Carta a las Iglesias AÑOXXII, Nº511-512, 1-31 de diciembre de 2002

INDICE

MEDITACION: María "que estaba en cinta", subió a Belén

MEDITACION: ¿A qué vino Jesús? Meditación de Navidad

EDITORIAL: ¡Feliz Navidad!

REALIDAD NACIONAL: Cronología de la crisis en el sistema de salud

COMENTARIOS: El SIDA golpea a los jóvenes de El Salvador

IGLESIA: Juan Pablo II y los emigrantes

COMENTARIO: Los mártires jesuitas en la prensa escrita

MARTIRES DE LA UCA: El tullido que saltó. Homilía en la Eucaristía en memoria de los mártires de la UCA

COMUNIDADES DE BASE: Mujeres en Morazán "Tomamos la palabra"

NAVIDAD: ¿Para quién es la Navidad?

NAVIDAD: Navidad con Oscar Romero

 

 

María, "que estaba encinta", subió a Belén

También José, que era de la estirpe y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa, María, que estaba encinta (Lc 2, 1-4).

Dos personajes centran la escena: José y su esposa, María, "que estaba encinta". Una mujer que encierra en su seno una nueva vida es signo de esperanza, fecundidad y apertura al futuro. La experiencia contraria es la de esterilidad que, según la mentalidad de Israel, confina a la mujer en el ámbito de lo inútil, lo improductivo, lo cercano a la muerte. Por eso, cuando los narradores bíblicos recuerdan mujeres estériles recibiendo de Dios el don de la fecundidad, están tratando de expresar lo mismo que cuando hablan del éxodo o de la creación: el paso del Mar sólo pudo ser atribuido al Dios que quiso sacar a su pueblo del oprobio de la esclavitud; fue también su acción creadora la que hizo surgir el mundo del vacío y del caos y algo así acontece en el paso de la esterilidad a la fecundidad: son experiencias pascuales que hacen salir de una situación de muerte e introducen en el ámbito de la vida.

Por eso, la imagen de María encinta, caminando con fatiga hacia Belén, nos invita a descubrir nuestra posibilidad de ser un espacio abierto capaz de ser fecundo, de acoger, guardar, proteger y alimentar la vida.

Sobre José, el otro personaje de la escena, recae la responsabilidad de acoger esa vida frágil de la que María está grávida. Según el Evangelio de Mateo, ha escuchado en sueños: "No temas recibir a María en tu casa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo" (Mt 1, 20). Un sueño es un camino que nos conduce a nuestra profundidad y que nos permite descubrir otras formas de realidad que no nos son accesibles en estado de vigilia. Lo que José recibe en el sueño es la llamada a una existencia liberada del temor, a pesar de que la mujer que ha entrado en su vida y va a entrar en su casa, María, lleve en sus entrañas a Alguien a quien muchos calificarán de agitador, blasfemo, poseso o loco. La vida entera de José, el justo, va a quedar desestabilizada a partir de este momento porque, lo mismo que Moisés ante la zarza ardiente, ha sido invitado a acercarse al misterio del Dios hecho hombre. Exteriormente el mundo se queda como estaba, aparentemente nada ha cambiado, si no es este hombre que obedece calladamente a la vocación recibida en sueños.

El mensaje escuchado por José está hoy también dirigido a cada uno de nosotros y, como él, recibimos la llamada a no tener miedo de que María, la portadora de Jesús, entre en nuestra casa. Nuestros miedos podrían consistir en el presentimiento de que si Jesús, a través de María, llega a nuestra casa, otros muchos entrarán con él y nos complicarán la vida; el temor de que, si él se pone en el centro, habrá que remover y dar la vuelta a muchas de nuestras viejas costumbres e ideas; el de que esos refugiados indeseables que nos invaden y que llevan por nombre egoísmo, insolidaridad, desesperanza..., tendrán que ser expulsados por la ventana.

Quizá tememos también que Dios se adentre en nuestra vida, pero es porque lo nombramos con nombres de extraños ídolos que nos hemos fabricado y que hemos puesto en su lugar: el dios-frente-a-nosotros que nos cierra el paso a una felicidad plenamente humana; el dios-del-más-allá, desentendido y sordo ante nuestros sufrimientos y problemas; el dios-acusador que nos observa escudriñando severamente nuestros pecados y equivocaciones; el dios-contra-nosotros, siempre propenso a enviarnos desgracias y calamidades para probarnos y purificarnos...

Pero, si hoy podemos perder el miedo, es porque Dios quiere ser llamado con otro nombre familiar y próximo: Emmanuel, Dios-con-nosotros; Jesús, Dios-que-salva. Y esa es la gran noticia que en Navidad nos anuncia con júbilo la Iglesia.

Dolores Aleixandre


 

 

¿A qué vino Jesús?

Meditación de Navidad

Jesús, el único maestro para los cristianos (todos los demás somos condiscípulos y hermanos), no fue un profesor de virtudes, ni tematizó una doctrina filosófica sobre la perfección. Abrió caminos inauditos, poniéndonos en vilo. Afirmó cosas como éstas:

"Ustedes han oído que se dijo: "amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo". Pero yo les digo: amen a sus enemigos, recen por los que los persiguen. Así serán hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. Si aman sólo a los que los aman, ¿qué premio merecen? También lo hacen los publicanos. Si aman sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? También lo hacen los paganos. Sean, pues, perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo" (Mt 5, 43-48).

Jesús no vino a enseñarnos a "recortar" y "encasillar" nuestra vida, sino a meter en ella un fuego capaz de llevarnos a una plenitud de amor solidario y creativo, no a una perfección narcisista.

La parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14) es una impresionante llamada de atención. El fariseo es el hombre virtuoso, pero incurre en "soberbia religiosa". El publicano tiene conciencia de ser un pecador y un "excluido", y se abre a la pura, gratuita y entrañable misericordia del Padre. Y el Padre está abierto a él. Esta parábola, según el evangelio de Lucas, la dijo Jesús por algunos que confiaban en la propia honradez y despreciaban a los demás.

Jesús no quiere personas muy virtuosas, sino gente entrañablemente compasiva y que actúe en consecuencia. Esta es la enseñanza de la parábola del samaritano misericordioso (Lc 10, 30-37).

La impresionante Carta de Santiago, que el Nuevo Testamento atribuye a Santiago, el hermano de Jesús (el hombre virtuoso por excelencia de la primera Iglesia de Jerusalén), y que probablemente procede de comunidades judeo-cristianas que mantenían su recuerdo, contiene esta impresionante máxima:

"La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo" (St 1, 27).

Una de las mayores formas de contaminación del mundo (quizá la máxima) es la dedicación primordial al aumento indefinido de la propia riqueza. Jesús fue contundente:

"Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero" (Mt 6, 24; Lc 16, 13).

"Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de Dios" (Mc 10, 25).

Jesús no rechaza sin más a los ricos (su Padre Dios acogió al publicano), pero les hace propuestas radicales:

"Yo les digo: háganse amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, les reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo poco, lo es también en lo mucho. Si, pues, no fueron fieles en el dinero injusto, ¿quién les confiará lo verdadero? " (Lc 16, 9-11).

"Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos ustedes" (Lc 6, 38).

Quiero terminar esta nota con una referencia a san Pablo. En la primera Carta a los Corintios, después de decir que el amor fraterno está por encima de todos los demás dones carismáticos y antes de afirmar que la caridad es más grande que la fe y la esperanza, hace una descripción impresionante (conmovedora) de la misma. Doy la traducción que hace Emilia Fernández Tejero de 1Cor 13, 4-7, que es fiel y consigue una admirable belleza rítmica:

"El amor es magnánimo, es afable el amor;

no es celoso, no se jacta, no alardea,

no pierde las formas, no atiende a lo suyo,

no se enoja, no guarda rencor,

no se alegra con la injusticia, se complace en la verdad.

Todo lo encubre, todo lo confía,

todo lo espera, todo lo soporta".

Esto, a primera vista tan sencillo y tan cotidiano, no puede ser fruto de un voluntarismo ascético egocéntrico, sino de la afectuosa humildad de quien se vive a sí mismo, no como el ombligo del mundo, sino como uno de tantos. Pero, sobre todo, se debe a la misteriosa, callada presencia del Espíritu Santo, en lo más íntimo de nuestro ser.

El Evangelio de San Lucas pone en boca de Jesús estas palabras dirigidas a sus discípulos:

"¿Qué Padre entre ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra?; o si le pide pescado, ¿le dará en vez de pescado una serpiente?; o si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más su Padre del cielo dará Espíritu Santo a quienes lo pidan" (Lc 11, 11-13).

José María Díez Alegría


 

¡Feliz Navidad!

No es fácil. Basta leer las opiniones, que publicamos más adelante, de las personas cercanas a la YSUCA, para ver que ni siquiera se sabe lo que es navidad. Y por lo que toca a celebrarla, baste con mirar la situación del mundo (Irak, Palestina, Africa, India), la situación de nuestro país (salud, pobreza, emigración forzosa) y, muchas veces, basta con entrar dentro de uno mismo para encontrar oscuridades de todo tipo.

La fe cristiana no anula nada de eso, no dulcifica lo amargo de la vida. Pero sí tiene la audacia de proclamar que la última palabra no está en la oscuridad y el pecado, sino en la luz y la gracia. Y a esto apuntan los evangelios, el de Lucas sobre todo, en sus relatos alrededor de la navidad. Son textos de su tiempo, y por eso están llenos de ángeles, voces del cielo, sueños... Pero tras ese lenguaje hay una gran buena noticia que entendemos todos y todas, aunque no se nos aparezcan ángeles ni veamos los cielos abiertos.

Una mujer, María. Se abandona al misterio de Dios en la anunciación. Sale corriendo a ayudar a su prima Isabel, embarazada de 6 meses. Siendo una sencilla mujer, emula a los grandes varones de Israel, Isaías, Jeremías, y alaba a Dios por ensalzar a los pequeños y derribar del trono a los poderosos. Da a luz con grandes dificultades, pues ése es el destino de los pobres. Y sin embargo, ante una mujer así, bien podemos felicitarnos los seres humanos.

Y no sólo María. Muchísimas mujeres ha habido y sigue habiendo en nuestra historia que levantan nuestro ánimo. Baste leer los testimonios que publicamos de las mujeres de Morazán. Nunca saldrán en programas de entretenimiento de la televisión, pero sus historias llegan a lo escondido de nuestro corazón y nos dan ánimo para sobrevivir. Nunca serán canonizadas, pero expresan como nadie la santidad primordial.

Un niño, Jesús. Cómo todos los niños, el verlo produce ternura. También los bebés de Etiopía, aunque tengan muy poco para sobrevivir. Los cuidados de un bebé en Estados Unidos cuestan 420 veces más que los de un bebé en Etiopía. Sus sufrimientos llenan de indignación, pero su inocencia y su indefensión siguen llenando de ternura. También por esto nos podemos felicitar. Y sobre todo si, como el niño Jesús, crecen como gente de bien, y nos enseñan el camino de la vida.

Un varón, José. Casi nunca se dice nada de él. Los evangelistas si dicen tres cosas importantes. Una es que era trabajador, ganaba el pan con el sudor de su frente. Otra es que era un hombre justo, no corrompido ni servil, sino que deseaba la liberación de su pueblo. Por último, se dice que era un hombre soñador. En sueños veía lo que tenía que hacer, y lo ponía en práctica.

También hoy hay varones trabajadores, justos y soñadores. Los hemos conocido aquí en el país. Y sobre sueños, recordemos las imperecederas palabras de Martin Luther King: "Tengo un sueño, que los niños y las niñas negras puedan viajar en el mismo bus que los niños y las niñas blancas". Mientras haya gente así podremos felicitarnos.

Y un pueblo. Quizás es lo más difícil de celebrar en navidad. Hambrientos y descarriados como ovejas sin pastor, parece que están condenados al "sálvese quien pueda", y con más facilidad saliendo que quedándose en el país. Pero sigue habiendo comunidades, sobre todo en el campo, grupos que poco a poco se organizan para defender la dignidad y los derechos humanos. En los últimos meses ha habido un pequeño despertar popular. Las marchas blancas, con sus ambigüedades, han subido el volumen de la voz popular.

Si se juntan todas estas cosas buenas, bien podemos felicitarnos por navidad. Y en cualquier caso siempre quedan las palabras de Monseñor Romero: "En mi corazón de pastor no hay ningún resentimiento, aun para las ofensas personales, sino que nadie me puede quitar la alegría de poderle decir a mis enemigos: ¡Feliz Navidad!" (25 de diciembre de 1977).

Desde esta Carta a las Iglesias deseamos a todos

¡UNA FELIZ NAVIDAD!


 

Cronología de la crisis en el sistema de salud

El 19 de septiembre de 2002 comenzó un nuevo ciclo en la crisis social salvadoreña. Sindicalistas del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) montaron una huelga en importantes centros hospitalarios, que después se extendió a otros Centros de Salud de la seguridad social en el interior del país y, parcialmente, a algunos hospitales de la red de salud pública. El sistema nacional de salud entraba nuevamente en un estado de parálisis. No era nada nuevo, pero esos días explotó lo que estaba latente en los pasillos, las clínicas y los escritorios de la red de salud pública y del ISSS.

Antecedentes

En la década de los ochenta, los problemas laborales en el ISSS se diluían en el entorno político-militar característico de los años de guerra. Pero, como se dice en Proceso N° 880, "una vez finalizado el conflicto armado, los trabajadores pudieron separar con más claridad sus intereses políticos de sus intereses sindicales". Se esperaba una discusión que llevara a reestructurar el Seguro Social y el sistema de salud, y a enfrentar antiguos males como burocracia, falta de renovación, corrupción, carestía de medicamentos, centralización y baja cobertura.

En tiempos de paz el movimiento sindical sufrió un paulatino debilitamiento, desde dentro y desde fuera, ante la mirada triunfal de las autoridades. Desde 1994, el Ministerio de Salud Pública impulsó un proceso de modernización, a fin de armonizarlo con las políticas de ajuste estructural. Como resultado, surgió la primera propuesta, presentada por el grupo ANSAL. Las tensiones consistían entonces en problemas por despidos y supuestas represalias en contra de sindicalistas cada vez más debilitados.

En 1998 se da un giro importante. El sindicato de médicos trabajadores (SIMETRISS) y el Colegio Médico emergen como fuerzas opositoras lo suficientemente influyentes como para deslegitimar los dictámenes gubernamentales. En abril y mayo de ese año se dan, en tiempos de paz, las primeras confrontaciones abiertas entre sindicalistas y autoridades.

En 1999, la situación en el ISSS se tornó particularmente tensa. Cinco huelgas precedieron a una paralización de labores. El fantasma de la privatización ya asomaba por los pasillos del ISSS, y la crisis se desencadenó, aunque ya existían tres documentos de propuestas de reforma. 1) Reforma del sistema nacional de salud, recogido en Temas claves para el Plan de Nación (enero de 1999), encabezada por la Comisión Nacional de Desarrollo. 2) El programa de gobierno de Francisco Flores, La Nueva Alianza, que toca marginalmente la reforma del sector y desoye las propuestas recogidas por la Comisión Nacional de Desarrollo; y, 3) La Propuesta ciudadana por la salud (junio de 1999), liderada por el Colegio Médico, y que agrupa una amplia gama de sectores ciudadanos. Se constituyó una mesa de negociación, pero en el 2002 estalló de nuevo la crisis.

Desenlace

La crisis del Seguro Social envolvió paulatinamente a todo el sistema nacional de salud y se extendió a todo el tejido social. El último estallido tiene sus antecedentes inmediatos en la inclusión de la reforma del ISSS dentro de la agenda de los grandes empresarios reunidos en el ENADE 2002. Ahí se proyecta la participación activa de la empresa privada en la concesión de servicios "de apoyo a la salud". La privatización nuevamente clamaba por sus fueros. Las partes mostraban actitudes de intransigencia y cerrazón, dejando nulos espacios al diálogo. ¿Qué ha pasado?

19 de septiembre de 2002. Los representantes de los sindicatos de trabajadores (STISSS) y médicos (SIMETRISSS) del Seguro Social anunciaron un paro de labores escalonado e indefinido en los hospitales de Oncología y Especialidades. "Los millones del Seguro Social irían a parar a la empresa privada y ya no pagarían sus cotizaciones, sino que de esto se encargan las empresas aseguradoras, poniendo en peligro la salud de los habitantes", Ricardo Alfaro, dirigente de SIMETRISS. "La huelga está escrita dentro de la constitución; quítela de la Constitución y después ya será ilegal y, mientras esté ahí, nadie la puede impedir. La culpa no es de los que hacen la huelga, sino de los que no dan el servicio en el ámbito de la institución", Beatrice de Carrillo, Procuradora de Derechos Humanos. "No hay ninguna justificación para las acciones de los sindicalistas", Mauricio Ramos, Director General del ISSS.

26 de septiembre. Beatrice de Carrillo culpa al Estado salvadoreño de ser responsable directo de las violaciones al derecho de acceso a la salud. El 30 de septiembre, el gremio médico presenta a los diputados la propuesta del decreto de "Garantía Estatal de la Salud y Seguridad Social", conocido posteriormente como Decreto 1024. Los centros hospitalarios del Seguro Social de San Miguel, Usulután y Santa Tecla apoyan la iniciativa de médicos y sindicalistas.

1º de octubre. Las autoridades del ISSS ponen en marcha un plan de contingencia, ofreciendo atención médica en hospitales alternativos como el Militar y el Roma en San Salvador. En la Fiscalía General de la República se depuraban siete denuncias en contra de médicos y sindicalistas por los altercados registrados días antes. Dos días después, la Procuradora de Derechos Humanos hace una censura pública contra el Director General del ISSS, por su actuación durante la crisis. El 8 de octubre, la jueza primera de lo laboral de San Salvador, Irma García, resolvió que la huelga liderada por los sindicalistas era ilegal, llamando a los médicos a reincorporarse a sus labores.

14 de octubre. El presidente Flores lanzó oficialmente el plan "Democratización del sistema previsional de salud". El gobierno financia una millonaria campaña para dar a conocer su proyecto, pero la población mantiene sus dudas.

17 de octubre. Los diputados de oposición aprueban el Decreto 1024, que prohibe las concesiones de servicios a la empresa privada a partir del 31 de diciembre de 2002. El 23 de octubre, se registra una multitudinaria marcha –la segunda "marcha blanca"– en contra del plan de Flores. El 31 de octubre, el presidente Flores, sorpresivamente, se retracta y promete formar una comisión de seguimiento. Fungiría como primer representante el alcalde de San Salvador, Héctor Silva. Los médicos no levantan la huelga.

4 de noviembre El gremio de médicos rechaza la mediación de Silva y del Arzobispo de San Salvador. Dos días después, las partes se reúnen en Casa Presidencial sin llegar a acuerdos. Otros dos días después, se rompen las negociaciones.

14 de noviembre, la oposición ratifica el decreto 1024, sin tomar en cuenta las observaciones del presidente Flores. Durante los días posteriores, diversos sectores, entre los más influyentes la gremial empresarial ANEP, rechazan el Decreto 1024, señalando su inconstitucionalidad.

Perspectivas

Terminamos el 7 de diciembre. La crisis continúa en una situación de impasse. Los médicos se aferran al recurso de la huelga, exigen garantía jurídica y administrativa de que no se den más servicios de salud en concesión a la empresa privada y que no se les apliquen sanciones por los días que dejaron de laborar. Por otro lado, el gobierno repudia firmemente y por todos los medios posibles el espíritu y la letra del Decreto Legislativo 1024.

En los últimos días hay pocas novedades significativas. El doctor Dada Hirezi interpreta la actitud del Gobierno como un ultimatum. Monseñor Gregorio Rosa –que empieza a actuar con eficacia como mediador por parte de la Iglesia– ve una pequeña luz de esperanza. A su parecer hay avances significativos. El día 6 la UCA publica un pronunciamiento: "Un llamado a la sensatez y a la ética". Ese mismo día se realiza la cuarta marcha blanca, nutrida y sin incidentes. Con sus ambiguüedades, esas marchas expresan un despertar popular.

El problema de fondo sigue en pie: la salud y la seguridad social de miles de salvadoreños, sobre todo de los más desposeídos.

 


 

 

El SIDA golpea a los jóvenes de El Salvador

El 1 de diciembre fue el día mundial de la lucha contra el SIDA, aunque en El Salvador pasó bastante inadvertido, pues unos estaban atraídos por los Juegos Centroamericanos y del Caribe, otros estaban atrapados en su rutina cotidiana, y una gran mayoría simplemente se desinteresa del problema. Y no es que no exista.

El mortal virus se ha convertido en un asesino silencioso que golpea cada vez con mayor fuerza a la población de este pequeño país. Desde 1984 hasta julio de 2002 se han reportado 5,250 casos de SIDA y 4,864 de infectados con el VIH. Ultimamente, en especial las mujeres jóvenes están siendo más castigadas. El sector de mayor incidencia es el comprendido entre los 15 y 34 años, y esto desata consiguientemente una reacción en cadena, "porque son mujeres en edad fértil y eso nos genera niños que nacen ya con el virus", advirtió el ministro de salud .

Las estadísticas oficiales indican que en El Salvador existen alrededor de 20,000 portadores del VIH, sin embargo, unas 10,000 personas ignoran que lo padecen. Entre los adolescentes y jóvenes infectados comprendidos entre 12 y 18 años el 55% pertenece al sexo masculino y el 45% al femenino. De 19 a 24 años, la comparación varía, ya que los hombres ocupan el 71% de los enfermos y las mujeres el 29%.

Los números muestran que la mayoría de los contagiados está dentro del grupo de las personas heterosexuales, es decir, el 76% en comparación con tan sólo el 5% de homosexuales. Esto es importante recalcarlo porque "la gente sigue pensando que es una enfermedad de homosexuales y trabajadores del sexo, pero eso es una gran equivocación, es una enfermedad que acecha a todos los salvadoreños", dijo el ministro. Hasta julio de este año, se registraron 500 nuevos casos, la gran mayoría jóvenes.

En Centroamérica el SIDA es cada día una amenaza más real. En Haití, no tan lejos de nosotros, la incidencia alcazaba ya en 1997 el 5.2% de la población entre los 15 y 49 años. A nivel centroamericano, el país más afectado por la pandemia es Honduras, con 1.5% de la población y con una tasa de 2,000 nuevos casos anuales, según la Organización Panamericana de la Salud. El gobierno hondureño el viernes 29 de noviembre lanzó una campaña para tratar de contrarrestar la epidemia. Las autoridades esperan reducir en un 25% la incidencia de la enfermedad entre los hondureños de 15 a 24 años en el 2007. A escala mundial, el SIDA ya ha cobrado la vida de por lo menos 24 millones de personas desde que se identificó el primer caso. A final de este año, 42 millones de adultos y niños de todo el mundo serán portadores del virus, según la agencia de Naciones Unidas, ONU-SIDA.

¿Qué hacer ante la tragedia? Es importante tener una respuesta de largo plazo, basada en valores, fortalecimiento de vínculos familiares, comportamientos éticos y morales y una adecuada educación sexual. Pero también hay que desarrollar una campaña de prevención que alerte, concientice e instruya a la gente en torno a como evitar el contagio. Así mismo, dada la dimensión creciente del problema, es indispensable también tener claridad sobre la solidaridad necesaria con los enfermos.

Aquí en El Salvador la Corte Suprema, en un fallo alentador, obligó al Seguro Social a proveer de medicina a un grupo de enfermos de SIDA. Todavía es una minoría dentro de quienes sufren la enfermedad. Pero el Estado debería tener no sólo claridad, sino conciencia en torno al tema.

No se puede dejar que los ciudadanos contagiados de SIDA, más aún, los hermanos y hermanas de nuestra misma carne y sangre, vivan y mueran sin la atención, la medicina y la solidaridad que se merecen. De lo contrario, muchas de las frases que se dicen sobre la patria no dejan de ser una manera de limpiarnos nuestras inmundicias con grandilocuencia vacía. Ojalá repartamos el interés entre los juegos y la salud. Y que gane la salud.

 


 

Juan Pablo II y los emigrantes

¿América Latina "exporta" personas?

En El Salvador lo sabemos muy bien. Quizás dos millones se han ido ya del país, y para muchos, jóvenes sobre todo, sigue siendo la única solución. Pero el problema está generalizado. Casi 20 millones de latinoamericanos y caribeños debieron emigrar de sus países de origen, la mitad de ellos durante la década pasada, según informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). En total, uno de 13 de los 150 millones de emigrantes en el mundo proviene de América Latina. Pero ésta es la cifra mínima, ya que no tiene en cuenta a quienes emigran y trabajan en forma irregular o a aquellos a quienes se desplazan en forma temporal.

El movimiento de población en América Latina ha dado un giro espectacular en los últimos 40 años. Desde 1960 la región pasó de ser importadora de población, a exportadora. El fenómeno más reciente es la "espectacular emigración hacia España", país donde hace 20 años vivían 50 mil latinoamericanos y hoy lo hacen 300 mil, la mayoría ecuatorianos, colombianos y peruanos.

El cambio en la corriente migratoria se debe en gran parte a la pobreza, que afecta al 44% de la población regional en 2002. México es el país que más exporta trabajadores. Entre 8 y 10 millones viven en Estados Unidos, cifra que podría subir a 20 millones si se tiene en cuenta sus descendientes y parientes. La mayoría del millón de cubanos y salvadoreños que salieron de su país lo hicieron a territorio estadounidense. Los suramericanos por su parte miran a Europa, y en buena parte a Canadá, en el momento de emigrar.

El llamado de Juan Pablo II

El papa ha pedido ofrecer una cálida acogida a los inmigrantes, que no pueden ser considerados como competidores, e invita a los emigrados a respetar las leyes del país que los acoge. El 17 de noviembre hizo este llamamiento en el día en que la Iglesia católica en Italia celebraba la Jornada de las Migraciones.

"Vivimos en una época de profundos cambios que afectan a personas, grupos étnicos y pueblos. También hoy se registran graves desigualdades, especialmente entre el norte y el sur del mundo. Esto hace que la tierra, convertida cada vez más en una ‘aldea global’, sea por desgracia para unos un lugar de pobreza y de privaciones, mientras en las manos de otros se concentran grandes riquezas".

"En este contexto –insistió–, el ‘otro’ corre el riesgo de ser considerado con frecuencia como un competidor, sobre todo si es ‘diverso’ por idioma, nacionalidad y cultura. Por este motivo es importante que se difunda el espíritu de acogida, que hay que traducir en comportamientos sociales de atención especialmente a quien está en necesidad. Cada quien es llamado a contribuir para mejorar el mundo, comenzando por el propio ámbito de vida y de acción".

En particular, el Papa pidió a las familias, asociaciones, comunidades eclesiales y civiles que "se conviertan cada vez más en escuelas de hospitalidad, de convivencia civil, de diálogo fecundo. Por su parte los inmigrantes deben saber respetar las leyes del Estado que los acoge y contribuir así a una mejor integración en el nuevo contexto social".

"En Cristo, al acoger a todo hombre, Dios se ha hecho ‘emigrante’ por las sendas del tiempo para llevar a todos el Evangelio del amor y de la paz. Al contemplar este misterio, ¿cómo es posible no abrirse a la acogida y reconocer que todo ser humano es hijo del único Padre celestial y, por tanto, hermano nuestro?".

 


 

Los mártires jesuitas en la prensa escrita

 

Los actos conmemorativos de los mártires jesuitas inmolados el 16 de noviembre de 1989 tuvieron una escasa difusión en la mayor parte de la prensa escrita salvadoreña. La tendencia de algunos medios a obviar las referencias a las víctimas del terrorismo de Estado durante la guerra encontró ese año una justificación en una coyuntura dominada por la huelga médica y los controversiales movimientos del alcalde capitalino Héctor Silva.

La única excepción fue el rotativo de la tarde Co Latino, que dedicó la portada de su edición del sábado 16 de noviembre a la vigilia celebrada en la UCA la noche anterior. "A 13 años de la muerte de los Jesuitas: Su presencia permanece encendida en el pueblo como una llama", rezaba el titular de la nota que encabezaba la edición, escrita por Patricia Meza. También figuraba una fotografía que registraba un detalle de la procesión de los farolitos. "Los mártires han resucitado en el caminar de su pueblo. Su presencia permanece viva, acompañando los problemas sociales y económicos por los que lucharon y denunciaron y por los que fueron llevados a una muerte martirial, hace 13 años", escribió Meza.

Ese mismo periódico publicó un editorial del lunes 18 de noviembre, titulado: "En el trece aniversario del martirio de los jesuitas y los movimientos sociales". El editorialista destaca la importancia de la lucha contra la impunidad y la importancia que, dentro de esa lucha, tienen las conmemoraciones populares, las cuales "resuenan en aspectos concretos: reconocer como personas dignas a nuestros mártires, y determinar responsabilidades".

Esto en lo que se refiere al periódico Co Latino. Con respecto a los periódicos matutinos y al otro vespertino, "lo demás es silencio", como diría el cuentista guatemalteco Augusto Monterroso.

La única salvedad fue el comentario que publicó en la edición de La Prensa Gráfica, correspondiente al jueves 14 de noviembre, el poeta Miguel Huezo Mixco, en su columna semanal Pretextos. En su comentario, titulado "Terquedad de la memoria", el autor comienza diciendo: "Como nada, van a cumplirse trece años. Todavía se escuchan en el aire las órdenes de muerte. El corte de cartuchos y el estrépito del implacable encarnizamiento en aquella madrugada del 16 de noviembre de 1989. Sin embargo, los fantasmas de aquellos seis sacerdotes en sus batas ensangrentadas, sacados de la cama a una ceremonia negra, todavía caminan por los pasillos donde los poderes deciden con un tiro de dados la suerte de la porción de humanidad expuesta a sus caprichos".

Huezo Mixco, recuerda los instantes en que coincidió con Ellacuría: primero, en la cátedra de Filosofía "del discípulo de Zubiri"; años después, durante la guerra, cuando el rector mártir "acompañaba al obispo Arturo Rivera en una delicadísima misión: servir de intermediario en la negociación con el mando guerrilllero del cerro de Guazapa para la liberación de Inés Guadalupe, la hija del entonces presidente Duarte", y el poeta pertenecía a las filas insurgentes. La memoria de los jesuitas, afirma, "no salda las deudas, es verdad, tampoco castiga a los culpables, pero su presencia conmociona la existencia de los que seguimos y de los que seguirán aquí, y eso cuestiona nuestro presente construido principalmente sobre una amnesia injusta".

Los mártires jesuitas no tuvieron una gran presencia en la prensa este año. Quizá su presencia más significativa fue, a la vez, menos obvia para las empresas mediáticas, pero sí evidente para los sectores populares. En virtud de esa presencia, las comunidades, como dice el editorial de Co Latino, "se reúnen para alimentar la memoria histórica, pero también cuando se organizan para luchar por los más grandes intereses de las mayorías", por lo que los mártires jesuitas y Monseñor Romero "estarán presentes, no sólo en los anhelos de justicia y democracia de los pueblos, sino frustrando, cotidianamente, los deseos de un pequeño grupo, de instaurar una sociedad de olvido e impunidad".

Luis Alvarenga


 

El tullido que saltó

P. Dean Brackley

Homilía en la Eucaristía en memoria de los mártires de la UCA, 9 de noviembre

Las crisis producen idólatras y asesinos, por un lado, y santos y mártires, por otro. Esta mañana recordamos a los mártires, mujeres y hombres, de este país, pero especialmente a nuestros seis hermanos jesuitas. (Hace dos semanas conmemoramos a Julia Elba y Celina Ramos) Estos mártires de la UCA arriesgaron sus vidas, diciendo la verdad cuando era peligroso. Pagaron el máximo precio en defensa de la vida de los pobres. Hoy, esta entrega es buena noticia para nosotros. Lo que causó tanto dolor entonces, ahora genera esperanza. Recordarles nos llena de gratitud y levanta el ánimo.

Los seis jesuitas, que mezclaron su sangre con la de 75,000 personas más, trataron de estar a la altura de su tiempo, como solía decir Ellacuría. Se dejaron impactar por la realidad. La contemplaron a la luz del evangelio y respondieron. La mejor manera de hacer honor a su memoria es la de estar, también nosotros, a la altura de nuestro tiempo. ¿Cómo hubieran respondido ellos a nuestra realidad? ¿Qué nos dirían hoy? ¿Qué harían? ¿Qué nos diría aquel Nacho, intelectual de primera, que hizo sentir "importante" a cada persona de Jayaque? ¿Qué haría Amando que siempre dedicó tiempo para escuchar y alentar a los demás? ¿O Lolo, que supo formar generaciones enteras de pobres? ¿O Montes, amigo leal, investigador y decidido defensor de derechos humanos? ¿O el silencioso Juan Ramón, que trabajó tan generosamente, muchas veces en silencio, poco reconocido y, como Mons. Romero, se convertía con frecuencia en un poderoso predicador de la palabra? ¿O Ellacuría, que, a la cabeza de esta comunidad universitaria, la animó a responder a la más grave crisis nacional y señaló el camino de la paz para el país? ¿Qué harían hoy?

Estos hermanos eran seguidores de Jesús. Quisieron continuar su misión y poner en la práctica su mensaje. Creo que ellos mismos se preguntarían hoy: ¿Qué haría Jesús? Hoy nos animarían a preguntarnos lo mismo.

¿Y cómo actuó Jesús? Anunció buenas noticias a pobres y afligidos. Dijo que la hora había llegado de que Dios instaurara su reino, reino de vida abundante, de perdón y de paz. Jesús quiso decir que el amor y la fraternidad son posibles, a pesar de todo. Sólo era necesario arrepentirse, acoger esta nueva posibilidad, y así permitir que el Espíritu trabaje en nosotros para transfigurar la realidad.

Jesús anunció la buena nueva en medio de malas noticias –de pobreza y desprecios. Los historiadores nos informan que en tiempos de Jesús, y especialmente en Galilea, había pobreza masiva. ¿Por qué aparecen tantas enfermedades y curaciones en el evangelio? ¿No será porque ser pobre es, siempre, estar también enfermo? Hoy la pobreza produce desnutrición, dengue, virus, trauma y muerte antes de tiempo. Y así era en tiempo de Jesús –tiempo de lepra, de fiebres, parálisis y trastornos mentales. Para la Biblia, la enfermedad es fruto de pecado, aunque Jesús aclaró que eso no quiere decir que la enfermedad es producto del pecado de los y las enfermas (Juan 9, 2; Lucas 13, 1-5). Jesús respondió al dolor del pueblo con misericordia, sanando sus dolencias. Era un signo importante de la llegada del reino y la bondad de Dios. Así es el Padre y así es el reino. Dios trae vida en abundancia. Vence al pecado, a la enfermedad y la muerte.

Los discípulos continuaron la misión de Jesús. En la primera lectura, Pedro y Juan curan la enfermedad del pordiosero tullido. No sólo restauran su salud por el poder de Jesús, sino que restauran también su dignidad. Al mendigo cabizbajo, le dice: "Míranos". Es decir, "Levanta tus ojos, y mira los nuestros. No eres menos que nosotros. Tu enfermedad no es castigo de Dios". Y le dicen después: "¡Levántate!", y el cojo se levanta, con los pies y tobillos fortalecidos. Liberado de su parálisis, se reintegra a la comunidad. El mismo se convierte en señal de Jesús resucitado, presente y activo en su medio. Sus saltos de alegría cuestionan a la gente, sobre todo a los poderosos, los verdugos de Jesús. Su rehabilitación es una invitación a arrepentirse, a cambiar de rumbo y aceptar el don de la fraternidad que ofrece Dios.

Estas lecturas arrojan luz sobre nuestra realidad actual, caracterizada por la crisis del sector salud. Esta situación nos interpela a nosotros, discípulos y discípulas de Jesús hoy. Esta palabra de Dios debe ayudarnos a encargarnos de esta realidad, para poder cargar con ella, como diría Ellacuría.

Pues, ¿cómo quedarse indiferentes en este país de desnutrición, donde proliferan dengues, rotovirus, infecciones respiratorias, diarreas mortales y descuidos también mortales? ¿En este país de hermosos pasos de dos niveles, donde, a poca distancia, pacientes del hospital Rosales intentan dormir en el suelo de los pasillos?

Ante estas y otras tragedias, en estas semanas ha estallado una protesta fuerte que crece cada día. Es un signo de nuestro tiempo. Al recordar a nuestros mártires, nos preguntamos por el sentido que tiene este signo para nosotros.

El tullido de los Hechos nos hace pensar en el pueblo salvadoreño que ha comenzado a andar. Este pueblo también levanta su cabeza. Rechaza ser tratado como menor de edad, engañado y no tomado en cuenta. Esta misma mañana, la gente de Jayaque me decía que ya no se dejan engañar. Creen que el gobierno quiere privatizar el sistema de salud, dejando a los pobres con menos protección.

Cada día más gente expresa su indignación ante la falta de acceso a los servicios médicos, y no sólo en el ISSS. Perciben la falta de recursos en las unidades de salud como un escándalo y un insulto al pueblo. Las cosas tienen que cambiar. La cobertura universal y adecuada del sistema de salud es el objetivo fundamental. ¿Cómo hacerlo? Habrá que proponer y dialogar con transparencia, con la participación de la ciudadanía afectada. Ya existe un consenso amplio de que el servicio de salud es un derecho que no debe tratarse como mercancía. Si bien puede haber un lugar para el sector privado en este campo, el papa Juan Pablo II, en su encíclica de 1991, nos recuerda que "existen necesidades colectivas y cualitativas que no pueden ser satisfechas mediante los mecanismos del mercado; hay exigencias humanas importantes que escapan a su lógica; hay bienes que, por su naturaleza, no se pueden ni se deben vender o comprar. Ciertamente, los mecanismos de mercado ofrecen ventajas seguras... No obstante, conllevan el riesgo de una "idolatría" del mercado, que ignora la existencia de bienes que, por su naturaleza, no son ni pueden ser simples mercancías" (Centessimus annus 40).

Como el tullido, el pueblo salvadoreño se ha echado a caminar, comenzando con el personal médico. El pueblo está en camino en la tercera "marcha blanca" esta mañana. Hay que reconocer y celebrar la altura moral de esta nueva protesta popular. Se ha desarrollado sin incidentes notables de violencia, y además sin represión violenta de parte de las autoridades. Se han tomado medidas para no causar daños a la propiedad o a la población. Se trata de una nueva madurez en la acción reivindicativa del pueblo, y esta madurez ha atraído a más manifestantes. Hombres y mujeres que trabajan en el sector salud han ejercido su derecho de ir a la huelga. Para este sector es una medida extrema, pero los huelguistas nos aseguran que están cumpliendo con su estricto deber moral de atender a casos urgentes. Esperamos que sea así, porque es esencial mantener la altura moral en este caminar. No sólo se trata de transformar un sistema de salud que deja morir a los pobres, sino también de exigir mayor transparencia en la vida pública, mayor participación y mayor democracia.

Tal vez no sería exagerado reconocer, en esta forma de acción popular, una señal de la presencia de Jesús resucitado en nuestro medio, que, como en el tullido del templo, ahora saltando, invita a todos y a todas, y sobre todo a los poderosos, a arrepentirnos y aceptar aquel reino que Dios nos ofrece. Así viviremos el "tiempo de alivio" que Dios ha prometido.

Los mártires que celebramos hoy advertirían de los peligros de este momento, y de sus oportunidades. Creo que estamos cosechando algo en estos días de lo que estos mártires, y miles más, sembraron tan generosamente en favor de un futuro que querían para el país, aunque ellos no lo lograran ver.

 


 

Mujeres en Morazán

"Tomamos la palabra"

"Las mujeres de las Comunidades de Base del Norte de Morazán nos reunimos todas las semanas para apoyarnos mutuamente y servir a nuestro pueblo. En estas reuniones abrimos los ojos a nuestra realidad... Pero también miramos a nuestro propio corazón, nuestros sentimientos y nuestras vidas con el fin de superarnos y poder dar un mejor aporte. En una ocasión, Carmen Elena nos dijo que nuestras vidas se parecen a las vidas de muchas mujeres de la Biblia... Entonces tomamos papel y lápiz y empezamos a escribir la historia de nuestras vidas".

Esto es lo que se dice en la introducción del libro "Tomamos la palabra. Testimonios de las mujeres de las Comunidades de Base del Norte de Morazán". A continuación publicamos la historia de Ana Elsa Rodríguez y de Josefina Santiago, pero antes citamos unas palabras del Prólogo.

Prólogo de Rogelio Ponseele

"En este libro, mujeres, ellas mismas, cuentan sus vidas. No ocultan nada, ni sus éxitos ni sus tropiezos. Sólo esto ya es algo que sorprende, pues supone un nivel de autoestima no muy común en el norte de Morazán, un rincón del país poco recordado, a no ser por los largos años de la guerra. A ese nivel de autoestima contribuyó paradójicamente la misma guerra y sobre todo un proceso de formación dentro de las congregaciones de madres cristianas, sostenido, durante años. Los que tuvimos la dicha de estar cerca de ellas, fuimos testigos de su permanente crecimiento humano y cristiano, hasta asumir, hoy en día, a la par del hombre un papel protagónico en sus hogares, comunidades y municipios. Podemos hablar de una metamorfosis. Tan profunda e integral ha sido su transformación.

Las historias son diferentes y similares a la vez. Saltan a la vista al menos cuatro constantes. Tuvieron, en su mayoría, una niñez infeliz, producto de la pobreza y de la tradicional paternidad irresponsable. A muchas se les dificultó bastante lograr una vida de pareja satisfactoria y estable; la ignorancia, el machismo, la infidelidad y la guerra fueron otros tantos obstáculos en este camino. La guerra misma, que les arrebató, en más de algún caso, a sus seres queridos, fue para ellas una experiencia sumamente dolorosa. Y no obstante lo anterior, resaltan con un orgullo legítimo, los aportes que dieron durante la guerra y en el refugio y que hoy siguen dando en sus cantones, caseríos y comunidades eclesiales de base. Esta actitud positiva frente a la vida que, pese a todo, mantuvieron siempre, no es ajena a su fe cristiana que fue su arma de apoyo y su fuente de inspiración en todo momento".

Ana Elsa Rodríguez

Me llamo Ana Elsa Rodríguez. Nací el 1 de junio de 1946 en el caserío Ocotillo, Cantón Azacualpa, San Fernando, del departamento de Morazán. Soy hija de Paula Rodríguez y Jesús Santo Vigil. En ningún momento he sido reconocida por mi papá. Hasta el día de hoy no recuerdo haber recibido ni tan siquiera un vestido de quien dice ser mi papá. Me siento una mujer sin padre, igual a tantos niños de hoy que les sucede lo mismo.

Mi familia es de la clase muy pobre. Esto me hace recordar un poco que mi hermana y yo crecimos en medio de un montón de dificultades. Pues, a pesar que en la familia solo éramos tres con mi mamá, sufrimos mucho con relación a la comida.

Recuerdo que, cuando éramos niñas, no salíamos a ninguna parte. No conocimos ningún lugar. Cuando ya tenía como 8 años, me mandaron a la escuela. Me acuerdo que la escuela era la casa de mi tío Marcelino Guzmán. El profesor se llamaba Elías y era muy bolo. Pero bueno, algo aprendimos a leer y escribir. Luego hicieron una escuelita. Cambiaron al profesor y vino una maestra de nombre Julia Esperanza. Con esa maestra sí aprendimos bastante. Luego se casó con un hombre de Perquín.

Así fueron pasando los años. Luego tuvimos que ir a la escuela de San Fernando. Ese tiempo no fue fácil para mí ni para las demás que íbamos a la escuela, ya que nos daban clases todo el día. Aguantábamos hambre y las lluvias en el camino. Mis compañeras y yo ya estábamos solteras. Empezamos a tener novios. Me acuerdo que una vez marchando en la plaza de San Fernando, antes de un 15 de septiembre, nos dijo un policía de hacienda que para tener novio éramos buenas, pero que marchar no podíamos. Toda esa situación a mí ya no me gustó y dejé de ir a la escuela. Por eso casi no aprendí nada a leer.

Cuando ya no fui a la escuela, como ya era una muchacha, mi mamá ya no me dejaba salir sola. Ella era muy enojada como siempre lo es. Por esa razón yo digo que me crecí muy tímida. Ya que no tenía más libertad de platicar con nadie, y por eso cuando una decide acompañarse lo hace a la primera propuesta que encuentra, por el mismo miedo que una les tiene a las mamás y sin tener muy en cuenta los problemas que se le van a presentar después.

En esto yo quiero recordar un poco lo que a mí me ha sucedido, aunque es bien penoso decir esas cosas. Pero hoy tenemos un poco de libertad para expresar lo que nos pasa a muchas mujeres. Yo me acompañé a la edad de 19 años. Mi compañero se llama Vidal Martínez. Estando juntos decidimos casarnos por la Iglesia. Yo tuve cuatro hijos. Lo que voy a decir es el punto más duro para mí como madre y como mujer. En 1980 mis cuatro hijos estaban pequeños. A ellos les gustaba andar mucho con el papá. El estaba organizado.

Recuerdo que los hombres tenían que andar huyendo por los montes. Pues las autoridades los buscaban en las casas y a quien encontraban lo mataban. Recuerdo que ya era invierno cuando dijeron que habían unos campamentos y que hombres y mujeres tenían que acamparse para cuidarse de la represión. En este caso, mi compañero se acampó y yo me fui con mis hijos y otras familias al otro lado de la frontera, al lado de Honduras.

Dejamos las casas y las cosas que teníamos y la familia. Es decir, nos separamos. Unos nos fuimos para un lado y otros para otro lado. Como les decía, los cipotes estaban bien acostumbrados a andar con el papá, y como él llegaba a vernos donde nosotros estábamos, dos de mis hijos decidieron venirse con el papá para el campamento donde estaba él. Ellos se daban cuenta que en los campamentos se comía carne, y como nosotros andábamos huyendo, sufríamos mucho por la comida.

En los últimos días del mes de julio de 1980, mis hijos César y David se vinieron con el papá para Azacualpa, donde estaba el campamento, en la casa de Don Ladislado Chicas. Pues estando allí en agosto de 1980, como a eso de las nueve de la noche se escuchó una gran explosión. Eso me llenó de mucho miedo, y me puse a pensar: "¿qué habrá pasado?".

No dormí toda la noche, y al sólo amanecer esperando a ver quién llegaba me parecía ver llegar a mis hijos. Así pasaron muchos días y nunca se sabía nada. Ni mi compañero llegaba a vernos. Lo primero que le pregunté fue por mis hijos. En el mismo momento no me pudo ni hablar un poco. Después me dijo que César y David ya no vivían, que estaban muertos. En ese momento ya no me quedé en este mundo. Estaba lo más muerto por lo que ma había dicho. Me llené de cólera por el hecho de no haberme avisado y poder ir a enterrar a mis hijos.

Este hecho es un acontecimiento que nunca me dejará estar bien. Ya que años después sacan otro de mis hijos y también murió en combate. Es decir, que en total son tres hijos los que murieron en la guerra. De todo esto yo como madre no he recibido ningún beneficio en recompensa de haber dado a mis hijos al proceso revolucionario.

Estando refugiados en Colomoncagua, como mujeres aportamos todo lo que pudimos hacer para la guerra. Yo fui coordinadora de colonia. Trabajé en talleres de manualidades. Luego, al regresar a El Salvador, trabajé en Los Quebrachos en la construcción de viviendas. Después decidí con mi único hijo que me quedó, regresar al lugar donde yo hago mi vida con mi hijo, ya que también soy mujer abandonada por mi compañero. Bueno, hay tantas cosas que decir, pero he tratado de recordar lo más importante.

Actualmente me reúno permanentemente con mi comunidad que se llama Ocotillo. Allí participo en el grupo de mujeres que es la Congregación de madres. Esta congregación es de carácter ecuménico, nació en tiempos de la guerra y se mantiene alimentando la fe. Habemos mujeres católicas, pero también mujeres de las Asambleas de Dios y de la Iglesia del Séptimo Día. No encontramos contradicciones en nuestro crecimiento personal y comunitario.

En este año 2001 estoy junto a otras madres de caídos en un proceso de exhumación de mis hijos, pues el darles cristiana sepultura me consolará en mi inmenso dolor de madre y de mujer.

Josefina Santiago

Mi nombre es Josefina. Nací en el cantón Agua Zarca el 24 de diciembre. Mi padre era un trabajador de la tierra (agricultor). Mi madre se dedicaba a los oficios de la casa. Me gustaba jugar con muñecas. Les hacía vestidos. Fui creciendo haciendo lo que mi mamá hacía. De siete años fui a la escuela. Estudié hasta segundo grado. Me gustaba ir a la escuela, pero en el cantón no había más grados para seguir estudiando.

Me mandaron a trabajar a la casa de mi profesora. Ella era muy buena. Se llamaba Margarita. Estando con ella me dijo que me preparara para hacer mi primera comunión en 1959. Después seguí practicando siempre las cosas de Dios porque mi papá era buen católico. Yo asistía a misas, velorios, floreadas y novenas de los primeros viernes. Me acompañé. Crié a mis hijos, aunque con dificultades. Pero yo nunca perdí la esperanza en Dios y le pedía que me diera paciencia. Dios siempre estaba conmigo. Se vinieron los problemas de la guerra, pero yo allí veía la presencia de Dios que me apartaba de los problemas.

El año de 1980 fue duro para mí. Sufrí con mis hijos. En el mes de julio salimos para Honduras a buscar refugio porque no podíamos estar en un solo lugar. Andábamos de aquí para allá. Salimos por el lado de Santa Elena. Caminamos día y noche, y lo peor fue que no nos recibiron. Nos dijeron que El Salvador tenía problemas con Honduras. Nos venimos de regreso. Andábamos varias mujeres embarazadas. Unas chinearon en el camino. Yo también tuve una niña en una casa ajena, en el monte. Mi niña tenía 11 días de nacida cuando llegaron los soldados en un operativo y mataron a tres compañeros. Uno de ellos quedó muerto en el patio de la casa donde estaba yo con otras compañeras y varios niños. Yo tenía un gran miedo. Los niños eran como 12. Ese día fue triste para nosotras. El operativo duró como tres días. En el mes de octubre salimos para La Villa El Rosario. El operativo se llamaba tierra arrasada. Yo estuve con mi niña de cuatro meses durmiendo en el suelo sin comer ni beber nada. Luego llegó la tropa a la Villa matando gente. No hallábamos qué hacer ni para dónde salir. Nos mandaron para las casas, pues las habían quemado. La represión continuaba el mismo año.

En diciembre salimos de nuevo a buscar refugio en Honduras. Dormimos en un lugar que se llama Las Flores. El siguiente día nos recibió una delegación de gente solidaria. De allí fuimos para Colomoncagua. Allí estuvimos con nuestros niños sufriendo hambre mientras nos ubicaban en otra parte. Los hermanos de las aldeas nos llevaron un poco de comida. Luego nos mandaron camiones con comida de parte de la Iglesia hondureña por medio del Padre Celso del programa de Cáritas. Siempre estuvo presente la Iglesia hondureña, materialmente y espiritualmente. Porque el Padre Celso venía a bautizar y celebrar, también la solidaridad internacional nos traía alimentos y ropa usada.

Yo trabajé un poco en las máquinas que había traído el Padre. Cubríamos las necesidades más prioritarias. Vivíamos un poco más unidos. Se habían hecho una comunidad. En el año 1983, vino un sacerdote de España de nombre Miguel a quien recuerdo mucho porque a pesar de muchas preocupaciones nos daba ánimo hablándonos de Dios. Formamos grupos de reflexión en cada colonia, coordinados con la coordinación del campamento. Yo trabajé en los talleres de sastrería haciendo ropa para niños y ancianos. Trabajaba hasta la noche para ayudar a los hermanos que más lo necesitaban.

Tuvimos problemas con los soldados hondureños. Llegaron al campamento. Hicieron una masacre. Ese día yo me sentía muerta. Pues tenía a los niños en la guardería. Me fui corriendo a buscarlos. Los soldados me caían por los pies. Esto fue en el año 1985. Pero la fe que tenía en Dios es que no nos iba a pasar nada. Por la balacera yo no veía nada, los ojos se me llenaron de tierra.

Me vine a El Salvador con mis niños en el año 1989, el 18 de noviembre. Siempre seguí trabajando en la costura, haciendo ropa para los compas. Pues estaba la ofensiva. Yo he sufrido mucho, mucho. Mi vida siempre ha sido de sufrimiento. Estando ya en nuestra comunidad, Segundo Montes, continué trabajando en una fábrica de ropa. Siempre sigo trabajando en la comunidad donde vivo, porque la presencia de Dios nos está animando cada día más y Dios nunca abandona a su pueblo sufrido.

Yo sigo pensando que lo primero es servir y a pesar de las dificultades que vivimos como pobres siempre estoy dispuesta a poner un granito de arena. Doy catequesis a los niños. Me reúno con la Congregación de madres. Como celebradoras celebramos las floridadas de la Virgen María, el Año Nuevo y la Natividad. Si hay algún trabajo también colaboramos. Todo esto que hacemos es con la ayuda de Dios y otras personas como el Padre Rogelio y Carmen Elena y Ascensión y también con miembros de nuestras comunidades.

* * *

Volvamos, para terminar, al prólogo de Rogelio Ponseele. "Los historiadores clásicos que escribieron historia y la interpretaron desde la perspectiva de las élites, se equivocaron. Los y las verdaderas protagonistas de la historia no están ahí, están en medio del pueblo, como esas mujeres que tomaron la molestia de contarnos sus vidas. La lectura de esas vidas, sin duda alguna, despertará en nosotros y nosotras el deseo de ser mejores, de estar atentos a lo que sucede y de ocupar de nuevo el puesto que nos corresponde, no de lado de Bush ni de lado de Bin Laden, sino de lado de las víctimas de aquí y de allá que gritan por un mundo radicalmente diferente y mejor".

 


 

¿Para quién es la Navidad?

El adviento es un tiempo para fortalecer la esperanza. Hay que "estar en vela". Esto puede traducirse en "secundar y dinamizar las esperanzas profundas de nuestros pueblos, en ver lo que hay de incoherente en nuestro comportamiento personal, de engaño y de doblez en nuestras vidas, pero también de prometedor en los esfuerzos por defender la vida y la justicia", dice Gustavo Gutiérrez. Hemos preguntado a la audiencia de YSUCA, qué sentido tiene hoy navidad, y para quién es esta celebración. Esto nos han contestado.

"Lastimosamente hemos cambiado el sentido cristiano de la navidad. Hoy sólo pensamos en ropa, comida, fiesta y cosas parecidas. Y cuando comienza el otro año, ya no hallamos ni cómo hacer para comprar las cosas necesarias o los gastos de la escuela. Nos hemos olvidado que lo que estamos celebrando es el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo y no el inicio de una temporada de compras y ventas con su Santa Claus comercial a la cabeza".

"Las celebraciones de navidad tienen muy poco de cristianas. Se trata de reventar cohetes, de tomar, de emborracharse. Eso parece más bien Sodoma, pero no tiene nada de cristiano. Para mí la navidad debería ser un tiempo de sobriedad. Hay navidad cuando uno está lúcido, cuando tiene su mente sana, cuando comparte en familia. Eso lo he aprendido en los Alcohólicos Anónimos y también de mis padres. Estar juntos y unidos en sobriedad, eso es para mí el sentido de la navidad".

"Hoy día no se le da el verdadero sentido a la navidad porque somos unos alienados. Hemos hecho nuestras las costumbres de afuera. Adornamos los arbolitos de navidad con nieve y nosotros nunca hemos visto nieve en El Salvador. Pensamos que la navidad es la fiesta de Santa Claus y nos olvidamos de poner el nacimiento en casa y de explicárselo a nuestros hijos. Mantenerse en estado de alienación nos ha hecho perder el sentido de la navidad. Mis navidades de la infancia fueron tan lindas que añoro esa época: era la fiesta de la familia reunida, hasta los que estaban más alejados se acercaban, comíamos juntos y se compartía lo que se tenía con los vecinos. Bien galán se sentía uno en esas celebraciones. Ahora ya casi nada queda de eso. Ni siquiera villancicos cantan en la Iglesia. Los adultos tampoco hemos sabido enseñarles a los niños y jóvenes que la navidad es otra cosa: la navidad es compartir".

"Para quién es la navidad… Yo diría que únicamente para el comercio. Fíjese hasta dónde hemos llegado: uno de estos días leía en uno de los mal llamados medios de comunicación, que deberíamos los salvadoreños también celebrar el día de acción de gracias. A lo mejor tras esta idea estará algún empresario o empresa que se dedica al comercio de pavos".

"La navidad es el nacimiento del Mesías, tiene un sentido espiritual. Pero el comercio nos pone otra mentalidad. Hace falta que el pueblo piense por cuenta propia, porque todas las fiestas importantes que tenemos el comercio y los medios de comunicación las han mercantilizado, la navidad no ha sido la excepción".

"Mire, para la mayoría de salvadoreños pobres, en navidad se sienten más alegres y con más deseos de compartir, con más posibilidades de comprar, porque sólo para fin de año es que sienten que tienen un poco más de dinerito. Pero esta navidad creo que va a ser una de las más tristes que vamos a vivir en El Salvador. Para mí la primera navidad triste que viví fue la de 1989, año en el que asesinaron a los mártires de la UCA, la segunda navidad triste que he vivido fue la del año pasado, año en el que perdimos familiares por causa del terremoto, y la tercera más triste para la mayoría de salvadoreños creo que es la de este año, porque pienso en todos los despedidos a principios del 2002 por un decreto del gobierno, en las trabajadoras de aquellas maquilas que fueron cerradas sin previo aviso y sin que se les pagara su indemnización, en el conflicto del seguro social que no parece tener solución inmediata, en los miles de desempleados, en los miles de jóvenes sin oportunidades, en la población pobre que cada vez crece más en nuestro país. Para toda esta gente la alegría de la navidad se convierte en tristeza y frustración".

Radio YSUCA


 

Navidad con Oscar Romero

"Esta noche no busquemos a Cristo entre las opulencias del mundo, entre las idolatrías de la riqueza, entre los afanes del poder, entre las intrigas de los grandes. Allí no está Dios. Es la hora de mirar hoy al Niño Jesús no en las imágenes bonitas de nuestros pesebres, hay que buscarlo entre los niños desnutridos que se han acostado esta noche sin tener que comer, entre los pobrecitos vendedores de periódicos, que dormirán arropados de diarios allá en los portales, entre el pobrecito lustrador que tal vez no se ha ganado lo necesario para llevar un regalito a su mamá, o en el joven campesino, obrero, el que no tiene trabajo, el que sufre la enfermedad en esta noche. No todo es alegría, hay mucho sufrimiento, hay muchos hogares destrozados, hay mucho dolor, hay mucha pobreza. Hermanos, todo esto no lo miremos con demagogia. El Dios de los pobres ha asumido todo esto y le está enseñando al dolor humano el valor redentor, el valor que tiene para redimir al mundo, la pobreza, el sufrimiento" (24 de diciembre de 1979).

"Habrá muchos niños que no reciben un juguete. No les den juguetes, menos sin son de armas. No les enseñemos la violencia desde la niñez, socorrámoslos en cosas más necesarias. He ahí, pues, un llamamiento para celebrar una verdadera Navidad cristiana que no consista en comilonas, en embriagueces, en regalos que solamente pasan por las alturas, sino que llegue de veras a la pobreza de nuestro pobre pueblo" (4 de diciembre de 1977).

"Queremos recordar lo que dice el Concilio: "Que no se dé como limosna lo que ya se debe de justicia". Y antes de hacer caridades baratas, regalitos, piñatas, etc, revisemos nuestra justicia social. No puede haber paz de Navidad, si no hay verdadera justicia en las relaciones de los salvadoreños. ¡Esa es la paz que anhelamos!" (24 de diciembre de 1978).

"A esa alegría serena yo invito que vivamos todos la Navidad. Gracias a Dios que no exista una Navidad de tantas apariencias comerciales y de alegrías que son fugaces, como la pólvora que se quema y no deja más que basura. Alegría de profundidad es la que yo quisiera para todos los que estamos haciendo esta reflexión. Alegría en medio de la tristeza, del terror, de la angustia, de nuestra historia. Sin embargo, en el fondo hay una esperanza: has venido, Señor, y te encontramos, nuestra fe confía en ti y sabemos que vienes a salvarnos y que cuanto más negra se pone la noche y más cerrados los horizontes, tú serás más redentor" (24 de diciembre de 1978).

"Por mi parte, ya les anuncio que voy a economizar el gasto de tarjetas de Navidad y lo voy a poner con mucho gusto en el fondo de beneficencia, con el cual estamos socorriendo a mucha gente pobre, por ejemplo, a aquella viuda con 9 niños, la mayorcita es de 12 años, que quedaron huérfanos por el crimen cometido allá en Dulce Nombre de María por parte de las autoridades que asesinaron a un pobre hombre" (4 de diciembre de 1977).

"En mi corazón de pastor no hay ningún resentimiento, aun para las ofensas personales, sino que nadie me puede quitar la alegría de poderle decir a mis enemigos: ¡Feliz Navidad! (25 de diciembre de 1977).