AÑO XXIV, No. 528             1-30 de marzo, 2004

 

Ecos del aniversario de Monseñor Romero

 

 

INDICE

El Salvador en la guerra antiterrorista

Nueva carta a Monseñor Romero

El desafío al cristianismo

La memoria viva de Monseñor Romero

Los y las mártires anónimos del 30 de marzo de 1980

Homilías en el aniversario de Monseñor Romero

Del miedo a la esperanza

Un canto profundo en medio de ruidos vacíos

La Escuela de Teología Pastoral de Familia Nueva

La honestidad chacha del servicio

 

 

 

El Salvador en la guerra antiterrorista de los Estado Unidos

Un presidente irresponsable

 

            Natividad Mendez, «no es héroe sino una víctima», fue la contribución de El Salvador a la guerra antiterrorista que hace un año George W. Bush llevó a Irak. Seguimos sin saber el costo para el contribuyente que supone la presencia del contingente salvadoreño en aquel país.

 

Fracasos repetidos

 

            Pero un año después de haberse efectuado la invasión de Irak, las autoridades invasoras siguen en deuda con el mundo. Pues, no han podido presentar las armas de destrucción masiva que supuestamente poseía el dictador iraquí y que fue la razón esgrimida para ordenar el ataque. Aunque Bush sigue anunciando que encontrará las armas con que su administración soñó en Irak, ya nadie le presta atención y la comunidad internacional, en su mayoría, sigue perpleja ante la manipulación de la información en la mayor potencia del mundo.

            Recordemos que la primera víctima de la guerra preventiva desatada ha sido el sistema de las Naciones Unidas. La ONU ya no cuenta con mucha credibilidad en un mundo entregado a la ley del más fuerte. La organización fue dejada de lado por los estrategas estadounidenses, que denunciaron su inmovilismo e incapacidad para llevar a cabo los designios del presidente Bush. El estado actual de la guerra no cambiará esta política porque las autoridades estadounidenses que decidieron la guerra unilateral difícilmente aceptarán pasar a un segundo plano para devolver el protagonismo a la ONU. Sería un reconocimiento público de su fracaso, lo cual indudablemente no estarán dispuestos a reconocer ante el mundo.

            No olvidemos sin embargo, el pueblo de Irak es, sin duda, el principal afectado por el fracaso de la invasión estadounidense. Los iraquíes siguen muriendo por centenares debido a los continuos errores de unos invasores cada día más nerviosos ante las bajas provocadas por unos guerrilleros cada vez más audaces. La reacción de los soldados estadounidenses a los ataques repetidos no ha sido siempre ejemplar. Muy a menudo disparan sin pedir explicaciones, cegando miles de vidas de civiles.

            Además, los iraquíes están lejos de estar experimentando la libertad y la democracia que dicen traer los soldados con las bombas. El país se ha vuelto más precario con un contingente de nuevos pobres, huérfanos y viudas, entregados a su suerte, debido a las numerosas bajas locales provocadas por la guerra. En este contexto, pululan las organizaciones caritativas de extremistas religiosos, como lo demuestra el caso del líder chiíta AL Sadr, ahora acusado de todos por las autoridades de ocupación de ser la cara iraquí del mismísimo demonio. En este momento, nadie sabe a ciencia cierta en qué terminará convirtiéndose el país. Hay una amenaza de guerra civil latente entre las diferentes comunidades en pugna, chiíes, sunnitas y kurdos.                                Vemos que la ocupación de Irak no ha aportado la paz y la estabilidad que se esperaba. Solamente el presidente de los Estados Unidos cree en su afirmación según la cual el mundo es un lugar más seguro después de la caída de Sadam Hussein. Mucho menos ante el enfrentamiento endémico de Israel y Palestina. El vaticinio de un arreglo del conflicto entre israelíes y palestinos ha demostrado ser más que todo un sueño de sus propulsores. Los pueblos árabes se muestran más escépticos ante la principal potencia mundial y se muestran reacios a aceptar la actitud estadounidense, la cual identifican, con buena razón, a una voluntad de imponerles una solución totalmente sesgada a favor de los intereses israelíes —el último plan de Sharon, aplaudido por Bush, de separación unilateral de los palestinos es tan sólo una muestra de la veracidad de este temor—. Los israelíes cuentan con apoyos muy importantes en los círculos de poder en los estados Unidos que condenan al fracaso cualquier iniciativa de los demás países (incluso, de los miembros del Consejo de Seguridad) de presionar al gobierno de aquel país hacia cierta flexibilidad.

 

¿Qué interés tiene El Salvador en esta guerra?

 

            Ante el panorama antes descrito, no se encuentran razones serias para sustentar la presencia del ejército salvadoreño en Irak. No se trata de una asistencia internacional humanitaria como se esmera en hacerlo creer el ministro de defensa, Juan Antonio Martínez Varela, y los miembros del gobierno de Flores. Este argumento no se sostiene porque, como lo reportan las noticias, los miembros del Batallón Cuzcatlán no se dedican a ninguna labor humanitaria. Salvo si se quiere llamar el hecho de ocupar el puesto de los soldados estadounidenses mandados de vacaciones como asistencia humanitaria.

            Tampoco se trata de una misión de mantenimiento de la paz aprobada por las naciones unidas. Esta idea es una superchería evocada por el gobierno para no asumir su responsabilidad ante el país en el hecho de secundar la decisión estadounidense que puso de lado a la ONU en la solución del problema iraquí. La propaganda sobre la supuesta tarea humanitaria y mantenimiento de la paz del ejército salvadoreño en Irak no ha tenido otro objetivo que el de engañar a la opinión pública y encubrir la verdadera índole de la decisión gubernamental. En España, el gobierno de Aznar pagó con la pérdida de las elecciones sus mentiras y disquisiciones pro Bush sobre las supuestas razones por las que había que ir a la guerra.

            Un tema de fondo que no se ha explorado en esta discusión es la capacidad de presión que tienen los altos mandos militares salvadoreños. Junto al deseo de Flores de sostener a su amigo George W. Bush, también la cúpula militar salvadoreña no ha escondido su complacencia con esta misión encomendada. Infringiendo la regla del silencio sobre asuntos políticos a la que son restringidos, algunos mandos militares no han escondido su respaldo a la decisión de Flores han defendido su carácter de «profesional» para los miembros de la fuerza armada que participa en la misión.

            Este episodio de la presencia de los soldados salvadoreños en Irak, en fin, no ha contribuido a un debate nacional sobre la diplomacia salvadoreña, ni mucho menos del tipo de experiencia que necesita adquirir el ejército nacional. Su historia de beligerancia política y de irrespeto a los derechos humanos en el país, debería motivar a una reflexión más a fondo antes de tomar la iniciativa de participar en la guerra estadounidense.

            Muchas otras voces que se han referido a la presencia de los salvadoreños en Irak han pecado de ingenuidad, por no decir, en algunos casos, que se han alineado con la propaganda oficial. La procuradora para la defensa de los derechos humanos declaró, después de la muerte del soldado Natividad Méndez en Irak, que hablar de la necesidad de retirar a las fuerzas salvadoreñas inmediatamente de ese país sería un acto de cobardía. La procuradora olvida que la presencia de los salvadoreños es ilegítima y que la pérdida de vidas inocentes —muchos de los soldados que están lo hacen más por obediencia y necesidad económica que por convicción en la causa que Flores dice defender— vuelve más insostenible e innecesaria su estadía en Irak. En la misma línea, las declaraciones de ciertos líderes religiosos según las cuales la muerte de Méndez obedece a la contribución del país a la lucha mundial en contra del terrorismo, es pura propaganda oficial, que no tiene asidero alguno en la realidad. Estos religiosos deberían recordar que si el terrorismo internacional se hace presente actualmente en Irak, es precisamente por el caos que ha creado la invasión estadounidense que incluso el Papa Juan Pablo II condenó sin ambages.

            Nos queda seguir ahondando sobre el papel coadyuvante de los medios de comunicación en esta guerra junto con las consecuencias que se están dando por los atentados en Madrid y las amenazas a otros países aliados a Estados Unidos en esta invasión.

 

CIDAI

 

N.B.: El nuevo presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero anuncio el retiro de las tropas españolas de Iraq

 

 

Aunque ha pasado un mes de las elecciones, queremos volver a recordar el desafío que tenemos como país y ciudadanos. Resumimos un artículo del P. Tojeira que nos permite seguir mirando con ojos esperanzadores y críticos nuestro futuro. El texto completo puede verse en los medios de comunicación donde apareció.

 

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Ética y Política

De aquí en adelante

José M. Tojeira

 

            Tras el triunfo de ARENA debemos ver hacia el futuro y recorrer críticamente algunos de los tópicos de algunos analistas. El primero es el de afirmar que el país está polarizado políticamente. Lo que es una realidad estructural y una tendencia progresiva es la polarización económica del país. Los estudios del PNUD no dejan lugar a dudas. Mientras en 1995 el ingreso se concentraba con respecto a los más pobres en cifras de 16 a 1 en el quintil de mayor riqueza, en el 2002, con una tendencia anual progresiva, las cifras habían aumentado en un 22 a 1. Ricos cada vez más ricos, y con menor sentido social, frente a pobres cada vez más pobres es el panorama que nos presenta cualquier estudio socioeconómico serio. La única medida que pueden tomar los pobres para corregir ese fenómeno de descomunal injusticia, es la migración. Arriesgarse y enviar después remesas a sus parientes pobres que finalmente irán a caer a las empresas de servicio que con tanta fruición ponían la bandera de ARENA en la cima de sus bancos o de sus ventas de automóviles.

                Otro tópico afirmaba que aquí nos jugábamos la existencia del sistema occidental y cristiano. Solo la ignorancia y el cinismo pueden permitir que se siga hablando en esos términos. Porque el sistema que los areneros llaman occidental y cristiano tiene muy poco que ver con esta alianza de millonarios, medios de comunicación semimonopólicos y gobierno, tan despreocupado de un funcionamiento institucional responsable y tan indiferentes ante el sufrimiento y el dolor de los pobres. San Juan Crisóstomo y otros santos de la tradición cristiana, por no citar el Evangelio, es muy fácil que le dijeran a muchos de los millonarios que financian las campañas políticas que están en pecado mortal. Como se lo decía el dominico Montesinos a los conquistadores españoles, hombres de empresa por cierto, hace 500 años. La indiferencia ante el dolor y el sufrimiento de las víctimas es casi tan nefasta como la comisión de los delitos. Y el crimen colectivo más grande de esta nueva etapa en paz de El Salvador, el homicidio por envenenamiento de más de 120 alcohólicos, yace en el olvido, en el mal funcionamiento institucional y en el encubrimiento de los responsables del homicidio.

            Un último tópico es el de que ahora que la campaña ha terminado ya no hay que mirar más al pasado y sólo fijarse en el futuro. Esta frase es sin duda enormemente cínica. Los partidos, y el partido gobernante en particular, decide recurrir al pasado en su propaganda electoral agresiva, y una vez terminada la campaña deciden que comenzó de nuevo la veda. Incluso cuando ellos mismos estaban revolviendo el pasado, si se les preguntaba por crímenes en los que se vieron involucrados funcionarios del Estado, respondían inmediatamente que no se debía revolver el pasado. ¿En qué quedamos? ¿Sólo se puede revolver el pasado cuando éste es favorable a ARENA, o tenemos todos el mismo derecho en El Salvador?. El famoso himno de ARENA, con la tumba de los rojos incluida, ¿no es un retorno al pasado? ¿lo van a dejar de cantar, o al menos suprimirán la famosa estrofa neonazi?.

            Y finalmente una verdad en medio de los tópicos: Tenemos que construir juntos el futuro. Desde el conocimiento de su triunfo electoral Tony Saca ha ofrecido una posición de diálogo y concertación. Ante los graves problemas que vive el país esta oferta no se puede rechazar de antemano. Porque independientemente de quien hubiera ganado, habría que fomentarla siempre. Los problemas de pobreza, debilidad institucional, equidad mayor en el aporte al presupuesto (carga fiscal) y construcción de una democracia más participativa en la toma de decisiones, sólo tienen solución si todos ponemos de nuestra parte. Tony Saca ni tiene la varita mágica para resolver los problemas ni el pueblo salvadoreño le ha dado un cheque en blanco. Pero es ahora, como presidente, una parte indispensable para iniciar soluciones a los problemas mencionados. El hecho de que diga que quiere dialogar con todos es positivo. El futuro dirá si la voluntad de diálogo es auténtica o no, y en qué grado. Pero siendo, como lo es, el diálogo, el único camino de solución de nuestros problemas, nadie puede negarse a él de antemano.

 

 

 

Nueva carta a Monseñor Romero

Elecciones, abatimiento y pobreza

 

           ¿Que pasó el 21 de marzo, Monseñor? Bien conoces los resultados de las elecciones. Ha habido sorpresa, contento, enojo, abatimiento... La derecha lo celebra, y para muchos de nosotros de una manera provocativa: con una misa en catedral, agradeciendo el triunfo a un Dios, cuyos mandamientos no guardó muy bien durante la campaña -y lo celebró a pocos metros de tu tumba. La izquierda se sorprendió, protestó y se enojó, tuvo que aceptar sus errores, y ahora, con más calma, analiza lo que pasó y por qué pasó. Busca recuperarse -ojalá por buenos caminos-, se ha serenado e incluso habla de triunfo en las elecciones por los 800.000 sólidos votos que consiguió.

           También los expertos analizan lo ocurrido, y bueno es que lo hagan con competencia. Pero siempre queda la pregunta para la que no hay muchas buenas respuestas. “¿Y el pueblo? ¿Dónde queda el pueblo en todo esto?”. Suele estar presente en los discursos, pero éstos no llegan a tocar lo profundo de la realidad donde están los pobres. Por eso nos volvemos a ti, Monseñor. No fuiste experto en política, pero nos puedes dar luz, una luz difícil de encontrar en otra parte. Tu gran amor, tu cercanía, tu entrega, te dio ojos para ver la realidad más real, la de los pobres, que, con frecuencia, se nos escapa.

 

           Los pobres de siempre. “Manipulan muchedumbres porque se le tiene cogida del hambre a mucha gente” (16 de diciembre, 1979), dijiste, y sigue siendo verdad. Y también lo es que los poderosos, los oligarcas, como se decía entonces, los ricos de siempre, “no quieren que les toquen sus privilegios” (4 de noviembre, 1979) y los defienden como sólo se defiende la divinidad. “Cuando la derecha siente que le tocan sus privilegios económicos, moverá cielo y tierra para mantener su ídolo entero” (11 de noviembre, 1979).

           Estas palabras no son explicaciones científicas de lo ocurrido ni ofrecen soluciones pragmáticas para el futuro. Son previas a todo ello, pero, sin tomarlas en serio y sin trabajar por superar lo que denuncian, no avanzaremos mucho. Cambian las formas, pero permanece lo fundamental. Hoy dirías: “Manipulan muchedumbres porque se le tiene cogida del miedo a mucha gente”. Hay miedo a perder el trabajo, aunque sea en las inhumanas maquilas; miedo a que se vayan las empresas y vengan de regreso los salvadoreños sin sus remesas. Este miedo se ha introyectado durante la campaña, y no de forma subliminal, sino burda. ¿Y qué libertad le queda a la gente? Es infame pero es real. Y junto a ese miedo se ha inculcado también el miedo a que el comunismo venga al país, si gana la izquierda. Nada de eso es muy democrático, pero todo vale con tal de ganar. Con lo cual la democracia tiene que repensar muchas cosas.

           Y con todo eso se encubre también el problema fundamental de los pobres: su inmensa pobreza. Como ahora sólo quedan dos partidos, se habla de “polarización” y del peligro de  “ingobernabilidad”. Y bien está. Pero no es honrado plantear tales males sólo, ni principalmente, en el ámbito político. “Polarización” puede haber entre demócratas y republicanos en el país del norte, o entre estadounidenses y europeos en el mundo de abundancia, sin que nada importante se derrumbe ni se ponga seriamente en peligro el buen vivir. Pero en nuestro país y en todo el tercer mundo, describir coyunturas políticas como polarización peligrosa encubre el drama mayor: el “antagonismo” cruel entre “los pocos que tienen todo y los muchos que no tienen nada”, como tú formulaste -llevando a sus límites- el clamor de los obispos en Puebla en 1979. Se podrá discutir con mayor o menor acierto -y el PNUD se encarga de ello-, si estamos como en tiempos de Puebla. Pero lo fundamental permanece. Los pocos son los principales causantes, por acción u omisión, de los males de los muchos, a quienes, además, ignoran y desprecian. Y llevamos años de elecciones sin ilustrar sobre esta verdadera polarización del  país y sin buscarle solución. Las elecciones ni siquiera proponen caminos de solución a esta polarización. Después de las elecciones los pobres siguen más o menos como estaban.

           Y las elecciones muestran además otra tragedia mayor, inhumana y cruel. Más que superar polarizaciones, propician la división entre los pobres, “el trágico espectáculo de los campesinos y sus organizaciones al enfrentarse entre sí”, como lo denunciabas en tu tercera Carta Pastoral de 1978. Y añadías con sabiduría:

     “Lo más grave es que no son -única o fundamentalmente- ideologías las que han logrado desunirlas y enfrentarlas... Lo más grave es que a nuestra gente del campo la está desuniendo precisamente aquello que la une más profundamente: la misma pobreza, la misma necesidad de sobrevivir, de poder dar algo a sus hijos, de poder llevar pan, educación, salud a sus hogares”.

 

           Y esto sigue siendo verdad para las mayorías de pobres en el país.

 

           Una Iglesia de los pobres. Ante esta realidad, ojalá reaccionemos todos. Ojalá los partidos, sindicatos, universidades, gremios... sintamos una mayor compasión hacia las mayorías pobres, actuemos con más justicia y justeza. Pero, ya que te escribo a ti, Monseñor, queremos centrarnos en la Iglesia. Con respeto y honradez, nos preguntamos qué ha hecho y qué hace ahora en este país de pobres.

           “Queremos una Iglesia que de veras esté codo a codo con el pueblo pobre de El Salvador” (17 de febrero, 1980), dijiste. No queremos, pues, una Iglesia que, por ser abstractamente de todos, a la hora de la verdad va de la mano de los poderosos y se desentiende de los pobres. Y el peligro es real. Hablando de América Latina, dice José Comblin, sacerdote sabio por ciencia y por edad: “En los últimos años el sistema eclesiástico está siempre más en alianza con las clases dirigentes. Hubo un tiempo en que expresaban las aspiraciones populares, pero hoy en día son mucho más reservadas, siguen un poco la política vaticana de ver lo que va a pasar, no comprometerse demasiado con nadie”. Las palabras son fuertes, pero no se puede negar que hay algo de verdad en todo esto. 

           Necesitamos una Iglesia de los pobres, Monseñor. Cuando tú estabas con  nosotros nos preguntábamos como Iglesia “qué hemos hecho y qué hacemos para que el pueblo salvadoreño siga crucificado”,  y, sobre todo, “qué vamos a hacer para bajarlo de la cruz”. Es de justicia reconocer que hoy hay mucha gente buena, muchos grupos y comunidades comprometidos con el evangelio, muchos solidarios con los pobres, y con gran mérito de su parte pues no cuentan con viento a favor. Pero hay que hacer más y hacerlo como Iglesia, es decir, como pueblo de Dios, fieles y jerarquía. Pues bien, necesitamos una Iglesia que, como dijo Juan XXIII, sea mater et magistra, madre y maestra, y por ese orden. Y la jerarquía debe tomárselo muy en serio, pues tiende a cambiar el orden. Ellacuría lo explicó muy bien:

 

     “El carácter maternal de la Iglesia dice lo que ella tiene de partera de humanidad y de santidad, de partera de nuevos impulsos e ideas en favor de la liberación... Configurada la Iglesia como pueblo de Dios más por las fuerzas maternales que por las magisteriales dentro de ella, estará en mejor posición para dar su contribución a la liberación de los hombres y de la historia”.

 

           Maternalidad es superar la indiferencia y la inacción que se nos van haciendo connatural ante los problemas de los pobres. Hablamos desde el púlpito muchas veces por encima de la realidad, con palabras de la doctrina social, sí, pero que suenan lejanas y abstractas, poco comprometedoras.

           La derecha organiza misas para agradecer a Dios su triunfo, pero la Iglesia no le dice proféticamente su verdad, como tú lo hacías. “Tenemos que condenar esta estructura de pecado en que vivimos, esta podredumbre... Los culpables son precisamente los que mantienen estas estructuras de injusticia social, que hacen perder la esperanza de que se puedan arreglar de otro modo, más que por la violencia”.

           Necesitamos una Iglesia maternal, que dé vida al pueblo, que le diga la verdad -también crítica-, que se ponga de su lado, que sufra con él y no aparezca cercana a sus opresores, que le predique el evangelio de Jesús y no verdades abstractas, que le infunda el espíritu de Dios, y no un espíritu que se diluye en mucha música, palmas y jubileos, en muchos programas de radio y televisión, y no llega a aterrizar en la realidad.

           Y siendo maternal de esa manera, también podrá ser maestra, y evitará dos peligros. Uno es hablar de la doctrina, como si ya la tuviera bien elaborada, y no tuviese que recibir luz, ciencia, verdad y fe del pueblo pobre. El otro es  dar la sensación de hablar como para salir del paso y no enfrentar la realidad, por lo que siempre hay que pagar algún precio. Si algo quisiera pedirte, Monseñor, es que, entre todos fuésemos una Iglesia más maternal.

           La esperanza. Entre los pobres es siempre lo más necesario. Muy bien  lo dijo Monseñor Rosa en la misa de tu aniversario, el 24 de marzo, poniéndose del lado de los abatidos. “Estamos con quienes esta noche comparten con nosotros el dolor y la esperanza”. El dolor era evidente, pues era grande el desencanto de quienes pensaban que en estas elecciones sí iban a cambiar las cosas. Lo de la esperanza hay que explicarlo un poco más, pues es un fenómeno muy especial de este pueblo.  Siempre encuentran algo a qué agarrarse, y en esa esperanza siempre estás tú presente.

           Contó Monseñor Gregorio Rosa que ese día se había encontrado en la cripta con dos señoras. “Me abrazaron en silencio, llorando. -¿Qué pasó? -Estamos de luto”. Y fueron a la cripta a buscar consuelo. También al Centro Monseñor Romero llegó una señora abatida. Decía: “Monseñor Romero, te volvimos a fallar otra vez. ¡Qué vergüenza! Tanto sacrificio tuyo, de los jesuitas y de tanta gente buena”. Y se fue a la capilla de la UCA a buscar aliento ante un cuadro tuyo y ante las tumbas de los jesuitas.

           ¿Por qué van a la cripta y a la capilla de la UCA? No lo harían si la esperanza fuese sólo el anhelo de un nuevo futuro, aunque los pobres anhelan con toda su alma que las cosas cambien para poder vivir; o sólo una expectativa, producto de  cálculos que llevan a una vida mejor: concientización, organización, praxis y lucha que lleva a la sociedad sin clases; o, según el neoliberalismo, privatización, globalización, que lleva a la aldea global y al fin de la historia. Pero la esperanza no es anhelo, ni expectativa, ni tampoco es optimismo. La esperanza es otra cosa. Es la convicción de que en la realidad hay bondad, y que esa bondad se impone y produce frutos a pesar de todo y en contra de todo. Es esperanza contra esperanza, como decía Pablo, pero esperanza al fin.

           La pregunta es entonces de dónde nace esa convicción de que la bondad es posible y de que no estamos condenados a una amarga realidad. La respuesta es muy personal y, para mí, sencilla: allí donde hay  amor allí surge la esperanza. Cuando en este mundo cruel, en medio de males, fracasos, engaños y desencantos, hay amor en la gente, en muchos pobres, tanto si han ganado como si han perdido las elecciones, entonces renace la esperanza. Y con ella, el ánimo, el trabajo, la lucha.

           Jürgen Moltmann lo dice de Jesús: “No toda vida es ocasión de esperanza, pero sí lo es la vida de Jesús que, por amor, cargó con la cruz”. Y eso mismo ocurrió contigo, Monseñor. El pueblo vio en ti a alguien que, por amor, “caminó codo a codo con él“, “rechazó cualquier seguridad que él no tuviese”, “recogió sus cadáveres”; en definitiva, “hizo gozos suyos los del pueblo”.  No arreglaste el país, pero el pueblo te creyó, y mantuviste siempre la esperanza de que el país tendrá arreglo. Con esa esperanza, mantuviste también el ánimo para poner manos a la obra. Y mientras haya esperanza, siempre surgirán hombres y mujeres de praxis, de solidaridad, de análisis, que investiguen nuevos caminos posibles y den pasos realistas hacia adelante...

           San Pablo decía: “Estamos acosados, pero no abandonados; nos derriban pero no nos rematan” (2Cor 4, 7-8), y hoy lo podemos decir gracias a ti, Monseñor. “Muchas veces me lo han preguntado aquí en El Salvador: ¿Qué podemos hacer? ¿No hay salida para la situación de El Salvador? Y yo, lleno de esperanza y de fe, no sólo con una fe divina, sino con una fe humana, creyendo también en los hombres, digo: ¡sí hay salida!” (18 de febrero, 1979).

           Por el gran amor que tuviste a tu pueblo la gente sigue yendo a tu tumba. Van a buscar consuelo para su aflicción, ánimo para el trabajo y esperanza para seguir caminando en la historia -humildemente- con Dios.

 

Gracias Monseñor, Jon Sobrino,    

San Salvador, 7 de abril, de 2004

 

 

 

El desafío al cristianismo.

La coyuntura latinoamericana (II)

José Comblin

 

           Integración en Estados Unidos. Hoy día las elites latinoamericanas han escogido la integración dentro del sistema americano. A pesar de las resistencias de los pueblos, de todas las limitaciones y de todo el mal que provoca, a pesar de la desigualdad extraordinaria entre la economía de los estados Unidos y de los países latinoamericanos, las elites quieren la dominación económica. También quieren la dominación política de Estados Unidos. No tienen más sentido de independencia. Para las elites latinoamericanas la independencia ya no importa. Es una palabra, es algo del pasado. Están más felices cuando viajan a Nueva York o a Miami que en su propio país. Entonces ahí está una opción que no se ha podido impedir.  Aceptan la conducción económica del Fondo Monetario.  Van a aceptar ahora el ALCA. Y los chilenos ya se han adelantado, no han esperado, tan impacientes para integrarse a los Estados Unidos, tan impacientes que no han podido esperar el tratado del ALCA y ya entraron. Bueno, esto supone una integración más fuerte todavía de toda la cultura y civilización norteamericana.  Es más interesante  pasar el fin de semana en Miami que en Santiago, da más status.

               Frente a eso se nota que los pueblos no aceptan. Prácticamente todas las elecciones que se han hecho durante los últimos 5 años han sido contrarias al Fondo Monetario Internacional, al ALCA, es decir, a toda la integración a los Estados Unidos:  en Argentina, en Bolivia, en Paraguay, en Perú, en el Ecuador, salvo en Chile. Es decir no aceptan, pero tienen poca fuerza, ¿y entonces qué?

           Las Iglesias podrían ser una fuerza más nacionalista, más independentista, pero en los últimos años el sistema eclesiástico está siempre más en alianza con las clases dirigentes. O sea, hubo un tiempo en que expresaban las aspiraciones populares, pero hoy en día son muchos más reservadas, siguen un poco la política vaticana que es ver lo que va a pasar, no comprometerse con nadie demasiado. Entonces siguen así. Prefieren no meterse en esos problemas  complicados e incluso tratan de ignorar lo que está pasando, ignorar justamente esa integración. Bueno, eso es en general.

           La Iglesia católica en declive. No voy a hablar de las otras aunque muchas cosas que valen para la Iglesia católica también valen para las otras Iglesias históricas: luteranos, metodistas, presbiterianos y anglicanos...

           Yo creo que si se toma en cuenta la situación de las Iglesias, hay una conciencia creciente de la distancia que hay entre el cristianismo y las Iglesias. Durante los tiempos de cristiandad hasta hace 100 años en América Latina no se daban cuenta del cambio. Pero ahora sí se dan cuenta: la Iglesia católica ya no es la nación y la nación ya no es católica.

           En aquel tiempo se identificaba la Iglesia con el cristianismo, ser cristiano era participar en todo lo que decía y hacía la Iglesia.  Participar de toda la visión del mundo, toda la dogmática, toda la organización institucional, el culto, sacramentos, los signos, las fiestas... El conjunto de la sociedad era cristiano y no se hacía separación entre cristianismo e Iglesia. Como no había ninguna posibilidad de comparación, no había posibilidad de imaginar que podría haber una distinción, que se podría pensar que la Iglesia católica no es necesariamente cristiana, no es necesariamente representante calificado del cristianismo. Lo que pasa en los últimos años es precisamente que hay una conciencia creciente, que se manifiesta por ejemplo en la disminución de los que se dicen cristianos. En Europa es mucho más fuerte. ¿Eso significa un rechazo al cristianismo? Pocas veces significa  rechazo al cristianismo. Es un rechazo al sistema eclesiástico. Gran parte de sus miembros están en camino hacia la salida de la Iglesia, porque ya casi no practican nada. Los que practican habitualmente son cada vez menos. En Brasil muchas investigaciones muestran que en las grandes ciudades como Sao Paulo y Rio hay 5% de los católicos que participan en la misa y en los sacramentos. En algunas regiones, como en Minas Gerais que se destaca como la más católico, por ejemplo en Belo Horizonte, hasta el 13% participan efectivamente. Pero hay otras regiones, como las grandes ciudades del nordeste que no va más allá de 2% ó 3%. ¿Y todo lo demás qué? ¿Rechazan el cristianismo?

           No lo creo. No creo que dejan de participar en la Iglesia porque dejan de aceptar el evangelio, porque no acepten a Jesucristo. Creo, que en general son pocos los casos. Si se apartan de la práctica religiosa es porque ya no se sienten atraídos por el sistema eclesiástico. En efecto, toda la estructura de la Iglesia  se presenta como cristiana, pero en ella cada vez más gente no reconoce el cristianismo. Muchos se han pasado en los últimos años a las iglesias pentecostales , lo cual es para algunos el fenómeno religioso fundamental del siglo XX. Es decir, cientos de millones de cristianos católicos, evangélicos, anglicanos, se han pasado a las iglesias pentecostales.

           Ahora bien, globalmente, ¿qué está pasando? ¿Cuál puede ser el motivo de atracción y seducción en estas iglesias? Creo que fundamentalmente ocurre porque es un cristianismo simplificado, reducido a lo central. Ya no hay jerarquías, no hay derecho canónico, no hay sacramentos, no hay dogmas, no hay nada. No hay nada  más que el núcleo central, que “es la confianza en Jesús”. Que Jesús está salvando, que Jesús está salvando nuestra vida, que nos da la energía por su Espíritu. O sea, es un cristianismo que se ha desprendido de todo el sistema institucional creado durante 1500 años desde Constantino.

           Estas personas  no han dejado la Iglesia católica por rechazar  el evangelio, sino más bien para encontrar el evangelio. No porque rechazaran a Jesús, sino mas bien porque ahí encontraron a Jesús. Y todo el sistema eclesiástico institucional era para ellos una barrera, de tal manera que justamente ocultaba el cristianismo. La Iglesia se define a sí misma como anunciadora del evangelio, pero en la práctica puede ser justamente el obstáculo para el evangelio, lo que lo impide. Y esa conciencia está creciendo en el mundo cristiano tradicional global. Cada año hay más gente que se aparta de las Iglesias institucionales, no porque rechazan el cristianismo, sino porque no aceptan más el sistema eclesiástico. Y frente a eso , lo que ha sucedido en los últimos 25 años es que la institución se ha vuelto todavía más rígida, más dura, más exigente.

           Hay más verdades que, si no son dogmas, son casi dogmas, como el hecho  de que un sacerdote tenga que ser de sexo masculino. No es verdad definida en forma infalible, pero el Cardenal Ratzinger dijo que es casi como si fuera infalible. O sea, aumentan los dogmas, los sacramentos quedan iguales, y  se ha obstaculizado en toda la Iglesia todos los elementos, toda tentativa de renovar  y hacer más comunicativa la liturgia. No, se vuelve a lo antiguo, a lo tradicional, lo de siempre. O sea una  liturgia que no comunica nada, pero  se hace para cumplir.  Y entonces tenemos una adhesión a la Iglesia que es para cumplir.

           Esto ha sido la característica de este pontificado: un mayor rigor en todo, más endurecimiento en todos los aspectos. Y eso ocurre en el momento en que, globalmente, todo el mundo occidental justamente denuncia eso, se opone y rechaza este sistema, porque busca un evangelio libre de todo ese sistema. Bueno, esto es un desafío grande.  Muchos no quieren abrir los ojos, no quieren ver, no quieren interpretar el fenómeno pentecostal por ejemplo. Usted puede ver una persona que era católica, y durante 40 años no hizo nunca nada. Ahora se hace pentecostal, de la asamblea de Dios o similares, y en una semana empieza a ser evangelizador, a hablar y a discutir, a manifestarse. Pasó de un estado en que el cristianismo casi no era consciente a un cristianismo consciente activo, productivo, fecundo. ¡Eso es algo positivo!   

           Un día en una entrevista le preguntaron a don José Maria Pires, que fue mi obispo durante tantos años en Joao Pessoa, qué pensaba él de los movimientos pentecostales.  Y dijo: “ellos hacen lo que nosotros no hacemos. Gracias a Dios existen,  porque hacen lo que nosotros no hacemos”. O sea, ellos han podido traducir el cristianismo en una forma aceptable para grandes masas populares y nosotros nos contentamos con reproducir lo de siempre. Todo lo que nosotros tenemos, todas las formas dogmáticas, sacramentos, todo eso, es el resultado de una inculturación del cristianismo en la historia pasada, pero que va mucho más allá del cristianismo, y se puede practicar sin ser cristiano. Se pueden recibir los sacramentos sin ser cristiano. El general Pinochet, ¿no  recibe todos los sacramentos? Y no le es preciso poner su confianza en el juicio de Dios. O sea se siente un cristiano eminente, perfecto.  Así se puede perfectamente entrar en todo ese sistema sin ser cristiano real. Sin ser cristiano en su vida, en su opción de vida.

 

 

 

 

La memoria viva de Monseñor Romero

Carlos Ayala

 

           La memoria que gran parte de la población tiene de Monseñor Romero sigue siendo una memoria viva. La gente lo recuerda porque en él encuentra luz para iluminar la realidad, conciencia profética para buscar la verdad, amor a las víctimas para fortalecer la solidaridad y una experiencia profunda de Dios que lleva a crecer en la fe y en la esperanza.

 

           Lo anterior quedó bastante claro en la jornada de reflexión que se realizó en la cripta de catedral metropolitana en el contexto de la conmemoración del 24 aniversario del martirio de Monseñor Romero. A partir de esa memoria viva se analizaron realidades que hoy constituyen verdaderos desafíos: la violencia, la dignificación de la política, los retos del nuevo gobierno desde situación de las mayorías empobrecidas, la indignación profética ante las violaciones de los derechos humanos y la vocación profética de la sociedad civil como proseguimiento del arzobispo mártir.

 

Compartimos, a manera de síntesis algunos puntos  de la jornada que ejemplifican la presencia viva de Monseñor Romero en los análisis, los compromisos y la esperanza de hombres y mujeres para quienes el arzobispo mártir sigue siendo fuente de inspiración cristiana y de interpelación del pecado histórico.

 

María Julia Hernández:

           «Para Monseñor Romero la forma más grave de violencia del continente y del país es la violencia institucionalizada, producto de la injusticia, que mantiene a la mayoría de hombres y mujeres privados de lo necesario para vivir».. Según María Julia esta idea está expuesta de manera sistemática en la Tercera Carta Pastoral de Monseñor Romero, y constituye – a su juicio - un criterio que sigue siendo válido para iluminar la realidad conflictiva del mundo y de nuestro país. Dicho de forma resumida ella lo aplica más o menos en los siguientes términos. El Salvador es uno de los países más violentos del mundo no solo por la violencia delincuencial y por la cantidad de armas que circulan (ocupamos el séptimo lugar en el mundo entre los países más compradores de armas de fuego), sino por la imposición de un sistema neoliberal que violenta a los salvadoreños y salvadoreñas al profundizar las brechas entre ricos y pobres.

 

           A estas estructuras internacionales se suman los poderes internos que acaparan y excluyen. Es lo que popularmente se conoce, sobre todo después de los acuerdos de paz, como la «argolla dorada» (poder financiero) que ha terminado constituyéndose en un poder por encima de los poderes convencionales (ejecutivo, legislativo y judicial). Eso se llama violencia institucionalizada. Violencia institucionalizada es también lo que nos revela el Informe del PNUD sobre la realidad nacional al señalar que casi la mitad de la población salvadoreña vive en condiciones de pobreza y de extrema pobreza. La migración de miles de salvadoreños y salvadoreñas hacia el exterior, especialmente a los Estados Unidos, tiene como una de sus causas principales este tipo de violencia. Si queremos enfrentar la violencia del mundo y la violencia nuestra con responsabilidad, debemos comenzar por reconocer una de las causas principales de donde se derivan otras violencias: la injusticia estructural.  Esta fue una de las intuiciones básicas que Monseñor Romero nos heredó.

José María Tojeira, S.J.:

 

           »Monseñor Romero ha incidido con su vida,  su palabra y su muerte en la política salvadoreña, no tanto en la política partidista, sino en la conciencia del pueblo, lo que tiene, en definitiva, un mayor peso político». La tesis principal planteada por el padre Tojeira en su ponencia, sostiene que Monseñor Romero dignificó  la política salvadoreña siendo defensor de los pobres y profeta de la justicia.

 

           Como defensor de los pobres Monseñor Romero consideraba que la Iglesia traicionaría su mismo amor a Dios y su fidelidad al Evangelio si dejara de ser «voz de los que no tienen voz», si dejara de ser defensora de los derechos de los pobres, si dejara de ser animadora de todo anhelo justo de liberación, si dejara de ser orientadora, potenciadora y humanizadora de toda lucha legítima para conseguir una sociedad más justa. Para Monseñor la única manera de que haya dignidad para todos es optando por aquellos a quienes se les trata de arrebatar su dignidad marginándolos, persiguiéndolos, explotándolos, olvidándolos e impidiéndoles el acceso a los bienes creados por todos. Optar por los más débiles nos enriquece a todos y nos hace recuperar nuestra dignidad. A unos, los pobres, les posibilita los bienes para que realicen su vida dignamente. A otros, los ricos, les libera de su egoísmo y de la idolatría de la riqueza.

 

           Como profeta de la justicia Monseñor Romero desenmascaró la idolatría de la riqueza por ser la causa de los mayores males que tiene el país. Porque fomenta el egoísmo y destruye la convivencia fraternal. Porque produce víctimas e irrespeto a la dignidad de la persona. Porque al poner la riqueza por encima de las personas se cae en un ateísmo práctico, esto es, se convive con la injusticia que Dios no quiere para sus hijos e hijas.  Además,  la idolatría o absolutización de la riqueza, lleva consigo la absolutización del poder político social y económico, sin los cuales no es posible mantener los privilegios. Para Monseñor Romero la respuesta a este tipo de idolatría es la opción por los pobres que conlleve a una distribución más justa y equitativa de los bienes.

           Para el padre Tojeira, Monseñor Romero dignificó la política no sólo con su clara  opción por los pobres y su servicio a la justicia,  sino también con su coherencia a ambos valores hasta el final. En él no hubo divorcio entre fe y vida, entre amor a los pobres y austeridad.  Fue coherente con esos  valores  hasta la muerte. Su manera de dignificar la política fue dando su vida por la verdad, por la justicia, por el bien común  y por el derecho de los más débiles. Por ser coherente fue y es creíble. Por eso está presente en los valores de la conciencia popular.

 

Padre Rogelio Poncel:

           «Monseñor Romero tenía tres amores en su vida: el primero era Dios, vivía permanentemente en presencia, en comunicación y en sintonía con Dios; el segundo amor fue la Iglesia, como pastor consideraba que su tarea principal era hacer Iglesia, con él los templos de piedra se hicieron hogar; el tercer amor fue su pueblo, se identificaba plenamente con las mayorías pobres a tal grado que llegó a afirmar: ‘el que esté en conflicto con el pueblo está en conflicto conmigo’». En torno a este último amor giró la ponencia del padre Rogelio Poncel. Comenzó por recordar algunas de las frases en las que Monseñor confiesa este amor: «No busco ventajas personales sino el bien de mi pueblo», «Dios va con el pueblo y sus justas reivindicaciones», «Me glorío de estar en medio de mi pueblo», «Según le vaya  al pueblo pobre, la Iglesia irá apoyando o denunciando uno u otro proyecto político», «Es un deber de una Iglesia auténtica su inserción entre los pobres, con quienes debe solidarizarse hasta en sus riesgos». Estas confesiones de Monseñor Romero, según el padre Rogelio, expresan con toda claridad, la opción del arzobispo mártir por lo pobres: hablaba, actuaba, denunciaba, evaluaba y hacía propuestas desde la perspectiva de las mayorías pobres.

 

           Desde este amor por los pobres y desde su propia experiencia en Morazán, Rogelio nos habló de la realidad actual de las mayorías pobres. Trajo a cuenta el Informe de Desarrollo Humano, El Salvador 2003, del PNUD y citó un texto donde está escrito: «El Salvador está dividido en dos países: uno urbano, relativamente moderno, que se desarrolla de manera poco ordenada, pero que ofrece mayores oportunidades económicas y sociales a la población, debido a que produce el 80% de los ingresos netos empresariales y fiscales; y otro rural, sumido en el atraso y la marginación, dependiente de la exportación de jóvenes y de las remesas que devuelven, y demandante de recursos fiscales».

Para Rogelio Poncel lo que dice el Informe con respecto al área rural, coincide con la realidad del norte de Morazán. En este sentido planteó que dicha población  tiene una economía de subsistencia, adolece de muchísima pobreza y de escasas fuentes de trabajo. En el campo de la salud se tienen problemas graves como la desnutrición, la contaminación ambiental y la falta de médicos y medicinas. En el campo de la educación si bien hay una buena cobertura del área básica, todavía sigue habiendo un alto índice de analfabetismo y el acceso a la educación secundaria o universitaria es sumamente difícil. En términos generales el nivel educativo del departamento de Morazán es sumamente bajo con respecto a otros departamentos. La vivienda y los servicios de agua potable o telefonía son muy deficientes o ausentes. La gente no tiene recursos ni para vivir ni para morir con dignidad. Esto último lo ilustra Rogelio con una anécdota: recibió una carta a nombre de un señor de avanzada edad, excombatiente, que sentía que su vida se estaba acabando. En la carta decía: «Compañero Rogelio, siento que me muero, ¿no podría usted ayudarme para comprar el ataúd? Es que mi hija quien me ha cuidado por muchos años y con tanto esmero es muy pobre y no quisiera que tuviera esa preocupación, después de mi muerte, de tener que comprar el ataúd».   

 

           Rogelio manifestó que esa carta le partió el alma, es la realidad de extrema pobreza que golpea principalmente a la población del área rural del país. La conclusión de Rogelio es que la realidad de pobreza constituye un verdadero reto que requiere una lucha permanente. Pero sobre todo, requiere un gran amor por el pueblo que lleve a estar atento a sus angustias y reclamos, a una verdadera comunicación con lo que piensa, siente y necesita. En ese tipo de amor – señala Rogelio - Monseñor Romero fue un ejemplo vivo, y esa actitud exigía a los gobiernos de su tiempo y a los que querían el poder: no usar al pueblo pobre como una escalera para subir hacia al poder, sino servirlo para buscar su verdadero bien.

 

           Doctora Victoria Marina de Avilés:

«Monseñor Romero supo predicar el Evangelio no sólo con la palabra, sino con los hechos. Toda su vida fue un gesto profético. Por el contenido de su mensaje, por su valentía y por el vigor de su denuncia, Monseñor se nos presenta a todos como un auténtico profeta».  Para la doctora de Avilés, la actividad profética de Monseñor Romero se desarrolló en un doble sentido: primero, como anuncio de la Buena Nueva, es decir, el anuncio de la justicia para los pobres y la consolación para los que sufren; segundo, como denuncia del pecado estructural, esto es, de todas aquellas cadenas de opresión y de injusticia opuestas a la voluntad de Dios en la tierra.

 

           Junto a esa palabra profética – recordó la doctora de Avilés -  Monseñor se hacía creíble por sus hechos: acompañó al pueblo salvadoreño recogiendo sus muertos, hizo suyo el dolor que salía de las entrañas de los miles de campesinos que sufrían la represión, acogió a quienes eran víctimas de la persecución, consolaba a las madres de los desaparecidos, se hizo voz de los que no tenían voz, hizo una concreta opción por los pobres. Monseñor como profeta fue el consolador de las mayorías y el primer defensor de los derechos del pueblo.

 

           La doctora de Avilés, ex -procuradora para la defensa de los derechos humanos, lamentó que el mensaje del profeta Romero siga encontrando oposición. Ahora, dijo, se busca silenciarlo ya no por el sonido del fúsil o la metralla, ya no por la amenaza o la persecución, pero sí por la indiferencia de los gobernantes hacia las necesidades de los pobres, o por la falta de compromiso de quienes están obligados a defender los derechos de la población. Su voz está silenciada por el consumo desmedido que adormece la conciencia del pueblo y por todas las formas sutiles que llevan a la mayoría de salvadoreños a empeñar su dignidad humana por un salario mínimo que apenas alcanza para sobrevivir. No obstante, dijo la ex –procuradora, el testimonio de Monseñor es hoy día luz que sirve para iluminar nuestras opciones más importantes, sobre todo, la opción de anteponer los intereses de nuestros  hermanos pobres,  la solidaridad con el que sufre por encima de los intereses económicos o políticos.

 

Carlos Ayala

           Finalmente, quien escribe este resumen, habló de la vocación profética de la sociedad civil en tanto proseguimiento del ejemplo de Monseñor Romero. La idea principal que traté de desarrollar es que Monseñor Romero no sólo fue un verdadero profeta en el sentido bíblico del término, sino que procuró que el pueblo mismo fuera también profeta.

Algunos textos iluminadores del compromiso profético que él esperaba del pueblo, son los siguientes:

           «Cada uno de ustedes tiene que ser un micrófono de Dios. Cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero, un profeta... Dondequiera que hay un bautizado ahí hay Iglesia, ahí hay profeta, ahí hay que decir algo en nombre de la verdad... No seamos cobardes» (8 de julio de 1979); «Lo más grandioso de la Iglesia son ustedes, los que no son sacerdotes ni religiosos, sino que en la entraña del mundo, en el matrimonio, en la profesión, el negocio, en el mercado, en el jornal de cada día, ustedes son los que están llevando al mundo y de ustedes depende santificarlo según Dios» (26 de noviembre, 1978); «Lo que hoy más necesita un salvadoreño maduro es sentido crítico. No estén esperando hacia dónde se inclina el obispo, o qué dicen otros, o qué dice la organización. Cada uno debe ser un hombre, una mujer crítica...» (16 de diciembre de 1979): «Un pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar, pero un pueblo que se organiza y defiende sus valores, su justicia, es un pueblo que se hace respetar» (2 de marzo de 1980).

 

           Monseñor no sólo reconoció formalmente la igual dignidad de los laicos y laicas con respecto a sacerdotes y religiosos, sino que valoró, agradeció y potenció el trabajo de tantos hombres y mujeres en las comunidades eclesiales de base. Consideró al pueblo como su profeta y lo exhortó a comprometerse proféticamente contra la mentira, la opresión, la represión y la injusticia. Él hizo de la profecía algo connatural a su fe cristiana, originada en el bautismo, y la cultivaba entre el pueblo. Hay necesidad de compromiso profético, decía,  porque en la realidad existen los que venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias, los que amontonan violencia y despojo en sus palacios, los que aplastan a los pobres, los que hacen que se acerque un reino de violencia acostados en camas de marfil, los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo para ocupar todo sitio y quedarse solos en el país. Una descripción bastante gráfica tomada de los profetas antiguos, pero sumamente actual de lo que ocurre hoy en nuestro país y en el mundo y que exige de nosotros una confirmación de nuestra vocación profética.

 

 

 

 

Los y las mártires anónimos del 30 de marzo de 1980

 

El 24 de marzo de 1980 murió asesinado Monseñor Romero. El 30, domingo de ramos, se celebró su funeral que culminó en otra masacre. No suele ya hablarse de ello, pero María Julia Hernández, la directora de Tutela legal, ha investigado lo sucedido y mantiene viva la memoria de esos mártires anónimos.

 

           La masacre. Un domingo de Ramos, Monseñor Romero, en su homilía del año 1978, ante su pueblo en Catedral nos dijo lo siguiente: “¡Qué espectáculo hermanos! Miren esas palmas. La palma es el signo de la victoria, la palma es el signo del martirio, pero de un martirio que después del tormento es gloria. Por eso el Domingo de Ramos es un signo bellísimo en todos los pueblos. Con sus palmas, con sus ramos, con sus flores, el pueblo le está diciendo a Cristo que está dispuesto a ir con él al martirio y que con él cree que ha de vencer la victoria de la fe”.

           Estas palabras se hicieron realidad dos años después, otro Domingo de Ramos: el 30 de marzo de 1980. El  Arzobispado de San Salvador había convocado a todos los cristianos y hombres y mujeres de buena voluntad del país y de la comunidad internacional a celebrar las exequias del mártir, Monseñor Romero.  Efectivamente, ese Domingo de Ramos  los dignatarios eclesiásticos de otras naciones, los sacerdotes, religiosos y religiosas y obispos se reunían en la Basílica del Sagrado Corazón a las 10 de la mañana para salir en procesión de Domingo de Ramos hacia Catedral.  El pueblo salvadoreño, que tanto amó a Monseñor Romero, también asistió y se había conglomerado en la Plaza Barrios, frente al atrio.  Cuando la procesión llegó a catedral,  el ataúd de Monseñor Romero fue colocado en la escalinata.  Había casi 100.000 personas.

           La celebración eucarística comenzó solemne y sentida . De pronto, cuando el representante del Papa, el Cardenal Corripio,  pronunciaba su homilía, estalló una primera bomba entre la esquina del Palacio Nacional y la Catedral, es decir en la esquina norponiente de la Plaza Barrios.  La multitud comenzó a moverse, y poco después otra bomba estalló entre la esquina del Palacio Nacional y la esquina del Banco Capitalizador, es decir en la esquina surponiente de la Plaza, y  comenzó un gran tiroteo.  Fue entonces que la multitud comenzó a huir ciegamente en desbandada. Estalló una tercera bomba en la otra esquina entre el Banco Capitalizador y el Casino Salvadoreño, es decir en la esquina suroriente. Y la cuarta en la esquina del costado oriente de Catedral y Goldtree Liebes, es decir,  la esquina nororiente de la Plaza Barrios.  Lo que siguió fue espantoso, los fieles corrían en todas direcciones en desbandada. Los que lograron dirigirse hacia la Catedral lograron derribar su verja  y refugiarse en su recinto de los bombazos, ametrallamientos, disparos, del horror que se sembraba.  Todo era pánico,  llanto y olor a muerte. Los Boy Scouts, los Montañeros, los religiosos y religiosas y Obispos, y hombres y mujeres de buena voluntad ayudaban asistiendo a los que podían.

           En la Catedral se fueron apilando cadáveres de personas, y los estábamos allí lo comprendimos muy bien: era el desafío a las fuerzas que acababan de asesinar a Monseñor Romero, la persona que se les había enfrentado clamando justicia, denunciando los atropellos a la dignidad de tantas personas y clamando por una sociedad justa, mediante una  liberación, como lo había predicado Mons. Romero: con una motivación de fe, con la doctrina social de la Iglesia y con una motivación de amor.  Cuando terminó la barbarie, se hizo patente la magnitud de la crueldad: allí estaban muchos cuerpos de víctimas de esta masacre.  ¿Cuántas eran? ¿Quiénes eran? ¿Cómo los podemos llamar ahora? 

 

           Las víctimas. Ante todo, los que fuimos testigos directos de los hechos podemos dar testimonio de la experiencia vivida,  de la entrega  hasta la muerte de esas personas que murieron por su fe, invitándonos a compartir su esperanza y su amor por los demás.  Las generaciones venideras deben saber que murieron por su lucha por la justicia acompañando a su Pastor, y por su amor a los demás hermanos, perdonando a los perseguidores de la Iglesia.

           Nunca sabremos el número exacto de las víctimas. Las cifras oscilan entre 50 a  70 muertos y entre 300 a 400 heridos.  Para la magnitud de la catástrofe, las cifras son relativamente son reducidas. Lo más macabro es que era un atentado contra el pueblo salvadoreño que estaba dándole el último adiós a su Pastor Mártir, y que en semejante homenaje el mismo pueblo era también martirizado. Citemos sólo algnos testimonios.

           Bernard Dietrich, perodista del TIME, quien se encontró atrapado en el tumulto, ecribió:“Los disparos se intensificaron mientras la multitud alrededor mío viraba hacia delante y trataba de sobrepasar la verja de acero de 10 pies de alto... Una mujer tratando de pasar fue parcialmente atravesada por una de las afiladas puntas de la verja.  Mi mano fue traspasada por otra... En la angosta entrada a la catedral una docena de mujeres, muchas de ellas ancianas, estaban siendo pisoteadas”. 

El Presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos y Arzobispo de San Francisco, Mons. John Quinn: “A medida que nos íbamos apretando en un asfixiante sudor, un cadáver era traído de afuera y tirado sobre la pared lateral. Esto pasó varias veces. Había cuerpos tendidos en las gradas frontales de la Catedral.  Parecía que la mayoría de los muertos habían sido aplastados o habían muerto por asfixia.

           El Dr. Jorge Lara Braud, Representante del Consejo Nacional de Iglesias de los Estados Unidos: “La gente moría de asfixia... A mi izquierda y en la fila de atrás de mí había una mujer que había estado implorando a Dios y que empezaba a morirse.  Apenas pude volver mi cabeza, pero nada más.  Como laico presbiteriano, improvisé el rito de la Iglesia Católica para los moribundos. “Tus pecados te son perdonados, vete en la paz de Dios”, recé.  Aunque la mujer murió, no había espacio para que pudiera yacer en el suelo.  En algunos casos, la gente apenas podía levantar un cuerpo desvanecido o un muerto y llevarlo sobre sus cabezas, aunque nadie sabía dónde.  Más tarde vi que todos los muertos en la catedral eran mujeres: mujeres bajas, pequeñas.  Atrapadas o asfixiadas...  Al salir con mis manos en la cabeza y con un sentimiento de náuseas, ví a un niño sollozando;  uno de los cadáveres era el de su madre”.

           Los mártires anónimos. Como siempre las mayorías queda sin nombre, aun en muerte. Como pequeño homenaje  queremos publicar los nombres de las personas que pudieron ser reconocidas: a) por herida de bala frente a la Plaza Barrios, la niña Blanca Jiménez Vega, Alberto Antillón Herrera, 41 años. b)  Por golpes y asfixia en la Catedral:  María Natividad Flores Barahona, 89 años,  Blanca Fidelina Mancía, 50 años, María Ofelia Guevara, 35 años, Nelson Miguel Gallegos Miranda, 45 años, Ezequiel Martínez, 35 años, Isaura Castro de Gómez, 44 años y su hija Wilda Clelia Gómez, 12 años, Berta Consuelo Santamaría de Aguilar, 49 años. Reconocida en centro médico: Matilde Chinchilla (gravemente golpeada). c) Según fuentes periodísticas los   siguientes  cadáveres fueron identificados por sus familiares: René Mauricio Canales Cáceres, Juana María Escobar de Castellanos, Dolores López de Cerna, Marta Ruth Guardado, Blanca Fidelina García, María del Tránsito Martínez Cortez y Nelson Miguel Callejas.

           Los autores. La Junta de Gobierno incriminó a la Coordinadora Revolucionaria de Masas, pero los diferentes dignatarios eclesiásticos que asistieron a los funerales de firmaron un testimonio el mismo 30 de marzo incriminando al Gobierno de El Salvador de  grave deformación de los hechos y de la falsa interpretación de los mismos. La prensa internacional incriminó a la Junta de Gobierno de mentir sobre los hechos y robarles su material fílmico y fotográfico para usarlo y manipularlo para sostener la versión oficial; también testimonió la prensa internacional sobre franco tiradores en los edificios aledaños a la Catedral, principalmente provenientes del Palacio Nacional.

           Testigos apuntaron a elementos apostados en edificios aledaños controlados por fuerzas gubernamentales que mantuvieron a raya a los elementos de grupos de izquierda que habían asistido al funeral de Monseñor Romero y que trataron escasamente de defender a la muchedumbre sin saber a ciencia cierta a dónde disparar.  El comunicado de la Arquidiócesis dijo que de los sucesos acaecidos fuera de Catedral no podían culpar a nadie públicamente porque no tenían pruebas suficientes para ello; y desmintieron al Gobierno al decir que afirmaban categóricamente que libremente estuvieron en catedral y que nadie había intentado robar el cadáver de Monseñor Romero como lo afirmaba la Junta de Gobierno.

           Analizando los hechos, se puede concluír lo siguiente: La sistematicidad del inicio de las bombas y disparos de gran calibre de armas de fuego; la prolongación del poder de fuego por dos horas consecutivas, desde las 11.40 a.m. hasta la 1.40 p.m. que mantuvo a raya a los pocos armados de izquierda; los lugares de los francotiradores de gran y perfecta cobertura  desde edificios controlados por agentes del Estado; el empleo mínimo de daño con armas de fuego a las personas presentes previendo las suficientes muertes por causa del mismo tumulto y terror sembrado; indican la intencionalidad de causar un disturbio de tal magnitud que impidiera las honras fúnebres de Mons. Romero por su pueblo. Por tanto, podríamos decir que las evidencias indican que los autores de los disturbios y de los y las mártires anónimos fueron los mismos que asesinaron a Monseñor Romero.

           Termino con una cita del Vaticano II, que el mismo Monseñor Romero citó hablando del martirio del P. Alfonso Navarro y del niño Luisito Torres, para nuestros mártires anónimos que murieron junto a él. Dice el Vaticano II: “El martirio, en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a él en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba del amor.  Y, si es don concedido a pocos, sin embargo, todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle, por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia”.

 

María Julia Hernández

 

Viernes

 

A Francisco Andrés Escobar

 

Tan hambriento, desnudo, destrozado,

roto de sed, deshecho de amargura,

no hay luz final para tu noche oscura,

ni alivio para el músculo cansado.

 

No hay bálsamo que cure tu costado,

ni lámpara que alumbre la negrura,

ni Verónica fiel con su dulzura,

ni Cirineo en trecho desolado.

 

Sobre la calle, con la cruz a cuestas,

coronado de espina inamovible,

a un lado Dimas y al otro Gestas.

 

Para afrontar el tránsito terrible

las manos y las plantas ya dispuestas

y el silencio de Dios inconmovible.

 

Carmen González-Huguet

 

 

 

 

Homilías en el aniversario de Monseñor Romero

 

     Ponemos en forma de puntos la homilía del P. Rodolfo Cardenal tenida el martes 23 de marzo en la capilla de la UCA. La figura de Monseñor Romero sigue iluminando la realidad, especialmente la política. El texto bíblico fue Lucas 4, 14-30

 

           Rechazaron a Jesús, porque no les gustó lo que les dijo: se extrañaron de que sólo mencionará las palabras de gracia del profeta y se callase las de venganza.

           Monseñor Romero tampoco fue aceptado: su palabra no gustó y lo asesinaron.

           Sabía que su palabra no gustaba, pero creyó en Dios y dejó a Dios ser Dios.

           El malestar que causaba no lo apartó de su misión: anunciar la salvación para todos los pueblos.

           Hay una tendencia fuerte a olvidar por qué murieron Jesús y Monseñor Romero.

Se reconoce su muerte, porque es inevitable, pero se pasa por alto la causa.

           San Pablo afirma que a los destinados y escogidos para reproducir los rasgos de su Hijo: los llama, los rehabilita y les comunica su gloria.

           En las adversidades los sostiene el amor de Dios.

           Lo que menos gustó de Moseñor Romero es que llamara a la conversión a quienes han hecho de la riqueza un ídolo y lo adoran y le ofrecen víctimas.

           Siguen adorando esas mismas riqueza y el medio que se las garantiza: el mercado.

           El mercado es un instrumento, pero lo han convertido en fin absoluto de sus desvelos y han mercantilizado la vida humana y social.

           No es este un buen momento para el país y en particular, para quienes se identifican con la causa de los pobres, la causa de Monseñor Romero.

           Es comprensible que haya desengaños y frustraciones, pero Monseñor Romero nos invitaría a sobreponernos y a ver más adelante.

No se puede dar cabida a la desesperación, ni mucho menospreciar al pueblo salvadoreño, que, supuestamente es el que da razón de sus desvelos y trabajos.

           La opción por los pobres no menosprecia su razón de ser fundamental, sino que trata de comprender, para enmendar y volver a empezar con más bríos y nueva esperanza: la esperanza no desiste tan fácilmente.

           Es una situación adversa que pone a prueba el compromiso personal y el arraigo de las convicciones y la profundidad de los principios.

           Repuestos de la primera contrariedad, hay que empeñarse en varias tareas:

           Examen personal y grupal y político: poner firmes los pies sobre la tierra y levantar la mirada hacia Dios y su reino: llamada a la conversión.

           Es fácil atribuir a otros la responsabilidad, hay que mirar con rigor lo propio, el rigor con que juzgamos a los otros debemos dirigirlo hacia nosotros mismos y hacia lo nuestro, y esforzarnos al mismo tiempo por mirar la bondad de todos y de todo.

           No poner la ideología por encima de la verdad, respetar la realidad y su autonomía, fortalecer la honestidad con lo real, apartar la voluntad y el deseo para tener la mente despejada, la mirada aguda y la creatividad pronta, abrirse a la realidad tal como ella es y no como desearíamos o querríamos que fuera.

            Descubrir la bondad de la realidad, en medio de la oscuridad, y en especial, descubrir la bondad del pueblo salvadoreño, aun cuando haya actuado de una forma que no aprobamos.

           Coraje y valor y confianza en Dios y no en las realidades humanas, que no son objeto de fe.

     La bondad es la que nos abre a la esperanza.

 

 

 

 

 

Del miedo a la esperanza

 

     Aunque ya hemos oído y leído toda esta homilía de Monseñor Gregorio Rosa Chávez tenida en la noche del 24 de marzo como cierre de la marcha habitual, queremos entresacar los puntos que nos hablan de esperanza para nuestro pueblo salvadoreño.

 

1.        Del miedo a la esperanza.

 

           Esta homilía la he escrito en tres momentos. Primer momento, dentro del avión: lo primero que se me vino a la mente cuando escuché las últimas noticias y los últimos comentarios. Segundo momento, en la Ciudad de México tomando las lecturas de hoy y el diario de Monseñor Romero, en las páginas que van desde el 15 de octubre hasta el día de su muerte. Y la tercera parte la escribí esta tarde, después de sentir el clima del país en la gente que venía a la cripta de Monseñor Romero y a la Catedral. El título podría ser: «Del miedo a la esperanza».

           ¿Tenemos pueblo o tenemos masa?». Recordemos la homilía de Monseñor Romero del 5 de enero de 1978:

«Dios quiere salvarnos como pueblo... ¿Qué es el pueblo? –pregunta Monseñor, y nos da esta bella respuesta que es todo un programa -: «Pueblo es una comunidad de hombres donde todos conspiran al bien común» . Eso queremos ser nosotros.

           La segunda idea la escribí en una bolsa de papel que hay en los aviones para cuando uno tiene mareos. Escribí estas preguntas: «¿Pudo más la esperanza o el miedo? ¿No lograron los candidatos generar esperanza?». Y luego viene  una pregunta más inquietante: ¿Tenemos un futuro de esperanza después de los resultados del domingo pasado?» . Y si nos examinamos los amigos de Monseñor Romero: «¿Estamos dispuestos a generar esperanza?» .

 

2.        Haciendo memoria de Monseñor Romero.

 

           Busqué las páginas donde él describe la esperanza que le anima ante una insurrección militar, el 15 de octubre de 1979, y busqué las páginas siguientes donde él dialoga con todo mundo buscando lo mejor para el país y donde va descubriendo que ese proyecto va al fracaso porque es una reforma teñida con sangre y represión. Anoté una nueva idea: «Quizás nosotros hablamos demasiado del profeta y dejamos un poco en la sombra al pastor misericordioso, al hombre que nos amó con corazón de madre como Dios». A un año de la guerra en Iraq, hay dos caminos para el mundo: el del temor y el de la esperanza.

           Y en ese contexto me vino otro pensamiento de Monseñor Romero, que lo pronunció el 30 de abril de 1978:

«Lo primero que debe hacer una educación es encarnar al hombre en la realidad, saberla analizar, ser críticos de su realidad. Una educación que sea educación para una participación política, democrática, consciente.

 

           Ante el golpe militar del 15 de octubre de 1979, y lo que sucedió después, hay una experiencia que puede resumirse en tres palabras. La primera es expectativa; la segunda  es esperanza; la tercera es decepción. La actual situación también puede resumirse en tres palabras: la primera es esperanza, la esperanza de las cosas podían cambiar; la segunda es desencanto; la tercera es decepción, tristeza. Al decir esto pienso no sólo en un partido de oposición, sino en todos aquellos que desde distintas opciones políticas buscaron un cambio y nos propusieron un país más justo, más fraterno y más solidario.

 

3.        un futuro de esperanza.

 

           Yo veo tres palabras también para mirar al futuro: desafío, discernimiento y compromiso. El desafío lo plantea la realidad en la que nos toca –como lo hizo Monseñor Romero en su tiempo, mucho más difícil que el nuestro- dar buenas noticias. Él dijo en una de sus homilías, pensando en su muerte: «la palabra queda y ése es el consuelo del que predica. Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones de quienes le hayan querido recoger». Tenemos el desafío de seguir adelante sin perder la esperanza. Luego discernimiento; se impone un discernimiento, que aquí tiene varios elementos: primero, un análisis objetivo de lo que pasó; segundo, una autocrítica;  y tercero,  valentía y humildad para aceptar la verdad. Y finalmente compromiso, el compromiso de decirle no al miedo y decirle sí a la esperanza.

¿Cuál es la misión de nosotros, de la Iglesia? Tiene la Iglesia, las iglesias, una responsabilidad de acompañar al pueblo desde su propia identidad y con plena libertad.

           También tiene una responsabilidad los dirigentes políticos, que no deben olvidar que su principal compromiso es con el bien común de todos, pero sobre todo de los más pobres, de los marginados y de los excluidos. Hay una responsabilidad, asimismo, para los dirigentes sociales, que no deben dejarse vencer por el cansancio, el pesimismo y las divisiones. Y hay una responsabilidad para los que nos profesamos seguidores de Jesucristo, para los cristianos.

           Nosotros esta noche queremos renovar el compromiso con los más pobres de El Salvador. Si nosotros nos quedamos con los brazos cruzados el país se queda sin alma y la economía va a estar al servicio del lucro y no de la persona humana. Si nos quedamos con los brazos cruzados, no se cumplirá la frase de San Ireneo que Monseñor Romero menciono en Lovaina cuando fue declarado Doctor Honoris Causa: «La gloria de Dios es que el pobre viva».

           Si nos quedamos con los brazos cruzados tendremos «Mano dura y súper dura» y no la ternura de Dios que quiere que toda persona tenga en la vida una oportunidad. Yo escribí desde México una carta al nuevo Presidente y le decía en esa carta que nosotros queremos hablar con él sobre la violencia juvenil. Le decía: nosotros vemos el problema desde las causas no desde los efectos; y tenemos como lema: «Los jóvenes y las jóvenes en crisis tienen derecho a una oportunidad».

           En el evangelio hemos escuchado hoy un texto que sólo se entiende a la luz del pasaje anterior: Cristo ha ido a un lugar donde había una piscina y muchos enfermos esperaban el momento en que un ángel moviera el agua; el primero que entraba quedaba curado. Y vio a un hombre que tenía treinta y ocho años de estar postrado en una cama y nunca podía obtener la salud. Jesús le pregunta: «¿Quieres ser curado?» «Señor ­–le responde­– no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua».

           «No tengo a nadie». ¡Tanta gente en El Salvador dice también lo mismo!: «No tengo a nadie que me abra los ojos, que me descubra que soy una persona y no una cosa, que tengo una dignidad y unos derechos y que tengo capacidad de construir futuro.

           En presencia de ustedes, con todo el país oyendo esta homilía, quiero decir unas palabras al nuevo Presidente de El Salvador. La primera palabra es que el país nos necesita a todos: el país no es viable si no somos incluidos todos en un proyecto de nación que favorezca a los más desposeídos.

           La segunda palabra al futuro Presidente es que muchos pobre han creído en las promesas de su campaña: estaremos atentos para que esas promesas se conviertan en realidad.

           La tercera palabra es sobre la violencia juvenil. ¿Por qué un joven cae en la violencia? ¿Por qué un joven cae en la droga? Porque se les cierra las puertas, porque no puede terminar sus estudios, porque no puede obtener un trabajo digno, porque no tiene futuro, porque le matan la esperanza. Esperemos, pues, que seamos capaces nosotros de acompañar lo mejor que haya en el programa de gobierno para que los pobres tengan vida y la tengan en abundancia.

           Ahora convirtamos en plegaria y en compromiso nuestro sueño: queremos un país diferente, justo, fraterno, solidario y en paz. No estamos solos en esta tarea, el mundo entero nos mira con admiración y simpatía. Monseñor Romero sigue inspirando nuestro caminar y Dios sigue caminando con su pueblo. Vamos ahora a unirnos en oración para que esto que hemos soñado juntos, Dios lo vaya construyendo con nuestras manos: porque Dios no tiene manos, sólo tiene nuestras manos.

 

 

 

 

Un canto profundo en medio de ruidos vacíos

 

           Esta es una nota sobre el trabajo realizado por jóvenes de la Pastoral Universitaria de la UCA... Con ella queremos dar testimonio y agradecer sencillamente su entrega buena y desinteresada. Más que describir las cosas que se hicieron, tratamos de plasmar de manera sencilla el proceso que muchos de ellos han experimentado en su encuentro con las comunidades. Hemos querido hacerlo a manera de pequeñas notas, ojalá que les permitan saborear este recorrido.

 

San Salvador,03 de abril.

           Mientras el calor aumenta y se multiplica la cantidad de vehículos viajando hacia los departamentos y la costa del país, un grupo de 25 jóvenes se reúnen en  el Centro Loyola. Están preparándose para celebrar la Semana Santa. Veinte y dos de ellos irán a comunidades de San José Verapaz (Jiboa y San Isidro), Arcatao, Nueva Trinidad  y Jayaque. Se ha querido comenzar con una pequeña jornada de reflexión. Buscamos ayudar a encontrar, en el silencio pausado, los cantos que maten los ruidos estrepitosos de tanta ciudad y tanto consumo. Con la energía de su juventud, cobijados desde el silencio, quieren escuchar el eco del ayuno que pide el Señor y que nos describe Isaías 58, 4-8): deshacer los nudos de la maldad, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los maltratados y arrancar todo yugo. ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en tu casa?.

 

Domingo. 04 de abril.

           En San Antonio Abad se inicia este nuevo camino del ayuno compartiendo la procesión de Ramos y la misa. Luego el almuerzo y la salida a las comunidades. Hay mucha expectativa, Isaías sigue resonando. También los últimos avisos, la distribución... finalmente el silencio incómodo, el recuerdo de las casas, los padres, la playa... las palabras de Isaías vuelven a resonar, pero ahora de manera distinta: deshacer los nudos de la maldad, ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en tu casa? Son los pobres quienes les reciben en sus casas y en sus comunidades, y los nudos de sus vidas lentamente empiezan a soltarse... qué diferente se lee el evangelio y se escuchan las clases desde la óptica de la gratuidad de los pobres.

 

Martes, 06 de abril.

           En San Vicente el calor es sobrecogedor, muy ardiente, pero los rostros de los jóvenes están radiantes, algo pasa en sus vidas de manera silenciosa. Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia, la gloria de Yahvéh te seguirá.» Las personas se sienten animadas y muestran agradecimiento, es apenas el tercer día, la piedra se ha movido, ellos y ellas empiezan a salir de su encierro. Las notas de la melodía de su vida empiezan a sonar más alegremente.

 

Miércoles, 07 de abril.

           Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea visto por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará». (Mt 6, 16-18). Este texto resume sus rostros cuando los íbamos visitando. Sus comentarios va un sentido de intimidad, de gratuidad, de interés, de humildad en la búsqueda de Dios y en la búsqueda de crecimiento. Van encontrando el sentido del ayuno. Empiezan a mirar su fragilidad, su debilidad, su pequeñez, pero cae sobre ellas la lluvia germinadora de posibilidades, sus fortalezas y grandezas. Buscar a Dios lleva mucho de silencio, eso lo van aprendiendo. No es el simple callar, hablamos de mantenerse fiel al trabajo más cotidiano e invisible. Empiezan a entender que el Reino de Dios no se hace bajo luces de neón o pasarelas para modelos, no es un reino de aplausos, el reino de Dios crece silencioso, entre el polvo y lo escondido, va creciendo en la soledad de la oración de quien pregunta y el anonimato de quien sirve, en la sencilla acción de poder cambiar el  «Yo» como centro del mundo por un «Tú» más amoroso y creador de otro mundo. Unirse al que sufre, acompañar al necesitado.

 

Jueves, 08 de abril

           Bajo la débil luz de las capillas los rostros de los y las jóvenes se ve de una manera distinta. Suavemente van descubriendo el misterio del jueves santo, van reconociendo a quienes su vida misma se transforma en un jueves de santidad. ¿Quiénes son? Los que creen que el amor es lo que puede mover la vida entera, los que saben ver y buscar el amor y el servicio en las cosas más ordinarias de la vida.

           Los que aman de esta manera viven en el mundo de una manera cotidiana, pero no al modo del mundo. Son aquellos en quienes el amor es un tatuaje marcado no en la piel sino en el corazón, son para quienes la sonrisa no es algo especial sino la esencia de una vida de servicio. Son aquellos que no están fijándose cuánto hacen o no los otros, simplemente actúan. Ellos se convierten en un reto constante: amar siempre y servir siempre. Claro, también hay quienes se frustran y prefieren abandonar el camino pues hablamos del mundo real, no de un idealismo.

Viernes, 09 de abril.

           Acompañar a las personas de la comunidad es algo bonito. Pero verles el viernes santo en los vía crucis y oficios es un acompañarles de fe en fe. Sin tanta teología especulativa, sin palabras, en silencio, su camino lento y marcado en el polvo de sus calles se une a los pasos de tantos rostros que también caminan en el mundo con las lágrimas contenidas. En ese camino sienten alivio y esperanza. Inspiran respeto, mirándoles podemos humildemente acercarnos a los sufrimientos, contemplarlos, sopesarlos, recibirlos, aun sin entenderlos. La cruz se llena de rostros. Pero la esperanza también. Con estas palabras de uno de los jóvenes se pueda entender mejor esto: «mirando a estas señoras caminar todo el recorrido, la violencia, el hambre, la injusticia, la marginación, la guerra, la soledad, sentía que me miraban.  Mi estomago no estaba quieto y mi corazón tampoco».

 

Sábado, 10 de abril

           Ha pasado el viernes santo. La mañana del sábado santo va abriendo a algo nuevo que hasta ahora ha pasado desapercibido: Dios tiene derecho a callar. Nuestra vida está llena de tantos momentos en los que no encontramos palabras que decir, no encontramos sentido a diversas situaciones. Siempre queremos que Dios hable; incluso antes de hacer las cosas queremos saber su significado. El Sábado santo fue distinto, era la confusión de querer regresar, de compromisos incumplidos, de cosas que quisimos hacer, era el momento de callar, de escuchar el silencio de Dios y esperar...simplemente esperar. Las vigilias con  sus fuegos nuevos y liturgias bautismales, nos recuerdan que no todo está perdido, que Dios siempre dice algo bueno, que su amor sigue ardiendo eterno y empapando los corazones de quienes se dejan amar. Por eso, esos corazones se abren a la posibilidad de ser testigos de un amor que vence a la muerte y que nos sigue invitando a arriesgar y a soñar en una humanidad nueva capaz de entonar un canto profundo en medio de tantos ruidos vacíos...una humanidad que ha sido tocada por Jesús de una manera delicada, una humanidad transformada donde empiece a germinar las semillas del resucitado.

 

Domingo, 11 de abril

           El calor continúa, calor del ambiente y calor humano. Despedidas, abrazos, fotos. Algarabía, silencios. En sus rostros hay la mezcla del ansia de volver a sus casas y al mismo tiempo hondos y sinceros de quedarse. Quizás lo más claro lo define una de las jóvenes: «no se me borra su mirada al despedirse». En medio de todo, su encuentro fue una brisa fresca en sus vidas, una corriente de agua que empapó sus busquedas, un canto profundo en medio de ruidos vacíos. Muchos dirán, es simple emoción, se les pasará cuando regrese, no lo sé, la verdad no soy quien para juzgar. Simplemente como Juan en su primera carta escribo de lo que mis ojos vieron, mis oídos escucharon y mis manos palparon, de eso puedo hablarles.

 

Nota: Nuestro agradecimiento es infinito a las comunidades de las Parroquias de San José Verapaz (Jiboa y San Isidro), San Bartolomé (Arcatao-Nueva Trinidad) y San Cristóbal (Jayaque), sus respectivos párrocos y  a todos los que nos abrieron sus casas y sus corazones.

 

 

 

 

La Escuela de Teología Pastoral de Familia Nueva

 

           La Escuela de Teología Pastoral de la comunidad Familia Nueva surge hace un poco más de seis años. Esta comunidad, por su gran deseo de formación ya había hecho un camino con dos experiencias, la primera fue llevar a cabo una Escuela de Dirigentes que buscaba dar formación a sus líderes de pequeñas comunidades o grupos. Esta experiencia les llevó a implementar la segunda que fue la Escuela Bíblica, en ella la reflexión era  más profunda y se dejaban iluminar por el magisterio de la Iglesia, estas experiencia  duraban dos años. La comunidad seguía creciendo y los tiempos que vivían  (años 80-90) exigían dar respuesta desde una fe madura, responsable y comprometida. Tiempos en que ser una comunidad comprometida con el evangelio llevaba a la persecución.

           Fue así como la comunidad de Familia Nueva conoció la experiencia de las Escuelas de Teología Pastoral. Vieron en ellas el apoyo para poder reflexionar la teología, la pastoral, y la espiritualidad, iluminadas desde los Evangelios, los documentos del Concilio Vaticano II,  Medellín, Puebla, el Magisterio de la Iglesia Salvadoreña y el testimonio de sus mártires. Este espacio de formación fue aceptado por el Consejo de la Comunidad y el Ministerio de Formación, ya que cumplía con el proceso  sistemático de materias teológicas,  bíblicas  y  pastorales que vendrían a fortalecer el trabajo de  formación y pastoral que la comunidad llevaba.

    

           El 22 de marzo del 2004 esta comunidad ha cumplido 22 años de vida al servicio de las Familias Salvadoreñas y la Escuela de Teología Pastoral ya lleva dos promociones. En la última graduación nos dimos cuenta que la colaboración a la Iglesia local de San Salvador  es inapreciable pues tenemos alumnos de 27 parroquias de la capital. Estos alumnos, hombres y mujeres de fe comprometidos en su pastoral en sus comunidades, trabajan por ser signos del Reino de Dios, por mostrar a un Dios cercano, amigo y compañero del camino en esas comunidades de nuestra capital.

 

           La mayoría de nuestros alumnos y alumnas son obreros, empleados, secretarias, madres de familia, profesionales, comerciante y  jóvenes  que salen desde la mañana de sus hogares para el trabajo y que llegan cada martes en la noche a la Escuela con Biblia y cartilla en mano a su clase. Al acercarse a estos hermanos y hermanas y compartir la fe nos hemos dado cuenta que tenemos una Iglesia viva y de gran testimonio, en la clausura escuchamos dos testimonios hermosos de esta vivencia.

 

            El primer testimonio que causó gran impacto fue el de Joaquín Morales. Este joven de la comunidad lleva dos operaciones una de corazón y la otra de  trasplante de riñón, y  se mantiene con diálisis por la insuficiencia renal que le sigue afectando:  «los invito a que nunca dejen de lado la llamada que nos hace Jesús de Nazaret y el compromiso  que  tenemos como cristianos en esta tierra salvadoreña. Le agradezco a mi madre Consuelito quien me invitó a que asistiera a la Escuela de Teología, y le agradezco mamá porque ahí he aprendido a ver la vida como un don y que a pesar de mis complicaciones de salud soy  parte de la comunidad y  esta formación me ayuda a continuar en la vida»

 

           Junto a este testimonio del compromiso se unió el de Gloria Guevara quien nos dijo que «esta formación me ha liberado de muchos esquemas que me oprimían y me ha ayudado a ver  la vida de diferente manera. Los invito a continuar con la  formación  y ha dejar espacio siempre a ese protagonista de la misión en la Iglesia: al Espíritu Santo. Para que el espíritu siempre nos anime y nos mantenga disponibles al servicio en las comunidades y de los más necesitados»

 

           Hemos encontrado mucha riqueza en esta experiencia de formación de 6 años. La vida de la comunidad se ha fortalecido con la fuerza de la solidaridad y la fraternidad, se han unido a comunidades más pobres, ayudándoles en la organización de directivas comunales para cambiar las condiciones de vida del cantón Castillo  de la jurisdicción de San Juan Opico en el departamento de la Libertad. Otros hermanos trabajan en cantones del volcán de San Salvador con grupos de agricultores a quienes les animan a organizarse en cooperativas para mejorar su producción y tener mejores ingresos y apoyan a jóvenes con sus estudios. Hay también un numero bastante notable de agentes de pastoral que apoya el trabajo de la evangelización y catequesis  en sus respectivas comunidades parroquiales. Un rasgo curioso de esta ETP es que las mujeres son la mayoría,  son líderes de comunidades y son las que más han sobresalido en el estudio.

 

           Finalmente les transcribo el testimonio de Silvia Torres sobre la ETP «para mí la ETP me ha enseñado otra manera de vivir, me despertó mucho más la conciencia social, la solidaridad verdadera, vivir el evangelio. Aunque esto a veces me ocasione muchos problemas y, algo que me costó concebir por mi manera de ser, es la seguridad total que el Dios de Jesús de Nazaret me ama tal como soy»

 

          

También  nos  encontramos con dificultades humanas de todo tipo pero entresacamos la de  no querer salir de nuestras comodidades  y  vivir siempre en el pasado colonial y piramidal de la iglesia. Existen personas que todavía no pueden ver la novedad del Concilio Vaticano II, no ven que todos los bautizados somos Pueblo de Dios y que tenemos una misión en el mundo: anunciar el Reino de Dios y su justicia. Ahora los laicos y laicas tenemos un papel  en la misión de la Iglesia: ejercer el triple ministerio de Cristo.

 

           La formación les ha dado miedo porque les ha llevado a replantearse su praxis y a tener una fe comprometida con las víctimas de este país. Y a entablar un dialogo con el mundo en que vivimos. Como ejemplo de estas dificultades Pepe Magaña decía «que esta formación liberadora llegó a chocar con la formación tradicional que traíamos y que ahora esta formación teológica, bíblica, doctrinal, pastoral y espiritual nos exige muchas cosas en la vida. En especial a ser críticos con la realidad, a no ser indiferentes ante las necesidades de nuestros hermanos, a  tener una fe evangélica  y todo esto  nos ha puesto en ruta al Reino de Dios, a servir mejor a la familia salvadoreña»

 

 

 

La honestidad chacha del servicio

 

      Don Teófilo de León fue, hasta su muerte, sacristán de la capilla de Nazareth, cantón perteneciente a Huizúcar. Tiene varios años de fallecido. Durante 40 años animó la comunidad, la fiesta patronal de La Sagrada Familia, todas las actividades religiosas. También cuidó con cariño y esmero la vieja iglesia de la comunidad. Desde el cielo, acompañó la construcción de la nueva iglesia después de terremoto del 2001.

 

               Siempre anduviste descalzo. Te regalaron zapatos que nunca usaste y que agradecías con una sonrisa de comprensión ante la sorpresa de las personas caritativas que no entendían tu caminar y tu alegría perenne.

 

               Para ti los pies descalzos no sólo hablaban de la pobreza económica sino que también tenían una promesa: nunca dejar de tocar la tierra. Nunca dejar de estar con la comunidad. Sólo la alegría, como los cohetes patronales, subían al cielo para dejar la paz alborozada en el firmamento. El compromiso recorría las veredas, las casas visitadas, los sacerdotes invitados y tu gente cuidada, aun en el tiempo de la guerra.

 

               Decir la iglesia de Nazareth era encontrar tu rostro amable, entrar en ella era sentir el gozo de las personas que no dejaron de ser tu mejor cosecha. Tu casa te compartía con el templo. Tu familia se hizo parte de la comunidad y el trabajo de la tierra conocieron tus manos que tantos cirios prendieron, tantas andas cargaron y tanta limpieza consiguieron en la iglesia.

 

               Hoy en el cielo sigues recorriendo descalzo la casa de Dios. Estás a gusto con los santos nacidos por estas tierras y conversas con el Espíritu Santo del nuevo templo en tu comunidad. Jamás olvidaremos que tus pies descalzos nos cuenta que no te gustó el poder y, sobre todo, el servicio se engalanó de fiesta con su mejor fruto: la honestidad. Tu ser cabal nos hizo gustar la dulzura de tu fidelidad y tu gran cariño por las cosas de Dios entre los seres humanos. Muchas gracias por tu vida de servicio honesto.

 

Chacha:estar muy unido, ser mellizo, mancuerna.