Carta a las Iglesias, AÑOXXI, N1467-468, 1-28 de febrero de 2001
EDITORIAL: El terremoto un reto para la Iglesia
REALIDAD NACIONAL: Terremoto: Un reto al Gobierno ¿Reconstrucción o desarrollo?
COMUNIDADES CRISTIANAS: La revelación del terremoto en El Salvador
PRONUNCIAMIENTO: Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
IGLESIAS HERMANAS: A todo el pueblo salvadoreño en esta hora de tragedia nacional
DERECHOS HUMANOS: ¿Libertad de expresión?
DERECHOS HUMANOS: La antinavidad. La niñez en el 2001
IGLESIA DEL CONGO: Kinshasa: marcha de la esperanza
IGLESIA DE MEXICO: Don Samuel Ruiz recuerda a don Sergio Méndez Arceo
COMENTARIO: Galeria Nacional del Dolor
Veremos en otro artículo el reto que el terremoto representa para el gobierno, cómo está respondiendo éste y las serias críticas que se le hacen con razón. Lo mismo vale en principio para todas las instituciones del país, empresa privada, partidos, universidades. Y vale también para las Iglesias.
Por lo que sabemos las iglesias católicas, parroquias, colegios, han reaccionado con prontitud en la ayuda inmediata y en los primeros trabajos de descombrar, en que han mostrado verdadero cariño a la gente y a las parroquias. También se han visto ejemplos bonitos de grupos de personas de clases pudientes atendiendo -y no sólo los primeros días- a los damnificados. La red mundial de iglesias católicas también ha funcionado. Pero dicho esto hay que ver cómo está funcionando la Iglesia católica a su alto nivel institucional. Y aquí vemos dos serios problemas y lagunas.
Un terremoto no es sólo llamada de emergencia, sino que muestra la verdad del país. Para la Iglesia debe ser considerado como un obvio signo de los tiempos que debe ser escrutado por dos razones: 1) porque ayuda a llevar mejor a la práctica la acción pastoral de la Iglesia y 2) porque en él se hace presente la realidad de Dios.
Lo primero significa que la Iglesia debe analizar cómo está el país. Y como de hecho está postrado, maltrecho, oprimido por los poderosos, debe ejercer desde sus altas esferas la denuncia profética correspondiente. De otro modo, si ni siquiera un terremoto tiene capacidad para activar la profecía de la Iglesia, vano ser repetir su vocación profética.
En 1979, en medio de la represión y en vísperas de la guerra, Monseñor Romero, con la cooperación de sacerdotes y laicos, escribió una extensa carta pastoral sobre "La misión de la Iglesia en medio del país", en la que pasaba revista a los problemas graves (idolatría del capital, violencia, marxismo, diálogo...), orientaba a los cristianos y al país en general, denunciaba a los responsables y daba esperanza a los pobres. 22 años después, con ocasión de un cruel terremoto, en medio del empobrecimiento, la vulnerabilidad y la injusticia, los cristianos y el país entero esperan un mensaje, una carta pastoral que ilumine el país. Esperan que les digan qué signo de los tiempos es el terremoto.
Lo segundo significa que en el terremoto habla Dios y bien pudiera decir la jerarquía una palabra iluminadora sobre lo que Dios está diciendo. Al menos debiera frenar interpretaciones tremendistas que aparecen no sólo en movimientos que pueden considerarse fanáticos, sino en publicaciones católicas. Debiera exigir más seriedad a emisoras de radio y de televisión que trivializan la tragedia y el sufrimiento humano o con músicas pegajosas en las que todo tienen un final feliz en Jesús o apelando con demasiada rapidez y facilidad a Dios, como si en él pudiéramos descargar sin más todas nuestras desventuras.
¿No sería éste el momento propicio para animar a una fe más recia, que pasa por la solidaridad del mismo Dios con las víctimas de la historia, que toma en serio la cruz de Jesús y la presencia de Dios en ella, y que así tiene credibilidad anunciar que Dios resucita a la víctima Jesús y da esperanza a las víctimas? También este tema, que está en el transfondo de cualquier pastoral con los pobres, y más en tiempo de terremoto, amerita una Carta Pastoral.
El terremoto nos exige mucho a todos, y a cada quien según lo que es. Para la Iglesia el reto es acompañar a las víctimas, decir la palabra de verdad -denuncia profética- y la palabra de esperanza -utopía. Si lo hace, además introducirá liderazgo, tan necesario hoy y tan ausente en el país.
El terremoto del pasado 13 de enero ha mostrado el desconocimiento de la relación entre desarrollo y desastres, inclusive al nivel de los funcionarios encargados de la protección civil. En el pasado reciente, pese a que la década de 1990 estuvo plagada de sequías e inundaciones, no se adoptaron estrategias de readecuación del Estado para hacer frente a la realidad de los desastres, aunque sí hubo promesas.
En 1999, el presidente Flores presentó su programa de gobierno "La nueva alianza", que contemplaba en la sección de seguridad ciudadana una serie de medidas para la "Seguridad a la población civil en caso de desastres". Estas eran definir áreas de riesgo, fortalecer a las instancias encargadas del monitoreo de amenazas y de atención de la emergencia, promover la organización civil de la comunidad, dotar al país de una normativa que "facilite la acción de prevenir, controlar y reconstruir las comunidades en caso de desastre" y, finalmente, diseñar planes de simulación y acción frente a desastres.
Lamentablemente, esto se quedó en una declaratoria de buenas intenciones, apadrinada por la Organización de Estados Americanos (OEA), que apenas se tradujo en un anteproyecto de ley de protección civil que el Ministerio del Interior presentó a la Asamblea Legislativa -el cual ni siquiera ha sido discutido por los diputados- y en un plan de mitigación de riesgos en el bajo Lempa. Pero la muestra palmaria de la ausencia del enfoque de gestión de riesgos y desastres en las políticas públicas son las propuestas de acción post-terremoto presentadas por funcionarios gubernamentales. Vale la pena examinarlas con más detalle, no sólo para criticarlas, sino para promover una mayor reflexión sobre los temas relacionados con riesgos, desastres y desarrollo sostenible y evitar la adopción de simples programas de reconstrucción.
En las tres semanas posteriores al terremoto el gobierno ha hecho dos tipos de propuestas: unas primeras propuestas iniciales y las propuestas contenidas en el discurso presidencial "Presentación del plan trabajemos unidos por El Salvador", del pasado 2 de febrero.
Las propuestas iniciales
Durante las primeras semanas tras el desastre no existió una postura gubernamental definida sobre cómo enfrentarlo, y el presidente Flores tuvo que anunciar la necesidad de revisar su programa de gobierno "La nueva alianza". Según él, la coyuntura generada por el terremoto obligaba a pensar "en volver a la situación en que nos encontrábamos el 12 de enero de 2001", es decir, un día antes del sismo. Es obvio que esa postura implica volver a la misma situación de vulnerabilidad que hizo que el terremoto del 13 de enero se convirtiera en un macrodesastre. Por tanto, la sociedad salvadoreña quedaría nuevamente expuesta (o vulnerable) a los terremotos, inundaciones y demás desastres que la azotan regularmente, lo cual es inaceptable.
Otras declaraciones estuvieron a cargo del Ministro de Obras Publicas, quien anunció un plan de mitigación con cuatro componentes: evaluación de daños, monitoreo de constantes de condiciones sismológicas, vulcanológicas e hidrometerológicas; fortalecimiento del Comité de Emergencia Nacional (COEN); y actualización de normativas para el reordenamiento territorial. Lo preocupante aquí no es la propuesta en sí misma, sino el hecho de que, aparentemente, sería el Ministerio de Obras Públicas el encargado de llevarla a cabo, incluyendo el fortalecimiento institucional del COEN y las normativas de reordenamiento territorial, aun cuando esto va más allá de la competencia del ramo de obras públicas y abarca realidades económicas, sociales, institucionales, organizativas, educativas y ambientales. Lo anterior lleva a plantear que, antes de un fortalecimiento del COEN, lo que debería impulsarse con fuerza es la creación de un sistema nacional de gestión de riesgos y desastres.
El discurso presidencial
El panorama se ha tornado todavía más preocupante después del último discurso presidencial del pasado 2 de febrero, pues contiene interpretaciones erróneas del tema de los desastres, y, lo que es peor, ofrece medidas puntuales de desarrollo que, sorprendentemente, ignoran el riesgo sísmico, volcánico e hidrometeorológico. Véanse las siguientes afirmaciones.
"La topografía nacional, con una cadena montañosa en el centro es producto de este entrechoque de las placas continentales (del Pacífico y del Caribe). Ante esas condiciones, todo el país es vulnerable y no hay relación entre fallecidos y los tipos de construcción".
"Vamos a construir una carretera temporal que salga de Santa Tecla, suba por el Volcán de San Salvador, por San Juan Los Planes y termine en la calle a Quezaltepeque... Es importante decir que esta carretera que construimos con una visión de emergencia, la construimos (sic) también con una visión de futuro, ya que esto le va a permitir a toda la zona del Volcán de San Salvador tener un desarrollo turístico importante y va a permitir que toda el área del volcán sea accesible para las inversiones".
"Es imposible pedir a los agricultores que inviertan en las condiciones actuales".
"Debemos pasar a una etapa de empleo permanente, en la cual debemos buscar actividades como la maquila y un tipo de agricultura que tenga posibilidades de ser permanente en las zonas afectadas".
Podrían agregarse otras afirmaciones curiosas y alarmantes, pero baste ahora comentar estas citas para ver que son necesarias estrategias de desarrollo serias.
La interpretación oficial de la vulnerabilidad
Lo primero que llama la atención es que en el discurso presidencial se afirme que "no hay relación entre número de fallecidos y tipos de construcción", lo que se ilustró con la comparación de los casos de Tacuba, donde en 2001 no hubo muertos pero se desplomaron 3,250 viviendas, y del edificio Rubén Dario, donde murieron 600 personas en el terremoto de 1986. Usar como ejemplos estos dos casos es peligroso porque se ignoran presupuestos importantes: si una edificación ha sido construida con materiales de mala calidad o técnicas inadecuadas, o bien ha sido dañado en terremotos previos (como el caso del Rubén Dario que resultó irremediablemente dañado en 1965), es claro que, en un próximo terremoto, ese tipo de construcción tiene mayor riesgo de provocar muertes que una vivienda de adobe (como las de Tacuba) con techos de teja y materiales más livianos que los de un edificio de concreto. Esto no implica que no hayan resultado personas lesionadas a causa del desplome de techos de viviendas de adobe, aunque, dicho sea de paso, es ésta una técnica de construcción que, con las especificaciones correctas, puede volverse resistente al sismo.
El estudio empírico de los desastres muestra que el concreto provoca la muerte de muchas más personas que el adobe, como lo han mostrado los casos Rubén Dario en 1986, Tacuba en 2001 y, más recientemente, el caso de la India, donde el 26 de enero pasado un terremoto de similar magnitud al recientemente ocurrido en las costas salvadoreñas (7.9 Richter) provocó la muerte de más de 25,000 personas al quedar sepultadas por edificios de concreto deficientemente construidos y/o dañados por terremotos previos. En El Salvador, las muertes por desplome de casas de adobe han sido mínimas. El mayor número de fallecidos ha sido provocado por derrumbes en la cordillera del Bálsamo, pero también por la ubicación de asentamientos humanos en estas zonas frágiles y por la alteración de sus ecosistemas.
Carretera temporal y empleo permanente
La propuesta de la carretera temporal (o volcánica) es otra evidencia de la ignorancia del gobierno en la gestión de riesgos y desastres en sus programas de desarrollo, pues -además de construir la carretera- se propone promover la inversión y el turismo en las cercanías de un cráter activo (el del volcán de San Salvador), sin considerar que este podría aumentar su actividad en el futuro y provocar un desastre que daría al traste con la carretera, el turismo y la inversión. Y tampoco es coherente la construcción de una carretera temporal y el fomento de turismo con carácter permanente.
Por otra parte, el desarrollo de obras de infraestructura en las faldas de este volcán desequilibrará el ecosistema de la zona al provocar deforestación e impermeabilización del suelo, lo cual, en época del invierno, provocaría erosión, mayor escorrentía superficial, azolvamiento de cursos de agua, inundaciones, derrumbes, deslizamientos y desastres que afectarían los asentamientos humanos de la periferia de San Salvador ubicados en las faldas del volcán (recuérdese el deslizamiento de Montebello en 1982, que causó centenares de muertos). Esta medida resulta descabellada, y mucho más teniendo en cuenta la lección, no asimilada, que nos han dejado los terremotos pasados y recientes.
Finalmente, llaman la atención las opciones que ofrece el Presidente Flores para generar empleo permanente: la maquila y las actividades agropecuarias. La primera no es ninguna opción viable para generar empleo permanente y de calidad, pues depende de las decisiones de inversión de agentes extranjeros y puede fácilmente trasladarse a otros países del área con mayores oportunidades y ventajas para la inversión en maquila. Esto cobra más fuerza si se considera que todos los países de Centroamérica y el Caribe gozan de las mismas prebendas que El Salvador, mientras que México tiene Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, principal mercado de la producción de la maquila de la región.
También se señala la necesidad de una agricultura permanente, pero al mismo tiempo se indica que "es imposible pedir a los agricultores que inviertan en las condiciones actuales". Esto plantea enormes retos a los cuales hay que dar respuesta, y para los que se requiere necesariamente de una política monetaria que guíe la asignación de recursos de una forma eficiente desde la perspectiva del desarrollo posterremoto, lo cual no es necesariamente igual a reconstrucción. De igual manera, la asistencia en materia técnico-productiva, de mercadeo y acumulación de capital humano se vuelven sumamente importantes.
La determinación del modo cómo será asignado el crédito y la fijación de las tasas de interés son decisiones clave que deben ser resueltas por la política monetaria. Lamentablemente con la dolarización se está a punto de perder la capacidad de desarrollar una política monetaria en función de un plan de desarrollo pos terremoto. Además, se gastan las reservas internacionales en dólares sólo para facilitar las transacciones internas. Afortunadamente, la dolarización todavía no se ha consumado y puede pensarse no solamente en su reversión, sino también en usar las crecientes reservas internacionales netas para el desarrollo posterremoto.
Consideraciones finales
Es necesario que la sociedad salvadoreña discuta, formule y adopte un plan de desarrollo con gestión de riesgos que se fundamente en los conocimientos acumulados, pero no sólo desde la reducida perspectiva de la geología, la sismología o la meteorología -como ha sido la tendencia pasada y presente-, sino desde una perspectiva más amplia que incorpore las dimensiones económicas y sociales que intervienen en la gestación de riesgos y desastres. Un primer paso indispensable es que el Presidente Flores y su gabinete rompan el ostracismo que han practicado desde el terremoto y busquen asesoría especializada en sectores con capacidad técnica y propositiva en materia de desastres.
Es totalmente desaconsejable construir la carretera temporal; aceptar supuestos como el de que "no hay relación entre fallecidos y tipos de construcción" o de que la meta del gobierno debe ser volver a las condiciones imperantes el 12 de enero. Más bien, se debe abordar la etapa posterremoto como una oportunidad para enfrentar la problemática de los desastres desde una perspectiva de desarrollo, y no solamente desde la perspectiva de la atención de la emergencia o de la mera reconstrucción de lo destruido.
Hay que abordar cuanto antes la formulación, concertación y adopción de un plan de desarrollo que parta de un consenso social ampliado, que capitalice las lecciones dejadas por anteriores desastres y las oportunidades abiertas por el más reciente de ellos. Este plan debe contemplar necesariamente la conformación y fortalecimiento de un sistema de gestión de riesgos, desastres y desarrollo sostenible que integre a los principales actores sociales que intervienen en la gestación (o reducción) del riesgo.
CIDAI
1. El año 2001 empezó fatal en El Salvador. El primero de enero entró en vigor la dolarización por decreto. Los siguientes días una docena de niños perdieron la vida por el Rotavirus (epidemia de diarrea ocasionada por el Rotavirus). Y a las 11:30 del día 13 de enero el territorio fue sacudido por el terremoto de 7.7 a 7.9 escala Richter. Dolor, llanto, muerte, destrucción invadieron el país en segundos. Los resultados se ven en dos magnitudes:
- Las Colinas de Santa Tecla, ahora conocidas trágicamente en todo el mundo, con la mayor parte de muertos. 300 casas soterradas por un alud de toneladas de tierra de la cordillera del bálsamo. Horrendas imágenes de un enterramiento de personas y familias vivas que, ni corriendo, lograron escapar de la tierra que bajó en carrera.
- El país entero en la zona rural desde occidente hasta oriente. Sólo muy al norte (Morazán y Chalatenango) quedaron con menos daños y sólo el susto. La destrucción de casi el 100% de las viviendas de tierra (adobe o bahareque). Las viviendas que no se desplomaron y quedaron en el suelo están agrietadas, rajadas, inhabitables. Los temblores de los días siguientes causan aun más grietas y más miedo.
2. ¿Qué pasa en El Salvador? Lo que Dios reveló en segundos llevaba mucho tiempo escondido. Ahora El Salvador es un libro abierto para el mundo entero. Las venas y las entrañas son visibles.
- En Las Colinas, pese a largo tiempo de discusión, debates, foros, advertencias, denuncias y hasta demandas a la Corte Suprema de Justicia, los poderes de la construcción y del dinero-mordida lograron la aprobación de la construcción en la cordillera del bálsamo. La propaganda podía empezar, y decía: "Brisas del sur o del norte", "Frescuras privilegiadas". Esta propaganda no mencionó cuántos palos verdes talados habían herido la naturaleza. No mencionó lo empinado de la montaña, ni la flojedad de la tierra. No mencionó cómo por ahorrar más terreno y ganancia habían cavado el corte hasta el pie del cerro. Compradores de algunos recursos y de buena fe se dejaron convencer (engañar) por la propaganda del Dios-dinero que puede más que la razón sensata que defiende el valor de la persona.
- En la zona rural se abrieron las entrañas de todo un país. Las casas de tierra están caídas en el suelo. Los muros abiertos ahora permiten ver la horrible pobreza de sus habitantes. Nunca antes se había podido ver la agresividad tan fuerte del pecado social. Nunca antes nos habíamos imaginado tanta dureza de corazón de un sistema que excluye. Ahí están ahora las muchedumbres de pobres sin cobijo. No bastó el huracán "Mitch" de 1998. Lo que enseñó el "Mitch" fue sólo una zona, ahora se ve la realidad cruda en todo el país.
3. En el año 22 del martirio de Padre Octavio Ortiz y los cuatro jóvenes (20 de enero de 1979) quedan las preguntas que estaban en el pizarrón de San Antonio Abad, tomadas de la lectura de Lucas 4, 14-21:
¿Quiénes son los pobres hoy que necesitan la Buena Nueva?
¿Quiénes son los cautivos hoy que necesitan libertad?
¿Quiénes son los ciegos hoy que necesitan la vista?
¿Quiénes son los oprimidos hoy que necesitan liberación?
¿Cuál es el año de gracia que hoy debemos de hacer?
-Estas preguntas no se contestaron el 20 de enero de 1979 porque a Octavio y los jóvenes les cortaron la oportunidad. Siguen abiertas hoy más que nunca, ahora que no tenemos nada que esconder porque el terremoto abrió los muros que escondieron las respuestas.
-Según el Evangelio de San Lucas, Jesús dijo: "hoy se cumplen esas profecías que acaban de escuchar" (Lc 4, 21). Es que el Evangelio se hace, según Jesús.
-Nosotros nos hemos acostumbrado a ritualizarlo. Hemos celebrado en ritos el año de gracia (jubilar) sin hacerlo realidad. Fue una celebración falsa, hueca, sin contenido real. Los países ricos y los organismos internacionales que rigen el mundo de hoy: Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Internacional del Desarrollo (BID), Banco Mundial (BM) no perdonaron las deudas externas de los países pobres, a pesar de que el mismo Papa Juan Pablo II lo había solicitado. Y los gobernantes de los países pobres y las instituciones bancarias locales no han perdonado las deudas de sus pobres habitantes.
Y las lecturas espiritualistas que enseñan las iglesias no permiten entender el Evangelio de Jesús. Llevan a resignación y conformismo anti evangélico.
-El pecado de cobardía, de no querer problemas, de asegurar privilegios antisolidarios fue revelado también en el terremoto. Nadie es culpable del terremoto, pero todos somos culpables de la injusticia.
4. ¿Y cuál es nuestra culpa? Según San Mateo Jesús enseñaba: "En la venida del Hijo del hombre sucederá lo mismo que en los tiempos de Noé. En aquellos días que precedieron al diluvio, los hombres seguían comiendo, bebiendo y casándose, hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el Arca. Y no se daban cuenta, hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Lo mismo sucederá en la venida del Hijo del Hombre. Entonces, de dos hombres que están juntos en el campo uno será tomado y el otro no. De dos mujeres que están juntas moliendo trigo, una será tomada y la otra no. Por esto estén despiertos porque no saben en qué día vendrá su Señor. Fíjense bien: si un dueño de casa supiera a qué hora lo va a asaltar el ladrón, seguramente permanecería despierto para impedir el asalto de su casa. Por eso estén alerta; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos piensan" (Mt 24, 37-44).
-Así como el ladrón en la noche, los terremotos vinieron, vienen y vendrán. Sólo la solidaridad vigilante entre los pobres de un país y del mundo entero pondrán la base de una sociedad civilizada en el amor. Esta es la verdadera vigilia a que invita el Evangelio, no una vigilia ritual de teatro.
5. Suelen decir los mismos pobres -repitiendo frases erróneas de predicadores del miedo- que el terremoto es castigo de Dios. Más de alguno predica hoy día que "todo estaba escrito" y que "Dios ya no aguantaba", como si el Padre de Jesús fuera un malandrín que con latigazos y maltratos castiga a sus hijos, aunque los sobrevivientes logramos escapar de su cólera. (Así no es el Padre de Jesús y nuestro Padre celestial!
-Estas frases amenazantes viene de la religión natural que no conoce a Jesús. La verdad es que no hemos alcanzado entender a Jesús y mucho menos creer en El. Al dios que inventamos lo podemos comprar con promesas, ritos, peticiones fervorosas, "mordidas", sacrificios, humillaciones. De esta forma podemos aplacar su ira, que según algunos se desbordó ahora en el terremoto. Pero éste no es el Dios Padre de Jesús. El mismo Jesús enseña:
"En el día del juicio la reina del Sur se pondrá en pie para acusar a toda esa gente, porque vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón. En el día del juicio los habitantes de Nínive se pondrán en pie para acusar a toda esa gente, porque cambiaron su conducta con la predicación de Jonás y aquí hay alguien mucho mejor que Jonás (Lc 11, 31-32).
"¿Creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que todos los otros galileos por haber sufrido esa desgracia? Yo les digo que no, pero si ustedes no toman otro camino, perecerán igualmente. Y esas dieciocho personas que fueron aplastadas, cuando la torre de Siloé se derrumbó, ¿creen ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no, pero si no toman otro camino, todos perecerán igualmente" (Lc 13, 2-5).
-¿Creemos que los habitantes de Las Colinas, o los campesinos, hacían menos oración que los otros? ¿Creemos que hicieron menos ayunos? ¿Creemos que eran más pecadores? En lugar de echar la culpa a Dios, será necesario una conversión, no ritual, sino real.
6. ¿Y cuál es este otro camino? ¿Cuál es la conversión real? Mientras haya un salvadoreño hambriento o perseguido o refugiado o marginado, nadie en El Salvador puede sentirse holgadamente en paz. Así decía Don Pedro Casaldáliga a los repatriados de Segundo Montes. El cambio, el arrepentimiento, la oración, la unión, la fe, la esperanza, el amor no sirven para Dios Padre de Jesús, si no pasa a través del canal del prójimo pobre y marginado. Este es el otro camino.
-Gracias a Dios empieza la solidaridad. La más bonita la vemos entre los pobres mismos que dan de lo que les hace falta. Vimos cómo la comunidad "La bendición" que no tiene casa ni techo preparó comida para los damnificados. Vimos cómo las comunidades del Bajo Lempa -apenas secados de las inundaciones- llevaron víveres a los mayor afectados del terremoto. Vemos cómo jóvenes y adultos ayudan a sus vecinos. Este es el otro camino que, si seguimos caminando, nos llevará a Jesús.
-Vemos también la inmensa solidaridad que empieza en todo el mundo para con los damnificados. Y crece la esperanza. Pero la solidaridad no es para tapar las grietas ni para esconder la realidad. No podemos echar vino nuevo en odres viejos ni podemos remendar un vestido viejo con un pedazo de género nuevo (Mc 2, 21-22). Justicia sin amor es fría, pero amor sin justicia es engaño. Y el peligro es latente. Tanto de parte de los que dan como de parte de los que recibimos, existe el peligro de abandonar el camino nuevo y conformarnos con la conciencia tranquila.
-Lo que revela el terremoto con énfasis es que los pobres ya están hartos del engaño. Existe una total desconfianza en las instituciones. Y con razón. Desde hace años dicen estar luchando contra la pobreza y cada día hay más pobres y los pobres son más pobres. En segundos el terremoto descubrió la verdad de la mentira existente.
-¿Y qué decir cuando el periodista Mauricio Funes (discípulo del Profeta Romero) expresa la verdad y señala el camino nuevo, que le boycotean el teléfono y mandan virus a su computadora? )Son confiables esos sistemas?
7. La verdad es que no estamos preparados, ni para el terremoto ni para la fe en Jesús. Sólo empezamos a caminar. Y no hay derecho para tomar otro camino. El Evangelio debe de hacerse real o no es Evangelio. Los pobres de hoy no necesitan dolarización sino solidarización. No cabe duda que el terremoto es una revelación de Dios.
Comunidades cristianas del Bajo Lempa
La Universidad Centroamericana José Simeón Cañas hace suyo el dolor de quienes han perdido seres queridos, de quienes han sufrido daños físicos y psicológicos, de quienes han perdido techo, modo de vida y nivel de consumo y bienestar. Consecuente con este dolor, desde el primer momento, los ingenieros, las psicólogas, las educadoras, el Centro de Servicio Social, YSUCA y el personal de otras unidades de la comunidad universitaria han prestado ayuda a las personas necesitadas. Pero además, por fidelidad a esa solidaridad primaria, la UCA se siente obligada a dar voz al clamor y a la esperanza del pueblo salvadoreño, golpeado por la irracionalidad, la improvisación y la injusticia humanas, más que por el terremoto mismo. Ninguna catástrofe es sólo natural; más aún, sus consecuencias se deben más a la acción humana que a las fuerzas de la naturaleza. Movida por su identificación con la causa popular y desde el cristianismo que la inspira, la UCA levanta su voz y se compromete, junto con otras personas e instituciones, a contribuir a la construcción de un nuevo El Salvador.
1. El Salvador es un país pobre, vulnerable e injusto
El terremoto del 13 de enero afectó, con intensidad diversa, dos tercios del territorio salvadoreño más densamente poblado, segando vidas, destruyendo viviendas, edificios públicos, infraestructura y medios de producción agrícola. El país ha perdido mucho de lo poco que tenía. Las estadísticas oficiales, aparte de no ser confiables, no pueden recoger todavía la magnitud de la destrucción y del sufrimiento, pero el dato más elocuente lo constituyen las condiciones precarias y de alto riesgo en las cuales vive la mayor parte de la población salvadoreña. El terremoto ha dejado al descubierto la extensión y la magnitud de la pobreza en El Salvador y al mismo tiempo ha echado por tierra la fachada de cierta prosperidad que ocultaba esa realidad de pobreza y abandono. El terremoto ha sacado a la luz los resultados de la política neoliberal, aunque sólo sea porque es la verdad de la inmensa mayoría.
El viejo El Salvador, el de siempre, el de esa mayoría es el que reclama ayuda y el que exige desde su abandono la construcción de una sociedad salvadoreña más humana, equitativa y justa. La construcción de esta nueva sociedad, donde la totalidad de sus miembros tenga garantizada la vida ante los riesgos que la amenazan, asegurada la satisfacción de sus necesidades básicas y oportunidades para desarrollar su potencial creador, tiene también una dimensión nacional. El primer paso para construir esta nueva sociedad es la superación de la vulnerabilidad a la cual está expuesta la población salvadoreña.
Siendo un territorio de intensa actividad sísmica, un terremoto es un hecho natural en El Salvador. Lo que no es sólo natural son las consecuencias de su fuerza destructiva, porque ésta pudo ser mitigada. No lo fue porque El Salvador es un país vulnerable, es decir, sus comunidades y sus habitantes pierden su modo y nivel de vida con relativa facilidad y frecuencia por estar expuestas a peligros diversos. No es extraño, entonces, que después del Mitch se hayan sucedido el dengue hemorrágico, la intoxicación masiva de alcohólicos, la diarrea y el terremoto. Dada la vulnerabilidad existente, no puede considerarse que ésta sea la última catástrofe que asolará al país. La vulnerabilidad de El Salvador es: (a) física, por ser un territorio expuesto a huracanes y a la actividad sísmica; (b) ambiental, porque utiliza de forma irracional sus recursos renovables y no renovables, poniendo en grave peligro su propia viabilidad; (b) económica, porque no puede garantizar el nivel de consumo de la mayoría de su población, porque su ingreso familiar experimenta alteraciones imprevisibles, porque no permite el ahorro ni el seguro, reservas indispensables para enfrentar los malos tiempos, porque ha impulsado un desarrollo que es prácticamente insostenible como se acaba de comprobar; (c) social, porque carece de las instituciones y la organización comunitaria indispensables para prevenir los riesgos y mitigarlos cuando éstos se concretizan, por la violencia y la inseguridad, todo lo cual deja a las familias abandonadas a sus propios recursos; (d) cultural, porque no existe un patrón de conducta ni de prevención ante el riesgo permanente, de tal manera que carece de un mapa de riesgos y de planes de contingencia.
Las amenazas que se ciernen sobre el poco bienestar de la población salvadoreña son impredecibles. Contrarrestar su vulnerabilidad es la única manera de reducir el riesgo al mínimo y evitar la inseguridad. Esto incluye identificarlo, prevenirlo y mitigarlo, prestando atención especial a las políticas públicas relacionadas con los patrones de vida de la población, a la promoción de la organización comunitaria, al desarrollo de la investigación especializada, a la creación de modelos que estimulen la participación, etc. La exposición al riesgo implica pérdidas, con frecuencia irreparables e irreversibles, o perjuicios, incluyendo diversas incapacidades, desplazamientos forzados, ruptura de la unidad familiar y comunitaria, enfermedades y daño psicológico.
La pérdida y el daño con frecuencia se convierten en un obstáculo, a veces insuperables, para recuperar el modo y el nivel de vida antes de la catástrofe. Esto significa más pobreza, cuando no el quedar condenado a vivir en ella. Por eso, la vulnerabilidad es más social que natural, aun cuando su principio sea natural. La vulnerabilidad afecta a todos, pero más a los pobres, porque su vida es tan precaria que un ligero desequilibrio es un empujón hacia la indigencia total, de la cual ya no pueden salir. Entre más desigual sea la distribución de la riqueza, del ingreso y del consumo, mayor es la magnitud de un terremoto sobre la vida de las personas y la sociedad. La vulnerabilidad es, pues, consecuencia de la injusticia.
El riesgo permanente al cual la mayor parte de la población salvadoreña se encuentra expuesta y la desidia y la negligencia del Estado, aun cuando sus gobernantes insistan en la capacidad de los salvadoreños para sobreponerse, evidencian el menosprecio a la vida. Es cierto que la población se esfuerza por superar las catástrofes, pero pagando costos muy elevados, incluso perdiendo la vida, y con frecuencia sin otra alternativa que la pobreza. Vivir en El Salvador siempre ha sido una carga muy pesada para la mayoría de sus habitantes, pero después del 13 de enero, esa carga será todavía más pesada.
2. El Salvador es un país dividido y antagónico entre los muchos pobres y los pocos ricos
El terremoto ha sacado a la luz la estructura de la realidad salvadoreña, despojándola de sus falsos recubrimientos ideológicos. Aunque golpeó a todos, no lo hizo de la misma manera. La inmensa mayoría pobre ha sido la más golpeada. Ella integra la mayoría de los muertos, heridos, desaparecidos, refugiados, sin casa, hambrientos y enfermos aunque cabe destacar los centenares de muertos soterrados en una colonia de clase media. Esa mayoría es la que reclama una distribución equitativa de una ayuda que considera propia. La misma realidad se observa desde el otro extremo, en la composición de la Comisión Nacional de Solidaridad, encargada de distribuir la ayuda oficial, la cual está integrada en su totalidad por los propietarios de los bancos y de las grandes empresas, quienes además militan en ARENA. El presidente Flores entregó a estos grandes empresarios, a quienes los pobres llaman los ricos, la administración de la ayuda oficial, para mantener al margen al aparato gubernamental y así evitar la corrupción; pero en la práctica, esta comisión no puede ser desligada de ARENA, ni de su gobierno. Al buscar eficacia, pero sobre todo lealtad al partido, el gobierno excluyó en un inicio a todos los otros sectores sociales, en lo que no puede ser interpretado sino como una muestra grande de debilidad.
El terremoto evidencia, pues, con bastante claridad la gran fractura que atraviesa a la sociedad salvadoreña, partiéndola en dos. Una minoría muy rica, que muestra su buena voluntad, o su mala conciencia, o las dos cosas a la vez, integrando una comisión de emergencia, y una mayoría que debe resignarse a recibir lo que aquélla quiera entregarle, cuando ella lo disponga y en la forma que ella lo determine. La fractura divide de manera insalvable hasta ahora a la mayoría abatida por el terremoto, que la ha despojado de lo poco que tenía, y a una minoría privilegiada, inmune a esta clase de riesgos y además impune, con disposición a ayudarla a mitigar los efectos inmediatos de la catástrofe, pero no a sacrificarse como para que pronto pueda recuperar su nivel de vida anterior, ni mucho menos para que lo supere, alcanzado cierto bienestar. En realidad, se limita a administrar la ayuda oficial del exterior. No puede ser solidario aquello que de por sí es excluyente y que además se coloca en una posición de superioridad desde la cual actúa con prepotencia. El Salvador está polarizado, pero no tanto en términos políticos como a lo largo de una línea social y económica muy clara. El terremoto botó la fachada democrática que ocultaba esta realidad social excluyente e injusta para la mayoría salvadoreña.
Esta, sin embargo, se ha hecho sentir. De entre ella se han levantado voces reclamando ayuda y también voces de protesta, que no acusan a las fuerzas ciegas de la naturaleza o a Dios de su desgracia, sino al Estado salvadoreño, a su gobierno y más en concreto a los ricos. Los términos utilizados han sido muy duros, pero también muy sentidos. La conformación de la comisión de emergencia gubernamental en lugar de convertirse en factor de unidad nacional, marcó aún más la brecha que separa a estos dos grandes bloques sociales, muy desiguales y confrontados. Al final de la primera semana, el gobierno se vio obligado a retroceder e incluyó a los alcaldes en la distribución de la ayuda oficial, pero lo hizo desde arriba y girando instrucciones confusas e incluso contradictorias..
Además, la crisis ha puesto en evidencia otro problema grave: la incapacidad gubernamental para administrar la cosa pública. Esta incapacidad comienza por lo básico, puesto que ni siquiera cuenta con datos sólidos sobre la intensidad del sismo, ni el territorio afectado, ni los damnificados. Consecuencia de esta incapacidad fue la falta de coordinación y la pugna entre instancias gubernamentales. Ante su propia debilidad institucional, el gobierno ha reaccionado con la centralización, debilitando aún más su capacidad de respuesta. Celoso hasta el extremo de lo que recibe, ha preferido la precisión contable a atender una necesidad que exige asistencia inmediata y comprensión. En vez de esto, el gobierno ha presentado la cara fría del administrador. Si El Salvador contara con una red de alcaldes y comités locales de emergencia bien organizados, los damnificados podrían haber sido atendidos de una manera más rápida, eficiente y humana. La centralización actual ha probado ser excesiva para las dimensiones de la catástrofe. Pero temeroso de los posibles avances de la oposición y, en último término, de la sociedad misma, el gobierno de ARENA se ha resistido a descentralizar. El interés político es más poderoso que la razón y la ética.
Esto ha incrementado el aislamiento del gobierno de la sociedad. Es el aislamiento de un poder ejercido de manera absoluta. De ahí que del control de la ayuda se haya pasado pronto a censurar la información y a atacar los medios independientes. En estos vicios no pueden verse simples fallas, ni atribuirlas a la magnitud del terremoto, porque es la misma ambición de poder y su afán por controlarlo todo que se observa a lo largo de la última década de gobiernos de ARENA, excepto que el terremoto las ha despojado de los recubrimientos democráticos que las ocultaban, dejándolas al desnudo.
Todo esto muestra que la sociedad salvadoreña no se encuentra reconciliada, sino separada y enfrentada. No sólo son las violaciones de los derechos humanos de la guerra las que la dividen, sino, además, la cruda realidad económica y social. Aunque la ausencia de reconciliación ya había comenzado a manifestarse en protestas populares a propósito de la dolarización, el terremoto ha sacado de las entrañas de la sociedad salvadoreña una injusta estructura social que sus dirigentes querían ignorar.
3. La presencia misteriosa de Dios en la tragedia
Aunque es más fácil hablar sobre la tragedia y la maldad que sobre la vida y la bondad, en medio de la tragedia la vida ha seguido empujando con fuerza. Esa fuerza de la vida es la que ha movido a tantas personas a solidarizarse con los damnificados del terremoto, compartiendo esfuerzos para desenterrar a quienes quedaron atrapados en deslaves y escombros, para acoger, alimentar y cubrir a quienes lo perdieron todo y para animar desde la fe y la esperanza en el Dios de Jesús. En estos afanes se destaca la presencia de la mujer, referente clave de la vida y siempre dispuesta a brindar la más primaria de las solidaridades: cuidar a los niños, animar a los desanimados y luchar por la vida sin claudicar. Cabe destacar también la solidaridad internacional que, al igual que en otras ocasiones, ha sido abundante y pronta; aunque, por razones humanas, éticas y cristianas debiera ser más de mediano y largo plazo.
En esta decisión primaria de vivir y dar vida surge una especie de santidad primordial, que no se pregunta si es obligación o virtud, si es necesidad o libertad, si es mérito o gracia. No es la santidad de las virtudes heroicas, sino aquella de la vida heroica, que sólo el corazón limpio sabe reconocer. Estos pobres que claman por vivir, sean santos o pecadores, mueven el corazón. Ellos cumplen de manera insigne la vocación primordial de la creación: ser obedientes a la llamada de Dios a vivir y a dar vida a otros, aun en medio de las ruinas dejadas por el terremoto. Es la santidad del sufrimiento, cuya lógica es diferente, pero más primaria, a la de la santidad de la virtud. Ante estos pobres bien puede decirse lo que dijo el centurión romano ante Jesús crucificado: verdaderamente, éstos son hijas e hijos de Dios.
El misterio de Dios se encuentra en esa vida buscada y entregada en medio de las ruinas, pero para descubrirlo es necesario dejarse afectar por la tragedia de los pobres. Dejarse afectar es sentir dolor por las vidas truncadas o amenazadas, es sentir vergüenza por lo que hemos hecho de esta porción de la creación que Dios nos ha encomendado y es sentirse llamado a construir una sociedad nueva, en la cual el hombre y la mujer nueva, movidas por el espíritu de Dios, puedan desarrollarse y alcanzar la plenitud. Es sentirse llamado a contribuir activamente en la nueva creación, donde ya no haya vulnerabilidad, donde los bienes sean compartidos, donde el bien común sea la norma de conducta social e individual, donde predominen la verdad, la justicia y la paz, donde la vida fluya y fluya en abundancia. Es una llamada a la compasión activa, que es lo que salva. La reconciliación que la sociedad salvadoreña reclama para erradicar de su seno el pecado mortal en el cual vive sólo podrá alcanzarse trabajando por esa nueva creación que Dios quiere.
A la pregunta por dónde está Dios en el terremoto no hay respuesta lógica ni convincente. Dios está en el silencio y el abandono de la tragedia, así como lo estuvo en la cruz de Jesús. Pero esa no es su última palabra, sino la vida y el amor. Por eso, ahí se encuentra la respuesta a la pregunta por su presencia. El misterio último está en la esperanza que nace de las ruinas de la catástrofe. La mayor tragedia es la destrucción de lo humano de un pueblo, del deseo de buscar y dar vida y amor. La solidaridad mayor es contribuir a crear vida nueva desde las ruinas. En esto consiste el misterio de lo humano: en el llevarnos mutuamente, dando y recibiendo lo mejor que tenemos. Cuando esto es posible se produce el milagro de la mesa compartida, el gozo inmenso de ser familia humana. Entonces, como dijo Mons. Romero, sobre estas ruinas comenzará a brillar la gloria de Dios. Más que reconstruir el viejo El Salvador, necesitamos construir El Salvador nuevo, justo y fraterno.
San Salvador, 13 de febrero de 2001.
"Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones"
Salmo 46:1
Hermanas y Hermanos Salvadoreños:
I. Gracia y paz de Dios a cada una y cada uno con sus familias.
En esta hora de dolor, a causa de la tragfedia provocada por el terremoto del pasado sábado 13 de enero, queremos expresar nuestra más sentida solidaridad cristiana con todas las familias salvadoreñas, especialmente aquellas directamente afectadas por esta tragedia.
Sentimos la responsabilidad de expresar nuestra Palabra Pastoral frente a esta situación de catástrofe y desgracia a nivel nacional.
II. LA CREACION GIME
"Porque sabemos que hasta ahora
el universo se queja y sufre"
Romanos 8:22(a)
¿Por qué esta tragedia?
Unido a estas situaciones trágicas, ha estado el fenómeno histórico y estructural de la pobreza y la miseria, con dimensiones deprimentes y humillantes para la mayoría de salvadoreños. Frente a esta situación de miseria, ha existido una cultura de indiferencia, que atropella de forma sistemática la vida y dignidad de los pobres.
La codicia, la ambición de lucro y de poder, ha creado grupos privilegiados y ha sometido a condiciones de opresión y exclusión a la mayoría de salvadoreños, olvidando su condición de hijas e hijos de Dios.
Creemos que ante esta situación de iniquidad y precado, la tierra se ha expresado, ha hecho sentir su grito, como un gemido indecible.
La tierra ha querido sacudir nuestras conciencias y convocarnos desde la tragedia y desde las víctimas martiriales, a un reencuentro como familia salvadoreña.
III. Afirmamos en medio del dolor, nuestra Fe y Esperanza en el Dios creador y restaurador.
"Oh Dios restáuranos,
Haz resplandecer tu rostro y seremos salvos"
Salmo 8):3
Somos los seres humanos quienes anteponemos la soberbia, la ambición, la codicia, perturbando la relación armoniosa de toda la creación.
El pecado se ha entronizado en todos los niveles de la vida nacional, vivimos en El Salvador un desorden histórico; a lo largo del último siglo, una a una, las crisis se han acumulado y nos sitúan en una coyuntura que amenaza el futuro de nuestra nación.
Es nuestro deber, recordar a todos nuestros compatriotas, este estado de pecado en el que vivimos, invitándoles a dar un espacio a Dios tanto en las vidas personales, familiares, como en la vida de la nación.
La tierra nos ha recordado en las vidas martiriales, nuestra condición de fragilidad humana y a la vez la disposición misericordiosa de Dios para que construyamos con El condiciones de vida digna.
IV. Dios nos llama a reconstruir para una vida digna, en justicia y paz
"Si el Señor no edifica la casa
En vano trabajan los que la construyen"
Salmo 127:1
Este es un momento histórico, crítico y decisivo para el futuro de El Salvador; desde nuestra condición de iglesias y con un espíritu pastoral, creemos que no se puede reconstruir en este país las mismas condiciones de pobreza, de marginación y exclusión.
Todos los hijos e hijas de Dios somos convocados a dar lo mejor de nosotros, para transitar por el camino de la reconstrucción con una visión clara y sensata hacia la edificación de condiciones de vida digna, de equidad y de paz.
Junto a los ladrillos, a las piedras, junto al cemento, la reconstrucción requiere de una real voluntad de solidaridad, de fraternidad y de unidad por un futuro distinto para las nuevas generaciones de salvadoreños.
Hermanas y hermanos, es la hora de volvernos a Dios y que sea El quien nos conduzca en la construcción de un país de bendición para todos los que lo habitan.
"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva,
Y oí una voz del cielo que decía:
He aquí el tabernáculo de Dios entre los hombres.
Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos,
Y ya no habrá muerte, ni clarmor, ni dolor,
Porque todas las cosas viejas psaron,
Y el que estaba sentado en el trono dijo:
"He aquí yo hago nuevas todas las cosas´".
Apocalipsis 21:1-5
Iglesia Episcopal de El Salvador
Iglesia Luterana de El Salvador
Iglesia Reformada Calvinista de El Salvador
Iglesia Bautista Emmanuel
San Salvador, El Salvador, 27 de enero de 2001.
En el pasado mes de diciembre el Equipo Maíz tuvo conversaciones con La Prensa Gráfica para publicar el suplemento de edu-comunicación que dicha organización regularmente produce. Pero a la hora de las horas La Prensa Gráfica se negó a publicar el suplemento, que se titulaba La privatización o el nuevo colonialismo; y esto a pesar de que no se le estaba pidiendo un favor, pues el costo económico de la publicación es de por sí muy alto. El periódico no dio las razones de la negativa. El Equipo Maíz optó por publicarlo en Co-Latino el 14 de diciembre. El suplemento no decía nada que ya no sepamos, pero lo decía con un lenguaje claro y directo: que el país está en venta y ha quedado en manos de las empresas transnacionales y de un reducido grupo de familias salvadoreñas muy poderosas.
Una experiencia similar sucedió en el mes de mayo del año recién pasado con El Diario de Hoy, medio en el que el Equipo Maíz publicaba regularmente los suplementos. A raíz de la edición de un suplemento sobre educación de la sexualidad que trataba el tema de la virginidad, el periódico decidió unilateralmente rescidir el contrato, aduciendo que existen diferencias insalvables entre la filosofía del diario y los objetivos del Equipo Maíz. Lo cierto es que la publicación desató una histérica campaña de lo que se ha dado en llamar la "derecha religiosa", que indudablemente presionó al diario para negar el espacio a otras opiniones. El cierre de espacios para expresar la opinión sobre diversos temas de la realidad del país no es cosa nueva, lo mismo le sucedió a Monseñor Romero, quien en una de sus homilías decía:
Cuando hemos querido publicar algo que toque las estructuras económicas, encontramos la oposición de los mismos anunciantes. Yo mismo fui desterrado de un periódico donde los anunciantes dijeron que no convenía que yo escribiera en el periódico. Con esta libertad ¿cómo vamos a abrir las páginas de los periódicos? Solamante se publican las cosas que dejan pasar los que anuncian (Homilía 14 de octubre de 1979, VII p. 350).
Las cosas no parecen haber cambiado mucho. Los medios de comunicación social con más poder y difusión practican la auto-censura por temor a perder anunciantes. Los intereses económicos están por encima de la libertad de expresión. El periodismo es un negocio. La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy se precian de ser periódicos modernos, que defienden la libertad de expresión y que realizan un periodismo de investigación y denuncia. Quisiéramos pensar que estos periódicos ya no son lo que eran en los tiempos de la guerra: medios de la mentira y la tergiversación al servicio del poder político y económico, como en repetidas veces lo denunció Monseñor Romero; pero los hechos señalados nos indican que aún persisten viejas prácticas del pasado. Monseñor Romero decía:
La corrupción de la prensa forma parte de nuestra triste realidad, revela la complicidad con la oligarquía. El papel de la prensa tiene que ser el de canal de información de la verdad, su misión consiste en predicar la verdad. Lamentablemente aquí ocurre todo lo contrario: la noticia es manipulada, se silencian hechos graves que comprometen a la oligarquía, se tergiversan las noticias relacionadas con la represión y la víctima es presentada como culpable, se falsifican las fotografías y se montan composiciones para engañar a los lectores. Para qué decir más: la verdad se oculta, no se dice en El Salvador. Lo he denunciado muchas veces. He subrayado que la prensa debería ser instrumento al servicio del pueblo para la transformación de la sociedad (Entrevista a Prensa Latina; 15 de febrero de 1980; La voz de los sin voz, pp. 443-4440.
Los medios de comunicación (o incomunicación) social más poderosos aun están muy lejos de ser medios de comunicación "al servicio del pueblo". Si quieren dar muestras claras de ello, deberían primero pedir perdón por el daño que causaron durante los años de la represión y la guerra. Basta leer los anexos al Informe de la Verdad (1992-1993) para comprobar el lamentable rol que desempeñaron estos periódicos en esos años. Y en segundo lugar, independientemente de cual fuere su posición editorial, la prensa escrita debe abrir sus páginas a otras voces que provengan directamente del pueblo y de sus organizaciones.
Miguel Cavada Diez
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, acaba de publicar un informe sobre la niñez, dirigido a sensibilizar a la comunidad internacional sobre la situación de la primera infancia, es decir de 0 a 3 años. La conclusión es que tres grandes amenazas se ciernen sobre la niñez del planeta: la pobreza, los conflictos armados y el SIDA,
Pobreza. En medio de una prosperidad económica sin precedentes 1,200 millones de personas viven en la pobreza con menos de un dólar diario, y de ellos 500 millones son niños/as. 170 millones niños están mal alimentados, más de 100 millones jamás acuden a la escuela y uno de cada diez sufre algún tipo de discapacidad. En 1999 once millones de niños/as menores de cinco años murieron por causas que podrían evitarse fácilmente. De los niños nacidos hoy en los países pobres, cuatro de cada diez vivirán en la extrema pobreza, la cual define todos los aspectos de la existencia del niño, desnutrición, falta de agua no contaminada, menor esperanza de vida.
Violación de derechos humanos. Los derechos de la niñez, consagrados en la Convención de los Derechos del Niño -ratificada por todos los países con excepción de Estados Unidos y Somalia- se violan todos los días. Debido a la pobreza, carecen de maestros, medicamentos, retretes y, en algunos casos, de alimentos suficientes y agua potable. Millones de niños/as son vendidos/as como esclavos a fin de pagar las deudas de la familia. Otros tantos son abandonados a su suerte en los tugurios urbanos, mientras sus padres salen a trabajar. Otros son forzados a prostituirse o se ven obligados a trabajar desde los cinco años en oficios insalubres, en jornadas agotadoras, en régimen de esclavitud o semi-esclavitud, sin protección social o médica.
Agresión y violencia. La niñez sufre los estragos de la violencia familiar, de las guerras modernas y las luchas étnicas, y de las políticas internacionales, "en virtud de las cuales mueren lactantes y niños como resultado de las sanciones económicas".
"Es una trágica paradoja que las mujeres y los niños corran mayores riesgos allí donde deberían disfrutar de mayor seguridad: en el hogar. La violencia contra la mujer suele ir acompañada de violencia contra los niños y así se perpetúa el ciclo de comportamientos destructivos y modelos de comportamiento negativos en el niño que crece y presencia esos episodios".
En la actualidad hay más de 20 conflictos armados, ubicados sobre todo en los países pobres. Se estima que entre un 80% y un 90% de quienes mueren o resultan heridos son civiles, mayormente mujeres y niños. Solamente en el decenio pasado, dos millones de niños murieron en las guerras, seis millones resultaron heridos o permanentemente discapacitados y 12 millones quedaron sin hogar.
En algunos conflictos recientes de Sierra Leona, Sudán y Uganda septentrional los/as niños/as presenciaron la tortura y el asesinato de los miembros de sus familias, en tanto que en Chechenia (Federación Rusa) padecieron bombardeos y explosiones. Durante el genocidio practicado en 1994 en Rwanda, 250.000 niños fueron masacrados, y en 1999, durante la depuración étnica de Kosovo, muchos fueron expulsados de sus hogares y separados de sus familias.
VIH/SIDA. El virus ha contagiado a 34,3 millones de personas en todo el mundo, de los cuales 1,3 millones son menores de 15 años. La catástrofe del SIDA está presente en todas los continentes, pero se ensaña sobre todo con la Africa del Sur del Sahara, en donde reside el 10% de la población mundial, el 70% de las personas contagiadas con el VIH y el 90% de los huérfanos del SIDA. En América Latina y El Caribe hay 1,7 millones de personas con VIH/SIDA y de ellos 37.600 son niños/as.
Eduardo Tamayo, Ginebra
Hace nueve años, el 16 de febrero de 1992, se organizó en Kinshasa una marcha pacífica con el fin de reclamar la reapertura de la Conferencia Nacional soberana, considerada por el pueblo como la única vía hacia la instauración de un estado de derecho en el Congo. Esta marcha fue reprimida con sangre por el poder dictatorial de Mobutu.
Hoy, nueve años después, un colectivo compuesto por 15 grupos y asociaciones se proponen conmemorar de manera especial este aniversario. Los preparativos de las manifestaciones conmemorativas que comenzaron en el mes de diciembre se han desarrollado bien. Publicamos el comunicado que han elaborado las comunidades.
Pueblo congoleño. ¡Haz memoria y recupera tu valor!
¡Los mártires parecen olvidados en nuestra memoria! Sin embargo, en esta fecha volvemos a recorrer el camino efectuado, volvemos a ver como en un sueño la película de St-Joseph, de la Estación Central, del mercado Gambela y otros lugares de encuentro de los valientes manifestantes no violentos. Sí, ese día logramos mostrar que éramos capaces de organizarnos, de estar juntos, todas las confesiones unidas, alrededor de un único ideal: la libertad, la paz duradera.
La no violencia activa como técnica de lucha contra toda injusticia tuvo un éxito total. El mundo entero quedó sorprendido con la valentía y la determinación del pueblo congoleño para decir no a una dictadura fuerte y enraizada. Todavía hoy, este mismo pueblo dice no a la guerra y a sus horrores, no a los enemigos que, tanto en el este como en el oeste, le tienen prisionero de sus ambiciones y de su voluntad de beneficiarse ellos solos de los beneficios que generan los recursos de nuestro país. No a cualquiera, tanto en el este como en el oeste, que retrase voluntariamente y de manera cínica el establecimiento del Diálogo Intercongoleño.
La no violencia activa como espíritu y estilo de vida se había encarnado en cada uno de los manifestantes, gracias a una preparación espiritual sin precedentes, por medio de oraciones y ayunos, y sobre todo por medio del control sobre cualquier reflejo violento cuando la represión bárbara del poder de la época se comportó brutalmente con la población en su marcha pacífica. El balance de esta marcha pacífica fue muy grave: varios muertos y miles de heridos, de disminuidos físicos, de traumatizados y de desaparecidos.
(La liberación no puede obtenerse en esta tierra sin vertir una gota de sangre! Como Jesús, estos mártires han pagado con su vida para que la multitud tenga vida en abundancia. Os invitamos a que cada uno de vosotros, testigos de la historia del 16 de febrero, recoja el cayado del peregrino con valor y determinación para decir no a la represión, a la nueva dictadura interna o externa y para decir sí a la libertad, a la dignidad y al respeto a la vida.
Kinshasa, 4 de enero de 2001, día de los mártires
* * *
"Sigue valiendo más, informativamente hablando, un blanco secuestrado que 10.000 congoleños torturados o asesinados".
(Gerardo González Calvo, Redactor-Jefe de Mundo Negro)
El 6 de febrero, en Morelos, don Samuel Ruiz aseguró que los movimientos indígenas que actualmente surgen en el continente son relevantes cuando luchan "contra gobiernos opresores como los que vivimos en estos tiempos ominosos".
Pronunció una homilía en una misa en conmemoración del octavo aniversario de la muerte del obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, en recuerdo del recién fallecido prelado Luis Reynoso y por la paz en Chiapas, todo ello en el marco de actividades iniciadas por la sociedad civil previas al paso zapatista por Morelos. Don Samuel Ruiz dijo que la interpretación del Evangelio cristiano y su proyección a situaciones sociales e históricas generan una Iglesia de compromiso social como la fundada por Méndez Arceo Y añadió: "siempre manifestó su preocupación por los indígenas de Chiapas". Comentó que don Sergio siempre lo apoyó en su labor pastoral, "así como siempre acompañó en San Cristóbal de las Casas el sufrimiento de los indígenas". Además fue el fundador del Centro defensor de los derechos humanos Fray Bartolomé de las Casas, que preside don Samuel.
En un momento dijo don Samuel: "don Sergio siempre vivió al filo de la navaja, al filo de su misión por ser un crítico al interior de la Iglesia, que dejó como herencia la práctica católica de compromiso social que hoy muchos otros pastores han comenzado a ejercer basados en sus principios".
Al recordar a don Sergio, Samuel Ruiz manifestó que su obra de "reviste una dimensión fundada en su pasado, viva en el presente y por sus ideales proyectada hacia el futuro, con aliento de esperanza y de amor a los pobres, que son resultado de un conflicto que se debe atender con prioridad". Igualmente, dijo que "puso los cimientos para que los indígenas iniciaran su lucha a favor de la igualdad, la justicia y su autonomía, la que aún continúa en nuestros días".
Don Samuel recordó cuando un grupo de jóvenes manipulados por fanáticos católicos llamó "obispo rojo" a quien fuera su compañero en Roma. Don Sergio respondió a las injurias con "el silencio, la prudencia y el perdón a sus agresores".
Casi al final de la misa, los casi dos mil feligreses que acudieron a la celebración luctuosa y misa por la paz en Chiapas, oraron para que el presidente Vicente Fox cumpla las peticiones de los indígenas chiapanecos, y la ciudadanía otorgue su apoyo a los integrantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) durante la caravana que iniciarán rumbo a la capital del país.
Luego de la liturgia, se colocó en el altar de la catedral de Cuernavaca una ofrenda que incluyó una copia de los acuerdos de San Andrés Larraínzar y del Plan de Ayala.
El día 30 de enero organizaciones sindicales de Riobamba, Empresa Eléctrica, Cemento Chimborazo, Profesores, el Seguro, Campesinos, las comunidades eclesiales de base realizaron una marcha para demostrar al gobierno que no son solamente los indígenas los que reclaman, y que el campo y la ciudad están unidos para decir un rotundo no a las medidas económicas y a la política neoliberal del gobierno.
En este contexto, el 31 por la mañana los miembros del Parlamento Indígena Popular se tomaron la catedral de Riobamba, que se ha convertido en el centro donde convergen todas las manifestaciones y el lugar desde donde se hace oír la voz de los indígenas por medio de escuelas radiofónicas populares. Lo notable en este caso es que los 50 indígenas católicos y evangélicos que tomaron catedral fueron apoyados por Monseñor Víctor Corral, obispo de Riobamba.
El 1 de febrero a las 9 a.m. Monseñor Corral avisó en una entrevista por la radio ERPE, desde la catedral, que acababa de tener un contacto telefónico con el Presidente del Ecuador, Gustavo Noboa. Monseñor le había expresado su preocupación por la situación del país y que era necesario que el Presidente mismo dirigiera el diálogo con los indígenas. Le expresó también con claridad que las exigencias de los indígenas en Quito son: la libertad inmediata de su máximo líder Antonio Vargas y el permiso de una marcha hoy día en Quito. Sobre esto no se pronunció el Presidente Noboa. A la pregunta de cómo permitió la toma de la catedral contestó:
1. Para buscar una solución pacífica en vez de tomarse la gobernación provincial de Chimborazo a la fuerza.
2. Prestar atención a los reclamos justos de los indígenas que están luchando contra el hambre que es cada vez mayor, y para sobrevivir.
3. No son intereses políticos, son pedidos para mejores condiciones de vida. Es una lucha por la vida, como fue la misión de Jesús mismo.
Entre los que tomaron catedral estaba el dirigente de los indígenas evangélicos Jerónimo Yantalema. Cuando la radio ERPE le preguntó por qué estaba en una catedral católica respondió: "el Dios de la vida y las necesidades de los pobres son iguales".
Terminamos esta breve crónica con el manifiesto de la Diócesis de Riobamba.
El día de hoy martes 30 de enero, hemos visto con emoción desfilar pacíficamente a más de veinte mil indígenas por las calles de la ciudad de Riobamba. Dejando las alturas y venciendo las distancias, una vez más manifiestan su descontento frente a la marginación y la injusticia, su reclamo de dignidad, valoración e igualdad de derechos y obligaciones y su angustia por sobrevivir en un mundo neoliberal cargado de signos de muerte.
La Iglesia de Riobamba que ejerce su misión evangelizadora dentro y junto al pueblo de Chimborazo, indígena y pobre en su gran mayoría, no puede quedar indiferente y callar. Por eso los agentes de Pastoral junto con su Obispo y a nombre de la Iglesia de Riobamba hacemos pública nuestra posición frente a los acontecimientos que vive el País.
1. Constatamos una vez más que el pueblo indígena se presenta como conciencia viva del pueblo ecuatoriano que sufre y que no quiere atentar contra la institucionalidad. Es fuerza que arrastra a otros movimientos y organizaciones para levantar su voz en contra de las medidas económicas del 28 de diciembre del 2000.
2. Notamos que la preocupación e interés del Gobierno va en la línea de responder a las consignas del Fondo Monetario Internacional y a las presiones de los sectores poderosos de siempre, y no de atender y ser respuesta a la situación critica de las mayorías.
3. Lo que San Juan llama pecado del mundo, Juan Pablo II lo llama hoy "pecado estructural", que es el sistema económico, social, político y cultural de explotación, miseria y corrupción que hace a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Este pecado es el que está viviendo nuestra sociedad y ante el cual la Iglesia no puede callar su voz.
Frente a estas constataciones y reflexiones y a nombre de toda esta Iglesia Particular, que la componen centenares de comunidades cristianas pobres y sufrientes, pedimos, solicitamos y urgimos al Gobierno Nacional.
1. Llamar a un urgente e inmediato diálogo sin prejuicios, ni posiciones preconcebidas. Sólo el diálogo franco, sincero y de escucha y comprensión recíproca puede ayudar a encontrar soluciones nuevas a problemas viejos.
2. Ordenar que cese inmediatamente la represión. A quienes buscan acallar el hambre suya y de sus hijos no se les contesta con la violencia que causa muertos, heridos, encarcelados.
3. Felicitar la actitud noble y pacífica del Movimiento Indígena de Chimborazo por reclamar no sólo para sí, sino en bien de todos los ecuatorianos.
4. Solidarizarse con la Universidad Politécnica Salesiana de Quito por escuchar el clamor del pueblo y abrir sus puertas a los indígenas y movimientos sociales.
La vida, la justicia, la fraternidad, la verdad y la libertad son valores del Reino de Dios y derechos que Dios mismo da a todo ser humano. A nombre de ellos hablamos, denunciamos y esperamos que se escuche el clamor indígena y popular.
Riobamba, 30 de enero del 2001
+ Victor Corral Mantilla P. Jorge Moren
Obispo de Riobamba Vicario General
P. Carlos Vera Sr. Delfín Tenesaca
Vicario de Indígenas Co-vicario de Indígenas
Representante de Religiosas Julia Serrano
Representante Agentes de
Pastoral Laicos
Con motivo de la reciente catástrofe, se oye decir a muchos: el país somos todos. Es cierto. Pero también es cierto que detrás del enunciado animoso se esconde una realidad de desánimo: en condiciones de normalidad. ¡El país no es de todos!
De la noción y realidad del país quedan excluidos los pobre. Y de aquí parte todo el via crucis de la marginalidad: pobre y analfabeto; pobre y huelepega; pobre y prostituta; pobre y sin oficio; pobre y maricón; pobre y desempleado; pobre y asaltante; pobre y marero; pobre y tortillera; pobre y campesino; pobre y vendedora ambulante; pobre y travesti; pobre y vendedor de lotería; pobre y acarreador; pobre y vendedora de tamales; pobre y carpintero. Y una interminable galería de pobres, cada uno con una versión particular del sufrimiento.
Pero a la hora de ciertas horas: "¿Cómo hacemos para tener todas las firmas y asentar este volado como partido, vos?" ¨Pidámoselas a los pobres: y si no saben firmar, que marquen con el dedo". "Necesitamos un vergo de votos, vos; ¿cómo le hacemos?" "Saquémoselos a los pobres. Démosles tamales o panes con gallina el día de la votación, ya va a ver". "¡Ciudadanas y ciudadanos: las circunstancias nacionales obligan a un aumento en la tasa fiscal impositiva, bla, bla, bla, bla". Y el aumento de impuestos golpea la espalda de los pobres. "¡Que sirvan para algo estos inútiles!", mientras la riqueza va hacia otros propósitos y destinos.
El reciente terremoto ha develado la placa inaugural del Museo Nacional del Dolor. Y los cuadros han sorpendido a los espectadores. No porque se ignore que El Salvador es un país pobre, sino porque se constata que la tozuda insensibilidad de los mejor favorecidos lo siguen convirtiendo en un pobre país cuyas élites olvidan, excluyen y manipulan la realidad de los más necesitados. Entonces, el país somos todos; (pero no es cierto que sea de todos! Quedan demasiadas voluntades interesadas en que el país funcione como una hacienda privada en donde al peón se le haga lo que se quiera y se le pague lo menos que se pueda.
El Museo Nacional del Dolor no es ideología, ni viejas ideas que murieron cuando cayó el muro de Berlín, ni terca oposición a los gobiernos, ni discurso romántico sesgado, ni mentes calentadas con la teología de la liberación. Es realidad visible e innegable, sobre todo hoy cuando, engolosinados con la globalización, la dolarización, la competitividad, y el abordaje oportuno del "carro de la historia" so pena de quedarnos atrás, la realidad misma ha venido a ponernos otra vez frente a nuestra patética galería nacional del sufrimiento.