Carta a las Iglesias, AÑO XXI, Nº 483, 1-15 de octubre de 2001

INDICE

RINCON POETICO: Oración a San Francisco

EDITORIAL: Dios en Afganistán

REALIDAD NACIONAL: El Salvador ante la represalia militar aliada

COMENTARIOS: El Obispo, Testigo del Evangelio para la esperanza del mundo.

ENTREVISTA: "Como Decía Polín"

SOLIDARIDAD: Bondad en medio del terror

COMENTARIOS: El teatro del bien y el mal

DERECHOS HUMANOS: Diversos terrorismos

REFLEXION: ¿Aún hay tiempo? Reflexión desde Africa

DERECHOS HUMANOS: Requiem por Juanita

 

 

Oración a San Francisco

Compadre Francisco,

¿cómo vas de Gloria?

¿Y comadre Clara

y la Hermandad toda?

Por acá, en la tierra,

vamos malviviendo;

grande la codicia

y el amor pequeño.

El amor divino

es muy poco amado,

y es flor de una noche

el amor humano.

La mitad del mundo

de hambre se muere;

y la otra mitad,

del miedo a la muerte.

Hay pocos alumnos

que toman en serio

la sabia locura

del santo Evangelio.

Señora pobreza,

Perfecta Alegría,

andan en los libros

más que en nuestras vidas.

Hay muchos caminos

que llevan a Roma,

Belén y el Calvario

salieron de trocha.

Nuestra madre Iglesia

mejoró de modos,

pero hay mucha curia

y carisma poco.

Frailes y conventos

criaron vergüenza,

más en sus modales

que por vida nueva.

Tecnócratas muchos

y pocos poetas.

Muchos doctrinarios

y menos profetas.

Firmas y escritorios,

armas y convenios

planean la Historia

manejan los Pueblos.

La madre Natura

llora, poluída,

su aire y sus aguas,

su cielo y sus minas.

Pájaros y flores

se mueren de susto.

Los lobos del pánico

ganaron el mundo.

Dobló sus pendones

la antigua arrogancia.

Sólo lucro y odio

riñen sus cruzadas.

Pactos y tratados,

guerras y más guerras,

Sangre por petróleo

los imperios truecan.

Compadre Francisco,

el mundo es tan viejo,

que habrá que hacer otro

para verlo nuevo.

Cuando Jesucristo

y Nuestra Señora

vengan a ayudarnos

a mudar la Historia,

contamos contigo

en aquella hora,

y comadre Clara

y la Hernandad toda.

Pedro Casaldáliga

 

 


 

 

Dios en Afganistán

 

El fin de un engaño

Está en el aire –y se escucha de mil maneras– que algo nuevo ha ocurrido. "El 11 de septiembre comenzó el tercer milenio". Con ello no están diciendo, precisamente, que por fin se ha dado el salto cualitativo hacia el bien. Por el contrario, como de repente, enmudece el mundo, tan parlanchín últimamente vendiendo las maravillas de la globalización. Ha proclamado además que "ha llegado el fin de la historia", no como el fin del mundo del que hablan apocalípticos y visionarios, sino como la buena noticia "escatológica": ha llegado el reino de Dios en forma económica (el neoliberalismo), en forma política (las democracias occidentales) y en forma cultural (aquí es más difícil poner nombre, pero puede pensarse en la industria de mundiales y olimpíadas multimillonarias, Oscares y misses...). Leí hace poco que alguien se preguntaba con ironía: "¿y ahora qué pasa con la aldea global que nos han venido predicando?".

Es posible que pronto vuelvan las cantos de sirena: "todo volverá a ir bien". Es posible que volvamos a escuchar que esta vez el desarrollo sí será sostenible, que el Banco Mundial, el Fondo Monetario sí darán de comer a todos, incluidos los cincuenta millones que ahora se mueren de hambre anualmente y los cuatro millones de afganos, paupérrimos y en aumento. En cualquier caso, es seguro que oiremos repetidamente que "vamos a ganar", "que no le quepa a nadie la menor duda", y que "ganaremos cuando nosotros decidamos" aunque todavía no nos han explicado qué significa ganar, ni en los detalles –lo cual es comprensible– ni en lo fundamental –lo cual es más grave. Y tampoco nos han explicado bien quiénes son ese "nosotros" que van a ganar (¿acaso no serán seres humanos como los demás?, ni quiénes son ese "ellos" que van a perder (¿acaso no serán igualmente seres humanos?).

Detrás de las palabras de George Bush, Colin Powelll y otros, hay un rictus cinematográfico y una obligación, impuesta por el cargo, de decir que así serán las cosas. Pero tras las palabras hay un silencio mayor, que habla mucho más elocuentemente de lo que es hoy nuestro mundo, silencio que no desaparece con partes de guerra que anuncian con comedido triunfalismo las hazañas de la tecnología y evaden con calculada ignorancia los bombardeos a civiles.

Y si es verdad que algo importante ha cambiado, cómo serán las fuerzas del mal en el futuro (¿habrá más aviones suicidas, antrax?) no lo sabemos a ciencia cierta. Lo que sí sabemos es que las llamadas fuerzas del bien no saben reaccionar bien, no piensan bien, no miran bien al resto del mundo (a los aliados por libre voluntad o a la fuerza, a los otros, a los adversarios, a los enemigos), no escuchan bien a otros, más sabios y prudentes (tampoco Bush padre escuchó a Juan Pablo II antes de bombardear a Irak). Y si las cosas no se hacen bien los resultados no pueden ser buenos. Habrá victoria, pero no bondad. Y no es lo mismo. Con lo primero se construyen arcos triunfales, desde el tiempo de los romanos y antes. Pero sólo con lo segundo se construye familia humana.

Y esto lleva a la pregunta clave: qué queremos. ¿Queremos arcos de triunfo y coronas de laurel como antes, medallas sobre uniformes ahora? ¿O queremos un abrazo fraterno? ¿Queremos ser humanos o ser potencias mundiales? En palabras mucho más sencillas, ¿queremos comer "todos" o hartarnos "unos pocos", lujosamente, insultantemente? ¿Queremos la verdad de lo que pasa ahora en Afganistán y en la República del Congo, o la defensa de "nuestros intereses", que –nadie sabe por qué– casi siempre exigen secreto, y muchas veces engaño y mentira?

Ha empezado el siglo XXI. Las guerras no se hacen como antes, con soldados en el campo de batalla, sino con misiles anónimos desde portaviones. El terror, suponemos, mantiene lo de antes: CIA y KGB, expertos franceses, israelíes y argentinos, pero ha cambiado: ahora hay boeings suicidas y antrax. Una superpotencia tiene que aprender a convivir con la impotencia. El mundo ha dado, pues, saltos cualitativos en tecnologías, también en guerras y terrorismo. El 11 de septiembre es un símbolo de ello, pero desde lo negativo, el terrorismo, la venganza. En símbolo, ha expresado la podredumbre de nuestro mundo y ha recordado un largo pasado de podredumbre. Ciertamente el mundo no ha dado el salto cualitativo –por decirlo suavemente– que esperan los pobres de este mundo desde tiempo inmemorial: el salto hacia la justicia y la verdad. El salto hacia el bien.

Don Pedro Casaldáliga escribe a San Francisco de Asís unas bellas rimas, como él dice, "en forma de desahogo". Pensando en si el 11 de septiembre es o no es el comienzo de algo nuevo, cito sólo una de ellas.

Compadre Francisco,

el mundo es tan viejo

que habrá que hacer otro

para verlo nuevo.

La verdad, no es fácil hacerlo nuevo. Pero siempre se pueden poner ladrillos. En este número recogemos las palabras del único miembro del congreso, una mujer afro-americana, que votó en contra de la guerra, junto a otros testimonios que no quieren guerra ni muertes, sino reflexión y cambio de rumbo.

Examen de conciencia

Se dice de los pueblos que tienen alma, corazón, espírirtu... También tienen conciencia. Si es así, bueno es que todos, empezando por sus líderes, hagan un examen de conciencia. De otra forma el siglo XXI será como los anteriores. Para hacer ese examen pueden ayudar varios artículos de este número (Eduardo Galeano, Joan Carrero, la muerte de Juanita), y quizás también las siguientes reflexiones absolutamente tradicionales. Como se hacía antes, vamos a recorrer los mandamientos de la ley de Dios..

"No depredar" (séptimo mandamiento). Siempre ha sido problema mayor de imperios y potencias: quedarse con lo de otros, oro, petróleo, uranio, coltán, espacios ricos en materias primas o valor estratégico. "No matar" (quinto mandamiento) o para mantener la depredación o para defenderse de ella o para exterminar o para aterrorizar a los supervivientes. "No mentir" (octavo mandamiento) para encubrir, justificar, hacer pasar desapercibido lo anterior, robo y muerte.

A esto se llamaba antes los mandamientos que exponen las obligaciones con nuestros prójimos. De cómo los ha cumplido occidente, democrático, nos ilustran los artículos de Galeano, Carrero, Chomski en el número anterior. Y ahora, por esas ironías que tiene la historia, se nos están recordando los mandamientos que exponen las obligaciones con Dios.

"No usar el nombre de Dios en vano" (segundo mandamiento). Es costumbre inveterada en tiempos de guerra, de lo cual ya da testimonio el Antiguo Testamento en sus inicios. Los cruzados llevaban una cruz y ganaban indulgencias –se les facilitaba la salvación–, y solía decirse con toda naturalidad que a América Latina vinieron juntas cruz y espada. Y la guerra santa. La hemos hecho durante milenios y hemos violado gravemente el segundo mandamiento.

Esas mismas voces, con palabras distintas, resuenan ahora desde Oriente: "Dios ha enviado esos aviones a destruir las torres", y aterran con razón. Aterran al ser humano, por la muerte de otros seres humanos, y aterran al creyente por hacer de Dios responsable de la muerte de seres humanos. Pero, desgraciadamente, ese mandamiento no es problema sólo del Oriente. En Europa, más secularizada, no se suele mezclar a Dios, por nombre, en guerras. Pero sí en Estados Unidos. Bush padre dice que rezó a Dios la noche antes de tomar la decisión de bombardear a Irak (lo que dejó más de 100.000 muertos). "God bless you" es el final obligado de muchos discursos presidenciales, aunque hayan tenido que mentir a veces sobre la guerra, la vida y la muerte. Muchos jerarcas occidentales han bendecido aviones y helicópteros, en Estados Unidos, y aquí entre nosotros, la verdad es que no acabamos de entender con qué fin. En vano hemos tomado muchas veces, todos, el nombre de Dios. Y otras naciones y religiones, por actuar así, "por causa de ustedes", como dice la Escritura, "se blasfema el nombre de Dios entre las naciones".

"Amen con todo su corazón al Dios de la vida" (traducción libre del primer mandamiento). Ya hemos visto que en esta guerra no está ausente el nombre de Dios. Todo se juega, según el primer mandamiento, de qué Dios se trata. Y sobre esto hay que decir dos cosas que nos parecen las fundamentales de este breve comentario.

La primera es que nadie puede librarse de algún "dios". Religiosos somos todos, aunque de manera aparentemente muy distinta. Jesús lo decía con su sabiduría acostumbrada: "hay muchos señores y ustedes tienen que elegir a cuál de ellos quieren servir". Y les ponía un ejemplo que, por lo menos en nuestro occidente materialista y vividor, pone el dedo en la llaga: "no pueden servir a Dios y al dinero". Dioses hay muchos, y suelen estar presentes en las guerras, precisamente porque en estás se juegan muchas cosas "últimas". Lo que ocurre es que, a veces, a esos "dioses" se les nombra con masyúscula y se les ora ritualmente, lo cual ocurre más en oriente y no deja de causar escalofríos pensar que Dios esté esperando que se desencadene una guerra, precisamente para defenderle a él. A veces a esos dioses se les mantiene en minúscula: petróleo, hasta "patio trasero" se les ha llamado, espacios estratégicos... Pero no hay que engañarse. Exigen lo mismo que los otros dioses. Las formas externas del culto pueden cambiar: más abiertamente fanáticas (hasta el suicidio) unas; más pulidas, con un cerebro lavado para defender la cultura occidental y sobre todo la libertad, otras. Lo que todos ellos tienen en común es que generan víctimas: directamente en las Torres o en poblados de Kabul, e indirectamente vastas regiones del planeta, Africa, Pakistán e India. Hace poco ocurría masivamente en Centro y Sudamérica, pues dioses eran, "ídolos", la acumulación del capital y la doctrina de seguridad nacional.

La segunda cosa es la más importante: en nombre de Dios sólo se puede generar vida. No quita esto que no haya conflictos en la historia, grandes sufrimientos, guerras incluso, y que el ser humano no tenga (o pueda) ponerse ante Dios en esos momentos (ni quita los problemas de legítima defensa, de una violencia de respuesta que puede llegar a ser legítima). Pero lo que hay que recalcar, lo que en ninguna circunstancia puede faltar es que Dios está en favor de la vida de todos los seres humanos, y se declara defensor de la vida de pobres y débiles.

Dios no ve en primer lugar a seres humanos "religiosos", afiliados a una u otra religión, o agnósticos o ateos, sino que ve ante todo a seres humanos, sufrientes y esperanzados, oprimidos muchas veces, liberadores otras. Y lo que quiere es que en este mundo haya vida. Historiadores de las religiones debatirán las diferencias en la formulación de estas intuiciones, cotejarán textos, los del Antiguo Testamento, los del Nuevo Testamento, los del Corán. Por obvias razones históricas, de cercanía geográfica, del tronco común de que proceden, Abraham, encontrarán cosas comunes, a veces al pie de la letra. Pero más allá de la letra, podrán encontrar –eso esperamos– la realidad de un Dios, que es "compasivo y misericordioso", Alá; "Padre de huérfanos y viudas", Jahvé; "buena noticia para los pobres", el Padre de Jesús.

En nuestra opinión, más allá de aceptar formulaciones y creencias concretas –a lo que son propensas las religiones– hay que hurgar en el corazón humano para ver si allí resuenan esas palabras de compasión y misericordia hacia los débiles, y si en el acoger ese resonar encontramos todos el camino para ser humanos. Eso no quita que haya diversidad de ritos y oraciones, diversas escrituras y lugares santos. Sólo quiere recalcar que lo verdaderamente santo está en la compasión y misericordia hacia el débil. Y esa es la verdadera línea divisoria en el mundo. No las religiones y su diversidad, sino la misericordia al débil (para los creyentes la esencia de Dios) por una parte, y el dinero para uno (el dios que produce víctimas), la arrogancia y la prepotencia, por otra.

* * *

¿Dónde está Dios en Afganistán, y en las Torres, y en la guerra del Congo y en Juanita, la niña que murió de hambre? Dios está en todos los que actúan con compasión hacia esas víctimas, le invoquen con el nombre que fuere.

Y sí hay queremos añadir algo –sólo afirmarlo– que, a mi entender, es específico de aquel Dios de quien habló Jesús. Ese Dios estuvo presente en una víctima, Jesús crucificado. No envió bombas contra nadie, sino que cayeron sobre él, como siguen cayendo esos días sobre mujeres, niños y anciano indefensos.

Extraño Dios, ciertamente. Pero entrañable. En su nombre no se puede matar al hermano.

 

 


 

 

El Salvador ante la represalia militar aliada

Los salvadoreños han seguido de cerca la respuesta militar aliada en territorio afgano. Tanto la prensa como la radio y televisión saturaron espacios para cubrir, desde el domingo 7 de octubre, el inicio de la esperada represalia militar en contra del régimen talibán que controla Afganistán desde 1996 mediante la ejecución de un "sistema islámico total" y que resguarda a Osama Bin Laden, el hombre más buscado del mundo.

Mediante la operación "libertad duradera", Estados Unidos y su principal aliado, Gran Bretaña, iniciaron la primera oleada de bombardeos contra objetivos militares en las principales ciudades de Afganistán. A tres días de iniciada la operación, ya se habían ejecutado cinco oleadas consecutivas causando destrucción en territorio afgano y la muerte accidental de cuatro funcionarios locales de la ONU; además habrían causado la muerte de medio centenar de civiles, según las autoridades del régimen talibán, número que va en aumento.

Los temores de una ofensiva militar ya habían producido el desplazamiento de miles de afganos hacia territorios fronterizos más seguros. La cadena de televisión CNN ha informado de 22 millones de habitantes en Afganistán, pero no ha especificado el estatus migratorio de los mismos. Por otro lado, en las principales ciudades estadounidenses –incluso algunas europeas– se hizo evidente el temor generalizado ante un eventual nuevo ataque terrorista.

Por su parte, la clase política salvadoreña, los grandes actores económicos y algunos ciudadanos "de a pie" han expresado sus opiniones. Una cosa quedaba claro en aquel entonces: el terrorismo es un flagelo actual y escurridizo que no respeta fronteras y amenaza cualquier nación. Pero, como era de esperarse, surgieron diversas lecturas al respecto. En general, se dio una condena unánime contra el terrorismo, a pesar de que algunas voces del FMLN –en una desafortunada coyuntura y sin tacto diplomático– aprovecharon la oportunidad para señalar los "pecadillos" de Estados Unidos en la política internacional. Al mismo tiempo, los sectores productivos manifestaron sus resquemores ante el posible deterioro de la economía.

Similar situación se dio a partir de la represalia militar contra Afganistán, aunque, en este caso, hubo una mayor polarización. Los sectores gubernamentales y del partido oficial justificaron las acciones militares, fieles al discurso de "defensa de la libertad y la democracia", abanderado por Estados Unidos y los gobernantes occidentales. Una línea más moderada condenaba el terrorismo, pero, a la vez, exigía garantizar la integridad física y moral de miles de personas inocentes que fácilmente podrían convertirse en blancos indirectos de los ataques aliados, de los desenfrenos xenofóbicos o de la misma represalia ideológica-religiosa.

En términos generales, en El Salvador se ha seguido manteniendo una postura peligrosa, a saber, una injusta identificación entre musulmán y terrorista. Así, el diputado Walter Araujo de ARENA, dijo "esperamos que las verdaderas fuerzas democráticas que amamos la libertad, logremos esa victoria contra el terrorismo. Las fuerzas del bien se impondrán a las fuerzas del mal". Otro diputado arenero, Guillermo Gallegos, legitimó los ataques contra Afganistán: "Estados Unidos ha actuado en una acción legítima, y que el país del Norte cuenta con el apoyo de otras naciones en este combate". El legislador del PCN, Antonio Almendáriz, expresó que "Estados Unidos está realizando una demostración necesaria para que quede claro que ya es tiempo de quitar la impunidad al terrorismo internacional".

Otros desaprobaron la violencia. "Nos hemos visto precisados a indicar que nuestro partido no avalará ninguna medida que combata al terrorismo causando daños a la población civil inocente", comentó Fabio Castillo, del FMLN. El también efemelenista Roberto Lorenzana agregó que "hay que hacer un esfuerzo por no amenazar la paz internacional". El Arzobispo de San Salvador, Fernando Sáenz Lacalle, agregó que "no se puede combatir el terrorismo generando más violencia". Un ciudadano salvadoreño residente en California dijo: "no estoy de acuerdo con las actividades de los talibán, pero tampoco estoy de acuerdo con la matanza de personas inocentes".

Otro de los sectores preocupados ha sido el empresrial por el desequilibrio productivo y financiero en Estados Unidos, principal socio comercial de Latinoamérica. Los congresistas estadounidense aprobaron la erogación de 40 mil millones de dólares para financiar las acciones contra el terrorismo. Las acciones militares en Asia provocarían el desplazamiento de la necesidad de insumos tradicionales –producidos fundamentalmente en los países latinoamericanos– hacia los insumos de guerra. Por último, puede darse la disminución del ingreso de remesas familiares.

Adicionalmente, la coyuntura económica salvadoreña –antes de la explosión de la llamada "primera gran crisis del siglo"– ya daba signos claros de preocupación. Muestra de ello ha sido la disminución de la actividad maquilera, a pesar de que el presidente Flores afirma que la maquila es un sector en pleno auge. A ello se suman las bajas perspectivas de crecimiento económico como consecuencia de la disminución del valor de las exportaciones tradicionales y por los todavía palpables efectos de los terremotos de enero y febrero.

Las principales gremiales empresariales fueron las primeras en analizar la actual situación. Para la Asociación Salvadoreña de Industriales "en un escenario de guerra, Estados unidos va a importar otros insumos que necesita, y en los cuales nosotros no tenemos participación, y eso será un efecto positivo que no tendremos en la región", según el director ejecutivo de la gremial, Jorge Arriaza. La Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) se mostró en proceso de evaluación. "Como país tenemos que tomar medidas para que los impactos negativos que va a tener Estados Unidos no nos afecten tanto", comentó Luis Mario Rodríguez. Finalmente, para Roberto Rubio, de la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE), "si el conflicto se extiende a Iraq e Irán y se ejecuta el llamado a la Guerra Santa, podría darse una presión en los precios". Como quiera que sea, el impacto en economías débiles y dependientes como la salvadoreña es casi inminente.

El panorama es, sin más, incierto y desafiante. Desde las principales ciudades del mundo hasta los más recónditos paisajes tercermundistas no deja de preocupar el futuro de la humanidad misma. Como se ha sostenido hasta la saciedad en muchos sectores occidentales, Estados Unidos estaría cometiendo un craso error al polarizar aún más el mundo. "O contra del terrorismo o contra nosotros", es frase que legitima el poderío estadounidense en el planeta y, a la vez, lo divide en "buenos" y "malos", en occidentales e islámicos, en civilizados y fanáticos.

Esta dinámica, ha exacerbado el sentimiento antinorteamericano en el mundo árabe, llegando hasta la violencia desmesurada. Con la explosión consiguiente en Oriente Medio se están sepultando los procesos de negociación y las esperanzas de paz, al mismo tiempo que se acrecienta la amenaza de una contrarrepresalia terrorista. Y la espiral sigue. En una región tan susceptible, uno de los peligros latentes es el surgimiento de una nueva crisis petrolera, lo cual podría ocurrir con suma facilidad; basta que Estados Unidos pierda sus aliados árabes en la región, en respuesta al ambiente polarizado.

Finalmente, surge la duda sobre la eficacia del papel de los organismos internacionales en la configuración del actual orden mundial. La ONU ha sido incapaz de controlar la conflictividad y la polarización a que los últimos hechos están encaminando. El 7 de octubre, David Browning, académico inglés del centro de Estudios Islámicos de la Universidad de Oxford, quien otrora escribiera sobre El Salvador, decía. "CNN día a día dice: ‘guerra contra el terrorismo’. Y la percepción es que el terrorismo es islámico. No lo es. Y con eso se está incrementando el riesgo, las sospechas y los odios mutuos".

CIDAI

 

 

 


 

 

El obispo, Testigo del Evangelio para la esperanza del mundo

Carlos Ayala

Este es el tema central del Sínodo de los Obispos, inaugurada el 30 de septiembre. ¿Qué clase de obispo se necesita para que dé esperanza al mundo? Esta es la pregunta que buscarán responder los obispos convocados, y el perfil de obispo que se desea es el del Concilio Vaticano II. En sus textos se plantea la misión del obispo en torno a tres ejes básicos: enseñar, santificar y pastorear.

En el ejercicio de su ministerio de enseñar, los obispos deben anunciar el Evangelio de Cristo, llamando a los hombres y mujeres a la fe con la fortaleza del Espíritu, o confirmándolos en la fe viva. En cuanto santificadores los obispos están obligados a dar ejemplo de santidad con la caridad, humildad y sencillez de vida. En el ejercicio de su ministerio de padre y pastor deben comportarse en medio de los suyos como quienes sirven, como pastores buenos que conocen a sus ovejas y son conocidos por ellas (cfr. Christus Dominus 12-16).

Según esto, al abrir las sesiones del décimo Sínodo ordinario, el cardenal Edward Michael Egan, arzobispo de Nueva York, señaló que el obispo del nuevo milenio debe ser un maestro de la fe (lo que supone una buena formación intelectual y espiritual), un santificador de los fieles (de modo que las prácticas litúrgicas y eclesiales se lleven a cabo con un verdadero espíritu de fe) y un profeta de la justicia (pues donde prevalece la miseria causada por la injusticia y la dureza del corazón, allí debe esperarse una palabra profética).

Monseñor Romero: un obispo testigo del Evangelio para la esperanza de los pobres. Según un comentario aparecido en la prensa, el objetivo del sínodo sería lograr que los obispos se conviertan. Mons. Gregorio Rosa, desde Roma, asintió. "Que el obispo sea testigo del Evangelio para la esperanza del mundo, sólo será posible si ven en los obispos a Jesucristo, el buen pastor".

Y en estos inicios del milenio ¿cómo será también especialmente esperanza de los pobres y así se haga esperanza universal? Para responder a tal pregunta, pensamos que bien harían los prelados en conocer e imitar el desempeño del ministerio de Monseñor Oscar Romero. El fue testigo del Evangelio siendo esperanza para los pobres. Nuestra modesta voz nunca llegará al sínodo, pero queremos recordar a los obispos de nuestra Iglesia local algo del Espíritu que orientaba a Monseñor.

La autoridad del obispo entendida como servicio. "La autoridad en la Iglesia no es mandato, es servicio. ¡Qué vergüenza para mí, pastor! Y les pido perdón, a mi comunidad, cuando no haya podido desempeñar como servidor de ustedes mi papel de obispo. No soy jefe, no soy un mandamás, no soy una autoridad que se impone. Quiero ser el servidor de Dios y de ustedes" (Homilía, 10 de septiembre, 1978).

Un magisterio comprometido con la historia. "Queridos hermanos, que no vaya a ser falso el servicio de ustedes desde la palabra de Dios. Que es muy fácil ser servidores de la palabra sin molestar al mundo. Una palabra muy espiritualista, una palabra sin compromiso con la historia, una palabra que puede sonar en cualquier parte del mundo porque no es de ninguna parte del mundo; una palabra así no crea problemas, no origina conflictos. Lo que origina los conflictos, las persecuciones, lo que marca a la Iglesia auténtica es cuando la palabra quemante, como la de los profetas, anuncia al pueblo y denuncia: las maravillas de Dios, para que las crean y las adoren, y los pecados de los hombres, que se oponen al reino de Dios, para que lo arranquen de sus corazones, de sus sociedades, de sus leyes" (Homilía 10 de septiembre, 1977).

El pastor está donde hay sufrimiento. "Ya sé que hay muchos que se escandalizan de estas palabras y quieren acusarla de que ha dejado la predicación del Evangelio para meterse en política. Pero no acepto yo esta acusación, sino que hago un esfuerzo para que todo lo que nos ha querido impulsar el Concilio Vaticano II, la reunión de Medellín y de Puebla, no sólo lo tengamos en las páginas y lo estudiemos teóricamente sino que lo vivamos y lo traduzcamos en esta conflictiva realidad. Por eso pido al Señor, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento (Homilía 23 de marzo, 1980).

Un pastor que opta por los pobres porque los ama. "El mundo de los pobres con características sociales y políticas bien concretas, nos enseña dónde debe encarnarse la Iglesia para evitar la falsa universalización que termina siempre en connivencia con los poderosos. El mundo de los pobres no enseña cómo ha de ser el amor cristiano que busca ciertamente la paz, pero desenmascara el falso pacifismo, la resignación y la inactividad. El mundo de los pobres nos enseña que la sublimidad del amor cristiano debe pasar por la imperante necesidad de la justicia para las mayorías y no debe rehuir la lucha honrada. El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha" (Homilía, 2 de febrero, 1980).

En suma, un obispo que pretenda ser testigo del Evangelio para la esperanza del mundo, especialmente, del mundo de los pobres, tiene que ser un obispo "buen samaritano" y "buen pastor". Es decir, su misión tiene que ser movida a misericordia por el sufrimiento del otro. Tiene, a su vez, que saber dar la vida acompañando, consolando, animando e incluso arriesgando su vida en la búsqueda de la justicia para el débil. En Monseñor Romero esto no fue sólo un modelo teórico eclesial. Fue un modo concreto de ser Obispo desde el mundo de los pobres y con el Espíritu de Jesús de Nazaret.

 

 


 

 

"COMO DECÍA POLÍN"

Entevista con David Rodríguez

Miguel Cavada Diez

El pasado 29 de septiembre, se cumplió el vigésimo segundo aniversario del asesinato de Apolinario Serrano, más conocido por Polín, dirigente campesino de la Federación Cristiana de Campesinos de El Salvador (FECCAS) y la Unión de Trabajadores del Campo (UTC). Polín es todo un símbolo de la lucha por la vida y por el derecho de la organización de los campesinos. Jornalero, no sabía leer ni escribir, pero aprendió en la organización empujado por la misma necesidad. Muy amigo de Monseñor Romero, con quien sostenía frecuentes pláticas en el Hospitalito. Ambos tenían mucho en común: el amor al pueblo, la pasión por la justicia y el don de la palabra. Oír hablar a Polín era todo un acontecimiento. La gente ansiaba escucharlo. Lamentablemente no se han conservado sus mensajes, sino en la memoria de la gente que lo escuchó.

Monseñor lloró la muerte de Polín. De él, del papá de Juan Chacón y de otros dirigentes campesinos, dijo estas hermosas palabras: "Para mí en particular son muy queridos, Felipe de Jesús Chacón, Polín, como le llamábamos a Apolinario, yo les he llorado de veras… se trata de hombres esencialmente buenos, muy queridos por el pueblo, hombres que tocaron la llaga de la injusticia social, que promovieron la dignidad del ser humano, de los campesinos, de los obreros, de los desposeídos por la oligarquía, hombres que organizaron al pueblo, que ayudaron a hacerlo, porque es una necesidad fundamental para la eficiencia en la lucha. Este es un servicio inapreciable, por eso les asesinó la oligarquía" (15 de febrero de 1980).

En esta ocasión quiero transcribir fragmentos de una entrevista con David Rodríguez, actual diputado por el FMLN, quien conoció a Polín y nos comparte sus recuerdos y el significado que tiene para hoy. Aunque la entrevista fue realizada el 25 de noviembre de 1999, creo que tiene plena actualidad.

- ¿Qué recuerdos tienes de Polín?

- Polín era flaco, no muy flaco, pero era de contextura flaca, era moreno, la nariz un poco puntiagudita. Y la manera de hablar era como campesino, en forma siempre alegre. Casi toda la gente lo recuerda por la forma como él se dirigía a la población en los mitines. Era una de las cosas que más nos llamaban la atención, y yo normalmente ocupo muchas frases y muchas comparaciones que me recuerdo, citándole a él, precisamente.

Yo aprendí de él, por ejemplo, la idea de proceso, que las cosas no se hacen de la noche a la mañana, sino que las cosas van paso a paso. Por ejemplo él decía: "¿Verdad que a ustedes les gustaría sembrar el maíz hoy y a los ocho días ir a tapizcar? ¡Eso sería bonito! Pero no es así, sino que es un proceso un poco más largo. Para poder tapizcar hay que hacer un proceso". Lo mismo decía, por ejemplo, para respetar el crecimiento de la gente: "¿Verdad que ustedes para que crezca la milpa no se desesperan? No halan las hojas a la milpa, porque entonces la arruinan, la dañan, sino que la echan abono con paciencia". Y hablaba de la paciencia revolucionaria. Yo aprendí mucho de él la idea de organización. El respetar los pasos, los niveles, no desesperarse de la gente, cuando hay gente que todavía no nos acompaña, pero que sí son personas honestas, son personas que comienzan a sentir los problemas.

Y ponía una comparación: "Hay dos maneras de asolearse. Una, sentado en una piedra, aguantando sol, y otra trabajando. El que se asolea pero está trabajando, haciendo lo que tiene que hacer en la milpa, ése va a recoger los frutos. Pero el que sólo se va a sentar a asolearse, se asolea, sufre el sol, pero por gusto". Esa manera de hablar me recordaba las parábolas de Jesús, la gente le entendía, quedaba con la idea cabal. Polín también decía que "el proceso revolucionario es como levantar una piedra grande, una piedra enorme, y nos ponemos todos alrededor de la piedra, contamos una, dos y tres y todos empujamos parejo, y luego le metemos cuña, y luego descansamos un ratito y volvemos a contar una, dos y tres y volvemos a empujar". Iba como recordando un poco la historia del proceso, que todos somos importantes y tenemos que empujar en la misma dirección. Y allí es donde decía: "No se vale que unos estemos empujando y otros estemos haraganeando, sin hacer nada. Todos tenemos que poner nuestro aporte. No se vale que unos vayan cargando el santo y otros vayan colgados".

Esas son frases que yo recuerdo, y siempre cuando estoy en unas pláticas las recuerdo y cito a Polín. "Como decía Polín". Esas frases sí las tengo bien gravabas porque veía cómo impactaba en la gente.

- ¿Hoy se necesitaría gente como Polín para el movimiento social o ya estamos en otra etapa y ese estilo ya no tiene nada que ver?

Al contrario, yo siempre pongo el ejemplo de Juanón, que fue a abrir un comité de base de campesinos, allá en Las Negritas, en San Gregorio, que era lejísimos de Sensunte, había que caminar a pie. ¡Eso es lo que se ha perdido ahorita en el movimiento social! El contacto directo de los dirigentes con la base. O sea, hay dirigentes que sienten perder el tiempo cuando se reúnen con tres gentes. Este es el método que tenían Polín, Juanón y los compañeros campesinos. No sentían perder el tiempo. ¡Pero ese pan era bien cocido! Porque el método era aclararle dudas, vos llevás un planteamiento y entonces empiezan las dudas y empezás a aclarar, a discutir, y no las aclarás vos, sino que le das participación a los otros que las aclaren. Y se arma una conversación bien amena. Llega un momento que ellos mismos, convencidos, convencen a otros.

Ese proceso lento es el que hemos perdido. Yo lo comparo con la lluvia. Hay dos clases de llover. La lluvia tormenta, huracán y la otra, la lloviznita que está cayendo. ¡El contacto directo de los dirigentes con la gente! Es más lento, pero es más seguro, porque la gente cuando está clara, se va multiplicando. Y todo ese divisionismo que existe en el FMLN es precisamente por eso: porque estamos afiliando y afiliando, un montón de gente, que no es pan bien cocido, no respetamos el proceso, no calidad sino cantidad. Y es al revés: entre más calidad, se multiplica más el trabajo. Y creo que es el método que ha abandonado el FMLN.

 

 


 

 

Bondad en medio del terror

 

El 14 de septiembre el Congreso de Estados Unidos votó 420 contra 1 a favor de otorgar poder al presidente Bush para comenzar la guerra. El único voto en contra fue el de Barbara Lee, una mujer afroamericana de Berkeley. Habló del dolor que embarga al pueblo norteamericano y confesó que se había preguntado ante Dios y su conciencia qué hacer.

Su conclusión fue clara: una acción militar no evitará nuevos ataques terroristas. Lo que tenemos que hacer es reflexionar sobre las consecuencias de nuestras acciones. No queremos que la espiral de la violencia quede fuera de todo control. No tenemos que precipitarnos en nuestro juicio, ya han muerto demasiados inocentes. Si nos lanzamos al contraataque, corremos el gran peligro de que mujeres, niños y otros no combatientes queden atrapados entre dos fuegos. Tampoco podemos inflamar los prejuicios contra los americanos árabes y asiáticos, y contra ningún pueblo debido a su raza, religión o etnia. Finalmente no debemos meternos en un callejón sin salida. No podemos repetir errores del pasado.

En 1964 el Congreso dio al presidente Lindon Johson poder para tomar "todas las medidas necesarias". Al hacerlo, el Congreso no cumplió con su responsabilidad constitucional y embarcó a nuestro país en una guerra no declarada en Vietnam. Entonces, el Senador Wayne Morse, uno de los dos votos en contra, dijo que "la historia recordará que hemos cometido un gran error".

El Senador Morse estaba en lo cierto, y me temo hoy que estamos cometiendo el mismo error. Me dan miedo las consecuencias. He reflexionado sobre este voto con gran dolor. Pero me decidí en la Catedral Nacional cuando un sacerdote dijo estas elocuentes palabras: "cuando actuemos, no nos convirtamos en el mal que ahora estamos deplorando".

* * *

 

No tengo palabras para expresar que gran persona era mi hermano Craig. Toda mi familia esta ahora aquí en Washington. Estamos abatidos por el dolor, pero cada día será mejor.

La primera reacción es actuar con rabia ante la tragedia, pero lo más valiente que podemos hacer es reflexionar y tratar de entender por qué ocurrió esto.

Durante los últimos 16 años he vivido con los efectos del terrorismo. Ahora me he parado ha pensar y a escuchar lo que dicen los terroristas. También lo puedes hacer tú. Y si pones atención, esto es lo que escucharás: "Estados Unidos ha cometido actos de violencia bárbara contra civiles inocentes y debe ser castigado. Estados Unidos esta hecho de gente que quiere matar y morir para conservar nuestro modo de vida. No tenemos más elección que matarlos a ellos antes que ellos a nosotros". ¿Suena familiar? Cuando los americanos hablan así, no estamos más que repitiendo las palabras de los terroristas, y por eso nunca las escucharás en mi boca.

¿Pero cómo puede ser América, violenta y destructora, sin respeto a la vida humana de modo que la única forma de pararlos es matarlos? Bueno, cuanto más conozco la política exterior de Estados Unidos, mejor lo he entendido. Nuestra historia incluye una larga y absurda lista de ataques a civiles y a otros gobiernos elegidos. Puedes nombrar cuantos países hemos gobernado en los últimos 10 años. He aquí una lista parcial: Sudán, Yugoslavia, Iraq y Afganistán. Resulta que nuestra experiencia actual de dolor no ha sido normal para los americanos, sin embargo ha sido demasiado normal para muchas familias en otros países. La mayoría de las veces, Estados Unidos ha sido el criminal, no la víctima.

* * *

Hace dos días comenzamos a bombardear Afganistán. Me quedé muy triste. No puedo dejar de pensar en el millón de refugiados que ya pasan hambre en la frontera. Una vez que has visto la guerra como yo en El Salvador, ya no puedes olvidarla. Y aunque cueste decirlo es una experiencia importante. Mi familia y mis amigos cercanos aquí somos una minorías porque cuestionamos la sabiduría de una acción militar como respuesta a los horribles acontecimientos del 11 de septiembre.

Sé que entiendes bien todo esto. La gente se siente tan vulnerable que quieren "hacer algo". Por eso se preguntan muchos "cómo no vamos a responder" he dejado de ver televisión porque ya es demasiado. Los niños hicieron la pregunta crucial el 11 de septiembre. Cuando me preguntaron: "¿Por qué nos pueden odiar tanto?". En este momento de la historia, es un verdadero desafío educar a nuestros hijos como "hacedores de la paz". Bill y yo tratamos de hacer lo mejor que podemos...

La vida no es normal, porque no puede serlo. Sigo trabajando con la comunidad cristiana en problemas de justicia económica, como las personas que no tienen vivienda. Estoy rodeada de personas profundamente creyentes y comprometidas, y eso ayuda. Mi fe no está pasando por una crisis, pero siento la preocupación de cómo vivir esa fe enmedio del desastre.

Teresa


 

 

El teatro del Bien y el Mal

Eduardo Galeano

En la lucha del Bien contra el Mal, siempre es el pueblo quien pone los muertos. Los terroristas han matado a trabajadores de cincuenta países, en Nueva York y en Washington, en nombre del Bien contra el Mal. Y en nombre del Bien contra el Mal el presidente Bush jura venganza: "Vamos a eliminar el Mal de este mundo", anuncia.

¿Eliminar el Mal? ¿Qué sería del Bien sin el Mal? No sólo los fanáticos religiosos necesitan enemigos para justificar su locura. También necesitan enemigos, para justificar su existencia, la industria de armamentos y el gigantesco aparato militar de Estados Unidos.

Buenos y malos, malos y buenos: los actores cambian de máscaras, los héroes pasan a ser monstruos y los monstruos héroes, según exigen los que escriben el drama. Eso no tiene nada de nuevo. El científico alemán Werner von Braun fue malo cuando inventó los cohetes V-2, que Hitler descargó sobre Londres, pero se convirtió en bueno el día en que puso su talento al servicio de Estados Unidos. Stalin fue bueno durante la Segunda Guerra Mundial y malo después, cuando pasó a dirigir el Imperio del Mal. En los años de la guerra fría escribió John Steinbeck: "Quizá todo el mundo necesita rusos. Apuesto a que también en Rusia necesitan rusos. Quizá ellos los llaman americanos".

Después, los rusos se abuenaron. Ahora, también Putin dice: "El Mal debe ser castigado". Saddam Hussein era bueno, y buenas eran las armas químicas que empleó contra los iraníes y los kurdos. Después, se amaló. Ya se llamaba Satán Hussein cuando Estados Unidos, que venía de invadir Panamá, invadió Irak porque Irak había invadido Kuwait. Bush Padre tuvo a su cargo esta guerra contra el Mal. Con el espíritu humanitario y compasivo que caracteriza a su familia, mató a más de cien mil iraquíes, civiles en su gran mayoría. Satán Hussein sigue estando donde estaba, pero este enemigo número uno de la humanidad ha caído a la categoría de enemigo número dos. El flagelo del mundo se llama ahora Osama Bin Laden. La Agencia Central de Inteligencia (CIA) le había enseñado todo lo que sabe en materia de terrorismo: Bin Laden, amado y armado por el gobierno de Estados Unidos, era uno de los principales "guerreros de la libertad" contra el comunismo en Afganistán.

Bush Padre ocupaba la vicepresidencia cuando el presidente Reagan dijo que estos héroes eran "el equivalente moral de los Padres Fundadores de América". Hollywood estaba de acuerdo con la Casa Blanca. En estos tiempos, se filmó Rambo 3: los afganos musulmanes eran los buenos. Ahora son malos malísimos, en tiempos de Bush hijo, trece años después. Henry Kissinger fue de los primeros en reaccionar ante la reciente tragedia. "Tan culpable como los terroristas son quienes les brindan apoyo, financiación e inspiración", sentenció, con palabras que el presidente Bush repitió horas después. Si eso es así, habría que empezar por bombardear a Kissinger. El resultaría culpable de muchos más crímenes que los cometidos por Bin Laden y por todos los terroristas que en el mundo son. Y en muchos más países: actuando al servicio de varios gobiernos estadunidenses, brindó "apoyo, financiación e inspiración" al terror de Estado en Indonesia, Camboya, Chipre, Irán, Africa del Sur, Bangladesh y en los países sudamericanos que sufrieron la guerra sucia del Plan Cóndor.

El 11 de septiembre de 1973, exactamente 28 años antes de los fuegos de ahora, había ardido el palacio presidencial en Chile. Kissinger había anticipado el epitafio de Salvador Allende y de la democracia chilena, al comentar el resultado de las elecciones: "No tenemos por qué aceptar que un país se haga marxista por la irresponsabilidad de su pueblo". El desprecio por la voluntad popular es una de las muchas coincidencias entre el terrorismo de Estado y el terrorismo privado. Por poner un ejemplo, la ETA, que mata gente en nombre de la independencia del País Vasco, dice a través de uno de sus voceros: "Los derechos no tienen nada que ver con mayorías y minorías". Mucho se parecen entre sí el terrorismo artesanal y el de alto nivel tecnológico, el de los fundamentalistas religiosos y el de los fundamentalistas del mercado, el de los desesperados y el de los poderosos, el de los locos sueltos y el de los profesionales de uniforme. Todos comparten el mismo desprecio por la vida humana: los asesinos de los cinco mil quinientos ciudadanos triturados bajo los escombros de las Torres Gemelas, que se desplomaron como castillos de arena seca, y los asesinos de los doscientos mil guatemaltecos, en su mayoría indígenas, que han sido exterminados sin que jamás la tele ni los diarios del mundo les prestaran la menor atención. Ellos, los guatemaltecos, no fueron sacrificados por ningún fanático musulmán, sino por los militares terroristas que recibieron "apoyo, financiación e inspiración" de los sucesivos gobiernos de Estados Unidos. Todos los enamorados de la muerte coinciden también en su obsesión por reducir a términos militares las contradicciones sociales, culturales y nacionales.

En nombre del Bien contra el Mal, en nombre de la Unica Verdad, todos resuelven todo matando primero y preguntando después. Y por ese camino, terminan alimentando al enemigo que combaten. Fueron las atrocidades de Sendero Luminoso las que en gran medida incubaron al presidente Fujimori, que con considerable apoyo popular implantó un régimen de terror y vendió el Perú a precio de banana. Fueron las atrocidades de Estados Unidos en Medio Oriente las que en gran medida incubaron la guerra santa del terrorismo de Alá. Aunque ahora el líder de la Civilización esté exhortando a una nueva Cruzada, Alá es inocente de los crímenes que se cometen en su nombre. Al fin y al cabo, Dios no ordenó el holocausto nazi contra los fieles de Jehová, y no fue Jehová quien dictó la matanza de Sabra y Chatila ni quien mandó expulsar a los palestinos de su tierra. ¡Acaso Jehová, Alá y Dios a secas no son tres nombres de una misma divinidad? Una tragedia de equívocos: ya no se sabe quién es quién.

El humo de las explosiones forma parte de una mucho más enorme cortina de humo que nos impide ver. De venganza en venganza, los terrorismos nos obligan a caminar a los tumbos. Veo una foto, publicada recientemente: en una pared de Nueva York alguna mano escribió: "Ojo por ojo deja al mundo ciego". La espiral de la violencia engendra violencia y también confusión: dolor, miedo, intolerancia, odio, locura. En Porto Alegre, a comienzos de este año, el argelino Ahmed Ben Bella advirtió: "Este sistema, que ya enloqueció a las vacas, está enloqueciendo a la gente". Y los locos, locos de odio, actúan igual que el poder que los genera.

Un niño de tres años, llamado Luca, comentó en estos días: "El mundo no sabe dónde está su casa". El estaba mirando un mapa. Podía haber estado mirando un noticiero.

 

 


 

 

Diversos terrorismos

 

El Mozote. Se reanuda la exhumación de víctimas. En la segunda semana de octubre se reanudó la exhumación de víctimas en El Mozote. Los días 11, 12 y 13 de diciembre de 1981 centenares de campesinos, niños, jóvenes, mujeres embarazadas, adultos, ancianos y ancianas fueron masacrados. No huyeron del lugar porque se consideraban inocentes y ajenos al conflicto armado. El batallón Atlacatl, entrenado en Estados Unidos, cometió la masacre siguiendo la estrategia de "tierra arrasada". Una amnistía decretada por el entonces presidente Christiani liberó de la justicia a los ejecutores de la masacre e impidió investigar a fondo las responsabilidades de los altos jefes militares.

Argentina. 30.000 víctimas de la dictadura. Según una estimación oficial divulgada en Argentina a comienzos de septiembre hubo 15 mil desaparecidos durante la ultima dictadura militar argentina. Los datos revelados por Diana Conti, subsecretaria de Derechos Humanos, aclaran que "ya hay 15.000 desaparecidos oficiales". Conti declaró que esta convencida que en total "fueron 30 mil las victimas de la dictadura", tal como afirman las organizaciones humanitarias y de familiares.

Estos datos amplían el informe de una comisión que, tras el restablecimiento de la democracia, había logrado identificar a 8.961 personas detenidas-desaparecidas durante el régimen que gobernó Argentina entre 1976 y 1983. Conti hizo el anuncio en un encuentro con miembros de una comisión interministerial de Israel que se encuentra en Buenos Aires para recabar información sobre el destino de alrededor de 1.500 argentinos de origen judío que desaparecieron durante la dictadura.

Explicó que el informe elaborado en 1984 por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, presidida por el escritor Ernesto Sábato, está siendo "actualizado y digitalizado". "Los números se agregaron en función de los familiares que se atrevieron a contar lo que les pasó mucho después del cierre del primer informe, de quienes se acercaron a presentar datos ciertos para cobrar indemnizaciones y de los datos que surgieron en los llamados "juicios por la verdad" que se están llevando adelante en distintos puntos del pais".

Terrorismo contra Cuba. En el primer día de debate de la Asamblea General de la ONU, el 3 de octubre, el embajador cubano dijo que "en la isla cubana, tan sólo en la década de los noventa, hubo 68 atentados, 33 en los últimos cinco años, y a consecuencia, han perdido la vida tres mil 478 personas, y dos mil 99 han quedado incapacitadas".

Congo. Coltán y guerra. Un mineral estratégico poco conocido, la columbita-tantalita (coltan), es esencial para las nuevas tecnologías. Los misiles balísticos, las armas "inteligentes" o los teléfonos móviles dependen de él. El 80% de las reservas mundiales se encuentra en Africa, sobre todo en una zona de la República Democrática del Congo ocupada por los ejércitos de Ruanda y Uganda. Según las Naciones Unidas, el tráfico ilegal de coltan es una de las razones de una guerra que, desde 1997, ha matado alrededor de dos millones de personas

Más de 10.000 mineros trabajan en los yacimientos de la región del Kivu, territorio ocupado desde 1998 por los ejércitos de Ruanda y Uganda. Los niños trabajan en régimen de semiesclavitud, igual que los prisioneros hutus. A los presos se les ofrece una reducción de pena; los otros reciben entre cinco y 10 dólares por cada kilo de coltan, un salario de lujo para una población que sobrevive con menos de un dólar al día.

Según Kofi Annan, varias empresas importan el coltan ilegalmente, entre otras la Starck (filial de la alemana Bayer), Cogecom y Sogen. Pero del negocio también lucran Uganda (que tiene 10.000 soldados en la zona), Rwanda (25.000). Ambos países, desde 1997 con el respaldo de Estados Unidos, y sus empresas lideran el sector de las nuevas tecnologías dependientes del coltan. Treinta y cuatro empresas están acusadas de importar coltan y casiterita del Congo; de ellas, 27 son occidentales, la mayoría belgas, holandesas y alemanas.

La ONU señala en su informe a numerosos militares ruandeses y ugandeses de alta graduación como beneficiarios del tráfico ilegal. El informe de la ONU es especialmente crítico con el Banco Mundial (y, de manera indirecta, con Estados Unidos). Este organismo de las Naciones Unidas pondera en sus últimos informes los éxitos económicos de Uganda –país que el Gobierno de Washington propone desde hace 15 años como modelo africano–, sin que medie comentario alguno sobre la procedencia de sus ingresos: ni una palabra sobre las lucrativas exportaciones de oro, diamantes o coltan, a pesar de que Uganda carece de producción propia.

El 11 de septiembre de 2001 también 35.615 niños murieron de hambre

Víctimas: 35.615

Lugar: países pobres del planeta

Ediciones especiales de las teles: cero

Artículos de prensa: cero

Mensajes del presidente de la república: cero

Convocatoria de una unidad de crisis: cero

Manifestaciones de solidaridad: cero

Minutos de silencio: cero

Conmemoraciones de las víctimas: cero

Forums sociales organizados: cero

Mensajes del Papa: cero

Las bolsas: no están mal

El euro: remontado

Nivel de alerta: cero

Movilización del ejército: ninguno

Hipótesis sobre la identidad de los criminales: ninguna

Probables autores del crimen: países ricos

Editorial Wesak,

Valle d‘Aosta, Italia

 


 

 

¿Aún hay tiempo?

Reflexión desde Africa

Juan Carrero Saralegui

Las terribles imágenes de las Torres Gemelas heridas de muerte, las de quienes en las ventanas de los últimos pisos agitaban en su desesperación alguna pieza de tela, las de aquellos cuerpos cayendo y cayendo en unos instantes eternos (tan diminutos, tan desvalidos), las del desplome final de los gigantes, me han dolido, como a millones de seres humanos, en lo más hondo. Pero no he llorado. Hace bastantes meses que no lo hago. La certeza de que cada mes, ahora mismo, desde hace tres años, están muriendo un promedio de 80.000 seres humanos en la RD del Congo invadida por Uganda, Ruanda y Burundi (los grandes protegidos de Estados Unidos) me ha dejado "seco". Tres millones de víctimas en estos tres últimos años. Que, sumados a los más de tres millones en Ruanda desde 1990, suponen más de seis millones en una década. La amarga constatación de la gran indiferencia de nuestro mundo "civilizado" respecto a esta y otras grandes tragedias, a las que no considera como suyas, me viene generando desde hace meses una especie de coraza afectiva y un gran pesimismo sobre el próximo futuro...

Unos días ante del atentado comencé un artículo que llevaba este mismo título, "¿Aún hay tiempo?". En él intentaba explicar cómo, desde hace varios años, algunas pequeñas organizaciones hemos vivido de la esperanza de que en el momento en que nuestras sociedades más desarrolladas conociesen la magnitud del genocidio que se sigue desarrollando en el Africa de los Grandes Lagos, reaccionarían de algún modo. Pero nos equivocamos. Creíamos que el gran problema era precisamente la pequeñez de quienes lo denunciábamos, frente a los fuertes mecanismos sicológicos y sociales de aquellos que detentan el supuesto saber. Esperabamos que las cosas cambiarían cuando levantasen la voz gentes con más reconocimiento que el que a nosotros se nos concedía. Hace ya más de año y medio que venimos recibiendo reproches parecidos a este: "¿Quién creéis que sois? Lo vuestro no puede ser serio. Es imposible que haya un promedio de 80.000 víctimas mensuales en la RD del Congo y que organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional o periodistas especializados no lo hayan denunciado".

Pero en éstos últimos meses toda esta situación está dando un vuelco, toda esa ignominia está saliendo a la luz. Por fin han hablado los grandes oráculos de nuestro mundo globalizado: Organismos como la ONU, ONGs como Amnistía Internacional... El expolio de la RD del Congo ya "existe" Y las 80.000 víctimas por mes también. Y ya está claro que ese botín es la explicación de esas grandes masacres. Pero a casi nadie parece importarle. La destrucción de tantos millones de vidas humanas y la depredación de los excepcionales recursos de la región, como el coltan, ya es irreversible. Grandes corporaciones mineras y financieras, fundamentalmente estadounidenses, ya han conseguido su botín. Y sus aliados africanos tienen ya su importante participación en tal rapiña. Pero, indudablemente, aún sería muy importante detener tanto sufrimiento. De ahí el título del artículo "¿Aún hay tiempo?".

Soy pesimista sobre el actual momento histórico de nuestra humanidad. La inconsciencia de la mayoría de nuestras sociedades desarrolladas respecto a la magnitud del sufrimiento que algunos de nuestros líderes económicos y políticos están ocasionando en diversas regiones de nuestro planeta me recuerda demasiado a la inconsciencia de la mayoría de la sociedad alemana que dio su apoyo al nazismo. Nuestra televisiones no cesan de ofrecernos las imágenes de la destrucción de las Torres Gemelas. Y también las de palestinos festejando supuestamente el atentado de Nueva York. De la devastación actual de la RD del Congo, ni una sola imagen. El control de las imágenes en ese gran medio que es la televisión es seguramente la más importante clave. No importa que algunos ya sepamos lo que está sucediendo en el Africa de los Grandes Lagos. Si las grandes cadenas de televisión no emiten insistentemente las imágenes, es como si aún no existiese para la gran masa de la sociedad, la que elige a los líderes políticos.

Pero una civilización que se desentiende del dolor de una masa inmensa de desheredados y que agranda más y más el abismo existente entre esa gran masa y los más privilegiados, no tiene futuro, es demasiado vulnerable. Como las Torres Gemelas. Como la verticalidad del poder y los privilegios. Sin base territorial ni social. Tan ostentosas y provocadoras en medio de un mundo sembrado de millones de champas chatas y malolientes. ¿Qué expertos y líderes son los nuestros que no han sido capaces de ver la gran vulnerabilidad de esas torres, del poder financiero y del sistema que ellas simbolizaban? ¿Cuál es el coeficiente intelectual de unos jefes militares capaces de llamar "justicia infinita" a su nueva cruzada?

¿Será de nuevo verdad aquello de que la violencia es la partera de la historia? Estados Unidos no ha escuchado las múltiples voces y gestos no-violentos que en estas últimas décadas se le han dirigido. Lo sé por propia experiencia. La carta que la Fundación S´Olivar hizo llegar al presidente Bill Clinton a inicios de 1997, con la firma de 19 premios Nobel y de los presidentes de los grupos políticos del Parlamento Europeo (denunciando con un ayuno de 42 días sus graves responsabilidades en el genocidio de cientos de miles de refugiados hutus que se estaba ejecutando en el exZaire), ni tan sólo recibió ningún tipo de respuesta. Ahora, tras tanta muerte y destrucción en su propia casa ¿los actuales dirigentes de esta gran potencia y el sector más "patriota" de ella serán capaces de preguntarse en serio por qué existe tanto odio hacia Estados Unidos?

No soy tan ingenuo como para creer que el fanatismo nace sólo de la injusticia sufrida. O para creer que sólo con voluntarismo, con declaraciones de derechos y denuncia de sus violaciones, con normativas jurídicas y con solidaridad internacional, nuestras acomodadas sociedades del norte pueden garantizar su seguridad frente a futuras agresiones del fanatismo militante. Siempre he defendido la necesidad de la existencia de unos cuerpos armados a las órdenes de legítimas autoridades internacionales. Lo que ha traído bastantes problemas a un no-violento como yo. Soy bien consciente de que aún hay mucho irresponsable con demasiado poder de decisión. Aunque no están sólo en los países menos desarrollados, lo que hace de esta cuestión algo muy problemático.

El fanatismo religioso no es el único fanatismo, ni los fanáticos islamistas son los únicos fanáticos. Además este gran atentado no se puede explicar sólo por el componente de fanatismo que parece haber en él. Para entender esta autoinmolación no hay que olvidar la gran asimetría existente entre los medios de aquellos que los terroristas consideran sus enemigos y los medios propios. Pero su lógica es la misma lógica de guerra sin reglas éticas que un día destruyó Hiroshima y Nagasaki y que pretende impresionar e incluso aterrorizar al enemigo mediante la eliminación masiva e indiscriminada de civiles. Este atentado tampoco es una inicial agresión como la de Pearl Harbor. Muchos de los países de los que parecen venir los suicidas están desde hace años desvastados por conflictos en los que las grandes potencias tienen mucho que ver. Creo que el verdadero criterio que nos permite trazar algún tipo de línea divisoria entre actos de barbarie y de lícita defensa es el grado de irracionalidad, desproporción, odio y afán de venganza que los mueva. ¿O acaso el Bin Laden que trabajaba para la CIA sólo se convierte en fanático terrorista al cambiar de bando?

Los que sí son ingenuos son los muchos que aún piensan que nuestra seguridad es sólo cuestión de cuerpos armados. Y son demasiados los que, desde las cúpulas decisorias de nuestras sociedades, prefieren olvidar que la educación es a medio plazo más decisiva frente al fanatismo que las más sofisticadas tecnologías defensivas. Y que frente a la miseria y a la injusticia secular o frente a explosiones revolucionarias, nacidas una vez más de la miseria y la desesperación, no hay otra alternativa que la cooperación y la solidaridad. Pero los presupuestos son los presupuestos. Los gastos militares son lo que siempre han sido y bastante más cada año. Y la calderilla que el gobierno dedica a la cooperación internacional ni tan sólo llega a lo que llegó tras las campañas nacionales en favor del 0´7 (sobre todo para los países y ONGs que no gozan de la simpatía del gobierno de turno).

Pero la realidad es terca, esta civilización y esta globalización no funcionan. Al menos para la gran mayoría de la humanidad. Y, por ello, ni los privilegiados de las más altas torres están seguros. De nuevo estamos en una decisiva encrucijada histórica y de nuevo nos vemos enfrentados al interrogante: ¿Aún hay tiempo? ¿Seremos capaces de rectificar el rumbo? ¿En qué nuevo infierno nos van a meter los nuevos mesías guerreros del Bien? Ojalá que la OTAN, cuando tome sus decisiones, no olvide que a lo largo de la historia todos los imperios se han autoendiosado, han infravalorado la fuerza de los "bárbaros" de la "periferia" y, desasistidos de justicia y razón, antes o después se han derrumbado como las Torres Gemelas. Hemos tejido tal maraña global de subjetivismo narcisista colectivo, flagrantes injusticias, grandes silencios y mentiras mediáticas, que quizá no seamos capaces de salir voluntariamente de ella y no haya ya tiempo para la equidad, la cooperación y la educación. ¿Será ésta la hora sólo de los duros caudillos liberadores del Mal?

El autor fue propuesto para el premio Nobel de la Paz en el año 2000

 

 

 


 

 

Requiem por Juanita

Guatemala se desnudó ante nosotros. La escena es horripilante. Era miércoles, y ahí estaba todavía viva Juanita García, 12 años, guatemalteca, con alto grado de desnutrición. El jueves, a las 14:00 horas, murió por desnutrición.

La edición de Siglo Veintiuno del mismo jueves 30 de agosto, página 3, reportaba: "Juanita es otra de las menores internadas en el amplio salón del dispensario local. Estaba deshidratada y los vómitos eran constantes. La enfermera tenía que tomarle el brazo para evitar que se le zafara la aguja del suero que le aplicaban… A Juana se le veían en su cabeza pocos cabellos, las llagas sobre su piel son evidentes, presenta un cuerpo esquelético".

La edición del viernes anuncia el hecho lapidario: "Ayer murió Juanita". La nota periodística explicaba el cuadro de casi las últimas palabras de Juanita: "Por momentos los dolores le hacían temblar, y con palabras entrecortadas relató las penurias de su madre viuda. Mientras conversaba, los gestos de dolor se confundieron con la vergüenza, cuando defecó en la banca… Después trató de levantarse, pero la debilidad le ganó. Se desvaneció y trató en vano de llorar. Pero no había lágrimas. Era imposible con ese grado de desnutrición".

Tres son los llamados de atención a las autoridades de Gobierno

Primero, consulten tanto el mapa de la pobreza como el de extrema pobreza, y verán que precisamente Camotán y Jocotán, Chiquimula, han estado sostenidamente entre la lista de las diez regiones más pobres entre los pobres. Segundo, desde hace varios días las autoridades locales habían comunicado a las autoridades centrales acerca de la tragedia. Sin embargo, los informes se omitieron o se desconocieron, lo cual hace responsable al Gobierno de la tragedia que se vive en Chiquimula. Atiendan esos informes. Tercero, pedimos tanto al Presidente como al Vicepresidente que tomen con seriedad el caso de la hambruna, no como simple "escándalo", sino como una tragedia nacional, la cual requiere de su rápida atención. Dar excusas para no actuar es irresponsable.

Descanse en paz Juanita García.

La Opinión del Siglo XXI, Guatemala