos infectados cada año tienen menos de 15 años) las escuelas se vacían lentamente.

  

En España:

Los casos de SIDA diagnosticados en 1998 fueron 3.521, un 24% menos que en 1997, informó ayer el encargado del Plan Nacional sobre el SIDA, que señaló que han disminuido los casos registrados por todas y cada una de las vías de contagio del VIH así como en todas las comunidades autónomas.

Estos datos esperanzadores "no deben interpretarse con triunfalismo", indicó el responsable, que señaló que esta enfermedad "sigue siendo un importante problema, de salud pública en España y tiene una elevada morbi-mortalidad".

Advirtió también de que los datos sobre nuevos casos de SIDA "no reflejan necesariamente la incidencia actual de nuevas infecciones"

El Periódico 1-XII-99)

 

En Africa:

Numerosas organizaciones no gubernamentales denuncian la expansión incontrolada del SIDA en Africa.

Según los datos manejados por estas organizaciones, esta pandemia causará la muerte de más de 30 millones de africanos en los próximos veinte años. Por el momento, ya han fallecido 16,3 millones de personas y una cuarta parte eran niños.

El SIDA se encuentra fuera de control en el Africa Subsahariana, donde mueren más de 5.500 personas al día. De hecho, el número de muertos en esa zona ya se eleva a 11,5 millones de seres humanos, de los cuales 530.000 son niños.

Sólo en Etiopía hay más de 140.000 niños infectados con el virus del SIDA.

(El Periódico 1-XII-00)

 

 


 

 

El Derecho al Delirio

 

Por Eduardo Galeano

 

El milenio. La ocasión es propicia para que los oradores de inflamada verba peroren sobre el destino de la humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el fin del mundo y la reventazón general, mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su caminata a lo largo de la eternidad y del misterio. La verdad sea dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria que sea, cualquiera siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo que será…

En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito?

Vamos a clavar los ojos mas allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible. El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos de las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastado por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, no será mirada por el televisor; el televisor dejará de ser el miembro mas importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lava ropas, la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar; se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega. En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo; los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.

La solemnidad se dejara de creer que es una virtud, y nadie tomara en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo; la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero; nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene; el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra; la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle; los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos; la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda…