Mi conocimiento de él [Ignacio Martín-Baró] se da en primer lugar como estudiante, porque me dio algunas clases, y en segundo lugar como compañero de trabajo. Y recuerdo una de sus expresiones cuando uno le decía “padre”, pues uno tendía a decirle “padre” no por su edad, porque él era un hombre joven en esos momentos, sino por respeto. Él le decía “hijo” a uno. Esa era una expresión, yo siento, que tenía que ver un poco con su actitud de “no me digás títulos, no necesito que lo hagan”. Era parte de su sencillez.
Y conversando con compañeros colegas, que salieron más o menos en el mismo año en el que yo salí, recordábamos que las misas [de graduación] cuando las daba el padre Nacho eran bien irregulares, porque uno no se sentaba al frente, sino que uno estaba con él [cerca del altar]. Él no era una persona que se clavara en lo normado o en lo establecido, era una persona flexible. Y esas misas eran un ejemplo.
Un año después de su asesinato, la APA [Asociación Americana de Psicología, por sus siglas en inglés], en su congreso de 1990 [en Boston, Estados Unidos], hizo un homenaje a Martín-Baró. Me mandaron a mí en representación de la Universidad. Quienes estaban haciendo el homenaje eran gentes… bueno… Noam Chomsky era uno de los participantes, el profesor de psicología social de Harvard y en fin…. profesores de universidades de renombre en Estados Unidos. Para mí fue sorprendente, porque oí hablar [de Martín-Baró] a estas personas y era evidente que conocían de sus opiniones, de sus posturas. Esto de alguna manera dice cómo él fue bastante lejos, y fue bastante lejos por lo acertado de sus análisis y sus propuestas.
Luis Henríquez, estudiante de Ignacio Martín-Baró en 1980 y empleado de la UCA desde 1979.