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Una huella que inspira


La huella del padre ha sido significativa. Durante el conflicto armado, el padre Martín-Baró nos decía: “Estudien, estudien, por favor. ¡Que no ven que ustedes serán los psicólogos de la postguerra y tendrán que atender en la reinserción a todos los miembros de la Fuerza Armada, de la guerrilla y la sociedad en general, y a los que queden con lesiones de guerra o víctimas de estrés postrauma!”. Todos, mis compañeros y yo, en un aula del edificio “A”, le veíamos incrédulos, pues allá por 1986 nadie creía que en El Salvador pudiera llegar a firmarse la paz.

Camino a mi casa, de regreso de la Universidad, pasaba en el bus todos los días frente al edificio donde funcionaba el Hospital Militar y veía a esos jóvenes soldados vendados de sus heridas, mutilados, sentados en la baranda del parque Cuscatlán, sin sus piernas, brazos, con muletas y otras ayudas técnicas; y meditaba en las palabras del padre Martín- Baró.

Dos años después, en noviembre de 1989, durante la ofensiva del FMLN, leía en el libro de texto de la materia Psicología Social, Acción e ideología, los sabios escritos del padre. Bajo las balas, bombardeos, rockets, sonidos de helicópteros y aviones, que aún resuenan en mis oídos, lo leía y pensaba: “El padre tiene una mente futurista; justo ocurre lo que él refiere en su libro, es como si adivinara el futuro”.

Ahora, en noviembre de 2011, 22 años después, reafirmo ese pensamiento. Habiendo trabajado desde hace 16 años con dos entidades relacionadas con los excombatientes y discapacitados a consecuencia del conflicto armado, conociendo, hablando y abordando el estrés postrauma, mantengo presente en mi cabeza las palabras del padre Martín-Baró, que inspiran mi trabajo.

Cecilia Edith Jiménez, graduada de Licenciatura en Psicología en 1992