Carta a las Iglesias, AÑO XXI, Nº484, 16-31 de octubre de 2001

 

Mártires de la UCA

Estados Unidos-Afganistán

 

INDICE

EDITORIAL: Mártires, anonimato de las víctimas y redención de todos los terrorismos.

ENTREVISTA: Entrevista a Monseñor Romero sobre los sacerdotes asesinados.

COMENTARIO: Entre Buch y Jesús.

XII ANIVERSARIO: Ante el XII aniversario.

IGLESIA LATINOAMERICANA: Clamor de los pueblos por la justicia, la solidaridad y la paz.

XII ANIVERSARIO: Dos sueños de los mártires.

COMENTARIO: Francisco Javier Ibisate, padre y maestro.

COMENTARIO: Una guerra condenable.

REFLEXIÓN: El grito de lamentación de nuestro pueblo.

 

Mártires, anonimato de las víctimas

y redención de todos los terrorismos

Cada año tiene su malicia, y este 16 de noviembre se celebra después de un terremoto y en medio de una guerra. El afiche mantiene vivo el recuerdo del terremoto y en este editorial queremos reflexionar sobre el terrorismo y la guerra desde los mártires. Queremos decir que los mártires de la UCA nos remiten a las víctimas masivas y anónimas, y nos animan a redimir toda violencia y todo terrorismo.

Sacar del anonimato a millones de víctimas

En nuestro mundo hay millones de víctimas. Es lo más masivo, y, sin embargo, se mantiene oculto y en el olvido. Hasta ese grado ha llegado la deshumanización.

Después de condenar sin ambages el ataque a las torres, a propósito de la guerra contra Afganistán se empieza a recordar ahora la masividad de las víctimas producidas por Estados Unidos y sus aliados: desde los bombardeos de saturación sobre Dresden y la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki con más de 100,000 muertos, han matado a otros tantos en Irak en1991, y en muchos otros lugares. La tragedia es espeluznante y la hipocresía repugnante, pero lo que queremos recalcar ahora es "la voluntad de ocultar, de encubrir, de mentir".

En El Mozote fueron masacradas por el batallón Atlacaltl, entrenado en Estados Unidos, alrededor de mil personas, pero el gobierno estadounidense "no tenía conocimiento de ello", decía al principio. Más recientemente, en la guerra que se libra en la República Democrática del Congo, provocada por tres países invasores, protegidos de Estados Unidos, Uganda, Rwanda y Burundi, para apoderarse del coltán, durante los últimos dos o tres años están muriendo 80,000 personas al mes. "Imposible", decían gobernantes y políticos, hasta que lo ha reconocido la ONU y ONGs como Amnistía Internacional. El expolio de la República Democrática del Congo por lo menos ahora "existe". Las 80.000 víctimas por mes también. Y ya está claro que ese botín es la explicación de esas grandes masacres. Pero no se habla de ello y a casi nadie parece importarle.

Sin voluntad de verdad la deshumanización es galopante, y ni adelantos técnicos, ni siquiera sociales, puedan reparar el mal. Y esa voluntad se expresa en un mínimo, que, tal como están las cosas, es un máximo: simplemente voluntad de saber cuántas son las víctimas y, de alguna forma, quiénes son.

Y aquí es donde entran los mártires. Los conocidos y notorios, como Monseñor, los de la UCA, Martin Luther King, Gahndi, dieron su vida por la vida de esas mayorías y para que esas mayorías nunca más llegasen a ser víctimas sin nombre. Esto quiere decir que recordar a Ellacuría y compañeros, sin sacar del anonimato a los 75,000 salvadoreños asesinados sería caer en un triste "elitismo", y sería no haber entendido nada de aquéllos. No murieron para conseguir un nombre, sino para que no quedaran sin nombre miles de víctimas.

Y desde aquí hay que entender las celebraciones. Cuándo preguntan "cuántos estuvieron en la vigilia", no hay que contestar, evidentemente, como si de un concierto de rock se tratase. Lo que es importante saber es si vienen campesinos –los que pueden– y si vienen a recordar y celebrar lo suyo: sus mártires ignorados. Con su presencia dicen sin rencor, sin venganza –aunque en silencio– que aquéllos fueron seres humanos, gentes de amor, que pasaron por este mundo queriendo vivir. Recuerdan que son parte de sus vidas, de la historia del país y de la historia de Dios. Nos dicen que no sólo vive o ha vivido quien sale en la CNN, sino todos y todas los que han luchado por la vida, por servir en una comunidad, por haberse comprometido con la justicia.

Cuando en la vigilia son mencionados los nombres de los mártires conocidos, los de Monseñor, los de la UCA, la gente no aplaude como los fans aplauden a sus ídolos, sino con agradecimiento porque en esos nombres se mantienen vivos otros nombres muy queridos para ellos, nombres de esposos, hijos, padres...

Redimir todos los terrorismos

El terrorismo, en cualquiera de sus formas, es injusto, cruel y repugnante. De ahí que la gran pregunta es cómo acabar con él. Hay una manera de responder que es también injusta y criminal, y a la postre inútil: usar de los mismos medios, aunque las formas convencionales de hacerlo (declaraciones de guerra, CIA, KGB, alianzas mundiales) gozan de mayor aceptación, incluso ética, en el mundo occidental. Es el caso ahora de los bombardeos que están arrasando Afganistán, produciendo millones de seres humanos en situación de extrema pobreza, en trance de vivir misérrimamente como refugiados, y un elevado número de muertos, que –algún día– se conocerá.

Esto lo saben bien los mártires, pues fueron sus víctimas. Y siguen diciendo que es una barbaridad. Pero tienen algo más e importante que decir sobre cómo erradicar el terrorismo. Dicen que hay que combatirlo de dos maneras, "desde fuera" y "desde dentro".

"Desde fuera" significa usar todos los medios lícitos y eficaces: los mejores son defender la justicia, la cultura de paz, evitar ofensas que exacerban, y también todo tipo de diligencias legítimas, diplomáticas, policiales, jurídicas... Esto hicieron los mártires de la UCA con todas sus fuerzas, y usando el potencial de la UCA. Pero, quizás movidos por su fe cristiana, sabían que no basta. Para erradicar cualquier tipo de terrorismo (violencia, injusticia, pobreza) hay que "redimirlo", y para ello no basta luchar contra él "desde fuera", sino que hay que combatirlo "desde dentro". En palabras de Ellacuría, hay que "encargarse de la realidad" a través de una praxis salvadora, sí, pero también hay que "cargar con la realidad", lo cual supone arriesgarse a que ésta descargue sobre uno su peso demoledor, se desahogue, por así decirlo, y quede sin fuerza.

Para redimir el terrorismo "desde dentro" hay que estar en la realidad de la injusticia que lo ha provocado, dejándose afectar por ella. Hay que luchar contra ella, aceptando que descargue su fuerza. Hay que denunciar la inhumanidad de todos los terrorismos y proponer la utopía de la reconciliación y el perdón, dispuestos a pagar costos personales y profesionales. En definitiva, de alguna forma hay que estar en el dolor que producen los terrorismos, y hay que estar dispuestos a dar la vida, para que no se la arrebaten a otros.

En lenguaje cristiano, redención es luchar contra el pecado, estando en la realidad del pecado, idea poco –o nada– considerada. "Lo que no ha sido asumido no ha sido sanado", decían los Padres de la Iglesia desde los inicios. Es lo que expresa el siervo sufriente y Cristo crucificado.

Terminemos. No es fácil luchar contra la injusticia, la mentira, la violencia y el terrorismo "desde fuera". Pero mucho más difícil es luchar contra todo ello "desde dentro". Lo primero es absolutamente necesario, pero, con todo, no es suficiente, como lo muestra la historia. Se necesita también luchar "desde dentro".

Eso es lo que han hecho los mártires, Monseñor Romero, los de la UCA y muchos otros lucharon "desde fuera" con todas sus capacidades al servicio de la vida, la verdad, la justicia y la paz, y lucharon "desde dentro", arriesgando su vida –hasta darla– en esa tarea.

Al terrorismo, de cualquier tipo, hay que ir ganándole terreno de todas las formas legítimas posibles. Pero para erradicarlo, hay que ir a la raíz: odio, fanatismo, deshumanización. Y eso sólo se vence con el amor. Los mártires son los que han mostrado el mayor amor, son los que pueden redimir el terrorismo.

Jon Sobrino

25 de septiembre

 

 


 

 

Entrevista a Monseñor Romero sobre los sacerdotes asesinados

Jesuitas de la UCA, 16 de noviembre, P. Neto Barrera, 28 de noviembre

Miguel Cavada

No faltará quien diga que yo nunca entrevisté a Monseñor Romero. Y tiene razón. No soy periodista y las pocas conversaciones que tuve con Monseñor no pasaron de breves saludos, allá cuando vivía en la Parroquia San Francisco de Mejicanos y estudiaba teología. Pero ahora sí. Siempre que tengo un poco de tiempo abro un libro de sus homilías y lo entrevisto. Mataron su cuerpo pero no su palabra. Leo y trato de entender qué está pensando ahora. Bueno, también leo para darme un poco de ánimo, porque así como están las cosas en nuestro pueblo y en nuestra Iglesia… No hay, pues, trampa. ¿O acaso leer a Monseñor Romero no es dialogar y entrevistarse con él y con la realidad de nuestro pueblo?

P. Monseñor, estamos celebrando un nuevo aniversario de los padres jesuitas, ¿qué nos tiene que decir sobre esto?

R. Ya han pasado varios años, pero "sé que están aquí dándonos el estímulo de haber sabido morir sin miedo, porque llevaban su conciencia comprometida con la ley del Señor: la opción preferencial por los pobres" (2 de septiembre de 1979). Además, "me alegro de que nuestra Iglesia sea perseguida precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres" (15 de julio de 1979).

P. Monseñor, ¿usted se alegra de la persecución?

R. Déjame terminar de responder a la pregunta y lo entenderás. "Los pobres son la clave para comprender la persecución de la Iglesia. Son los pobres los que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido. La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres. La verdadera persecución se ha dirigido al pueblo pobre, que es hoy el cuerpo de Cristo en la historia. Ellos son el pueblo crucificado, como Jesús. Y, por esa razón, cuando la Iglesia se ha organizado y unificado recogiendo las esperanzas y las angustias de los pobres, ha corrido la misma suerte de Jesús y de los pobres" (2 febrero de 1980). Por eso digo que "podemos presentar junto a la sangre de maestros, de obreros, de campesinos, la sangre de nuestros sacerdotes. Esto es comunión de amor. Sería triste que una patria donde se está asesinando tan horrorosamenre no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas del pueblo" (30 de junio de 1979).

P. Monseñor, no toda la Iglesia era perseguida...

R.¡Claro que no! Que no te quepa la menor duda. "No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado a aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa" (2 de febrero de 1980).

P. ¿Monseñor, por qué mataron a los padres jesuitas?

R. Te digo lo mismo que le dije a un periodista sobre los sacerdotes diocesanos que asesinaron en mi tiempo. "Si se ha llegado a la perversión, si se ha llegado hasta el grado de torturar y asesinar sacerdotes, a quienes se ha asesinado ha sido, precisamente, a aquellos que más se comprometieron con la liberación del pueblo salvadoreño. Esos sacerdotes urgían el cambio, lo impulsaban y organizaban a obreros y campesinos. Pero la oligarquía se opone a todo cambio, a toda organización, no quiere oír las palabras reforma agraria, nada que modifique en lo más mínimo la situación actual. Sus riquezas, sus propiedades, sus ideas, son y representan la nación. Por tanto, se trata de algo relacionado con la seguridad de El Salvador y todo lo que pone en peligro la seguridad del país debe ser eliminado" (15 de febrero de 1980).

P. Monseñor, dicen que esos sacerdotes eran comunistas.

R. ¡Calumnias! Eso es mentira. Lo que sí es cierto es que "los sacerdotes atentaron contra la estructura social, se convirtieron, de hecho, en subversivos, en ‘comunistas’, y como tales los persiguieron y los asesinaron. Esos sacerdotes ejemplares, dignos de todo respeto y admiración, fueron víctimas del interés por conservar un orden injusto. Porque Ernesto Barrera Motto, Rutilio Grande, Alfonso Navarro, Octavio Ortiz y otros más [Rafael Palacios y Alirio N. Macías] se percataron de la realidad con claridad meridiana y precisaron que el enemigo común de nuestro pueblo es la oligarquía. Por eso fueron odiados y perseguidos hasta la muerte por la oligarquía y los guardianes de sus riquezas" (15 de febrero de 1980).

P. Ahora que menciona al Padre Neto Barrera, el próximo 28 de noviembre estaremos celebrando el vigésimo tercer aniversario de su martirio

R. A Neto Barrera lo asesinaron junto a tres obreros, José Isidro, Rafael Santos y Valentín. "Neto se sentía feliz en su sacerdocio. Yo mismo lo llevé a la Parroquia de San Sebastián. Yo compartí con él algunas reuniones con los jóvenes" (29 de noviembre de 1978). Muchas veces "hablamos sobre la importancia y los retos que se le presentaban para ser animador en la fe y la justicia que la fe exige dentro de una pastoral obrera" (10 de diciembre de 1978).

P. Monseñor, todo lo que me ha dicho en esta entrevista es cosa del pasado, porque ahora la Iglesia no…

R. ¡Hombre de poca fe! "Todos aquellos a quienes han querido matar están más presentes que antes en este proceso del pueblo" (2 de marzo de 1980).

P. Bien, Monseñor, ha sido un honor poder entrevistarlo. Cuídese mucho, porque así tan claro como habla, pueden atentar contra su vida.

R. "Hay varias amenazas. Si llegaran a cumplirse las amenazas, desde ya ofrezco a Dios mi sangre por la redención y resurrección de El Salvador" (marzo de 1980).

 

 


 

 

Entre Bush y Jesús

Francisco Andrés Escobar

La proclama: "Quien no está con nosotros está con el terrorismo" no puede parangonarse en modo alguno a la sentencia evangélica: "Quien no está conmigo está contra mí". La primera es la afirmación de un político que de modo particular se mira a sí mismo y a su país como el bien. La otra es la afirmación de un taumaturgo que de modo universal sabe que el mal puede disfrazarse de bien, que al mal no se le debe resistir con más mal, y que quien se alía con cualquier forma de mal está en definitiva contra el bien.

El bien es vida, libertad, verdad, justicia, belleza. El mal es muerte, cautiverio, mentira, injusticia, horror. La sentencia de Jesús viene a decir que quien no está de raíz con lo primero está de raíz con lo segundo. La sentencia de Bush, que puede ser también la proclama de Talibán y de cualquier forma de totalitarismo, relativiza el problema y dispone al ejercicio de toda forma de mal para defender el pretendido bien. Es en esencia el razonamiento de todo terror: yo soy el bueno, el malvado es el otro; puedo y debo, en consecuencia, utilizar los medios extremos para aniquilarlo. Es el mismo razonamiento –¡ay!– que en noviembre de 1989 culminó en El Salvador con los injustos asesinatos en la UCA. Seguimos viviendo así entre dos vertientes del mal que legitiman su naturaleza, ideología y acción con el discurso del bien.

Con la posibilidad de no ser oído en un mundo encapotado de odio –como en El Salvador muchos no quisieron oír a los jesuitas martirizados, porque el país hervía de rabias– Juan Pablo II ha llamado a las naciones a edificar la civilización del amor. Él, como humano y cristiano, sabe que tan malas y condenables son las devastaciones terroristas en Nueva York y Washington, como mala y condenable es toda acción que lleve a la muerte de inocentes y al ultraje de los derechos humanos, en cualquier momento y lugar del planeta. Por eso insta –¡palabras conocidas para nosotros!– al uso de la razón y la palabra en la negociación transparente y justa; al acercamiento por los caminos de la diligencia diplomática y no al aniquilamiento por la vía de la operación militar; a la opción por un tercer camino hacia la luz, en un mundo erizado de irracionales polarizaciones engolosinadas con la deflagración general.

Si se oye bien a Bush y a Jesús, como que suenan más sensatas las palabras del carpintero crucificado por el poder imperial de su época. Y suenan tal, porque un ser de veras humano sabe que toda diferencia es zanjable, cuando a los intereses egoístas y a las insolencias personales, nacionales o raciales, se antepone el bien común, que es la vida, la libertad, la verdad, la justicia y la belleza, para todos los hombres y mujeres de esta tierra.

¿Podrá parar una devastación humana innecesaria la solución política del problema entre judíos y palestinos, como sugieren los especialistas? ¿Podrá atajarla una preocupación real de Occidente por el destino autónomo de Oriente? ¿Podrá exorcizarla un acercamiento fraterno entre las civilizaciones cristiana y musulmana? ¿Podrá detenerla la búsqueda de la verdad ahí donde aparece y parece más estar: en las cercanías de la pobreza y el sufrimiento ?

En este momento, el mundo –y en particular el Occidente cristiano– titubea entre la palabra de Bush de Estados Unidos y la de Jesús de Nazareth. El problema radica en discernir cuál de las dos puede impulsar a la humanidad hacia una mayor plenitud de su historia.

 

 

 


 

 

Ante el XII Aniversario

El 16 de noviembre. Los recuerdos del P. Ibisate. Aunque hayan pasado doce años hay imágenes que no se borran ni las queremos borrar. En la mañana del 16 de noviembre nos encontramos con esa escena, tantas veces repetida por la televisión. El cadáver de Elba, protegiendo a su hija Celina, en una habitación donde yo había descansado durante 19 años. Al interior de la casa los cadáveres del P. Lolo y Juan Ramón Moreno. El cadáver del P. Lolo boca arriba y el cadáver del P. Juan Ramón arrastrado hasta la habitación del P. Jon Sobrino. En el jardín, fuera de la casa, los cadáveres de los PP. Ellacuría, Montes, Nacho y Amando, todos con sus cuerpos y rostros desfigurados, como el Siervo de Yavhe, y como pueden verlos, si no son muy impresionables, en los álbunes de fotos del Centro Mons. Romero.

Y junto a la escena del martirio, también la presencia de la mentira. En las columnas de la planta baja los verdugos habían dejado escritas las siglas del FMNL, indicando que este grupo se habría cobrado la venganza.

Han pasado doce años, y desde la ventana de mi cubículo en la UCA he visto llegar casi todos los días de los meses de junio-julio-agosto grupos de jóvenes y personas mayores norteamericanos. Estos norteamericanos visitan el hospitalito y la tumba de Mons. Romero, pasan por nuestro jardín, y no suelen ir a visitar el mausoleo de su embajada americana. Los mártires son algo más importante para el mundo de hoy.

Nombrados de dos en dos en las misas. El P. Lolo empezó con los pobres con un programa de catecismos en las barriadas populares. Ayudó a fundar la UCA. Y terminó con los pobres en Fe y Alegría, las escuelas y talleres para la juventud que vive donde termina el asfalto. El P. Juan Ramón Moreno fue un gran formador espiritual. En Nicaragua dejó su corazón en comunidades campesinas. En la UCA enseñó teología y fue pionero en bioética, computación y organización de la bibloteca.

Segundo Montes, entusiasta, rector y profesor de física en el Colegio Externado San José, investigador en sociología. Fundó el Instituto de Derechos Humanos de la UCA. Su corazón estaba con los refugiados en Honduras y en Estados Unidos. Amando López, rector y formador de seminaristas de acuerdo al Concilio y Medellín. Abnegado defensor de gente perseguida, en Nicaragua y El Salvador. Profesor de teología, sobre todo hombre de bondad.

Ignacio Ellacuría, inconfundible, siempre adelantándose a los acontecimientos, en el país, en la Iglesia y en la UCA. Difícil síntesis la suya de pensamiento y praxis, profecía y utopía, todo ello para "bajar de la cruz a los pueblos crucificados". Nacho Martín-Baró. Cercanía a los pobres en la Zacamil y en Jayaque. Doce horas diarias en la UCA. Escritor de muchos libros. Pionero en la psicología de la liberación.

Julia Elba, madre, trabajadora, solícita, y Celina, hija, joven de 15 años, estudiante, catequista, con novio. Las últimas y las primeras. Son el pueblo salvadoreño, trabajador y sufrido, mártir inocente e indefenso.

¿Qué retos nos dejan? Estas son las respuestas que dieron varias personas entrevistadas por la YSUCA.

"Ellos murieron por la verdad, les calificaron de comunistas y subversivos, pero ya sabemos que en nuestro medio los poderosos siempre usan esos calificativos para las personas consideradas adversarios o enemigos. El desafío, pues, es seguir su memoria, profundizar más en la causa de su muerte y comprometernos a luchar contra la impunidad porque después de doce años no se ha hecho justicia", Mauricio Carranza, empleado.

"Las cosas siguen igual que cuando los mataron. No ha cambiado nada, no se ve que se quiera cambiar la injusticia. En el país no se esclarece nada, sigue igual la impunidad, la corrupción y todo ese tipo de maldad. Los mártires por eso murieron, ellos trataban de esclarecer la verdad. Nosotros como población nos hemos acomodado, aguantamos todo. Los mártires nos desafían a salir de ese conformismo", Reina Marroquín, ama de casa.

"Yo considero que los mártires nos animan a luchar por la paz y a hacer prevalecer la verdad ante tanta violencia y tanta mentira. Ellos nos recuerdan que el pueblo está sediento de justicia. Ellos lo único que nos enseñaron es el amor y el respeto por la vida. Hoy la jerarquía no dice la verdad. Si estuviera el Padre Ellacuría nos hablaría claro sobre los problemas que tenemos hoy, porque él era un hombre pensante, un hombre que sí se interesaba por el pueblo pobre", Marlon Alfaro, estudiante.

"Hoy la gente tiene miedo. Nos hemos quedado sólo con las apariencias. Por ejemplo, admiramos la Catedral, decimos que está bien. Está todo bien lindo, pero hace falta nuestro Monseñor Romero, falta lo más importante. Y eso lo hemos olvidado. Los mártires nos recuerdan qué es lo importante, en qué nos tenemos que ocupar", Francisca Castillo, secretaria.

"Para mí los mártires son ejemplo de vida, de entrega, de servicio. Qué bonito fuera de que el pueblo salvadoreño, al igual que los mártires de la UCA, defendiera sus ideales. Ojalá nosotros amáramos al país como lo amaron ellos. Defendiendo la verdad y la justicia", Humberto García, obrero.

"Con la muerte de los padres jesuitas tenemos doce años de atraso en la sabiduría salvadoreña. Con ellos habría más conocimientos y más verdad. Sin ellos abunda la mentira y la ignorancia. Por eso los mártires nos animan a trabajar por la verdad", Juan Carlos Abarca, profesor.

"Yo creo que el testimonio de los mártires nos plantea el reto de anunciar el Reino y denunciar lo que no es Reino de Dios. La sangre derramada de nuestros hermanos jesuitas y las de los 75 mil muertos de la guerra, nos retan a seguir adelante, continuar trabajando con la esperanza de un mundo mejor", Patricia Escalante, comunidad de base.

"El mensaje de Dios lo escuchamos a través de su testimonio. Ellos fueron los Cristos encarnados que derramaron su sangre para que fuera posible la paz en este país. Nosotros no debemos permitir que esa sangre se haya derramado en vano. Debemos hacer la lucha para caminar siguiendo sus huellas", María Coreas, ama de casa.

"Muchos quisieron, al asesinar a los padres jesuitas matar la verdad. Pensaron que matándolos a ellos se acabaría todo. Pero yo pienso que aunque los mataron, ellos siguen vivos en nuestra mente y corazón", David Castaneda, empleado.

"Yo pienso que nosotros no debemos quedarnos sólo con la enseñanza que ellos nos dieron, sino practicar los valores que nos heredaron. No sólo hablemos, sino actuemos buscando soluciones a nuestros problemas. Los mártires dieron su vida para que nosotros no viviéramos como esclavos. Ellos nos han abierto el camino para que algo bueno surja en nuestra sociedad", Misael Cubías, estudiante universitario .

El recuerdo de las comunidades. Entre muchas, publicamos la siguiente carta que hemos recibido en el Centro Monseñor Romero

El motivo de esta carta es para reiterar nuestra participación en las actividades a realizarse el día 15 de noviembre del corriente año con motivo de la celebración del XII Aniversario de los Mártires de la UCA, porque creemos que viven en el corazón del pueblo salvadoreño, pues fueron la luz que iluminó a este pueblo y siguen fortaleciendo nuestra esperanza de ser libres y "hacer sentir nuestra voz". Y porque no se puede olvidar, participamos en éstas y otras actividades con todo el cariño y recuerdo muy grato de sus vidas y ejemplos.

La directiva de Ciudad Romero

 

 


 

 

Clamor de los pueblos por la justicia, la solidaridad y la paz

Los abajo firmantes, obispos y pastores evangélicos y católicos del Brasil y de otros países de América Latina, reunidos en una jornada de estudio, reflexión y oración, en Ibiúna, Sao Paulo, del 15 al 22 de octubre de 2001, queremos expresar nuestra angustia y preocupación ante la actual situación internacional.

Condenamos todo y cualquier acto terrorista, como los del 11 de septiembre pasado, que suscitaron repudio y consternación universal, por su locura y por los millares de víctimas que provocaron, inclusive entre los equipos de socorro. Por todas partes se ha escuchado un gran clamor por la justicia, junto con gestos de compasión y solidaridad para con las víctimas y sus familiares.

Por otro lado, la indebida transformación del clamor por la justicia en actos de venganza y represalia con bombardeos aéreos contra Afganistán es igualmente terrorismo, practicado ahora por gobiernos que se presentan como democráticos, civilizados y cristianos.

Los bombardeos están provocando innumerables víctimas, incluyendo mujeres, niños y ancianos, destrucción de infraestructura, aumento del hambre y la desesperación, agravamiento de la situación sanitaria, están echando a las calles a millones de refugiados. Se incita, deliberadamente, a un recrudecimiento de la guerra civil entre facciones políticas rivales con renovados sufrimientos para la población.

Hoy el clamor por la justicia viene acompañado por un creciente grito por la paz que se expresa en redobladas protestas y marchas contra la guerra, en manifiestos y celebraciones ecuménicas e interreligiosas a favor de la paz.

Nos unimos a todas estas personas e instituciones religiosas y civiles y a nuestras comunidades para proponer, a la luz de la Palabra de Dios y de este anhelo profundo de nuestros pueblos, un renovado empeño por la justicia y el diálogo, la solidaridad y la paz.

"El fruto de la justicia es la paz" (Isaías 32, 7).

La prolongada indiferencia internacional ante las situaciones de inhumana miseria que afectan a una parte mayoritaria y creciente de la población mundial está dejando una huella de sufrimiento y de muerte por todo el mundo, y también está generando resentimientos y protestas contra un reducido número de países que imponen este nuevo orden internacional, del que ellos disfrutan con el apoyo de organismos internacionales y de sus políticas de ajuste económico. Estas políticas neoliberales vienen provocando desastres económicos y financieros en muchos países doblegados bajo el peso de deudas externas impagables, o afectados por bruscos movimientos y ataques a las monedas locales por parte del capital especulativo.

En los países pobres se asiste al retorno de enfermedades y epidemias, tales como el cólera, la tuberculosis, fiebre amarilla, malaria, que parecían controladas, y al surgimiento de pandemias, como el SIDA, que devastan continentes enteros.

Tras casi todas estas guerras actuales se mueven los intereses de las industrias bélicas y la disputa por el dominio de los mercados y el control de recursos naturales estratégicos, como el petróleo y el gas.

Sin la superación de las tensiones provocadas por la exclusión y marginación de grandes mayorías; sin el compromiso concertado y sincero para disminuir las desigualdades internacionales, para eliminar el hambre, el racismo, la discriminación contra las mujeres y minorías étnicas y religiosas, para cancelar o reducir la deuda de los países pobres y para limitar la destrucción y los daños ambientales, difícilmente se gestarán las condiciones para una paz duradera.

"¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! Es la paz la que debe guiar el destino de toda la humanidad. Si queréis ser hermanos, dejad caer las armas de vuestras manos!", fue el grito de Pablo VI, el 4 de octubre de 1965, ante la Asamblea de la ONU, en la ciudad de Nueva York, hoy herida por los atentados1.

Personas y países que sufrieron los horrores y la locura de la guerra sin ningún tipo de límite y que se consumó en el holocausto de Hiroshima y Nagasaki, sólo pueden unirse a la voz y el testimonio de sabios pastores, como Mahatma Ghandi, Martin Luther King, Oscar Romero, mártires de la justicia y de la paz, que vivieron la no-violencia activa, como actitud espiritual y política.

Ante las modernas armas de destrucción masiva y de la guerra nuclear, química o biológica, que ponen en riesgo la sobrevivencia del planeta tierra y de la propia humanidad, sólo cabe la condena ética, sin rodeos, pronunciada por Juan XXIII en la Pacem in Terris: "No es posible pensar que en esta nuestra era atómica, la guerra sea un medio apto para encontrar satisfacción a los derechos violados". (n° 127).

A los que hoy pretenden justificar la guerra, recordamos la palabra firme del Concilio: "Cualquier acción bélica que lleva a la destrucción indiscriminada de ciudades enteras o de vastas regiones con sus habitantes es un crimen contra Dios y el propio hombre que debe ser condenado con firmeza y sin dubitaciones" (GS n° 479).

Lo que se está gastando en la operación militar contra Afganistán sería suficiente para liberar a esa nación y a muchas otras del hambre, la miseria y la destrucción a que están sometidas, inaugurando relaciones de respeto y cooperación, de ayuda y solidaridad, y no agravando sufrimientos e implantando nuevas semillas de odio e incomprensiones.

El único camino para la paz es el de la superación de las injusticias y las divergencias, en el marco de un diálogo supervisado por instancias políticas y jurídicas internacionales legítimas, que deberían ser más respetadas y fortalecidas, como la ONU y el Tribunal Internacional de la Haya, ante el cual deben ser llevados, juzgados y castigados, si fueren encontrados culpables, los sospechosos de crímenes de guerra o terrorismo.

Guerra y venganza contra otra nación soberana, prácticamente indefensa, de manera unilateral e imperialista, por uno o más países, que son al mismo tiempo parte y juez, destruyen las bases de la convivencia internacional e instauran la ley de la selva y del más fuerte, destruyendo las salvaguardas del derecho.

Una de las primeras víctimas de la guerra es la verdad. Las guerras modernas son libradas en los campos de batalla, pero también y sobre todo en los medios de comunicación social. La mentira y manipulación de la verdad, la demonización del adversario y la intoxicación de la población con deseos de venganza y odio dificultan la negociación, el diálogo y la restauración de la concordia y de la paz.

Denunciamos y condenamos con toda vehemencia la caricatura que se viene difundiendo de la fe islámica y del mundo árabe, y que convierte en sospechosos a personas, pueblos y religiones. A ellos les pedimos perdón por la injusta ofensa que les llega del occidente cristiano. Esto sólo agrava los malos entendidos, fomenta prejuicios y aumenta las tensiones internacionales.

Una mirada sobre nosotros mismos y sobre la situación que vivimos nos invita a una actitud de escucha, de oración, pero también de decidido empeño en la reconstrucción de la justicia y de la paz, que comienza en nuestro vivir cotidiano por gestos contra las injusticias y desigualdades, prejuicios y discriminaciones, por actitudes de compasión para con los pobres y pequeños, de lucha por políticas sociales inclusivas y por un nuevo orden internacional.

La justificación de la guerra no es ni humana ni evangélica, y Jesús coloca entre las bienaventuranzas aquella a la que somos llamados a poner en práctica en este momento, la de los constructores de la paz:

"Felices los que promueven la paz, porque serán llamados hijos de Dios"

(Mateo 5, 9).

Ibiúna, Sao Paulo, Brasil, 20 de octubre de 2001.

Siguen 25 firmas, entre otras las de Luis Fernandes, Antonio Batista Fragoso, José María Pires, Pedro Casaldáliga Tomás Baldino, obispos de Brasil. Raúl Vera, Samuel Ruiz, Hermenegildo Ramírez, Alejo Zavala, obispos de México. Los pastores protestantes D. Almir dos Santos y Rev. Rolf Schuenemann, de Brasil.

 

Tradujo del portugués Juan Pablo Sánchez

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1 Pablo VI, Discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas, New York, 04-10-65.

 

 


 

 

Dos sueños de los mártires

 

YSUCA. "Diez años de estar con vos"

La radio fue el sueño de Ignacio Ellacuría. Trabajó mucho, pues no era fácil conseguir licencia en los últimos años de los ochenta. Pero este 11 de noviembre la YSUCA cumple ya diez años de estar en comunicación con gran parte del pueblo salvadoreño y hasta con los hermanos centroamericanos de Guatemala y Honduras

Nuestro quehacer comunicativo ha estado inspirado en nuestros mártires, especialmente en Monseñor Oscar Romero y el padre Ignacio Ellacuría. Ellos nos enseñaron que la meta de la comunicación social debe ser la humanización mediante el cultivo de la verdad y la solidaridad. De ellos heredamos una forma de hacer comunicación desde la realidad más flagrante (las mayorías pobres) y desde las aspiraciones más humanas (posibilitar una vida con dignidad y justicia). "La Voz con vos" ha pretendido tomarle la palabra a la realidad en sus verdaderos clamores y esperanzas. Así lo dicen los oyentes.

"Para mí YSUCA es la única, en todo El Salvador, que nos ayuda a que pensemos. Porque nosotros estábamos como dormidos, somos un pueblo que hemos agachado la cabeza y esta Radio nos ha ayudado a abrir los ojos y a que pensemos inteligentemente", Irma Manzano, San Salvador.

"Es una radio amiga, es parte de la familia. He aprendido mucho escuchándola. Los jesuitas han sido muy generosos al proyectar a la UCA a través de la radio. Las conferencias que se transmiten, las cátedras, los foros, las misas; nos han ayudado a conocer la realidad. En YSUCA hemos podido disfrutar de nuestros artistas latinoamericanos que no se escuchan en otras emisoras. Para mí YSUCA es un grupo de amigos que están allí, siguiendo el objetivo de Monseñor Romero, para que todos seamos hermanos", Elba Martel, San Salvador.

"YSUCA es una radio abierta y democrática. Es una radio que tiene bastante participación. No como otras radios que coartan la libre expresión. Por eso la radio de la UCA ha sobresalido y progresado bastante", Roberto Herrera, San Salvador.

"Yo me siento muy feliz porque he podido pertenecer a la comunidad de radio-hablantes de la radio. Esa era una de mis metas junto a mi esposo. Nosotros oíamos a través de la radio ese sentimiento de solidaridad que tiene con todas las personas. La radio ha venido a ser parte de mi familia, la escucho todo el día. Me ha enseñado a sentirme solidaria con mis hermanos, a descubrir que el Espíritu de Dios no se encuentra sólo en la Iglesia, sino en cada momento en el que nos solidarizamos con los más pobres de nuestro país. Mis hijos saben de Monseñor Romero por la radio; conocen de música popular por la radio; saben de todos los problemas que hay en el país por la radio. Yo creo que la mejor herencia que los padres podemos dejar a nuestros hijos es que ellos no sean indiferentes a esas realidades", Maritza de Hernández, Usulután.

"Mucha gente que no podemos hacer nuestras protestas en otros lugares, lo podemos hacer a través de esta radio y creo yo que ése era el deseo que los mártires siempre tuvieron", René Rosales, San Miguel.

"YSUCA nos llena de esperanza, sobre todo a quienes perdimos a nuestros familiares en la guerra. Nos hace sentir que el sacrificio de nuestros hijos no fue en vano, que algún día nuestros familiares serán valorados. Por eso estoy agradecida con YSUCA, porque no se olvida de los que dieron la vida", Elia González, Morazán.

"Una cosa que encuentro en YSUCA es la actitud profética que tanto necesitamos hoy en día. Me gusta que esta radio hace algo que no hacen las otras radios católicas, es decir, mantener siempre la voz y los mensajes de Monseñor Romero. Es la voz de nuestro pastor mártir", Roxana Alfaro, San Miguel.

"YSUCA es la que me acompaña en el sueño libertario. La que me anima a seguir en ese camino largo de mis ideales de justicia", María Castro, Chalatenango.

"Para mí YSUCA es un constante aprender con amor. Yo felicito al señor Carlos Ayala y a todo su equipo de colaboradores. Toda la familia YSUCA para mí se merece todo el cariño y el respeto. Yo la quiero porque es una radio distinta: su música distinta, sus comentarios únicos, en fin, por eso le tengo mucho cariño", Ana Olán, Sonsonate.

"Buscando emisoras en el principio del dial, me encontré con las palabras de Monseñor Romero. ¿Qué emisora será ésa?, me pregunté. Hasta que supe que era YSUCA. Desde entonces ya no me muevo a otro lugar. Me gusta porque esta radio nos ayuda a pensar diferente, nos ayuda a dar opiniones y a muchas otras cosas. Por ejemplo, el programa de la Buena Nueva nos ha ayudado a entender el Evangelio con otros ojos, es distinta", Alfredo Martínez, San Salvador.

"Todos los programas de YSUCA tienen igual valoración porque todos tienen raciocinio académico. A mí lo que me fascina es escuchar al padre Jon Sobrino, al padre Cardenal, al padre Ibisate y al padre Tojeira. La participación, la espiritualidad y la identificación con todo ser humano es lo mejor que puede tener la radio", Eugenia Rodríguez, La Libertad.

"Yo desde que desapareció la YSAX dejé de oír radio. Cuando quitaron la YSAX quedamos como en blanco, ya no escuchábamos cosas reales. Una vez buscando algo encontré YSUCA, al saber que era de la UCA pensé que sería algo bueno y no me equivoqué. Desde ese momento ya no dejé de escuchar esta radio. Yo en mi comunidad recomiendo que escuchen la YSUCA", Yolanda Cruz.

 

III Encuentro de las Escuelas de teología pastoral de la UCA

El Padre Amando López y el Padre Juan Ramón Moreno siempre tuvieron la ilusión de que la teología llegase a todos y también a la gente sencilla. Ellos pusieron la semilla y ahora ya hay 12 Escuelas de Teología Pastoral, a las que asisten unas mil personas todos los sábados por la tarde.

El 14 de Octubre celebramos en el auditorium Ignacio Ellacuría el III Encuentro. Queríamos renovar el anual signo de solidaridad con la UCA en ocasión del XII aniversario de sus mártires. Vino la gente, saliendo desde muy temprano, de Jucuapa, el Centro de Usulután, Nahuizalco, Chalatenango, Zaragoza y Ateos de La Libertad, San Luis Talpa de La Paz, Mejicanos, San Bartolo, Santa Tecla, Plan del Pino y Familia Nueva. Llegaron más de seiscientas personas, procedentes de los seis Departamentos. Llegaron con carteles y camisetas que hicieron para esa jornada de reflexión teológica, que ya es fiesta por el solo hecho de encontrarnos.

Especialmente llama la atención la ilusión con que las gentes manifiestan su voluntad de continuar con el servicio a una fe liberadora, evangélica, de hacer de nuestras comunidades experiencias pascuales, cada vez más reales y alternativas a una sociedad que masifica. Ellos y ellas quieren construir la Iglesia.

El lema del encuentro había sido trabajado por delegaciones de cada Escuela: "Laicado que profetiza, realidad que se humaniza". El III Encuentro llama a todos los bautizados y bautizadas a asumir la misión del Reino de Dios. La conciencia de compromiso cristiano y laico se cultiva a través de los equipos locales, los grupos, los cursos. Esta vez se expresó en ese deseo de continuar la herencia profética de nuestra Iglesia local desde la identidad laical que viven las personas que semanalmente se forman en las Escuelas.

Iniciamos la jornada con las Palabras del P. Rodolfo Cardenal, vicerector de la UCA, que nos dio la bienvenida y nos animó a poner a producir en las comunidades los conocimientos que vamos adquiriendo en las Escuelas.

Después, representantes de las doce escuelas llegaron con doce velas encendidas y la cruz de los mártires para una oración con peticiones concretas para cada Escuela.

Jon Sobrino tuvo la primera exposición sobre el tema "Iglesia profética frente a pobreza y exclusión", donde nos recordó que no era fácil asumir esta conflictividad en la misión, y aludió a un bello poema de Mons. Casaldáliga a San Francisco de Asís, en que se nos invita a hacer hoy un mundo nuevo con la libertad y fidelidad creadora que exige el evangelio de Jesús. Llamó a la coherencia de la vida con la verdad que vamos descubriendo, y al servicio de la dignidad y la liberación de los más pobres y excluídos.

Miguel Cavada fue el segundo expositor, quien brevemente nos animó a asumir la identidad de "Laicas y laicos en la misión de la Iglesia en el mundo". Basándose en el Concilio Vaticano II, nos recordó que es el mundo real, desde la parroquia y fuera de ella, donde el Concilio llamó a los laicos/as a actuar con adultez e identidad, con conciencia de compromiso bautismal para hacer de este mundo realmente un Pueblo de Dios.

Después de la dos ponencias, nos repartirmos en diez grupos, acompañados por profesores de teología. Varios expositores/as trataron los temas siguientes:

1. Neoliberalismo y doctrina social de la iglesia.

2. Terremoto y líneas de respuesta (coyuntural y permanente)

3. Pobres y medioambiente.

4. Medios de comunicación, cultura y valores.

5. Desafíos de la juventud en la sociedad y en la Iglesia.

6. Mujeres en la sociedad y en las iglesias.

7. Relación fe y política.

8. Desafíos del laicado en la moral sexual cristiana.

9. Violencia (varios tipos) y respuesta cristiana.

10. Ecumenismo frente a la diversidad religiosa.

Estuvimos animados todo el día por el grupo musical "Carao" de Armenia y participaciones artístico culturales de algunos miembros de las Escuelas. Por la tarde se realizó un trabajo de síntesis y diálogo. Luego hicimos una oración final. Todos y todas con una velita expresamos nuestra vocación sacerdotal, profética y real, de ser luz para el mundo, desde el lugar de servicio concreto de cada quien.

 

 

 


 

 

Francisco Javier Ibisate. Padre y maestro

El 13 de noviembre, en el contexto del XII aniversario de Los Mártires de la UCA, la Universidad concederá un Doctorado Honoris Causa al Padre Francisco Javier Ibisate, S.J. Cuán merecido lo tiene es obvio para quien lo ha conocido a lo largo de sus 35 años en la UCA. Que es "maestro" , y buen maestro, lo saben los centenares de estudiantes que han pasado por sus clases. Que es "padre" lo sabe mucha gente de la UCA y fuera de ella, a quienes ha escuchado en sus problemas y aliviado en sus penas. Con la misma constancia que en la UCA, los fines de semana ha trabajado durante muchos años en parroquias y comunidades populares.

Desde esta Carta a las Iglesias queremos felicitar al Padre Ibisate, agradecerle su bondad y su ciencia, y también su colaboración con muchos escritos que ha publicado en estas páginas en los últimos años. Con ellos ilumina la mente de mucha gente solidaria y de las comunidades, a las que llega esta Carta a las Iglesias. Como ejemplo, publicamos lo último que nos ha enviado sobre la situación de Afganistán, escrito, como siempre, con ciencia, pasión y humor.

Alimentos con olor a pólvora.

Los diarios decían hace poco que las Naciones Unidas lleva un año estancada en dar una definición de "terrorismo", y que por eso se ha encargado a un grupo técnico presentar una definición, y sugerir medidas concretas para combatirlo. Tiene que estar termindo el 15 de noviembre, fecha en que se inicia el frío invierno en Afganistan. Mientras tanto se sigue haciendo terrorismo masivo, cruel y abierto sin definición. La otra definición que nos llevaría tanto o más tiempo pulirla es qué es y quiénes son fundamentalistas el día de hoy. Sin definiciones, todos o casi todos estamos de acuerdo en lamentar el terrorismo fundamentalista que se descargó sobre las seis mil o más personas inocentes, de varias nacionalidades y profesiones en Nueva York y Washington, el dolor de tantas familias y el estremecimiento, hasta el grado de pánico, en el pueblo norteamericano, que se ha contagiado al otro lado del Atlántico.

Pero ha llegado un momento en que, con dolor y pesar, no podemos estar de acuerdo con la frase de G. W. Bush: "quien no está con Estados Unidos está con el terrorismo". Porque estamos contra el terrorismo, y hemos sufrido mucho del terrorismo en El Salvador, nos cuesta estar de acuerdo o aceptar ciertas medidas que sigue llevando a cabo el gobierno estadounidense. En varias ciudades de Europa, Berlín, Londres, Roma, Nápoles, Suecia, España, millares de manifestantes pacíficos "reclaman el fin de los ataques aéreos contra Afganistán y piden una política de paz para contener el terrorismo". El lema es "contra la guerra - a favor de la paz". Desde el otro lado, crecen las protestas de grupos musulmanes contra los ataques de Estados Unidos e Inglaterra.

Más importante que las manifestaciones de los que están fuera, y que irán in crescendo, son las demandas humanitarias que surgen desde el interior de Afganistán de parte de los Comisionados de las Naciones Unidas. Durante varios días consecutivos la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Mary Robinson, ex presidenta de Irlanda, ha solicitado "que cesen los bombardeos para atender a unos siete millones de personas que se encuentran en peligro". Se trata de una lucha contra el tiempo porque el frío invierno afgano se inicia hacia el 15 de noviembre. Este país ha sido golpeado por tres años seguidos de sequía y la cosecha de este año ha sido muy escasa. El frío y la nieve van a dejar inaccesibles muchas zonas para llevar comida a millones de personas. "Estamos en una carrera real contra el tiempo y no estamos recibiendo el apoyo de la región ni el apoyo internacional que necesitamos". La Comisionada dice que varios millones de afganos, desplazados o bloqueados dentro de su país, víctimas de la sequía, están amenazados por el hambre.

"ONU pide una pausa". "Afganistan podría convertirse en un nuevo Ruanda". "Dos millones de afganos a la deriva". Mary Robinson dijo: "Fue una injusticia que hasta seis mil inocentes murieran en los terribles acontecimientos del 11 del septiembre, pero debemos considerar a la población afgana". También el Pentágono tuvo que lamentar algunos "errores técnicos" contra viviendas civiles y un almacén de víveres de la ONU y varios almacenes de Cruz Roja Interncional. Por lo visto, en la prensa controlada por Estados Unidos tiene mayor espacio y transcendencia mundial la docena de contagiados del "antrax" que los dos a siete millones de amenazados por los bombardeos, el hambre, el frío y la muerte. Por supuesto que es repugnante que se use la biotecnología para destruir la vida de cualquier persona, pero es mayor terrorismo poner en real peligro de vida o muerte a "millones" de personas que son tan inocentes como las víctimas del 11 de septiembre. Se está llegando a perder la conciencia del bien y del mal, según el principio de que el fin justifica los medios, aunque sean medios de muerte.

Para los comisionados de Naciones Unidas estos daños no se arreglan con posteriores lamentaciones y tardíos arrepentimientos, como se repitieron después de la "guerra humanitaria" de Serbia-Kosovo, que aún no ha terminado. Tampoco se arreglan los destrozos y muertes con la definición de "errores técnicos", a los que hay que llamar por su nombre de muerte-asesinato. Por eso, y por estar en contra del terrorismo, nos unimos a los reclamos de los delegados de las Naciones Unidas que piden un cese inmediato a los bombardeos. También los representantes del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), tuvieron que interrumpir sus convoyes desde Pakistan. Al igual que el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), no pudieron instalar nuevos campamentos con tiendas para 150 mil refugiados.

G. W. Bush y su gobierno parecen querer tranquilizar su conciencia lanzando unos alimentos que huelen a pólvora. Se trata más bien de raciones militares, a las que no está acostumbrada la población sencilla afgana, mientras que los soldados de La Alianza del Norte los reclaman para ellos "porque no comen bien todos los días". Prescindiendo de las escenas tristes que hemos visto en la televisión, de quiénes acaparan estos paquetes para revenderlos y de quiénes no podrán calmar el hambre, el frío y la desnudez con esos "paquetes donados por el pueblo estadounidense", ésta es la peor doble moral: lanza por avión unas migajas, al mismo tiempo que impide que les llegue a miles y miles de personas la ayuda humanitaria que verdaderamente necesitan.

Es lamentable que se esté pensando en cómo se va a reconstituir el futuro Afganistán –que poco va a quedar de él, excepto el petróleo ruso o afgano que podrá extraerse del subsuelo– mientras que se deja en la inanición a los millones de pobres crucificados entre el dictatorial modelo talibán y la lluvia de torpedos y bombas que les amenazan desde fuera. Si ni siquiera se atiende la voz de las Naciones Unidas, lo único que podemos esperar es que sigan creciendo el número de manifestantes pacíficos en los países europeos y en nuestros países por el bien de millones de afganos inocentes y por la mejor imagen que el cese de estos bombardeos y búsqueda de otras vías de paz pudiera otorgar al gobierno de Estados Unidos. Aunque ganen la guerra, están perdiendo su pretendido prestigio moral.

 

 


 

 

Una guerra condenable

Dean Brackley

Después del 11 de septiembre escribí un articulo que se publicó en Carta a las Iglesias nn. 481-482. Ahora, casi dos meses después, añado algunas reflexiones.

Ante todo, ¡cómo me han conmovido las expresiones de dolor y de solidaridad que tantos salvadoreños y salvadoreñas me han brindado, sabiendo muy bien el papel que el gobierno de mi país, Estados Unidos, jugó en la guerra civil salvadoreña! ¡Y cómo me han animado los gestos de paz en Estados Unidos! Pero dos cosas me han hecho pensar.

Una es la iglesia. Estas semanas se necesitaba una postura clara y evangélica ante una situación tan crítica para levantar el nivel moral del discurso público y orientar la reflexión y la acción. Algunos líderes religiosos se mostraron a la altura del momento, pero, lamentablemente el silencio de la Conferencia Episcopal Católica ante la respuesta militar de Estados Unidos ha sido ensordecedor. Muy distinto sido con los obispos y cardenales que hace diez o quince años había en Estados Unidos.

La otra es la guerra. Muchos dudan de que hoy pueda haber una "guerra justa". Pero es que la guerra contra Afganistán no cumple con una sola de las condiciones que se exigían para que una guerra fuese justa. En primer lugar, no se agotaron otras posibilidades, aunque muchas organizaciones insistieron en que había que recurrir a instituciones jurídicas internacionales y a los instrumentos del derecho internacional –más que a medidas de guerra– para llevar a la justicia a los responsables. Hubiese sido mejor enfocar lo sucedido como enorme crímen de lesa humanidad que como acto de guerra. Se podría haber pensado en una solución tipo Milosevic, aunando a la comunidad internacional en esfuerzos diplomáticos, policiales y de inteligencia. La autoridad competente debiera haber sido la ONU y no sólo dos países. Se perdió esta oportunidad.

En segundo lugar, en esta guerra no hay proporción entre bienes y males. Los bombardeos han destruido en gran parte los campos de entrenamiento de terroristas. ¿Pero no los pueden reconstruir en otro país? Por otra parte, han causado cientos, si no miles, de muertes de inocentes. Se atacó una agencia antiminas de la ONU. Se destruyeron depósitos de la Cruz Roja, un asilo de ancianos y una mezquita. La ONU se queja de que las acciones militares obstaculizan el suministro de alimentos y medicinas –antes del tiempo de nieve y frío intenso– a millones de personas desplazadas, amenazando de muerte a cientos de veces más civiles que las víctimas del 11 de septiembre. La campaña militar está desestabilizando toda la región donde dos potencias nucleares están en pugna. Miles de pakistaníes se están uniendo a la "yihad", y otros no se quedarán atrás. Washington ha hablado incluso de atacar a otro país. Se teme una incontrolable espiral de violencia.

Tercero, esta guerra siembra "odios perdurables", que son semillas de actos terroristas en el futuro. Tiene pocas posibilidades de éxito, si el propósito es "destruir el terrorismo". Es evidente que el objetivo no es ahora tanto capturar a Bin Laden, como derrocar a los talibán e instalar un gobierno afgano más del agrado de Occidente. Esto tampoco solucionará el problema del terrorismo.

Finalmente, ¿qué decir de la "intención sana" del equipo Bush? ¿Esta guerra pretende defender a Estados Unidos, y a Occidente, contra el terrorismo? Al principio, daba la impresión de que el gobierno de Washington reaccionaba dolido y herido en su orgullo, y eso explicaba las irracionalidades que tantos han señalado. Sin embargo, con cada día que pasa, la campaña militar parece estar menos relacionada con los ataques del 11 de septiembre. Y tal vez, por eso, no es tan irracional –y somos ingenuos. ¿No será que esta guerra, que la Casa Blanca nos asegura durará años, tiene que ver más con el afán de garantizar el acceso a las vastas reservas de petroleo y otros minerales en Asia central cuando estos recursos se están agotando en otras partes del mundo? ¿Será que los aliados de Occidente se aprovechan del 11 de septiembre para estos fines, jugando así con la seguridad de todo el mundo? Esperemos que no.

 

 


 

 

El grito de lamentación de nuestro pueblo

Scott Wright

Scott Wright es un viejo amigo y solidario durante muchos años. En los ochenta acompañó al pueblo salvadoreño que vivió inmensas tragedias. El 13 de septiembre, dos días después del terrorismo de Nueva York, al hacer la oración del día, leyó el capítulo 14 de Jeremías, en el que el profeta se lamenta por la destrucción, siente el abandono, reconoce la culpa del pueblo y pide fe en el verdadero Dios. El 20 de septiembre escribió estas reflexiones.

"Dejen caer mis ojos lágrimas de noche y de día sin parar..."

Estamos de luto por las víctimas y sus familias, por la nación y el mundo. Lo que pasó el 11 de septiembre abrió un hueco no sólo en las torres gemelas del "World Trade Center" y en el Pentágono, sino también en el alma misma de la nación estadounidense. Una y otra vez hemos visto las imágenes de terror de los aviones que explotan en llamas al chocar contra los edificios. Hemos sufrido "un quebranto grande" y "un golpe gravísimo". Luchamos juntos por encontrar algún resto de vida entre las cenizas y por reconstruir nuestras vidas y la vida de la nación. ¡Nuestro mundo cambió totalmente!

Expresamos nuestros más profundo sentimiento de compasión a las familias y nuestra indignación contra el uso tan masivo de violencia contra gente inocente. Intentamos comprender la inmensidad de su sufrimiento y de la perversidad. Nosotros mismos hemos cambiado. No aguantamos tanto dolor ni podremos aguantar más dolor cuando veamos a nuestra nación prepararse para la guerra.

"Si salgo al campo encuentro desfallecidos de hambre..."

La tragedia del 11 de septiembre no es sólo una tragedia nacional, es mundial, de toda la familia humana. El siglo veinte nos enseñó que la mayoría de los afectados por las guerras son civiles. La violencia engendra violencia y la guerra engendra el terrorismo que conlleva grandes sufrimientos y destrucción incalculable. Como dijo Elie Wiese, testigo calificado de la maldad del siglo veinte, sobreviviente del holocausto, "La verdad está entre las cenizas."

Muchos comentaristas comparan lo que pasó el 11 de septiembre con el ataque japonés a Pearl Harbour, aunque las víctimas en el "World Trade Center" fueron dos veces más numerosas, y fueron todas civiles y no militares. Pero antes de terminar aquella guerra, la agresión de las fuerzas alemanas y japonesas y los crímenes de guerra fueron respondidos primero con el bombardeo aliado de saturación de las ciudades alemanas y cuatro años más tarde con la bomba atómica contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Apenas se desataron las consecuencias destructivas de la guerra moderna, y el sufrimiento humano y el nivel de destrucción fueron mucho más allá de lo que pudiéramos haber imaginado al principio. ¡La verdad está entre las cenizas!

Lo que ocurrió el 11 de septiembre es una tragedia de un mundo que está en contradicción consigo mismo, donde miles de millones de personas luchan por sobrevivir. La globalización ha unido al mundo como nunca; pero también ha ensanchado la brecha entre pobres y ricos Para la mayoría de la población del mundo, "calidad de vida" significa supervivencia. Vivir significa morir joven, ver a sus niños morir por falta de agua potable, medicinas o comida. Significa sufrir la vida en el campo, emigrar a las maquiladoras en las zonas urbanas o cruzar las fronteras para encontrar empleo en "el Norte". Significa escaparse de las guerras desatadas por todo el globo para vivir como refugiados o desplazados, o como extranjeros al asumir una vida de permanente inseguridad y exilio. ¡O aprendemos a convivir juntos en esta planeta o caminamos todos a una muerte segura!

"¿Por qué nos has herido que no tenemos cura?"

Todos necesitamos ser sanados. ¿Pero dónde podremos encontrar sabiduría y fortaleza? ¡Miremos a los pobres! Como "pueblo de fe" hemos acompañado en muchos lugares a los pobres y desposeídos en sus luchas por la justicia y la paz, por la igualdad y la vida. Hemos llegado a conocer, de modo personal y profundo, sus sufrimientos y sus gozos, su compasión por los que estaban en una situación peor que ellos, su pasión por la justicia, su lucha por mostrar la verdad en sus vidas y sus esperanzas por el futuro.

Nuestras "tradiciones de fe" nos enseñan que toda vida es santa. ¿Podremos ampliar nuestra compasión para incluir a las víctimas de todo el mundo y a las víctimas de posibles guerras en Afganistán, Irak o en los otros países del Medio Oriente donde la gran mayoría de la gente son desesperadamente pobre? ¿Qué vamos a hacer cuando comencemos a ver los rostros y escuchar los gemidos de las primeras víctimas de los ataques norteamericanos?

En tiempos duros de crisis somos un pueblo generoso: los gestos de solidaridad, los bomberos y la policía que ofrendaron sus vidas, los obreros y los voluntarios entre escombros, la gente de todas partes que han donado su sangre y comida. Pero en tiempos de guerra podemos ser un pueblo cerrado, encontrando un "enemigo" en cualquier rostro que es diferente al nuestro. Y buscamos la violencia como única respuesta. Observamos con vergüenza los ataques y la tentación de demonizar a los pueblos o las creencias diferentes a las nuestros. Toda vida es santa.

"Reconocemos, Yahveh, nuestras maldades..."

Vivimos demasiadas guerras en nuestro tiempo, pero la guerra no tiene por qué ser nuestra única opción. Ya hay voces que aconsejan prudencia. Familias de las víctimas han elevado sus voces llamando a nuestra nación a romper el ciclo de violencia. Una madre, cuyo hijo murió en el "World Trade Center", dijo "¡No en el nombre de mi hijo!" Y una voz en el Congreso votó en contra de la guerra. ¿Podemos aprender de ellos?

Una guerra sin límites y a largo plazo contra el terrorismo ¿no provocará nuevos ataques contra nuestra nación? O, peor todavía, ¿no nos convertiremos en lo mismo contra lo que pretendemos luchar? Gandhi lo dijo muy claramente: "Ojo por ojo y el mundo quedará ciego". Entonces ¿qué debemos hacer? Escuchemos algunas voces.

Pax Christi USA está en favor de juzgar los culpables, pero no de la violencia. Y añade: "El terrorismo terminará cuando todas las naciones grandes y chicas se adhieran y respondan al derecho internacional. Mientras los fuertes dominen a los débiles, el terrorismo será una opción para los excluidos".

¿Qué hemos hecho para que sucediera lo que ocurrió? Esta es la pregunta que hay que hacerse ahora. Esa es la pregunta más honesta, o por desesperación o por convicción. Si no vamos a las raíces de la desesperación, miseria y exclusión en el mundo, nunca saldremos victoriosos en la guerra contra el terrorismo. La miseria no puede justificarlo, pero lo alimenta. Los que hacen imposible una revolución pacífica, hacen inevitable la revolución violenta.

"¿Hay entre las vanidades de los gentiles quien hagan llover?"

"Cada crisis es una oportunidad". La oportunidad para nosotros es preguntarnos por la responsabilidad que compartimos como nación por el terrible abismo entre pobres y ricos, por la pobreza y miseria en que son condenadas a vivir miles de millones de personas simplemente porque nos parecen diferentes, hablan un idioma diferente, piensan de modo diferente y profesan un fe diferente.

Hay una frase en América Latina: "No hay dolor ajeno." Lo que pasó el 11 de septiembre puede ser la oportunidad para comenzar a compartir el dolor de otros alrededor del mundo y en nuestro propio país, personas pobres, que han perdido seres queridos por causa de la pobreza, la violencia, la guerra. O puede ser la oportunidad para que nuestro dolor sea usado para infligir más sufrimiento a los demás.

Necesitamos hacer duelo por nuestro dolor, pero tenemos que estar preparados para rechazar la guerra a poblaciones enteras y dar muerte a civiles inocentes. Algunos del gobierno preguntan: ¿Estaremos dispuestos a sacrificar nuestras libertades civiles por luchar en esta guerra? La pregunta debe ser: ¿Estamos preparados a sacrificar nuestra inmensa riqueza y nuestro estilo consumista de vida para redistribuirla según las necesidades del mundo? ¿Estamos preparados a trabajar por un orden económico global más justo para satisfacer las necesidades de la gran mayoría de los pueblos pobres?

Podemos eliminar la deuda externa de las naciones pobres. Podemos reestructurar los acuerdos de comercio para que cada nación pobre pueda alimentarse y desarrollar sus recursos humanos y naturales. Podemos eliminar el racismo, la discriminación y la xenofobia de nuestra planeta, y hasta podemos eliminar la guerra y la violencia. Y si no lo podemos eliminar completamente, por lo menos, al negarnos a tolerar estas prácticas podemos hacerlas menos crueles y limitar su impacto mediante el derecho internacional.

En momentos en que nuestra nación se prepara para protagonizar "la primera guerra del siglo XXI", necesitamos poner nuestras esperanzas en los pobres dentro del arco iris de organizaciones de base y de comunidades provenientes del sur globalizado y de todo el mundo, como las que se dieron cita, el mes de enero pasado en Porto Alegre, Brasil para declarar en el Foro Social Mundial: "Otro Mundo es Posible". Terminamos con las palabras de Martin Luther King en contra de la guerra de Vietnam:

"Estoy convencido que si queremos ubicarnos en el lado correcto de la revolución mundial, tenemos que emprender, como nación, una revolución radical de valores... una verdadera revolución de valores que pronto nos llevará a cuestionar la justicia y el equilibrio de muchas de nuestras políticas del pasado y del presente... Una verdadera revolución de valores nos llevará a mirar con preocupación el enorme contraste entre la pobreza y la riqueza... Nos estamos confrontando a una tremenda urgencia... Hoy todavía nos queda una opción: la co-existencia no-violenta o la violenta aniquilación de todos."