Y estaba tan asombrado,
con los ojos como espejos.
Retorciendo la sabana,
en uno de esos días normales,
aquellos donde sale el sol.
En un pacifico retorno a la sociedad,
como mirando las palmeras con miedo,
me aferré a las miradas,
a las calles del miedo.
A las doce y media resucitó el día,
salieron hormigas descifrando carreras del tiempo,
y me senté a escucharlas… Muerto.
Sediento y vivo al mismo tiempo.
En esos días en que siente uno,
lo que aprende y deja pasar.
Aprendí las personas y las cosas,
que por el mundo vagan solas,
con un universo inmenso al que llaman razón.
Amor quería la patria esos días.
Amor necesitábamos todos,
desde ahora se sabe todas las mañanas
que los líderes con cabello tieso eran los mártires caminantes.