AÑO XXV, No. 548 1-31 DE DICIEMBRE DE 2005

 

Jon Cortina, S.J. 1934-2005

 

 

INDICE

EL SALVADOR 2005. DRAMATICA SITUACIÓN DE LAS MUJERES

JUSTICIA, CONSOLACIÓN Y SHALOM MEDITACIÓN DE NAVIDAD, 2005

POR RAZONES ÈTICAS NO PODEMOS DECIR LA VERDAD. CONDOLEZA RICE EN EUROPA

SOLIDARIDAD ESPIRITUAL PARA EL FUTURO

JON CORTINA, S.J. 1934-2005

ITA, MAURA, DOROTHY Y JEAN

EN EL XIV ANIVERSARIO DE LA YSUCA. EL SER HUMANO ES EL GRAN MEDICO DE COMUNICACIÓN

 

 

 

 

 

 

 

El Salvador 2005.

Dramática situación de las mujeres

 

El Salvador es un país de exclusiones y disparidades. Hay una enorme distancia -en consumo, oportunidades, salud, vivienda, educación, etc.- entre los ricos más ricos de El Salvador y los pobres más pobres.  Esa es la gran fisura de la sociedad salvadoreña.

Pero junto a ella hay otras no menos importantes. Sin duda, una de las más dramáticas es la que divide a hombres y mujeres, siendo estas últimas las más perjudicadas.  Al igual que la pobreza golpea más a los habitantes rurales que a los urbanos, lo mismo sucede, y en mayor escala, con las mujeres respecto de los hombres. Todavía no hay datos del 2005, pero podemos analizar la situación de la mujer en base a datos de años anteriores.

 

La pobreza. Es cierto que en 2004 la tasa de desempleo de las mujeres fue de 3.8%, en tanto que la de los hombres fue de 8.7%. Pero eso no significa que -en la industria de la maquila, comercio, restaurantes y hoteles- las mujeres hayan estado en mejor situación que los hombres en términos salariales y de seguridad social. Según la Fundación para el Desarrollo, FUNDE, “dichas actividades nos les proporcionan mejores condiciones en empleo, en términos de ingresos y respeto a los derechos laborales; además, la carga del hogar continúa siendo asumida por las mujeres, lo que implica una jornada de trabajo que sobrepasa considerablemente la jornada de trabajo de los hombres”.

 

Entre los sectores sociales pobres las mujeres trabajan más que los hombres, pero reciben una menor remuneración y gozan de menos derechos laborales. Esto las hace ser más pobres que ellos: por eso se habla de una feminización de la pobreza. Según datos de Sonia Baires y Lilian Vega en 2002 esa feminidad de la pobreza también fue más acentuada en el área urbana que en la rural, y afectó más a los grupos de entre los 18 y los 59 años y a los mayores de 60. Asimismo, en el área urbana -y para esos dos grupos de población-, el porcentaje de mujeres pobres sobrepasó al de hombres en 17.7%, 38%  y 43%, respectivamente. Es probable que esas tendencias se hayan mantenido durante 2005 y que persistan en años posteriores. 

 

La violencia. Las mujeres no sólo son más pobres que los hombres, sino que se han convertido en destinatarias de la violencia.  Aunque no hay datos consolidados para el 2005, lo sucedido en el año anterior es aleccionador. Según Amnistía Internacional, al menos 159 mujeres fueron asesinadas como resultado de la violencia social o en el seno de la familia. Para el último semestre de 2003 y el primero de 2004, el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer, ISDEMU, atendió un total de 6,625 casos de violencia intrafamiliar, y en más del 85% las víctimas eran mujeres.  Por su parte, el Centro de Estudios de la Mujer, CEMUJER, registró 139 casos de mujeres asesinadas en 2003, de las cuales 42 murieron por arma de fuego, 30 por arma blanca y el resto a causa de golpes, calcinadas o envenenadas. Las Dignas contabilizaron -como aparece en  la prensa escrita- 400 casos de agresiones contra las mujeres, 257 más que en el año anterior. Y según el informe de Las Dignas, el 80% de las agresiones cometidas contra las mujeres correspondió a violaciones y homicidios.  A inicios del 2005 el panorama no era alentador. Dos ejemplos: dos mujeres fueron encontradas mutiladas y decapitadas en una cueva, en el Departamento de la Unión, y una niña menor de edad fue asesinada a balazos en el Departamento de La Paz. 

 

Denuncia interncional. Todos estos hechos de violencia llevaron a Irene Khan, Secretaria General de Amnistía Internacional, a enviar una carta, con fecha del 13 de octubre de 2005, al presidente Antonio Saca, en la cual le manifiesta su preocupación por los crímenes cometidos contra las mujeres -20 casos registrados por la institución-, así como por la forma en que han sido investigados por las autoridades. Entre otras cosas, la carta dice lo siguiente:

 

“Estimado Sr. Presidente:

Le escribo para expresarle la preocupación de Amnistía Internacional por la forma en que el Estado se está ocupando de los numerosos casos de homicidios brutales de mujeres y niñas cometidos desde finales de 2002 hasta mediados de 2004. Durante ese periodo se calcula que al menos 20 mujeres fueron asesinadas y sus cuerpos fueron mutilados en muchos de los casos. Algunas víctimas mostraban señales de haber sido violadas antes de morir. Según los informes, pocos de estos casos se están investigando adecuadamente...

Las investigaciones sobre los restantes parecen haberse cerrado tras deficiencias durante sus etapas preliminares o a consecuencia de la falta de actuación oficial”.

 

A la poca diligencia en materia de investigación, se ha sumado el silencio, aliado perfecto de la impunidad.  Con alarma lo señala Irene Khan Afirma que:

 

“Grupos de derechos humanos gubernamentales y no gubernamentales, nacionales e internacionales, han intentado reiteradamente conseguir información sobre las medidas tomadas por las autoridades correspondientes para garantizar una investigación minuciosa e imparcial de los casos de homicidios de mujeres ocurridos entre 2002 y 2004, pero todo ha sido en vano. Amnistía Internacional teme que la falta de respuesta pública y el silencio general de las autoridades de El Salvador sobre este tema podrían indicar no sólo que las investigaciones iniciales fueron totalmente insuficientes, sino que en algunos casos tal vez no hubo investigación”.

Y continúa:

 

“En opinión de Amnistía Internacional, los numerosos casos de homicidios de mujeres, algunos de ellos con una brutal violencia sexual antes de la muerte, no han sido investigados minuciosamente, y El Salvador no está cumpliendo con su obligación de ejercer la diligencia debida, previniendo, investigando, procesando y castigando la violencia sexual y de género, sean sus autores agentes estatales o no estatales.

 

El Estado tampoco ha cumplido con su obligación de proteger los derechos de las víctimas proporcionándoles, a ellas o a sus familiares, un recurso efectivo”.

 

El problema de la violencia contra las mujeres es grave. Todavía queda mucho que investigar, pues los vacíos en la información disponible son enormes. Con todo, el camino abierto por instituciones como Las Dignas, CEMUJER y el ISDEMU marca la pauta de hacia dónde avanzar.

 

El registro de datos de estas instituciones es clave para comprender el fenómeno de la violencia contra las mujeres. Pero no basta con comprenderlo, sino que hay que impulsar acciones de prevención, así como de defensa de los derechos de las mujeres. En este sentido, Las Dignas y CEMUJER son instituciones pioneras, de las cuales se tiene mucho que aprender

 

 CIDAI

 

Justicia, consolación y shalom

Meditación de navidad, 2005

 

    En nuestra sociedad, occidentalizada, cada vez más globalizada y aburguesada en su ideal de vida, las tradiciones navideñas tienen varios elementos conocidos: Santa Claus, luces, árboles, y, sobre todo, consumo. No es que todo esté mal, pero esas tradiciones no tienen nada que ver con las tradiciones bíblicas sobre el nacimiento de Jesús de Nazaret.

    Por otra parte, las tradiciones bíblicas, la esperanza de justicia y reconciliación de los bellos relatos de Isaías, y la esperanza del shalom de las narraciones de san Lucas, tampoco tienen nada que ver con las tradiciones navideñas que hoy imperan.

    Por decirlo en breves palabras, el comercio y el consumo navideño, el mundo de los negocios, no tienen nada que ver con la Biblia, que es palabra de Dios, y con la liturgia, que es la celebración de los cristianos.

Que estas cosas puedan cambiar, lo damos prácticamente por imposible, y por eso no vamos a hablar más de ello. Pero siempre queda la esperanza de que la palabra de Dios y la celebración de los cristianos nos ilumine y anime.

Justicia. Es necesaria y está enterrada, es nítida y está maquillada. A veces con razones aparentemente buenas: “Hoy, en tiempo de globalización, basta con hablar de solidaridad”, y a veces con razones claramente malas: “Hablar de injusticia es cosa del pasado”. Y sin embargo, no hay navidad cristiana sin hablar de la palabra de Dios, y  no hay palabra de Dios sin hablar de justicia.

En la liturgia de adviento aparece mucho el profeta Isaías. Precisamente porque Dios se está acercando, Isaías nos dice lo que hay que hacer: “Abran camino a Yahvé. Que todo valle sea elevado y que todo monte y cerro sea rebajado”. Nos dice qué hay que hacer con las “lanzas” -antiguas armas de guerra-, los misiles de hoy: “convertirlos en machetes para trabajar la tierra”. Los salmos nos recuerdan que “la paz y la justicia se besan”, que dejemos de hablar de paz , si no ponemos manos a la obra y construimos un país justo.

Las tradiciones mundanas no saben de estas cosas. Comercio y mercado son dioses, y quiera Dios que no sean ídolos que producen víctimas, apoderándose del dinero de los pobres y adormeciendo a todos.

Consolación. Es sumamente necesaria para las mayorías pobres, sin muchas expectativas de vivir una vida digna, a no ser lejos de su tierra. Entre nosotros la situación no es la misma que aquella en que Isaías escribió el capítulo 40 a un pueblo desterrado en Babilonia, muy lejos de Israel. Pero algo se le parece. Con los ojos puestos en esos desterrados, dice Dios a Isaías: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”. Cuánta falta hace hoy. Y qué poco se ve de esa consolación honda, más allá de la palabrería barata de estos días, la de los supermercados y la de los políticos. También la que proviene de casas presidenciales y de monarquías solemnes. Y ojalá no sea barata la consolación que llevamos los cristianos.

También en El Salvador hubo una vez un Isaías que consolaba a su pueblo. Orador y profeta como él, se volcó hacia ese pueblo y lo consoló: “Verán, queridos hermanos, como regresarán los refugiados… Verán como tanta sangre se tornará en vida… Verán como sobre estas ruinas brillará la gloria del Señor”. Era Monseñor Romero.

Qué necesario y qué difícil es consolar. Bien está augurar cosas mejores, si los análisis dan para ello, pero es un crimen engañar y jugar con la esperanza del pueblo –pero calcular todavía no es consolar. Sólo con credibilidad, con el prestigio que se gana con un amor claro, sin fingimientos, con la decisión de correr riesgos -hasta de la vida- se puede consolar.  Ese fue el secreto de Monseñor.

Shalom. Es paz y es más que paz. San Lucas dice que unos ángeles se aparecieron a los pastores y decían: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. San Lucas escribía en griego y por eso, para hablar de paz usa la palabra eirene, que significa ausencia de violencia, de guerra… todo ello muy bueno y necesario. Pero la palabra hebrea es shalom. Significa un bienestar de los seres humanos entre sí, basado en la justicia y la verdad, y que reverbera en fraternidad y gozo. Y no tiene nada que ver con la pax romana, la quietud resignada que producen los imperios.

De este shalom nada dicen y nada saben los supermercados y similares. Algo  -o mucho- puede quedar en algunas tradiciones navideñas de todos los tiempos: el gozo de reunirse en familia. En esos días puede haber incluso signos de reconciliación. Y ojalá se mantenga esa tradición secular que nació mucho antes del árbol de navidad, de Santa Claus y de los supermercados.

Jesús de Nazaret. Desafortunadamente es todo menos obvio mencionar a Jesús de Nazaret en estos días de navidad. Los supermercados no saben que hacer con él, incluso las iglesias -con frecuencia- se quedan en el “niño Dios”, sin añadir que ese niño llegó a ser el Jesús que salió de su casa, se fue al Jordán a escuchar a Juan y apareció junto con el pueblo para ser bautizado, el que anunció a los pobres la venida del reino, sintió compasión por ellos hasta revolvérsele las entrañas, los sanó y los defendió de sus opresores, se enfrentó con éstos y por ello murió crucificado. Y el Padre no le dejó morir para siempre.

Para los creyentes esto es el abece de nuestra fe, pero puede estar inexplicablemente ausente los días de navidad. No así en las tradiciones navideñas de los Evangelios. Jesús de Nazaret no está ausente. En el Magnificat, María preanuncia a Jesús y reza a Dios como él: “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada”. El anciano Simeón proclama con gozo que ya puede morir en  paz, pues “sus ojos han visto al salvador que iluminará a todos los pueblos”, y añade que será “señal de contradicción” a fin de que “queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”. Unas buenas gentes llegan de lejos para ponerse a su servicio, mientras Herodes “manda matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca de dos años para abajo” -increíble relato para tiempos de navidad, piadosa leyenda entonces y cruel realidad ahora en épocas de El Mozote.

Cuando Dios quiere no ser sólo Dios. Los días de navidad son feriados, y ello posibilita el descanso y el acercamiento dentro de la familia. Debiera posibilitar también la reflexión: en definitiva qué somos nosotros si se nos dice que “ese niño es Dios”. La respuesta no es fácil, pues la pregunta introduce a los creyentes en el misterio de Dios. Y a todo el mundo, también a los no creyentes, los relatos de navidad debieran hacerles pensar en qué consiste el misterio de lo humano.

Conocemos a muchos hombres y mujeres concretas, y nos conocemos a nosotros mismos. Sabemos de lo bueno y de lo malo de los seres humanos. Sabemos de sus posibilidades y sus limitaciones. Pero lo más hondo nuestro se nos escapa. Y es que navidad dice que en un ser humano se ha hecho presente un misterio. Para los cristianos, el misterio de Dios. “En Jesús ha aparecido la benignidad de Dios”, dice la carta a Tito. Los seres humanos estamos transidos de Dios, somos portadores, en carne, pequeña y limitada, del misterio de Dios.

En dos mil años esto se ha dicho de mil maneras. Decía Karl Rahner que “el hombre surge cuando Dios quiere ser no sólo Dios”. Leonardo Boff dice hablando de Jesús de Nazaret: “así de humano sólo puede ser Dios”. Hoy se ve cómo renace siempre ese misterio de la vida, el misterio de Dios, allí donde hay un gran amor. Estos días lo vuelven a hacer real las cuatro mujeres misioneras de Estados Unidos.

Cada quien sabrá qué piensa del misterio del ser humano, de ser él y ella hombre y mujer sobre esta tierra. Navidad nos invita a pensarnos desde el misterio de Dios. Y esta audacia de los creyentes está posibilitada por una audacia mayor, que es el mensaje de navidad: Dios puede -y tiene que- ser pensado desde lo humano, porque, antes, decidió “empequeñecerse” y mostrarse en un ser humano como todos nosotros, Jesús de Nazaret.

 

Jon Sobrino

 

 

«El misterio del hombre ya no se puede explicar más que en el misterio del Dios que se hizo hombre. Si un hombre quiere ver su propio misterio: el sentido de su dolor, de su trabajo, de su angustia, de su esperanza, póngase junto a Cristo».

Monseñor Romero, Homilía 24 de diciembre de 1978.

 

 

 

 

 

“Por razones éticas no podemos decir la verdad”

Condoleezza Rice en Europa

 

Del 6 al 9 de diciembre Condoleeza Rice, secretaria de Estado, realizó un  rápido viaje por Berlín, Rumania, Kiev (Ucrania) y Bruselas, con una densa agenda. En Berlín, saludar a la nueva Canciller Angela Merkel. En Bucarest, Rumania, y en Kiev, Ucrania, fortalecer las relaciones de amistad con ambos gobiernos y enderezarlos por la vía de la democracia. El nuevo presidente de Ucrania -democráticamente elegido- no era el preferido de V. Putin, Rusia, y el gobierno de Rumania ahora es amigo de Estados Unidos y miembro de la OTAN, institución, por cierto, que debería haber desaparecido en 1991 cuando desapareció el Pacto de Varsovia. En Bruselas se va a tratar el nuevo papel de la OTAN, aunque las amenazas terroristas no flotan sobre el Atlántico sino en el patio trasero de la URSS.

Poco antes de tomar el avión para emprender la gira por Europa Condoleeza Rice hizo una firme defensa de la política antiterrorista de Estados Unidos y negó haber usado aeropuertos europeos para trasladar y torturar a estos sospechosos. Y es que ante los europeos, ciudadanos, ONGs y algunos jefes de Estado, Condoleeza Rice tenía que responder a tres preguntas, que son ya un secreto a voces: 1) los vuelos clandestinos de aviones de la CIA y el uso de aeropuertos europeos para ello, 2) la captura y “entrega” de miembros sospechosos de la red Al Qaeda, y 3) el sistema de torturas aplicadas a estos supuestos terroristas para obtener las esperadas  confesiones.

La crisis se desató hace un mes cuando el Washington Post reveló la existencia de prisiones secretas estadounidenses en ocho países, la mayoría en el antiguo bloque del Este; y reveló también que aviones de la CIA hacían escala en aeropuertos europeos, trasladando a sospechosos de ser terroristas hacia “agujeros negros”.

Le toca a Jack Straw, jefe de la diplomacia británica, pedir aclaraciones -en nombre de la Unión Europea- a Condoleeza Rice sobre estas “posibles violaciones al derecho internacional”. En una reunión previa, tenida en Washington, se decidió que la respuesta debía ser sólo política. En lo sustancial, Condoleeza Rice deberá decir a sus interlocutores que “la guerra antiterrorista debe preocuparles tanto a ustedes como a nosotros y ustedes deben aclarar a la opinión pública los beneficios de ello, en vez de señalarnos a nosotros con el dedo”. Lo que se pretende con esta respuesta política es obtener una ganancia política, es decir, “que los otros gobiernos participen en esta lucha antiterrorista”. Rice repetirá: “no se puede permitir a nadie cometer un crimen sin antes detenerlo, cuando miles de inocentes pueden morir”.

Con este argumento la Administración Bush justifica desde hace cuatro años el estatuto de no-derecho de “combatientes ilegales” detenidos en Guantánamo, sin prestar atención al tema de la tortura.  (“Prisiones secretas: Washington rechaza explicarse”, Le Monde, 5 de noviembre, 2005)      

Desde el inicio de su viaje Condoleeza Rice defendió la práctica de las “entregas” -transferencias de detenidos a sus países de origen o a terceros países para interrogarlos- “porque salvan vidas europeas”, pero negó que Estados Unidos permita o tolere la tortura. “Depende de los gobiernos y de sus ciudadanos decidir si quieren trabajar con nosotros para prevenir atentados y cuánta información reservada pueden hacer pública. Tienen el derecho soberano a tomar esta decisión”. Lo que ha dicho Rice es que Estados Unidos lleva ‘décadas’ cooperando con sus aliados en la política de las ‘entregas’, y puede construir así un argumento para justificar las prácticas denunciadas como violaciones a los derechos humanos.

 

“Las entregas ponen fuera de juego a los terroristas y salvan vidas. Y no están prohibidas por las leyes internacionales. Consideramos a los miembros de Al Qaeda y sus aliados combatientes ilegales que pueden ser retenidos, de acuerdo con las leyes bélicas para evitar que maten a inocentes. Debemos llevar a estos terroristas a la justicia siempre que sea posible, pero hay muchos casos en los que los gobiernos locales no pueden detener o procesar a un sospechoso, y las extradiciones tradicionales no son opciones adecuadas. En esos casos los gobiernos locales pueden decidir, de manera soberana, prestar su cooperación para transferir a un sospechoso a un tercer país, que es lo que se conoce como entrega. Les corresponde a esos países y a sus ciudadanos decidir si quieren colaborar con nosotros para evitar ataques terroristas contra sus países u otros países y decir cuánta información sensible pueden dar a conocer; tienen un derecho soberano a tomar esta decisión”.  A veces, dijo Rice: “Estos esfuerzos no son bien entendidos. Confío en que el debate (de esta gira europea) incluya una sana consideración sobre las responsabilidades de los gobiernos a la hora de proteger a sus ciudadanos” (El País, 6 de diciembre, 2005).

 

Ahora resulta que la mentira se convierte en la norma de moralidad, se trate de las torturas infligidas en Guantánamo, en Abu Grahib y otras prisiones, así como de toda la mentirosa justificación de la guerra de Irak. La moralidad de la administración Bush se basa en la teoría del ataque preventivo. Como dijera, Norman Birbaum, profesor emérito de Georgetown:

 

“Estados Unidos ya ha transgredido el derecho internacional con el trato dado a los prisioneros que ha hecho en Afganistán o que han sido capturados por gobiernos aliados en otras partes. Aceptan ustedes, con pasmosa tranquilidad, la afirmación de que el régimen iraquí y sus armas de destrucción masiva representan una clara amenaza para la seguridad mundial. Repiten algo que no es más que una ficción de la Casa Blanca: que Irak respalda a Al Qaeda. No hay pruebas convincentes de ninguno de los dos argumentos. Tratan ustedes la obsesión del presidente Bush con Irak como algo racional” (EL País, 9 febrero, 2003).

 

En entrevista al diario Le Monde, Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, afirma:

 

“Bush es un peligro para el mundo entero… No respeta ni la Declaración de los Derechos del Hombre, ni los pactos internacionales, ni el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Invade países, miente al mundo y a su propio pueblo. Bush es responsable de crímenes de lesa humanidad, de masacres en Irak, en Afganistán y en la prisión de Guantánamo. Habla de terrorismo, pero rechaza que se denuncie el terrorismo de Estado de Estados Unidos” (Le Monde, 4 de noviembre, 2005).

 

Y el dramaturgo británico, Harold Pinter, al aceptar el Premio Nöbel de Literatura 2005, denuncia los “crímenes sistemáticos de Estados Unidos por todo el mundo”. En su discurso de agradecimiento Pinter mencionó las actuaciones en Indonesia, Grecia, Uruguay, Brasil, Paraguay, Haití, Turquía, Filipinas, Guatemala, El Salvador y Chile. “Sobre este último país dijo que no se podrá perdonar el daño que Estados Unidos hizo en 1973”. Se trata de cientos de miles de muertos. ¿”Tuvieron lugar? ¿Son responsabilidad de la política exterior de Estados Unidos? La respuesta es sí”, ha dicho el dramaturgo. “Pero usted no lo sabrá. Nunca ocurrió. No importa. No es interesante... Como consecuencia de todo ello, la primera o la última víctima es la conciencia. George W. Bush y Tony Blair deben dar cuenta ante la Corte Penal Internacional” (El Mundo, Madrid, 7 de diciembre 2005).

 

Es triste el papel que le ha tocado jugar en Europa a Condoleezza Rice, Secretaria de Estado.

P. Francisco Ibisate. 

 

 

 

 

 

 

Solidaridad espiritual para el futuro

 

 

Hace 25 años, cuatro mujeres norteamericanas fueron asesinadas brutalmente por la guardia nacional en Santiago Nonualco, Depto. de La Paz.  Sus nombres:  Maura Clarke e Ita Ford de las Hermanas de Maryknoll, Dorothy Kazel de las Hermanas Ursulinas, y Jean Donovan, misionera laica.  Su crimen: haber hecho una opción preferencial por los pobres que les llevó a apoyar a la gente desplazada. Lucharon por respetar el valor y la dignidad de cada persona.  Habían venido a El Salvador para estar en solidaridad con la gente necesitada, y el 2 de diciembre de 1980 dieron sus vidas por sus hermanas y hermanos. Juntaron su sangre con la de las 75,000 personas que fallecieron durante la guerra de El Salvador.

Ahora, 25 años después, la claridad del mensaje de las cuatro mujeres se ha borrado un poco.  Hoy, la globalización, el aumento de la pobreza, la violencia callejera, y el consumismo ofrecen nuevos desafíos.  Por eso nos preguntamos “¿Qué dice hoy el martirio de Maura, Ita, Dorotea y Jean en medio de un mundo cambiado?” 

Para contrarrestar la deshumanización de la globalización y de la violencia que no respeta la vida, hoy se expresa el mensaje de las mujeres en la palabra “solidaridad.”  Fernando Bermúdez define la solidaridad como “el hacer nuestro el sufrimiento de los/as demás, y nuestro compromiso con ellos/as”.  Mons. Pedro Casaldáliga dice que “solidaridad es la ternura de los pueblos; crea redes de amistad, alianza y ayuda.”  Marie Dennos de Maryknoll profundiza esta definición: “solidaridad implica acompañar a la gente marginada por la violencia institucionalizada, metidos/as en un proceso de transformación social, económica, y ambiental que está enraizada en relaciones justas y nos conduce a una conversión personal y societal.”

+ Ver con ojos nuevos la realidad del mundo en el cual vivimos

En 1980, Ita Ford escribió:  “No tengo soluciones para esta situación; no conozco como contestarla, pero caminaré con ustedes, buscaré con ustedes, estaré con ustedes.  ¿Puedo dejarme evangelizar por esta oportunidad? ¿Puedo contemplar y aceptar mi propia pobreza, tal como la aprendo de los/as pobres?

El desafío de Ita sigue con nosotros/as.  ¿Podemos dejarnos ser evangelizados/as en solidaridad con los/as pobres de hoy, especialmente al observar este aniversario?

+ Tener nuestros corazones rotos por la injusticia y abiertos a nuevas relaciones

Jean Donovan escribió: “Varias veces he decidido salir; casi podría, excepto por los/as niños/as -los pobres, golpeados, víctimas de esta locura de los/as adultos/as… ¿Quién podría tener un corazón tan duro que no optara por las cosas razonables en medio del mar de sus lágrimas y soledad?”

Durante los últimos diez años, hemos visto cómo la globalización sumerge nuestra realidad cotidiana en el consumismo como una prioridad deshumanizante.  Como cristianos/as comprometidos/as, queremos promover una opción más humana, una solidaridad comunitaria que surge de la base, y no está impuesta desde arriba.  Identificamos una espiritualidad de solidaridad¸ que abraza a cada persona y a la tierra donde tenemos el privilegio de vivir.

En vez de basar nuestros pensamientos y acciones en lo económico y la tecnología informativa, nos atrevemos a empezar con nuestra condición como criaturas de Dios, cada uno/a como un tesoro, cada uno/a que merece un respeto por su dignidad, y creados/as por una interdependencia entre nuestras comunidades humanas y terrenales.

+ Encontrar la vida, la alegría, y la fidelidad en las márgenes, aun en medio de mucho sufrimiento

Dorotea Kazel escribió: “casi todos/as sentimos que quisiéramos quedarnos aquí…si podemos ayudar…No quisieramos abandonar a la gente”.

Nuestro Señor Jesús nos enseñó cómo hacerlo, “Qué ellos/as sean uno, como nosotros, Padre, somos uno  A través de los años, las culturas tradicionales han vivido una solidaridad familiar.  En América Latina, el primer niño es educado para un trabajo, y su sueldo sigue facilitando la educación de sus hermanos/as menores.  Hoy, “remesas,” dinero enviado a la familia de sus parientes en los Estados Unidos constituyen un ingreso nacional más grande de las exportaciones agrícolas o industriales.

Jesús nos constituyo como una familia humana, un Cuerpo. Aprendiendo de Él y de la vida y muerte de nuestras hermanas, y de la sabiduría de las culturas tradicionales, es tiempo de romper nuestro capullo de individualismo y acumulación personal hacia una Espiritualidad de Solidaridad que nos libera a transformar nuestras familias, nuestras comunidades, y nuestra realidad total

+ Transformarnos en gente de esperanza, que creemos que es posible crear un mundo mejor, tal como soñaban las cuatro mujeres y miles de otros que dieron sus vidas por los/as demás.

En el diálogo entre los/as cristianos/as del sur y del norte, detectamos algunos elementos de esta espiritualidad de solidaridad:

·   Soy una criatura de Dios, un tesoro, y todos/as tienen que respetar mi dignidad.  Tengo dones únicos y limitaciones.

·   Mi identidad siempre abarca un elemento comunal.  Estoy en relación con otros/as -mi familia, mi comunidad y el planeta.

·   Mi crecimiento y desarrollo personal están íntimamente ligados al de mi familia. Todos/as avanzamos juntos.  Si alguien está herido, todos/as ayudamos a cuidar a esa persona.

·   Jesús es el Mensajero que nos ha traído la Buena Nueva del Amor de Dios para cada uno/a de nosotros/as.  Ël es nuestro hermano y nos hace ser una sola familia humana.

·   Me veo como una parte de la única familia humana; cada persona que veo es mi hermano/a.  Por eso, tengo que trabajar por cambiar los sistemas de la sociedad. Es mi familia. Tengo visión global.

·   Nuestro Dios es un Dios Trinidad -en comunión Uno con el Otro-, pero siempre en un círculo abierto, listo/a a recibir a la persona nueva.

+ Hacer o renovar nuestro compromiso para trabar por un mundo mejor.

 

Maura Clarke escribió: “El trabajo realmente es lo que Monseñor Romero llama ‘acompañamiento’ acompañar a la gente, así como buscar formas como ayudar.  Esto parece ser lo que el Señor me pide, creo, en este momento”.

La Conferencia Episcopal Guatemalteca, en 1995 en su carta pastoral “Una Necesidad Urgente para la Paz Verdadera,” dijo: “La solidaridad implica la idea de participación, porque en solidaridad, no solamente damos, pero cuando recibimos a nuestro hermano/a, recibimos a Dios; en esta forma, la solidaridad se convierte en un principio mayor, lo cual nos permite superar ese individualismo que genera la injusticia y inequidad”.

+ Estar insertado en nuestra propia sociedad como gente transformada, desafiada, y desafiando.

El 19 de febrero de 1978 Monseñor Romero predicó, “Quiridos/as hermanos/as, cada domingo enocontramos hechos que están pidiendo la luz de la palabra de Señor. Y el/la verdadero/a cristiano/a en El Salvador no puede prescindir de estas realidades, a no ser que quiera profesar un cristianismo aéreo, sin realidades en la tierra, un cristianismo sin compromisos, espiritualista.  Así es muy fácil ser cristiano, desencarnado, desentendido de las realidades que viven.  Pero vivir ese Evangelio, que por orden del Padre eterno tenemos que escuchar de Cisto, “A Él, escuchadle”, vivirlo en el marco real de nuestra existencia, eso es lo difícil, eso es lo que crea conflictos, pero es lo que hace auténtica la predicación del Evangelio y la vida de cada cristiano/a.”

El 18 de agosto de 1980 Ita Ford escribió a su sobrina y ahijada, Jennifer, al cumplir 16 años, “Espero que llegues a encontrar eso que dará a tu vida un sentido profundo.   Algo por lo que vale la pena luchar para vivir, incluso incluso por lo que vale la pena morir, algo que te da energía, entusiasmo, qué seleccionar, qué amar. 

 

Las Misioneras de Maryknoll sentimos muy privilegiadas de vivir entre el pueblo salvadoreño, compartir su vida y su amor, y acompañarlo en sus necesidades de hoy.  Esperamos que la celebración del XXV aniversario del martirio de las cuatro mujeres, así como la memoria de tantos/as hermanos/as salvadoreños/as fallecidos/as durante la guerra, nos sigan animando para seguir creando un mundo más justo para los/as pobres, y una verdadera.

 

Espiritualidad y comunidad de solidaridad

 

Hermanas de Maryknoll

2 de diciembre, 2005

 

 

 

 

 

Padre Jon de Cortina, S.J.  1934-2005

 

 

    Jon Cortina ha estado luchando con la muerte desde que el 24 de noviembre sufrió un derrame cerebral. Hace muchos años que decidió entregar su vida antes que guardarla para sí. Corrió riesgos y peligros, persecución y bombas en la UCA, y sobre todo en los caminos de Chalatenango, Arcatao, San José las Flores, Guarjila, Los Ranchos. Hoy, 12 de diciembre, ha fallecido a los 71 años. El Padre José Ellacuría, cuando le comuniqué que Jon había sufrido un derrame cerebral, me escribió: “Así acaban todos los que luchan por la justicia”. Esta es la verdad más honda de la muerte de Jon.

Pocas veces he visto tantas lágrimas y tan sentidas como hoy, aquí en la UCA entre sus compañeros y compañeras, y sobre todo en las comunidades. Una hora después de conocer su muerte, me pidieron hablar sobre Jon en la YSUCA. Espontáneamente, sin pensarlo mucho, le llamé “Padre de las comunidades”. Ellos y ellas, campesinos y campesinas, lo dicen y lo lloran ahora como se llora a un padre.

 Jon fue a Aguilares en 1977 después de que asesinaron Rutilio Grande y no muchos sacerdotes se animaban a tomar su puesto. Desde entonces a Rutilio Grande le llamaba “el Padre Tilo”, como hacían los campesinos -y reconstruyó dos veces las tres cruces que había en el lugar en que fue asesinado con un anciano y un niño, y que otras tantas veces fueron destruidas por gente bárbara y sin sentimientos que tan suelta andaba entonces. En aquellos tiempos de represión de la oligarquía y de los cuerpos de seguridad Jon tuvo su primera experiencia honda del pueblo pobre y sufriente, aplastado y privado de dignidad -y con la esperanza que les había dejado Rutilio. Eso le marcó para toda la vida.

Llegaron los años de guerra, los ochenta. Muchas veces le oímos hablar de haber visto y tocado, no sólo de haber oído, horrores, torturas y muerte de los campesinos, de su entrega y generosidad, de su esperanza de liberación. No llegó esta, pero sí llegaron los acuerdos de paz, que tuvieron mucho más de compromiso que de paz, reconciliación y justicia.

    Después de un tiempo en Jayaque, cuando fue posible regresar a la zona conflictiva de Chaltenango, estuvo en San José Las Flores y Huargila, donde trabajó y vivió buena parte de su tiempo durante veinte años. Allí, en 1994, ante el dolor de madres y familiares, a quienes durante la guerra les habían secuestrado, robado, militares sobre todo, a niños pequeños para hacer negocio con ellos, decidió trabajar por encontrrarlos. A Jon le indignaba la abominación, pero más todavía le dolía el dolor de las madres.

Fundó Pro Búsqueda y pudo ver cómo más de 300 niños y niñas se reencontraron con sus familias. Repetía con cariño la siguiente historia. “Una señora ya mayor -no recuerdo el nombre- en peligro de quedarse choquita, ciega, a causa de la diabetes, decía que no quería perder la vista para poder ver a su hijo, que estaba segura que iba a aparecer”, y Jon hizo lo posible para que pudiera curarse de su diabetes y poder ver a su hijo. Esas eran sus alegrías. Su dolor, e indignación no hace falta explicarlos. De las últimas palabras que recuerdo de Jon, son éstas, lapidarias, sin apelación, que pronunció con rostro ensimismado y absolutamente serio: “Tienen que pedir perdón a este pueblo”.

Jon aprendió mucho de su trabajo en favor de los niños desaparecidos sobre el país. Repetía que “después de una guerra tan larga en El Salvador, con tanto derramamiento de sangre, no llega una paz que merezca la pena. La impunidad sigue ahí. Parte de nuestro trabajo es acabar con ella”. Y exigía el mínimo sin lo cual “país”, “progreso económico”, “democracia” son una farsa insultante. “Las víctimas tienen derecho a una reparación moral y material. Lo material va a ser muy difícil, pero al menos que se les pida perdón”.

Pro Búsqueda es hoy símbolo de denuncia profética. Consiguió la condena de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA contra el Estado Salvadoreño por el caso de las hermanas Serrano. Es signo de denuncia contra la impunidad y de la corrupción del organismo judicial. Pero sobre todo es signo de reconciliación.

En las esquelas se dice que Jon Cortina fue un defensor de los derechos humanos. Pero fue mucho más. No por profesión, sino por vocación, no por pura ética, sino por amor, defendíó al pueblo porque lo amó.

Ese es el Jon Cortina salvadoreño. En una reunion que tuvimos los jesuitas de los países centroamericanos hace unos veinte años, para hablar de El Salvador en una eucaristía fue elegido el Padre Ellacuría. Y comenzó con estas palabras. “ara hablar del pueblo salvadoreño no debiera yo estar aquí, sino Jon Cortina”.

Jon fue también profesor universitario de prestigio durante 30 años en la UCA, impulsor de los estudios de sismología y de la construccion de estructuras seguras. Para los jesuitas fue compañero muy querido, con humor inimitable, también con sus arranques de genio.

Si se me permite una palabra personal, fuimos al mismo colegio, al mismo noviciado en Orduña y Santa Tecla, juntos estudiamos filosofía e ingeniería en St. Louis, y teologia en Frankfurt. El mismo año, 1974, regresamos a El Salvador, a la UCA, y compartimos trabajo y comunidad durante muchos años. Jon era “entrañable”. Era fácil para él meterse dentro de nosotros, en las entrañas, y era fácil para nosotros meternos dentro de él. Eso es lo que ahora dice mucha gente, por eso lloran su muerte, y por eso queda un recuerdo agradecido y cariñoso. Por eso no ha muerto del todo. Su partida nos deja un hueco que llenar, pero su recuerdo da fuerza para vivir y trabajar, compartir y esperar.

Razón tiene el texto en que nos han comunicado su muerte desde Guatemala: “Descanse en paz después de una tenaz batalla”. A Dios le pedimos que el recuerdo de Jon no nos deje descansar en paz. En el recordatorio de  la misa de eucaristía de despedida hemos escrito estas palabras suyas:

 

«Lo más importante es acompañar a la gente. Nunca podremos hablar si no estamos con ellos. Y una vez con ellos nuestro trabajo tiene que ser dar esperanza, aliento».

 

Como buen salvadoreño, cristiano y jesuita Jon Cortina amó entrañablemente a Monseñor Romero. La foto de los dos en Aguilares, que reproducimos en la portada, ha que dado como símbolo entrañable.

 

Jon Sobrino

12 de diciembre, 2006

 

 

 

Ita, Maura, Dorothy y Jean

 

Noviembre, 1980

«Diciembre ya está al caer… Si miramos a este pequeño país de El Salvador nos encontramos con un país que se debate en medio del sufrimiento, con un país que está perdiendo cada día mucha gente de su pueblo, y sin embargo un país que está esperando y anhelando la paz. La fe firme y el valor  de nuestros líderes para seguir predicando la palabra de Dios, aunque esto pueda significar ‘entregar la propia vida’ por los hermanos en un sentido muy real, siempre me causa admiración y me hace estar muy consciente de que Jesús está aquí con nosotros.

Así es. Sabemos que esperamos y anhelamos la completa realización del reino, y sin embargo vendrá porque ya podemos celebrarle a Él ahora».

 

Dorothy Kazel, Hermana Ursulina de Cleveland

 

 

20 de noviembre, 1980

    «Tenemos a los refugiados, mujeres y niños, junto a la puerta de nuestra casa y algunas de sus historias son increíbles. Lo que está ocurriendo aquí también parece imposible, pero es verdad. El aguante de los pobres y su fe en este terrible dolor me está llevando constantemente a una respuesta de fe más profunda…

Mi miedo a la muerte es desafiado constantemente por niños, lindas jovencitas y ancianitos asesinados, algunos de ellos macheteados y sus cuerpos botados en la calle, y se prohibe a la gente que los entierren. El Padre cariñoso tiene que haber preparado una vida de paz y de gozo inimaginable para estos mártires ahora desconocidos y sin que nadie pueda celebrarlos, pero preciosos a sus ojos…

No puedo menos de gritar: ¿Señor, hasta cuándo? Y entonces, me viene a la mente el temor, grande o pequeño de que, si es que me llega a tocar muy personalmente, si seré capaz de ser fiel… Le digo a Él una y otra vez: ‘¡quiero confiar, quiero creer, ayúdame!’»

Maura Clarke, Hermana de Maryknoll

Julio 1980

«Tengo 29 años, ya debería estar casada. Es difícil para mí ver que mis amigos se están casando y tienen niños… ¿Llegaré a tener niños alguna vez? A veces me pregunto si me lo estoy negando a mí misma. No quiero hacerlo, pero quizás es lo que estoy haciendo. Y entonces me siento, hablo con Dios y le digo: ‘¿por qué me haces eso?’ ‘¿por qué no puedo ser tuya como una normal y sencilla ama de casa?’. Todavía no me ha respondido».

 

Jean Donovan, Misionera seglar de Cleveland

 

Carta a una sobrina suya pocos días antes de su muerte.

 

«Espero que encuentres lo que da a tu vida un profundo sentido. Algo por lo que merezca la pena vivir, quizás incluso morir. Algo que te llene de energía y te capacite para seguir adelante»

 

Ita Ford, Hermana de Maryknoll

 

 

 

 

En el XIV aniversario de la YSUCA

“El ser humano es el gran medio de comunicación”

 

Los medios al servicio de la persona. La frase con la que titulamos nuestra reflexión es de don Pedro Casaldáliga y hace referencia a una necesidad actual y frecuentemente olvidada: volver al carácter esencialmente humano de la comunicación. La llamada sociedad de la información ni siquiera se hace problema de esto que, no por obvio, deja de ser fundamental. Nos referimos al hecho de que el ser humano es un ser de relación y de comunicación.

Esta naturaleza implica por lo menos tres cosas. Primero, que la persona y la comunidad humana son los sujetos de la comunicación y, en consecuencia, son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación; segundo, y en coherencia con lo anterior, los comunicadores debemos ejercer la comunicación como un servicio que responde a la necesidad que tiene la gente de información veraz, de expresión propia, de acompañamiento, de sentido de pertenencia; tercero, la meta de la comunicación social debe ser la humanización y se humaniza cuando se facilita la participación informada de los ciudadanos, cuando se concreta una verdadera comunicación entre medios y audiencias, cuando se hace central la realidad de las mayorías, cuando la comunicación se pone al servicio de la verdad y en contra de la mentira, al servicio de la justicia y en contra de la injusticia.

Monseñor Romero, Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino han historizado bien el carácter humano de la comunicación. Ellacuría lo plantea  en los siguientes términos: “Si la UCA pretende incidir en la transformación de la sociedad entre otros medios a través de la formación de la conciencia colectiva, es obvio que necesita emplear los medios de comunicación social. Estos medios no se utilizan en busca de un vago e indiferenciado modo de contribuir a la extensión cultural, sino con el propósito decidido de contribuir al cambio social” (Las funciones fundamentales de la universidad y su operativización, p 34).  Monseñor Romero considera a los medios de comunicación social como “instrumentos al servicio del pueblo para la transformación de la sociedad” (15 de febrero de 1980). Sobrino afirma que “sin espíritu de verdad no es posible una comunicación humana, mientras que con ese espíritu sí es posible” (Liberación de la verdad oprimida). Desde estas perspectivas ya no podemos hablar simplemente del poder de los medios, sino de la autoridad (confianza y credibilidad) que éstos puedan tener cuando se constituyen en instrumentos al servicio del cambio social (de la injusticia a la justicia), al servicio del  pueblo (dando voz al silenciado o al que ha sido sometido al anonimato), al servicio de la verdad (buscando, comunicando y defendiendo la verdad). Aquí la comunicación implica no sólo llegar al otro, sino llegar con lo mejor para el otro.

 

Los medios al servicio de los inexistentes o silenciados. No se trata sólo de que los medios de comunicación busquen servir al bien de la persona considerada genéricamente, sino de hacer central a aquellos y aquellas cuya realidad y cuya palabra ha sido sometida a la inexistencia. A este ámbito pertenecen los mártires  desconocidos. Es decir,  aquellos hombres y mujeres que murieron en su lucha por la justicia, pero también aquellas víctimas masivas de la represión (o invasión armada) y las víctimas masivas de la opresión (víctimas inocentes que mueren en total indefensión). Una comunicación humana es la que posibilita que esas víctimas tomen la palabra, es decir, tomen nombre, rostro, identidad, historia. Monseñor Romero es un referente ejemplar en ese tipo de comunicación. Con razón se ha afirmado que las homilías de Monseñor Romero fueron el primer informe de la verdad que ha conocido El Salvador, desenmascarando los mecanismos del horror y a sus responsables, al tiempo que daba nombre y existencia a las víctimas.

Algo de eso hacen algunas comunidades de nuestro país cuando conmemoran a sus mártires víctimas del conflicto armado.  Y algo de eso también hace YSUCA cuando aumenta su capacidad de escuchar el “eco” y de lograr un “eco” en torno a esos mártires desconocidos. En diciembre estuvimos presentes en la conmemoración de los mártires de la zona sur de Tierra Blanca en el departamento de Usulután. De forma solemne la comunidad rompió el olvido y el silencio y dio a conocer los nombres. Nosotros fuimos el eco de 89 nombres: Santos Villanueva, Noé Rivas, José Rodríguez, Andrea Reyes, Gregoria Hernández, Isarel Padilla, Francisco Beltrán, Ignacio Alfaro, Jesús Merino, Idalia Padilla, Jesús Alemán, Susana Martínez, Paz Ramírez, Ramón Flores, Lorenzo Coreas, Maximino Chicas Mejía, Felícita de Melgar... (la lista continúa).  Tras cada nombre hay una historia personal, familiar y comunitaria de dolor, ocultada u olvidada. La comunidad dignifica esa historia con la verdad, con la memoria y con el agradecimiento.  

Mucho de esto, qué duda cabe, ha realizado el padre Jon de Cortina, S. J. – de quien hoy lamentamos su muerte – que no sólo ha acompañado en el sufrimiento, a raíz de las desapariciones forzadas de niños y niñas ocurridas durante la guerra,  sino que ha ayudado a las familias a buscar y encontrar a sus niños y niñas desaparecidos. El padre Cortina ha contribuido a que estos niños no sean víctimas silenciosas e ignoradas. Para ello ha animado y apoyado a los familiares de los desaparecidos para que proclamen la verdad de lo padecido. Ni la Ley de Amnistía (fomentadora del olvido y la impunidad) ni la indiferencia de los organismos estatales, han logrado disminuir la voluntad del padre Cortina para trabajar por la verdad y la justicia. En este sentido, el padre Cortina es también un referente ejemplar para aquellos medios de comunicación que, frente al sufrimiento infligido, buscan la solidaridad con el débil; frente a la propaganda y la mentira, buscan la verdad; frente al olvido y el encubrimiento, buscan la memoria histórica.

 

La ilusión de YSUCA: “El ser humano es el gran medio de comunicación”. Considerar, pues, al ser humano como el gran medio de comunicación, supone la puesta en práctica de una ética de la recepción que valora a la audiencia no como simple receptor, cliente o usuario, sino como personas concretas, sujetos de derechos, de responsabilidades, de necesidades, de posibilidades, de discernimiento crítico; supone también el compromiso de fomentar una conciencia colectiva con criterios éticos y políticos que favorezcan la refundación de la sociedad sobre la base de la equidad y la justicia. Una conciencia colectiva que mantenga la fuerza de la memoria histórica como antídoto para la fugacidad, la instantaneidad y el olvido.

Estas reflexiones las hacemos desde el trabajo realizado durante 14 años por YSUCA, tiempo en el que se ha ido construyendo y madurando un tipo de comunicación al servicio de los pobres, de la participación ciudadana, de la verdad. Un tipo de comunicación que crea comunidad (de radio-hablantes) y solidaridad (voz con vos). Un tipo de comunicación inspirada en el modo de ser y de actuar de Jesús de Nazaret: en su talante compasivo (se conmueve hasta las entrañas al ver a las muchedumbres angustiadas y desvalidas); en su actitud desenmascaradora de los que explotan al pueblo en la esfera social o religiosa; en su solidaridad escandalosa con los excluidos de su tiempo. Un tipo de comunicación que exige un perfil de comunicador y comunicadora: utópico, crítico, cuidador, intermediador y con buen sentido y sana razón. A esa comunicación nos apuntamos.  

Carlos Ayala

 

 

 

 

Vida de las comunidades

 

Desde el número anterior hemos comenzado esta nueva sección en Carta a la Iglesias, que quiere ser una crónica de las dificultades, los pequeños pero grandes logros, las denuncias, las esperanzas, en suma, la vida y quehacer de las comunidades cristianas.

 

21 de noviembre. No te dejes vencer por el mal es el título de la carta pastoral que ha escrito la Conferencia Episcopal de El Salvador  sobre la realidad de violencia que vive el país.  Sería bueno que las comunidades leamos esta carta y expresemos también nuestras vivencias y opiniones sobre este tema. Tenemos muchos que decir. 

 

23 de noviembre.  Un poco más de noventa campesinas y campesinos se reunieron en el templo de Torola (Morazán) para hacer una breve reflexión sobre la realidad nacional. Durante tres horas, los campesinos y campesinas fueron llenando la pizarra con sus opiniones. Les preocupa el alto costo de la canasta básica y las pocas oportunidades de empleo. Sobre Red Solidaria, que precisamente se inauguró aquí, dijeron que es como dar una pastilla a un enfermo de cáncer; es un alivio, pero no es la solución. Alguien dijo que “la solución está en nosotros mismos”, en la organización y la iniciativa de los pobres.

 

2 de diciembre. Rosa América Estrada, trabajadora en la maquila AGM Enterprice, denunció que perdió a su hijo, al ser obligada a trabajar a pesar de la incapacidad a la que tenía derecho por su embarazo. Los conflictos laborales en las maquilas se han incrementado en estas semanas. Cincuenta trabajadoras de la maquila textil Evergreen, de la zona franca de Ilopango, han sido despedidas y denuncian que los dueños de la maquila no han pagado las cuotas de AFP, del Seguro y les deben las vacaciones a la quinientas sesenta trabajadoras de esa maquila. También hay conflcitos en las maquilas CMT y en Hermosa Manufacturing. Las comunidades cristianas deberíamos expresar de alguna manera nuestra solidaridad y apoyar las denuncias de las trabajadoras de las maquilas.

 

3 de diciembre.  Debajo de una ramada y a pocos metros de una pequeña playa, Julio Lazo convocó a su comunidad en el caserío Agua Fría, del cantón El Zapote, en el municipio de Jucuarán, para reflrexionar sobre el compromiso cristiano en la realidad actual. Una realidad que Rudy resumió con esta frase: “No estamos amarrados, pero sí apersogados, que es peor”.  Arnulfo explicó: “Uno de pobre no tiene potrero donde dejar su vaca, por eso la amarra al cerco con un lazo, pero le deja algo de cuerda, para que el animal se pueda mover. Eso es apersogar, ¿me entiende? Nosotros creemos que tenemos libertad en el país porque nos podemos mover, pero cuando queremos ir más lejos, cuando queremos alcanzar la justicia, nos pasa como al animal que está apersogado, ya no le da más el lazo”. 

 

7 de diciembre.  Alrededor de ciento cincuenta jóvenes de Nicaragua, Guatemala y El Salvador se reunieron en Perquín, convocados por la Federación de Cooperativas Agrícolas del Norte de Morazán (FECANM). Los jóvenes reflexionaron varios temas: TLC, medio ambiente, VIH/SIDA, pandillas juveniles y realidad nacional.  En la noche, en la plaza hubo canciones, danzas y tamales. En medio de todo ello, los jóvenes presentaban las conclusiones de su reflexión de la mañana. Todo a la luz y el calor de una gran hoguera. Y es que en esta zona, por estas fechas, se celebra la tradición de los “fogones”. Julio Argueta explicó el origen de las hogueras o fogones. Se trata de una tradición indígena. Nuestros antepasados hacían un nudo en una cuerda por cada violación a las leyes comunitarias, al final del año se reunían y revisaban los nudos de cada cuerda y, al final, las tiraban al fogón en señal de reconciliación. Los misioneros españoles “cristianizaron” esta tradición uniéndola a la fiesta de la Virgen de Concepción.  Desde aquí, un saludo muy especial a todos los muchachos y muchachas que participaron en esta actividad y comunicaron muchas inquietudes pero, sobre todo, mucho entusiasmo y esperanza. 

10 de diciembre.  En una capilla a la orilla de la playa de El Espino, se celebró la clausura de la formación bíblica para delegados de la palabra y agentes de pastoral de la zona sur de la parroquia de Jucuarán. El padre Serafín presidió la eucaristía y luego entregó un pequeño diploma de reconocimiento a cada participante. Agustín dijo: “Ojalá que todo lo que hemos aprendido no se lo lleve el viento”. Y están decididos, porque ya van a comenzar un misión por todos los cantones de la parroquia. ¡Ánimo!  

 

10 de diciembre.  En El Mozote, con una euca­ristía y un acto cultural, se celebró el vigésimo cuarto aniversario de la masacre. Para el próximo año se harán celebraciones especiales. Las comunidades que anima FUNDAMHER viajaron en dos buses y un camión. Luego de asistir a El Mozote, fueron a Agua Blanca para continuar la fiesta. Agua Blanca, en el municipio de Cacaopera, es el cantón donde nació el padre Octavio Ortiz, asesinado el 20 de enero de 1979.  En el terreno donde estaba la casa en la que nació y creció, hoy se ha levantado una capilla. Rodeados de montañas y de belleza, FUNDAMHER organizó una convivencia juvenil como inicio de un trabajo especialmente dedicado a acompañar a los jóvenes de las comunidades.

 

12 de diciembre. Nos llega la noticia de la muerte del padre Jon Cortina, que sufrió un derrame cerebral hace dos semanas. Estamos tristes. El padre Jon deja un gran vacío. Es muy querido por el pueblo. Lo recordamos siempre junto a monseñor Romero, trabajando con los refugiados y acompañando la comunidad de Jayaque, a la repoblación de Güarjila y qué decir de su incansable labor en  la denuncia y búsqueda de los niños y niñas desaparecidos en la guerra. Siempre lo recordaremos como un hombre sabio, generoso y sencillo, de gran corazón. Todo lo que podamos decir de él es poco.

Las comunidades

 

 

 

“Renunciar a nuestros privilegios”

 

Declaración de las comunidades populares cristianas de Andalucía, España

 

“Si tienes comida en la nevera, ropa en el armario, un techo sobre tu cabeza y un hogar donde dormir, eres más rico que el 75 % de la población mundial”.

Somos privilegiados, aunque a veces nos sintamos menos afortunados porque vemos a otros con un coche más potente, una casa en la playa, o unas vacaciones más exóticas.

Nuestro privilegio se consigue con la explotación de las materias primas de otras regiones, con el hambre y la enfermedad de la mano de obra barata, o desechable. Nuestra tecnología utiliza minerales africanos, y nuestros pantalones se confeccionan en los talleres inhumanos de Asia.

En Francia se rebelan los hijos de inmigrantes que por su origen se ven excluidos en las selecciones de personal. No son pobres pero tampoco saben que son privilegiados, porque ven en los escaparates, en la televisión, o en los escalafones de la Administración, los bienes de los que ellos quedan marginados.

El modelo económico actual no sólo es injusto sino que aumenta la presión hasta que estallan las torres gemelas, Bali, la estación de Atocha, el metro de Londres, y los hoteles de lujo de Kuwait o de Amman.

Nos entretenemos averiguando las causas del enfrentamiento porque no queremos reconocer que la injusticia extrema provoca reacciones extremas.

El político que pretende cambiar estas reglas injustas se queda fuera del círculo en el que se mueve el dinero: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio. El poder económico se impone al poder político porque el poder político no se siente respaldado por nosotros, los ciudadanos. Eso hace posible que 500 ricos acumulen unos ingresos equivalentes a los de 416 millones de pobres.

No nos rebelamos contra el modelo económico porque, aunque en las últimas filas, somos privilegiados. Los políticos no proponen un modelo más justo porque perderían nuestros votos. Nosotros no presionamos a nuestros políticos porque supondría más impuestos, menos ayudas a la agricultura, y listas de espera más prolongadas. No queremos perder nuestros privilegios. Somos descendientes de nuestros colonizadores.

Los cristianos tenemos doble motivo para avergonzarnos. Acallamos nuestra conciencia, como la mayoría, creyentes o no creyentes. Además sustituimos la misión de Jesús -llevar la buena nueva a los pobres- por ofrendas, templos, y prescripciones humanas. Los profetas han sido desplazados por los supervisores (episkopoi, obispos).

Si los obispos de todo el mundo, y de todas las religiones, asumieran el clamor de justicia que brota de todas las religiones, y de todas las conciencias, el poder político de los pueblos se impondría al poder económico.

Si nuestro hermano tiene algo contra nosotros -y está claro que lo tiene- antepongamos la reconciliación, busquemos a Dios “en espíritu y en verdad” sin refugiarnos confortablemente en “el templo de Jerusalén” o en las bendiciones de Roma.

Gonzalo Haya

Eclesalia, 29 de noviembre.

 

 

 

 

“De la locura a la esperanza por llegar

La violencia en el 2005

 

“La Comisión de la Verdad... le llamó a su informe: De la locura a la esperanza. Después de haberse firmado los Acuerdos de Paz, El Salvador sigue sumido, de alguna forma, en la locura”.  Jon de Cortina, noviembre 2005

 

En 1993 la Comisión de la Verdad llamó “locura” a la ola de violencia en la que estaba sumido el país desde la década de los setenta hasta finales de los ochenta del siglo pasado. En aquella época, nadie escapaba a la maldad de algunos seres humanos. La violencia alcanzaba a niños, niñas, ancianos, ancianas, mujeres, hombres, religiosos y religiosas. Trece años después, esa locura –con expresiones diferentes, pero igualmente destructivas– sigue abatiendo a la sociedad salvadoreña.

 

Basta con ver las noticias para saber a qué se refiere la cita del Padre Cortina. La realidad demuestra que la violencia es el pan de cada día. Nadie en este país puede asegurar que al salir de su hogar regresará a salvo. Quienes tienen más posibilidades de volver con sus familias es porque pueden pagar algún tipo de seguridad privada; el resto, la mayoría, está resignada a confiar en algo aún muy lejano: que las autoridades cumplan con su deber y ofrezcan la seguridad que deben.

 

Las maras, el crimen organizado, la violencia intrafamiliar y la delincuencia común son parte crucial del fenómeno grave y generalizado que padece El Salvador. Las medidas impulsadas por los dos últimos gobiernos se han quedado cortas. De esto existe evidencia y paradojas.

 

Con respecto al alto número de homicidios, por ejemplo, el informe de la Comisión de la Verdad señalaba que durante los doce años de conflicto armado fueron asesinadas alrededor de 75,000 personas; irónicamente, en los casi catorce años de “paz” el Instituto de Medicina Legal reporta más de 50,000 homicidios. Estas víctimas han muerto en el período de 1992 al 2004, sin tomar en cuenta el año 1998 porque no existe registro. Y durante esos años, se pensó que la locura había quedado atrás y la esperanza debería ser una realidad.

 

Pero no. En El Salvador actual, la violencia enluta a muchos hogares y mata las ilusiones para el futuro. Si para quienes aún no han sido víctimas de esta vorágine salvaje y son simples observadores es difícil vivir en este país, peor lo es para las personas que han sufrido en carne propia sus efectos. El dolor humano, por su tragedia y por el país, lo expresa doña Yolanda Carías –madre de Guillermo y Federico, ambos asesinados en la colonia La Cima y cuyo crimen permanece en la impunidad– al dedicarles a sus hijos las siguientes palabras:

 

Cuando ustedes volaron, volé con ustedes. Lamentablemente, volé a la mitad, porque la otra mitad quedó en esta tierra. Tierra llena de maldad, de hambre, de injusticias humanas; una tierra donde el amor está casi a punto de extinguirse en muchos corazones; una tierra llena de egoísmo que el hombre convirtió en roca. Tierra donde cada día se hace imposible vivir”.

 

El sufrimiento que expresa esta madre, sólo es superado por la fuerza con que busca que la justicia terrenal –como ella lo dice– castigue a los asesinos de sus hijos. Por la justicia divina, ella no se preocupa. “De esa no se escapan”, afirma.

 

Ejemplos como el anterior se repiten a diario. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) estima que la violencia es una epidemia cuando llega a diez muertes por cada cien mil habitantes. En El Salvador ya se superó este indicador cinco veces más, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). ¿Qué hay que hacer? Como en toda epidemia, hay que encontrar la cura para que más gente no muera. Pero esa tiene que venir de un examen riguroso de la realidad, que contemple las causas que generan el problema para encontrar soluciones acertadas y no enfrentarnos con una posible automedicación que, por ser violenta también, resulta más perjudicial que la misma enfermedad.

 

En esa búsqueda de medicina para aliviar el mal de la violencia, el gobierno sólo ha desarrollado acciones de corto plazo, dejando de lado aquellas de tipo preventivo que a la larga son las que garantizan mejores resultados.

 

El estudio centroamericano “Inseguridad pública: el negocio de la violencia”, elaborado por el Centro de Estudios de Guatemala, señala que la violencia en El Salvador ha desbordado la capacidad para contrarrestarla.

 

Para muestra un botón. Este año el gobierno concretó varias reformas a la Ley de Armas y Explosivos, pese a varios esfuerzos civiles que pedían a gritos su restricción en manos de la ciudadanía. Tristemente, estas medidas son inútiles y no resuelven el problema de fondo. Antes, una persona de 21 años podía comprar un arma; con la reforma debe esperar a cumplir los 24 años para poder adquirir una. Por muy loable que parezca, ¿de qué sirve?. En la investigación aludida se señaló que uno de cada 10 salvadoreños mayores de 13 años posee un arma y que de los más de 400,000 artefactos de ese tipo en manos de civiles, sólo 145,000 están registrados. En otras palabras la ley va por un lado y la realidad se encarga de contrariarla.  En un país que quiere vivir en paz, no suena lógico que exista un arsenal en manos de civiles con el pretexto de la defensa personal, como sostiene el presidente Antonio Saca.

 

Pero hay muchos más botones para mostrar. Esfuerzos infructuosos como el anterior, se han repetido durante los últimos años. Podemos mencionar los planes Mano Dura, Súper Mano Dura, Mano Extendida, Puño de Hierro y Mano Amiga, entre otras acciones que no pasan de lo publicitario. A esto se suma la deficiencia en la persecución y sanción de la delincuencia común y de “cuello blanco”.

 

Sin embargo, en medio de este panorama desalentador y aún en la locura, la sociedad salvadoreña hace votos por la esperanza. En medio del luto, muchas víctimas apuestan a contribuir con su búsqueda de justicia para que las cosas comiencen a cambiar. Esperanza hay, mientras haya gente que quiera sumarse a la lucha por la vida y demande del gobierno medidas eficaces, para superar esta caótica situación.

                IDHUCA

 

 

 

Ita, Maura, Dorothy y Jean

 

Palabras del padre Sobrino después del asesinato

 

Esta vez el Cristo crucificado han sido cuatro mujeres, religiosas de los Estados Unidos. Ayudan a preguntarnos por la mujer, a cómo vivir en la vida religiosa y cómo estar en solidaridad  El Salvador y Estados Unidos.

Fueran verdaderas mujeres. La mujer es procreadora de la humanidad, pero es también creadora de humanidad de una forma específica suya, con la finura de su servicio, la entrega sin límites y el contacto afectivo y efectivo con el pueblo, y la compasión que no racionaliza el sufrimiento de los pobres. La mujer es creadora de fortaleza que no abandona al que sufre, como no abandonaron a su pueblo las cuatro hermanas, a pesar de las serias amenazas. La mujer es más indefensa físicamente y ello resalta y desenmascara más la barbarie de su asesinato y la sencillez y gratuidad de su entrega...

Fueron religiosas. Cuando hoy se habla tanto de renovación de la vida religiosa en El Salvador y en otras partes, cuando tanto se discute del carisma y de los votos, estos cuatro cadáveres nos muestran lo fundamental de lo que hoy significa una vida consagrada a Dios. Sin grandes aspavientos, sin declaraciones grandilocuentes nos muestran  cómo han discernido lo fundamental de cualquier carisma religioso: el servicio a los más pobres. Las religiosas hoy se han ido desplazando paulatinamente hacia los lugares más perdidos, allá donde otros no pueden o no quieren llegar, se han acercado de verdad a los pobres de los barrios marginados, a las zonas obreras y sobre todo a los campesinos. Consagración a Dios significa hoy servicio y entrega a sus pobres.

Vinieron de Estados Unidos. Con ellas se hermanaron la Iglesia de El Salvador y la Iglesia de los Estados Unidos según la fórmula cristiana de ayudarse y llevarse mutuamente, no de imponer, chantajear con la ayuda económica o infantilizar con el paternalismo. El Salvador les dio a las cuatro hermanas los ojos nuevos para ver el cuerpo crucificado de Cristo en su pueblo y las manos nuevas para curar sus heridas. Los Estados Unidos nos han dado cuatro mujeres que abandonaron su patria para dar con sencillez y para dar hasta su propia vida.

Maura, Ita, Dorothy y Jean son hoy el Cristo crucificado muerto hoy. Pero son también el Cristo resucitado, que mantiene viva la esperanza de la liberación. Su asesinato ha conmovido e indignado al mundo. Pero a los cristianos este asesinato nos dice también algo de Dios, porque esas mujeres nos dicen algo de Dios. Los cristianos creemos que la salvación nos viene de Jesús, pero quizás sea éste el momento de tomar en serio lo que en la teología se ha dicho de forma en exceso espiritualista y académica: que la salvación pasa también por una mujer, María, la Virgen de la Cruz y del Magnificat. La salvación nos viene por todos los hombres y mujeres que aman más la verdad que la mentira, que están más dispuestos a dar que a recibir, que tienen el supremo amor de dar la vida más que guardársela para sí. Ahí se hace presente Dios. Por ello, aunque estos cuatro cadáveres llenan de dolor e indignación, nuestra última palabra tiene que ser: gracias. Con Maura, Ita, Dorothy y Jean Dios pasó por El Salvador.

Diciembre, 1981