Silencio. Oscuridad. Dolor. Muerte.
Origen. Explosión. Destrucción. Vida.
Una semilla caída en tierra,
un grano de trabajo y justicia
que se deshace en el suelo,
que se transforma, que vibra.
Es confusión, desconcierto,
es sin razón que a los hombres cautiva;
es cuerpo que descompuesto
abraza la tierra y grita
un canto de esperanza
un camino que nos guía.
Incomprensión… no lo entiende
el tirano cruel que aniquila,
que destruir busca incesante
la fuerza vital, la semilla.
Comprenderlo… no podría,
sólo ver, puede, con ira;
es misterio muy profundo
que anonada, que conquista.
En silencio y sin demora,
abrazada y abierta al suelo,
encogida se incorpora,
con la mirada vuelta al cielo,
aquella semilla que, por otros,
ha sido tirada en el suelo.
¿Qué sucede?, ¿qué acontece?
¿Han callado su voz de justicia?
¿Han logrado silenciar las conciencias
o han mutilado los cuerpos que gritan?
¡No!
La semilla ahora germina;
el grano enterrado en el zurco
brota con fuerza y alegría,
y ahora bañado con sangre
se nutre, se fortalece, se vivifica,
la simiente que tirada en el suelo
se abre paso a la vida.
Ocho granos indefensos,
la vida, quitarles, podrían,
pueden perderse en la tierra
cuando no se les cultiva;
pero llega el campesino,
el hombre que al terruño anima,
y abona con esperanza
aquella pequeña semilla
para que al final se convierta
en fruto de Nueva Vida.
“Nueva Vida” es libertad,
es caridad y fe vivas;
es continuar construyendo
por sendas y travesías
que aunque parezcan desiertas
sólo esperan la semilla
que hace brotar de la tierra,
de lo profundo del ser que cultiva,
el sentido que expresa en el hombre
la lucha por la justicia.
¡Viva la Vida!, ¡viva la justicia!
Viva la simiente
que, esparcida en tierra un día,
se ha convertido en estandarte
de la esperanza infinita.