AÑO XXIV, No. 532              1-31 de agosto, 2004

 

ROSTROS EN LA HISTORIA DE EL SALVADOR

INDICE
EL SALVADOR BAJO UNA AMENAZA TERRORISTA

DOS CUMPLEAÑOS

MALA HERENCIA ECONOMICA

“LAS HEROINAS SALVADOREÑAS DESCONOCIDAS EN LA INDEPENDENCIA”

EL PUEBLO DA A LUZ UN SANTO

ALIRIO MACIAS: EL CANTOR DEL SERVICIO

SUDAN. EL DRAMA DE NUESTROS DIAS

FAMILIA: UTOPÍA Y REALIDAD

UN DÍA CON MONSEÑOR ROMERO EN CIUDAD BARRIOS

PARA ELLOS Y ELLAS

LA ESCUELA DE CHALATENANGO: FORMANDO PARA SERVIR

“DON CHEPE”: LA DEVOCIÓN POR SU GENTE

El Salvador bajo una amenaza terrorista

¿Por qué esa amenaza?

 

La “lógica” de la amenaza

 

            Agosto no ha sido como antes, pues, desde las páginas de Internet se divulgó la posibilidad de una grave amenaza terrorista contra El Salvador. Aunque los términos de la amenaza no son del todo claros —tampoco es clara la identidad de sus portavoces— por lo que han revelado las fuentes de prensa, uno de sus propósitos principales es detener el envío de un nuevo contingente militar salvadoreño a territorio iraquí. Desde este punto de vista, la amenaza tendría sentido: el gobierno salvadoreño, al apoyar la invasión de Estados Unidos en Irak, se convierte en enemigo directo de quienes hacen resistencia a esa invasión.

            Explicar la amenaza no es justificarla. No se puede justificarla porque, por su misma naturaleza, una amenaza terrorista, cuando se hace efectiva, está orientada a provocar dolor y sufrimiento en personas inocentes. En este caso, cualquier atentado terrorista en territorio salvadoreño golpearía a ciudadanos de nuestro país que nada tienen que ver con la decisión del gobierno de Elías Antonio Saca de mantener una línea de política internacional —sumisa a Estados Unidos— heredada de su antecesor, el ex presidente Francisco Flores. Obviamente, los terroristas no suelen hacer esas distinciones, porque su finalidad es convertir el dolor de ciudadanos inocentes —a través de su impacto mediático— en un instrumento de presión política. Que El Salvador no tiene nada que hacer en Irak: eso está fuera de discusión. Pero el terrorismo es un medio que deslegitima cualquier fin, por muy respetable y loable que éste pueda ser en sí mismo.

            Sin embargo, se impone la prudencia por parte de todos, sobre todo de quienes —desde el aparato de gobierno y desde los sectores de la derecha más recalcitrante— andan a la búsqueda de los “grupos locales” que presuntamente sirven de apoyo al terrorismo internacional. Lo peor que puede suceder en el país es que se dé inicio a una caza de brujas —que ponga en la mira a sectores de la oposición, a sindicalistas o a sectores de la población inconformes con el modo como se gestiona la economía y la política— o que se utilice el argumento de la amenaza terrorista para endurecer las políticas judiciales y policiales.

 

Ligereza, superficialidad e irresponsabilidad

 

            Otro asunto preocupante es la postura asumida por algunas de las figuras públicas más importantes del país ante la amenaza terrorista. La ligereza ha sido más la norma que la excepción: esto ha llevado a sostener a algunos que se trata de una amenaza irrelevante, digna de poco crédito, pues cualquiera la pudo haber enviado. Esto es posible, pero recordemos que el gobierno salvadoreño está involucrado en una guerra y en una guerra hay amigos y enemigos; a estos últimos se les ataca, se les destruye y se les somete. ¿No es esto acaso lo que buscaba Estados Unidos cuando salió a la caza de Sadam Hussein? ¿No es esto lo que busca ahora en su enfrentamiento con las facciones islámicas que se oponen a su presencia en Irak?

            A la superficialidad de algunos se ha sumado la necedad de otros. El caso más claro es el del presidente Saca, quien tercamente ha insistido en que mantendrá la presencia de tropas salvadoreñas en territorio iraquí. Para él, la amenaza terrorista es un chantaje, no una oportunidad para volver la vista hacia las necesidades y bienestar de los salvadoreños. En la misma línea del ex presidente Flores, su mirada está puesta en Estados Unidos, en lo que este país puede necesitar y desear de sus aliados, no en lo que su propio pueblo demanda. Si un mandato es imperativo para Saca, en su calidad de presidente constitucional de la República, es el de no hacer nada que ponga en peligro la paz de los salvadoreños o, dicho de otro modo, el de hacer todo lo que esté a su alcance para lograr esa paz. La decisión de enviar un nuevo contingente militar a Irak pone en peligro a todos los salvadoreños por igual.

 

¿Cómo explicar la presencia de tropas salvadoreñas en Irak?

 

           Para entender, en primer lugar, la decisión de Francisco Flores de enviar tropas salvadoreñas a Irak, hay que situarse en el marco de las fuertes presiones que ejerció en su momento el gobierno del presidente Bush para forzar a los diferentes líderes políticos del mundo para tomar claras posturas frente a la invasión que se había programado. Debido a las reticencias de la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, países insignificantes desde un punto de vista militar y estratégico, cobraron una relevancia diplomática inusitada. Fueron usados por el gobierno estadounidense para justificar, ante su opinión pública, su concepto de coalición internacional dispuesta a hacer frente a Sadam Hussein.

            A la luz de ese contexto antes descrito y las propias convicciones políticas del ex presidente, se tomó la decisión de respaldar, con tropas salvadoreñas, la política estadounidense en Irak. Además, por otro lado, Flores había calculado que el único camino para lograr la adopción, por parte de la administración Bush, de medidas migratorias a favor de los salvadoreños indocumentados en los Estados Unidos, era prestar un apoyo incondicional a su homólogo en Washington. Asimismo, hay suficientes elementos para suponer que en algún momento se ligó la discusión del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos con el apoyo de los países centroamericanos a la política de Bush en la zona del Golfo Pérsico.

            Al operarse un relevo en el poder de España, las nuevas autoridades españolas decidieron retirar sus tropas de Irak para dejar de ser cómplice de una guerra ilegal y absurda, montada sobre la base de mentiras y engaños a la opinión pública.

            Así, habiéndose retirado España, los demás países centroamericanos y República Dominicana decidieron retirar sus tropas, alegando que ya no se reunían las condiciones suficientes de seguridad para mantener a sus soldados.

                Ante la evidencia de la brecha que  se abría con la salida de los soldados españoles, la administración Bush no puso reparos en la salida de las tropas nicaragüenses, hondureñas y dominicanas.

 

¿Por qué siguieron las tropas salvadoreñas en Irak?

 

            Ante estas posiciones, no se entiende aún por qué las autoridades salvadoreñas no siguieron el ejemplo de sus homólogos centroamericanos. Todos estos países se enfrentaban al mismo tipo de presión por parte de los diplomáticos estadounidenses y tienen en común los mismos intereses con Washington que consisten básicamente en la aprobación del tratado comercial y la protección de sus inmigrantes ilegales en ese país. De ahí entonces, la necesidad de fijarse en la ceguera ideológica de la derecha salvadoreña, su arrogancia y descaro político y también, en buena medida, su poca capacidad de lectura y comprensión de la política internacional.

            Respecto de la ceguera y cerrazón ideológica de la derecha, ésta sigue pensando que la guerra de los Estados Unidos en Irak es legítima por cuanto dice buscar la eliminación de los terroristas. Por una extraña razón, estos sectores políticos e intelectuales conectan la insurgencia revolucionaria de la década del ochenta con lo que pasa actualmente en Irak. Por eso, no se inmutan en ligar al FMLN con las amenazas actuales, olvidando los contextos políticos y la realidad diferente que enfrenta actualmente El Salvador.

            La otra argumentación que explica la presencia de las tropas salvadoreñas en Irak por la arrogancia y descaro político de la derecha, encuentra su apoyo en el poco respeto que los dirigentes areneros han mostrado hacia los ciudadanos salvadoreños. Siguen sosteniendo, contrario a los hechos, que su decisión responde a una solicitud de las Naciones Unidas. Rehuyen cualquier debate sobre el tema del envío de las tropas y evaden las preguntas acerca de los riesgos en materia de seguridad interna para el país. Confortados por el apoyo de los más importantes medios de comunicación, siguen ignorando los requisitos mínimos de rendición de cuenta de la democracia.

            Finalmente, en buena medida, la presencia de las tropas salvadoreñas en Irak obedece a la poca capacidad de lectura de la realidad internacional por parte de sus dirigentes. Uno de los principios de negociación entre los países, en materia de relaciones internacionales, supone que los actores negocian sobre la base de sus intereses y sus concesiones recíprocas se orientan en la lógica de la defensa de estos intereses. En todo caso, hay que cuidarse de ofrecer más de lo que está en juego en cualquier transacción.

            Las autoridades salvadoreñas no comprenden que el mantenimiento de los soldados salvadoreños en Irak no podía influir ni en la aprobación del tratado de libre comercio por parte de los legisladores estadounidenses, ni mucho menos garantizaba la renovación automática del estatus migratorio de los salvadoreños residentes en Estados Unidos. Nuestras autoridades no lo aceptan, por eso, el país vive bajo la sombra de una amenaza terrorista. Esperemos que no haya más luto para nuestro pueblo.

CIDAI

 

 

 

 

Dos cumpleaños

15 de agosto: Monseñor Romero.  15 de septiembre: los salvadoreños

 

            El 15 de agosto y el 15 septiembre son días de cumpleaños en El Salvador. En 1917 nació Monseñor Romero, y en 1815 nació El Salvador independiente. Los cumpleaños se recuerdan y se celebran, a veces con alegría y honestidad, otras veces con rutina y por salir del compromiso. Aquí queremos recordarlos de verdad.

            Monseñor Romero es bien conocido como mártir, arzobispo y cristiano, pero  es muy importante recordarlo ante todo como un ser humano, que nació como todos nosotros un día en una parcelita de nuestro mundo. Para los que le sobrevivimos nos alegra y nos admira lo que en Monseñor puede dar de sí lo humano salvadoreño puede dar de sí. Así como a las imágenes de los santos, de las vírgenes y de los Cristos, es bueno quitarles de vez en cuando las coronas, para que no se queden en las nubes celestiales y para que estén con nosotros en esta tierra de lágrimas y esperanzas, así es bueno quitarle a Monseñor de vez en cuando la mitra, el báculo, la estola y la casulla para que se parezca más al salvadoreño normal y corriente, y, por cierto, más a un campesino o a alguien de clase media baja que a un potentado y oligarca. Monseñor Romero era de los que hubiese ido a Esquipulas a venerar al Cristo Negro, y no a Miami en las cercanías de Disneyland.

            Pues bien, ese Monseñor, un tal Oscar Romero, nacido en Ciudad Barrios,de una mamá hacendosa y de un papá telegrafista, expresa esa vida que producen la inmensa mayoría de los salvadoreños, con penurias y problemas, también con trabajo y esperanza, y casi siempre -cuando no se la arrebatan quienes les engañan con el “sueño  americano”- con dignidad.

            Ese Oscar Romero llevó a plenitud la esperanza de la que desde hace siglos lleva en su seno la realidad salvadoreña. Su sueño no era en directo el llamado “progreso”, que se mide en números pero que no refleja cómo se miran a la cara unos a otros, y qué se dicen los seres humanos. Ni siquiera era en directo la llamada “democracia”, noble ideal, falsificado con mucha frecuencia y que, en cualquier caso, no pone en el centro de la sociedad al pobre, a la mujer que envejece en los mercados y al hombre que encallece sus manos con la cuma, sino a un “ciudadano”, de los que no se encuentran muchos en nuestros países.

            Lo que Oscar Romero llevó a plenitud es el ideal por el que, sabiéndolo o sin saberlo, han vivido, trabajado, y muerto muchísimos salvadoreños: la verdad, la compasión, la fraternidad, también el gozo y la sonrisa. Y todo ello no sólo “pagando un alto precio”, como solemos decir a partir de la cruel experiencia de que a los buenos les va mal, si no con un gozo mayor que nadie se lo pudo quitar: “ Con este pueblo no cuesta ser buen pastor”. Palabras de un arzobispo, sí, pero ante todo palabras de un ser humano.

            Este salvadoreño Oscar Romero explotó en humanidad como cristiano, y después como sacerdote y obispo. Y explotó en universalidad, haciendo de El Salvador un pueblo conocido porque conocida fue su humanidad. No es necesario explicarlo. Así lo han visto los mejores, los que también son y han sido humanos. Don Pedro Casaldáliga, que por báculo usa un remo y por mitra un sombrero de los campesinos de Araguaya, ha llamado a Oscar Romero “San Romero”, una especie de ecce homo, una especie de espejo en el que mirarnos. Nos viene a decir: “ahí tienen ustedes hermanas y hermanos latinoamericanos, asiáticos y africanos un ser humano cabal -y con irremediable cariño se lo dice también a los opulentos y deshumanizados del primer mundo. Por eso añade San Romero “de América”, de todos, buena noticia de Dios para todos y todas.

            En la lejana África, en el martirizado pueblo congolés asesinaron también a un arzobispo, Cristopher Munzihirwa. Fue en 1996, y tanto les llegó al corazón la vida y muerte de ese obispo fuerte, negro y cristiano que ahora le llaman el “San Romero de África”. Todo lo humano converge, sea salvadoreño o congoleño. Pero converge en personas como Monseñor Romero.

            Oscar Romero, humano y creatura, se puso ante Dios y nos enseñó a todos a ponernos ante Dios. También a Ignacio Ellacuría. Lo he dicho muchas veces. Ignacio Ellacuría fue colega de Zubiri y de Rahner, pero discípulo, sólo de Monseñor Romero. En él encontró la plenitud de lo humano y el misterio acogedor, aunque siempre inabarcable, de lo divino. Lo dijo en la UCA emocionadamente: “Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.

            Esto es lo que, en lo personal, pienso este 15 de agosto en el que vino a éste mundo nosotros Oscar Romero.

            El otro cumpleaños es más antiguo. Viene de 1815. No es éste el momento de contar casi dos siglos de lo que han hecho, sufrido, gozado y esperado millones de salvadoreños y salvadoreñas. Tampoco se trata de apuntarse a marchas y desfiles en honor de los próceres, y por cierto el padre Ellacuría decía que el gran prócer del país es Monseñor Romero. Solo queremos decir dos palabras sobre lo que nuestro pueblo independiente puede y debe ser, no solo por independiente, sino por pueblo.

            No es importante ahora recordar a españoles y portugueses del siglo XVI, pero sí  el existencial histórico de sometimiento a que nos acostumbraron. Liberarse del sometimiento fue espléndido, como lo fue la liberación de Egipto de aquellas tribus hebreas que llegaron a formar parte del pueblo de Dios. Pero la tarea fundamental quedaba pendiente: cómo ser un pueblo, políticamente independente y, más importante todavía, un pueblo humano, con valores humanos que fuesen fraguando un El Salvador humano, no dividido entre oligarcas y miserables.

            Ahora, para someter a los pueblos, se invocan otras palabras. No es la monarquía, sino -¡oh paradoja!- la democracia. El imperio es Estados Unidos. Nos someten de mil formas, que no es ahora el momento de analizar. Pero nos quieren someter sobre todo en lo humano. Es muy comprensible que a gente hambrienta la quieran comprar por un plato de lentejas -como en la leyenda de Esaú y Jacob-, pero es cruel que el imperio ofrezca vida, progreso, mercados, ALCA... a cambio de dignidad, fraternidad, celebración y gozo, ser simplemente humanos. Un El Salvador, víctima de la compra-venta, nunca será un El Salvador humano, aunque ése sea el destino de la mayoría de los países pobres, aunque eso se nos ofrezca como salvación en forma de mal menor, y aunque se tilde de ingenuos, utópicos, irresponsables, a los que quieren un El Salvador humano.

            En este cumpleaños del país hay que preguntarse, por supuesto, cuál es el mejor partido que se le puede sacar a gobiernos y partidos políticos, a nuestras relaciones con Estados Unidos -trabajos y remesas por un lado y absurda presencia en Irak por otro-. Pero hay que preguntarse sobre todo por lo mejor de sus gentes: la voluntad de muchos salvadoreños y salvadoreñas de vivir y sobrevivir, por la audacia de lanzarse a la aventura de la vida, aquí en el país o en Estados Unidos o en la lejana Australia, por esa fe invisible, irreconocible y  aun risible para ilustrados y quienes ya dan la vida por supuesto y muchas veces el buen vivir.  Hay que preguntarse por el milagro de esa esperanza que vence a la crueldad de violencia y asesinatos callejeros, autobuses que vuelcan y dejan 40 muertos, alcohol incontrolado que envenena a centenares...

            Sin ninguna retórica, en el cumpleaños de este país hay que agradecer el milagro del país, no el de sus gobernantes ni el del imperio. Y ponerlo a producir.

            ¿Líderes? Dios sabrá si los hay honestos y capaces. Pero sí permanecen vivos  en el corazón de muchos salvadoreños. Muchas veces he preguntado a gente sencilla, normal, no sofisticada, quién fue para ellos Monseñor Romero. La respuesta es: “Monseñor Romero dijo la verdad. Nos defendió a nosotros de pobres. Y por eso le mataron”.  Y otros dicen: “El pueblo da a luz a un santo”.

            Estas son palabras mayores. Son palabras para recordar en este doble cumpleaños.

 

Jon Sobrino

 

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«Entre los acontecimientos de esta semana puedo destacar con un sentido de gratitud la celebración de mi cumpleaños, donde he comprendido una vez más que mi vida no me pertenece a mí, sino a ustedes» (21 de agosto 1977).

 

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«Y ante la fiesta de la patria y seis meses de caminar por el calvario de la Iglesia de la arquidiócesis, recogiendo muertos, consolando hogares, gritando no a la violencia, es que no hemos comprendido a la iglesia de la verdadera independencia, la Iglesia de la verdadera libertad».

(11 de septiembre de 1977).

 

 

 

 

Mala herencia económica

 

            Después de la euforia y alegría que generó el triunfo electoral de ARENA el nuevo gobierno comienza a sentir los efectos de la mala herencia económica que le dejara el gobierno de Francisco Flores, que se retira de la escena política sin pena ni gloria, pero sus efectos económicos quedan entre nosotros, aunque el presente Ejecutivo no entra en una crítica constructiva del modelo . He aquí unos breves titulares de nuestros diarios en el mes de julio.

 

            “Congelan plazas y salarios por atraso en el presupuesto. También se perdieron 6 mil empleos en primer semestre 2004”. Se perdió el 15% de la inversión programada , unos $87 millones, más $25 millones en remuneraciones. El resultado es que el presidente A. Saca encuentra su primer obstáculo para cumplir la repetida promesa de crear empleo. “No podemos aumentar plazas. Lo que vamos a hacer es no dar más plazas. No podemos por el presupuesto, pero la gente que tiene trabajo lo va a mantener”. (L.P.G. 7 julio 2004) El presidente anuncia un “programa de austeridad” ¿para todos?

            El problema es más de fondo. “BCR cambia a la baja la proyección de crecimiento”. La presidencia del BCR, que alegremente había proyectado un crecimiento entre 2,5-3,5%, baja la barra a 1,8-2,3%, cuando el “Banco Mundial critica el bajo crecimiento del país”. Sería necesario un crecimiento de 6% del PIB para poder asegurar un alivio de los problemas de empleo, pobreza y migraciones externas. El modelo económico profundiza un problema estructural, pero el modelo no se critica. ¿Razones?. Retraso en la aprobación del presupuesto, la incertidumbre electoral, y más de fondo, “el panorama exportador no es alentador”: las exportaciones de maquila (el rublo principal de nuestras exportaciones) cayeron 4,3% y se cierne la amenaza de las masivas exportaciones de China. Al mismo tiempo otro titular anuncia:”Importaciones siguen imparables”.

            Esto significa que en 2004 crecerá el déficit de la balanza comercial a tal punto que las remesas no logren, una vez más, cubrir el monto de esta brecha. Ello explica el viaje del presidente A. Saca a Washington solicitando la prolongación del TPS para emigrantes nacionales (ello aumentaría, dicen, en 20% el flujo de remesas). Pero G. W. Bush tiene problemas más importantes en su fase preelectoral y tampoco el TLC con Estados Unidos es agenda del día. No hay seguridad de hinchar estos dos flotadores del modelo.

            El BCR da otra razón: “los precios del petróleo”, pueden elevar la inflación entre 3,5 y 4,5%. Aquí llueve sobre mojado; el diario El Mundo (24 abril) decía que en el primer trimestre 2004 “Canasta básica aumentó el doble que en 2003”. Ahora las compañías de autobuses quieren aumentar el pasaje en un 60%. Junto con la fuerte alza de los precios de derivados del petróleo (resinas para plásticos), del hierro y otras materias primas, la inflación, según ASI, se habría elevado hasta 4,8% en el mes de mayo. Y la inflación el peor impuesto para los sectores de menores ingresos, una lenta eutanasia.

            Una investigación de FUNDE (El Mundo, abril 2003) concluía que “el 69% de los empleados está en el sector informal” y “40% de las mujeres ganan menos de un salario mínimo”. Con estas elevadas tasas de subempleo, bajos salarios e inseguridad social era imposible el descenso de la pobreza a nivel nacional, como se ha empeñado en afirmar el pasado gobierno. Junto con la pobreza crece la desigualdad social y, en consecuencia, la economía tampoco puede crecer porque falla su principal componente el consumo de las mayorías pobres y tampoco puede crecer la inversión.

            De aquí deriva otro problema; si un 69% de los empleados se sitúa en el sector informal, la investigación de FUNDE concluye que “se está frenando la productividad”. Nos asentamos cada vez más en actividades menos productivas, es decir, menos competitivas, lo cual explica, en parte, la creciente brecha de nuestra balanza comercial y, por carambola, nuestra débil posición para integrarnos en un TLC con Estados Unidos, que para el gobierno “generaría muchos empleos” . La defensa del libre mercado se funda más en ideología que en pruebas estadísticas.

            El presidente A. Saca ha afirmado: “No tenemos más opción que un TLC”, aunque no es la única solución. Una de las demanda a G. W. Bush ha sido acelerar la firma del TLC, aunque ninguno de los dos candidatos presidenciales piensa presentar al Congreso este paquete hasta después de las elecciones. En su entrevista a La Prensa Gráfica A. Saca dice que “Estados Unidos ve en el TLC la posibilidad de ampliar sus fronteras”, lo cual es muy cierto; que “Estarían apoyando una región que tiene urgente necesidad de mantener sus exportaciones”, intención nada clara de parte de Estados Unidos luego de haber conocido las presiones de su negociador R. Zoellick. “Les permite además tener un riesgo menor de que más gente se venga a Estados Unidos, porque con el TLC se van a crear más empleos”, lo cual es algo muy cuestionado por una amplia mayoría de sectores productivos, dada nuestro bajo nivel de competitividad tecnológica. Son afirmaciones sobre flotadores.

            Lo que más le interesa al gobierno de Estados Unidos es conquistarnos económica (y también políticamente) como un corredor para penetrar en el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). El problema es que varios gobiernos del MERCOSUR no son tan dóciles como los nuestros y en la cumbre de Miami, noviembre 2003, el gobierno de Estados Unidos tuvo que aceptar un “ALCA a dos velocidades”. El entrevistador de La Prensa Gráfica le hizo dos preguntas al presidente: “¿De qué nos sirve un TLC si no hay aumento de la producción para exportar?”. A. Saca se buscó una respuesta voluntarista: “Nuestros empresarios, viviendo en un mercado tan pequeño como el nuestro, tienen que poner todo el énfasis de su progreso en la mentalidad exportadora y por eso el TLC es importante”. Es una respuesta demasiado airosa porque desde el gobierno Cristiani se hizo de las exportaciones el eje de la economía y en quince años ha ido creciendo el déficit comercial, y este año lo hará aún más. Por simple voluntarismo el TLC no puede hacer milagros en nuestro sector empresarial, tecnológicamente rezagado.

            La siguiente pregunta hunde la cuña, al recordar que el candidato demócrata John Kerry “se opone a firmar el TLC con países centroamericanos que no cumplen con los mínimos estándares de derechos laborales y ambientales”. La respuesta del presidente A.                           Saca también es bastante airosa: “El Salvador está en primera fila en derechos laborales. Yo no tengo ningún problema en hablar con aquel congresista que tenga dudas sobre los derechos laborales y ambientales en el país”. Tres reflexiones. Es cierto  que en los tratados de libre comercio se debe también tomar en cuenta el cumplimiento de normas laborales y ambientales, porque las exportaciones no deben asentarse en mano de obra barata, sobre todo trabajo infantil y porque la degradación ambiental se ha convertido en un exterminio de tantas especies vivas, a comenzar por las 30.000 personas que cada día mueren por ingerir aguas contaminadas y carecer de servicios de saneamiento. Hay mucho de hipocresía en el gobierno de Estados Unidos al imponer estas noemas cuando él incumple una serie de artículos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y cuando, siendo el mayor contaminante mundial, se niega a ratificar el Protocolo de Kyoto, 1997. 

            Pero también peca de espejismo (¿involuntario?) nuestro presidente A. Saca al afirmar que estamos en primera fila del cumplimiento de las normas laborales y ambientales. Si el 69% de loa empleados trabajan en el sector informal; si 40% de las mujeres ganan menos de un salario mínimo; si los daños de la degrada ambiental equivalen al 5% del PIB salvadoreño (FUSADES); si ante la amenaza de las exportaciones chinas se propone “la flexibilidad laboral y la inversión contra China”, con contratos por hora, por meses y el establecimiento de un salario industrial en el campo..., difícilmente se puede afirmar alegremente que El Salvador está en primera fila en derechos laborales y ambientales. Esta es una pequeña fotografía de nuestra “mala herencia económica”.

P. Ibisate

 

 

 

“Las heroínas salvadoreñas desconocidas en la independencia”

            Cada año, en el  mes de septiembre, la sociedad salvadoreña revive los acontecimientos históricos de nuestra independencia del 15 de septiembre de 1821.

Las instituciones educativas y estatales, principalmente, desarrollan actividades cívicas y culturales, rindiendo homenaje a los símbolos patrios  y a los próceres de la independencia. Sin embargo, hay una marcada ausencia de honrar la memoria de las ciudadanas ilustres y genuinas heroínas que ofrendaron sus  vidas en la lucha por la independencia nacional.

 

            El historiador salvadoreño Carlos Cañas Dinarte, en su reciente investigación “Mujeres en la Independencia”, realizada con el auspicio de la Asociación de Mujeres por la Dignidad y la Vida  y otros organismos de cooperación internacional, nos cuenta que la “ forma en que ha sido escrita la historia centroamericana ha dejado de lado a muchos personajes que entregaron sus vidas por las causas de la libertad, la justicia y la paz”. La investigación histórica arroja a la luz la participación activa y decidida de mujeres en la independencia, entre las cuales se destacan las metapanecas: Juana de Dios Arriaga, Inés Anselma Ascencio de Román, Dominga Fabia Juárez, Úrsula Guzmán y Gertrudis Lemus . Este grupo de mujeres fue conducido por María Madrid, viuda, oriunda de Tejutla (Chalatenango), de 43 años de edad y Francisca de la Cruz López, mujer joven de 30 años de edad, soltera y nativa del lugar. Ambas mujeres fueron posteriormente capturadas y sometidas a largos interrogatorios y acusaciones de alta traición contra el imperio ibérico.

 

            En la  lista de mujeres en la independencia encontrada por Dinarte, sigue mencionando a la anciana migueleña Mercedes Castro, fusilada en San Miguel por sus encendidos afanes a favor de la libertad. También Josefina Barahona, Micaela Jérez, que  se incorporaron a la lucha independencista.

            Las hermanas, María Feliciana de los Angeles y Ma-nuela Miranda, fueron las responsables de propagar las  noticias in-dependen-tistas por la campiña de Sensun-tepeque, haciendo uso de sus voces fuertes y de un tambor. Estas mujeres heroicas fueron capturadas por las autoridades españolas y recluidas en el convento de San Francisco de San Vicente de Austria y Lorenzana. Las hermanas Miranda fueron condenadas a sufrir cien azotes cada una y más tarde fueron recluidas como siervas sin paga en el convento local. María de los Ángeles murió a consecuencia de los látigos y maltratos recibidos por sus verdugos. A la fecha, es la única mujer declarada Heroína de la Patria, por gestiones realizadas por la Liga Femenina Salvadoreña, según se menciona en el  decreto legislativo 101, fechado el 30 de septiembre de 1976 y publicado en el Diario Oficial número 189,tomo 253.

 

            La investigación ha recogido otros nombres históricos de mujeres como: María Felipa Aranzamendi y Aguilar, Ana Andrade Cañas, Manuela Antonia Arce, María Teresa Escobar y María Bedoya de Molina. Todas ellas, respectivas esposas de los próceres  Manuel José Arce, Santiago José Celis, Domingo Antonio de Lara,  Juan de Dios Mayorga y Pedro Molina (prócer  guatemalteco). La historia recoge el compromiso y entrega de estas mujeres que acompañaron hombro a hombro a sus esposos mediante el exilio, visitas, privaciones, bienes y gestiones por la libertad de sus cónyuges. Que ellos purgaban sus penas en las cárceles, entre 1814 y 1819.

 

            Estos hechos históricos dan fe de los padecimientos, encarcelamientos, azotes, torturas, fusilamientos, desprecios, marginación y martirio a que fueron sometidas las mujeres en la independencia por su contribución al proyecto común de su época: eliminar el yugo  del sometimiento y las desigualdades existentes.

 

            La no visibilidad y el no reconocimiento de la participación activa de la mujer en los hechos de nuestra historia nacional, forman parte de las causas que han perpetuado la discriminación, marginación, violencia y exclusión social, económica, cultural y sobre todo política en que sigue viviendo la mujer salvadoreña.

 

            Lo menos que podemos esperar en las próximas fiestas cívicas, es que se honre la memoria de estas mujeres patrióticas y que se rompan las cadenas del sexismo que no permiten vivir a plenitud a hombre y mujeres en  una sociedad libre de estereotipos y de marginación genérica.

 

            En los altares cívicos deben figurar los retratos y memorias de las mujeres próceres de la independencia que contribuyeron a la causa libertaria. Hay que resaltar las características de las heroínas salvadoreñas como: valientes, eficaces, fuertes, inteligentes, coherentes con sus ideales y valores de justicia, libertad y fraternidad entre los pueblos hermanos.

 

            Estos hechos históricos nunca antes contados, deben impregnarnos de genuinos sentimientos cívicos y dar sentido a las actividades nacionales alusivas a  nuestras fiestas patrias. Así cuando  la oración a la bandera  sea declamada en los actos cívicos, se diga. “Patria, tu historia, blasón de héroes , heroínas y mujeres mártires de nuestra historia...”

 

Zulema Lara Quintanilla

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            El nacimiento de Prudencia Ayala se ubica alrededor de 1890, en Sonsonate, en una comunidad indígena. De meses, su madre la traslada a Santa Ana. Muy joven muestra un especial talento hacia tres de sus pasiones: la literatura, el arte de adivinar el futuro y su lucha por los derechos de la mujer. Desde 1914 comienza a ser reconocida por el cumplimiento de sus profecías, por lo que se le llamó «la Sibila Santaneca».Escribe en El Diario de Occidente. Por criticar al alcalde de la ciudad es encarcelada en Atiquizaya (febrero de 1919). Posteriormente marcha a Guatemala, donde, en 1821, es procesada, y encarcelada, acusada de participar en la planificación de un golpe de Estado contra Estrada Cabrera.

            En 1925 publica su libro «Inmortal, Amores de Loca», y en 1928 «Payaso Literario en Combate».En los comicios de 1930, en representación del Partido Unionista se lanza como candidata a la Presidencia de la República, convirtiéndose en la primera mujer en El Salvador e Hispanoamérica en optar a esa investidura. Su plataforma apoyaba básicamente los derechos de la mujer, pero también incluía aspectos como el apoyo a los sindicatos, la honradez en la administración pública, la limitación de la distribución y consumo del aguardiente, el respeto por la libertad de cultos y el reconocimiento de los hijos ilegítimos.

            Prudencia Ayala estaba consciente de que su candidatura era imposible, pero su gesto sentaría un precedente histórico que abriría el camino hacia la conquista de los derechos de la mujer. Efectivamente, la Corte Suprema le negó el derecho a la postulación presidencial.Seis años después de esta gesta feminista, un once de julio de 1936, Prudencia Ayala muere en San Salvador. No fue sino hasta 1950 cuando quedó plenamente otorgada la igualdad para ambos sexos en El Salvador. La memoria colectiva, debe revivir la figura de Prudencia Ayala, altiva, blandiendo de nuevo bastón y bombín para encarar la doble moral y la marginalización de la mujer.

 

       

 

El pueblo da a luz un santo

 

            Es un domingo de junio. Son las nueve de la mañana. La catedral metropolitana se prepara para recibir a los fieles que se acercan a la celebración de la misa dominical. A la entrada la gente se divide: unas suben a la nave central de catedral y otras se dirigen a la reja que da paso a la cripta, en el sótano. La gente que baja a la cripta se acomoda en las bancas que están dispuestas de modo circular alrededor del altar. Como cada domingo, la misa es animada por una comunidad parroquial. Junto a la Comunidad de la Cripta ultiman los detalles para la celebración. La monitora se dirige al ambón para dar inicio a la celebración. El coro de la parroquia entona el canto de entrada: “Vamos todos, al banquete, a la mesa de la creación, cada cual con su taburete, tiene un puesto y una misión”.

Al finalizar la eucaristía, muchas personas pasan por la tumba de Monseñor Romero. La gente que se dirige a la tumba va a rezar. Es gente sencilla, muchos de ellos pobres. La mayoría de personas que se acercan a rezar son adultas, aunque se ven algunos jóvenes. Los niños van de la mano de su abuela o su mamá y observan en silencio respetuoso. Unos tocan el cuadro del obispo, tocan la tumba y se persignan. Algunas personas llevan velas y las dejan encendidas en el lugar que hay para ello. Rezan en silencio, unos de rodillas, otros de pie, otros tocando la tumba con los ojos cerrados.

            La tumba de Monseñor Romero se ha convertido en un sitio de peregrinación. El mismo Juan Pablo II rezó arrodillado ante la tumba del obispo en una de sus visitas al país. El libro de visitas que está sobre la tumba registra los nombres de personas que acuden allí todos los días, no solo los domingos o fechas conmemorativas del obispo. Para las personas que rezan ante la tumba,  Monseñor Romero es santo. Y a los santos se les reza. Se les pide porque son mediadores. Y a eso vienen. A pedirle a Monseñor Romero, a platicarle de las cosas que les pasa en la vida cotidiana.

           Monseñor Romero no es oficialmente santo. La causa de su canonización se introdujo hace unos años y aún está en proceso. Pero la gente insiste, Monseñor Romero es santo: aunque las gentes de arriba no lo quieran hacer santo, para el pueblo ya lo es, decía una mujer de 71 años, rezando en voz baja la mañana del 24 de marzo de 2004.

           Quien tiene la oportunidad de presenciar las eucaristías de la cripta los domingos o estar en la celebración del aniversario del martirio de Romero o simplemente acercarse a la tumba en una tarde cualquiera y ver a personas distintas rezar con devoción particular, no puede menos que plantearse una reflexión sobre la fuerza de un fenómeno que está formando parte de la vida religiosa de muchas personas del pueblo sencillo de El Salvador.

¿Por qué dice la gente que Romero es santo?¿a qué le llaman santidad? Estas son algunas de las respuestas de personas entrevistadas en la cripta:

            “Monseñor Romero es santo. Definitivamente sí. Cuando hay gente que dice por qué no lo canonizan, a mí eso no me molesta; no siento que sea un obstáculo pues ya definitivamente él es santo... la santidad es esa entrega, la entrega por los demás, la entrega al proyecto de Dios, la entrega a los hermanos, a dejarse mover por el sufrimiento de la demás gente, porque eso no es fácil, yo a veces también siento eso y digo cómo se tuvo que haber sentido Monseñor Romero pues él que lo vivió tan radical… pues fue el espíritu de Jesús el que se manifestó en él y se sigue manifestando hoy en día.”

Cristabel Marroquín, 46 años.

            Es santo porque me trae siempre a la mente a Jesús, realizó su vocación al cien por ciento, se entregó a la gente, realizó la voluntad de Dios. Hay una frase que me impresiona de Monseñor Romero que dice que él no ha sido nada más que un poema en el proyecto de Dios y yo creo que sí, para mí realizo la voluntad de Dios, amó a la gente, amó al pueblo, es ver a Jesús.”

Héctor Gómez, 31 años.

           “Es santo porque él fue la palabra viva del Señor, él dio su vida, a él lo mataron por defender la verdad que es lo mismo por lo que murió Jesucristo.”

Roberto Arias, 40 años.

            “El único ser en El Salvador que tenía el valor de denunciar las injusticias que hacían con su pueblo oprimido era monseñor Romero, y cuando en la catedral o en la basílica decía sus homilías, él se elevaba en la predicación de los evangelios, y cuando él se elevaba, después de la misa nos preguntaba, “¿y qué dije?” Y nosotros le decíamos: “Monseñor, un momentito, le vamos a poner la grabadora para que usted se escuche”. Ya no era Monseñor Romero, era un Monseñor Romero tocado por el Espíritu Santo para que él predicara a su pueblo que sufría el martirio, la persecución en este país por buscar la libertad.”

Alonso Huezo, 70 años.

            “Sí, yo considero que sí, monseñor romero es santo y profeta. La santidad es todo aquello que nosotros podamos, algo semejante a Cristo, cumplir su palabra, con su    testimonio de vida, y así fue él, con el testimonio de vida que nos dio pues nos enseñó bastante a conocer a Cristo y no solo, a conocerlo en el hermano, en el hermano pobre,                en el hermano necesitado, así nos enseñó Monseñor Romero.”

Isabel Ramírez Castro, 55 años.

            “Es santo porque Monseñor Romero era un hombre que le gustaba la oración, le pedía a Dios, era devoto de la virgen, era un hombre que si usted llegaba con necesidad le ayudaba. Una vez llegaron de Ahuachapán y no tenían para el bus, entonces les dijeron,      vayan donde Monseñor talvez le da para el bus, entonces él dijo: “me acaban de venir a dar los 20 pesos, vayan a sacarlos y désenlos a la señora para el bus”. Él no andaba con aquellos lujos de andar viviendo en grandes lujos como este obispo que tenemos que        cómo le gusta el lujo, él no, él era humilde, le regalaron una cama de dos colchones y qué hizo, la regaló, eso es lo que hacía.” 

Rosa Elena Peña, 65 años.

    Para las personas entrevistadas, la santidad no tiene que ver con el reconocimiento oficial por parte de la Iglesia sino con el testimonio de una vida entregada hasta el martirio. Y martirio por la justicia. La santidad, según estas personas, tiene que ver con el parecido que hay entre la vida y opciones de Monseñor Romero y la vida y opciones de Jesús, con la docilidad del obispo para cumplir con la voluntad de Dios, con su capacidad para dejarse afectar por el sufrimiento de los pobres, para escuchar las angustias y preocupaciones de la gente, por pequeñas que fueran.

           El pueblo proclama la santidad de Monseñor Romero a través de gestos sencillos y profundos: rezar en la tumba, peregrinar a la cripta, celebrar las fechas importantes en la vida y muerte del obispo. Rezar la novena, encender una vela, poner una placa de agradecimiento por favores recibidos, escribir una carta consignando la vida y “dejársela ahí para que la lea”, hacer un corrido para Monseñor, son expresiones de un pueblo que ve en este hombre a un santo de Dios. Es el sensus fidei. Es el pueblo sencillo quien reconoce en él a un auténtico seguidor de Jesús, un mediador ante Dios. Estamos ante un caso de “canonización popular” que se ha venido gestando a lo largo de casi veinticinco años.

            Para la gente que acude a rezar a la tumba, Monseñor Romero sigue siendo el pastor y profeta que fue durante su vida. Lo buscan porque saben que acompañó el sufrimiento y dolor del pueblo. Saben que estuvo con el pueblo sencillo y es ese mismo pueblo sencillo quien lo sigue buscando, ya no solo como pastor, profeta y mártir, sino como santo. Un santo que sabe lo que El Salvador vive y necesita pues es salvadoreño. Un santo que conoce de las injusticias que viven los pobres porque él las denunció mientras vivía. Un santo que conoce las aspiraciones de liberación de este pueblo porque fue su pueblo. Para el pueblo sencillo Monseñor Romero es pues, un santo.

 

Olga Vázquez

 

 

 

Alirio Macías: el cantor del servicio

 

            Varios sacerdotes conce-lebraban la misa en San Esteban Catarina, la mañana del miércoles 4 de agosto, en memoria del Padre Alirio Napoleón Macías, en el vigésimo quinto aniversario de su asesinato. El Padre Rogelio comenzó la homilía y, luego de unas breves palabras, invitó a la asamblea a continuar la homilía con sus testimonios. Entonces, un sacerdote se levantó y dijo: “Sería una falta para mí quedarme callado”. Era el  P. Ramiro Valladares, compañero del Padre Alirio Napoleón Macías. También sería una falta por parte nuestra no reproducir aquí siquiera un resumen de lo dijo el Padre Valladares:

 

            “Napo murió, fue asesinado. Yo soy párroco de Verapaz desde hace 28 años,  y desde ahí comenzaron los sufrimientos. Y digo que me alegro. Me alegro de que la huella de Macías esté abierta y que todavía haya corazones que lo reconozcan como pastor. Con Macías eramos parte del grupo de sacerdotes suspendidos por nuestro obispo, aquí en San Vicente. Aunque amolados, siempre estábamos alegres y muy unidos. Monseñor Romero era, como quien dice, nuestro director espiritual. Cuando nos sentíamos ya ahogados, acudíamos a Monseñor Romero. Una vez al mes, el primer lunes de cada mes, íbamos a tomar consejo con Monseñor, que nos recibía en el Hospitalito.

 

            Con Macías fuimos compañeros desde que tenía 11 años, cuando entré en el seminario. Macías me llevaba un año adelante. Anduvimos juntos por muchos avatares como seminaristas y luego como sacerdotes. Hay mucho que pudiera decir, pero no les quiero cansar. Sólo sé que es un hombre de Dios. Para mí es un hombre de Dios. Macías era un enamorado de la liturgia, le encantaba el canto. El siempre andaba cantando y me acuerdo de muchas canciones. Muchas veces iba al hospital de San Vicente con su concertina para alegrar a las personas enfermas. Fiel al Señor en la Palabra, la liturgia. Le encantaban las cosas bien hechas. No hechas sin prepararse.

 

           Pero también era un hombre de servicio. Tenía ese don, ese carisma de servir. Recuerdo que en las reuniones, el último que comía era él, porque siempre andaba sirviendo la comida. Muchas veces lo encontré en San Vicente llenando tambos de agua, porque aquí era difícil encontrar agua antes, no sé ahora, para repartirle a la gentencita. En su pick-up azul traía el agua para la gente que no podía.

 

            Cositas así son las que le tienen en el cielo y que me dan la seguridad y la confianza, tan fuerte que una vez, que ya no estaba Monseñor Romero, y que me encontraba en dificultades muy serias, le dije a Macías de rodillas: “Si estás en el cielo, ayúdame, que no yo puedo más”. Y, gracia a Dios, que no pasó lo que se pretendía. Por eso, pienso que está en el cielo, contento, feliz de verlos a ustedes que lo llevan en el corazón, no solamente por sentimientos, sino por razones fehacientes de que es el hombre que supo ser sacerdote y supo servir a su gente. Fue alguien que nos inspiró doctrina, trabajo y servicio”.

 

            Las palabras del Padre Valladares fueron varias veces interrumpidas por los aplausos agradecidos del pueblo. Muchas cosas buenas tuvo este veinticinco aniversario. Hubo cantos, bailes folclóricos de los jóvenes, reflexiones, peregrinación desde la tumba hasta el lugar de la Misa, pero sin duda fue este testimonio del Padre Valladares lo que más aplausos y alegría causó entre las casi mil personas que allí se encontraban. Es de los testimonios que dan ánimo y ganas de seguir trabajando por la causa del P. Alirio Napoleón Macías.  

 

 

 

Sudán. El drama de nuestros días

 

            “La situación que se vive en la región de Darfur en Sudán es la peor crisis humanitaria del mundo”. Lo acaba de decir Naciones Unidas.

Hagamos un poco de historia. El conflicto entre el Norte y el Sur del país se prolonga ya a lo largo de 21 años. Hasta el momento ha cobrado más de dos millones de vidas humanas. Los enfrentamientos se dan entre las tribus árabes nómadas y las de campesinos negros no árabes del sur. Comenzaron cuando los nómadas se desplazaron hacia las llanuras de Darfur, tierra de ricos cultivos, huyendo de la sequía en busca de agua para sus rebaños y camellos. Un problema hondamente humano, al que el mundo desarrollado -como a muchos otros- no ha sabido ni ha querido dar respuesta.

            Las tres principales tribus negras se sentían marginadas y abandonadas por los musulmanes sudaneses que lideran el país. Estos, junto con el gobierno de Jartum, las están castigando y usan el hambre para aniquilarlas.       En el futuro inmediato de dos años se preve que un millón de personas dependerá totalmente de la ayuda externa para poder sobrevivir, lo cual empeorará con la sequía que se avecina sobre la región. “Se han perdido las cosechas de los dos últimos años y, aunque si todo va bien, la de 2005 podría aprovecharse, no sería suficiente para dar de comer a un millón de personas que carecen absolutamente de todo”, dice Ester López, responsable de la misión de Cruz Roja en la capital sudanesa. Y a esta tragedia del hambre, es decir, de la muerte lenta y real, se ha añadido desde hace año y medio la muerte violenta por las armas y por los éxodos masivos a campos de refugiados.  Es la última expresión del drama de Sudán.

                Occidente ignora u olvida que en Sudán se libra una guerra que dura cuatro décadas y que ha producido, desde 1983, un millón de muertos, entre dos y tres millones de desplazados y una crisis humanitaria constante. Después de alcanzar la independencia del colonialismo británico en 1956, Sudán sólo ha conocido siete años de paz en los enfrentamientos entre el norte islámico y el sur no musulmán.

            El conflicto entre el Gobierno y los grupos rebeldes cristianos y animistas del sur del país es aparentemente una lucha entre el intento del primero de imponer el Islam en el conjunto de la sociedad y los movimientos que se resisten. Sin embargo, en este país rico en petróleo y tierras fértiles, que alberga a 600 subgrupos étnicos, las raíces del conflicto se encuentran en la competencia por recursos -algunos de ellos cada vez más escasos debido a la agricultura intensiva-, y en el racismo de los que se identifican como árabes hacia los negros africanos. La religión es, en realidad, un instrumento de legitimación y un factor de cohesión.

            Volvamos al drama actual de Darfur. Miles de personas de la raza negra han sido asesinados en estos meses y continúan muriendo a manos de sus agresores. Quienes han huido de los ataques violentos, especialmente mujeres y niños pequeños, mueren de hambre y enfermedades. Buscan un mínimo de seguridad en los campos de refugiados de Sudán y el Chad. Allí llegan prácticamente sin nada, sólo con un poco de ropa, agotados, deshidratados, hambrientos, golpeados por el dolor, heridos, con miedo y sin esperanza. Su alternativa es trágica: si permanecen en Darfur corren peligro mortal; sí se desplazan, riesgo de malnutrición y enfermedades.

“No hay otra palabra mejor para esto que genocidio”, dice Wole Soyinka, premio Nobel de literatura 1986. Añade que “cuando los norteamericanos violaron los derechos de los prisioneros en Irak, se convirtió en un asunto internacional. Pero no ocurre lo mismo con Sudán”. Y es que hasta cuando se quiere condenar el mal, es importante que Estados Unidos esté involucrado. Entonces las cosas, también el mal, son reales. Si no, no existen. Esa es la tragedia de Sudán, que no existe. Y la democracia occidental se concentra ahora en Atenas y su medallas.

 

 

 

 

Familia: utopía y realidad

 

            Por más valores irrenunciables que contenga, la familia no deja de inscribirse dentro de la condición humana, que es siempre convivencia de los contrarios. Por eso, hay en ella simultáneamente dimensiones de luz y de sombra. En las culturas se concretiza de muchas maneras. En la nuestra, al lado de la familia-matrimonio existe la familia-asociación (cohabitación y unión libre) dando origen a la familia consensual no conyugal. La introducción del divorcio ha dado lugar a familias uniper-sonales (la madre o el padre con sus hijos e hijas) o multiparentales (con hijos/hijas provenientes de matrimonios anteriores) y también a uniones entre homosexuales (hombres y mujeres).

            ¿Hasta qué punto estas formas realizan la sustancia de lo que llamamos familia? Antes de contestar, la actitud cristiana no moralizante y más adecuada es: si en todas estas formas existe amor, y no hay por qué ponerlo en duda, estamos ante algo que tiene que ver con Dios que es amor y bondad. Debe, pues, prevalecer el respeto y no el prejuicio.

            La respuesta a la pregunta deriva de lo que entendamos por familia y en este entendimiento debe estar siempre presente lo utópico y lo concreto, pues ambos forman la realidad, también la de la familia. Lo concreto es lo que hay. Lo utópico es lo que es virtual y posible, su referencia de valor, por cierto nunca totalmente alcanzable, pero que tiene por función mantener a la familia siempre abierta y perfectible, jamás cerrada o estancada en alguna forma, considerada la única posible, por buena que sea.

            Un especialista brasilero, Marco Antônio Fetter, creador de la primera Universidad de la Familia en Brasil (RS), la define así: «un conjunto de personas con objetivos comunes y con lazos y vínculos afectivos fuertes, con funciones definidas, donde naturalmente aparece la función de padre, madre, hijos y hermanos”. Juan Pablo II en la Carta Apostólica Familiaris Consortio (1981) y en la Carta a las familias (1994) enseña que la familia es “una comunidad de personas fundada en el amor y animada por el amor, un complejo de relaciones in-terpersonales —relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad— a través de las cuales la persona humana es introducida en la familia humana.”

            El núcleo utópico e inmutable de la familia es el amor, el afecto, el cuidado del uno con el otro y el deseo de estar juntos, siendo los pares abiertos a la procreación, cuando es posible, o por lo menos al cuidado de todas las formas de vida, que es también un modo de realizar la fecundidad. Este núcleo debe poder realizarse en las diferentes formas concretas de convivencia.

            ¿Qué sería de la familia y de los compañeros si no ardiese en ellos la llama de la utopía? Todos viven del deseo de encontrar y vivir el amor, sueñan con poder realizarse a dos y ser mínimamente felices. No obstante, todas las dificultades, deformaciones y frustraciones, sin ese motor, la vida humana sería menos humana y perdería sentido.

            Análisis transculturales demostraron que cuando ese núcleo de amor existe, hay menos violencia, mayor sensibilidad para la cooperación social, disminuyen los conflictos familiares y baja el número de divorcios o separaciones desgarradoras. Para los cristianos la familia es el lugar donde se revela la Familia divina del Padre, Hijo y Espíritu Santo y donde también la Iglesia en su expresión doméstica.

Leonardo Boff

 

 

 

 

Un día con Monseñor Romero en Ciudad Barrios

El gozo del encuentro fraterno y de los ideales compartidos

            El 15 de agosto de 1917 nació, en Ciudad Barrios, Monseñor Óscar Romero. En el 2004 se cumplen 87 años de su natalicio. El cariño que la gente tiene hacia Monseñor Romero se expresa, entre otras cosas, en la celebración de su cumpleaños. Cada 15 de agosto cientos de peregrinos viajan a Ciudad Barrios a celebrar esa fecha.  Pero, ¿se trata  simplemente de un día de fiesta? Sí y no.  Sí es un día festivo porque se experimenta la alegría que provoca la memoria de un hombre bueno. Es el gozo del encuentro fraterno. Ahora bien, no es simplemente un día de fiesta, porque la fecha también se ha constituido en un espacio de profundización del pensamiento de Monseñor Romero y en un espacio para cultivar su testimonio entre las nuevas generaciones. Es el gozo de los ideales compartidos. Así lo manifiestan organizadores y  participantes de esta celebración.

 

            Presencia de Monseñor Romero en la diócesis de Santiago de María y en la parroquia de Ciudad Barrios. “En el mes de agosto la diócesis ha organizado distintas actividades con el afán de mantener viva la memoria de Monseñor Romero. El obispo ha insistido en que esa memoria es parte fundamental  de los 50 años que cumple la diócesis en el 2004. Aquí en Ciudad Barrios hemos realizado actividades desde los primeros días del mes de agosto.  En todos los cantones se ha realizado lo que hemos llamado ‘Un día con Monseñor Romero’.  Cada comunidad de la parroquia se ha reunido un día determinado para reflexionar, cantar, recitar y profundizar en torno a la persona de Monseñor Romero.  En el área urbana de la parroquia hemos involucrado a las instituciones educativas para conectar la memoria de Monseñor con los jóvenes. La juventud de Ciudad Barrios debe conocer la importancia del arzobispo Romero para nuestra historia, nuestra diócesis, nuestro país y nuestra Iglesia” (padre Ángel Ochoa, párroco de Ciudad Barrios).

            La persona de Óscar Romero en la memoria de los pobladores de Ciudad Barrios. “Hay muchas anécdotas. Cuenta mi tía, Beatriz de Flores, que ella fue compañera de estudios de Óscar. Lo recuerda como un niño sencillo y tímido. Cuando llegaba la hora de recreo sus demás compañeros querían jugar con él pero no lograban convencerlo. Prefería estar solo aunque eso provocara las burlas de sus compañeros. Esa misma actitud de sencillez y aislamiento mostró durante el tiempo que estuvo aprendiendo el oficio de carpintero en el taller de mi papá. Siendo ya obispo, Monseñor recordaba con mucho aprecio el tiempo que estuvo en el taller de carpintería porque, según contaba, aprender ese oficio lo había salvado de hacer trabajos más pesados durante el tiempo que estuvo en Roma en los años de la segunda guerra mundial. La sencillez, fue una actitud que estuvo presente en toda la vida de Monseñor. Fíjese que una vez, al final de una cena que le ofrecimos por su nombramiento como obispo de Santiago de María, él dejó la plática con sus amigos y se acercó a las mujeres que estábamos lavando platos y nos dijo: ¿‘En qué les ayudo’?. Y nosotros le dijimos: no Monseñor, váyase a platicar con sus amigos, esta cena es para usted.  No le dejamos que nos ayudara, pero su actitud nos pareció algo muy bello” (Milagro Leiva, originaria de Ciudad Barrios).

 

            “Yo tengo 28 años, cuando mataron a Monseñor apenas cumplía los cuatro. Creo que es importante recordarlo no solo el día de su muerte, sino también el día de su nacimiento, por una sola razón: imitar su ejemplo.  Debemos continuar el camino que Monseñor dejó. Él fue apóstol de la verdad y la justicia. Nosotros también debemos serlo. Él defendió la causa de los pobres. A nosotros también nos corresponde defenderla. Él quiso que la sociedad salvadoreña fuera una sociedad donde se respetara la vida humana.  Ese también debe ser nuestro compromiso” (Manuel Pineda, miembro de las comunidades eclesiales de base).

            “¿Por qué se habla más de Monseñor Romero que de Dios?” Esa fue la pregunta que un alumno de ciudad Barrios le hizo al padre Rodolfo Cardenal en el marco de las actividades realizadas con motivo del cumpleaños de Monseñor. El padre Cardenal le respondió más o menos en estos términos: “como decía otro jesuita – refiriéndose al padre Ellacuría -  con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador. Con Monseñor Romero la gente supo más de Dios porque en él se le acercó. “Con su respuesta, el padre Cardenal dejaba claro un aspecto al que todavía se resisten los adversarios de Monseñor:  En todo lo que dijo e hizo durante sus tres años de arzobispo, Monseñor trató de hacer presente al Dios de la Biblia, al Dios de los profetas, al Dios de Jesús. No es que se hable más de Monseñor Romero que de Dios. Lo que ocurre es que, como afirma el padre Jon Sobrino: “Monseñor Romero fue palabra de Dios para El Salvador... Con él Dios habló en El Salvador y proclamó en medio del pueblo oprimido y esperanzado su palabra de protesta y de denuncia...proclamó su palabra de promesa, de justicia, de defensa y consuelo para los oprimidos” (cfr. Monseñor Romero, UCA editores, 1989).

No cabe duda que el  natalicio de Monseñor Romero resultó ser un día de encuentro fraterno, pero también de compromiso con su legado.

                                Carlos Ayala Ramírez

 

 

**

 

 

          

 

           Con frecuencia me he preguntado qué es lo que hace de Monseñor Romero una figura tan atractiva e irresistible. Lo discutimos este año en mi parroquia con ocasión del XVIII Aniversario de su asesinato. Hablamos de su humildad, su sencillez, su humanismo, su honradez trasparente, su valentía. Sentíamos que teníamos a un santo muy cerca de nosotros o, como alguien dijo, casi a nuestro nivel. El mismo Monseñor dijo sobre su nombramiento: “Me presenté a vosotros débil y temeroso. ¡Sabe Dios cuánto me costó venir a la capital a mí también! Qué tímido me he sentido ante ustedes. Si no hubiera sido por el apoyo, que, como Iglesia, me han dado y han hecho de su obispo ustedes este signo del cristianismo”. Monseñor Urioste –espero que me perdonará por citarle de nuevo- ha explicado bien cómo Monseñor Romero, a la edad de sesenta años, regresó a la escuela. Pero sus profesores no fueron profesores de universidad o teólogos profesionales. Fueron los campesinos, sencillos, sin mucha educación, quienes llegaban en grandes grupos a su oficina desde todos los lugares del país para explicarle su situación y para encontrar su comprensión y apoyo.

 

Michael Campbell-Johnston, S.J.

 

 

 

“Para ellos y ellas”

 

            El calor es asfixiante, me encuentro inquieto, he dormido bien, pero creo que la espera es angustiante. Mi corazón está acelerado. Hay alegría.

 

            Por fin llega el Obispo, nos preparamos, estamos todos listos para empezar la procesión, desde la casa de la señora Luz, la mamá de Marcelino (jesuita panameño que trabaja en San Salvador), la tengo presente. Mientras avanzo por mi mente empiezan a pasar los rostros de tanta gente que quisiera que estuviera allí y no están, mis primos, mis abuelas, mi papá. Al lado tengo a mi mamá va nerviosa, mientras escuchamos el coro del Colegio Javier, mi corazón se acelera, sólo le pido a Dios una cosa: Señor, no soy digno ayúdame a servirte.

 

            La Iglesia está hermosa, como nunca, hay mucha gente. Se inicia la misa, el Obispo amablemente rompe el hielo. Tomás Cacho de diácono, lo hace impecable. Las lecturas se suceden rápido, sin tiempo, ya me encuentro frente al Obispo. Me pregunta algo fuera del rito, no se qué decir, hay risas porque respondo sin saber qué dije.

 

            Se inicia todo, mi corazón se serena mientras el rito avanza. Estoy alegre, siento esa fuerza. Por mi mente van pasando rostro a rostro tantos hombres y mujeres que han ayudado en mi formación. Monseñor Uríah Ashley me impone las manos y, al mismo tiempo, siento muchas más, aquellas que en los momentos difíciles me apoyaron, me dieron fuerzas, me levantaron.

 

            Luego me revisten, y recuerdo lo que decía un buen superior mío, “ante el pueblo somos algo más”. Cuando el Obispo me presenta, y veo a tanta gente , de mi corazón emerge una sensación: “para esto es... para esto... para ellos”.

 

            Hubo un momento importante, me sentí lleno de Dios, al recibir de una humilde mujer una bolsita llena de tomates en el ofertorio. En ellos recibí las esperanzas de mi pueblo, de mi gente.

            Un semana después estoy con Tomás Cacho en Sangrelaya, es igual, todo lleno de pueblo, de ritmo, de calor, de esperanza, de amor. Servir no es una carga es un privilegio. Y agradezco a tanta gente que me de ese privilegio.

 

           Me siento feliz, pues, fui a Nicaragua, mi segunda tierra, mis ex alumnos y compañeros de trabajo me tenían armada una hermosa misa que celebré con un corazón agradecido y lleno de ilusión. En San Salvador, mi primera misa  fue en San Antonio Abad, tierra de mártires de esperanza.

 

            Desde aquí, desde esta pequeña oficina intento vivir lo que prometí, un sacerdocio al servicio de todos y todas, especialmente los más pobres. A veces siento que es difícil hacerlo, pero en días como hoy cuando la veo llena de estudiantes, de sus ánimos, de sus proyectos, de sus alegrías, cuando uno o una me pide que le escuche, entonces comprendo porque estoy aquí...”para esto...para ellos”.

 

 

 

 

La escuela de Chalatenango:

Formando para servir

 

            Es una escuela Diocesana que nació con el apoyo de Monseñor Alas y los sacerdotes diocesanos en una reunión del clero tras informarse y aceptar un convenio con la UCA desde su Proyecto Escuelas de Teología Pastoral. Comenzó en el centro del Departamento en la sede parroquial de San Juan Chalatenango, y hoy está ubicada en la Casa de Formación de Upatoro, a unos quince minutos a pie partiendo del centro de Chalate. Uno de los grandes animadores y coordinador local de la  Escuela ha sido el Padre Rafael Fuentes quien desde 1996 inició este proceso de fundación con P. Dean Brackley sj y Suyapa Pérez de la UCA. Más tarde también acompañó este proceso, por el equipo, la Hna. Lupita Días, Oblata del Sagrado Corazón. En la actualidad, es coordinador local el Padre Joaquín Isidro Rodríguez en conjunto con el equipo coordinador local y  Rudy Romero por el equipo de la UCA.

 

            Asisten personas de varias parroquias y con diferentes compromisos pastorales. Vienen de Santo Tomás Apóstol (Tejutla), Santiago Apóstol (la Laguna) San Juan Bautista (Chalate) San José las Flores, Dulce Nombre de María, Señor de las Misericordias(Aguilares) Inmaculada Concepción, La Reina, Cristo Rey (El Paraíso) San José(Agua Caliente). Las personas que participan de este Diplomado trabajan en las siguientes áreas: Catequesis, Pastoral social, Delegados de Pequeñas Comunidades, Coordinadores de Casas de Oración, Coros parroquiales, Coordinadores/as de sector, Liturgia.

            Uno de los logros de esta Escuela es su existencia misma, pues da oportunidad a mucha gente que nunca tendría oportunidad de venir a la UCA a hacer estudios teológicos, de profundizar su fe  y su compromiso cristiano. Un desafío para el clero de la zona es trabajar por una promoción abierta que motive a más gente a participar en este proceso, tener confianza en su capacidad, y en el esfuerzo de traducción y metodología que tienen los profesores, entre los que se cuentan sacerdotes diocesanos y estudiantes de la UCA bajo el apostolado o servicio social. Entre estos últimos han participado religiosos Somascos,  Dominicas de la Anunciata, Franciscanos, Misioneros de Sagrado Corazón y laicos con estudios teológicos.

            Agentes pastorales opinan sobre lo aprendido en la escuela. Les preguntamos: ¿cómo le ha ayudado lo aprendido para su vida y para analizar la realidad?

 

            Ana Marina Garzona de Rosales. Alumna de primer año de la parroquia de Santo Tomás Apóstol de Tejutla. “Me ha servido bastante, tanto en lo personal como para las enseñanzas dentro del servicio pastoral. Me siento muy agradecida con Dios por haberme dado esta oportunidad de estar en la Escuela ya que he aprendido muchas cosas que desconocía y siento que mi fe se ha fortalecido más.En cuanto al análisis de la realidad los conocimientos me están ayudando más para comprender lo justo e injusto de nuestra realidad social”.

            Julio Antonio Alvarado Erazo (ocupación: Campesino) Alumno de primer año de la parroquia de Dulce Nombre de María.»Me ha servido porque he conocido cosas muy importantes de la historia de la Iglesia y las he llevado a mi comunidad  y  a las comunidades de la parroquia.

En cuanto al análisis de la realidad, se ve la necesidad de solidaridad con el pobre y el marginado. Pero necesitamos enseñar cómo sobrevivir con los 20 dólares que ganamos en los seis días de la semana”.

            Roberto Carlos Alvarado Ramírez (ocupación: Estudiante) Alumno de segundo año de la parroquia de Santo Tomás, Tejutla. “Las enseñanzas me han servido para un mejor desempeño en el trabajo pastoral, además mis conocimientos se han incrementado y he madurado, he obtenido liderazgo en mi comunidad, mayor responsabilidad y un criterio amplio y abierto para respetar las opiniones de los demás y aportar las mías propias.

            En el caso del análisis de la realidad, me ha servido de gran magnitud, pues, hoy existe en mí un criterio amplio de análisis y ya no me quedo sólo con lo que me dicen sino que siento la  necesidad de investigar y dar mi propio punto de vista y analizar cada situación y problema que se da en la vida diaria. Tomo conciencia en la resolución de problemas y aprendo de cada uno de ellos”.

            Berta Alicia Cartagena ( ocupación: Profesora)Alumna de segundo año de la parroquia San José Agua Caliente. “La Enseñanza de la Escuela me ha ayudado mucho, pues, hoy soy más abierta con la realidad que vivo. También soy más crítica, más humilde y he aprendido a respetar a mis hermanos protestantes. Hoy que conozco más a mi religión Católica la amo más y estoy dispuesta a defenderla y a luchar por Jesús, seguir sus enseñanzas y trabajar más.

Por otra parte me ha servido para conocer la realidad en que vivo y a valorar más a las personas y ayudarles, ya que como agente de pastoral puedo orientarles, servirles y luchar frente a los problemas que tiene nuestro país”.

            Gabriela Estela Chacón de Serrano.  (ocupación: Profesora) alumna de tercer año de la parroquia de San Francisco de Mercedes. “Lo aprendido en la escuela me ha servido para conocer y amar más a Dios como el Dios de la vida, como un Dios de Amor, de misericordia y liberador. He aprendido a amar y valorar más a mi familia, a las demás personas y especialmente a los más necesitados.

Por otra parte me he interesado por conocer más la realidad local y nacional y a considerar que el Evangelio es luz para mejorar nuestra realidad”.

            Ricardo Pérez Franco (ocupación: Carpintero) alumno de tercer año de la parroquia San Juan Bautista. “Lo aprendido me ha servido mucho en mi vida, tratando de poner en práctica la enseñanza que se imparte en la Escuela y me ha ayudado en el crecimiento como persona, como católico y miembro de la Iglesia.

También me ha ayudado a ver las cosas de manera diferente, hoy las analizo de una manera distinta de cómo las veía anteriormente, me siento más analítico y crítico que me hace razonar antes de dar una opinión sobre la realidad local y nacional”.

                                                                                  Rudy Romero

 

 

 

 

 

El milagro de San Luis de la Reina

 

¿Existen milagros? ¡Sí!

            Agradecemos profundamente a nuestro amigo Pablo, párroco de San Luis de la Reina, pueblo campesino al Norte de San Miguel, pueblo olvidado por todos, quien nos contó con toda sencillez este milagro.

            Sucede que mes a mes Pablo vende 200 “Carta a las Iglesias” en esta zona de San Luis de la Reina y Sesori. “A cora” (0.25 centavos de dólar).

           ¿Cómo es posible? Ni los periódicos llegan hasta ahí. Nuestro pueblo humilde no tiene ninguna cultura de lectura. Ni en las escuelas leen. No hay campesino que tiene algún libro en su casa. La mayoría no puede leer. Los que pueden leer leen apenas. Y los que algo pueden leer, leen letras sin entender lo que leen. Aunque las estadísticas dicen que el 20% es analfabeta la realidad es distinta. Por eso tenemos el pueblo que tenemos.

            Y “Carta a las iglesias” editado en la UCA es lectura seria, con artículos serios de teólogos, de escritores, de gente preparada y sin dibujos. No es lectura popular. Es lectura difícil.

            Y Pablo vende 200 ejemplares cada mes. Si eso no es milagro qué entonces será un milagro. “Y me lo piden” dice Pablo. “Y a veces mato dos pájaros de un solo tiro, porque hay señoras que no pueden leer pero que quieren saber lo que dice y hacen leer a su hija, y la regañan: Lea bien para que entienda porque quiero saber dice la señora. Así estoy logrando lectores para el público también en las celebraciones”.

            “Puchica” es la única palabra que sale de nuestra boca después de este relato. ¡No pasan tres años y este pueblo será diferente! Esta gente va a caminar. Esta comunidad llegará a evangelizar porque aprenden a vivir, a animarse, a servir.

           Pablo se parece a Pedro de los Hechos de los Apóstoles: “No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy: ¡Por el nombre de Jesucristo de Nazaret, camina! Y tomó al tullido de la mano derecha y lo levantó”.

(He. 3, 6-7)

 

 

“Don Chepe”: la devoción por su gente

El 16 de abril de este año enterraron a José Castillo Rivera conocido por todo el sector de la Iglesia de San Bartolomé, Apóstol de la Liberación de Arcatao como “don Chepe”. Hombres, mujeres, jóvenes y niños lo acompañaron hasta el cementerio. No era un difunto de una familia sino el ser querido de toda la comunidad.

 

            La guerra marcó los lugares y a las personas. Las guindas, los sufrimientos, el miedo y las muertes eran sus comparsas que llenaban de ruido los montes. Pero la predicación de la palabra de Dios siempre habría un camino esperanzador y daba consuelo con la fuerza  de la compasión. Acompañar, se hacía muchas veces en silencio porque el aliento se respiraba para adentro, pues, se llevaba a cuestas un viejo y de la mano una niña pequeña. Don Chepe siempre tuvo aliento y sus ojos lloraron tantos seres queridos pero nunca dejó de caminar con su gente.

            ¡Tantas parejas en dificultad que encontraron en su experiencia la maravilla de la fidelidad! Su mano bautizó muchos niños en esa época donde encontrarse con un sacerdote era casi sacarse la lotería. Su testimonio iluminó las noches y pacificó los días rodeado de sus hijos e hijas. Con sencillez predicaba la palabra de Dios para cambiar las caras tristes en sonrisas esperanzadoras y los dolores en viento suave que anunciaban una cosecha galana. Don Chepe nunca pronunció el nombre de Dios en vano, pues, siempre trabajó por su gente.

            La misa era su bebida y la Eucaristía su pan dulce que lo alentaba. Todo lo celebraba acompañado de la Morenita que le hizo el milagro de poner en su boca las flores de la palabra de Dios y rodeado de multitud de pájaros que cantaban Aleluya. La Morenita lo cuidó muchas veces entre la breña de la montaña y entre las fieras que gritaban muerte por donde iban. Por eso, aprendió a ser humilde pero a mirar de frente y sin miedo. Esa mirada le sirvió para no apartarse del camino de Dios y saber reconocer lo bueno en la lejanía.

            Sus últimos años lo volvieron sacristán. El templo fue el lugar donde siguió acompañando a tantas personas que seguían sirviendo y ayudando a los otros. No había celebración o reunión planificadora para la comunidad que dejara de tener su presencia. El cariño siempre nos hace generoso. El día de su entierro estuvo caliente, el sudor junto con las lágrimas empaparon la tierra que cada persona de la comunidad tomó en sus manos para echarla sobre el ataúd. La comunidad sabía que estaban sembrando una buena semilla. Hoy a la entrada de Arcatao está creciendo un árbol grande donde muchas personas buscan su sombra y las aves ponen nido. Don Chepe sigue cuidando a su gente, hoy lo hace tomado de la mano de la Morenita y sonriendo a la Trinidad Santa. Muchas gracias don Chepe por ser palabra sencilla de Dios.