Carta a las Iglesias, AÑO XX, Nº451, 1-15 de junio de 2000

 

 

La actual coyuntura de la ética

El ethos es la organización inconsciente de un grupo o de una sociedad. Es el elemento básico de la cultura. Es el fondo de donde proceden las normas, los valores. Es todo lo que se observa inconscientemente, el conjunto de modos de actuar que no se discute y se transmite espontáneamente. Se expresa en dichos, proverbios, símbolos, mitos, sentencias de sabiduría popular. Es lo evidente en la conducta social. Es lo que mantiene unida a una sociedad porque integra a todos sus miembros en un conjunto.

El ethos es la base de toda ética: sería inútil enseñar una ética que no estuviera inspirada en el ethos de la sociedad. Sería hablar en el aire sin ser escuchado.

El problema actual de la ética en la sociedad occidental es que se está destruyendo el ethos. Ya no hay fundamento para una ética. Hoy toda ética permanece teórica o despierta emociones, pero no penetra en los comportamientos, porque éstos obedecen cada vez más a la dinámica del mercado, lo que significa que los comportamientos ya no son éticos, no tienen referencia ética. Violencia, criminalidad, drogas, sexualidad desenfrenada: no son los verdaderos problemas, son señales de un problema más radical y más amplio: la ruptura del ethos que es la base del consenso ético de la sociedad.

Por eso, el problema no se soluciona con más policía, más leyes represivas, más cárceles. En muchos países la policía, la represión y la vida carcelaria generan más violencia y más desorden social, y contribuyen a destruir aún más todavía el ethos básico de la sociedad. Por la misma razón, la predicación de las iglesias, de los educadores o de las autoridades se revela ineficiente. Los discursos moralizantes no tienen absolutamente ningún efecto, porque no alcanzan el nivel en donde se ubica el problema.

El problema ético de nuestro tiempo no es un residuo del pasado que la misma evolución histórica podría solucionar. No es un problema de subdesarrollo. Al contrario, el problema tiene su origen en las naciones más desarrolladas. Estados Unidos, que es el modelo escogido por las élites de América Latina, ha entrado en una profunda crisis ética en los años 70, y hoy la crisis ética en América Latina viene de allá. Las naciones que más sufren de la crisis ética son las que con más entusiasmo adoptaron el modelo de sociedad de Estados Unidos y del Primer Mundo en general. Por eso, la actual evolución histórica no tiende a solucionar el problema, sino más bien a acelerarlo. El "desarrollo", la "modernización" o el "ajuste" no solucionan el problema, lo están creando.

Las élites y las masas urbanas. Desde los años 70 se ha iniciado la edad de la economía del saber, del conocimiento, en la que el capital humano se hace más importante que el capital financiero. Con tales cambios económicos, tantas veces descritos, ha cambiado la configuración de la sociedad. Entran en declive clases o grupos sociales que fueron poderosos en la época anterior %declive de la burguesía burocrática, de los servicios personales, de la función pública% y naturalmente se acentúa el declive de las clases anteriores: agricultores o mineros. La producción ocupa mucha menos gente que la comunicación. La manipulación del mercado se hace más importante que la manipulación de la materia.

Un nuevo grupo social concentra el poder y la riqueza: el grupo de los "analistas simbólicos", que manejan símbolos y no tienen ningún contacto directo con la producción material. En Estados Unidos constituirían el 20% de la población activa. En los países subdesarrollados son menos, pero pueden asumir un poder aún mayor.

Estas élites concentran la riqueza mucho más que la burguesía de la anterior sociedad industrial. Según sondeos, en la sociedad norteamericana la clase superior que dirige la economía pasó, en sólo una generación, de un sueldo 12 veces superior al sueldo medio de un obrero a un sueldo 70 veces mayor a ese sueldo.

Refugiadas en sus islas, las élites nada conocen de los males de las grandes ciudades. No se ensucian en contacto con el otro pueblo que vive en su mismo país. No quieren pagar impuesto, quieren un Estado más débil que sólo sirva para reprimir el desorden de las masas y les garantice los privilegios. No se interesan ni por la educación pública ni por la salud. No tienen ni idea de cómo viven las personas que están acampadas en las megalópolis ni quieren saberlo porque viven en otro mundo.

La consecuencia es que las grandes masas viven en inmensas aglomeraciones urbanas sin recursos, sin estructura, sin proyectos de porvenir. Están en una sociedad informal que ni siquiera es una sociedad. Se sienten abandonadas: sienten que ya no son miembros de nada, son rechazados, son los excluidos. No se sienten solidarios de nada ni de nadie. No existe solidaridad nacional cuando las élites abandonan la nación y viven lejos de sus problemas.

Instrucción, pero no educación. La meta de la educación ha sido siempre la transmisión del ethos de la comunidad. La educación tradicional comunicaba los valores tradicionales de la familia. En la época burguesa, la educación pública, republicana, transmitía el respeto a la nación y al trabajo. La escuela era preparación para entrar como trabajador en un puesto de trabajo, y como ciudadano en la nación democrática.

En la economía del saber, ya no hay valores comunes y todo el ethos antiguo se disipa, se disuelve. Ya no hay "educación". La familia ha dejado de educar en la inmensa mayoría de los casos porque los padres de familia no saben qué es lo que pueden o deben transmitir a sus hijos. Los abandonan a sí mismos. Les dan bienes materiales e instrucción, pero no les dan valores y sus comportamientos no comunican ethos.

Las escuelas son cada vez más centros de preparación para el mercado. Preparan a los jóvenes para vencer en el mercado. Sin embargo, la gran mayoría ya sabe desde el comienzo que en esa competencia son los perdedores. A ellos, la educación no les ofrece nada. La escuela sólo ayuda a los que van a vencer en el mercado del trabajo. Para los otros es inútil todo lo que se les enseña, porque nunca lo usarán. Y no reciben ninguna preparación para la vida verdadera que tendrán que vivir.

La sociedad ha dejado de comunicar valores porque ya no tiene valores fuera del mercado. No existe educación pública. Los Estados dejan que la enseñanza pública entre en decadencia porque la ven sin objeto. La tarea de preparar buenos técnicos del saber será mejor asumida por instituciones privadas más integradas en el mercado.

La economía del saber o del conocimiento sólo valora un conocimiento: el del mercado. Las nuevas técnicas de información y de comunicación permiten acumular y usar millones de informaciones, pero todo lo que se comunica se refiere al mercado. Son informaciones para seleccionar y orientar la producción, para crear u orientar el mercado, para dar a los capitales los mejores rendimientos. Las nuevas técnicas y las invenciones científicas benefician a los que saben aprovecharlas económicamente, a los que saben hacer de un descubrimiento una nueva mercancía. Este es el saber de la nueva era económica. La educación prepara para usar las técnicas de comunicación y para saber competir en el mercado. No enseña valores que sólo podrían perturbar el juego del mercado.

"Etica" de la TV. Es verdad que en las escuelas se hacen todavía exhortaciones moralizantes pero sin efecto, porque no tienen raíces en un ethos presente en la juventud. Son puras palabras sin efecto en la práctica, porque en la práctica ya no hay estructura social fija, y los jóvenes siguen las solicitudes del mercado. Actúan en la lógica del mercado y no en lógica ética. Todos saben que para la juventud mucho más importantes que los mensajes de la escuela son los mensajes de la TV. Pasan más tiempo mirando la TV que en la escuela, y lo que difunde la TV les resulta mucho más interesante.

La TV difunde el modo de vivir de la clase alta. El ethos de la clase alta es el narcisismo y esto significa que las personas no tienen referencias en sí mismas sino en la imagen que proyectan. De ahí la necesidad de poder consumir para poder existir. Su necesidad de consumo responde a la necesidad de la economía, que debe producir siempre mercancías de más alto valor, más sofisticadas y más caras. Ante la TV, las masas introyectan el ideal de las élites, que quedan para ellas a nivel de sueño. Los sueños despertados por la TV -lo más importante de la TV es la publicidad- despiertan el deseo de consumir, lo que explica los robos de los jóvenes.

José Comblin

 


 

 

Evaluación del primer año de gobierno de Francisco Flores

La semana recién pasada fue prolija en noticias y comentarios sobre el primer año de gobierno de Francisco Flores. Los principales medios de comunicación no escatimaron espacios para rendir tributo a las virtudes intelectuales del mandatario, las cuales lo convertirían en un personaje fuera de serie. Por contagio, su gabinete de gobierno -los jóvenes tecnócratas- compartirían algunos de sus atributos intelectuales. Siendo así las cosas, ¿qué más se puede pedir?

El rechazo gubernamental a los "desestabilizadores"

A la luz de lo anterior, sólo los desagradecidos, los que quieren "desestabilizar" al país o los que no saben -que son la mayoría de salvadoreños- podrían dudar de la buena marcha de El Salvador en materia económica, social y política. Los más peligrosos para el gobierno son los desestabilizadores, aquellas personas e instituciones que, ante todo, han detectado aspectos claramente autoritarios en la administración de Francisco Flores y los han puesto públicamente de manifiesto. Y es que, visto con un mínimo de objetividad, es indudable que de los ministerios del interior, economía y seguridad pública han emanado actitudes, comportamientos y políticas de claro corte autoritario. Pero es de mal gusto decirlo, pues desentona con la imagen democrática del gobierno Flores.

En segundo lugar, también desestabilizan aquellos que ven en el estilo de gobierno continuidad con las administraciones anteriores de ARENA. Uno de los mayores esfuerzos publicitarios de Flores ha consistido en presentarse como el adalid de una "nueva forma de hacer política". Pero, la tan proclamada "nueva forma de hacer política" no logra verse por ninguna parte ni a Flores como su gestor. En consecuencia, insistir en lo poco que se diferencia la gestión de Flores de la de sus predecesores genera malestar, y es mayor cuando se aportan argumentos sólidos: los cimientos del modelo económico de este gobierno fueron puestos ya bajo la administración Cristiani.

En tercer lugar, son también vistos como desestabilizadores quienes no aceptan el discurso gubernamental sobre las bondades del modelo neoliberal diseñado para El Salvador. Para el presidente y sus ministros de hacienda y economía esas medidas se traducen en éxitos indiscutibles para el conjunto de la economía, y sus beneficios llegan al conjunto de la sociedad. Parece que hasta se lo creen. De allí que se sorprendan de las críticas: la desarticulación del sistema económico por el predominio y voracidad del sector financiero, el estancamiento del sector industrial y la crisis del sector agrícola. No hay, pues, éxitos económicos contundentes. Y tampoco hay pruebas de que la privatización de las pensiones, de las comunicaciones o de la electricidad se haya traducido en mejores condiciones de vida para la mayor parte de la población, sino más bien lo contrario. Otro ejemplo, no está claro que gravar con IVA los granos básicos y las medicinas va a favorecer a los sectores pobres del país.

Por último, desestabilizan los que cuestionan el liderazgo presidencial y afirman más bien que éste brilla por su ausencia, que Flores es un presidente ausente, un presidente que no sólo rehuye los problemas del país -y de su partido-, sino que cuando decide hacerles frente lo hace mal, con confusión teñida de palabras rebuscadas y frases cuyo sentido pocos alcanzan a entender, y desestabilizan los que ven en Flores un remedo de Calderón Sol, con la única diferencia de los aires intelectuales del primero.

De la concertación de la que habló el presidente Flores en su discurso de primer año de gestión están excluidos sus críticos, pues aquélla exige aceptar los lineamientos básicos de su proyecto económico-político. El presidente ha hablado de tender puentes al FMLN, pero éste -y todos los demás- deben alinearse con Flores. Concertación, sí, pero hacia la derecha.

Francisco Flores, atrapado entre la imagen y la realidad

Hace un año, en su toma de posesión, Francisco Flores venía de recorrer el país. Pretendía construir su programa de gobierno después de "escuchar a todos los salvadoreños". En la campaña electoral, se había presentado como un joven intelectual, cuya presencia en la política significaría una nueva manera de hacer las cosas. Fue el manejo que hizo de la prensa lo que convenció a la mayoría de los salvadoreños que lo eligieron, a pesar de haberse negado -valiéndose de su cómoda ventaja en las preferencias ciudadanas- a debatir con los demás candidatos, pues los electores no interpretaron esa actitud como una señal de prepotencia e incapacidad de discutir.

Hoy, un año después, su imagen ha cambiado. Ha aparecido la prepotencia, la negación a todo diálogo y la poca capacidad de escucha. Así lo evidencian sus respuestas a los diferentes hechos que han marcado la vida política nacional. Frente a las huelgas, denuncias, demandas y protestas sociales la respuesta ha sido la misma: desestimar su validez aduciendo la existencia de un plan de desestabilización orquestado por la oposición. A Flores no se le ha podido pedir cuentas por su manera de conducir el país en este primer año de gobierno. No ha tenido otra actitud frente a sus detractores que la desautorización: "mis críticos se equivocan".

Hay que tener también en cuenta que el ambiente político y económico nacional no ha sido lo más complaciente para Francisco Flores durante este período. Por una parte, al contrario de lo que su predecesor se esmeraba en negar y ocultar, tuvo que hacerle frente a una situación económica no bonancible. Los signos patentes de un estancamiento en el crecimiento económico eran más que evidentes. Las diferentes huelgas del sector público no propiciaron el mejor escenario de trabajo. De esta manera, tanto en el plano político como en el económico la administración tuvo que enfrentar graves problemas.

Como conclusión, cualquier evaluación de este primer año de gobierno, sin ignorar la coyuntura que le ha tocado enfrentar al presidente, debe hacer énfasis en el estilo y la eficacia con la que ha abordado los problemas más urgentes. La evaluación debe remitirse a sus propuestas de campaña: hasta qué punto ha cumplido realmente su propuesta de romper con la vieja manera de hacer política en el país.

Si alguien se pregunta por los logros, aunque mínimos, así como sobre las perspectivas de solución a los diferentes problemas que aquejan a El Salvador, es obvio que en un año no se puede resolver todos los problemas del país. Lo anterior, sin embargo, no impide -al contrario urge- que se inicie un proyecto nacional de trabajo concertado. Es decir, en vez de un año de confrontación y de propaganda para desprestigiar al "enemigo", el presidente debiera haber enfocado sus esfuerzos hacia un diálogo constructivo con todos los sectores del país. De esta manera, incluso hubiera podido sortear mejor los obstáculos de argollas e intereses mezquinos que, como buena parte de la población piensa, obstaculizan una buena gestión gubernamental.

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Los salvadoreños calificaron con una nota promedio de 5.41 (sobre 10) el primer año del presidente Francisco Flores. El 49% piensa que está gobernando mal y el 37% que está gobernando bien. El 62% no nota ningún cambio positivo en el país, el 37% sí. El 42% no aprecia ningún logro principal, el 16% aprecia la mejora en la infraestructura, mientra que otros logros alcanzan porcentajes mínimos. Sobre la política económica el 64% está en desacuerdo y el 21% de acuerdo. El 58% piensa que el presidente no tiene el control de las decisiones, y el 25% piensa que sí.

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"El presidente hizo de tripas corazón: en una situación tan calamitosa del país encontró la forma de hablar más de proyectos que de obras realizadas. Saludar con sombrero ajeno es fácil". Shafik Handal, FMLN

"El rumbo del país es claro: el presidente lo ha demostrado, ahora el FMLN deberá demostrar si en verdad quiere trabajar o sólo obstaculizar a la administración. Habrá que ver qué pasa". Roberto d'Aubuisson, hijo, ARENA

"Hizo bien al cambiar el rumbo de su gestión en favor del agro. Pero el principal logro del presidente es en las relaciones exteriores, lo demás son intenciones". Héctor Silva, FMLN.

"Me llamó la atención la visión de la forma de resolver los problemas. Para los interesados, hay muchos datos que habría que cruzarlos para ver si es cierto o no ". Rafael Machuca, PCN

"…Se necesita un mayor esfuerezo, una mayor armonía… Esa confianza sólo la podemos generar con el trabajo y el esfuerzo… no sólo con palabras bonitas, sino con hechos". David Trejo, PDC.

"Fue de mal gusto hacer una alusión exclusiva al FMLN. El resto debió haber sido en general. En su primer año de gobierno no mereció ni un seis de nota". Francisco Merino, PCN.

 


 

 

Un año de gobierno

José María Tojeira

En un período de cinco años, el primero de ellos es simplemente de inicio. En ese sentido no conviene darle demasiada importancia a las realizaciones, que siempre son necesariamente pocas. En cambio es sumamente importante reflexionar sobre el talante del primer año. El estilo de gobierno es más difícil de cambiar que el presupuesto (no quiere decir que no se pueda cambiar), y por ello, el analizar al cabo de un año el funcionamiento gubernamental ante los diversos problemas que ha ido enfrentando, nos hace descubrir las tendencias gubernamentales que se convierten, generalmente, en líneas maestras de actuación permanente.

En este sentido, y comenzando por lo positivo, en este gobierno hay, al menos en la cabeza, una clara intencionalidad de honestidad económica. Un grupo fuerte en el ejecutivo tiene claro el planteamiento de que el Gobierno no es ni para enriquecerse personalmente ni para enriquecer a los amigos. Hay interés en poner al frente de los ministerios de dimensión social a personas cuyos aspectos públicos son intachables, y generalmente buenos profesionales. Y hay un esfuerzo por mantener, al menos en algunos temas, lo que podríamos llamar una cierta moderación.

Sin embargo, a lo largo del año han ido apareciendo tendencias ejecutivas que considero peligrosas. La más grave es la tendencia a no dialogar absolutamente nada algunos temas que sólo a través del dialogo se pueden resolver. Generalmente son temas en los que el cálculo gubernamental se equivoca, minusvalorándolos. Y son temas que afectan única y exclusivamente a sectores de la sociedad civil a los que el Gobierno considera en su primer momento débiles. Pongo dos ejemplos: la huelga médica y el caso jesuitas.

En la huelga médica el Gobierno, con su presidente a la cabeza, mantuvo sistemáticamente que era una huelga política y que se iba a terminar después de las elecciones. Coherentes con este planteamiento, la ausencia de diálogo real y serio fue absoluta. En el fondo el Gobierno pensaba que la opinión pública reaccionaría contra los médicos por la falta de servicios, que los mecanismos y aliados mediáticos del Gobierno podrían canalizar el descontento que la huelga producía en contra del FMLN, y que los resultados de ese descontento favorecerían a ARENA en las elecciones. Nada de eso pasó, y el Gobierno tuvo que aceptar negociar la huelga unos días antes de la fecha de las elecciones, tratando tardíamente de demostrar que eran muy dialogantes, etc. Y por supuesto dejando en ridículo las posiciones previas presidenciales.

El caso jesuitas todavía no ha terminado. Pero el Gobierno ha seguido el mismo esquema de falta absoluta de diálogo. Se puede considerar normal que el Gobierno no quiera reabrir el caso jesuitas. Pero podía tener cierta intención de negociar. Por ejemplo, ofrecer que se asume la responsabilidad de lo sucedido y que se pide perdón públicamente (mientras que el FMLN ha pedido en alguna ocasión perdón por el pasado ARENA jamás lo ha hecho pública y oficialmente). Pero el Gobierno prefiere no negociar. Estima que quienes apoyan la reapertura del caso jesuitas no tienen ni la fuerza ni la incidencia social suficiente como para causarles quebrantos políticos serios y considerar por tanto que la cerrazón a todo tipo de diálogo es lo mejor que se pueda hacer. Si el Gobierno se equivoca o no en su estrategia política, al menos a corto plazo, e independientemente de que se equivoca realmente en sus planteamientos morales frente al caso, es algo que está por verse todavía. Pero cuando se toman decisiones inmorales en temas en los que están en juego valores democráticos y civiles importantes, la equivocación siempre es seria, aunque no reporte inconvenientes inmediatos.

Al contrario, el Gobierno ha sido sumamente dialogante con los fuertes. Llámese APROAS en su momento, o llámese la Comisión liquidadora del Banco CREDISA. Fuerte con los débiles y débil con los fuertes parce ser la tendencia de Gobierno que hemos calificado como antidialogante y que nos preocupa más en la medida en que se consolide. Evidentemente, de seguir así, caminaríamos hacia una democracia autoritaria, cada vez menos democrática, y revertiríamos la cultura del diálogo, que ha sido una de las adquisiciones más importantes del post-conflicto.

La presencia en algunas dependencias del ejecutivo de personas claramente autoritarias y antidemócratas no hace sino reforzar esta tendencia. Especialmente, el manejo de la PNC, más apoyado en propaganda que en resultados reales, y la defensa a ultranza del presidente hacia un jefe de policía con tradición delincuencial, no deja duda de lo que decimos. Y los resultados ya los estamos viendo.

 


 

 

Lista de mártires salvadoreños enviada al Vaticano

En el número pasado de Carta a las Iglesias comentamos la celebración en catedral del jubileo de los mártires salvadoreños, celebración que se unió a muchas otras en todo el mundo y, especialmente, en el Coliseo de Roma.

Ofrecemos ahora una lista de mártires, confeccionada por la Conferencia Episcopal Salvadoreña, que fue enviada al Vaticano en el mes de mayo. Sobre esta lista hay que aclarar dos cosas. La primera es que en ella se usa la expresión "testigos de la fe" en lugar de "mártires". La razón del nuevo lenguaje ha sido, quizás, el evitar el descontento de sectores no católicos que temían que la Iglesia católica se apropiase de otros mártires. La segunda cosa es que la lista que publicamos a continuación, aunque es oficial, no es definitiva. Por las prisas, probablemente, no han llegado a tiempo muchos otros nombres de cristianos y cristianas que fueron verdaderamente "testigos de la fe". Así, sólo aparecen nombres de cuatro diócesis. En cualquier caso conviene hacer las siguientes reflexiones.

1. El número de mártires salvadoreños es muchísimo mayor que la lista que aquí aparece. Como dice el documento que la acompaña, "con toda certeza y por muchas razones, se nos quedan una cantidad innumerable de cristianos que en el silencio permanecerán como ‘testigos anónimos de la fe del siglo XX. A ellos nuestra gratitud y veneración’". Mantener a los "testigos anónimos" es fundamental. Da la medida de la magnitud de la barbarie, de cuán grande es la cruz de estos pueblos y de cuán grande será la salvación que nos traigan.

2. Aunque parcial, la lista enviada a Roma indica varias cosas. La encabeza, como es obvio, Monseñor Romero. Pero la termina también otro obispo: Monseñor Joaquín Ramos, ordinario militar. Monseñor Rivera siempre defendió la hipótesis de que había sido asesinado por militares. Incluirlo ahora en la lista enviada a Roma vuelve a poner el problema en primer plano, el cual, como tantos otros, ha querido que pase desapercibido.

3. En la lista aparecen los nombres de sacerdotes, religiosos y religiosas, bien conocidos. Pero es muy importante que, junto a ellos, aparezcan los nombres de 63 laicos y laicas, de diversas edades y trabajos. Son el símbolo de un pueblo de Dios crucificado. No deja de emocionar que aparecen también varios matrimonios, esposa y esposo martirizados.

4. El criterio de seleccionar a estas personas como testigos de la fe es que su muerte se haya debido con toda claridad a su defensa de valores cristianos, y sin sospecha alguna de que su muerte hubiese sido debida a su participación en grupos políticos y militares. En la lista no están, por lo tanto, aquellos a quienes el pueblo llama caídos. Sin embargo, éstos no deben caer en el olvido. Como decía Monseñor Romero, "a quienes caen en la lucha, con tal que sea con sincero amor al pueblo y en busca de una verdadera liberación, debemos considerarlos siempre entre nosotros" (Homilía 27 de enero de 1980).

5. Digamos por último lo obvio. En El Salvador hay muchísimos más "testigos de la fe", ellos y ellas, que los que aparecen en esta lista. Sería una pena que, por desinterés y desidia, se olvidaran sus nombres. Al contrario es una gloria del pueblo y de la Iglesia salvadoreña que se llegue a conocer a todos ellos. Hay que poner manos a la obra para conseguirlo, aun sabiendo que en último término es imposible.

En cualquier caso, recordemos a Monseñor Romero. "En vida fue voz de los sin voz. En muerte es nombre de los que han quedado sin nombre".

 

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Lista Oficial de Mártires salvadoreños enviada al Vaticano

 

Arquidiocesis de San Salvador

1. Mons. Oscar Arnulfo Romero Galdámez

2. Rev. Padre Rutilio Grande, S.J.

3. Nelson Rutilio Lemus (Laico)

4. Manuel Salórzano (Laico)

5. Rev. Padre Alfonso Navarro Oviedo

6 Luis Alfredo Torres (Laico)

7. Rev. Padre Ignacio Ellacuría, S.J.

8. Rev. Padre Iganio Martín Baró, S.J.

9. Rev. Padre Segundo Montes, S.J.

10. Rev. Padre Amando López, S.J.

11. Rev. Padre Joaquín López López, S.J.

12. Rev. P. Juan Ramón Moreno, S.J.

13. Elba Ramos (Laica)

14. Celina Ramos (Laica)

15 José Alfonso Acevedo (Laico)

16 Miguel Angel Martínez (Laico)

17 Idalia Salazar López (Laica)

18 Baudilio García Castellanos (Laico)

19 Luis Alonso López (Laico)

20 Miguel Angel del Tránsito Ortiz (Laico)

21 Mariano del Carmen Monge Arriaga (Laico)

22 José Othmaro Cáceres y trece compañeros (Laicos)

23 José Alcides Ortega Mejía (Laico)

Diócesis de Zacatecoluca

24 Rev. Padre Cosme Spessotto, o.f.m.

25 Maura Clarke, Religiosa Maryknoll

26 Ita Ford, Religiosa Maryknoll

26 Dorotea Kazel, Religiosa Ursulina

28 Jean Donovan (Misionera Laica)

29 Petronilo López y siete Compañeros más (Laicos)

30 Pedro Angel y cuatro Compañeros (Laicos)

31 Maximiliano Hernández (Laico)

32 Lucio Hernández (Laico)

33 Isabel Juárez (Laico)

34 José Eustaquio Guarita (Laico)

35 Amalia Santos (Laica)

36 María Luisa Panameño y su esposo (Laicos)

37 Nazario y su esposa (Laicos)

38 Miguel Domínguez y Tomasa Ayala Domínguez (Laicos)

Diócesis de San Vicente

39 Julio López Rivas (Laico)

40 Benigno Rivas Mercado (Laico)

41 Antonio Rivas Mercado (Laico)

42 Jesús Rivas Mercado (Laico)

43 Fidencio Rivas Durán (Laico)

44 Rodolfo Rivas Durán Laico)

45 Ricardo López Estradas (Laico)

46 Aníbal Vásquez Escobar (Laico)

47 José Antonio Hernández (Laico)

48 Víctor Hernández (Laico)

Diócesis de Santiago de María

49 José Lázaro Ventura Lizama (Laico)

Ordinariato Militar

50 Monseñor Joaquín Ramos (Ordinario Militar de El Salvador)

 


 

 

Dos maneras de celebrar el Jubileo:

Actos externos de culto o la práctica jubilar de Jesús

Carlos Ayala

El título de este comentario podría dar la impresión de un planteamiento unilateral y excluyente, como si se contrapusiese culto a práctica Jubilar. Pero no es ése nuestro propósito. Reconocemos el valor que pueden tener los actos litúrgicos, pero tampoco ignoramos sus peligros: divorcio entre acto cultual y vida, priorización del culto desatendiéndose de la práctica que supone, peor aún, culto que encubre comportamientos o actitudes contrarias a la voluntad de Dios, en este caso, contrarias a esa voluntad expresada en el contenido bíblico del Jubileo: obras significativas de liberación para las gentes más sufridas del país (Lev 25, 35-43).

Un Jubileo diluido y adulterado. Pues bien, en las celebraciones del Jubileo en nuestro país, parece ser que lo que predominantemente se fomenta o tolera en buena parte de la Iglesia son precisamente los actos externos de culto. Algunos abanderados de estas celebraciones centran toda su atención en la catequesis sobre las indulgencias. Hablan, así, de que "la indulgencia plenaria sólo se puede obtener una vez al día, de que para conseguirla el fiel tiene que confesar sacramentalmente sus pecados, recibir la sagrada Eucaristía, orar por las intenciones del Papa, que las indulgencias son aplicables o a sí mismos o a las almas de los difuntos", y sigue una larga lista de condiciones y preocupaciones. De esta manera, el sentido bíblico del Jubileo queda opacado y empobrecido a través del fomento interiorista e individualista de la fe cristiana.

Por lo que toca a la dimensión práctica de esa fe, se insiste en que los fieles pueden ganar la indulgencia realizando obras tales como: hacer una peregrinación piadosa a un santuario o lugar jubilar (las basílicas patriarcales), hacer una visita piadosa (participando en la adoración eucarística y en meditaciones piadosas), hacer obras de misericordia (visitar enfermos, presos, ancianos, discapacitados, etc.), apoyar con donativos significativos a las obras de carácter religioso o social (a favor de la infancia, la juventud, los extranjeros, etc.), abstenerse de consumos superfluos (fumar, bebidas alcohólicas, etc.), hacer abstinencia de carne entregando una suma proporcional a los pobres... Como puede observarse, la tendencia es la preocupación por un moralismo individualista, y las obras que se enfatizan son más bien de carácter asistencialista que liberadoras, acciones que eventualmente están orientadas a favorecer a los débiles, pero sin hacer referencia a las causas estructurales que producen pobres.

Los propagadores de esta forma de celebrar el Jubileo, más apegados al Código de Derecho Canónico y al Catecismo de la Iglesia Católica que al espíritu del sentido bíblico del año de gracia, han inducido -por comisión o tolerancia- a creer que la mejor forma de celebración del Jubileo es volcarse hacia el individuo y desentenderse de la realidad concreta en la que vive la persona. En consecuencia, han proliferado por todas partes movimientos religiosos para quienes hablar del año Jubilar es sinónimo de concentraciones masivas, peregrinaciones, oraciones, misas, confesiones, indulgencias, obras de caridad, sacrificio personal, etc. Todo ello parece indicar que ciertos sectores de la Iglesia (jerárquica y laical) celebran el año santo prescindiendo de o reduciendo la práctica jubilar, tanto del Antiguo Testamento como de Jesús de Nazaret. Esto es un contrasentido y va en detrimento de las experiencias fundantes de la fe cristiana.

Un Jubileo cristiano y salvadoreño. Superar los peligros de un culto sin carne (interiorista) en las celebraciones del Jubileo implica, a nuestro juicio, recuperar el sentido bíblico-cristiano del mismo, esto es, su carácter de buena noticia para los pobres, y en eso debería consistir lo esencial de la catequesis sobre las indulgencias. Como es lógico, lo que el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica dicen sobre este tema, debe quedar subordinado y configurado por la práctica bíblica fundante: "Llevar la buena nueva a los pobres, anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Dar la libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor" (Lc 4, 18-19).

Pero no se trata sólo de recuperar el sentido bíblico-cristiano del Jubileo. Hay que dar un paso más: hay que historizarlo. Es decir, debemos pasar al ámbito de las expresiones concretas para que el Jubileo no se quede en buenos propósitos o intenciones puramente subjetivas. La historización evitará una concepción abstracta, interiorista y ahistórica. En un contexto donde a millones de seres humanos les resulta sumamente difícil vivir con dignidad, proclamar el año de gracia significa anunciar una nueva manera de sentir, de pensar y valorar, donde la vida humana (especialmente la vida de los pobres) y del cosmos sean consideradas como bienes superiores por encima de toda ley, de todo sistema político o económico, de toda institución. Supone, recalcar la opción preferencial de la Iglesia por los pobres y los marginados, comprometerse por la paz en un mundo marcado por tantos conflictos y por intolerables desigualdades sociales y económicas, hacer sentir la voz de todos los pobres del mundo. El año Jubilar implica un volver a empezar, ser nuevamente un pueblo de personas libres. Es un tiempo nuevo para revertir la historia hacia una sociedad donde todos los seres humanos sean reconocidos como hijos e hijas de Dios, con derecho a una vida plena y feliz, en armonía con la creación.

Luego de los jubileos ya celebrados entre nosotros (el de la vida, de los enfermos, de los artistas, de los seminaristas, de los mártires, de los comunicadores, etc.), vendrán nuevas celebraciones vinculadas a otros roles y sectores sociales (amas de casa y empleadas domésticas, los comerciantes, los jóvenes, los adultos, las maestras, la familia, etc.). Pero si en esas celebraciones sigue dominando la tendencia espiritualista y se prescinde de la actitud de actualizar y proseguir la práctica jubilar de Jesús, en vano habrá pasado este tiempo especial en el que se nos da una oportunidad importante: hacer un reconocimiento crítico de la realidad de nuestro mundo con el propósito de hacerlo más humano y fraterno.

La inspiración bíblica-cristiana del Jubileo nos exige creatividad, imaginación y pertinencia en las formas concretas de celebrarlo. Sin esa inspiración nos quedaríamos con un culto vacío que sólo produce alboroto, espectáculo público y un espiritualismo que nada quiere saber del mundo real y que ha hecho de la fe una experiencia privatizada y ahistórica. Sin menospreciar el valor que tienen la liturgia y el culto debemos insistir en la necesidad de priorizar la práctica jubilar al estilo de Jesús. Debemos pensar en modos de vivir el Jubileo, en acciones concretas de solidaridad con los más pobres del mundo. En consecuencia, la preocupación fundamental no debe ser tanto lucrar indulgencias, sino proseguir al Jesús del Evangelio y su causa del Reino de Dios. En todo caso, la mejor forma de ganar indulgencias -si eso es lo que nos preocupa- es poniéndose al servicio del Reino y su justicia para los pobres.

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Las reflexiones anteriores no necesitan explicación, pero quizás sea bueno poner algún ejemplo. Recientemente, el domingo 4 de junio, se celebró el jubileo de los comunicadores. En las reuniones preparatorias -aun con la buena voluntad de los asistentes- la tendencia era a celebrar el jubileo del culto, de confesión y comunión en catedral, pasando por alto la pregunta fundamental: qué han hecho, qué hacen y qué debe hacer los comunicadores, tan abundantes, tan poderosos, tan configuradores de la opinión pública, tan en relación con los poderes económicos y políticos, para llevar una buena noticia a los pobres de este pueblo salvadoreño. A esta pregunta fundamental respondió Carlos Ayala, director de la YSUCA. En la eucaristía del domingo 4 se recogieron algunas de sus reflexiones. Ahora las ofrecemos en su totalidad.

El Jubileo de los comunicadores:

"De qué pedir perdón" y "a qué comprometernos"

Jesús describió muy claramente qué es el Jubileo. Ungido por el Espíritu Santo anunció que había venido "para dar la Buena Nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor" (Lc 4, 18-19). Y Juan Pablo II lo ha concretado para las comunicaciones sociales: "que en este Año de Gracia los medios den voz a Jesús mismo, con claridad y alegría, con fe, esperanza y amor". Para ello es necesario "un cierto tipo de examen de conciencia por parte de los medios" que conduzca a una mayor conciencia crítica sobre nuestra actitud (de apertura o indiferencia) a los valores que nos trae Cristo y su mensaje. Según esto, los comunicadores debemos examinarnos seriamente. Debemos discernir sobre qué tenemos que pedir perdón y cómo hacer real el anuncio de Jesús desde nuestra propia especificidad de comunicadores.

¿De qué tenemos que pedir perdón los comunicadores?

Debemos pedir perdón por cuantas veces hemos encubierto la realidad de las mayorías pobres siendo indiferentes ante su situación (eludiéndola por comisión u omisión) o enfocándola de forma tal que no se conozcan las causas estructurales que producen pobres.

Debemos pedir perdón por cuantas veces hemos convertido el derecho a la información y a la comunicación en derechos exclusivos y excluyentes, dando voz e imagen a unos pocos y negando esos derechos a los ciudadanos y ciudadanas comunes.

Debemos pedir perdón por cuantas veces -en nombre de una irrestricta libertad de información- hemos caído en la impunidad periodística que deriva en daño al honor y dignidad de las personas, en desinformación y en encubrimiento.

Debemos pedir perdón por cuantas veces hemos presentado verdades parciales ocultando deliberadamente aspectos de la verdad completa (información sobre los éxitos macro-económicos, pero no de los precios humanos y medio-ambientales que se ha tenido que pagar); por el sensacionalismo orientado a aumentar sentimientos morbosos o curiosidades malsanas en los ciudadanos (describiendo hechos inmorales, amorales o patológicos); por la omisión de ciertas informaciones, cuyo conocimiento pondría al descubierto inconfesables intereses de los grupos de mayor influencia; por la manipulación del pasado, presentando como éxito, lo que, a lo mejor, no es más que una crueldad; por adoptar una actitud de marcada aunque aparente profesionalidad, cuando se están, de hecho, divulgando afirmaciones claramente parciales e interesadas; por fomentar el olvido negando la posibilidad de conocer y cultivar la memoria histórica en lo que tiene de pasado, de presente y de posibilidades futuras.

Debemos pedir perdón por cuantas veces hemos impulsado un tipo de publicidad nociva que hace promesas falsas en los productos que se venden, que fomentan un consumismo egoísta y alienante, que explota los instintos sexuales, que crea falsas necesidades y banaliza los aspectos fundamentales de la vida.

¿A qué nos compromete a los comunicadores la práctica jubilar de Jesús?

Ante el hecho, bastante constatable, de que uno de los principales modos que tiene la población para conocer la realidad y tomar posición ante ella, es a través de la imagen pública que proyectan los distintos medios; el espíritu del Jubileo nos exige que lo que comunicamos no eluda el gran problema de El Salvador y del mundo, esto es, la realidad de las mayorías pobres, para quienes la seguridad humana es incierta porque no pueden acceder al empleo digno, a la vivienda, a la educación, a la salud, a un medio ambiente sano. Esta realidad tiene que tener prioridad en las agendas informativas y de opinión de los medios de comunicación. Como Jesús debemos escuchar la voz de las mayorías pobres y comprometemos con las causas justas que buscan la superación de la pobreza. Esto es condición de posibilidad para dar una buena noticia a los pobres.

Ante los encubrimientos implícitos y explícitos, la presentación parcial de una verdad, los silencios, la manipulación del pasado, el olvido o la mentira sin más; el espíritu del Jubileo nos orienta hacia una posición crítica y hacia un afán por buscar y comunicar la verdad con toda su concreción. Como Jesús debemos mantener viva la indignación profética: proclamando la verdad con toda su concreción, desde las azoteas, y descubriendo la situación de las mayorías excluidas y de las minorías excluyentes (dar vista a los ciegos).

El espíritu del Jubileo nos anima a estar vigilantes ante cualquier posible desviación o degradación producida por un mal ejercicio del derecho de comunicación por parte de los propietarios de los medios o de quienes trabajan en ellos. Como Jesús debemos mantener una actitud de discernimiento y buen juicio ante todo tipo de presiones y tentaciones (políticas, económicas, sociales) que puedan limitar la independencia que requiere el trabajo informativo y comunicativo.

Nos compromete a ser agentes de una cultura de la vida que fomenta la solidaridad compartida, la justicia como juicio crítico de la arbitrariedad y la impunidad, la austeridad como freno del lujo excluyente y despilfarrador, la justicia ecológica para frenar la producción sin limites y el lucrocentrismo. Como Jesús debemos asumir la opción por la defensa y promoción de la vida entendida en un sentido íntegro (derecho a nacer, a vivir dignamente, a convivir en paz y justicia, a tener esperanza de la posibilidad de una vida plena). En una palabra, anunciar el año de gracia.

Nos compromete a ser agentes de una cultura del recuerdo (de la memoria histórica), de la sabiduría y de la alegría. Una cultura del recuerdo que pueda salvar a la cultura de la fugacidad de la noticia, del olvido que corre la esperanza propia de los medios de comunicación modernos. Una cultura de la sabiduría que nos conduzca a saber pensar, a pasar de la ignorancia al saber, de la mentira a la verdad. Que nos conduzca a superar una visión de la realidad atomizada y sin contexto. Una cultura de la alegría que pueda contribuir a que la cultura del entretenimiento, propia de los medios de comunicación, no se convierta en una fuga de la verdad y de la responsabilidad. Frente al egocentrismo y la alienación que puede generar una diversión sin freno, la cultura de la alegría celebra la vida, la amistad, la intimidad de los próximos, el encuentro fraterno, la posibilidad de un futuro con justicia.

El espíritu del Jubileo nos lleva a reconocer, agradecer y proseguir el testimonio generoso de todos aquellos (hombres y mujeres) que configuraron la comunicación social, siendo fieles a la verdad y a la dignidad humana, algunos de ellos hasta el martirio. Especial mención merece nuestro pastor mártir Monseñor Oscar Romero -gran comunicador del sentir del pueblo salvadoreño- quien en un momento transcendental de la historia salvadoreña se constituyó en la voz de lo que no tenían posibilidad real de hacer sentir su palabra.

Como Jesús debemos proyectar todo lo que es auténticamente humano: la historia concreta, la compasión solidaria, la bondad, la amistad, la alegría y la esperanza. La puesta en práctica de estos compromisos hará que para los medios de comunicación el Jubileo no consista sólo en actos externos de culto, sino que lleve obras de liberación e identificación con los sectores más vulnerables del país.

 


 

 

Los poemas del siervo (I)

El servidor de la justicia en un mundo de injusticia

José I. González Faus *

En este mundo no abunda el servicio, sino el afán de poder. Este esclaviza al poderoso y hace malvivir a dos tercios de la humanidad. Y, en esta situación en que tantos malviven, acaba siendo necesario que algunos se "desvivan", para poder llegar a que todos convivamos.

Una expresión de ese desvivirse, y también una llamada al servicio, han sido los mil cantos que, en la literatura universal dan voz a la situación injusta y a la protesta de los condenados de la tierra. Por ejemplo, los llamados "negros espirituales" no sólo contienen canciones y letras de gran belleza, sino que han logrado salvaguardar la memoria de una de las grandes crueldades de la historia humana. A finales de los sesenta, tuvieron resonancia universal la voz de Joan Baez y la figura de M. Luther King, que enmarcaban aquellas marchas interminables de multitudes cantando el "We shall overcome... I do believe": venceremos, lo creo firmemente. Entre nosotros, abundan los cantos sobre Monseñor Romero y los mártires, sobre la justicia, el servicio y la utopía.

Con una intención parecida aparecen en la Biblia cuatro famosos poemas o cantos en el libro de Isaías, que giran en torno a una figura conocida como "El Siervo de Yahvé". En este número de Carta a las Iglesias y los siguientes vamos a comentar, brevemente, cada uno de los poemas. El lector familiarizado con el estudio de la Biblia entenderá fácilmente estos comentarios, pero también los podrá entender cualquier lector con sensibilidad hacia el servicio y la justicia.

Los poemas del Siervo

La crítica histórica cree haber descubierto en (el segundo) Isaías cuatro cantos autónomos, insertados en el texto actual, de modo que esos textos son ya universalmente conocidos como "Cantos del Siervo". Los cuatro poemas se encuentran en los capítulos 42 (vv. 1-9); 49 (1-7 ó quizás 13); 50 (4-9) y finalmente en el capítulo 53 (precedido por los tres últimos versos,13-15, del cap. 52).

Con sola esa temática ("Siervo de Dios"), se nos dice, en primer lugar, que el servicio es -para un creyente- vocación de Dios. Se nos dice además que sólo quien intenta servir, ayuda a liberar de la esclavitud. Que la justicia, la convivencia y la libertad que buscamos, se verifican sólo en el paso de la esclavitud al servicio. Y que de esa servicialidad es de donde pueden brotar la amabilidad y la convivialidad que queremos conseguir fracasadamente por otros caminos.

Digamos, resumiendo, que el primer canto parece tratar de la misión del Servidor. El segundo tematiza su vocación. En el tercero se insinúa ya el tema del sufrimiento y la paciencia. Y el cuarto lo subtitulan muchas biblias como pasión y gloria del Siervo. Vamos ahora a comentarlos, teniendo en cuenta nuestras realidades actuales de injusticia y justicia, de egoísmo y servicio.

Primer canto: el siervo visto desde hoy

Texto del poema (Isaías 42, 1-9 )

1. Mirad mi Siervo a quien sostengo, mi elegido a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

2. No gritará, no clamará, ni voceará por las calles

No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo vacilante.

3. Promoverá fielmente el derecho, sin vacilar ni quebrarse

4. hasta que implante la justicia en la tierra.

En su ley esperarán hasta las islas.

5. Así dice el señor Dios, que creó y desplegó los cielos,

que consolidó la tierra con su vegetación,

que dio respiro al pueblo que la habita y aliento a los que se mueven en ella:

6. Yo, el Señor, te he llamado justamente, te he agarrado de la mano,

te he formado, haciéndote alianza de un pueblo y luz de las naciones.

7. Para que abras los ojos de los ciegos, saques de la prisión a los cautivos,

y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas.

8. Yo soy el Señor, este es mi Nombre;

no cedo mi gloria a ningún otro, ni mi honor a los ídolos.

9. Lo antiguo ya pasó y ahora anuncio algo nuevo:

antes de que brote os lo hago oir.

Sobre la estructura del poema, lo primero que salta a la vista es que este canto consta de dos partes que hemos señalado al transcribirlo, dejando un espacio interlinear. En todo el poema habla Dios. Pero en la primera parte se dirige a todos, y en la segunda se dirige a su Siervo. Por lo que toca al contenido este primer canto habla de la misión del siervo, el modo de llevarla a cabo y la revelación de Dios.

La misión del Servidor

a) Al presentar al Siervo, Dios comienza revelando algo de Sí mismo. Manifiesta cuál es Su complacencia (la figura y la misión del servidor) y cuál es Su trabajo (sostenerle y darle el Espíritu). Se expresa aquí la "identidad de Dios".

b) Esa misión del Siervo, que constituye la complacencia del Señor, es implantar la justicia en la tierra. El texto hebreo no habla de "justicia" sino de "derecho", palabra que aparece en los vv. 1, 3 y 4, y que alude a la concreción o "positivización" de la justicia (palabra distinta, que aparece en el v. 6). En lenguaje moderno diríamos que no se trata sólo de la justicia "personal", sino de la justicia "estructural". En el verso paralelo de la segunda parte del poema, esa justicia es descrita como "abrir los ojos de los ciegos, sacar de la prisión a los cautivos y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas". El poema alude a una doble cautividad que consiste en la pérdida de la luz y la pérdida de la libertad. La pérdida de la luz puede ser personal ("los ciegos") o social ("las tinieblas" como lugar de habitaje). La pérdida de la libertad es resultado de esa pérdida de la luz y, en la Biblia, su recuperación se expresa con frecuencia aludiendo a la salida de la cárcel (cfr. vg. Is 61, 1c), no sólo por lo que podemos imaginar que serían las prisiones antiguas, sino por la terrible práctica antigua de los deportados y cautivos de guerra. En esa justicia liberadora consiste la misión del Siervo.

c) Finalmente, esa misión es presentada en la segunda parte del poema como una continuación de la obra creadora de Dios. El Dios que envía a su Siervo a sacar a los hombres de las cárceles (físicas, psíquicas o sociales) es el que "creó los cielos, consolidó la tierra y dio vida a los que la pueblan". La justicia es presentada como asociación del hombre a la obra creadora de Dios, y en continuidad con ésta. No hay que olvidar que el segundo Isaías es el teólogo de la creación y, además, de la creación concebida como historia.

El modo de la misión

a) Esa lucha por la justicia tiene un "estilo" central, que bien podemos calificar como el estilo de Dios. Se lleva a cabo sin grandes alharacas ni gritos, aprovechando lo poco que ya hay (la caña cascada o el pábilo humeante: v. 2), y a través de una fidelidad decidida (v. 3). En una palabra: es una lucha por la justicia, paciente y no violenta; y ahí se refleja el estilo de Dios (ver en el v. 6: "agarrado de la mano").

b) Por el paralelismo con la segunda parte del poema, cabe decir que ese estilo en la lucha por la justicia es lo que convierte al Siervo en "alianza de un pueblo y luz de las naciones". Las designaciones parecen elegidas intencionadamente: la misión del Siervo se dirige primariamente al pueblo de Dios, a lo que luego llamará Jesús "ovejas perdidas de la casa de Israel". Pero, precisamente ahí, en esa creación de un pueblo sin excluidos, la misión del Siervo se vuelve universal porque convierte al pueblo de la Alianza en testimonio o alternativa para todos los pueblos: en "luz" de las naciones (v. 6).

Revelación de Dios

Ya hemos dicho que la identidad de Dios comenzaba a desvelarse en el hecho de que Su complacencia y Su trabajo están en esa misión del Siervo. El v: 6 hablará por eso de una "llamada", anticipando el tema del Canto siguiente, que será la vocación. El final del poema subraya esa identidad con la alusión al "Nombre" (o verdad del ser) divino, que Dios no quiso revelar a Moisés. El evasivo "soy el que soy" del Éxodo, parece concretarse aquí un poco más, a través de ese término tan bíblico que es la "gloria" como reveladora de Yahvé: la gloria de Dios consiste en esa forma de luchar por la justicia. Y, en este punto, sí que se convierte Dios en "celoso": no cede a nadie esa gloria porque, en realidad, los ídolos ni hacen justicia, ni implantan derecho ni dan libertad. Cuando siglos más tarde escriba san Ireneo que "la gloria de Dios es el hombre vivo", tiene aquí un precedente que podría reformularse así: "la gloria de Dios es la justicia interhumana". (Continuará).

* El texto original apareció en Cristianisme i Justicia, Barcelona. Aquí está abreviado y ligeramente editado.