Como la semilla que deja caer el ave en el lugar extraño,
Que va en busca de horizontes, libres de culpas, sin engaños,
Quién te diría oh semilla, que te esperan ya algunos,
Que te aguardan en su seno,
Como el pan en el ayuno.
Caíste en tierra infértil, tierra seca, tierra de hambre,
A pesar de estar harta abonada, del sudor y de la sangre,
De mis indios, mis hermanos, de mis campos de mis ríos...
De mis champas, mis cacales,
De los cerros con sus fríos.
Caíste oh semilla, y los primeros cuervos te seguían,
Lidiaste con los cardos, y naciste en la sequía,
Acariciaste con tu sombra el dolor del suelo herido,
Ahuyentaste aquellas noches, de frío y sin refugio
Aliviaste la agonía de mi pueblo perseguido.
Te encontramos y sonreímos, te sonreíamos y florecías
Aun en el sol ardiente, tu follaje verdecía
Lleno de fuerza, lleno de vida cuidando siempre mantenerte,
A la altura del cielo sin soltarnos tus raíces,
Alentando hasta las flores temerosas del machete.
Un día te buscamos pero yacías en el suelo,
Te hicieron leña fina para hacer más grande el duelo
Te quemaron lento para hacer humo tu corteza
Arrancaron tus raíces y mocharon tu follaje,
Reconocieron en tu sombra de su tierra la maleza.
La tierra llora por sus campos, desde el silencio de sus hijos
Se consuela y se desvela con el viento con los ríos,
Sabe de lo duro que es la siembra y la labranza,
Más repunta la alegría y se alivia su tristeza,
Cuando encuentran en cada vida, semillas de esperanza.