AÑO XXIV, No. 536 1-31 de diciembre, 2004

 

Jesús vuelve a nacer en el jardín

de rosas de la UCA

INDICE

La lección etica de chile.

La fácil y difícil Navidad. Meditación Cristiana.

Carta a Monseñor Romero.

Entrevista con Catalina Montes.

Sobre el “caso jesuitas”.

Homilía de la vigilia, 13 de noviembre.

Recuerdos de los familiares desde España.

Carta abierta a mis hermanos/as de América Latina.10,000 personas contra la Escuela de las Américas.

Africa. República Democrática del Congo.

Las ETP florecen en la tierra del gran jardín martirial de El Salvador.

Monseñor Rivera y Damas en Navidad.

 

 

La lección ética de Chile

                        Chile ha sido, en muchos sentidos, un modelo para El Salvador. En su momento, los militares salvadoreños no dudaron en copiar los métodos represivos y de inteligencia del régimen de Augusto Pinochet. También los gestores del neoliberalismo salvadoreño se inspiraron en el modelo económico chileno, sin importarles que el mismo —en tiempos de Pinochet— hubiese sido construido sobre un montón de cadáveres.  En estos momentos, Chile ofrece a El Salvador otra oportunidad para emularlo, esta vez, no en términos de violencia política ni de recetas económicas,  como en el pasado reciente, sino en términos de dignificación de las víctimas de violaciones a sus derechos humanos fundamentales.

                        En efecto, recién se acaba de hacer público el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura en el que se aborda, con minuciosidad y rigor, el tema de la violencia política que sacudió a Chile desde septiembre de 1973 hasta marzo de 1990. El Informe se centra en las víctimas de esa violencia, concretada en detenciones y torturas. Aborda el contexto de estas últimas, examina los distintos periodos de represión, describe los métodos de tortura utilizados, identifica los lugares de detención, hace una perfil de las víctimas, determina las consecuencias para éstas y sus familiares, y presenta propuestas de reparación. En fin, se trata de una revisión completa de uno de los periodos más oscuros de la historia chilena.

                        Con todo, más allá de los datos y de las evidencias recabadas, el Informe tiene unas implicaciones de gran significado en los planos humano, histórico, ético-político y jurídico que no pueden dejarse de lado. El presidente Ricardo Lagos —bajo cuyo mandato se creó la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura— destacó, en su prólogo al Informe,  esas implicaciones. Ante todo, el presidente Lagos se hace cargo del dolor y sufrimiento de las víctimas. “Me han conmovido —escribe— los relatos de las víctimas. Se trata de experiencias estremecedoras... he sentido muy de cerca la magnitud del sufrimiento, la sinrazón de la crueldad extrema, la inmensidad del dolor... Nadie que lea este informe podrá permanecer indiferente”. 

                        Siendo el dolor y sufrimiento de las víctimas el punto de partida de sus reflexiones en torno al Informe, el presidente chileno da un paso más: rescata su significado para la recuperación de la memoria histórica. “En su casi bicentenaria historia —dice—, Chile ha tenido pocos quiebres tan profundos y dolorosos como el de 1973. Ninguno ha sido tan crudamente investigado como este último. Ello es sanador del cuerpo y el alma de nuestro país, y puede servirnos para fortalecer el sentido de pertenencia a una comunidad que es capaz de aprender de sus errores y de superar divisiones que en un determinado momento parecieron irreparables... El reconocimiento de este triste capítulo de nuestra historia permite que todos los chilenos nos sintamos hoy parte de la misma comunidad y del mismo destino. Este reconocimiento permite sentir que nuestras instituciones armadas nos pertenecen a todos los chilenos”.

                        En tercer lugar, el Informe tiene una significado ético-político, en cuanto que, a partir del mismo, se puede juzgar no sólo el quiebre de la democracia chilena, sino la absoluta falta de legitimidad de quienes se valieron de la violencia para destruir a los presuntos enemigos del orden establecido. “El quiebre de la democracia y de las bases de nuestra convivencia —sostiene el presidente chileno—se produjo en medio de tormentas políticas e ideológicas que no pudimos controlar. La ruptura de la institucionalidad y la instauración de la arbitrariedad y el terror fueron la consecuencia de esos errores colectivos e individuales. Se puede entender el contexto de intransigencia política anterior al golpe de Estado, la errónea transformación del adversario en enemigo, pero no hay justificación para la inclemencia que vino después... No, mil veces no. Nunca habrá justificación ética para las atrocidades que se cometieron y que detalla el Informe. Nunca más”. 

                        Finalmente, el Informe avanza hacia la dimensión de la reparación de las víctimas, siendo el documento mismo la pieza más importante de esa reparación. “El trabajo de la Comisión y la difusión del Informe —dice el presidente Lagos— constituyen el acto más importante de reparación de las víctimas. Se terminó el silencio, se desterró el olvido, se reivindicó su dignidad”. Pero, como él mismo sostiene, se requiere algo más. Y es que si “está comprometida la responsabilidad de los agentes del Estado, lo que corresponde es que el Estado responda por ello, lo cual implica adoptar medidas  que ayuden a mitigar los efectos del dolor causado”. ¿De qué medidas se trata? Dicho brevemente, de medidas institucionales, que se traducirán en la creación de un Instituto Nacional de Derechos Humanos; de medidas simbólicas y colectivas que “deberán expresar el reconocimiento moral del estado y la sociedad hacia las víctimas”; y  medidas de reparación individuales, de carácter jurídico –el restablecimiento de la honra pública de las víctimas—y de carácter económico –mediante el pago de una pensión que ayude a las víctimas a tener una vida digna en los años que tienen por delante—.

                        En definitiva, las autoridades chilenas, con el presidente Lagos a la cabeza, han dado un paso trascendental en la dignificación de las víctimas del terrorismo de Estado que sacudió a Chile desde 1973 hasta 1990. Pero lo sucedido en este país sudamericano va más allá de sus fronteras es, además de un ejemplo, un desafío para países cuya historia reciente también está manchada con la sangre de inocentes. En el caso de El Salvador, lo sucedido en Chile es una lección de la cual habría que extraer las debidas enseñanzas.

                        En El Salvador, para comenzar, se tendría que volver al Informe de la Comisión de la Verdad como punto de partida para hacer públicas las responsabilidades debidas en la época de terror que vivió el país a lo largo de la década de los años ochenta e inicios de los noventa.  Una parte importante de esas responsabilidades recae sobre el Estado, el cual debe asumir sus obligaciones de reparación económica, moral y jurídica para con las víctimas o sus familiares. También hay obligaciones de reparación por parte de quienes a título individual o vinculados a alguna organización causaron daño injusto a personas indefensas. Un ejemplo de ello es Roberto D’Aubuisson, quien enseñó a otros a odiar a personas inocentes y fomentó un fanatismo ideológico que se tradujo en muertes violentas. Quizá no disparó un arma contra alguien en particular; a lo mejor tampoco ordenó expresamente a otro que lo hiciera. Sin embargo, sus acusaciones públicas, su discurso anticomunista, su obsesión con “salvar” al país de la amenaza comunista y su instigación a que los comunistas debían ser puestos en una tumba tuvieron una traducción práctica en el accionar criminal de los escuadrones de la muerte y de todos los que, compartiendo el credo del ex mayor, le quitaron la vida a alguien, lo torturaron o lo desaparecieron.

                        Por estar muerto, D’Aubuisson no puede reparar el daño que causó ni puede ser enjuiciado ni llevado a la cárcel. Aquí necesariamente hay que volver la vista al partido ARENA, que es la institución que, en vida de D’Aubuisson, canalizó el antico-munismo del ex mayor y aún ahora lo sigue haciendo. Es el partido ARENA -–mecanismo propagador de las ideas y actitudes anticomunistas que se tradujeron en crímenes políticos— el que debe responder, ante las víctimas sobrevivientes y ante los familiares de quienes no sobrevivieron, por las actividades criminales del ex mayor.

                        Con todo, más allá de la necesaria publicidad de los crímenes cometidos y de la debida reparación a las víctimas y sus familiares, de lo que se trata es de que los salvadoreños nos reconciliemos con nuestro pasado reciente. Ello supone, como mínimo, aceptar lo siguiente: 1) que, en las décadas de los años setenta y ochenta, cientos de salvadoreños y salvadoreñas fueron víctimas inocentes —porque profesar o simpatizar con un credo ideológico determinado no los hacía culpables de nada— e indefensas —porque no murieron o sufrieron daños personales en el marco de un enfrentamiento armado— de una violencia que inequívocamente puede calificarse de terrorista; 2) que, en su gran mayoría, esos crímenes fueron responsabilidad de grupos paramilitares de derecha (escuadrones de la muerte), así como del Estado salvadoreño, a través de los disueltos cuerpos de seguridad pública; 3) que un número significativamente menor de esos crímenes fue cometido por miembros de los grupos armados de izquierda y, una vez constituido, por miembros del FMLN; y 4) que es de justicia no sólo no olvidar esos crímenes y dejar debidamente establecida la identidad de los victimarios, sino reparar moral y materialmente el daño producido a las víctimas y sus familiares.

CIDAI

 

 

 

 

 

La fácil y difícil Navidad

Meditación cristiana

 

                        La Navidad da que pensar. Puede  ser algo muy hermoso y muy humano, pero puede ser también algo trivial y hasta inhumano. Y esa ambigüedad es más clara precisamente porque se trata no de cualquier nacimiento, sino del de Jesús de Nazaret.

* * *

                        Es cosa buena celebrar la vida que comienza. Aun con todas las dudas que plantea al recién nacido y a la comunidad que lo acoge, la alegría está justificada. De ahí, la intuición certera de rodear de celebraciones el nacimiento de Jesús en la liturgia y en la vida real. Y por cierto, por mucho que se empeñen los liturgistas, dicho con humor, el nacimiento de Jesús es una fiesta más “naturalmente” alegre que su resurrección. Y es que la “resurrección” es plenitud de vida  más allá de la historia, pero nadie la ha experimentado. La “navidad”, sin embargo, es, desde siempre, vida y ternura -dolor también a veces- que todos hemos experimentado.

                        Por eso el que a un tal José y a una tal María les naciera un niño no necesita explicación, provoca alegría y mueve a la celebración. Es el eterno milagro de la vida. Nace un ser humano, abierto a amar y a pensar, a comprometerse y a crear, a sufrir y a gozar. Aunque también será tentado a cerrarse en sí mismo, a renegar de lo humano... Todos entendemos esto.

                        Celebrar navidad debiera ser, pues, cosa fácil, pero no lo es sin más. Los seres humanos podemos estropearlo todo, aun lo más profundo y bello, y lo hacemos. Dos cosas estropean la navidad.

                        La primera es -como siempre- el dinero. El consumismo nos pone en el centro de la navidad el dinero, y eso genera un dinamismo que a lo largo de la historia ha ido cambiando -hasta degenerarlas- las formas de celebración. Ahora veneramos a un Santa Claus -bonachón, vendedor de ilusiones infantiles, todo hay que decirlo, que alguna necesidad llena-, pero al servicio del dinero. Queda para los templos, y en algunos hogares, recordar una tradición más ancestral y más humana: el nacimiento, bella idea que se le ocurrió a Francisco de Asís, enamorado de lo humano y de la ternura primordial de la vida. Hoy, para el pobre José, la pobre María y el pobre Jesús no hay lugar en los supermercados. No sabrían qué hacer en ellos. No son los símbolos que venden. Y dígase algo parecido de la belleza de un árbol, su verde color, la esbeltez de su figura, que han acabado convertidos -y a buen precio- en estante para regalos, para quienes pueden comprarlos. 

                        La segunda es más grave: la crueldad humana que perdura en navidad. Es la antinavidad. En estos mismos días se anuncia la existencia de 42 millones de enfermos de sida, el 60% en Africa subsahariana, de los cuales el 75% son mujeres, y solamente el 7% tiene acceso  a tratamiento. Y nada se diga de la hipocresía cruel del árbol que se enciende en la Casa Blanca. Qué nobles sentimientos evocará, a qué nobles pensamientos dirigirá las mentes cuando en Irak han muerto más de 100.000 personas es pregunta más que cínica. Y entre nosotros, ¿qué dicen los árboles de navidad sobre los 300 homicidios al mes, y los 500 salvadoreños y salvadoreñas que cada día intentan abandonar el país?  No es tan fácil celebrar navidad. Lo dijo Monseñor Romero, en palabras memorables, en la última navidad que celebró:

 

                        “Es hora de mirar hoy al Niño Jesús no en las imágenes bonitas de nuestros pesebres. Hay que buscarlo entre los niños desnutridos que se han acostado esta noche sin tener que comer, entre los pobrecitos  vendedores de periódicos que dormirán arropados de diarios allá en los portales. Entre el pobrecito lustrador que tal vez se ha ganado lo necesario para llevar un regalito a su mamá o, quién sabe, el vendedor  de periódicos que no logró vender los periódicos y recibirá una tremenda reprimenda de su padrasto o madrasta. ¡Qué triste es la historia de nuestros niños! Todo eso lo asume Jesús esta noche!” (24 dediciembre, 1979).

 

* * *

 

                        Y si ese niño creció y llegó a ser Jesús de Nazaret, ¿es más fácil o más difícil celebrar la navidad? Aquí el problema es más hondo, pues, sepámoslo o no, encontrarnos con Jesús, es enfrentarnos con nosotros mismos, qué somos, qué queremos ser, qué debemos ser -preguntas esenciales ciertamente para un creyente. Y para todo el mundo. Si navidad es la aparición de lo verdaderamente humano, significa enfrentarnos a nuestro mundo con honradez, alegrarnos con sencillez de lo bueno que tenemos y avergonzarnos sin disimulo de los males que hacemos. Jesús nos confronta con nosotros mismos. ¿Es fácil o difícil?

                        Dostoievski, el gran novelista ruso, vio que no era nada fácil y así lo narró en su novela Los hermanos Karamazov. En ella Jesús se le aparece al cardenal arzobispo de Sevilla, que era gran inquisidor. Hablan los dos, y al fin el cardenal le dice: “Señor, no vuelvas”. Y no le faltaba razón.

            Y es que, por una parte, Jesús decía cosas que asustan a muchos humanos: “¡ay de ustedes los ricos, ya han disfrutado a costa de obreros y campesinas!”. “¡Ay de ustedes escribas y fariseos. No son más que hipócritas, aunque salgan en las primeras páginas de los periódicos y los condecoren los gobiernos”. Y otras cosas duras para todos: “si tu ojo te es ocasión de escándalo, arráncatelo”. No es fácil dejarse encontrar por Jesús de Nazaret.

                        Pero, por otra y más importantemente, Jesús hacía cosas que animan y humanizan, a los pobres sobre todo, y a todo el mudo, a condición de “ser humildes y sencillos, de ser honrados y no engañarse”. Así, fácil es en navidad aceptar que del lejano horizonte de nuestros deseos se ha acercado a nosotros un ser humano cabal. Siempre recibió a los sencillos, pobres, pecadores, niños y mujeres. Siempre consoló a viudas, leprosos, marginados por la religión. Siempre dio esperanza a oprimidos por el poder y emigrantes y extranjeros. Siempre hizo el bien, y no por obligación, o por obediencia, ni por deseo -vanidoso- de sobresalir, sino porque es bueno hacer el bien, porque así es Dios. Siempre tuvo un tiempo para hablar con ese Dios, con respeto y disponibilidad, pero nunca con miedo sino con gozo.

                        ¡Pobre arzobispo de Sevilla que tenía miedo de que se le acercase Jesús! Dándole la vuelta a ese miedo, Leonardo Boff, de cuya pluma han salido páginas muy bellas sobre Jesús de Nazaret, escribe: “en contacto con Jesús, cada uno se encuentra consigo mismo y con lo que de mejor hay en él: cada cual es llevado a lo originario”. Es la navidad feliz.

                        Quedemos, pues, en que la navidad es difícil y fácil. En elegir una u otra cosa está en juego nuestra fe. Con o sin lucecitas, con o sin cohetillos, con o sin un buen pavo -y ojalá haya luces, cohetes y pavo para los pobres, y ojalá no haya exceso de carnes y licores extranjeros para los ricos- tenemos que elegir entre el gozo o el miedo que trae Jesús. Algunos ni siquiera piensan en eso, con lo cual ya han elegido. Navidad es como la Champion o un safari -para los más pudientes.

                        Para otros es la aparición de la bondad en nuestro mundo, como la bondad de Ita y Maura, Dorothy y Jean, a quienes recordamos estos días, quince años después de su mayor testimonio de amor.

                        “Ha aparecido la benignidad de Dios entre nosotros”, dice la liturgia de estos días. “Así de humano sólo puede ser Dios”, dice Leonardo Boff.

                        ¿Es fácil o es difícil celebrar la navidad? Mucho depende de nosotros.

Jon Sobrino

 

 

 

 

 

Carta a Monseñor Romero

 

 

San Salvador, 14 de noviembre de 2004

 

 

Querido Monseñor Romero:

 

                        Los jóvenes de la pastoral universitaria de la Universidad Centroamericana me pidieron que presidiera esta eucaristía en su cripta, aquí en Catedral. Acepté con gusto, porque para mi es un regalo de Dios tener la oportunidad de partir el pan en un lugar sagrado, símbolo de la muerte y resurrección del pueblo salvadoreño.

 

                        Anoche en la UCA, nos reunimos un buen número de personas para celebrar la muerte y resurrección de Elba, Celina,  mis hermanos jesuitas, y todos los mártires de su Pulgarcito de América. En esa celebración hicimos realidad lo que Usted decía: “que nuestras misas debían de caracterizarse por la alegría, por el canto, la participación, el contacto con ese Dios que nos ama, porque nuestra religión en un festín”. Me imagino que hasta el cielo llegó el delicioso olor de las pupusas calientitas y los tamalitos que compartimos y que Usted tanto disfrutó en las visitas a los cantones más recónditos de su querido El Salvador. Sé que también escuchó los fuertes aplausos que le dimos, porque no hay duda que usted es nuestro Mártir Mayor. Y estoy seguro que en el cielo no hubo necesidad de votación popular para esa elección, porque está claro que Usted sigue siendo la cabeza y el pastor de la Iglesia martirizada de El Salvador. Esta eucaristía Monseñor, es para nosotros un acto de reconocimiento y agradecimiento de nuestros mártires, de sus familiares, del pueblo salvadoreño y de los pobres de este continente, por indicarnos el camino que nos lleva al encuentro con Jesús Resucitado. 

 

                        En el Evangelio de San Lucas de este domingo, Monseñor, Jesús nos presenta un serio problema que Usted enfrentó en vida; pero al mismo tiempo nos da la solución. Nos dice que por su causa y para dar testimonio de Él, nos “perseguirán, nos apresarán, nos llevarán a los tribunales y nos harán comparecer ante reyes y gobernadores. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía”. Pero inmediatamente después de esa mala noticia,      Jesús nos tranquiliza y nos da la paz interior que Usted transmitía a su pueblo desde esta Catedral. Y Jesús nos dice: “grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes”.

 

                        Su experiencia entre nosotros Monseñor, como Pastor de su pueblo, nos da la plena seguridad que las palabras de Jesús se han hecho realidad en El Salvador. Hubo odio y maldad de los gobernantes y poderosos de este país, que los llevó a cometer la mayor injusticia que un ser humano puede hacer: quitarle la vida a un inocente. Pero se equivocaron, porque esa injusticia la están pagando caro: no apagaron su voz y su profetismo sigue incomodando a los que se sienten reyes en este país.  En esta Catedral, en su homilía del 21 de junio de 1979 –nueves meses antes de su asesinato-, Usted dijo unas palabras proféticas,  que hoy aprovecho para recordarle  a los asesinos intelectuales y materiales de su persona: “la voz de la sangre es la más elocuente de las palabras. Por eso esta cátedra se siente solidificada por el testimonio de la sangre que en esta Catedral se ha hecho ya casi una voz ordinaria. Aquí se ha derramado sangre del pueblo, sangre de sacerdotes. Desde esta Catedral hemos tratado de interpretar el lenguaje de tanta sangre derramada por nuestro país, en las montañas, en las calles de nuestras ciudades y de nuestras carreteras, en las playas. ¿Dónde no se ha regado la sangre que esta Catedral, intérprete de ese lenguaje de dolor y de angustia, trata de hacerla un mensaje de consuelo y esperanza?”  

 

                        Sus palabras eran vida, porque ese era Usted: un sacerdote experto en el “lenguaje del dolor y de la angustia” de un pueblo crucificado. El obispo que compartía las penalidades de los otros. El hombre frágil que no permitió que los adversarios del pueblo desterraran el sufrimiento del inocente al anonimato carente de expresión. Cómo olvidar sus denuncias valientes ante los asesinatos de sus sacerdotes. Todavía resuenan en esta Catedral los aplausos que le brindaron aquel 14 de enero de 1979, cuando Usted dijo: “¡El que toca a un sacerdote toca al Arzobispo! Yo quiero expresar mi solidaridad con los sacerdotes, religiosas y demás agentes de pastoral cuyas vidas están en peligro. Solidarizarme porque sé que sus actuaciones y enseñanzas responden a las exigencias de una Iglesia que nos pide…un compromiso con el verdadero mesianismo de Cristo, que lleva –como a Cristo- a las fronteras de la muerte ¡hasta el calvario!. Y les diré a los queridos sacerdotes, religiosas y fieles que trabajan y viven este verdadero mesianismo, que no se desanimen, que nos apoyemos juntamente para seguir dando honor a Jesucristo…”

 

                        Sus palabras proféticas siguen siendo inspiración para las madres, esposas, hermanas, hermanos, hijas, hijos, de nuestros mártires: “la voz de la sangre sigue siendo la más elocuente de las palabras”. Y es justamente “el color de la sangre de nuestros mártires, -la que jamás se olvida”- la que nos convoca y  fortalece para seguir trabajando por la causa de Jesús. Es esa sangre la que en estos días nos permite renovar nuestro compromiso cristiano, seguros de que vamos a resistir los embates del adversario. Queremos que el XV aniversario de los mártires de la UCA, se convierta en una ocasión para anunciar al mundo que estamos a  las puertas de celebrar los XXV años de su muerte y Resurrección. Que el próximo 24 de marzo de 2005, vendremos a rezar con Usted. Una vez más, Usted nos convoca y nos invita a la solidaridad. Celebraremos XXV años que la “voz de su sangre” sigue acompañando al pueblo salvadoreño en sus luchas en contra de las medidas económicas injustas.

 

                        Como Usted sabe, Monseñor, la llamada globalización o mundialización está produciendo buenas resultados para unos y pésimas consecuencias para otros. Uno de los peores resultados es la exclusión de las cosas buenas que el proceso produce: eso significa que los más pobres, como siempre Monseñor, no tienen acceso a la buena atención médica, ni a las medicinas; siguen siendo excluidos de una buena educación; no tienen posibilidades de entrar en el mundo de la Internet los millones de seres humanos que son analfabetos y que continúan sin obtener los servicios de electricidad y agua potable. Los cambios que ha traído la globa-lización han producido fenómenos como el aumento de la criminalidad  la inseguridad ciudadana y la emigración. Hay fuerzas mundiales que apuestan por la  construcción de sociedades individualistas e insolidarias. Como ve Monseñor, su vida y la “voz de su sangre” siguen siendo una inspiración para seguir luchando en contra de ese individualismo salvaje y del endiosamiento del Mercado.

 

                        “La voz de su sangre, la más elocuente de las palabras” nos da la seguridad que cuando se vive de la mano de Jesús, el ser humano tiene la valentía de despojarse de todo, aunque no tenga recompensa; tiene el coraje de denunciar sabiendo que pone en riesgo su vida; tiene capacidad de ceder y callar, aunque pueda parecer tonto. Y esa audacia, únicamente es capaz de realizarla un hombre como Usted, hombre para los demás, que constantemente se preguntaba si su corazón estaba realmente presente en su misión. Gracias Monseñor, por cargar las penas y las angustias de este pueblo; por estar presente en los momentos en los que ayuda más un acompañamiento silencioso que un conocimiento abundante; las muestras de ternura y compasión más que las fuerzas del poder; y lo más importante: hacer presente el amor de Dios más que ninguna otra cosa.

 

                        Quiero finalizar esta breve cartita, diciendo con Usted: “¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por la resurrección de Cristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva”.

Que así sea.

 

P. Idiáquez. Provincial de la Compañía de Jesús.

 

 

 

 

 

 

Entrevista con Catalina Montes,

hermana del P. Segundo Montes

 

Catalina Montes, hermana del padre Segundo Montes, participó en las actividades conmemorativas al quince aniversario de los mártires de la UCA. La entrevistamos en YSUCA y nos contó lo que significa para ella y su familia el testimonio martirial de su hermano. En ella pudimos observar el modo de ser de los Montes que hemos conocido (Santiago, Segundo, María Pilar): sensibles, solidarios y profundamente humanos. Catalina, profesora universitaria de Filología, nos respondió las siguientes preguntas:

 

- Catalina, ¿cuántas veces ha visitado El Salvador?

 

- Muchas veces, estuve aquí antes de que asesinaran a mi hermano y después he venido tristemente a rezar y llorar ante su sepulcro.  Pero además, hoy vengo porque hay una comunidad en Morazán que lleva su nombre, la Comunidad Segundo Montes, con la que estoy hermanada.  Estoy involucrada en el proceso de desarrollo que lleva a cabo esa comunidad. Es un proceso de solidaridad muy interesante, que está inspirado en el testimonio de mi hermano. La comunidad , su Instituto de bachillerato y su radio, llevan su nombre. Hemos contribuido a la formación de maestras y maestros alfabetizadores y a la construcción de viviendas dignas para esa población que durante la guerra tuvo que refugiarse en Honduras y luego sufrieron las dificultades de la repatriación.

 

-  ¿Qué es lo que usted más recuerda de su hermano?

 

-  Era un hombre muy entusiasta. Él podía ser comprensivo con todos los defectos humanos, era un hombre que tenía mucho conocimiento del alma humana. Sin embargo, había dos cosas que no toleraba: una era la injusticia y otra la falta de responsabilidad. Por un lado, era un hombre muy fuerte: daba unas respuestas siempre enérgicas de entusiasmo o de indignación. Por otra parte, era un hombre lleno de ternura. Los sobrinos más pequeños que lo conocieron le recuerdan como alguien tan entrañable. A pesar de que estábamos  lejos, él siempre mantenía un vínculo fuerte con la familia. Ahora está en el corazón y en las lágrimas de cada uno de nosotros.  Lo recordamos como un modelo. Su  entrega y servicio a los demás fue admirable. En eso lo consideramos la vanguardia de la familia. Nos sentimos orgullosos de él por la manera como llevó su vida y por su martirio.

 

-  ¿Qué consecuencias trajo para su familia el asesinato del padre Montes?

 

-          Han pasado quince años de su muerte y para mí es como si hubiese sido hoy. El dolor de hace quince años sigue siendo igual. Después de su asesinato vino una serie de sufrimientos desencadenados por el impacto de su muerte: a una de nuestras hermanas le dio una paro cardíaco, a la hermana de mi padre le ocurrió lo mismo, una sobrina perdió un embarazo en sus primeros meses. Incluso mi hermana María Pilar, quien murió hace dos años,  quedó enferma del corazón y ya no pudo recuperarse. Hemos quedado muy heridos. Dios quiso que por ese dolor no pasara  nuestro hermano Santiago Montes, quien murió meses antes. Santiago – ex profesor de la UCA, artista, pintor, poeta e investigador –  era un alma muy sensible que no hubiera soportado tanto dolor. Entre Santiago y Segundo había un gran afecto. De hecho, la muerte de Santiago causó mucho sufrimiento a Segundo. Han pasado quince años y tanto el dolor como la presencia continua de Segundo están presentes. Así lo he sentido durante las horas que he estado en el jardín de rosas – lugar donde fueron asesinados los mártires de la UCA – y en la capilla – lugar donde se encuentran sus restos -.

 

- Al cumplirse quince años del martirio, ¿ cuál es la principal demanda de la familia Montes, en términos de la búsqueda de la verdad y la justicia en este caso?

 

- La justicia debe seguirse buscando. Lamentablemente a ellos ya no se les puede traer a la vida. Y digo lamentablemente porque la UCA, El Salvador, el mundo, los necesitaban. Ellos ahora están con Dios. Pero para que no se vuelvan a repetir estas atrocidades es necesario hacer justicia. Nosotros deseamos además que se pida perdón, que los autores se arrepientan. Recordemos que todos vamos a morir y debemos responder a la pregunta final que nos haga Dios: “¿Qué has hecho con tu hermano?”.  Consideramos que El Salvador, por dignidad, debe hacer justicia. Este crimen es una mancha para este país. Ya fue un hecho horrible el asesinato de Monseñor Romero. Todos lo lloramos.

 

A finales del siglo XX, en un mundo que necesita tanto del saber como de las personas críticas, nadie entiende que a los sabios se les puede matar, que se pueda eliminar la conciencia crítica.  Un sabio tarda tanto en formarse. Yo que soy profesora universitaria sé lo que cuesta crear conocimiento. Los mártires de la UCA tenían no sólo conocimientos de la ciencias que estudiaron, sino conocimientos de la realidad de El Salvador, en la que eran ciertamente expertos. Eso no se improvisa, requiere de muchos años de estudio y dedicación.  

- Catalina, ¿cómo regresa a España después de haber participado en las distintas actividades conmemorativas al quince aniversario de la muerte martirial de su hermano?

- Esto ha resultado ser una purificación para todos. Yo regreso a España, en primer lugar, muy agradecida con todos ustedes que después de quince años no lo olvidan. Regreso muy llena del amor que Segundo tuvo al pueblo salvadoreño y que nosotros – la familia – seguimos teniendo porque era lo que él amaba. Regreso convencida de que la causa por la que fueron asesinados los mártires de la UCA, entre ellos mi hermano, vale la pena. Mi hermano consideró que la formación humana era indispensable para la construcción de un nuevo mundo. El trabajo de la UCA ha sido un modelo en ese sentido.  A mi hermano siempre le dijeron que era una gran utópico porque tenía la ilusión de que en El Salvador se podían hacer cambios hacia una sociedad con justicia. Él hizo de esa utopía algo necesario y posible. Yo siempre digo que si nadie tira para arriba todos no iríamos al hoyo. Los mártires tiraron para arriba. La UCA tira para arriba. En el mundo son necesarias la utopía y la resistencia. Como decía un premio nóbel, un gran escritor norteamericano, el hombre sobrevive porque es un gran resistidor. Y los salvadoreños saben mucho de resistir. Yo espero que El Salvador mantenga la utopía y la resistencia. Para mi El Salvador es parte de mi vida. Vengo todos los veranos y si puedo más, lo hago. Doy mi aporte en una de las zona más pobres, que eran las zonas más amadas de mi hermano. En esas zonas he descubierto que es verdad  que “los pobres evangelizan”.  Allí he encontrado sentido de vida. Esta experiencia de estar en el mundo de los pobres debería vivirla todo el primer mundo. En el mundo de los pobres, los del primer mundo no nos podemos quejar de nada. Y lo digo yo que he tenido mucha tragedia en mi familia. Pero yo no me atrevo a quejarme de nada cuando tengo a la par gente que ha sufrido toda su vida. Si está allí la única sobreviviente del Mozote, si cada uno cuenta una historia que le pone a uno la carne de gallina. No se puede uno quejar ante tal situación...   

                                              

Carlos Ayala Ramírez

 

 

 

 

 

Sobre el “caso jesuitas”

 

                        Recientemente se conmemoró el aniversario número quince del martirio de los padres jesuitas de la UCA y sus dos colaboradoras. Con él, también coincidieron quince años de búsqueda de verdad y justicia por parte de sus familiares, amigos y miembros de su comunidad, quienes han tenido que enfrentar de manera tesonera a “los poderes de este mundo” durante todos estos años.

 

                        Uno de estos enfrentamientos tuvo lugar a inicios de este año, cuando a través de una verdadera manifestación de la injusticia, se conoció una perversa decisión de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador, por medio de la cual sus magistrados decidieron, por mayoría, que con la denegación de justicia para el juzgamiento de los autores intelectuales de la masacre de los jesuitas, NO SE HABÍAN VULNERADO DERECHOS CONSTITUCIONALES de las víctimas. A esta postura se opuso únicamente la magistrada Victoria Marina de Avilés, quien no acompañó la decisión de sus otros cuatro compañeros.

 

                        La resolución anterior, además de transgredir los más elementales principios éticos, ha violentado también los derechos constitucionales básicos de los afectados, y por tanto, representa una auténtica aberración jurídica, pues irrespeta de una manera grave la dignidad de los familiares de las víctimas. Con dicha sentencia se tuvo una vez más, que en lo tribunales salvadoreños lo que sobresale es el intento por proteger a los influyentes victimarios y el menosprecio para las personas que han sufrido atropellos y ofensas.

 

                        Pero, a pesar que esta sentencia pudiera ocasionar algún sentimiento de frustración, no debemos perder de vista que aún existen mecanismos a través de los cuales se puede seguir insistiendo en la legítima búsqueda de justicia para este caso. Concretamente se tienen dos vías inmediatas para continuar con los trámites.

 

                        La primera posibilidad es la de denunciar al Estado de El Salvador por violaciones a los derechos humanos, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Dicha diligencia ya fue realizada e impulsada desde la UCA,  y actualmente, en la CIDH se están realizando los trámites pertinentes para darle continuidad a la demanda. La consecuencia de esta denuncia sería, la emisión en el futuro de una sentencia definitiva que condene a El Salvador por denegación de justicia y que además le obligue, a reanudar las investigaciones respectivas y a reparar el daño a las víctimas y a la sociedad.

                       

              La segunda opción es la de iniciar un juicio penal en España, en contra de los autores intelectuales del crimen. Este último paso ha sido avalado además por los familiares de los sacerdotes asesinados, quienes han manifestado su gran interés porque el juicio de carácter penal sea impulsado en aquel país. Los efectos de esta posibilidad implicarían la emisión de una orden de captura internacional en contra de los que planearon el asesinato y eventualmente la condena a pena de prisión de los mismos, la que tendría que cumplirse en España.

 

                        Desde el punto de vista jurídico, ambas acciones no son excluyentes entre sí, por lo que no se descarta que próximamente se de el inicio de un juicio de orden penal en España. Con ello, lo que se pretende decir al final es, que la esperanza de que en este caso finalmente brille la justicia no es algo irreal, sino que es un sueño posible y que hay hombres y mujeres, pero principalmente los familiares de las víctimas, que están creyendo y trabajando firmemente por ese sueño.

 

 

 

 

 

Homilía de la vigilia, 13 de Noviembre

 

Se presenta la homilía del P. José María Tojeira rector de la UCA tenida en la misa de la vigilia

del XV aniversario de la muerte de los padres.

 

 

                        Estamos una vez más recordando a nuestros hermanos mártires. Y recordándoles no sólo desde la alegría de saber que siguen vivos, inspirándonos y animándonos a trabajar por los demás, sino sabiendo que su causa crece entre nosotros. Avanza en nuestra resistencia al mal, avanza en el conocimiento de los caminos de fraternidad que debemos recorrer, avanza en nuestra capacidad de propuesta frente a una sociedad demasiado centrada en el enriquecimiento egoísta y en el desprecio del pobre.

                        Las lecturas que hemos elegido nos hablan muy claramente de la posición radical que la Palabra de Dios tiene con respecto a la pobreza injusta. Mata a su prójimo quien no le da el sustento. Mata al trabajador el que no le da un salario suficiente. Crucifica en definitiva a su hermano o hermana el que lo mantiene en la pobreza. Por eso Ellacuría y sus compañeros insistían tanto en que había que bajar de sus cruces a los crucificados de este mundo. Compartir, devolver al hermano excluido y marginado el reconocimiento de su dignidad, amar al prójimo como a sí mismo es el único camino, según la palabra de Dios, para poder llevar con autenticidad el nombre de cristiano, de seguidor de Jesucristo. Ante esta palabra que habla con tanta fuerza y vigor de la solidaridad con el pobre, y ante nuestros hermanos, que dieron la vida por la paz con justicia, para que la gozaran especialmente los pobres y sencillos de nuestro país, es necesario que hoy, renovemos nuestro compromiso con la transformación de El Salvador.

                        Este El Salvador en el que sigue habiendo pobreza y en el que se ha cebado una enorme plaga de violencia, apoyada en la misma miseria e injusticia, y en la impunidad de los poderosos, que sirve como estímulo y ejemplo para los delincuentes. Plaga de violencia que nos ha golpeado también en la Universidad, llevándonos en el semestre pasado a tres magníficos estudiantes, muchachos buenos, promesa frustrada de honradez  y desarrollo para nuestra patria. Quisiera en esta misa recordarles por su nombre. Sergio Coto, asesinado a los tres días de comenzar el primer semestre. Ismael Orellana, asesinado en un bus por no llevar dinero. Y Ernesto Ávila, asesinado también por mostrar un gesto de desagrado ante el robo que estaba padeciendo. Tres espléndidos jóvenes cuyo crimen permanece impune, pero cuya muerte nos reta una vez más a cambiar radicalmente a esta porción del territorio Centroamericano, y al resto de Centroamérica, donde nuestros hermanos sufren la misma pobreza y violencia. Cómo no querer revertir a historia desde las víctimas si las víctimas eran lo mejor de nuestra historia.

 

                        Recordábamos la situación de El Salvador cuando el año pasado Juan Pablo II decía que “hoy más que ayer, la guerra de los poderosos contra los débiles ha abierto profundas divisiones entre ricos y pobres. Los pobres son legión. Y en el seno de un sistema económico injusto, con disonancias estructurales muy fuertes, la situación de los marginados se agrava de día en día. En la actualidad hay hambre en muchas partes de la tierra mientras en otras hay opulencia. Las víctimas de estas dramáticas desigualdades son sobre todo los pobres, los jóvenes, los refugiados” (Pastores Gregis 67). Y hoy, a la luz de nuestros mártires decimos que no queremos más guerra de los poderosos contra los débiles. Y nos animamos mutua y esperanzadamente, porque si nuestros mártires vencieron al fin, pacíficamente, a los que hacían la guerra con metralla y con cañones, cómo no vamos a estar seguros nosotros de que podemos vencer, pacífica y conscientemente, esta guerra económica y legal que se sigue haciendo contra los pobres de El Salvador.

 

                        ¿Qué país queremos? ¿Qué ansiamos cambiar en esta tierra crucificada? Ciertamente queremos desterrar la pobreza y la violencia. Pero también la corrupción, la ineficacia de nuestras instituciones, un sistema  judicial que en palabras de Mons. Romero, todavía actuales, solo muerde al que camina descalzo.

                        Nuestro país necesita, en primer lugar una transformación de actitudes, un cambio de cultura profundo. Tenemos que aprender todos a ver la historia desde los ojos de Lázaro y no desde la vida en opulencia e indiferencia del rico, al que tradicionalmente le hemos llamado epulón, pero que en el evangelio permanecerá siempre sin nombre. Son las víctimas de la historia, los pobres, los débiles y los indefensos los que nos enseñan a tener valores, y no los poderosos. Son ellos, los sencillos, los que dieron su vida pacíficamente por la justicia, los que murieron mientras iban o volvían de estudiar, los que fueron asesinados mientras esperaban a un amigo, los que nos dicen que debemos cambiar esta historia de violencia, pobreza  e injusticia social. Tal vez no sea fácil cambiar las actitudes. Pero aquí estamos reunidos miles que queremos cambiar el país. Y por radio nos están escuchando otros miles más de personas buenas, bien intencionadas, que quieren un El Salvador mejor. Si liberamos nuestra generosidad, si nos dejamos impactar por el Evangelio que nos habla de solidaridad y entrega, de opción  clara y honda por los más pobres, podemos hacerlo. Tenemos a nuestros mártires que aceleraron con la entrega de su vida el proceso de paz salvadoreño. Tenemos a Mons. Romero que brilla como una luz en el camino, cada día más intensa y clara, mientras se apagan los brillos falsos de sus asesinos, por más dinero que le metan en publicidad. Tenemos a tanta gente buena que empuja desde su trabajo diario, desde su esperanza, desde su opción por vivir solidariamente, desde su hambre y sed de justicia. Iniciemos entre todos una cultura de paz, de razón compasiva y misericordiosa que opta por los más débiles, de amor a la vida en todo momento y en toda circunstancia.

                        En esta nueva cultura, en esta transformación de actitudes, entra la memoria de los que nos precedieron. Una memoria transformadora. La memoria de Katia Miranda, que exige que se transforme la justicia en nuestro país. La memoria de las hermanitas Serrano, dos niñas  campesinas desaparecidas, que han logrado llevar al estado salvadoreño, por primera vez, al tribunal de derechos humanos  de la OEA. Los ángeles inocentes e indefensos a punto de derrotar a un estado con toda su prepotencia, con todo su dinero, con todo su ejército y con toda su propaganda.

 

                        Las palabras de María, nuestra Madre, esa mujer fuerte mucho, más semejante a las madres que en tiempo de guerra lloraban la muerte injusta de sus hijos que a las pinturas de mujer rica con las que a veces se nos muestra, aseguraba que Dios llenaría de bienes a los pobres mientas a los ricos los  despediría vacíos. Nuestros mártires, todos los mártires de El Salvador, sean famosos  o desconocidos , y a quienes recordamos como los nuevos próceres de El Salvador, nos empiezan a decir que hay una nueva historia donde la dignidad, el respeto a los pequeños y la justicia son posibles para todos. Aunque haya que luchar pacífica y permanentemente. Aunque haya que esforzarse. Aunque haya que confiar en medio del fracaso y el dolor. Por eso no descansaremos hasta que los victimarios pidan perdón.

 

                        Esta opción por los pobres hoy, en nuestra historia y nuestro país concreto, en nuestra Centroamérica  querida, nos lleva a exigir un inversión mucho mayor en educación. Que nadie sin capacidad de estudiar se quede sin la oportunidad de hacerlo.

            Que desaparezcan las desigualdades entre los institutos públicos y  rurales y los privados de la capital. No para bajar el nivel de los capitalinos, sino para subir el nivel de todos y ofrecer una igualdad de oportunidades real a todos nuestros hermanos y hermanas.

Cómo no preocuparnos si vemos que se persigue con tanto afán la firma del TLC y se olvida, entre  tanto, preparar, instruir y educar a nuestra gente para que no nos arrase la competencia de quienes tienen mejor preparación y más dinero.

 

                        Esta misma opción nos exige un único sistema de salud y una mejora del sistema para todos y todas. Cómo es posible que hoy todavía una madre campesina, que ha dado a luz diez hijos, que ha trabajado toda su vida más que nadie, que ha creado riqueza para El Salvador, tenga menos derechos en el campo de la salud que un burócrata que ha quemado su vida tratando mal a la gente detrás de una ventanilla. ¿Por qué ella no tiene derecho a medicina en el sistema del ministerio de salud mientras al burócrata se la dan gratis en el seguro social? Esto tiene que cambiar en nuestra patria para que podamos llamarnos verdaderamente hermanos sin que se nos caiga la cara de vergüenza.

                        Todas las instituciones estatales tienen que servir a todos y todas por igual. Empezando por un sistema de justicia que funciona todavía demasiado apegado al poder y al dinero. Un sistema en el que las víctimas del pasado nunca ganan, aunque las  instancias internacionales de justicia digan que tenían dignidad y razón. Romper el monopolio de la acción penal de una fiscalía demasiado politizada y dependiente en exceso de los poderes dominantes, es una exigencia en el mejoramiento de la justicia. Lo mismo que reorientar una Policía tan necesitada de formación, depuración y reformas para poder servir mejor al ciudadano y al  país. Y continuando por la organización del sistema de impuestos, hasta ahora demasiado apoyado en los más pobres y en la clase media, y que deja a los más ricos hartándose con el pastel nacional y sin que se les exija responsabilidad en el desarrollo de todos.

                        Cómo no exigir en ese contexto una autentica reforma fiscal. No sólo el reordenamiento de impuestos realizado hasta ahora, sino una verdadera reforma que toque a los que evaden sus impuestos. La riqueza la producimos entre todos en este país.

                        Si es cierto el dato que ha circulado, de que en El Salvador solo 1065 personas declaran un salario mayor de 4.000 dólares mensuales, eso quiere decir que hay fácilmente 50.000 salvadoreños que le engañan y le roban al Estado. Contra esos 50.000 ricos es que hay que hacer una verdadera reforma de impuestos y no querer cargarle todo el peso impositivo a los pobres y a la clase media a través del IVA. El mantener al país en esa incapacidad de tocar el bolsillo de los que tienen, es la fuente de muchos de los males que nos aquejan . No tengamos miedo a pedir los cambios que necesitamos. Si no necesitamos ejército es mejor decirlo y dedicar esos fondos a educar a los jóvenes del campo y d elos barrios marginales en nuestros colegios y escuelas, a reformar el sistema de salud, y a combatir el crimen que tanto dolor y luto nos trae a todos. Qué bonita sería una Centroamérica desmilitarizada, enrumbada en caminos de paz y se desarrollo.

 

                        Las lecturas nos dicen que el Señor oye las quejas del huérfano y la viuda. No duden que el Señor está oyendo nuestros clamores y tiene sus ojos puestos en El Salvador, en Centroamérica, y en tantos países del mundo donde la guerra, la pobreza o las catástrofes humanitarias se suceden en dolor y en desesperación. Pero el Señor quiere que seamos nosotros y nosotras los que sigamos el camino de Jesús. Ese camino pacífico que pide que carguemos con la cruz de la solidaridad y del amor día a día. Esa carga que siempre será ligera porque Él camina con nosotros. Que digamos desde la paz y la razón nuestra verdad, la verdad de los pobres y las víctimas, la razón de los hombres  y mujeres de buena voluntad que quieren desde el diálogo y el testimonio personal hacer un mundo más justo y más humano. Si el Señor está con nosotros quién contra nosotros, que decía San Pablo. Y si al lado del Señor están también Mons. Romero, nuestros mártires jesuitas con Elba y Celina, los niños y niñas del Mozote y de tanta masacre, Katia Miranda, y nuestros estudiantes asesinados en el pasado  y en el presente, Sergio, Ismael y Ernesto, ¿quién contra nosotros? ¿El poder del vil dinero, como le llama el evangelio? ¿La propaganda mentirosa? ¿El egoísmo de una sociedad de consumo?

 

                        En todo ello vencemos por la fuerza de Jesús, el Cristo, que nos amó desde la cruz. Y en todo ello vencemos porque muchos años después sigue habiendo profetas, sigue habiendo mártires, y sigue habiendo personas de buena voluntad, como ustedes hermanos y hermanas que nos acompañan, que creen en el Señor Jesús y que están dispuestos a curar las heridas y enjugar las lágrimas de este El Salvador herido por el pecado y la injusticia. Que el recuerdo de nuestros mártires, unido a la presencia del Señor Jesús, vivo entre nosotros en la comunidad, en la palabra y en el sacramento, nos anime con ese ánimo y esa fuerza, que nada ni nadie nos puede arrebatar.

 

Que así sea.

 

 

 

 

Recuerdos de los familiares desde España

 

                        Todos los años la Compañía de Jesús y la UCA invitan al aniversario a los familiares de los jesuitas mártires que viven en España. Este año, algunos vinieron y otros no han podido venir.

                        Aprovechando que yo estaba en España en el mes de octubre, hablé con sus familiares. Todos agradecieron la llamada y la invitación, y todos enviaron saludos y abrazos. Recordaban con cariño el primer aniversario, en noviembre de 1990, donde si estuvieron presentes.

Hablé con Pilar, la hermana de Amando. Quería venir pero no le era posible, pues atiende a su hermana Elisa que necesita de cuidados médicos.  Me dijo que a final de octubre iban atener una reunión familiar, hermanos, hijos, nietos... En nombre de todos, especialmente de Abel y Santos, hermanos de Amando, me agradeció mucho la invitación y me deseo que la UCA siguiera con la tradición de los mártires.

                        También hablé con Carlos Moreno, hermano de Juan Ramón. Nunca ha estado en los aniversarios y este año quería venir con su mujer Ana, que sí estuvo en 1990 y 1999. Con un poco de tristeza y con mucho humor me dijo que les acababa de nacer el nieto número catorce, y, como buenos abuelos, tenían que  quedarse echando una mano.

Hable con Alicia, Alberto, Carlos y Cristina, hermanos y hermanas de Nacho, y Pilar su prima. Todos repetían su deseo de venir e insistían en que iban a estar presentes en la procesión de farolitos, la vigilia, la misa del 16. Su presencia sería real pero en espíritu.  Publicamos algunos textos que nos han enviado.

                        Todos envejecemos, pero los mártires nos mantienen la ilusión. Eso es lo que experimenté al hablar con sus familiares.

Jon

 

                        Me alegró que Romero y los mártires de la UCA sigan inspirando los valores de muchos jóvenes. Me consoló el ver a estudiantes de primaria pasar por el Centro Monseñor Romero para visitarlo y hacer un trabajo sobre ello. También me gustó que la UCA siga siendo un símbolo de justicia y trabajo por los pobres y esto hecho universitariamente. Me dio la impresión que en la Procesión de los Farolitos de la Vigilia, no había tanta gente venida de los pueblos como hace cinco años. Quizás más sofisticada y menos popular. Ojalá la Iglesia latinoamericana siga siendo popular.

                        Pero, afrontando este bombardeo continuo de los medios de comunicación, con sus valores de laicismo y consumo, quizás tengáis que hacer un esfuerzo grande en la línea de personalización de la fe, conjuntamente con una base teológica y pastoral. Hay mucha devoción popular; a mí me gustaría también que hubiera una mayor reflexión y pensamiento riguroso. Tengo la impresión que aquí, como allí, quizás haya una desproporción entre la acción por un lado, y la oración y reflexión, por otro.

Padre José Ellacuría

 

                        Mikel Cabieces, Alcalde de Portugalete (lugar de nacimiento de Ignacio Ellacuría), el día 16 de noviembre, XV Aniversario de los mártires de la UCA, hizo una ofrenda floral delante de la estatua de Ignacio en el parque de su nombre en Portugalete. Dijo que : “a Ignacio se le había dedicado el parque no por su muerte, sino por su vida...”

Padre José Ellacuría

 

                        Yo, tuve mi celebración particular de XV aniversario de los mártires de la UCA, con mis 28 niñas y niños del Taller de Oración. Creo que les impactó y me hicieron muchas preguntas. Pusimos una especie de altarcito con cosas de El Salvador, una vela, fotos y la cruz salvadoreña. Cada uno que leía la tarjeta de uno de los mártires con su vida y Bienaventuranza se ponía la estola que me trajo M. Zcerny del X aniversario, pintaban y escribían sobre los mártires. Me dijeron que tenían mucha suerte de tenerme como catequista pues siempre les hacía cosas que les interesaba. Esto me animó, pues la verdad es que son tan movidos y jaleosos que me las veo y me las deseo para despertar su atención, y a veces termino agotada. Visitaron mi clase su profesor y la monja coordinadora con lo cual también a ellos les hablé del aniversario. Mientras mi corazón está entre vosotros...

Pilar (prima del Padre Martín-Baró)

 

                        Queridos todos, los que me conocéis y los que sólo habéis oído hablar de mí.  Llegando estas fechas no quiero que os falte mi recuerdo, aunque, si os digo la verdad, me acuerdo todos los días y muchas veces de todos ustedes.

            Sigo en contacto con todos a través de «Carta a las Iglesias», que me llega siempre y la leo con verdadera pasión. Veo que las cosas por ahí, siguen regular, pero que hay gente muy valiente que lucha y sigue queriendo una tierra libre y una vida nueva para todos. me gustó mucho la entrega de casas que han hecho a muchas familias y me alegro que vayan teniendo lugares dignos donde vivir.

                        Espero que en las celebraciones tengan un recuerdo para nosotros que nos consideramos familia suya.

            Termino diciendo un ¡VIVA EL SALVADOR, VIVAN LOS MÁRTIRES, VIVAN LAS COMUNIDADES!

            Un abrazo muy fuerte para todos y que se acuerden de mí.

Alicia Martin-Baró

           

                        Casi en silencio, quiero unir mi voz a la de los salvadoreños que en la noche del 16 de noviembre cantarán los nombres de Nacho y sus compañeros. Es el milagro que empieza ya a sobrevivirnos. El reino de Dios no es de este mundo. Antes nos decían que ese reino caía del otro lado, que había que cruzar la muerte para llegar a él.

            Nunca encontrábamos la salida. Y todo terminaba en el fracaso. Luego, con la modernidad, quisieron hacernos creer que el reino de Dios tenía que comenzar aquí, entre los límites humanos de nuestra existencia. Craso error también. Porque en nuestro mundo nada cambia. Pero, aunque todo cambiase, daría lo mismo: el reino de Dios seguiría, seguirá siempre, siendo no de este mundo. Y esto lo saben las gentes de El Salvador, las que crean cada dieciséis de noviembre el milagro unánime de transformar un hecho horrendo que ocurrió, en algo tan bello y tan de todos, que estará siempre por ocurrir. Es su deseo -¿el reino de Dios?- el que alivia la muerte y la existencia.

            En ese río humano de la procesión del 16 de noviembre, tan de la tierra, quiero fundirme hoy, mezclarme entre los rostros de sus gentes, ensanchar esta lejanía mía y nuestra en el físico entusiasmo de los salvadoreños a los que Nacho y sus compañeros amaron sin remedio.

                        Con mi abrazo, Carlos Martín-Baró.

 

 

 

 

Carta abierta a mis hermanos/as de América Latina

 

Queridos hermanos y hermanas de América Latina:

 

                        Les escribo como ciudadana del Imperio, que, como ustedes, está tratando de sobrevivir en un mundo que no hemos hecho nosotros, que no es como nos gustaría.

 

                        Soy una entre muchos estadounidenses, cuyo corazón transciende las fronteras nacionales de Estados Unidos, y cuya alma ve a Dios trabajando en todas partes, en cada persona, en idiomas y liturgias distintas de la mía.

 

                        Soy una de aquellas cuya mente siente vértigo a la vista de un planeta que se ha hecho obscenamente rico para algunos y pecaminosamente pobre para otros. Me estremezco ante el pensamiento de segmentos enteros del planeta que son engullidos por la avaricia de las corporaciones internacionales ayudadas y consentidas por el poder de los gobiernos que están tras ellas. Me adhiero a un grupo y otro que se baten por detener el tanque de Estados Unidos y vivo con la frustración de nuestro fracaso.

 

                        Sufro por aquellas personas de mi país para quienes incluso su mismo sustento está siendo inmise-ricordemente esquilmado para que las corporaciones de Estados Unidos puedan hacer lucros de forma obscena, puedan acumular beneficios sisándolos de los bolsillos de la gente que ha trabajado duro toda su vida sólo para ser abandonada al final por su propia gente.

 

                        En Estados Unidos, los norteamericanos dan por supuestos ciertos absolutos incuestionables.

                        Los estadounidenses creen, con la ingenuidad de los niños, que nunca han herido ni dañado a nadie a pesar de nuestra historia de segregación y de expansión territorial hacia el Oeste, que destruyó las culturas indígenas, violentó sus tierras y desmoralizó a sus pueblos.

 

                        Están seguros en su certeza de que los estadounidenses han hecho que el mundo sea mejor para todos,  a pesar de nuestra historia de explotación económica de los recursos mundiales, y de la explotación de la mujer y de los niños, en todo el mundo, en trabajos inferiores y con salarios de esclavitud.

 

                        Están seguros que la prensa estadounidense es la única prensa libre del mundo, a pesar del hecho de que costó años que se nos informara como pueblo de que nuestro gobierno había mentido para meternos en Vietnam, o que, en el mejor de los casos, el lanzamiento de la segunda bomba en Nagasaki fue puramente experimental, y que –como puede saber cualquier persona con sentido común, dado el fracaso de los inspectores de la ONU en encontrar algo que sea una amenaza militar de importancia en Irak- una información de diez años atrás no es información valedera en absoluto. En el mejor de los casos, es una excusa para hacer lo que ya se ha decidido hacer, con o sin la información necesaria para justificar semejante invasión de una nación soberana.

                       

                        Y ahora se nos dice que la razón por la que el pueblo está resistiendo nuestra incursión en Irak es porque “ellos” –sea quien sea el  “ellos” de turno- son “diabólicos”, “bárbaros” y “enemigos de la libertad”.

 

                        La pregunta es: ¿por qué la mitad del mundo está famélica, mientras como nación tenemos el dinero y los medios para derrotar el hambre de la faz de la tierra? La respuesta que solemos dar es que Estados Unidos da más dinero en ayuda externa que ninguna otra nación sobre la tierra.

 

                        Sin embargo, de los 22 países del mundo que proporcionan mayor ayuda, los Estados Unidos ocupa el último puesto en ayuda exterior per cápita y la mayor parte de esta ayuda es militar, no para la agricultura. Los ciudadanos de Estados Unidos, sin embargo, se empeñan en creer que ocupamos el número uno de la lista. Lo cierto es que nosotros todavía no hemos comenzado a dar lo que la gente realmente necesita ahora.

 

                        He aquí la cuestión: ¿Por qué están siendo devoradas las tierras indígenas en todas partes por las corporaciones, dejando abandonados a los pobres en toda la tierra, a merced de su suerte, durmiendo al descampado, sin letrinas, doblados bajo el calor del sol, recolectando lo que los blancos no recolectarían? Y en una nación que sin ellos se encontraría sin los servicios serviles básicos, ¿por qué el gobierno no les da seguridad médica, protección legal contra los abusos, derechos civiles? ¿No es ésta una moderna esclavitud? ¿No es esto un pueblo más libre del mundo no lo ve? La respuesta que solemos dar es que estas gentes no se han preocupado por desarrollar sus propios recursos...

 

                        ¿Cómo puede ser que un país que sostiene que actúa bajo el imperio de la ley rechace con impunidad el aceptar la ley internacional, haga de los abusos de los prisioneros una táctica militar, enseñe la tortura a otras naciones en la tan pregonada Escuela de las Américas, -rebautizada como “Instituto de Operaciones de Seguridad del Hemisferio Oeste” para esterilizar su intento-?

 

                        ¿Cómo es posible que desafíe así a la comunidad internacional rechazando en reconocer el derecho de un tribunal militar internacional a juzgar también a los estadounidenses por crímenes de guerra?

 

                        La respuesta es que nosotros somos lo suficientemente ricos, lo suficientemente grandes y lo suficientemente poderosos como para ignorar la ley internacional. La respuesta es que nosotros decimos que otros pueblos son el “mal”. Nosotros calificamos la resistencia no armada de las naciones pobres como terrorismo porque va dirigida contra la población civil.

 

            Sin embargo, al mismo tiempo, nosotros patrocinamos el terrorismo de Estado –con todo su “impacto e intimidación”- que al mismo tiempo que mata a civiles, daña infraestructuras, gobierno y la cultura de un pueblo por generaciones y generaciones.

 

            Debemos construir un mundo basado en la igualdad, no en nuestras nuevas Legiones Extranjeras.

 

Debemos construir un mundo tal donde la frustración no sea excusa para el terrorismo.

 

                        Tenemos que comenzar admitiendo que aunque el terrorismo no tiene justificación, muy a menudo tiene una seria explicación. Guerra justa sólo puede darse entre naciones de igual poder. El terrorismo es lo que se nos viene encima cuando el poderoso descarga su crasa y continua injusticia sobre el débil.

 

                        Por encima de todo, debemos recordar que las 24 naciones bombardeadas por Estados Unidos después de 1946, ninguna de ellas ha desarrollado o mantenido un sistema democrático como resultado del bombardeo.

 

                               ¿Cuál es la respuesta a dar frente al aumento de este “nuevo imperialismo” y a la amenaza del “nuevo Imperio”?.

 

Joan Chittister

Eire, Estados Unidos

 

 

 

 

10,000 personas contra

la Escuela de las Américas

 

                        El aniversario de los mártires de la UCA se celebra en muchos lugares, y de una manera muy especial frente al Fuerte Benning, situado en Columbus, Georgia. Ahora le han cambiado de nombre a la escuela y la llaman el Instituto del Hemisferio Occidental para la cooperación de la seguridad. Cambiar el nombre no resuelve los problemas y ciertamente no hace olvidar que fue una escuela de militares criminales, responsables de muertes, desaparecimiento y torturas de muchos miles de latinoamericanos, hombres y también mujeres. Un ejemplo cercano a nosotros: militares estadounidenses entrenaron al batallón Atlacatl responsable, entre otras cosas, de los asesinatos de la UCA el 16 de noviembre de 1989 y de la masacre del Mozote del 11 de diciembre de 1981. Según B. Schwarz todos los cadetes salvadoreños recibieron entrenamiento en la escuela.

                        Por cierto, estos mismos días Chile es noticia. Pinochet sigue siendo acosado judicialmente, también los militares, y algunos de ellos reconocen por primera vez haber participado u ordenado torturas. El presidente Lagos se muestra satisfecho, con razón, de estas confesiones. Pero que sepamos no se acusa al gobierno y embajada estadounidense tan activos en la política criminal de Pinochet. No se dice que Henry Kissinger, el entonces Secretario de Estado, tuvo conversaciones con Pinochet a quien le dijo que “el gobierno de Estados Unidos comprendería su actuación en esos momentos difíciles”, es decir, que Washington aprobaba asesinatos, torturas y secuestros. A Kissinger le concedieron el Premio Nobel de la paz. Ahora no se le menciona. Y por supuesto no ha pedido perdón.

                        Volvamos a la Escuela de las Américas. Alrededor del 16 de noviembre se celebra un acto multitudinario, de más de 10,000 personas provenientes de todos los lugares de Estados Unidos. Muchos de ellos son jesuitas, y miles de afiliados: universitarios, estudiantes de colegios, feligreses de parroquias... El domingo 21 comenzó una procesión a las siete de la mañana con miles de cruces con nombres de los mártires salvadoreños, con música y testimonios de sobrevivientes de tortura y líderes que defienden los derechos humanos.

                        Allí estaban personajes bien conocidos. Por ejemplo el actor Martin Sheen (del film Apocalipsis now), Carlos Mauricio, uno de los salvadoreños que llevó al banquillo de los acusados a los generales Eugenio Vides Casanova y José Guillermo García, ambos graduados de la nefasta Escuela de las Américas, acusados y encontrados culpables de torturas y crímenes de lesa humanidad.

                        Este año las autoridades pusieron cercos de alambres para impedir que los manifestantes traspasaran el Fuerte Benning, y la placa en donde está escrito el nombre de la Escuela fue tapada con una manta. Pero eso no impidió que los miles de manifestantes traspasaran la valla de alambre, quitaran la manta y mancharan la placa con pintura roja, de color de sangre. Además pusieron dos grandes rótulos que decían: “esperanza y paz”. Y pedían su cierre inmediato.

                        Por cierto una hermana de Maryknoll, Lil Maddielgy cruzó la línea prohibida, para entrar en la base ilegalmente, lo cual significa desobediencia civil. Y además consiguió cortar la valla metálica, hizo un agujero para que pudiese pasar un ciego que iba con ella. Probablemente le esperan seis meses de prisión, pero la policía no arrestó al ciego.

Las vallas de la entrada fueron tapizadas con miles de cruces y fotografías de mártires, por ejemplo la de Monseñor Romero, los padres jesuitas y las hermanas de Maryknoll, todos asesinados por graduados de la Escuela de las Américas. Durante cinco horas los manifestantes se dirigían a la barda para poner las cruces con el nombre de los mártires. También por las bocinas se oían los nombres. La lista de asesinados era tan larga que no se pudo terminar a tiempo y la procesión continuó hacia las alambradas para poner más y más cruces.

                        En el escenario se podía leer en letras grandes: “cambiemos los manuales de tortura por manuales de ternura”. Se insistió mucho en la situación de crueldad en Colombia, el caso de Abu Ghraib y de Palestina. Los palestinos llevaron hacia la barda una bandera palestina con el nombre de cada uno de los mártires caídos este año. Se pudo constatar que todos eran niños y jóvenes asesinados en campos de refugiados.

                        Todos los años muchos jesuitas se juntan ante la Escuela de las Américas junto con estudiantes de las 28 universidades jesuitas de Estados Unidos. La noche del sábado 20 el rector de la Universidad de San Francisco, el Padre Steve Privett, jesuita, quien hace años trabajó muchos meses en campos de refugiados en El Salvador celebró la eucaristía ante 4,000 personas, estudiantes, viejos y jóvenes, de diversas procedencias, cuyo fin es mantener juntos “fe y justicia”.

                        Este año también hubo arrestos. Megan, la primera joven en ser esposada, dijo mientras estaba tirada en el suelo boca abajo: “voy a pasarme seis meses en una cárcel federal, por el pueblo salvadoreño, por los pueblos de américa, porque amo mi país y amo mi fe”. Otros muchos fueron arrestados. El caso más admirable ocurrió hace unos años:  dos monjas de 85 años de edad no obtuvieron perdón de los jueces y pasaron seis meses en una prisión federal.

                        Esta forma de celebrar a los mártires es muy importante, y para el pueblo estadounidense, para la mucha gente buena que hay allí, es muy necesario. Les duele formar parte de un país con unos gobiernos que comenten atrocidades. Además, muchas de las personas que se juntan ante el Fuerte Benning, han conocido muy de cerca la realidad salvadoreña y de otros países latinoamericanos. Esta buena gente no olvida lo que vieron, sufrieron y gozaron. No olvidan sobre todo que se puede vivir de otra manera, en solidaridad los del Norte y los del Sur. Eso es lo más importante que quieren decir cuando protestan frente al Fuerte Benning y celebran la eucaristía. Margie Swedish y Marie Dennis en su libro Como granos de trigo nos cuentan las lecciones que han aprendido de su experiencia de solidaridad con Centroamérica y que quisieran aplicarla -utópicamente- a nuestra sociedad tan polarizada:

 

                        Los pobres de América Central, con quien vivimos en solidaridad, nos piden: sean presencia sanadora y salvadora en este mundo. Estén contra la muerte y el odio, contra la demonización y la codicia, contra la intolerancia y la cólera, pero con solidaridad, con todas las razas, culturas, lenguas...vivan como si cada ser humano ha sido creado a la imagen de Dios.

 

 

 

AFRICA

República Democrática del Congo El coraje de las mujeres y el martirio de un obispo

 

   Causa estremecimiento y hasta sonrojo contemplar con qué frivolidad se abordan en los foros internacionales temas africanos tan sangrantes como las matanzas en Darfur, en el noroeste de Sudán, o se oculta la verdad  como en el caso de las muertes de Gatunga, Burundi, o se cierne el silencio una vez más sobre lo que sucede en el este de la República democrática del Congo.

   Julián Filochowski, al recibir el “Doctorado Honoris Causa” el 15 de noviembre, pidió a la UCA que hiciese una opción por Africa, y al terminar su discurso entregó al Padre Tojeira un símbolo de esos pueblos crucificados: una sencilla cruz hecha por los pobres de Rwanda.

   En esta Carta a las Iglesias con frecuencia hemos dado a conocer la realidad africana. Lo hacemos con la modestia de nuestro recursos, reproduciendo lo que otros escriben, pero con una firme convicción: es importante que el pueblo salvadoreño conozca el sufrimiento y las esperanzas de los pueblos africanos. Y es importante que se establezca solidaridad entre ellos.

   La cruz de Africa es inmensa y es evidente para quien tenga oídos para oír. Lo acabo de leer: “Africa se está muriendo. Muere de bala y de metralla, por las heridas de las guerras, por la omnipresente violencia. Muere de hambre, de sed, de miseria. Muere de enfermedad, de todas las enfermedades. Muere de explotación y de esclavitud. Muere en pateras. Muere de desidia. Muere en silencio. Sencillamente, muere”.

Pero no todo es muerte. En la República democrática del Congo hay también  creatividad, compromiso y esperanza. Veamos dos ejemplos: un obispo y unas mujeres valientes.

  

Monseñor Munzihirwa, arzobispo jesuita,  mártir, 29 de octubre de 1996

 

El 29 de octubre de este año se cumplieron ocho años del asesinato de Mons. Munzihirwa. Aún hoy su voz nos sigue interpelando para que nunca más se repita el silencio que aplasta a los pobres.

Hace 8 años, el 29 de octubre de 1996, soldados del ejército rwandés asesinaron al arzobispo de Bukavu, Mons. Christophe Munzihirwa. Fue el protomártir de una despiadada persecución, asalto y asesinato de al menos 200,000 personas -ruandesas de la etnia hutu- refugiadas en campos del entonces Zaire. Este genocidio silenciado -en duro contraste con el llamado genocidio ruandés de 1994- constituyó la primera fase de la invasión de la actual República Democrática del Congo por tropas ruandesas  y ugandesas, la explotación ilegal de sus recursos, la desvertebración de un país soberano y la muerte de tres millones y medio de personas.

   Esta férrea cadena de despropósitos, llevados a cabo con total impunidad, lo previó y dio a conocer Mons. Munzihirwa, aun sabiendo que en ello le iba la vida. Hoy nadie medianamente informado pone en tela de juicio que lo sucedido en la República Democrática del Congo obedeció a un plan elaborado minuciosamente por Ruanda y por las multinacionales occidentales para explotar avaramente los recursos congoleños. Nunca el negocio de la muerte fue tan canallesco: pago a bajo precio de los recursos mineros y estratégicos -como el coltán- a cambio de armas para desencadenar y mantener una guerra en la región de los grandes lagos. Guerra de muerte y de usura. Guerra de desprecio a las víctimas. Guerra, además, agravada por el silencio más vergonzoso en los medios de comunicación social. Silenciar estas tropelías era uno de los objetivos de los invasores, y por eso asesinaron alevosamente a Monseñor Munzihirwa.

   Ningún país, ni la ONU, puede invocar la excusa de la ignorancia para tranquilizar su conciencia. Todo lo que sucedió en la región de los Grandes lagos estaba anunciado y denunciado por Monseñor Munzihirwa. El 11 de octubre de 1996, 18 días antes de su asesinato el Servicio de Jesuitas para los refugiados de los Grandes lagos, difundió la carta que Monseñor Munzihirwa había enviado al embajador de Estados Unidos y a otros países occidentales. Ya antes, el 3 de junio, había escrito: “las grandes potencias legitiman una situación de hecho: apoyan a la minoría en el poder en Ruanda y desean que los refugiados se integren en Zaire…Estas decisiones occidentales hipotecan toda solución de paz y tendrán consecuencias desastrosas para la población… Esta es la cuestión esencial: ¿cómo se puede hacer que los refugiados retornen a sus casas? Porque, ¿de qué sirve reconstruir Ruanda si el 30% de su población se encuentra en el exterior?… Es necesario que cesen las detenciones arbitrarias y las desapariciones programadas, que se juzgue a los prisioneros, que cesen las venganzas del ejército ruandés contra los que regresan, que se deje de tratar al conjunto de los refugiados como genocidas. La comunidad internacional debe igualmente hacer todo lo posible para embargar con eficacia el comercio de armas”.

   Por decir estas cosas fue asesinado Monseñor Munzihirwa, arzobispo de Bukavu. Hoy le llaman el San Romero de Africa.

 

Unas mujeres valientes, 2004

 

   En el Congo la situación es trágica, en especial en el Kivu Sur, que Ruanda sigue considerando una extensión de su propio territorio. Si esto no fuera suficiente, el Gobierno de Kinshasa tuvo que hacer frente a un intento de golpe de estado el 11 de junio. Dos años después de firmarse los acuerdos de paz en Pretoria, la situación en la República democrática del Congo, especialmente en Kivu e Ituri, continúa siendo inestable.

   Pero ahora queremos insistir y alabar sin reserva el tesón, la entrega y el dinamismo de la sociedad civil congoleña, tanto en Kinshasa como en Kivu Sur, y eso ante la mentira, la manipulación y el silencio que prohibe que se conozca la verdad de la invasión Ugando-Ruandesa y de los crímenes cometidos contra poblaciones indefensas.

   Gracias a varias organizaciones de hombres y mujeres, de personas de iglesia y de laicos comprometidos, se ha mantenido viva la esperanza de un futuro en paz y con dignidad. Queremos subrayar muy especialmente el coraje de las mujeres de Kivu. A primeros de julio organizaron una marcha vestidas de negro, para protestar contra la reanudación de la guerra, proclamando con fuerza su desolación y rechazos a la guerra.

   Entonaron cantos de duelo y repetían sin cesar: “ellos nos matan, asesinan a nuestros maridos y a nuestros niños, nos secuestran y nos violan, nos convierten en viudas”. Se dice fácil, pero hay que tener coraje y mucha fe para salir a la calle a denunciar la barbarie, cuando se sabe que unas diez mil mujeres han sido violadas en Kivu Sur.

   Este testimonio es estremecedor, pero muestra que no todo está perdido en la República Democrática del Congo: el coraje y la esperanza.

 

Jon Sobrino

 

 

 

Las ETP florecen en la tierra

del gran jardín martirial de El Salvador

 

 

Este año, conmemorando el XV aniversario de nuestros mártires de la UCA, en el Auditorium Ignacio Ellacuría, convocamos como Departamento de Teología, a la gente participante de las Escuelas de Teología Pastoral a expresar públicamente, con su sola presencia, su conciencia de ser herederas del amor acumulado de todas las víctimas mártires en la región.

 

Este año por los derechos humanos

Respondieron con un alegre y esperanzado encuentro de 600 asistentes. Delegados y delegadas de las ETP elegimos este tema como un reconocimento a la causa de quienes ofrendaron su vida para posibilitar las bases una sociedad abierta, plural, justa y equitativa. Queremos ser responsables como cristianos de promover la dignidad en especial de nuestro pueblo pobre y, en su seno, por aquellos y aquellas a quienes les es atropellada su vida y su futuro. Trajeron mantas distintivas de sus lugares, portaron en alto desde la oración inicial los derechos humanos que reinvindicamos: igualdad, salud, educación, libertad, la integridad física, la justicia social, la información verdadera. Trabajaron en 9 aulas de la UCA sus reflexiones sobre los temas y culminamos con un plenario, por la tarde, con varios compromisos para darle seguimiento desde cada Escuela.

 

Los temas que la gente escuchó y enriqueció en plenario.

Abordamos tres subtemas para profundizar el tema general de  “Los Derechos humanos desde la fe cristiana”. 

Los subtemas fueron los siguientes: El primero: “La visión de los Derechos humanos según Monseñor Romero” con Carlos Ayala miembro de la Fundación Romero y director de YSUCA. El segundo “Los derechos humanos y los TLC en El Salvador” con la Dra. Victoria Marina de Avilés, Magistrada de la Corte Suprema de Justicia y ex procuradora de Derechos Humanos. Y Tercero, “La ministerialidad de la mujer como vocación y derecho” con el P. Dean Brackley sj Catedrático del Departamento de Teología de la UCA.

 

 “Encontrarse, nos dice la gente, ¡eso ya es lo bueno!”

El martirio ha hecho ganar carta de ciudadanía a todo esfuerzo formativo liberador. Estamos muy acostumbrados a que corrientes conservadoras parezcan ser legítimas y quienes interpelan y buscan cambios siguen siendo vistos con sospecha. Quienes creemos que evangelizar implica nuestra conversión desde el reino de Dios es bueno unirnos y discernir evangélicamente el futuro del país y de la Iglesia.

 

Las ETP cultivan la esperanza por la Iglesia de los pobres.

Las ETP expresan en los testimonios que se brindan en las Clausuras que realizamos en estos días, que la gente valora este espacio construído con una gran comunión de esfuerzos. Se sienten nos dicen “tomados en serio y como personas adultas en la Iglesia”. Nos expresan que este proceso con todas las dificultades que les desafía sí les ayuda a crecer en la fe y a seguir el testimonio profético en cada momento y lugar.

 

La gente inscrita en este Diplomado del Departamento de Teología, suma alrededor de 700 personas, proceden de 12 experiencias ubicadas en La Libertad, Chalatenango, Usulután, La Paz, Sonsonate y San Salvador.

 

Nos organizamos de modo mixto, pues, se trabaja entre cada experiencia y un equipo asesor del Proyecto ETP de la UCA en estrecha unidad con la activa participación de una red de 12 equipos locales, 30 profesores entre religiosos de más de 9 Congregaciones, Diocesanos y  laicos(as) estudiando o graduados del Profesorado y la Licenciatura en Teología.

En cada equipo también participan con voz y voto representantes electos de  los grupos destinatarios. Este creyente y solidario esfuerzo de compartir recursos humanos para formar al Pueblo de Dios es uno de los mejores milagros que atestiguamos en las ETP. Está abierta la inscripción en enero en todas las escuelas de teología pastoral.

 

Suyapa Pérez Escapini.

 

 

 

 

 

 

 

Monseñor  Rivera y Damas en Navidad

 

 

   Este 26 de noviembre Monseñor Rivera y Damas cumplió diez años de haber fallecido. Todavía resuena entre nosotros el mensaje de su Santidad Juan Pablo II que en forma poética nos habla de la entrada de Monseñor “a la eternidad después de haber visto despuntar en el horizonte la paz...” Monseñor Rivera junto con Monseñor Romero y Monseñor Chávez llevaron casi por completo el siglo XX amando profundamente a la Iglesia a la que sirvieron y como dice Juan Pablo II “a la que dejan un mensaje particular elocuente”.

   Monseñor Rivera junto con los otros dos arzobispos que le precedieron y con los cuales trabajó como obispo auxiliar ponen una cercanía de Dios. Dios no queda lejos en el cielo o al otro lado del mundo donde no se le puede alcanzar. Dios puso su tienda entre nosotros y se hizo uno de nosotros menos en el pecado. Ese Dios próximo es bondadoso, bueno y extrañablemente hospitalario. Un Dios que está en nuestra intimidad y el que ve muestra lo profundo de nuestro corazón nos premiará y nos cuidará. No sólo somos hechos a su imagen y semejanza sino que también somos sus hijos.

   Monseñor Rivera como los otros arzobispos tuvieron una palabra profética. Una palabra que ponía verdad y vida. Palabra que se nutría  de la fe y que limpiaba la mirada para ver la realidad en todo su dolor pero también en su esplendor. Una palabra que atravesaba el sufrimiento como denuncia pero que llevaba hasta la otra orilla de liberación como anuncio. Una palabra capaz de romper las tinieblas y dejar ver el sol de justicia y el mañana de vida que se vuelve estrella que guía y alumbra. Una palabra que restaura lo más bonito de Dios y lo mejor del ser humano, ella es consuelo y ternura en medio de la pobreza y la muerte.

Monseñor Rivera junto con sus hermanos arzobispos trabajaron por el reino de amor y vida que Dios propone para todos los seres humanos. Un reino que viene como brisa suave, como intimidad con cada persona y como bienaventuranza para las naciones. Un reino que sufre violencia pero no emplea la violencia como saludo. Reino sacudido por la impiedad de otros dioses que quieren dominar sobre la tierra poniendo como impuesto el sacrificio del pobre pero que se encuentra con un Dios humilde y sencillo que camina fielmente junto a todo ser humano. Un reino de paz que  regala la flor de la libertad que se vuelve semilla del servicio a los demás. Un reino victorioso que llena la tierra y hace cantar a los seres humanos de buena voluntad.

   El niño que nace nos regala esa sangre que termina como unión para siempre con nosotros. Un niño que acoge nuestra historia, la enrumba hacia el Padre y regala la fuerza para recorrer camino hasta la patria definitiva. Nuestros arzobispos nos desean una Feliz Navidad.

Así sea.