Carta a las Iglesias, AÑO XXI, Nº469, 1-15 de marzo de 2001
EDITORIAL: El evangelio de Monseñor Romero en tiempo de terremoto
REALIDAD NACIONAL: Una oportunidad para El Salvador. Izquierda y Situación de desastre
MONSEÑOR ROMERO: Sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor. Entrevista con Monseñor Romero
TERREMOTOS: Santa María Ostuma
TESTIMONIOS: "Desde el primer día me trataron con cariño"
IGLESIA SALVADOREÑA: Un mensaje de fe y esperanza
SOLIDARIDAD: Vidas por la causa Romería de los mártires de la Caminada
IGLESIA SALVADOREÑA: "Tengo compasión de la gente"
Hablar de Monseñor Romero siempre es un evangelio, una buena noticia. Y quizás lo es más este año en medio del terremoto. Digamos cuatro cosas sobre ese evangelio.
1. La esperanza para los pobres. Repetimos tanto en la Iglesia que hay que evangelizar, que debe haber una nueva evangelización, con métodos nuevos y nuevos bríos, que nos olvidamos de lo que es buena noticia, evangelio. Para el ciego evangelio es la vista, para el cojo el poder caminar, para el enfermo la salud. Para el damnificado, diríamos hoy, una casita, volver a su pueblo. Así hablaba Isaías siglos antes de Cristo y así habló Jesús en la sinagoga de Nazaret al comenzar su misión. ¡Qué raro!, dirán algunos. Hablan de evangelizar y todavía no han mencionado a Dios, ni a Jesús, ni a la Iglesia. Y tienen razón. Han mencionado algo mucho más importante: lo que Dios quiere para los pobres.
Dios no es un Dios egoísta que piensa primero en sí mismo, sino que es un Dios bueno como un padre y tierno como una madre, que piensa antes en sus hijos y en sus hijas; en estos días en el más de un millón de damnificados que lo han perdido todo en El Salvador. Por eso decían Isaías y Jesús: "evangelizar es anunciar una buena noticia a los pobres". Esa buena noticia necesitamos hoy urgentemente, y no los gritos y regaños de quienes ven en el terremoto un castigo de Dios. ¡Qué aberración hacer del Dios de los pobres un Dios cruel! ¿Cómo va a querer Dios, defensor del pobre, a quien le promete la bendición del Reino, destruir su casita y matar a sus familiares? Ese no es el Dios del evangelio.
Volvamos ahora a Monseñor Romero. Ha sido el gran evangelizador de nuestro tiempo. Ha anunciado a los pobres de este país, campesinos y campesinas, obreros y señoras del mercado, desempleados e inmigrantes, una buena noticia. La buena noticia del reino de Dios. Y hasta el día de hoy no hay entre nosotros evangelización, antigua o nueva, que se la compare. "La pobreza, decía, toca el corazón de Dios". Y dando la vuelta al argumento decía "Lo que Dios quiere es una mesa compartida para todos". Añadiendo las inolvidables palabras de Rutilio, "una mesa con manteles largos para todos, cada uno con su taburete y que para todos llegue el conqué". Ese es el evangelio del Reino de Dios.
2. Jesús fue buena noticia también, como dice Pablo, por su muerte y resurrección. Puede aceptarse lo segundo, pero es difícil de aceptar lo primero. Sin embargo, Monseñor Romero lo muestra muy claramente. Cuando murió lo lloraron como sólo se llora a un padre o a una madre, porque lo mataron por ser su defensor. Dijo que a él le tocaba "ir recogiendo cadáveres", y eso era amor. "Denunció a todos los opresores, oligarcas, militares, gobernantes, gobierno de Estados Unidos", y eso era amor. "No quiso que el gobierno le diese seguridad mientras no se la diese a su pueblo", y eso era amor. "Se quedó en el país, aún en medio de amenazas, y lo mataron", y eso era amor. Su muerte por lo tanto quedó cubierta en llanto, pero también en el cariño de su pueblo. Cuesta pronunciar las palabras, pero su muerte tuvo también algo de buena noticia: Monseñor Romero murió como el pueblo que tanto amó.
Ahora cada 24 de marzo
%y con mayor profundidad todos los días en el corazón de muchos salvadoreños% Monseñor Romero sigue vivo. Comunica vida y esperanza, deseos de trabajar y comprometerse, fuerza para superar el desencanto y hasta para perdonar a los traidores del pueblo, los de siempre y los de ahora. Ya lo dijo él con toda sencillez: "si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño". Es el evangelio como pascua, la muerte y resurrección de Jesús y la muerte y resurrección de Monseñor Romero.3. Y buena noticia, evangelio, fue el modo de ser de Monseñor. Como Jesús, hablaba con autoridad y con verdad, no como muchos gobernantes, técnicos de la banca y de la economía, militares patrioteros, periodistas asalariados. Como Jesús, era hombre de misericordia hacia los pobres y las víctimas, sin calcular
%como hacen otros% qué riesgos van a correr ante gobernantes y poderosos por tomar partido por los pobres. Como Jesús, su compromiso no fue flor de un día, sino tres años de difamación, persecución, atentados y bombas %sin devolver nunca mal por mal, sino pidiendo conversión y ofreciendo su corazón a quienes le perseguían. Como Jesús, su alegría estaba en su pueblo, en los pequeños, con quienes era antes compañero que pastor, antes padre que maestro. Como Jesús, se ponía ante Dios en total confianza y nos lo mostraba como padre bueno y madre tierna. Y a la vez se ponía ante Dios en total disponibilidad, sin manipularlo ni empequeñecerlo por sus gustos o miedos, ni tampoco con normas o cánones. Monseñor dejó a Dios ser Dios, y ese misterio es el que nos ofreció a todos, incluso a dubitantes y agnósticos.Ver a un hombre así es siempre una brisa de aire fresco, una buena noticia. Pero ver como pone juntas cosas difícilmente unificables es todavía una buena noticia mayor. Como dijimos de Jesús, Monseñor fue a la vez hombre de"misericordia" (ímisereor super turbas") y de"denuncia profética" (¡ay de ustedes los ricos!), hombre de reciedumbre ("quien quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame") y de delicadeza ("tu fe te ha salvado"), hombre de confianza en Dios (íabba, Padre") y de soledad antes Dios (íDios mío, ¿por qué me has abandonado?"). Ver a un hombre así es una buena noticia. El modo de ser de Monseñor fue un evangelio.
4. La misión de Jesús, su pascua y su modo de ser, todo ello forma el gran evangelio de Monseñor Romero, la buena noticia de Dios para nosotros. Vivió tres años siendo evangelio, pero se ha convertido en un hombre para todas las edades, para todos los tiempos. En nuestros días, en tiempo de terremoto, es también una buena noticia. De las ruinas y destrozos es capaz de sacar amor y esperanza. Y nos exige también un cambio de rumbo.
Hacemos un llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay que superar la indiferencia entre muchos que se colocan como meros espectadores ante la terrible situación, sobre todo en el campo. Hay que combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás. Hay que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos servir a las mayorías pobres (2 de abril de 1978).
Terminemos con una homilía suya del 7 de enero de 1979. Decía Monseñor Romero: "aquí todo es destrozo, un desastre, y negarlo es ser loco". Y terminaba con estas palabras que son el mensaje que estos días envía a su pueblo:
"Sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor"
La cultura del pesimismo y del fatalismo
Aparte de las ingentes pérdidas materiales y humanas dejadas por los dos terremotos que ha sufrido el país en los dos primeros meses del año, hay otros dos efectos adicionales, asociados a aquellos, cuyas consecuencias para la convivencia social son incalculables: el pesimismo y el fatalismo colectivos. Por el primero, muchos salvadoreños no ven que la situación pueda mejorar, sino que, cuando menos, las cosas van a continuar como hasta ahora. Por lo tanto, no hay nada que hacer para cambiar los estilos de vida tradicionales o para asumir propósitos que vayan más allá de lo inmediato.
Por el segundo, muchos esperan no que todo siga como hasta ahora, sino que las cosas vayan para peor. Desde esta óptica, sobre el país se ciernen las peores amenazas naturales, ante las cuales no cabe más que la resignación. No es extraño que de una visión de esa índole se desprenda un razonamiento como el siguiente: "si lo peor está por venir, si es inexorable que ello suceda, no tiene sentido que nos preocupemos por algo más que no sea conseguir lo que necesitamos para vivir en este momento". Asimismo, no falta quien lleve el razonamiento hasta los extremos del "todo vale": "si El Salvador se va a acabar, no importa que violente los derechos y la dignidad de los demás. De todos modos, es mi bienestar inmediato el que cuenta".
Así, una cultura del pesimismo y del fatalismo parece estar echando sus raíces entre los salvadoreños. Y, aunque explicable, no es lo mejor que puede pasarle al país en un momento en la cual se requiere de todas las energías colectivas tanto para hacerle frente a la situación de desastre como para avanzar hacia el diseño de un nuevo modelo de gestión económica, social y medioambiental. Ciertamente, estos dos desafíos son inseparables pues, como ha evidenciado el impacto de los dos terremotos del 2001 e inmediatamente antes de éstos, el terremoto 1986 y la tormenta tropical Mitch, la alta vulnerabilidad de las poblaciones afectadas por esos fenómenos naturales no es ajena al modelo de gestión económica, social y medioambiental prevaleciente en el país. Los terremotos y enjambres sísmicos siempre han estado y seguirán estándolo. Por consiguiente, sin un cambio drástico en el modelo de gestión, difícilmente se va a estar en capacidad para diseñar una estrategia eficaz para la prevención, mitigación y atención de desastres.
Hacia un nuevo modelo de gestión económica, social y medioambiental
La discusión sobre un nuevo modelo de gestión económica, social y medioambiental no es una discusión ideológica sobre cuál de los dos sistemas, el capitalista o el socialista, es el mejor. Ese debate interesante y urgente para algunos; pérdida de tiempo para otros puede esperar. Lo que no puede esperar es la necesidad imperiosa de reformar el "capitalismo a la salvadoreña", cuyas debilidades, vicios e inercias son más que notorias. La lógica depredadora sobre los recursos naturales que lo rige es una de sus debilidades más profundas; las resistencias al cambio de la clase empresarial que lo regenta, uno de sus principales vicios; la utilización del aparato estatal para beneficio privado, una de sus inercias históricas. A todo lo cual se suma su tendencia intrínseca a marginar socio-económica y culturalmente a la mayor parte de la población del país.
Negar que este capitalismo nuestro urge de una reforma drástica es pecar de una ceguera imperdonable. Oponerse a cualquier reforma so pretexto de que se trata de una pretensión socialista es cerrarse a la posibilidad de evitar estallidos sociales fruto de la exclusión y la marginalidad. Desestimar cualquier propuesta de reforma por no ser una transformación radical del "sistema" es dejar para después para un después indefinido la satisfacción de necesidades sociales que no pueden esperar por más tiempo. Es curioso, pero tanto los que ven en cualquier intento de cambio una amenaza socializante como los que ven en esos intentos algo meramente cosmético terminan coincidiendo en dejar las cosas como están. Unos por miedo a cualquier cambio, otros por apostarle únicamente a la transformación del sistema.
Los primeros deberían caer en la cuenta de que mientras el capitalismo salvadoreño tenga fundamentos tan erráticos como los que lo caracterizan, graves conflictos se incubarán en su interior y podrán explotar en el momento menos esperado, dando al traste con las perspectivas más optimistas de quienes concentran la riqueza y el poder. A los segundos, su sueño de un cambio radical de sistema no debería impedirles luchar por reformas "menores" que hagan menos difícil la vida de los ciudadanos. Esto daría pie a una coincidencia a favor de las necesarias reformas al modelo de gestión económica, social y medioambiental vigente, dejando entre paréntesis la disputa más ideológica que teórica por cuál de los dos sistemas es el mejor o si hay una tercera vía.
Obviamente, no va ser fácil entrar en la discusión sobre qué reformas son las más pertinentes. Tampoco va a ser fácil suponiendo que se avance en el primer aspecto poner en marcha un nuevo modelo de gestión socio-económica y medioambiental. Con todo, un supuesto fundamental para ello es la firme determinación de quienes administran el aparato estatal para embarcarse en una tarea de esa magnitud. Sin la firme voluntad de las autoridades del país para avanzar en la dirección señalada, poco se podrá hacer para revertir el rumbo seguido por El Salvador durante las últimas tres décadas.
La contrapartida de ese impulso estatal hacia el cambio debe ofrecerla la sociedad civil organizada. Sin la participación ciudadana, cualquier iniciativa del Estado estará condenada a volverse inoperante, precisamente allí donde debería mostrar su eficacia. No cabe duda de que la sociedad civil es la gran ausente en el modelo de gestión socio-económica y ambiental prevaleciente. Lograr su incorporación en un nuevo modelo es el gran desafío que se le plantea al país en el momento actual. Un requisito inicial para ello es erradicar la cultura del pesimismo y del fatalismo. Un segundo requisito es trabajar por una "cultura del riesgo" que involucre a todos los ciudadanos como corresponsables de su seguridad individual y grupal. Una cultura del riesgo debería llevarnos a asumir que vivimos en un país marcado por múltiples amenazas naturales y sociales, que requieren, para ser enfrentadas, de las energías ciudadanas. La situación de desastre que vive el país es una buena oportunidad para la audacia y la creatividad sociales. Ojalá que los temores al cambio, los intereses mezquinos y la ignorancia no aborten esa oportunidad.
La izquierda y la crisis actual
Los graves daños que han dejado los terremotos que han sacudido el país, exigen, además de un compromiso de todos los sectores de la sociedad, una intervención oportuna y eficaz del sistema político. Para ello es indispensable que los diferentes sectores de la vida política se pongan a la altura de los desafíos planteados. A parte de las descalificaciones, producto de las constantes pugnas electorales entre izquierda y derecha cuyos ecos ha reproducido la prensa nacional, ¿cuál ha sido la actitud de la primera en el momento actual?
Para responder a esta interrogante, conviene identificar dos tipos de reacciones de la izquierda política en la actual situación de emergencia y crisis nacional: una "politizada" y otra propositiva. Se entiende por politización en un sentido peyorativo el tipo de reacción espontánea marcada por la impotencia y la confusión que se caracteriza por el intento de sacar provecho a como dé lugar de los errores (presuntos o reales) del oponente político. En el caso del FMLN esta politización se tradujo en una crítica furibunda a los desatinos presuntos o reales del gobierno ante la situación de emergencia. El espectáculo ofrecido por la dirigencia efemelenista en torno al viaje a España de Facundo Guardado, quien acompañó a la Ministro de Relaciones Exteriores, se debe situar en este contexto. Como contrapartida, la derecha no desaprovechó este error político para fustigar el comportamiento del partido de izquierda, denunciando su falta de solidaridad con los damnificados por el desastre.
El segundo tipo de reacción, la propositiva, se evidencia en una actitud, siempre de crítica, pero más sensata y equilibrada de parte de los dirigentes del FMLN. Se recogen en este apartado los reiterados llamados a la concertación y al diálogo nacional. Más aún, los dirigentes del partido de izquierda han anunciado su disposición a colaborar en el proceso de reconstrucción bajo el liderazgo del Presidente de la República, Francisco Flores. Asimismo, en esta misma lógica se sitúa el documento denominado Estrategia de Reconstrucción y de Transición al Desarrollo, elaborado por la comisión política del FMLN.
Cabe destacar, en primer lugar, el esfuerzo propositivo del partido de izquierda. Es el único instituto político que se ha dado a la tarea de presentar al país su visión acerca de lo que debería hacerse en esta etapa de emergencia y reconstrucción nacional. Más allá de las simpatías o rechazos que pueda despertar el contenido del documento, no cabe duda de que el mismo expresa la perspectiva del partido más importante de oposición, cuya contribución es clave para la reconstrucción nacional. Solamente si esta última es entendida como la tarea de un pequeño grupo, se puede desautorizar la propuesta del FMLN.
Por otra parte, para efectos de una discusión en torno a la actual situación del país, conviene analizar algunos puntos de la Estrategia de Reconstrucción del partido de izquierda. El documento contiene una crítica a la gestión gubernamental efectuada por ARENA desde 1989. La miseria endémica, la vulnerabilidad ambiental y social, el desmembramiento de la sociedad, la delincuencia y el crimen organizado dice el documento son producto de una concepción del estado puesto al servicio de los intereses de una minoría. De allí que el FMLN clame por una "revolución democrática" del sistema capitalista y neoliberal que impera en el país. El imperio de un sistema socialista, puesto al servicio del hombre, sería el sendero a seguir para la resolución de los múltiples problemas que aquejan a El Salvador.
Más allá de la discusión sobre la bondad o maldad de los "sistemas", pocos se atreverán a negar que el actual modelo de gestión socio-económica y medioambiental que impera en el país, tal como lo denuncia el FMLN, es, en buena parte, responsable de los desastres producidos por los terremotos. Por lo tanto, el proceso de reconstrucción que se debe iniciar no puede obviar esta cruda realidad.
En la misma línea, como campos de acción política, el partido de izquierda identifica cuatro puntos clave "que permitan crear una sinergia para la acumulación de fuerzas y de esa manera enfrentar efectivamente la emergencia y la transición al desarrollo". Es encomiable que el FMLN haya hecho eco de la necesidad de que se involucre a todas las fuerzas sociales en el proceso de reconstrucción del país. Sin embargo, su lectura de tal acercamiento da la impresión de que aquéllas son vistas como eslabón importante sí, pero al fin y al cabo eslabón en la estrategia de reconstrucción sugerida por la izquierda. Los dirigentes efemelenistas parecen olvidar que quien detenta el control de Ejecutivo es ARENA y no su partido. Adicionalmente, parecen no entender que los diferentes sectores que conforman la sociedad salvadoreña deben involucrarse en la tarea de reconstrucción no en términos de estrategia y táctica, sino como corresponsables del proceso de desarrollo a impulsar en el país.
Lo anterior lleva al tema de la descentralización y participación ciudadana. Pese a que el documento presentado por el FMLN considera la transferencia de fondos a los municipios y la descentralización como ejes importantes en el proceso de reconstrucción, no es muy profuso en el análisis del tema de la participación ciudadana. En este sentido, el mencionado documento no toma en cuenta los reclamos y las múltiples demandas de la sociedad civil en orden a una mayor presencia ciudadana en el sistema político. Lo que quizá no ha entendido el FMLN es que las consecuencias nefastas del modelo socio económico imperante en el país guardan una estrecha relación con la exclusión ciudadana en su diseño y gestión. De esta suerte, sería ingenuo pensar que con solo transferir fondos a los municipios se resuelve el problema de desconexión entre los intereses de los dirigentes políticos y los de los ciudadanos. Para enfrentar la emergencia ambiental, social, económica y política hace falta más que descentralización económica; hay que avanzar hacia el fortalecimiento de la participación ciudadana.
Esa es, quizás, la razón por la que tampoco se encuentran en el documento del FMLN acciones concretas para llevar a la práctica algunos puntos de su Estrategia desde las alcaldías bajo su control. Esa es una tarea que se puede emprender sin demora, mientras se espera a que los dirigentes de la derecha y del Ejecutivo entiendan la imperiosa necesidad de involucrar a todos los sectores de la sociedad en el diálogo para cambiar el rumbo y la concepción del desarrollo nacional. Si bien es cierto que, tal como lo denuncia el FMLN, la descentralización desde el Ejecutivo, "pretende pasarle los problemas del Gobierno a las alcaldías", ello no obsta para que los municipios gobernados por el partido de izquierda puedan iniciar un proceso local serio y transparente para fomentar la participación ciudadana.
Finalmente, de lo que no se habla en el documento del FMLN es la manera cómo enfrentar la actual situación de polarización política que conoce el país. Los antagonismos entre izquierda y derecha, así como la lucha electoral anticipada, constituyen, en buena parte, un serio obstáculo para enfrentar con solvencia la actual situación de crisis nacional. Los partidos políticos deben estar conscientes de esta realidad y no evadirla, amparándose en la excusa de que solamente el otro es el culpable. Aun y cuando los principios ideológicos merezcan la mayor estima y respeto, la intransigencia y la tozudez nunca son buenas consejeras.
En forma de entrevista el autor pregunta a Monseñor Romero sobre lo que podemos y debemos hacer hoy. Monseñor va respondiendo por medio de sus homilías. Los momentos históricos son diferentes, pero la palabra de Monseñor Romero, como toda palabra profética, conserva su lozanía y nos sigue orientando y dando esperanza.
Monseñor, hay quienes piensan que El Salvador no tiene remedio. No salimos de una y ya entramos en otra desgracia. Pobreza, represión, guerra, más pobreza, tormentas tropicales, epidemias, corrupción, secuestros y, ahora, dos terremotos…
Aquí todo es un destrozo, un desastre y negarlo es ser loco. ¡Es necesario una salvación trascendente! Sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor. De aquí que los cristianos tienen una gran misión en esta hora de la patria: mantener esa esperanza, no estar esperando una utopía como algo ilusorio, como que nos adormezcamos para no ver la realidad; sino al contrario, mirando esa realidad que de sí no puede dar nada, mirar que sí puede dar mucho, pero si apelamos a esa redención trascendente (7 de enero de 1979).
Algunos dicen que los terremotos son castigos de Dios, ¿usted qué piensa?
Dios no hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera. Queda claro, en la palabra de Dios esta proclamación que nos debe llenar de un sublime respeto a la vida: Dios no ha hecho la muerte; Dios hizo la vida y quiere que subsista y no muera (1 de julio de 1979).
Los terremotos nos dejan en una situación muy lamentable, pero también, se dice, que es la ocasión para refundar el país.
Efectivamente, pero que de verdad hagamos un El Salvador nuevo… Hacemos un llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay que superar la indiferencia entre muchos que se colocan como meros espectadores ante la terrible situación, sobre todo en el campo. Hay que combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás. Hay que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos servir a las mayorías pobres (16 de septiembre de 1979 y 2 de abril de 1978).
Bien, Monseñor, pero eso ya se está haciendo, se está proporcionado ayuda a las personas damnificadas por los terremotos…
El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación, desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales (2 de febrero de 1980).
El gobierno ha viajado a Madrid para una reunión del Grupo Consultivo a solicitar millones de dólares para la reconstrucción del país. Se reclama la solidaridad internacional, pero no se habla de cambios en nuestra economía y en la mentalidad de los poderosos para superar las injusticas económicas que han hecho posible que miles de personas vivan en la miseria y que los hace precisamemte más vulnerables a los terremotos y otros fenómenos naturales. Ya alguien dijo que el peor terremoto es la pobreza causada por la injusticia social. Me gustaría saber qué piensa de todo esto.
La riqueza es necesaria para el progreso de los pueblos, no lo vamos a negar. Pero un progreso como el nuestro, condicionado a la explotación de tantos que no disfrutarán nunca los progresos de nuestra sociedad, no es pobreza evangélica… Yo denuncio sobre todo la absolutización de la riqueza. Este es el gran mal de El Salvador: la riqueza, la propiedad privada como un absoluto intocable y ¡ay del que toque ese alambre de alta tensión, se quema! No es justo que unos pocos tengan todo y lo absoluticen de tal manera que nadie lo pueda tocar, y la mayoría marginada se está muriendo de hambre… Es necesaria una reestructuración de nuestro sistema económico y social, porque no puede ser esta absolutización, esa idolatría de la propiedad privada, que es francamente un paganismo. El cristianismo no puede admitir una propiedad privada absoluta (15 de julio, 12 de agosto y 30 de septiembre de 1979).
Monseñor, estamos celebrando el 21 aniversario de su martirio y sentimos el vacío de su voz, sentimos que la Iglesia ya no es la voz de lo sin voz.
Yo me alegro de que la Iglesia ya no sea necesariamente la voz de los que tienen voz. Hoy muchos pueden hablar ya y están hablando. Muchos a quienes servimos de voz, hoy son voces auténticas que comentan los hechos del pueblo. Muchas voces cobardes ya se atreven a salir. Ojalá la valentía invadiera a nuestro pueblo y de veras se organizara, hubiera presiones, pero de legítima inteligencia, para que el pueblo camine a su progreso (9 de diciembre de 1979).
Miguel Cavada Diez
Lo que presento aquí es un relato sobre la visita a Santa María Ostuma, departamento de La Paz, cerca de San Pedro Nonualco. Es el 19 de febrero, apenas una semana después del segundo terremoto.
Al acercase a esta zona del epicentro del segundo terremoto uno siente los temblores internos. A distancia se puede observar el gigante del Chinchontepec con una rajadura más grande que la que aparece en los medios de comunicación. Uno sólo puede imaginarse lo que ha sido la fuerza que sacudió a ese monstruo, el ímpetu con que cayeron peñas y la avalancha de tanto derrumbe soterrando a personas de estos pueblos vecinos.
Entramos en el mero pueblo del epicentro, San Pedro Nonualco y uno queda impactado por lo que ha sido la fuerza de este sismo. Casas y edificios de dos plantas colapsadas; edificios y casas de buena construcción, una tras otra, en el suelo; personas, algunas con sonrisas, pero activas en quitar escombros y buscar los donativos que se están repartiendo, y otras más en silencio, descansando y ponderando la tragedia.
Pasamos poco tiempo en San Pedro porque se nos invitaba y queríamos llegar pronto a Santa María Ostuma, entre los pueblos más golpeados del país. Queda a pocos kilómetros de San Pedro Nonualco, tal vez ocho. Estamos entrando en un pueblo muy pintoresco, un lugar entre los más bellos de este país. Este pueblo sería candidato para ser el pueblo más bello de El Salvador; antes de estos terremotos era un lugar apto para fotografías de tarjetas postales.Es un pueblo elevado con una vista hermosísima, un panorama de montaña, de río, de lago. Es un pueblo rodeado de fincas, lleno de árboles frutales, cultivos y plantas de todo tipo, piñas… Al entrar uno en él ve la gran destrucción; todo el pueblo parece estar por el suelo. Uno pregunta a cada persona con quien puede platicar cómo quedó su casa, pero luego, deja de preguntar, porque las respuestas son unánimes: "Está en el suelo". "Está destruida".
Mejor pensar en los amigos de Job y guardar un poco de silencio en este pueblo. Los amigos de Job dijeron bastantes estupideces, pero al principio tuvieron la prudencia, la sabiduría y respeto a Job de guardar silencio sentados a la par de él durante 7 días y 7 noches. De hecho hay una gran desolación.
Se nota una cierta calma que refleja el susto que ha sufrido este pueblo pero también su aguante, porque no son personas apagadas, de ninguna manera. Entramos en el Kinder donde está el equipo de emergencia. Alcalde, pueblo y párroco, el P. Roberto, están colaborando eficazmente, a pesar de las escaseces, como, por ejemplo, las láminas con las que enfrentar las lluvias venideras.
Me encuentro con don Miguel Angel después de un recorrido por el pueblo. Me cuenta que hay 20 muertos en este pueblo. Gracias a Dios, su hijo que quedó atrapado bajo una puerta y escombros fue rescatado, y entre los muertos no hay ninguno de su familia. Pero sí, niños fueron soterrados por los derrumbes y otras personas muy heridas en esta calamidad.
La gente te saluda cuando caminas por las calles y ahí hay niñas, no sé si jugando; quizás no, más bien trabajando, quitando ripio y allanando el camino con sus piochas y palas. Ellas también quieren colaborar. Una persona nos invita a tomar un refresco donde está, en la calle detrás de unas tablas de madera.
Don Miguel Angel y yo nos vamos preguntando sobre esto de Dios y el terremoto; y Miguel Angel dice que puede ser, tal vez, que Dios con esto está castigando al pueblo, porque en el país hay muchas personas que hacen cosas muy malas: asesinatos, secuestros y todo. Me convence más lo que dice el predicador en la homilía, más tarde, en la misa: "En este pueblo Dios está con ustedes. Dios les esta ayudando, anímense unos a otros para poder resistir, para poder reconstruir, para estar unidos en este esfuerzo".
En la misma calma de la gente, en sus sonrisas, en su humilde actividad, creo que unos ojos de fe pueden ver la presencia de este Dios; no todos en el mundo reaccionarían de esta manera ante la doble tragedia de dos terremotos.
Don Miguel Angel me muestra la capilla o, mejor dicho, la iglesia colonial grande, que está ahora en el suelo. Se celebra la misa a la par, en el patio. Impresionante la iglesia. Dicen que tiene 300 años de edad, iglesia colonial; los muros gigantescos, de adobe, piedra y cemento, han caído. Es impresionante. Lo que ha quedado es la armazón del cielo falso, todo de madera, soportado por unas delgadas columnas bellas, también de madera, que se alzan al cielo en dos filas paralelas a lo largo de la nave. Miguel Angel me dice que son columnas de madera también de 300 años; ahí quedan todas, casi toda la armazón, con los escombros pesados alrededor; me parece un símbolo de este pueblo.
Lo pesado ha caído, casas, edificios, adobes, ladrillos, rocas, piedras. Queda en pie lo que, puede pensarse, es la parte débil y frágil. Pero es la parte con más vida y más capacidad de resistir, es el mismo pueblo; y ahí sí creo que está Dios en medio de nosotros. Es notable como en los pueblos golpeados por los terremotos la gente sí busca el sentido de esta tragedia. Y en el evangelio creo que lo tenemos. En ellos mismos se puede describir la presencia de un Dios que resiste, que sufre y que resucita entre ellos.
Dean Brackley
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"Era muy cariñosa con los pequeños"
Tras el segundo terremoto que se vivió el pasado 13 de febrero, en el kinder de Candelaria de Cuscatlán, un grupo de niños y niñas y su maestra murieron al desplomarse el viejo inmueble. El pánico, la angustia, el luto y el dolor se observó a simple vista en los rostros de los padres que perdieron a sus chiquillos. No cabe duda, cuando hay voluntad de servir a los demás, el ser humano es capaz de dar su vida, así como lo hizo la maestra, Ana Elizabeth Chávez de Chicas, quien por sacar a tres niños que quedaron atrapados donó su vida para salvarlos. Antonio Mejía, de 61 años, perdió a su hijo, de crianza, Melvin Arístides Mejía, de 6 años. El pequeño quedó soterrado al caerle una pared encima de su cuerpecito. Los recuerdos de Melvin se cruzan a diario por la mente de Antonio, todos los días se sentaba con el niño y compartían una ración de pan. "No podemos negar la muerte del niño, pero debemos agarrar fuerza para poder seguir adelante", "Era muy cariñosa con los pequeños, por eso los abrazó. Estoy muy agradecido con ella por lo que hizo", expresó, con resignación y dolor.
Ahora también en nuestras mentes ha quedado grabada la extraordinaria labor que la maestra hizo. Lo sucedido ese día es más que una lección para muchos docentes. Es una lección de lo que significa ser un verdadero padre o madre el o la persona enseñante y educadora, porque los maestros en su servicio llegan a ocupar ese lugar. Es importante que el gremio magisterial muestre, desde un principio buena voluntad y flexibilidad para responder a las necesidades educativas que el país enfrenta en estos momentos de crisis. Por su parte, el Ministerio de Educación también tiene mucho que ver. Es importante que tome cartas en el asunto y comience a trabajar en estrategias que apunten a cubrir cualquier emergencia en la que la Educación se vea envuelta. En situaciones de desastre como las que hemos vivido en los últimos dos meses no basta improvisar cuando las consecuencias son irreparables.
Milady Cruz
Elisa es una de tantas voluntarias que han venido a convivir y a compartir con nuestro pueblo. Ella es licenciada en filosofía y ha sido profesora invitada en la UCA. Es de las que dicen que es más lo que recibe, que lo que da.
Mi primer viaje a El Salvador lo hice en 1995, con 21 años. Pasé el mes de agosto en Sisiguayo, una comunidad del Bajo Lempa, cerca de bellos manglares y la costa. Compartí días y noches con una familia muy pobre, cuyas pertenencias son una champa y algunas vacas, cerdos y gallinas, sin agua potable ni electricidad. Es gente muy pobre, en el 95% por lo menos tenían milpa y la vendían, pero con los años su situación ha ido empeorando. Entre tanta miseria, los primeros días estaba muy impresionada y asustada, y no acababa de creer que en el mundo pueda haber tanta pobreza, y que yo hubiera nacido por pura casualidad en un entorno tan distinto al de esta familia.
Pero a medida que pasaban los días, ese sentimiento de desasosiego por tanta miseria e injusticia, dejó de ser un lamento interior para pasar a ser una firme convicción de que todos tenemos un compromiso hacia esta realidad que tuve la suerte de conocer, y que es la expresión de lo que le sucede al 80% de la población mundial,
Pienso que lo que provocó este cambio en la forma de sentir y pensar, pasar de la culpabilidad anuladora a la responsabilidadd y el compromiso, fue la propia actitud de esta familia ante la vida, toda una lección para siempre.
Ya desde el primer día me trataron con cariño. Por la noche la madre me arropó como a una hija más, y me puso bien la mosquitera, y me tranquilizó cuando la tierra tembló para darme la bienvenida. Los hijos me enseñaron a realizar las múltiples tareas cotidianas que les ocupan el día entero, como ordeñar una vaca, hacer tortillas o queso, montar a caballo hasta la milpa, mientras divertidos me preguntaban si entonces yo no bebía leche por las mañanas, puesto que no sabía ordeñar una vaca. Era un ambiente alegre.
Por las noches me contaban historias muy tristes, de un pasado muy reciente, de hijos perdidos para siempre y noches huyendo del terror, y yo no podía creer que hubiera gente tan fuerte, que después de tanta desgracia y viviendo en un entorno tan humilde, no se les hubiera secado el corazón y la alegría, como pasa por mucho menos en países como el mío, en el que la queja por cualquier cosa es una constante. Son gente muy fuerte, que luchan por sobrevivir, y que transmiten una fe y unas ganas de vivir que avergonzarían a más de uno que vive en Europa y se siente desgraciado teniendo sus necesidades básicas cubiertas.
Desde esa época nos escribimos a menudo y les he vuelto a visitar en un par de ocasiones. Las duras condiciones de vida son las mismas, pero la fuerza y las ganas de vivir, la fe, siguen intactas; también sigue intacto el trato cariñoso.
Hace unas semanas me comuniqué con ellos para saber si el terremoto había afectado mucho a la comunidad. Estaba muy preocupada pensando en si estarían sanos o habrían sufrido algún daño. Pude comprobar que la fe sigue tan fuerte y viva como siempre.
Les pregunté: "¿Cómo están?" y la madre contestó: "Espiritualmente bien, ¿cómo está su familia?". Pero la casa está a punto de caerse y duermen al aire libre. Están muy asustados. Toda una lección de dignidad, fe, amor y esperanza ante la vida. Ciertas experiencias, marcan toda una vida, y la vitalidad del pueblo salvadoreño, en especial de las madres de El Salvador, es algo que no se puede olvidar.
Les envié un dinero en enero, porque allá nadie llega, nadie envía nada. Hace años no quería crear una relación de dependencia económica, pero la realidad me ha hecho entender, que aunque su situación provenga de una cuestión estructural de desigualdad y demás, y que hay que luchar para que ello cambie, hay momentos en los que no puedes pensar que no hay que crear asistencialismo, porque la situación es tan grave que está por encima de eso.
Escribo esto para que se sientan orgullosos de su pueblo, luchador y con mucha fe, pues los demás aprendemos muchos de ustedes.
Elisa Pérez
Entrañables: Sé lo que están pasando. Sé, también, que me atribuyen responsabilidad en el dolor que ahora padecen. Sin embargo, nada de eso es obra mía. No les he dado una prueba, ni una condena, ni un castigo. Y es que lo mío no es eso. Lo mío es observar cómo evoluciona mi plan creador, comprender las desviaciones que le imponen las acciones humanas, rectificar su marcha cuando es estrictamente necesario, perdonar a los interferentes, y recibir a quienes, habiendo cumplido su jornada, vuelven a mí.
No es que quiera eludir mi responsabilidad de padre y madre frente a todo cuanto existe. Al fin y al cabo soy el que soy: alfa y omega, como me entienden los místicos; ultimidad de lo real, como me definen los filósofos; inteligencia cósmica, como me presienten los científicos; alba primigenia y ocaso luminal, como me intuyen los poetas. Sencillamente quiero aclarar las cosas.
Cuando por una eclosión de mí mismo creé este universo visible que sin detención se expande, tomé tres grandes decisiones. Primera: lo creado debía evolucionar hacia una complejidad cada vez mayor. Segunda: esa evolución sería guiada por cuatro fuerzas universales e inmutables: la fuerza nuclear, la fuerza electromagnética, la fuerza de la gravedad y la fuerza débil. Tercera: cuando aprecieran ustedes, como resultado de un largo proceso evolutivo, la fuerza de la razón los acompañaría hacia estados de crecida humanidad. Y luego decidí que cuando todo lo creado fuera ultimando su ciclo, retornaría en su luz a mi luz.
Entonces, todo lo que ocurre en el universo visible, y en ese maravilloso planeta que les he dado, acontece por la acción de aquellas fuerzas dichas; pero muchos de sus resultados dependen de cómo ustedes abordan cada suceso mediante esa otra fuerza interior: la razón. La tierra tiembla; el hombre mata; ha escrito alguien en estos días. Allí hay una gran verdad, porque las cosas no son como yo he querido que sean, sino como lo quiere el buen o mal uso que van haciendo de la razón. Pregunto: ¿Es obra mía el desmedido crecimiento de la gente; la guerra; la explotación y especulación, en la economía; la manipulación y la corrupción, en la política; la injusticia y la exclusión, en lo social; la pérdida de valores y la alienación, en la cultura; el uso irracional de la naturaleza, y tantos otros males que los afligen y que van arrojando una dolorosa galería de pobres, débiles y víctimas? ¿Es esto mío? ¿Tan en poca estima me tienen para afirmar que todo es mi voluntad, cuando en realidad es en gran parte siembra y cosecha de ustedes? No sean injustos. No equivoquen mi realidad, ni la verdad de ustedes.
Yo me conduelo con lo que sufren: vienen de mí, de mi plan. Y por eso a veces hasta prodigo algún milagro; altero el orden natural de las cosas que he establecido; para rectificar algún desvío o para recordarles mi esencia. Pero son ustedes quienes rigen la vida. Así que, por caridad, háganlo bien. Háganle honor al título de reyes de la creación. Dejen que ocurra mi amor a través del corazón de ustedes. Con fe y esperanza infinitas:
Dios, como acostumbran llamarme.
Francisco Andrés Escobar
"Bendito el hombre que confía en el Señor y pone en el Señor su esperanza" (Jer 17, 5-8)
Sacerdotes de la Provincia Eclesiástica de El Salvador invitan a hacer desde la fe una honda reflexión a la gran familia salvadoreña, que comparte un mismo dolor, dentro y fuera de la Patria sufrida.
I. UNA EXIGENCIA: LOGRAR LO QUE PARECE IMPOSIBLE
Primeramente, estamos conscientes de que, aunque nos consuela la respuesta generosa de nuestras comunidades religiosas a través del programa "Parroquias hermanas", así como la impresionante solidaridad de muchísimas personas, junto con las extraordinarias ayudas de las empresas e instituciones, unidas a la millonaria colaboración extranjera, queda MUCHISIMO por hacer, por LARGO, LARGO tiempo.
Los daños son tan grandes que abarcan todo el abanico del dolor humano "en términos que resulta imposible imaginar": cientos de muertos, decenas de familias enteras desaparecidas, cientos de hogares totalmente destruidos con todas sus pertenencias, desde una taza o una cobija hasta un carro o un televisor, junto con carreteras inservibles, escuelas, hospitales y templos destruidos.
II. UNA MIRADA EN PROFUNDIDAD
Conste. Los acontecimientos de enero y febrero del 2001 son apenas dos capítulos semejantes de una larga historia, que no debe escapar a nuestra mirada. Somos un país pobre que fue puesto dramáticamente al descubierto por el terremoto.
Un país donde el rancho de paja o la casita de bahareque es la respuesta a la necesidad de vivienda; donde hay un alarmante índice de desempleo; donde la falta de camas y medicinas en los hospitales del Estado sigue siendo una pregunta sin respuesta; donde el agricultor sigue corriendo los riesgos de los inviernos, del pillaje y el elevado costo de los insumos, para terminar vendiendo sus productos al precio que le imponen los acaparadores o revendedores.
Hay esto y más. Y en lo más es necesario señalar una crisis de todos los valores: una cultura de muerte, una corrupción generalizada y consentida, unos políticos que pierden credibilidad a cada momento, una falta de responsabilidad para monitorear lo que se ve o se oye en los medios de comunicación para proteger los valores éticos, cuya ausencia resta fuerza espiritual a los pueblos.
Ante esta realidad del terremoto y de la existencia humana, es necesario comprender que el Dios de la Escritura, en quien creemos, ni está distraído, ni es indiferente; que gobierna este mundo con sabiduría y amor y que estos terribles desastres, lejos de ser un castigo, son un signo del amor providente de un Dios, que se nos ofrece como Padre, que, desde las realidades temporales, nos está gritando y no invita a sentarnos a la mesa de la felicidad, protegidos por una sociedad más justa y más humana.
Las catástrofes naturales, aunque puedan causar muchos sufrimiento, promueven un sentimiento de responsabilidad y solidaridad. Además causan menos dolor que las guerras fratricidas, que los genocidios, que la miseria y el hambre provocados por la fría crueldad humana, que el narcotráfico y todas las formas institucionalizadas de la injusticia. Los desastres son eventuales. El mal moral es permanente.
III. UNA RESPUESTA: APORTAR LO MEJOR DE NUESTRA IDENTIDAD HUMANA Y CRISTIANA PARA LA RECONSTRUCCION MORAL Y SOCIAL DE NUESTRO PUEBLO Y ALCANZAR EL "SUEÑO SALVADOREÑO".
a) Diseñar un verdadero nuevo plan de nación, con una política económica que permita a los desheredados sentarse a la mesa con el patrón y no alimentarse con las migajas que caen de la mesa del amo.
b) Aceptar con verdadera responsabilidad el mandato del Señor "Tuve hambre y me dieron de comer…" me quedé sin casa y me dieron lámina y plásticos; estuve llorando a mis muertos bajo un palo de amate y me dieron sentidas palabras de consuelo; me sentía olvidado, esperando una ayuda que nunca llegaba y apareciste lleno de alegría y frutos, recordándome que Dios no me olvida.
c) Aprender a amar la naturaleza y exigir respeto hacia ella y el medio ambiente, para no sacrificarlos por intereses económicos.
d) Convencerse de que en el fondo de este laberinto de sufrimiento hay un ser humano que quiere y espera una respuesta confiable de sus hermanos, de las instituciones, de las autoridades y del Gobierno. Una respuesta que exige hoy como nunca todo lo mejor de nuestro humanismo y toda la fuerza, sabiduría en la acción, responsabilidad, generosidad, creatividad, solidaridad sin distingos de categorías políticas o religiosas, rechazando los sectarismos que marginan como siempre al hombre para buscar intereses personales.
e) Salir de nuestra seguridad y comodidad, de nuestra Zona Rosa, de nuestros boleramas y casinos, de nuestros bares y reuniones sabatinas para alcanzar, en una bella unidad, a costa inclusive de sacrificios, lo que parece imposible: la reconstrucción integral de nuestra Patria.
Esta es una actividad nueva y difícil, que se llama CONVERSION, sin la cual no pueden darse los cambios que se exigen al hombre y transformar la familia y la sociedad. Para emprender la tarea de levantar esta Patria agotada, NECESITAMOS CONVERTIRNOS. "Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24).
f) Dada la inmensidad del desatre y la real incapacidad de los recursos del Estado para hacerle frente con éxito y pensando que ni aun con las ayudas externas podemos ilusionarnos más de lo posible, es necesario recurrir a medidas extraordinarias, haciendo especiales sacrificios. El problema humano es serio y hemos de verlo.
g) Sugerir y aceptar con verdadero espíritu fraterno de solidaridad, alguna medida de impuesto justo y proporcionado, por un tiempo razonable, para atender a las necesidades más urgentes.
h) Estudiar en este sentido la posibilidad de un impuesto a artículos de lujo o a aquellos que no son necesarios, como a los cigarros y al licor. Se consumen mensualmente kilómetros de cigarros y toneladas de bebidas alcohólicas.
i) Sólo así, con una forma de mirar al hombre, como lo que es: el hijo de Dios y el hermano, los pobres y los ricos, gobernantes y gobernados, los políticos y los que no lo son, los cristianos y los mahometanos, los Sai Baba y los Bajai, no estarán lejos del Reino de Dios, como dijo Jesús al doctor de la ley. Necesitamos saber que valemos mucho más que un par de pajaritos que se venden por un cuarto, y que no hay un padre que dé una piedra a su hijo que le pide un pan, siguiendo siempre las enseñanzas del Señor.
En nuestra reflexión estuvo presente la fortaleza, confianza y sumisión a la voluntad de de Dios, manifestada por los hermanos damnificados. Un bello testimonio de esa riqueza espiritual, que transfigura el sufrimiento. Bendito sea Dios.
Comprendemos que un compromiso tan grande, es algo que parece superior a nuestras fuerzas humanas y que ese espíritu de fe, de esperanza, de solidaridad y de consuelo, sólo podemos alimentarlo en la Palabra de Dios: "Consuelen, dice Yahvé, tu Dios, consuelen a mi pueblo… Como pastor, lleva a pastar a su rebaño, toma en brazos a los corderos, los pone junto a su corazón y conduce al reposo a las paridas" (Isaías 40). Este es el mensaje constante en la Escritura. Jesús nuestro Señor lo está recordando a cada momento: "Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré… carguen con mi yugo y aprendan de mí". (Mt 11, 28).
Pensemos entonces y preguntémonos: "Creo o no creo".
14-15 de julio de 2001
en Ribeirão Cascalheira
Prelatura de São Félix do Araguaia, MT, Brasil
Elie Wiesel, judío rumano, premio Nobel de la Paz de 1986, escritor y profeta del recuerdo de las víctimas, a lo largo de toda su obra escrita hace esta pregunta central: ¿Qué sucede si los testigos ya no pueden transmitir su mensaje y sus palabras resuenan en el vacío?
Barbara Souneborn cierra así su película "Lamentamos informar": "Nuestras muertes no son nuestras. Son vuestras. Ellas tendrán el sentido que vosotros les deis".
Ya San Agustín escribía: "Al mártir lo hace la Causa".
Alguien ha dicho que "No hay nada más subversivo que el cadáver de un mártir".
Yo vengo diciendo hace mucho que un Pueblo o una Iglesia que olvidan a sus mártires no merecen sobrevivir.
Y Jesús de Nazaret, el Crucificado Resucitado, ya nos dijo, con la plena autoridad de su propia entrega: "Nadie tiene amor mayor que aquel que da la vida por los que ama" (Juan 15, 13).
Con ocasión de los 25 años del martirio del P. João Bosco Penido Burnier, vamos a celebrar una vez más la gran Romería de los mártires de la caminada. En ese santuario, único en su género, ecuménicamente acogedor del testimonio de todos aquellos y aquellas que vienen dando su vida por la Causa mayor de Dios, que es también la Causa mayor de la propia Humanidad.
El lema de la Romería es Vidas por el Reino: vidas dadas por todas esas Causas de la Justicia, de la Liberación, de la Fraternidad, de la Vida, que convergen en la Causa de Jesús de Nazaret, la Causa de Dios, su Reino.
Vamos a celebrar la memoria de nuestros mártires, asumir un compromiso actualizado con las Causas por las que dieron la vida, y fortalecer nuestra conciencia crítica, nuestra unión ecuménica, nuestra esperanza pascual.
Invitamos especialmente a los familiares de los y las mártires y a las comunidades o entidades más vinculadas con ellos.
Desde ahora ya, entramos en vigilia de romería y abrazamos a todos y todas con mucho cariño, en las Causas de nuestros Mártires, que son las Causas del Pueblo y la Causa de Dios.
Por la Prelatura de São Félix do Araguaia,
Pedro Casaldáliga,
testigo del martirio del P. João Bosco
Al cumplirse exactamente un mes del devastador terremoto que sumió al país en el luto y la desolación una nueva tragedia ha sembrado muerte y destrucción sobre todo en los departamentos de Cuscatlán, San Vicente y La Paz. Fuimos testigos inmediatos del dolor del pueblo y pudimos asistirle personalmente porque el sismo nos sorpendió en Candelaria, departamento de Cuscatlán, donde realizábamos la Asamblea General de la Conferencia Episcopal.
Nuestra palabra de pastores se alza de nuevo para llevar un mensaje de esperanza y llamar a la reflexión ante una lacerante realidad que no vacilamos en calificar de desastre nacional. Pero a la luz del Evangelio de Jesús y la doctrina de la iglesia vemos que al terremoto físico se une algo todavía más grave: el terremoto moral que se hace visible en una visión materialista de la vida y el afán desmedido de lucro; en la plaga del secuestro, el robo y otras formas de violencia; en la indiferencia ante el dolor ajeno. En una palabra, es un terremoto que se manifiesta en la violación de las normas morales que deben regir la vida personal, familiar y social. Por eso nuestra primera palabra es un llamado a la conversión.