AÑO XXIV, No.531       1-31 DE JULIO, 2004

 

LA TRANSFIGURACIÓN DE EL SALVAD0R

INDICE

EL PULSO ECONÓMICO DE ESTADOS UNIDOS Y SU IMPACTO EN EL SALVADOR

EL DIVINO SALVADOR. LO QUE QUIERE ES LA JUSTICIA

RWANDA (III)

EDUCACIÓN, MUJERES Y MERCADO LABORAL

DOLOR DE SER MUJER: LA VIOLENCIA CON ROSTRO FEMENINO

LA VOZ DE LA SANGRE ES LA MÁS ELOCUENTE DE LAS PALABRAS

¿COMPETENCIA O COOPERACIÓN?

EL COLOCHO Y SU BAJADA: LA TRANSFIGURACIÓN DE RUTILIO GRANDE

ESCUELA DE TEOLOGÍA PASTORAL EN LA PARROQUIA SAN JOSE OBRERO EN PLAN DEL PINO

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

 

 

El pulso económico de Estados Unidos y

su impacto en El Salvador

 

                        A principios de este año, organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtieron que el “excesivo déficit fiscal en Estados Unidos podría afectar el sostenimiento a largo plazo de la economía global”  (BBC news, 08.01.04). El FMI señaló, en ese entonces, que “La recesión, el recorte de impuestos y los astronómicos desembolsos para financiar la llamada guerra contra el terrorismo” eran las culpables de esta tendencia deficitaria de Estados Unidos.

                        Ahora, en la coyuntura económica actual, la situación económica de dicha nación parece no haber variado y las medidas para resolver este nudo gordiano del déficit fiscal de la economía estadounidense no se han hecho esperar. El director de la Reserva Federal, Alan Greenspan, ha comenzado a elevar las tasas de interés desde esta 30 de junio del corriente. La oposición política, a su vez, ha arreciado sus críticas hacia las políticas económicas de la administración del presidente Bush concentrando sus esfuerzos en demostrar que sus políticas de liberalización, impuestos regresivos, gastos excesivos en el área militar, etc. han llevado a una posición de “no retorno fiscal” y de extremo riesgo, ya no solo para la economía estadounidense, sino para la estabilidad económica global.

                        Actualmente, según los análisis vertidos por The Economist (02.07.04) en la agenda global hay que tomar en cuenta que la Reserva Federal de Estados Unidos acaba de elevar las tasas de interés por primera vez en los últimos cuatro años y la tendencia que podría experimentarse en el transcurso del próximo semestre de este año es hacia una escalada en el costo de los préstamos.

                        Esta reacción “alcista” de las tasa de interés por parte de la Reserva Federal elevaría, a su vez, el  nivel de las tasas de interés en El Salvador, lo cual podría ser contraproducente para la economía del país por la siguientes razones: En primer lugar, el contexto de la economía estadounidense ha sido muy diferente a la de El Salvador en estos últimos dos semestres (segunda mitad de 2003- primera mitad de 2004). Mientras Estados Unidos ha estado experimentando una dinámica de crecimiento positiva y acelerada (ha tenido tasas superiores al 8% en los últimos meses y ha podido traducir este crecimiento en un alza en la creación de empleos), en El Salvador se ha dado una dinámica inversa, pues los índices de crecimiento económico y por tanto, de empleo,  se han mantenido deprimidos especialmente en este primer semestre de 2004 (PIB 2.0-2.3%) (ECA 663-664).  

                        Piénsese que si El Salvador depende de lo que dicte la Reserva Federal de Estados Unidos, y si ahora Estados Unidos estima que le conviene hacer política monetaria restrictiva (aumentar las tasas de interés) para darle mayor equilibrio a su economía pujante, una medida de este tipo lo único que haría para El Salvador es deprimir aún más la economía, pues los préstamos para la inversión serían más caros y desestimularían las acciones y proyectos a futuro de  los inversionistas en el país, lo cual podría traducirse a la larga, en una mayor caída del producto interno bruto salvadoreño y anclaría al conjunto de los sectores económicos en una recesión.

                        ¿Pero por qué Estados Unidos ha llegado a este punto de querer subir las tasas de interés, después de tanto tiempo con la filosofía del “dinero barato” (bajas tasas de interés) en el timonel de la Reserva Federal? Al respecto, parte de la explicación podría encontrarse en las mismas raíces de la caída del valor del dólar estadounidense experimentada desde 2003 hasta la fecha.

                        Curiosamente la economía estadounidense ha tenido esa dualidad: por un lado unas tasas de crecimiento aceleradas y por el otro una moneda en picada en su valor con respecto a las otras divisas mundiales. Lo que ha ocurrido es que debido a que la tasa de crecimiento local de Estados Unidos supera el promedio mundial, los consumidores han podido atraer más importaciones pues han tenido mayor entrada de ingresos. Sin embargo, también ha sido cierto que el país ha necesitado pedir prestado para financiar el comercio y el déficit de cuenta corriente (exportaciones siempre menores a las importaciones).

                        Así los productos y servicios a nivel global han continuado entrando en Estados Unidos mientras el dinero sale, produciendo una constante presión sobre el dólar. El efecto hizo que, en definitiva, las tasas de interés en Estados Unidos se encontrasen en todo este período reciente en su nivel más bajo en 45 años, lo cual desincentiva el flujo de capital que determina las tasas de cambio.

                        Aún estando las cosas así para la moneda estadounidense, el antiguo compromiso de Washington hacia un dólar fuerte parece haberse desvanecido, probablemente porque los políticos se han dado cuenta de que el país sale ganando con una moneda más débil, después de todo, cuando cae el valor del dólar, Estados Unidos es el que menos sufre. Esto es así en tanto que, aunque para sus consumidores ahora es más difícil importar, pues les sale más caro, lo cierto es que las empresas estadounidenses se vuelven mucho más competitivas en  relación con Europa y Japón con monedas más caras. Sin embargo, por el otro lado de la moneda, con un dólar débil los precios de las materias primas que clásicamente se han expresado en dólares, han subido su precio. El oro y el petróleo se han disparado con la caída del dólar, pues ahora se vuelve relativamente más caro adquirirlos con la misma moneda.

                        Para El Salvador una mayor presión en sus propias tasas de interés, es consecuencia directa de la enorme dependencia que el país tiene hacia la política monetaria estadounidense desde que implementó la dolarización en su economía. Además hay una realidad tácita, el discurso del FMI tampoco ha variado: para el FMI el déficit fiscal de Estados Unidos alcanzado por la administración Bush ahora podría producir mayor presión sobre las tasas de interés y poner en riesgo a la economía de Estados Unidos así como del resto de mundo. ¿Pero qué pasa si la espiral en ascenso que se avecina de las tasas de interés llega a sostenerse como se dio en 1999, donde se dieron 6 alzas en un período de 11 meses, tiempo extremadamente corto? El subdirector del FMI, Charles Collyns, asegura que los inversores internacionales podrían perder confianza en el dólar y esto “podría forzarlos a considerar invertir en otro lado.”

                        El informe de dicho organismo crediticio internacional señala que el dólar se ha visto afectado por el rápido crecimiento del déficit presupuestario. Esto refleja pues, que el ejercicio del creciente gasto en la guerra en Irak no solo ha sido contraproducente en términos de vidas humanas, espirales de violencia y conflictos sociales, sino que además esta carga ha tenido su símil económico y se ha traducido en desequilibrios que podrían afectar a la economía mundial, especialmente la de aquellas economías dependientes del dólar como El Salvador.

                        El problema de las finanzas desequilibradas de guerra de Estados Unidos ha sido tan irresponsable y marcado que en la reciente cumbre del G8 en el estado de Georgia, Estados Unidos, Jacques Chirac, presidente de Francia se quejó públicamente de estos dese-quilibrios en el gasto presupuestario estadounidense. Los europeos han señalado con horror el hecho de que la administración del Presidente Bush llegue a experimentar un déficit presupuestario equivalente al 4.7% del producto interno bruto de este año. La “economía de la guerra” estadounidense podría afectar más de lo que la precaria economía de El Salvador estaría preparada para soportar y esto es un riesgo que el proceso de la dolarización impulsada por la administración del ex presidente Flores no previó.

 

CIDAI

 

El Divino Salvador

Lo que Dios quiere es la justicia

 

                        Pronto llega el 6 de agosto, la bajada y la celebración del Divino Salvador. Las vacaciones -para quien puede tomarlas- son merecidas. Las procesiones pueden ayudar a que los papás cuenten a sus hijos las tradiciones salvadoreñas más entrañables. La eucaristía puede recordarnos quién es el Divino Salvador. Pero todo ello hay que hacerlo en El Salvador real y en la vida real de los salvadoreños, los de aquí y la otra mitad que está fuera. Y los más real de esta vida es que sigue triunfando la injusticia mientras la gente espera, más que ninguna otra cosa, que haya justicia. No lo es todo, pero sin tomar en serio ambas cosas nos seguiremos engañando como país y como Iglesia.

                        En este número de Carta a las Iglesias verá el lector un bello artículo del Padre Carranza sobre lo que dijo el Padre Rutilio Grande en la homilía del 6 de agosto de 1970.  Ante todas las autoridades del país, dijo palabras recias, por fidelidad a Jesús y a sus hermanos y hermanas salvadoreñas. Le costó el puesto de rector del Seminario -la homilía les pareció muy fuerte a los obispos-, pero con ello nos enseñó cómo debemos celebrar la fiesta del Divino Salvador.  Y lo vamos a hacer recordando la utopía de la justicia y la profecía contra la injusticia, lo cual nos parece muy necesario.

 

                        A diferencia de lo que ocurría hasta hace unos años, ya casi no se usa los términos justicia e injusticia para describir cómo debiera ser nuestro mundo y cómo realmente es. Han desaparecido prácticamente del lenguaje normal y también del eclesial, incluso ha sido enterrado. Y con ello van despareciendo también palabras esenciales del mensaje cristiano: opresión y liberación, víctimas y verdugos, pecado estructural y santidad política, praxis y esperanza de que el verdugo no triunfe sobre la víctima.

                        Hubo tiempos en que las cosas no eran así. El primer párrafo de los documentos de  Medellín, 1968, describiendo la situación del continente latinoamericano, afirma que “esa  miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo”. Muchos cristianos se replanteaban lo más hondo de su ser cristiano, y los jesuitas dijeron en 1975 que su misión era luchar por la fe y por la justicia. La teología de la liberación recalcaba en qué consistía en definitiva la fe: “hacer justicia, ¿no es eso conocerme?, dice Yavhé”, palabras que aparecen en Jeremías 22, 15s y también en Oseas 6, 6. Y a Cristo se le empezó a ver desde el pecado de la injusticia y la utopía de la justicia. El teólogo mexicano Porfirio Miranda escriba en 1972:

 

                        Ninguna autoridad puede hacer que todo esté permitido, la justicia y la explotación no son tan indiscernibles como eso, y Cristo murió para que se sepa que no todo está permitido. Pero no cualquier Cristo. El que resulta definitivamente irrecuperable para el acomodo y el oportunismo es el Jesús histórico.

 

                        Todas estas citas son de hace 30 años, pero hoy casi no se escuchan. ¿Será que el mundo ha cambiado tanto que ya no son necesarias? Estados Unidos y sus deslavazados acólitos invaden y destruyen Iraq, para ello destinan recursos con los que podría desaparecer el hambre y la sed de este mundo, se aprovechan de las ruinas para hacer negocios millonarios. Ultimamente, sin pestañear, sin que ni a Bush ni a Blair se le caiga una lágrima, afirman que no estaban bien informados, que la culpa es de la CIA, y aquí no ha pasado nada. A saber si sabían o no sabían que estaban mintiendo; en cualquier caso no piden perdón.

                        Y otro ejemplo de estos días. En la cumbre de Bangkok sobre el SIDA se ha dicho que ya han muerto 20 millones de seres humanos y que  hay 38 millones de afectados del virus.  De estos sólo 7% tienen acceso a medicamentos que les permiten sobrevivir y vivir con un mínimo de dignidad. Al otro 93% le espera la muerte, la ruina, el sufrimiento de familias ya destrozadas.

                        Tanto en un caso, guerra en Iraq, como en el otro, pandemia del SIDA, los que sufren las consecuencias son las mayorías del planeta, pobres, ignorados y despreciados. Los otros las ocasionan y, en cualquier caso, las sufren menos. En el país, las cosas siguen mal: más gente que se va, deficit habitacional, problemas de la juventud sin soluciones, enfermarse es, para las mayorías, acercarse a la muerte

                        Y ahora volvamos a nuestro tema. ¿Que lenguaje se usa para expresar el mal de este mundo y de este país? Se habla de terrorismo como el mal mayor, pero para describir los horrores que permean nuestro mundo se habla de daños colaterales, clases menos favorecidas o de escasos recursos, países en vías de desarrollo, pero no se habla de injusticia. Ningún literato que se precie se contentaría con este lenguaje para poner en palabra la realidad. Y, para decir que las cosas van bien, Occidente se llena la boca con  palabras como democracia, comunidad internacional, diálogo y cooperación, avances en los derechos humanos... Elegante y sonrientemente, Occidente aparece en televisión inaugurando foros, mundiales, olimpíadas, prosperidad en último término, como si la humanidad se dirigiese al punto omega, muy distinto a Teilhard de Chardin, el Cristo que lo recapitula todo. Pero no se atreve a mencionar la justicia.

                        Justicia e injusticia son palabras humanas, limitadas por lo tanto. Pero son mejores y más adecuadas que las que hoy se usan para describir a nuestro mundo. Por eso, el silencio es clamoroso, y la razón puede ser la siguiente. El lenguaje de injusticia desenmascara la verdad y la tragedia de este mundo como ningún otro, y el lenguaje de justicia expresa la radicalidad, urgencia y ultimidad de lo que debemos hacer los seres humanos para “revertir la historia”, y sin excusas. En sí mismo ese lenguaje expresa realidades dialécticas, que hoy se rehuyen, y el lenguaje es sustituido por otro que exprese diálogo, tolerancia, complementariedad. Pero por mucho que adornemos el lenguaje, la realidad de nuestro mundo, vista, vivida y sufrida desde el abajo de la historia, es una realidad deplorable, que tiene como causa mayor la injusticia. En lenguaje lapidario dice José Comblin: “en realidad la humanidad está dividida entre opresores y oprimidos”.  Y, hablando del actual imperio, recuerda que “San Agustín llamaba al imperio romano una inmensa obra de bandidos, magnum latrocinium. Y lo mismo puede decirse de los imperios contemporáneos. Son pecados y fuentes de pecado”.

 

                        Terminemos con la escena de la transfiguración del Divino Salvador. Si dejamos aparte, la nube luminosa y los vestidos resplandecientes, nos encontramos con cuatro personajes a través de los cuales Dios quiere impulsar el caminar de un pueblo en un proyecto de vida, justicia y esperanza. Moisés, a quien Dios le promete liberar de la opresión a todo un pueblo. Elías, el que insiste en que el pueblo tiene que decidir qué camino seguir, si el de Yavhé, Dios de vida, o el de los baales, dioses de muerte. Juan Bautista, profeta de la conversión y de la justicia. Y Jesús de Nazaret, que va camino a Jerusalén para enfrentarse a la injusticia de los sumos sacerdotes y de Pilatos y defender, hacer justicia a los pobres.

 

                        Cada 6 de agosto hacemos un alto en el camino. Bueno es descansar. Bueno es juntarnos ante Catedral. Pero mucho más necesario es decidirnos a hacer justicia a este pueblo, que lleva esperando mucho tiempo. Así se lo prometieron un 6 de agosto Rutilo Grande y Monseñor Romero.

 

***

 

XI aniversario del martirio de Monseñor Roberto Joaquín Ramos

 

                        El 25 de junio de 1991 fue asesinado, cuando venía del aeropuerto de Comalapa  Monseñor Joaquín Ramos, obispo salvadoreño. Monseñor Rivera insistió hasta el final que había sido asesinado por miembros de la Fuerza Armada. Monseñor Ramos ejercía de vicario castrense y procuró humanizar el mundo de los militares. Un cuadro suyo cuelga en el Centro Monseñor Romero con estas palabras: “Mártir de la honradez”.

 

Jon Sobrino

 

Rwanda (III)

 

Iglesia y poder: examen de conciencia

 

                        Desde la colonización, la Iglesia, antes misionera, ahora local, ha ejercido un papel relevante en Rwanda. Actualmente, está quizás sumida en la perplejidad y un tanto indecisa respecto de su función en una sociedad destrozada por tragedias recientes, que la han sacudido y alcanzado, también a ella, de lleno.

                        La característica definitoria de la Iglesia en el pasado ha sido su cercanía al poder, su influencia y peso sociales. Los primeros misioneros, tras unos años de duda y debate internos, consideraron primordial atraer a las clases dirigentes: el entorno de la corte del monarca tutsi, jefes tradicionales de las distintas zonas (estructuras de poder que el colonizador alemán o belga mantuvo, aplicando la “administración indirecta”), convencidos de que la “gracia de la salvación” se derramaría desde la cúspide de la pirámide hasta la base social.

                        Esta opción se justificaba, además, por la pretendida y elaborada teoría sobre la superioridad de la minoría tutsi, dotada por la naturaleza de cualidades innatas de mando, sobre la comunidad mayoritaria, los hutu, dóciles, un tanto brutos, nacidos para la obediencia y el servicio. Había que “convertir” y formar auténticos líderes cristianos. Los resultados fueron tan exitosos y espectaculares, que en los años 30 se habló del “tornado” del Espíritu que soplaba sobre Rwanda y no fueron pocos los que soñaron con la creación de un reino cristiano en el corazón mismo de África. También desde el inicio de esta evangelización, alrededor de las parroquias se crearon centros de promoción humana y social  impulsados por los misioneros, porque, entre otras cosas, los belgas dejaron en manos de la Iglesia las escuelas e incluso la  atención sanitaria.

                        En los años 50, la Iglesia dio un giro radical respecto a su decidido apoyo a las estructuras de poder locales. Existía ya un cierto número de hutus, educados en seminarios y en núcleos de acción católica, descontentos y críticos con una situación que les relegaba y les discriminaba a la hora del acceso a la educación, a los puestos de trabajo, a la administración. Una carta pastoral del obispo Perraudin recogió estas reivindicaciones, que, por venir de quien venían, supusieron una auténtica conmoción. Se entenderá en consecuencia que tal obispo haya sido considerado, por un lado, como la bestia negra de los tutsi, que le acusan de haber sido el ideólogo de la revolución de 1959 y de ser el responsable de la eliminación de la monarquía tutsi, mientras que otros lo hayan convertido  en  una especie de precursor de la teología de la liberación, por su valiente compromiso con los oprimidos, aunque, en realidad, no hacía sino expresar exigencias elementales de la doctrina social de la Iglesia.

                        Con la independencia en 1963, el poder cambió definitivamente de manos y han sido los líderes hutu los que han monopolizado hasta 1994 su ejercicio. Muchos de estos dirigentes, sobre todo durante los primeros años, habían sido formados por la Iglesia o a su sombra. A pesar de algunas tensiones o roces, como la nacionalización de las escuelas controladas por la Iglesia, las relaciones entre el poder y la iglesia fueron fluidas y estrechas. Que el presidente del comité parroquial, por ejemplo, fuera a su vez alcalde o concejal, autoridad civil, era algo deseable para ambas instituciones. Dada la influencia social de la Iglesia, el poder político necesitaba tenerla de algún modo a su lado, lo que generaba, a la inversa, una cierta confusión y falta de distancia crítica por parte de ella frente la gestión de los dirigentes. 

                        Una de las cuestiones más paradójicas en las relaciones de las comunidades tutsi y hutu es que las tensiones entre ambas eran especialmente evidentes en el seno del clero rwandés, en los seminarios, en el interior mismo de las numerosas congregaciones religiosas masculinas y femeninas locales. Ciertamente, nunca la Iglesia pudo expresar modélicamente, como parecería obligado a la vez que indispensable en una sociedad tensionada, la superación del arraigado sentimiento de la pertenencia étnica por el de la pertenencia a una comunidad de ciudadanos y/o “cristianos”.

                        Y, aunque sería abusivo generalizar, no era infrecuente que miembros del clero y religiosos fueran también adeptos y propagandistas de opciones claramente étnicas. El que el arzobispo de Kigali fuera durante muchos años miembro del Comité Central del partido en el poder es el ejemplo más singular y espectacular. Las conexiones de algunos clérigos con la rebelión tutsi se han demostrado también evidentes. Todo parece indicar que las tensiones, explícitas o larvadas, persisten en la actualidad, por lo que los reiterados llamamientos del episcopado a la reconciliación (“seamos buenos, olvidemos nuestras diferencias, amémonos, todos somos iguales y hermanos ante Dios nuestro Padre”), no por repetidos dejan de sonar sólo “a música celestial”.

                        El genocidio y las matanzas indiscriminadas del reciente pasado han afectado muy directamente a la Iglesia. Centenares de sacerdotes, religiosos y religiosas fueron asesinados por uno u otro bando. Tres obispos masacrados por el FPR; uno más “desaparecido”. Sin lugar a dudas, muchos cristianos formaron parte de las milicias asesinas. Iglesias y conventos se convirtieron en escenario de matanzas masivas. Sacerdotes, religiosos, religiosas, han sido condenados, en algunas ocasiones acusados por sus propios compañeros/as de congregación, a pesadas penas por participar directamente, facilitar o ser cómplices activos de asesinatos. El obispo Misago fue encarcelado por el poder actual, juzgado y al final absuelto de acusaciones gravísimas, formuladas/inventadas por miembros del clero. Cristianos son muchos de los que se han apropiado de los bienes del vecino y los que han hecho encarcelar con sus delaciones a inocentes, que ahora se pudren en la cárcel. También los ha habido, y los hay, sin duda alguna, que han salvado la vida de los perseguidos poniendo en riesgo la propia, y que siguen mostrándose solidarios y justos.

                        Sin embargo, en Rwanda han pasado cosas tan terribles, siguen existiendo situaciones tan injustas y degradantes (hacinamiento en las cárceles, abandono del mundo rural, enriquecimiento ilícito de una minoría, eliminación implacable de disidentes y un larguísimo etcétera), que bien merecerían, por un lado, una profunda reflexión autocrítica, que se echa en falta, por parte de la Iglesia, y, por otro, una contundente denuncia de las prácticas del poder actual. ¿O es que se siente atemorizada o, más bien, dividida y sin que sus heridas hayan restañado?.

                        Si comprensible es el silencio y la resignación de los rwandeses, disminuidos y anulados por la represión y el miedo, no lo es la nada santa prudencia de la Iglesia institucional. De nuevo se ha impuesto, parece,  la histórica opción de componer con el poder, al menos el pacto de no-agresión, todo ello disimulado en el envoltorio de retóricos llamamientos a la justicia, al entendimiento, al perdón, a la reconciliación. Por un lado dicen: “El problema de la justicia y reconciliación será resuelto por la defensa valiente de la verdad” o “Es preciso que la jerarquía de la Iglesia muestre el coraje profético alzando la voz cuando hay una deriva previsible del poder, defendiendo sobre todo los valores de la dignidad de la persona humana, de la verdad y de la justicia”. Por otro lado resuenan contradictoriamente las felicitaciones “al gobierno de unidad nacional por sus realizaciones que han permitido recuperar la paz y la seguridad” (de las resoluciones de la Conferencia Episcopal con ocasión del décimo aniversario del genocidio). No se ve en el horizonte que un nuevo Perraudin dé un puñetazo en la mesa.

                        Es lo que sin duda exigen muchos cristianos rwandeses anónimos que, calladamente y con una energía admirable, han reflexionado, han pedido y dado el perdón y siguen tejiendo las redes de la solidaridad. En ellos reside lo mejor de Rwanda, porque siguen pensando que es «mejor encender una vela que maldecir permanentemente las tinieblas». Ellos y ellas son la esperanza.   

 

                 Comité de Solidaridad con África Negra

 

 

El déficit habitacional

 

                        Poseer una vivienda propia es de gran importancia para una familia. Al interior de ese espacio físico donde convive la familia y que proporciona alguna privacidad se transmite una serie de valores y referentes sociales que determinan la manera en la que sus miembros han de insertarse en la vida social. Desde una óptica económica, la vivienda se constituye en una necesidad fundamental para que las familias puedan satisfacer sus necesidades materiales más importantes. 

                        Para cubrir la demanda de vivienda por parte de las personas de escasos recursos, existe una entidad del Estado destinada a este fin: el Fondo Social para la Vivienda (FSV). Mediante esta entidad se proporcionan créditos a las personas de escasos recursos para adquirir y/o remodelar sus casas de acuerdo a su capacidad adquisitiva. En la actualidad existe un incremento de la demanda de vivienda con las condiciones más básicas para vivir y la oferta de este tipo de vivienda es muy baja. En otras palabras, no existe una política habitacional coordinada por parte del Estado capaz de dar solución a la demanda de viviendas por personas de escasos recursos

                        De acuerdo a los datos del Viceministerio de Vivienda, existe una demanda anual entre 25 y 30 mil viviendas realizada por personas de escasos recursos. Sin embargo, esta demanda es mucho mayor que la oferta anual de este tipo de vivienda, ya que para el presente año los proyectos destinados a la construcción de viviendas mínimas no sobrepasarán las 18 mil viviendas. Es decir, existe un rango entre 7 y 12 mil familias de escasos recursos que no pueden adquirir una vivienda acorde a sus condiciones económicas.

                        Además de este déficit habitacional cuantitativo existe el déficit habitacional cualitativo. Ello significa que existe una gran cantidad de familias que tienen acceso a una vivienda, la cual carece, sin embargo, de uno de los servicios básicos: agua, luz, servicio telefónico. Para dimensionar más esta problemática en el plano nacional, según el Informe sobre Desarrollo Humano, El Salvador 2003, existe en el país la necesidad de construir 31,169 viviendas para eliminar el déficit habitacional cuantitativo y 468,796 para erradicar el cualitativo. Es decir, el déficit habitacional esta estructurado en 6.23% (déficit cuantitativo) y 93.77% (déficit cualitativo).

                        Desde otra perspectiva se puede decir que las 499,965 viviendas que constituyen el déficit habitacional de El Salvador, la mayoría de ese déficit se concentra en las zonas rurales del país. En el ámbito urbano, el déficit asciende a 138,548 viviendas que representan el 27.71% del déficit. En el plano rural el mismo esta constituido por la falta de 361,417 viviendas, equivalente a 72.29% del déficit. Aunque desde hace diez años se han realizado esfuerzos por lograr la reducción del déficit, éste se presenta aún considerablemente alto. Para 1992, el déficit habitacional estaba constituido por 595,102 viviendas y para 2001 había bajado a 508,807. Ello equivale a afirmar que hubo una reducción cerca de 100 mil viviendas. Sin embargo, esto no es suficiente para paliar las necesidades de vivienda en El Salvador y particularmente para las familias de escasos recursos.

                        Centrándose en los aspectos que caracterizan a la cantidad de viviendas con déficit cualitatitvo se encuentran los siguientes: la carencia de agua potable, energía eléctrica y telecomunicaciones. Sobre el primer aspecto, existen en el país cerca de un 24% de los hogares que no tienen acceso a agua por cañería. Estos se logran abastecer mediante pipas, pozos, ojos de agua o ríos. Para las personas que se abastecen con este tipo de agua, tres cuartas partes consideran que es adecuada para beber. Sin embargo, los estudios presentan que cerca de una quinta parte de las personas que se encuentran en esa situación ignoran que están bebiendo agua de fuentes insalubres.

Por otro lado, existe un 15% de los hogares sin acceso a energía eléctrica. Aunque esta cifra es pequeña, no considera las grandes disparidades que existen entre las zonas rurales y urbanas del país. En las zonas urbanas del país este servicio prácticamente es universal ya que llega a más del 80% de las familias, incluyendo familias en extrema pobreza. En el caso de acceso a servicio telefónico, únicamente un 45% de los hogares tienen acceso a este servicio. En este caso, al igual que en el acceso de la energía eléctrica, existen fuertes disparidades entre las zonas rurales y urbanas del país: en la zona urbana un 58% tiene acceso al servicio, mientras que en la rural un poco más de la quinta parte tiene acceso al mismo(22%)

Como se puede notar, se deben realizar grandes esfuerzos en la política habitacional para mejorar la calidad de vida de las familias salvadoreñas. El Estado debe asumir la responsabilidad de proporcionar y gestionar la existencia de un tipo de vivienda digna que esté acorde con la capacidad adquisitiva de las familias.

 

 

Educación, mujeres y mercado laboral

 

                        Las condiciones socioeconómicas de las familias salvadoreñas son difíciles en la actualidad. El funcionamiento de la economía del país se caracteriza por una ralentización de su actividad, un alto nivel de desempleo y un sector informal en constante crecimiento. En este contexto, se encuentran otros elementos particulares que empeoran la condición de las familias, especialmente de aquellas que tienen a mujeres como jefes de hogar. En El Salvador existen aproximadamente 510,358 hogares con jefatura femenina. Esta cifra corresponde al 33.5% del total de hogares. Por eso, resulta importante conocer cómo se encuentra el nivel de ingreso de las mujeres, ya que ello puede dar nuevos elementos sobre la condición económica de una familia con jefatura femenina y, además, revelar el sesgo de género en el funcionamiento de la economía.

                        Constantemente se ha dicho que una de las vías más importantes para el desarrollo de un país es la formación educativa. Quienes mantienen esta tesis pregonan que una buena formación educativa se encuentra relacionada, por ejemplo, con mejores niveles de remuneración económica. Por tanto, uno de los esfuerzos del Estado debe encaminarse a facilitar el acceso a la educación. Esta tesis no siempre se comprueba en la realidad. Ello podría deberse a que sus defensores soslayan el hecho que los hombres y las mujeres no obtienen igual remuneración, pese a tener la misma formación y el mismo nivel académico.

                        En El Salvador, en términos generales, los salarios promedio tienden a crecer en razón del nivel educativo. Así tenemos que para una persona que nunca ha tenido una educación formal, su salario puede rondar los 126.3 dólares mensuales. En contraposición, se puede ver que quienes tienen 13 o más años de estudio perciben un salario cercano a 575.7 dólares mensuales. Es curioso notar que en esta tendencia ascendente en el plano salarial —entre más años de estudios, mejor remuneración— los incrementos no son uniformes. Por ejemplo, las personas que se encuentran con una formación educativa entre uno y nueve años tienen acceso a una remuneración bastante similar, que se encuentra entre 180.9 y 201.6 dólares. Después de ese grupo, se encuentran aquellos que tuvieron la posibilidad de estudiar el bachillerato o de tener una formación técnica. Quienes han estudiado entre 10 y 12 años tienen un salario promedio de 283.1 dólares. Al final, se encuentran aquellos que han podido tener una formación universitaria —que han estudiado 13 y más años— con un salario promedio cercano a los 575.7 dólares.

                        En el caso de las mujeres, estos datos no son consistentes con su realidad cotidiana, pues perciben bajos niveles de remuneración con respecto a los hombres, a pesar de haber tenido los mismos años de formación. Siempre hay excepciones, pero la realidad es la siguiente: para las mujeres que tienen entre uno y 9 años de estudio, el salario que perciben los hombres con el mismo nivel de estudios es 35% mayor que el de ellas. En el grupo inmediato superior, el salario promedio de los hombres es 24% mayor que el de las mujeres. Los hombres que tienen 13 o más años de nivel educativo ganan un 58% más que las mujeres con el mismo nivel de estudios.

                        Se debe observar que a medida que se analizan los niveles educativos superiores, las disparidades salariales entre hombres y mujeres se profundizan cada vez más. El ámbito de diferencia más abismal se da, de acuerdo a los datos mencionados, en el campo de los profesionales. Prácticamente un hombre puede percibir el doble de ingresos que una mujer en ese ámbito. Sin embargo, se podrá argüir que estas diferencias salariales se deben fundamentalmente a que, si bien hombres y mujeres tienen el mismo nivel de estudios, eso significa que trabajen en el mismo sector de la economía y tengan idénticas funciones, lo cual sería, en última instancia, lo que determinaría el nivel de remuneración. A continuación se demostrará que aunque se tome en cuenta ese elemento, las diferencias salariales se mantienen.

                        Los grupos ocupacionales que presentan los mayores niveles de discriminación en el ámbito profesional son directivos, funcionarios y profesionales científicos. Al interior de las empresas privadas y del Estado, aquellas personas que tienen un papel de “control medio” reciben en promedio un salario cercano a 1300 dólares mensuales. Entre ellos existe una diferencia considerable entre el salario que percibe un hombre y una mujer. Los hombres ganan un 46.5% más que las mujeres y eso, en términos absolutos, constituye una diferencia salarial de 429.15 dólares.

                        Estas diferencias se profundizan mucho más en el campo de trabajo de los profesionales científicos, pues la brecha salarial se traduce a 430.36 dólares. Todo parece indicar que para las mujeres no funciona la tesis que afirma que el nivel salarial está en correspondencia con el nivel educativo. Esta relación funciona generalmente entre mujeres, pero pierde su valor con relación a hombres con el mismo nivel de formación académica.

                        Sin embargo, si se observa este fenómeno a partir de las distintas ramas de actividad económica, los resultados son un poco diferentes. Existen sectores donde las mujeres ganan más que los hombres: construcción, transporte, almacenes, comunicaciones, administración pública y defensa. Aún así, la rama donde existe mayor diferencias de ingresos es en la docencia, donde el ingreso de los hombres es un 70% mayor que el de las mujeres. Según este último dato, no se reconocen los méritos de formación académica en el campo educativo al remunerar a hombres y mujeres, aunque tengan prácticamente la misma formación. Esto reafirma que en el campo científico y profesional existe una fuerte disparidad salarial.

                        También en aquellas ramas de la economía donde no se hace uso de trabajo calificado, se hace presente la discriminación de la mujer. En las maquilas, las características generales que reflejan el estado de la mujer son las siguientes: el 80% de los empleados está constituido por mujeres que oscilan entre los 20 y 26 años de edad. Entre las mujeres, existe un 50% que está obligada a laborar más de las 44 horas semanales establecidas legalmente, debido a las “metas” de producción que han programado sus jefes y supervisores. Existe un 47% que padece enfermedades de las vías respiratorias, favorecidas por malas condiciones de ventilación al interior de las fábricas. Finalmente, un 40% de las maquilas instaladas en el país son denunciadas por malos tratos, amenazas  de despido, recortes salariales y violencia física. (Ver el documento de la CEPAL titulado La situación económico-laboral de la maquila en El Salvador: un análisis de género.)

            Ante un número cada vez mayor de jefas de hogar, la existencia de diferencias salariales a favor de los hombres y las precarias condiciones de empleo para las mujeres, es necesario que el Estado haga un esfuerzo sistemático para impulsar políticas públicas que contribuyan a eliminar la discriminación salarial y los malos tratos dentro de las empresas. Ello traería muchos beneficios para el país, sobre todo cuando la persona que lleva la provisión al hogar es una mujer. De la Población Económicamente Activa (PEA), las mujeres representan un 55%. Una medida de esta naturaleza podría elevar el nivel de vida de más de la mitad de la PEA salvadoreña.

 

CIDAI

 

Dolor de ser mujer:

la violencia con rostro femenino

 

                        En El Salvador existe un tipo de violencia que suele pasar desapercibida, pero cuyo impacto es doloroso para las víctimas: la violencia contra las mujeres.  Este tipo de violencia ha sido diluido en el contexto más amplio de la violencia delincuencial, lo cual ha impedido examinar sus implicaciones particulares para el sector de la sociedad que lo padece. A diario, los medios de comunicación informan sobre las diferentes formas de violencia que golpean a las mujeres: violaciones, golpes, asesinatos, agresiones y maltratos de diversa naturaleza.  Sin embargo, el seguimiento que se ha dado a ese tipo de violencia y, peor aún, la respuesta institucional para contrarrestarla han sido sumamente pobre. Un primer esfuerzo encaminado a destacar la dimensión propia de la violencia contra las mujeres lo constituye el documento La violencia contra las mujeres en el 2003 a través de la prensa”, elaborado por Las Dignas.

                        En el documento d se recogen datos verdaderamente alarmantes. Por ejemplo, que en la violencia contra las mujeres— durante el año 2003, hubo un total de 153 casos de violencia registrados por la prensa escrita— predominaron los asesinatos (77), seguidos de  violaciones (45) y las agresiones sexuales (17). Otro tipo de agresiones fueron padecidas en menor medida por las mujeres salvadoreñas: lesiones (6), corrupción de menores, envenenamiento y mutilación (5), privación de libertad (4) e inducción a la prostitución (4).

 

                        En segundo lugar, los datos recabados por Las Dignas revelan que, en el 99.3% de los casos, los victimarios son hombres. Asimismo, que el 51% de los casos de violencia se dieron en el entorno familiar de la víctima y el 32.2% en su entorno profesional. Solo un 16.1% de los casos se dieron en un contexto de violencia asociado a las maras. En tercer lugar, del seguimiento de prensa efectuado por Las Dignas se desprende que, en el marco de la violencia padecida por las mujeres, las niñas son el grupo más vulnerable (Cuadro 2). En 127 casos, del total reseñado por la institución, se menciona la edad de las víctimas: 4 corresponden a bebés (0-2 años), 71 a niñas (3-17 años) y 27 a mujeres jóvenes (18-25 años). Los restantes 25 casos corresponden a mujeres adultas (26-99 años). En el mismo sentido, en los delitos contra las niñas, tal como lo muestra el Cuadro 5, predominan las violaciones, las agresiones sexuales y los asesinatos.

 

                        Por ultimo, Las Dignas dejan constancia en su informe de la impunidad prevaleciente en el país, lo cual tiene que ver con la debilidad e ineficiencia del sistema de justicia. “La violencia sistemática que se produce contra las mujeres –se lee en el documento que comentamos— se encuadra en un marco legal deficitario en calidad e insuficiente en cantidad. Los datos que ofreció la prensa durante el 2003 demuestran: primero, la poca cultura de denuncia que existe en El Salvador; y, segundo, la lentitud y falta de diligencia en los procesos penales abiertos (…). De 153 casos recogidos en los periódicos, en más de la mitad no consta que se tramite una denuncia. Y de las denuncias realizadas ni un tercio ha llegado a condena firme”.

                        Todavía queda mucho por investigar en este terreno específico de la violencia contra las mujeres. El seguimiento de prensa constituye un primer acercamiento. Luego, hay que avanzar hacia ámbitos más ocultos a la opinión pública –o de poco interés mediático— como lo son los ámbitos laborales. También deben afinarse los instrumentos de análisis de la información, de modo que se pueda sacar el mejor provecho de la misma. Para el caso, en los datos presentados por Las Dignas no se encuentra una identificación de la zona (rural-urbano) donde se generaron las situaciones de violencia que afectaron a las mujeres en el 2003. Este tipo de información es sumamente pertinente en los momentos actuales de El Salvador, donde  múltiples formas de violencia proliferan en las zonas urbanas, forzando a que los mayores esfuerzos y recursos gubernamentales y privados se concentren en ellas. En este contexto, habría que establecer si la violencia contra las mujeres se inscribe en esta lógica de urbanización del crimen propia de la sociedad salvadoreña de la postguerra. Después seguir colaborando con los mecanismos que le den a la mujer de toda edad el cuido y defensa necesario.

 

CIDAI

«La voz de la sangre

es la más elocuente de las palabras»

 

                        Con esa frase, comenzó Monseñor Romero su homilía en el funeral del padre Rafael Palacios el 21 de junio de 1979.  Esa sangre, dijo, es una revelación del misterio de iniquidad, del misterio de la fidelidad a Jesús y un mensaje de esperanza para el pueblo. Y explicaba: revela el misterio de iniquidad porque el padre Palacios es una víctima de las estructuras injustas. Del misterio de fidelidad porque el gran testimonio del padre Rafael fue la fidelidad a su vocación sacerdotal, a la Iglesia, al Evangelio y a los pobres. Y es un mensaje de esperanza porque su testimonio deja una huella profunda de evangelización en el amor.   

 

                        El 20 de junio pasado se cumplieron 25 años del asesinato-martirio del padre Rafael Palacios, el quinto de los sacerdotes asesinados en la Arquidiócesis en la década de los setenta. Presentamos una  transcripción adaptada de algunos comentarios recogidos en Suchitoto – lugar donde se encuentran los restos del padre Palacios – el día del aniversario.

 

                        Raquel Cañas:  “Este aniversario es para mí una gran alegría porque hemos constatado que el padre Palacios sigue convocando 25 años después de su martirio. Han venido comunidades de Santa Tecla, de Soyapango, de Cojutepeque, de Mejicanos, de Apopa y de tantos otros lugares.  La gente convocada por la sangre del padre Palacios son personas con corazón de carne y con memoria histórica. Gente que no olvida a sus mártires.  Estar aquí y este día es un compromiso para todos nosotros. Los mártires nos invitan a vivir de una forma diferente. Ya no se trata de ‘dónde vas Vicente, donde va toda la gente’, sino de vivir con amor y con responsabilidad ante nuestros hermanos”.

 

                        Ricardo Hernández: “Yo soy de Suchitoto y me he acercado aquí porque fui compañero de Rafael en el colegio San Alberto Magno. Desde aquella época se adivinaba ya, por su manera de ser, en qué iba a gastar su vida Rafael, en el servicio a los demás. Esa actitud la heredó de su padre, don Rafael Palacios. Yo siempre he dicho que en Suchitoto hemos tenido cuatro santos: Heriberto Melgar, Crisanto Martínez, Rafael Palacios y don Antonio Sanabria que aún vive. De esa estirpe era don Rafael, el papá del padre Palacios.  He venido porque me he  emocionado al ver que personas de otros lugares llegan a nuestro pueblo para rendirle homenaje a quien fue mi compañero de colegio.  Rafael obedeció la palabra de Dios en aquello que es sumamente difícil:  dar la vida por los demás”.

 

                        Lita Pineda:  “El padre Palacios mantuvo una actitud tan definida por el Evangelio que rápido contagiaba a los que lo conocían.  Ante su testimonio había que optar: o uno se comprometía con la causa de Jesús o se corría porque falta de definición.  Este día he sentido un gran gozo y dicha al ver que muchos de los que formábamos aquella comunidad que el padre Palacios tenía en Santa Tecla, hemos vuelto a encontrarnos no sólo para conmemorar sino, sobre todo, para confirmar nuestro compromiso de hacer vida el Evangelio. Hace 25 años mataron a nuestro pastor y dispersaron a la comunidad, pero no mataron ni nuestra fe en Jesús ni nuestro cariño y admiración por el padre Palacios.  La muerte de los que han dado la vida por el pueblo se ha vuelto un motivo de fiesta, porque ellos inspiran nuestros corazones para vivir nuestro propio compromiso cristiano”.

 

                        Teresa Rivas: “A mí el conocimiento de los mártires me ha ido concientizando más sobre el sentido de mi vida y de mi trabajo pastoral. Cuando recordamos al padre Palacios apreciamos su entrega a la comunidad, su rectitud y su celo por defender la causa de los pobres. Esas actitudes no son muy frecuentes hoy día ni dentro ni fuera de la Iglesia y, por eso, el testimonio de los mártires es una herencia que debemos cuidar y transmitir a las nuevas comunidades. No podemos construir comunidad eclesial olvidándonos de la herencia martirial”.

 

                        En estos testimonios se aprecia un elemento común señalado por Monseñor Romero en su momento:  el pueblo pobre y las comunidades eclesiales de base  mantienen la memoria de los mártires porque su sangre es fuente de esperanza.  La esperanza en que se puede y se debe vivir de otra manera, no según el modo egoísta que nos lleva a la desatención del otro, sino de acuerdo al vínculo solidario. La esperanza de vivir en un mundo ya no marcado por la iniquidad y la inequidad, sino por la compasión, la verdad y la justicia.

                        “¿Hasta cuando vamos a estar soportando estos crímenes sin ninguna reivindicación de justicia? ¿Dónde está la justicia de nuestra patria? ¿Dónde está la Corte Suprema de Justicia? ¿Dónde está el honor de nuestra democracia si han de morir así la gentes como perros, y se quedarán sin investigar las muertes como la del padre Rafael? Yo pido y exijo en nombre de la ciudadanía que se investigue y que se ponga coto a esta espiral creciente de la violencia... El pecado estructural instalado, enquistado en nuestra sociedad, ya casi nos ha hecho insensibles. Es tremendo pensar que por el temor de un peligro posible comunista se olvide el pecado ya hecho realidad entre nosotros. Es necesario que en esta hora en que recogemos una víctima de esas estructuras injustas, reflexionemos la necesidad urgente de estructurar de otra manera la vida de nuestro país... ¡Pobre Padre Rafael, has pagado lo que lógicamente esperaba tu ministerio de denuncia, de aclaración a esta situación de nuestra patria! Rafael conocía nuestra realidad y la enfocaba desde una luz evangélica que no puede prescindir de iluminar las injusticias, los desórdenes, los atropellos; y esto, naturalmente, hace levantar la mano soberbia del que peca y no quiere que le digan que está pecando” (Fragmento de la homilía pronunciada por Monseñor Romero en el funeral del padre Rafael Palacios, 21 de junio de 1979).

 

Carlos Ayala

 

Biografía del P. Rafael Palacios

 

-          Nació en la jurisdicción de San Luis Talpa, departamento de la Paz, el 16 de octubre de 1938. Sus padres fueron Rafael Palacios (fallecido en julio de 1978) y Concepción Campos de Palacios (fallecida el 30 de enero de 1956).

-          En 1950 inicia sus estudios religiosos con la orden salesiana donde permaneció por cuatro años. En 1954 pasó a la diócesis de San Vicente ingresando al Seminario Menor Pío XII. En 1957 viajó a México donde finalizó sus estudios de teología en el Seminario Mayor de Guadalajara.

-          En 1961, el Cardenal y Arzobispo de Guadalajara, José Garibí Rivera, le confirió el grado preparatorio para recibir las órdenes menores (la Tonsura). El  Obispo de San Vicente le confirió en 1962 la órdenes menores;  el 24 de marzo de 1963 el sub-diaconado y el 7 de abril del mismo año el diaconado. Su ordenación sacerdotal fue el 26 de mayo de 1963 en el templo de Santa Lucía (Suchitoto), donde también celebró su primera misa.

-          El padre Palacios fue Vicario cooperador de la Catedral de San Vicente, párroco de la Iglesia El Calvario (San Vicente), párroco de Tecoluca, Coadjutor de la Iglesia El Calvario (Santa Tecla), Coadjutor de la Iglesia Santa Lucía (Ilopango), párroco de la Iglesia San Francisco de Asís (Mejicanos).

Fue asesinado por miembros de la organización de derecha UGB (Unión Guerrera Blanca), el 20 de junio de 1979.

 

 

¿Competencia o cooperación?

                        Hay un hecho que hace pensar: la creciente violencia en todos los ámbitos del mundo y de la sociedad. Pero hay otro que es perturbador: la exaltación abierta de la violencia, sin respetar siquiera el universo del entretenimiento infantil.

                        Llegamos a un punto culminante con la construcción del principio de autodestrucción. ¿Por qué llegamos a esto? Seguramente son múltiples las causalidades estructurales y no podemos ser simplistas en este campo. Pero hay una estructura, erigida en principio, que explica en gran parte la atmósfera general de violencia: la competitividad o la competencia sin límites.

                        La competitividad robustece primariamente el campo de la economía capitalista de mercado. Se presenta como el motor secreto de todo el sistema de producción y consumo. Quien es más apto (fuerte) en cuanto a la competencia los precios, las facilidades de pago, la variedad y la calidad, vence. En la competitividad opera implacable el darwinismo social: selecciona a los más fuertes. Estos, se dice, merecen sobrevivir, pues dinamizan la economía. Los más débiles son peso muerto, por eso son incorporados o eliminados. Esa es la lógica feroz.

                        La competitividad invadió prácticamente todo los espacios: las naciones, las regiones, las escuelas, los deportes, las iglesias y las familias. Para ser eficaz, la competitividad debe ser agresiva. ¿Quién logra atraer más y dar más ventajas? No es de admirarse que todo pase a ser oportunidad de ganancias y se transforme en mercancía, desde los electrodomésticos hasta la religión. Los espacios personales y sociales, que tienen valor pero que no tienen precio, como la gratitud, la cooperación, la amistad, el amor, la compasión y la devoción, se encuentran cada vez más arrinconados. Sin embargo, estos son los lugares donde respiramos humanamente, lejos del juego de los intereses. Su debilitamiento nos hace anémicos y nos deshumaniza.

                        En la medida en que prevalece sobre otros valores, la competitividad provoca cada vez más tensiones, conflictos y violencias. Nadie acepta perder ni ser devorado por otro. Lucha defendiéndose y atacando. Ocurre que luego del derrocamiento del socialismo real, con la homogeneización del espacio económico de cuño capitalista, acompañada por la cultura política neoliberal, privatista e individualista, los dinamismos de la competencia fueron llevados al extremo. En consecuencia, los conflictos recrudecieron y la voluntad de hacer la guerra no fue refrenada. La potencia hegemónica, Estados Unidos, es campeón en la competitividad; emplea todos los medios, incluyendo las armas, para siempre triunfar sobre los demás.

                        ¿Cómo romper esta lógica férrea? Rescatando y dando centralidad a aquello que otrora nos hizo dar el salto de la animalidad a la humildad. Lo que nos hizo dejar atrás la animalidad fue el principio de cooperación y de cuidado. Nuestros ancestros antropoides salían en busca de alimento. En lugar de que cada cual coma solito como los animales, traían al grupo y repartían solidariamente entre sí. De ahí nació la cooperación, la sociabilidad y el lenguaje. Por este gesto inauguramos la especie humana. Ante los más débiles, en lugar de entregarlos a la selección natural, inventamos el cuidado y la compasión para mantenerlos vivos entre nosotros.

                        Hoy como otrora, son los valores ligados a la cooperación, al cuidado y a la compasión los que limitarán la voracidad de la competencia, desarmarán los mecanismos del odio y darán rostro humano y civilizado a la fase planetaria de la humanidad. Importa comenzar ya ahora para que no sea demasiado tarde.

 

Leonardo Boff

 

 

Mons. Virgilio López

 

Diócesis de Trujillo. Honduras

Fallecido el 22 de junio de 2004

 

«Tenemos el regalo de un Obispo humilde y sencillo».

(Palabras de un campesino en su sepelio).

 

 

El Colocho y su Bajada:

la transfiguración de Rutilio Grande

 

Memoria inquietante salvadoreña

 

                        El 6 de agosto, día del Divino Salvador, marca la fiesta titular, los feriados y las vacaciones agostinas de los salvadoreños. Como otras fiestas y ferias tienen su arraigo en la religiosidad popular.

                        Mi juventud, al venir a El Salvador, quedó marcada de sorpresas y memorias.

                        - ¡Viera, yo soy bien católico! La Bajada y la misa del Colocho  no me las pierdo. Así podía sonar hace 50 años. Ser salvadoreño era decirse católico sin más.

                        Pero vengamos al año 70. Tras larga formación regresaba yo de Roma. ¿Había cambiado el país? Quizá ni tanto, pero habían sucedido cosas importantes. El fracaso del Mercado Común Centroamericano –no es tan nuevo lo del TLC de hoy–, rematado por la desdichada guerra con Honduras. A nivel eclesial acaeció el Concilio y la II Conferencia de Medellín. Nuestros obispos firmaron sus conclusiones, pero parecían remolones a la hora de aplicarlas.

                        La 1° Semana Nacional de Pastoral convocó a sacerdotes, religiosos, unos pocos laicos y menos mujeres. La asamblea hubo de llamar a varios obispos para que al menos asistieran a sacar conclusiones. Éstas, claro, no fueron aceptadas por la mayoría episcopal. Oficiosamente se publicaron a dos columnas: las aprobadas por la asamblea y las diezmadas de la Conferencia. Éstas callaban, cortaban, enmendaban lo que podía sonar a Medellín y apenas se quedaban con alguna aplicación tibia del Concilio. La crisis eclesial estaba servida. Rutilio se metió en el ojo de la tormenta y medió privada y públicamente entre el clero y sus obispos.

                        “Esta crisis es una bendición de Dios para que despertemos del letargo. Aunque nos truenen los huesos todos hemos de pedir con humildad una verdadera conversión personal e institu-cional para que nuestra iglesia sea fermento de cambio en nuestro pueblo”.

                        En un ambiente tenso los Obispos de la capital encomendaron la procesión de la Bajada y la misa del Divino Salvador a Rutilio, alma entonces del Seminario Central y, sin pretenderlo, mediador del presbiterio. (De esos días data la foto de Rutilio, pastor de pastores, ante Monseñor Chávez, Rivera y Romero en la ordenación episcopal de éste que Rutilio se empeñó en convertir en un buen signo eclesial).

            “Con una buena megafonía y mis seminaristas mayores convertí la procesión en gran manifestación de fe. Puse ‘paradas’ o estaciones evan-gelizadoras en la peregrinación; en ellas los seminaristas proclamaban con entusiasmo un verso del evangelio y un paso selecto de las conclusiones de Medellín”.

                        Pero la homilía, muy pensada y consultada con seminaristas y sacerdotes constituyó su transfiguración. Mezcla de tradición y novedad, con las heridas dolientes de la iglesia y de las mayorías del pueblo a flor de piel.

                        Composición del lugar: una destartalada catedral reventando de pueblo, Cuerpo Diplomático, Supremos Poderes del Gobierno, Presidente de la República… y obispos con su clero concelebrando.

            Impacta, a los 35 años, leer toda la homilía imaginando al Rutilio rico en tonos, acentos y matices. Selecciono un punteado siguiendo sin más algunos de los pasos que él desarrolló.

 

¿Por qué estamos aquí?

            Era muy de Tilo romper el silencio y captar la atención cuestionando y haciendo pensar. Repite la pregunta a la vez que responde con humor. Estoy aquí por curiosidad, por convencionalismo, porque la Bajada yo no me la pierdo... Las respuestas no válidas en todo o en parte las analiza ‘aunque sea brevemente, dice, nos llevarán a una purificación interior que todos deseamos, yo el primero’.

            La última respuesta ‘en la que desea estén comprometidos todos los presentes y los que se unen en espíritu en el ancho campo de la Patria’:

                        “Estoy aquí llevado de mi fe personal, sincera, consciente y profunda en Cristo, Dios-Hombre, Salvador de la humanidad, ya que he sido bautizado en su nombre y tengo plena conciencia de que El es para mí ‘el camino, la verdad  y la vida’, para mi propia transfiguración como individuo, para la transfiguración de mi  país y la del mundo entero”.

                        Desde esa homilía, la transfiguración no se puede quedar “allá arriba, allá arriba, trepada en las nubes del Monte Tabor”, ni en la mera bajada del ‘Colocho’, sino “aquí-abajo, aquí-abajo en el cada día, en cada bautizado, en la comunidad e iglesia, en este pueblo que necesita con urgencia transfiguración”. Se lo oí tararear tantas veces en las misiones de Aguilares, que para mí forma parte del ‘pequeño evangelio de Rutilio Grande’.

                        - ¿Pensás, Chamba, que vos traés de Roma eso de teología más descendente que ascendente? Fijáte, nuestra gente lo intuyó  cuando llamó BAJADA  a la transfiguración.

 

P. Salvador Carranza

 

 

Homilía en la solemnidad de la

Transfiguración del Señor en catedral

 

San Salvador, 6 de agosto de 1970

 

                        Puede estar plenamente seguro el Excmo. Señor Presidente de nuestra república aquí presente, y todo gobierno constituido, que en esta línea netamente evangélica, en esta línea del Papa y de todos los obispos de la Iglesia universal, contará siempre con la colaboración de la Iglesia en nuestro país, a fin de conseguir todos juntos, solidariamente, la transfiguración total, íntegra y verdadera de todos y cada uno de los habitantes de este suelo sagrado,  en el que hemos nacido, al que amamos, y por cuyo bien todos nos hemos de afanar. ¡En esto coinciden plenamente nuestros más caros y entrañables ideales, como bautizados y como ciudadanos!

 

                        La Iglesia dentro de su esfera y el Gobierno en la suya propia, con el mutuo respeto dentro de sus ámbitos legítimos, han de colaborar eficazmente, audazmente y urgentemente a fin de propiciar “leyes justas, honestas y convenientes”, según lo exige la “soberanía” del pueblo en el artículo 1 de nuestra constitución. ¿Cuál es ese pueblo soberano? ¿La gran mayoría o la pequeña minoría? ¿Cuál de los dos grupos es el realmente alienado en esta nación?

 

                        La Iglesia y el gobierno han de colaborar eficazmente, audazmente y urgentemente para transfigurar al pueblo salvadoreño que vive en los valles, junto a los hermosos lagos, junto al río Lempa, a la orilla de los cafetales y cañales en flor, en las faldas de nuestros montes y volcanes, en los pueblitos y caseríos y en las grandes y explosivas concentraciones urbanas, y junto a los grandes latifundios.

 

                        ¡Solamente entonces podremos llamarnos a plenitud y con orgullo hijos de esta Patria nuestra; solamente entonces podremos acercarnos todos, sin remordimientos, a los pies del Salvador del Mundo, Patrono de nuestra República!

 

 

 

Escuela de Teología Pastoral en la Parroquia San José Obrero en Plan del Pino

                        Sobreviviendo entre el esfuerzo diario y la esperanza

                        La comunidad Plan del Pino que pertenece al municipio de Ciudad Delgado, es una parroquia rural de la Arquidiócesis de San Salvador ubicada al norte (nor-oriente) de la capital. Ella sufre los flagelos de la sociedad salvadoreña como la drogadicción, las pandillas y la delincuencia común y organizada. Pertenecer a la periferia del gran San Salvador no le salva de estar sumida en el abandono y sobrevivir con las pocas condiciones básicas para la vida. Apenas tiene una clínica, una escuela pública, varias privadas que sólo cubren con el primer y segundo ciclo de enseñanza, una calle de acceso en muy mal estado y ahora con la construcción del anillo periférico se ve afectada por la destrucción de viviendas y zonas verdes.

                        Esta comunidad vivió momentos muy difíciles durante el  conflicto armado, desde los años 70 hasta los Acuerdos de Paz. Se sembró el miedo, se segaron muchas vidas, se obligó a muchos hombres y mujeres a emigrar a Costa Rica y Estados Unidos. El testimonio de catequistas, celebradores de la palabra, animadores de comunidades eclesiales de base llegó hasta su martirio, como muy bien los recuerda la comunidad en un mural en su homenaje, en el que se pueden leer sus nombres y ver sus rostros. Entregaron su vida por la comunidad, por la construcción del Reino de Dios, optaron por la justicia y por la verdad, ahora son luz para nuestros pasos y brillan en su comunidad como estrellas que guían y acompañan.

                        El deseo de ser una comunidad diferente, más fiel al evangelio de Cristo, más humana y encarnada en la realidad ha llevado a que esta comunidad parroquial se  organice y opte por una formación más sistemática y completa. Al mismo tiempo se ofrecen una gama de experiencias de promoción humana que también son formas implícitas de evangelización.

                        Buscaban ampliar el horizonte de la vida y de la pastoral. Es así como en los años 1997-98 la Hna. Isabel Nogales, Carmelita Misionera, entabló comunicación con la UCA y su equipo del Departamento de Teología, para conocer el proyecto de Las Escuelas de Teología Pastoral. Pidieron que se les ayudara a brindar un proceso formativo y fortalecer la experiencia de trabajo catequético que ya, por carisma de las hermanas, se realizaba intensamente en la zona desde hacía años. Han tenido el apoyo del P. Julio Orellana quien se ha caracterizado, junto con ellas,  por creer en que la gente merece aprender -aunque cueste- el pensar su fe por sí misma como adultos, tal como lo pide la Iglesia después del Concilio Vaticano II.

 

                        ¿Qué se buscaba en la formación?

que fuera más amplia y que no sólo se quedara en lo bíblico. Querían dar un paso más, conocer el magisterio de la Iglesia Universal, latinoamericana y local, profundizar en temáticas humanas, de pastoral, pues, y todo esto venía a fortalecer el trabajo pastoral de la comunidad. Se quería que la formación diera a los agentes de pastoral una conciencia crítica frente a la realidad como muy bien lo describe la Hna. Isabel “Gente con capacidad de incidir, con un grado de compromiso y permanencia en la comunidad”. Y con una fe que lleve al compromiso: “Los agentes de pastoral deben de vivir su fe en comunidad, que la comunidad sea el lugar de encuentro y de crecimiento, esa fe debe transformar la realidad de las familias de Plan del Pino, ser fermento de la comunidad para la organización social y así transformar toda esta realidad que vivimos”

 

                        El Equipo Cordinador local, los alumnos y alumnas participantes, los profesores y los asesores de la UCA que vienen acompañando esta Escuela desde que nació, se sienten muy animados con este compromiso de la formación. Ven en la escuela un espacio para crecer en el campo humano y espiritual. Así lo testimonia el Profesor de Teología Julio Gutiérrez quien ha estado desde la fundación de esta Escuela y que hace dos años se reincorporó a este esfuerzo. Nos dice que la Escuela de Teología ha ayudado en dos aspectos muy importantes a los agentes de pastoral, el primero, en el campo humano y social: “La gente ve en la escuela una oportunidad de formación seria y sistemática, una oportunidad que no se presentó antes, el poder estudiar de esta forma que la Escuela de Teología les presenta y que ahora la tienen, no solo por  un saber teórico,  sino para poder ayudar a la comunidad en su desarrollo social” y una segunda es “Que la gente ahora cree de una forma diferente, comprometida y  seria. Ahora muchas mujeres y hombres de esta comunidad  pueden dar razón de su fe”.  Otro aspecto que le llama la atención es que varios “jóvenes de la comunidad han optado por esta formación y le dedican todos lo sábados por la tarde a este rollo de la teología y así formar parte de una comunidad creyente y comprometida con la vida”.

                        “La Escuela me enseñó a conocer la persona de Jesús y su Proyecto”

                        Los alumnos y alumnas nos dan un testimonio muy grande de su vida y de su formación. Hay mujeres sabias y prudentes como doña Bersa de Cornejo quien nos dice: “Yo no sabía nada cuando llegue a la escuela, aquí durante tres años la escuela de teología me enseñó a ver la realidad en la que vivo y tengo la misión de ser cristiana, a conocer la persona de Jesús, su proyecto, y todo esto para mejorar mi vida y la vida de mis hermanos”. Junto a este testimonio  podemos unir el de doña Nila Ramírez quien nos dice “que la Escuela de Teología Pastoral me sirvió para tomar conciencia de la comunidad, que la fe no se puede vivir sin ser de una comunidad y que como una comunidad debemos juntos resolver los problemas de la sociedad. Con fe es mejor y más fácil, sin fe cuesta”

                        La comunidad de Plan del Pino ahora ha superado el miedo que sembró la guerra, ha recobrado su identidad de ser una comunidad cristiana. Todavía nos falta mucho para superar el egoísmo y la indiferencia de muchos pero lo importante es que tenemos una comunidad que quiere ser diferente, comprometerse cada día, dar testimonio de solidaridad. Todo esto se lo debemos aquellos hombres y mujeres catequistas, celebradores de la palabra y animadores de comunidades eclesiales de base que en los años 70-80 dieron su vida, y con su sangre regaron esta tierra de Plan del Pino. La comunidad sigue recogiendo esta herencia de hacer realidad el proyecto de Jesús: EL REINO DE DIOS ENTRE NOSOTROS Y NOSOTRAS.

 

Francisco Beltrán

 

 

Nuestra señora del Carmen

                        María ha sido un rostro que muestra el misterio de Dios, todo el amor de Dios. Por eso, tiene tantas advocaciones como súplicas tiene una persona. Ella siempre toma de la mano para conducir al Hijo, mostrar el rostro amoroso del Padre y hacer sentir la brisa suave del Espíritu. Toda ella es tocada por todo Dios, por eso, es inmaculada y hace vislumbrar el rostro materno de Dios.

                       

                        En la devoción como Virgen del Carmen, siglos atrás,  le pusieron un nombre a la nube que surgió del mar en tiempos de Elías para romper la sequía. La nube se llamaba María.

 

                        María escuchó un ángel que le habla del Padre y al acoger la palabra, el Espíritu Santo se posó sobre ella y Jesucristo se hizo una sola carne y una sola historia con nosotros. María se vuelve Carmelo donde podemos ver a Dios y se hace estrella del mar que permite navegar en medio de aguas turbulentas y azarosas sin perder el rumbo hacia el puerto seguro de nuestros proyectos: Jesucristo.

 

                        María del Carmelo regala un hábito que cobija y protege en este camino humano: su escapulario. Este hábito recuerda que el yugo de Jesucristo es suave y su carga ligera y para todos aquellos que lo siguen el fuego eterno no será la última palabra de Dios sino el banquete celestial. María nos da su mano para hacernos oir al Padre, sentir el Espíritu Santo y hacernos como el Hijo. Bendita sea María Inmaculada que se vuelve Estrella del Mar y termina como Virgen del Carmelo.

 

 

Oración a la Virgen del Carmen

 

SÚPLICA PARA TIEMPOS DIFÍCILES

 

«Tengo mil dificultades:

ayúdame.

De los enemigos del alma:

sálvame.

En mis desaciertos:

ilumíname.

En mis dudas y penas:

confórtame.

En mis enfermedades:

fortaléceme.

Cuando me desprecien:

anímame.

En las tentaciones:

defiéndeme.

En horas difíciles:

consuélame.

Con tu corazón maternal:

ámame.

Con tu inmenso poder:

protégeme.

Y en tus brazos al expirar:

recíbeme.

Virgen del Carmen, ruega por nosotros.

Amén.»