Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

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El párroco de "La Quezalte"


Conocí al padre Montes cuando yo era parte del consejo parroquial de la iglesia de la colonia Quezaltepeque, donde él era párroco. Yo creo que todos aprendimos a trabajar con él de una manera muy responsable y entregada porque era un hombre muy exigente: nos exigía como si fuéramos empleados asalariados con temor a ser despedidos. No le gustaban los pleitos y era enérgico para resolver los problemas. Aprendimos a trabajar así, esa era su mística.

Otra cosa que lo caracterizaba mucho era la alegría; le encantaba celebrar su cumpleaños. Hasta lo anunciaba en la misa con bastante tiempo de anticipación. Decía: “Ya se acerca mi cumpleaños”. Y siempre de la comunidad le hacíamos ese día una comida especial y le partíamos un pastel, pero siempre terminábamos con algunas frustraciones porque él a toda la gente que veía ese día o que iba pasando fuera de la iglesia los invitaba a llegar a la celebración, y nosotros bien preocupados que no nos iba a alcanzar la comida. Siempre fue un hombre alegre y entregado. Recuerdo que cuando iba a visitar a los refugiados de Colomoncagua [Honduras] nos pedía prestadas cosas de la comunidad. Una vez nos pidió un megáfono, pues iba a tener un evento grande. Cuando regresó, nos dijo: “Miren, les mandan a dar las gracias por el regalo”. Así que cada vez que nos pedía algo prestado de la parroquia ya sabíamos que eso no iba a regresar, porque era para la comunidad de Colomoncagua y nos tocaba compartir. Él nos enseñó a ser generosos y a compartir de nuestra pobreza.

El padre Segundo Montes era también una persona muy sencilla. Él iba a un cantón y le daba lo mismo comer sentado en el suelo, sin tenedor y sin plato, con hoja de huerta y con la mano. De hecho, tenemos una fotografía en donde sale sentado en una piedra comiendo con la mano y con un chucho a la par. Nunca le gustó el lujo y lo ostentoso. Era muy humilde. Le gustaban las cosas sobrias, sencillas. Era muy agradecido. Por cosas como esas nosotros lo seguimos recordando y amando.

Maritza de Hernández, subdirectora del Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA).