Contrario a lo que los partidos políticos sostienen, al menos en sus discursos públicos, el gran ganador de las elecciones recién pasadas --si es que se puede hablar en estos términos-- es la abstención --alrededor del 67 por ciento a nivel nacional, aunque desciende un poco en el municipio de San Salvador.
 

    Al igual que otras instituciones claves del régimen democrático salvadoreño, el Tribunal Supremo electoral ha perdido el control --si es que alguna vez lo tuvo en realidad-- del proceso electoral.
 

    El buen gobierno no es sólo cuestión de buena voluntad, de conveniencia política o ideológica, sino que conlleva una componente irremplazable de saber y ciencia. Además de la disposición a trabajar por el bien común y para hacer lo políticamente correcto, es indispensable saber gobernar para que el gobierno sea sabio.
 

En este artículo se hace un examen del proceso electoral de marzo del 2000. Su tesis fundamental es que los resultados de las recientes elecciones consolidaron, en el plano legislativo, el equilibrio de poder existente entre el FMLN y ARENA. Para los autores, el principal desafío del FMLN consiste en aprovechar esas tendencias favorables para asegurar su predominancia legislativa y municipal en el futuro inmediato. Mientras que el desafío de ARENA es hacer lo que esté a su alcance para contener ese ascenso político del FMLN, cuya inminencia se hace patente a la luz de los resultados electorales obtenidos principalmente a nivel municipal. 

Haciendo un recuento sobre los resultados electorales y las encuestas de opinión pública del proceso 2000, el artículo muestra que las elecciones recién pasadas fueron la reedición de problemas que viene enfrentando el sistema electoral desde 1994: abstentismo creciente, campañas poco útiles para convencer a las mayorías, partidos cada vez más minoritarios, problemas a la hora de votar y votantes más sectorizados, fueron de nuevo algunas de las notas más relevantes de la elección. ¿Será que el sistema electoral podrá seguir asegurando un régimen democrático en tales condiciones?

En este artículo se analiza, por un lado, la respuesta de la ciudadanía --en términos de participación electoral-- a los llamados de los partidos políticos y del Tribunal Supremo Electoral en las recientes elecciones del 12 de marzo. Por otro lado, la traducción de esa respuesta en asignación de puestos de elección pública. El abordaje analítico es a nivel agregado y no a nivel de individuos. Interesa describir la distribución territorial de la participación electoral y de las preferencias partidistas y cómo opera sobre ellas el sistema electoral a la hora del reparto de los escaños.