Carta a las Iglesias AÑO XXI, Nº 503-504, 1-31 de agosto de 2002

 

Juan Pablo II en América

 

INDICE

EDITORIAL: Que quiere la iglesia

REALIDAD NACIONAL: Privatización de la salud: ¿la salud?

MONSEÑOR ROMERO: La presencia viva de Monseñor Romero

IGLESIA LATINOAMERICANA: Juan Pablo II en América

ENTREVISTA: Mons. Romero y los generales de Miami

DOCUMENTACION: 11 de septiembre y la Pax Americana

 

 

 

 

Qué quiere la Iglesia

La pregunta es algo brusca, pero la formulamos así para apuntar desde el principio al problema. Se dirá, sin duda, que la Iglesia quiere la evangelización, lo que es su razón de ser, como lo dijo y explicó muy bien Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi. Qué es evangelizar, es pregunta fácil de responder teóricamente: anunciar una buena noticia que viene de lo alto, y entregarse –hasta la vida– para hacerla realidad. Su contenido puede ser expresado como la persona, vida, muerte y resurrección de Jesucristo –y así se hizo después de pascua. Pero también como el anuncio del reino de Dios, reino de vida, fraternidad, justicia y paz –como lo hizo Jesús. Además la evangelización tiene un destinatario. Indudablemente, en la mente de Dios la buena noticia se dirige a todos los hombres y mujeres. Pero históricamente, en tiempo de Isaías y de Jesús, el destinatario primario son los pobres de este mundo. Por último, hay que preguntarse por el cómo de la evangelización, es decir, cómo se comunica esa buena noticia. Y sobre eso escribimos estas líneas.

La tentación

En nuestra opinión algo extraño y hasta sospechoso está ocurriendo desde hace algún tiempo en la Iglesia, a lo que solemos aludir periódicamente en estos comentarios. Al preguntarse por el cómo de la evangelizacion es innegable que la Iglesia ha apostado por la masividad, por lo cuantitativo, más que por lo cualitativo, lo cristiano de calidad.

Por lo que toca al "calendario" parece que no deja vacíos, y así se organiza todo tipo de eventos: jubileos, viajes papales con sus concentraciones; estos días entre nosotros, la bajada; el aniversario en Trujillo, Honduras, de la primera misa celebrada en el continente latinoamericano hace cinco siglos. Por lo que toca a la participación, se promueve la asistencia de multitudes, que baten verdaderos records, en esplanadas, estadios, aceras a lo largo de los recorridos papales. Por lo que toca a los medios de comunicacion también se están batiendo records en número de emisoras de radio –en el país son ya innumerables– y de televisión. Por lo que toca a devociones, a las antiguas tradicionales se añaden cada día otras nuevas hacia Jesús, la Virgen, los santos, y se aceptan o toleran las numerosas apariciones de la Virgen, se la pasea en andas a lo largo y ancho del país, y hasta hay una congregación dedicada a eso. Y así sucesivamente.

No se puede negar, pues, que hay una opción por lo masivo y visible. Se busca "la presencia de la Iglesia" en la sociedad, a lo cual contribuyen también las armoniosas relaciones con los poderes públicos, tan distintas a las de épocas pasadas. Se busca frenar de esa manera el crecimiento de otros grupos cristianos y religiosos que ponen en peligro la preponderancia de la Iglesia católica. Se busca también responder a los deseos, más o menos conscientes, de la población, que, desengañada, busca consuelo, divertimiento, que no encuentra en otras partes.

Volvamos ahora a la pregunta inicial. ¿Que quiere la Iglesia con todo esto? Sin duda ninguna, éxito, como todos los grupos humanos. Pero al analizar cómo lo busca, aparece también qué tipo de éxito es el que persigue.

En nuestra opinión, el éxito de la presencia pública y ambiental, que facilita una vivencia de la fe, entendida de manera muy especial, tiene un precio. Lo que vamos a decir a continuación no es todo lo que busca y quiere la Iglesia, por supuesto, y hay innumerables excepciones, en la jerarquía, sacerdotes, religiosos y religiosas, y sobre todo en el pueblo fiel, en las comunidades.

Lo interior del corazón, allá donde los seres humanos decidimos quien es nuestro Dios y nuestro Cristo, allá donde los acogemos y decidimos comprometernos por su causa, eso no es lo exterior, y no se deduce su calidad de las manifestaciones externas mencionadas. Es importante que la evangelización llegue a lo hondo, en profundidad, más allá de candelas, banderas, procesiones, camisetas, cantos, vivas, barras...

No se puede negar que el lenguaje con que se envuelve hoy la buena noticia ha perdido reciedumbre, la de Medellín, la de Monseñor Romero, la del evangelio de Marcos. En su lugar se insiste en el espiritualismo, el individualismo que busca sanación, resolver problema personales. Tampoco se puede negar que desde arriba no hay un compromiso a hablar de la realidad del país, de sus miserias sobre todo, denunciarlas, proponer principios de solución. La idea central de anunciar y construir el reino de Dios para los pobres y correr riesgos por ello está muriendo poco a poco.

Al interior de la Iglesia el pueblo de Dios, con el gozo de pertenecer todos y todas a él, sin distinciones que nos distancian en lo humano y lo cristiano, tampoco es lo que era antes. Se nota la pirámide, que tiene su cúspide en las curias, aquí y en Roma. Quien caracterizó de modo más tajante esta configuración eclesial fue Pío X al decir que los seglares en la Iglesia sólo tienen el derecho a ser pastoreados. El sujeto de la pastoral es, pues, la jerarquía, aunque Pío XI dio después cierta iniciativa a los laicos al definir la Acción Católica como la participación de los seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia. El apostolado sigue siendo, pues, la función propia de la jerarquía, pero ella da participación, desde luego que bajo su dirección, a los seglares

Y quizás haya que añadir que el argumento implícito en favor de todo esto es que "gusta a la gente". Probablemente es así en bastantes casos, pero no en todos. En cualquier caso, no debe ser el argumento decisivo.

La oportunidad

Otro día hablaremos más largamente sobre ello. Ahora baste decir –recordando a los movimientos antiglobalización– que "otra Iglesia es posible". Y la posibilidad no proviene de una veleidad ilusoria, sino de lo que fue la Iglesia salvadoreña y de lo que todavía es hoy, cuando se mantiene fiel a sus raíces. Y se mantiene.

Ocurre en el día a día, en comunidades religiosas, sacerdotes, publicaciones, escuelas, encuentros de solidaridad con los que vienen de fuera. Ocurre en la resistencia y la esperanza. Ocurre sobre todo en lo que llamamos laicos y laicas, grandes gentes muchas veces, con mucho sufrimiento, y con fidelidad fe y esperanza. Ocurre en los símbolos más salvadoreños, más eclesiales y más evangélicos: el recuerdo de los mártires.

Es inútil volver a preguntar por qué no han canonizado todavía a Monseñor Romero. Monseñor Ricardo Urioste ya ha respondido con toda claridad: la Iglesia no va a canonizar ahora a un profeta como él. Pero no es inútil seguir canonizándolo popularmente, el 24 de marzo –día de su martirio– o el 15 de agosto –día de su nacimiento.

Cuánta gente reúne la Iglesia en esta pastoral de multitudes es cuestión de organización, de marketing también, aunque también de la fe que, de alguna manera, siempre se hace presente en ellas. A cuánta gente llega Monseñor es otra cosa. Y la diferencia puede ser que lo primero suele ser efímero, mientras que lo segundo es duradero.

Suele repetir Juan Pablo II la bella frase de la Carta a los Hebreos: "Cristo ayer, hoy y siempre". Esto exlica bien lo que debe "querer" la Iglesia: al Jesús del evangelio, al de los mártires, al de los que hoy resisten esperanzados. Y con él, anunciar y construir una buena noticia para los pobres del tiempo de Jesús, para nuestras víctimas de décadas recientes y para los excluídos, emigrantes e ignorados de nuestro tiempo.

 

 

 


 

 

Privatización de la salud: ¿la solución?

El Seguro Social está al borde de una nueva crisis laboral de graves implicaciones sociales. El impulso reformista gubernamental a favor de la privatización, los planes de la empresa privada, el despido de once trabajadores y las amenazas de los sindicalistas de la institución permiten vislumbrar una nueva paralización de labores que vendría a agudizar el ya deficiente servicio que presta el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS).

A la contienda se ha sumado indirectamente la prensa nacional, que no ha escatimado papel y tinta en presentar el deplorable estado de la institución, el despilfarro en que habrían incurrido las autoridades ante las presiones del sindicato y la urgente necesidad de cambios profundos. No obstante, las aseveraciones de la prensa han tomado el rumbo de los planes del ejecutivo: reforma, sinónimo de privatización. Esta última es la palabra mágica que le quita el sueño a unos y resuena oportunamente para otros.

Pero, más que simplemente laboral –situación que reduciría el problema a la relación entre patronos y empleados–, la cuestión del Seguro Social, dada su importancia, entraña implicaciones fundamentalmente sociales. Evidentemente, se encuentra en juego el acceso a servicios de salud de buena parte de salvadoreños, un bien en torno al cual giran una gama de intereses encontrados e irreconciliables.

Por un lado, el gobierno de Francisco Flores ha tomado un nuevo impulso privatizador, animado por la misma empresa privada. Ha sido desde la tercera versión del encuentro de los empresarios, ENADE 2002 –una de cuyas propuestas principales era la reforma del ISSS–, que las voces inclinadas hacia la privatización han alzado tono en el horizonte sociopolítico salvadoreño.

Por otro lado, los sindicatos de la institución –STISSS y SIMETRISS– exigen, en primer término, la restitución de los trabajadores despedidos y el cese del proyecto privatizador. En este caso, el interés parece ser más colectivo, en tanto que se estaría demandando poner freno a un proyecto que no ha demostrado ser beneficioso para las mayorías.

En medio de la contienda, se encuentra la población que demanda servicios de calidad que no recibe, aunque el descuento de sus planillas por concepto de Seguro Social llegue a tiempo. En suma, el entorno que envuelve la problemática del ISSS nos muestra una sintonía entre los intereses de la empresa privada y del ejecutivo, mientras que la presencia de las organizaciones laborales y sociales ha sido reducida hasta su mínima expresión. En este perverso juego, la ciudadanía ha encontrado pocos –o nulos– espacios para canalizar sus demandas.

Estado del Seguro Social

La disponibilidad de datos para dar cuenta del estado actual del Seguro es casi nula; sin embargo, según cifras de 1999, la cobertura total del ISSS era de 917,517 personas, de las cuales, 602,539 eran cotizantes (536,710 activos y 65,829 pensionados) y 314,978 beneficiarios. Hasta ese año, la red nacional del Seguro Social contaba con 1,818 médicos (1,101 en el área metropolitana), 698 enfermeras, 1,498 camas hospitalarias y 544 clínicas médicas. No obstante las cantidades anteriores, los asegurados deben superar sendos obstáculos para recibir atención especializada.

El sistema nacional de salud pública se caracteriza por la poca disponibilidad de médicos y hospitales en el interior del país y la excesiva concentración de los mismos en las zonas urbanas, especialmente en el área metropolitana de San Salvador. En ese marco, crecen los intentos de reforma del sector –nacidos con el gobierno de Calderón Sol–, tendencia que ha sido leída por los sucesivos gobiernos de ARENA como una puerta de entrada a la privatización.

Para nadie es un secreto lo que la prensa nacional ha dado en denunciar durante los últimos meses: las cosas no andan del todo bien en la administración y operatividad del Seguro Social. Cualquier usuario del servicio puede dar fe del deficiente servicio prestado, la permanente escasez de medicamentos y el interminable círculo de trámites burocráticos a realizar. La desconfianza generalizada de la población ante el ISSS viene a ser la consecuencia más lógica de este círculo vicioso de (in)seguridad social.

Desde marzo de 2000, fecha en que terminó un extendido paro de labores en toda la red nacional del ISSS, las relaciones entre las autoridades y los sindicatos ha sido de una tensa calma, aunque no había subido de tono hasta que aquéllas decidieron retomar la agenda de las concesiones de servicios en manos privadas.

El impacto social de la crisis

En términos económicos, según datos de La Prensa Gráfica, sólo 18 sindicalistas de la institución habrían asaltado las arcas del ISSS al cobrar, de enero a junio del presente año, "92 mil dólares (…) por ausentarse de su puesto de trabajo para consagrarse a asuntos sindicales". La misma nota periodística añade la reticencia de integrantes del personal de la institución a someterse a controles de asistencia. El rotativo no hace reseña alguna de las irregularidades en la administración y manejo de fondos por parte de las autoridades. En consecuencia, quienes resultan perjudicados son los cotizantes.

El Diario de Hoy añade que, tras la crisis de finales de 1999, unas 18 mil consultas se perdían diariamente en todo el territorio nacional, 48 mil recetas no eran entregadas y no se realizaban 16 mil exámenes de laboratorio. El culpable: la intransigencia de los sindicalistas y de las autoridades de la institución. Por tanto, los costos sociales son inocultables. La ciudadanía fue expuesta a una difícil situación. A estos días, nadie ha asumido responsabilidades.

Esta situación permite concluir –como lo ha hecho la empresa privada– en la necesidad de cambios radicales en la institución. Lo que resulta hasta cierto punto interesante es la tardanza del gobierno de Flores en tomar cartas en el asunto, cuando la tragedia suscitada por los terremotos demostró que gran parte de la institucionalidad del país no supo responder –ni sigue respondiendo– a las necesidades del país.

La injerencia de la empresa privada

Sin duda, quienes han sabido aprovechar la situación actual han sido las gremiales empresariales aglutinadas en ANEP. El precedente sentado con el encuentro de los empresarios, ENADE 2001, cuya agenda retomó a ciegas el ejecutivo, insufló aún más las ínfulas del empresariado nacional. Ahora –como lo ha hecho siempre– se encuentra autorizado para definir el rumbo de la nación, poniendo los límites no más allá de lo que dicta su voluntad. El presidente Flores ha sabido hacer bien su trabajo: escuchar, estudiar e implementar las iniciativas de la empresa privada en El Salvador, una tradición de la que los gobiernos de ARENA han sido grandes deudores.

Entonces, más que injerencia, se estaría hablando de un poder político y económico real del empresariado en el país. Los empresarios han llegado hasta donde ellos han querido. Los sindicatos llevan las de perder en este escenario, de ahí que hayan asumido la estrategia de la paralización, único recurso viable para sus intereses. No obstante, los costos sociales salen al paso.

Privatización, ¿la solución?

Una de las recetas preferidas por los sucesivos gobiernos de ARENA para sacar al país del subdesarrollo ha sido la privatización de los servicios públicos: Banca, Electricidad, Telecomunicaciones e ingenios y bienes estatales.

Los gobiernos de turno aseguraron que el desarrollo vendría inexorablemente ligado a esta y otras medidas; sin embargo, a más de una década de iniciada la agenda privatizadora, la tendencia ha sido muy otra. Aunque la cobertura de ciertos servicios ha aumentado, éstos se han encarecido hasta niveles indecibles y las compañías han sido beneficiadas con todo tipo de incentivos para invertir. Así como se creó un aparato jurídico para amparar la privatización, el ejecutivo "olvidó" impulsar instrumentos legales que impidieran el enriquecimiento de las grandes empresas a costa de los cobros excesivos por el servicio que prestan.

Así las cosas, la experiencia indica que la privatización no ha dado los resultados esperados. Seguramente, los salvadoreños tendrán un acceso más reducido a los servicios de salud si estos son privatizados.

 


 

 

La presencia viva de monseñor Oscar Romero

 

YSUCA

El padre Ignacio Ellacuría, haciendo referencia a la memoria que se tiene de monseñor Romero, afirmaba que ésta no es una memoria muerta, sino viva, porque interpela, vigoriza, alienta y dirige.

Lo afirmado por el padre Ellacuría lo verificamos cada año que recordamos el martirio de monseñor Romero (24 de marzo). Pero también cada año que celebramos el día de su natalicio (15 de agosto). En efecto, a propósito de la fecha del cumpleaños de monseñor esta vez hubo foros radiofónicos, jornadas de testimonios, festivales artístico-culturales, peregrinaciones, eucaristías y ponencias. En todo ello, la presencia viva de monseñor Romero fue notoria y generadora de esperanza, especialmente, para el pueblo pobre.

Traigamos a cuenta dos expresiones de esa memoria viva, manifestadas –a propósito del natalicio del arzobispo mártir– por monseñor Ricardo Urioste y por las autoridades de la UCA. Monseñor Urioste, presidente de la Fundación Romero, quien no sólo fue uno de los más cercanos amigos y colaboradores de monseñor Romero, sino uno de los sacerdotes con mayor servicio pastoral y coherencia cristiana –durante muchos años– en la Arquidiócesis de San Salvador. La UCA, que inspirada en la misma fe cristiana que movía todo el actuar de monseñor Romero, continúa (desde su propia especificidad y ante los nuevos desafíos), historizando las opciones fundamentales de monseñor Romero.

Monseñor Urioste habló claro sobre la santidad de monseñor Romero. "La santidad cristiana y monseñor Romero", fue el tema que se abordó en el foro radiofónico "Hablemos claro, el original, de YSUCA" , donde monseñor Urioste se expresó en los siguientes términos:

" Dios es el santo de los santos porque sabe amar... Y esto es lo que vimos en monseñor Romero, amó hasta la muerte, amó hasta el sacrificio, amó siempre y en toda circunstancia, amó a pesar de los riesgos, y eso es lo que lo hace santo. Por esto la gente entiende que él es un santo, porque estuvo muy unido a Dios, en primer lugar, porque estuvo muy enraizado en Dios. Y jamás dejaba su oración diaria para tener la fuerza necesaria para ser lo que él fue. Es decir, buscó el amor de Dios, para él a su vez tener el amor necesario para amar a los hermanos... La santidad, pues, depende del amor, de la calidad de amor que tengamos. Esto es lo que nos va a definir como santos (...).

La santidad de monseñor Romero, es una santidad que algunos no entienden, porque no han leído el evangelio y no han meditado el evangelio. A la misma Iglesia institucional le cuesta entender esa santidad de monseñor Romero. Está acostumbrada a santidades de otra clase, santidades de gente que tiene visiones, santidades de gente que ora toda el día (...). Pero una santidad como la de monseñor Romero la Iglesia no está acostumbrada a verla, es inusual para ella. La santidad de monseñor Romero consiste en tener el espíritu que Jesús tenía. Jesús tenía un espíritu de contacto con su Padre, a través de la oración, del cual no se desprendía. Pero al mismo tiempo de contacto y servicio para sus hermanos. Esta es la otra vertiente del mismo amor que se dirige a Dios y al prójimo. A esta santidad no estamos acostumbrados, sólo ponemos atención en la primera vertiente, la que se dirige hacia Dios. Pero no se fijan en la santidad que se dirige al servicio del prójimo. Y en el caso de monseñor Romero hasta escandaliza. Cuando él hablaba de los torturados, los desaparecidos, los asesinados; se le acusaba de estarse metiendo en política. Y lo decía gente fuera de la Iglesia y gente dentro de la Iglesia. Y lo que monseñor Romero hablaba era simplemente algo tan típico cristiano como es el quinto mandamiento: ¡no matar!. De eso hablaba monseñor (...).

Así hablaba también Jesús. En el evangelio encontramos, por ejemplo, los ‘ayes"’ que Jesús expresa en contra de los fariseos, los maestros de la ley y de los sacerdotes de su tiempo. Si ustedes ven el capítulo 23 de san Mateo, tiene ocho ‘ayes’: ¡Ay de ustedes maestros de la ley y fariseos hipócritas! ¡Ay de ustedes, guías ciegos! (...). Jesús no repara en las palabras, las dice con claridad, no es ambiguo. (...). Jesús está criticando al poder de su tiempo, a la Iglesia de su tiempo, a la autoridad de su tiempo. Y lo hace con una fuerza demoledora. Yo, irreverentemente he pensado muchas veces, que si presentaran la causa de beatificación de Jesús, sin decir quien es, sino nada más sacando las cosas que él dice, no lo beatificarían. O si fuera otro que hubiera hablado como Jesús, quien sabe si lo aceptarían en los lugares encargados de beatificar (...).

Yo creo que una iglesia que no habla de lo que está ocurriendo, de lo que está pasando, de lo que la gente está sufriendo; como decía monseñor Romero, no es la Iglesia de Dios. Una iglesia silenciosa no es la Iglesia de Jesucristo. La Iglesia de Cristo es aquella que debe amar a todos, sin distinción, pero amar preferentemente –como Jesús– a los pobres, a los marginados, a los olvidados, a los desgraciados, a los infelices. (...)

La Iglesia institucional ha descuidado, hoy día, su santidad profética. Yo no veo que los pastores máximos, aquí en el país, denuncien con fuerza las injusticias. Para mí eso es lamentable. Obispos de la región centroamericana, en Guatemala por ejemplo, tienen documentos muy buenos que son difundidos con cierta regularidad. Yo he hecho comentarios de lo que afirman los obispos de otros países, porque de los obispos de aquí no encuentro qué decir. En alguna oportunidad en que estaban presentes algunos jerarcas de la Iglesia, yo dije esto mismo que acabo de decir. Es decir, no estoy diciendo algo a espaldas de ellos, porque se los he dicho directamente. Deseamos una Iglesia institucional más atenta a lo que ocurre en el país y más atenta a la palabra que se pueda expresar. Pero, no hay que olvidar que la Iglesia somos todos, no sólo esperemos lo que venga de allá arriba. Acuérdense que en la historia de la Iglesia, las mejores cosas han venido de abajo, no han venido de arriba…".

La UCA recuerda a monseñor Romero como resucitado y presente. Así lo rememoran el rector de la UCA, el vicerrector de proyección social, el vicerrector académico y el director del Centro de Pastoral.

José María Tojeira: "En primer lugar, Monseñor Romero fue una persona que se identifi’ó con Jesucristo de un modo total a través de su martirio. Cumplió aquello que dice el Evangelio: "nadie ama más que el que da la vida por sus amigos’. Esa es una expresión de las más sublimes de la fe en el Señor y de la misma vida de Jesús. En segundo lugar, el recuerdo martirial de monseñor Romero, nos trae también hoy la faceta dominante del martirio cristiano, no tanto la faceta de aquellos que confiesan la fe de palabra, sino sobre todo, de aquellos que confiesan su fe a través de sus obras. Hoy la fe cristiana está en crisis, en muchas partes del mundo, por la falta de correspondencia entre la fe y las acciones propias de la fe. Monseñor Romero recupera esa coherencia de una manera impresionante, entre fe y vida, entre palabra y compromiso personal. En tercer lugar, monseñor muestra por dónde deben ir los caminos concretos de superación del país: no por un camino individualista, del triunfo personal, de la explotación, de la delincuencia, de la ilegalidad; sino, por un camino de servicio y solidaridad. Finalmente, monseñor Romero muestra qué es lo que más se aprecia, a nivel mundial, de los salvadoreños. Lo que más se estima de los salvadoreños no son las bravuconadas de los militares, no es la represión, no es ni siquiera aquellas virtudes buenas de los salvadoreños de salir adelante, de luchar por la existencia, saber emigrar, de recordar con cariño la propia tierra. Sino, lo que más se aprecia es la fidelidad y la fidelidad a los valores solidarios. De todos los salvadoreños que hay en el mundo al que más se aprecia es al solidario y monseñor Romero simboliza esa solidaridad".

Rodolfo Cardenal: "Recordar a monseñor Romero significa reflexionar su mensaje y ponerlo en práctica. Es claro que hay que adaptarlo a las circunstancias actuales, no es lo mismo la situación de la sociedad salvadoreña e internacional ahora, que cuando vivió monseñor Romero. Pero nuestra actitud debe ser actuar como lo hizo monseñor y actualizar su palabra ante los desafíos que presenta la realidad. (...). Hay que profundizar y reflexionar sobre el mensaje de Monseñor. Está bien la participación en actividades culturales, religiosas, manifestativas. Pero, se corre el peligro de quedarse en la superficie. Hay que aprovechar el poder de convocatoria que tiene monseñor Romero para profundizar su testimonio, que, en definitiva, nos remite al Evangelio".

Mauricio Gaborit: "Yo creo que el legado de monseñor Romero inspira confianza y fomenta esperanza. El mensaje de monseñor, su persona, el tipo de Iglesia que construyó, son herencias permanentes en El Salvador. A nosotros nos da una enorme satisfacción ver que ese legado sigue vivo y que, entre otras cosas, está basado en las aspiraciones de la gente sencilla, de la gente pobre, en su forma de vivir y de transformar la realidad. El testimonio de Monseñor nos llama continuamente a la honestidad, a la transparencia y a la solidaridad con la gente más necesitada del país. (...) Una cosa que me llamó muchísimo la atención, en la celebración del natalicio de Monseñor, fue la participación de una gran número de personas jóvenes que, obviamente, no conocieron a monseñor Romero. Esto para mí quiere decir por lo menos dos cosas: uno, que el entusiasmo que generó el paso de Monseñor por esta historia de El Salvador, está siendo transmitido a las nuevas generaciones; dos, los jóvenes han encontrado en Monseñor alguien que les anima en su vida, alguien con quien identificarse. Eso es una fuente de esperanza y de alegría para la Iglesia salvadoreña".

Jon Sobrino: "La importancia del pensamiento de monseñor Romero hoy, depende de nosotros, no de él. Es evidente que él tiene mucho que ofrecer en decir verdad, en compasión hacia los más pobres, en valentía para enfrentarse con la mentira y el poder, en trato solidario colegial con sus compañeros sacerdotes, con los laicos y laicas. El problema está en nosotros: ¿qué actitud debemos tomar ante su testimonio?. Creo yo, en este país, cualquier persona humana y cristiana tiene que tener la gran inquietud de qué hago yo, nosotros, mi familia, para que este país tenga vida, para que los pobres vivan. Con esa inquietud sí podemos ir a monseñor Romero. (...). Tenemos que pasar de un recuerdo de monseñor Romero más vinculado a hacer muchas actividades, a la reflexión y la profundización de su mensaje. No hay que convertir a Monseñor en una imagen, sino en algo vivo que nos hace pensar, nos hace comprometernos, nos hace pedir perdón por lo que hacemos mal. Y, sobre todo, que nos anima a ser más trabajadores, más justos, más compasivos…".

 


 

 

Juan Pablo II en América

Este viaje del Papa ha sido un viaje muy especial, y en ello todos están de acuerdo. Ha sido un viaje-límite, no normal, por así decirlo. Ante todo por el impacto de ver a una persona, Karol Woijtila, luchando con su edad y su salud, a fuerza de valentía, convicción, terquedad y decisión. A nadie le ha dejado indiferente, y todos han sentido una mezcla de compasión y admiración hacia él. Correlativamente muchos también se han preguntado por qué no mostrar otra cara, la de la sencillez y humildad que acepta la impotencia de la creatura, y deja a Dios aquello para lo cual ya no alcanzan las fuerzas. Y límite también por las muchedumbres, sobre todo en México.

A continuación ofrecemos dos artículos sobre el viaje. Uno de Carlos Ayala sobre el "mensaje" del viaje, y otro de Arnaldo Zenteno sobre las luces y sombras de una "canonización". Y sobre ello hacemos antes dos reflexiones.

La primera. El Papa ha dicho palabras excelentes sobre fraternidad y solidaridad, sobre defensa de los pobres y sobre la dignidad de los indígenas. La pregunta es qué impacto real tienen los mensajes, cuánto llegan a calar en la conciencia colectiva de la gente, cuánto en sacerdotes y obispos, y cuánto –la pregunta aquí es muy retórica– en los presidentes de gobierno y otros políticos que lo llegaron a saludar. La pregunta es si los "mensajes" llegan a convertirse en "encargos" y se ponen los medios para que se lleven bien a cabo.

Solidaridad, pobres indígenas son encargos y cargas muy pesadas. ¿Están las iglesias realmente dispuestas a cargar con ello? ¿Se nombran obispos con compasión y lucidez, con autonomía para encarnar el mensaje en sus lugares, con espaldas anchas para aguantar lo que se les viene encima? Y lo mismo hay que preguntarse de los seminarios, movimientos, centros educativos, emisoras de radio y televisión de la Iglesia...

La segunda. El Papa sigue con la campaña masiva de canonizaciones y beatificaciones, y surgen varias preguntas. ¿Por qué éstos y no otros? ¿Por qué ahora –en algunos casos muchos siglos después– y no antes? ¿Por qué lo dudoso y no lo evidente (Monseñor Romero, la madre Teresa, propone Casaldáliga)?

Las luces y sombras de todo esto lo expone Arnaldo Zenteno a propósito de la canonización de Juan Diego. Lo positivo de la canonización (y de la beatificación de Juan Bautista y Jacinto) queda claro: la defensa del indígena y su dignidad, pero sombra grande es la falta de diálogo y transparencia ante la discusión sobre si el canonizado existió o no –falta de diálogo y transparencia que ha ocurrido también ante la discusión de la veracidad de los milagros que han llevado a la beatificación y canonización del fundador del Opus Dei.

Por lo que toca a Juan Diego, el "relato guadalupano" es emocionante hasta el día de hoy y de un valor imperecedero. Es una palabra de buena noticia para los indígenas y es una palabra interpelante para la Iglesia. Eso es lo perenne. Eso es lo que hay que "canonizar". Lo demás bien puede quedar en el claroscuro de lo histórico, a no ser que se piense que la palabra de Dios es más de Dios cuando va envuelta en lo esotérico y milagroso, y no basta la hondura de lo humano –amor y defensa del indígena– para envolverla.

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Cuatro mensajes de humanización

Carlos Ayala Ramírez

El Papa Juan Pablo Segundo, concluyó su gira apostólica por Toronto, Guatemala y México, tras presidir la XVII Jornada Mundial de la Juventud, la canonización del beato hermano Pedro de San José de Betancurt, la canonización de Juan Diego y la beatificación de dos mártires indígenas mexicanos.

Desde un país del primer mundo (Canadá), exhortó a los jóvenes de todos los continentes a comprometerse con la causa de la paz y la solidaridad, tan necesarias en una realidad caracterizada por las fuertes tensiones éticas y sociales. Desde dos países con mucha pobreza, Guatemala y México, reconoció la compasión solidaria de Pedro de San José de Betancur, quien respondió a las necesidades de los pobres e indígenas de América: primero en Cuba, después en Honduras y, finalmente, en Guatemala. Con la canonización de Juan Diego y la beatificación de Juan Bautista y Jacinto de los Angeles, sancionó una real inculturación del evangelio que, respetando la identidad indígena y reivindicando sus derechos, aparece como una "buena noticia" para el pueblo indio expoliado durante la conquista y la colonización, y discriminado en el mundo global moderno. Veámoslo en algunos fragmentos de las cuatro homilías que pronunció en este viaje apostólico.

 

El mundo tiene necesidad urgente de un renovado sentido de fraternidad y solidaridad humana. Los jóvenes

"El mundo os necesita (jóvenes); el mundo necesita sal, os necesita como sal de la tierra y luz del mundo (…). La sal condimenta y da sabor a la comida. Siguiendo a Cristo, debéis cambiar y mejorar el "sabor" de la historia humana. Con vuestra fe, esperanza y amor, con vuestra inteligencia, valentía y perseverancia, debéis humanizar al mundo en que vivimos. El modo para alcanzarlo lo indicaba ya el profeta Isaías en la primera lectura de hoy: "Suelta las cadenas injustas, (…) parte tu pan con el hambriento (…). Cuando destierres de ti el gesto amenazador y la maledicencia, (…) brillará tu luz en las tienieblas" (cfr. Is 58, 6-10). (Homilía, Toronto, 28 julio 2002).

La compasión solidaria: una herencia que no se ha de perder y que se ha de transmitir. Pedro Betancur

"Venid vosotros, benditos de mi Padre… Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis" (Mt 25, 34-40). ¿Cómo no pensar que estas palabras de Jesús, con las que se concluirá la historia de la humanidad, puedan aplicarse también al Hermano Pedro, que con tanta generosidad se dedicó al servicio de los más pobres y abandonados? (…). El nuevo santo es también hoy un apremiante llamado a practicar la misericordia en la sociedad actual, sobre todo cuando son tantos los que esperan una mano tendida que los socorra. Pensemos en los niños y jóvenes sin hogar o sin educación; en las mujeres abandonadas con muchas necesidades que remediar; en la multitud de marginados en las ciudades; en las víctimas de organizaciones del crimen organizado, de la prostitución o la droga; en los enfermos desatendidos o en los ancianos que viven en soledad (…). El hermano Pedro es una herencia que no se ha de perder y que se ha de transmitir para un perenne deber de gratitud y un renovado propósito de imitación (Novo millennio inuente, 7). Esta herencia ha de suscitar en los cristianos y en todos los ciudadanos el deseo de transformar la comunidad humana en una gran familia, donde las relaciones sociales, políticas y económicas sean dignas del hombre, y se promueva la dignidad de la persona con el reconocimiento efectivo de sus derechos inalienables" (Homilía, Guatemala, 30 de julio 2002).

Dios se manifiesta en el pobre para llamar a todos a construir una nueva sociedad, donde todos sean escuchados e incluidos. Juan Diego.

"¿Cómo eran Juan Diego? ¿Por qué Dios se fijó en él? El libro del Eclesiástico, como hemos escuchado, nos enseña que sólo Dios "es poderoso y sólo los humildes le dan gloria" (3, 20). También las palabras de San Pablo proclamadas en esta celebración iluminan este modo divino de actuar la salvación: "Dios ha elegido a los insignificantes y despreciados del mundo; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios" (1Co 1, 28.29) (…). Juan Diego al acoger el mensaje cristiano sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos están llamados a ser hijos de Dios en Cristo. Así facilitó el encuentro fecundo de dos mundos y se convirtió en protagonista de la nueva identidad mexicana, íntimamente unida a la Virgen de Guadalupe (…). Por ello, el testimonio de su vida debe seguir impulsando la construcción de la nación mexicana, promover la fraternidad entre todos sus hijos y favorecer cada vez más la reconciliación de México con sus orígenes, sus valores y tradiciones.

Esta noble tarea de edificar un México mejor, más justo y solidario, requiere la colaboración de todos. En particular es necesario apoyar hoy a los indígenas en sus legítimas aspiraciones, respetando y defendiendo los auténticos valores de cada grupo étnico. ¡México necesita a sus indígenas y los indígenas necesitan a México! (…). ¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad, impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico (…). Mira propicio el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz" (Homilía, México, 31 de julio 2002).

El reconocimiento a los derechos y cultura de los pueblos indios. Juan Bautista y Jacinto de los Angeles.

"Con esta beatificación, la Iglesia pone de relieve su misión de anunciar el Evangelio a todas las gentes. Los nuevos beatos, fruto de santidad de la primera Evangelización entre los indios zapotecas, animan a los indígenas de hoy a apreciar sus culturas y sus lenguas y, sobre todo, su dignidad de hijos de Dios que los demás deben respetar en el contexto de la nación mexicana, plural en el origen de sus gentes y dispuesta a construir una familia común en la solidaridad y la justicia.

Los dos beatos son un ejemplo de cómo, sin mitificar sus costumbres ancestrales, se puede llegar a Dios sin renunciar a la propia cultura, pero dejándonos iluminar por la luz de Cristo, que renueva el espíritu religioso de las mejores tradiciones de los pueblos (…). ¡Evangelizad estrechando los lazos de comunión fraterna y dando testimonio de la fe con una vida ejemplar en la familia, en el trabajo y en las relaciones sociales! ¡Buscad el reino de Dios y su justicia ya aquí en la tierra mediante una solidaridad efectiva y fraterna con los más desfavorecidos o marginados! (cfr. Mt 25, 34-35) ¡Sed artífices de la esperanza para toda la sociedad!" (Homilía, México, 1 de agosto 2002).

Estas palabras dejan cuatro llamados importantes: primero, renovar el sentido de fraternidad y solidaridad humana, liberando de las esclavitudes deshumanizantes (pobreza, ignorancia, discriminación, etnocentrismo); segundo, mantener la compasión solidaria hacia la multitud de marginados que malviven en la sociedad actual; tercero, compromiso con las exigencias de la justicia y el respeto a la dignidad humana, a favor de los que padecen pobreza, soledad y marginación; cuarto, respeto a la identidad y a la diferencia cultural, de tal modo, que se posibilite el encuentro y no el choque. Magnífico programa.

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Luces y sombras en la canonización de Juan Diego.

Reivindicación de los indígenas

Arnaldo Zenteno S.J. Managua. CEB.

Sombras son, por ejemplo, la comercialización desmedida en torno a la visita del Papa. Sombras son todo lo que se va a hacer para ver si se rompe el record Guinnes de la fila más larga en kilómetros con velas encendidas. Sombra más seria es la discusión que se ha levantado sobre la existencia histórica de Juan Diego. Y lo más grave en esto es que quien lanzaba más públicamente la duda fue el anterior Abad de la Basílica de Guadalupe. Si fue el Abad durante unos 20 años y se enriqueció enormemente, ¿cómo era él Abad de algo en lo que no creía ?

Otra sombra importante es el hecho de que la imagen oficial de la canonización, no pone el rostro de un indígena –que no tienen barbas–, sino de un tipo con abundante bigote y barba, un tipo españolizado que más se asemeja a los conquistadores que a los indígenas.

Luz -y sombra-, una luz principal de la canonización de Juan Diego, es el reconocimiento de un indígena, tardío reconocimiento, pero al fin y al cabo reconocimiento. Es increible que después de cinco siglos por primera vez se canonice a un indígena –como si no hubiera habido tantos indígenas santos, es decir los que se han distinguido en el amor y servicio fiel a los demás, especialmente a los más pobres y oprimidos.

Otra luz, igualmente importante, es el que se canonice a Juan Diego en estos tiempos en que los Zapatistas y el Congreso Nacional Indígena están luchando fuertemente por el reconocimiento de los Pueblos Indígenas y sus derechos: derecho a su Cultura, a su Lengua, a sus Tierras, al modo de elegir sus autoridades, al modo de practicar la Religión etc.. Y en este sentido la canonización de Juan Diego tiene el valor de un símbolo de esa lucha. En México hay 10 millones de Indígenas, cuyos derechos fundamentales no son justamente reconocidos. Y en el Tepeyac, el Mensaje de la Virgen de Guadalupe, en la narración nahuatl el Nican Mopohua, resalta el papel insustituible del Indígena. La Virgen no se dirige en primer lugar al Arzobispo, ni a los notables –como le proponía Juan Diego al no ser escuchado por el Arzobispo. La Virgen de Guadalupe le insiste: tú tienes que ser mi Mensajero.

Todo esto quiere decir que la canonización de Juan Diego, puede ser un hecho irrelevante o puede ser algo importante. Es irrelevante si todo queda en una celebración desligada de la vida. Un grupo de Obispos mexicanos ha publicado una carta y su mensaje nos ilumina para entender el sentido profundo de esta canonización más allá de algo pasajero o del comercialismo que rodea también el hecho mismo de la canonización.

Juan Diego es un indígena, rostro de Cristo sufriente de los entonces recién conquistados. A este indígena, no reconocido por los conquistadores y los poderosos, a este desplazado de su historia y de su cultura, la Virgen lo hace su embajador: "y tú, tú eres mi embajador, en ti pongo toda mi confianza".

Lo que la Virgen hizo en 1531 fue no sólo reconocer la dignidad personal del indio, marginado y reducido a un objeto, sino, a través de él, la dignidad de todos como personas respetabilísimas y sujetos de su historia. El mensaje del Tepeyac reconoce lo que los conquistadores y aun algunos frailes negaban y comenzaban a destruir con la colonización. Fray Bartolomé de las Casas y otros frailes sí lo reconocieron y denunciaron los crímenes y atropellos en su contra. Lo maravilloso de Guadalupe es que llevó al indio a través de su propia historia, de su propia cultura al encuentro con Cristo y, al llevarlo, enfrentó a los colonizadores.

Casi 500 años después del acontecimiento guadalupano, 8 años después del levantamiento zapatista en Chiapas por la reivindicación de los derechos indios, la Iglesia, al canonizar a Juan Diego, vuelve a actualizar y encarnar en nuestra realidad ese mensaje de Guadalupe.

Los obispos mexicanos afirman que esta canonización es "el reconocimiento de los indígenas como pueblos", que "ellos son un ejemplo que nos puede ayudar a retomar los orígenes y raíces indias de nuestro pueblo", que "el Mensaje Guadalupano reivindica el lugar del pobre y del excluido en la construcción de una nación más justa y fraterna", que frente al embate del libre mercado, excluyente y destructor de las culturas y de sus formas económicas, "la nación tiene una deuda con los pueblos indios: crear una nueva relación entre sociedad y pueblos indios, basada en el respeto y la inclusión", reconocer "los derechos y la cultura de los pueblos indios (...) para pasar de una valoración que los considera sólo como objeto de nuestra generosidad y benevolencia a llegar a verlos como las personas y los pueblos que exigen hoy corresponder en justicia: ser sujetos de derecho".

El mensaje de los obispos llama al gobierno y a la nación a no postergar "por más tiempo el reconocimiento a los derechos y cultura de los pueblos indios". "Reconocer y promover las diversas culturas que integran nuestra nación, que nunca más el poder del estado o del mercado las vulnere, sino que respete su legítima soberanía".

Por último , el mensaje señala como punto clave para garantizar el proceso de paz en nuestro país y responder a las demandas básicas de los pueblos indios el reconocimiento de los derechos y culturas indígenas. Y esto está en plena consonancia con el propio mensaje de Guadalupe.

 


 

 

Monseñor Romero y los dos generales de Miami

Miguel Cavada Diez

 

"Un día saldrán a la luz todas estas tinieblas"

Entrevista con Monseñor Romero

Las homilías de Monseñor Romero son el primer informe de la verdad que ponen al descubierto las atrocidades que se cometieron contra el pueblo. Allí están, domingo a domingo, los nombres de cientos de salvadoreñas y salvadoreños que fueron capturados, torturados, desaparecidos, asesinados. Allí están sus vehementes llamados a la conversión de los responsables de la represión contra el pueblo ¡Quién no recuerda su último y profético llamado al cese de la represión! Pudieron matar su cuerpo, pero no pudieron callar su palabra ni asesinar su espíritu. Monseñor Romero sigue vivo y por eso hablamos con él y, a la luz de su palabra, reflexionamos sobre el juicio a los militares en un tribunal de Florida.

Monseñor, los generales José Guillermo García y Eugenio Vides Casanova han sido declarados culpables por ser los responsables de torturas, ¿qué piensa de esto?

"No hay crimen que se quede sin castigo. Todos estos atropellos del poder de la patria no se pueden quedar impunes" (7 de agosto de 1977).

Monseñor, el juicio fue por tres casos de torturas, pero usted en sus homilías denunció cientos de casos de personas capturadas, torturadas, desaparecidas y asesinadas

Lo dije y no me hicieron caso, hice las denuncias porque "ya me duele mucho el alma de saber cómo se tortura a nuestra gente" (5 de diciembre de 1977), "hay una pesadez en mi pobre espíritu cuando pienso en los hombres que sufren azotes, patadas, golpes de otro hombre" (17 de julio de 1977). "Queremos unirnos al dolor de su familia y queremos ser la voz de los que no tiene voz para gritar contra tanto atropello contra los derechos humanos. Que se haga justicia, que no se queden tantos crímenes manchando a la patria, al ejército, que se reconozca quiénes son los criminales y que se dé justa indemnización a las familias que quedan desamparadas" (28 de agosto de 1977).

Pero hay gente que dice que estas denuncias son movidas por sentimientos de venganza.

"Me parece que esto es llamar a la justicia. Que no queden tantos crímenes y atropellos impunes y que, aunque sean vestidos de militar, tienen obligación de rendir cuenta ante la justicia de lo que han hecho y sancionar debidamente" (18 de febero de 1979).

Se argumenta que los generales no tienen ninguna responsabilidad, que ellos ignoraban lo que estaba pasando, que en todo caso la responsabilidad es de militares insubordinados que actuaban por su propia cuenta.

"Hay que tener en cuenta que lo que hay que descubrir, ante todo, son los responsables principales de esas capturas: los que mandaron, los que permitieron, incluso los que se solazaban como en un circo romano en capturas, desaparecimientos, torturas, asesinatos, tienen que oír la voz de la justicia" (11 de noviembre de 1979). "El mal existe y a quienes hay que juzgar y castigar es a los altos jefes que han podrido las mentes de esos hombres" (4 de noviembre de 1979).

Pero después de firmar la paz, hubo una anmistía general…

Te recuerdo que después del golpe del estado del 15 de octubre de 1979, se nombró una Comisión Especial Investigadora de Reos y Desaparecidos Políticos. Entonces la investigación se orientó a demostrar si había o no desaparecidos, por eso dije que "la investigación no debe partir de ver si es verdad que hay desaparecidos. Esto es evidente que existen los desaparecidos. Lo que el pueblo necesita saber es dónde están, qué se han hecho. Es también urgente sancionar a los autores intelectuales y materiales, inmediatos y mediatos de las torturas y desaparecimientos; pero reducir la pena a los que colaboren en el esclarecimiento de su paradero, como un estímulo que siquiera deshaga algo del mucho mal que han hecho. No es el caso aquí mencionar personas concretas, todo el pueblo lo sabe, a qué directores de esos cuerpos pueden llevar a un tribunal, a quienes pueden llamar a declarar" (21 de octubre de 1979).

Hay quienes opinan que estos juicios "abren las viejas heridas" y dedemos olvidar el pasado.

"Creo que aquí no es cuestión de una ruptura con el pasado, porque si el pasado es injusto y todavía se están sufriendo dolorosas consecuencias, tiene que revisar, con las leyes que ya existían, el abuso que se hizo a esas leyes. La ruptura con el pasado aquí, si fuera a olvidar estos sufrimientos, sería una verdadera nueva injusticia" (21 de octubre de 1979).

Monseñor, qué diría a los que fueron víctimas de la represión, las torturas, los desaparecimientos.

Pues diría lo que ya dije cuando se formó la Comisión que he mencionado, que "también los que fueron capturados y torturados que no sólo se presten a levantar show o hacer manifestaciones demagógicas, sino que vayan al propio tribunal donde pueden hacer declaraciones a conciencia y con base jurídica para que también puedan hacer luz en estas circunstancias" (11 de noviembre de 1979).

Finalmente, Monseñor, ¿qué mensaje quiere dejarnos para este momento?

Unas palabras de esperanza. "Yo tengo fe hermanos, que un día saldrán a la luz todas estas tinieblas y que tantos desaparecidos y tantos asesinados y tantos cadáveres sin identificar y tantos secuestros que no se supo quién los hizo, tendrán que salir a la luz, y entonces tal vez nos quedemos atónitos sabiendo quiénes fueron sus autores" (17 de junio de 1979).

 

El coronel sí tuvo quien le hablara

Los militares de El Salvador tuvieron un privilegio que no todos los militares tienen: un profeta que les advirtió a tiempo; un profeta que en público y en privado les hizo ver el mal y les llamó a conversión. Si le hubieran hecho caso, ahora no estarían lamentando las exigencias de una justicia que les persigue como su propia sombra.

Si acaso el tiempo ha secado nuestra memoria, vamos a refrescarla un poco. El 15 de octubre de 1979, varios militares dan un golpe de Estado para poner fin al gobierno represivo del General Carlos Humberto Romero, un gobierno que causó mucho luto y llanto en el país. El golpe de la "juventud militar" abrió la puerta de la esperanza. Se conformó la Junta Revolucionaria de Gobierno, con la participación de dos militares, el coronel Majano y el coronel Gutiérrez y tres civiles: el Dr. Ungo, el Dr. Mayorga y el Ing. Andino. Como ministro de Defensa fue nombrado el coronel García.

Cinco días después del golpe de Estado, el Coronel Majano, el Coronel José Guillermo García y "otro militar" se reunieron con Monseñor Romero en el hospitalito. Habían solicitado la presencia de Monseñor Romero en casa presidencial, pero Monseñor Romero adujo que la reunión debería realizarse en el hospitalito, para evitar que su presencia en la casa presidencial fuese manipulada. En la reunión Monseñor Romero aprovechó para cuestionar el nombramiento del Coronel García como Ministro de Defensa. Así nos lo cuenta el mismo Monseñor en su diario pastoral:

"Insistimos también en la forma como se nombró al Ministro de Defensa, que estaba presente, porque lo nombraron sólo los militares cuando todavía no estaban los civiles. Al Coronel García, que es el Ministro de Defensa, se le ocurrió decir allí delante de nosotros, estaba el Padre Estrada conmigo, que él renunciaba en ese momento al Ministerio mientras los civiles no ratificaran el nombramiento que habían hecho los dos coroneles que lo nombraron" (Diario pastoral, 19 de octubre de 1979).

García no cumplió su palabra. Ni los civiles lo ratificaron como Ministro de Defensa ni él renunció. Al contrario, quienes se vieron moralmente obligados a renunciar fueron los civiles de la Junta. Y es que los militares, instigados desde la sombra por la oligarquía, botaban, con una cruel persecución al pueblo, todos los esfuerzos que implementaban los miembros civiles de la Junta. Fueron los años de las "reformas con represión". Monseñor Romero comenta así esta renuncia de los civiles en su homilía:

"Prácticamente, después de estas renuncias, solamente tenemos un gobierno militar que se reduce a los dos coroneles de la Junta y al único Ministro que no quiso renunciar, el de Defensa; lo cual es también muy significativo" (Homilía 6 de enero de 1980).

El coronel García se dio por aludido, y unos días después visitó otra vez a Monseñor Romero para aclarar la situación. En esta nueva visita Monseñor Romero le hizo ver otra vez la conveniencia de su renuncia, así lo cuenta en su diario pastoral:

"La otra visita importante de esta tarde fue la del Ministro de Defensa, Coronel García, junto con el subsecretario. Expresaron ampliamente sus deseos de transformación en el país y cómo era injusto que se les calificara de "derechizar" el movimiento. En forma concreta se refirió a mi denuncia del domingo en que pedí la renuncia de este Ministro, ya que era lo que a mí me parece conveniente, después que todos los demás ministros han renunciado y él sigue siendo una figura que entorpece la credibilidad de este proceso de transformaciones del país. Hubo una amplia conversación que duró casi dos doras" (Diario pastoral, 10 de enero de 1980).

Posteriormente, se instaló la segunda Junta Revolucionaria de Gobierno, ahora con la presencia de miembros de la Democracia Cristiana. El coronel García continuaba siendo Ministro de Defensa en el nuevo gobierno. La escalada de la represión iba en aumento. Monseñor Romero denunciaba, domingo a domingo, los asesinatos y exigía nuevamente la renuncia de los militares a quienes acusaba de fomentar la represión:

"Y a los otros que están en el poder y no quieren cooperar con la reforma, sino que están siendo estorbo por la represión que fomentan, les diré: no estorben. En una hora tan histórica de la patria están haciendo un papel tristísimo de traición. Y es necesario que, en nombre de la nobleza y del amor al pueblo, sepan mejor dejar las manos libres de aquéllos que quieren manejar con limpieza los destinos de nuestro pueblo" (Homilía 16 de marzo de 1980).

Lo dicho, el coronel sí tuvo quien le hablara, le denunciara y le advirtiera a tiempo. ¡Cuánta sangre y cuánto dolor se hubiera evitado de haber hecho caso a la voz del profeta!".

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Los bienes de una sentencia

Después de este recordatorio de Miguel Cavada sobre lo que decía Monseñor y del desenmascaramiento de la hipocresía que hace Jose María Tojeira, sólo nos queda hacer una breve reflexión sobre los bienes de la sentencia. Para algunos sólo hay males, porque están en contra de la verdad, de la justicia y de la solidaridad. Es normal. Pero para otros la sentencia es un gran bien.

Lo fundamental está en que "hace oficial" una verdad sabida por todos, aunque no reconocida. Vox populi se decía antes para expresar "lo que todo el mundo sabe": que la fuerza armada, cuerpos de seguridad y paramilitares llevaron a cabo numerosísimos actos criminales, y que sus superiores no solo lo sabían, sino que lo aceptaban para terminar con las fuerzas, guerrilleras o civiles, inocentes en la inmensa mayoría de casos, que ponían en peligro sus privilegios y los de la oligarquía, a cuyo servicio estaban.

Esta verdad no es placentera, ante todo para las víctimas –lo que no hay que olvidar nunca–, y tampoco lo es para los victimarios. Pero el bien, aunque no sea placentero es cosa buena para los humanos.

En concreto vemos tres bienes en la sentencia. El primero es que se ha tocado a los intocables. Ya decía Monseñor lo peligroso que es tocar a la riqueza: "es como un alambre de alta tensión. Quien lo toca se quema". Lo intocable se hace pasar por Dios –realmente ídolos de muerte–. Por ello, tocarlos sin quedar electrocutados, como ocurre casi siempre, es ya un gran bien. Anima a seguir tocando personas, instituciones que han realizado y realizan verdaderos desastres humanos. Esto anima a las víctimas, no a la venganza, pero sí a la esperanza. Ese bien ya asomó la cabeza con Pinochet. También con las condenas a altos generales argentinos. Ahora con la sentencia contra dos altos generales salvadoreños, aunque sea veinte años después.

El segundo es más difícil de poner en palabra, pero es cosa buena: la sentencia introduce en el país la verdad. Como se ha repetido hasta la saciedad, sólo con la verdad –aunque luego haya indultos y amnistías– puede crecer el país sobre roca no sobre arena, como dice Jesús en el evangelio. La verdad no cierra las heridas, sino que las cura. Y ese es el verdadero problema del país: curar, no generar gangrena con el silencio.

El tercero es el alivio de las víctimas, inmenso bien, que nada tiene que ver con venganza. Alivio es recuperar la dignidad, que se sepa públicamente quién fue víctima y quién fue victimario, terminando con la macabra inversión de términos. En palabras sencillas, que madres y esposas, puedan decir a sus hijos: "tu padre no fue un criminal, fue un buen hombre, que trabajó y luchó por un país justo. Otros fueron los criminales".

Y no hay que olvidar que personas con dignidad son las que pueden reconstruir nuestro atribulado y corrompido país.

 

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Lección para los que no quieren aprender

El juicio de dos ex-ministros de defensa ha sido una buena lección, pero no ha sido aprendida. Sobre todo desde el poder. Unos dicen que los condenados civilmente son héroes y otros dicen que estos casos sólo se pueden comprender dentro de El Salvador.

Lo de ser héroes da un poco de risa. Héroe suele ser el que se atreve a desafiar a un enemigo superior. Y más héroe todavía el que desarmado se atreve a desafiar a los poderosos armados. En ese sentido, no hay duda que, si a partir del concepto de héroe queremos hablar, tendríamos que empezar mencionando a Mons. Romero, que desde la paz y desde el pacifismo, se enfrentó a quienes no dudaban en asesinar y violar los más elementales derechos humanos. Pero las personas cuya mentalidad, en el lenguaje popular, sólo puede ser descrita como de chafarote, no pueden entender esto. Aunque sean diputados. Con ellos mejor no hablar de estos temas. Como decía el Señor Jesús, es como "echarle perlas a los cerdos".

Otros dicen que de estos temas de violación de derechos humanos sólo se puede hablar en El Salvador. Pero que lo diga alguien que fue profesor de derecho impresiona todavía más, porque debería saber que las violaciones graves de derechos humanos no son nunca tema exclusivo de un solo país. Basta ver el apoyo que El Salvador le dio a la invasión de Afganistán para darse cuenta que aunque con cierta hipocresía, incluso las autoridades de El Salvador apoyan la intervención extranjera por temas de derechos humanos.

La lección de Miami, frente a los chafarotes y los hipócritas, es muy simple: recordarnos que las violaciones a los derechos humanos pueden ser perseguidas en todas partes del mundo y que son imprescriptibles.

José María Tojeira

 


 

 

11 de septiembre y la Pax Americana

El 11 de septiembre se cumple un año del terrorismo contra las torres de Nueva York. De ello nos ocupamos, en su día, largamente en Carta a las Iglesias. Ahora, un año después, queremos reiterar nuestra solidaridad con las víctimas de aquel 11 de septiembre. Pero queremos reiterar también nuestra condena al bombardeo contra Afganistán, que comenzó el 7 de octubre, y sus víctimas. Y sobre todo queremos condenar la política internacional del presidente Bush,que la justifica en una concepción y control del bien y el mal (recuérdese su definición dogmática del eje del mal: Irak, Irán y Corea del Norte), su maniqueísmo hipócrita ("o están con nosotros o están contra nosotros") y su macabra utopía de salvar al mundo imponiendo la pax americana (como el imperio romano impuso la pax romana), todo lo cual se concreta ahora en la amenaza de una nueva guerra contra Irak.

Por ello publicamos la denuncia de conocidas personalidades estadounidenses (aunque las encuestas dicen que la mayoría de la población vería con buenos ojos dicha guerra). Publicamos también voces que se alzan contra el terrorismo de Estados Unidos a lo largo de la historia. denuncia de la era Kissinger y las declaraciones del alcalde de Hiroshima, las del nuevo primado de la Iglesia anglicana, Rowan William. Ojalá todo ello haga reflexionar.

 

"No en nuestro nombre. Una Declaración de Conciencia"

Que no se diga que nadie en Estados Unidos no hizo nada cuando su gobierno declaró una guerra sin límites y estableció nuevas medidas rígidas de represión.

Los firmantes de esta declaración llamamos al pueblo de Estados Unidos a resistir las políticas y la totalidad del manejo político que ha surgido desde el 11 de Septiembre 2001, y que representa graves peligros para la población del mundo entero.

Creemos que los pueblos y naciones tienen el derecho de determinar su propio destino, libres de la coerción militar de las grandes potencias. Creemos que todas las personas detenidas o perseguidas por el gobierno de Estados Unidos deberían tener los mismos derechos a un debido proceso. Creemos que el cuestionamiento, la crítica y el disenso deberían ser valorados y protegidos. Entendemos que ese tipo de derechos y valores son siempre atacados y se debe luchar por ellos.

Creemos que las personas conscientes deben asumir responsabilidades por lo que hacen sus propios gobiernos –debemos ante todo oponernos a la injusticia que se comete en nuestro nombre. Por tanto, llamamos a todos los estadounidenses a RESISTIR la guerra y la represión que la administración Bush ha desatado en el mundo. Esto es injusto, inmoral e ilegítimo. Optamos por hacer causa común con el resto del mundo.

Nosotros también miramos con sorpresa los horrendos eventos del 11 de Septiembre, 2001. Nosotros también nos lamentamos por los miles de inocentes muertos y repudiamos las terribles escenas de mortandad –incluso cuando recordábamos escenas similares en Bagdad, ciudad de Panamá y, hace una generación, Vietnam. Nosotros también nos unimos al angustiante cuestionamiento de millones de estadounidenses que se preguntaban por qué podía pasar algo así.

Cuando los lamentos apenas habían empezado, los líderes máximos de la tierra desataron un espíritu de venganza. Ellos desplegaron un guión simplista de "el bien versus el mal", que fue retomado por unos medios de comunicación sumisos e intimidados. Ellos nos dijeron que preguntarse por qué estos terribles eventos habían ocurrido era caer en la traición. No habría debate. Por definición, no había preguntas morales o políticas que fueran válidas. La única respuesta posible era la guerra hacia afuera y la represión hacia adentro.

En nuestro nombre, la administración Bush, con casi la unanimidad del Congreso, no solo atacó Afganistán sino que se otorgó a sí mismo y a sus aliados el derecho de descargar la fuerza militar en cualquier lado y a cualquier hora. Las brutales repercusiones han sido sentidas desde las Filipinas hasta Palestina, donde tanques israelíes y bulldozers han dejado una terrible secuela de muerte y destrucción. Ahora el gobierno se prepara abiertamente para llevar adelante una guerra contra Iraq –un país que no tiene conexión con el horror del 11 de Septiembre. ¿En qué clase de mundo nos vamos a convertir si el gobierno de Estados Unidos cuenta con un cheque en blanco para soltar comandos, asesinos y bombas en donde quiera?

En nuestro nombre, al interior de Estados Unidos, el gobierno ha creado dos clases de personas: aquellas a las que al menos se promete los derechos básicos del sistema legal estadounidense, y aquellas que ahora parecen no tener ningún derecho. El gobierno organizó una redada en la que cayeron alrededor de 1,000 inmigrantes, a los se detuvo en secreto e indefinidamente. Cientos han sido deportados y otros cientos todavía languidecen en prisión. Esto se parece a los infames campos de concentración para japoneses-americanos en la segunda guerra mundial. Por primera vez en décadas, los procedimientos de inmigración distinguen ciertas nacionalidades y les dan un trato desigual.

En nuestro nombre, el gobierno ha descargado una onda represiva sobre la sociedad. El vocero del presidente advierte a la gente que "tenga cuidado con lo que dicen". Artistas disidentes, intelectuales y profesores encuentran que sus opiniones son distorsionadas, atacadas y reprimidas. La llamada Acta Patriótica –junto con muchas otras medidas similares a nivel de Estado– otorga a la policía amplios y nuevos poderes para buscar y detener, usando procedimientos secretos antes de llegar a cortes secretas.

En nuestro nombre, el ejecutivo ha usurpado firmemente los roles y funciones de las otras ramas del gobierno. Por órdenes del ejecutivo se han establecido tribunales militares, con reglas laxas para mostrar evidencias y sin derecho de apelar a las cortes regulares. Algunos grupos son declarados "terroristas" por un simple plumazo presidencial.

Debemos tomar muy en serio a los más altos representantes de la patria cuando hablan de una guerra que durará una generación y cuando hablan de un nuevo orden interno. Estamos confrontando una nueva política abiertamente imperial en contra del resto del mundo y una política interna que fabrica y manipula el miedo para recortar derechos.

Existe una trayectoria de muerte que conduce a los eventos de los meses pasados que debe ser vista tal y como es y debe ser resistida. Demasiadas veces en la historia de los pueblos se ha esperado hasta que es demasiado tarde para resistir.

El presidente Bush ha declarado: "están con nosotros o están en contra nuestra". Aquí está nuestra respuesta: no le permitimos que hable en nombre de todo el pueblo americano. No vamos a renunciar a nuestro derecho a cuestionar. No vamos a ceder nuestra conciencia a cambio de una vacía promesa de seguridad. Decimos NO EN NUESTRO NOMBRE. Nos rehusamos a ser parte de estas guerras y repudiamos cualquier interferencia que sea realizada en nuestro nombre o por nuestro bienestar. Extendemos la mano a aquellos alrededor del mundo que se ven afectados por estas políticas; mostraremos nuestra solidaridad en palabras y hechos.

Nosotros, quienes firmamos esta declaración, llamamos a todos los americanos a unirse para llevar adelante este reto. Aplaudimos y apoyamos los cuestionamientos y las protestas que hoy se desarrollan, incluso reconociendo la necesidad de hacer más y mucho más para detener esta monstruosidad. Nos hemos inspirado en los reservistas israelíes quienes, a riesgo personal, declararon que "hay un límite" y se rehusaron a servir a la ocupación de la Franja Occidental y Gaza.

También nos basamos en muchos ejemplos de resistencia y conciencia del pasado de Estados Unidos: desde aquellos que lucharon contra la esclavitud con rebeliones y el ferrocarril subterráneo, hasta quienes desafiaron la guerra de Vietnam al rehusarse a cumplir órdenes, resistiendo el reclutamiento y mostrando solidaridad con quienes se resistían.

No permitamos que el mundo que nos mira se desespere por nuestro silencio y nuestra deficiencia para actuar. Más bien dejemos que el mundo escuche nuestros compromisos: resistiremos la maquinaria de la guerra y la represión y animaremos a otros para que hagan todo lo posible para detenerla.

7 de julio, 2002

Siguen 76 firmas, entre otras de Edward Asner, actor; Noam Chomsky; Martin Luther King III; Barbara Kingsolver, escritora; Michael Lerner, rabino; Staughton Lynd, abogado y escritor; Grace Paley; Edgard Said, palestino, profesor; Alice Walker, escritora.

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El mayor genocida vivo: ¿Pinochet, Milosevic o Kissinger? Ha aparecido en Brasil, el libro del periodista británico, radicado en Estados Unidos, Christopher Hitchens: "El juicio de Kissinger", con todo el dossier de acusaciones contra el ex-secretario de Estado.

Las acusaciones contra Pinochet se encuentran en el proceso de Baltasar Garzón, las acusaciones contra Milosevic están en el proceso del Tribunal Penal Internacional de La Haya. Ahora el libro de Hitchens, con gran acuciosidad, aporta pruebas contra Kisinger en relación a Indochina, América Latina, Timor del Este, Washington. En la segunda edición agrega nuevas pruebas.

Hitchens dice en el prólogo a esta segunda edición: "Cuando surgió, en la que hoy parece ser la prehistórica primavera del 2001, este libro provocó cierto desprecio de algunos sectores y, por dos razones. Algunos rechazaron creer que las evidencias presentadas contra Henry Kissinger pudieran ser verdaderas. Otros, aun admitiendo la veracidad de los documentos oficiales, cuestionaban la idea misma de poner a una figura tan poderosa al alcance de la ley". Termina el prólogo expresando la preocupación de Kissinger en su último libro, ¿Los EEUU necesitan una nueva política exterior? sobre el peligro de una nueva doctrina legal del "juicio universal".

Esta comenzó cuando un magistrado argentino citó a Kissinger a responder sobre la Operación Cóndor; cuando, de paso por Paris, en mayo de 2001, la policía francesa le citó a comparecer al Palacio de Justicia para responder a preguntas sobre la desaparición de cinco ciudadanos franceses en Chile, tras lo cual Kissinger huyó del país a toda prisa.

Los tribunales chilenos varias veces pidieron a Kissinger su colaboración para aclarar el caso Charles Horman –periodista estadounidense secuestrado y desaparecido en Chile, cuyo caso fue relatado en la película "Missing". La propia Corte Federal de Estados Unidos acusa a Kissinger por la "ejecución sumaria" del general chileno René Schneider. El Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos le intima a devolver 50 mil páginas de documentos públicos que él había retirado ilegalmente al dejar el cargo. Hitchens preve que aparecerán nuevas revelaciones estremecedoras de crímenes y de mentiras cometidos por Kissinger. Propiciará "la justa oportunidad de que algunas de las víctimas, por iniciativa propia, busquen justicia en los tribunales estadounidenses y de otros países".

En Brasil, Kissinger aceptó una invitación del rabino Harry Sobel para pronunciar un discurso en una ceremonia de la colonia judía en São Paulo, pero a última hora no aceptó, pues hubo una campaña que pronosticaba grandes manifestaciones de repudio contra él y sus anfitriones. Alegó problemas de salud, pero en el New York Times transcendió que su decisión obedecía al temor de tener que responder a algunas preguntas e, incluso, a tener que enfrentar órdenes de prisión.

Emir Sader, Periódico Boitempo 3 de julio, 2002

 

Hiroshima recuerda la bomba atómica con críticas a Estados Unidos. En Hiroshima la Campana de la Paz sonó a las 8:15 de la mañana, en el momento preciso en el que el bombardero B-29 "Enola Gay" lanzó la bomba atómica el 6 de agosto de 1945. El 9 de agosto, Estados Unidos lanzó una segunda bomba atómica sobre Nagasaki, en el sur del país, y seis días después Japón ofreció su rendición en la Segunda Guerra Mundial.

El alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba lamentó la tendencia mundial a olvidar los horrores provocados por una bomba nuclear y advirtió que los peligros de una guerra atómica estaban creciendo. "Lo que es más amargo es que esas memorias se estén borrando en el mundo". Y agregó que el peligro de que la historia se repita ha aumentado desde los ataques del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington.

Akiba invitó a Bush a Hiroshima para "confirmar con sus propios ojos lo que pueden hacer las bombas nucleares a los seres humanos" y criticó la postura unilateral de Washington: "Estados Unidos no tiene el derecho a imponer una Pax Americana y decidir unilateralmente el futuro del mundo. Más bien, nosotros, el pueblo del mundo, tenemos el derecho a insistir en que no le hemos dado la autoridad para destruir al mundo".

Dos noticias más. Rowan William de 52 años, reconocido teólogo, fue nombrado nuevo jefe de la iglesia anglicana. Ha criticado con toda claridad la guerra contra el terrorismo que encabeza Estados Unidos y ha repudiado las sanciones contra Irak y las amenazas de acciones militares estadounidenses contra el régimen de Saddam Hussein. Irónicamente fue elegido, según la costumbre, por el jefe de gobierno, Tony Blair, a quien ha criticado por su apoyo a la política militarista de Bush.

En la ONU y en otras organizaciones, Estados Unidos ha montado una compaña de depuración de los funcionarios internacionales que juzga que no están alineados con su guerra al terrorismo. Entre otras personas, baste mencionar a Mary Robinson, la ex- presidenta irlandesa, cuyo trabajo como alta comisionada para los derechos humanos de la ONU, ha sido aclamado por grupos de derechos humanos en todo el mundo