Los conocí a todos [los mártires jesuitas], pero fui más cercana al padre Juan Ramón y al padre Amando. El padre Juan era un poco serio en algunas cosas, pero muy contento también en otras. Cuando llegaba a trabajar, tipo 6:00 a.m. me decía: “Buenos días, ¿cómo está?”. Y pasaba para la oficina que estaba al fondo, al lado del Salón Pastoral. Al padre Juan no le gustaba que le dejaran caer los libros al suelo, los cuidaba requetemucho. Él era bastante ordenado y cuidadoso.
Una vez que la niña María Eugenia [entonces subdirectora del Centro Pastoral] nos invitó a almorzar a su casa, recuerdo que el padre Juan Ramón empezó a bromear con el padre Amando y le decía: “Donde quiera que yo voy, allí vas tú. Siempre me andás persiguiendo. Me voy yo primero y siempre llegás”. Y hasta la hora de la muerte se fueron juntitos. Eso nunca se me olvida.
El 15 de enero de 1990 me llamó María Eugenia para llegar a trabajar de forma permanente a tres cuartos de tiempo. Me tocó limpiar [en el Centro Monseñor Romero] todo lo quemado, lavar ventanas, escritorios, archivos, entre otras cosas.
El próximo 15 de enero cumpliré 21 años [de trabajar en la UCA] y no me he perdido ninguna vigilia de los padrecitos.
Julia Bautista, empleada de limpieza en el Centro Monseñor Romero. Fue contratada por el P. Juan Ramón Moreno a inicios de 1989. (Fragmento de la entrevista publicada en Carta a las iglesias, nº 606).