El recurso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y su respuesta pone en evidencia que El Salvador no ha ganado aún una de las batallas más importantes de su transición de postguerra, la de la justicia debida.
 

    El Estado salvadoreño se encuentra ante una doble serie de obligaciones, las que se derivan en directo de los derechos y las libertades garantizadas por la Convención Americana [...] y las que se desprenden de las recomendaciones del informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre este mismo caso, donde se constatan esas violaciones y se pide poner remedio.
 

    La reflexión sobre este tema no puede limitarse al ámbito de lo jurídico y lo político, sino que tiene que incluir consideraciones de orden moral, porque se trata de víctimas inocentes a quienes ya se les negó el derecho a la vida y ahora se les niega el derecho a la verdad y a la justicia.
 

El Salvador se encuentra en un período de crecimiento cercano a cero. Al finalizar 1999 se concluye que la economía se encamina hacia el estancamiento: altos niveles de desempleo, el estacamiento por una década de los salarios mínimos reales, el lento crecimiento de los salarios reales promedio y la concentración del ingreso --en que el 20 por ciento de las familias más pobres reciben apenas el 5.7 por ciento del ingreso--. Todo ello se traduce en cientos de miles de personas que viven en condiciones de pobreza y extrema pobreza. 

Este artículo contiene una serie de testimonios sobre la crisis del mercado financiero internacional. Uno de los testimonios más significativos fue el que se expresó en el foro de Davos, donde se dijo: "comprobamos algo ya presentido por muchos: nos hallamos de nuevo en el pos-neoliberalismo". Y continúa: "La globalización debe adquirir un compromiso social que no tenga como contrapartida la miseria y la exclusión de millones de seres en el planeta [...] Miseria y desempleo, destrucción masiva de la riqueza financiera y material. Estados sometidos a la especulación, un capitalismo salvaje que erosiona las normas más elementales de la  convivencia, son algunos de los rasgos que advertirían una globalización irresponsable".

Ante este siglo XXI real, el cristianismo tiene que preguntarse qué hacer. Lo primero ya lo hemos hecho: pasar juicio sobre este mundo desde las víctimas. Pero, más allá de eso, hay que preguntarse qué ser y qué hacer en y con ese mundo. En este sentido, la perspectiva del autor es la de los pobres y víctimas de este mundo y, aceptando las novedades alrededor del cambio de siglo, quiere desmitificarlas un poco. Así, visto desde las víctimas, el siglo XXI ya empezó en 1989, con la caída del este. Y por lo que toca al cristianismo, su gran novedad --que sigue siendo lo más novedoso-- comenzó en 1968 con Medellín.