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Neoliberalismo y globalización

 

Francisco Javier Ibisate

 

 

Resumen

El neoliberalismo cobra fuerza, no sólo en razón de la desintegración política y descomposición económica de los socialismos reales, sino porque se fundamenta en las fuerzas motrices de la nueva revolución tecnológica. La "cultura de la exclusión", agravada por la simbiosis del neoliberalismo y la globalización, saca de la escena económica a muchedumbres de mano de obra, a miles de empresas productivas, a Estados conformistas y debilita la misma identidad nacional. Somos mundos y países tan diferentes y tan distanciados, cultural y económicamente, que sólo una vía no nos podría congregar a todos. Lo importante es que haya creatividad, sin imperios ideológicos.

 

1. El presente del neoliberalismo

1.1. Simbiosis del neoliberalismo y de la globalización

 

Al finalizar el siglo XX enfrentamos la simbiosis del neoliberalismo y de la globalización. Esta integración no es historia nueva: el liberalismo de mercado del siglo XIX se desarrolló sobre las fuerzas motrices de la revolución industrial. El neoliberalismo de fines del siglo XX se afianza en simbiosis con la impetuosa revolución tecnológica, que Frank Hinkelammert describe como "el huracán de la globalización".

El neoliberalismo cobra fuerza, no sólo en razón de la desintegración política y descomposición económica de los socialismos reales, sino porque se fundamenta en las fuerzas motrices de la nueva revolución tecnológica. Por su parte, el mecanismo de funcionamiento de esta reconversión productiva se acomoda a las pautas y normas de la economía de mercado, una vez desaparecidos aquellos socialismos reales. Esta simbiosis crea el imperialismo teórico y práctico del neoliberalismo.

La actual revolución tecnológica ofrece algunos aspectos atrayentes y positivos. Mientras que en las décadas de la guerra fría, gran parte de los inventos e innovaciones tecnológicas se aplicaron a la carrera armamentística y a la gestación de la muerte, la actual revolución tecnológica nutre importantes avances de la producción civil, que mejorarían los niveles y géneros de vida: revolución de la informática, microelectrónica, comunicación-información, biotecnología, junto con los nuevos productos y nuevos modos de producción, calificados como reingeniería empresarial. Una revolución tecnológica al servicio de la producción y de la vida.

Sin embargo, junto con estos aspectos positivos y tal como lo ha descrito el gran economista Joseph Schumpeter, las revoluciones tecnológicas aparecen en la historia como un "proceso de destrucción creativa": los nuevos inventos-innovaciones generan la desaparición de los modos de producción obsoletos y el desalojo de factores de producción menos eficientes, entre ellos, una gran parte de la mano de obra. Al darse actualmente la simbiosis de este proceso de destrucción creativa (globalización) con las normas de eficiencia-competitividad (ventajas competitivas) del mercado neoliberal, se gesta una "cultura de la exclusión", o de muerte lenta y masiva de gran parte de la humanidad. Luego de la guerra fría se inicia la era de la "paz-violenta", sin que se reabra un juicio de Nüremberg. Por ello, al finalizar el siglo XX reaparecen, en clave mayor, los mismos problemas de fines del siglo XIX, la creciente proletarización humana y el darwinismo social. Es lógico que junto a los neo-clásicos y neo-liberales afloren los neo-keynesianos, los neo-estructuralistas y los neo-socialistas. Por desgracia también repuntan los neo-fundamentalistas étnico-religiosos que siembran el miedo y la muerte.

 

1.2. Tres grandes mercados

 

Este proceso de globalización tecnológica no afecta solamente al feudo económico-empresarial; la cultura de la exclusión invade las fronteras del orden político-democrático, la estructura social y el ámbito de los valores éticos. El proceso de globalización integra, al menos, tres grandes mercados.

(1) El mercado de las empresas transnacionales. La primera sorpresa es que al listar las naciones de acuerdo con el volumen de su Producto Interno Bruto, el país No. 15 se llama General Motors, y el 16, Exon Company... En 1994, el Producto Interno Bruto de El Salvador era de 8,070 millones de dólares; en el mismo año, la facturación de Mitsubitshi era de 175,800 millones de dólares; Mitsui facturaba 171,500 millones de dólares; Sumitomo 162,500 millones de dólares; General Motors 155,000 millones de dólares... Es decir, 20 o 22 veces el Producto Interno Bruto de El Salvador. Al ser estas megaempresas veinte veces más poderosas que muchos Estados, arrollan nuestras fronteras con sus productos y capitales. En realidad, no necesitan arrollar las fronteras porque la teoría imperante ordena que los Estados "deben facilitar los flujos de mercancías y capitales y fomentarlos con subvenciones inmensas y que en tamaño superan la cantidad de subvenciones que el Estado Social jamás haya efectuado".

(2) En simbiosis con las megaempresas y grandes bancos comerciales se sitúa el mercado financiero, que integra al instante las bolsas de valores mundiales. Este mercado de capitales financieros moviliza diariamente l,2 trillones de dólares. Para decirlo en forma gráfica: "en cuatro días de transferencias bancarias internacionales, resultado de las transacciones de divisas, se manipula más dinero que toda la producción creada por la economía de Estados Unidos en un año, o por la economía mundial en un mes". Todos somos testigos del efecto-dominó que la crisis bursátil de julio y octubre 1997 ha venido generando a lo largo del presente año en todos los rincones del planeta, a partir del epicentro sudasiático, o países dragones, que se nos proponían como modelos económicos para el tercer mundo. La especulación financiera genera una inestabilidad monetaria que desestabiliza a las mismas megaempresas y Estados, como lo escucharemos más adelante del financista y filántropo George Soros.

(3) Interrelacionado con los mercados de la gran producción y del dinero se asienta el tercer imperio de los medios de comunicación social. Estos oligopolios o monopolios nos transmiten al instante no sólo hechos y sucesos, sino la interpretación de tales sucesos. Crean la nueva cultura del hombre hecho para producir, ganar y consumir. Hoy día los gastos en publicidad se emparejan con los pasados costos de la carrera armamentística. Los nuevos valores mercantiles agotan costumbres y valores tradicionales, gestando la clonación del nuevo "homo oeconomicus".

El Dr. Maza Zavala lo expresa en forma lacónica: "Una vez más, la globalización no solamente significa homogeneización del modo de producción en el mundo, sino también uniformidad cultural. Los patrones de comportamiento, los valores, los gustos, los hábitos, todo se mundializa; ya no hay lugar para los valores tradicionales, para los valores que identifican a un pueblo, los valores en que se fundamenta la existencia de una nación, sino que hay lugar para la universalización, pero una universalización que no resulta del consenso, que no resulta de la confluencia de voluntades de las diferentes sociedades humanas, sino que resulta de un designio, de una matriz diseñada para que se ajusten a su funcionamiento todas las actividades. Y de allí que haya, por consiguiente, un sistema mundial de comunicación, un sistema mundial de estilos de vida y, desde luego, un sistema político mundial: el sistema de la democracia representativa, una manera mundial de entender y aceptar la actividad del hombre, el hombre sin transcendencia, el hombre como sujeto y objeto de las apetencias de la vida ordinaria, el hombre en el afán de lucro y disfrute, el hombre que encuentra en ello el principio y fin de su razón de ser".

1.3. El neoliberalismo en cuestión

Este es el título de un seminario organizado en Barcelona, 1993, por Cristianime i Justicia, que analiza los aspectos económicos, culturales, éticos y políticos del neoliberalismo. En 1995 se organiza en Córdoba (España) otro seminario sobre los derechos económicos y sociales y la crisis del Estado de bienestar". Ambos seminarios tienen en común, junto con una crítica histórica del neoliberalismo real, la nostalgia y la propuesta de reactualizar los grandes valores éticos y económicos del Estado social de bienestar: el destino universal de los bienes materiales, su distribución más equitativa y la construcción de una sociedad más solidaria. Por supuesto, como lo veremos en el presente comentario, éstos no son los únicos documentos que, desde los países desarrollados, nos ofrecen una crítica constructiva del neoliberalismo.

Desde América Latina, organizado por el CELAM-CIEDLA, tiene lugar en Santafé de Bogotá, en 1995, el seminario "Ética, economía, política y pobreza: el desafío crucial para América Latina". En 1996, los superiores provinciales de la Compañía de Jesús de América Latina publicaron un documento, de amplia resonancia, titulado "El neoliberalismo en América Latina",. Tampoco son éstos los únicos documentos que, desde América Latina, nos ofrecen una crítica constructiva sobre nuestro liberalismo real.

Estos documentos tratan de clarificar su posición frente al neoliberalismo; reconocen los aportes positivos de la globalización y de los programas de ajuste estructural, al mismo tiempo que evalúan que son mayores los desequilibrios económicos, políticos, sociales y culturales, y sobre todo los desajustes humanos de este neoliberalismo. "El neoliberalismo, tal como se entiende en América Latina, es una concepción radical del capitalismo que tiende a absolutizar el mercado hasta convertirlo en el medio, el método y el fin de todo comportamiento humano inteligente y racional. Según esta concepción están subordinados al mercado la vida de las personas, el comportamiento de las sociedades y la política de los gobiernos. Este mercado absoluto no acepta regulación en ningún campo. Es libre, sin restricciones financieras, laborales, tecnológicas o administrativas".

"Oponerse al neoliberalismo no significa estar en contra de la utilización eficiente de los recursos de que dispone la sociedad, no significa delimitar la libertad individual, no significa apoyar el socialismo de Estado... No se nos escapan los elementos positivos del neoliberalismo en la movilización internacional llevada a cabo por las transformaciones tecnológicas que han permitido disminuir las enfermedades, facilitar las comunicaciones, acrecentar el tiempo disponible para el ocio y la vida interior, hacer más cómoda la vida de los hogares"... Pero los efectos negativos son mayores.

A modo de índice, la "cultura de la exclusión", agravada por la simbiosis del neoliberalismo y la globalización, saca de la escena económica a muchedumbres de mano de obra, a miles de empresas productivas, a Estados conformistas y debilita la misma identidad nacional. Al mismo tiempo, los bandazos tecnológicos del "proceso de destrucción creativa" y las incontrolables fluctuaciones especulativas del mercado financiero (crisis bursátil de 1997-1998) transfieren la inestabilidad monetaria a los sectores productivos empresariales y a las políticas económicas de los Estados. No puede ser éste "el fin de la historia" y es necesario escuchar otras voces.

 

1.4. "El huracán de la globalización"

 

Así llama Frank Hinkelammert al proceso de globalización que pasa desde hace más de dos décadas por encima de América Latina, así como pasa por encima del mundo entero como un huracán.

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"El neoliberalismo es una concepción radical del capitalismo que tiende a absolutizar el mercado hasta convertirlo en el medio, el método y el fin de todo comportamiento humano inteligente y racional".

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"Hinkelammert presenta al primer mundo de hoy como un archipiélago que aparece en todos lados, en el interior de un mar circundante de espacios, que ya no pueden integrarse ni económica ni socialmente. Incluso, los países del primer mundo dependen de un crecimiento intensivo, altamente tecnificado, que ha logrado los límites tecnológicos posibles y que puede seguir solamente al paso del surgimiento de nuevas posibilidades tecnológicas y de su aprovechamiento. A excepción de las inversiones en infraestructura, las nuevas inversiones son función de nuevos desarrollos tecnológicos. Aunque este archipiélago de inversiones intensivas en alta tecnología está ubicado sobre todo en el Norte, esta relación no puede entenderse como una relación Norte-Sur, sino como una relación de exclusión; hoy día se habla de un tercer mundo en el interior del primer mundo y de un primer mundo en el tercero. Lo que tenemos son centros o enclaves en forma de archipiélago y una periferia circundante, donde el mercado mundial engloba todo, dada la libertad de flujos de mercancías y capitales y la ausencia de intervenciones estatales a estos flujos"...

"Esta apertura a la globalización --agrega Hinkelammert-- tiene consecuencias negativas para la inversión de capital productivo en el área industrial, agraria o de las materias primas. Estas inversiones se pueden ver bloqueadas por el mismo proceso de la globalización. La producción de estas inversiones requieren ser competitivas para poder realizarse, lo que pocas veces puede lograrse sin protección y fomento; en consecuencia no se inician. Los enclaves de este archipiélago conservan una dinámica hacia dentro y una exclusión de otras inversiones productivas. Así se explica la tendencia hacia la estagnación dinámica (jobless-growth), el bloqueo al crecimiento del capital productivo, ante la libertad de los flujos de mercancías, productos y capitales..."

"Esto afecta de manera seria a múltiples inversiones internas productivas que, al verse frenadas por la competencia, hacen que los capitales disponibles sean invertidos especulativamente. Aparece entonces la cacería de inversiones especulativas de mayor rentabilidad. Estas posibilidades de inversiones especulativas se hallan, sobre todo, en aquellos sectores de los servicios públicos y sociales del Estado. El capital especulativo no encontraría ubicación rentable sin invadir estas actividades. Esto explica la presión mundial hacia la privatización de todas las funciones del Estado para encontrar esferas de inversión no productiva. Este proceso de globalización-privatización, al generar una nivelación de salarios a la baja y una concentración mayor de los ingresos, incrementa el volumen de capitales disponibles y necesitados de nuevas inversiones especulativas. Las privatizaciones que se buscaban como solución y salida llevan a la agudización del problema..."

"En América Latina, la globalización acentúa esta estagnación dinámica donde el desarrollo se hace con menos fuerza de trabajo. Esta fuerza de trabajo <<liberada>> tiende a refugiarse en el sector informal, en situación de precaria subsistencia. Por tanto, se discuten soluciones posibles a partir de estos problemas: exclusión de la población y destrucción de medio ambiente".

"En apoyo a esta política de exclusión se utiliza la teoría de las ventajas competitivas, ponderando siempre las ventajas y nunca sus pérdidas. Hinkelammert emplaza la teoría de las ventajas competitivas. Esta teoría sostiene que cualquier forma de libre comercio internacional necesariamente se aplica en ventaja de todos los países que entran en este comercio... Según esta teoría, no es posible que comprar barato sea la manera más cara de comprar. Sin embargo, la transición al estancamiento y después a la contracción dinámica son completamente diferentes. En esta situación, el libre comercio destruye mayores ingresos de los que se generan derivados de la compra más barata. Efectivamente, se compra más barato, pero esta compra lleva a la destrucción de producción que había permitido determinados ingresos. Al destruir esta producción, sin sustituirla por nueva y más eficiente, se pierde este ingreso sin ninguna contrapartida igual o mayor...". Este es un breve e imperfecto resumen de la tesis de Hinkelammert, que otros autores confirman desde ambos lados del Atlántico.

 

1.5. Crecimiento con desigualdad

 

Arthur Schelesinger, quien fuera asesor del presidente J.F. Kennedy, analiza los efectos de la globalización desde lo que él llama "la ley de la aceleración: La ley de la aceleración nos precipita ahora en una nueva edad. El paso de una economía basada en la industria a otra basada en el ordenador es más traumática que el paso de nuestros bisabuelos desde una economía basada en la agricultura a otra basada en la industria. La revolución industrial se extendió sobre generaciones y dio tiempo a reajustes humanos e institucionales. La revolución informática es mucho más rápida, más concentrada y más drástica en su impacto.

El mundo informatizado plantea problemas a la democracia. Mientras la revolución industrial creó más puestos de trabajo de los que destruyó, la revolución informática amenaza con destruir más puestos de los que crea. Amenaza también con levantar nuevas y rígidas barreras de clase, especialmente entre los instruidos y no instruidos. La desigualdad económica ha aumentado ya en Estados Unidos, hasta el punto de que son mayores las disparidades en el igualitario Estados Unidos que en las sociedades clasistas de Europa. Félix Rohatyn (que salvó de la bancarrota a la ciudad de Nueva York) habla de las tremendas transferencias de riqueza desde los trabajadores de baja capacitación y clase media a los propietarios de los bienes de capital y a la nueva aristocracia tecnológica".

En Europa se percibe similar disparidad. Hinkelammert dice que en Alemania se habla de que la sociedad de la tercera parte está pasando a ser la sociedad de la quinta parte de la población. Desde Francia, Alain Tourraine, Director del Instituto de Estudios Superiores de París, lo dice en forma más contundente: "El descontento, la inquietud y la protesta se hacen oír de nuevo. ¿Cómo podía ser de otro modo cuando la parte del producto nacional que va a los asalariados ha disminuido masivamente --alrededor del 10 por ciento-- tanto en Alemania como en Francia, y cuando el salario real de los trabajadores menos cualificados ha disminuido en Estados Unidos, aunque este país está experimentando éxitos económicos sin precedentes...".

A estos testimonios que nos llegan de países desarrollados nos atrevemos a añadir dos párrafos del documento "El neoliberalismo en América Latina". Reconociendo algunos aspectos positivos de la globalización y de los programas de ajuste, el documento agrega: "Estos elementos, sin embargo, están lejos de compensar los inmensos desequilibrios generados: gran concentración de los ingresos, la riqueza y la propiedad de la tierra; multiplicación de las masas urbanas sin trabajo o que subsisten en empleos inestables y poco productivos; quiebra de miles de empresas; destrucción y desplazamiento forzado de poblaciones indígenas y campesinas; expansión del narcotráfico basado en sectores rurales, cuyos productos tradicionales quedan fuera de competencia; desaparición de la seguridad alimentaria; aumento de la criminalidad provocada no pocas veces por el hambre; desestabilización de las economías nacionales por los flujos libres de la especulación internacional; desajustes en comunidades locales por proyectos de empresas multinacionales que prescinden de los pobladores... Aumenta el rechazo a la orientación económica general que, lejos de mejorar el bien común, profundiza las causas tradicionales del descontento popular: la desigualdad, la miseria y la corrupción" (Documento, pp. 12-13).

 

1.6. El capitalismo agrega nuevos problemas

 

A. Schelesinger, desde su horizonte norteamericano, afirma que a los efectos excluyentes de la revolución tecnológica se suman otras consecuencias perjudiciales en el orden de los valores y del comportamiento humano. "El capitalismo ha demostrado ser el motor supremo de la innovación, la producción y la distribución. Pero su método, mientras va dando bandazos hacia adelante, sin atender otra cosa que su propio beneficio, es lo que Joseph Schumpeter llamaba la <<destrucción creativa>>. En su teoría económica, el capitalismo descansa sobre el concepto de equilibrio. En la práctica, sus propias virtudes lo arrastran hacia el desequilibrio. Este es el dilema del conservadurismo contemporáneo. El mercado sin restricciones, que adoran los conservadores, mima los valores: estabilidad, moralidad, familia, comunidad, trabajo, disciplina, gratificación demorada, que propugnan los mismos conservadores. El resplandor del mercado, la codicia, el <<acorto-placismo>>, la explotación de apetitos lascivos, la facilidad del fraude, la ética del ventajismo, todo ello está en conflicto con las pretendidas ideas conservadoras. Un <<capitalismo estacionario>> es una contradicción en los términos".

Las densas líneas de quien fuera asesor del presidente Kennedy me traen a la memoria expresiones similares del arzobispo de París, Mons. Jean Marie Lustiger, en una entrevista que le hiciera la revista Idées, en marzo de 1996: "¿Por qué juzga usted tan severamente a la sociedad liberal?". "Miremos nuestra civilización. Da la prioridad a los valores financieros y somete a dichos valores toda la cultura: las costumbres, la vida familiar y las estructuras elementales de la sociedad. El individuo es considerado fundamentalmente como un agente de la vida económica. Toda su formación busca responder a los imperativos de la máquina, producir y ganar... Se ha adoptado la psicología del financista. Si se busca el beneficio inmediato es seguro que se pone en peligro el largo plazo. La valoración financiera sustituye a los proyectos industriales y a los flujos destinados a la producción. La gestión financiera de las empresas puede llevar a preferir el beneficio más inmediato o de mayor riesgo, sin miras a la realidad circundante. ¡Cuántos males nos hubiéramos ahorrado si se hubiera evitado la proletarización del siglo XIX! Al decir esto no se critica la actividad económica ni la libertad empresarial. Se trata de comprender la evolución de nuestra sociedad... La bolsa de valores funciona mejor que Naciones Unidas. Los financieros anticipan la evolución de la humanidad. Pero, ¿es a ellos a quienes corresponde conducirla? Y, ¿a beneficio de quién?".

La última frase del arzobispo de París encaja con el siguiente párrafo de A. Schlesinger: "Incluso, los capitalistas de primera fila se sienten abrumados por lo que ha traído consigo el capitalismo salvaje. Si la comprensión del capitalismo se puede medir por el éxito en obtener dinero de él, nadie comprende mejor el capitalismo contemporáneo que el financiero y filántropo George Soros". Resumo brevemente el artículo que cita A. Schelesinger.

 

1.7. Los desequilibrios nacen del mercado financiero

 

George Soros escribe su artículo "Hacia una sociedad abierta global" a las pocas semanas de estallar la crisis financiera de octubre 1997. G. Soros lleva trabajando 40 años en este mercado financiero y conoce sus entrañas. Resumiendo ideas principales, G. Soros dice: "Hay cinco tipos de deficiencias en el sistema capitalista global que me gustaría comentar:

(1) Los beneficios del capitalismo global están desigualmente distribuidos. El capital está en una posición mucho mejor que el trabajo porque tiene mayor movilidad. Además, el capital financiero está mejor situado en el sistema global que el capital industrial: su flexibilidad no es comparable con la libertad de que disfrutan los gestores de fondos internacionales...

(2) Los mercados financieros son inestables por naturaleza, y más todavía los mercados financieros internacionales... Los riesgos de colapso aumentan porque nuestra comprensión teórica de cómo funcionan los mercados financieros es básicamente defectuosa. La teoría económica se apoya en el engañoso concepto del equilibrio. Desde mi punto de vista, el equilibrio es engañoso, porque quienes participan en el mercado tratan de descontar un futuro que está dictado por las expectativas del mercado... Los participantes en el mercado, si son racionales, reconocerán que, más que descontando un futuro equilibrio, están disparando contra un blanco en movimiento.

(3) La inestabilidad no se reduce al sistema financiero. La meta de los competidores es predominar, no mantener la competencia en el mercado. La tendencia natural de los monopolios y oligopolios debe ser limitada mediante regulaciones...

(4) ¿A quién corresponde evitar una concentración de poder indebida y salvaguardar la estabilidad? Esto me lleva al papel del Estado. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el Estado ha desempeñado un papel creciente en el mantenimiento de la estabilidad económica, y se ha esforzado por garantizar la igualdad de oportunidades y proporcionar una red de seguridad social, especialmente en las naciones altamente industrializadas de Europa y América del Norte. Pero la capacidad del Estado para ocuparse del bienestar de sus ciudadanos se ha visto gravemente afectada por la globalización, debido a que el capital puede escapar a la fiscalización mucho más fácilmente que el trabajo. El capital tiende a evitar países donde el empleo se vea sometido a impuestos elevados o esté muy protegido. Ello conduce a un aumento del desempleo, que es lo que ha sucedido en la Europa continental: me preocupa la reducción de las prestaciones sociales tanto en Europa como en América...

(5) Esto me lleva al problema más confuso: el de los valores y la cohesión social. Toda sociedad necesita tener valores compartidos. Los valores del mercado no sirven para este propósito porque sólo reflejan lo que un participante en el mercado está dispuesto a pagar a otro dentro de un libre intercambio. Los mercados reducen todo, incluidos los seres humanos (mano de obra) y naturaleza (tierra) a mercancía. Podemos tener una economía de mercado, pero no podemos tener una sociedad de mercado. Además de los mercados, la sociedad necesita tener instituciones que sirvan a fines sociales como la libertad política y la justicia social. Estas instituciones existen en países concretos, pero no en la sociedad global. El desarrollo de una sociedad global se ha quedado retrasado respecto al de una economía global. A menos que se acabe con esta distancia, el sistema capitalista global no sobrevivirá".

 

1.8. La exclusión de la identidad nacional

 

La "cultura de la exclusión" avanza más allá del crecimiento con desempleo y desigualdad, derivados de los bandazos de la tecnología y la especulación, arrollando a su paso a los mismos Estados, posibles controladores de estos desequilibrios globales. A. Schelensiger habla de la devaluación de los poderes y valores nacionales. "Un objetivo de la creatividad capitalista es la economía globalizada. Un candidato, no previsto, para la destrucción capitalista es el Estado nacional, tradicional asiento de la democracia. El ordenador convierte al mercado sin trabas en un monstruo global irresistible, que atraviesa las fronteras, debilita los poderes nacionales de implementación de impuestos y regulaciones, impide la gestión nacional de las tasas de interés e intercambio, amplía las disparidades de riqueza lo mismo dentro de las naciones que entre ellas, derrumba las normas laborales, degrada el medio ambiente, niega a las naciones el poder dar forma a su propio destino económico, sin dar cuenta a nadie, y crea una economía mundial sin una política mundial. El ciberespacio está más allá del control nacional. No existen autoridades que proporcionen control internacional. ¿Dónde está ahora la democracia?

Frente a esta concentración globalizante emergen tendencias centrífugas que nos hacen ver, dentro de la aparente unificación de los mercados, un mosaico fraccionado de feudos y refugios humanos. "El mundo de hoy --dice A. Schelesinger--- está desgarrado en direcciones opuestas. La globalización ocupa el puesto de mando y dirige la humanidad, pero --al mismo tiempo-- impulsa a las personas a buscar refugio a sus poderosas fuerzas, que están más allá de su control y comprensión. Se retiran a unidades familiares, inteligibles, protectoras. Ansían la política de la identidad. Cuanto más rápidamente se integra el mundo, más personas se refugiarán en sus enclaves religiosos, étnicos o tribales. La integración y la desintegración se alimentan mutuamente".

Junto con esta resistencia pasiva es previsible esperar reacciones de rechazo y enfrentamiento. "El capitalismo también seguirá dando bandazos, pero la ideología del laissez-faire probablemente se desvanecerá cuando los capitalistas descubran la serie de perturbaciones que el mercado sin trabas no puede resolver o incluso agravar. El capitalismo salvaje, con salarios bajos, jornada larga y trabajadores explotados, provoca el resentimiento social, resucita la guerra de clases y da nueva vida al marxismo. Para avanzar por senderos constructivos, el capitalismo debe subordinar los planes y beneficios de corto plazo a necesidades sociales de largo plazo, como las inversiones en educación, investigación y desarrollo, protección del medio ambiente, ampliación de la sanidad, rehabilitación de infraestructuras y recuperación de las ciudades. No es probable que los capitalistas lo hagan por sí mismos. Las perspectivas a largo plazo exigen una dirección pública".

Desde el Instituto de Estudios Superiores de París, Alain Tourraine recoge este desafío, devolviendo al Estado su función de regulador de los equilibrios sociales. "Pero, ¿quién puede ejercer este control cuando se nos repite constantemente que los Estados nacionales han perdido su poder y se han vuelto impotentes frente a la mundialización de los mercados? Esta afirmación exige dos respuestas. La primera es que esto es falso en gran medida. Cuanto más compleja y cambiante es una economía, más difícil es lograr un crecimiento duradero, y la importancia de esta idea proviene de que muestra hasta qué punto los equilibrios internos de una sociedad se han convertido en condiciones necesarias para el crecimiento de una economía. Estos equilibrios sociales no se mantienen espontáneamente; al contrario, la economía de mercado crea desequilibrios y fuerzas de acumulación y exclusión que amenazan a los equilibrios básicos de la sociedad. Estos, para ser restablecidos, requieren de la intervención del Estado y de otros agentes propiamente políticos y sociales.

La segunda respuesta es que los centros políticos de decisión sólo pueden luchar contra ciertas consecuencias de la economía de mercado, si son forzados a intervenir por demandas sociales organizadas que se expresan por la vía electoral, a través de los medios de comunicación, y más directamente aún, bajo la forma de movimientos sociales organizados. Desde hace algunos años vemos aumentar en Europa occidental el número de gobiernos de centro-izquierda".

"Nadie puede desear que se ensanche el abismo que separa ya al mundo económico de los mundos político y cultural. Por tanto, concluye Alain Tourraine, es necesario hacer lo posible para que se forme una voluntad colectiva que ponga fin al desarrollo sin freno del capitalismo, es decir, de la economía de mercado, mientras rechace todo control político y social de sus actividades. Hay que restablecer el control de los medios económicos para las finalidades políticas y sociales. La tormenta se escucha casi por todas partes, excepto en Estados Unidos, y en todos los países, incluido Estados Unidos, aumenta el temor de una crisis económica grave que incrementará la pobreza, la desigualdad y la exclusión de una manera insoportable. El largo silencio de la época neoliberal debe terminar, y el debate público sobre los fines y los medios de la economía debe revivir. No perdamos más tiempo".

Es alentador que en países desarrollados y subdesarrollados se desarrollen similares reflexiones y pautas de acción. A medida que avanza el presente año de 1998 se incrementan los síntomas de crisis estructural, no sólo coyuntural, que llevan a preguntarse si estamos entrando en una crisis de recesión económica, similar a la de los años setenta o, más bien, a una crisis sistémica como la de los años treinta. Por ello recogemos algunos datos y reflexiones que puedan dar respuesta a estas interrogantes.

 

2. El próximo futuro del neoliberalismo

 

2.1. Globalización en crisis

 

El título aparece en La Prensa Gráfica (6 de octubre de 1998); su autor, Roberto Turcios, afirma con toda razón que "ya no son los <<tigres asiáticos>> o los países emergentes. Las fallas aparecen en toda la estructura de la economía mundial. En esa misma semana se llevó a cabo en Washintong la reunión de representantes del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, ministros de finanzas del Grupo de los 7, más representantes de unos 15 países emergentes. De momento no se llega a ninguna conclusión: lo único que queda claro es que el "Consenso de Washington", sus forjadores y exportadores se ven enfrentados con una recesión mundial que no saben cómo enderezar. "No pueden esperar que saquemos un conejo del sombrero, que solucione la situación". Incluso afloran opiniones y propuestas contradictorias de parte de los grandes gurús del neoliberalismo, sobre todo por lo que toca a la libertad o al control de los capitales golondrinas de corto plazo que han propagado de un país a otro la crisis financiera internacional.

Si se desea destrabar la complicada madeja de esta crisis de recesión mundial, es posible recordar algunas de sus mayores causas y efectos. Si los representantes de las instituciones financieras internacionales y los ministros de finanzas del Grupo de los 7 no saben y no logran un consenso de solución, no es nuestro propósito ayudarles en esta tarea, sino unirnos al consenso más general de que "la globalización está en crisis" y está en crisis la era del neoliberalismo.

 

2.1. Rechazo a la cultura de la exclusión

 

La serie de testimonios arriba citados sobre los efectos del huracán de la globalización en la exclusión de ingentes cantidades de mano de obra, miles de empresas, ingresos y empleos, Estados arrollados en sus poderes y políticas, sumado todo ello a la pérdida de la misma identidad nacional y a la discriminación social, se ha traducido en una respuesta de rechazo a la tesis-eje del neoliberalismo: el mercado es el autorregulador.

El hecho llamativo es que en Europa occidental la inmensa mayoría de gobiernos han pasado a ser de centro-izquierda, con el último triunfo de la social-democracia en Alemania. Sólo España cuenta con un gobierno conservador. "No es casualidad. Los votantes rechazaron las prácticas neoliberales y demandaron el cambio. Las nuevas políticas llegarán. Las izquierdas europeas están en mejor posición que las derechas porque no tienen recetas a seguir; pueden dejar de lado las recetas y emprender un camino nuevo. Los Estados tendrán mayores preocupaciones sociales y más regulaciones. Pero la eficiencia seguirá como criterio de la actuación gubernamental. Una ventaja considerable, después de tanto fervor con el catecismo de privatización, desregulación y equilibrios macroeconómicos, es el descrédito de la ortodoxia".

 

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Si la crisis financiera mundial se inicia desde el sistema bancario del sudeste asiático, ello es un primer signo de que las instituciones bancarias de los grandes países se han ido sumando a este proceso de inversiones riesgosas que se realizan en el mercado especulativo de las bolsas de valores,

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En esta columna de La Prensa Gráfica, Roberto Turcios cita dos testimonios autorizados que hacen referencia a las instituciones de Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial), tema sobre el cual volveremos más adelante. La primera cita es de Kissinger, en el diario Clarín de Buenos Aires. "Lo que en un primer momento se interpretó como un desequilibrio temporario se está convirtiendo en una crisis del sistema financiero mundial. Las instituciones que tratan con las crisis financieras internacionales necesitan una reforma. Una nueva administración financiera para sustituir las de Bretton Woods es esencial".

La segunda cita es de Jacques Attali, ex asesor de Mitterand, que va más allá de la reforma y propone la creación de un banco central mundial. "Hasta hace un año predominaba la idea de que el mercado bastaría por sí sólo para organizar el crecimiento mundial, y que las instituciones internacionales existentes, habiendo perdido su razón de ser, deberían si no desaparecer al menos ser privatizadas. Hoy todo eso ha cambiado. Aun los espíritus más liberales admiten que el mundo no puede quedar librado a la deriva en su actual estado de desorden. Las instituciones Bretton-Woods creadas en 1945 ya no son capaces de satisfacer los arduos desafíos resultantes de la globalización de los mercados y de la revolución tecnológica".

En la presente reunión de Washington (octubre 1998), donde no hay consenso sobre la libertad o el control de los capitales especulativos de corto plazo, sí se delinean medidas para fortalecer los sistemas bancarios por medio de estándares reforzados, supervisión y formalización de procedimientos de bancarrota internacional para disminuir las deudas. Lo que se nos recuerda con estas medidas es que el sistema bancario fue el catalizador de la crisis financiera en el sureste asiático, a partir de julio 1997.

 

2.3. El sistema bancario catalizador de la crisis financiera internacional

En la génesis de la actual crisis mundial, el sistema bancario y los bancos centrales de los <<tigres>> sudasiáticos, incluido Japón, juegan un papel catalizador. La concesión desmesurada de créditos a empresas productivas o de construcción, a bajos tipos de interés y con aportes de sus bancos centrales a menores tasas de interés, "dejan a estos bancos con altas incobrabilidades y, por ende, el patrimonio neto de las entidades financieras es cero o negativo". La crisis de Tailandia (2 de julio 1997) pasa primero a Indonesia, donde quiebran trece bancos y surgen las corridas bancarias para llevar el dinero a Singapur. "El Gobierno de Tailandia ordena el cierre de 56 entidades financieras para cumplir con el Fondo Monetario Internacional. La crisis financiera del sureste asiático tiene todos los visos de no estar cerrada. El gobierno de Tailandia decidió ayer el cierre definitivo de 56 entidades de las 91 existentes en el país, a causa de su alto endeudamiento y ante la falta de expectativas de salvación, cumpliendo así una de las condiciones fijadas por el Fondo Monetario Internacional para ofrecer su ayuda crediticia".

De ahí se extiende al resto de los países de la región con iguales síntomas, "dado que mantienen entre ellos una densa red de lazos comerciales, bancarios bursátiles y financieros. Es fuerte la interrelación entre sus mercados de capitales y sus flujos de comercio exterior".

Japón tiene su propia génesis, aunque con los mismos actores, porque la crisis real de producción o recesión económica se venía gestando desde inicios de la década; "el Producto Interno Bruto japonés de 1998 está cayendo a una tasa anualizada del –5.3 por ciento; el desempleo, que siempre fue casi inexistente, se elevó al 5 por ciento, el más alto desde 1953". Dado que la economía japonesa representa un 15 por ciento de la producción mundial, su nuevo gobierno debería tomar medidas drásticas para reenderezar su recesión general y atender mejor a su mercado interno, como un requisito de contención de la crisis mundial. "Japón debe permitir que cierren sus bancos insolventes, deben vender activos para que sigan funcionando los que queden en pie, llegando incluso a encarcelar a empresarios y banqueros corruptos, es decir, <<cirugía mayor>>, que obviamente se resisten a realizar y por eso la economía nipona sigue perdiendo competitividad internacional. Sería conveniente que esta cirugía mayor se la imponga el Grupo de los 7, pues la dilatante conducta de la clase dirigente de Japón pone en peligro la estabilidad económica mundial. En este sentido, Japón muestra muy poca solidaridad internacional".

Si la crisis financiera mundial se inicia desde el sistema bancario del sudeste asiático, ello es un primer signo de que las instituciones bancarias de los grandes países se han ido sumando a este proceso de inversiones riesgosas, que se realizan en el mercado especulativo de las bolsas de valores, generando nuevos desequilibrios en las empresas y megaempresas del sector real de la producción. La crisis de globalización se hace más compleja al ser desorientada por el incontrolable funcionamiento de las bolsas de valores.

A los autorizados juicios y enjuiciamientos de George Soros queremos agregar algunas reflexiones de Ralf Dahrendorf, decano del College Oxford, en su artículo "Una lección asiática". Los bancos que nacen de y para el sector real, se deslizan especulativamente en terrenos de las bolsas de valores. "En los últimos años hemos experimentado una extraordinaria disociación entre empresas y mercados de valores o, en términos más generales, entre economías reales (incluidos los ahorros reales de la gente real) y la realidad virtual de los mercados financieros y sus operaciones... Esto no quiere decir que el movimiento de acciones y bonos sea impredecible. Pero sí quiere decir que la economía real ofrece solamente una ayuda limitada a la hora de hacer esa clase de predicciones.

¿Cómo se relacionan, entonces, estos dos procesos disociados? La respuesta, en el sentido más general, es: a través de los bancos. Los bancos tienen una función fundamental en la economía global. Existen porque la economía real los necesita y los alimenta; pero operan cada vez más en el ciberespacio de las operaciones financieras. Por supuesto, al hacerlo quieren agradar a sus clientes. Y estos clientes pueden volverse avaros. Los fondos de pensiones necesitan cada vez más dinero, al igual que las aseguradoras. Las empresas del sector servicios también necesitan cada vez más dinero. Para satisfacer estas demandas, las instituciones financieras han desarrollado instrumentos cada vez más sofisticados y misteriosos. El mundo de los derivados y las opciones escapan a todo sentido común. Quienes se mueven en él utilizan una extraña mezcla de matemáticas avanzadas e intuición. Cada vez es menos fácil evaluar el riesgo que implican estas operaciones...

En el proceso se corre un grave peligro de que los bancos se extralimiten. Esto es lo que ocurrió en el sureste asiático. Esto es lo que vuelve a suceder en Japón. Las repercusiones se sufren en todo el mundo por razones directas e indirectas. Las instituciones financieras están interrelacionadas y, si fracasan, afectan a la economía real y, por consiguiente, a las fuerzas coyunturales de todas partes. A menudo se dice que los mercados financieros han crecido más que las instituciones políticas de control. El dinero global elude los parlamentos nacionales. Un hombre como George Soros se ha servido de este hecho, pero también ha pedido normativas y regulaciones globales. Esto tiene sentido... El control se puede ejercer a nivel nacional, aunque posiblemente para ello se requiera de la presión internacional, ya sea por parte del presidente de Estados Unidos o por el Fondo Monetario Internacional (FMI). En Londres, los espectaculares casos de colapso han provocado un significativo endurecimiento de la supervisión que ahora lleva a cabo un organismo nuevo e independiente. El objetivo de todo esto es hacer que los bancos vuelvan a la economía real y se mantengan en ella".

Lo que se cuestiona en la reciente reunión del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y ministros de finanzas del Grupo de los 7, es precisamente si estas instituciones financieras internacionales tienen capacidad de controlar las extralimitaciones bancarias y, de manera especial, los flujos y reflujos de los capitales especulativos de corto plazo, que multiplicaron la crisis del sureste asiático y de otros países emergentes, incluido Brasil. Michael Elliot, comentando esta reunión de los "grandes", plantea la pregunta y la respuesta que se cita a continuación.

2.4. ¿Quién está a cargo de la economía global? Nadie

 

En primer lugar, no hay consenso sino opiniones encontradas respecto a la libertad de circulación de los capitales de corto plazo. De acuerdo con fragmentos periodísticos, los ministros del Grupo de los 7 seguirían manteniendo la receta de la libertad de circulación. "Debemos continuar nuestros esfuerzos por reforzar un sistema internacional de comercio abierto, con libre flujo comercial y mercados de capitales abiertos". Agregan que dicha apertura debe ocurrir en forma "ordenada". La receta no es muy clara y lo único que puede indicar es que estos ministros del G-7 no están muy de acuerdo con la pura teoría, porque suenan otras voces, por cierto muy autorizadas, que piden mayor análisis histórico.

Las llegadas y retiradas masivas de capitales de corto plazo, tanto en el sureste asiático como en algunas economías emergentes de América Latina, ha llevado a posturas más prudentes o incluso opuestas a la total apertura. El debate sobre regulación y control versus liberalización y desregulación ha llegado a los niveles del Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial. Se discutió el tema en la Cuarta Conferencia anual sobre Desarrollo de América Latina, organizada por el Banco Mundial en San salvador, julio de 1998. El profesor de Harvard, Dani Rodrik, "exponiendo lo que parece ser el pensamiento ahora predominante del Banco Mundial, señaló que hay pocas evidencias sobre los beneficios de la libre movilidad de capitales y demasiados signos de los costos que la política de apertura conlleva".

El propio vicepresidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, había advertido, en el curso de la misma reunión, que "si Tailandia hubiera mantenido las regulaciones a la entrada de capital que tuvo durante el Milagro Asiático y no les hubiera hecho caso a quienes la convencieron de que estaba alterando la disposición eficiente de recursos, tal vez hoy no estaría sufriendo esta crisis, su primera caída en más de tres décadas".

En la reunión de octubre 1998 se han agregado otras voces. J. Bhagwati, de la Universidad de Columbia, defensor del libre comercio de bienes, afirma que "los argumentos de los enormes beneficios de la movilidad del libre capital no son persuasivos". Paul Krugman, del Instituto Tecnológico de Massachussets, llegaba a similar conclusión: que la inestabilidad causada por grandes movimientos de capital requerían alguna política de respuesta: las opciones incluían impuestos diseñados para desincentivar los flujos de capital de corto plazo. Para Joseph Stiglitz puede ser una idea peligrosa el que los países abran sus economías a un libre flujo de capitales, aunque eso es lo que estén pidiendo los principales países industrializados. Según Stiglitz, los estudios no han mostrado una correlación entre la liberación de capitales y el crecimiento económico. Dicha liberalización suele ir asociada con crisis financieras y aumentos en la desigualdad de los ingresos.

Alan Greenspan, director de la Reserva Federal de Estados Unidos, nos recuerda que en una economía globalizada, donde millones de dólares se mueven al apretar un botón de computadora, el control es difícil. "Dadas las extraordinarias facilidades de comunicación disponibles virtualmente alrededor de todo el globo, el comercio puede ser iniciado desde casi cualquier locación; cualquier regulación directa de Estados Unidos restringiendo su flexibilidad, sin duda alguna induciría a que los fondos más agresivos emigrasen de nuestra jurisdicción".

Michael Elliot comenta y llega a esta conclusión: "Piense el lector sobre esa declaración por un minuto. El regulador financiero más experimentado en la economía más avanzada del mundo acaba de decir que él no puede controlar a unos pocos cientos de corredores de bonos y matemáticos que viven (por el momento) en Greenwich, Connecticut. A la pregunta: ¿quién está a cargo de la economía global? podemos ahora responder: Nadie. Un mundo sin controles --sin reglas-- es un mundo sin seguridad".

La inseguridad financiera llega hasta los pisos superiores de las instituciones internacionales. De acuerdo con los fragmentos de prensa, los asistentes a estas reuniones de los "grandes" se dictan las recomendaciones los unos a los otros. Los ministros del G-7 dicen que los países en crisis deberían revisar su comportamiento y ajustarse más a las normas del libre mercado; los países emergentes responden que estas normas les han generado más costos que beneficios. Los organismos internacionales dicen que los países industrializados más poderosos son los que deben ayudar a sacar a flote a los Estados en crisis, emergentes y no emergentes. Japón es quien debe hacer el mayor esfuerzo por recuperar sus tasas de crecimiento, porque su prolongado declive alimenta, por razones directas e indirectas, la actual recesión mundial; los dirigentes japoneses sólo sonríen. Para salvar la economía mundial se recurre al último flotador: hay que ayudar con más fondos al Fondo Monetario Internacional.

Los urgentes salvamentos que ha debido practicar el Fondo Monetario Internacional desde el inicio de la crisis en julio 1997, han ido dejando exhaustos los fondos disponibles de esta institución. El presidente Bill Clinton ha solicitado al Congreso estadounidense la aprobación de unos 18,000 millones de dólares del financiamiento prometido al FMI. Tratando de buscar una ayuda financiera a los países en desarrollo, muchos preguntan: si el Fondo Monetario Internacional necesita recaudar nuevos fondos, ¿por qué no vende parte del oro que tiene? Si el Congreso americano no aprueba la ayuda, la venta de su oro (unas 3,220 toneladas) podía ser la solución. Como indica Nicholas Bray, redactor de The Wall Street Journal, hay dos problemas en esta solución. "Desde 1978, en que una enmienda a las normas del FMI determinó que los países ya no podrían vincular sus divisas al oro, el metal no ha jugado formalmente ningún rol monetario". En segundo lugar, debido al comportamiento de algunos Estados y del mismo Fondo Monetario Interncional, el precio del oro ha ido decayendo a unos 300 dólares la onza, cuando en 1980 el precio máximo registrado fue de 850 dólares. Los entusiastas defensores del oro recomiendan al Fondo Monetario Internacional no vender el oro, "como parte de una estrategia para apoyar el debilitado orden monetario internacional".

Este debate lleva a otro problema mayor. La crisis sudasiática y su efecto-dominó ha ido agotando las reservas del Fondo Monetario Internacional: 43,000 millones de dólares a Indonesia, 22,000 millones de dólares a Rusia... En agosto de 1998, el FMI sólo poseía 20,000 millones de dólares. Si otros países, el caso del Brasil, necesitan otra ayuda urgente, el Fondo Monetario Internacional no dispondría de tales fondos, a menos que contara con el préstamo de Estados Unidos, o se opte por la venta del oro. De estos datos, Bernal-Meza R. llega a la siguiente conclusión: "Esta crisis y el volumen de las transacciones que han alcanzado los mercados financieros mundiales, han determinado que el FMI haya perdido peso como institución capaz de evitar y eventualmente asistir a sus países miembros en casos de crisis sistémicas. Puede que haya comenzado el ocaso del Fondo Monetario Internacional, tema que ya comienza a debatirse en foros internacionales, sin vislumbrarse aún quién pueda reemplazarlo en el cumplimiento de sus funciones". Repetimos la pregunta: ¿quién está a cargo de la economía global? Nadie.

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La inseguridad financiera llega hasta los pisos superiores de las instituciones internacionales.

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2.5. "Demasiado mercado mata el mercado"

 

Joaquín Estefanía comienza este artículo diciendo: "Corresponde al sociólogo francés Alain Tourraine el mérito de haber sabido detectar hace más de dos años el hecho de que el mundo no entraba, sino que salía de una transición liberal y se encaminaba hacia una etapa distinta, cuyas características todavía no son nítidas". Un signo es que la mayor parte de la Unión Europea se acerca a fórmulas de gobierno social-demócratas. Aún no se sabe el destino de esta transición desde el liberalismo; no hay todavía un paradigma alternativo. Lo que se conoce es que la revolución conservadora de los años ochenta, protagonizada por Thatcher y Reagan, ha conducido históricamente a la actual crisis económica-financiera a escala mundial. A personas de cierta edad les viene al recuerdo la crisis mundial de 1930.

Joaquín Estefanía, luego de hacer un recuento de las normas y praxis del neoliberalismo, llega a un examen de sus efectos más recientes. "En ésas estábamos cuando llegó la crisis financiera actual, hace año y medio. Cuando las principales bolsas de valores (occidentales) comenzaron a reverberar los efectos de la quiebra asiática dijeron que se trataba de un <<ajuste técnico>>; tan sólo muchos meses después aceptaron la posibilidad de una recesión. Los primeros episodios afectaron a los tigres asiáticos y a Japón; los tigres, que habían sido uno de los centros del paradigma neoliberal, devinieron por arte de magia en un ejemplo del capitalismo corrupto. Su crisis demostró, como lo hizo antes el Chile de Pinochet, que no es cierto que el capitalismo lleve de forma natural a la democracia.

Luego llegó Rusia, que devaluó el rublo, suspendió pagos y entró en una inestabilidad política y económica, de la que no sabe cómo salir. Pero el problema de Rusia no es demasiado Estado, sino que el Estado no existe y nadie paga impuestos. Poco después, como efecto de la globalización, el desastre se trasladó a América Latina; tras una década perdida, el continente latinoamericano había hecho los deberes, se había ajustado a los programas del Fondo Monetario Internacional y había abierto sus economías espectacularmente. El Brasil de Cardoso era el alumno ejemplar y después de China era el destino favorito de la inversión extranjera. De poco le ha servido: todos los días salen de sus fronteras centenares de millones de dólares, sin control alguno, y el país está al borde del abismo.

La incógnita consiste ahora en saber si lo que empezó siendo un mero ajuste técnico se convierte en una crisis sistémica y devora a Europa y Estados Unidos. Cuando ese temor ha llegado al centro del sistema, cuando Wall Street, Francfort, la City, Milán o Madrid se tambalean un día sí y otro también, es cuando ha comenzado a cambiar el discurso: hay que reformar y fortalecer al FMI para que, además de guardián de la ortodoxia, anticipe los problemas y vigile la transparencia del sector financiero; la urgencia es hoy la regulación y no la desregulación; el mal no es un Estado grande (el Leviatán) sino la falta de Estado, que hay que reconstruir con extrema celeridad; es preciso asegurar una redistribución de la renta y la riqueza para garantizar la cohesión de las sociedades, ya que --se ha demostrado-- el conflicto no era entre la eficacia del sistema y la cohesión social, sino entre la eficiencia del mismo y la desvertebración a la que condujo en muchos lugares un capitalismo desenfrenado.

Más vale tarde que nunca. El clamor por establecer reglas de juego en las finanzas y las economías de fin de siglo ya no es sólo compartido por "social-demócratas trasnochados" como Helmut Schmidt ("así como el tráfico aéreo internacional necesita controles universalmente aceptados, también nosotros necesitamos urgentemente una regulación de los movimientos de capital. Y no hablo de inversiones en fábricas o maquinarias, sino del comercio internacional financiado por el crédito telemático realizado con valores, acciones y títulos de todo tipo. Este comercio se ha escapado por completo de las manos de las autoridades nacionales encargadas de la vigilancia y del control de las instituciones crediticias y a los bancos centrales nacionales"), sino que llega al mundo de Washington, reunido estos días en torno al G-7 y a la Asamblea del Fondo Monetario Internacional. Economistas poco sospechosos, como Samuelson y Krugman, plantean límites a la acción de los mercados: "La política económica se ha vuelto prisionera de los inversores frívolos. ¿Puede cambiar? Sí, pero la solución está estigmatizada, démodé y nadie osa sugerirla: esta política es el control de cambios".

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... hay que reformar y fortalecer al FMI para que, además de guardián de la ortodoxia, anticipe los problemas y vigile la transparencia del sector financiero;

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Joaquín Estefanía cierra su artículo con un párrafo que nos invita a la búsqueda responsable y no a la ligera dialéctica. "Se trata de volver a la política, frente a la ruptura de los controles sociales de la economía y la utilización de ésta, en su provecho y según sus únicos criterios, de todos los demás aspectos de la vida social, incluidas las necesidades fundamentales de la vida humana. Alguien ha recordado que hasta los casinos tienen normas para entrar en ellos y el mundo siente hoy, en una coyuntura complicada, la necesidad de ser dirigido por aquéllos a los que se elige, no por los hechiceros económicos que juegan al porqué del mentiroso. Sólo encontrando un new-deal, un nuevo pacto, se podrá evitar la inestabilidad de este tiempo, pero también el daño de volver a un pasado proteccionista, del que emerja una especie de contra-ideología del pensamiento único, igual o más peligrosa que éste: contra globalización, autarquía; contra libre cambio, aranceles; contra lo privado, lo estatal; contra el individuo, la comunidad; contra la eficiencia, la igualdad. Preparar las fórmulas para salir de la transición liberal de la que hablaba Tourraine, y encontrar un paradigma alternativo, abierto, mestizo".

 

3. Conclusión

 

Parece que el siglo XXI será una incógnita porque el siglo XX nos deja bastantes incógnitas. Ninguno de los dos grandes modelos sistémicos ha logrado dar una respuesta satisfactoria a los grandes problemas económicos, políticos, sociales y culturales, incluido el deterioro ecológico, con que cerramos el presente siglo. Sin embargo, estos fallos de los dos grandes sistemas son portadores de un gran alivio: nos liberan de los dogmas y paradigmas económicos que nos enseñaban e imponían en los respectivos paralelos geográficos. Nos liberan de los dogmas porque ahora podemos, con toda libertad, hacer análisis de sistemas económicos comparados en vertical y no en horizontal. Es decir, enfrentar cada sistema, no contra el otro, sino contra sí mismo. Enfrentar, a final de siglo, un sistema contra el otro es una pérdida de tiempo, porque ya conocemos la conclusión: los dos han fallado y han entrado en grave crisis. Enfrentar cada sistema consigo mismo, sus ideales y sus objetivos con sus resultados reales, nos puede llevar a un proceso de autocrítica constructiva.

La misma confrontación conviene que la hagan los defensores de "la economía social de mercado", a la alemana, y también quienes en nuestros tiempos de estudiantes (1950-1960), y todavía ahora, poníamos nuestra esperanza en el Estado social de bienestar, que entró en crisis luego de 1970... Es un gran alivio académico el que la historia del siglo XX nos haya liberado de tantos dogmas económicos, porque ahora quedamos libres para la creatividad.

El siglo XXI tiene que ser el siglo de la creatividad, porque para que las empresas sobrevivan es menester que la humanidad viva. Ojalá que todos los "neo-modelos" engendren hombres de búsqueda, desprendidos de su pasado árbol-ideológico. Un hombre de búsqueda, Ota Sik, inspirador de la Primavera de Praga (1968) escribió un libro con un título que le ganó la animadversión de las "derechas" de ambos sistemas: La tercera vía (1972). Hoy día, la historia le ha dado la razón. Con todo el respeto que se merece Ota Sik, se podría reeditar el mismo título en plural: Las terceras vías. Somos mundos y países tan diferentes y tan distanciados, cultural y económicamente, que sólo una vía no nos podría congregar a todos. Lo importante es que haya creatividad, sin imperios ideológicos. Y si hay algún imperialismo dominante, ojalá se inspire en la obra más reciente del mismo Ota Sik: For a humane economic democracy [Hacia una democracia económica humana]. La historia nos hará libres y creativos.