AÑO XXV, No. 547.             1-30 DE NOVIEMBRE DE 2005

 

 

UCA para el servicio del pueblo

 

INDICE

LA POLÍTICA EN EL 2005

CARTA A IGNACIO ELLACURIA

40 AÑOS DE LA UCA

UN ENCUENTRO POR LA MEMORIA DE NUESTROS MÁRTIRES

LOS MÁRTIRES EN LOS SENTIMIENTOS DE LAS PERSONAS

LA INCONCLUSA CUMBRE DE LAS AMÈRICAS EN EL MAR DEL PLATA

VIDA DE LAS COMUNIDADES

DON CHAMBA: EL BASTON FIEL DE MONSEÑOR ROMERO

 

 

La política en el 2005

 

Visto en su conjunto, el año 2005 ha sido escenario de una profun-dización del deterioro institucional que ha venido marcando la vida política nacional desde que se detuviera el impulso de renovación política propiciado por los Acuerdos de Paz.

 

En primer lugar la incapacidad del Tribunal Supremo Electoral (TSE) para garantizar el respeto mínimo a la legalidad política constituye el mejor ejemplo de ese deterioro.

 

En segundo lugar, lo constituye la renuncia de la Fiscalía General de la República (FGR) a su responsabilidad en la investigación del delito.

 

En tercer lugar, la complicidad de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) con figuras políticas sospechosas de haberse enriquecido ilícitamente. Esta complicidad se tradujo en una censura –seguida de una reducción de atribuciones— a la sección de Probidad de la misma institución.

 

En cuarto lugar, la transformación de la Asamblea Legislativa –gracias a la alianza entre ARENA, el PCN y el PDC— en caja de resonancia de las decisiones del Ejecutivo.

 

En quinto lugar, la inoperancia de la Corte de Cuentas como organismo contralor, lo cual ha favorecido la pervivencia de prácticas corruptas en las distintas esferas estatales. 

Finalmente, el fracaso de la Policía Nacional Civil (PNC) en el combate del crimen, en sus distintas manifestaciones.

 

Al listado anterior, se podrían seguir añadiendo ejemplos de otras instituciones importantes que han fallado, en virtud de su deterioración, en el cumplimiento de la misión particular para la cual fueron creadas.  Se trata de un deterioro de prácticamente todo el entramado institucional del país.

 

En el caso de las instituciones específicamente políticas –TSE, partidos políticos, Asamblea Legislativa—su deterioro se ha traducido en un alejamiento de la sociedad. Es decir, en un ensimismamiento donde lo más importante ha sido garantizar la salvaguarda de la cuota de poder político de la que se goza –junto con los privilegios derivados de esa cuota de poder—, sin atender a obligaciones y responsabilidades institucionales. La debilidad de las instituciones políticas más relevantes no permitió que, en el 2005, ellas pudieran contribuir a superar la brecha entre la sociedad y la política. Al contrario, contribuyó a ampliarla.

 

Asimismo, esa debilidad impidió a las instituciones políticas convertirse en instancias capaces de potenciar el fortalecimiento del resto de instituciones. Más bien muchas de ellas encontraron en estas instituciones políticas un resguardo para ocultar o legitimar sus propias debilidades.

 

Junto a la debilidad institucional, la otra característica general de la situación política en 2005 ha sido la polarización entre ARENA y el FMLN. Esta polarización, en algunos momentos, se ha decantado hacia un fanatismo agresivo por parte de voceros de ambas fuerzas políticas.

 

El año 2005 ha sido, en términos electorales, una continuación del año 2004. Y la agresividad no sólo verbal que acompañó a las elecciones para presidente no sólo se mantuvo mucho después de marzo de ese año, sino que afloró con motivo del primer año de gobierno de Elías Antonio Saca (1 de junio de 2005).

 

Están dadas las condiciones para que en los dos últimos meses del año –una vez que los partidos hayan entrado en campaña en vistas a las elecciones del próximo año— salgan a relucir de nuevo las acusaciones, la denigración y los ataques arteros hacia los rivales políticos. 

 

Desde 1994, las coyunturas electorales han sido el ambiente más favorable para la polarización, es decir, para que los principales contendientes políticos (ARENA y el FMLN desde entonces) hagan uso de sus mejores recursos no sólo para distanciarse entre sí, sino también para presentar al adversario como lo peor que podría sucederle al país. La coyuntura electoral de marzo de 2004 constituye la mejor –y quizás más extrema— prueba de ello.

 

La polarización política de 2005 continuó –casi por inercia— la del año pasado, pero se ha nutrido del ambiente electoral que ARENA –y en menor medida el FMLN— ha mantenido vivo a lo largo del año. Así, ni la agresividad mostrada por miembros de ARENA ante la cercanía del FMLN con Hugo Chávez –a propósito de presuntas negociaciones para adquirir petróleo venezolano a precios favorables— ni las arremetidas de miembros del FMLN ante el Plan Social o, más recientemente, el Plan Red Solidaria (ambos promovidos por el gobierno de Antonio Saca) han sido ajenas a este clima electoral.

 

Durante el 2005, el deterioro institucional y la polarización política no jugaron a favor de la goberna-bilidad.  Es cierto que desde 1992 El Salvador no ha conocido situaciones de abierta ingobernabilidad. Sin embargo, desde ese año para acá, la gobernabilidad construida ha sido precaria, pues siempre ha sido desafiada no sólo por la polarización social –la que enfrenta, sordamente, a la minoría rica con la mayoría pobre—, sino por demandas intermitentes, y a veces violentas, de determinados sectores de la sociedad insatisfechos con las autoridades, ya sea del gobierno central o de gobiernos municipales.

En lo que se refiere al gobierno central, un foco de disidencia social lo ha constituido la denuncia de los abusos y el hacinamiento en las cárceles, denuncia tras la cual lo que se ha puesto en cuestión fue el sistema penitenciario mismo. Esa disidencia se ha expresado tanto al interior de las cárceles –con un virtual amotinamiento de los reos, que se niegan a asistir a los juicios— como fuera de ellas –con una toma, en noviembre, de la Catedral Metropolitana, por parte de familiares de los reos, en apoyo a sus demandas—.  Otro foco de malestar social se generó en torno a la mala gestión gubernamental del desastre provocado por las lluvias asociadas al huracán Stan y, en menor medida, por la erupción del Volcán  Ilamatepec (en Santa Ana).

 

Algunas de comunidades afectadas por las lluvias –específicamente, del Bajo Lempa y de la zona sur de San Salvador— han sido las que más activamente –incluso con manifestaciones en las calles— han cuestionado al desempeño gubernamental frente a la emergencia, al tiempo que han demandado la implementación de  políticas adecuadas para disminuir sus condiciones de vulnerabilidad.

 

En lo que se refiere a los gobiernos locales, la alcaldía que más dificultades ha tenido es la de San Salvador. A lo largo del año, grupos organizados de comerciantes informales se han opuesto, por lo general de forma violenta, a los planes de reor-denamiento en el centro histórico capitalino. Con estas protestas ha quedado claro no sólo la proclividad de los grupos que las encabezan a la violencia de calle, sino la incapacidad de las autoridades municipales de San Salvador para elaborar e implementar un plan de desarrollo de la ciudad capital en el que se combinen coherentemente tanto la recuperación de los espacios públicos como las necesidades de sobrevivencia de quienes se dedican al comercio informal en las calles, plazas y parques capitalinos. La autoridades municipales se vieron atrapadas en una especie de callejón sin salida. Incluso, hubo retrocesos en algunos de los avances alcanzados –en la recuperación de espacios públicos y en los mecanismos de diálogo con los capitalinos— por la administración anterior. Un fuerte conflicto en su interior –alentado por demandas laborales reivindicadas por ASTRAM— complicó más la capacidad de la alcaldía de San Salvador, para enfrentar con solvencia el malestar social generado en torno al reordenamiento de San Salvador.Quizás con un entramado institucional más sólido problemas como los suscitados en los centros penales o con los comerciantes informales –así como otros problemas de igual naturaleza— hubieran sido resueltos de forma más eficiente. Sin embargo, no fue ese el caso; por ello, esos conflictos no sólo se prolongaron en el tiempo más de lo debido, sino que tampoco han sido superados de raíz, pese a que, al cierre del año, aparentemente la calma a llegado. Siguen presentes como una amenaza a la estabilidad social y, en consecuencia, como una amenaza para la gobernabilidad.

 

CIDAI

 

 

 

Carta a Ignacio Ellacuría

 

Extra pauperes nulla salus

Fuera de los pobres no hay salvación

 

Querido Ellacu:

 

    De salvación y pecado antes hablábamos mucho en teología, y mirábamos a la realidad desde ambas cosas. Ahora, sin embargo, ya no se habla, pues pareciera que en la sociedad civil no hay lugar para tales conceptos. Pero es la realidad la que clama por una salvación que la limpie del pecado.

    En nuestros días el pecado abunda de manera espectacular: la depredación del tercer mundo, y la privación de dignidad de sus pueblos; la violencia que da muerte, aunque ahora ocurra desde lejanos portaviones y con leyes comerciales que condenan al hambre -y como desesperada respuesta, seres humanos que se inmolan y dan muerte a otros; y la mentira, el encubrimiento y el silencio: los medios no acaban de decirnos la verdad de lo que es este planeta y de lo que somos nosotros. No faltan pecados, pero hay gran déficit de examen de conciencia y de la antigua «confesión de boca»: y no la van a hacer los  gobiernos, el mundo político, la gran banca, los ejércitos...

    Tampoco se habla mucho de salvación.  En la sociedad del bienestar no está de moda hablar de la salvación del alma, por supuesto, ni de la del cuerpo. Y es que no hace falta: el buen vivir es el interés central de esas sociedades, y se congratulan de haber alcanzado un alto grado de buen vivir y de estar bien encaminadas a vivir cada vez mejor.

    Evidentemente, Ellacu, entre nosotros las cosas no son así. No estamos en una sociedad del bienestar, sino en una sociedad del mal vivir de las mayorías. Y cuando nos ofrecen el buen vivir, no se preocupan de que eso traiga más justicia, más verdad, más humanidad, ni si va a traer una libertad menos egocéntrica, una luz más luminosa, y una mayor bondad -perdónesenos la palabra- para ser más humanos. Pues bien, en este contexto te escribo esta carta: extra pauperes nulla salus, fuera de los pobres no hay salvación. Bien sabes que el nulla salus surgió en el ámbito de la discusión teológica, pero ahora lo pensamos para iluminar la realidad.

    Durante siglos se decía extra ecclesiam nulla salus, fuera de la Iglesia no hay salvación, con lo que se expresaba la alegría de haber encontrado salvación en Jesús,  a quien nos hace presente la Iglesia. Pero reflejaba también un exceso de triunfalismo eclesial. Hoy ya no se dicen estas cosas, y después del Vaticano II se ha avanzado positivamente. Siguiendo sus huellas, Edward Schillebeeckx escribió bellamente: extra mundum nulla salus, fuera del mundo no hay salvación, con lo cual venía a decir que el mundo y la historia, la creación de Dios, es el lugar en que Dios lleva a cabo su obra salvífica en y a través de las mediaciones humanas. La idea es a la vez religiosa e histórica, habla de la acción salvadora de Dios y dice dónde y cómo aparece esa salvación que nos hace seres humanos, hijos e hijas de Dios.

    Pero hemos dado un paso más. Como en muchas otras cosas, Medellín y la teología de la liberación, tan viva en sus intuiciones como enterrada, muchas veces con malas artes,  por quienes nunca han querido entenderla o porque, entendiéndola, se han visto sacudidos por ella, concretó lo fundamental de nuestra fe desde los pobres. Habló del privilegio hermenéutico de los pobres para la teología:  los pobres ayudan a interpretar textos y tradiciones de la fe. Y un obispo, con toda paz, desde los pobres reformuló al gran Ireneo: «Gloria Dei vivens pauper», «la gloria de Dios es el pobre que vive», sin retórica, sino profundizando el misterio de Dios. El obispo fue Mons. Romero

    Pues bien, también en el tema de la salvación hemos dado un paso más, y decimos: extra pauperes nulla salus, fuera de los pobres no hay salvación. Creo que lo leí por primera vez en González Faus -y después en nuestro común amigo Javier Vitoria-, hablando precisamente sobre el legado de la teología de la liberación.

 

    Que yo recuerde, Ellacu, tú no usaste esa fórmula, pero sí tuviste la misma intuición y la desarrollaste con originalidad. Y no sólo relacionaste a los pobres con el «lugar» de salvación (un ubi categorial, que diría Aristóteles), sino con el «contenido» de la salvación (un quid sustancial). Con profundidad y audacia, y con una originalidad difícil de encontrar en otras teologías, recordaste una verdad cristiana central: del siervo sufriente de Yahvé, de Cristo crucificado, proviene salvación. Y también redención, es decir, la erradicación del mal en el mundo.

    Lo más original tuyo fue historizar esas grandes verdades, que se repiten ortodoxa y litúrgicamente, pero que rara vez se ponen en relación con la historia. Dijiste así que de los pobres viene luz para conocer la verdad y superar la mentira, lo que explicaste en dos conocidas metáforas: el tercer mundo como espejo invertido en el que el primer mundo puede ver su verdad, y como las heces que aparecen en el coproanálisis del primer mundo.

    Dijiste también, desafiantemente, que de los pobres y de las víctimas nace  esperanza, no el miedo que abunda en el primer mundo, y  la fuerza para la conversión, el difícil cambio del corazón de piedra en corazón de carne, tan necesario al ver con cuánta dificultad el mundo de abundancia renuncia a su lujo insultante y sigue escenificando, sin avergonzarse, la parábola del ricachón y del pobre Lázaro. Y así  otros bienes fundamentales que están más presentes en el mundo de la pobreza que en el de la riqueza:  alegría, creatividad, lucha, paciencia, arte, cultura, esperanza, y  no sólo como elementos aislados, sino como «una civilización de la solidaridad, que es el «reverso del mundo de los ricos», que dice José Comblin.

    También de los pobres provienen otros bienes,  formas de vida social y comunitaria, formas de economía popular, y en muchas culturas un comportamiento ecológico que cuida y sana la naturaleza mucho mejor que occidente. Pero en conjunto, pienso que los bienes de los pobres apuntan sobre todo a la humanización de la humanidad, lo cual es todo menos tautología. Ese es su aporte a la salvación.

    En los últimos diez años lo propusiste en forma de tesis, por cierto sin encontrar mucho eco: la civilización de la pobreza es lo que puede superar y redimir a la civilización de la riqueza. Veías en el mundo de los pobres espíritu para humanizar, o por lo menos un potencial y una reserva de espíritu mayores que en la civilización de la riqueza. Hoy,  en la apoteosis propagandística de la globalización, te lo vuelvo a agradecer.

    Que de abajo viene salvación y que fuera de los pobres no la vamos a encontrar para poder vivir como seres humanos, me sigue dando vueltas a la cabeza. Estos días, al celebrar  los 40 años de la UCA, he repasado textos tuyos sobre «la inspiración cristiana de una universidad», y me ha encantado ver que ya en tus primeros años pensabas en la salvación que viene de abajo. En 1979, en un texto sobre Las funciones fundamentales de la Universidad y su operativización, decías que «el testimonio más explícito de la inspiración cristiana de la UCA es si ésta es realmente para el servicio del pueblo y si en ese servicio se deja orientar por el mismo pueblo oprimido».

    Lo primero, que la universidad debe ponerse al servicio de los pobres y desarrollar modelos económicos, sociales y culturales para que las mayorías puedan vivir con dignidad, no era una novedad. Era hacer la opcion por los pobres, tan ortodoxa en aquellos tiempos.  Occidente no la ha hecho ni se vislumbra que vaya a hacerlo.

    Pero siendo todo esto verdad, me impacta más la segunda parte de la frase: «hay que dejarse orientar por el pueblo oprimido». Supone que ese pueblo puede indicar el camino que debe recorrer una universidad  y la sociedad. Lo mismo habías dicho  -y en forma más tajante- en 1975 a los diez años de la fundación de la UCA: «El cristianismo ve en los más necesitados, de una u otra forma, a los redentores de la historia». Son palabras mayores. Los de abajo, los pobres, los  oprimidos y las víctimas, traen redención y salvación. Fuera de ellos difícilmente se encontrarán raíces para una salvación comprendida cristianamente como vida y fraternidad de hijos e hijas de Dios.

 

    Lo que acabamos de decir es claramente contracultural en el occidente globalizado. Para que éste pueda al menos entender de qué estamos hablando tiene que despertar de un sueño dogmático: «de los pobres no puede venir salvación», para lo cual, como nos avisaba Kant, no debemos ser eternamente «menores de edad», sino que debemos tener  «la audacia de pensar de otra manera».  Y si del filósofo Kant pasamos al teólogo Pablo, tiene que superar la hybris -arrogancia- de que  «lo real somos nosotros», lo que está arriba en la historia, en la sociedad de la abundancia.

    Y para que no nos acusen de ingenuidad hagamos tres breves reflexiones. La primera es que en el abajo de la historias, el mundo, de pobres y víctimas, también está actuando el mysterium iniquitatis. Los horrores de los Grandes Lagos, los diez homicidios diarios en El Salvador, el machismo opresor... están ahí. Sólo que, pensamos, los males de ese mundo, por las carencias increíbles, por la desesperación que se puede apoderar de los pobres, por el bombardeo a que están sometidos para que abandonen sus valores y se apunten a los valores mucho más cuestionables del Norte y sus antivalores, nos parecen «menos malos» que los males de la sociedad de abundancia. Y, como  hemos escrito, en él está presente, muchas veces de manera eximia, el mysterium salutis. Ese mundo es el lugar de la «santidad primordial», que con dificultad aparece en el mundo de abundancia.

    Por otra parte, también del mundo de arriba puede provenir salvación, pero tiene que pasar por sanación y redención, para lo cual tiene que abajarse, aunque sea análogamente, al abajo de la historia, sin olvidar cuál es el analogatum princeps de ese abajo y no caer en la manipulación que suele hacerse de «los pobres de espíritu» de Mateo, como si todos pudiesen ser pobres, sin dejar de ser ricos. No se puede estar abajo sin algún tipo de abajamiento real y de compartir realmente la pobreza. Pero esto sí puede ocurrir análogamente. Puede haber inserción fáctica y acompañante en el mundo de los pobres, trabajo inequívocamente en su favor, aceptación de riesgos por defenderlos, sufrir su destino de persecución y muerte, participar en sus gozos y esperanzas. Estas son cosas reales, no intencionales. Entonces, el mundo de arriba puede traer salvación.

    Y por último hay que entender bien la finalidad de todo lo dicho. Que los pobres traen salvación no significa que para eso están los pobres, para prestar un servicio más a los ricos. Evidentemente no. Lo que sí es verdad es que, si nos dejamos salvar por ellos, con mayor decisión viviremos y nos desviviremos por salvarles a ellos. Como dice tu gran amigo Pedro Trigo, cuando hemos experimentado la misericordia de los pobres hacia nosotros, más decididamente usaremos de misericordia hacia ellos. Entonces haremos de la compasión y de la justicia, como dice  J. B. Metz, lo central del cristianismo. Haremos mejor aquello en lo que tanto insistías:  «bajar de la cruz a los pueblos crucificados». Y viviremos en verdadera solidaridad: dando unos a otros y recibiendo unos de otros. Eso sí es familia humana y la superación de una especie animal racional.

    No sé que pensará el lector de estas líneas. Quizás le parezcan exageradas. A mí no me lo parecen, pero en cualquier caso mucho habría que exagerar para acercarnos, nada digamos para superar, la increíble avalancha que nos viene en dirección contraria todos los días y de todas partes: de arriba, de la acumulación de la riqueza, cuanta más mejor, del poder, cuanto más mejor, de la prosperidad, cuanta más mejor, del éxito, cuanto más mejor, viene la salvación.

 

    Ellacu, no sé que dirías hoy, en tiempos de globalización y postmodernidad, sobre la salvación, la civilización de la riqueza y de la pobreza. Por mi parte, quisiera terminar con una convicción y un deseo que expresé hace unos meses en una conferencia sobre cómo veías tú la realidad, el pecado y la salvación. Terminé con estas palabras:

 

«A Ellacuría lo mataron porque se enfrentó con la civilización de la riqueza. No le dejemos morir porque defendió una civilización de la pobreza».

 

Jon Sobrino

21 de noviembre, 2005

 

 

 

 

40 años de la UCA

 

Cuarenta años de vida y retos actuales de la UCA

 

    Hablar de los 40 años de esta Universidad es recorrer el esfuerzo de mucha gente. Un esfuerzo coincidente básicamente en un punto: El mantenimiento de un horizonte ético y utópico para El Salvador. El desarrollo del país y el desarrollo de las instituciones, la eliminación de la pobreza, la universalización de la educación, de la salud, del bienestar, la convivencia pacífica que no necesita recurrir a la violencia para resolver los problemas, la construcción del  Estado social y democrático de derecho, la búsqueda y aplicación de tecnologías que permitan solucionar problemas de desarrollo, el apoyo sistemático al mundo del trabajo, incluyendo de un modo muy especial a la micro y pequeña empresa, las reformas sociales de esta sociedad nuestra, tan autoritaria y marginadora, todo ello y muchas cosas más, componen parte de ese ideal utópico y de ese compromiso ético.

Una constante en la alabanza y en el juicio crítico respecto a la Universidad  que dura hasta ahora y que refleja, especialmente desde la parte crítica, tres cosas:

 

    La primera que la UCA es difícil de clasificar en una sociedad en la que con frecuencia se tiende al fanatismo y a la polarización. Los ideales utópicos, en la medida en que exigen al mismo tiempo una gran imaginación para describir un futuro más justo, y un gran realismo para avanzar hacia ese futuro paulatinamente, en ocasiones, con mayor rapidez en otras, crean siempre problemas a quienes no desean cambios o a quienes creen que los cambios son cuestión de voluntad y de poder.

    La segunda realidad que refleja esta posición ambigua ante la UCA es mucho más simple. La UCA ni es perfecta ni puede hacer todo lo que se necesita hacer en el país. Tiene que elegir. Y elegir en este mundo complejo es siempre renunciar a hacer otras cosas que también son o pueden ser buenas. A veces acertamos, como cuando decidimos tomar en serio el tema de la violencia y empezar los primeros estudios sobre la misma o sobre las maras, y a veces no entramos en algunos temas importantes porque creemos que no tenemos tiempo, o capacidad.

Acertamos al aceptar en el IDHUCA el caso de Katya Miranda, y ponerlo como símbolo de impunidad en el país, pero tal vez dejamos de lado algún caso cuya importancia no llegamos a vislumbrar. Somos pioneros en energía solar en El Salvador, la única Universidad que tiene iluminación de emergencia permanente de este origen en alguno de sus edificios, pero no hemos cultivado adecuadamente la energía derivada de la biomasa, aunque estamos comenzando a incursionar en ella.     

    La tercera realidad, iluminadora, que contemplamos, es el apoyo de amplios sectores de una ciudadanía consciente y crítica, en los que se incluye una buena proporción de nuestros conciudadanos en pobreza, que no deja de crecer en nuestro país. Tener apoyo, sentir que mucha gente nos dice que sigamos adelante, nos refleja, a mi juicio un nuevo fenómeno en El Salvador. El crecimiento de una ciudadanía más consciente, con mayor nivel de conocimiento y crítica política, pero al mismo tiempo más independiente de los partidos. Una ciudadanía que quiere alianzas con ideas, con reformas de nuestra democracia, con pasos concretos que enfrenten los problemas de pobreza, violencia y falta de empleo que con tanta fuerza nos afligen en el país.

Cuando en 1989 asesinaron a nuestros compañeros y amigas, de nuevo sin trabajar yo en la Universidad, pude constatar cómo la solidaridad atravesaba las venas de toda la institución. Desde la aseadora sencilla, Lucía Cerna, que arriesgó su vida, su seguridad y su futuro por decir una pequeña parte de aquella verdad que entonces se quería enmascarar y pervertir, hasta los profesores y autoridades que se mantuvieron en su puesto, que se arraigaron con mayor fuerza en la UCA y que le echaron ganas a la tarea de seguir trabajando por la paz, la justicia y los ideales utópicos de la Universidad. Esos ideales utópicos construidos desde la inspiración cristiana vivida al modo de la Compañía de Jesús.

    Es esa generosidad la que ha permitido que la UCA se mantenga en pie. No se trata ahora de comparar el presente con el pasado, ni mucho menos de decir si hoy somos mejores o peores que antes. Tenemos el mismo espíritu y los mártires siguen siendo nuestra inspiración. La misma generosidad debe ser la que hoy nos mantenga en épocas diferentes, creando y multiplicando posibilidades de crecimiento humano para nuestro país y para América Latina.

P. José María Tojeira, S.J.

Rector UCA

 

 

La UCA actual responde a la visión y al esfuerzo de los mártires, de quienes la recibió en herencia. El 16 de noviembre de 1989, el martirio forzó a una nueva fundación de la UCA, pero en continuidad con los ideales y la experiencia anterior. El cambio en su dirección y estilo fue forzado, e intempestivo, porque las pérdidas personales son irremplazables y porque nadie estaba preparado para ello. Había una visión clara de su misión en la sociedad, una rica experiencia acumulada de años largos y difíciles, un compromiso con la misión tal como ellos la formularon y la llevaron a la práctica y una mística universitaria para llevarla adelante. Sin embargo, los primeros años de la década de 1990 no fueron fáciles. La transición a la nueva realidad fue dolorosa, pues la UCA tenía que aceptar sus pérdidas y recomenzar el camino, en un entorno que pronto comenzó a transformarse.

 

En este contexto, se levantaron algunas voces para señalar que la UCA ya no era la misma. En parte, el reclamo tenía fundamento, porque, fiel a su misión, la UCA no podía ser lo mismo. No podía ser lo mismo, porque los primeros años de la década de 1990 coincidieron con los cambios experimentados por el país, a raíz de la finalización de la guerra y del comienzo del ajuste estructural. La UCA, para ser fiel a su misión, debía ser diferente. Pero la UCA ha sido siempre la misma universidad de los mártires, pero nunca lo mismo.

 

La finalización de la guerra y los cambios económicos, sociales y culturales que trajo consigo, le permitieron concentrarse en el fortalecimiento de su labor académica. Revisó la docencia e introdujo cambios para actualizarla y apuntalar su calidad. La apuesta más fuerte fue la de los postgrados. Avanzó en el campo de la tecnología aplicada, lo cual supone una investigación que la respalda, en las áreas de medioambiente, sismología y construcción, ordenamiento territorial y urbano, y energías alternativas renovables. Esto ha sido posible gracias a que su personal académico ha dado un salto cualitativo en su formación.

 

En fidelidad a su herencia, la UCA mantiene la realidad nacional como su asignatura principal, lo cual se puede comprobar en su participación en toda clase de eventos de divulgación, en sus publicaciones y en sus propios medios de comunicación y en los medios de masas, nacionales e internacionales. De esta forma, sus conocimientos sobre esa realidad pasan a formar parte del acervo nacional. La UCA habla a través muchas voces, y no sólo por medio de sus autoridades. Y habla sobre diversos temas. No obstante esta diversidad de voces y temas, su pensamiento y su posición ante la realidad se identifican con facilidad como “la voz de la UCA”, lo cual se explica por la consolidación de su identidad y por su vocación de servicio al pueblo salvadoreño.

 

Por último, aunque no por eso es menos importante, tal como se ha podido deducir de lo anterior, está la proyección social de la UCA. La idea de proyección social como distinta del servicio social, la extensión universitaria y el voluntariado es original de la UCA. Esta función se ha enriquecido con dos unidades que le han abierto horizontes insospechados y que le han proporcionado un enorme potencial para ampliar su ámbito de influencia: YSUCA y Audiovisuales UCA. Fundadas en la década de 1990, se unieron a UCA Editores, el Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación, al Instituto de Opinión Pública, al Instituto de Derechos Humanos, al Centro Cultural Universitario y al Centro Pastoral.

 

El legado recibido de sus fundadores y sus mártires no es una herencia inerte, sino que le fue entregado para ponerlo a producir. A sus 40 años, la UCA puede presentar con sano orgullo sus frutos. No ha “enterrado” esa herencia, por miedo al riesgo de no estar a la altura de los mártires o a equivocarse o incluso a desviarse de la misión recibida de ellos. En la actualidad, la UCA no es una universidad más, su influencia no se ha difuminado entre la proliferación de cambios de la última década, sino que ocupa una posición destacada, en la realidad nacional y regional. La UCA ha contribuido al avance del conocimiento de diversas dimensiones importantes de la realidad, al cultivo de la memoria histórica, en particular el martirial, con la proposición de soluciones a los problemas y ha aportado una reflexión seria y encarnada de la fe cristiana.

 

P. Rodolfo Cardenal, S.J.

 

 

La UCA actual responde a la visión y al esfuerzo de los mártires, de quienes la recibió en herencia. El 16 de noviembre de 1989, el martirio forzó a una nueva fundación de la UCA, pero en continuidad con los ideales y la experiencia anterior. El cambio en su dirección y estilo fue forzado, e intempestivo, porque las pérdidas personales son irremplazables y porque nadie estaba preparado para ello. Había una visión clara de su misión en la sociedad, una rica experiencia acumulada de años largos y difíciles, un compromiso con la misión tal como ellos la formularon y la llevaron a la práctica y una mística universitaria para llevarla adelante. Sin embargo, los primeros años de la década de 1990 no fueron fáciles. La transición a la nueva realidad fue dolorosa, pues la UCA tenía que aceptar sus pérdidas y recomenzar el camino, en un entorno que pronto comenzó a transformarse.

 

En este contexto, se levantaron algunas voces para señalar que la UCA ya no era la misma. En parte, el reclamo tenía fundamento, porque, fiel a su misión, la UCA no podía ser lo mismo. No podía ser lo mismo, porque los primeros años de la década de 1990 coincidieron con los cambios experimentados por el país, a raíz de la finalización de la guerra y del comienzo del ajuste estructural. La UCA, para ser fiel a su misión, debía ser diferente. Pero la UCA ha sido siempre la misma universidad de los mártires, pero nunca lo mismo.

 

La finalización de la guerra y los cambios económicos, sociales y culturales que trajo consigo, le permitieron concentrarse en el fortalecimiento de su labor académica. Revisó la docencia e introdujo cambios para actualizarla y apuntalar su calidad. La apuesta más fuerte fue la de los postgrados. Avanzó en el campo de la tecnología aplicada, lo cual supone una investigación que la respalda, en las áreas de medioambiente, sismología y construcción, ordenamiento territorial y urbano, y energías alternativas renovables. Esto ha sido posible gracias a que su personal académico ha dado un salto cualitativo en su formación.

 

En fidelidad a su herencia, la UCA mantiene la realidad nacional como su asignatura principal, lo cual se puede comprobar en su participación en toda clase de eventos de divulgación, en sus publicaciones y en sus propios medios de comunicación y en los medios de masas, nacionales e internacionales. De esta forma, sus conocimientos sobre esa realidad pasan a formar parte del acervo nacional. La UCA habla a través muchas voces, y no sólo por medio de sus autoridades. Y habla sobre diversos temas. No obstante esta diversidad de voces y temas, su pensamiento y su posición ante la realidad se identifican con facilidad como “la voz de la UCA”, lo cual se explica por la consolidación de su identidad y por su vocación de servicio al pueblo salvadoreño.

 

Por último, aunque no por eso es menos importante, tal como se ha podido deducir de lo anterior, está la proyección social de la UCA. La idea de proyección social como distinta del servicio social, la extensión universitaria y el voluntariado es original de la UCA. Esta función se ha enriquecido con dos unidades que le han abierto horizontes insospechados y que le han proporcionado un enorme potencial para ampliar su ámbito de influencia: YSUCA y Audiovisuales UCA. Fundadas en la década de 1990, se unieron a UCA Editores, el Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación, al Instituto de Opinión Pública, al Instituto de Derechos Humanos, al Centro Cultural Universitario y al Centro Pastoral.

 

El legado recibido de sus fundadores y sus mártires no es una herencia inerte, sino que le fue entregado para ponerlo a producir. A sus 40 años, la UCA puede presentar con sano orgullo sus frutos. No ha “enterrado” esa herencia, por miedo al riesgo de no estar a la altura de los mártires o a equivocarse o incluso a desviarse de la misión recibida de ellos. En la actualidad, la UCA no es una universidad más, su influencia no se ha difuminado entre la proliferación de cambios de la última década, sino que ocupa una posición destacada, en la realidad nacional y regional. La UCA ha contribuido al avance del conocimiento de diversas dimensiones importantes de la realidad, al cultivo de la memoria histórica, en particular el martirial, con la proposición de soluciones a los problemas y ha aportado una reflexión seria y encarnada de la fe cristiana.

 

P. Rodolfo Cardenal, S.J.

 

 

 

 

Un encuentro por la memoria de nuestros Mártires

 

Compartiendo sobre el VII encuentro teológico de las Escuelas de Teología Pastoral. Las escuelas colaboran en la formación de agentes pastorales para la misión de la Iglesia local.

Un encuentro teológico por los mártires

 

El sábado 5 de Noviembre  nos reunimos más de 500 personas en el auditorium Ignacio Ellacuría de la UCA para realizar el séptimo encuentro de las Escuelas de Teología Pastoral. Se realiza esta actividad por iniciativa del Proyecto ETP del Departamento de Teología, con el propósito de hacer un homenaje a nuestros mártires asesinados el 16 de Noviembre de 1989. También como expresión de la inspiración cristiana que nos ha venido animando en los últimos 10 años de experiencia. En esta ocasión el tema fue dedicado a su memoria: “Mártires de la UCA, mártires de la fe y la justicia”.

 

Una oración ecuménica para la esperanza

 

Iniciamos el evento con una oración animada por el canto “Tenemos esperanza” entonada por una delegación del coro de la hermana Iglesia Bautista Enmanuel, ellos, en un gesto de comunión solidaria, se hicieron presentes como respuesta a nuestra solicitud para compartir esta liturgia como un signo de búsqueda común en el compromiso nacido de nuestra fe cristiana. La canción fue escrita por Federico Pagura, un Obispo argentino de la Iglesia Evangélica Metodista.

Juntos cantamos desde esa conciencia cristiana de que sigue vigente aquel sueño, donde por fe, aseguramos la venida definitiva del Reino y nuestro deseo de que se manifieste en nuestra patria una tierra nueva, en la que la mentira, la desesperanza, la injusticia, y el miedo no tengan la última palabra.

 

Gracias por las conferencias que nos hacen pensar

 

Nuestro rector P. José María Tojeira, S.J. nos compartió la ponencia “Fe y justicia en la tradición eclesial latinoamericana”. En ella destacó cómo este legado profético estaba ya presente desde la colonización de América Latina en defensores como Bartolomé de Las Casas y Fray Antonio de Montesinos. Ellos fueron voces fieles a una fe liberadora en favor de la defensa indígena, a pesar de ser parte de un proceso más amplio de dominación. El P. Tojeira exhortó a asumir la riqueza del magisterio eclesial latinoamericano que ya ha pagado un alto precio de martirio por esa fidelidad.

 

La segunda conferencia conducida por la Dra. María Julia Hernández se titulaba “El conflicto en el compromiso laico por la unidad de fe y justicia”. Nos invitó a la comunión con la Iglesia en el compromiso laical por unir la fe y la justicia. Nos dejó claro que intentarlo es de creyentes que han entendido que es igualmente importante el compromiso catequético y litúrgico como el de la promoción humana, los derechos humanos y la justicia social. Sabemos que parte del proceso es asumir que vengan conflictos por estar nuestra realidad configurada de tal manera que niega la voluntad de Dios para este mundo.

La tercera disertación fue pronunciada por el P. Jon Sobrino sj con el tema “ La Teología de la Liberación al servicio de la fe y la justicia”. Nos dijo: “Al hablar de  la fe y la justicia, hemos de recordar dos realidades que van juntas y  ¡lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre!”. Nos invitó a regresar al Evangelio que es donde bebe, en su fuente, la Teología de la Liberación. Buena noticia que nos comunica un testimonio personal y comunitario que entiende la justicia como expresión que brota de la misma fe. Y si esta unidad fue importante para Jesús, ha de serlo para la Iglesia que quiera estar fundada en Jesús.

 

Compartir, animarnos mutuamente y debatir

 

La gente de las Escuelas vino alegre, con deseos de encontrarse y reconocerse, pues, pertenecen a diferentes generaciones lo cual es su gran tesoro. Se prepararon con hermosas mantas, camisetas con distintivos de sus Escuelas, y carteles de sus mártires. Pero, sobre todo, trajeron a la UCA su propio  espíritu popular, con una identidad receptiva y festiva de unos agentes de pastoral que han tomado en serio la reflexión de su fe. Mucha gente ha encontrado en este programa una respuesta a su búsqueda de conocer y expresar su fe. Quieren comprometerse con la realidad y su comunidad en el tiempo de hoy.

En el mediodía tuvimos la grata presencia de los grupos populares musicales Yharaví de la Parroquia San Antonio Abad y el Grupo Sal y Vida de la Parroquia San José Obrero, ellos nos regalaron su música y mensaje.

 

Conclusiones abiertas y en debate

 

En cuatro de las aulas magnas de la UCA, la gente de las escuelas se distribuyó para reflexionar dos preguntas ¿por qué nos cuesta unir la fe y la justicia? Y la segunda: ¿cómo integrar en la práctica la fe en la justicia y la justicia en la fe? Las conclusiones este año se pudieron entregar y están disponibles en una copia para todos.  En ellas los facilitadores y secretarios nos comunicaron el sentir de la población que se hizo presente en su reflexión. También recogieron la sintonía de la gente participante en torno a sus respuestas. Por una parte piensan en que nuestra Iglesia que necesita creatividad para asumir compromisos como laicos en esta nueva hora del país.

 

Interpelan la conciencia de los párrocos y de las instituciones de la Iglesia para que hagan un trabajo preciso para animarse mutuamente en las luchas por la justicia a partir de la fe que profesamos. Hablan de recrear nuevas respuestas de promoción humana que continúen dando vida abundante a los pobres que siguen siendo mayoría.

 

Hay una sensibilidad que apuesta por el trabajo abierto a la solidaridad, a la pastoral social, al trabajo orga-nizativo en todos los campos, a la necesidad de recuperar la memoria histórica y la participación de los cristianos en los derechos humanos. Se hace un llamado a la Iglesia jerárquica a seguir apoyando su opción latinoamericana por las Comunidades Eclesiales de Base, y a que apoye con fuerza la reflexión teológica liberadora de los laicos y laicas.

 

Es motivo de genuina esperanza experimentar cómo las personas inscritas en las ETP siguen creyendo en la Iglesia y se sienten impulsadas en los procesos que dan vida al pueblo. Es compromiso acogido desde el bautismo que se mantiene fortalecido por esta conciencia de comprometerse con este mundo y esta historia de vida para los pobres. Esta misión anima los esfuerzos de todos y todas.

 

Suyapa Pérez Escapini

 

 

 

 

 

 

Los mártires en los sentimientos de las personas

 

 

Maira y Carolina era la primera vez que llegaban a una vigilia de los mártires de la UCA.  Las habían oído por la YSUCA pero no habían tenido la oportunidad de participar en alguna. En esta ocasión – 12 de noviembre de 2005 -  además de su entusiasmo y alegría que provocaba estar por primera vez en una vigilia, les emocionaba saber que traían consigo una de las ofrendas que se presentaría en la eucaristía:  una manta bordada a mano dedicada a Monseñor Romero, los mártires de la UCA y a la radio YSUCA. Flores rojas, amarillas y moradas, matas de maíz, palomas de la paz y la leyenda propicia: “San Romero de América, vives en tu pueblo. La voz de la justicia nadie la podrá callar”. Todo tejido a mano, un trabajo de seis meses hecho con destreza, cuidado y cariño. Viendo su gozo por estar en la conmemoración de los mártires, de repente se me hizo presente una pregunta: ¿cómo sería el pueblo salvadoreño si no tuviera mártires? Y esa pregunta decidí hacerle a varias personas durante la vigilia. Me encontré con afirmaciones muy persuasivas. Veámoslas.

 

“Sin mártires seríamos un pueblo desmemoriado”.  Julio Liévano, autor de esa frase y miembro del Bloque Social, sostiene que si no hubiera mártires la maquinaria que produce el olvido, hubiese triunfado sin mayor esfuerzo. La memoria de los mártires hace ver de dónde venimos: de una sociedad perversa, opresora y violenta, que equiparaba opositor político, subversivo y enemigo. La muerte violenta de las personas que pasaron haciendo el bien, pone de manifiesto la crueldad e inhumanidad de personas, instituciones y estructuras históricas. Si no hubieran mártires estaríamos destinados a repetir más de lo mismo, sin la posibilidad de revertir la historia en otra dirección, la de la vida y la justicia.

 

“Sin mártires seríamos un pueblo sin identidad”. Así lo concibe Argentina Estrada, estudiante universitaria. Me explica que en el país hay una tendencia a buscar la identidad fuera: en el sueño americano, en el fútbol europeo, en los modelos económicos y políticos impulsados por el primer mundo. Parece ser, añade, que no tenemos referentes importantes propios. Sólo los mártires nos salvan de esta tendencia. En ellos y ellas vemos lo mejor que ha dado el país a nosotros y al mundo. Sentimos orgullo cuando hombres y mujeres de otras naciones llegan al país para conocer más de cerca la vida de nuestros mártires, en quienes ven vidas ejemplares. Qué bueno es que se conozca, por ejemplo, a El Salvador como la tierra de Monseñor Romero, concluye. Este mismo espíritu se recoge en una de las tarjetas que nos llegó a la radio a propósito de nuestro 14 aniversario, enviada por la familia Melgar-Díaz-Véliz. Transcribo la dedicatoria: “Desde hace 500 años que nos robaron la luz de nuestra identidad, y nos impusieron los adjetivos posesivos y los diminutivos. Sin embargo, miles de hermanos se atreven a alzar su luz volviendo actual el milagro de la multiplicación... sumando sueños, manos... y vidas, para el logro de utopías de humanos sencillos, de humanos dignos que iluminan la oscuridad del desposeído y comparten su pan. En esta sintonía armónica, la luz de Romero, Ellacuría, Palacios, Baró, Rutilio y miles más se sintonizan en las voces de toda una comunidad que crece y se multiplica en la voz de los sin voz”.

 

“Sin mártires seríamos un pueblo sin voz”.  Antonia de los Ángeles Álvarez, de Jardines de Colón, mantiene en su memoria dos frases que identifican a dos de nuestros mártires: “La voz de los sin voz” (Monseñor Romero) y “Que el pueblo haga sentir su voz (Ellacuría). Desde esa memoria llega a afirmar que sin los mártires el pueblo no tendría voz. La expresión tiene pleno sentido si complementamos esas frases pronunciadas por Monseñor Romero y el padre Ellacuría: “Estas homilías quieren ser la voz de este pueblo, quieren ser la voz de lo que no tienen voz. Y por eso, sin duda, caen mal a aquellos que tienen demasiada voz. Esta pobre voz que encontrará eco en aquellos que... amen la verdad y amen de verdad a nuestro querido pueblo” (Monseñor Romero, 29 de julio de 1979); “Que el pueblo haga oír su voz... que reflexionen sobre la situación del país, que exijan ser bien informados, que hagan sentir como se necesita cuanto antes un desarrollo económico profundo del país, cómo se necesita que se resuelva su problema de injusticia, es decir, que el pueblo salvadoreño haga sentir su voz” (Ellacuría). En el primer caso se trata de poner el poder de la palabra eclesial al servicio de la verdad y al servicio de quienes tienen negado – de hecho – el derecho de expresarse. En el segundo caso, se trata de que el pueblo mismo tenga acceso al poder de la palabra para mostrar su realidad y su razón. Ambas expresiones – y sus respectivas prácticas – tienen una misma fuente: su amor a la verdad y su amor al pueblo.

 

“Sin mártires seríamos un pueblo sin verdad y sin justicia”. Así lo manifestó un sacerdote de la diócesis de Sonsonate. Con ello no restaba méritos a quienes desde sus propias opciones políticas o sociales han contribuido a que hayan procesos de verdad y de justicia. Quería, eso sí, enfatizar que un aporte indiscutible de los mártires es su servicio a la verdad y a la justicia. En tal sentido recordó que Monseñor Romero buscó, comunicó y defendió la verdad frente a lo que la impedía, es decir, frente al ocultamiento de la realidad de las mayorías pobres, el cierre de espacios a la voz de esas mayorías y frente a la manipulación de la noticia por parte de los medios de comunicación grandes. Nosotros, recordamos que junto a esta pasión por la verdad, ambos también compartieron la experiencia fundamental de la indignación ética frente a la injusticia. Monseñor Romero criticó clara y valientemente las distintas formas de injusticia: el atropello a la dignidad humana, la impunidad de tantos horrorosos crímenes, el silencio cómplice ante muchas violaciones de la Constitución Política, las maniobras con que muchos empresarios burlaban los derechos de los obreros, la sustracción o malversación de los fondos públicos, la compraventa infame de la dignidad humana. Ellacuría, por su parte, era extremadamente crítico de las injusticias producidas por el sistema económico que privilegia al capital y subordina al trabajo, de los gobiernos que subordinan la institucionalidad democrática al poder fáctico de los empresarios, de las ideologizaciones a las que se somete a la conciencia colectiva. No han sido sólo los mártires los que han buscado verdad y justicia en el país, pero no cabe duda que lo que haya de verdad y justicia en nuestra sociedad se debe en gran medida a su aporte.

 

“Sin los mártires triunfaría el miedo y la desesperanza”.  En estos días ha estado con nosotros un sacerdote italiano, Pierluigi Di Piazza. Vino para participar en las actividades del XVI aniversario de los mártires de la UCA y para solidarizarse con las víctimas de los desastres de octubre. Ha estado en la capilla, donde están enterrados los seis sacerdotes, en la sala de los mártires, en el jardín de rosas – donde fueron asesinados - . Visitó además la cripta de catedral (donde están los restos de Monseñor Romero), el hospitalito de la Divina Providencia (donde Monseñor Romero vivió y en cuya capilla fue asesinado), el monumento de las víctimas civiles del parque Cuscatlán, el monumento de las víctimas del Mozote en el departamento de Morazán. Lugares de martirio pero también lugares de esperanza, lugares de dolor pero también lugares de fortaleza, lugares donde se puso de manifiesto la extrema crueldad, pero también lugares de donde había vida generosa. Cuando se le pregunta a Pierluigi cómo se va de El Salvador después de esta experiencia, responde de manera sencilla y directa: “Me voy cargado de emociones fuertes que dan luz y ánimo para mi vida y mi trabajo en Italia. Fortalecido en lo humano, en la fe y en la esperanza”. Los mártires lo han vigorizado e inspirado para seguir trabajando con misericordia en el centro “E. Balducci“, lugar de acogida para el migrante extranjero. Observando de cerca la experiencia de Pierluigi en estos días, he considerado que si no hubiesen mártires, nos vencería el miedo paralizante y la desesperanza que endurece el corazón y empobrece nuestros ideales en torno a una sociedad justa y humana. Tiene razón don Pedro Casaldáliga cuando afirma que en nuestro mundo herido – aunque no parezca tan evidente – “hay mucho bien venciendo al mal”. Yo creo que buena parte de ese bien es generado por los mártires. Por eso, razón tiene también la gente que proclama que los mártires están vivos y que siguen haciendo bien.  

 

Carlos Ayala Ramírez  

 

 

 

 

 

 

La inconclusa cumbre de las Américas en Mar del Plata.

 

Luego de la decepción que nos causó la cumbre del 60° aniversario de Naciones Unidas (N° 546 Carta a las Iglesias) no hemos tenido mejor suerte en nuestro continente americano. En la presente IVa Cumbre de las Américas la confrontación surge al querer tratar un punto que no estaba en la agenda del día: ‘el Área del Libre Comercio de las Américas’ (ALCA). “Dos días de reuniones no han servido para llegar a un acuerdo sobre un tema que ni siquiera estaba en el orden de la reunión, pero que se ha convertido en centro de todas las discusiones”. Se va a tratar de salvar esta cumbre redactando un documento final cuando algunos de los jefes de Estado ya regresaban a sus países. (El País, 5 de noviembre 2005)

 

Aquí hay algo que da que pensar: la falta de transparencia en la presentación del orden de las agendas en las cumbres de la OMC y de las Américas. Este problema ya se presentó en la cumbre de Québec, abril 2001, donde G. W. Bush hijo, lanza el ALCA: “la circulación de borradores plagados de tachaduras en nada ha ayudado a dar confianza; sobre todo después de la difusión del borrador sobre las “inversiones”, que autorizaría a las multinacionales a acusar a los gobiernos de poner límites a la libertad de comercio”. Esta era la primera petición que hacían los manifestantes en la cumbre de Québec. (ECA,  2001, p. 700). Por la misma falta de transparencia en la preparación, distribución y discusión de las agendas quebró la OMC de Seattle 1999, la de Cancún 2003 y seguramente volverá a quebrar la OMC de Hongkong, diciembre 2005, porque hasta el momento no hay acuerdos ni siquiera al interior de la Unión Europea, mucho menos entre la UE y los Estados Unidos sobre el ritmo y porcentaje de reducción de las subvenciones a sus exportaciones agrícolas. ¿Cómo se iba a llegar a un acuerdo en la presente firma del ALCA cuando ese es uno de los puntos en litigio y cuando ni siquiera hay un acuerdo a nivel de la OMC mundial?.

 

No deja de extrañar el papel de ’chico bueno’ de la película que adopta el presidente Fox al afirmar que 29 países están dispuestos a entrar en el ALCA y que, en consecuencia, se podría ratificar el ALCA sin los países del MERCOSUR. Aparte de que es contradictorio un ALCA sin Brasil. Argentina, Paraguay, Uruguay y Venezuela, da la impresión de que el presidente Fox está perdiendo memoria y no entiende bien la diferencia que hay entre los estatutos del ALCA y los que México firmó con Estados Unidos y Canadá. En enero de 2001 el presidente Fox asiste al foro económico de Davos, Suiza. Para esa fecha la economía norteamericana había entrado en recesión luego de la ruptura de la burbuja en su bolsa de valores, y Vicente Fox no tiene ningún reparo en firmar un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea.

 

En septiembre 2003 Vicente Fox es testigo de que en Cancún hay tres grupos de manifestantes: los campesinos mexicanos que han quedado sin trabajo porque el precio del maíz blanco subvencionado por EEUU se redujo en un 70%; los 200 manifestantes de Corea del Sur porque miles y miles de sus campesinos no pueden competir con el arroz subvencionado proveniente de EEUU; los campesinos de pequeños países africanos arruinados porque sus exportaciones de algodón no pueden competir con la subvención de $ 4.000 millones entregados a los algodoneros norteamericanos. Vicente Fox sabe que Robert Zoellick (USA) y Pascal Lamy (UE) dijeron al Grupo de los 20 (G-20): ¿qué nos ofrecen ustedes para que nosotros les demos algo?. Ante la intransigencia de Estados Unidos y de la Unión Europea quebró la OMC de Cancún, septiembre 2003. En este escenario se firma nuestro TLC con Estados Unidos, pero los países del MERCOSUR se resisten a firmar un ALCA sin discutir la ‘letra pequeña’ introducida en la reunión de Québec, abril 2001.

 

Cuando se habla de la marcada desigualdad entre 29 países a favor del ALCA y de 5 en contra, se están cometiendo varios errores. En primer lugar no son los países, la sociedad, sino 29 Jefes de Gobierno, cuya decisión depende más bien de determinada ideología o de determinada dependencia económica, ex.  el TPS y las remesas. Cuando nuestro presidente Elías Antonio Saca, afirma que “con la reciente ratificación del TLC con Centroamérica puedo decir que hay medio ALCA firmado en este momento”, quiere decir que no le han explicado bien la gran diferencia entre el ALCA y nuestro TLC con EEUU.

 

En un artículo titulado “Un ALCA a dos velocidades” se presentan estas diferencias. Luego de la quiebra de la OMC de Cancún, se discuten en reuniones diferentes nuestro TLC con EEUU y el ALCA de toda América. Mientras que en nuestro TLC se aceptan prácticamente todas las cláusulas impuestas por el delegado de EEUU, en la gestación del ALCA hay resistencias desde la 1ª cumbre de Québec, abril 2001. El presidente de Brasil, Fernando Cardoso, dijo: “El ALCA será bienvenido si su creación significa un proceso para dar acceso a los mercados más dinámicos, si efectivamente significa el camino para las reglas compartidas antidumping, si reduce las barreras arancelarias; si evita la distorsión proteccionista de las buenas reglas sanitarias. Pero, si no es así, sería irrelevante o, en el peor de los casos, indeseable” (ECA 2003; p. 547)

 

En la reunión de Miami, noviembre 2003, para evitar las confrontaciones que originaron el fiasco de Cancún, “los dos copresidentes de las negociaciones, Robert Zoellick, USA y Celso Amorín, Brasil, redujeron el tono de sus discursos y elaboraron un “acuerdo a la carta”, el cual recibió el acuerdo de los ministros de comercio de las Américas. “El acuerdo permite a cada país signatario no adherirse a las cláusulas del ALCA que estime contrarias a sus intereses. Además permite seguir avanzando al hacer a un lado los asuntos más espinosos”. Puede ser interesante a algunas personas leer  la introducción de la Declaración Ministerial”, que, además de la letra pequeña del acuerdo, anuncia que se han creado ocho grupos de negociación sobre “temas espinosos”, más “tres cuerpos consultivos”. Aquí entrarían los famosos “temas de Singapur”, que en nuestro TLC los hemos ratificado sin mayor discusión.

 

“Una de las principales diferencias entre las negociaciones bilaterales seguidas en el tratado centroamericano de libre comercio con Estados Unidos y el proceso pactado en el ALCA es que, debido a las presiones del MERCOSUR, en este segundo caso se han creado ocho grupos de negociaciones sobre “temas espinosos” más tres cuerpos consultivos: acceso a los mercados, agricultura, inversiones (AMI), política de competencia, derechos de propiedad intelectual, servicios, reglamento de diferendos, subvenciones, derechos anti-dumping y compensatorios. Además se han programado tres grupos auxiliares: grupo consultivo sobre economías pequeñas, comité de representantes gubernamentales sobre participación de la sociedad civil y comité técnico sobre cuestiones institucionales”.

 

No se pude ratificar el ALCA mientras no se firmen las conclusiones de las ocho mesas de trabajo. (ECA 2004; pp. 149-151) Todavía está fresco el unilateralismo de la Administración Bush en la reciente cumbre de Naciones Unidas, su negativa a ratificar convenios mundiales, sus falsos testimonio para justificar su invasión de Irak, que le han hecho perder credibilidad a nivel interno de EEUU y sobre todo a nivel internacional. La imagen Bush se ha desprestigiado y esta ha sido una razón más para negarse a ratificar un ALCA que ni siguiera era punto de agenda en Mar Del Plata.

P. Francisco Ibisate, S.J.

 

 

 

 

Vida de las comunidades

 

23 de octubre.  Más de mil personas de las comunidades de la parroquia Nuestra Señora de la Paz, sector de San Bartolo, celebraron un encuentro en el colegio de los josefinos en Soyapango.  En un clima de fiesta y alegría, las comunidades reflexionaron en varios grupos sobre el compromiso de las comunidades eclesiales de base. Carlos Ayala ayudó con la reflexión. Las comunidades presentaron varios sociodramas que reflejaban la realidad que vive el pueblo. El encuentro concluyó con la celebración de la eucaristía presidida por el padre Graciano que recordó que las comunidades eclesiales de base deben brillar por su oración, denuncia y servicio.

 

30 de octubre.  Treinta y cinco campesinas y campesinos de la parroquia de Jucuarán se reunieron en Puerto Caballos, cerca de la playa del Espino, para proseguir su formación. Esta es la quinta reunión que hacen en este año. “Mucha gente se enchibola con este libro, pero nosotros hemos descubierto que el Apocalipsis  no habla del fin del mundo, lo que dice es que no seamos cómplices con el imperio; ahí no más está en 18, 4”, concluía una de los campesinos que participaron. Animados por el padre Serafín, esta comunidad crece en la fe y el compromiso.

 

2 de noviembre. No tienen una tumba donde dejar las flores y rezar un padrenuestro porque sus hijas e hijos fueron desaparecidos. Por eso, todos los años, en el día de los difuntos, se acercan al parque Cuscatlán para recordar la memoria de sus familiares. Este año, en el Monumento a la Memoria y la Verdad, donde están escritos los nombre de las víctimas de la represión, se inauguró un mural que recoge la historia de nuestro pueblo. Alguien sugirió que las comunidades deberían organizar peregrinaciones al parque Cuscatlán para que los más jóvenes conozcan la historia de donde todos y todas venimos.

5 de noviembre.  Las comunidades de la parroquia Madre de los Pobres, del barrio La Chacra organizaron una manifestación contra la violencia, desde la gasolinera ESSO del Boulevard Venezuela hasta el centro parroquial. Cientos de personas caminaron enarbolando pancartas y carteles de denuncia de la violencia y en favor de la vida.  Esta marcha fue motivada por el clima de violencia que se vive en ese lugar, que ya se ha cobrado la vida de varias personas de la comunidad: Ana Rosales, Eric Miranda y Catalina Ramírez. Algunas personas de otras comunidades se hicieron presentes como un gesto de solidaridad, como la parroquia Cristo Rey de Soyapango, así como miembros de la Iglesia Episcopal y de la Iglesia Bautista Enmanuel. Durante la caminada, el pueblo cantaba y se iba leyendo y comentando el comunicado. El mensaje era muy claro. La comunidad denunció a las autoridades del Gobierno porque permiten y toleran la venta de armas y no persiguen el tráfico de drogas.  “No basta capturar a uno que otro pequeño vendedor, sino a los grandes traficantes de saco y corbata. El problema de la violencia no son solamente las maras”. La marcha concluyó con un acto ecuménico para reflexionar y orar por la paz. Cuando vemos a las comunidades tomando la calle y la palabra para defender la vida, nos recordamos de lo que dijo monseñor Romero: “Ustedes son el pueblo profético”.

 

5 de noviembre.  El auditorium “Ignacio Ellacuría” de la UCA se llenó de pueblo. Cientos de mujeres y hombres de las Escuelas de Teología Pastoral celebraron su séptimo encuentro. Esta vez el tema de reflexión era la fe y la justicia.  Luego de escuchar las ponencias, los participantes se reunieron en grupos para reflexionar y decir “su” palabra.  Una de las preguntas que se reflexionó fue: ¿Cómo integrar en la práctica la fe en la justicia y la justicia en la fe?  Nos parece oportuno copiar una de las respuestas, porque es todo un reto: “Solidarizarse en las luchas por la dignificación de los pobres”.

 

5 de noviembre.  Las comunidades de Copapayo, La Escopeta y San Nicolás se reunieron en el parque de Copapayo para  recordar a las víctimas de la masacre que en esos lugares cometió el ejército los días 4 y 5 de noviembre de 1983. Uno de los sobrevivientes narra que “en San Nicolás encerraron a todas las mujeres, muchachas y niños en su casa. En la madrugada del día siguiente el coronel Domingo Monterrosa dio orden a los soldados de ametrallar a toda esa gente. Sólo un  niño sobrevivió, quedando debajo del cadáver de su mamá”. Entre 120 y 150 personas fueron masacradas. Las comunidades reunidas este día cantaron y dieron mensajes de denuncia de los atropellos que hoy comete el Gobierno contra el pueblo, después realizaron una marcha de farolito y una celebración de la Palabra. Al final se compartió una tamaleada.

 

6 de noviembre. “Vaticano II, una revolución inconclusa”. Bajo este lema se reunieron las comunidades eclesiales de base animadas por FUNDAHMER en el auditorium ”Ignacio Ellacuría” de la UCA.  Eran cerca de quinientas personas de diversas comunidades del país.  Es una alegría comprobar que son precisamente las comunidades eclesiales de base las que recuerdan y celebran el cuarenta aniversario de ese acontecimiento tan importante en la historia de la Iglesia, como fue el Vaticano II. Otros sectores de la Iglesia parecen guardar silencio, o sencillamente se les “olvidó”. Durante la mañana, algunas comunidades presentaron sus denuncias, luego se escucharon varias ponencias sobre los documentos más importantes del Vaticano II y en la tarde se reflexionó en grupos sobre los retos de cara al futuro.  El Vaticano II es como “el ojo de agua” —se dijo— que dio origen a un río creciente e impetuoso, que ya nadie puede detener.  Como decía monseñor Romero: “La Iglesia no puede dar marcha atrás en su opción preferencial por los pobres”. 

 

 

 

 

 

Don Chamba: el bastón fiel de Monseñor

El señor Salvador Barraza asiste casi todos los domingos a la misa de la cripta. Él fue para Monseñor Romero un amigo cercano, su chofer y la persona que compartía todas las aventuras y recorridos de los caminos que le tocaba hacer en su misión pastoral.

 

Desde San Miguel conoció al Padre Romero. Su casa, muchas veces, se volvió lugar familiar donde el sacerdote, luego obispo y después arzobispo, podía saborear una comida, un descanso y el cariño profundo que encontraba en esa familia. Era el cuidador de los libros que con tanto esmero llevaba por todos lados Monseñor Romero. Incluso cuando descansaba, los libros le servían de invitación para no dejar de conversar con Dios y de escuchar a su pueblo. El gozo de siempre aprender y nunca dejar de escuchar.

 

En cada viaje se detenían a contemplar el paisaje y gustar esa comida rodeada de gente porque siempre quiso ser un obispo de todos. También estuvo a su lado en los momentos en que la situación vivida se volvía tensa. Hasta escuchó los insultos que le decían a Monseñor y que tanto dolor le causaban y, por momentos, lo removían en su dignidad. Su presencia diaria le hacía vivir junto a  Monseñor las angustias y las esperanzas de las gentes y tanta ceguera de los que no lo querían escuchar.

Hoy su memoria recoge, una y otra vez, tantas anécdotas tenidas con Monseñor y las hace ofrenda en las celebraciones que le recuerdan que siempre sigue estando con él. El recuerdo no lo abruma sino que se vuelve conversación tantas veces tenida a lo largo de los caminos recorridos en El Salvador. Llevar a Monseñor en su corazón no es peso porque siempre lo respetó, jamás dejó de cuidarlo y nunca le negó su amistad.

 

Por eso, hoy don Chamba sigue diciendo, “a Monseñor no lo comprendieron especialmente aquellos que no querían escuchar la voz que dio a los pobres”. El carrito de Monseñor mantiene el eco de esas pláticas, muestra las huellas de tantos kilómetros recorridos y, ante todo, sigue brillando por tanto cariño compartido. Muchas gracias, don Chamba, por seguir siendo bastón para Monseñor. Monseñor le sigue charlando de tantas vivencias tenidas, le dice que no lo deje caer de la cruz victoriosa, y a la vez, le murmura cómo continúa amando este sufrido pueblo salvadoreño.