AÑO XXV, No. 538 1-28 de febrero, 2005
Profeta y mártir de los campesinos
INDICE
LOS TRECE AÑOS DE LOS ACUERDOS DE PAZ
EVANGELIO: EL AMOR SE HACE OBRA QUE ALIMENTA
LA MEMORIA DE MONSEÑOR ROMERO EN TIEMPO DE CUARESMA
DAVOS 2005 ANUNCIA: LA GUERRA A LA POBREZA EXTREMA
EL HOMBRE QUE DEJO AUSCHWITZ PARA CONTAR LA VERDAD A EL
SALVADOR
EL HOLOCAUSTO. LA VIOLENCIA 60 AÑOS DESPUÉS DE AUSCHWITZ
CATÁSTROFE PERMANENTE TRAS EL TSUNAMI
RICOS EPULONES Y POBRES LÁZAROS
EL SEGUIMIENTO DE MONSEÑOR ROMERO
LA ESCUELA DE TEOLOGIA ATEOS-LOURDES IMPULSANDO EL COMPROMISO
LAICO
Los trece años de los Acuerdos de Paz
El ERP y Joaquín Villalobos
Este 16 enero se cumplieron trece
años de la firma de los Acuerdos de Paz. Ese lapso de tiempo permite realizar
un balance más ponderado tanto de los logros de los Acuerdos de Paz como de
sus limitaciones. Este balance no puede menos que poner en jaque a todas aquellas
interpretaciones que han leído y leen los Acuerdos de Paz como algo intrascendente,
poco significativo e incluso como un retroceso en la dinámica histórica de El
Salvador. Pero también pone serios reparos a todas aquellas interpretaciones
que han visto en los Acuerdos de Paz la máxima realización de los sueños de
los salvadoreños. Trece años después de la firma de los históricos documentos,
ambas posturas se revelan como lo que son: sesgadas y poco objetivas.
Para ponderar en su justa medida
el significado de los Acuerdos de Paz
hay que comenzar por destacar sus logros más importantes. El primero de ellos
es, sin duda, haber propiciado una solución definitiva a la guerra civil. A
la par de ello, debe también celebrarse la retirada de la Fuerza Armada de la
vida política, su reducción y depuración, así como la desmovilización del FMLN
y su conversión en un partido político legalmente establecido. A lo anterior
se debe añadir la creación de instituciones de gran importancia para el país
–la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y la Policía Nacional
Civil— y el inicio de un proceso de reforma del sistema judicial. Por último,
el Informe de la Comisión de la Verdad es la culminación de lo mejor de los
Acuerdos de Paz.
Todos estos logros serían impensables
sin la firma de la paz. Con todo, se trató en el fundamental de logros de carácter
político que han sido claves para sostener, durante estos trece años y con sus
altibajos, el incipiente orden democrático salvadoreño.
Ahora bien, el problema es que no
basta con unos logros de carácter político para lograr un ordenamiento social
más incluyente y equitativo para la mayoría de salvadoreños. Esto lo sabían
quienes firmaron los Acuerdos de Paz, a juzgar por el contenido de los documentos.
En el mismo es claro que la reforma política era el primer paso para edificar
una sociedad distinta a la que hizo eclosión en la guerra civil; el segundo
paso debía llevar a la reforma económica. ¿Cómo dar este paso? ¿Cuál era el
modelo económico deseado? Estas interrogantes
no tienen una respuesta clara en los Acuerdos de Paz y ello por la sencilla
razón de que la reforma económica apenas fue insinuada. La apuesta de los firmantes,
sobre todo del FMLN, era que después se iban a dar las condiciones propicias
para abordar el tema del modelo económico acorde con las necesidades de la mayor
parte de la población. Ese después nunca llegó. La euforia por los logros políticos
de los Acuerdos de Paz ha sido, en parte, la causante del olvido de la reforma
económica; la otra parte de responsabilidad recae sobre los gobiernos de ARENA
–principalmente los encabezados por Alfredo Cristiani y Armando Calderón Sol—
que hicieron todo lo que estuvo a su alcance para prescindir de las exigencias
que en materia económica planteaban los Acuerdos de Paz.
El dejarla para después, como algo
derivado -que seguiría casi inexorablemente— de la reforma política fue el gran
error cometido por quienes, al firmar la paz, tenían el propósito de construir
una sociedad distinta.
Para decirlo con claridad, el FMLN
es uno de los principales responsables de que un nuevo modelo económico –más
justo e incluyente— no fuera discutido en profundidad a la hora de negociar
la paz. Su apuesta por dejar para después esa discusión se reveló equivocada,
porque ese después nunca llegó. ARENA y los grandes empresarios le sacaron partido
al déficit que en materia económica tenían los Acuerdos de Paz: fraguaron un
modelo económico desarticulado y terciarizado del cual sólo unos pocos se han
beneficiado.
En las discusiones sostenidas con
el gobierno, el FMLN era reconocido como un igual, capaz de paralizar al país
y con el cual había que ponerse de acuerdo. Tenía poder militar y territorial
como para que voz fuera escuchada; de hecho, lo mejor de la reforma política
no se entiende sin la capacidad de presión político militar del FMLN. Nunca
como entonces estuvo el FMLN en mejores condiciones para articular la reforma
política con la económica, tanto en su concepción como en su ejecución. Pero
su absolutización de lo político le llevó a plantearlas como dos realidades
separadas en el tiempo, no como dos realidades que debían articularse y
potenciarse mutuamente.
Como resultado de lo anterior, no
sólo se tiene una democracia sumamente débil, siempre amenazada por la ingobernabilidad,
sino también un modelo económico que, por exclusión y la pobreza que genera,
socava y debilita el avance de la democracia. Es decir, se ha consolidado un
modelo económico que, lejos de ser coherente con los logros políticos de los
Acuerdos de Paz, es una amenaza para los mismos. Este es el drama de El Salvador
actual: se vive una paz violenta, no la violencia de la guerra, sino la de la
pobreza, la exclusión y la marginación.
Villalobos: ¿revolucionario o socialdemócrata?
En la segunda mitad de la década
de los años setenta, el ERP se preciaba
de ser uno de los grupos político-militares más revolucionarios de El
Salvador de la época. En esos tiempos ciertamente difíciles la clandestinidad
no permitía identificar con claridad a quienes, dentro del ERP — y el resto
de organizaciones político-militares— eran las figuras más emblemáticas. No
es que no se supiera nada de ellos pero lo que contaba era el protagonismo de
la organización. De todos modos, para recordar una terminología al uso en esos
días cualquier protagonismo individual no era más que un resabio burgués que
había que atacar por todos los flancos y con la mayor dureza, sin excluir la
pena de muerte.
Durante la guerra, esta concepción
es abandonada. Por diversos motivos, las identidades y destrezas de los principales
miembros del FMLN se hacen públicas tanto al interior como fuera de El Salvador.
En el caso del ERP, su prestigio militar como organización alcanza niveles casi
míticos: los mejores combatientes, los
recursos logísticos más completos, las operaciones militares más efectivas...
Pero esos créditos ya no se diluyen en ese colectivo revolucionario,
sino que se atribuyen a quien se erige como el gran estratega militar (y político),
al líder indiscutido, a quien se sabe mejor que nadie las reglas del arte militar
(y político): Joaquín Villalobos, el entonces comandante “Atilio”. En la década
los años ochenta, se fragua el mito de Villalobos como el revolucionario más
revolucionario.
Al finalizar la guerra, esta vez
ya con Villalobos erigido como uno de los principales protagonistas de la historia
contemporánea salvadoreña, sucede un fenómeno sumamente curioso.
La historia del ERP —y, junto con ella, la de Villlobos— comienza a ser
presentada de una forma bastante distinta a como hasta hacía poco se había hecho:
el ERP, lejos de ser una organización de carácter marxista-leninista, rígida
y militarista, había sido una organización con unos ideales socialdemócratas
bien cimentados desde aquellos oscuros años de principios de los setenta. El
artífice de ese ideario era ni más ni menos Joaquín Villalobos, un socialdemócrata
de pura cepa desde siempre. Es cierto, el ERP había sido, durante la guerra,
la organización con la mayor capacidad estratégica en el terreno militar, pero
esa capacidad era puesta —contra el resto de organizaciones—
al servicio de una solución política negociada, no como un mecanismo para la
toma del poder estatal.
Villalobos ha sabido sacar provecho
de su imagen de estratega militar y socialdemócrata convencido. En el extranjero
se ha sabido cotizar muy por encima de sus capacidades y talento reales. En
El Salvador las cosas no le han salido tan bien, sobre todo por sus nada ocultas
intenciones de apoyar a la derecha y al partido ARENA en su estrategia de desacreditar
al FMLN. Cada
vez que ha podido, el ex comandante “Atilio” ha apuntado sus dardos en contra
de sus antiguos compañeros de lucha. La más reciente de estas arremetidas se
titula “El ayatola Handal y el materialismo histérico”.
Curiosamente, este texto de Villalobos
revela más cosas de él mismo que de Handal. Y es que, al leer su última diatriba
contra Handal, resulta que Villalobos fue, durante los años setenta y ochenta,
un revolucionario a carta cabal, ni miedoso ni calaborador con los gobiernos
reaccionarios de la época. En este escrito, lejos de abjurar de su pasado guerrillero,
lo reivindica y se honra de haber tomado las armas y de haber suscrito el lema
del ERP, “La paz de los ricos ha terminado, la guerra del pueblo ha comenzado”,
que se hizo público cuando fueron asesinados dos guardias nacionales que custodiaban
el Hospital Benjamín Bloom (marzo de 1972). Villalobos no lo dice, pero ese
fue el mismo ERP que secuestró y asesinó a Roberto Poma en 1977 y el que dos
años antes había juzgado y asesinado a Roque Dalton. Ese es el ERP del cual
Villalobos parece sentirse orgulloso de haber pertenecido: una organización
dogmática, radical, enemiga de la burguesía y el imperialismo, es decir, nada
socialdemócrata ni amiga de negociar y pactar con el enemigo. Villalobos —y
lo mismo sus émulos— debería de dejar de jugar a revolucionario arrepentido
y dedicarse a tareas socialmente más útiles que la de seguirle el juego anticomunista
a la derecha, con argumentos falaces y retórica fácil.
CIDAI
Este próximo marzo nos alegrará
con una figura señera para las personas de buena voluntad: son los 25 años del
martirio de Monseñor Romero. También hay otras figuras que muestran la fuerza
de un cariño profundo hacia el pueblo salvadoreño que lleva hasta dar la vida.
Esa búsqueda de la vida desde el comienzo hasta el fin se vuelve bendición para
el resto de los pueblos solidarios con el nuestro.
Entre las figuras que nos permiten saborear la fuerza del cariño está Rutilio
Grande asesinado en Aguilares . Rutilio fue el primero de la serie de sacerdotes
asesinados que termina con los “padres de la Uca”
pasando por el mismo Monseñor Romero. Ser el primero de la serie nos
permite ir redescubriendo las fuerzas que marcan un camino evangélico que luego
se hará mucho más denso con el resto de la serie, más aún, pide seguir profundizando
y nos invita a continuar encontrando esa manera de evangelizar.
Este camino que nos lleva a revisar
y a remozar nuestra evangelización lo
iniciamos tomados de la mano de Rutilio. Como él se dejó tomar de la
mano por toda un grupo de campesino de Aguilares que lo veían como ese patriarca
que sabe transmitir la vida y está en el origen de un caminar que lleva hasta
el gozo de ser un pueblo . El acercamiento del P. Tilo y su equipo en el pueblo
fue buscar las personas que estuvieran comprometidas con el crecimiento y la
vida de las diversas comunidades. A ellas volverles a hacer la invitación de
encontrarse con ese Dios que pasa por la Escritura de esa manera novedosa. Y
con la dicha de compartirlo con los que trabajaban volverían a sentir la precioso
de la comunidad. El trabajo sencillo
con la gente era rescatar su experiencia y hacerles sentir que el mismo Dios
que proclamamos cuando escuchamos la palabra de la Biblia y respondemos diciendo,
palabra de Dios, es el que está en las celebraciones de la Iglesia y el mismo
que camina, fiestea y sufre con las personas. Reaprender a vivir de esta manera
el evangelio, darle más vida a los sacramentos
y acompañar al pueblo fueron su manera de presentar un único Dios y un Jesús
que es la verdad y la vida. Un Jesús que se hace camino cuando se recorren todas
estas veredas que siempre llevan a consolar, animar y
no dejar solo a ningún hermano o hermana que lo necesita. Su palabra
llena de metáforas e imágenes de la vida cotidiana y familiar les hacía sentir
que Dios estaba cerca.
Hay una canción que hoy nos recuerda
su frase famosa con la que empezó su
célebre homilía de Apopa con motivo de
la expulsión del P. Mario Bernal. “La Eucaristía es el compromiso más grande...
es el símbolo de una mesa compartida, con el taburete para cada uno y con manteles
largos para todos”. Presentar la victoria definitiva o la utopía última permitía
mirar con profundidad lo que estaba sucediendo. Hacía descubrir el proyecto
original de Dios para su gente. La fe no es solo creer en cosas sino en alguien
que nos lleva a la vida. Fiarse de un amor que se “palpa” en el diario vivir
y en el gozo de construir una novedad día a día para los que están a nuestro
alrededor.
Era volver a sentir que ningún ser
humano queda por fuera del proyecto de vida y amor que Dios tiene para cada
ser humano. Su cultura, su lengua, su raza, su nacionalidad o su manera de ser
son invitaciones para encontrar ese Padre común.
Por eso, como decía, un Dios que se muestra de esta manera no permite
que se pueda “trepar en las nubes” el Evangelio, pues,
esa palabra de Dios viene a construir
esa fiesta común para todos. Una fiesta que se saborea en este mundo y con la
gente concreta que nos rodea, no es necesario esperar el cielo para saber que
es cierto. Pero no podemos negar que
en ese proyecto de Dios se encuentran también con los Caínes, esas personas
que no quieren cuidar a su hermano Abel, el martirizado por muchas realidades
de este mundo, que le impiden que puedan acercarse a esa mesa y comer de ese
pan que alimenta y llena de esta confianza.
“Pero los Caínes son nuestros hermanos...” aunque ellos incluso lleguen
a santiguarse en el nombre del café, del algodón y de la caña de azúcar y no
quieran mirar el rostro del pobre que está a su lado. Así, aunque se sufra rechazo
y desprecio, la respuesta es el amor de Dios.
Por eso, el amor, “código del Reino,
es la palabra clave... que resume todos los códigos éticos de la humanidad”.
Incluso cuando pasa por la conflictividad
“exige en los creyentes y en la Iglesia como cuerpo la violencia moral”.
No es la violencia que sale a nuestro encuentro para detenernos sino que esa
violencia está en la palabra de Dios que nos violenta a todos, nos pide conversión
y que violenta a la sociedad, le pide justicia y solidaridad. Pero es esa misma
Palabra de Dios la que nos une y nos congrega. Esa Palabra es la que
debe arder y llenar los cantones, las veredas, los chilamates y todos nuestros
esfuerzos del canto que resuene por los cañales Es recordar que la palabra de
Dios se vuelve espada de doble filo rompe la mentira y la muerte y hace florecer
la verdad y la vida. Es machete y es fuego, limpia y hace florecer, rompe el
desierto y se vuelve fuente que refresca. Una palabra que consuela y defiende.
Todo esto nos dice que Jesús no
es indiferente ante el dolor humano. Ante cualquier sufrimiento nos
responde, escucha nuestro clamor. Primero nos
regala la salud que también pasa
por el pan, perdona los pecados y confirma la fe.
Para las personas de fe este mensaje de Dios es el termómetro y el péndulo
para medir la realidades humanas, es decir, para que sigan siendo humanas. Por
eso, la predicación invita a este camino y no deja ninguna vereda sin recorrer
para que todo ser humano escuche esta palabra y la ponga en práctica. Es lo
que nos permite gustar todo lo que hacemos y experimentamos y descubrir cuándo
se vuelve vida y cuándo termina en la muerte.
De ahí que la realidad última del
ser humano es esta fuerza del amor y no
es la belleza, el dinero, el poder o cualquier tipo de violencia . Donde
hay amor inmediatamente también encontramos su fruto: servicio. Servir es mostrar
las obras de ese amor para que se haga visible y se manifieste en todo
su esplendor. Tilo encontró un símbolo para mostrar esta novedad de la manifestación
de Dios. Lo hizo a través de la fiesta del maíz que recuerda el nutriente básico
de los campesinos y la elección de la reina del maíz. La tortilla y la atolada
alaban la tierra que ha dado ese fruto y permite al que la come y la bebe sentir
el enorme respeto por ese Dios que siempre está presente.
Había que encontrar esa persona cuyo fruto fuera alabanza, respeto y entrega:
la Virgen María. La mujer que hace nacer esa palabra. Pero había mujeres que
seguían su ejemplo, ellas también alaban a Dios y aceptaban humildemente la
vocación. María era la reina y podía hacer reina a las mujeres que siguieran
su camino. Pero es una nueva reina, no de belleza o dinero sino
una mujer, donde se conjugara el servicio, la entrega y el cariño hacia
la comunidad en cualquier de las formas personales que se puedan manifestar.
Ellas eran como el amor , humildes, serviciales y fieles. Ellas ejercían
su reinado como el amor que se vuelve un huésped discreto y sosegado que siempre
está presente en todas las cosas que afectan y conforman la comunidad. En este
reinado el amor se vuelve celebración y fiesta. Es el momento de estar juntos
saboreando lo bonito de la comunidad y el resultado del trabajo. El maíz y una
mujer hablan de la esperanza, de la promesa y de la unidad. El alimento se vuelve
compartir en comunidad.
La misión de esta comunidad es ser
portadora fiel de los valores del Evangelio en orden a dinamizar el mundo, ser
fermento o sal. Es hacer posible la mesa común, el con qué y los taburetes para
todos en la expresión de esa forma poética. Como se decía, la conflictividad
viene cuando los Caínes dejan de ser guardianes de sus hermanos y terminan poniendo
violencia. En ese momento, se “vuelve peligroso ser cristiano”. “La Biblia y
el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras”, se harán extranjeros
en nuestra propia patria. Se buscará
entonces un Cristo mudo y sin boca, o al menos con un bozal, es decir, terminará
siendo un dios de las nubes y no el que construye esa fiesta eucarística para
todos. Vendrá la persecución y la expulsión
de ese Jesús viviente que señala la verdad de las cosas y de la sociedad.
En esos tiempos de persecución hay
que animar y ayudar a las personas que no pierdan la fuerza de su fe y el compromiso
de poner a ese Dios y a esa Biblia en la historia concreta de las personas.
Es la exigencia y la fuerza del trabajo que se está haciendo. Ante las personas
que llevaban adelante el Evangelio de esta forma, el P. Tilo los sentía como
maestros de ese caminar con Jesús. Eran personas que tenían hambre del Dios
verdadero y hambre del pan que les permitiera seguir existiendo como personas.
Ante todas ellas, sentía un agradecimiento.
Al mismo tiempo que las animaba a mantenerse fieles en medio de la persecución
o el peligro porque la alegría era grande. Pues, la fiesta de la Eucaristía
recordaba la victoria de Dios y su proyecto sobre otros proyectos que no terminaban
dando ese con qué y ese taburete.
El P. Rutilio hizo un camino de
evangelización que terminó siendo martirio. Pero su sangre solo quiere ser camino
para que logremos seguir construyendo ese Evangelio, esa Buena Noticia que se
vuelve aventura gozosa de nuestro caminar. Seguir predicando el Evangelio es
aceptar el reto de seguir evangelizando de manera novedosa, es decir, siempre
construyendo la vida y el amor para la gente.
Presentaremos en dos partes este artículo que rescata a Monseñor Romero con toda la fuerza de su testimonio, al mismo tiempo, que sirve de referencia para leer lo que está sucediendo en Estados Unidos. Queremos compartir esa búsqueda y esa mirada sobre la realidad desde la fe.
Hace 25 años, el 17 de febrero de
1980, Monseñor Romero dirigió una carta al Presidente Carter pidiéndole que
no enviara ayuda militar al gobierno salvadoreño, pues, tal ayuda únicamente
sería utilizada contra el pueblo.
Como respuesta a esa carta, varios
líderes religiosos de la Iglesia Católica en los Estados Unidos se reunieron
el 7 de marzo del mismo año y formaron lo que hasta hoy se llama Religious Task
Force on Central America and Mexico. Nosotros, miembros de la mesa directiva,
trabajadores y colaboradores de esa organización, queremos dirigir nuestra palabra
a los líderes de nuestro país, de nuestras iglesias y al pueblo en este tiempo
de cuaresma.
¿Qué diría Monseñor Romero hoy si predicara el Evangelio en las iglesias
de nuestro país?
Invocamos su memoria no solo porque
lo consideramos un “Santo de las Américas” y de otros lugares sino también por
la finura profética de su palabra cuando entraba en la dimensión política de
la fe. Vivimos tiempos urgentes en nuestro país y en el mundo entero y necesitamos
hablar la verdad a los poderes que nos
rigen desde la perspectiva de los pobres y de las víctimas de guerra. El testimonio
de Monseñor Romero nos sirve de inspiración para exigirle a los líderes de nuestro
país que cumplan con las leyes internacionales y la ley de Dios.
¿Cuál sería la palabra profética
que Monseñor Romero le hubiera dirigido al presidente Bush? ¿Qué palabra fraterna
y desafiante les hubiera dicho a los
obispos, sacerdotes y pastores de nuestras iglesias? ¿Qué expresaría su palabra
de consuelo a los hombres y mujeres del ejército y a sus familiares, a los jóvenes
que comienzan su vida, a los inmigrantes y afroamericanos que sufren el racismo
y la discriminación, a las mujeres y niños que luchan para sobrevivir en esta
economía, al pueblo iraquí que vive cada momento con el sobresalto de no saber
si ellos o sus seres queridos no verán el final del día?
Esta pregunta surje especialmente
después de una elección presidencial tensa donde el gobierno actual pretendió
adueñarse de la moralidad y se presentó como la mejor opción para encarnar los
valores éticos y religiosos de las políticas
actuales.
Recordemos que Monseñor Romero era, sobre todo un pastor humilde que no
rehusaba hablar de la verdad cuando se
trataba del Evangelio y la defensa de los pobres.
“Una Iglesia que no provoca crisis, un evangelio que no inquieta, una
palabra de Dios que no levanta roncha... una palabra de Dios que no toca el
pecado concreto de la sociedad en que está anunciándose, ¿qué evangelio es ese?
(Homilía, 16 de abril, 1978)
El día antes de su asesinato durante la celebración de la misa, Monseñor
Romero pronunció estas palabras proféticas en contra de los militares y de las
fuerzas de seguridad de El Salvador: “En nombre de Dios, pues, y en nombre de
este sufrido pueblo... Cese la represión”.
Hoy 25 años después del asesinato
de Monseñor Romero y más de dos años desde que nuestro país inició una guerra
contra el pueblo iraquí. ¿Qué diría actualmente Monseñor Romero? Seguramente
estaría de acuerdo con lo que dijeron nuestros obispos que una guerra preventiva
y unilateral es injusta y toda guerra corre el riesgo de infligir miles de víctimas
inocentes.
Sin embargo, Monseñor Romero no
se hubiera quedado ahí dejando sus juicios pastorales para ponerlos
una o dos veces al año en una carta pastoral. El hubiera predicado el
Evangelio desde el púlpito semana tras semana como lo hizo desde la Catedral
de San Salvador proclamando la palabra de Dios en los foros públicos, leyendo
los signos de los tiempos, analizando los hechos políticos de la semana y proclamando
el Camino por donde los fieles deberían caminar.
Con mucha frecuencia, durante su
homilía dominical, Monseñor Romero leía las palabras escritas en pedacitos de
papel que las familias pobres ponían en su mano donde suplicaban por sus seres
queridos que habían sido secuestrados o desaparecidos en esa semana. Con el
micrófono en la mano, Monseñor denunció con nombres a los responsables de tanta
tortura, asesinato y desapariciones, y ofreció palabras de consuelo de las familias
enlutadas. Toda la Catedral de San Salvador estallaba en aplausos sostenidos
mientras su voz se transmitía por radio a todo el país y más allá de las fronteras.
La homilía podía durar una o dos horas, sin embargo, la gente se quedaba, escuchaba
y guardaba sus palabras en el corazón. El fue su pastor y conoció el sufrimiento
de su rebaño. Como el beduino en el desierto, decía: “No por este camino sino
por aquél”.
En el comienzo de este nuevo año
2005, queremos llamar la atención sobre los signos de los tiempos actuales e
invocar el juicio del Evangelio sobre los hechos de nuestra historia bajo el
espíritu de Monseñor Romero. Cuando abrimos los periódicos o escuchamos la radio
y la televisión este es lo que se nos muestra y se nos dice:
Defensa de la tortura.
A pesar de los convenios internacionales en contra de la tortura, nuestro gobierno
ha defendido y practicado la tortura en Afganistán, en la cárcel de Abu Ghraib
en Irak, y en la Bahía de Guantánamo en Cuba. Alberto González, nuevo fiscal
de la república, ya firmó un memo secreto aprobando la tortura en el caso de
personas acusadas de ser terroristas.
Guerra y más guerra.
Nuestro país continúa la guerra de agresión contra Irak y Afganistán y amenaza
con iniciar otras contra Irán y Corea del Norte. El gobierno está pidiendo
80 mil millones de dólares más
en ayuda militar para proseguir la guerra en Irak a pesar de los dos años de
guerra, los mil trescientos soldados muertos, diez mil heridos y más de 200
mil millones de dólares gastados. Las víctimas iraquíes se estiman
más allá de las 50,000. El pueblo salvadoreño entiende este cálculo de
dolor, pues, tuvo 75,000 muertos y 6 mil millones de dólares en los 12 años
de guerra.
Ataques a los inmigrantes.
Millones de personas en todo el planeta están cruzando fronteras cada hora,
huyendo de la devastación de las guerras y la miseria de la pobreza. La militarización
de la frontera entre Mexico y los Estados Unidos ha sido la causa de muerte
en el desierto de más de 3,000 emigrantes
en los últimos diez años. En tres décadas, menos de doscientas personas murieron
tratando de cruzar el muro de Berlín. Los inmigrantes son acusados de ser terroristas,
no tienen protecciones legales ni se respetan sus derechos humanos. Tampoco
ven las raíces de las migraciones provocadas por los graves problemas económicos.
La brecha creciente entre ricos
y pobres. Más de 150,000 personas murieron a raíz del tsunami causado por
el terremoto en le sur de Asia, mientras la riqueza y el poder crecen exponencialmente
en los Estados Unidos. Las políticas de libre comercio, las deudas exteriores
y las privatizaciones siguen favoreciendo a las empresas transnacionales y a
los países ricos dando una sentencia de muerte a los más pobres, debilitando
las leyes que protejan a los trabajadores y el medio ambiente, y negando a los
pobres el acceso al agua, la tierra, los servicios de salud y la educación.
El mandato del Evangelio nos llama
urgentemente a la conversión. Desde hace dos años, nuestros líderes religiosos
dijeron claramente que una guerra contra Irak era injusta, inmoral y una violación
a las leyes internacionales. Pero sus declaraciones se dieron en un lenguaje
diplomático en juicios prudentes porque, se decía, no se tenía toda la información
que poseía nuestro gobierno.
Ahora dos años después, no hay duda
que la apresurada decisión de ir a la guerra estuvo basada en mentiras y engaños.
No podemos darnos el lujo de seguir callados.
Monseñor Romero sabía claramente que tanto el Evangelio como la autoridad
de la Iglesia en la enseñanza de la fe y de la moral demanda que se ejerza su
influencia en los foros públicos manifestando sus juicios pastorales sobre los
asuntos que atañen la guerra y la paz, la seguridad nacional y la economía y
desde el testimonio de su enseñanza invitando a sus fieles a que tengan acciones
claras y éticas.
Scott Wright
Religious Task Force on Central America and Mexico
Washington
DC
Los foros económicos de Davos, donde
se reúnen los ‘maestros del mundo’, se ven sometidos a los ciclos del buen y
del mal humor económico. En 2005 se vuelve a decir que “la globalización es
irresponsable”, aunque se usen expresiones distintas de las pronunciadas en
enero de 1999: “La globalización debe adquirir un compromiso social, que no
tenga como contrapartida la miseria y la exclusión de millones de seres en el
planeta”. El principal animador del evento, Klaus Achwad, sostenía en 1999 “la
necesidad de crear mecanismos globales e institucionales para lograr que la
globalización se traduzca en fuente de bienestar para millones de personas,
que han sido condenadas a la miseria y al desempleo”. Así cerraba el siglo XX
y así se abría la Cumbre del Milenio, Naciones Unidas, septiembre 2000.
Davos 2005 ha tenido dos antecedentes.
El economista Jeffrey Sachs entrega a Kofi Annan, 17 de enero 2005, un trabajo
preparado durante tres años por 250 expertos: “Invertir para el desarrollo;
un plan práctico para realizar las metas del Milenio 2000”: reducir la pobreza
extrema (y otras lacras sociales) a la mitad de aquí al 2015. No se están logrando
estos objetivos: “2005 es la última alternativa para vencer la pobreza”. El
segundo antecedente es que, gracias a Dios, no asistió a Davos 2005 ninguna
primera figura del Gobierno Bush, que en cumbres anteriores, 2000-2003, impusieron
su agenda.
Inaugurando el 35° Foro Mundial
de Davos, el primer ministro británico, Tony Blair, se dirige a la nueva administración
Bush, “pidiendo que Estados Unidos se asocie a la lucha contra la pobreza”.
Sabemos que G. W. Bush y T. Blair inventaron la fábula de las armas de destrucción
masiva de Sadan Husein para invadir Irak y adueñarse Bush de sus riquezas petroleras.
En este mismo día en que se llevan a cabo las elecciones en Irak, T. Blair no
habla de la lucha contra el terrorismo, si no de la lucha contra la pobreza
y el recalentamiento de la tierra, que multiplica la pobreza. Que se nos permita
un minuto de optimismo. ¿Es esto atrición, es contrición, es propaganda electoral
para recuperar los puntos perdidos con la guerra en Irak?. “Lo escrito, escrito
está”...
T. Blair dice que los desafíos del
mundo son interdependientes. Los Estados Unidos saben que ellos no pueden vencer
solos el flagelo del terrorismo y, por ello, deben cooperar en la lucha contra
otros desafíos planetarios. “Si Norte América quiere que el resto del mundo
participe en los objetivos que ellos se han fijado, Norte América debe, por
su parte, participar en los otros objetivos. Es absurdo tener que escoger entre
una acción que se concentre en el terrorismo y otra sobre la pobreza en el mundo.
La lucha antiterrorista, la propagación de la democracia y la paz en el Próximo
Oriente son objetivos relacionados entre sí y que no pueden disociarse de la
ayuda a África, presa de la miseria o de pandemias como el sida y el paludismo,
o de la lucha contra el recalentamiento del planeta, generador de catástrofes”.
Con dedicación especial al Gobierno Bush, T. Blair agrega: “Se puede luchar
contra el calentamiento climático sin que ello frene el crecimiento económico,
gracias al aporte de la ciencia y de
la tecnología”.
Es muy importante que T. Blair, quien
presidirá las reuniones del G-8 en 2005, toque el tema espinoso del comercio
internacional desde la equidad y la justicia: “¿Podemos encontrar una acción
que nos reúna? Creo que si... Debemos abrir nuestros mercados, reducir nuestras
subvenciones, incluso a productos tan controvertidos como el algodón y el azúcar”.
Las naciones ricas deben ayudar a África “para permitir a los países más pobres
del continente realizar reformas comerciales capaces de enriquecerles y no empobrecerles”.
Este año se discutirán en Hong Kong los acuerdos comerciales de Doha, Qatar,
2001. Por ello es importante que T. Blair, jefe de fila del G-8, plantee este
tema once meses antes desde una óptica más moral y equitativa.
A modo de anécdota, el jueves 27
cientos de participantes asisten a una sesión titulada: “El G-8 y África: retórica
o acción”. Presiden el estrado Bill Clinton, Tony Blair, Bill Gates, Lula da
Silva, Jeffrey Sachs, los presidentes de Nigeria y Sudáfrica, a los que se añadirán
Gerard Schröder, Jacques Chirac, (por video conferencia) y la estrella de rock
Bono. Estos jefes de Estado desarrollan el tema del discurso inaugural de T.
Blair: “guerra a la pobreza extrema”. J. Sachs recordó que en 1970 los países
ricos se comprometieron a dar en ayuda al desarrollo el 0,7% del PIB. Nada.
En 1992, de nuevo y de nuevo poco. En 2002, otra vez. Sólo cinco países cumplen.
Estados Unidos consagra apenas el 0,1% de su PIB a la ayuda al desarrollo.
Como no se ve muy claro la forma
de imponer tasas sobre movimientos de capitales financieros, los viajes aéreos
o marítimos..., Schröder apoya la propuesta de T. Blair: crear un Instrumento
Financiero Internacional (IFF) donde se vierta la ayuda prometida, que serviría
esencialmente a infraestructura, salud y educación, de manera especial en África,
donde el gasto en educación es inferior a un dólar por habitante. “África es
un continente rico; los africanos somos pobres”. Schröder insistió en la urgencia
de dar acceso en los mercados de los países desarrollados a los productos del
otrora llamado Tercer Mundo, y se pronunció a favor de quitar las restricciones
cuantitativas y reducir las subvenciones agrícolas en Europa, algo que reclaman
los africanos y otros porque les imposibilita poder competir. En Davos 2005
se ha hablado de “ayuda al desarrollo, alivio de la deuda, comercio y globalización
equitativa, epidemias y buen gobierno”. “Este es el año de los desafíos, un
año clave”, dijo Bill Gates.
La estrella de rock Bono dice: “Nuestra
generación quiere que se acuerden de ella por algo distinto de la guerra contra
el terrorismo o el internet. Queremos ser la generación que quizás pueda poner
fin a la pobreza. Dejar un espacio en nuestras estanterías a productos vendidos
por los países más pobres”, es decir, abrir nuestros mercados a los productos
agrícolas. El presidente de Nigeria, O. Obasanjo, ha dicho que “hay recursos
para hacer posible el desarrollo. Pero la seguridad no es una cuestión de armas;
para los países de África es: alimentación, agua, empleo, salud y educación”.
Se pudieran agregar párrafos de los discursos de Bill Clinton y Jacques Chirac...
Baste decir que se invitó a los
2.500 asistentes a escoger los seis temas principales para reflexionar en el
foro: 64% la lucha contra la pobreza; 55% una globalización equitativa; 51%
los cambios climáticos. Los tres temas siguientes fueron la educación, el conflicto
del Próximo Oriente y el ‘buen gobierno’ en el Tercer Mundo. Aparentemente,
la agenda de Davos 2005 se parece a la agenda de Porto Alegre. En febrero 2005
G. W. Bush viajará a Europa y se entrevistará
con estos Jefes de Estado presentes en Davos. En estas reuniones ¿se tocarán
estos puntos de agenda?. Por que si la guerra contra la extrema pobreza es sólo
“la fábula de Davos”, los países del Norte seguirán enfrentado la “fábula del
terrorismo”, como se dijo en Davos 2004.
Francisco
Javier Ibisate
Extracto tomado de
la revista Enfoques, de La Prensa Gráfica, el 30 de enero de 2005. Javier
Espinoza.
¿Revivió usted las atrocidades de Auschwitz durante su trabajo en El Salvador?
Desde luego. Particularmente en dos ocasiones: una fue el Mozote, donde
entrevistamos a una mujer que había sobrevivido la masacre. Mientras ella nos
contaba lo que había pasado, tuve la sensación de que yo podía terminar cada
frase de su historia. Su testimonio, la forma en la que lo describió todo, me
recordó al gueto. Aquello no era nada diferente a algunas de las cosas que yo
había visto cuando estaba en el gueto, antes de Auschwitz.
Me impactó enormemente el hecho de que las crueldades que son cometidas
por parte de los seres humanos contra otros seres humanos son muy similares.
No son muy creativas. Los asesinos siguen haciendo las mismas cosas una y otra
vez más o menos de la misma forma: matar bebés, mujeres...
¿Cuál fue la otra experiencia que menciona?
El asesinato de los sacerdotes jesuitas. Me impactó cómo lo llevaron a cabo.
Cuando uno entra al lugar donde vivían los padres se puede ver el retrato del
arzobispo Romero con una bala que había quedado ahí. Y se puede ver también
el jardín de rosas, que ha crecido tanto que ya no se vislumbra el lugar del
asesinato desde lejos. Lo mismo me pasó cuando regresé a Auschwitz. La grama
había crecido tanto que uno no podía ver los campos desde la distancia.
¿Qué le impactó de cómo se llevó a cabo el crimen?
Que los asesinaron los mismos católicos, que algunos de ellos hasta habían
ido a escuelas jesuitas. No soy muy religioso, ciertamente, pero soy judío,
y saber que soldados católicos mataron a sacerdotes católicos me resulta inconcebible.
En muchas formas, era una repetición de lo que ya había presenciado: los nazis
mataron a personas de las que habían sido compañeros de clase. Es aterrador.
¿Sirvió de algo hablar con los líderes?
No creo que esos contactos con la elite nos sirvieran de algo. Obtuvimos
mucha más información de la gente común que entrevistamos acerca de eventos
concretos. Es curioso: aprendimos más acerca del país de la gente pobre que
de las elites, que todo el tiempo están tratando de racionalizar los eventos.
Además aprendimos que no había mucha diferencia entre uno u otro lado cuando
se trataba de esconder lo que habían hecho.
Al hablar del holocausto, ha dicho que hubiera sido importante una Comisión
de la Verdad. Aquí la hubo, pero no se juzgó a nadie. ¿Qué es mejor?
Mire, soy muy ambivalente en mi opinión acerca de la amnistía. Una amnistía
es útil después de un conflicto civil, pero al mismo tiempo amnistiar en blanco
a toda la cúpula no es una buena idea.
A mí no me interesa necesariamente el castigo de las personas, pero tiene que haber algo como lo que ocurrió en Sudáfrica: una admisión de culpa. Porque la amnistía da a entender que se ha exonerado a los responsables de lo sucedido, y eso no es bueno por el futuro del país. Lo puede ser si cada uno dice “sé que hice esto, lo siento, no debí haberlo hecho”; yo no tengo ningún problema con ese tipo de amnistía. Pero de lo contrario no es saludable.
Las fotos, los documentales, los
testimonios... y tantas otras manifestaciones nos hablan de la barbarie que
se dio en los campos de concentración. Quizá porque ahí se concentró una especie
de locura humana. La violencia se hizo noche de la humanidad. La violencia es
ciega y enceguece, no deja ver las otras personas sino como enemigos que hay
que destruir. Más duro aún, esta fuerza convierte toda relación en furor, solo
nos encontramos con energúmenos y aunque nos digan que parecen animales también
se convierten en ángeles de muerte. No hay figura humana.
En medio de ese inventario de huesos,
de rostros sin vida, de fantasmas esqueléticos y de gases destructores impresiona
ver esos cuerpos, especialmente a los niños marcados por el espanto. Toda persona
de los campos de concentración y exterminio tenía un número tatuado en el brazo.
Esa marca en la carne no solo expresaba su encarcelamiento sino también el rechazo
absoluto. Ese número negaba su humanidad, era el conteo de porqué ya había dejado
de existir como ser humano. Era el blasón de su exclusión de la vida y el símbolo
del aislamiento en su abandono. Tener ese número era ser confiscado intolerablemente
de todo hasta de sus propias sombras.
Sin embargo, ese número en el brazo
quería señalar el escape de la vida del espíritu. Era idealizar una raza, hay
una imagen de mí mismo que me complace, que quiero conservar por eso, ese desprecio
a los otros y la violencia que hay en mí la proyecto en la destrucción de esa
otra persona que lleva el número de su propio destino de muerte. Es la locura
de la mentira. La violencia miente y se miente a sí misma porque ella no solo
nace del cuerpo sino también del espíritu. El número se lleva en el brazo pero
quiere ser también una indicación del espíritu.
Por eso, la violencia niega la verdad
y se vuelve desarreglo de la fuerza. La relación humana se convierte
en el lugar donde se instala la mentira y la muerte. La violencia se ejerce
en el asesinato como también se ceba sobre la verdad. El número es el testigo
silente de esta falta de moral y de esta carencia de humanismo. El número hace
de ese ser humano una persona seleccionada y presa de la reprobación.
El violento solo se siente existir
negando la vida en el momento mismo que la recibe y que se encuentra con otro
ser humano, de ahí, parte de la crueldad que deja mostrar el número que se enseña.
Ese número era una referencia en el camino de la muerte, muestra un desorden
en las relaciones humanas y niega todo don. Hay un horror patente en el número.
Tiene mucho de violación y terrorismo. Sin embargo, la sonrisa de los niños
nos hablan de unos ojos que conservan la esperanza. Solo el amor puede pasar
por esos campos de destrucción haciendo que la noche sea luz y el terror se
vuelva paz.
La gran sacudida telúrica de Sumatra,
junto con las dos olas gigantes que golpearon, el 26 de diciembre de 2004, las
costas del Océano Indico han provocado una de las mayores catástrofes de la
historia. La tragedia humana –150 000 muertos, 500 000 mil heridos, cinco millones
de personas desplazadas, según cifras provisionales– alcanza una magnitud rara
vez conocida. A esto hay que añadir el carácter internacional del desastre:
ocho países asiáticos y cinco países africanos sufrieron el mismo día el azote
del cataclismo. Y cerca de diez mil ciudadanos de otros 45 países del mundo
han muerto o se encuentran desaparecidos (entre ellos dos mil suecos, mil alemanes,
setecientos italianos, quinientos austriacos, doscientos franceses, doscientos
neozelandeses, así como mejicanos, colombianos, brasileños, filipinos, etc.)
La presencia de occidentales y el
elevado número de victimas habidas entre ellos han contribuido a la repercusión
mundial de la catástrofe sucedida, por funesto contraste, en plena celebración
de las fiestas navideñas. Esto mismo ha generado una cobertura mediática de
dimensiones excepcionales, que seguramente la tragedia no habría suscitado –y
es lamentable– si hubiera quedado circunscrita únicamente al contorno asiático.
Todo esto ha producido un formidable
impacto emocional que ha afectado profundamente a la opinión pública de Occidente.
Una conmoción totalmente licita ante tanto sufrimiento humano, tanta destrucción
y tanta desolación, que ha tenido su reflejo en un tremendo deseo de ayudar
y en un caluroso movimiento de solidaridad. Según las organizaciones humanitarias,
pocas veces antes se había manifestado una generosidad de tales dimensiones
–tanto pública como privada.
Esta solidaridad con todas las victimas
del Océano Indico ha hecho que muchos ciudadanos de nuestro entorno descubran,
más allá del cataclismo, la realidad de las condiciones normales de vida de
los habitantes de estos países. Y ha quedado absolutamente claro que la ayuda
conseguida, pese a su importancia, será del todo insuficiente para resolver
sus dificultades estructurales.
Analicemos algunos hechos:
- Una catástrofe «natural» de la
misma intensidad causa menos victimas en un país rico que en un país pobre.
Por ejemplo, el seísmo de Bam, en Irán, ocurrido exactamente un año antes, el
26 de diciembre de 2003, de 6,8 grados en la escala de Richter, provocó 30 000
muertos. Sin embargo, tres meses antes, el 26 de septiembre de 2003, una sacudida
más violenta –8 grados– en la isla de Hokkaido, en Japón, no causó ni un solo
muerto. Otro ejemplo: el 21 de mayo de 2003, un temblor de tierra de 6,2 grados
golpeaba Argelia y producía más de 3 000 muertos. Tres días más tarde, el 26
de mayo, un seísmo de mayores dimensiones –7 grados– sacudía el noroeste de
Japón sin que hubiera ningún muerto.
¿Por qué estas diferencias? Porque
Japón, al igual que otros países desarrollados, tiene los medios para aplicar
normas de construcción antisísmicas mucho más costosas. ¿Somos, por lo tanto,
diferentes ante los cataclismos? Sin la menor duda. Cada año, las catástrofes
afectan a unos 211 millones de personas. Dos tercios de ellas se encuentran
en los países del Sur en donde la pobreza agrava su vulnerabilidad. Un informe
publicado el 2 de febrero de 2004 por el Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), con el título Reducir el riesgo de desastres, incluso
se pregunta si debemos seguir hablando de catástrofes «naturales». El impacto
de un seísmo, de un ciclón o de una inundación es muy distinto según los países.
A menudo, depende de las políticas de prevención aplicadas por las autoridades.
- Si el mismo tsunami se hubiera
producido en el Océano Pacífico, el número de victimas habría sido mucho menor.
Porque los Estados ribereños –por iniciativa de dos grandes potencias, Japón
y Estados Unidos– han puesto en marcha un sistema de detección y alerta capaz
de advertir con antelación de la llegada de «olas asesinas», que permite a la
población costera ponerse a salvo. Pero la adquisición, instalación y mantenimiento
de este sistema resultan muy caros.
- La catástrofe del Océano Indico
nos conmueve debido a su gigantismo, su brutalidad y también porque tal cantidad
de tragedias humanas se ha producido en un solo día. Pero si observáramos, a
lo largo de un año, estos países y sus habitantes con la misma curiosidad que
mostramos ahora, asistiríamos –al ralentí– a una catástrofe humana de
una envergadura todavía más trágica. Basta con saber que, cada año, en los Estados
del golfo de Bengala (India, Maldivas, Sri-Lanka, Bangla Desh, Birmania, Tailandia,
Malasia e Indonesia) varios millones de personas (principalmente niños) mueren
simplemente porque no tienen agua potable y beben agua contaminada.
- La ayuda pública y privada prometida
a los países afectados por el tsunami se eleva actualmente a unos cuatro mil
millones de dólares. Todos se felicitan de la importancia de esta cifra. Sin
embargo es insignificante comparada con otros gastos. Por ejemplo, solo el presupuesto
militar de Estados Unidos representa, anualmente, 400 000 millones de dólares...
Otro ejemplo, cuando en el otoño de 2004 Florida se vio afectada por ciclones
que provocaron severos destrozos, pero incomparables con el actual desastre
del Océano Indico, Washington desbloqueó inmediatamente una ayuda de tres mil
millones de dólares... De cualquier forma, las sumas prometidas son ridículas
frente a las necesidades de los Estados desbastados por el tsunami.
Habría que añadir que, según las
últimas cifras del Banco Mundial, la deuda exterior publica de cinco de estos
países se eleva a más de 300 000 millones de dólares. Y los pagos que conlleva
son gigantescos: más de 23 000 millones de dólares al año... Es decir, casi
diez veces las promesas de donaciones «generosamente» anunciadas estos días.
A escala mundial, cada año, los países pobres envían, al Norte rico, en concepto
de deuda, más de 230 000 millones de dólares. Es el mundo al revés. Se habla,
con motivo del tsunami, de una moratoria de la deuda de los países lancinados.
Pero no es una moratoria lo que hace falta, es pura y simplemente la condonación
de la deuda. Del mismo modo que Estados Unidos acaba de imponérsela a sus socios
del Club de París respecto a la deuda de Irak, país que ocupa militarmente.
Si se puede hacer con Irak –que es un país rico en petróleo y gas– por qué no
se va poder aprobar para países infinitamente más pobres, y afectados, además,
por una catástrofe de dimensiones bíblicas.
- Según el informe del PNUD «a escala
mundial, harían falta unos 80 000 millones de dólares al año para garantizar
a todos los servicios básicos», es decir, el acceso al agua potable, un techo,
una alimentación decente, la educación primaria y los cuidados sanitarios esenciales.
Ese es exactamente el importe del presupuesto suplementario que el presidente
Bush acaba de pedir al Congreso para financiar la guerra de Irak...
La enormidad de las necesidades
que hay que cubrir muestra, en contraste, que la generosidad humanitaria, por
muy admirable y necesaria que sea, no representa una solución a largo plazo.
La emoción no puede sustituir a la política. Cada catástrofe revela, como un
efecto lupa, la miseria estructural de los más pobres. De aquellos que son las
victimas diarias del desigual e injusto reparto de la riqueza en el mundo. Por
eso, si queremos realmente que el efecto de los cataclismos sea menos destructivo,
habrá que buscar soluciones estables. Y favorecer, para el conjunto de los habitantes
del planeta, una redistribución compensatoria.
Parece cada vez más indispensable,
para afrontar situaciones de emergencia como estas y simplemente para construir
un mundo más justo, crear una especia de IVA internacional. Esta idea de una
«tasa mundial» –aplicada al mercado de cambios (tasa Tobin) a la venta de armas
o al consumo de energías no renovables– fue presentada ante la ONU el 20 de
septiembre de 2004 por los presidentes Lula de Brasil, Lagos de Chile, Chirac
de Francia y Zapatero, del gobierno español. Más de cien países, o sea más de
la mitad de los Estados del mundo, respaldan actualmente esta feliz iniciativa.
¿Por qué no apoyarse sobre la emoción universal desencadenada por la catástrofe
del Océano Indico para reclamar una aplicación inmediata de esta tasa internacional
de solidaridad.
Ignacio Ramonet
El Foro Económico Mundial de Davos
y el Foro Social Mundial de Porto Alegre actualizan, en cierta forma, la parábola
evangélica del rico epulón y del pobre lázaro. En Davos predomina lo económico,
los bienes materiales y el dinero. Hasta fecha reciente allí se reunían los
epulones del mundo para discutir monedas, intereses, mercados, inflación y principalmente
ganancias. Eran ciegos y sordos al clamor que subía de la Tierra por causa del
destino trágico de los pobres y de la devastación de la naturaleza.
En Porto Alegre predomina lo social,
los bienes no-materiales y la apuesta de que otro mundo es posible. Ahí se reúnen
los representantes de los pobres lázaros del mundo entero. En su agenda están
bienes espirituales y humanitarios como la solidaridad, el respeto a la diversidad,
la compasión, el cuidado con la naturaleza, el rechazo a todo tipo de violencia
y a la guerra, el empeño en la paz duradera, el
ecumenismo entre las religiones, la democracia
social sin fin.
Davos y Porto Alegre muestran una humanidad bajo amenaza de bifurcación:
por un lado, ese tercio que tiene acceso a todos los medios de vida, soñando
vivir hasta 130 años, que es la edad de las células, y por el otro, esos dos
tercios de la humanidad que sobreviven como pueden, con los parcos recursos
que les sobran, alcanzando quizá los sesenta años.
¿Cómo mantener la humanidad unida,
como especie y como familia, morando en la misma Casa Común, ya que no tenemos
otra para habitar? Es un desafío ético y humanístico para todo poder político,
para las religiones y las Iglesias, para los intelectuales, para los militantes
por un mundo mejor y para todos los humanos que se han concienciado de esta
tragedia que puede abatirse sobre la humanidad.
La razón principal del Presidente
Lula al participar de los dos Foros reside en este significado transcendente:
establecer puentes, crear las condiciones para un diálogo necesario sobre el
futuro de la Tierra y de la Humanidad, partiendo de las demandas del Foro Social
Mundial, para impedir así la bifurcación. Él introdujo en Davos el escándalo
del hambre y de la exclusión. La puerta de entrada no puede ser la economía
capitalista, orientada por la acumulación sin límites dentro de la lógica de
la competición. En esta lógica sólo gana el más fuerte al precio de una altísima
iniquidad social y ambiental. Si entramos por ahí legitimamos a los ricos epulones,
sensibles únicamente a las cifras y al brillo del vil metal. Debemos entrar
por la puerta de lo social porque ahí encontramos de inmediato los millones
de otros con sus rostros marcados y la naturaleza depredada. Y ante el otro
surge la pregunta ética: ¿cómo tratar a los humanos humanamente y cómo tratar
a la naturaleza con cuidado? Al responder estas preguntas que nos queman por
dentro, nos urge jerarquizar las instancias: la economía debe servir a la política
que, a su vez, debe someterse a la ética que, por su parte, debe inspirarse
en una comprensión integradora y espiritual del ser humano. Es decir, los medios
de vida económicos sirven para garantizar una buena convivencia social y política
regida por valores éticos de justicia, equidad, participación y respeto a los
derechos, en el contexto de un aura espiritual que proporciona las motivaciones
importantes que dan sentido a la vida.
Davos y Porto Alegre se exigen mutuamente.
¿Llegará el día en que se abracen? Basta con que seamos razonables. Entonces
no habrá ya ricos epulones y pobres lázaros, sino ciudadanos que habrán descubierto
la alegría de convivir fraternalmente y en paz también con la naturaleza.
Leonardo
Boff
El XXV aniversario del martirio
de Monseñor Romero hay que celebrarlo bien.
Unos no lo harán, los que le insultaron
en vida y celebraron con champán su asesinato, aunque ahora están más comedidos
y se muestran como condescendientes y comprensivos ciudadanos. Y como también
son populistas, si es necesario, irán a Roma cuando lo beatifiquen, pues captan
que Monseñor es querido por muchos salvadoreños.
Otros se alegrarán de celebrar un
año más a Monseñor. Lo recordarán de corazón, participarán en eucaristías, charlas
y conferencias, exposiciones y conciertos, y en la gran vigilia del 2 de abril.
Lucirán camisetas con su figura, pondrán un afiche en su casa y escucharán su
palabra por la YSUCA. De fueran vendrán centenares, y en total serán miles los
que participen en el aniversario. Y nada digamos si se da alguna señal de que
la beatificación puede estar cerca. Pero, con todo, todavía falta una cosa,
que queremos explicar, recordando lo ocurrido tras la muerte y resurrección
de Jesús de Nazaret.
Los primeros cristianos celebraban
su recuerdo en la eucaristía, entonaban himnos en su honor, desarrollaron una
teología llena de entusiasmo, le empezaron a llamar “Señor”, “Hijo de Dios”,
“Cabeza de la creación”, y tenían la esperanza de su pronta venida. Pero los
cristianos más clarividentes vieron que
“sólo” eso no bastaba. Más aún, que “sólo” eso
era peligroso. Y entonces apareció Marcos con su evangelio.
Vino a “molestar” a cristianos demasiado complacientes, y nada digamos
a cristianos que se habían olvidado de Jesús, y hasta renegaban de él, como
ocurría en la comunidad de Corinto porque habían encontrado otra cosa mejor:
un vaporoso espíritu.
El evangelio de Marcos, por supuesto,
“celebra” a Jesús y le llama “Hijo de Dios”, pero no pone la invocación en labios
de gente piadosa que espera prodigios, sino sólo en labios de un pagano, el
centurión romano, y al pie de la cruz. También le llama “Mesías”, pero, cuando
eso ocurre, Jesús dice a la gente que no lo digan a nadie. Marcos nos dice también
que la fe en Jesús no fue nada fácil, ni para sus familiares, ni para los discípulos
-en especial para Pedro-, y ciertamente no lo fue para los teólogos y sacerdotes
de aquel tiempo. Por último, su evangelio termina abruptamente en Mc 16, 8:
junto a la tumba las mujeres “tuvieron miedo y no dijeron nada a nadie”.
Tan chocante fue ese final que, más tarde, se le añadieron unos versículos para
amortiguar el susto.
¿Por que traer a colación a Marcos
en este XXV aniversario? Para aprender una importante lección. No basta la celebración
ni la alegría, aunque son bienvenidas como brisa de aire fresco en medio de
tantos sufrimientos de la vida. Ni siquiera bastará el aplauso que responderá
al anuncio de su posible beatificación. Y si no basta, ¿qué es lo que falta?
Volvamos a Marcos. El Jesús que no está interesado en que le llamen Mesías,
sí está interesado en una cosa: el seguimiento.
Volvamos a Monseñor Romero. Celebrarlo
significa ante todo “seguirle”. ¿Y cómo hacerlo? En primer lugar, hay que pasar
por el cambio -o conversión- por el que él pasó. Y en segundo lugar hay que
re-hacer su vida. Ambas cosas son difíciles, pero son necesarias para
el país y para la Iglesia -en lo que ahora nos vamos a centrar- y traen salvación.
Por lo que toca a la “conversión”, baste con recordar las siguientes palabras:
“El profeta denuncia también los
pecados internos de la Iglesia. ¿Y por qué no? Si obispos, papa, sacerdotes,
nuncios, religiosas, colegios católicos estamos formados por hombres, y los
hombres somos pecadores y necesitamos que alguien nos sirva de profeta para
que nos llame a conversión... Sería muy triste una Iglesia que se sintiera tan
dueña de la verdad que rechazara todo lo demás. Una Iglesia que sólo condena,
una Iglesia que sólo mira pecado en los otros y no mira la viga que lleva en
el suyo, no es la auténtica Iglesia de Cristo” (Homilía del 8 de julio
de 1979).
Y tras la conversión, la praxis.
No es el momento de exponer en detalle cómo debe ser la praxis de una Iglesia
fiel a Monseñor Romero, pero podemos mencionar los impulsos de lucidez,
ánimo, firmeza, resistencia y esperanza que de él nos llegan.
Como seguidores de Monseñor,
hay que decir la verdad, no sólo predicar una doctrina, aunque sea verdadera.
Y entonces la verdad se convierte en
denuncia profética de los males que existen en el país, se nombra a los victimarios
y a las victimas. Aunque algo han cambiado las cosas en estos 25 años, Monseñor
Romero nos sigue remitiendo a los ámbitos
donde campea el mal: 1) la idolatría del dinero, la oligarquía antes
agrícola, ahora financiera, 2) la idolatría del poder militar, más latente
aquí y más patente en Estados Unidos, a lo que hay que añadir la espantosa violencia
actual -de 8 a 10 homicidios diarios en los últimos tiempos, 3) la connivencia
de unos partidos políticos con la injusticia y la irresponsabilidad de la
mayoría de ellos ante la miseria y el sufrimiento, a lo que hay que añadir la
corrupción, 4) el imperialismo de
Estados Unidos, en el comercio, en nuestra política internacional y, sobre
todo, en los pseudovalores que nos impone: individualismo, éxito, buen vivir,
5) la corrupción de la administración de justicia, que no ha esclarecido
todavía ni siquiera quién mató a Monseñor, 6) los medios de comunicación,
con la mentira, las verdades a medias,
el encubrimiento, según los casos, 7) el falseamiento de la religión,
el espiritualismo exagerado, que no es la vida con espíritu; el individualismo
alienante, que no es la apropiación personal de la fe; el gregarismo que llena
estadios, que no es la comunidad y el llevarse mutuamente; la infantilización
de lo religioso, que no es la sencillez -como niños- ante el misterio de Dios.
Hay que volver a
una praxis, la de la misericordia, señal última de nuestro ser cristiano,
y volver a promover la justicia, la transformación de estructuras. Hay que recuperar
la opción por los pobres, en serio, sin aguarla, arriesgando por ella, recordando
y honrando a quienes la vivieron hasta el final: nuestros mártires. Hay que
recobrar la parcialidad de Dios y de su Cristo hacia los pobres de este mundo.
Hay que recuperar la evangelización,
en el sentido primigenio que tiene en Jesús: el anuncio de una buena noticia
a los pobres, sin que la novedad en métodos y lenguaje sustituya a lo esencial.
Hay que anunciar ese reino con credibilidad, sin pensar que hay cosas más importantes
que hacer, algunas de ellas buenas, como la vida sacramental; otras ambiguas,
como el sinnúmero de concentraciones, fiestas, jubileos, años dedicados a algo,
de modo que todo eso se acumula como si hubiese un horror vacui, un miedo
a dejar vacíos en el tiempo, lo que puede acabar ocultando la buena noticia
de Jesús. Y otras son peligrosas y pueden llegar a ser pecaminosas: proselitismo
competitivo, buscar triunfos, basarse
en apoyos financieros en los ricos de este mundo.
Hay que recuperar y promover la
organización del pueblo, en la sociedad y en la Iglesia. No hay por qué volver
a los años 80, pero sí hay que volver a la intuición fundamental: como Iglesia
somos antes que nada comunidad, cuerpo; y para influir en la sociedad desde
la base esa comunidad debe estar estructurada, organizada, relacionada con otras
fuerzas sociales. Es difícil, pero por lo menos hay que pensarlo e intentarlo.
Comenzamos así, pues en esto cojeamos,
siendo así que en eso era eximio Monseñor, y no se ve cómo podemos celebrarlo
sin al menos plantearnos estas cosas. Pero sobre todo hay que levantar el espíritu
de la gente. Dicho con sus palabras, hay que llevar cercanía: “¡Cómo
me da gusto en los pueblecitos humildes que las gentes y los niños se agolpan
a uno, vienen a uno!” (12 de agosto, 1979). Consuelo: “Para mí son nombres
muy queridos: Felipe de Jesús Chacón, ‘Polín’. Yo les he llorado de veras” (15
de febrero, 1980). Dignidad: “Ustedes son el divino traspasado” (19 de
julio, 1977). Gozo: “Con este pueblo no cuesta ser buen pastor” (18 de
noviembre, 1979). Esperanza: “Estoy seguro de que tanta sangre derramada
y tanto dolor no será en vano” (27 de
enero, 1980). Y todo eso con humildad: “Yo creo que el obispo siempre
tiene que aprender del pueblo” (9 de septiembre, 1979) y con credibilidad:
“El pastor no quiere seguridad mientras no se la den a su rebaño” (22 de julio,
1979). Es el consuelo que nace de la
compasión, el gozo que nace de la cercanía y la solidaridad, la esperanza que
nace de la credibilidad.
Todos sabemos cuán difícil es esto,
pero en este aniversario al menos no lo declaremos imposible, y pidamos que
ésta sea nuestra utopía. Monseñor ni ofreció ni ofrece recetas, pero sí ofrece
caminos, luces, impulsos.
Muchas otras cosas se pueden decir
sobre cómo celebrar este XXV aniversario. Sólo queremos añadir una última cosa,
de la que sólo pueden hablar “con autoridad” quienes han vivido situaciones
cercanas a la de Monseñor. A mediados de los años ochenta las madres de desaparecidos
me pidieron que dijera una misa para recordar a Monseñor Romero. Cuando estaba
para salir de mi casa, una sencilla trabajadora de la UCA me dijo: “en la misa
de Monseñor, recuerde a mi hijo”. Su hijo había sido asesinado por los cuerpos
de seguridad. Pensar que estaba con Monseñor era su mayor consuelo.
No sabemos que ocurrirá dentro de
otros 25 años, pero todavía hoy hay mucha gente que el 24 de marzo recuerda
a sus hijos e hijas, esposos, padres, hermanos y hermanas, que también fueron
asesinados. Y piden a Monseñor que ahora cuide de ellos. A ese Monseñor le hablan
como se habla a un padre. Quizás le piden favores, milagros, pero pienso que
no lo hacen porque ven en Monseñor a un santo “milagrero”, con poder, sino porque
ven a un hombre bueno, alguien que les quiere de verdad. Sigue siendo para ellos
buena noticia. Eso ocurre “en lo escondido”, pero es lo más importante, pienso,
en este XXV aniversario.
Jon Sobrino
El Espíritu Santo juntando carismas para comenzar
Hace unos seis años con el Vicario
de la Vicaría Monseñor Valladares P. Leopoldo Tolentino, se reinició una segunda
etapa de las ETP en la Parroquia de Atehuán, conocida por Ateos en seguimiento
de la que inicialmente fuera asumida por un dinámico equipo de seminaristas
Paulinos en coordinación con la UCA. El segundo período ha sido un esfuerzo
vicarial apoyado por un equipo de seminaristas Claretianos que viajan desde
Armenia vinculados a este programa de Diplomado de la UCA (César Espinoza, José
Luis Chung, Geovanni Molina, Alvaro Flores y Fredy Cabrera) también han sido
profesores el P. Leopoldo Tolen-tino, diocesano, el semininarista somasco Mario
Romero, Cristina Quintanilla y Eduardo Cux. Esta Escuela de Teología Pastoral
a partir de este año se traslada al local de la Escuela Parroquial de Lourdes,
Depto. de La Libertad, los sábados por la tarde.
El P. Tolentino un Diocesano apoyando a la gente para formarse
El equipo local se ha reunido periódicamente
cada mes para ir respondiendo a las necesidades logísticas, formativas y de
promoción. La Escuela ha sido posible gracias a la dedicación y responsabilidad
de los representantes de los grupos, y los profesores. En especial el P. Tolentino,
su Coordinador Local, mostró gran interés por la formación de los agentes pastorales
de su Vicaría participando de las reuniones, facilitando locales y cuidando
detalles pastorales para su crecimiento.
Nuestro coordinador puente Fredy
Cabrera
Fredy Cabrera, claretiano guatemalteco,
ha sido profesor de varias materias. Y ha sido un dedicado animador. Esta experiencia
le es una excelente muestra de su vocación de diálogo que le prepara para su
próxima ordenación como presbítero. Le preguntamos:
¿Fredy al dar clase qué has aprendido de la gente?
“Son tres años en los que he descubierto que, quienes participan ya traen
algo a la Teología: sus experiencias de vida. Yo también he aprendido a ver
la teología desde la vida concreta de la gente. Creo que la mayor riqueza de
estas Escuelas es que se puede contrastar la Teología con su vida cuando intentamos
hacer con ellos este camino formativo y ver cómo incide en la pastoral, pero
en especial en su vida. Con ellos y ellas vamos soñando esta Iglesia que Jesús
quería. Lo hacemos acercan-donos más a la realidad que tenemos a esa fuente
primera del evangelio, para vivirlo con mayor fidelidad y coherencia.
¿Como joven profesor de teología
cuáles dificultades encuentras que tiene la gente para creer y comprometerse
hoy en día?
“A veces nos conformamos con lo
ya sabido, con lo tradicional y podemos
hacernos los ciegos frente a lo que auténticamente nos pide el ser cristianos,
que es ser protagonistas y no solo agentes pasivos o sólo espectadores de lo
que sucede a nuestro alrededor. Nos dejamos influenciar con una ola de conformismo
y acomodamiento sin actualizar nuestras prácticas con los valores evangélicos
para responder a las necesidades más acuciantes de la realidad. La escuela ayuda
a abrirse a un proceso de compromiso”
Dinos cuáles logros has notado en el desarrollo de las personas como agentes
pastorales en este programa.
“En medio de las crisis primeras
que pueda tener una persona al querer profundizar su fe, rescato sobre todo
que las personas que hacen este proceso descubren lo que realmente es el seguimiento
de Jesús, se humanizan frente a los antivalores dominantes como el egoísmo,
el orgullo, la indiferencia, la desesperanza, siendo cristianos más auténticos”
¿En qué ha crecido la gente?
“En su capacidad de ver y analizar
la realidad social y eclesial con sentido crítico y constructivo, no es una
crítica estéril o vacía. Su crítica propone un modo de ser distinto, que posibilite
espacios de diálogo y de expresión que van aprendiendo en su experiencia de
reflexionar y vivenciar la fe. Por ejemplo trascender las barreras de ideologías
partidistas y entender la escuela como un espacio para aprender que la Palabra
de Dios nos despierta una sensibilidad frente a la realidad, lo cual no es casarse
con ningún partido aunque uno/a tenga sus simpatías. La gente se hace más crítica
y profunda”
Un testimonio de graduación de Ana Dolores Quintanilla Cañas
“Quiero dar gracias al padre de
Jesús por haberme permitido finalizar
este estudio, y espero que su espíritu me acompañe
siempre para saber compartir con otros, esta
buena noticia que hemos aprendido a lo largo de tres años.
Mi experiencia dentro de la escuela me ha servido para madurar, como persona
y como cristiana, pues me ha permitido darme cuenta
que realmente hay un proceso de gradualidad en la fe del proyecto del
padre y del compromiso con los demás, sin importar las actitudes de
los demás, en esta escuela
me he dado cuenta que no estoy aquí por casualidad, porque yo quiera,
porque quiera quedar bien con los demás o porque quiero otro título más, sino
por que DIOS TIENE UN PLAN PARA MI, EL ME HA LLAMADO, A
PESAR DE…
quiere que sea un instrumento
para otros y mostrar que podemos salir de la invalidez, de la mutilación en
que muchas veces el sistema opresor religioso y social nos somete”
El desafío de la continuidad de esta Escuela
La gente misma según nos van dando sus testimonios en las clausuras se
van sintiendo coresponsables para la misión cristiana, tanto para la pastoral
de la Iglesia como de sus desafíos en la realidad salvadoreña desde su experiencia
de laicos. Para este año un equipo de
8 personas se han corresponsabilizado como contraparte local de esta zona, y
siempre en apoyo a la pastoral de la Vicaría. Ya están promoviendo la convocatoria
de la Escuela a toda la gente que desee participar a partir del sábado 5 de
marzo de 2:00 a 5:30 pm en la Escuela Parroquial de Lourdes. Esperamos por parte
de la UCA, poder seguir colaborando a las necesidades de formación que el Pueblo
de Dios tenga en este sector.
Suyapa Pérez
Escapini
Para la Biblia, el inicio del pueblo
de Israel, como lo leemos en el Génesis, comienza por la llamada de una persona.
Pero Abraham viene de una comunidad y es el comienzo de otra familia. El padre
de Abraham emigra y sirve a otros dioses. Tera es
el abuelo de los creyentes sin haber
creído.
Abraham también emigra pero él lo
hace como hijo, tío y esposo pero todavía no tiene un descendiente, además hace
este camino en su vejez. Sin embargo, será llamado por todos, nuestro padre
Abraham. La voz que lo llama le hace
una promesa que va más allá de una posteridad, “haré de ti una gran nación”,
tiempo después, Dios le promete un hijo. Pero va más allá de una familia o una
nación: “en ti serán benditas todas las familias de la tierra”. Es decir, todas
las naciones. Adán ya nos había hecho sentir que la humanidad entera era como
un solo ser humano. Adán es símbolo de universalidad y Abraham es una figura
de diferencia.
Abraham es uno solo pero bendecido
por todos. “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan”.
No es un problema de poder o autoridad sino de bendecir o maldecir. Dios bendice
a todos los que bendicen a una sola persona. Dios ama a todas las familias de
la tierra y toma la voz de Abraham para que lo proclame- Un ser humano, amado
de esa manera por Dios, sabrá testimoniar esa experiencia y hacerse querer del
resto de los seres humanos.
Es saber que uno es amado por Dios
pero debe atravesar los celos y la violencia de las naciones para que ese amor
se haga camino para todos, recordemos a Caín y Abel. El amor atraviesa las fronteras,
las culturas, las historias, las lenguas, las razas, las creencias... y se juega
en lo que sucede entre los seres humanos, nos resuena la torre de Babel. El
amor divino se hace peregrino entre los seres humanos, entre nosotros. Lo que
sigue nos dirá la fuerza de esa elección. Es aprender a mirar y aceptar al elegido
que es, al mismo tiempo, el bendecido. De esta manera, se juega el destino de
todas las familias de la tierra, es decir, de la humanidad y de cada uno de
nosotros. Gracias padre Abraham.