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"Ven, sígueme"


Trabajé en la UCA entre los años 1988 y 1993. Una mañana me dirigía cargado de libros a empezar mis labores en la oficina de la Vicerrectoría Financiera, en el Edificio de Administración Central, cuando me sale al paso Ignacio Martín-Baró y me dice enérgicamente: “Ven, sígueme”. En mi interior, desconcertado por esa frase, dejé mi carga de libros en el mostrador del Decanato de Economía y salí detrás de Nacho al talud forrado de grama, ubicado al lado de la calle interna de la UCA. A la par de un pequeño árbol se encontraba una joven muchacha que era un mar de lágrimas. Junto a ella había una cucharita de metal y una pequeña lata de tutti frutti casi vacía. Y [ella] le decía: “Es que yo ya no quería vivir y por eso tomé veneno”. Acto seguido, el padre Nacho (en ese entonces, PhD en Psicología Social de la Universidad de Chicago y presidente de la Sociedad Interamericana de Psicología Social) con toda la seriedad y la serenidad del mundo la levantó con sus brazos y la llevó hasta el mostrador donde había dejado mis libros. En unos pocos minutos, la conducíamos al Hospital Rosales, en un microbús del Jefe del Departamento de Contabilidad de la Universidad de ese entonces, el Lic. Víctor Anaya. La acompañé hasta que los médicos de la Unidad de Emergencia del Hospital le comenzaron a hacer un lavado gástrico.

Para mí, el incidente había terminado allí. Hasta que un año después de la muerte martirial de los jesuitas, la vi en la primera misa de aniversario: daba su testimonio y agradecimiento al padre Nacho por haberla auxiliado y ayudado posteriormente con tratamiento psicológico y económicamente. Solo fue hasta después de escucharla que comprendí la magnitud del evento en el que el padre Nacho, con aquel desafiante “ven, sígueme”, me había permitido participar.

René Molina, exempleado de la Universidad, graduado de Ingeniería Industrial en 1980 y de la Maestría en Administración de Empresas en 1991