Al finalizar el siglo XX, la extensión y la profundización de la pobreza y la depredación de los recursos naturales, en particular de los no renovables, han llevado a unos niveles de inhumanidad hasta ahora desconocidos.
 

    El problema fundamental de la economía salvadoreña no radica en el tamaño de su estado ni en la magnitud de gasto público, sino en la constitución raquítica del primero y en la deficiencia y debilidad crónicas del segundo.
 

    Paradójicamente, la transición de postguerra no condujo a El Salvador a la paz social, sino a una especie de guerra informal de todos contra todos, que no conoce fronteras y en la cual, la sociedad en conjunto, armada libremente, se destruye a sí misma, constituyendo los varones jóvenes el grueso de las víctimas.
 

    Mons. Romero fue el arzobispo que puso fin a la secular identificación entre la iglesia y el estado. El arzobispo independizó a la iglesia del estado, al cual ya no consideró su interlocutor privilegiado. Su lugar fue ocupado por el pueblo salvadoreño y, en particular, por el pueblo de Dios.
 

    Revertir la historia, diría I. Ellacuría, quiere decir cambiar la dirección del proceso y comenzar de nuevo, aunque no desde cero. Esto quería decir que la transición de postguerra no ha llevado a El Salvador a la democratización esperada y que si no altera el rumbo actual, no podría hacerlo de ninguna manera, en el futuro próximo.

Transcurridos los primeros diez años que nos separan del cruel asesinato del que fueron objeto Ignacio Martín-Baró y sus compañeros jesuitas, la figura de aquel esforzado y valiente psicólogo social sigue siendo recordada con añoranza entre sus compañeros de gremio en todo el mundo. No queda tan claro, no obstante, que la obra  de Martín-Baró haya recibido la atención y el estudio que merecen. Este breve trabajo procura situar dicha obra en la tradición de pensamiento social y el contexto intelectual que actualmente le corresponden con la pretención de evitar ciertas confusiones en torno a las implicaciones teóricas y epistemológicas de la misma. 

Este artículo trata de dar respuesta a lo que la psicología de la liberación, según Ignacio Martín-Baró, a cuál fue el paradigma de las ciencias sociales en el que se inscribieron sus tesis básicas, y cuales son los desafíos que le plantean a la psicología  de la liberación los nuevos desarrollos de las ciencias sociales tras la crisis del paradigma estructural totalizante. El autor termina formulando la siguiente pregunta: ¿es responsabilidad intrínseca de las ciencias sociales apoyar la realización de un cambio político liberador?

La tesis que pretende sostener el autor en este artículo es que la principal virtualidad "liberadora" de la filosofía Zubiriana está en la posibilidad de exprimir, a partir de ella, algunas intuiciones de la, llamada por Gramsci, "filosofía de la praxis" a las que ya apunta I. Ellacuría en sus últimos escritos y que lleva a término Antonio González. Para Ellacuría, Zubiri empieza siempre dese una realidad dinámica trascendental, y su mayor virtualidad liberadora consistiría en desarrollar una metafísica en la que tendría cabida la novedad histórica.

Dos artículos, "El problema de los derechos humanos en El Salvador" y "La historización de los derechos humanos desde los pueblos oprimidos", de Montes y Ellacuría, respectivamente, nos motivan y ayudan a examinar la situación actual de los derechos humanos en El Salvador. Lo expresado por ambos, hace diez años, constituye una herramienta de gran utilidad para desmontar los discursos fáciles e interesados que hablan de un "nuevo El Salvador", cuando la realidad continúa golpeando brutalmente a la mayor parte de sus habitantes.