I
La ciudad del Santísimo Salvador,
por sus mismos hijos desangrada,
amanecía presa del estupor
con una noticia inesperada:
a Ellacuría, cristiano servidor,
en una ofensiva desgraciada,
junto a cinco siervos de Nuestro Señor,
la vida les había sido cegada.
Acompañándoles en el suplicio,
las dos mujeres fueron encontradas
en un gesto de franco sacrificio,
Elba y Celina Ramos, así llamadas.
II
Por la noche bulliciosas llegaron,
en lugar de garras, de plomo provistas,
unas fieras que impías atacaron
a tan espirituales analistas.
En sus últimos momentos rogaron,
no a los asesinos malinchistas,
sino a Dios a quien encomendaron
sus almas de toda culpa desprovistas.
II
En presencia del Señor se encontraron
nuestros mártires tras su partida,
mientras ante sus cuerpos lloraron
quienes grande amor les tuvieron en vida.
Todo lo que pudieron entregaron,
y ahora su sangre está embebida
la historia que con esfuerzo forjaron
abonando a la paz tan merecida.
IV
¡Escuchen, junto a Romero y los santos,
el clamor con que el pueblo les ha consagrado
dando frutos que suben como cantos
en este aniversario que ha llegado!
mártires: no los hemos olvidado,
son santos de nuestra tierra querida,
a la cual tanto han ustedes aportado
“a la mayor gloria de Dios” con su vida.