Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

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"Todos encontramos en la vida alguna cruz pesada"


Amando, “paye”, como le decían los niños que todavía no sabían decir “padre”, fue bautizado en gerundio, pero pudo muy bien haberlo sido en participio. pues siempre lo quisieron mucho quienes lo trataron. Le conocí durante la época en que él era rector del Seminario San José de la Montaña, allá por los primeros años de la década de los setenta, y nos hicimos amigos instantáneamente.

Siempre humilde, siempre sensato y bromista, cordial y solidario, Amando era el amigo ideal para una legión de gente que quería hablar de cosas personales que todos tenemos, grandezas, miserias y nimiedades. Además de sus cualidades para la amistad, Amando asombraba por la certera intuición de sus consejos y su capacidad para limar asperezas en las relaciones interpersonales, sin cometer jamás una falta de discreción que delatara algo que se le hubiese dicho en confidencia.

Cuando le trasladaron a Managua para hacerle rector del Colegio Centroamérica, nadie quería que se fuera de la UCA. Cada vez que organizaba una de sus frecuentes visitas a San Salvador, sus amigos organizábamos fiesta y no le alcanzaban las horas para atender a las demandas de tiempo que le hacíamos.

Recuerdo que Amando se inventaba cualquier pretexto para invitarme a pasar unos días en Managua y me hospedaba en el Colegio mismo. La ocasión más memorable fue cuando me había invitado simplemente a descansar, pero resultó que no descansé mucho porque me llamaban a cada rato desde San Salvador a causa de la crisis que explotó en la ciudad. Esa vez, cuando Amando me llevaba al aeropuerto, le comenté que me había dado una especie de retiro espiritual concentrado, pues habíamos platicado intensamente durante un par de días enteros, pero sin una meditación tenebrosa como las que enfatizaban en los ejercicios espirituales de antaño. Me respondió: “No es necesario. Todos encontramos en la vida alguna cruz pesada”. Fueron las primeras palabras que recordé cuando supe, años después, que a este sacerdote bueno, justo y fraternal le habían pegado un tiro en la cabeza.

Román Mayorga, exrector de la UCA. Tomado de su libro Recuerdo de diez Quijotes