Carta a las Iglesias AÑO XXII, Nº 489, 1-15 de enero de 2002

El terremoto. Un año después

INDICE

EDITORIAL: Hay que cambiar

REALIDAD NACIONAL: 2001. Creciente deterioro social y económico

IGLESIA BRASILEÑA: El mundo vuelve a empezar. Carta circular de 2002

 

COMUNIDADES ECLESIALES: De las comunidades

ECONOMIA: Argentina

MONSEÑOR ROMERO: Monseñor Romero en Santa Ana

 

 

 

 

 

Hay que cambiar

"Progreso y precipicio"

No hay que ser agoreros, pero tampoco podemos engañarnos. Con todas las cosas que han ocurrido este año, aquí en El Salvador, en Africa, en Nueva York y Washington, en Afganistán, hay que cambiar, y cambiar radicalmente. No basta con pequeños cambios y pequeñas mejoras.

Nos dirán verdades a medias o simples mentiras para ocultarlo, pero no se puede tapar el sol con un dedo. La grandilocuencia, "fin de la historia", "globalización", "el evangelio del mercado", suena a escarnio. Y alguien preguntaba estos días, entre despistado e irónico "qué ha pasado con la aldea global". Se acabaron también los juegos de palabras ingeniosos: "no estamos en época de cambios, sino en cambio de época". Y las tautologías más estériles que fructíferas: "estamos en un nuevo paradigma" –aunque pobreza, injusticia y mentira son recurrentes.

La conclusión nos parece clara, difícil de llevarla a la práctica, pero fácil de formularla, lo cual es ya un gran bien. Así lo hizo hace doce años Ellacuría con estas palabras acusadoras, exigentes y también esperanzadoras: "hay que revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección". A lo que añadió estas otras todavía más utópicas, ignoradas y despreciadas hoy, pero insustituibles si ha de haber salvación para este mundo: "sólo utópica y esperanzadamente uno puede creer y tener ánimos para intentar con todos los pobres y oprimidos del mundo revertir la historia".

Dirán algunos, y lo han repetido hasta la saciedad, que aquéllos eran otros tiempos, que bien está hoy modificar y mejorar algunas cosas, pero que el camino actual es el correcto en lo fundamental y que no hay que cambiar de rumbo. Con pequeños pasos –y con la inmensa paciencia de los pobres– todo llegará a buen término. Nada de "revertir", pues, palabra que suena a "revolución", y por ello a abominación.

Y también se objetará que introducir en la solución de los problemas del mundo utopía y esperanza, pobres y oprimidos, es veleidad, ingenuidad, cosa de inconsultos, de sacerdotes bienintencionados, de laicos comprometidos, o de religiosas beneméritas. Pero todos ellos ignorantes. El sistema tiene la llave para encontrar soluciones: el poder –lo cual es un ingrediente de la solución– y sólo el poder –lo cual es nefasto. Buscar soluciones "con todos los pobres y oprimidos" debió ser un momento de debilidad del intelectual Ignacio Ellacuría. Pero Jürgen Moltmann, otro de los grandes de nuestro tiempo, quizás también en un momento de debilidad, dijo que estamos entre el progreso y el precipicio.

"Cuando lo irracional se vuelve racional"

No soy experto en economía, pero los que sí lo son afirman que el neoliberalismo produce "homicidio" en contra de muchos, pues los excluye y los mata de hambre, y puede ser "suicidio" para todos. Resulta que la oiko-nomía, lo que debe hacer posible y próspero el hogar (que eso significa oikos en griego, hogar), sólo funciona para una tercera parte de la humanidad. Y si se toma el oikos en su materialidad física, la casa, resulta que en este siglo XXI que comienza, dos mil millones de personas no tienen una vivienda mínimamente digna. Si Argentina se descalabra, no serán los millonarios los que sufran las consecuencias –el capital no suele tener patria– sino pensionistas de clase media y los pobres de siempre.

Acaba de quebrar Enron, la mayor empresa de electricidad de Estados Unidos. Días antes de declararse en bancarrota sus principales funcionarios vendieron las acciones e hicieron un gran negocio. Los jubilados que habían puesto sus ahorros en la empresa perdieron miles de millones de dólares. El 14 de enero se podía leer en el New York Times el comentario del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O’Neill: "Las empresas van y vienen. Es parte del genio del capitalismo".

El lenguaje que debe comunicar verdad y posibilitar relación entre los humanos está por los suelos. "El que no está con Estados Unidos está con el terrorismo", dice el presidente Bush. Y en navidad pide a los niños estadounidenses que donen un dólar para los niños afganos.

Y lo peor es que unos deciden qué es real y qué no lo es. Un periodista español se quejaba amargamente de que en los medios de comunicación españoles ya no existe El Salvador, a pesar de la sequía, sino sólo Afganistán. Entendí perfectamente lo que quería decir. Pero, sin ninguna ironía, le contesté que ojalá así fuera, pues si se da a conocer en profundidad la verdad de Afganistán, es decir, de un país pobre del tercer mundo, eso ayudaría también a conocer y comprender El Salvador. El problema es que, a pesar de las apariencias, no se ha dado a conocer Afganistán, ni hay interés en ello. Lo que hoy conocemos mejor es, de nuevo, a Estados Unidos y sus aliados. Decía Ellacuría a propósito del quinto centenario que lo que entonces quedó al descubierto no fue América, sino España, Portugal –y otros después– y su voracidad. Y también quedó al descubierto la realidad de la Iglesia católica romana de aquel entonces. Algo parecido está pasando con Afganistán. Ha quedado encubierta. Como Africa, no existe.

Y es que Afganistán es antes que nada un país de 22.5 millones de habitantes, con 3,695.000 de refugiados, más 1 millón de desplazados en su interior, con un producto interno bruto per cápita de $178 en 1999, una expectativa de vida –para el período del 2000 al 2005– de 43 años, con el 70% de la población sufriendo de malnutrición. Pero no es esto lo que evoca el término "Afganistán", tal como hoy se usa, ni hay mayor interés en ello. Para occidente Afganistán no tiene realidad propia, sino prestada, la que le otorgan los intereses militares, económicos y estratégicos de Estados Unidos. Y nada más. Sí se menciona la mejoría en la condición de la mujer, que ahora podrá estudiar, trabajar y decidir sobre su modo de vestir –buena noticia, en verdad, aunque el tono propagandístico con que se comunica es inocultable.

Por lo que toca a nuestro país, baste leer la realidad nacional que publicamos más adelante. Sin embargo no estará de más recordar dos cosas. Son concretas y no se pueden sacar tesis, pero iluminan. En el 2001 se publicó un libro sobre la búsqueda de niños desaparecidos en El Salvador. Lleva por título "El día más esperado", y antes del primer capítulo aparece la siguiente cita del General René Emilio Vargas, tomada del San José Mercury News, 1 de julio de 1995: "Esta acusación de la desaparición de niños es realmente como una novela de Gabriel García Márquez o una cosa así... Nunca ha pasado. ¿Dónde están los niños? ¿Están en algún orfanato secreto? ¿O nos los hemos comido? ¿Horneados? ¿Asados? ¿Salcochados? Yo realmente no entiendo por qué continúan con estas historias".

La otra es que a comienzos de enero en los sótanos del Cuartel de la Policía Nacional se han encontrado restos humanos. Las sospechas de por qué se han encontrado en ese lugar son obvias, después de años de represión y guerra. Pero ya hay insinuaciones de que, lejos de ser de víctimas a manos de la policía nacional de entonces, los restos pudieran ser de indígenas muertos hace siglos.

Estas y otras cosas, en nuestro país y en el mundo, nos han hecho recordar las palabras de Herbert Marcuse cuando criticaba el camino que iba tomando la sociedad occidental. "Lo irracional es ha hecho racional".

Examen de conciencia

También las iglesias tienen que hacer examen de conciencia. Por una parte, nunca ha habido tantos templos, capillas, locales de culto, tan llenos de gente. Nunca ha habido tantas emisoras de radio y televisión, ni tanta música sobre Dios, Cristo, María. Ni tanta armonía con los gobiernos. Vivimos en una especie de neo-cristiandad. Pero también es verdad que ha disminuido la palabra eclesial, a la vez salvadoreña, profética y esperanzadora. ¿Se puede decir que la Iglesia está a la altura de los tiempos, ante lo que ocurre en Afganistán o en el Congo o en Argentina o en El Salvador?

El papa Juan Pablo II habla con claridad sobre los males del mundo, injusticia, guerra, terrorismo. Pero algo hay en las curias romanas que quitan aristas a esa palabra, y la hacen cooptable por los poderosos. El Papa ha urgido a enviar toda la ayuda necesaria a Afganistán. Pero, según la revista Vida Nueva (17 de noviembre), "ateniéndose a las pautas que ha fijado la prudente Secretaría de Estado, no quiso formular juicios éticos sobre los bombardeos (y sus demoledores "efectos colaterales"), situándose en el plano más alto de su misión como Pastor de la Iglesia Universal". El mensaje de paz de este año condena con toda razón el 11 de septiembre en Nueva York, elevándolo a símbolo universal de terrorismo. Pero no ocurre lo mismo con el 7 de octubre, día en que comenzó la barbarie de los bombardeos contra Irak. Sí fue mérito suyo en 1991 haber sido el único líder del occidente democrático y cristiano que condenó la guerra contra Irak

Don Pedro Casaldáliga también lamenta el centralismo romano que, a la hora de la verdad, excluye lo que debiera ser el aporte de la Iglesia de Jesús a este mundo de superpotencias prepotentes: vida fraterno-sororal, cogestión adulta, ministerialidad plural, libertad evangélica. En este contexto don Pedro constata la decepción que vienen provocando los sínodos romanos –también el recién pasado– por no ser deliberativos y decisorios.

Entre nosotros los problemas no son tan solemnes, pero quizás son más entrañables. Anuncian desde el Vaticano la pronta canonización de José María Escribá de Balaguer, del indio Juan Diego y del padre Pío. Ya han hecho los milagros que tenían que hacer. Monseñor, sin embargo, sigue esperando, aunque hace muchas otras cosas. La más importante es la de estar presente, dar ánimo y esperanza. En Westminster le declararon mártir del siglo XX. Y en estos días, también en la ciudad de Santa Ana.

"Responder a los desafíos"

No basta con lamentos y protestas, sino que hay que hacer, mucho hay que hacer. En la Iglesia hay que mirar al mundo cara a cara, no esconderse en templos y sacristías. Hay que escuchar sus clamores, no sólo cánticos y alabanzas. Y hay que responder a los desafíos. Eso es lo central del documento de don Pedro Casaldáliga, y a él nos remitimos. Los resumimos ahora en nuestras palabras.

Hay que aceptar, con gozo, que somos distintos, pero igualmente hijos e hijas de Dios, no norteamericanos poderosos y musulmanes sospechosos. Y sobre todo hay que dar el paso previo: aceptar la existencia de pueblos y países, no hacerlos inexistentes e irrelevantes, que sólo asoman a la superficie como apéndices de los problemas de las potencias.

Hay que animar a la participación, corresponsable, de todos y todas, largo camino éste que debe recorrer la Iglesia, no muy dada al "ni griego ni judío, ni libre ni esclavo, ni hombre ni mujer". Todo lo que sea fomentar el "entre todos" es construir Iglesia y humanizar el mundo.

Hay que dialogar solidariamente. Su presupuesto es el llevarse mutuamente, dando y recibiendo. Y quizás hay otro más fundamental: no da más el que está en mayor autoridad, vive en el centro de la cristiandad, maneja los hilos de la Iglesia en los dicasterios, sino el que más sufre con esperanza y da la vida con amor.

De esto hay signos y realidades, cómodos y muchas veces incómodos. Están las comunidades, que se mantienen muchas veces contra viento y marea. Están los movimientos, los de Iglesia –"somos Iglesia"– y los más amplios que se concentran para denunciar el neoliberalismo, en nombre del ser humano y en nombre de Dios, y pedir otro mundo humano. Están los laicos, fieles y protestones, no como asimilados a los clérigos en los templos, sino con su palabra y actuación en medio de sindicatos, del mundo del pensamiento, de los derechos humanos, de los medios. Están obispos y religiosas, inasequibles al desaliento a pesar de todo...

Qué puede hacer la Iglesia es pregunta importante, pero más importante es la convicción de que mucho tiene que hacer, y que tiene que cambiar. Lo tiene que hacer con muchos otros, y también –lo cual se suele rehuír– contra muchos otros. Quizás en definitiva, la Iglesia puede aportar dos cosas a ese hacer y a ese caminar. Una es "vivir con espíritu": es la mística del caminar, sobre todo cuando vamos de oscuridad en oscuridad; la esperanza de que la bondad tienen su propia fuerza; el amor –hasta el final, si es necesario– en que se consuma lo humano y el gozo. Y puede ofrecer un quicio alrededor del cual gire el mundo. Ahora, alrededor del poder y del dinero, el mundo gira mal. Alrededor del pobre, seguirán siendo necesarios el saber y los recursos, la política y el desarrollo, pero todo ello girará bien.

Quiero terminar con unas palabras de Ellacuría, fuertes, inauditas, "políticamente incorrectas", pero que expresan la necesidad imperiosa de cambiar. Meses antes de su asesinato, en una conferencia sobre el quinto centenario, teniendo en cuenta, el mundo universo, dijo:

Desde mi punto de vista –y esto puede ser algo profético y paradójico a la vez– Estados Unidos está mucho peor que América Latina. Porque Estados Unidos tiene una solución, pero en mi opinión, es una mala solución, tanto para ellos como para el mundo en general. En cambio, en América Latina no hay soluciones, sólo problemas; pero por más doloroso que sea, es mejor tener problemas que tener una mala solución para el futuro de la historia.

Hay que cambiar.

Jon Sobrino

 

 

 


 

 

2001. Creciente deterioro social y económico

El año 2001 no ha sido fácil para los salvadoreños. Los terremotos de enero y febrero sacaron a luz las profundas fallas estructurales del modelo socioeconómico y las agudizaron hasta niveles indecibles. La política no pudo hacer nada ante el impacto de los desastres; el aparato gubernamental se paralizó en los momentos más críticos; los grandes empresarios no pensaron más que en sus pérdidas económicas. Otros sectores sociales, medios de comunicación, iglesias, cuerpos de socorro y ONGs sí se movilizaron -más con voluntad que con recursos- para auxiliar a las víctimas. Y muchos salvadoreños afectados salieron a las calles a ayudar a otros en peor situación que ellos. Lo que quedó claro en aquellos momentos dramáticos fue el enorme potencial de los salvadoreños para responder, con una determinación pocas veces vista y sin mayor preparación, a situaciones de desastre. Y también lo poco que pueden hacer las instancias estatales cuando actúan de espaldas a la ciudadanía.

Una vez que pasó la emergencia, llegó el momento de replantearse el modelo de país que tenemos. Lo más llamativo ha sido, aunque no inesperado, la resistencia a acepar que un cambio de gestión medioambiental, económica y social debe hacer frente a la desarticulación estructural del aparato productivo, a la concentración económica, a la debilidad institucional y a los bajos niveles de organización y participación sociales.

Lo que pudo haber sido una oportunidad para debatir a fondo los problemas fundamentales de El Salvador se perdió por negligencia, mala voluntad y percepciones equivocadas sobre el país y sus necesidades. El gobierno de Francisco Flores –empecinado en defender la tesis de que el país traía un desarrollo envidiable, perturbado sólo por los dos terremotos–, no asumió los desafíos de reorientar el país después del desastre. La propuesta fue volver a lo de antes de los terremotos; es decir, apuntalar el esquema socio-económico excluyente y marginador vigente desde la primera administración gubernamental de ARENA.

A estas alturas, la mayoría de las miles de familias que perdieron sus viviendas –pese a las promesas de Flores– siguen habitando viviendas provisionales. Y no es improbable que muchas de ellas –como ha sucedido en anteriores desastres– tengan que hacer de esas viviendas temporales hogares permanentes, con lo cual su situación de pobreza y marginalidad se verá agudizada.

Lo peor es que, con el cierre del año, el gobierno de Flores pareciera haber hecho un borrón y cuenta nueva, como si se hubiera recuperado el ritmo de "progreso" y "desarrollo" de antes de los terremotos. Como consecuencia, las decisiones económicas que se tomaron a partir de la segunda mitad del año amenazan con golpear fuertemente a los sectores medios y populares, que fueron precisamente los más afectados por los terremotos.

Como ejemplo, los criterios que rigen el mercado del transporte no auguran más que incrementos en los precios. Así ha ocurrido con la electricidad, las telecomunicaciones y las pensiones de jubilación. El resultado práctico de ello ha sido el encarecimiento del costo de la vida en general. Si a esto se suma la dinámica salarial, muy por debajo de la canasta básica, y la lógica tributaria –de carácter regresivo–, la consecuencia es un grave deterioro en las condiciones de vida de la mayoría de salvadoreños. Esta ha sido la norma durante la década de los años noventa. Si a todo esto se añade la violencia, los despidos, la situación de los derechos humanos, este 2001 que ha concluido nos deja una pesada herencia y un horizonte oscuro.

¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puede un gobierno tomar decisiones que hacen que los pobres se multipliquen y que la brecha entre éstos y quienes concentran la riqueza se vuelva mucho más abismal? La respuesta es doble. La primera es falta de sensibilidad ética y humana: la indiferencia hacia la condición inhumana en que viven la mitad de salvadoreños. Y es que las élites económicas de El Salvador –a las cuales es afín Flores– casi nunca han ocultado su desprecio hacia esos salvadoreños –obreros y campesinos– que tienen que trabajar para vivir. Y peor ocurre con los otros salvadoreños –los que no encuentran empleo, los marginales, los niños de la calle–, ni siquiera cuentan, no existen, importa poco si viven o mueren. A un gobierno en manos de la élite empresarial más poderosa del país no es extraño que el empobrecimiento de la mayor parte de la población le sea totalmente indiferente.

La segunda es una visión distorsionada de la realidad. Ahí donde los estudios más serios diagnosticaban –antes de los terremotos de enero y febrero– signos de estancamiento económico, los asesores del gobierno veían progreso y bienestar crecientes, y según eso se tomaban decisiones. Y lo peor es que esta visión no obedece sólo a ignorancia, sino a mantener compromisos adquiridos.

De un gobierno ciego ante la realidad, no queda más que esperar tropiezos permanentes. El gobierno de Flores tropieza una y otra vez con la misma piedra, con la realidad de pobreza y marginalidad crecientes en los sectores populares. Sin embargo, las decisiones económicas –tributarias, salariales, monetarias, de privatización y de dolarización– no cambian de signo. A este paso no se ve cómo la sociedad pueda hacer frente –sin recurrir a la violencia callejera– a los desmanes gubernamentales. Continuarán los desatinos del gobierno de Flores y los ciudadanos deberán seguir soportando la expoliación gubernamental. Este es el costo a pagar por la imagen de "progreso" y "desarrollo" –sostenidos por las remesas y las maquilas– que Flores y los suyos quieren mantener.

Estadísticas generales del 2001

Impacto socioeconómico de los terremotos de enero y febrero

Vivienda

Viviendas dañadas: 186,444. Viviendas destruidas: 153,011. Total de viviendas afectadas: 1,362,163. Impacto: $333.8 millones. Déficit habitacional cuantitativo: 206,000 unidades. Viviendas construidas: 30,000 (1).

Salud

Instalaciones de salud afectadas: 113. Hospitales del MSPAS dañados severamente: 19. Impacto económico: $72.4 millones.

Educación

Escuelas dañadas: 2,647.Deserción escolar: 150 mil estudiantes. Centros escolares reparados: 1,600 Impacto económico: $210.5 millones. Aulas provisionales: 1,719.

Infraestructura

Impacto económico: $472.3 millones. Carreteras dañadas: 2,300 kilómetros

Cooperación internacional

Grupo Consultivo: $1,300 millones

Estados Unidos: $110 millones

España: $2.5 millones

Otras donaciones

Balance policial

Secuestros: 49

Secuestradores capturados: 206

Bandas de secuestradores capturadas: 28

Rescatados de sus plagiarios: 14

Homicidios: 2,177

Empleos

Trabajadores cesados por Ley del Servicio Civil: 8,416.

(1) Sin especificar si son viviendas temporales o definitivas.

Fuentes: LPG, EDH, PNUD, CEPAL.

CIDAI

 

 

 


 

 

El mundo vuelve a empezar

Carta circular de 2002

Pedro Casaldáliga

Los comentarios –cautelosos o apocalípticos o clarividentes– acerca de la coyuntura proliferan, estos días, en los medios de comunicación. No voy a repetir "lo obvio aullante". El problema está en saber leer la coyuntura a la luz de los signos de los tiempos, descubriendo causas, intereses, "efectos colaterales", juegos de vida o muerte para la familia humana.

Los terrorismos, en plural

Creo, sin embargo, que a toda la Humanidad, y concretamente a la Iglesia, nos toca tomar nota de urgencia y asumir, corresponsablemente, los desafíos de esta hora. Ha empezado un nuevo milenio, un tiempo nuevo, que llaman "un cambio de época". No tanto, precisamente, por las torres gemelas del 11 de septiembre; que hay muchos otros días, muchas torres, y muchos terrorismos, antes y después de ese 11 de septiembre.

Cuatro terrorismos, sin duda, hay que destacar para entender y juzgar correctamente los actos terroristas y las guerras de terror, los terrorismos enloquecidos y las sistemáticas guerras imperiales.

Hay un terrorismo individual, cometido por cualquier asaltante en cualquier esquina o vereda; otro terrorismo, grupal, perpetrado por cualquier facción; el terrorismo de Estado, que es a veces del Estado propio de cada país o de los prepotentes Estados imperialistas y colonizadores, sobre todo del más terrorista de todos ellos, a lo largo de los dos últimos siglos; y el terrorismo del Sistema, hoy de capitalismo neoliberal, que es el terror económico y social para la mayor parte de la Humanidad, sometida al hambre, a la marginación y al desespero.

Los desafíos de esta hora

Tres desafíos, concretamente, debe asumir con osadía profética y libertad evangélica la Iglesia de Jesús, para ser creíble y evangelizadora hoy:

* la descentralización mundializada

* la participación corresponsable

* el diálogo solidario.

La mundialización, por gracia de Dios y por el humano proceso de la historia, es "inevitable". Y esa mundialización exige el reconocimiento de los varios mundos como pueblos, culturas, religiones, dentro de un solo mundo humano; sin primero, sin tercero, sin cuarto. Ese reconocimiento reclama, para que sea real y no apenas escrito, la descentralización de las instancias de planificación y de decisión. Lo cual les debe ser exigido tanto a la ONU y demás organismos mundiales como a la Santa Sede y a las curias eclesiásticas. Solamente esta descentralización hará posible la participación corresponsable y efectiva de los varios pueblos y estamentos. Quien concretamente pide sólo la democratización de la Iglesia, está pidiendo muy poco. A la Iglesia hay que pedirle, y en la Iglesia debemos dar, más que democracia: vida fraterno-sororal, cogestión adulta, ministerialidad plural, libertad evangélica. El muy probado teólogo Juan Antonio Estrada declara lúcidamente:

"Hoy el catolicismo está lastrado con una institucionalización que ya no corresponde ni a las necesidades actuales, ni a las exigencias ecuménicas, ni a la sensibilidad de los fieles. Tampoco cuenta con el consenso global de la teología, ya que cada vez abundan más las corrientes y escuelas que impugnan el modelo vigente y proponen cambios desde un conocimiento renovado de la Escritura y de la Tradición".

A propósito de la participación adulta en la Iglesia, se acaba de celebrar el Sínodo dedicado al ministerio episcopal. Un sínodo que se suponía coronación de todo un serial de sínodos por temas y hasta por continentes. La verdad es que este último sínodo ha confirmado la decepción que el instrumento-sínodo viene provocando prácticamente desde su aplicación, por no ser deliberativo y decisorio.

Me permito contestar fraternalmente la satisfacción que el cardenal Joseph Ratzinger manifestaba sobre el curso de los debates, en este último sínodo: "Se podía temer –dice el purpurado alemán– que el sínodo se bloquease en torno a las relaciones entre la curia romana y los obispos, sobre los poderes de la asamblea sinodal o la estructura de las conferencias continentales y nacionales, estrangulando de este modo la vida de la Iglesia".

Lo que estrangula la vida de la Iglesia es, precisamente, señor cardenal, la falta de revisión a fondo de las relaciones entre la curia romana y los obispos, el modo de elección de los mismos, la restringida ministerialidad, la inculturación no efectuada, la problemática entera de la colegialidad y la corresponsabilidad. El que hayan sido tan pacíficas y concordes las sesiones sinodales podría deberse a la sistemática negativa de espacio oficial y a la omisión resignada de los participantes. Más para un "nostra culpa" que para un "Te Deum" de acción de gracias.

Afortunadamente, el Espíritu y la Iglesia continúan caminando; y las bases se mueven. La conciencia y la práctica de que "somos Iglesia" no es apenas un movimiento, es una "movimentación" a lo largo y ancho de toda la Iglesia de Jesús, que son las varias iglesias que profesan su nombre y anuncian su Reino. Nunca como hoy, en la práctica, y a veces forzando barreras, diferentes sectores de la Iglesia, y concretamente el laicado –masculino y femenino–, han sido tan libres y creativos, tan adultos y corresponsables en la lectura bíblica, en el pensamiento teológico, en la liturgia, en los ministerios, en las pastorales, en la acción social...

Están creciendo, en el mundo, un clamor y ya una acción en torno a un verdadero proceso conciliar. Que continúe y actualice y amplíe el Vaticano II; que responda a las grandes urgencias eclesiales y a las grandes expectativas de la Humanidad, hija de Dios.

Esa movilización de las bases se da también, en mayor escala, dentro de la Sociedad como un todo. Ya van siendo cada vez más los movimientos y acciones de ciudadanía, cooperación, solidaridad; los varios forums libres y alternativos a la economía, al pensamiento y a la política neoliberales, pasando de la simple contestación a la propuesta, de la impotencia a la convocación eficaz.

En esta hora kairós de mundialización y de madurez de conciencia, que es, simultáneamente, una hora nefasta de nuevas prepotencias, de macrodictaduras, de fundamentalismos y de radicalizaciones, se nos impone, como un don y como una conquista, el diálogo, interpersonal, intercultural, ecuménico y macroecuménico. Un diálogo de pensamientos, de palabras y de corazones. No la mera tolerancia, que se parece demasiado a la guerra fría, sino la convivencia cálida, la acogida, la complementariedad.

La caída de las torres debería ser también la caída de unas escamas que empañan los ojos del Occidente cristiano frente al mundo árabe y musulmán. Desde ese 11 de septiembre, traído y llevado como si fuese el mayor terrorismo de la historia, el Occidente, cristiano o no, está necesariamente obligado a reconocer que el mundo árabe y el Islam existen, y que el Islam congrega más de un billón de fieles de diferentes pueblos y culturas. Durante muchos siglos la Sociedad occidental y la Iglesia –demasiado occidental siempre– han sido prejuicio, hostilidad y guerra con el Oriente musulmán.

Nuestra Agenda Latinoamericana-Mundial de 2002 propone, precisamente, como gran tema de la hora, "las culturas en diálogo", y la Agenda’2003 propondrá, concretando ese tema, el diálogo interreligioso: "las religiones en paz dentro de sí y entre sí, para la paz del mundo"; y la Agenda’2004, si Dios nos concede aún tiempo de andadura, estará dedicada, con espíritu de conversión, a "nuestros respectivos fundamentalismos".

La campaña contra el Banco Mundial, realizada en Barcelona durante el pasado mes de junio, se estructuraba en torno a siete ejes de debate y acción, que abarcan ampliamente los mayores desafíos y prospectivas de esta hora:

* democracia, participación y represión

* derechos sociales y laborales

* migraciones

* derechos ecológicos, derechos ambientales, modelo agroalimentario

* globalización y militarismo

* mujer y globalización

* globalización y desarrollo.

Mística para el camino

Esos procesos de cambio, que son sueño y misión, reclaman de todos nosotros y nosotras, cristianos o no, una fuerte espiritualidad, una mística de vida. Cada cual la vivirá según la respectiva fe, pero sin esa espiritualidad no se hace camino. Pensando en ello, y a raíz del retiro espiritual que celebramos cada año, el equipo pastoral de la Prelatura, a orillas del Araguaia, en aquel cerro acogedor de Santa Terezinha, yo resumía así esa espiritualidad, tan nueva y tan antigua, como espiritualidad de:

* Contemplación confiada. Abriéndose más gratuitamente al Dios Abbá, que es, por autodefinición suprema, misericordia, amor. Una contemplación, más necesaria que nunca en estos tiempos de eficiencias inmediatas y de visibilidades. Confiada, digo, porque tengo la impresión de que vuelve –o quizás nunca se fue– la religión del miedo, del castigo, de la prosperidad o del fracaso, según como uno se las haya con Dios. Nos falta, pues, confianza filial, infancia evangélica, la descontraída libertad de los pequeños del Reino.

* Coherencia testimoniante. Ya se ha repetido hasta la saciedad que vivimos en la civilización de la imagen; que el mundo quiere "ver". El testimonio fue siempre una especie de definición del ser cristiano: "seréis mis testigos", decía Él por toda recomendación, por todo testamento. Y ese testimonio, hoy más que nunca, cuando todo se ve y todo se sabe, ha de ser coherente, sin fisuras, en la vida personal y en la gestión estructural de la Iglesia (que podrá ser una Iglesia católica o evangélica, el Vaticano, una diócesis, una congregación religiosa, una comunidad). Veracidad y transparencia pide el mundo, tan sometido a la mentira y a la corrupción.

* Convivencia fraterno-sororal. A eso se reduce el mandamiento nuevo. Este es el mayor desafío, y el más cotidiano para las personas, para las comunidades, para los pueblos. Convivir, no coexistir apenas; convivir cariñosamente en fraternura y sororidad; no sólo en tolerancia mutua. Ayudar a hacer agradable la vida. Ser sal de la tierra debe de significar eso también...

* Acogida gratuita y servicial. Capacidad de encuentro y de diaconía. No solamente bajarse del burro y atender al caído cuando por casualidad uno se lo encuentra a la orilla del camino, sino hacerse encontradizo. Acoger a veces sólo con una palabra o una sonrisa, pero acoger siempre, gratuitamente. Hacer de todos los ministerios y de todas las profesiones aquel servicio desinteresado y generoso que nos proponía el Señor que no vino a ser servido sino a servir. Es más fácil celebrar una Eucaristía ritual que ejercer el lavapiés comprometido.

* Compromiso profético. Sigue siendo la hora y quizá más que nunca de comprometerse proféticamente contra el dios neoliberal de la muerte y la exclusión y a favor del Dios del Reino de la Vida y de la Liberación. Hay que sacar de la fe todo su jugo político. Hay que vivirla militantemente, transformadoramente. Hacer de la profecía una especie de hábito connatural –fruto específico del bautismo para los cristianos y cristianas– de denuncia, de anuncio, de consolación. La caridad sociopolítica es la forma de caridad más estructural. Va a las causas, no sólo a los efectos. Cuida la Vida. Transforma la Historia. Hace Reino.

* Esperanza pascual. Después de "la muerte de Dios" y "la muerte de la Humanidad", en esa posmodernidad fácilmente sin sentido y ya en el "final de la historia", parece que la esperanza no tiene mucho que hacer. ¡Hoy más que nunca se impone la esperanza! Ella es la virtud de los "después de". "Contra toda esperanza" (productivista, consumista, inmediatista, pasiva), esperamos. Debemos proclamar humildemente pero sin complejos nuestra esperanza pascual y escatológica. Y debemos hacerla creíble aquí y ahora. Porque esperamos, actuamos. El tiempo y la historia son el espacio sacramental de la esperanza.

* * *

Que "el mundo vuelve a empezar" podrá sonar a mucha utopía. Y lo es. Pero con mucho fundamento. "Sabemos de Quién nos fiamos". El Centro Ecuménico de Estudios Bíblicos (CEBI) adopta y adapta, en su última felicitación navideña, la palabra del matón arrepentido Riobaldo, para cantar "al niño nacido de María, que llena de esperanza el corazón de todos y nos lleva a proclamar: ¡Mi Señora Dueña! ¡Un niño ha nacido, el mundo ha vuelto a empezar!".

Riobaldo y esta carta circular están en línea con la promesa de Dios: "He aquí que hago nuevas todas las cosas" (Ap 21, 5).

São Félix do Araguaia, MT, Brasil

 

  


 

 

 

Religión, Pobreza y Política

Gustavo Gutiérrez

La pobreza me parece que es el lugar más importante e interesante del encuentro entre religión y política. Si hay contacto entre perspectiva cristiana y política es en el terreno de la pobreza, quiero decir, el cristianismo no puede aceptar aquello que va contra el primer derecho humano que es la vida, y la pobreza va contra la vida. Como cristianos estamos llamados a anunciar la resurrección, es decir el triunfo de la vida sobre la muerte y la pobreza es muerte. Por eso me parece que la pobreza es el terreno de encuentro lisa y naturalmente entre cristianismo y política.

La política lo que tiene que hacer es crear las condiciones para salir de una situación inhumana. Aquello que llamamos democracia es saber dónde, quiénes y por qué se toman las deciciones. Crear eso es crear las condiciones del reconocimiento del derecho humano de toda persona a la vida.

El poder tiene mala imagen, no sin razón, lo identificamos con el poder de dominación, pero hay también un poder de servicio, y sin poder no podemos cambiar la historia. No abogo por el poder como tal, pero sí por una manera de ejercer el poder para no caer en aquella imagen donde uno atraviesa un campo de batalla con una flor en la mano. En realidad si no hay poder, un cierto poder, no hay manera de cambiar la historia, no hay que tener miedo a eso. Yo sé bien que si estamos entendiendo poder de dominación, claro, hay que rechazarlo. Jesús tenía poder, si no lo hubiera tenido no lo hubieran matado, porque no matan sino a la gente que cuenta. Lo siento mucho, pero la cosa es así, si hay alguien que les complica la vida, pues lo eliminan. Si eliminan a personas como Romero, Angelelli y tantos otros es justamente porque tiene un cierto peso, poder y es claro en estos ejemplos.

El cristiano y el ciudadano, sea cristiano o no, tiene que tener una participación en el mundo de lo social o de la político, sea en una vena partidaria o no. No es posible, me parece, dejar ese campo que es el de la construcción de la sociedad a cuatro bandoleros, eso no es posible. Hay varias maneras de participar sin reducir la política a lo meramente partidario, este es un campo importante.

La relación religión-política se da a través de esta situación inhumana que es la pobreza, es allí donde se da esa relación y es la que debe funcionar como criterio de esa relación, de otra manera caeremos en una relación de poder, en el poder político y en el poder religioso que van a tratar de entenderse sacando beneficios. Y uno de los argumentos que dicen los más conservadores es: ustedes dedíquense a lo que tienen que hacer… a hablar de Dios. Y lo que uno tiene que decirle es: vea usted, qué mala suerte la suya, porque el Dios en que yo creo se hizo hombre, lo lamento mucho pero no puedo evitarlo.

 

 


 

 

De las comunidades

 

La Canoa. Apelan contra el gobierno al Banco Mundial

El día 6 de Noviembre del 2001 tuvo lugar la reunión de Comunidades Unidas del Bajo Lempa, en la comunidad Octavio Ortiz (La Canoa). Para esta reunión estaban convocadas las diferentes ONG’S que trabajan en la zona. Como era de esperarse, la mayoría no se hicieron presentes pues no les interesa el trabajo tan valioso que tienen las Comunidades Unidas. No hubo participación y dicen que no están dispuestos a cambiar su dinámica de trabajo, es decir, que no consultan a la base para decidir ellos qué apoyo necesitan y qué no, para llevar adelante su proyecto. Esta claro que los intereses son muy diferentes. Ellos viven de las desgracias que les suceden a los pobres.

El objetivo de la reunión era reflexionar sobre la problemática en la zona y pensar los esfuerzos conjuntos con las ONG’S para hacer realidad el sueño de una vida mejor en el Bajo Lempa. Uno de los campesinos participantes dijo: "no necesitamos más diagnósticos ni planes de emergencia, nosotros los campesinos conocemos la realidad a partir del sufrimiento".

Una empleada del MAG Mercedes Yerk descubrió que el dinero para terminar los drenos de borda que van de La Papalota a Mata de Piña y de la Canoa a Babilonia estaba retenido por el Banco Mundial por incapacidad del Gobierno en la ejecución del proyecto en el plazo establecido, pues ya le habían dado dos prórrogas y la tercera fue negada.

Comunidades Unidas escribió directamente al Banco Mundial pidiendo la prórroga para que se terminara la obra, explicando lo necesario que era para la población del Bajo Lempa y la cantidad de habitantes que serian beneficiados etc. Está petición fue escuchada, dando una respuesta positiva. Ya está trabajando la empresa DELTA en la construcción de los tramos de borda ya mencionados.

Escuchar a campesinos pobres sin mayor grado de escolaridad, pues unos apenas saben leer y escribir, que tienen el espíritu de Jesús cuando toman la palabra y se hacen escuchar exponiendo sus necesidades, reclamando sus derechos, defendiendo la vida de todos y todas los habitantes del Bajo Lempa frente a los grandes, como es el Banco Mundial e instituciones gubernamentales y no gubernamentales, todo ello llena de vida y esperanza.

 

Comunidad de San Enric, Barcelona. "Imaginamos la iglesia del futuro"

El 23 de diciembre se inauguró la iglesia parroquial de un barrio de Barcelona. Vino el cardenal para la inauguración. Con motivo de la venida del cardenal un grupo de la parroquia preparó un texto que se entregó al cardenal antes de la bendición de la iglesia. También se lo habíamos dado con anterioridad al párroco, que leyó en la misa, delante del Cardenal de Barcelona, algunos de los párrafos y anunció que al acabar la misa se repartiría a los asistentes el texto. He aquí el texto.

La inauguración de San Enric es una buena noticia. Un nuevo espacio es siempre una nueva oportunidad para el mensaje de Jesús, un nuevo paso en la historia del Pueblo de Dios. Y cómo para construir el futuro hay que imaginarlo primero, nosotros, gente de diversos grupos de esta comunidad, imaginamos.

Imaginamos, sobre todo, una Iglesia fiel a la esencia del mensaje de Jesús, cuyo único dogma incuestionable fuera la necesidad de evitar el sufrimiento humano. Imaginamos, por tanto, una Iglesia acogedora y protectora de todos los marginados de nuestro tiempo, una Iglesia únicamente obsesionada por dejarse evangelizar por ellos, por reservarles las primeras bancas y toda la atención.

Imaginamos una Iglesia que se distinga públicamente por su capacidad de denuncia profética, por su radicalidad a la hora de posicionarse contra cualquier modelo económico, social o político injusto, y por su valentía para señalar a los culpables y a los que se benefician del dolor humano, tal y cómo Jesús nos enseñó, arriesgándose a la incomprensión y sólo dispuesta a plegarse a las exigencias de la esperanza.

Imaginamos también una Iglesia en cuyo catecismo el mayor pecado concebido sea la guerra, y los mayores pecadores los que promueven la lógica de la violencia y la venganza; una Iglesia capaz de mediar en cualquier conflicto por su independencia respecto a cualquier tipo de poder, despojada de bienes económicos innecesarios y cuya influencia política responda a su autoridad moral y a su decidida apuesta por la paz universal entre los pueblos y sus religiones.

Imaginamos una Iglesia universal y democrática, una gran red de comunidades decidiendo y participando en la elección de sus representantes y de sus sistemas de organización. Una Iglesia cuyos representantes mandaran obedeciendo al Pueblo de Dios, y que, reacios al poder y sus privilegios, se mantuvieran a su servicio.

Imaginamos una Iglesia plural y multicultural, una Iglesia modelo de unidad en la diversidad, donde no se privilegiara ni excluyera ningún carisma, y sus responsables lo fueran sobretodo de la comunión, auténticos profesionales de la reconciliación, asumiendo y enfrentando los conflictos lógicos de la convivencia. Imaginamos en consecuencia una Iglesia con sacerdotes de ambos sexos, expertos en interpretar la realidad a la luz del Evangelio y accesibles, exponentes del Dios también humano, y donde ni su sexo ni su opción sexual fueran relevantes para su misión.

Imaginamos una Iglesia atenta a los signos de los tiempos en materia moral, donde se procure el discernimiento personal y ninguna ley ni regla pase por encima de las personas, ni permita excluirlas por sus circunstancias personales, género, situación matrimonial, tendencia sexual, asuman cualquier tipo de responsabilidad pastoral, y el criterio aceptado para la utilización de métodos anticonceptivos sean la conciencia y responsabilidad individuales.

Imaginamos una Iglesia reproduciéndose a sí misma con eucaristías y sacramentos para celebrar la vida y la fe, sin espacio para los mercaderes, con ritos familiares que facilitaran el encuentro y las manifestaciones de afecto entre hermanos, y donde la oración fuera siempre fuente de comunicación y energía.

Imaginamos, en fin, una Iglesia pobre, sirviente y libre, que no se ocupe ni preocupe de sí misma, sino del bienestar de todos los hombres y mujeres del mundo, capaz de ensayar en su seno nuevos modelos de diálogo y convivencia, dispuesta siempre a la conversión, y a confiar en el Espíritu como única garantía de cohesión y futuro.

2.002 años después, San Enric nace casi al tiempo que Jesús, y no hay mejor signo de la invitación divina a crecer con Él, a construir el Reino de Dios en la tierra, y a hacerlo como nos propuso: consolidando una comunidad al servicio de los demás, del barrio y del mundo. Aquí mismo y ahora estamos todos invitados.

 

 


 

 

Argentina

Adolfo Pérez Esquivel. "Se acabó la fiesta"

Lo que sembramos es lo que recogeremos. No hay otro camino. La Argentina viene sufriendo, desde hace muchas décadas, el saqueo sin piedad de sus recursos. Es un país potencialmente rico que en estos años ha retrocedido más de 40 años. La última dictadura militar hizo estragos en todos los niveles, no sólo en violaciones a los derechos humanos, sino en la destrucción del aparato productivo, especulación financiera y aumento de la deuda externa.

Las políticas impuestas por el FMI, de privatizaciones, ajustes y capitalización, aplicada durante el gobierno de Carlos Menem, fue acompañada por la corrupción, el aumento de la pobreza y la exclusión social. La educación y la salud bajaron de nivel. Los jubilados, que esperaban una solución a sus problemas, tienen que salir a la calle a reclamar sus derechos vulnerados.

El pueblo reaccionó, en particular la clase media, que nunca se vio amenazada de tal forma. La pregunta es si hay alguna alternativa. Los fondos depositados en los bancos han quedado cautivos en manos del Estado y no saben qué va a pasar. Todo es una angustia e incertidumbre.

Esto se lo advertí en más de una oportunidad al entonces presidente Fernando de la Rúa, sin resultado alguno. Le dije que recordara la situación de Ecuador, porque Argentina es un fiel calco de lo ocurrido en ese país.

Si los pueblos de América Latina quieren superar la situación que viven, deben unirse y tratar conjuntamente problemas semejantes, como la deuda externa y el no pago de la misma. Hay que recurrir a la Corte Internacional de La Haya para una opinión consultiva sobre la ilegitimidad de la misma y suspender todo tipo de pago, invertir en programas de desarrollo, terminar con el asistencialismo que sólo se puede dar a los niños y ancianos. Generar proyectos de trabajo y movilizar a todo el país.

La dirigencia política corrupta debe ser inhabilitada de por vida para ejercer cualquier cargo público. Las dirigencias sindicales deben demostrar cómo utilizan el dinero de los trabajadores. El pueblo reclamó la renuncia de la Corte Suprema de Justicia, por corrupta. No es recurriendo a la violencia como se van a solucionar los problemas que vive el país.

Es necesario tratar la relación con el FMI, impedir que impongan sus políticas que llevaron a nuestro pueblo a la grave encrucijada que hoy vive. La reforma del sistema electoral está en crisis. Se votan en las listas por gente que nadie sabe quién es. Es necesario revisar las designaciones y el pueblo debe tener la posibilidad jurídica de revocar los mandatos de quienes no cumplan.

Creo que el pueblo argentino sabe que se acabó la fiesta y que ahora es necesario reconstruir el país. La Argentina debe cambiar toda su infraestructura política y social, como potenciar organizadamente el desarrollo del país. No olvidemos a los estudiantes de mayo de 1968 en París, cuando proclamaban: "Seamos realistas, pidamos lo imposible". Lo imposible es posible. La Argentina cuenta con muchos recursos humanos y naturales, organizaciones sociales que vienen trabajando en todos los ámbitos del país. Pero es necesario cambiar el eje de la situación y salir del modelo neoliberal con propuestas alternativas y constructivas.

El desafío es grande y los dueños del poder no están dispuestos a dejarlo, como los bancos, la mafia financiera que se ha enriquecido a costa del hambre y la pobreza del pueblo y hoy el Estado no debe y no puede meter la mano en el bolsillo del pueblo. Debe recuperar los recursos saqueados del país y para eso necesitan los gobernantes claridad política, ética y coraje. El pueblo los acompañará si saben por dónde tienen que caminar, pero nadie los seguirá si saben que a un paso está el precipicio.

Eduardo Galano: "La deuda o la gente. Esa es la cuestión"

No sólo en la Argentina, no sólo en América latina, el sistema está ciego. ¿Qué son las personas de carne y hueso? Para los economistas más notorios, números. Para los banqueros más poderosos, deudores. Para los tecnócratas más eficientes, molestias. Y para los políticos más exitosos, votos.

Ahora los invisibles han ocupado, cosa rara, el centro de la escena. Son los que se niegan a seguir comiendo promesas; los que han sido despojados de sus salarios y de sus jubilaciones; los que han sido desvalijados de sus ahorros de toda la vida; los jóvenes que se sienten traicionados por el país que heredan.

En el río revuelto de la bronca colectiva, aparecen también los pescadores: los provocadores, los delincuentes, los violentos, los que quieren desviar el justo torrente de la indignación popular, para que todo acabe en una guerra de pobres contra pobres. Pero eso no quita ni un poquito de valor a la pueblada que volteó al gobierno de De la Rúa, ni a las caceroladas de después, que son irrefutables pruebas de energía democrática.

De la Rúa había dicho, en su discurso, palabra más, palabra menos: la realidad no existe, la gente no existe. La democracia somos nosotros, le respondió la gente, y nosotros estamos hartos.

Las encuestas indican que América Latina es, hoy por hoy, la región del mundo que menos cree en el sistema democrático de gobierno. Una de esas encuestas, publicada por la revista The Economist, reveló la caída vertical de la fe de la opinión pública en la democracia, en casi todos los países latinoamericanos: hace medio año, sólo creían en ella seis de cada diez argentinos, bolivianos, venezolanos, peruanos y hondureños, menos de la mitad de los mexicanos, los nicaragüenses y los chilenos, no más que un tercio de los colombianos, los guatemaltecos, los panameños y los paraguayos, menos de un tercio de los brasileños y apenas uno de cada cuatro salvadoreños.

Mucha gente joven, siente que el verdadero domicilio de los políticos está en la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones. Quizá nunca América Latina había sufrido un saqueo político comparable con el de la década pasada. Con la complicidad y el amparo del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, siempre exigentes de austeridad y transparencia, varios gobernantes robaron hasta las herraduras de los caballos al galope. En los años de las privatizaciones, rifaron todo, hasta las baldosas de las veredas y los leones de los zoológicos, y todo lo evaporaron. Los países fueron entregados para pagar la deuda externa, según mandaban los que de veras mandan, pero la deuda, misteriosamente, se multiplicó entre los dedos ágiles de Carlos Menem y muchos de sus colegas. Y los ciudadanos, los invisibles, se han quedado sin países, con una inmensa deuda que pagar, platos rotos de esa fiesta ajena, y con gobiernos que no gobiernan, porque están gobernados desde afuera. Los gobiernos piden permiso, hacen sus deberes y rinden examen: no ante los ciudadanos que los votan, sino ante los banqueros que los vetan.

Ahora que estamos todos en plena guerra contra el terrorismo internacional, esta deuda no está de más: ¿qué hacemos con el terrorismo del mercado, que está castigando a la inmensa mayoría de la humanidad? ¿O no son terroristas los métodos de los altos organismos internacionales, que en escala planetaria dirigen las finanzas, el comercio y todo lo demás? ¿Acaso no practican la extorsión y el crimen, aunque maten por asfixia y hambre y no por bomba? ¿No están haciendo saltar en pedazos los derechos de los trabajadores? ¿No están asesinando la soberanía nacional, la industria nacional, la cultura nacional?

La Argentina era la alumna más cumplida del Fondo Monetario, del Banco Mundial y de la Organización Mundial del Comercio. Así le fue. Damas y caballeros: los primeros son los banqueros. Y donde manda capitán, no manda marinero. Palabras más, palabras menos, éste fue el primer mensaje que el presidente George W. Bush envió al presidente Rodríguez Saá. Desde la ciudad de Washington, capital de Estados Unidos y no sólo de Estados Unidos, Bush indicó que la Argentina debe "proteger" a sus acreedores y al Fondo Monetario Internacional y llevar adelante una política de "más austeridad". Mientras tanto, en Buenos Aires, el nuevo Presidente provisional metió la pata en su primera respuesta a la prensa. Un periodista le preguntó qué iba a priorizar, la deuda o la gente, y él contestó: "La deuda". Don Sigmund Freud sonrió desde su tumba, pero Rodríguez Saá corrigió de inmediato su respuesta. Y poco después, anunció que suspenderá los pagos de la deuda y destinará ese dinero a crear fuentes de trabajo para las legiones de desocupados.

La deuda o la gente, ésa es la cuestión.

 

 


 

 

Monseñor Romero en Santa Ana

El sábado 22 de diciembre se inauguró en la ciudad de Santa Ana una plaza en honor a Monseñor Oscar Arnulfo Romero. La preside una gran imagen, de unos tres metros de altura, de Monseñor cargando un niño en brazos, reflejando el servicio del pastor en favor de las clases desprotegidas.

Al evento asistieron autoridades municipales, miembros de la Fundación Romero que preside Monseñor Ricardo Urioste, decenas de habitantes de las diferentes comunidades de Santa Ana y de otras ciudades. La reseña histórica del arzobispo mártir estuvo a cargo de Mons. Adolfo Mojica, Obispo de Sonsonate, y la bendición la hizo el Vicario General de Santa Ana, Mons. Clemente Barrera.

La plaza se construyó en menos de un mes por los esfuerzos de la alcaldía, de la empresa constructora Salazar Romero y, especialmente, gracias a los obreros del sindicato de Clesa (SIES) que trabajaron por las noches después de sus labores cotidianas.

El monumento fue inaugurado por el Alcalde de Santa Ana, José Orlando Mena. Visiblemente emocionado dijo estas palabras:

"Es un privilegio que al entrar a la ciudad, nuestros paisanos o turistas sean recibidos con la imagen de nuestra patrona Señora Santa Ana y que enseguida a través del boulevard los 44 sean recordados los nombres de esos grandes héroes que liberaron a nuestra ciudad y país de una tiranía presidencial. Pero a partir de hoy ese privilegio de santidad y heroísmo aumenta, porque nos hemos permitido saludar a nuestros conciudadanos y visitantes con la imagen de un mártir nacional.

Así es, Monseñor Oscar Arnulfo Romero fue originario de Ciudad Barrios, pero no se quedó sólo al servicio de nuestros hermanos migueleños, sino que extendió sus buenos oficios a favor de todo nuestro querido país, salvando y protegiendo a muchos salvadoreños aun a costa de su propia vida.

Sus grandes obras, su bondad, enseñanza pastoral y martirio son un digno ejemplo a seguir por las antiguas y nuevas generaciones. Por todo eso le rendimos tributo nominando esta plaza con su estampa pastoral de entrega a los más desprotegidos. Dios es el único a quien debemos venerar, pero también sabemos que la Iglesia nos permite saludar imágenes de santos no para adorarlos, sino para mostrarnos y recordarnos constantemente que en la tierra existieron hombres y mujeres cuyas buenas obras los hicieron capaces de ganarse la bendición divina a través de su santidad. Por lo tanto son un fiel ejemplo de que se puede imitar las enseñanzas de nuestro Salvador Jesucristo.

Monseñor Oscar Romero aún no ha sido beatificado por la Santa Sede de Roma, y ese procedimiento aun continúa, pero para nosotros su lucha pastoral en contra de las injusticias sociales lo convirtieron en la voz de los sin voz, en un perseguido por minorías que no compartían su fe cristiana y en un digno siervo de Dios que no debemos olvidar. Entonces será con nuestra fe y oraciones que acompañaremos ese largo camino de los responsables de la beatificación y quiera Dios que al final sea el papa Juan Pablo II quien honre la memoria de nuestro mártir declarándolo SAN ROMERO DE AMERICA.

Mientras ese privilegio nos llega, con esta plaza y monumento daremos vida a esas palabras proféticas que Monseñor Romero dijo días antes de su martirio. "Aunque me maten, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Un arzobispo morirá, pero mi Iglesia jamás perecerá". Por lo tanto con este otro homenaje damos testimonio a todo el mundo que Monseñor Romero y nuestra Iglesia siguen viviendo en nuestros corazones.

Salvadoreños, que esta obra que hoy les regala nuestra bella Santa Ana, sirva para que la navidad en cada uno de nosotros sea más feliz y digno ejemplo de entregarnos al prójimo en buena voluntad que nos lo enseñó Monseñor Romero de América".

¡QUE VIVA MONSEÑOR ROMERO!

 

Al final del día alguien comentó. "Al alcalde se le veía muy emocionado, hasta se le quebraba la voz. Me llenó de satisfacción que el grupo que amenizó el acto es un grupo de jóvenes de Sonsonate, muy entusiastas que tocaron canciones de Monseñor Romero y están bien motivados. Algo simpático fue que después de la inauguración, como a las dos horas, ya la gente había encendido velitas alrededor de la estatua". Y nosotros añadimos: "Se ha anunciado la canonización de José María Escribá de Balaguer, del indio Juan Diego, del Padre Pío. Ya han hecho los milagros que tenían que hacer. Lo de Monseñor debe ser distinto. La gente está con vencida que los hace, pero hay algo que aprecian más. Sigue vivo entre nosotros".

 

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"Esta obra ayuda mucho a conservar nuestra memoria histórica. Recuerdo las palabras del padre Ellacuría quien dijo: "Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador". Fue un gran profeta. Todo lo que dijo se ha confirmado, después de estos 22 años de su muerte". René Alberto Zelaya, Fundación Monseñor Romero.

"Servirá para que nuestro pueblo recuerde su historia. Es un justo homenaje para quien reclamó los derechos de todos los salvadoreños. Ha sido una muy buena idea por parte de la municipalidad y que el pueblo deberá estar muy agradecido por ello". Mario Segovia.

"Ha sido una excelente idea el que el pueblo de Santa Ana haga honor a uno de los mártires de nuestro país. Lo hecho por esta municipalidad es un ejemplo que debieran imitar otras poblaciones de nuestro país". Ileana Rogel, diputada.

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Pie de página portada: Misa en La Colina, en el primer aniversario del terremoto del 13 de enero.

Pie de página contraportada: Monumento a Monseñor Romero en Santa Ana. José Orlando Mena, Alcalde Municipal de Santa Ana, y Napoleón Alberto Rumualdo, escultor que talló la obra.