AÑO XXV No.546
El gran milagro:
las víctimas quieren vivir
EL
SALVADOR EN EMERGENCIA: DESASTRES Y RENDICIÓN DE CUENTAS
LO
MISMO Y LOS MISMOS: LAS VÌCTIMAS DE OCTUBRE
BREVES
HISTORIAS EN TORNO AL DESASTRE
HURACÁN
STAN Y VOLCAN ILAMATEPEC: CATÁSTROFES SOCIO NATURALES
EN LOS 60
AÑOS DE NACIONES UNIDADS: UN FRACASO DE LA ONU
MARTIRES
Y SANTOS DE NUESTRO TIEMPO
HOGAR DE
CRISTO: LA JUSTICIA PONE SU HOGAR EN LA FE
EL P.
CARLOS DE FOUCAULD: CARISMA DE IGLESIA LATINOAMERICANA
VERDAD
Y JUSTICIA EN EL SALVADOR
Desastres y rendición de cuentas
Por distintas
razones, no es usual que en una situación de desastre se hable de rendición de
cuentas. Incluso, so pretexto de la gravedad de la crisis que se enfrenta, los
llamados a la unidad suelen prevalecer sobre cualquier intento de evaluar
críticamente el comportamiento de los actores estatales o privados cuya
responsabilidad en el desastre que se enfrenta es insoslayable. Quienes claman
por una evaluación de ese tipo suelen ser condenados por los voceros oficiales
y sus aliados en los grandes medios de comunicación; la acusación que
usualmente se les lanza es la de estar politizando la situación, la de estar
dividiendo a la sociedad en momentos en los cuales la unidad de todos y todas
es la exigencia primordial.
Costos económicos
Después de la
tragedia del huracán Stan viene la etapa de reconstrucción. Las torrenciales
lluvias dejaron daños severos en la infraestructura social y privada. Muchas
personas que perdieron sus bienes materiales tendrán que rehacer sus vidas.
Pero, más lamentable que la destrucción material, es la pérdida de vidas
humanas, sobre todo si las personas que fallecieron eran jefes de hogar. Esto vuelve
mucho más delicada la situación de las familias de cara al futuro. Lo
importante es que frente a la nueva etapa, el Estado no sólo debe reconstruir
la infraestructura social —reparación de calles, puentes, escuelas y unidades
médicas—, también es necesario que realice obras de mitigación de riesgos para
reducir la vulnerabilidad del país. Y, especialmente, debe establecer una ayuda
sistemática a las familias seriamente afectadas por las inundaciones.
Los gastos en mitigación de riesgos y reducción de vulnerabilidad
Como se ha dicho
anteriormente, el Estado salvadoreño no solo tendrá que gastar en la
reconstrucción de la infraestructura social. También debe realizar obras para
la reducción de la vulnerabilidad en las distintas zonas del país. Muchas calles
y carreteras, si bien no colapsaron totalmente, se encuentran seriamente
afectadas por el riesgo de derrumbes. Después de las constantes lluvias
fácilmente se pudieron encontrar en las calles y carreteras, taludes que
estaban a punto de desbordarse.
En materia de mitigación de riesgos, el presidente Elías
Antonio Saca dijo que dará especial importancia a la situación de las familias
que viven frente a la Cordillera del Bálsamo. En los primeros días después del
desastre el gobernante se reunió con un grupo de representantes de las colonias
en riesgo situadas al pie de la cordillera. De acuerdo al MOP, se cuenta con 7
millones de dólares para dichas obras de mitigación. Este monto estaría
destinado a obras de mitigación en la zona de la colonia “Las Colinas”. Pero es
importante que el gobierno especifique cuánto dinero asignará en las obras de
mitigación en las colonias contiguas: Residencial “Las Árdenas” y Pinares de
Suiza.
También se ha hecho del conocimiento público que el gobierno
gastará 11 millones de dólares para reestablecer el drenaje natural del Lago de
Ilopango. Fruto de las precipitaciones, el nivel del lago aumentó
considerablemente dañando a las familias que vivían cerca de la orilla. Se debe
destacar que este gasto no fuera necesario si, después de los terremotos de
2001, el gobierno hubiera reestablecido el drenaje natural del lago. Algunos
lugareños manifiestan que posterior a los sismos de 2001, expertos
internacionales calcularon el costo de reestablecer el drenaje del lago. En
sintonía con ellos, el gobierno manifiesta que tiene dicha información y que el
gasto que se efectuará está basado en dicho cálculo más los efectos de la
inflación en los últimos años.
Estas son dos de las obras de mitigación que el gobierno
salvadoreño ha asumido directamente, pero hay muchas más por hacer. Los
habitantes en zonas de riesgo deben coordinarse para pedir al gobierno que
realice obras de mitigación en sus respectivas zonas. En su defecto, que el
Estado presione a las compañías constructoras de dichas zonas urbanas para que
realicen obras de mitigación. Esto fue lo que sucedió con las familias que
viven en las colonias próximas a la Cordillera del Bálsamo y es ejemplo para
los habitantes de las nuevas colonias de Santa Elena y, especialmente, los habitantes
de las urbanizaciones “Vía del mar” y “Campos Verdes”, en Lourdes.
Más pérdidas económicas
El temporal también afectó la actividad económica.
Recientemente, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), a través del
director de la institución, Mario Salaverría, dio a conocer las pérdidas
ocasionadas por las lluvias. El funcionario estimó las pérdidas en 9.5 millones
de dólares, aproximadamente. Los cultivos de café, arroz y caña de azúcar son
los más afectados. Además la ganadería y la avicultura fue seriamente afectada.
El cultivo de algodón sufrió daños, sin embargo, para los expertos del MAG las
pérdidas en este rubro no serán considerables.
Otro de los rubros económicos afectado fue el turismo. Los
daños en instalaciones recreativas ascienden a 900 mil dólares. Por otro lado,
debido a la emergencia que sufrió el país, el turismo dejó de percibir 2
millones de dólares como fruto de sus actividades de servicio.
Estos datos, de acuerdo a los directores de estas carteras de
Estado, son preliminares. Falta añadir daños aún no reportados. En este
sentido, algunas gremiales empresariales dijeron no coincidir con las
estimaciones en pérdidas agrícolas presentadas por el MAG. De acuerdo a
información de las gremiales, el impacto de las lluvias sobre el agro sobrepasa
las estimaciones hechas por dicha cartera de Estado.
El costo de la ayuda a las familias damnificadas
Entre los costos
de reconstrucción, el gobierno debe considerar la ayuda sistemática a las
familias damnificadas. En este sentido, se debe tener presente que gran parte
de las personas que se encuentran en los albergues perdieron absolutamente
todo. Algunos de ellos, solamente perdieron los enseres del hogar, pero aunque
cuentan con sus casas, éstas se encuentran dañadas por el desbordamiento de
ríos y quebradas. El gobierno debe destinar una gran cantidad de recursos para
reestablecer, en algunos casos, y mejorar en otros, las condiciones de vida de
los afectados.
La ayuda debe comprender, entre otros aspectos, la manutención
alimenticia por cierto tiempo, la provisión de ropa y calzado, la
reconstrucción de viviendas y, como aspecto de especial importancia, la
inserción de los afectados a actividades productivas. La manutención
alimenticia por cierto período es necesaria debido a que muchas de las personas
afectadas no cuentan con un empleo o una fuente de ingresos para obtener sus
alimentos. En el campo, muchas personas obtienen el alimento de sus cultivos,
pero estos se perdieron por las inundaciones. De esta forma, varias familias no
tienen granos básicos para hacer frente a sus necesidades y, mucho menos,
cuentan con un excedente para comercializarlo con sus vecinos o en el mercado
agrícola.
Tomando como referencia el costo de la Canasta Básica Alimentaría
(CBA) en la zona rural —87 dólares—el gobierno debería gastar 1.13 millones de
dólares para alimentar por un mes a 65 mil damnificados, que equivaldrían a
cerca de 13 mil familias. En esta dirección, el gobierno, a través del Ministro
de Gobernación, René Figueroa, se ha comprometido a dar manutención alimenticia
a los damnificados que, aunque ya no están en los albergues y se encuentran en
viviendas de amigos o familiares, lo soliciten.
Por ejemplo, sólo en la zona del Bajo Lempa, el gobierno debe
gastar 94.1 mil dólares en manutención alimenticia mensual para las 1082
familias afectadas por las inundaciones. De igual forma, el gobierno debe
gastar 35.9 mil dólares para atender durante un mes cerca de 400 familias
albergadas en San Pedro Masahuat.
También otro componente importante de la ayuda debe ser la
construcción de casas para las familias que lo perdieron todo. El gobierno
deberá reducir los trámites burocráticos para que los afectados puedan acceder
a una nueva vivienda. En este caso, se tiene que establecer claramente que las
familias de más escasos recursos deben ser beneficiadas con casas construidas
con fondos de donaciones. Según el gobierno, cerca de 75 millones de dólares
podrían ser destinados para la construcción de nuevas viviendas para los
damnificados. De este monto, se tomarán 70 millones de dólares para iniciar la
primera fase de la reconstrucción.
Las víctimas de octubre
En El Salvador siempre hay mártires que recordar. Ahora nos
acercamos a los de la UCA en noviembre, a las cuatro religiosas norteamericanas
en diciembre y a los innumerables mártires de siempre. Pero este mes de octubre
ha traído otras víctimas, producto de la naturaleza -tormenta y erupción de un
volcán- y de la iniquidad de los humanos. En San Marcos toda una familia, papás
y tres niños, murió soterrada. El comentario que se oyó fue lacónico y certero:
“No los ha matado la naturaleza, sino la pobreza”.
Sobre estas víctimas y sus responsables, lo que nos exigen y lo que nos ofrecen -si nos abrimos al misterio de la vida- queremos hacer unas breves reflexiones.
1. “Siempre lo mismo y los
mismos”. El pueblo crucificado. Las
escenas de sufrimiento y crueldad son sobrecogedoras, y la magnitud es
escalofriante. Los muertos son más de 70, los damnificados, de una u otra
forma, pasan de 70,000, y los daños materiales pueden ser lo equivalente a tres
o cuatro veces el presupuesto nacional. La catástrofe se extiende a México y
Nicaragua, y sobre todo a Guatemala. El poblado de Panabaj ha sido declarado
camposanto: unas 3,000 personas murieron soterradas. “Una aldea maya yace bajo
12 metros de lodo”, decía la noticia. Al escribir estas líneas ha ocurrido el
terremoto en Cachemira: 30,000 víctimas y dos millones y medio de damnificados.
Ante esto, nuestra primera
reflexión es la siguiente. Estas terribles realidades no nos ofrecen nada que
no hayamos visto antes. Con matices distintos, dicen lo de siempre: en su
inmensísima mayoría, las víctimas siempre son los pobres. Las catástrofes
muestran la pobreza de nuestro mundo, y, a su vez, esa pobreza es, en buena
parte, causante de las catástrofes y de sus consecuencias. A ello nos hemos
acostumbrado con naturalidad, para que la psicología, la insensibilidad o la
mala conciencia de los seres humanos pueda convivir con la catástrofe. Sin
palabras se viene a decir: “Es normal que ellos, los pobres, sufran, pues así
son las cosas. Anormal sería que nosotros, los que no somos pobres, suframos
este tipo de desgracias”.
Los que sufren en las
inundaciones, terremotos y erupción de volcanes -como ahora el de Santa Ana-,
los que no tienen trabajo o son despedidos, los mojados y los expulsados de
Estados Unidos, los que pierden sus casitas y pertenencias, los que ven morir a
sus hijos o a sus padres, son siempre los mismos, los pobres. Y con frecuencia
son mayoría los más débiles de entre ellos: niños, mujeres y ancianos. Lo mismo
ocurría en tiempo de represión y guerra: la mayoría de los torturados,
desaparecidos, muertos, eran pobres. Hace falta un Roque Dalton para poder
cantar bien esa letanía.
De manera precisa lo decía
Ellacuría. Lo que caracteriza a nuestro país es el “pueblo crucificado”. Y
añadía dos cosas, a cual más fuerte y lúcida. Una es que a ese pueblo le
arrebatan “la vida”, lo más fundamental y básico. Y la otra es que ese signo
que nos caracteriza es “siempre” el pueblo crucificado. Ya lo hemos dicho: con
matices y excepciones, terremotos, inundaciones, derrumbes -antes, torturas,
muertes, desaparecimientos- siempre se ceban en los mismos, los pobres. Y
siempre producen lo mismo, muerte o cercanía a la muerte. Esto produce
indignación -hoy en día ya no parece estar muy bien visto el indignarse, aunque
los poderosos toleren lamentos y llamadas, entre convencidas y rutinarias, a la
solidaridad. Y menos existe la indignación cuando se repite, como en nuestro
país, que las cosas van bien, o que van por buen camino. Pero además de
indignar, la catástrofe hace pensar.
Se ofrece globalización como
promesa firme y cierta de salvación, pero esta globalización, en contradicción
flagrante con el concepto y la formulación, cuando ocurren las grandes
tragedias, sigue siendo absolutamente selectiva: siempre en contra de
los pobres, nunca -o rara vez- en contra de los ricos. Durante el tsunami
sorprendió ver sufrir a europeos y norteamericanos, pero no sorprendió que
sufrieran los pobres de Asia. Y durante el Katrina no sorprendió que los ricos
abandonaran Nueva Orleans en jets privados, ni sorprendió que otros hicieran
largas colas para conseguir gasolina en las carreteras. Ni que otros muchos,
personas de raza negra, hombres y mujeres, siguieran entre inundaciones en el
casco pobre de la ciudad. Es la estratificación natural de la sociedad. El
“lugar natural”, que decía Aristóteles, de los pobres es la pobreza.
Ni el Banco Mundial, el Fondo Monetario,
el G-8, ni los que proclaman el reto del milenio son capaces de pensar y
decidirse en serio por una globalización real de la vida. No se trata de
que todos sufran, sino de que nadie sufra.
Lo que ocurre estos días es
escándalo de lesa humanidad. Nelson Mandela, en el marco de la presentación del
último informe de Naciones Unidas, ha dicho que la inmensa pobreza y la obscena
desigualdad son flagelos de esta época tan espantosos como el apartheid
o la esclavitud lo fueron en épocas anteriores. Y Eduardo Galeano, llegado a
nuestro país en medio de las inundaciones, ha dicho: “Espero que sirvan al
menos para subrayar que debemos de dejar de llamarlas catástrofes naturales.
Sí, son catástrofes, pero son el resultado del sistema de poder que ha enviado
al clima al manicomio”.
2. “¿La opción por los
ricos?”. El pecado del mundo. Si la
tragedia no es mero producto de catástrofes naturales y si la letanía de “lo
mismo y los mismos” no es casualidad, algo sigue estando muy mal en nuestro
país. Antes se le llamaba pecado estructural. Los cristianos hablaban de
“pecado del mundo”, citaban a los profetas de Israel, a Jesús de Nazaret y la
carta de un airado Santiago. Ahora ya no se estila mucho ese lenguaje, ni
siquiera en las iglesias. Y el mundo democrático occidental, por una parte
laico y secular, con todo derecho, no acaba de encontrar -y no sé si le
interesa- palabras equivalentes que expresen la tragedia y la responsabilidad.
Y menos si le salpican a él. Por eso habla de “los menos favorecidos”, “países
en vías de desarrollo”. Eufemismos.
La tragedia de estos días
muestra, una vez más, la injusticia estructural en el país.
Antes de la tragedia,
siguiendo una práctica secular, seguía sin protegerse adecuadamente las
carreteras al construirlas, ni se cuidaba la construcción, muy vulnerable, de
los sectores más pobres. Y todo ello es más escandaloso, cuando no se ha
impedido que los millonarios deforesten y construyan sus casas a su antojo. Las
promesas de prevención han sido papel mojado.
Ahora ante la tragedia hay que
preguntarse cuánto han sufrido unos y cuánto dinero han ganado otros,
edificando en zonas prohibidas por la ley o por la conciencia. ¿Y qué hacen los
responsables para impedirlo? ¿Dónde queda la opción por los pobres, -por los
“más pobres”, que decía sin inmutarse el presidente Christiani? Las catástrofes
muestran lo que todo el mundo sabe. La opción de los que configuran el país va
en la otra dirección: es, en directo, la opción por los que tienen dinero y por
lo que da dinero. Optar por los pobres puede responder a algún vago sentimiento
ético o a una estrategia para que la situación siga favoreciendo a los ricos.
Pero no hay opción, al configurar el país, no se piensa en los pobres antes
que en los ricos.
Esto es de siempre y tiene
raíces estructurales. Ahora, sin embargo, con las catástrofes afloran otros
males coyunturales, que son también recurrentes. Ciertamente no es fácil dar a
conocer la verdad de todo lo ocurrido, pero los miembros del gobierno no
parecen estar preparados para informar. Es una expresión de
irresponsabilidad gubernamental. Y mucho menos se quiere dar a conocer la
verdad de las causas de lo ocurrido, pues entonces saldrían a relucir
responsables y culpables.
Lo fácil es disimular, eximir
de responsabilidades, exagerar lo que se ha hecho para paliar la catástrofe,
prometer transparencia, o simplemente callar, no decir la verdad. Todo ello
para que autoridades, políticos y adinerados queden bien. Es el encubrimiento
de la realidad, práctica tan usada por el presidente Bush, hasta que los
féretros aparecen en televisión y la realidad se hace inocultable. Entre
nosotros no debiera extrañar la desvergüenza de no decir verdad. Todavía, 25
años después, los gobiernos no dicen la verdad sobre el asesinato de Monseñor
Romero, aunque la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas ya emitió su juicio
hace doce años. Y por otra parte se alaba públicamente y sin escrúpulos a
responsables de escuadrones de la muerte.
También aparece la inmoralidad
de la propaganda partidista. El partido en el poder capitaliza la tragedia
en su favor. En televisión se ofrecen en cadena -privada- microprogramas del
partido Arena, de cinco a diez minutos, en los que aparecen sus candidatos a
alcaldes y a diputados repartiendo ropa, camisetas…
Aparece la prepotencia de
algunos grandes del capital, fotografiados en los periódicos, entregando
cheques para los damnificados. Ignoran lo que decía Jesús: “que tu mano derecha
no sepa lo que hace la izquierda”.
Y aparece la deshumaniziación
de la industria de los medios. Algunos de ellos se disputan la “primicia”
de la noticia, la foto del cadáver de una niñita rescatada. El éxito
profesional, el ranking, interesa más que comunicar el dolor de la gente y sus
sentimientos.
Sin embargo, aun con mucho en
su contra, la verdad se ha vuelto a abrir paso: en los clamores de la gente que
sufre, en personas sensatas que se preguntan con incredulidad cómo es posible
tener un país así. A la entrada de la YSUCA, recogiendo y organizando ayuda de
emergencia, un sacerdote de Sonsonate, lo dijo muy bien. “En el día a día pasa
desapercibida, pero ésta es la verdad del país: la pobreza”.
3. “El corazón de carne”.
Solidaridad. En medio de la tragedia siempre aparece la
fuerza de la vida, de la esperanza, del amor. Y en estas ocasiones toma la
forma de solidaridad.
Muchos colaboran para aliviar el sufrimiento -la respuesta a
las llamadas de la YSUCA, y de otros, es realmente impresionante. Llega gente
con quintales de maíz, frijoles -a veces lo cargan mujeres sencillas sobre la
cabeza-, azúcar, maseca, botes de leche, cientos de fardos de ropa, docenas de
colchonetas, frazadas, medicina… Son gente sencilla, normal, que inmediatamente
se ponen a ayudar para hacer llegar la ayuda. También se acercan algunas
personas de más medios con donativos importantes. A veces empleados de empresas
conocidas que, entre ellos, han recogido la ayuda. Hasta un equipo pesado
ofreció un constructor para remover escombros. Y llegan médicos, enfermeras,
religiosas… Es la ayuda y el servicio que brota como lo obvio, como lo que nos
mantiene con un mínimo de humanidad.
Muchos albergues son atendidos
por las iglesias. La ayuda gubernamental, cuando llega, llega tarde y limitada,
y a veces hasta es rechazada por la gente. Muchas parroquias y comunidades,
católicas y protestantes, comunidades, religiosas, agentes de pastoral,
pastores… se desviven estos días. Y lo hacen con sencillez y con gran
creatividad, como lo que les permite ser cristianos y cristianas porque son
humanos y humanas. Y lo hacen sin esperar ni depender mucho de orientaciones de
arriba.
También hay ofertas de ayuda
de afuera. Según una tradición secular, algunas llegarán con eficacia e
integridad, fruto del dolor y del cariño. Son “los solidarios de siempre”,
personas e instituciones, que también en tiempos de normalidad ayudan a la
promoción de las comunidades, a las instituciones que velan por los derechos de
los pobres, y a las que analizan y dicen su verdad. Estos solidarios, por
cierto, también vienen al país cuando el pueblo celebra a Monseñor Romero y a
sus mártires. Es la solidaridad “salvadoreñizada”.
Otras ayudas llegarán con
mayor burocracia, con mayor interés político y con mayores sospechas de no
llegar a su destino como Dios manda. Bienvenidas sean, al menos para
emergencias. Pero añadamos un deseo: que no olviden que, si no ayudan a cambiar
nuestras estructuras injustas, peor aún, si las solidifican y se aprovechan de
ellas para hacer ellos un buen negocio, ayudar en las catástrofes es rutina que
no humaniza. Y puede ser escarnio. Es como mantener moribundo al pobre Lázaro
junto al ricachón, cada vez más vivo y opulento.
4. “Santidad primordial”.
Lo heroico de vivir. Hagamos ahora
unas reflexiones más allá de lo visible y constatable. Son audaces.
Aceptarlas o no, dependerá de la sensibilidad y de la fe de cada quien, fe
religiosa o humana, con que se mira la realidad. Y ante las víctimas sólo
podemos hacerlas con el máximo respeto.
En los lugares afectados por
las catástrofes las escenas son desgarradoras. Como en el siervo sufriente de
Jahvé, no hay en ellas belleza alguna. Al ver a las víctimas clamando,
defendiendo a sus hijos pequeños, llorando sobre sus cadáveres, agarradas a un
silla -lo único que les ha quedado- para que no se la lleve el agua, rezando
también, protestando por lo que el gobierno hace y no hace, vienen a la mente
muchas otras catástrofes. Entre nosotros, terremotos, represión y miseria
cotidiana; en otros lugares, Níger, Sudáfrica, los Grandes Lagos, madres y
niños famélicos, con SIDA, caminando en grandísimas caravanas cientos de
kilómetros sin prácticamente nada. Pero puede ocurrir -y ocurre- el gran
milagro: las víctimas quieren vivir, ayudarse mutuamente para vivir. Y entonces
en medio de la catástrofe aparece dignidad, amor, esperanza, hasta organización
popular, religiosa y civil -de mujeres sobre todo- para decir su palabra y
mantener su dignidad. En El Salvador es bien conocida la decisión de las
víctimas a rehacer sus vidas después de las catástrofes.
No creo que hay palabras
adecuadas para describirlo, pero quizás sirvan éstas. “A este anhelo de
sobrevivir en medio de grandes sufrimientos, los trabajos para lograrlo con
creatividad, resistencia y fortaleza sin límites, desafiando inmensos
obstáculos, lo hemos llamado la santidad primordial. Comparada con la oficial,
de esa santidad no se dice todavía lo que en ella hay de libertad o necesidad,
de virtud u obligación, de gracia o mérito. No tiene por qué ir acompañada de virtudes
heroicas, pero expresa una vida toda ella heroica. Esa santidad
primordial invita a dar y recibir unos a otros y unos de otros, y al gozo de
ser humanos unos con otros”.
5. “¿Dónde está Dios?”. En la cruz. Ese misterio de
esperanza y dignidad en medio de las catástrofes nos lleva al misterio de Dios.
Empecemos recordando, por si algún lector así lo piensa, que Dios no envía
catástrofes para castigar a los seres humanos, como lo gritan unos. Tampoco
están predichas en la Biblia, como predican otros. La predicción más segura es
la de Mateo 25: “la salvación y la condenación dependen de servir o no al
pobre”.
Sí abunda un sentimiento
religioso de que “ante las cosas de Dios no podemos hacer mucho”. Es la fe
respetuosa. Pero no impide preguntarle y cuestionarle, como Job, como Jesús en
la cruz, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué nos has desamparado?”. Es la teodicea de
que hablan los teólogos.
Sea cual fuera la respuesta o el silencio de Dios que
escuchamos, bueno es recordar en estas situaciones lo que Rutilio Grande decía
a los campesinos de Aguilares: “Dios no está en una hamaca en el cielo”. En
nuestros días está en medio del sufrimiento y de las víctimas. No para
bendecirlo y justificarlo, sino para decir que él no quiere quedarse
placenteramente en el cielo cuando sus hijos e hijas, los más queridos suyos,
los pobres, sufren en esta tierra.
Esto es lenguaje simbólico.
Con él se quiere decir que Dios ama en verdad a las víctimas de este mundo. Se
podrá o no creer en ese Dios, se podrá preguntarle “¿por qué?”, sobre todo los
que se han quedado sin nada, sin su casita, sus hijos, sus papás. Se podrá
dudar de su omnipotencia, pero no se le podrá acusar de indiferencia. Un gran
teólogo alemán decía en medio de los horrores de la segunda guerra mundial:
“sólo un Dios así, sufriente con
nosotros, puede salvarnos”.
6. “Bajar de la cruz a los crucificados”. El mandamiento de
Dios. Lo que acabamos de decir no
es la última palabra de Dios en estos días. Su última palabra -y para quien no
sea creyente, la última palabra de la conciencia- es una exigencia, que -si se
nos perdona la audacia- pudiera ser ésta:
“Salven a este mundo. No hay
nada más urgente ni más importante. No piensen que se olvidan de mí por acoger
damnificados, recoger y enterrar cadáveres, consolar a sus familiares. Están
más cerca que nunca… Estudien, investiguen y busquen, por amor a mi nombre,
soluciones de verdad para prevenir y
paliar catástrofes… Terminen con la corrupción y la mentira, gobiernen con
justicia y honradez, sin escapatorias… Y no se llenen la boca gritando democracia,
globalización. Y aprendan de mi enviado Jeremías. Zahirió a los que
obraban mal y se excusaban gritando “templo de Jerusalén, templo de Jerusalén”.
Les digo a ustedes, lo que Jeremías les dijo a ellos: ‘Lo que Jahvé quiere es
que mejoren su conducta y obras, que hagan justicia, que no opriman al forastero,
al huérfano y a la viuda’. Hoy les digo: ‘¡bajen de la cruz a los
crucificados!’”.
7. ¿Y los aniversarios de los mártires? Estas
reflexiones iban a ser sobre los mártires de la UCA del 16 de noviembre y sobre
las cuatro religiosas norteamericanas del 2 de diciembre. En aquel entonces las
víctimas morían violentamente a manos de victimarios. Las de estos días han
muerto, o siguen sufriendo, en buena parte, por la desidia, la corrupción, la
ambición egoísta, que lentamente erosiona nuestro país. Y sobre ellas hemos
hablado.
Pero no olvidemos que hace
años hubo mártires porque había víctimas, y aquéllos las defendieron hasta el
final, dando su vida. Estos días no hay mejor forma de recordarles que
socorriendo y consolando a las víctimas de la naturaleza, defendiéndolas de
estructuras ineptas e injustas, y de todo egoísmo. Fomentando justicia y vida,
y sobre todo esperanza.
Jon Sobrino
San Salvador, 9 de octubre
Breves historias en torno al desastre
1. “La vulnerabilidad está
por todos lados en El Salvador”. “Alberto”,
socorrista de Comandos de Salvamento, ha participado auxiliando personas y familias durante el Mitch, los
terremotos del 2001 y en los últimos acontecimientos de octubre. Servir al
necesitado es para él una vocación. Desde muy joven se involucró en el servicio
a la comunidad. Esta vez lo encontramos en uno de los albergues de San Isidro,
en el departamento de Sonsonate.
Nos cuenta que ellos (los
comandos) se hicieron presentes en el
momento preciso de la emergencia, atendiendo a la población afectada por la
erupción del volcán de Santa Ana. Su mayor interés lo centraron en las familias
que habían quedado aisladas porque los accesos a algunas comunidades quedaron
bloqueados. Nuestra mayor angustia, relata, era saber que el lodo caliente que
bajaba del volcán y los derrumbes causados por la lluvia, podrían convertirse en una amenaza mortal
para esas familias. Nuestra mayor victoria,
añade fue colaborar en el rescate de varias personas que pudieron haber
quedado sepultadas.
Preguntamos a “Alberto” cuyo
oficio es la atención de emergencias: cómo valoraba este tipo de tragedias, si
eran naturales o sociales. Nos respondió que los desastres o tragedias no son
naturales, pueden ser de origen natural, que es diferente a que sean naturales,
enfatizó. Nos cuenta que los daños de un
fenómeno natural varían no sólo por la magnitud de éstos, sino, sobre
todo, por los niveles y tipos de vulnerabilidad que hayan en una sociedad. Esto
es lo que hemos aprendido en los talleres de capacitación, sostiene. Y en la
experiencia, añade, hemos visto que en El Salvador la vulnerabilidad está por
todos lados: en la ubicación y características de muchas viviendas, en el
deterioro del medio ambiente, en la escasez de recursos para prevenir y
mitigar, en la falta de organización social e institucional para enfrentar los
desastres. Todo eso, expresa, no es natural, sino social y político. Como tampoco es natural que cada vez que
ocurre un desastre, los principales afectados sean los más pobres, porque son
ellos los que viven en los lugares de mayor riesgo, los que no pueden dejar sus
escasos bienes porque es lo único que tienen, los que viven en un estado
permanente de vulnerabilidad.
2. “Quedaron bajo el lodo
que los ahogó”. Así se expresó, entre
llantos, Ana Ramos, tía de Carmen Elena Ramos, de 22 años, quien murió junto a
sus tres hijos y esposo, al ser soterrada su precaria vivienda ubicada en San
Marcos. Una comunidad vecina se encargó de comprar los modestos ataúdes y de
velar los cuerpos de los cinco miembros de la familia. Una de las calles se
convirtió en funeraria y protegidos por varios toldos comenzaron a reunirse
amigos, familiares, vecinos, curiosos y los que simplemente queríamos
solidarizarnos en el dolor.
Llegaron al lugar las rezadoras y los hermanos evangélicos.
Comenzaron los rezos y las letanías: “Santa María Madre de Dios... Padre
Nuestro... San Antonio, rogad por ellos, Santa Marta, rogad...”. Luego
siguieron las habituales sentencias de la ocasión: “Hermanos, nada podemos
hacer ante la voluntad de Dios”; “El Señor ha querido llevarse a nuestros
hermanos”; “Lo que está sucediendo ya está escrito en la sagrada palabra”;
“Pidamos resignación por este golpe de la naturaleza”. Sin embargo, ni los
rezos ni las prédicas lograban disminuir el dolor de la tragedia, el dolor de
la familia, la conmoción de los acompañantes. Era un muerte prematura e
injusta. Era una pareja joven y la edad de sus hijos oscilaba entre los 6 meses
y los cinco años. Yo hubiese querido gritar que a ellos no los mató el
derrumbe, sino la pobreza, que esas muertes no eran voluntad de Dios ni de la
naturaleza, sino producto de la mala voluntad de quienes han conformado e
institucionalizado una sociedad inequitativa. Que esa familia, como muchas
otras, era víctima de la perversidad de un
sistema que no tiene nada de humano. Pero, preferí guardar silencio
porque consideré que no era el momento para “discursos” o análisis, sino
simplemente para acompañar en el sufrimiento. Viene ahora el momento de retomar
el compromiso de ir hasta las raíces de tanto sufrimiento infligido.
3. Don Santos Rivera e
hijo: la solidaridad radical. Durante
más de dos semanas en YSUCA recibimos ayudas para los damnificados y
damnificados que pedían ayuda. En este ir y venir apareció una mañana un hombre
con todas las características del recio campesino. De unos 65 ó 70 años de
edad. Eran las 6:30 de la mañana y él estaba esperándome en los corredores de
la capilla de la UCA desde las 6 de la mañana. Al verlo lo saludé y de
inmediato pensé que venía a pedir víveres. Me dijo: “disculpe es usted el
director de la radio”. Le respondí: Así es, qué desea. Mi mente estaba
preparada para hacer las preguntas de rutina a las personas que llegan a pedir
algún tipo de ayuda. Pero esa actitud quedó diluida en pocos segundos, cuando
el anciano campesino me explicó el motivo de su visita: “Vengo a dejar una
ayuda para los damnificados”. Desde mis pobres esquemas mentales esperaba ver
alguna bolsa o costal con frijoles o maíz. ¿Dónde está la ayuda? Le pregunté. Es
dinero, me respondió. En seguida me contó que ese “pisto” venía de Estados
Unidos. Uno de sus hijos que hace un año partió hacia ese país, mandó cien
dólares con el encargo de llevarlos a YSUCA para que ésta los convierta en
comida o medicina para los damnificados.
Me contó que venía de Copapayo, cerca de Suchitoto, había salido a las 4
de la mañana con destino a la UCA sin haber estado nunca en ella. Me relató
parte de su vida personal y familiar:
desde hace más de 10 años escucha la radio; en tiempos de la guerra perdió tres hijos: uno en combate y dos
pequeños que murieron de desnutrición; en plena guerra y en plena navidad cayó
una bomba lanzada por el ejército en el corredor de su casa. Por puro milagro
agrega, estamos vivos.
Oyéndolo, se me vino a la
memoria aquella historia que cuenta Jesús sobre la ofrenda de la viuda pobre:
“Jesús estaba viendo a los ricos echar dinero en los cofres de las ofrendas, y
vio también a una viuda pobre que echaba dos moneditas de cobre. Entonces dijo:
De veras les digo que esta viuda pobre ha dado más que todos; pues todos dan
ofrendas de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que
tenía para vivir” (Lc 21,1-4). Un comentario exegético de este texto, sostiene
que las dos moneditas de cobre (dos leptas) equivalían a un cuadrante. Y por un
cuadrante en el mejor de los casos, podría uno comprar, en la Roma de esa
época, un vaso de vino en un mala taberna. Fuera de Roma, en Judea, por
ejemplo, no tenía ningún valor un cuadrante. Desde la ofrenda de la viuda
pobre, Jesús desenmascara la falsa
generosidad de los ricos de su tiempo y valora la radical generosidad de una
persona, para quien llevar la vida le resultaba un gran peso por ser mujer,
viuda y pobre.
En estos días, a raíz de la
catástrofe, algunos ricos han aparecido en los principales periódicos del país
haciendo donativos para los damnificados. Sendos titulares y sendas páginas:
“La empresa Siman dona 25 mil dólares”; “Los Poma donaron más de 20 mil
dólares”. Aparentemente han dado en cantidad, pero no nos cabe la menor duda
que Don Santos y su hijo han dado muchísimo más, sin que su mano izquierda sepa lo que hace su derecha, que estos millonarios que, dicho sea de
paso, son en buena medida responsables de las catástrofes ambientales y sociales.
Carlos Ayala Ramírez
Huracán Stan y Volcán Ilamatepec:
catástrofes socio naturales
Desde México hasta Nicaragua
Por todos es bien sabido de las devastadoras consecuencias
que provocó el que iniciara como una tormenta tropical y luego se constituyera
en el Huracán Stán. Los daños más sensibles, provocados en la pérdida de vidas
humanas, han sido en un pueblito de Guatemala llamado Panabaj. Después de
varias semanas las cifras seguían siendo inciertas, sobrepasando las 1,500
víctimas.- En El Salvador los muertos llegaron a más de 70, y el total de
personas albergadas superaron las 70 mil. Las principales pérdidas económicas
han radicado en la vivienda y en las cosechas de la gente de la zona rural;
producto de las lluvias y de la erupción del volcán de Santa Ana, en los
primeros días del mes de octubre.
Muchas fueron las imágenes que
nos confirmaron el rostro de estas desdichas, reflejado en mujeres, ancianos y
especialmente niños. De acuerdo a algunos datos, la mayor parte de las personas
fallecidas han sido niñas y niños, siendo San Salvador, el departamento con
mayor número de personas afectadas y fallecidas. Los daños en la
infraestructura han sido de mucha consideración, pero más aún, el maíz, frijol
y maicillo de muchos campesinos que veían en sus cosechas, la posibilidad de
asegurar el alimento para los próximos seis meses. Todo esto confirma que el
hambre y la pobreza seguirán golpeando a nuestra gente en los meses siguientes.
Lo que han develado estas tragedias
En San Salvador ya no es sorpresa para nadie escuchar que el
Barrio Modelo, o que las zona próxima a la colonia La Palma se inundaran. Los
lugares y la gente afectada siempre han sido los mismos. Las lluvias provocadas
por Stán golpearon los barrios marginales que rodean al gran San Salvador,
dejando a primera vista la vulnerabilidad social y ambiental en la que se
encuentra expuesta la población. Pero no sólo eso, por otra parte, queda al
descubierto que después de varios desastres provocados por la naturaleza, como
resultado de la inadecuada relación que existe entre el ser humano y ésta, aún
seguimos sin aprender la lección.
Pese a que desde hace algunos
años atrás, en los círculos académicos, en el ambiente de las organizaciones de
la sociedad civil y en el mismo gobierno se habla de gestión de riesgos. Aunque
no parece que exista una cultura de prevención de desastres, que pasa no sólo
por la emisión de amañadas leyes, tal como la que se aprobó en el mes de agosto/2005
(Decreto No. 777: Ley de Prevención y Mitigación de Desastres), que lo único
que pretende es regular la acción de las organizaciones y sujetarlas al control
del gobierno. Sin duda, una adecuada gestión del riesgo pasa, necesariamente,
por un ejercicio de voluntad política y cambios en el modelo económico y
social, en donde lo que se haga, tenga como criterio de aprobación. Esto supone
el tanto cuánto beneficiará o afectará a las grandes mayorías, tal como sucede
con los grandes proyectos viales o habitacionales que rompen con el equilibrio
ecológico, provocando debacles al momento en que la naturaleza se manifiesta en
su forma natural.
Las ayudas que no ayudan
Algo que también nos ha dejado de manifiesto este tipo de
fenómenos es la poca capacidad de respuesta por parte del gobierno. En la
medida en que arreciaron las lluvias, el número de albergues y personas
albergadas creció estrepitosamente, pasando de 20 mil a 40 y luego a más de 70
mil, que fue el punto más alto. El gobierno y el Sistema de Emergencia se
vieron desbordados, haciendo de su respuesta, algo poco efectivo. La
instalación de albergues, el aprovisionamiento los mismos con frazadas,
colchonetas y comida para la gente, no fue algo que tuvieron asegurado aquellos
que abandonaron sus casitas o aquellas que lo habían perdido todo. Ante este
desastre se denota la incapacidad de un sistema de emergencia para dar
respuestas oportunas.
La ayuda internacional se dejó
sentir desde sus inicios, así la respuesta del gobierno tendió a mejorar un poco. Sin embargo, hay lugares
y personas a los que el gobierno nunca llegó y que tampoco se enteró de las
vicisitudes que pasaron muchas familias en algunos cantones remotos del país.
Gracias al apoyo de la cooperación internacional y la oportuna intervención de
muchas organizaciones, se habilitaron albergues en los que se procuró una
respuesta digna y oportuna para las personas afectadas por ambos desastres.
Ante estas respuestas pertinentes se comprueba que el gobierno requiere de
aliados estratégicos que le permitan llegar adonde su brazo burocrático no
alcanza.
Pero también, en medio de esta
multitud de organizaciones y en la intervención del gobierno, que impulsados
por su “sentido humano” tratan de ayudar, solo brindando alimentos y cobija sin
hacer crecer la dignidad. Por eso, se llega a considerar a las víctimas de los
desastres como receptores pasivos de ayuda y no como co gestores en la
construcción de un mejor destino. Es decir, este tipo de intervenciones no
genera oportunidades ni despierta en la población las capacidades y habilidades
que le han caracterizado antes de padecer una catástrofe. Con este tipo de
procedimiento no se hace más que incapacitar a las víctimas, quitándoles la
oportunidad de constituirse en los gestores de su propio desarrollo, en los
constructores de respuestas a la emergencia con una visión de desarrollo.
Qué hay más allá de la emergencia
Afortunadamente, después de algunas semanas de intensas
lluvias, la calma ha regresado y los albergues poco a poco han ido
desapareciendo. La vuelta a las comunidades ha ido siendo posible y con ello el
comienzo de un nuevo momento: la reconstrucción.
Son muchas las familias que
han perdido sus casas, bienes y cosechas. El gobierno ha anunciado el inicio de
un Plan, para el cual requiere de 229 millones de dólares.- En un país como El
Salvador, donde todo se cocina al calor de los colores políticos, estas cosas
generan interés y preocupación.- Ya durante la emergencia, un buen grupo de
organizaciones de la sociedad civil se han ido constituyendo en contralores de
la intervención del gobierno, y nos han advertido de la politización y manejo
inadecuado que ha existido en la entrega de las ayudas. No es de extrañarse,
entonces, que esos mismos temores estén presentes, especialmente, cuando estamos
a escasos meses para elecciones de alcaldes y diputados. Los peligros de la
politización de la ayuda, no escapan a ninguno de los gobiernos locales y
nacional. Jugar y aprovechar la necesidad de las víctimas es una tentación en
la que fácilmente se puede caer.
Hasta ahora se habla de
reconstruir carreteras, viviendas, de reactivar líneas de crédito y el sector
productivo del país. Sin duda alguna que todo ello está bien. Pero en ningún
plan no se anuncia la reconstrucción del tejido social, y la preparación del
país y de estructuras a nivel municipal para responder de forma oportuna a
nuevas eventualidades que puedan provocarse por las consecuencias que genera
esa relación depredadora que han hecho las personas con respecto a su medio.
Las tempestades y desastres naturales siempre seguirán estando presentes!
Qué hay de Dios en estos desastres
Es en ese contexto de ruina y muerte, que hemos escuchado
como algunos predicadores aprovechando estas coyunturas devastadoras, han hecho
proselitismo religioso, acrecentando sus adeptos sobre la base de prédicas que
tienen como fundamento un mensaje apocalíptico y destructor, que invita al
arrepentimiento. No me cabe duda, que esa invitación, fundada en el temor y no
en el amor a Dios, presente en el prójimo (imagen y semejanza de Dios) están
alejadas de lo que encontramos en la Bibilia sobre la experiencia de Dios. Es
lo que se constata en la experiencia que vivió Elías, cuando en monte Horeb,
pasó el huracán y vio que allí no
estaba Dios. Luego vino un terremoto, y constató que allí no estaba Dios. Hubo
fuego en la montaña, y tampoco Dios estaba allí. Finalmente se levantó una
suave brisa, y allí sí estaba Dios (1ra. de Reyes 19, 9.11-13b).- De ahí
entonces, que lo que encontramos en estos eventos socionaturales, es una
oportunidad para seguir redimiendo al mundo y hacer de la creación el espacio
en el cual todas y todos tengamos lo que
necesitamos para realizarnos como personas, hijos e hijas de un solo Dios, y
así poder llegar a decir un día: “Todo es tuyo, dame tu Amor y tu gracia, que
esto me basta”.
Miguel Alonzo Macías
En los 60 años de Naciones Unidas:
¿un fracaso de la ONU?
“Querida ONU”.
Si no queremos desanimarnos tenemos que ver la ONU como dos
historias paralelas, la de una institución internacional nacida para unir y la
historia real de unas naciones en continuo proceso de confrontación. Al
contemplar los 60 años de la ONU podemos decir que al interior de esta
institución ha habido hombres que, con gran tenacidad, han sembrado la semilla
de la unión a lo largo de un siglo XX teñido de dolor y de sangre.
Las Naciones Unidas nacen en
unos de los momentos de mayor confrontación entre las naciones. En 1945
manteníamos fresco el recuerdo de la más cruel de las guerras en pérdidas
humanas y en daños físicos y morales. Acabamos de conmemorar el sexagésimo
aniversario del campo de concentración de Auschwitz y de las bombas
Hiroshima-Nagasaki. En la conferencia de paz de Yalta, 1945, se estaban firmando
los estatutos de ‘la guerra fría’ y de la “teoría de la coexistencia pacífica”
(“si vis pacem para bellum: si quieres la paz prepara la guerra”) El siglo XX
comienza a rasgarse entre Este y Oeste y enseguida entre Norte y Sur, entre
centro y periferia.
Sesenta años después no
estamos mucho mejor. En la Declaración del Milenio firmada en la Asamblea
General de Naciones Unidas, septiembre 2000, los 191 delegados de otros tantos
países miembros pactan trabajar en dos grandes vertientes encomendadas a la
ONU, la paz mundial y la justicia económica. Precedida por el listado de
principios y valores hay un cierto orden de prioridades. En primer lugar “la
paz, la seguridad y el desarme” (Ns. 8-10); “el Desarrollo y la erradicación de
la pobreza” (Ns. 11-20); “la protección de nuestro entorno común” (Ns. 21-23);
“los derechos humanos” (Ns. 24-24); Protección de las “personas vulnerables”
(N. 26); Atención a las ‘necesidades especiales de África’ (Ns. 27-28) y
fortalecimiento de Naciones Unidas (Ns.
29-32). Extractamos algunos de los grandes problemas.
Kofí Annan, Secretario
General, dijo en su discurso: “La globalización es muy beneficiosa para algunos
y es potencialmente beneficiosa para todos, pero sólo si los Estados trabajan
conjuntamente para que estos beneficios lleguen a todo su pueblo”. En
contraste, miles de millones quedarán abandonados a la pobreza y otros países
emergentes están a la merced de súbitos cambios económicos. “Afrontamos
desafíos mundiales que nos obligan a
trabajar juntos y si esto es cierto en la esfera económica, lo es aún
más ante el desafío que representan las matanzas y las guerras. El instinto de
solidaridad humana, que impulsa a algunos Estados a acudir en ayuda de los
ciudadanos de otros Estados o a presentar cargos contra sus antiguos
dictadores, es digno de alabanza. Pero cuando estas acciones las aplican uno o
pocos Estados en nombre de su propia autoridad, traen consigo el riesgo de la
anarquía mundial”. Clara alusión a la ‘guerra humanitaria’ que Estados Unidos y
la OTAN libran en Serbia-Kosovo, 1998, sin autorización del Consejo de
Seguridad de la ONU. Historia que se ha vuelto a repetir en la invasión de
Afganistán e Irak.
Las Naciones Unidas nacen
cuando se inicia la “carrera armamentística” entre los dos bloques, ideológicamente
irreconciliables, Este – Oeste. Para asegurar la paz se crea el Consejo de
Seguridad integrado por los cinco Estados que habían desarrollado la bomba
atómica: Estados Unidos, Inglaterra y Francia versus URSS y China”. Las ojivas
nucleares eran armas disuasivas, de manera que ninguno de ambos bloques se
extralimitara en sus prácticas militares. Se detuvieron las guerras atómicas,
pero se multiplicaron las guerras civiles, las matanzas étnicas y otras guerras
de mal recuerdo como el ‘sindrome Vietnam’, o las invasiones estilo Nicaragua,
Panamá o Grenada. Históricamente, los cinco miembros permanentes del Consejo de
Seguridad han sido los cinco mayores exportadores de armas de destrucción
masiva, al mismo tiempo que –unos y otros- atizaban guerras civiles en todos
los rincones del mundo. El tema de la recomposición del Consejo de Seguridad se
presentó pero no se discutió en la cumbre del Milenio 2000; se envió a la
papelera de reciclaje en la cumbre de 2003 y ha quedado de nuevo en la vía
muerta en la presente reunión del 14-16 de septiembre 2005. Desde el pasado año
se habían preparado, al menos, dos alternativas para la reestructuración de
este Consejo, pero es un tema donde se presentan serios enfrentamientos
intercontinentales de poder y no de moral internacional. ¿Por qué el Consejo de
Seguridad no intervino para detener las matanzas de Serbia-Herzegovina,
Ruanda-Burundi, Sierra Leona, Sudán, Liberia, Angola, Timor Oriental...?
Otro punto delicado es la
firma de constitución de la Corte Penal Internacional (CPI) realizada en Roma
1998. Kofi Annan en la cumbre del Milenio y el Papa Juan Pablo II° en su
mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, 1999, solicitan a todos los Estados “ratificar” los estatutos
de la CPI. Esta institución juzgará todos los crímenes de guerra, crímenes
contra la paz, crímenes de lesa humanidad y genocidios que se hayan cometido a partir del 1° de julio 2002. La
Corte Penal Internacional ha sido ratificada por 94 de los 191 países miembros
de la ONU; sólo cinco de los quince actuales miembros del Consejo de Seguridad
han ratificado los estatutos de la CPI, y tres de los cinco miembros
permanentes del Consejo tampoco los han ratificado: Estados Unidos, Rusia y
China. “Bush considera que la Corte Penal puede ser una herramienta de
persecución política contra soldados y civiles estadounidenses en servicio
internacional. Costa Rica ha ratificado los estatutos de la CPI, mientras que
el actual Gobierno de El Salvador ha firmado el llamado artículo 98, en virtud
del cual ni el Gobierno de Estados Unidos ni el Gobierno de El Salvador
entregarán a la Corte Penal Internacional a ningún ciudadano salvadoreño o
norteamericano que pudieran ser juzgados por alguno de aquellos delitos. La
Asamblea Legislativa ratificó este acuerdo en mayo 2004.
Las amenazas “duras” y las amenazas “blandas”.
Una forma de integrar la serie de problemas que se han
acumulado en la presente reunión de la ONU es recurrir a la terminología usada
por Kofi Annan en su discurso de apertura de la cumbre 2003, donde declara ser
ilegal y contra el Estatuto de Naciones Unidas (Art. 51) la invasión de Irak
por las potencias ocupantes. “Tenemos que enfrentar nuevas amenazas o tal vez
antiguas amenazas combinadas en forma extraña y peligrosa: las nuevas formas de
terrorismo, la proliferación de armas de destrucción masiva. Pero, mientras que
para algunos es evidente que estas amenazas son el desafío mayor a la paz
mundial y a la seguridad, otros se sienten directamente más amenazados por
pequeñas armas en sus conflictos civiles, o por lo que denominan “amenazas
blandas” como la persistencia de la extrema pobreza, la disparidad de ingresos
dentro y entre las sociedades, la difusión de las enfermedades infecciosas, el
cambio climático y el deterioro ambiental. En realidad no podemos escoger. Las
Naciones Unidas tienen que enfrentar todos los
desafíos, los nuevos y los antiguos, las amenazas duras y las amenazas
blandas”.
Desde la cumbre de Naciones
Unidas, septiembre 2001, pasando por la asamblea general 2003 hasta la presente
reunión del presente mes de septiembre G. W. Bush “urge a la ONU a sumarse a la
batalla contra el terrorismo. Toda una generación tiene hoy el deber de acabar
para siempre con una amenaza planetaria. Quien no se sume a esta lucha pagará
sus consecuencias. Ha llegado el momento de la acción”. En el anterior número
de Carta a las Iglesias (“Los 45 cofrades de La Casa Blanca”,1-30 septiembre)
mostramos con suficientes pruebas históricas que la Administración Bush tenía
planeada la invasión de Irak, desde enero 2001, ocho meses antes del 11
septiembre. Decíamos dos cosas: que la guerra de Irak ha sido una guerra
fundamentada en la mentira sobre Saddam Hussein (que fue un cruel dictador) y
en la calumnia contra la ‘vieja Europa’ (Alemania-Francia); que los gobiernos
de Estados Unidos e Inglaterra son los primeros terroristas, al por mayor, del
siglo XXI y, que por desgracia nos han heredado un mundo más peligroso por
cuanto Irak se ha convertido en semillero de un cruel terrorismo.
¿Cuál ha sido el resultado?.
Rigoberta Menchú Premio Nöbel de la Paz, dijo en el foro social de Porto 2002:
“Después de los atentados (11 septiembre) los temas sociales han sido
totalmente dejados de lado, como si el dolor norteamericano hubiera opacado el
dolor de todos los pueblos que sufren”. El documento del foro social se inicia
con estas frases: “El 11 de septiembre ha producido un cambio radical. Luego de
los actos terroristas que nosotros condenamos, como condenamos todos los
ataques contra civiles en cualquier parte del mundo, el gobierno de los Estados
Unidos y sus aliados han lanzado una operación militar masiva en nombre de la
guerra contra el terrorismo. La guerra terrorista contra Afganistán tiende a
extenderse sobre otros frentes. Es el comienzo de una guerra planetaria
permanente para consolidar la dominación del gobierno norteamericano y sus
aliados. La guerra revela otra cara del neoliberalismo, brutal e inaceptable”.
Lo que se critica es “el
comportamiento unilateral” del gobierno de Estados Unidos. En la cumbre del
Milenio 2000 se pidió a todos los Estados que ratificaran el protocolo de
Kyoto, 1997, comprometiéndose a reducir en determinado porcentaje la emisión de
gases de efecto invernadero. La Administración Bush se ha negado a firmar este
protocolo en las cumbres de la ONU, en la reunión del G-7 en Génova, 2000, en
la cumbre de la tierra de Johannesburgo 2002, siendo Estados Unidos el
responsable del 25% de la contaminación mundial.
Otro de los desafíos que
tampoco ha recibido suficiente atención en la presente ONU son las relaciones
asimétricas del libre comercio internacional. Las más recientes cumbres de la
Organización Internacional del Comercio (OMC) han sido lugar de enfrentamiento
entre Estados Unidos y Europa contra los países pobres y emergentes del Sur.
Con una mano los Estados del G-8 han prometido aliviar la deuda de los países
más pobres y endeudados, pero con las relaciones asimétricas del libre comercio
esa deuda ha crecido en mayor proporción. Los organizadores de la cumbre habían
planteado todos estos temas en la agenda de marzo, pero dos semanas antes de
iniciarse la cumbre los diarios anunciaban: “Los líderes mundiales aprueban una
tímida reforma de la ONU”. “Luchar contra la pobreza requiere una reforma de la
ONU”. No es la ONU institución, sino algunas grandes potencias quienes son
responsables de este nuevo fracaso.
Ahora les preguntamos: ¿por qué nos han engañado?
P. Francisco Javier Ibisate
Mártires y santos de nuestro tiempo
Han pasado ya nueve años desde el asesinato de Monseñor
Munzihirwa en Bukavu, al este del Congo, el 29 de octubre de 1996, pero su
presencia sigue fortaleciendo la vida de la gente que le conoció, y sigue
inspirando la organización popular ante la conflictiva situación que se vive en
la región. Así nos lo comunicaban en el VIII aniversario: “Celebramos la
memoria de Mons. Munzihirwa, para no olvidar, para poder construir, sobre
nuevos cimientos, una sociedad justa y fraterna. Munzihirwa está entre nosotros
más presente que nunca”.
Desde los Comités de
Solidaridad con África Negra, también queremos celebrar la vida, resistencia y
esperanza del pueblo, de tantos colectivos organizados y, entre ellos, de
grupos específicos de mujeres que trabajan firmemente para hacer posible la Paz
(Amani), especialmente las mujeres de Bukavu.
El obispo Munzihirwa todavía
no es muy conocido. La presencia y participación de nuestro compañero congoleño
Jean Floribert, en la UCA de El Salvador, en el 25 aniversario de Monseñor
Romero, ante miles de gentes llegadas de muchos países, fue una ventana abierta
al mundo para dar a conocer su figura y la realidad de martirio en África.
Ambos obispos, uno salvadoreño y otro congoleño tienen mucho en común.
Fueron pastores. Desarrollaron
su actividad en situaciones muy conflictivas; se sintieron afectados en sus
entrañas por el sufrimiento de la gente, lo que les llevó a un ministerio de
denuncia. Desenmascararon las raíces del mal que padecían, dieron nombre dentro
del país a las víctimas y sus victimarios. Denunciaron a los de fuera del país,
a los responsables del imperio. Hicieron un llamamiento al cambio, tanto en las
políticas como en las leyes. Los dos llevaron cercanía, consuelo, dignidad,
esperanza. Buscaron la reconciliación. Los dos fueron humildes y generaron
credibilidad: no quisieron su seguridad porque sus gentes no la tenían.
Fueron profetas que
anunciaron que había caminos de paz, pero no se les escuchó. Sus homilías, sus
cartas, intervenciones en la radio, molestaban porque decían la verdad. En El
Salvador, en 12 años de guerra tal vez fueron matadas 80.000 personas. En la
República Democrática del Congo, en 5 años de guerra con sus consecuencias, han
sido más de 4 millones los muertos.
Fueron creyentes. La
experiencia de Dios en tales circunstancias generaron en ellos lucidez, ánimo,
firmeza, resistencia, esperanza. Y en Munzihirwa un sentido del humor
contagiante: aunque una no entendiera el swahili, reíamos a carcajadas.
Los dos pueblos saben quién les
mató aunque se haya querido encubrir en ambos casos. Las dos tumbas tienen
flores. La sangre martirial de los dos
comunica una fuerza especial para superar el miedo. Ninguno de los dos nos
ofrecen recetas, pero sí caminos, luces, impulso.
Su sangre y la de tantos
mártires sin nombre, de entonces y de ahora, sigue generando en nosotras,
contra todo imperialismo muchas veces encubierto, el talante y la energía capaz
de denunciar los “genocidios sociales” de aquí y de allí. Junto con otros
colectivos queremos desenmascarar la iniquidad de este imperio y de sus
oligarquías, para que la vida, la justicia y la paz, sean posibles.
Hogar de Cristo: la justicia pone su hogar en la fe
En el mes de octubre, Chile tiene otro santo más. El jesuita Alberto
Hurtado, muestra una manera radical de vivir el cristianismo. Nace el 1901 y tras un rápido cáncer muere
en 1952. En relativamente pocos años, llena una vida de cercanía con personas
que necesitaban la fortaleza de la fe, especialmente los pobres.
Una frase suya nos puede dar el talante de este nuevo santo.
“Ante cada problema, ante los grandes de la tierras, antes los problemas
políticos de nuestro tiempo, ante los pobres, ante sus dolores y miserias, ante
la defección de colaboradores, ante la escasez de operarios, ante la
insuficiencia de nuestras obras,: ¿qué haría Cristo si estuviera en mi
lugar?”. Tenemos la trayectoria de su
vida y su compromiso. Desde Jesús, su trabajo por la gente buscando, siempre
con una sonrisa, respuestas que dignifiquen.
Comienza su trabajo, una vez regresado de sus estudios, con los
jóvenes. Es nombrado asesor de la Acción Católica que le permite recorrer todo
Chile invitando a los jóvenes a conocer a Cristo y, sobre todo, a compartir su
ideal de vida y servicio. Tres años después, se ve obligado a renunciar, con
mucho dolor de su parte y de los jóvenes que lo seguían, a la asesoría de la
Acción Católica por desacuerdos con el asesor nacional. Ahí muestra su fuerza eclesial,
pues, el asesor era un Obispo auxiliar, amigo suyo desde que eran jóvenes.
En ese tiempo, regresando un día a su comunidad, un pordiosero
le sale al encuentro para pedirle una ayuda. Según parece, e. P. Hurtado tiene
una especie de visión y “descubre” en ese rostro pobre el rostro de Jesús. Crea el Hogar de Cristo que recoge a los que
duermen en la calle y no tienen dónde ir, tanto niños como gente adulta y
ancianos. Se vuelve lugar de acogida y de educación para los pobres. Pues,
quiere devolverles su dignidad de ciudadanos y de hijos de Dios. En Santiago se hizo famosa la camioneta
verde donde salía el Padre todas las noches a recoger a los niños y jóvenes
durmiendo en los portales de Santiago o bajo los puentes del río Mapocho que
recorre la ciudad.
También decía que “le injusticia causa enormemente más males que
los que puede reparar la caridad”, así
anima a los trabajadores para que luchen por su dignidad. Crea la Acción
Sindical Chilena (ASICH) , su deseo es lograr un orden social donde “la
fidelidad a Dios, si es verdadera, debe traducirse en justicia frente a los
hombres”.
El P. Hurtado mira con profundidad la realidad chilena a la que
quiere transmitirle la “buena noticia”. Quiere extender hasta el mundo de los
profesionales, intelectuales y jóvenes una visión que marque a fondo los
valores de la sociedad. Se trata de
evangelizar la cultura. Cuando la
enfermedad minaba su cuerpo, funda la revista Mensaje.
Quisiéramos terminar esta presentación del P. Hurtado, ese
hombre que volvió a recordar la enorme solidaridad de un Dios que ha echado su
suerte con los seres humanos, especialmente, los pobres con las palabra de una
poeta. Recordemos que la casa paterna y natural de la justicia es la fe. La
solidaridad es una de sus puertas principales junto con el cariño profundo
hacia los que sufren y quedan fuera de los grandes proyectos sociales.
“Con esta misma gracia del
pájaro él circulaba por Santiago en este menester duro para alma delicadísima.
Con gracia pedía, con gracia humana y con la otra. Ya ha parado ese callejón
por nuestra capital, ya no trajina más por sus chiquitos: pero otro habrá que
recoja su afán” (Gabriela Mistral, Premio Nobel de litaratura, 1945)
carisma de iglesia latinoamericana
Las Hermanitas del Evangelio,
una familia de vida religiosa que nació bajo la inspiración del P.
Foucauld, llegamos a El Salvador un 24
de Marzo de 1983 aunque fuimos llamadas por Mons. Oscar Arnulfo Romero desde
finales de 1979.
Elegimos Nuevo Cuscatlán, para
estar en el corazón de una población que vivía de las cortas de café. Y al
finalizar la guerra, pudimos abrir una segunda casa para la formación de
quienes empezaban a tocar a la puerta y deseaban conocernos más de cerca.
El P. Foucauld nació un l5 de
Septiembre de 1858, en Estrasburgo, Francia. Y un 1º. De Diciembre de 1916 caía
sobre la arena del Sahara, asesinado , en Tamanrasset, al Sur de Argelia,
después de una vida religiosa entregada al testimonio de la fe en Jesucristo y
al anuncio del Evangelio, vocación religiosa que según sus palabras tiene la
misma fecha de su conversión en 1886.
El Hno. Carlos , caminando por
las callecitas de Nazaret, había sentido el llamado a vivir como Jesús, en su
pueblo. Pronto descubrió lo que fue su intuición más profunda: Nazaret se puede
vivir en cualquier lugar y en cualquier momento, entre los pobres, los que no
cuentan para nada, los marginados, los excluidos de la sociedad. Las primeras
fraternidades se multiplicaron rápidamente y desde los inicios sintieron ese
llamado a vivir “Nazaret”
Para su tiempo, esto fue una
intuición novedosa: el seguimiento de Jesús en el Misterio de Nazaret lo
impulsaba a hundirse en el pueblo y a ser como Jesús: uno de tantos que no
cuentan para nada, sin voz, sin participación, originario de un pueblito de
donde “no podía salir nada bueno”. La primera etapa de buscar cómo vivir el
Misterio de Nazaret en la “vida oculta”, desde el claustro de la Trapa, lo
llevó a descubrir a Jesús en aquel pobre colono de la gran Abadía . El Hno.
Carlos reflexiona:”No somos pobres como lo era Jesús de Nazaret.”
Cuando obtiene el permiso de
salir de la Trapa para ir a vivir lo que el Señor le pedía, empieza a vivir una
vida contemplativa que se fue desarrollando más al contacto con los humildes.
Conoce el corazón de Dios en la medida en que vive material y espiritualmente
como Jesús vivió, desde los nazarenos del mundo, no desde los palacios de
Herodes. Desde el establo de Belén y la casita de Nazaret, Jesús nos llamó a
todos y nos dio su Evangelio.
Su testimonio y sus escritos
fueron cuidadosamente guardados por su amigo Louis Masignon, quien los
transmitió al P. René Voillaume y su grupo. Estos, unos años después de la muerte
del P. Foucauld, fueron al desierto a tratar de vivir lo que el Padre dejó escrito para los hermanos con
los que nunca vivió. Durante los años que siguieron, el Hno. René y otros con él, estuvieron llamados a una vida
contemplativa en medio de obreros y campesinos, compartiendo sus trabajos en
las fábricas y en los campos.
Las primeras fraternidades
enviadas al Continente Latinoamericano fueron las de Chile, en la Diócesis de
Talca, con Mons. Manuel Larraín, por mediación e iniciativa del P. Alberto Hurtado,
S.J., chileno, canonizado en octubre de este año. Este se había encontrado con
el P. Voillaume en París. Le hizo prometer que los primeros hermanitos de Jesús
enviados a nuestras tierras vendrían a Chile. , promesa que el P. Voillaume le
cumplió unos años después. En el libro de la historia de las primeras
fraternidades, el Padre narra este encuentro con el P. Hurtado.
Casi paralelamente a los Htos.
De Jesús había nacido la familia de las Htas. De Jesús, con Hermanita Magdalena
como fundadora. Ellas también vinieron al Continente. Después, ya en pleno
espíritu conciliar, el P. Voillaume fundó la Congregación de Hermanitos del
Evangelio comenzando con dos fraternidades : una en Africa y otra en Venezuela,
en el corazón de la selva amazónica. En
1963, la de Hermanitas del Evangelio, en ese lugar, para la evangelización de
esas mismas comunidades indígenas.
La verdad es que esas primeras
fraternidades trataron de vivir sencillamente y sin pretensiones el carisma que habían recibido. Con el
tiempo, ese sencillo aporte llegó a ser significativo para todos nosotros. Y es
más, el despertar de la vida eclesial latinoamericana antes y después de
Medellín, va a ofrecer a las
fraternidades un contexto que necesitaban para que el carisma del P.
Foucauld echara raíces aquí. La vida del pueblo, su fe, sus comunidades
eclesiales, enriquecieron a los
hermanos y hermanas venidas de países europeos y que se entregaron y se siguen
entregando con amor a Jesús y a los pobres de nuestro continente.
A algunos latinoamericanos y
latinoamericanas nos empezó a interesar la coincidencia entre nuestras
esperanzas a nivel social y eclesial y el mensaje del P. Foucauld que llama a
hacer camino al ritmo de los pasos de nuestro pueblo, camino de liberación
integral con Cristo, nos sentimos llamados a “hacer camino al andar”, buscando
compartir ese “ultimo lugar” de los que son “los primeros” en el Reino, los que
quieren se “gestores de su propio destino” y que nos pueden enseñar mucho sobre
lo que esperan de nosotros, en qué desean ser acompañados y cómo quieren
caminar. Un pueblo abierto al mensaje del Evangelio y a la utopía del Reino que
desde la fe podemos ir descubriendo juntos.
Por lo que fue su vida y su
búsqueda, es un regalo para la Iglesia. Fue una de las voces precursoras del
Concilio Vaticano II. Contribuyó, sin haberlo buscado, a dar una nueva luz y a
sensibilizar a los cristianos sobre algunas exigencias concretas del Evangelio
del que nos habíamos alejado. “Volvamos
al Evangelio” es una frase que repite
constantemente.
Como las fraternidades que
habían nacido antes, las “del Evangelio” quisieron siempre mantener esa
“gratuidad” de “estar con”, solidaridad, cercanía que busca a los hermanos que
viven, sin haberla escogido, una situación de pobreza y opresión, para expresarles
con hechos que somos hijos de Dios, hermanos y hermanas nuestras con la misma
dignidad, que merecen cariño y solidaridad hasta en el compartir la misma
situación en lo que se pueda. Esa gratuidad es Buena Nueva y grito profético a
la vez.
Nuestro aporte a la
Iglesia puede que sea algo muy sencillo
y discreto, quizás aparentemente “ineficaz”, ya que nuestra vida está ocupada
en cosas muy discretas del quéhacer cotidiano, o en el compartir de las
dificultades y penas del pueblo: una señora enferma, el duelo de una familia,
los que se van a quedar sin casa en el cafetal, etc. Pero también en el
compartir de sus alegrías y esperanzas: un niño que nace, el bautizo de la hija
de la vecina... En realidad, hay que llevar a término los planes pastorales elaborados
con la gente, ser eficaces en la construcción del Reino, sin olvidar la
“eficacia de la ineficacia”, pues a través del “fracaso” de la cruz nos regaló el Señor el triunfo de la
Resurrección.
Si nos atrevemos a expresar
que podemos aportar algo a nuestra Iglesia Latinoamericana, es porque para
nuestra sorpresa, la Presidencia de la CLAR ( Conferencia Latinoamericana de
Relgiosos-as ) en la Asamblea de sus 25 años celebrada en Guatemala hace
algunos años, hizo alusión a nuestro humilde aporte de vida inserta en medios populares que ayudó en la búsqueda
de la CLAR para la renovación de la vida religiosa en América Latina. Y era la
primera vez que tenían en la Asamblea a varios hijos e hijas del P. Foucauld,
como representantes de las Conferencias de Perú, Cuba, El Salvador. El Hno.
Franklin, de Haití, acababa de exponer su experiencia de fundación de una nueva
familia de Foucauld: los Hermanitos y las Hermanitas de la Encarnación, todos
haitianos insertos entre los campesinos de ese país. La foto del Hno.
Carlos estaba en el centro del salón .
Y el agradecimiento de la CLAR nos
comprometía a todos y nos permitía ver
que el nuestro Hno. Carlos ya pertenecía también a nuestra Iglesia peregrina en
América Latina y el Caribe. Como en Africa y en otros Continentes, es “el
hermano de todos“.
Verdad y justicia en El Salvador
Desde junio del
presente año, el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA) está
desarrollando la “Campaña por la verdad y la justicia en El Salvador”. Con ella
se propone rescatar la memoria histórica sobre hechos graves acaecidos durante
el conflicto armado y exigir justicia y reparación para las víctimas, a través
de acciones de denuncia y de ser posible la judicialización de algunos casos.
Contra el olvido,
verdad.
Contra la
impunidad, justicia.
Entre 1970 y 1991 ocurrieron
múltiples violaciones a los derechos humanos, hechos que pusieron al
descubierto la intolerancia a determinados sectores de la sociedad, que se
expresó en la represión y violencia política que sufrió la población civil. El
sistema judicial toleró las agresiones contra personas que no participaban de
las hostilidades, lo que generó que esos abusos quedaran en la impunidad.
Cuando finalizó el conflicto
armado se crearon mecanismos para conocer la verdad, hacer justicia y así
sentar las bases para un nuevo sistema democrático, que gozara de estabilidad y
confianza ciudadana. Uno de estos mecanismos fue la Comisión de la Verdad. A
pesar del esfuerzo, no pudo dar cabida a la totalidad de hechos cometidos contra
la población civil. Pero los casos abordados le brindaron la información
necesaria para poder señalar hechos, deducir responsabilidades y hacer
recomendaciones concretas que, irresponsablemente, no fueron cumplidas. Esto
propició que los autores, tanto materiales como intelectuales de estos
repudiables hechos, hayan podido vivir en la impunidad en los últimos 20 años.
Tal situación fue “legalizada” en 1993 con la aprobación de la Ley General de
Amnistía para la Consolidación de la Paz, que impide el juzgamiento de los
victimarios.
En ese contexto nace esta
campaña, como una respuesta, desde las víctimas y sus familiares, a la
indiferencia del estado salvadoreño que no ha querido asumir este punto
pendiente en materia de derechos humanos. Se trata de una deuda moral, dado
que no se ha reivindicado la dignidad
de las víctimas. Histórica, pues ellas nos indican el camino que se debe
recorrer para no repetir el pasado y legal, porque no se ha llevado ante la
justicia a los responsables de estas violaciones: hay impunidad.
El IDHUCA acompaña a las
víctimas de estos hechos y, ahora se plantea el reto de darle continuidad a una
agenda en favor de sus demandas lo hará a través de construir un registro
amplio de las violaciones sufridas por la población civil, rescatar la memoria
de las víctimas, exigirle al Estado que reconozca públicamente su
responsabilidad en esos abominables hechos. También que se derogue la ley de
amnistía, que se reconozca un día nacional en memoria de las víctimas, que se
difundan las “historias para no olvidar” y que se investigue, procese y
sancione a los responsables.
La recepción de testimonios en
la primera fase de esta campaña corroboró que existen personas que no están
conformes con que sus victimarios vivan impunes. Mientras que otras
manifestaron su deseo de conocer la verdad y mantener vivo el recuerdo de sus
seres queridos. Esta etapa duró quince días y recopiló sesenta testimonios
sobre víctimas de tortura, desaparición forzada y ejecuciones arbitrarias.
Actualmente, se analizan estos testimonios para seleccionar aquellos que puedan
ser presentados ante el sistema judicial. La totalidad de ellos serán
publicados para contribuir con el rescate de la memoria histórica.
Actualmente, se está iniciando
la fase II de la campaña en el municipio de Tecoluca, departamento de San
Vicente. ¿Por qué en Tecoluca? Existen muchas razones, entre ellas, su alto
nivel organizativo, la cantidad de crímenes cometidos contra esta población y
el trabajo local que el IDHUCA desempeña allí.
Tecoluca es un municipio con
población fuertemente organizada en torno a su desarrollo y que cuenta con
redes sociales que facilitan y animan la participación en torno a diversos
temas como los derechos de la niñez, desarrollo de las mujeres, vivienda,
memoria histórica, entre otros. Uno de las satisfacciones más grandes para el
IDHUCA es que con el apoyo del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF), ha desarrollado a partir del 2003 un proyecto sobre Defensorías de la
Niñez y la Adolescencia. Estas defensorias se constituyen como un espacio para
la promoción, difusión y defensa local de dichos derechos, y precisamente, en
este espacio surgió la iniciativa de ejecutar con ellos la fase II de la
Campaña.
En la defensoría de este
municipio participan personas sobrevivientes de violaciones a derechos humanos
y a sus familiares. La dimensión del daño a la comunidad fue tan grave que
entre 1980 y 1983 se registraron alrededor de 15 masacres, en las que fueron
asesinadas 1,284 personas, la mayoría mujeres, niños y niñas. Contrario a lo
que se podría pensar, esto anima a los sobrevivientes a encontrar en sus víctimas una razón más para
luchar por el respeto a la vida, la verdad y la justicia. Por eso han creado el
Comité de Víctimas de Tecoluca. Según sus integrantes, este es un esfuerzo para
mantener vivo el recuerdo y ser solidarios. Para ellos “la vida es un milagro”,
y el haber sobrevivido a la violencia del Estado les exige luchar por los que
no pudieron hacerlo.
Finalmente, en Tecoluca
coinciden esfuerzos de otras organizaciones por mantener viva la memoria. Un
ejemplo es el Centro para la Promoción de los Derechos Humanos «Madeleine
Lagadec» que se encuentra realizando la exhumación de los cuerpos de las
víctimas de la masacre de San Francisco Ángulo. Es en este marco que la
Defensoría de la Niñez y la Adolescencia, el IDHUCA, el Comité de Víctimas y el
Centro «Madeleine Lagadec», formaron el grupo responsable de esta campaña.
Se iniciará un plan piloto
para recopilar los testimonios de los sobrevivientes de las masacres conocidas
como “Las Peñas” en la que se asesinó a 150 víctimas; “La Cayetana” con 6
personas muertas y la de “San Francisco Ángulo” con 45 víctimas (mujeres, niñas
y niños). La recepción de testimonios será a finales de octubre, los sábados de
9:00 a.m. a 4:00 p.m. Las personas que quieran colaborar con su testimonio
deberán contactar al Comité de Víctimas de Tecoluca para aportar información
sobre los hechos o posibles responsables.
La validez e importancia de
estos esfuerzos radica en la posibilidad de abrir caminos para transformar la
realidad de fondo. Es la posición e impulso que le dan las víctimas lo que
sentido a estas iniciativas y las hace portadoras de esta esperanza: develar la
verdad, enfrentar la impunidad y encontrar justicia.