Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

Inicio / Relatos /

Mi amigo Ignacio Ellacuría


La primera vez que conversé largamente con Ignacio Ellacuría o “Ellacu”, como le llamábamos sus amigos, fue a mediados de 1970, cuando el BID aprobó el préstamo para realizar el primer plan de desarrollo de la UCA. Yo le expuse algunas ideas sobre la posibilidad que se abría, con los recursos obtenidos, de hacer una universidad nueva en Centroamérica, una universidad que se pusiera toda ella al servicio del cambio social pero universitariamente, es decir, a través de las funciones específicas de esa institución. Él me dijo que esas ideas coincidían con las que venía elaborando desde un ángulo teológico, y que procuraría reflejar todo ello en una exposición breve. Me mostró un borrador, y juntos lo retocamos.

Desde principios de 1971, que entré a trabajar a tiempo completo en la UCA, hasta octubre de 1979, que renuncié para formar parte del Gobierno de este país, vi a Ellacuría casi todos los días por períodos prolongados, con excepción de sus ausencias del país porque se iba a trabajar en España con el filósofo Xavier Zubiri. Ellacu pensaba que la materia más importante que había que estudiar en la Universidad era la de “Realidad Nacional” y, posteriormente, la instituyó como cátedra en los años ochenta, siendo ya Rector de la UCA.

El sacerdote de preclara inteligencia y gran entereza era un hombre más bien reservado, pero tenía un lado cariñoso con las personas y los niños. La señora Rosario de Guevara, secretaria del Rector, le dio a Ingrid una fotografía de Ellacu con dos de nuestras hijas cuando estaban pequeñas. Dijo Rosario que el padre siempre había tenido esa foto consigo. Cuando oí la historia, me llevé una sorpresa, como un regalo no esperado, pues no sabía que esa foto existiera y mucho menos que la hubiera conservado cerca de él por largo tiempo.

Pocos días antes de morir, Ellacu estuvo en España y se vio con Luis de Sebastián, quien próximamente iba a reunirse conmigo, y le pidió que me diera un libro en el que había escrito su firma con esta sencilla dedicatoria: “Para Román, tan presente en este libro y en esta Universidad”. Después del asesinato, Sebas me dio el libro personalmente.

Me acuerdo bastante del lado lacónicamente afectuoso de mi amigo Ignacio Ellacuría. Cómo no iba a recordarme, si conozco dos regalos póstumos suyos, una foto a Ingrid y un libro para mí.

Román Mayorga, exrector de la UCA. Tomado de su libro Recuerdo de diez Quijotes.